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Política
Para Hegel la realidad es una operación que lo verdadero, lo universal, realiza consigo
mismo, no la construcción de un sujeto yoico. La racionalidad en la forma de la razón del
sujeto lleva a posiciones teóricas y existenciales insostenibles, que la realidad misma
ha superado, y que la filosofía debe exponer. La racionalidad moderna impide la
realización plena de la racionalidad: el yo lleva a posiciones de infelicidad y sin
salida, sin solución. Pensar las cosas desde el yo es pensarlas a partir de una
separación absoluta con la realidad, que no puede ser colmada, en todas las
dimensiones en las que la razón actúa:
a) Conocimiento: la racionalidad se presenta mediante la dualidad sujeto-
objeto, que presenta a un sujeto que tiene frente a sí un objeto al cual no
accede nunca de manera plena o absoluta, con lo cual es imposible
alcanzar la verdad: la forma más extrema es Kant, que renuncia a la
posibilidad de conocer la cosa tal como es en sí misma. La naturaleza es
una duplicación del yo, en tanto es dada por las categorías. Además, dentro
del ámbito de los fenómenos, el único conocimiento que hay es provisorio,
empírico, la ciencia como refutable. Para Hegel, esto implica renunciar
a la verdad en el sentido fuerte, como lo universal, absoluto, racional, etc..
b) Ontología: hay un dualismo entre idea y realidad, y el yo se presenta
como el garante de dos mundos separados, y por tanto no es de uno ni de
otro mundo. Hay una distancia insalvable entre idea y realidad, y la única
unión de ambos es el yo, que no puede salir de sí mismo, que no es lo
universal en sí mismo.
c) Moral: el imperativo categórico es la formulación más clara de la moral del
entendimiento, que es un formalismo vacío: el sujeto no sabe nunca si obra
o no moralmente, porque no sale de su conciencia. Encuentro la
universalidad en mi conciencia sólo en la medida en que entiendo que esta
universalidad es formal, vacía (no resuelve problemas concretos). El
problema con el imperativo categórico es que la formalidad del universal
(del imperativo) vuelve moral cualquier máxima, cualquier contenido y, en
consecuencia, cualquier acción. Por definición, es imposible realizar el
deber ser, porque en su realización intervienen factores que derrumban el
deber ser y lo convierten en un ser.
d) Religión: el sujeto tiene frente a sí una divinidad trascendente, enfrentada
a una realidad inmanente; como hay una separación absoluta entre
inmanencia y trascendencia el yo no puede pensar racionalmente la
mediación entre ambas (la encarnación), que permanece como un misterio
(o bien es racional pero excluye la religión). Hay una particularidad
totalmente desligada de lo universal, y un universal cuya presencia escapa
a toda racionalidad, y es un misterio: o bien cree contra la razón, o bien, si
usa la razón, el individuo no puede creer.
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HEGEL Filosofía
Política
El momento histórico de Hegel cierra el recorrido del espíritu: todo lo que vino antes
encuentra su sentido en el momento de Hegel, donde quedan superadas, reconocidas en
su verdad y su insuficiencia, todas las figuras precedentes. Todo lo que ocurre a partir
de entonces no presenta ninguna novedad: la realidad se ha mostrado en todos sus
rasgos.
Para poder sostener esto, Hegel debe partir de una noción muy fuerte de verdad:
no puede haber nada (filosóficamente, conceptualmente) nuevo, por eso es posible
exponer la verdad. Para lograr una concepción de verdad suficientemente fuerte,
verdad y universalidad deben ser lo mismo.
La primera exigencia que la verdad impone a la filosofía es pensar (y mostrar) lo
universal en su máxima pureza, sin ninguna instancia particular que pueda disminuir
la comprensión de ese universal. Esto es, es lo universal que se piensa a sí mismo.
Esto sólo se puede hacer desde la época de plenitud del espíritu.
IDEA
La idea es lo universal en su máxima pureza, sin ningún particularismo. La
lógica es el ejercicio filosófico de pensar lo universal como idea: la lógica es la
exposición de la ontología pura. La lógica es la ciencia filosófica de la idea. Pero lo
universal en su máxima pureza (como idea) tiene una articulación interna: la idea
está llena de diferenciaciones internas, de articulaciones o categorías. Esto se debe a
que:
1. lo universal no sería verdadera universalidad sin diferenciaciones (= si fuera
abstracto?), quedaría ahí, sería nada. Lo genuinamente universal contiene la
negación de sí mismo;
2. si las diferenciaciones no fueran internas, entonces tampoco sería verdadera
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NATURALEZA
Es el resultado de la autonegación de la idea como todo, y ya no a su interior (lo cual
corresponde a la Lógica): la idea se niega a sí misma como totalidad en la
naturaleza, que es lo absoluto como pura particularidad (mientras que la idea es lo
absoluto como pura universalidad). La naturaleza no puede ser absolutamente exterior a
la idea, dado que de otra manera lo universal no sería verdaderamente universal: la
naturaleza es la idea misma en la forma de lo otro de sí misma.
Idea lo absoluto como pura universalidad
Naturaleza lo absoluto como pura particularidad
ESPÍRITU
Es la negación de la idea autonegada como naturaleza. El rasgo distintivo del espíritu es
ser la comprensión que lo total tiene de sí mismo: el espíritu entiende que la
totalidad es idea y naturaleza, y unidad de idea y naturaleza en el espíritu. El espíritu
es la verdad de la idea y de la naturaleza, es el momento de lo universal que
verdaderamente se sabe a sí mismo como universal. Como conciencia de lo que es,
el espíritu es a la vez diferencia y unidad plena y verdadera.
El espíritu se articula en figuras internas (como la idea y la naturaleza), la historia, la
cultura, las distintas conciencias.
El momento de unidad del espíritu son los pueblos primitivos, en los cuales la
conciencia es una conciencia colectiva que rechaza y excluye la diferencia. El espíritu va
avanzando hasta llegar al momento final, en que se sabe a sí mismo y conoce todo. La
Fenomenología del Espíritu es el aparecer de las figuras de la conciencia. Encuentra
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su plenitud en el momento final, que comprende todas las otras figuras espirituales. El
espíritu en su figura conclusiva comprende que la realidad es idea, naturaleza y
espíritu: el espíritu se comprende a sí mismo plenamente en la forma del saber absoluto,
que es el último momento de la vida del espíritu.
El saber absoluto tiene diferentes momentos: son arte, religión y filosofía; que haya
una sucesión de apariciones no quiere decir que arte, religión y filosofía no se den
juntas, sino que sólo una de ellas es manifestación del espíritu de manera primaria:
a) Arte, por el cual el espíritu se vale de la materia para expresarse (el espíritu
doblega la naturaleza a su propia finalidad de aparecer), es la forma más baja de
manifestación del espíritu, porque aparece en lo otro de sí, en lo material. El arte
como momento de manifestación del espíritu corresponde al mundo griego, donde
la estética prima. De ahí en más, el arte muere: después de Grecia, el arte no es el
vehículo adecuado de expresión del espíritu en toda su riqueza.
b) Religión: el espíritu se manifiesta en el interior, no en lo exterior, y el espíritu se
manifiesta como sentimiento; pero la religión misma sufre un proceso de
interiorización: de las manifestaciones externas (tótems, etc.) a las manifestaciones
más internas, se suceden diferentes figuras religiosas. El protestantismo es la
forma superior de manifestación religiosa, en el cual la religión se niega a sí
misma: Dios aparece en la conciencia, y la pureza del sentimiento religioso hace
que el espíritu deje de manifestarse en la interioridad del sentimiento.
c) Filosofía: en la filosofía el espíritu se manifiesta como espíritu, dado que es la
forma superior del saber absoluto; la filosofía es la conciencia de lo que es,
aferrado en su concepto mismo. La filosofía tiene sus figuras internas: toda
filosofía anterior (en particular, la filosofía del yo) es insuficiente; es filosofía plena
sólo la que puede comprender todas las diferencias internas al filosofar como
expresión espiritual del espíritu. La filosofía es plena porque captó y expuso lo que
es; todo lo que vendrá ya tiene su figura.
dado que sería admitir la superioridad de lo utilitario sobre lo ético. Para mostrar que no
es así, Hegel muestra que la superioridad de lo ético-político está en la ontología misma,
y esto implica abandonar la mediación del yo.
La mediación del yo moderno se expresa en la Crítica, donde el yo se muestra como
constituyente del mundo y se limita a sí mismo (no requiere a Dios como el ego
cartesiano). Es una mediación propia del entendimiento, en la que el actor de la
mediación es el sujeto yoico. Lo universal es una abstracción que opera el yo (lo rojo), y
comprender la realidad es subsumir lo particular (el dato sensible) bajo los universales
abstraídos por el yo (categorías, conceptos). La mediación subjetiva consiste en tirar de
lo universal ideal abstracto hacia abajo, y hacerlo valer como pauta de inteligibilidad, de
sentido del dato. Entre lo universal y lo particular no hay otra mediación que el sujeto,
que se plantea como un tercero que realiza la mediación.
Para Hegel, la mediación es una operación que lo universal hace sobre sí: lo universal
aparece como particular, y no hay nada particular que no sea aparición del universal. Lo
universal verdadero es la unidad de la unidad y la diferencia: es la mediación
unitaria de sí mismo como mera unidad sin diferencia (idea), diferencia sin unidad
(naturaleza), y unidad de la unidad y la diferencia (espíritu).
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CIENCIA DE LA LÓGICA
B
LA NEGATIVIDAD ES CONSTITUTIVA
Por ser el motor de la mediación de lo absoluto consigo mismo hasta darse la forma de
lo no absoluto, que es absoluto. Lo universal, autonegándose, se particulariza, pero ese
particular es lo universal como particular. Es como el misterio de la encarnación de la
trinidad, es racionalidad pura. Dios no sería Dios si no se encarnara como Cristo. Esta
encarnación es la vida del espíritu.
Se revela la racionalidad de este movimiento cuando decimos ‘la nada no es nada’ o ‘la
nada no es’, porque quiere decir que la nada es. Éste es el indicio en la conciencia
subjetiva, y en el espíritu, de la verdad ontológica de que el ser es nada y la nada es, o
sea, es ser, y que la verdad es ser-nada. El espíritu es llamado por la verdad cuando
para que tenga sentido representarse la nada se ve obligado a expresar esa
representación en la forma de nada es nada.
Hegel trata críticamente el principio de identidad, apuntando a la modernización del
ser de Parménides. Si yo expreso la identidad como cerrazón absoluta de lo que es como
absoluto ser:
A
Pero el indicio de que esta representación está atravesada por la negatividad es que si
yo expreso con esta representación no estoy haciendo nada. Para que sea el principio de
identidad, debo decir:
A=A
Pero aquí ya está la negatividad. Decir que A es igual a A es lo mismo que la presencia
de la nada en el ser, niega, duplica. Como tener autoconciencia o mirarse en un espejo,
hay que duplicarse. Ya en A = A, en la reduplicación intrínseca a la identidad, está la
alteridad. Donde hay alteridad hay oposición, donde hay oposición hay contrariedad.
Donde hay contrariedad está la contradicción. Y donde hay contradicción está la
identidad. El principio de identidad ya es el principio de contradicción. En la
contradicción está la máxima identidad, porque para poder ser el no absoluto del otro
tenés que ser al mismo tiempo igual al otro. No podrías entrar en la máxima relación
antitética si no fueras igual al otro, si hubiera una parte tuya que no entra en oposición.
No serías plenamente conciente de vos mismo si el espejo en el que te mirás te llegara
hasta la cintura. Sólo podés ser plenamente idéntico a vos mismo cuando tu otro es igual
a vos mismo. Y cada ser humano es el espejo de otro ser humano. Pero eso, para Hegel,
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el átomo robinsoniano del pacto social no tiene sentido, porque para poder ser átomo
primero tenés que no haber sido átomo, que haber estado en un sistema de espejos.
La idea se va dando distintas figuras llamadas esencialidades. La idea tiene tres
momentos: ser, esencia y concepto.
Hegel da argumentos fuertes en contra del fenomenismo: el fenómeno es la cosa en sí
porque no es la cosa en sí. La distinción entre fenómeno y cosa en sí es la identidad
entre fenómeno y cosa en sí. Lo verdadero se da este juego del aparecer como lo otro de
sí. Por eso el fenómeno es la cosa en sí y es absurdo creer que es un sujeto el que puede
ser esto y no lo otro.
SER Y NO SER
La ciencia es un saber absoluto, y para ser tal no debe tener ningún tipo de supuesto o
deuda; por eso, comienza con el estudio del ser y el no ser.
La ontología1 de Hegel tiene tres grandes momentos:
1. Ser: la idea se produce a sí misma en la forma de todas las categorías connotadas
por la predicación de ser: cualitativo, cuantitativo, y relación entre lo
cualitativo y lo cuantitativo
2. Esencia: implica avanzar de la inmediatez del Ser hacia lo que no se ve; se debe
entender lo existente como el aparecer de algo más fuerte, pero que no es
existencia, sino esencia.
3. Concepto: la esencia se realiza cuando aparece plenamente, cuando no
queda nada sin aparecer, es decir, cuando esencia y fenómeno son lo mismo. La
esencia que aparece por completo es concepto. Concepto es la identificación
de lo en sí (la esencia que no aparece) y lo para sí (el aparecer de lo en sí)
El primer momento es siempre pleno, pero insuficiente en la medida en que excluye la
insuficiencia: le falta la incompletitud. El segundo momento o figura intermedia es el
momento de negatividad, de deficiencia, que es necesario para que lo universal pueda
ser plenamente universal. El tercer momento, el momento final, es el de la verdadera
plenitud, es la superación de dos insuficiencias.
El puro ser es idéntico a sí mismo, sin ninguna diferencia. Ahora bien, en el principio de
identidad, la afirmación de esto tiene sentido sólo en la medida en que resulta
espiritualizada, lo cual tiene lugar sólo en la medida en que se produce:
A=A
La máxima y más pura identidad es lo que es porque se dualiza.
Devenir
Ser Nada
Lo que después va a aparecer como el signo de igualdad, acá aparece como este
movimiento continuo de uno a otro: esto es el devenir. Es una situación ontológicamente
extraña para el entendimiento, porque implica el máximo dinamismo de lo que es
1No hay gnoseología, porque ésta es un discurso del sujeto. En la ontología habla lo universal.
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máximamente quieto, en tanto no va hacia nada que no sea él mismo. El puro ser y la
pura nada, que son puro devenir, en su verdad son: sí mismo como ser, sí mismo como
nada y sí mismo como lo verdadero que aparece después, el devenir. Al mostrarse como
verdad del pasaje del ser a la nada y viceversa, se revela como lo verdadero, lo absoluto
con respecto al ser y a la nada: ser y nada son momentos del devenir. Lo que
aparece después es lo que está desde el comienzo y las figuras previas al aparecer de lo
que es la verdad son figuras de la verdad, la verdad apareciendo como ser y como nada.
La nada es ser y el ser es nada: ambos ‘ser’ como verbos son puro movimiento, la verdad
es puro movimiento, puro verbo. Hegel privilegia el Evangelio según San Juan y su
comienzo en el lógos.
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sin distinción: le falta la negación. Pero la negación está siempre presente; en la familia
la diferencia ya se produjo, pero la familia la venía conteniendo. Un buen día se suelta y
comienza el momento individual:
Aparece la segunda dimensión, donde el principio ya no es la unidad sino la diferencia:
intervienen el mercado, el contrato social. Es el mundo de los individuos, la sociedad
civil. Ahora bien, igual que antes pero al revés, la insuficiencia de la diferencia sin
unidad provoca el quiebre del principio de la diferencia.
Surge, como verdadera universalidad, una tal que articula los dos momentos
orgánicamente: el Estado. En realidad el Estado estuvo siempre actuando, sólo que
primero como familia, después como sociedad civil y finalmente como verdad de sus dos
apareceres insuficientes. La verdad, el devenir, es la articulación de estas dos figuras. El
devenir se ve bien en la figura Estado, que es dinamismo orgánico a la unidad, o la
unidad orgánicamente dinámica.
La unidad de ser y nada está ahora de una vez por todas colocada en la base como
verdad primera y constituye el elemento de todo lo siguiente. Hegel critica la idea
kantiana de existencia y reivindica el argumento ontológico: en el auténtico y pleno
concepto de lo que es está el pasaje a la existencia, porque el devenir, que es la verdad
de ese concepto perfecto de ser, conlleva un operar de negatividad consigo mismo y
pasaje de sí a lo otro de sí. Si no contuviera esa potencialidad de creación de sí mismo
como lo otro de sí mismo a partir del ejercicio de la negatividad consigo mismo
(negatividad que le es intrínseca) sería todo una vacua tautología, nada. Se disolvería lo
espiritual y con la disolución de la conciencia se disuelve todo, incluso esta disolución.
Los momentos del devenir son nacer y perecer. El devenir es el subsistir del ser tanto
como del no-ser. (…) El devenir es la inseparabilidad del ser y la nada; (…) ellos existen
pues en esta unidad, pero como desapareciendo, esto es, sólo como eliminados. El ser
desaparece en la nada y la nada en el ser, el ser deviene nada y la nada ser,
continuamente. Esto es lo que es.
LA DETERMINACIÓN
Hegel tiene que mostrar cómo de la indeterminación propia del puro ser y de la pura
nada, se pasa a la determinación. Debe mostrar que, dado que la indiferencia
contiene la diferencia, lo indeterminado deviene determinado, con lo cual el devenir se
paraliza: la determinación surge de una negación que el devenir realiza sobre sí
mismo. El devenir desaparece, en la medida en que el devenir implica la desaparición
del ser en la nada y de la nada en el ser. Pero entonces lo que queda es lo otro del
devenir, que es la determinación (dado que el devenir es indeterminación). Con esto,
van apareciendo las categorías más estables del ser. En particular, ser determinado
quiere decir cualitativo y cuantitativo. Si el devenir es el desaparecer de la nada en el
ser y del ser en la nada, el concretarse del devenir es el desaparecer del ser y la nada;
pero si desaparecen el ser y la nada desaparece el devenir. Pero el devenir no
desaparece como nada sino como determinación.
La dialéctica típica del ser determinado es la del algo-otro: algo es algo porque
hay un otro frente a él; pero el primer algo es el otro del otro, que por tener un otro
también es algo. Con lo cual cada cosa es en sí misma algo y otro. La
autoconstitución es en virtud del otro, y viceversa, el otro puede ser un algo
gracias a mí -un algo- que soy el otro de ese otro. Lo finito o determinado es la
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supone que ya nadie hace eso, que está en crisis. El mundo arcaico se derrumbó y
entonces ahí empieza la filosofía. Cuando Platón prohíbe la individualidad en los
estadistas es porque ya el individualismo arrasó la organicidad primitiva.
Entonces, en esta visión que de la convivencia, opera una identidad muy fuerte en dos
dimensiones que, en el caso de los modernos, van a estar diferenciadas: nómos y physis.
La idea de legalidad cubre dos dimensiones, la de la legalidad como una regularidad en
lo que acontece y la de la legalidad como la prescripción respecto de lo que debe ser un
comportamiento. Aquello que hay que hacer porque es la costumbre hacerlo tiene la
misma fuerza regularizadora que tiene el aparecer del sol. Cuando alguien dice ‘¿lo
tengo que enterrar a mi hermano porque es mi hermano o lo tengo que dejar que se lo
coman los cuervos porque es un traidor a la pólis?’, eso quiere decir que ahí ya se
rompió lo que antes, en el modelo clásico propiamente tal, es vivido como naturalmente
unívoco. Hay un soporte metafísico común que respalda la identidad desde lo político y
lo natural ‘físico-biológico’; mientras que en los modernos aparece en algunos casos una
radicalización de lo que podría ser la extrañeidad de lo humano frente a lo físico, y el
problema va a ser cómo se recompone esto. El discurso práctico de los modernos supone
un distanciamiento frente a la legalidad física natural que tiene que ver con la idea
moderna de libertad. El sustrato metafísico compartido por la visión premoderna de la
convivencia política y la visión premoderna del universo, del cosmos, está dado por el
rechazo de la movilidad, por la creencia en estado natural de las cosas dado por el
reposo, por la quietud, por la estabilidad.
Entonces, la tarea de justificar racionalmente el porqué de esta conexión entre lo
político y lo metafísico, para ellos tampoco tiene sentido lo que va a ser después
teorizado como un discurso acerca del ser y un discurso acerca del deber ser, y la falacia
naturalista y todo ese tipo de raciocinios modernos. El nexo entre la dimensión
extrapolítica y la política en el modelo premoderno es inmediato. Podrá formar parte del
universo político aquel que en el universo extrapolítico ha satisfecho determinados
requisitos: haber alcanzado un grado de distanciamiento frente a las pasiones, que
autorice al sujeto a razonar en términos de universalidad, a desprenderse de la
particularidad que es el lastre que nos imponen nuestras pasiones, nuestras
necesidades, nuestros deseos. Dicho de otra manera: podrá entrar en el universo
político el padre de familia. Mientras que aquellos que en la dimensión extrapolítica no
se encuentren en la misma situación de independencia y de distanciamiento respecto a
lo material, pasional, sensible, necesidades inmediatas, etc., no entran. La estructura
metafísica extrapolítica determina inmediatamente sin necesidad de mediación, la
estructura política.
Los modernos hacen tabla rasa con esto porque dicen que somos todos libres e iguales.
Ahora, es una ficción tanto la visión política de los clásicos como la de los modernos.
Ninguna de las dos tiene más asidero en la realidad, son teorías políticas. Es a partir de
ahí que formulamos una antropología, por eso la política es metafísica. En el modelo
clásico, la naturaleza en su sentido físico está imponiéndosele al ser humano. Los
modernos, en cambio, van a decir: la naturaleza es lo que yo digo que es la naturaleza y
con la naturaleza hago lo que quiero. La naturaleza soy yo; firmado: Kant. En cambio en
la visión arcaica hay una primacía del todo sobre las partes. El colectivo político
conforma una suerte de organismo donde las partes extrapolíticas y las partes políticas
están articuladas de una manera tal donde lo que prima es el todo ya que el sentido, la
finalidad, la función y la identidad de cada una de estas partes viene dada por la función
que cumple en la ‘vida’ de ese todo. Los elementos componentes reciben su dignidad del
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hecho de cumplir con la función que les cabe por naturaleza en la vida del colectivo
político. En el caso de los modernos es al revés: el colectivo político llega a ser incluso
una concesión hecha por un mal menor ante el cual no puede escapar la parte que es el
elemento apriorístico por excelencia de la construcción de la asociación política; no ya el
todo sobre la parte sino la parte sobre el todo. Cuando Antígona no sabe qué hacer es
porque ya el todo se derrumbó; cuando el sofista Sócrates tiene que discutir con los
otros sofistas de igual a igual y en el mismo sentido, sólo que lo hace para justificar la
visión arcaica, es porque ya esa justicia como situación en la cual cada uno hace lo que
le corresponde, no existe más, no en el sentido empírico más evidente, sino en el sentido
de legitimación racional de la cosa.
Dentro de ese esquema para los clásicos lo que hay son contenidos éticos
universalmente objetivos y válidos. La instancia esencial que define un elemento del
cosmos es al mismo tiempo la instancia que guía los cambios que va sufriendo ese
elemento hasta alcanzar la dimensión ontológica adecuada correspondiente a esa
instancia esencial identificatoria, y su realización ontológica es al mismo tiempo su
realización ética, la realización de su esencia. Algo en el cosmos es más perfecto cuanto
menos debe moverse, cuanto menos debe cambiar para alcanzar aquello que lo define
como tal. Tanto más debe moverse aquello que tiene fuera de sí la instancia de
autocumplimiento; el elemento ontológico que por excelencia tiene en sí mismo su
propia realización es el pensamiento. El objeto del deseo del pensamiento es el
pensamiento mismo, porque de todos los componentes de la realidad, el pensamiento
consiste en pensarse a sí mismo. Perfecto es lo quieto, es lo que no necesita moverse
para realizarse.
En Emilio de Rousseau, el ser humano nace potencialmente abierto a cualquier cosa,
puede hacer cualquier cosa y está capacitado para cualquier cosa. Para los modernos la
república perfecta es aquella que más se mueve, y ahí está el problema: los modernos
quieren movimiento al comienzo y después no lo quieren más. La metafísica clásica
asentada en la desigualdad tiene a su favor que legitima inmediatamente por qué
alguien manda y por qué alguien obedece. Mientras que la metafísica moderna, que es
una metafísica donde lo primero es el movimiento –el universo no es sino átomos que
chocan- después tiene que justificar el orden, porque donde no hay orden no hay Estado,
no hay convivencia política, no puede haber justicia.
En el sistema arcaico, la naturaleza (la metafísica) legitima el orden porque legitima
que mande el de mayor racionalidad, el que más sabe, o el rey filósofo en el caso de
Platón. En los modernos, en cambio, el titulo que legitima la capacidad de mando
soberana es el consentimiento. Ningún orden puede ser estable sobre esta base porque
si vos mandás porque yo te autorizo, en el momento que ‘se me ocurre’ te quito la
autorización, y ese es el ciclo de la revolución moderna. Éste es el esquema que Hegel
tiene que derrumbar, pero no para volver a la inmovilidad de la jerarquía clásica, sino
para constituir lo que Hegel entiende que es un orden político estable y racional, un
Estado. Partiendo de la parte como el a priori absoluto y de la construcción estatal,
precisamente, como una construcción siempre dependiente de, deudora de esa voluntad
individual constructora, nunca va a ser un verdadero Estado, un auténtico orden.
El curso seguido por el pensamiento moderno es el curso del derrumbe de todo orden
objetivo. Empieza diciendo: lo único que hay estable es yo y mi duda. Y esa marca no la
pierde jamás. Entonces el camino que va a seguir el pensamiento moderno es doble:
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1. Lo que en los clásicos aparecía como verdad ontológica y ética absoluta, objetiva
y universal, va a ir degradándose o purificándose hasta quedar reducida a código
de procedimiento vacío, simplemente reglas que evitan que un átomo moleste a
otro. La única verdad objetiva es que no hay verdades objetivas. Es el vaciamiento
de lo universal objetivo, del bien común. En el plano del derecho es claro: desde
una visión que dice que el derecho es la realización de la justicia, a otra para la
cual el derecho es un sistema de normas que castiga a los que molestan a los
demás y basta. Ahora bien, esto es poco para justificar un orden. Entonces:
2. Entienden que necesitan apoyarse en la naturaleza porque si no el elemento
exclusivamente voluntarista, o bien no garantiza el orden, o bien lleva a un orden
despótico. La naturaleza que va a servir de criterio para justificar la limitación
puesta a la voluntad como facultad productora de orden y de desorden es la
economía. Los modernos ponen en el lugar del cosmos clásico el mercado: los
seres humanos por naturaleza producen e intercambian productos, por ende, la
voluntad política va a ser justa cuando esté funcionalizada a la realización de la
producción e intercambio de mercancías, que es la tradición liberal. Entonces,
¿qué sustancialización del bien duro, clásico, fuerte, bien común, orgánico,
organicista, etc., a través del procedimentalismo, subrogación del logos como
facultad del conocimiento por la voluntad como facultad creadora de normas,
recomposición de un espejo natural que sirva de criterio regulador de la voluntad
y del procedimentalismo? El sistema natural de intercambios económicos. Hobbes
se mata para ver cómo hacer para que, una vez que la voluntad es creadora de
todo, después deje de crear y obedezca. Locke: recomponer una naturaleza (el
mercado) que desde afuera de lo político que opere como reguladora de lo político
a la manera de la naturaleza clásica. El modelo del rey economista: está
autorizado por la razón a gobernar aquel que conoce las reglas de la economía,
que son las leyes del hombre, que naturalmente produce e intercambia.
A lo largo del pensamiento moderno hay una constante tensión entre el motivo
voluntarista y el motivo racionalista. El camino mayoritariamente seguido es el de
volver a mirar hacia una naturaleza desde la cual se deslegitima esa misma
capacidad de la voluntad creadora de orden político. Sólo que esa naturaleza ya no es
el cosmos teleológicamente ordenado de los antiguos; es una naturaleza que no
violenta la premisa que somos libres e iguales. Que somos libres e iguales no sólo es:
por ende tenemos voluntad política, sino somos libres e iguales: es decir, somos
productores que intercambiamos nuestros productos. Conociendo las leyes naturales
de los productores que intercambian productos conocemos la metafísica desde la
cual resultaría legítimo ponerle límites a esa voluntad a la cual se le atribuyó todo el
poder para derrumbar la cosmovisión que no aceptaba que éramos libres e iguales.
La visión que tiene un clásico del tirano es la de aquel que ejercita el poder de una
manera irracional (tiene afán de riqueza, es llevado por las pasiones). Para los
modernos, la fuerza socializante y racionalizante por excelencia es justamente el afán de
riqueza. Sociedad racional es aquella donde todos persiguen el beneficio personal, sólo
que lo hacen sin violentar el derecho que el otro tiene a perseguir su beneficio personal.
Así se alcanzará eventualmente el bien común. Hobbes no es para nada así.
Hegel comparte muchos puntos de vista con lo que hemos estado viendo como el modelo
clásico, sólo que el esfuerzo intelectual de Hegel consiste en legitimar esa perspectiva
orgánica de primacía del todo donde el elemento universal es un universal fuerte y no
un mero código de procedimientos. Entonces, estos momentos que lo vinculan al
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pensamiento clásico aparecen legitimados desde una racionalidad moderna, sólo que es
una racionalidad moderna que ha sabido o ha intentado marcar sus diferencias con esa
insuficiente racionalidad moderna que es el entendimiento. Lo hará desde otra
metafísica que no es la clásica, la de la Ciencia de la Lógica, que es la del movimiento
de la idea. La particularidad que va a tener este esquema orgánico, totalizante pero no
totalitario, del Estado hegeliano es partir del reconocimiento de esa situación
típicamente moderna ausente en los clásicos que es la de la distinción entre sociedad
civil y Estado. El mantenimiento de esta distinción da testimonio del esfuerzo hegeliano
por mantener dentro de la organicidad del Estado el elemento individual económico, por
así decir. El elemento económico aparece releído desembocando en la instancia superior
que lo sostiene, lo fundamenta y lo limita, que es el elemento político.
Lineamientos esenciales, se podría decir, más que principios, que es el término que
después va a usar Marx, Grundrisse. Ciencia del Estado es ciencia política, pero
entendiendo que el objeto de ese saber es el Estado.
Con ‘rasgos esenciales’ quiere decir que esboza una filosofía del derecho que no
concede demasiado espacio a las particularidades y ejemplificaciones históricas. Abarca
las dos disciplinas que han concentrado el pensamiento político moderno: el derecho
natural y la disciplina de la estatalidad. Porque si digo: derecho natural y ciencia
política, parecería que el derecho natural no tiene una dimensión política, y las teorías
de derecho natural son teorías políticas. Es decir, Hegel está mentando aquí los dos
grandes paradigmas o los dos grandes ejes de lectura de la politicidad en el occidente
moderno.
El paradigma que prevalece hasta entonces es el del contractualismo, y la lógica del
contractualismo es triádica. El contrato articula el momento prepolítico y el momento
político. La situación previa es aquella donde impera el derecho natural, y el pacto es la
mediación hacia la situación donde impera el derecho civil o positivo. La ciencia del
derecho natural lo que hace es legitimar el poder estatal en función de un proceso
genético-ficticio, pero genético: un Estado es legítimo cuando proviene de tal o cual acto
contractual. La ciencia del Estado, en cambio, toma al Estado como una realidad de la
cual es absurdo decir que surge por un contrato, pero que piensa al Estado
preguntándose en qué consiste que funcione un Estado, en tanto que la legitimación
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Contexto: Filosofía del Derecho es un texto combativo de Hegel. Entiende que debe
bajar a la arena pública en tanto que en la arena hay discusiones muy importantes sobre
qué pasa con el Estado prusiano. Tiene que ver con la puesta en marcha de una política
bastante represiva por parte del kaiser a partir de protestas. En la universidad había
profesores que apoyaban el movimiento estudiantil, y Hegel está en contra. A uno de los
profesores le cuesta la expulsión de la universidad y Hegel lo critica públicamente en
este libro, y entonces muchos se pelean con él. Doble frente polémico de Hegel: contra
la filosofía moderna contractualista que lleva a la Revolución Francesa (el
entendimiento), y contra el populismo.
PREFACIO
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Política
ahora —y este ahora dura siempre— haya que comenzar completamente, desde un
principio, y que el mundo moral haya debido esperar, justamente, una tal actualísima
concepción, investigación y creación.
Creen que, mientras que a la naturaleza hay que conocerla tal cual es, que es racional
en sí misma (la piedra filosofal se encuentra en ella) y que la filosofía no debe conocer
sus accidentes sino su esencia inmanente, al mundo ético (el Estado, la razón) tal como
se realiza en la autoconciencia, no. El universo espiritual debe más bien ser confiado al
dominio de la contingencia y la arbitrariedad, debe ser abandonado por Dios; con lo
que, para este ateísmo del mundo moral, lo verdadero se encuentra fuera de él, pero
como al mismo tiempo debe ser también razón, permanece entonces sólo como un
problema. La búsqueda de la piedra filosofal ha sido ahorrada a la filosofía de nuestros
tiempos y cada uno se siente seguro de tenerla en su poder.
“El inquieto agitarse de la reflexión y la vanidad”. La inseguridad el entendimiento la
plantea en la forma de inadecuación entre lo que es y lo que debe ser. Entonces, la única
seguridad de ese entendimiento es que eso que es no es, porque no se corresponde con
el deber ser. El entendimiento es desconfianza y entonces es deber ser. Y esto se
traduce, dice Hegel, en una hostilidad a lo público y una hostilidad al Estado. Y a esto lo
llama Hegel el ‘ateísmo del mundo moral’, el odio al Estado, el odio a lo universal. Hegel
postula abandonar esa subjetividad y acceder a lo auténticamente objetivo, reconocer la
idea en lo real.
El punto máximo de esta reflexión vanidosa es el sentimentalismo (contra Fries). Al
entendimiento le puede hacer críticas muy duras, pero una cosa es la crítica a una
mediación incorrecta y otra cosa es la crítica a la negación de toda mediación:
Por lo demás, la sedicente filosofía ha proclamado expresamente que la verdad en sí no
puede ser conocida, sino que lo verdadero es lo que cada uno deja brotar del corazón,
del sentimiento y de la inspiración con respecto a los problemas éticos, esto es,
referentes al Estado, al gobierno y a la constitución.
Ubicar el saber —más bien que el proceso del pensar y del concepto—, en la
observación inmediata y en la imaginación accidental; hacer disolver la rica estructura
de lo Ético en sí —que es el Estado—, la arquitectura de su racionalidad que (…) hace
nacer la fuerza del todo por la armonía de las partes (…) es el principal propósito de la
superficialidad.
El sello propio que lleva en la frente es el “odio contra la ley”. Que el derecho, la ética,
el mundo real del Derecho y del éthos se aprehenden con el pensar, que con los
conceptos se da la forma de la racionalidad, esto es, la universalidad y determinidad;
este hecho, es decir, la ley, es lo que aquel sentimiento —que reserva para sí el capricho
— y aquella conciencia —que basa el derecho en la convicción subjetiva— consideran
fundamentalmente como lo más hostil a sí mismos. La forma del derecho, como
obligación y como ley, es juzgada por esa conciencia como letra muerta, fría y como un
obstáculo, ya que en ella no se reconoce a sí misma ni se sabe libre, porque la ley es la
razón de la cosa, y ésta no permite al sentimiento hincharse en la propia singularidad.
Pero la superficialidad respecto a lo Ético, al Derecho y, sobre todo, al Deber, lleva por sí
misma a las normas que en este ámbito constituyen la fatuidad; esto es, a los principios
de los Sofistas, que aprendemos concretamente a conocer por Platón —principios que
basan lo que constituye el Derecho, en los propósitos y opiniones subjetivas, en el
sentimiento subjetivo y en la convicción individual—, doctrinas que persiguen la
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Política
disolución de la ética interior, de la conciencia justa, del amor y del derecho entre los
particulares, así como la destrucción del orden público y de las leyes del Estado.
Lo que hay que hacer está en las cosas mismas. De lo único que se trata es de saber
conocerlas. Entonces, en realidad, en este Prefacio está diciendo: de lo que se trata es
de saber conocer el derecho. Y para eso hay que dejar de lado completamente la
invocación a los sentimientos, y saber qué grado de verdad, y por ende qué grado de
falsedad, hay en el entendimiento; ponerse por arriba del entendimiento, desde la
razón.
No habría pues, al menos desde un punto de vista policial, nada en contra de ella, si el
Estado no contuviera en sí la necesidad de un conocimiento y de una cultura más
profundos. Hoy en día hay un desprecio terrible hacia la filosofía, culpa de éstos y de los
pro-intelecto.
Dado que el Estado contiene...etc., entonces se autoriza la intervención policial. Hegel
cree que la filosofía debe estar al servicio del Estado.
(…) se acomete expresamente contra la filosofía, y como su contenido (el saber
conceptual de Dios y de la naturaleza física y espiritual, el saber de la verdad) es
declarado desatino, más bien repudiable pretensión, y como la razón ha sido inculpada,
despreciada y condenada —o como, también, al menos es dado reconocer, cuan
incómodas resultan las exigencias, sin embargo, inevitables del concepto, a una gran
parte de la actividad que debe ser científica—(…).
Las insolencias y desconsideraciones hacia la filosofía vienen, por un lado, de la
superficialidad en la cual ha caído y, por otro, de que ha calificado de disparatada
indagación al conocimiento de la verdad; ha nivelado virtud y vicio, conocimiento e
ignorancia, de modo que los conceptos acerca de lo verdadero y las leyes de lo Ético no
son otra cosa que opiniones y convicciones subjetivas (…). Por lo tanto, debe
considerarse como una suerte para la ciencia —en realidad como se ha notado, ha sido
la necesidad de la cosa— que aquella filosofía, que se podía envolver en sí como
erudición pedantesca, haya sido puesta en más íntima relación con la realidad, en la
cual los principios de los derechos y de los deberes son cosa seria, y que vive en la luz
de la conciencia de los mismos; y que con eso se haya obtenido una franca ruptura.
La filosofía es el sondeo de lo racional, la aprehensión de lo presente y de lo real, y no la
indagación de algo más allá sabe Dios dónde estará, aunque en realidad bien puede
decirse dónde radica: en el error de un razonamiento vacío y unilateral.
Este más allá es el deber ser. La polémica con el entendimiento es fundamentalmente
la polémica con el deber ser, porque en el campo de la práctica, la figura que Hegel
debe derrumbar es indudablemente la del deber ser porque es aquella que fortalece la
actitud de crítica constante, y la actitud de crítica constante es la actitud de la no
conciliación. La actitud de crítica constante es la que no acepta que el tercero que
aparezca como fundamento sea verdaderamente tal. Esto es, no acepta que lo tercero
que aparece como fundamento tenga en los polos de la oposición momentos internos a él
mismo como unidad superior. La crítica al entendimiento que no quiere que la oposición
se resuelva en una unidad superior. Entonces, se pasa de un polo al otro, criticando. Uno
critica al otro, y el otro critica al uno, impidiendo el momento superior de conciliación.
Quiere una crítica de la crítica que muestre la superioridad de la razón como unidad de
la conciliación, unidad de la unidad y de la diferencia. Mientras que el entendimiento
mantiene a la unidad y a la diferencia separadas. Es lo universal como forma vacía,
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INTRODUCCION
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Política
La filosofía trata de ideas y, sin embargo, no de las que se suelen llamar meros
conceptos, porque más bien demuestra su unilateralidad y su falsedad, así como que el
concepto (no lo que frecuentemente se entiende designar como tal y que sólo es una
abstracta determinación intelectiva), es lo que únicamente tiene realidad, es decir, en el
modo de darse él mismo tal realidad. Todo lo que no sea esa realidad, presentada por
medio del concepto mismo, es existencia transitoria, contingencia externa, opinión,
apariencia inesencial, falsedad, ilusión, etcétera. La configuración que toma para sí el
concepto en su realización, constituye, para el conocimiento del concepto mismo, el
momento esencial de la Idea, diferente de la forma del ser sólo como concepto. La
idea es unidad de concepto y existencia.
Concepto se diferencia de mera representación del entendimiento: (a) la representación
es una determinación abstracta del entendimiento; (b) el concepto es lo único que tiene
realidad.
No el concepto como lo abstracto común, no el concepto como producto artificial del
operar del entendimiento, sino el concepto como la verdad en su plenitud, por ende, tal
que incluye la existencia dentro de sí.
Si Hegel pudiera dar la explicación plena, filosófica, de la diferencia del criterio para
distinguir claramente lo accidental exterior, inesencial, de la otra realidad, ya dejaría de
ser accidental, inesencial, accesorio. O sea, si él diera verdaderamente el criterio, él
mismo ha enseñado que de esa manera siempre impera lo universal y entonces eso ya no
es accidental; o sea que es tan necesario lo que aparece como accidental como lo que
aparece ya más plenamente como necesario. Esta filosofía resulta extremadamente
porosa al ingreso de cualquier tipo de elemento histórico como propio de la racionalidad
misma. Forma parte de la filosofía hegeliana el siguiente modo de razonar: aquello que
produce disonancia, chirrido, dificultades, fricciones, en realidad forma parte del todo
racional, y está bien que represente un momento de obstáculo en el movimiento de la
razón, porque la razón genera sus propias dificultades para revelar su potencialidad. Si
trasladamos esto a este paradigma al punto que estamos leyendo ahora, podríamos
decir: forma parte de la riqueza de lo racional que aparezcan instancias contingentes,
inesenciales, secundarias, etc. Pero para la mirada del filósofo, es tan necesario lo
necesario como lo accidental.
Está hablando en un nivel ontológico. Y uno podría decir: que sea pasajero
ontológicamente no cambia nada. El existir como ponerse del concepto está articulado
en instancias reales necesarias necesarias y reales necesarias accidentales. Con el
ejemplo que yo di, el número de representantes de un parlamento, no es menos
parlamento si en tal lugar son cien y en tal lugar son ochenta, pero no es accidental en
el sentido en que uno entendería el término accidental, ya sea por la condiciones
climáticas, etc..
Hegel, vos hablás de muchas cosas, y hay algunas que uno podría pensar que son
necesarias y vos las presentás como accidentales, y hay otras que las presentás como
necesarias y bien podrían ser impugnadas como accidentales. ¿Puede él trazar tan
fácilmente esa divisoria?, ¿cómo la traza?. ¿Hasta qué punto todo el arsenal que debió
disparar para liquidar el dualismo del entendimiento no invalida su pretensión de
distinguir entre configuraciones necesarias y configuraciones accidentales? ¿Hasta qué
punto es válido el criterio que está usando Hegel para hacer esa división?
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La idea del derecho es la libertad, y para conocerla hay que conocer (a) el concepto
de libertad; (b) la existencia que adopta dicho concepto.
§ 3. El derecho es positivo:
a) Por su forma: es válido en un Estado, y la autoridad legal constituye el comienzo
de su conocimiento.
Penetramos al derecho teniendo en cuenta cómo está determinada la validez de una
norma llamada ‘jurídica’. Primera respuesta, mínima: cuando responde al procedimiento
productivo que rige en ese sistema.
b) Por su contenido: tiene un elemento positivo por:
) el carácter nacional de un pueblo, en un momento de su desarrollo histórico
y según un conjunto de condiciones de la necesidad natural
) de la necesidad de aplicación a los casos y objetos particulares, aplicación
que se da exteriormente, y no pertenece al pensamiento especulativo, sino que
es la subsunción propia del entendimiento (subsunción de un acto bajo una
ley)
) las determinaciones últimas que son necesarias en la realidad para llegar a
la decisión.
El contenido tiene que ver con la historia por un lado, con la aplicación. Por otro, con
el momento en que se produce la mediación entre concepto y realidad, que en el caso
del derecho es la decisión: en algún momento tiene que producirse el fiat, el ‘que se
haga’, porque si no, no es derecho. El saber del derecho va a tener que presentar toda
una panoplia de elementos que cubran todos estos aspectos en lo que hace a la
positividad del derecho.
Cuando al derecho positivo y a las leyes se contraponen el sentimiento del corazón, el
impulso y lo arbitrario, por lo menos, no puede ser la filosofía la que reconozca tal
autoridad. Que la opresión y la tiranía puedan ser elementos del derecho positivo, es
contingente a él y no afecta su naturaleza.
El derecho positivo (y todos estos temas) quedan fuera de la Filosofía del Derecho, en su
detalle (si bien debe mostrarse cómo el derecho pasa a ser positivo, en 211-214).
Montesquieu ha expresado el verdadero criterio histórico, el legítimo punto de vista
filosófico, de considerar la legislación en general y sus determinaciones particulares, no
aislada ni abstractamente, sino, por el contrario, como momentos que dependen de una
totalidad, en conexión con todas las demás determinaciones que constituyen el carácter
de una nación y de un periodo; conexión en la que aquéllas adquieren su genuino
significado, así como con tal medio, su justificación.
En Montesquieu hay toda una polémica muy fuerte contra el siglo XVII, contra la idea
de soberanía absoluta teorizada en ese siglo y, consecuentemente, contra la gnoseología
que habría sustentado esta teoría. Frente a esta idea de la causa absoluta Montesquieu
tiene una visión orgánica totalizante. Las leyes tienen que ver con la pluralidad de
elementos componentes de una realidad: la población, el clima, la historia, la geografía
en general, etc. Y no es casual que este libro de Montesquieu se llame El espíritu de las
leyes; ya no se habla de la naturaleza de las leyes sino del espíritu de las leyes. Las leyes
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son instancias de orden que se articulan en un juego entre una justicia eterna, una idea
–diría Hegel- y una realidad que es una realidad de naciones, no de individuos
abstractos. Los sujetos que van siendo legalizados por las leyes son naciones y no
individuos abstractos; a diferencia del planteo iusnaturalista moderno típico: el
individuo pacta con otro individuo y entre los dos construyen el Estado.
Lo central de Montesquieu no es una visión del entendimiento sino de la razón, de la
totalidad, y de una totalidad que es histórica. Pero atender a la historia significa
cuidadarse de no caer en el historicismo de la Escuela Histórica del Derecho (Hugo,
Savigny: jurista que, en reacción a la onda racionalizante de la codificación proveniente
de Francia, pone en discusión la idea de un código escrito como resultado de mentes
esclarecidas y dice que la auténtica legislación debe nacer de las tradiciones mismas)
que, tal como la lee Hegel, abandona completamente el elemento de racionalidad
invocando el desarrollo histórico como explicación última de toda la verdad juridical.
La posición de Hegel que rescata a Montesquieu es equidistante con elementos de uno y
otro planteo, equidistante tanto del historicismo de la Escuela Histórica, que para Hegel
termina alimentando el sentimentalismo populista, como de la codificación racionalista
abstracta, donde el código es visto como artificio pergeñado por un entendimiento
esclarecido que después lo impone a la realidad y considera que tarde o temprano la
realidad va a tener que ajustarse a él para así mejorar. Hegel presenta estas posiciones
como unilaterales y extremas, y él es como una superación equidistante de ambas.
Propone una estructura normativa que simultáneamente realiza lo universal y respeta la
diferencia. Mientras que la posición del entendimiento sería imponer un universal
abstracto, y la posición de la Escuela Histórica es privilegiar diferencias que terminan
basándose nada más que en lo que pasó, el sentimiento, el corazón, lo que se me ocurre,
etc., Hegel articula las dos cosas.
Pero el tratamiento de la historia del derecho queda fuera de la filosofía: el
desarrollo histórico no se confunde con el desarrollo del concepto, y la explicación y
justificación históricas no son explicación y justificación válidas en y para sí. Pues una
determinación jurídica puede tener sentido en un contexto determinado, pero ser injusta
e irracional en y para sí: una institución puede ser coherente con el derecho positivo
existente en una nación, pero no por ello ser una institución racional y justa (esclavitud
en Roma). Pero aun siendo las disposiciones del derecho justas y racionales, una cosa es
demostrarlo —lo que sólo puede ser realizado por medio del concepto— y otra cosa es
explicar la historicidad de su aparición, las circunstancias, los casos, las necesidades y
los acontecimientos que han originado su institución.
Además, la justificación histórica hace que una institución pierda sentido una vez que
cambian las circunstancias históricas que le dieron surgimiento. En cambio, la
justificación por el concepto no tiene este defecto: lo racional en y para sí no depende
del contexto histórico.
Después ‘positivo’ va a calificar más bien a las filosofías del entendimiento cada vez
más empiristas y/o formalistas en el sentido criticado por Hegel, pero en Hegel el
término ‘positivo’ proviene de esta acción del ponerse: un derecho que no fuera eficaz,
hasta qué punto podría ser calificado como derecho. Uno puede de la moral utilizar el
caballito de batalla: esto es lo moralmente correcto, no importa si nadie lo cumple. Pero
eso en Hegel no tendría mucho sentido, y menos sentido aún tendría respecto del
derecho porque con qué derecho calificaríamos de ‘derecho’ a un sistema normativo que
nadie respeta. Sería una suerte de derecho ideal captado por la razón que actuaría como
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Política
un ideal deóntico o un deber ser. La idea de derecho es la que más tiene que realizarse
porque si no, no es derecho. Entonces describe en qué radica la positividad del
derecho.
para mí. El animal actúa por instinto, es impulsado por algo interior y en ese sentido es
también práctico, pero no tiene sin embargo voluntad porque no se representa lo que
apetece. Pero tampoco es posible comportarse teóricamente o pensar sin voluntad,
porque cuando pensamos somos activos. El contenido de lo pensado recibe por cierto la
forma de algo existente, pero este existente es un mediado, puesto por nuestra
actividad. Esta diferencia es por lo tanto inseparable, y en toda actividad, tanto del
pensamiento como del querer, se encuentran ambos momentos.
Pensar es querer pensar, y querer es pensar es querer. Eso es el espíritu, lo otro es un
animal. Aquí es muy clara la familiaridad que une de Kant a Marx, se toca con las
manos: la primacía de la razón práctica sobre la razón teórica. Por más que Kant
claramente diga: conozco lo sensible, expulso lo sensible para que la voluntad sea
buena, la primacía es de la voluntad, pero no es una voluntad irracional. Va apareciendo
esta voluntad jurídica, que es lo que antes veíamos como idea, pero que ahora vemos
como voluntad porque es lo mismo, es un continuo autoproducirse, y lo que antes era
negatividad ahora es querer, pero quererse a sí mismo; o sea, la razón es voluntad
cuando se quiere a sí misma como razón; y quererse a sí misma como razón es ponerse
en la forma de instituciones jurídicas, porque la primera figura del quererse a sí mismo
como razón es ser persona.
El gesto autoconstitutivo de la voluntad como sujeto del derecho es ese movimiento, que
es a la vez de pensamiento y de voluntad, consistente en la autoconciencia. Yo me
constituyo libre en virtud de la conciencia que tengo de que yo soy yo. El primer acto del
pensar es a su vez el primer acto de la voluntad. Al pronunciar ‘yo soy yo’ estoy diciendo
‘yo soy libre’; es decir, yo no soy lo otro, soy yo. Rousseau no sabe que está diciendo
esto, pero esto es Rousseau. Es el momento de autoconstitución del sí mismo, que es a la
vez cógito –que en Hegel va a ser idea- y voluntad, porque es sujeto de la libertad. ¿Qué
es libre? Libre es la voluntad; lo que vos tenés que poner como calificado por la libertad,
eso es la voluntad, el yo. Porque ese gesto es autoconstitutivo de sí mismo como
pensante y como libre. El animal quiere pero no es libre, solamente es libre aquél que
queriendo se autoconstituye como no otro, como no animal, no naturaleza. Como objeto
de lo que quiere, porque la autoconciencia es la conciencia del hiato que separa al
espíritu de la naturaleza. Al ser autoconciente de mí mismo yo me separo del objeto.
En los siguientes parágrafos se presentan los diferentes momentos del concepto de
voluntad:
1. Indeterminación indiferenciada: libertad negativa o del entendimiento
2. Diferenciación: determinación en la forma de un contenido y un objeto.
La libertad es la capacidad de limitarse. Pero para poder limitarte primero tenés que
constituirte como más potente del límite que te ponés. El primer acto de libertad es
desencajarse del continuo natural, y eso es la autoconciencia. La autoconciencia es la
autoconstitución como yo, como sujeto; y la autoconstitución como sujeto es lo mismo
que constituirse como alteridad respecto a todo. Entonces eso, como es también para
Hegel libertad, porque rompe toda dependencia, rompe el continuo entre lo animal, lo
natural, etc., significa espiritualizarse. Para pensar la autoconstitución como sujeto,
o sea, como espíritu, tenemos que hablar de voluntad. Podemos hablar de razón, es
lo mismo, pero es mejor hablar de razón cuando nuestra autoconstitución concierne al
conocimiento. Cuando nuestra autoconstitución es este sujeto de libertad y concierne a
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Política
yo absolutamente indeterminado. Para ese yo nada está bien, todo está mal. La
metafísica del entendimiento es la metafísica del terror.
Para la autoconciencia abstracta toda institución es contraria a la igualdad.
otro es momento. Entonces, si no hay otro que me condiciona sino que la alteridad es
producto de mi autocondicionamiento, soy libre. No soy libre porque no esté
determinado, soy libre porque me determino a mí mismo. La unidad griega se
autodetermina porque expulsa la diferencia, no la quiere dejar entrar.
En el entendimiento la autodeterminación es Rousseau como lo lee Hegel: el individuo
átomo se junta y hace un pacto con otro individuo átomo y autodeterminarse es pactar a
ver cómo se constituye una situación de convivencia distinta de la anterior. Entonces,
autodeterminación incluye todo este movimiento: la unidad cerrada sobre sí misma, la
alteridad, pero precisamente la articulación de los dos momentos en este juego de la
reflexión que ya vimos.
Hegel dice: cualquiera de las unilateralidades no es la verdadera libertad. Uno cree que
la libertad es decir no a todo (entendimiento), y el otro se cree libre porque quiere lo
que se le ocurre (papilla del corazón, populismo). No, ser libre es autodeterminarse,
ordenarse. La libertad es orden. Se es libre cuando se es parte de un todo ético:
Platón.
§ 8. La voluntad es particular (se especifica, determina) (a) por su forma; (b) por
su contenido.
Ahora va a seguir hablando un poco del momento .
a) Por su forma, la voluntad es el fin y la realzación del fin; el fin es en primer lugar
algo subjetivo, interior, pero puede devenir objetivo; esto es, el fin primero
subjetivo puede realizarse. (…) es la voluntad formal como autoconciencia que
encuentra un mundo externo; y en cuanto individualidad restituida en sí en la
determinación es el proceso de trasladar a la objetividad el fin subjetivo por la
mediación de la actividad y de un medio.
Este determinarse de la voluntad es un objetivarse. Tengo una meta, un fin, y quiero
realizarlo.
En el espíritu, tal como éste es en sí y por sí, en el que la determinación es simplemente
la suya y verdadera, la relación de la conciencia constituye sólo el lado fenoménico de
la voluntad, la cual aquí no es ya considerada por sí.
§ 9.
b) Por su contenido: las determinaciones de la voluntad son propias de la voluntad,
son contenidos; el contenido, en la medida en que es contenido de la voluntad, es
para ella un fin, que tiene la forma indicada en § 8: (a) como fin interno y subjetivo,
y (b) como fin realizado o ejecutado, con lo cual adquiere objetividad.
Porque hay un fin concreto: por un lado, como voluntad formal es una voluntad que se
objetiva; el otro momento del determinarse es el fin del objeto del objetivarse, del
determinarse. Cuando veamos la dialéctica del trabajo vamos a ver eso. El trabajo es un
medio por excelencia para la objetivación de la voluntad. El objeto resultado del
trabajo es voluntad objetivada. Lo que hay de universal en el objeto resultante del
trabajo es lo que tiene de espiritual. El pan revela la libertad del cocinero porque lo que
hay de verdadero en el pan es lo que hay de espiritual en el pan; no la harina, no el
agua, etc., sino trabajo.
§ 10. La voluntad es libre primero en sí o para nosotros, pero no para sí, cuando
el contenido es inmediato, esto es, cuando no se tiene a sí misma por objeto; es la
voluntad en su concepto; cuando la voluntad se toma a sí misma por objeto, es voluntad
libre en y para sí.
Es decir, la voluntad tiene en sí una existencia o apariencia diferente de su ser para sí,
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HEGEL Filosofía
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como todo. Con lo cual (a) la voluntad no se aprehende en este nivel en su verdad; (b) es
un mero fenómeno, dado que es una aparición que no llega a ser para sí. El
entendimiento permanence en el ser en sí, y llama a la libertad ‘facultad’. Es el
momento de la voluntad como facultad del hombre, porque la libertad es de este
modo sólo posibilidad. A la voluntad, que es libre en sí, le falta devenir libre para sí,
pero esto corresponde a otro momento de la voluntad. El entendimiento presume la
determinación de la libertad como efímera y no como perteneciente a la esencia misma
de la libertad, no trata con la verdad de la libertad.
Por un lado, la voluntad tomada formalmente como querer algo; el algo como
contenido de esa voluntad que quiere. El contenido aparece ante todo como inmediato,
pero también la voluntad aparece frente a él como inmediata. La aparición de la
voluntad como inmediata es una voluntad todavía deudora, obediente a lo natural:
instintos, deseos, inclinaciones:
§ 12. La decisión: la voluntad es real en absoluto sólo cuando decide algo (frente al
sistema del contenido, que se da en la forma de instintos). Cuando se resuelve: ya que
la indeterminación —como un algo de neutralidad pero infinitamente fecundado y
germen originario de toda existencia— contiene en sí las determinaciones y los fines y
sólo da si los produce.
En la decisión está la ruptura tanto de la inmediatez natural de la voluntad como la
inmediatez natural del objeto, porque con la decisión yo al objeto lo saco de su
pertenencia a lo otro, lo transformo, por así decir, en yo como objeto. La voluntad al
decidir ‘recicla’ estos dos inmediatos dados enfrentados.
Pero esta voluntad indeterminada no tiene nada que ver con la indeterminada abstracta,
porque ‘determinarse’ quiere decir que la voluntad rompe con la naturalidad, decide. Si
yo quiero lo que mi instinto me manda querer, no decidí; entonces, eso que tengo frente
a mí es un objeto como otro y no como mí mismo en la forma de otro, y de eso se sale a
través del acto de la decisión.
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§ 14. La voluntad finita —en cuanto Yo infinito que se refleja en sí sólo del lado de la
forma y que es en sí mismo (§ 5) — supera al contenido y a los diversos estímulos, así
como a las diversas clases de realización y satisfacción de éstos; sin embargo, en la
medida en que es sólo formalmente infinita, permanece ligada a este contenido, aunque
no está ligado a este o aquel contenido (§§ 6 - 11).
El contenido, en consecuencia, para la reflexión del Yo sobre sí, es sólo una posibilidad
de ser o, también, no ser mío, y el Yo es la posibilidad de determinarse por este u otro
contenido, de escoger entre estas determinaciones, que a este respecto son externas
para el Yo mismo.
El segundo momento es pasar al correlato: lo decidido como objeto o contenido
posible.
§ 16. La voluntad puede abandonar cualquier contenido particular, pero no supera por
ello la finitud: va siempre de contenido finito en contenido finito, sin identificar
contenido y forma. (…) y lo opuesto a la determinación, la indeterminación —
irresolución o abstracción— es sólo otro momento igualmente unilateral.
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eso el arbitrio se presenta como una toma de distancia frente al choque de inclinaciones
en la forma de evaluación, de juicio, de cálculo.
Contradicción que es el arbitrio como dialéctica de las inclinaciones: tiene la
apariencia de que la satisfacción de un instinto o inclinación exige la subordinación de
los otros; pero el instinto no contiene la medida o criterio para realizar la subordinación
de un instinto a otros, de modo que subordinar un instinto a otro es una decisión del
arbitrio, una resolución contingente del capricho, sobre la base del cálculo del
entendimiento o de cualquier otro medio.
instintos hay algo verdadero, dado que el contenido de los mismos es un sistema en sí
racional; (b) en los instintos hay algo falso, que es la forma natural en que se presenta
dicho contenido.
(…) el hombre encuentra en sí, como hecho de la propia conciencia, el querer el
derecho, la propiedad y el Estado, etc.. Ulteriormente intervendrá otra forma del mismo
contenido que aquí aparece con aspecto de impulsos, es decir, la de los deberes. El
mismo contenido que se presenta como instinto se presenta después como deber: es el
mismo contenido, pero con una forma más racional.
§ 20. La reflexión (juzgar) que se relaciona con los impulsos, en tanto los
representa, los calcula, los compara entre ellos y después con sus medios, sus
consecuencias, y con una totalidad de la satisfacción —con la felicidad—, lleva la
universalidad formal a esa materia y la purifica exteriormente de su rudeza y barbarie.
Este promover la universalidad del pensamiento es el valor absoluto de la cultura.
¿Cuándo comienza la espiritualización? La cultura empieza cuando el juicio neutraliza
el peso, la incidencia, de lo natural instintivo. Es decir, con el juicio yo tomo distancia.
Con el juzgar me separo de mí mismo como meramente natural. Con el juicio reflexiono
sobre mí mismo. Por eso con el juicio empieza la cultura. La cultura es cultivar la tierra,
o sea, cultivar la naturaleza, o sea, espiritualizar, o sea, distanciarse de la naturaleza.
Con la cultura empieza el despliegue de la idea de voluntad. La cultura es
espiritualizarse, espiritualizar la naturaleza imponiéndole la marca de la voluntad.
Entonces, hundir la pala en la tierra equivale a decir ‘vos sos yo’. La tierra que lleva la
marca de la pala ya no es tierra natural. Eso, en el terreno del conocimiento, es Kant: la
naturaleza es yo. Por eso ya en el momento en que comienza la cultura empieza la
recomposición. La universalidad formal es indeterminada, pero en el momento en que
comienza la cultura empieza esta universalidad formal que empieza a encontrarse a sí
misma en aquel caso natural que tenía enfrente. Y ahí es verdaderamente libre; porque
eso que tenía enfrente ya no es un dato, sino es sí misma puesta como dato.
verdadera y libre.
El esclavo no conoce su esencia, su infinitud, la libertad; no se sabe como esencia, por lo
tanto no se sabe, es decir, no se piensa. Esta autoconciencia, que se comprende en el
pensamiento en cuanto esencia, y por eso, abandona, precisamente, lo falso y lo
contingente, constituye el principio del Derecho, de la moralidad y de toda ética.
Por eso la libertad es la autoconciencia. La conciencia es autoconciencia, y la
autoconciencia es objetivizarse, hacer de sí el objeto. Pero si yo hago de mí el objeto,
transformo al objeto en yo; este acto es la libertad.
Los que hablan filosóficamente del derecho, de la moralidad, de la ética y quieren
excluir de ello al pensamiento, y se remiten al sentimiento, muestran hundida a la
Ciencia en la desesperanza de sí, se pone como principio a la barbarie y a la irreflexión,
y se despoja al hombre de toda verdad, valor y mérito.
Cuando la voluntad puesta en marcha ve que su otro es sí misma como otro, ese verse
en realidad es pensar.
Crítica de Marx: reducís lo humano a pensamiento, es la reivindicación de una
subjetividad que tiene como momento el pensar. Ver que su otro es sí misma como otro
es algo que la voluntad ve cuando trabaja, no cuando piensa.
§ 23. La voluntad reside simplemente en sí misma, sólo en esta libertad, porque ella no
se refiere a ninguna otra cosa, sino a sí misma (la libertad es ponerse a sí misma como
lo otro y por ende, que lo otro sea sí misma como lo otro y no otro condicionante); del
mismo modo que desaparece, por consiguiente, toda relación de dependencia de
cualquier otra cosa. Ella es verdadera o más bien es la verdad misma, porque su
determinarse consiste en ser en su existencia, es decir como opuesta a sí, lo que es su
concepto (en ser para sí lo que es en sí), porque el concepto puro tiene como su fin y
realidad la intuición de sí misma.
A partir de eso empieza a analizar los componentes de este proceso.
Definición hegeliana de libertad: no relacionarse con nada que no sea sí mismo.
La libertad como cerrazón es una libertad de un algo que expulsa al otro afuera, de lo
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finito que toma precauciones respecto de lo infinito, etc., pero esa no es auténtica
libertad porque no es menos condicionante la alteridad separada por un muro. Entonces,
en las situaciones de tensión, de dependencia, de condicionamiento, la libertad se logra
en el momento de una identificación no intelectualista sino dialéctica; esto es, en la
identificación a partir de la producción de sí mismo como lo otro de sí mismo. Entonces
es libre la voluntad porque no se relaciona con nada que no sea ella misma.
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arbitrio, puede querer esto o aquello o esto otro, es arbitrario lo que ella quiere, para
después recomponerse en lo querido como la unión verdadera del quiero y de lo querido
como totalidad.
Querer es, por el lado subjetivo tener un fin, apuntar a, y por lado objetivo, ese fin es
la realización de la voluntad. Entonces nuevamente, por un lado simple voluntad
objetiva, un momento de desdibujamiento del hecho de que el objeto es voluntad
objetivada, y por último, la plena objetividad como existencia de la voluntad. La frase
final resume el sentido de este lado objetivo de esta manera: objetivarse es realizar el
fin.
(…) por ser la libertad existente en sí misma, la voluntad es la propia subjetividad, y ésta
es su concepto y su objetividad.
Subjetividad y objetividad ya no son sino momentos de un único movimiento de la
totalidad como voluntad. Frente a eso el entendimiento separa lo subjetivo y lo
objetivo.
§ 29. El derecho es la libertad en cuanto idea: una existencia en absoluto, que sea
existencia de la voluntad libre constituye el derecho. Por consiguiente, el derecho es, en
general, la libertad, en cuanto idea.
La determinación de Kant: “la limitación de mi libertad o de mi arbitrio, para que pueda
coexistir con el arbitrio de cada uno según una ley universal”, sostiene sólo en parte una
determinación negativa, la de la alimentación y, en parte, el elemento positivo, la ley
universal o también llamada racional, la coincidencia del arbitrio del uno con el arbitrio
del otro.
La definición de Kant-Rousseau eleva el arbitrio particular a principio del derecho, y
desemboca en una concordancia formal de arbitrios.
El derecho no es sino la lógica, el sistema de categorías que conforman una lógica de
esta voluntad que se realiza libremente. Derecho, voluntad,
subjetividad/objetividad, libertad coincide todo en última instancia. El derecho es
simplemente el sistema de categorías que conforman esta dinámica de la voluntad que
se realiza. La definición kantiana que reduce la voluntad a mero arbitrio sería
simplemente un momento de este proceso dialéctico de la voluntad; el arbitrio sería el
momento de la diferencia, de la universalidad debilitada.
Hegel está leyendo el arbitrio de Kant: yo abstracto que entra en contacto con otro yo
tan abstracto, y por eso entran en contacto y se acuerdan porque son dos vacuidades.
Rousseau habría sido el primero que ha teorizado la concordancia de todos los yoes
abstractos en la forma de voluntad general abstracta.
Crítica a la Revolución Francesa:
Este punto de vista carece pues de todo pensamiento especulativo y ha sido condenado
por el concepto filosófico (Hegel) por cuanto ha producido en las mentes y en la
realidad acontecimientos cuyo horror sólo tiene paralelo en la trivialidad de los
pensamientos en los que se fundaban.
La asociación que Hegel establece entre la postulación de subjetividades
genéricas abstractas y la inevitabilidad de la violencia que se sigue de la
postulación de esas subjetividades abstractas. Tiene que ver con que no hay una
mediación de lo particular. Cuando la universalidad que se reivindica es una
abstracción, la puesta en práctica de esa universalidad abstracta genera terror. Es
infaltable el descenso a la tierra, porque es una voluntad y la voluntad tiene que querer
algo, sino no es voluntad. El horror suele tener atrás una abstracción (del
entendimiento), como la de raza.
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DIVISION
§ 33. Según la gradación en el desenvolvimiento de la Idea de la voluntad libre en sí y
por sí, la voluntad es:
1) Inmediata; su concepto (la personalidad) es, por consiguiente, abstracto, y su
existencia es una cosa inmediata y externa, la esfera del Derecho abstracto o
formal.
2) La Voluntad refleja en sí, desde existencia exterior, como individualidad
subjetiva, determinada frente a lo universal; este último sólo parcialmente en su
aspecto de interioridad, y el Bien asimismo parcialmente en su carácter de
exterioridad, el mundo existente, y ambos aspectos parciales recíprocamente
mediatizados; la Idea en su desunión o existencia particular, el Derecho de la
voluntad subjetiva en relación con el Derecho del Mundo y el Derecho de la Idea,
que es, a pesar de ello y sólo en sí misma, la esfera de la Moralidad.
3) La unidad y la verdad de estos dos momentos abstractos —la Idea pensada del
Bien, realizada en la voluntad que se refleja en sí y en el mundo exterior; de modo
que la libertad, como substancia existe no tanto como realidad y accesible, cuanto
como voluntad objetiva—; la Idea en su existencia universal en sí y para sí; la
Etica.
La sustancia ética es:
1. inmediatez indiferenciada: espíritu natural, familia;
2. división y apariencia fenoménica: sociedad civil que no se confunde con el
Estado, y en la cual los miembros de la familia se comportan en forma
independiente al estar unidos por la necesidad mutua;
3. superación: el Estado como voluntad libre, universal y objetiva; es un espíritu
real y orgánico de: ) un pueblo; ) por medio de la relación de los espíritus de los
pueblos particulares; ) se revela y deviene efectivamente real en la historia
universal como espíritu del mundo. En el Estado se unen la independencia de la
individualidad (Sociedad Civil) y la sustancialidad universal (familia); corresponde
a la libertad en su configuración más concreta.
El Derecho del Estado es el supremo.
Una división filosófica, en general, no es exterior, no es una clasificación externa de una
material dada, hecha según uno o más criterios de división aceptados, sino que es la
distinción inmanente del concepto mismo.
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Para dejar de ser abstracta, la voluntad libre debe darse una existencia.
(a) La primera existencia que se da es a través de las cosas exteriores: el primer modo
de la libertad es la existencia inmediata en la propiedad, que se da como propiedad,
como contrato (figura mediada de la propiedad) y como delito y pena (como derecho
lesionado).
(b) La moralidad es la negación de la inmediatez de la propiedad: todo depende de lo
interior, del propio conocimiento, finalidad y propósito, y la exterioridad es puesta como
indiferente.
El bien, lo universal, no puede permanecer en el interior, y exige realizarse: la finalidad
debe realizarse.
(c) La eticidad es la superación de los momentos anteriores: es la unidad de la
voluntad en su concepto y la voluntad del individuo (sujeto).
3 momentos componen la filosofía del derecho: (1) derecho abstracto; (2) moralidad; (3)
eticidad.
Estructura de la Filosofía del Derecho, divisiones de la Idea de Derecho (Idea de
Libertad):
1. Derecho abstracto: el derecho en su pureza abstracta, categorías del derecho
tomadas en independencia de su arraigo concreto; es lo necesario para
determinar la legalidad e ilegalidad de los actos. La insuficiencia está en que
estos criterios no cubren la evaluación práctica de la moral: lo bueno y lo malo; el
espíritu pasa de la unidad a la diferencia, pasando de la exterioridad pública
jurídica a la interioridad de la moral.
2. Moralidad: una conducta puede ser buena o mala sin ser por ello legal o ilegal
(respectivamente); la moralidad es cómo el sujeto evalúa en su conciencia una
acción, desde la perspectiva del bien y el mal. Es insuficiente para caracterizar la
justicia, porque quedaría atada a los vaivenes de la subjetividad.
3. Eticidad: la verdad práctica no se agota en los juicios de legalidad/ilegalidad o
bien/mal, sino en la realidad concreta; es la dimensión donde lo legal se
concretiza y la moral sale de la conciencia. Del derecho abstracto mantiene la
unidad, la racionalidad lógica, pero no la abstracción; de la moralidad
mantiene el respeto a la dimensión personal.
derecho unidad sin diferencia exterioridad legal/ilegal (categorías
abstracto públicas)
moralidad diferencia sin unidad interioridad bueno/malo (categories
privadas)
eticidad unidad de la unidad y de la
diferencia
concreta: una serie de instituciones jurídicas propias de esos ámbitos colectivos que
son los únicos ámbitos donde estas primeras categorías abstractas y estas
segundas categorías morales realmente son. Y esos tres ámbitos colectivos son la
familia, la sociedad civil y el Estado.
Derecho abstracto: es un momento de unidad que implica indeterminación, unidad sin
diferencia. Es la idea del derecho en su pureza, en su inmediatez, por fuera de sus
configuraciones en instituciones jurídicas articuladas histórica y socialmente. La
estructura lógica del derecho, la estructura pura de lo jurídico. Así como la Ciencia de la
lógica expone las categorías de la idea; esto es, la estructura lógica pura de la totalidad
de lo que es, así el derecho abstracto expone las categorías puras de todo derecho.
Enfatiza la racionalidad de la cosa, dejando subordinada su realidad. Ambas instancias
se encuentran separadas. Como tal, proporciona una serie de categorías que permiten
determinar a grandes rasgos y formalmente un criterio para la
legalidad/ilegalidad de las acciones.
Es la voluntad que se quiere a sí misma y sus connotaciones son las categorías del
derecho abstracto. El yo es persona, yo abstracto libre, autodeterminado “en el cual
toda limitación y validez concreta es negada y carece de valor”. El primer objeto del
querer, de la voluntad, es la conciencia, el sí mismo.
Al decir yo me quiero me determino como igual a los demás, en la medida en que ellos
también son personas: “sé persona y respeta a los demás como personas: contratá,
pactá.”
Figuras del derecho abstracto:
1. Propiedad4: Quererme a mí mismo es autodeterminarme como propietario, y al
hacerlo me impongo límites; respeto lo del otro.5
1. Toma de posesión
2. Uso
3. Enajenación: Es la forma en que yo me hago otro de mí mismo
2. Contrato: La forma de entrar como propietario en una relación jurídica con otro
propietario, está supuesto el mutuo reconocimiento como personas y
propietarios.6
3. Delito: La violación de los anteriores, habilitado porque soy libre.
hace).
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I. LA PROPIEDAD
§ 41. La persona, para existir como idea (=para no ser un animal) debe darse para su
libertad una esfera exterior. Esto es, realizarse en lo otro de sí.
§ 42. Lo inmediatamente distinto del espíritu libre, lo exterior en general, una cosa, algo
carente de libertad. Por un lado la voluntad libre y por el otro ese algo que carece de
libertad: esa es la relación básica llamada propiedad.
§ 44. La persona tiene derecho de poner su voluntad en toda cosa (rasgo moderno
de Hegel) que de esa manera es mía: de otra manera, el sujeto no sería libre frente a
esa cosa. Y al poner su voluntad en una cosa, la persona la vuelve suya y le da su
contenido sustancial, con lo cual espiritualiza las cosas de las que se apropia.
§ 45. El que yo tenga algo bajo mi poder exterior constituye la posesión. –por un lado
esto tiene un aspecto particular, contingente- Pero, por otro lado, el aspecto según el
cual yo como voluntad libre soy objetivo [en la posesión] y por lo tanto recién entonces
efectivamente voluntad constituye lo que en la posesión es verdadero y justo, la
determinación de la propiedad.
Acá ya la voluntad empieza a encarnarse. Antes la voluntad era mera persona jurídica,
pero en realidad efectiva persona jurídica es propietario. Después va a decir: efectivo
propietario es miembro de la sociedad civil, efectivo miembro de la sociedad civil es
ciudadano.
§ 46. Pero las determinaciones que afectan a la propiedad privada pueden tener que
subordinarse a esferas más elevadas del derecho como por ejemplo la causa pública o el
Estado. El Estado como la concretización máxima del derecho. La idea del estado
platónico contiene una injusticia contra la persona (…). Al expulsar de la racionalidad
política la persona como propietario. El estadista no tiene que tener propiedad, no tiene
que tener familia. Está expulsando de la racionalidad política el momento de la persona
propietaria; por eso es injusto, es un todo que no es un todo.
§ 48. La primera propiedad es el cuerpo, que deja de ser cuerpo cuando es mi cuerpo. El
cuerpo se sustrae a su aburrimiento biológico cuando ya es mi cuerpo.
Hegel va contra la igualdad del entendimiento, que no sabe pensarla más que en la
forma de la abstracción, sin ver que la igualdad hay que construirla. La igualdad va a ser
el resultado del proceso que desde el momento de la persona jurídica abstracta
propietario etc., va a culminar en una estructura orgánica, y recién ahí se va a poder
hablar de igualdad concreta; mientras que la igualdad de la que habla el entendimiento
es la igualdad que se queda en el propietario como figura abstracta.
§ 53. Momentos de la posesión, lógica de la propiedad:
1. toma de posesión:
2. uso: no es el uso animal de la cosa, sino un uso humano: (a) contiene un momento
de baja espiritualidad, en el que la cosa es usada para satisfacer una necesidad,
pero también (b) un momento de alta espiritualidad, en el cual la cosa usada es
mía
3. enajenación: es la verdad de la toma de posesión y el uso, dado que implica una
espiritualidad alta.
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II. EL CONTRATO
§ 75. Los contratantes se comportan como personas inmediatamente independientes; de
esto se sigue que:
1. el contrato tiene su origen en el arbitrio
2. hay una voluntad idéntica entre contratantes, que es puesta por las partes, y
por tanto es voluntad común, y no voluntad en y para sí universal
3. el objeto del contrato es una cosa exterior individual (dado que sólo una cosa
exterior e individual está sometida al arbitrio de enajenarla)
El matrimonio (contra Kant) no puede pensarse como un contrato. La naturaleza del
Estado no radica en una relación contractual: no puede considerarse como (a) un
contrato de todos con todos (pactum societatis), o (b) un contrato de todos con el
príncipe o gobierno (pactum subjectionis). La intromisión de estas relaciones
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III. LA INJUSTICIA
§ 100. La pena que se aplica al delincuente es (a) justa en sí, (b) justa para él mismo: al
ser justa en sí, la pena es también voluntad existente en sí, y por ello una existencia de
la voluntad y derecho del delincuente: la pena es un derecho para el delincuente
mismo. El delincuente reconoce la ley bajo la cual se lo subsume, y por tanto es su
derecho ser penado por ella.
Contra Beccaria: el Estado tiene derecho a penar con la muerte al delincuente: el
Estado no es producto de un contrato, de modo que el arbitrio del ciudadano no es
relevante en este punto; además, el Estado no está orientado de un modo
incondicionado hacia la protección y seguridad de la vida y propiedad de los
individuos singulares, sino que el Estado es algo más elevado que la protección
de los individuos, y por eso puede sacrificar la vida y propiedad de los ciudadanos.
Ser ciudadano, que es la realidad de ser persona juridica, es libre también porque
supera el instinto de preservación mediante el gesto ético del sacrificio por la
comunidad a la cual pertenece. Ésta le reconoce su interés individual, pero sometido a
una ética superior que en condiciones de normalidad consiste en pagar los impuestos,
cumplir con obligaciones constitucionales, etc. y en situaciones extremas puede implicar
ir a la guerra.
Más aún, con la pena se honra al delincuente como un ser racional: para aplicar la
pena como consecuencia del acto delictivo, es necesario considerar al delincuente como
un hombre: no se lo honra si se lo considera como un animal dañino, o si se entiende que
la finalidad de la pena es la corrección y la prevención.
Además, el delincuente da su consentimiento a la pena en el hecho mismo: es la
naturaleza del delito, y la voluntad del delincuente, que la lesión que su acto origina sea
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eliminada.
I. EL PROPOSITO Y LA RESPONSABILIDAD
§ 126. La intención moral no justifica una acción injusta: esto es, la intención de
procurar el bienestar propio y el bienestar de otros no puede volver justa una acción
injusta.
La idea de buen corazón, propia de la filosofía pre-kantiana, es retomada bajo las
nociones de sentimiento y entusiasmo, con lo cual se argumenta que el delito y el
pensamiento que lo guía son justos si provienen del sentimiento y el entusiasmo.
Asimismo, se considera el derecho desde un punto de vista formal, y el bienestar como
bienestar del individuo; pero el bienestar general (= bien del Estado) tiene
precedencia sobre el bienestar del individuo, de modo que el derecho formal y el
bienestar privado no pueden valer por sobre la universalidad del Estado.
El bien general, el bien del Estado, el derecho del espíritu efectivamente concreto
(esto es, que se ha efectivizado, que es causa sui y, por ende, su efecto es sí mismo),
constituye una esfera totalmente diferente a la del derecho formal, abstracto, que es un
momento subordinado, al igual que el bienestar particular y la felicidad del individuo.
El entendimiento solidifica al individuo en la moral: siendo el sujeto que trabaja,
produce y consume un sujeto moral, tiene el derecho de obligar al Estado a que someta
toda acción estatal a la protección de esas actividades. Hay una correlación entre sujeto
moral y sujeto utilitario; moralidad y trabajo son suficientes para definir la absolutez del
individuo. Para Hegel, la moral así entendida es vacía; la utilidad así entendida es
egoísmo.
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§ 147. Las leyes éticas no son algo extraño para el sujeto: en ellas aparece el
testimonio del espíritu como su propia esencia, (…) en la cual el sujeto tiene su
sentimiento de sí y vive como en su elemento indistinto de sí mismo; en una relación
inmediata e idéntica.
§ 148. Las determinaciones éticas son deberes que ligan la voluntad del individuo.
Éstos se relacionan con ellas como con su sustancia. La doctrina ética del deber no debe
reducirse al vacío principio de la subjetividad moral. Una Doctrina del Deber, inmanente
y consecuente, no puede ser otra cosa sino el desarrollo de las relaciones que son
necesarias en el Estado en virtud de la Idea de la libertad y, por lo tanto, reales en toda
su amplitud.
Obra según lo que en tu mmento sea el éthos. La libertad es el aparecer en un sistema
de instituciones, o sea, de relaciones entre los hombres, de las fuerzas étias. Las
instituciones de todo tipo, en las cuales se encarnan las fuerzas éticas, son deber y
derecho a la vez. Son derecho porque son deber:
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§ 151. (…) lo Ético aparece como el modo universal de obrar de los individuos —como
costumbre—; el hábito de lo Ético se convierte en segunda naturaleza (remisión a
Aristóteles), que se sitúa en lugar de la primera voluntad, meramente natural, y es el
alma penetrante, el significado y la realidad de su existencia, el Espíritu que vive y
existe como un mundo y cuya sustancia sólo es en cuanto espíritu. Es el espíritu que por
primera vez es como espíritu.
La naturaleza, negándose como naturaleza, da lugar a la ética, que es la segunda
naturaleza.
La costumbre es lo que el derecho y la moralidad no son, espíritu:
4. derecho: la particularidad del derecho no es la particularidad del concepto, sino
la voluntad natural
5. moralidad: el sujeto que se determina por el bien frente al mal tiene todavía la
forma del arbitrio
6. eticidad: la voluntad existe como voluntad del espíritu, y tiene un contenido
sustancial
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§ 157. El concepto de la Idea ética como espíritu, como entidad conocedora de sí y real,
porque es la objetivación de sí mismo, sólo es el movimiento a través de la forma de sus
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momentos:
1. El espíritu ético inmediato o natural: la familia; es unidad que excluye toda
diferencia. Pierde luego su unidad y pasa al punto de vista de lo relativo y es:
2. Sociedad civil: marca la pérdida de unidad de la sustancia ética, y es la unión de
los miembros como individuos dependientes en una universalidad formal por
medio de las necesidades, y que tiene una constitución jurídica como medio para
la seguridad de las personas y la propiedad y en virtud de un orden externo para
sus intereses particulares y comunes.
3. Constitución del Estado: fin y realidad de la universalidad sustancial y de la vida
pública consagrada a ella
I. LA FAMILIA
La familia no es sólo amor e inmediatez sino también patrimonio: hay una propiedad.
Esto anuncia la apertura de la familia hacia la diferencia, hacia la mediación. Este
momento ya aparece en la constitución misma de la familia: el matrimonio.
El límite de la familia radica en la mayoría de edad: uno se aleja de la familia para
constituirse en independiente; y tiene que trabajar. La negatividad que rompe la unidad
inmediata de la familia es la mayoría de edad, de la misma manera en que el momento
de la individualidad rompió la unidad la la pólis: la inmediatez de los afectos, de la
sangre, etc. es resquebrajada por el derecho del individuo. Con la aparición del
individuo se habre una dimensión donde, proviniendo de la familia, los individuos entran
en contacto entre sí como individuos.
La primera concretización del derecho abstracto es la familia. Pero en realidad no
es familia porque el derecho abstracto en ella está neutralizado: los hijos no son
merecedores de comer por haber trabajado. Esto pasa recién en la sociedad civil, donde
aparecen las personas existencialmente contretas como propietarios que contratan.
O bien Hegel está queriendo decir que sin sociedad civil no hay Estado porque es un
momento necesario; o bienque todas las formas de Estado-sociedad civil previas a las
que vienen después de la Revolución Francesano son auténticamente tales.
La concepción de la sociedad civil pertenece a la modernidad: la modernidad
representa el Estado como comunidad (tal vez hubiera sido mejor traducit
‘colectividad’ o ‘sociedad civil’ o ‘convivencia pactada’), como unidad de personas
diversas.
En la sociedad civil cada uno es fin para sí mismo, y los demás son medios para
un fin: el individuo no puede alcanzar sus fines sin los otros. El fin particular se
satisface al satisfacer el bienestar de los demás: la universalidad formal asegura esto
(dado que es una totalidad de dependencias recíprocas). Puesto que la particularidad
está ligada a la condición de la universalidad, la totalidad es el terreno de la mediación.
Sólo que esta totalidad y mediación no es la totalidad comunitaria estatal. Es la
totalidad del mercado, y la mediación es la universalidad del intercambio económico. El
fin egoísta es un estado de la necesidad, no de la libertad. Se es libre en un sentido muy
acotado.
§ 183. El fin egoísta (…) establece un sistema de conexión universal por el cual la
subsistencia y el bienestar del individuo y su existencia jurídica, entrelazada con la
subsistencia, el bienestar y el derecho de todos, se cimenta sobre ellos y sólo en esa
dependencia son reales y seguros. Este sistema se lo puede considerar como Estado
externo, como Estado de la necesidad y del entendimiento.
Es una necesidad que el individuo vive como una imposición: sería mejor no pagar
impuestos. Es el entendimiento en acción: si quiero este fin, el medio útil es tal. Y el
medio últil de todos los fines es el dinero, el medio útil universal. La racionalidad de la
sociedad civil no es plena sino intelectualista:
§ 184. Los momentos tienen en sociedad civil una existencia propia: (a) la
particularidad (= el individuo?) tiene derecho a desarrollarse en todos los aspectos, y (b)
la universalidad tiene el derecho de mostrarse como (1) fundamento y forma necesaria
de la particularidad, (2) poder que rige sobre ella; (3) fin último de la particularidad.
Promoviendo el fin particular, cada individuo promueve el fin universal; y la promoción
del fin universal permite la realización de los fines particulares.
Lo que liga a estas diferencias es una necesidad intelectualista que no se articula
orgánicamente.
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§ 187. En la sociedad civil los individuos son personas privadas, cuya finalidad es su
propio interés.
El interés de la idea no está en las conciencias individuales, sino que es el proceso por
el que la individualidad se eleva a la libertad formal y la universalidad formal, i.e., el
proceso por el que se cultiva la subjetividad.
¿Cómo se manifiesta lo universal en un ámbito donde el actor espiritual, el ser
humano, está motivado por lo no universal, por el interés particular? Los individuos no
son conscientes, pero se ven arrastrados, quieran o no; se ven llevados hacia una
universalidad que va a superar este motivo del particularismo egoísta. Este proceso que
opera por encima de la conciencia de los individuos al mismo tiempo los va
espiritualizando casa vez más, va debilitando el afán egoíta de satisfacción personal y
les impone a los individuos determinadas instituciones que neutralizan el momento
egoísta y comienzan a universalizarlo. Este proceso no es el de la mano invisible del
mercado sino de rectificación de la mano invisible. Este momento opera en el segundo y
tercer aspecto de la sociedad civil.
A la vez que en la sociedad civil actúa de manera intelectualisa la racionalidad
insuficiente del entendimiento, al mismo tiempo opera una racionalidad superior que
corrige las falencias de la universalidad limitada del entendimiento, del mercado, de lo
que resulta del dinamismo de individuos que no piensan más que en su beneficio
personal. Este proceso en general es de cultura, porque es de espiritualización.
La cultura no es algo exterior ni un mero medio: (a) la cultura como algo exterior lleva
a la representación de la candidez de los pueblos incultos, mientras que (b) la cultura
como medio lleva a la idea de que la satisfacción de las necesidades es un fin absoluto.
Pero esto es ignorar la finalidad del espíritu: el espíritu se cultiva y conquista una
existencia objetiva. La cultura es, bien entendida, la liberación y el trabajo de
liberación superior, el punto de tránsito hacia la eticidad.
En el sujeto, la cultura es el duro trabajo contra la mera subjetividad de la conducta,
contra la inmediatez del deseo, asi como contra la vanidad subjetiva del sentimiento y la
arbitrariedad del gusto.
La cultura es liberación en dos sentidos :(i) con respecto a lo natural en general,
porque lo natural me impone hambre y con la cultura del trabajo produzco lo que
necesito para comer; (ii) libera de esa persistencia de la no natural en foma de egoísmo,
de esa insuficiente espiritualidad del egoísmo propia del individuo. Este proceso
comienza desde que el ser humano es tal, se desanimaliza: compienza a imponerse las
restricciones propias de quien tiene conencia de sí mismo como superior a lo natural.
algo común.
§ 190. El hombre se diferencia del animal por ser universal: (a) la multiplicación
de las necesidades y medios de satisfacción (mientras que el animal tiene un círculo
cerrado de necesidades y medios); (b) la descomposición de las necesidades en partes
singulares, y por ello en necesidades más abstractas.
Con las necesidades aparece el hombre: recién con el punto de vista de las
necesidades puede hablarse del hombre como tal; antes, era persona (derecho
abstracto), sujeto (moralidad), miembro de la familia (familia); ciudadano (sociedad
civil).
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Recién acá estamos en lo concreto: aparece el ser humano. Antes era persona
abstracta, conciencia moral e incluso miembro de una familia. En todo caso, lo que
aparecía como libre ahí era la familia. Aparece Robinson, el individuo libre.
Hau una particularización de las necesidades y del modo de satisfacerlas: ahora hay, en
el trabajo, movimientos particulares que eran parte, por ejempo de lo que el artesano
realizaba como movimiento total. El trabajo se ha abstraído, mecanizado. Pero
además es asbtracto porque vale para todo tipo de producto, porque la particularidad
resulta de una máquina.
§ 191. Refinamiento: también se dividen y multiplican los medios para las necesidades
particularizadas (= descompuestas, divididas); a su vez, los medios devienen
necesidades abstractas en tanto que fines relativos.
§ 193. Este momento encierra la exigencia de, por una parte, la necesidad de esa
igualdad y el adecuarse, la imitación; por otra parte, la necesidad de la particularidad,
de hacerse valer mediante uma diferenciación, llega a ser una efectiva fuente de
multiplicación de las necesidades y de su difusión.
§ 194. Las necesidades sociales son una unión de necesidades inmediatas o naturales, y
necesidades espirituales de la representación: hay un elemento de liberación, por
cuanto el hombre se comporta en referencia a una opinión suya que, en realidad, es
universal. Hay una liberación por cuanto implica un corte respecto de las necesidades
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naturales.
La concepción —según la cual el hombre viviría en libertad respecto a las necesidades
en un llamado estado de naturaleza (aún sin tener en cuenta el momento de la
liberación que reside en el trabajo) —es una opinión falsa; porque la necesidad natural
como tal y su inmediata satisfacción sería solamente el estado de la espiritualidad
sumergida en la naturaleza; en consecuencia, de la ignorancia y de la no libertad; y la
libertad reside únicamente en la reflexión de lo espiritual en sí, en su distinción de lo
natural y en su reflexión sobre ello.
§ 197. La educación teórica es educación del entendimiento y del lenguaje: implica (a)
multiplicidad de representaciones y conocimientos; (b) movilidad y rapidez en el
representar y en el tránsito de una representación a otra.
La educación práctica se logra por medio del trabajo, y consiste en (a) la necesidad
que se produce a sí misma; (b) el hábito de estar ocupado; (c) en la limitación del obrar
por la naturaleza del material y por el arbitrio de otros; (d) en el hábito de una actividad
objetiva; (e) en habilidades universalmente válidas.
c. El patrimonio
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No es el capital en sentido estricto: también la habilidad subjetiva forma parte del
patrimonio. La fuerza de trabajo cuenta, no sólo como mercancía abstracta, energía
disponible parala lproducción, sino que importa también la habilidad del trabajador.
§ 201. Los medios que sirven para satisfacer las necesidades se dividen y agrupan
según la universalidad de su contenido; la totalidad se acomoda en grupos generales
que conforman sistemas particulares de necesidades, medio y trabajo, de modos de
satisfacción y de educación teórica y práctica, en los que se reparten los individuos: los
estamentos.
La familia es la primera base del Estado; los estamentos son la segunda.
Luego, pasa a las articulaciones orgánicas de la sociedad civil: en contraposición a la
visión atomística del mercado y del proceso productivo, aparecen sujetos sociales,
instancias colectivas, en el mundo del individualismo. Robinson no es tal sino que es
miembro de una entidad más universal que el mero estar juntos de individuos atómicos.
Estas instancias universales, en el nivel del sistema de las necesidades, están
marcadas por el trabajo, porque la actividad laborativa es una relación de sujetos
sociales, de entidades colectivas, que se vinculan con algún ascpeto determinado de la
naturaleza. Estas instancias colectivas se llaman ‘estamentos’. No son clases en el
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§ 202. Los estamentos son (a) sustancial o inmediato; (b) formal o reflexivo; (c)
universal.
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§ 207. Para tener una realidad efectiva (ser un ser humano concreto), el individuo
debe limitarse a un único estamento, dado que sólo así pertenece a una esfera
particular de necesidades (estamento), y entra con ello en la particularidad
determinada (en la existencia). Cada estamento tiene una disposición ética interna,
dada por la honestidad y dignidad de estamento. El estamento proporciona al
individuo una mediación con lo universal.
No existe el individuo atómico: el individuo sólo puede hacer valer su individualidad
como miembro de un estamento. Lo otro es una abstracción.
El pertenecer a un estamento no es una limitación de la determinación universal y una
necesidad exterior: un hombre sin estamento es una mera persona privada y no
está en una universalidad real.
El hecho de que el individuo en la juventud rehuye el pensamiento de decidirse por una
clase particular y lo considera como una limitación de su determinación universal y
como una necesidad meramente exterior, reside en el pensamiento abstracto, el cual se
detiene en lo universal y por eso, en lo Irreal; y no reconoce que para existir, el concepto
en general, llega a la distinción del concepto y de su realidad y, en consecuencia, a la
determlnidad y a la particularidad, y que, solamente con esto, puede adquirir realidad y
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objetividad ética.
§ 208. El principio de este sistema de las necesidades tiene como particularidad propia
del saber y del querer la universalidad de la libertad sólo abstractamente y, por
consiguiente, como derecho de la propiedad en sí, el cual, empero, aquí no es más
solamente en sí, sino en su realidad eficiente en cuanto tutela de la propiedad mediante
la administración de la justicia.
B. LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
a) El poder de policía
El poder de policiá incluye pero es mucho más que lo que nosotros llamamos ‘policía’;
tiene que ver con el mantenimiento de todo lo propio de la vida urbana: aumbrado,
escuelas, obras públicas en general, lo que tiene que ver con la pólis. El campo no lo
necesita porque allí hay más organicidad.
§ 231. El poder, que garantiza lo universal, en cuanto todavía es el principio para uno y
otro de los fines de la voluntad particular, permanece sobre todo limitado al ámbito de
las accidentalidades (contingencias) y en parte como ordenamiento exterior.
§ 233. Que las acciones legales o uso privado de propiedad puedan causar daño
fundamenta la legitimidad de la pena policial.
§ 234. Como las relaciones de existencia exterior (= las de SC) caen en la infinitud del
entendimiento, no hay límite en sí para lo que es o no perjudicial, y lo que es
sospechoso de delito y se debe vigilar, y lo que no, lo que hay que castigar, etc.: lo que
interviene es la opinión subjetiva. Una determinación más precisa de todo eso
viene de las costumbres, el espíritu de la constitución, la situación, los peligros del
momento, etc.
No hay un límite objetivo al poder de policía: en época de guerra pueden ser
vigiladas o prohibidas conductas que no pueden serlo en situación de paz. En principio,
casi cualquier cosa puede ser peligrosa, dadas circunstancias adecuadas, de modo que
el poder de policía no tiene un límite objetivo.
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§ 236. Los diversos intereses de los productores y de los consumidores pueden entrar
en contradicción, y si la justa relación en el conjunto repara ciertamente de por sí (si
bien la economía política funciona bien; en la totalidad va todo bien, peor en la parte hay
algunos que se mueren de hambre y otros a quienes les sobra), la nivelación tiene
también necesidad de una disciplina emprendida con conciencia, que esté por encima
de ambos (la mediación estatal). El derecho a ella para el individuo (tarifa de los
artículos para las necesidades más comunes de la vida) reside en el hecho de que la
exposición pública de mercaderías básicas puede ser ofrecida no tanto a un individuo
como tal, sino a él en cuanto universal, al público (no a una pluralidad de robinsones
sino a los miembros de los estamentos); cuyo derecho a no ser defraudado y la rebusca
de las marcancías, pueden ser defendidos y protegidos por un poder público, como
negocio común (no sólo en cuanto al precio sino también en cuanto al examen de
mercancías).
Lo que más hace necesaria la prevenención es la dependencia de las grandes ramas de
la industria de circunstancias extranjeras (el mercado es mundial) y de
combinaciones remotas, que no pueden ser vistas en su encadenamiento por los
individuos asignados y vinculados a esas esferas.
Frente a la libertad de la industria y del comercio en la sociedad civil, el otro extremo es
la protección y la determinación del trabajo de todos por medio de instituciones públicas
(acá se suma al precio y a la calidad de las mercancías que el Estado tiene que dar
emplo público, como las Pirámides). Este interés (que es público e individual pero
individual de la totalidad del público, no del individuo abstracto) invoca aquella
libertad contra la más elevada disciplina; pero, cuanto más ciegamente se ahonda en el
fin egoísta, tanto más tiene necesidad de ella, para ser reconducido a lo universal y para
acortar y mitigar las peligrosas convulsiones y la duración del periodo en el cual, sobre
la vía de la necesidad inconsciente, se deben conciliar los conflictos.
Es la auténtica idea de individuo como persona la que exige que el Estado intervenga.
El individuo que rechaza la intervención del Estado es una abstracción. El talón de
Aquies que tiene la estrctura orgánica del mercado es la polaridad social. Y éste es el
momento en el que el Estado aparece justo en esos lugares en los que la polaridad social
deviene una amenaza para el orden de la convivencia estatal.
De lo último que se habló es de la crisis, ya sea de sobreproducción, de infraconsumo,
etc.. El Estado debe intervenir para evitar las crisis económicas.
y defender sus derechos, y los individuos están obligados a respetar los derechos de la
sociedad civil.
Como hijo de la sociedad civil, tiene que haber una institución educativa pública para
educar a estos hijos:
§ 239. La sociedad civil, con este carácter de familia universal, tiene el deber y el
derecho, frente al arbitrio y a la accidentalidad de los progenitores, de vigilar y tener
influencia sobre la educación, en cuanto ésta se refiere a las aptitudes para llegar a ser
un miembro de la Sociedad (…).
§ 240. La sociedad civil tiene derecho a protegerse de los individuos que atentan contra
ella, y por tanto tiene derecho a tomar a su cargo la subsistencia de aquéllos que no se
la procuran a sí mismos.
§ 241. Pobreza: (a) la sociedad civil puede quitar a los hombres los medios de
subsistencia naturales y los lazos con la familia; (b) los pobres pierden las ventajas de la
sociedad civil: la posibilidad de adquirir habilidades y cultura, la administración de
justicia, salud, religión, etc.. El poder general toma el lugar de la familia para con
los pobres, tanto respecto a su carencia inmediata, como respecto al sentimiento de
aversión al trabajo, a la perversidad y a los otros vicios, que provienen de tal situación y
del sentimiento del propio error.
§ 242. La moralidad toma la forma de ayudar a los pobres a causa del sentimiento y
del amor: La caridad y otras formas de ayuda subjetivas, y por tanto contingentes. La
sociedad civil debe proveer al bienestar de los pobres sin depender de esta ayuda
contingente. El remedio de la miseria no puede quedar a manos de la caridad:
dado que es dejar el remedio a manos de lo contingente, sino que debe dar una
solución general y objetiva a la miseria.
Ahora el trabajo es visto, no ya como espiritualización de la naturaleza, sino como
realización de la dignidad de la persona, en contra de la limosna, de las instituciones
que, para aliviar la probreza, violentan la racionalidad del espíritu consistente en
autoelaborarse, en producirse a sí mismo. Éste es un Hegel protestante contra las
instituciones de caridad católicas: la ética del trabajo. El problema de Hegel es
entonces qué pasa donde no hay trabajo.
§ 244. Esto genera una plebe, una masa sin sentimiento del derecho, de lo jurídico y
del honor de existir por el propio trabajo. A su vez, la existencia de la plebe hace más
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b) La corporación
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La corporación es la que confiere conciencia de la dignidad del trabajo en lo que tiene
de universal y de particular el trabajo mismo. Yo, como miembro de la corporación,
tengo conciencia de mi dignidad comopersona que trabaja y me siento hermanado con
todos aquellos que hacen lo mismo que yo. La idea de partido político está basada en
una abstracción, mientras que las corporaciones están enraizadas en lo concreto. Las
corporaciones son las que verdaderamente concretizan el individualismo y disuelven su
egoísmo.
§ 255. La corporación es, después de la familia, la segunda raíz ética del Estado: (a)
la familia contiene la unidad sustancial de la particularidad subjetiva y la universalidad
objetiva; (b) la corporación une interiormente, espiritualmente, los momentos de la
sociedad civil, el goce (el individuo y la satisfacción de sus necesidades) y la
universalidad jurídica abstracta, y el bienestar particular se realiza como derecho.
La corporación asegura que el hombre tenga (a) sus fines privados, particulares
(dado que no puede no tenerlos, y el principio de particularidad debe ser reconcido); (b)
una actividad universal, de una manera no formal (como la “mano invisible” que lleva
del goce particular al bienestar general en sociedad civil), sino de manera consciente y
pensante (cuyo sujeto no es el individuo, sino la corporación).
La santidad del matrmonio (cmo institución ética, no como mero apareamiento animal
o como transacción comercial) y el honor de la corporación (yo trabajo para
satisfacer mis necesidades, pero no son las necesidades de un átomo ni de un animal
sino las de alguien espiritualizado corporativamente) son los dos ejes sobre los que
giran los elementos inorgánicos de la sociedad civil.
Hemos ascendido hacia lo universal y nos hemos encontrado con las estribaciones de
lo universal, las raíces, en la sociedad civil. Lo universal y lo particular entran en
conciliación dialéctica.
De las corporaciones emanan, no por elección sino por una suerte de selección natural,
los representantes de dichas corporaciones, que son los diputados. Los senadores, en
cambio, vienen del estamento sustancial, son los varones primogénitos. De arriba del
Estado descienden los ministros y el rey. Y todos se juntan en el legislativo.
III. EL ESTADO
Ya sea la del Estado como agente nocturno, ya sea la del Estado sobre la socidad civil
(en sentido hegeliano) o un Estado civil por encima del estado naural en la formulación
hobbesiana o rousseauniana, la dimensión política no puede revelarse en su auténtica
dignidad pues aparece somettida a esta lógica autónoma propia de lo extrapolítico. Los
conceptos básicos de la socialidad humana no necesitan del concepto de Estado para
tener sentido de acuerdo con esta tradición. El Estado viene a remediar una falta, pero
es un paso ulterior respecto a una legitimación conceptual básica de la socialidad
humana en términos extraestatales. Para Hegel, en cambio, lo primero es el todo político
y, fundamentalmente, esa versión definitiva del desarrollo de la politicidad que es el
Estado.
Para un liberal basta mostrar que la idea de propiedad privada, en lo que hace a su
legitimidad, se autoconstituye, se constituye independientemente de la idea de
soberanía y de este modo le impone límites a la soberanía. En Hobbes el plateo es
contrario y Rousseau borra con el codo lo que escribe con la mano, pero la propiedad
privada la establece la voluntad general.
La sociedad civil es la figura hegeliana donde mayor margen de maniobrabilidad se le
concede al momento individual. Por tanto, la transición al Estado destaca dicha
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§ 257. El estado es la realidad efectiva de la idea ética, el espíritu ético como voluntad
sustancial revelada (= para sí, revelada para la conciencia). La existencia inmediata
del Estado está en las costumbres, y la existencia mediata en la autoconciencia
del individuo.
En parte, el pasaje de la sociedad civil al Estado consiste en que los individuos tomen
conencia de ser momento de algo mayor. También aparece una diferencia en la forma de
poderes. El Estado reproduce dentro de sí mismo esta verdad ontológica, a saber, la
verdadera unidad es la unidad de la unidad y la diferencia, y estos son los tres poderes.
Una vez que el Estado apareció en la historia y por ende en la conciencia, lo anterior
resulta resignificado más allá de que los individuos concretos tengan conciencia de ello.
De la familia campesina, su conciencia es la de la unidad inmediata. El burgeois piensa
cómo transportar sus mercancías y cree que la verdad es esa, que todos buscan el
interés personal.
Entonces, el actor de esa síntesis no puede ser aquel que la está presuponiendo,
no es el yo sino la idea, lo universal. Lo atómico tiene una deuda con lo universal que
no puede levantar, mientras se mantenga en autofundamentarse. Ésta es la paradoja del
yo.
El origen histórico de los Estados no incumbe al concepto de Estado, ni a la
filosofía: es indistinto que los Estados se hayan originado por miedo, confianza, por
gobierno patriarcal, etc.; la tarea de la filosofía es pensar el concepto, y las
determinaciones históricas no entran en consideración.
Rousseau tiene el mérito de haber colocado la voluntad como principio del Estado; pero
entiende la voluntad como individual, y la voluntad general es concebida como lo común,
que surge de la suma de voluntades individuales en cuanto consciente, y no como
voluntad en y para sí racional. Como consecuencia de esta postura, el Estado es visto
como dependiente del arbitrio individual, y establecido por contrato, con lo cual se
destruye lo divino en y para sí del Estado, su autoridad absoluta y su majestad (Lla
Revolución Francesa). El resultado de esta posición del entendimiento es el intento de
fundar un Estado desde el principio. Pero por basarse en abstracciones terminan en el
terror para instituir el Estado.
Se utiliza una institución del derecho privado para fundamentar el derecho público.
El Estado es la realización de la libertad: el Estado es la realización del espíritu con
conciencia (y no como lo otro de sí, la naturaleza); lo que constituye el Estado es el
camino de Dios en el mundo: es la razón que se realiza como voluntad.
Otro aspecto contrario al concepto de comprender el Estado como algo racional para sí
es tomar la exterioridad del fenómeno, la contingencia ansiosa, la necesidad de
protección, la fuerza y la riqueza, etcétera, no como momentos del desenvolvimiento
histórico, sino como la sustancia del Estado (el sentimiento) Excluyen el
pensamiento de la comprensión de su íntima naturaleza (Haller), eliminan los conceptos.
§ 261. El Estado es (a) poder supremo al que se subordinan la familia y la sociedad civil;
(b) es su fin inmanente y radica su fuerza en la unidad de su fin último universal y de los
intereses particulares de los individuos, por el hecho de que ellos frente al Estado tienen
deberes en cuanto tienen, a la vez, derechos.
En un primer momento, deber y derecho se presentan diferenciados: deber es el
comportamiento hacia algo sustancial para mí, universal en sí, y para sí, y por el
contrario el derecho es el existir en general, de lo sustancial, el lado de su
particularidad y de mi libertad particular.
Pero, el Estado como lo ético implica que deber y derecho se identifican: la
obligación respecto de lo sustancial (deber) es la existencia de la propia libertad
particular (derecho). Pero si bien se identifican por su forma, se diferencian por su
contenido. La identidad absoluta de deber y derecho se da sólo cuando hay
identidad de forma y de contenido: cuando el contenido es el mismo para ambos, a
saber, la libertad personal.
El aspecto abstracto del deber se afirma en el omitir y proscribir el interés particular
como un momento inesencial, hasta indigno. La reflexión concreta, la Idea, presenta
esencial e igualmente el momento de la particularidad, y, por lo tanto, como
simplemente necesaria satisfacción; el individuo en el cumplimiento de su deber debe
encontrar de algún modo a la vez, su propio interés, su satisfacción o su provecho y de
su relación con el Estado debe sobrevenirle un derecho mediante el cual la cosa
universal llegue a ser su propia cosa particular. El interés particular no debe realmente
ser dejado de lado, o ser enteramente suprimido, sino puesto en armonía con lo
universal, por lo cual se logra a sí mismo y a lo universal.
§ 262. El espíritu (idea efectivamente real) se escinde en familia y sociedad civil como
su finitud, para llegar a ser, partiendo de su idealidad, Espíritu infinito real por sí.
Luego, reparte a los individuos en diferentes instituciones según sus tareas (algunas
son de la sociedad civil), repartición que aparece mediada por el arbitrio y la propia
elección.
Junto con el rechazo del contrato social como fundamento filosófico del Estado, Hegel
rechaza la separación entre dever y derecho. Se pertenece orgánicamente al todo
racional llamado Estado. El deber de ser miembro de una institución estatal y, por ende,
cumplir con las leyes, es inmediatamente el derecho que tengo a ser miembro de una
institución estatal. Porque sólo así soy humano. No es una concesión que el indidivuo
hace: ‘lo ideal sería que no tuviera obligaciones pero dado que algunos no son racionales
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§ 264. Todo individuo tiene dos extremos: (a) individualidad, que se sabe y se quiere
para sí; (b) universalidad, por la cual sabe y quiere lo sustancial. De modo que ambas
partes alcanzan su derecho si el individuo vive como persona particular y como
persona sustancial, lo cual se logra en familia y sociedad civil (persona privada), y por
medio de las instituciones y las corporaciones (persona sustancial, universal).
§ 270. Que el fin del Estado sea el interés general y que en esto, como su sustancia,
radique la conservación de los intereses particulares constituye:
1. su realidad abstracta o sustancialidad;
2. su necesidad en cuanto se dirime en las diferencias conceptuales de su actividad,
que son poderes;
3. el Espíritu conocedor de sí y amante de sí, en cuanto transcurrido a través de la
forma de la cultura. El Estado obra y actúa según fines, principios y leyes sabidos
que no son solamente en sí, sino para la conciencia.
Relación entre Estado y Religión
Hay que aclarar en qué sentido la religión es el fundamento del Estado.
(a) La religión no es adecuada para elevar los fines e intereses del Estado al carácter de
fin esencial: la religión enseña a mantenerse indiferente respecto de los intereses
mundanos, mientras que el Estado es el espíritu que está en el mundo.
Pero no se debe hablar de la religión en general, dado que hay religiones que incintan a
soportar la tiranía, y disponen a la servidumbre.
(b) Estado y religión tienen el mismo contenido: el contenido de la religión es la
verdad absoluta, dado que la religión es el sentimiento, intuición y conocimiento
representativo que se ocupa de Dios como causa y fundamento ilimitado. La religión es
el fundamento que contiene en sí lo ético en general, y la naturaleza del Estado como
voluntad divina. Pero en la medida en que es fundamento del Estado, y no el Estado
mismo, religión y Estado se separan.
El Estado es la voluntad divina en cuanto espíritu presente que se despliega en la figura
de lo real y en la organización de un mundo. La religión es la relación con lo
absoluto en la forma del sentimiento, la fe, la representación. El Estado tiene el
mismo contenido, pero con una forma diferente, que no corresponde a la
representación, esto es, que no se queda en la abstracción, sino que pasa a la existencia
de lo universal por medio del Estado mismo.
Si se mantiene la forma de la religión para la consideración del Estado, el resultado es el
subjetivismo: las leyes son externas, y el hombre puede ser justo si es piadoso,
independientemente de su obediencia a la ley. El Estado constituye el pasaje de lo
interior a lo exterior, del sentimiento y la representación a la verdad realizada
en instituciones: no implica negar la religión, sino negar la idea de que el
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tiene una realización mundana y finita, sino que, por ser racional, tiene infinitud.
El Estado debe basarse en la religión: puede querer decir dos cosas
1. que la religión debe usarse para volver a los hombres sumisos: en este caso, es la
interpretación más baja de la idea de fundar el Estado en la religión; además, el
cristianismo es la religión de la libertad, no de la sumisión, de modo que no puede
ser la función de la religión en general el favorecer la sumisión
2. que los hombres deben respetar el Estado: es cierto, pero esta enseñanza ocurre
de modo más perfecto en la filosofía que en la religión; la religión es por ello algo
a lo que se puede recurrir a falta de filosofía; cuando no se puede basar el respeto
del Estado en el conocimiento filosófico de la esencia del Estado, se lo puede
basar en el sentimiento religioso.
Estado y religión se diferencian por sus exigencias: (a) el Estado exige bajo la
forma de un deber jurídico, y por tanto es indiferente al estado de ánimo con el que se
cumpla la exigencia; (b) la religión se funda en la interioridad, y exige una peculiar
disposición de ánimo, pero no puede obligar al cumplimiento como un deber jurídico. El
contenido de la religión permanece siempre encubierto, en el ámbito de la subjetividad y
la interioridad; en el Estado, el contenido se realiza.
La religión no puede gobernar en el Estado: en la medida en que se basa en el
sentimiento y la representación, lleva a la fanatismo y a la falta de respeto por la ley: en
la medida en que todo provenga de la interioridad, está justificado para la religión, como
representación subjetiva de lo divino.
En la medida en que la religión y su sustema institucional es un momenot de la
racionalidad en la forma de interioridad, mientras que el Estado es la racionalidad que
se objetiviza, la religión es reconocida en su sustancia e institucionalidad, pero a la vez
opera bajo la estatalidad. Ésta es la solución protestante: religión y Estado hablan de lo
mismo: de la verdad, del espíritu. Sólo que la primera lo hace en el registro del
sentimiento, de la interioridad, y el Estado en el de la racionalidad diáfana. No debería
haber conflicto entonces.
§ 272. La constitución es racional cuando sigue la naturaleza del concepto: cada uno
de los poderes es en sí mismo una totalidad, que contiene en sí la actividad de los otros
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momentos, y todos conforman un todo único e individual, y son ideales respecto de ese
todo.
Contra las representaciones corrientes:
El conocimiento filosófico acerca del Estado y la constitución debe surgir del concepto, y
no (a) de raciocinios abstractos (del entendimiento), de la consideración de fines,
razones, y de la utilidad, o (b) del sentimiento, el amor y el entusiasmo.
La separación necesaria de poderes en el Estado es una determinación racional del
Estado, y como tal es garantía de la libertad pública. Sin embargo, considerada desde
el entendimiento se la entiende o bien como (a) absoluta independencia de los
poderes, o (b) como limitación recíproca, dando origen a la idea de contrapesos y
equilibrio por control mutuo.
La constitución es racional en la medida en que el Estado determina y diferencia en sí
su actividaad de acuerdo con la naturaleza del concepto.
El sujeto es el Estado, la traducción de lo que en la Ciencia de la Lógica es el
concepto. El concepto en la esfera del espíritu objetivo es el Estado.
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¿Por qué empieza por el príncipe? Siempre expuso hasta ahora de abajo hacia arriba.
Ahora que llegamos a la soberanía partimos del momento clave para entenderla: la
soberanía aparece en el príncipe. El momento clave y absolutamente sustancial de la
estatalidad es que el poder viene de arriba. La soberanía no le debe nada a nadie, no
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resulta desde abajo, no es una concesión; no es la libertad que cada átomo tiene
respecto a sí mismo, de la cual se apunta un pedacito y lo tranfiere a un tercero. No: la
soberanía plenamente tal aparece plenamente tal en el punto más alto, por el príncipe.
La clave de la legitimación hegeliana es antitética a la contractualista pero es
hipermoderna prorque el actor de todo es la razón y el resultado es la formulación de un
esquema constitucional intrínsecamente ligado al racionalismo moderno. De todos
modos, es antitético a la tradición pragmático-individualista liberal, porque es la
secularización del apotegma ‘no hay poder si no es a partir de Dios’; Dios va a ser
reemplazado por el todo, la razón, el logos. Y es lo divino porque lo real es lo divino
realizado.
La soberanía, e lugar donde lo divino se realiza, es el cuerpo del príncipe, que es el
aparecer de la soberanía. Así se hace auténtico honor a la idea leit motiv moderno: la
libertad es una autodeterminación absoluta. Sólo que el actor de esta autodeterminación
no es el yo sino la idea; y las conciencias son el aparecer de esa idea. El príncipe es la
primera realización de la soberanía como libertad, como autodeterminación absoluta.
Un Estado es tal sólo si es soberano. Esto quiere decir que hay un punto absoluto,
superior a todos, que es el punto de partida y sostén de todo. Para poder ser tal este
punto no debe tener deuda ontológica con nadie. Tiene que ser el ahí donde se encarna
la verdad, donde se presentifica, donde aparece, donde se da existencia. En cuanto a su
fucionamiento, este punto no hace prácticamente nada, es plenitud presencial de la
idea, no se mete en nada, está por encima de todo. La política empieza de él para abajo,
es el máximo poder que sólo interviene cuando si no lo hiciera el Estado se derrumbaría:
Monarquía constitucional: hay un ray, no se lo cuestiona, es legítimo y está por fuera de
la vida política del país.
Crítica a la utopía: nada es conforme a la utopía y por eso la utopía no vale nada. Si la
idea está sólo en el Cielo y nunca baja, cada uno cree ser el intérprete adecuado de esa
idea y discute al infinito con los demás, dando lugar a la guerra civil o a las máximas
arbitrariedades.
como idealidad de sus momentos y en la cual: (a) Los asuntos y poderes del Estado
no son independientes por sí: son ideales; el Estado tiene en la soberanía una unidad
sustancial, respecto de la cual los poderes son momentos ideales.
§ 277. (b) Los asuntos y poderes del Estado son particulares para él, pero no
pueden ser propiedad privada: se vinculan a la persona de los individuos que los
desempeñan de manera externa y contingente, en virtud de cualidades generales y
objetivas de los individuos, no de su personalidad inmediata.
Como la autorización para desempeñar las tareas del Estado no depende de cualidades
naturales, sino de cualidades objetivas, un cargo no se puede vender o heredar.
§ 278. La Soberanía interior del Estado está constituida por el hecho de que los
asuntos y poderes del Estado no son independientes o fijos (a) ni por sí mismos; (b) no
en la voluntad particular de los individuos que los desempeñan.
La soberanía es la estructura orgánica de interrelación distinta de la de la
independencia de los poderes y su control recíproco. Si el poder sumo debe ser
controlado, es un mal poder sumo.
El Estado feudal no era soberano, así como tampoco el monarca feudal: (a) los asuntos
civiles estaban a cargo de corporaciones y comunidades independientes; (b) eran
propiedad privada de los individuos. Era más un agregado que un organismo.
La soberanía es la idealidad por la cual los poderes y asuntos del Estado son momentos
orgánicos del Estado mismo. Soberanía despotismo: el despotismo es una situación
en la que la ley está ausente, y la voluntad particular como tal rige en lugar de la ley. La
soberanía es una situación legal y constitucional, y constituye la idealidad de las
esferas y asuntos del Estado: no son asuntos y esferas con fines independientes, sino
que los fines y modos de actuar de cada esfera están determinados por el fin del todo (=
el bien del Estado).
Esta universalidad se determina a sí misma a la individualidad (aquello en lo cual
acontece el evento del autodeterminarse de la idea de soberanía), en la cual toda
particularidad y determinación está eliminada (frente a esta condición quedan
desjerarquizados, pierden toda importancia, los particularismos de esa individualidad,
aquello que podría ser fudamental en la sociedad civil aquí no sucede: la majestad del
príncipe no radica en el particularismo de su cuerpo sino en que su cuerpo es el
receptáculo de la idea); el idealismo de la filosofía y de la soberanía es el fundamento
absoluto que se determina a sí mismo (ésta es la causa sui de Spinoza; el actor de la
causa sui no es el yo, es la sustancia). Para parehender esto es necesario poseer el
concepto de aquello que constituye la sustancia y verdadera subjetividad del concepto.
Saber por qué el concepto es sujeto sustancial, el dinamismo de la sustancia. El
momento fundamental de este dinamismo, de la subjetividad del concepto, de lo
esencial, de la idea, consiste en autodeterminarse: ése es su dinamismo.
La idealidad se manifiesta de dos maneras:
1. en paz: las esferas y asuntos particulares buscan sus propios fines, y de manera
inconsciente esto lleva a la conservación del todo, y por medio de la intervención
directa que reconduce estos fines particulares al fin general
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§ 279. (2) (Deducción del soberano, en sentido literal: no hay una inducción, como en
el contractualismo, donde de los muchos particulares se sube a un universal abstracto.
Acá es al revés, de la idea se infiere deductiva, analíticamente el soberano. Pero esta
deducción no la realiza un yo sino que es lo universal mismo que, ejerciendo su
dinamismo sintético, hace ver aquello que lo constituye como universal concreto,
aparece como. El concepto se analiza a sí mismo porque es capacidad sintética de
producirse como). El desarrollo inmanente de una ciencia, la producción de todo su
contenido desde el simple concepto presenta la característica de que un solo y mismo
concepto, que al principio es abstracto, se mantiene; pero condensa sus
determinaciones (por sí mismo) y adquiere de este modo un contenido concreto. Así es
el momento fundamental de la personalidad, al principio abstracta, del derecho
inmediato que se ha perfeccionado a través de sus diferentes formas de subjetividad;
aquí, en el derecho absoluto, en el Estado, en la objetividad plenamente concreta de la
voluntad constituye la personalidad del Estado, la evidencia de sí mismo (el sujeto
del proceso es el concepto). La soberanía tiene existencia únicamente como
una subjetividad, que tiene certeza de sí misma, y como la autodeterminación
abstracta de la voluntad en la que reside la decisión última. No puede ser la
individualidad en general, sino que tiene que existir en una individualidad concreta, que
es el monarca.
La voluntad del monarca termina la deliberación, y es el momento de decisión último:
con el “yo quiero” el monarca decide, y da comienzo a la acción y a la realidad.
Cuando los que están abajo de él no pueden decidir algo, el desempate corresponde al
soberano, no por ser un igual elegido arbitrariamente sino porque es superior.
La personalidad de Estado sólo es efectivamente real como una persona, el monarca (la
personalidad y la subjetividad en general tienen realidad, esto es su íntima e inmediata
verdad, únicamente como una persona, como un sujeto que es por sí; sólo un uno: la
persona encierra la realidad del concepto de la personalidad del Estado). La voluntad,
subjetividad y personalidad sólo pueden existir como algo uno: deben realizarse, en el
marco del Estado, es un único individuo que sea el soberano, y ese individuo es el
monarca. Una persona moral (familia, sociedad, comunidad), en cambio, tiene la
personalidad como momento, no de manera concreta.
Problema filosófico de la mediación entre lo universal y lo particular: presentificación
de lo universal en lo particular. Ese particular en que se presentifica lo universal es
persona, es conciencia, es libre. Si así no lo fuera, lo universal sería una abstracción que
no baja nunca o no cumple ninguna función importante. En cambio, la mediación es tal
porque está el término medio fundamental: el representante. El príncipe es el
prepresentante de la soberanía, por él se habla de la personalidad de Estado. La
función del Estado es aplicar lo universal a lo particular, transformar lo universal en
leyes, las leyes en medidas ejecutivas, y aplicarlas. Esto es hecho por personas, y la
primera es aquella en la cual aparece la soberanía.
La soberanía del pueblo no puede oponerse a la soberanía del monarca; por
soberanía de un pueblo debe entenderse:
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§ 281. La majestad del monarca está constituida por dos momentos en su unidad
indivisa: (i) el “si mismo” último y privado de fundamento de la voluntad; (ii) la
existencia, por eso también sin fundamento, como determinación reintegrada a la
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§ 285. El tercer momento del poder del príncipe concierne a lo universal en y para
sí: la conciencia del monarca (en lo subjetivo) y la constitución y las leyes (en lo
objetivo). Este tercer momento del poder del príncipe, dada la universalidad de su
contenido, supone de esta manera el poder gubernativo y el poder legislativo, y es
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§ 286. La sucesión por primogenitura es uno de los momentos más importantes del
Estado (de suerte que ella ha sido asi devuelta al principio patriarcal, del cual ha
derivado históricamente, pero con una determinación superior como culminación
absoluta de un Estado orgánicamente desarrollado), y por tanto para la libertad pública
y la constitución racional.
Las instituciones proporcionan las garantías objetivas necesarias para la sucesión y para
el poder del príncipe
Las monarquías feudales y los gobiernos despóticos presentan en la historia violencia y
guerra; porque en esas condiciones la división de las tareas del Estado, siendo sus
partes asignadas a vasallos, etc., es tal que cada parte conservando para sí, produce y
conserva sólo para sí y no, a la vez para los demás, y en la autonomía independiente
encierra todos los momentos completamente en Sí misma.
b) El poder gubernativo
§ 289. Para sostener el interés general del Estado y la legalidad en esos derechos
particulares son necesarios representantes del poder gubernativo, funcionarios y
autoridades reunidos en cuerpos consultivos que se mantienen, por medio de una
jerarquía, en contacto con el monarca.
En sociedad civil hay dos conflictos de intereses: (a) entre intereses privados del
individuo, e intereses particulares comunes; (b) entre intereses particulares y privados,
y el interés del Estado. El conflicto se resuelve porque los intereses de las
corporaciones se reconducen al interés del Estado.
El espíritu corporativo, que surge de las esferas particulares, se transforma en sí mismo,
también en el espíritu del Estado; porque en el Estado puede alcanzar sus fines
particulares. Éste es el misterio del patriotismo de los ciudadanos, los cuales conocen al
Estado como su sustancia, ya que mantiene sus esferas particulares, el derecho y la
autoridad, así como su prosperidad. La verdadera fuerza del Estado está en las
corporaciones, dado que allí el gobierno se encuentra con intereses que deben ser
respetados.
§ 290. Hay una división del trabajo en los asuntos de gobierno: hay una división de
las tareas, según sus diferentes ramas. Por ejemplo, se dividen poder de policía y poder
judicial. Sin embargo, en algún punto del gobierno todas las tareas se unen – por
ejemplo, en un primer ministro.
§ 291. Las funciones del gobierno son de carácter objetivo: no hay unión natural
inmediata entre los individuos del gobierno y su función; no están destinados a esas
tareas por nacimiento o por su personalidad natural, sino que en el concepto, son
designados por su conocimiento y capacidad. Como ésta es la única condición, se
asegura a todo ciudadano la posibilidad de entrar en el estamento universal.
Momento objetivo: el conocimiento y la capacidad. Si el rey elige como ministro a
laquier de su confianza, este eventual error o arbitraridad queda subsanado porque los
que secundan a este ministro son gente eleiga por su preparación y capacidad.
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§ 294. El individuo es ligado a una función pública por medio de un acto soberano. La
condición de esta unión es el cumplimiento de su deber. En esa unión y en el
cumplimiento de ese deber, encuentra la satisfacción de su particularidad, y la
liberación de su sitación exterior y su actividad oficial de toda dependencia o influencia
subjetiva.
La situación del funcionario no es un contrato: hay una doble conformidad, y
prestaciones de ambas partes; pero no es un contrato: (a) el designado no es elegido
contingentemente para un asunto particular, sino que se le exige encontrar la
satisfacción de su interés particular en el cumplimiento de su deber y nada más que en
él; (b) la prestación que debe realizar es un valor en y para sí, y la lesión ocasionada por
no realizar su deber es una lesión a lo universal mismo.
§ 295. Hay una seguridad del Estado y de los gobernados contra el poder de los
funcionarios: (a) en la jerarquía y responsabilidad de los funcionarios (control desde
arriba); (b) en la legitimación de las corporaciones, que frena la intromisión del arbitrio
subjetivo en el poder confiado a los funcionarios (control desde abajo).
§ 297. Los miembros del gobierno y los funcionarios del Estado constituyen la parte
principal de la clase media: a la que pertenecen la inteligencia culta y la conciencia
jurídica de la masa del pueblo. La clase media está limitada por las instituciones de
soberanía y por las corporaciones, que impiden que convierta la cultura y formación
jurídica en medio de dominación.
c) El poder legislativo
§ 299. Los objetos de legislación, en lo que hace a los individuos, son de dos tipos:
1. los derechos lo que por medio del Estado redunda en beneficio de lo individuos:
leyes del derecho privado en general, derechos de las corporaciones,
indirectamente la constitución toda;
2. las prestaciones que debe al Estado: son mediadas por el arbitrio del individuo
en la medida en que se reducen a prestaciones de dinero.
Lo que es objeto de legislación es todo aquello que es completamente general por
su contenido, mientras que objeto de administración es todo aquello que es particular y
concierne al modo de ejecución. Sin embargo, la diferenciación no es del todo clara,
dado que la ley requiere de determinación en sí misma: (a) cuanto más determinada
está, más se aplica su contenido tal cual es; (b) pero mientras más determinaciones
tiene, más empírica se vuelve, y más debe ser alterada en su aplicación.
El Estado no exige prestaciones directas: exige ante todo dinero, debido a que no
exige una riqueza particular, sino una riqueza universal. Sólo el dinero permite la
determinación cuantitativa de las prestaciones, y por tanto su igualdad. De esta manera,
el hombre con talento no es gravado más que el hombre sin talento (si se requiriesen
prestaciones particulares, éste sería el resultado).
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La garantía para el bien general y la libertad pública no está en los conocimientos de los
representantes: por el contrario, los que conoce cuáles son el bien y los intereses de los
estamentos son los funcionarios de gobierno que están en las asambleas de los
estamentos. La contribución de los representantes de los estamentos es (a)
controlar a los funcionarios alejados del control del gobierno, y (b) conocer las
necesidades más urgentes y especiales de instituciones concretas.
Suponer algo distinto es suponer que el gobierno hay mala voluntad para con el bien
general, dado que supone que las voluntades de los estamentos y el gobierno se oponen
(y que los estamentos tienen buena voluntad para el bien general). La verdadera
contribución de la representación estamentaria es llevar la perspectiva y
voluntad de la sociedad civil al legislativo.
Se produce la articulación entre una visión que es particular porque viene desde
abajo, pero que no es particularismo atomisma, dado que es el particularismo de unas
instituciones ya universales y no atómicas, que son el estamento y la corporación; y lo
universal que viene desde arriba, pero que no es universal abstracto, sino que se está
finitizando, particularizando, y que, al entrontrarse con la opinión que viene de abajo, se
particulariza aún más. Lo particular se universaliza y lo universal se particulariza y el
Estado funciona bien.
El pueblo no sabe lo que quiere, no es racional: no se trata de que el logro de la
racionalidad dependa de lo que el individuo representante sepa o no; es la estructura
la que garantiza la universalidad. No depende de las subjetividades, sino de la
estructura que enmarca ya el encuentro de estas dos reflexiones: la sociedad civil se
está poniendo como diputados; pero presupone la universalidad que le da sentido:
ponerse-presuponerse. Lo que hay es el despliegue de la idea por sí misma.
No es realmente una simetría: la sociedad civil es momento, esto ya garantiza que luego
va a haber conciliación. El asenso de la sociedad civil en la forma de enío o reflexión de
un diputado es un recomponerse del Estado luego de haberse escindido, finitizado, en la
forma de sociedad civil. Si hubiera un equilibro absoluto entre arriba y abajo se
necesitaría un tercero desde afuera, y luego un cuarto y así se daría con un mal infinito,
nunca se lograría la unidad.
§ 302. Los estamentos son órganos mediadores entre el Estado y el pueblo, disuelto en
esferas e individuos particulares. Por eso deben tener el sentido y el sentimiento de (a)
el Estado y el gobierno, y (b) los intereses de los círculos particulares y los individuos.
Así, impiden que (a) el poder del príncipe aparezca como aislado, arbitrario y
dominador, y (b) que el pueblo se convierta en una multitud, una masa de individuos
meramente agregados.
Desde un punto de vista lógico suele darse que un momento determinado, en tanto se da
en antítesis, tenga la posición de un extremo, cese de ser tal y sea un momento orgánico
por el hecho de que él, al mismo tiempo, es un medio. La condición esencial de los
estamentos no es la antítesis del gobierno, sino que son orgánicamente absorbidos, esto
es, en la totalidad tienen sólo función mediadora; la antítesis es rebajada a apariencia
(en sentido técnico: la oposición es el aparecer de la unidad, es la manera como el
fundamento aparece, generándose un dualismo interno a la unidad; el lugar donde esta
unidad se recompone es el poder legislativo). Si llegase a ser antítesis sustancial, el
Estado iría al encuentro de su ruina.
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§ 307. El derecho de esta parte de la clase sustancial, fundado sobre el principio natural
de la familia, es subvertido por duros sacrificios para el fin político, esa clase es
destinada esencialmente a la acción hacia tal fin desde el nacimiento, sin la
accidentalidad de una elección.
§ 309. Los diputados son elegidos para deliberar y decidir sobre asuntos generales; por
ello, deben ser elegidos que comprenden mejor esos asuntos, y no buscan poner el
interés particular de una corporación por sobre el interés universal. En consecuencia,
no son mandatarios, portadores de instrucciones; pues la asamblea tiene la finalidad de
ser un conjunto vivo, que se informa y se convence mutuamente, y que discute en
común.
§ 311. Los diputados de la sociedad civil provienen de las corporaciones, y tienden a ser
los que mejor conocen los intereses de aquéllas: este proceso no es turbado por
abstracciones y concepciones atomísticas, la delegación satisface de inmediato aquel
punto de vista.
Debe haber diputados para cada gran actividad social (comercio, industria, etc.), que la
conozcan profundamente y pertenezcan a ella. En la concepción de una vana elección
indeterminada, esta importante circunstancia es dejada a merced de la accidentalidad.
Que los diputados sean representantes tiene un significado orgánicamente racional sólo
cuando se comprende que no son representantes de individuos ni de una multitud, sino
de una las esferas esenciales de la sociedad, representantes de sus grandes intereses. El
representar, también por eso, no tiene más el sentido de que uno esté en lugar de otro
(esto no es auténtica mediación, sino que auténtica mediación es el re-presentarse
de la verdad, es la verdad que se presentifica), sino que el interés mismo está
realmente presente en sus representantes.
A propósito de la elección poruna multitud de individuos (…) esta institución tiene como
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§ 314. Mediante los estamentos no es discutido y resuelto del mejor modo el problema
del Estado en sí; en ese sentido, ellos sólo constituyen algo superfluo; pero su
determinación característica consiste en que, en su saber, aconsejar y decidir colectivo
sobre los problemas generales, respecto a los miembros de la Sociedad Civil no
participantes en el gobierno, el momento de la libertad formal alcanza su derecho; y el
momento del conocimiento universal ante todo, consigue su extensión mediante la
publicidad de las discusiones de los estamentos.
§ 315. La discusión permite que la opinión pública alcance por primera vez el
verdadero pensamiento, la inteligencia de la situación y del concepto del Estado y de
sus problemas, y por primera vez, por lo tanto, una capacidad de juzgar más
racionalmente acerca de él. Como estas capacidades consiguen con esa publicidad una
poderosa ocasión de despliegue y un escenario muy honroso, ella es medio de educación
para éstos, uno de los mejores.
§ 316. La libertad formal, subjetiva, por la cual los individuos como tales, tienen y
expresan el juicio, la opinión y el consejo personal sobre los asuntos generales, tiene su
manifestatación en el conjunto que se denomina opinión pública. Como tal, es la
expresión inorgánica de lo que el pueblo quiere y opina.
Lo universal en sí y por sí, lo sustancial y lo verdadero es ligado aquí, con su contrario,
con lo que es por sí característica y particularidad de la opinión de muchos; ese estado
es, por lo tanto, la presente contradicción de sí mismo, el conocimiento como
apariencia.
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§ 320. La subjetividad que, como disolución de la vida presente del Estado, tiene su
manifestación más exterior en la opinión y en el entendimiento, que quiere hacer valer
su accidentalidad y que justamente, así se anula; posee su verdadera realidad en su
contrario, en la subjetividad como idéntica a la voluntad sustancial, que constituye el
concepto del poder soberano.
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§ 322. En tanto que individualidad exclusiva, el Estado está en relación con otros
Estados, como un individuo independiente frente a otros, la primera libertad y suprema
dignidad de un pueblo. Por esto no puede haber una comunidad de Estados que no sean
mutuamente independientes.
La figura postmo del Estado planetario no es un Estado para Hegel. El motor de la
historia universal son los conflictos interestatales. ¿Hasta qué punto la lógica hegeliana
del Estado no debería conllevar un Estado planetario? Él es un pensador de la totalidad,
pero el respeto por la diferencia impide un Estado planetario, al igual que en Kant. El
Estado tiene su sentido en la medida en que no es universal. La idea de universalidad
pertenece al entendimiento, porque éste sueña con el concepto que explique todo: como
no media entre la universalidad y la particularidad, sueña con un universal absoluto
(mercado). La subsistencia de la política exige que no haya acuerdo: igual que la
estatalidad, hay que reconocer la diferencia. La Historia se cierra con el Estado, pues es
la imagen y la efectiva realidad de la razón.
El espíritu del mundo es la historia universal, que se manifiesta en la dialéctica de la
finitud de los espíritus estatales. Tiene derecho sobre las representaciones pero no las
anula sino que deja que se peleen entre ellas. Llega un momento en que la racionalidad
toma distancia de su realizarse como Estado y se realiza como historia de los Estados, y
desemboca ahí, no en un Estado único. Si no, no sería auténtica historia, como pasaba
en épocas previas a la aparición de los Estados.
A un universal abstracto (Estado planetario) corresponde un empirismo grosero
(dominio de la potencia más fuerte). El Estado cierra la historia en el sentido de que no
va a haber una forma superior que la del Estado.
§ 323. Se presenta en la existencia esta referencia negativa del Estado consigo, como
relación de uno con otro y como si la negación fuese algo exterior. Pero ella constituye
su máximo momento propio: el Estado se afirma como infinitud real, como
individualidad sustancial, independiente y soberana: el Estado, como sustancia, se eleva
con poder absoluto sobre todo lo individual y particular, sobre la propiedad y los
derechos, y los muestra como nulos frente a la existencia y la conciencia.
§ 324. En la soberanía exterior, el interés y el derecho del individuo son momentos que
se desvanecen pero,a la vez, ésta constituye lo positivo, la individualidad de ellos no
accidental y mutable, sino que es en sí y para sí. Esta relación y su reconocimiento son
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§ 326. El estamento del valor militar es para la defensa del Estado, en la medida
en que no peligra el Estado mismo. Si peligra, entonces es un deber de todos participar
en su defensa. Cuando la totalidad es convertida en fuerza y arrastrada al exterior, la
guerra pasa de ser defensiva a ser conquista.
§ 327. El valor militar es una virtud formal que consiste en la suprema abstracción que
hace la libertad de la vida y de todo fin, posesión y goce particular. Pero el valor real es
la disposición de sacrificarse al servicio del Estado. El valor no es individual, sino
la integración en lo universal.
§ 328. El contenido del valor como disposición es la soberanía del Estado, como fin
último verdadero y absoluto. Es arriesgar la vida pero formando parte de una totalidad,
y enfrentandose a un peligro que es otra totalidad (y no enfrentarse como un particular,
a un peligro particular, persiguiendo fines propios o según la opinión subjetiva de un fin
digno).
Encierra las supremas antítesis:
1. La entrega pero como existencia de la libertad;
2. La independencia máxima del ser para sí cuya existencia es realidad, a la vez, en
el mecanismo de un orden exterior y del servicio;
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§ 329. La relación del Estado con otros Estados cae en el poder del príncipe: sólo al
príncipe corresponde mantener las relaciones externas.
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