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Universidad Mayor de San Andrés.

Carrera de filosofía.
Nombre: León Clavijo David José.
Materia: Filosofía y feminismo.
Docente: Lic. Pamela Valdez. Gestión II/2018.

“La Madre”, como mito: forma y contenido.

En pleno siglo XXI existen mitos, creados y fomentados, respecto a diversos


espectros de la vida del ser humano; la facilidad con la que dichos mitos son
adoptados por la sociedad, se debe a que el individuo, preferirá saltarse esos
momentos de crítica , autocritica y resolución, ese momento de introspección,
por un relato que poseerá una validez, una estructura y una respuesta más o
menos aceptada.

Pero dichos relatos se han mantenido vigentes a lo largo de muchas generaciones,


si bien cambiando ciertos detalles y partes, pero no alejándose del principio que
propició tal relato; Habremos de admitir la complejidad de cada uno de estos
relatos, que en forma se presentan idealizados, estandarizados, romantizados,
idolatrados y simples. En contenido son pulsiones, miedos, necesidades, principios
básicos presentes en el ser humano.

La Madre, entendido como aquel relato, complejo; por un lado, tiene una forma
romantizada, en la cual enaltece, idolatra e incluso diviniza a la mujer (al ideal de la
mujer), pues La Madre, será la etapa final a la que debería llegar cualquier mujer;
por otro lado, el inicio y sustentación de tal mito se presenta complejo.

El día de la Madre, es una festividad que no es extraña a nadie, y además retrata


y condensa el mito de “La Madre”, superficialmente, transmite la idea de un
espacio matizado por amor y sentimientos relacionados, nos vende una idea e
imagen positiva de la mujer, es más, es la mejor imagen a la cual aspirar, la
Madre, es intocable, es extraña al mundo terrenal, es reconfortante, es el primer
amor, es la tranquilidad absoluta, y la atemporalidad, pero estas características ,
son nada más que la carcasa del cual está recubierto el mito; mucho más ligado
a la naturaleza humana, ligado a aquellos resquicios , tal vez confinados al
inconsciente, principios anteriores a lo sociológico, porque son principios y
elementos que ya están presentes en el individuo.

En un principio la mujer se presentó abstrusa e intimidante, provocando así, un


deseo estético erótico, develando, el explícito correlato a nuestras necesidades
animales, satisfecho el deseo sobreviene la repugnancia, a lo desconocido, a lo que
jamás será domado, jamás será absorbido, no será poseído de forma positiva, solo
poseído bajo premisas negativas.

La imagen de la Madre se separa de estos dos tipos de corrientes, y solo reconoce


el lado sonriente, integra sistemáticamente la muerte a la vida, a la sociedad,
es decir, idealizada entre una naturaleza animal y una divina (pero no una
humana), la Madre como representación queda entre la muerte y el sujeto –
observador, el individuo no tendrá que lidiar más contra la idea de la muerte,
a cambio, está la figura maternal que le provee de elementos seguros y bien
determinados; del héroe nace la idea de zafarse de los brazos maternales y
emprender aventura, sin aquel cuidado maternal la aventura fácilmente
cambiaría por accidente; este héroe al concluir su aventura necesitará
experimentar el reposo en los brazos maternales, la Madre domestica la muerte,
hace de ella algo simétrico al nacimiento.

Al entregársele tal trabajo a la Madre, integrar muerte con vida y con la sociedad,
se estimula sistemáticamente el culto a las “madres heroicas”, provocando a su
vez, ser rodeada por señales de respeto, y dotada de varias virtudes creando un
culto, una religión alrededor de ella.

A causa de este nuevo culto a la imagen creada de la Madre, se le atribuyen, dones


dignos de respeto, además de prohibiciones que buscan reprimir la repugnancia
original y disolverla en la ternura carnal que despierta.

Solo a través de este proceso es que se purifica una mujer, pasa de la constante
dialéctica repugnancia/deseo a formar parte principal de un culto, que no solo
posibilita la posesión , la sumisión del otro –la mujer-, sino que provee un
desahogo psicológico y existencial.
Nuestros instintos básicos orgánicos, es decir instinto de preservación en tanto
individuo, como en tanto especie, nuestro instinto de competencia, la sublimación
de nuestros deseos eróticos, son condensados y satisfechos en la apropiación de
una mujer como pareja y esposa, nuestro estrés ontológico, nuestra necesidad
existencial, son “resueltos” por la figura de la Madre.

Una mujer hecha esposa es subordinada económica y socialmente por su marido,


satisface la necesidad de impregnar las cosas por voluntad, del moldeado de su
forma y la penetración de su substancia.

La mujer pasa de esposa a madre y adquiere aún más valor para el esposo, pues
como una propiedad más, el papel de este ídolo es el de representar: su belleza,
encanto, inteligencia y elegancia son los signos exteriores de la fortuna del
marido, es decir, el marido es dueño y domador de la divinidad, ha logrado
subordinarlo; No solo ha poseído a la mujer en tanto pareja como respuesta al
misterio y repugnancia que da la naturaleza y lo otro, sino que también ha
divinizado a la mujer, la purifica con la maternidad, le da forma, ella le da sosiego
frente a la muerte, provoca vanidad social, y siempre y en todo momento la
satisfacción primera y más íntima, ejercer dominio sobre ella.

El mito, ahora moderno, de la Madre, bajo ese matiz romantizado tan solo deja
ver la idea de cariño, amor y espacios positivos, en los que se reafirma un aspecto
probable para cualquier mujer, pero al mismo tiempo obliga a toda mujer a
que sea tributaria de tal mito, de tal idea tan bien vista, sin embargo solo se
reproducen sistemas de subordinación sistemática contra la mujer, con todo lo
antes expuesto, es posible afirmar que: La institución creada alrededor de la
Madre es en sus principios misógina, machista y violenta.

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