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Clase 1: Concepciones sobre la Discapacidad

Tabla de Contenidos

 La pluralidad terminológica.
 Diferentes Culturas Profesionales
 Evolución Histórica: Modelo Tradicional – Paradigma de Rehabilitación –
Paradigma de Autonomía Personal
 Conceptos básicos del Proceso Rehabilitador

La pluralidad terminológica

Definir la discapacidad y lo que implica la definición que utilicemos, no es algo sencillo


y sin consecuencias, ya que el término discapacidad no abarca un grupo homogéneo de
personas sino que por el contrario, refiere a un grupo de personas altamente heterogéneo
que comparten entre si algún rasgo que les permite ser parte de la categoría.

El desarrollo de las concepciones sobre las personas con discapacidad además ha ido
cambiando a lo largo de la historia y este cambio se ha producido en paralelo con el
cambio de los términos utilizados para denominarlas, más allá de que la atención y trato
a las personas con discapacidad no es precisamente una cuestión de terminología. Sin
embargo, la terminología es el reflejo de los cambios en las concepciones, modos de
enfocar, actitudes, y entendimiento del problema.

En el mundo de la discapacidad, un análisis superficial o frívolo llevaría a opinar que


cambiamos únicamente las palabras, pero que todo permanece igual. Es importante
desechar esta simplicidad, y profundizar el análisis para lo que proponemos recordar la
frase de Ortega y Gasset: "...la razón se perfecciona por la multiplicación histórica de
sus términos, por el alumbramiento de nuevas perspectivas, y no por el encasillamiento
en lo ya conseguido" (citado por Pinillos, 1981).

El campo de la discapacidad -entendiendo este término de manera extensiva a todas las


personas con limitaciones físicas, sensoriales, intelectuales y psicosociales- se ha
caracterizado por la mudanza terminológica en la asignación de nombres, etiquetas y
denominaciones referidas tanto a las personas como al proceso de atención de las
mismas. Más aún, podemos decir que es un campo complejo por la heterogeneidad de
términos, conceptos, sujetos implicados, objetivos perseguidos, criterios utilizados,
modelos de análisis, y estrategias de intervención.

Se pueden identificar, de acuerdo a lo expuesto por Aguado (1993), diferentes términos


utilizados desde las diversas perspectivas :

 Referidos a las personas con limitaciones psíquicas: idiotas, imbéciles,


oligofrénicos, subnormales, débiles mentales, disminuidos, retrasados mentales, retardo
en el desarrollo, deficientes mentales, dificultades de aprendizaje permanentes,
necesidades especiales;

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 Referidos a las personas con limitaciones físicas y/o sensoriales: lisiados,
tullidos, impedidos, inútiles, inválidos, desvalidos, mutilados, minusválidos, deficientes,
incapacitados, discapacitados;

 Referidos al proceso de atención: beneficencia, asistencia, prevención,


reeducación, readaptación, rehabilitación, habilitación, tratamiento, educación,
recuperación profesional.

Muchos de los términos citados, a pesar de ser representativos de concepciones médicas,


psicológicas, educativas o sociales ya superadas o inadecuadas para los tiempos
actuales, en la actualidad siguen utilizándose por un número considerable de
profesionales. Es sorprendente comprobar hoy la frecuente falta de rigor o actualidad en
el uso de denominaciones, etiquetas o diagnósticos. La causa no está, por supuesto, en
las personas que hacen ese uso sino que probablemente proviene de una formación
deficitaria y poco estructurada respecto al conocimiento de las personas con
discapacidad.

Diferentes culturas profesionales

Además de un posible incremento de la precisión en la denominación utilizada, la


mudanza terminológica nos muestra también el caos existente en el campo de la
discapacidad, en el cual se utilizan muchos términos y con una variedad de significados
excesiva.

Cada ámbito profesional (educación, servicios sociales, salud, etc.) ha generado sus
propias concepciones, lenguajes y terminología que se diferencia de los otros en
aspectos relevantes; y, dentro de cada ámbito profesional, tampoco existen acuerdos
globales en el uso de la terminología debido a las distintas escuelas u orientaciones, el
diferente grado de actualización de los profesionales, la carencia de un lenguaje común,
y los distintos roles ocupados. Esta problemática es común a todos los países.

Evolución Histórica

A lo largo del tiempo se pueden evidenciar tres paradigmas que caracterizan la


evolución histórica de las concepciones sobre la discapacidad y la perspectiva en torno
al sujeto. Tal como afirman Abela, Ortega Ruiz y Pérez Corbacho (2003) la
discapacidad se ha definido en función de las “las relaciones de poder, marginación y
dependencia” ubicando a la persona con discapacidad en un rol de menor valor a los
ojos de la sociedad. Cada concepción es hija de su tiempo y del momento social que
atraviesa, es por este motivo que el nombre que reciba cada paradigma tendrá estrecha
relación con momento histórico y los roles sociales que cumplan las personas.

Una síntesis de la evolución histórica de las concepciones y mentalidades sobre la


discapacidad es la propuesta por DeJong (1979, 1981) y recogida en España por Puig de
la Bellacasa (1990a, 1990b), plantea un análisis histórico-crítico de las ideas, actitudes y

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concepciones diferenciándolas en tres etapas: el modelo tradicional, el paradigma de la
rehabilitación, y el paradigma de la autonomía personal.

Modelo Tradicional

Al hablar de modelo tradicional nos referimos a la actitud mantenida de manera


tradicional por la sociedad, que asignó un papel de marginación orgánico-funcional y
social a las personas con discapacidad porque las ubicaba en un sitio marcado, en un
puesto asignado, con plaza permanente entre los atípicos y los pobres, con el
denominador común de la dependencia y el sometimiento (Puig de la Bellacasa, 1990b).
Las personas con algún tipo de deficiencia se consideraban innecesarias por diferentes
razones: porque se estimaba que no contribuían a las necesidades de la comunidad,
porque poseían mensajes diabólicos, eran la consecuencia del enojo de los dioses, o que
sus vidas no merecían ser vividas (Palacios y Romañach, 2008). Prácticas como la
eugenesia, eutanasia, aborto y genocidio eran comunes hacia las personas en condición
de pobreza o con discapacidad, que eran consideradas como un “error de la naturaleza”
(Sosa, 2009).

En la Edad Media, pleno auge de la Iglesia Cristiana, surgieron los hospitales y


conventos donde se alojaban a las personas que tenían algún tipo de déficit físico,
sensorial, intelectual o psicosocial. Muchos de ellos eran institucionalizados o
escondidos en sus casas, exhibidos en los zoológicos y espectáculos circenses,
dejándolos totalmente fuera de cualquier tipo de participación ciudadana. Afirma Di
Nassio que este rechazo y consideraciones hacia este colectivo de personas contribuyó a
fundar un “concepto de la anormalidad y del defecto, que conduce al rechazo social, al
temor y hasta a la persecución de estas personas, por parte de los poderes civiles y
religiosos” (Di Nassio, p. 11). Esta perspectiva de considerarlos como “anormales”
terminó siendo una excusa para despertar la caridad en las personas supuestamente
“normales” para liberarlos del pecado, a través de actos de caridad hacia las personas
con discapacidad. Será a partir de estas prácticas que la persona con discapacidad sea
considerada un sujeto de beneficencia, con un objetivo solapado de la sociedad.

A partir de los siglos XVI y XVII, con el cambio ideológico de la Ilustración, se


comenzó a institucionalizar a las personas por tipo de discapacidad, sobre todo las que
tenían algún tipo de discapacidad psicosocial, y se crearon las primeras escuelas para
ciegos y sordos. A fines del Siglo XVIII, los centros de aislamiento pasaron a ser
subsidiados por el Estadio, mientras que otros eran mantenidos por la Iglesia.
Con la entrada al Neopositivismo del Siglo XIX, la persona con discapacidad comienza
a tener un fin utilitario para la ciencia, pasa a ser un objeto de estudio psico-médico-
pedagógico (Sosa, 2009, p. 61), pero a su vez se les concede la posibilidad de ser sujetos
de protección, convirtiéndose en sujetos de prevención socio-sanitaria; así surge el
sistema de seguridad entrando a la “asistencia como seguridad social” (Sosa, 2009,
p.62).

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Paradigma de la Rehabilitación

Centra el problema en el individuo, en sus deficiencias y dificultades.


Por eso buscarán la solución a ese “problema” con la intervención profesional que se
empezará a constituir como un equipo de rehabilitación. Bajo el lema “todos tienen
derecho a corregir su estado” (Sosa, 2009, p. 63) se verá que en este paradigma
prevalece la intervención profesional sobre la demanda del sujeto (Egea García y
Sarabia Sánchez, 2004, p.1) y se les prometerá corregir o modificar su estado. El sujeto
pasará a tener un rol de paciente a los ojos de los profesionales y será un sujeto de
asistencia a la luz de la sociedad.

Con la creación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se comienza a


gestar la intención de crear y promulgar leyes y normas gubernamentales buscando
proteger los derechos de las personas con discapacidad, en promoción y desarrollo de
programas de Rehabilitación profesional en el mundo. Según Palacios y Romañach
(2007) “es imprescindible rehabilitar a las personas y el éxito se valora según la
cantidad de destrezas y habilidades que logre adquirir el individuo” (p. 2). Los
resultados de ese proceso de rehabilitación se medirán por el grado de destrezas
funcionales logradas o recuperadas y por la ubicación en un empleo remunerado. “El fin
primordial que se persigue desde este modelo es normalizar a las mujeres y hombres que
son diferentes, aunque ello implique forzar a la desaparición o el ocultamiento de la
diferencia que representa la diversidad funcional” (Palacios y Romañach, 2007, p. 2).

Este paradigma de rehabilitación es en el que mayoritariamente estamos inmersos los


profesionales y la sociedad occidental, a pesar que coexisten todavía hoy muchas
actitudes identificadas con el Paradigma Tradicional. La rehabilitación supone la
superación del modelo tradicional basado en las actitudes de rechazo y protección, pero
sigue arrojando algunos problemas relativos al peso omnipotente que tiene el
profesional, quién controla el proceso de rehabilitación y relega a la persona con
discapacidad a un rol de cliente o paciente. Esta situación de marginalidad y
dependencia del sujeto respecto a su proceso de rehabilitación ha sido contestada
directamente por grupos de personas con discapacidad motriz, dando lugar al
movimiento denominado "independent living" que ha sido traducido al castellano como
"vida independiente" o "autonomía personal".

Paradigma de Autonomía Personal

Nace emparentado con la defensa de los derechos civiles de colectivos sociales


minoritarios o marginales en norteamérica. Uno de los énfasis fundamentales del
movimiento por la vida independiente consiste en la autodeterminación de las personas
para decidir su propio proceso de rehabilitación, y se persigue como meta prioritaria la
supresión de las barreras físicas y sociales del entorno que les rodea. Desde la
perspectiva de la autonomía personal o vida independiente el núcleo del problema ya no
reside en el individuo sino en el entorno, "no es la deficiencia y la falta de destreza (la
discapacidad del sujeto) el núcleo del problema, ni el objetivo final que hay que atacar,
sino la situación de dependencia ante los demás. Y ese problema se localiza en el
entorno, incluyendo en el concepto de entorno al propio proceso de rehabilitación, pues

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es ahí donde a menudo se genera o se consolida la dependencia (Puig de la Bellacasa,
1990b, p. 83).

Frente a la concepción psicológica y médica rehabilitadora de la discapacidad que se


centra en el individuo para mejorar sus deficiencias o proceso de adaptación, la
perspectiva planteada por el movimiento "vida independiente" ha generado algunas
perspectivas sociológicas "desde dentro" de la discapacidad, proponiendo una teoría
social de la misma. En este sentido, Oliver (1990) plantea que el significado de
discapacidad, más que comprendido, está distorsionado por las definiciones oficiales
derivadas del paradigma de la rehabilitación como son las utilizadas por la Organización
Mundial de la Salud hasta el año 2001. Esas definiciones y concepciones consideran a
las personas con discapacidad como objetos pasivos de intervención, tratamiento y
rehabilitación, generando consecuencias opresivas para las personas al reducir la
discapacidad a un estado estático y violar sus componentes experienciales y
situacionales (Oliver, 1990). Este autor plantea como alternativa centrarse en las causas
y dimensiones sociales de la discapacidad, "una teoría social de la discapacidad debe
estar localizada dentro de la experiencia de las propias personas con discapacidad y sus
intentos, no solo para redefinir la discapacidad sino también para construir un
movimiento político entre ellos mismos y desarrollar servicios proporcionados con sus
propias necesidades autodefinidas" (Oliver, 1990, p.11).

La autonomía personal parte de una perspectiva en la que las personas con discapacidad
tienen derechos y consumen servicios, y que debe tener un papel importante en la
planificación y desarrollo de los mismos. Indudablemente esta perspectiva ha ayudado a
muchas personas con discapacidad física a independizarse de las instituciones y
manejarse como adultos en la sociedad. Por ello, se puede proponer con razón que, "el
paradigma médico-industrial de la rehabilitación debe revisarse a la luz del paradigma
cívico-político de la autonomía personal, aprovechando su vertiente tecnológico-
jurídica: la accesibilidad" (Puig de la Bellacasa, 1990b, p. 85). Ambos paradigmas,
rehabilitación y autonomía personal, pueden ser armonizados en base a las aportaciones
actuales de la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de
la Salud (CIF, WHO, 2001), que une los modelos Médico y Social de la discapacidad, y
que posteriormente comentaremos.

Otra Perspectiva Complementaria sobre la evolución de las concepciones prácticas de


las "situaciones de menoscabo" nos la propone Casado (1991), quien habla de cuatro
etapas diferentes: la integración utilitaria, la exclusión aniquiladora, la atención
especializada y tecnificada, y la accesibilidad.

La integración utilitaria se refiere a que no se marginaba en la sociedad hace tres


décadas a la persona con discapacidad, ni se margina hoy en los colectivos que siguen
apegados a modelos sociales más atrasados, sino que "se aceptaba con resignación
providencialista o fatalista a los miembros con menoscabos. Seguidamente se procuraba
incorporarlos lo mejor posible a la división del trabajo en el hogar y aún en la empresa
familiar; la aberración de este proceder era la explotación. Se procuraba, igualmente, la
incorporación a la vida de la comunidad mediante roles activos, a veces marginales, a
veces convencionales" (Casado, 1991, p. 51).

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Por exclusión aniquiladora se entiende que, junto a la integración utilitaria -la persona
con discapacidad psíquica como recadero o pregonero, y con discapacidad física como
zapatero o sastre-, existía paralelamente otra perspectiva de exclusión pasiva o activa de
las personas con discapacidad, particularmente con retrasos o alteraciones psíquicas.
Son todavía motivo de atención en estos últimos años el descubrimiento de adultos con
discapacidad mental o plurideficiencias que han sido ocultados y encerrados en su hogar
durante décadas sufriendo un trato denigrante como animales. La exclusión pasiva sería
el internamiento en asilos u hospitales psiquiátricos, o en todo caso el abandono de la
Las últimas décadas han correspondido a la intervención técnica y especializada sobre
las personas con discapacidad. Esta realidad es más palpable en el ámbito de la
discapacidad psíquica que en otras discapacidades. Las deficiencias visuales y auditivas,
las dificultades de habla, y los traumatismos, eran atendidos de manera especializada
desde mucho antes. La perspectiva técnica ha supuesto una mejora de la calidad de la
atención a personas con discapacidad, pero paralelamente ha propiciado "la dominación
de los servicios y de los agentes especializados sobre los usuarios, así como la
formación de un 'mundo para ellos', un espacio privativo, exclusivo, excluyente"
(Casado, 1991, p. 55).

La accesibilidad, como última etapa, ideología, o paradigma de los tiempos actuales e


inmediatos, está emparentada o tiene su raíz primigenia en el principio de normalización
para la vida de las personas con retraso mental. Las personas con discapacidad física,
sensorial o mental, tienen derecho a una vida tan normal como los demás, accediendo a
los mismos lugares, ámbitos, y servicios ya sean educativos, de empleo, de ocio o de
otro tipo. La normalización y la integración exigen que las personas con discapacidad
tengan acceso ("accesibilidad") a los mismos lugares que las personas sin discapacidad,
por ello se hace preciso romper las barreras físicas y sociales que impiden este acceso.
El movimiento por la vida independiente que antes comentábamos es otro antecedente
del concepto de accesibilidad. En este caso, son las propias personas con discapacidad
quiénes deciden tomar las riendas de sus vidas y critican la "institucionalización" de su
atención y proclaman su autodeterminación en el "proceso rehabilitador" desde una
perspectiva de consumidores.

El Proceso Rehabilitador
Conceptos básicos

Hablar de rehabilitación supone hablar de la ayuda a otros para recuperar algo perdido.
Rehabilitación es un concepto idealista y a la vez pragmático. En primera instancia, el
propósito básico de la rehabilitación se plantea atender o ayudar a una persona con
discapacidad para recuperar la productividad perdida o hacerla productiva. Como
concepto o como ideal, la definición de rehabilitación es algo que nunca se completa del
todo, y significa un cambio continuo para el profesional de la rehabilitación individual y
para las instituciones y organizaciones públicas y privadas de rehabilitación y para la
propia persona con discapacidad (Verdugo, 1999).

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Para que la rehabilitación sea eficaz debe plantearse de una manera muy activa (Martin
y Candy, 1990). Wright (1980) señaló que tres cursos fundamentales de acción
disponibles cuando una discapacidad impone limitaciones al individuo son:

 Remediar la causa de la discapacidad de la persona restaurando la habilidad.


 Compensar la deficiencia aumentando otras características de la persona.
 Cambiar las circunstancias ambientales para que el impacto de la discapacidad sea
anulado o evitado.

Una concepción actual de la rehabilitación incorpora todas estas aproximaciones,


utilizando y desarrollando todos los recursos necesitados de la comunidad e implicando
a todos en el proceso. En otras palabras, si la rehabilitación ha de ser efectiva para el
individuo con discapacidad debe contemplar todos los aspectos de la persona, y todos
los profesionales implicados deben coordinar sus acciones para facilitar la recuperación
del individuo.

La meta de la rehabilitación es que la persona con discapacidad logre su máximo


potencial en términos de empleo remunerado como resultado final, su máximo
potencial en términos de actividades de la vida diaria como resultado final. En ambos
casos, el proceso de rehabilitación es diseñado para permitir a la persona alcanzar el
máximo nivel de independencia y productividad. Ambos resultados del proceso de
rehabilitación, ya sea empleo remunerado o vida independiente, configuran el concepto
básico de la rehabilitación: ayudar a la persona con discapacidad a alcanzar su máximo
potencial (Martin y Candy, 1990).

Como proceso inclusivo, la rehabilitación de las personas con discapacidad debería


tener una doble dimensión y debería apuntar en un doble sentido:

 Por un lado debería contribuir a mejorar la salud y las condiciones psicosomáticas de


las personas con discapacidad.
 Por otra debería contribuir a facilitar la readaptación profesional de la persona con
discapacidad.

La rehabilitación de las personas con discapacidad debe tener ese doble objetivo.
Mejorar la funcionalidad y la autonomía y, además, procurarle formas de adaptación que
sean acordes a sus posibilidades. Es decir, rehabilitar, en el caso de muchas personas
con discapacidad, significa dotarlas de cierta funcionalidad, apoyar y fomentar sus
estrategias comunicativas, promover sus tareas formativas y educativas, etc.

Todas estas cuestiones forman parte integrante de un proceso rehabilitador y no poseen


menos importancia que las referidas exclusivamente a la dimensión laboral o médica. La
necesidad de incluirse en un trabajo es el verdadero camino hacia la autonomía e
integración social.

Dentro de todo el estudio que podemos llevar a cabo sobre personas con discapacidad,
no podemos dejar a parte el fin último de toda inclusión: la inclusión al mercado laboral.

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Esta es la verdadera inclusión, la verdadera independencia y el camino hacia la
autonomía.

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