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INTRODUCCION
Las enzimas son sustancias químicas que puede fabricar el propio organismo a
partir de las proteínas o que se pueden adquirir a través de los alimentos.
Forman parte importante dentro de la alimentación diaria, al igual que las
vitaminas, los azúcares o los minerales, y sin ellas la vida no es posible, ya que
regulan todas las reacciones químicas del cuerpo humano. La industria
alimentaria ha sabido sacar un gran partido a las enzimas y así lo demuestra el
rápido desarrollo que en los últimos años ha tenido la enzimología en el ámbito
de la bioquímica de alimentos.
Las enzimas se relacionan con la activación de otros nutrientes haciendo que
estos sean más aprovechables por el aparato digestivo. También ayudan en la
destrucción de microbios patógenos y regulan procesos químicos como la
detoxificación, por lo que se les atribuye un rol depurativo. No obstante, el
contenido en enzimas de los alimentos ha decrecido por el procesado, el
refinado y los métodos de conservación que hoy día se utilizan en la industria
alimentaria. Los alimentos frescos y fermentados son los más ricos en estas
sustancias, que también se utilizan en abundancia mediante la tecnología
alimentaria en la elaboración y conservación de alimentos, bebidas y productos
nutracéuticos.
Todas las células, incluyendo microorganismos y organismos superiores,
producen enzimas. Su acción está estrechamente ligada con las reacciones
metabólicas, y la mayoría de las transformaciones químicas requeridas para
mantener activas a las células tardarían mucho tiempo en efectuarse o
simplemente no procederían si no estuvieran presentes las enzimas. Su
estudio en el campo de los alimentos es de primordial interés debido a que son
responsables de algunos cambios químicos que sufren los alimentos, cambios
que pueden resultar en beneficios (maduración de frutas) o perjuicios
(oxidación de ácidos grasos y oscurecimiento enzimático). Por otro lado,
muchos productos alimenticios se obtienen a través de reacciones bioquímicas
que se efectúan por medio de enzimas endógenas del alimento, por las que se
le añaden o las producidas por los microorganismos utilizados en la
elaboración de alimentos fermentados.
El uso de enzimas para la producción de alimentos se remonta muchos siglos
atrás. En la antigüedad, diversos pueblos utilizaban las hojas de ciertas plantas
para envolver carne, lo que facilita la acción de proteasas vegetales (papaína,
bromelina y ficina) sobre las proteínas del tejido animal, provocando su
ablandamiento. Así mismo, algunos grupos humanos utilizaban el estómago de
corderos y becerros como recipiente, causando accidentalmente la coagulación
de la leche con enzimas asociadas a este órgano. Ahora se sabe que la acción
de las proteasas presentes en el estómago (principalmente quimosina) sobre
las caseínas provoca su coagulación, proceso que es indispensable en la
manufactura del queso.
En el sector alimentario, el interés actual de la aplicación de enzimas en
procesos —tecnología enzimática— se enfoca a la conservación de alimentos
o de sus componentes (por ejemplo, vitaminas), al uso más eficiente de
materias primas y al mejoramiento de la calidad sensorial de los alimentos
(textura y sabor). Así mismo, se han utilizado enzimas para: producir alimentos
bajos en calorías y eliminar compuestos antinutricionales de ciertas materias
primas. Otros ejemplos de la tecnología enzimática actual se enlistan a
continuación:
El uso de enzimas en medios no acuosos para la producción de
compuestos quirales y para la síntesis de polímeros especiales.
La síntesis de edulcorantes, como el aspartamo, empleando la reacción
inversa de una proteasa.
La producción de ciclodextrinas a partir de almidón.
El diseño de enzimas “a la medida” de acuerdo a los requerimientos del
proceso —ingeniería de proteínas y evolución dirigida— logrando
modificar su estabilidad térmica o su especificidad.
La producción a gran escala de enzimas por medios de ingeniería
genética. La quimosina recombinante fue la pionera en esta área.
La aplicación de enzimas o de células inmovilizadas en la producción de
materias primas de aplicación en alimentos, como en la producción de
jarabes fructosados, de trehalosa y de isomaltulosa; de ácido fumárico; o
de aminoácidos como el ácido aspártico o la alanina.
Todas las enzimas son proteínas, tienen una estructura tridimensional globular
y sólo presentan actividad cuando tienen una conformación espacial que
permite establecer una disposición óptima de los aminoácidos de su centro
activo o sitio catalítico. Actualmente se conoce la existencia de más de 3,000
tipos de reacciones catalizadas por enzimas; muchas enzimas ya han sido
aisladas, purificadas y cristalizadas. En muchos casos las enzimas están
integradas por una parte de naturaleza proteínica y otra que no lo es; la primera
se conoce como apoenzima y la segunda como cofactor. Este último es un
compuesto de peso molecular bajo, muy estable al calor, y presenta diversos
grados de unión con la apoenzima; los principales cofactores son: las vitaminas
(tiamina, niacina, piridoxina, riboflavina y ácido pantoténico), los cationes
(cobre, molibdeno, zinc, magnesio, hierro, manganeso y calcio), los aniones
(cloruros) y otras sustancias orgánicas.
Debido a su naturaleza química, a las enzimas les afectan los mismos factores
que alteran a las proteínas; por esta razón, para actuar en forma óptima, cada
una requiere de ciertas condiciones de temperatura, de pH, de fuerza iónica,
etcétera; condiciones en las que la estructura tridimensional es estable y la
carga óptima para interactuar con el sustrato.
PROPIEDADES
Como propuso el químico sueco Jöns Jakob Berzelius en 1823, las enzimas
son catalizadores típicos: son capaces de acelerar la velocidad de reacción sin
ser consumidas en el proceso.
Algunas enzimas, como la pepsina y la tripsina, que intervienen en la hidrólisis
de muchos tipos de proteínas, controlan muchas reacciones diferentes,
mientras que otras como la ureasa, son muy específicas y sólo pueden acelerar
una reacción. Otras liberan energía para la contracción cardiaca y la expansión
y contracción de los pulmones. Muchas facilitan la conversión de azúcar y
alimentos en distintas sustancias que el organismo precisa para la construcción
de tejidos, la reposición de células sanguíneas y la liberación de energía
química para mover los músculos.
La especificidad entre el sustrato y la enzima se ha concebido como la relación
de una “llave” y su “cerradura”. La molécula del sustrato constituye la llave y la
proteína constituye la cerradura; en la superficie de la proteína existe una zona
específica, denominada sitio activo o catalítico, a la cual se une la molécula del
sustrato para experimentar la transformación catalítica.
Las enzimas son muy eficaces. Por ejemplo, unos 30g de pepsina cristalina
pura son capaces de digerir casi dos toneladas métricas de clara de huevo en
pocas horas.
La cinética de las reacciones enzimáticas difiere de las reacciones inorgánicas
simples. Cada enzima es específica de forma selectiva para la sustancia sobre
la que causa la reacción, y es más eficaz a una temperatura determinada.
Aunque un aumento de la temperatura puede acelerar una reacción, las
enzimas son inestables cuando se calientan. La actividad catalítica de una
enzima está determinada sobre todo por su secuencia de aminoácidos y por la
estructura terciaria, es decir, la estructura de plegamiento tridimensional de la
macromolécula.
FUNCIÓN DE LAS ENZIMAS
Las enzimas son proteínas que catalizan todas las reacciones bioquímicas.
Además de su importancia como catalizadores biológicos, tienen muchos usos
médicos y comerciales.
Un catalizador es una sustancia que disminuye la energía de activación de una
reacción química. Al disminuir la energía de activación, se incrementa la
velocidad de la reacción.
La mayoría de las reacciones de los sistemas vivos son reversibles, es decir,
que en ellas se establece el equilibrio químico. Por lo tanto, las enzimas
aceleran la formación de equilibrio químico, pero no afectan las
concentraciones finales del equilibrio.
Así mismo, utilizan los nutrientes que han ingresado al organismo para
construir nuevo tejido muscular, células nerviosas, hueso, piel y tejido
glandular. Una enzima puede convertir el fósforo dietético en hueso. Las
enzimas promueven la oxidación de la glucosa a fin de crear energía para las
células.
Por su naturaleza química, las enzimas se ven afectadas por todos los factores
que influyen en las propiedades físicas y químicas de las proteínas, como se
revisó en el capítulo correspondiente. En el caso de la fuerza iónica, ésta altera
su estructura tridimensional, lo que trae consigo modificaciones del sitio activo.
Por otra parte, los iones de metales pesados, como mercurio, plata y plomo,
generalmente inhiben la acción enzimática, mientras que varios cationes y
aniones actúan como activadores; tal es el caso de los cationes de calcio,
magnesio, cobre, cobalto, sodio, níquel, potasio, manganeso, hierro y cinc, así
como aniones de cloro, bromo, yodo. Para cada enzima, deberá analizarse la
necesidad de alguna de estas especies, o bien, el daño que pudieran
ocasionar. El efecto activador se debe a que: en ocasiones forman parte del
sitio activo, se requieren para la interacción de la enzima con el sustrato o
ayudan a mantener la conformación tridimensional, interactuando con alguna
región de la enzima.
ENZIMAS EN LA INDUSTRIA ALIMENTARIA
La industria alimentaria ha sabido sacar un gran partido a las enzimas y así lo
demuestra el rápido desarrollo que en los últimos años ha tenido la enzimología
en el ámbito de la bioquímica de alimentos. Los efectos beneficiosos de la
acción enzimática están presentes tras un buen solomillo, una rica cerveza,
una fruta aromática, un queso bien curado y hasta en un crujiente y esponjoso
pan. Son también enzimas las que determinan que un café sea considerado un
"buen café", que un cacao haga disfrutar de un sabor y aroma agradables y
que un té negro posea sus atributos especiales que lo diferencian de otros tipos
de té.
Las principales fuentes de enzimas usadas en la industria de alimentos son de
diferente origen: la renina, pepsina, tripsina, catalasa y lipasa pancreática son
de origen animal. Algunas de ellas se utilizan en la industria láctea y son
indispensables para determinar las características fundamentales que
distinguen a los diferentes tipos de quesos entre sí. De origen vegetal es la
alfa-amilasa obtenida del germen de trigo y fundamental en la mejora del valor
panificador de las harinas que se utilizan para hacer el pan.
También son de origen vegetal las proteasas de la papaya, el higo y la piña,
utilizadas en panadería para obtener masas blandas, suaves y extensibles con
las que se pueden realizar galletas secas y barquillos. De origen microbiano
son las enzimas de los hongos Aspergillus flavus, A. orycae y A. niger, y del
Bacillus subtilis, algunas de ellas aplicadas durante el proceso de maduración
de la carne para conseguir una textura blanda, jugosa, masticable y de sabor
agradable, es decir, convertirla en un alimento listo para ser consumido.
La siguiente tabla resume algunos ejemplos de enzimas que se emplean en
diferentes procesos de la industria alimenticia. La gran mayoría hoy se obtiene
de microorganismos genéticamente modificados.