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EL
DIACONADO
PERMANENTE
EN LOS ALBORES DEL
TERCER MILENIO
VALENCIA 2.005
EL DIACONADO PERMANENTE
3
Con mi gratitud y reconocimiento:
ÍNDICE
Este pequeño trabajo estaba en mente hace algún tiempo, pero por avata-
res de la vida no me había decidido a conformar la bibliografía, las ideas, las
sugerencias. La espera, me ha mantenido expectante durante estos años ante el
desarrollo del Diaconado Permanente en otras diócesis españolas. Y el ali-
ciente para decidirme a reflexionar y poner en orden las ideas y aquello que he
ido aprendiendo, lo ha provocado una circunstancia en este tiempo de incerti-
dumbre, en la que muchos estamos expectantes, ante el prudente silencio que
en mi diócesis presenta el tema del Diaconado Permanente, cuestionando,
incluso muchas veces, aquél consejo de un venerable anciano: los tiempos de
las cosas no son los tiempos de las personas, los tiempos de la Iglesia son
otros tiempos y los tiempos del Señor no son los nuestros... En esta paciente
espera seguimos trabajando, siendo consecuentes en la disposición y en la
fidelidad a la madre Iglesia.
En el mes de junio de mil novecientos noventa y siete se convocó 1 a
quienes ejercían el oficio de ministro extraordinario de la comunión, para
renovar otro trienio y reflexionar sobre la práctica pastoral en ese ministerio
extraordinario. En una de las exposiciones sobre la gran liturgia universal del
culto al Padre, se trató el sacerdocio de los fieles en la economía salvífica, los
sacramentos, entre ellos, el del Orden. Una exposición trinitaria muy clara y
unas manifestaciones, a mi entender, no muy acertadas sobre la vinculación
para siempre del ministro ordenado con la Iglesia.
Digo no acertada, ya que el argumento que se expuso sobre el Diaconado
Permanente no era convincente, no tenía una consistencia teológica que ex-
1
Tuvo lugar para la Vicaría I en el salón de actos del Colegio Salesiano Santo Domingo Savio, Avda
Primado Reig, 2 de Valencia. Fueron tres días en los que se expusieron temas formativos y de instrucción,
por ponentes de la Delegación de Liturgia y Arte Sacro de la Archidiócesis de Valencia, motivo por el cual
la autoridad de quienes participaban impregnaban a los asistentes de las ideas expuestas. De los trescientos
cincuenta ministros extraordinarios de la Eucaristía presentes y cuya media de edad superaba con creces los
sesenta años, acogieron dicha manifestación argumental, no como opinión personal del ponente sino como
doctrina a seguir emanada de la jerarquía eclesiástica. Sin posibilidad prudente de rebatir «in situ» con otros
argumentos, me surgió la idea de completar este estudio, no como contestación a esa abundante corriente de
opinión latente en nuestra diócesis, sino mostrar desde la diversidad del pensamiento cristiano, un camino
inédito para quienes se sientan convocados a recorrerlo para luego poder adquirir la capacidad de decidir y
decir Sí, a la acción de Dios en la vida personal de quien se encuentre en esta situación.
7
2
Determinaciones del Episcopado Español. Documento aprobado por la XX Asamblea Plenaria del
Episcopado. Madrid, 17-22 de Junio de 1.974
3
Idem
8 El Diaconado Permanente
4
LAMBERT, BERNARD O. P. Cartas sobre el Concilio. Cristiandad 1.964
11
que el concilio -este nuevo paso de Cristo entre los hombres- haya estado entre los
suyos sin que los suyos lo conocieran. 5
El Diaconado Permanente es una puerta abierta a la esperanza, que reque-
rirá cuando nazca, el mimo, el cariño y los cuidados necesarios para que crez-
ca en el regazo de nuestra madre, la Iglesia diocesana.
En los últimos 75 años, hubo suficientes causas que justificaran la idea de
recuperar este ministerio diaconal llegándose al restablecimiento de dicho
ministerio en el Concilio Vaticano II.
Si fundamentamos nuestra reflexión en el Sínodo Diocesano Valentino
clausurado el 27 de Junio de 1.987, encontramos en él, la licencia que nos
permite hoy hablar de un entorno diaconal estable que se ofrece al laico como
opción de vida. Este Sínodo de la Iglesia particular de Valencia, al expresar el
sentido sacramental del Diaconado Permanente, completa en su jerarquía un
carácter de consagración ministerial para aquellos varones que reciban la lla-
mada de la Iglesia a ejercer el ministerio de la Caridad, de la Palabra y de la
Liturgia, instaurandolo en su constitución sinodal 564:
A tenor de la actual legislación canónica y de las normas dictadas por la Confe-
rencia Episcopal Española, instáurese en la Iglesia Valentina el Diaconado Per-
manente. A quienes lo reciban se les encomendará las funciones propias de este
ministerio. 6
Esto abriga la esperanza de que cuando la prudencia y oportunidad pasto-
ral crea oportuno iniciar el proceso de su instauración, con el decreto que así
lo establezca y se inicie el período de discernimiento vocacional, la comuni-
dad cristiana lo recibirá como un gran don de Dios.
Pero hay que preparar a la comunidad eclesial, formada por el clero y los
laicos, a recibir esta gran primicia. Disponer el terreno que permita acoger la
novedad como realidad vivificante para la Iglesia de hoy. La Iglesia del Con-
cilio está alejada por cuarenta años en que la sociedad ha cambiado substan-
cialmente, y la Iglesia del Sínodo Valentino también está distanciada del
tiempo de cuando promulgó su instauración. Hoy debe de estar dispuesta con
actitud de acogida, y en medio de la sociedad actual, a salir al encuentro con
ilusión y esperanza hacia el Diaconado Permanente, y al ver completado su
elenco ministerial, sepa situar cada gracia del Espíritu Santo, cada don, cada
5
MARTÍN DESCALZO, J. L. El concilio de Juan y Pablo. BAC 266.
6
Constituciones Sinodales. Sínodo Diocesano Valentino. 564
12 El Diaconado Permanente
Pues ya, al mandar que se dé culto a Cristo Rey por la universidad del nombre
católico, por ello mismo atenderemos a la necesidad de los tiempos presentes y
pondremos un remedio principal a la peste que ha inficionado a la sociedad
humana. Peste de nuestra edad decimos ser el que llaman laicismo con sus erro-
res y criminales intentos... Se empezó por negar el imperio de Cristo sobre todas
las naciones; se le negó a la Iglesia el derecho que viene del universidad del géne-
ro humano [Encíclica Annum sacrum, de 25 de mayo de 1899]. Y en este punto
no hay diferencia alguna entre los individuos y las sociedades domésticas y civi-
les, pues los hombres reunidos en sociedad no están menos en poder de Cristo
que individualmente. La misma es, a la verdad, la fuente de la salud privada y de
la común: y no hay en otro alguno salud, ni se ha dado a los hombres bajo el cielo
otro nombre en que hayamos de salvarnos [Hch 4, 12]; el mismo es, tanto para los
ciudadanos en particular como para la cosa pública toda, el autor de la prosperi-
dad y de la auténtica felicidad: «Porque no es el Estado feliz de otro modo que el
hombre, como quiera que no otra cosa es el Estado que la concorde muchedumbre
de los hombres .» No rehúsen, pues, los rectores de las naciones prestar al impe-
14 El Diaconado Permanente
7
Quas Primas. Carta encíclica del Papa Pío XI sobre la fiesta de Cristo Rey , de 11 de diciembre de
1925. DZS 2197
8
Para Augusto Comte la historia de la humanidad presenta tres etapas; la infancia de la humanidad que
identifica como la época religiosa, la juventud que la sitúa como la etapa metafísica, y la madurez humana a
la que corresponde con la etapa de la ciencia positiva; es el triunfo de la Razón puesto que ésta, procesa el
conocimiento científico que los sentidos captan. Estos acontecimientos positivos no conocen otras realida-
des fuera de lo material por lo que este positivismo es reduccionista ya que el hecho religioso queda fuera
del hombre, no es cuantificable. La razón del hombre suple a Dios…
15
9
HESSE, HERMANN. Mi Credo. Bruguera 10ª edición. Barcelona 1985. 119-120
10
RODILLA MARTÍNEZ, JOSÉ. Poema inédito: Descubrir Señor tu nombre. 1973. Hay algo Dios,
que bulle en mi momento, / que me llena al no saber de Ti. / Sé lo que ha inventado el hombre./ Facetas
que responden a una necesidad de abrigo./ No sé cómo eres Dios, / ignoro la realidad que me hace estar
seguro. / En la concepción que de Ti imagino, / eres imagen difuminada / que a mis medios inteligentes
escapa. / Eres irreal y distinto a lo que en esencia eres. / No sé cómo eres Dios, / ignoro la realidad que me
hace estar seguro. / Debes ser algo extraño y diferente / porque ninguna inteligencia es capaz de expresar /
la apreciación de nuestro invento, / al que acostumbrados estamos / a convenir, a medir y apreciar... / No ha
podido el hombre por sí mismo / llegar a conocerte si Tú ante él / no te has hecho presente.
16 El Diaconado Permanente
relación, conductas fraudulentas por parte del ciudadano que al mismo tiem-
po se resiste o se defiende de su hipotética agresión.
La capacidad de amar y de aceptar al otro tal como es se va perdiendo. Se
deteriora la confianza con el vecino y se juzga a todo aquel que opine de ma-
nera diferente, aplicando criterios personales que no tienen en cuenta las di-
versas opiniones, y sin escuchar las razones de los demás, se hace prevalecer
la verdad particular que el individualismo genera, situando al hombre en el
centro de todo.
El tiempo no se puede perder, se gasta, se agota, se enlaza el día y la no-
che con el día y noche siguiente. La honestidad y la honradez son valores de
baja cotización y el trabajo, que además de ser escaso se comercia con él,
genera una dosis de desconfianza con lo instituido, con la propia persona.
Todo es valorable y cuantificable, convirtiéndose el dinero en amo y señor de
las conciencias, desplazando al auténtico Señor y dador de todo bien.
La vida está constantemente amenazada y la libertad del hombre ha sido
secuestrada ciento de miles de veces. Se asesina sin motivo, y cada vez es más
extensa la convicción de tomarse la justicia por la mano, aplicando los crite-
rios del asesino, desplazando la objetividad de la justicia a unos criterios car-
gados de razones vacías de contenido. Estas situaciones han grabado a fuego
en algunas conciencias el convencimiento de que los demás son meros obstá-
culos que impiden conseguir los fines que uno se propone, justificando con
ello el retorno a viejos eslóganes de eliminación del contrario, conductas que
ya fueron calificadas por la historia.
El cuerpo es la realidad palpable que hay que cultivar, dar cumplimiento a
todos los gustos, utilizarlo según convenga y obtener el máximo goce posible,
esclavizando, si es necesario, a los demás que también son máquinas de placer
y por lo tanto objetos que hay que usar...
Esta cultura predominante que día a día mentaliza a la sociedad a través
de los medios de comunicación, muestra aquellas noticias que les dan audien-
cia: catástrofes, guerras, escándalos sexuales, vidas de famosos, etc.,
Estos medios, frecuentemente no tienen éxito al decirle a la gente qué es lo que
tiene que pensar, pero tienen un éxito asombroso al decirle a la gente sobre qué
tienen que pensar.11
11
BERNARD COHEN The Press and the foreign policy (1963: 13) citado por Teodoro León Gross.
htttp://cvc.cervantes.es/obref/congresos/zacatecas/television/ponencias/leongros.htm
18 El Diaconado Permanente
12
MARGARITA RIVIÈRE, es una prestigiosa periodista, autora de “El Malentendido”, un libro que
analiza cómo los medios de comunicación ya no informan, sino que su función actual va más allá tomando
el papel de educadores.
13
DUMONT GERARD-F. El festín de Cronos. Rialp. Madrid 1.995. 31. Se expone la teoría de neomal-
tusianismo del siglo XX y basándose en Paul Ehrlich en su obra titulada: Población, recursos, medio
ambiente, esboza este tema que es en definitiva el sustrato oculto del que parte se alimenta el cambio
antropológico del concepto familia cristiana.
19
Lo cual justifica el alimentar sin reparos el miedo de que se agoten los re-
cursos, y el alentar a los ciudadanos a acabar con las familias, y a las familias
de acabar con los hijos y con los ancianos. Esta política reductiva intenta im-
plantar el aborto, la eutanasia y la necesidad de esterilización, y sin duda la
batalla la están ganando los métodos anticonceptivos, logrando con ello un
descenso demográfico garantizado que ha conducido a conseguir cifras espec-
taculares por su rapidez e intensidad, descendiendo por debajo del reemplazo
generacional. Estas circunstancias desencadenan un cambio en el sistema
familiar, nuevas actitudes ante el matrimonio, y el número de hijos deseados,
sufre un trastorno decisivo en el Siglo XX.
Esta involución viene dada por causas sociológicas y políticas, que con-
llevan sin duda, a un cambio decisivo en los valores que hasta ahora constitu-
ían el soporte fundamental de la familia, a partir de este momento un hijo
deseado es únicamente el que está debidamente programado, de modo que si
un hijo no es buscado y programado, corre el riesgo de no nacer.
Estamos constatando que todas las referencias de equilibrio y de valores
que el hombre ha tenido en la familia, se están sustituyendo por otros concep-
tos y estilos que nada tienen que ver con ella y las generaciones que están
surgiendo sin esos puntos de apoyo, se encuentran cada vez muy mermadas en
valores. Destruyendo a la familia se consigue no educar en valores y cambiar
el concepto antropológico de hombre, que como dije antes, el judaísmo y el
cristianismo lo mantienen inalterable.
La familia que surge de la experiencia gozosa del amor fundado en el ma-
trimonio, está siendo sustituida por otros conceptos, por diversos estilos. La
sociedad en la que estamos viviendo refleja que:
El matrimonio es una de esas instituciones que ha caído a minusvalía por incom-
prender, o no querer aceptar lo que significa y lo que ha significado para la
humanidad durante muchos siglos. 14
Cada vez es más frecuente la concepción del matrimonio, no como un es-
tado de vida que el hecho religioso contempla, sino como una sociedad que da
acceso a un status económico y social en el que convergen dos egoísmos regi-
dos por la atracción sexual y el hedonismo, y que en un momento dado se
puede disolver por cualquier causa, basta el mutuo acuerdo para divorciarse.
También es cada vez más corriente la manifestación de que la virginidad no es
un valor. La generosidad, el perder la vida por el otro, la donación total sin
14
Diácono Dr. Ludwig Schmidt, Caracas, Venezuela
20 El Diaconado Permanente
15
MIGUEL DE UNAMUNO. Del sentimiento trágico de la vida. Biblioteca Unamuno. Alianza Edito-
rial 1.997. 3. El hambre de inmortalidad. 59
16
CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA. 1.777
22 El Diaconado Permanente
círculo económico y social que le impide ser libre incapacitándole para ser
autor de su propia historia.
Esta experiencia del hombre pesa como espada de Damocles en la con-
ciencia de la humanidad y desde la mitad del siglo pasado hasta nuestros días,
la evolución social ha generado más cambios en el comportamiento humano
que todos los siglos posteriores.
El ser señor de las cosas es vivir libre de las ataduras que te llevan a una
anulación sistemática de la personalidad, es vivir desde el señorío de uno
mismo la plena capacidad que permite dominar la insatisfacción del no estar
contento nunca con lo que se es y con lo que se tiene.
Nuestros tiempos fomentan la necesidad de que la persona sea cada vez más
egoísta, más un individuo que una persona, donde posturas solidarias no se dan si
no les afectan directamente, "donde yo no me meto en la vida de los demás, no se
metan en la mía..." En definitiva, el ser humano ya no es tan humano. Exigimos
amor y no somos capaces de darlo. Pedimos ayuda y no escuchamos, o nos ence-
rramos... En fin y por no hacer muy largo el planteamiento inicial, se deberá reva-
lorar primero al ser humano para poder construir las bases sociales que lo funda-
mentan. 17
Es cierto que existe verdadero amor en gentes no creyentes y que tienen
un sentido honesto y natural de la familia. Pero hoy, quizá más que nunca, se
pregona por todos los medios una cultura del consumo y de la consecución
fácil del éxito y destierro del sufrimiento, por lo que no tiene cabida la oferta
tradicional de la familia y del amor. Las generaciones actuales tienen graves
dificultades en encontrar modelos que les sugieran comportamientos y valores
que enriquezcan su persona porque Dios ha sido apartado del proyecto. Cuan-
do se eclipsa o elimina en la vida de los hombres a Dios, surge la soledad más
egoísta, el tedio más profundo tiende a sustituir del pedestal a «la Sabiduría
que pululaba antes de la creación del mundo» dejando al hombre infeliz como
centro de todo. En esa frustración, así nos va esta sociedad cambiante.
El cristiano se identifica como un hombre con criterio y discernimiento
propio, como un hombre libre y sin ataduras que le impidan desarrollar su
colaboración en la creación y no creerse artífice o dueño de todo. El hombre
cristiano es un hombre, varón y hembra, asume su función en la cumbre de la
17
SCHMIDT, Dr. LUDWIG. Diácono. Caracas, Venezuela.
23
18
CARDENAL JUBANY, NARCISO. Carta Pastoral: Los ministerios en la acción pastoral de la
Iglesia. Madrid. P.P.C. 1978. 11
25
difícil de esta relación, nos prepara a tener una visión de futuro avalada por
dicha experiencia.
La idea de la Iglesia, nacida como puro carisma y convertida en pocos decenios
en pura institución, sigue siendo esquema orientador para muchos estudiosos de
los orígenes cristianos, pero ninguno la mantendrá hoy día con la rigidez de sus
primeros propugnadores. Aunque con matices diversos, todos los estudiosos están
de acuerdo en admitir la existencia de funciones estables, más o menos institucio-
nalizadas, así como nadie discute la existencia y el peso de los carismas en senti-
do más estricto. 19
y aunque «no podemos permanecer en la añoranza de un pasado que nunca retor-
nará, porque la historia es irreversible; ni comportarnos como si viviéramos ya en
un futuro que no puede estar en nuestras manos» ,20
sí podemos vivir en plenitud nuestro momento actual, y en esto hay que
ser muy claros:
Respetar y acoger los frutos que se emanan del Espíritu Santo...
No tratar nunca al laicado de meros espectadores, considerándoles como
masa de gentes excluidas en la participación de la vida de la Iglesia
El laicado es consciente de su responsabilidad como Pueblo de Dios que
peregrina en un espacio y un tiempo, en un lugar y en una sociedad concreta,
que participando del sacerdocio real de Cristo, oficia permanentemente en
comunión con toda la Iglesia, sirviendo cada uno según su disposición, su
carisma y el don recibido, siempre como fruto de la vivencia del ministerio
trinitario, de la comunión y de la obediencia, que es la que discierne de la
validez de la gracia del carisma, las intenciones de servicio, los dones gratui-
tos con los que está enriquecido el laicado.
El clero y el laicado forman un solo pueblo y si cada estado de vida tiene
diferencias que les hace ser distintas en cuanto a la función que ejerce en la
Iglesia, son totalmente complementarias teniendo en Jesucristo la cabeza.
Nadie puede ejercer un carisma, ni éste será válido, si no está sujeto a la obe-
diencia, sometido a un orden jerárquico, que economiza y ordena para una
mayor santificación, que está en función del pueblo de Dios, para el bien de
toda la Iglesia.
19
SÁNCHEZ BOSCH, J. La primera lista de carismas. El misterio de la Palabra. Homenaje a Luis
Alonso Schökel. Cristiandad 1.983. Pág. 327
20
Valencia. Iglesia en Misión. Plan pastoral diocesano 93 - 97. 51.
26 El Diaconado Permanente
Pero estamos aún bastante lejos de lograr que todos los cristianos sean correspon-
sables en la vida y misión de la Iglesia. Los sacerdotes somos aún demasiado cle-
ricales, no nos acabamos de fiar de los laicos y no promovemos suficientemente
su participación. Los laicos, por falta de formación o de decisión, no asumi-
mos con responsabilidad nuestra misión imprescindible en la Iglesia y en el
mundo. 21
Como vemos todavía arrastramos el peso de muchos siglos, en el que los
conceptos históricos definían qu:
Los laicos son miembros de la Iglesia que no enseñan porque no saben, no actúan
porque no valen, no ejercen porque no pueden. Y todo el saber para enseñar, el
valer para actuar y el poder para ejercer está en el otro orden: el de los clérigos. 22
Tanto el clero como el laicado han de superar la cultura anterior al Vati-
cano II, no como algo desechable, sino como algo que precisa ser renovado,
de una cultura que ha sido la base del actual planteamiento y que sin aquella
hoy no tendría razón de ser esta nueva puesta al día; pero es posible que hasta
que no pasen las generaciones que arrastramos la inercia del gran empuje de
Trento, no se despejarán algunos cúmulos de niebla que enturbian la riqueza
del Concilio Vaticano II, sin duda empujará también durante muchas genera-
ciones la nave de la Iglesia Universal.
Hemos de respetar toda aquella disposición personal de quien se sienta
llamado a estos u otros menesteres de servicio y facilitar con la conversión de
nuestras actitudes la mejor acogida, porque la Iglesia es Madre y su sabiduría
hace que todos tengamos un sitio y todos sirvamos para algo. Y en el espacio
o en la parcela en la que estemos ubicados, podamos dar gloria al Señor.
Vicente, diácono de San Valero, fue víctima de una sociedad, de un de-
terminado sistema en el que ser cristiano se consideraba una amenaza contra
el poder establecido.23 El chantaje persuasivo impuesto por quienes velaban el
cumplimiento de la ley era la ofrenda de incienso como culto al Cesar recono-
ciéndole como divino, como “Señor”.
21
Valencia. Iglesia en Misión. Plan pastoral diocesano 93 - 97. 37
22
GONZÁLEZ RUANO, B. ¡Sois Iglesia ! Vida y acción de los laicos. Cristiandad 1983.109
23
«Hay una nueva raza de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas
las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero
auto glorificándose con la común execración: son los Cristianos.» Celso El Discurso Verdadero contra los
Cristianos Alianza Editorial Madrid 1.988, 11.
27
24
Catecismo de la Iglesia Católica. 893. 1.993
28 El Diaconado Permanente
25
Catecismo de la Iglesia Católica. 1142. 1.993
29
26
CASTILLO, JOSÉ MARÍA. S. J. Símbolos de Libertad. Teología de los Sacramentos. Sígueme.
Salamanca 1992. 144 ss
30 El Diaconado Permanente
27
CONGAR, Y. Un pueblo mesiánico.
28
CONGAR, Y. Un pueblo mesiánico.
34 El Diaconado Permanente
Hay quien dice que no existe la vocación al diaconado puesto que a nadie
se le llama a este orden sacramental, que lo único que existe es la disposición
de personas a querer ser diáconos. Por otra parte, se manifiesta muy gratuita-
mente que la única promoción del laicado es la de ser un buen laico y no la de
estar en el altar o servirse de éste, como dando a entender un criterio manteni-
do que impide la aceptación del Diaconado Permanente en nuestra diócesis, es
por la sospecha de una pretendida promoción, por lo que extendiéndola a
cualquier laico que insinúe o manifieste haber madurado esa llamada que
siente del Señor, tope con un muro infranqueable impidiendo la incorporación
al sacramento del orden a santos varones, que haberlos, ainos, como expresa
un refrán gallego.
Redunda esta manifestación anterior en la sospecha generalizada de que a
priori, se juzga como que quienes tienen esa disposición al servicio diaconal,
pretenden ser promocionados como pago o recompensa a unos servicios de
dedicación a la Iglesia, surgiendo la duda de que lo que les mueve a estos
cristianos es un deseo de prestigio, de promoción, de intereses egoístas. Nada
más lejos de esa realidad. Es bueno que la simple sospecha se tenga siempre
en función de averiguar la validez, de lo que siempre hemos definido con la
palabra «vocación», a la inclinación, a la invitación, al uso común del voca-
blo para manifestar una realidad de quien desea vivir y entregarse totalmente a
ella, pero el proceso de discernimiento debe inaugurarse allá donde no lo esté,
debe ser puesto en funcionamiento para que con criterios objetivos a la luz del
Espíritu, surjan respuestas que confirmen o rechacen las intenciones de esas
personas, que previamente deberían haber sido presentadas por una comuni-
dad parroquial que ha detectado la gestación de esa vida de fe, de esa inten-
ción en querer donarse al amor de Jesucristo.
El laico responsable, miembro de la Iglesia, de una comunidad concreta,
inmerso en el trabajo por el Reino de Dios, siendo luz y sal de la tierra en
medio de la sociedad que le ha tocado vivir, y habiendo recibido los dones y
la gracia suficiente para ser testigo de la Verdad, de Jesucristo resucitado y
siendo ese el criterio que conduce su vida, ejerce una diaconía;
se le permite como laico se dedique a las más diversas actividades pastorales,
pero se le priva de la adecuada incorporación sacramental en el ministerio. 29
29
SCHILLEBEECKX, EDWARD. El ministerio Eclesial. Responsables en la comunidad cristiana.
Cristiandad. Madrid 1.983. 150.
35
Si alguien siente que está llamado por este camino hacia un servicio con-
sagrado y que va a estar ligado de por vida a la vida de la Iglesia, tal como lo
está quien es consciente de su pertenencia a la Iglesia desde el Bautismo; de-
berá ponerlo en conocimiento de su pastor porque su carisma de servicio,
puede ser el inicio de una seria y legítima vocación, como es la de Diácono
Permanente, que descubierta, cuidada y discernida por el párroco, deberá, en
nombre de la comunidad presentarse al Obispo. No puede ser diácono cual-
quiera, puesto que siendo esto muy serio, en esto hay que ser muy claros:
Los presbíteros, sobre todo los que tienen cura de almas, pondrán especial cuida-
do en descubrir y discernir los carismas recibidos por los fieles, no para apagar la
fuerza del Espíritu, sino para reconocerlos y encauzarlos en la edificación del
cuerpo eclesial. 30
Habiendo considerado si puede ser digno del ministerio por su comuni-
dad, lo presentará al Obispo que usando de su discernimiento considera si en
verdad puede ser admitido como aspirante, siguiendo entonces la formación y
preparación al orden sagrado, o no admitiéndolo. Como bien sabemos, el
Espíritu Santo rompe cualquier barrera o freno que pongamos, asistiendo
siempre con sus dones a quienes tienen la misión profética del discernir, re-
flexionar y decidir para el bien común, para la edificación de la Iglesia.
El Diaconado Permanente se reinstaura en la Iglesia por obra del Concilio
Vaticano II y por otra parte, la instauración en cada diócesis está al criterio de
su obispo porque;
Hay criterios de oportunidad que sólo el Obispo conoce. Si alguien pregunta: ¿se
deben ordenar ya diáconos permanentes en la Iglesia de mi diócesis...?. Nos faltan
criterios para tener una visión panorámica de las necesidades pastorales en nues-
tra Iglesia particular, pero lo que si habría que proclamar desde el laicado es que
existe ese camino, esa vocación en la Iglesia, y que por tanto quien se sienta lla-
mado, tiene que pedir el diaconado, y, si no se lo dan hoy, que lo vuelva a pedir
mañana. Esa hora ya ha llegado; lo que no se sabe, puesto que sólo compite al
Obispo el ejercicio de los dones del discernimiento y de la prudencia, es si ha lle-
gado la hora de admitir a los primeros candidatos, de ordenarlos y por lo tanto
asignarles un trabajo en la parcela que sea. 31
30
Constituciones Sinodales. Sínodo Diocesano Valentino. 563
31
ISUNZA, SANTIAGO. Reflexión sobre los Carismas y Ministerios. IDCR 04-05-1.993
36 El Diaconado Permanente
32
idem
33
AUGÉ, MATÍAS. Liturgia. El gesto de la imposición de manos. Centre de Pastoral Litúrgica. Barce-
lona 1.994. 153
34
Catecismo de la Iglesia Católica. 1.578
7. INDAGAR EN NUESTRAS RAÍCES PARA COMPRENDER EL
DIACONADO
35
ISUNZA, SANTIAGO. Reflexión sobre los Carismas y Ministerios. IDCR 04-05-1.993
38 El Diaconado Permanente
36
Nuevo Catecismo para adultos. Catecismo Holandés. Herder 1.969
39
39
PABLO VI. Ministeria quaedam. V, VI. Carta apostólica sobre los ministerios de la Iglesia latina.
1.972
40
JUAN PABLO II. Funciones del diácono. Audiencia general 13-10-93 Ecclesia 2.657.
41
BLANCO, SEVERIANO. Diaconado: fundamento bíblico-teológico y realidad eclesial. Vida Nueva
nº 2.098. 19-07-97. 31
41
42
AUER / RATZINGER. Curso de Teología Dogmática.Tomo VIII. La Iglesia. Herder. 334
8. LOS TIEMPOS APOSTÓLICOS
43
ARNAU-GARCÍA, RAMÓN. «Esbozo histórico», en Orden y Ministerios. BAC. Sapiencia Fidei.
Madrid 1.995
44 El Diaconado Permanente
44
ALONSO SCHÖKEL, LUIS. Biblia del Peregrino, Edición de estudio. N.T. Nota a la carta a los
Filipenses 1, 1-2. Mensajero. Bilbao 1996. 499.
46 El Diaconado Permanente
áis a disposición de gente como ésa y de cuantos colaboran con sus fatigas. 1 Cor
16, 13-16)
Estos cuatro versículos son iluminadores para el diácono casado.
Decía el emérito profesor D. Luis Alonso Schökel S. J. +,
Hay que leer con imaginación lo que está escrito con imaginación... con fantasía
lo que está escrito con fantasía, porque el Espíritu Santo es la Fantasía de Dios. 45
Esta instrucción nos permite tratar de imaginar la realidad de ese contexto,
y percibir, de la experiencia familiar que cada uno posee, aquellos pequeños
detalles que hacen grande y elocuente la narración que ilumina y aporta San
Pablo a la experiencia de nuestra propia vida.
El diácono casado es cabeza de una familia, señor de su casa, porque si el
contexto en el que pone como ejemplo a la familia de Esteban en Acaya defi-
niendo unas actitudes maduras de cristianos, quiere decir que esta familia
sirve, que en esa casa se hacen las cosas con amor, que hay animosidad para
hacer el bien prodigándose en ser servidores, en vivir con valentía la fe, que
aunque puedan haber combates que hagan tambalear las actitudes, la fuerza
del Espíritu hace inquebrantables los convencimientos del amor al Señor Re-
sucitado, que es en definitiva lo que predica Pablo en una sociedad como la
corintia, a una Iglesia naciente que se tambalea ante las tremendas dificulta-
des. El servicio, o la manera con que esta familia sirve a la comunidad es re-
conocida por Pablo, al pedir a los corintios que se pongan a disposición de
gente como ésa y de cuantos colaboran en sus fatigas.
Esta imagen es un aliciente para la vida de quienes pretendan servir a la
comunidad eclesial, que el hogar cristiano debe ser un lugar de encuentro, la
relación familiar esté basada en el amor, el trabajo y dedicación profesional
sea ejemplar, digno de cristianos, así como el servicio apostólico en el ámbito
de la comunidad busque siempre el bien de los demás. La oración y la alaban-
za broten sinceras participando en ella los hijos. La limosna, la puerta abierta,
el perder la vida por los hermanos surge espontáneamente cuando el Señor es
el Señor de la casa y el Señor de las vidas...
45
Conferencia 10 de Abril de 1.998 en su última Semana Bíblica. Parroquia de San Juan de la Ribera de
Valencia. Falleció en Salamanca el 10 de Julio de 1.998.
47
46
ALONSO SCHÖKEL, LUIS. Biblia del Peregrino, Edición de estudio. N.T. Nota a la primera carta a
Timoteo 3, 8-13.. Mensajero. Bilbao 1996. 538.
48 El Diaconado Permanente
47
Ignacio a los Magnesios, VI, 1. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991
48
Ídem XIII, 1-2.
50 El Diaconado Permanente
Es menester también que los diáconos que son ««ministros»» de los ministerios
de Jesucristo agraden a todos de todas las maneras. Pues no son diáconos de co-
midas y bebidas, sino servidores de la Iglesia de Dios. Por tanto es necesario que
se guarden de reproches como del fuego»; sigue manifestando a continuación
que: «Recíprocamente reverencien todos a los diáconos como a Jesucristo, así
como el obispo que es figura del Padre y a los presbíteros como al senado de Dios
y como la asamblea de los apóstoles. Sin aquellos no existe la Iglesia. 49
En la carta a los Filadelfios, Ignacio, llamado Teóforo se dirige
Al obispo, a los presbíteros que están con él y a los diáconos que fueron estable-
cidos por voluntad de Jesucristo, a los cuales por propio deseo fortaleció en fir-
meza por su Espíritu Santo». Prosigue diciendo: «Esforzaos por frecuentar una
sola Eucaristía, pues una es la carne de nuestro Señor Jesucristo y uno el cáliz pa-
ra unirnos a su sangre, uno es el altar como uno es el obispo junto con el presbite-
rio y los diáconos, mis compañeros de esclavitud. Así, todo lo que hagáis, haced-
lo según Dios.
Más avanzada la carta les solicita que:
es conveniente que vosotros, como Iglesia de Dios, elijáis un diácono que vaya
como embajador de Dios para que se alegre con ellos, que están unidos, y glorifi-
quen el Nombre. 2. Será bienaventurado en Jesucristo el que sea considerado dig-
no de tal función, y vosotros seréis glorificados. Si lo queréis, no es imposible
««hacerlo»» por el nombre de Dios, así como las iglesias más cercanas enviaron
obispos, y otras, presbíteros y diáconos», y refiriéndose a un compañero suyo les
dice: «En cuanto a Filón, diácono de Cilicia, hombre atestiguado que también
ahora me sirve en el ««ministerio»» de la Palabra de Dios, junto con Reo Agato-
podo, hombre selecto, que me sigue desde Siria renunciando a su vida. 50
En la carta a los Esmirniotas les dice:
Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al presbítero como a los após-
toles. Respetad a los diáconos como al mandamiento de Dios.». Reconoce el
comportamiento de la Iglesia de Esmirna: «Hicisteis bien al recibir a Filón y a
Reo Agatopodo como a diáconos de Cristo, Dios, los cuales me han seguido por
49
Ignacio a los Tralianos, II, 3. III, 1. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991
50
Ignacio a los Filadelfios, Saludo. IV,1. X, 1-2. XI,1. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva.1991
51
Dios. Ellos dan gracias al Señor por vosotros porque los aliviasteis de todas maneras.
51
51
Ignacio a los Esmirniotas, VIII, 1. X, 1. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991
52
Policarpo a los Filipenses.V, 1-3 Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991
53
Ignacio a Policarpo. VI, 1 Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991
54
Policarpo a los Filipenses V 1.2 Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.991 218s
55
HERMAS. El Pastor. XXVI 2. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva. 1.995 271
52 El Diaconado Permanente
2. Así pues, no los despreciéis, pues ellos ocupan entre vosotros un puesto de
honor junto con los profetas y los doctores». 56
Desde el primer siglo en plena expansión del cristianismo el carácter mi-
nisterial del diaconado se manifiesta como:
Diakonías propias en Clemente Romano 40, 5.
En Ignacio de Antioquia:
Diakonía de Jesucristo en Magnesios 6, 1;
diakonía de Dios en Esmirnotas 12,1;
diáconos de los misterios de Jesucristo y servidores de la Iglesia de Dios
en Tralianos 2, 3;
diáconos de Cristo Dios en Esmirnotas 10, 1;
diáconos de Dios y Cristo en epístola a Policarpo 5, 2.
Las comunidades cristianas nacientes son catequizadas por doctores y pro-
fetas provenientes de otras iglesias, que por la itinerancia, mantienen un
vínculo de dependencia con ellas y cuando van creciendo y surge la necesidad
de tener su propia organización, para vitalizar su crecimiento, deben elegir
esos obispos y diáconos que a su vez desempeñen el oficio de profetas y doc-
tores en su respectiva comunidad. Ignacio de Antioquia dice de Filón:
Aún ahora me sirve a mí en la Palabra de Dios.
También Clemente de Alejandría manifiesta:
Uno es realmente presbítero de la Iglesia y diácono verdadero de la voluntad de
Dios si es que cumple y enseña las cosas de Dios.
Ellos son garantes, en cierta manera, de la fe transmitida por la predica-
ción de esos profetas y doctores itinerantes, que van fundando núcleos de vida
cristiana por todo el viejo imperio romano, por lo que el respeto a la autoridad
en el servicio, recibida de la comunidad es fundamental, ya que el consejo que
les da el «didachista», esta fundado en la experiencia personal ya que al ser
uno de ellos, y ser extraído y elevado a un orden jerárquico para ser servidor
de ella, surgen recelos y envidias; cualquier roce humano de desprecio, moti-
56
Didaché. XV, 1-2. Fuentes Patrísticas. Ciudad Nueva 1.991
53
vado por el alejamiento aparente de una relación afectiva por tener que abar-
car el afecto a toda la comunidad así como su dedicación exclusiva al servicio
de todos sus hermanos.
Tenemos noticia del martirio del diácono Santos, del obispo Potino y de la
esclava Blandina, entre cincuenta cristianos martirizados, a través de Eusebio
de Cesárea, que conserva una carta de los cristianos de Lyon y de Vienne. Los
mártires de Lyon en el año 177, en los tiempos de Marco Aurelio.
La evolución en la vida comunitaria de las iglesias en los primeros siglos
va llenando de contenido los ministerios ejercidos en la comunidad, diferen-
ciándose epíscopos, presbíteros y diáconos, ejerciendo el ministerio de Presi-
dencia el epíscopo que se distingue de los demás presbíteros. El diácono, mi-
nistro subalterno, está vinculado a la persona del epíscopo. Quedando situados
los tres grados del ministerio que conocemos: obispo, sacerdote y diácono.
Hacia el año 251, San Cornelio I, presenta a su iglesia:
Hay 46 sacerdotes, 7 diáconos, 7 subdiáconos, 42 acólitos, 52 entre exorcistas,
lectores y ostiarios, y entre viudas y pobres más de 1500 a los que alimentan la
gracia y el amor del Señor...57
En tiempo de San Cornelio Papa, hacia el año doscientos y cincuenta, mantenía la
Iglesia Romana ciento y cincuenta y quatro clérigos , y más de mil quinientos po-
bres. 58
Desde el siglo III, los diáconos desarrollan su actividad pastoral en el ámbito de
los tres ministerios. Así la Traditio Apostólica nos habla de presidir reuniones de
instrucción y oración (TA 39), de presentar las ofrendas al obispo en la celebra-
ción eucarística (TA 8,21) y ayudar a partir el pan consagrado (TA 22). Menciona
como una de las obligaciones del diácono la de indicar al obispo los enfermos de
la comunidad (TA 34). La misma actividad se anota en la Didascalía: invita a los
fieles a reconciliarse al inicio de la asamblea litúrgica (II, 54, 1) y les da las nor-
mas precisas sobre el buen orden en las asambleas (II, 57, 6-11; 58, 5).Les hace
responsables de la pronta atención a los enfermos (III, 13, 1), les ordena visitar
personalmente a todos los necesitados (III, 13, 7) y acoger a los forasteros que
llegan a la comunidad (II,59,1). 59
57
Eusebio Historia eclesiástica, VI, 43, 11.
58
FLEURY, CLAUDIO. Las costumbres de los cristianos. Laborda. Valencia 1.771.145
59
ROYÓN LARA, E. El ministerio del diácono en una Iglesia ministerial. Estudios Eclesiásticos nº
240 1.987.
54 El Diaconado Permanente
Entre los diversos ministerios que desde los inicios del cristianismo fue
adquiriendo un significado particular es el diaconado. Éste estuvo lleno de
contenido, de funciones específicas permanentes de dedicación a la comuni-
dad.
Del tiempo de las persecuciones tenemos abundantes testimonios y datos
prácticos de la vida de aquellos cristianos que nos permiten conocer mejor sus
costumbres, su manera de vivir y sobre todo de organizarse.
El estilo de vida de aquellas comunidades insertas en un mundo hostil, in-
dudablemente sorprendían en su época, por una parte la conversión de sus
costumbres en contraste con la manera de vivir en la sociedad romana, el nue-
vo modo de relacionarse entre sí y con los demás, atraería no solo la curiosi-
dad sino la crítica, el rechazo, la envidia, la denuncia de ir contra lo estableci-
do.
Por otra parte la nueva manera de corresponderse unos con otros, amos
con esclavos, dignatarios con humildes, ricos con pobres, compartiendo los
bienes sin acepción de personas, era sin duda motivos de rechazo y crispación
ya que las actitudes de aquellos cristianos ante la vida, asumían el respeto al
otro y el amor al enemigo, el perdón de las ofensas y la aceptación de su pro-
pia historia como voluntad firme del encuentro personal con Dios, un Dios
que mostraba sus preferencias de amor con aquellos que sufren y son perse-
guidos. Desde el corazón del Imperio, proféticamente anunciaban que era
posible ser feliz en medio de esa generación, por lo que el poder establecido
sintiéndose amenazado y denunciado, derramó la sangre de quienes no reco-
nocieron al Cesar como Señor…
Aunque no es una fuente válida científicamente, por su interés en cierta
manera etnológico, incluyo en este estudio e inserto a continuación algunas
citas recogidas del libro “Las costumbres de los cristianos” 60; prácticamente
recoge la manera de vivir y organizarse aquellas comunidades de los primeros
siglos y que coinciden con lo transmitido en la tradición de la Iglesia.
-Pág. 77.61
60
FLEURY, CLAUDIO. Las costumbres de los cristianos. Laborda. Valencia 1771
61
Es la página correspondiente donde se puede hallar la totalidad del relato. Vale para todos los encabe-
zamientos que incluyan «Pág»
55
Si ellos se privaban de los gustos violentos que buscan la mayor parte de los hom-
bres, también estaban libres de tristezas, y demás pasiones que los atormentan,
pues vivían sin ambición, ni avaricia. Y no teniendo apego a los bienes de esta
vida, se afligían poco en sus calamidades: gozaban de la paz de la buena concien-
cia, y de la alegría de las acciones virtuosas que les afligía.
-Pág. 90.
Un diácono exhortaba a orar, el sacerdote hacía la oración y el pueblo le acompa-
ñaba, respondiendo AMEN.
-Pág. 91
Habiendo él comulgado, distribuía la comunión a todos por mano de los diáconos.
En cuanto a los que no habían podido asistir al Sacrificio, se les enviaba la Euca-
ristía con los diáconos, o acólitos.
-Pág. 92
El ágape que se seguía después de la comunión en los primeros tiempos, era una
cena de comidas ordinarias que hacían todos juntos en el mismo lugar. Después
se dio solamente a las viudas, y pobres; y siempre tenía en ellas una porción el
Pastor, aunque ausente. Los sacerdotes, y diáconos tenían porción doble, y se da-
ba una a cada uno de los lectores, cantores y porteros.
-Pág. 116-117
Apretaban muchas veces a los cristianos en aquellos interrogatorios, a que descu-
briesen a sus cómplices, esto es, a los demás cristianos, especialmente a los obis-
pos, y presbíteros que los enseñaban, y a los diáconos que los asistían. Y a que
entregasen los libros sagrados. Escudriñando las casas de los lectores.
-Pág.119
Entre tanto la Iglesia tenía un particular cuidado de aquellos santos encarcelados.
Los visitaban con frecuencia los diáconos, para servirlos, hacer sus recados y dar-
les los consuelos necesarios.
-Pág. 120
Se vieron prelados que consagraron sobre las manos de los diáconos, por falta de
altar.
-Pág. 141-142
Escogíanse por diaconisas las viudas más ancianas, esto es, de sesenta años.
Siempre eran las viudas más prudentes y más experimentadas las que se nombra-
ban para todos los ejercicios de caridad. Las diaconisas recibían la imposición de
manos, y eran contadas entre la clerecía, porque ejercitaban con las mujeres parte
de los ministerios de los diáconos. Era su empleo el visitar a todas las personas de
su sexo, que la pobreza, enfermedad o otra miseria hacía dignas del cuidado de la
Iglesia. Instruían a las que eran catecúmenas, o por mejor decir, les repetían las
instrucciones del catequizante. Las presentaban al Bautismo, ayudándolas a des-
56 El Diaconado Permanente
nudar, y a revestirse para que los sacerdotes no las viesen en estado indecente.
Guiaban después por algún tiempo, para dirigirlas en la vida cristiana. En la Igle-
sia guardaban las puertas por donde entraban las mujeres, y cuidaban de que cada
una se pusiese en el lugar que le correspondía. Las diaconisas daban cuenta de to-
dos los ejercicios al obispo, y con su orden a los presbíteros, o diáconos. Servían
principalmente para prevenirlos de las necesidades de las otras mujeres y para
hacer con su dirección lo que ellos no podían por sí mismos con tanta decencia.
-Pág. 147-148
Se encargaba como una obligación de la religión se diesen a la Iglesia los diez-
mos, y primicias de todos los frutos de la tierra, y del ganado para la subsistencia
de los clérigos, y de los pobres. Se llevaban aquellas ofrendas a casa del obispo, o
de los diáconos. Eran los diáconos los que cuidaban de ellos: era su obligación el
recibir todo lo que se ofrecía para las necesidades comunes de la Iglesia,
guardándolo, y distribuirlo según mandase el obispo, el cual daba las ordenes
según el informe que ellos hacían de las necesidades particulares. Era también de
su obligación informarse de aquellas necesidades, y tener listas exactas, tanto de
los clérigos, como de las vírgenes, viudas, y demás pobres que alimentaba la Igle-
sia. También les pertenecía examinar a los que se presentaban de nuevo, y el celar
sobre el modo de portarse de aquellos que ya estaban recibidos, para ver si merec-
ían ser asistidos. Les tocaba el proveer hospedaje a los forasteros, y el saber
quién, y cómo les había de pagar el gasto que ocasionasen. Acudían a ellos los le-
gos para todo lo que querían pedir o decir al obispo, a quien no hablaban tan li-
bremente por respeto, y por temor de no molestarle: y así la vida de los diáconos
era muy activa, y trabajosa. Necesitaban de atravesar a menudo la ciudad, y aún
muchas veces hacer viajes fuera de ella; siendo esta la razón por qué no gastaban
ni manteos, ni hábitos largos como los demás sacerdotes, sino solamente algunas
túnicas, y dalmáticas, por estar más prontos a la acción, y movimiento.
-Pág 162
No ordenaba el obispo, ni presbíteros, ni diáconos, ni otros clérigos, sino precisa-
do de la necesidad que tenía de ellos para el servicio de su Iglesia .
-Pág. 162
Le asistían en todos los actos públicos, como los oficiales a los magistrados, o por
mejor decir, como discípulos que acompañan a su maestros, pues estaban tan uni-
dos a él como los Apóstoles a Jesucristo. Y así, si intentara el obispo enseñar o
hacer alguna cosa contraria a las tradiciones apostólicas, no lo hubieran sufrido
los antiguos presbíteros y diáconos, le hubieran advertido caritativamente.
-Pág. 170.
Se tenía por felicidad aun el hospedar a un diácono, o el tenerle a su mesa.
57
-Pág. 256.
Los cristianos asistían de dos modos a los pobres. Uno era dándoles solamente
limosnas, y dejándolos se recogiesen a donde pudiesen. Había en cada quartel de
Roma un paraje llamado Diaconía, que era como almacén de aquellas limosnas.
Vivía en él un diácono, y recibía para este ministerio cierta cantidad de que
daba cuenta.62
La catequización era una tarea fundamental puesto que surgía desde la
íntima vivencia de la fe comunitaria. Cada catequista catequizaba en nombre
de la comunidad, manifestándose estos carismas en aquellos hermanos en los
que el Espíritu Santo separaba para este servicio. No todos estos catequistas
tenían la maestría y el dominio profesional de la enseñanza aún teniendo cua-
lidades intelectuales brillantes, pero todos tenían el celo por el Evangelio te-
niendo presente sus limitaciones humanas. Esta actitud de humildad la encon-
tramos plasmada en un escrito de San Agustín que dirige a Deogracias, diáco-
no de Cartago.
Me pediste, hermano Deogracias, que te escribiera algo que pudiera serte útil, so-
bre el modo de impartir la charla de admisión en el catecumenado. Me explicabas
que, a menudo, son conducidos hasta ti en Cartago, donde eres diácono, aquéllos
que deben recibir la primera formación en la fe cristiana, ya que tienes fama de
poseer ricas dotes de catequista, tanto por tu doctrina de la fe como por la elegan-
cia y atractivo de tu habla; pero que tú casi siempre te ves en serios apuros para
dar con el modo adecuado de inculcarles los contenidos propios de la fe cristiana,
así como determinar el inicio y fin de la narración, y sobre si a su término debe-
mos añadir alguna exhortación, o bien únicamente aquellos preceptos en cuyo
cumplimiento conozca nuestro oyente que está guardada la vida y profesión cris-
tiana. Me confesabas también y te lamentabas de que con cierta frecuencia te hab-
ía ocurrido que a lo largo de una plática prolongada y tibia, tú mismo tenías sen-
sación de ir perdiendo interés y de aburrimiento, cuanto más aquel a quien instru-
ías y los demás que estaban presentes escuchándote. Me indicabas, por último,
que todas esas vicisitudes te habían impelido a urgirme por la caridad que te de-
bo, a que no descartara entre mis ocupaciones la de escribirte algo sobre este te-
ma». 63
Conocemos a través del testimonio de Hipólito en su obra la Tradición
Apostólica, la liturgia de la imposición de manos, la administración del sa-
cramento del Orden:
62
FLEURY, CLAUDIO. Las costumbres de los cristianos. Laborda.
63
SAN AGUSTÍN. Introducción al catecumenado. Pág 43 Ediciones Clásicas. Madrid 1.991
58 El Diaconado Permanente
para ordenar a los diáconos sólo es el obispo quien impone las manos, porque no
se le ordena para el sacerdocio, sino para el ministerio del obispo, para hacer lo
que le mande. Con esta sencilla formulación, Hipólito ha vinculado el diaconado
al ministerio y lo ha descrito en función del obispo al que sirve. El obispo y los
presbíteros imponen las manos para ordenar a otros presbíteros pero solo el obis-
po impone las manos para ordenar al diácono. 64
En el siglo V, el Concilio de Calcedonia recoge en términos jurídicos la
concepción y práctica que en las comunidades cristianas se hacia del ministe-
rio en la Iglesia primitiva, ordenando y estabilizando los ministerios, articu-
lando la uniformidad de criterios para la práctica común en toda la Iglesia,
dejando bien claro la concepción eclesial del ministerio y definiendo la de-
pendencia de los ministerios y carismas a una comunidad concreta.
Cuando se ordena a un diácono, solo el obispo que le bendice ponga las manos
sobre su cabeza, porque no es consagrado para el sacerdocio, sino para servir a
éste. Hay más de una docena de cánones que comienzan: Cuando se ordena a... y
menciona los siguientes oficios: Obispo, presbítero, diácono, subdiácono, acóli-
to, exorcista, lector, ostiario, salmista. Y siguen ordenaciones para consagrar
vírgenes y viudas y el canon 101 para el matrimonio. 65
Santo Tomás da como razón fundamental y lógica la relación que cada una de
las siete órdenes guarda con la Eucaristía. Desde aquí concluye el Santo, que el
lugar de máxima categoría entre las órdenes corresponde al sacerdocio y afirma
que al diaconado corresponde servir al sacerdote en todo lo referente a la cele-
bración eucarística. Este pensamiento de Santo Tomás, tenía una lógica, desde el
momento que aceptaba el principio vinculante del orden a la Eucaristía. Pero el
planteamiento del Concilio Vaticano II ha sido otro distinto, al fundamentar el
orden en la participación de la misión de Cristo. 66
En el Concilio de Elvira, celebrado al inicio del siglo IV, se pone de mani-
fiesto que había diáconos rigiendo comunidades en ausencia de obispos o
presbíteros, ya que se dispone normas prácticas en la administración del Bau-
tismo:
64
ARNAU-GARCÍA, RAMÓN. Orden y Ministerios. BAC. Madrid 1.995
65
DENZINGER E. Concilio de Calcedonia. De las ordenaciones de los clérigos. Can. 4 (92). El
Magisterio de la Iglesia. Herder 1963 DeZ 150-158.
66
ARNAU-GARCÍA, RAMÓN. El Ministerio en la Iglesia. Facultad de Teología. Valencia. 1.991.
59
-Canon 77 «Si algún diácono que rige al pueblo sin obispo o presbítero, bautizara a
algunos, el obispo deberá perfeccionarlos por medio de la bendición; y si salie-
ran antes de este mundo, bajo la fe en que cada uno creyó, podrá ser uno de
los justos.» 67
En el período de la decadencia del diaconado tenemos el testimonio de
ciertas tensiones presentes en el mundo eclesial, que si bien no manifiesta un
problema directo con este ministerio, sí está en el trasfondo de una práctica
errónea y condenada por el Concilio de Costanza.
Errores de Juan Wicleff. Condenados por la «Bula Inter cunctas e In eminentis»
de 22 de febrero de 1414-1418. Lícito es a un diácono o presbítero predicar la pa-
labra de Dios sin autorización de la Sede Apostólica o de un obispo católico. 68
Estas tensiones manifiestan que había diáconos y presbíteros que ejercían
el Ministerio de la Palabra predicando sin autorización del ordinario corres-
pondiente, y si existe esta condenación documentada por un Concilio, hace
suponer que el problema era muy grave y que afectaba a un sector amplio de
la Iglesia en el que estaban algunos diáconos implicados.
Después de un gran silencio hasta el Concilio de Trento, se propuso una
reforma del orden. Debatido durante el tercer período de sesiones, extrema-
damente largo, cargado de tensiones e influencias políticas, en donde lo me-
nos importante eran las órdenes inferiores al presbiterado. Acaparó la máxima
tensión el nombramiento de obispos, la formulación del origen de los mismos;
debate agresivo en el que para unos era inadmisible la siguiente formulación:
La jerarquía descansa en un institución divina, en lugar de, los obispos están insti-
tuidos por Cristo. 69
Fueron tan grandes las divergencias que peligraba su continuidad por lo
que se apresuró a los padres conciliares y legados presentes a retomar otras
propuestas, entre ellas la institución de los seminarios, casas semilleros donde
se puedan formar buenos sacerdotes.
A fin de revitalizar las órdenes menores se adicionó a modo de suplemento una
relación de los deberes del ostiario, lector, exorcista y acólito, así como del sub-
diácono y diácono. 70
67
DENZINGER E. Concilio de Elvira. Bautismo-Confirmación D-52e Can. 77. Versión de Internet.
68
DENZINGER E. Concilio de Constanza 1414-1418 Errores de Juan Wicleff D-594 14. Versión de
Internet
69
HUBERT JEDIN, Historia del Concilio de Trento 4, II Eunsa. Pamplona 1981. 110
60 El Diaconado Permanente
El ascenso al sacerdocio se hace por grados, las cuatro menores y las dos órdenes
mayores; el diaconado y el orden sacerdotal se mencionan en la Sagrada Escritura
(cap 2 y can 3). La ordenación es un sacramento, no un mero rito (cap 3 y can 3),
imparte el Espíritu Santo (can 4) e imprime como el bautismo y la confirmación,
un carácter que no puede destruirse ni quitarse. 71
Pero el Concilio mantuvo firme el principio de que los ministerios inferiores deb-
ían estar vinculados a una consagración, a una orden. Por esto decidió que allá
donde los candidatos al sacerdocio no fuesen bastantes numerosos para satisfacer
las necesidades pudieran ser suplidos por hombres casados (cap 17). Repitió el
decreto de Bonifacio VIII, que atenuó las medidas tomadas por sus antecesores y
reconoció para los clérigos casados los privilegios clericales, con la condición que
llevaran tonsura y el hábito eclesiástico y que estuvieran casados una sola vez con
una mujer virgen. El Concilio de Trento consideró, por lo tanto, en las órdenes
menores, no solamente unas etapas por las cuales los candidatos pasan al sacer-
docio, sino que vio principalmente unas funciones de Iglesia. Distinguió, pues,
dos clases de clérigos: los que, establecidos por el Obispo, permanecían durante
toda su vida en el estado de minoristas, al servicio de alguna iglesia y los que se-
guían sus estudios en el seminario, como en camino hacia la recepción de las
órdenes mayores. 72
La Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia nos ha lle-
gado hasta hoy con vigor y energía, y se hace presente en nuestra generación a
través del Concilio Vaticano II para que sintiéndonos que somos Pueblo de
Dios seamos capaces de imitar el modo de servir como Jesús sirvió al Padre
por lo que restablece un diaconado de signo permanente, considerando y for-
mulando en la LG 29 en la que se concreta en los puntos siguientes:
1º. Los diáconos están en el grado inferior de la jerarquía.
2º. Se les impone las manos no para el sacerdocio sino para el ministerio.
3º. Fortalecidos con la gracia sacramental sirven, en comunión con el
obispo y su presbiterio, al ministerio de la liturgia, de la palabra y de la cari-
dad.
73
CONGAR, Y. El diaconado en la teología de los ministerios. 16s.
74
Catecismo católico para adultos. Conferencia episcopal alemana. BAC 500. 1.992. 325.
75
KERKVOORDE, A. Bosquejo de una teología del diaconado, 213. Estudios Eclesiásticos. 220.
62 El Diaconado Permanente
El diácono puede guiar legítimamente en nombre del párroco o del obispo, las
comunidades cristianas lejanas». 76. « Es una función misionera que han de des-
empeñar en los territorios, en los ambientes, en los estratos sociales, en los gru-
pos, donde falte el presbítero o no se le pueda encontrar fácilmente. De manera
especial en los lugares donde ningún sacerdote pueda celebrar la Eucaristía, el
diácono reúne y dirige la comunidad en una celebración de la Palabra, en la que
se distribuyen las sagradas especies, debidamente conservadas. Es una función de
suplencia, que el diácono desempeña por mandato eclesial cuando se trata de sa-
lir al paso de la escasez de sacerdotes. Pero esta suplencia, que no puede nunca
convertirse en una completa sustitución, recuerda a las comunidades privadas de
sacerdotes la urgencia de orar por las vocaciones sacerdotales y de esforzarse por
favorecerlas como un bien común para la Iglesia. También el diácono debe pro-
mover esta oración. 77
En el Congreso Internacional de Diáconos, celebrado en Budapest el 6 de
Abril de 1.991. Mons. Lajos Kada, 78 a la sazón secretario de la Congregación
del Culto Divino, en su alocución, confirmó la doctrina del Concilio Vaticano
II referente al Diaconado Permanente. En dicho artículo hace una pregunta
para presentar la importancia del diaconado:
¿Cuáles son las experiencias con los diáconos en los países donde el diaconado ha
sido introducido? Es claro que el trabajo de los diáconos para la Iglesia local es
fructífero allí donde:
-los presbíteros han sido preparados desde el seminario para una buena colabora-
ción con los diáconos, y después, entre los presbíteros -especialmente los párro-
cos - y los diáconos se realiza un buen trabajo en común;
-los diáconos son cuidadosamente elegidos y formados sólidamente, y donde esa
formación se continúa de una manera regular;
-se da a los diáconos misiones adecuadas y realizables;
-las esposas, que deben tener también una preparación adecuada, acompañan a
sus maridos en su labor diaconal, con todo el corazón e interés.
Manifiesta en su alocución que
76
Sacrum diaconatus ordinen ( n.22, 10 m) Pablo VI
77
Funciones del diácono. Ecclesia núm 2.567. -1.993. 25 6-11
78
Mons. Lajos Kada fue Nuncio de la Santa Sede en España
63
También hay, por supuesto, experiencias negativas, que cabe atribuir a un escaso
cumplimiento de los requisitos necesarios». 79 A pesar de los problemas, el dia-
conado es uno de los frutos más valiosos del Concilio.
79
Carta a los Diáconos del comité para el diaconado. Conferencia Episcopal de España. 15 de Diciem-
bre de 1.991. nº 15
64 El Diaconado Permanente
llame a muchos a este ministerio y les dé fuerzas para cumplir fielmente el servi-
cio aceptado. 80
80
Idem
81
Josef Hornef impulsor de la instauración del Diaconado Permanente desde el laicado. ¿Vuelve el diaco-
nado de la Iglesia Primitiva? Ed. Herder. Barcelona 1962
65
personas idóneas como diáconos, ya que el trabajo codo a codo con miem-
bros de las Iglesias de la Reforma, que tenían la diaconía como forma estable
de vida y servicio a sus respectivas comunidades, facilitaron en cierta manera
un patrón de comportamiento que centró la toma de conciencia de dicha expe-
riencia para la recuperación del diaconado católico. En diversas conferencias
europeas de Caritas llegaron a proponer a Pío XII el restablecimiento del mi-
nisterio diaconal estable. En la alocución que el Papa Pacelli dirigió al segun-
do congreso mundial del apostolado de los laicos en Octubre de 1957, se refi-
rió a la idea de que volver a introducir el diaconado como función diferente
del sacerdocio, todavía no estaba madura, pero que podía llegar a madurar y
en todo caso se enmarcaría dentro del orden jerárquico fijado, tal como la
tradición antigua lo concebía. Estas viejas aspiraciones del laicado surgidas en
Alemania después de la segunda guerra mundial, se hicieron realidad en el
Concilio Vaticano II 82 y posteriormente, Pablo VI sancionó canónica y litúr-
gicamente todo lo concerniente a ese orden. 83 Recientemente, Juan Pablo II
aprobó el «Directorio para el ministerio y la vida de los diáconos permanen-
tes. El estatuto jurídico del diácono» 84
Para una Iglesia de hoy, al inicio del tercer milenio y en un momento
histórico concreto en que la sociedad no es la misma ni la Iglesia primitiva
responde al desarrollo de la actual, nos podemos cuestionar: ¿se puede recupe-
rar aquél diaconado que se ejercía en sus inicios, o por el contrario necesita-
mos de un diaconado diferente que responda a las necesidades concretas de
hoy?
A casi cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, estamos en
condiciones de poder ver que el paso del Espíritu Santo no ha sido un rápido
transito en el tiempo sino una delicada presencia permanente, una asistencia
continua en los actos de gobierno de la Iglesia, un pulular constante de hechos
y circunstancias que han influido en la historia, un arrebato de múltiples esti-
los y formas con que se expresa la unicidad de la fe.
En uno de los discursos de Juan XXIII con su voz profética manifestaba
Será verdaderamente el nuevo Pentecostés, que hará que florezca en la Iglesia su
riqueza interior y su extensión hacia todos los campos de la actividad humana;
será un nuevo paso adelante del reino de Cristo en el mundo, un reafirmar de mo-
82
LG 29
83
Sacrum diaconatus ordinem: 18 de junio de 1967; Poutificalis Rornani recognitio: 17 de junio de 1968;
Ad pascendum
84
Directorium pro ministerio et vita diaconorum permanentium» 22 de febrero de 1998.
66 El Diaconado Permanente
do cada vez más alto y persuasivo la alegre nueva de la redención, el anuncio lu-
minoso de la soberanía de Dios, de la fraternidad humana, de la caridad y de la
paz prometida en la tierra a los hombres de buena voluntad, como respuesta al
beneplácito celestial. He aquí, venerables hermanos, los sentimientos que apre-
mian mi corazón y se hacen oración y esperanza. 85
El concilio ha sido un acto de amor en el que de la fecundidad del Espíritu
Santo han ido surgiendo nuevas maneras de vivir, expresar, celebrar y que han
venido a enriquecer las que ya había, a potenciar los compromisos de aposto-
lado existentes, a iluminar nuestra historia y darnos cuenta que la Iglesia es
Madre y que en su seno se está gestando y haciendo madura la fe de sus hijos.
De esta gestación se experimenta que la acción de Dios en la vida del hombre
es eficaz a la vez que fantástica y percibiendo a través de su oído el anuncio
del Kerigma, el hombre inicia de nuevo un itinerario guiado por una promesa
que da sentido a su vida, teniendo como modelo propuesto la figura de Abra-
ham.
El Señor dijo a Abrán: - Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la
tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu
nombre, y servirá de bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a
los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán las familias del mundo.
Abrán marchó, como le había dicho el Señor... » (Gn 12,1 – 4a)
Los caminos de maduración en la fe que se han iniciado en la Iglesia, so-
bre todo desde la celebración del Concilio Vaticano II, se han ido transfor-
mando en itinerarios consistentes y seguros, al penetrar la Palabra de Dios en
la zahorra que sirve de coraza al hombre, posibilitando un proceso de conver-
sión personal que permite edificar la vida del peregrino sobre la base sólida y
cimentada de las Sagradas Escrituras. Jamás de concilio alguno surgió tanto
interés en conocer, profundizar y celebrar la Palabra de Dios, como aconteci-
miento vivo, dinámico y comprometedor para el hombre.
Es cierto que desde las encíclicas Providentísimus Deus de León XIII, y
de la Divina aflante Spíritus de Pío XII, se facilitó el lecho y el cauce para que
el Concilio Vaticano promulgase la constitución Dei Verbum. Hubo muchas
sinergias en este último siglo para que al final del mismo nos encontremos
con un panorama espléndido de diálogo permanente de Dios con el hombre
expresado en las Sagradas Escrituras. Este pueblo de Dios, nombre con que
85
Discurso Juan XXIII, 8 de Diciembre de 1.962. Sesión solemne de clausura de la primera etapa
conciliar. Concilio Vaticano II. Nº 22, 23 BAC. 1966 2º ed. 760
67
86
Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, 50, sobre la Sagrada Liturgia.
87
Concilio Vaticano II, Decreto el apostolado de los seglares, nº 2.
69
88
PABLO VI. Carta apostólica. Motu propio. Ministeria Quedam. 15 Agosto 1.972 Preámbulo
70 El Diaconado Permanente
Hay una realidad tangible en la Iglesia que desde una perspectiva teológi-
ca de conversión y renovación, incide en el hombre convocándole, desde la
escucha del Kerigma, a iniciar un itinerario de conocimiento y profundización
89
ESPARZA TOLOSA, JOSÉ. O. P. El vacío del Postconcilio. Edibesa 1.996 304-305
72 El Diaconado Permanente
tamientos que son tiempos de prueba, que pasando por el crisol del sufrimien-
to se purifican nuestras ansias, pasando por el desierto de la incomprensión, se
fecunda la vida interior apagando las voces que te interpretan la historia de
mil maneras diferentes a la verdadera historia de amor que Dios tiene para
cada uno en exclusiva.
Sabiduría la que utiliza el fariseo Gamaliel para decir ante el Sanedrín, al-
terado por la predicación de los apóstoles, que: «si es cosa de Dios no podréis
destruirlos y estaréis luchando contra Dios». (Hechos 5, 39)
La madurez cristiana da como fruto la sabiduría, el discernimiento. Un
cristiano ante dichas dificultades no presenta batalla, se limita a una obedien-
cia lúcida y generosa, para quien tiene fe, y ciega para quien solo ve con los
ojos caducos de la materialidad y del egoísmo. Esta manera de no resistirse al
mal, es un modo evangélico de aceptar y de entender a través de los aconte-
cimientos, la voluntad de Dios.
Hay ocasiones en que el ejercicio de un carisma es juzgado como separa-
ción de la ortodoxia, como distanciamiento de lo común y normal. Ese con-
traste se repite con mucha frecuencia porque el carisma y la manera multifor-
me de expresarse, pueden aparecer como una escisión de la uniformidad en la
expresión de una misma fe.
En la lista de carismas que se encuentra en la carta a los Corintios se rela-
tan cada variedad de manifestación del espíritu en una Iglesia naciente. Y ante
la proliferación de dichas manifestaciones surge la debilidad humana mani-
festándose en casos concretos como rivalidad y competencia entre hermanos,
obsesión y ambición que Pablo corta de cuajo:
A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común. (1ª Cor.
12,7)
Añadiendo en la misma carta:
Aspirad a los carismas más valiosos. La más grande es el Amor. Y que todo
se haga con orden y concierto. (1ª Cor. 12,31. 13,13. 14,40)
Entre los que experimentan las manifestaciones gratuitas del Espíritu se
dan estas situaciones propias de la debilidad humana, pero si estos carismas
están al servicio de todos, la Palabra de Dios revelada en la primera carta a los
Corintios, sigue siendo permanente y eficaz.
Pero en el discernimiento de la Iglesia, hay veces, que al ser protagoniza-
do por personas, sujetas también a la debilidad, al criterio personal y a la luz
76 El Diaconado Permanente
93
JUAN PABLO II. De la homilia en la Misa del monte del Gozo. 20-8-1.989. Iglesia en Valencia.
Suplemento del nº 107
94
GRASSO, DOMENICO. Los carismas en la Iglesia. Ed. Cristiandad 1.984. .21
95
Ostiario del Latín ÓSTIUM que significa PUERTA Hacia el año 251, San Cornelio I, en una carta a
Fabio, obispo de Antioquia dice que Roma:« hay 46 presbíteros, 7 diáconos, 7 subdiáconos, 42 acólitos, 52
entre exorcistas, lectores y ostiarios, y entre viudas y pobres más de 1500. DeZ 45
78 El Diaconado Permanente
96
DZS 157. El Magisterio de la Iglesia. Se atribuyó al Concilio de IV Cartago, que no existió, luego al
de Arlés, lo que es cierto es que proviene de finales del siglo VI y se considera al obispo Cesáreo de Arlés (
502-542 ) el autor de la oración en la que menciona, si bien a los salmistas o cantores se los llama confes o-
res: «Oremos también por todos los obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas,
lectores, ostiarios, confesores, virgenes y viudas »
79
nombres de las siguientes órdenes y los ministerios propios de cada una de ellas, a
saber: del subdiácono, acólito, exorcista, lector y ostiario. 97
Acólito 98 es el encargado de los objetos litúrgicos, quien prepara los or-
namentos sagrados, quien hace el pan y procura el vino para la eucaristía,
quien sirve y acompaña al diácono o al Presbítero en el altar.
Can 6 ( 94 ) Cuando se ordena un acólito, sea por el obispo adoctrinado sobre
cómo ha de portarse en su oficio; del arcediano reciba el candelario con velas,
para que sepa que está destinado a encender las luces de la iglesia. Reciba tam-
bién la orza vacía para llevar el vino para la consagración de la sangre de Cris-
to». 99
« El acólito es instituido para el servicio del altar y como ayudante del sacerdote
y del diácono. A él compete principalmente la preparación del altar y de los va-
sos sagrados, y distribuir a los fieles la Eucaristía, de la que es ministro extraor-
dinario» 100
« El servicio del altar comprende diversas funciones, por eso es conveniente que
se distribuyan entre varios acólitos.
Al acólito corresponde llevar la cruz en la procesión de entrada, servir el libro y
ayudar al sacerdote y al diácono en todo lo necesario, colocar sobre el altar el
corporal, el purificador, el cáliz y el misal en ausencia del diácono, ayudar al sa
cerdote en la recepción de los dones del pueblo y llevar el pan y el vino al al-
tar y entregarlo al sacerdote. Si se utiliza incienso, presente el incensario al sa-
cerdote y le asiste en la incensación de las ofrendas y del altar. Puede ayudar al
sacerdote en la distribución de la comunión bajo las dos especies, ofrece el cáliz
a los que van a comulgar o lo sostiene, si la comunión es por intinción. Acabada
la distribución de la comunión, ayuda al sacerdote o al diácono en la purifica-
ción de los vasos sagrados. En ausencia del diácono, lleva a la credencia los
vasos sagrados y los purifica y ordena». 101
Salmista lo ejercen quienes con su música y su voz proclama la Palabra de
Dios haciendo comunitario a través del canto la oración de la asamblea.
97
DZS 958. El Magisterio de la Iglesia. Sesión XXIII (15 Julio 1.563) Concilio de Trento. Doctrina
sobre el sacramento del Orden.
98
Ibid nota 75
99
DZS 154. El Magisterio de la Iglesia. Ver nota 85
100
PABLO VI. Ministeria Quedam n. VI. 15 de Agosto de 1.972
101
El acólito y el ministro extraordinario de la comunión. 102. Directorio litúrgico pastoral. Secretaria-
do Nacional de Liturgia. Competencias del acólito instituido.
80 El Diaconado Permanente
102
El salmo responsorial y el ministerio del salmista. 120 Directorio litúrgico pastoral. Secretariado
Nacional de Liturgia. PPC 1.988
103
DZS 158. . El Magisterio de la Iglesia. Se atribuyó al Concilio de IV Cartago, que no existió, luego al
de Arlés, lo que es cierto es que proviene de finales del siglo VI y se considera al obispo Cesáreo de Arlés
( 502-542 ) el autor de la oración en la que menciona, si bien a los salmistas o cantores se los llama confe-
sores : <<Oremos también por todos los obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas,
lectores, ostiarios, confesores, virgenes y viudas>>>
82 El Diaconado Permanente
104
MARTIMORT, A. G. La Iglesia en Oración. Introducción a la Liturgia. Extractado de la Pág 134.
Barcelona. Herder 1964 1ª edición
105
supra nota 75
106
supra nota 74 DZS 158
83
107
PABLO VI. Ministeria Quedam n. V. 15 de Agosto de 1.972
108
ALONSO SCHÖKEL, L. La Palabra Inspirada. Herder 1.969 2ª ed. 250. La Palabra Inspirada..
Cristiandad 1.986 3ª ed. 265.
109
Constituciones Sinodales 449-4. 1.987
110
Constituciones Sinodales 494 a. 1.987
111
Constituciones Sinodales. 506- 1. 1.987
84 El Diaconado Permanente
Quienes los reciban han de estar persuadidos de que, en unión íntima con el
párroco, están al servicio de la comunidad, según lo prescrito por el Código. 112
Didáscalo para los niños es quien enseña y educa, Se encarga de ellos, les
reúne y prepara la eucaristía, les explica la Palabra de Dios. Les forma y
acerca a su comprensión aquellos signos que manifiestan lo trascendente. Les
introduce paulatinamente en un ambiente de oración, iniciándoles en la con-
templación del Misterio. Esta función pedagógica la cumplen prácticamente
los catequistas de niños, pero en comunidades cerradas, en grupos pequeños,
suele existir alguien que realiza este servicio, alguien que tenga un conoci-
miento claro de lo que hay que transmitir y su vida sea un ejemplo de co-
herencia que facilite a los niños su experiencia personal e íntima con Dios.
-Pág 221. Las costumbres de los cristianos.
Había también otro, que cuidaba particularmente de los niños, cuyo asiento estaba
cercano al Tribunal del obispo; y para los más chicos, se advertía a sus madres los
tuviesen en sus brazos.
El anuncio del mensaje cristiano, la transmisión de la fe y el acompaña-
miento hacia su profundización, se manifiesta en la gran acogida de la cele-
bración eucarística a la que son convocados todos quienes comparten los di-
versos ministerios y carismas que para su edificación la comunidad eclesial
celebra. Esta comunión se manifiesta con la salida hacia el exterior de ella, de
personas que en nombre y como misión de toda la comunidad actuarán anun-
ciando el Kerigma por lo que se les llama Catequistas, evangelizan en nombre
de la comunidad y en la comunidad.
El primer testimonio lo sugiere una lectura atenta en la institución como
sirvientes, ¿diáconos?, por los apóstoles que impusieron sus manos a los siete,
atendían con su servicio a los pobres y actuaban como predicadores o cate-
quistas.
Normalmente en todas las parroquias este servicio es realizado por un
grupo que mueve gran parte de la actividad juvenil. Es importante que se pue-
da contar este servicio entre los demás ministerios. De hecho, en algunas dió-
cesis se cuenta entre los ministerios característicos el de catequista.
112
Constituciones Sinodales. 565 1.987
85
Además de los ministerios comunes a toda la Iglesia Latina, nada impide que las
Conferencias Episcopales pidan a la Santa Sede Apostólica la institución de otros
que por razones particulares crean necesario o muy útiles en la propia región.
Entre éstos están, por ejemplo, el oficio de Ostiario, de Exorcista y de Catequista,
y otros que se confíen a quienes se ocupan de las obras de caridad, cuando esta
función no esté encomendada a los diáconos.
Está más en consonancia con la realidad y con la mentalidad actual el que estos
ministerios no se llamen ya Ordenes menores; que su misma colación no se llame
«ordenación», sino «institución», y además que sean propiamente clérigos, y te-
nidos como tales solamente los que han recibido el Diaconado. Así aparecerá
también mejor la diferencia entre clérigos y seglares, entre lo que es propio y está
reservado a los clérigos y lo que puede confiarse a los seglares cristianos, de este
modo se verá más claramente la relación mutua, en virtud de la cual el sacerdocio
común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque con diferentes
esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues
ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo 113
El presbítero es la cabeza de la comunidad. Hace presente en la asamblea
a Jesucristo ejerciendo el oficio insustituible de Presidencia. Ha recibido por
el sacramento del orden la misión presbiteral. Es un don de Cristo a la comu-
nidad, como lo es el diácono, como lo es el obispo para toda su Iglesia.
Las personas que tienen el carácter sacerdotal impreso por el sacramento
del Orden en cualquiera de sus tres grados son cristianos, hermanos de los
demás miembros de la Iglesia, de la comunidad parroquial, de la pequeña
comunidad o grupo y desempeñan por su ministerio la función de cabeza, una
autoridad no impuesta, reconocida por todos los hermanos porque sin ese
reconocimiento no podría existir una comunidad de creyentes.
El presbítero es en la comunidad la presencia de Cristo sacerdote que co-
hesiona todas las tendencias, todas las formas de expresión que surgen en ella.
Es la garantía y consistencia de la comunión entre los hermanos y de estos con
la Iglesia. Vela por la fidelidad a la tradición y mantiene expectante su oído
para poder discernir el lenguaje con que el Espíritu Santo habla a cada miem-
bro de la comunidad.
113
PABLO VI. Carta Apostólica. Motu propio. Ministeria Quedam.15 Agosto1.972. Preámbulo.
87
114
QUOIST, MICHEL. Oraciones para rezar por la calle. Pág. 86. 4ª edición. Sígueme. 1.962
Dice así: « me tropecé con los pequeños que jugaban en la acera, los niños, Señor, los niños de los
otros, que jamás serán míos. Y heme aquí, Señor, solo.
El silencio es amargo, la soledad me aplasta.
Es duro amar a todos sin reservarse nadie, es duro estrechar una mano sin querer retenerla, es duro
hacer nacer un cariño tan sólo para dártelo, es duro no ser nada para sí mismo por serlo todo para
ellos, es duro ser como los otros, estar entre los otros, y ser otro, es duro dar siempre sin esperar la
paga, es duro ir delante de los demás sin que nadie vaya jamás delante de uno, es duro sufrir los pe-
cados ajenos sin poder rehusar el recibirlos y llevarlos a cuestas.
Es duro recibir secretos sin poder compartirlos, es duro arrastrar a los demás y no poder jamás, ni
por un instante, dejarse arrastrar un poco, es duro sostener a los débiles sin poder apoyarse uno
mismo sobre otro, es duro estar solo, solo ante todos, solo ante el mundo, solo ante el sufrimiento, la
muerte y el pecado.
Hijo mío, no estás solo: Yo estoy contigo. Yo soy tú. Desde la eternidad te elegí:
Necesito tus manos para seguir bendiciendo, Necesito tus labios para seguir hablando,
Necesito tu cuerpo para seguir sufriendo, necesito tu corazón para seguir amando,
te necesito para seguir salvando: continúa conmigo, hijo.
Señor, en esta tarde mientras todo se calla y mi corazón siente la amarga mordedura de la soledad,
mientras mi cuerpo aúlla largamente su hambre oscura, mientras los hombres me devoran el alma y
me siento impotente para hartarlos, mientras mis espaldas pesa el mundo entero con toda su carga de
miseria y pecado, yo te vuelvo a decir mi sí, no en una explosión de entusiasmo, sino lenta, lúcida,
humildemente, solo, Señor, ante Ti en la paz de la tarde».
88 El Diaconado Permanente
TABLAS ESTADÍSTICAS.
CENSO DEL CLERO DE ESPAÑA
DATOS FACILITADOS POR LA SEDE APOSTÓLICA
VARIACIÓN
AÑO 1978 1986 1994 %
78/94
PRESBÍTEROS DIOCESANOS
23.150 20.282 19.766 - 14,62
PRESBÍTEROS RELIGIOSOS
10.864 10.563 9.588 - 11,75
RELIGIOSOS PROFESOS
8.005 6.683 5.670 - 29,17
RELIGIOSAS PROFESAS
83.177 76.875 68.497 -17,65
CANDIDATOS SACERDOCIO
2.803 3.388 3.269 +16,63
DIÁCONOS PERMANENTES 5 112 181 No es significativo
115
La pastoral de las vocaciones en las Iglesia particulares de Europa. Secretariado de la Comisión
Episcopal de Seminarios y Universidades. Secretariado de Pastoral Juvenil Vocacional de la CON-
FER. Documento de trabajo del congreso sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada
en Europa. Roma, 5-10 Mayo 1.997.
93
AÑOS 78 79 80 81 82 83
FALLECEN 410 355 323 351 338 358
AÑOS 84 85 86 87 88 89
FALLECEN 398 391 346 371 359 361
DEFECCIONES 73 87 49 67 55 33
ORDENACIONES 182 166 186 35 230 203
CANDIDATOS 3404 3346 3388 3443 3356 3359
AL
SACERDOCIO
AÑOS 90 91 92 93 94 95
FALLECEN 331 332 398 378 376 Sin Datos
94 El Diaconado Permanente
116 NARCISO, CARDENAL JUBANY. Carta Pastoral: Los ministerios en la acción pastoral de la
Iglesia. Madrid. P.P.C. 1978. 7
96 El Diaconado Permanente
117
LG 9, 2.
118
CONGAR, Y. Un pueblo mesiánico. La Iglesia, sacramento de salvación. Cristiandad. 1.976. 93.
97
119
Catecismo de la Iglesia Católica. 1571. 1.993
99
120
Caritas Española. PPC. Escritos en la Arena. Alberto Iniesta. Obispo Auxiliar de Madrid. 1.980
100 El Diaconado Permanente
121
Exhortación pastoral. 7 -10- 1.992. Obispado de Jerez. Vida Nueva nº 1.868. 14 de Noviembre 1.992
122
Carta a los diáconos. Mons. Carlos Soler. nº 19 Diciembre 1.994
123
Declaraciones a Vida Nueva. José María León Acha. Director del Secretariado de la Comisión Epis-
copal del Clero. Vida Nueva Nº 1.827 de 1 Febrero de 1.992.
101
124
Constituciones Sinodales 716 b
125
ISUNZA, SANTIAGO. Reflexión sobre los Carismas y Ministerios. IDCR 04-05-1.993
103
Samuel 126 es la figura bíblica que hace presente la actitud ante la llamada
de lo desconocido. En ese pasaje de la Escritura se define la llamada personal,
el diálogo y la respuesta desde la espontaneidad. Una respuesta rápida, una
llamada reiterada, desconocida, una respuesta ante el misterio que le hace
experimentar sosiego y paz, y al mismo tiempo incertidumbre... Samuel preci-
sa de un intérprete: el experimentado Elí, que ante los signos evidentes que
detecta en Samuel, orienta la actitud y la decisión del muchacho, porque Sa-
muel aún no conocía al Señor...
En este hecho concreto de la Escritura podemos ver el origen de lo que es
un director espiritual y aunque sea a distancia prudencial, sí podemos referir
que ese guía con capacidad de discernimiento de espíritus está muy bien signi-
ficado con Elí.
Tenemos la historia del pueblo de Israel, que debería ser el patrón de
nuestra historia bien comprendida y asumida. Dios actúa desde la libertad y en
libertad, elige a quien quiere y como quiere.
En el caso del anciano Abrahán, es la tierra que le mostrará y en la que se
asentará para desarrollar su nueva vida, donde crecerá y hará famoso su nom-
bre que será la bendición, será la aprobación de su gesto, donde la protección
del Señor se hace tangible para todo un pueblo que nacerá de él.
En el caso de Samuel, es la predilección personal por un niño que todavía
no tenía la edad para conocer al Señor, para conocer la Ley, para ser indepen-
diente y optar por sí mismo. Opción que por él hace Ana la estéril, su madre,
que gritó al Señor desde su sufrimiento y el Señor le escuchó y de su esterili-
dad extrajo vida haciéndola capaz de ser madre.
Nos ha de animar saber que Dios cuando llama es más fuerte que todos y
que todo, y en ese todo se incluyen los miedos. En ese todo se agrupan las
dificultades e impedimentos de todo tipo.
Recuperado del olvido de siglos, para algunas personas cuyas vidas están
dedicadas a servir a sus hermanos, surgen hoy de las múltiples formas y cir-
cunstancias que permiten dedicarse al servicio en la Iglesia, un modo novedo-
so en el seguimiento a la llamada del Señor. Para estas personas, varones,
casados o solteros, que manifiestan en el vivir de cada día el vivir de Jesús,
126
Conviene meditar todo el relato 1 Sm 1, 2 y 3
105
recelo lógico, al pensar, que es una vía de promoción para algunos laicos más
o menos comprometidos. Esto sería desvirtuar la propia vocación, pero otra
cosa es, que se cierre esa posibilidad en la que muchos laicos sienten y viven
la llamada del Señor a un servicio ministerial ordenado y permanente. No hay
ninguna razón para agostar esas vocaciones.
Descubrir que Jesús es el Señor de tu vida, es el inicio, el principio de una
larga y fecunda historia de amor y entrega. La gracia sacramental que impri-
me la ordenación ayudará en la misión ministerial a que las Iglesias locales
sean más santas, y que sus hijos estén más dispuestos a identificarse con Cris-
to, Señor y dador de vida, que con su amor de oblación al Padre surge y de-
rrama el Espíritu Santo que es en verdad, el animador de toda liturgia que nos
envuelve.
Esta adhesión para siempre del candidato al ministerio es una decisión so-
lemne de generosa
entrega al servicio de los demás, al Pueblo de Dios, en comunión con el obispo y
su presbiterio. 127
Conviene tener siempre presente que el proceso vocacional que se inaugu-
ra en uno mismo, es similar al relato vocacional de Abraham y la llamada
íntima y personal, es similar a la del relato de Samuel, que desde la libertad se
manifiesta en un diálogo permanente, en un tira y afloja, porque siempre es
Yahvé Dios quien hace la Alianza y en la vida de uno mismo, se manifiestan
muy a las claras algunos signos de pertenencia a su propiedad personal.
En las Sagradas Escrituras, los ejemplos más significativo de la pertenen-
cia a la propiedad del Señor se encuentran en el profetismo, donde la acción
correctora de Dios a las actitudes que su pueblo elegido muestra, y la sabidur-
ía que va adquiriendo el pueblo, tienen como patrón los libros sapienciales, el
salterio, donde se convierte en oración y alabanza el reconocimiento de la
acción de Dios en su historia y que se vierte en el cumplimiento de las prome-
sas en Jesús, el Señor.
En el Sínodo de Obispos de 1.971, monseñor Ramón Echarren, obispo
auxiliar de Madrid, afirmaba en una intervención:
127
ARNAU-GARCIA, RAMÓN. «Reflexión sistemática» en Orden y Ministerios. BAC. Sapiencie
Fidei. Madrid. 1.995
107
128
los caminos de la fidelidad son siempre y necesariamente caminos de creatividad.
Y es verdad, porque la fidelidad del cristiano surge cuando se tiene una
experiencia viva de Jesucristo, un encuentro personal con El y del cual brotan
las más bellas expresiones de amor, cuyo patrón sólo es posible encontrarlo en
el noviazgo, donde se hace creativa la entrega, donde encuentra sentido la
generosidad y el amor. Fecundado por la esperanza, hace audaz al enamorado
que no calcula ni le interesan recompensas. Es la experiencia mística del espí-
ritu que se anonada ante lo inmanente, ante la sublimidad del ser tocado por el
Espíritu que desborda en gracias la humildad del amante.
Es audaz hablar de vocación al ministerio diaconal, pero es la expresión
más justa que se puede emplear, porque quien siente la llamada interior del
Señor, no le aterran las dificultades. Su llamada es más fuerte que todos y que
todo, por lo que es capaz de escalar lo escabroso que se presenta el camino del
seguimiento diaconal de Jesús.
Es desalentador ver que las dificultades las ponemos los hombres tal como
también se ponen sordina a los gritos de angustia de la incomprensión, a estos
convocados por el Espíritu a iniciar un camino de servicio a todas las gentes, a
perder la vida por los hombres, nuestros hermanos tal como Jesucristo lo hizo
en la cruz, por lo que hay que abrazarla y cargar con ella ya que es una Cruz
gloriosa, lecho de amor donde te desposa el Señor cada vez que la abrazas.
Seguir la invitación del Espíritu es vivir una kénosis interior para poder
desde la más cruda realidad del conocimiento de uno mismo, sentir ese soplo
del viento que te invita a caminar lejos... y por consiguiente desestabilizarse e
iniciar la marcha.
El proceso personal del discernimiento vocacional, se inicia con un acom-
pañante experimentado que le facilite claves y ayudas para iniciar el diálogo
consigo mismo y con el Señor. – Habla, Señor, que tu siervo escucha. Co-
menzar a escuchar, comenzar a responder, tomar una pausa, comenzar de
nuevo, iniciar un camino, una aventura preciosa al experimentar un volver a
nacer de nuevo desde nuestros orígenes, desde lo que somos como personas,
como bautizados, como creyentes...
Este proceso continuo comienza en los sótanos de cada uno, desde el
rincón mas recóndito de nuestra conciencia, allí donde no podemos mentirnos
ni engañarnos, donde retumba el silencio de la meditación de la Palabra de
128
SCHILLEBEECKX, EDWARD. El ministerio Eclesial. Responsables en la comunidad cristiana.
Pág.185. Cristiandad. Madrid 1.983
108 El Diaconado Permanente
Dios, donde la propia vida personal sale al encuentro desnuda y sin mentiras
ni justificaciones que auto engañan, la buena fe que te acusa e interpreta tu
historia, los complejos que agrietan tu coraza, tu mujer que te llama a la ver-
dad desde la donación total y absoluta del matrimonio sacramento, tus hijos
que denuncian la fragilidad de los afectos, los actos heroicos de la prueba y
fidelidad ante el respeto humano y la santidad de la fe. El miedo o el temor a
equivocarse y responder desde la incertidumbre o la duda. El cálculo de tus
fuerzas, tu tiempo o tus planes..., desde esa tremenda debilidad, Dios se hace
el encontradizo en la oscuridad de tu noche, tu no ves nada y luchas ante el
fantasma de tu mente, se hace fuerte y te sientes humillado porque tú estás
hecho para triunfar, te has forjado en la escuela del mundo, en la universidad
de la vida y por ello te crees que todo lo sabes y dominas, pero no te sientes
capaz de controlar esta situación que se presenta ante ti con alevosía, premedi-
tación y nocturnidad por «El desconocido».
Eres invadido ante los ataques que vienen del exterior y tu mismo te cues-
tionas:
-¿quién como yo?
No obtienes respuesta pero sigue la lucha y al fin preguntas:
-¿cuál es tu nombre?
Te obstinas en no soltarte de alguien que te puede, de alguien que es ca-
paz de vencerte como a Jacob en el vado de Yaboq (Gn 32, 25-32), y le arran-
cas su bendición porque intuyes que ese alguien ya no es un fantasma, que le
has visto cara a cara desde la negritud de tu inseguridad y es ahí donde descu-
bres que ya alborea el día de tu madurez, que ya eres mayor para seguir al
Señor, porque tienes achaques y eres un hombre capaz de ser sincero y res-
ponder, pero le has arrancado la bendición y te ha elegido y te ha cambiado el
nombre y te ha llamado Israel, ya no serás el tramposo, el embustero, el co-
mediante. Tu vida después de esa experiencia con Dios no puede ser la mis-
ma, ni pese a tu edad o tu circunstancias, te ha elegido y te hace suyo para
siempre a pesar del cansancio que arrastras... Te quiere como eres. Ahora tu
vida comienza a tener un sentido más real porque has conocido tu debilidad,
te has hecho fuerte con Dios y Él ha hecho una alianza contigo.
Una vocación parte desde la contemplación de este misterio salvífico,
asimilando que Él es el Señor de la Historia y que ésta dará la respuesta al
permanente diálogo que entabla con cada uno de nosotros. Es cierto que Dios
109
habla no solo con sonidos o ruidos, lo hace con acontecimientos que penetran
en el corazón del hombre, el cual interpreta fielmente su voluntad.
Estas mediaciones con las que Dios se vale para poder descubrir y enten-
der su lenguaje, son causas segundas que sensibilizan a la persona agudizando
su percepción, capacitándole para entender su historia y percibir con actitud
receptiva aquellos acontecimientos de encuentro: la relación con determinada
persona, algún amigo, una enfermedad, una palabra oportuna, una lectura...
A través de ellos se va clarificando y haciendo presente lo que Dios quie-
re de uno. A esto se le llama la sacramentalidad de la vida, puesto que los
acontecimientos subliman a la persona y en cierta manera le da lo que signifi-
ca. Nuestra vida es una firme propuesta de Dios que jamás queda sin respuesta
ya que el hombre siempre tiene el poder libre de réplica afirmando o negando,
aceptando o rechazando… La respuesta humana a la oferta de Dios es signo
sacramental.
La poderosa acción de Dios en la vida de uno desestabiliza ya que para
poder escuchar y entender la clave de los acontecimientos con que se escribe
la historia personal, hay que capacitar el oído del espíritu ya que estamos
habituados a oír con los órganos del cuerpo que son vulnerables, caducos,
débiles, sujetos al temor de equivocarse, a la precariedad… Quiero decir con
esto que, desde la perspectiva humana, desde el modo normal de ver y razonar
las cosas, olvidamos la dimensión espiritual que el hombre tiene. Es en esa
dimensión donde el hombre encuentra la trascendencia que le hace libre y le
hace capaz de dominar su instinto humano y armonizarlo con un impulso in-
terior que le hace escuchar lo inaudible y distinguir el panorama de sus vi-
vencias, con una luz que le hace reconocer la verdad oculta en su conciencia.
Los signos y acontecimientos en la vida de la persona, dan la pista para
descubrir en sí mismo una llamada sin voz, la intuición y animosidad que le
empujan hacia un camino indefinido, un deseo permanente de disponibilidad,
una manera de ser que te facilita la relación con los otros, unas aptitudes de
servicio, cualidades humanas elocuentes y que denotan el interior de la perso-
na, «porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. » (Mt 12, 34. Lc 6,
45. Ver paralelo Rm 3, 14)
Conociendo esos signos, ya puede uno penetrar en ese lugar donde con-
vergen la libertad, la verdad y el yo individual. Es la cámara donde resuena
potente la voz de Dios. Una voz que se deja oír nítida y brillante, íntima y con
la oferta desafiante del bien por el bien como camino que conduce a la perfec-
110 El Diaconado Permanente
ción del alma humana. Un camino de formación, donde los valores que se
presentan como modelo y patrón a imitar, garantizan y respetan la responsabi-
lidad suprema y la elección iluminada y decisiva de la conciencia.
La vida cristiana llega a su madurez cuando se está en disposición de dis-
cernir frente a planteamientos existenciales y optar bien en una determinada
elección.
Cuando se plantea: ¿qué es la vocación?, ¿qué es lo que se entiende? o
¿qué es lo que se considera?, puede uno distinguir lo que quiere ser sin ningún
tipo de duda, incluso puede suspender el juicio y cuestionarse seriamente la
procedencia de la vocación, porque puede que brote de uno mismo o venga
directamente de Dios. Si se tiene la capacidad para distinguir en la naturaleza
de los planteamientos, podrá definir si lo que se quiere hacer responde a una
dedicación profesional o por lo contrario son signos que revelan una llamada a
la que se está dispuesto a atender.
Ante un planteamiento espiritualista se corre el riesgo de convertir en ab-
soluto lo que se siente. Se puede confundir en la apreciación ya que el senti-
miento, hay veces que no es razonable y otras, surge del estado de ánimo, por
lo que no es real, no es objetivo.
El ejercicio de la libertad en el discernimiento de una vocación puede es-
tar condicionado por una apreciación psicológica que deje aparcada la reali-
dad del yo, e irrumpa en una proyección imaginativa no real. También puede
resaltar aspectos diversos de la llamada que polaricen o atribuyan una acep-
ción de otra, reduciendo la llamada en sí.
Desde la intimidad personal de la conciencia se es capaz de zambullirse en
el océano de la Gracia y surcar contra la corriente sin peligro de zozobra o
hundimiento. Al estar confiado y seguro de la relación que permite integrar
nuestra libertad en responder a la llamada, se manifiesta la acción del Espíritu
dándose una relación existencial entre Dios y la persona, repleta de cuestio-
namientos y preguntas del hombre ante el misterio de la vocación.
-¿Dios me llama para algo...?
-¿Cómo percibo esa llamada...?
-¿Por qué a mí y no a otro...?
111
129
Cf 102
130
Ver Anexo II, 151
113
Quién pueda dudar que la vida profesional, en el campo que se quiera, será un terreno
digno de una presencia cristiana por su autenticidad, seriedad en el rendimiento, y
cómo no, por su comunicación y atención a los demás.
Si, como es frecuente el diácono se ordena ya mayor y está inmerso en el mundo,
en un ambiente familiar, de amigos, etc., su integración al diaconado no puede ser
una ruptura con el pasado ni desconexión con sus ambientes habituales, sino una
comunicación de su propia vida social, donde también hace falta ser - luz y sal -.
Continuamente hay que revisar cómo se integra un diácono en la Iglesia, que no
es presbítero ni laico, sino una nueva forma de ser miembro vivo a la que tenemos
que ir acostumbrándonos y, sobre todo, son ellos mismos los que han de ir descu-
briendo su autenticidad.
Sin embargo, el diácono debe ser un hombre lleno de sabiduría y de Espíritu San-
to; es un escogido de entre los muchos discípulos. También es un hombre dedica-
do a la oración y al ejercicio de la Palabra, aunque, quizá, se nos quiera decir que
está más inserto en la tarea humana de los laicos que el qué hacer primordial y
específico de los Doce, que hoy sería el presbiterio. 131
La apertura hacia el futuro, no es solo desde el cambio de actitudes huma-
nas, ni desde posiciones reivindicativas, colegiadas, tomadas en asambleas,
expuestas como panaceas que van a cambiar la vida y concepción de la Igle-
sia, o como recientemente hemos leído en un periódico local 132 que reproduce
en cartas de los lectores una reivindicación ácida, grotesca, de muy mal gusto,
distorsionada por cierta amargura y por una visión muy parcial e incompleta
de lo que es el Diaconado Permanente. Por otra parte, los citados escritos,
reflejan cierto drama personal de sus autores que se sienten y se manifiestan
como estafados, como ignorados entre la masa de creyentes, como condena-
dos al silencio opresivo por un tipo de jerarquía eclesial que no les tienen en
cuenta. Eso no es así ni así son los pastores que nos presiden y gobiernan, ni
así es la Iglesia que manifiestan. Con esa actitud, estamos haciendo más in-
franqueable la apertura de este camino para los convocados por el Espíritu,
hacia este servicio diaconal. Servicio que hay que comenzar a comprenderlo
desde la humildad, sabiéndose indigno de ejercerlo.
Por otra parte solo es el Obispo de la Diócesis quien ha de convocarlos,
quien ha de ver la necesidad y si bien es cierto, como hemos visto, que el cle-
131
GÓMEZ MARÍN,RAFAEL. Familia Cristiana. Nº. 4 / 1.991.
132
LEVANTE. El MERCANTIL VALENCIANO. Lectores. Pág 42 día 17-09-1.998 y Pág 45 día 24-09-
1.998
116 El Diaconado Permanente
133
RAHNER, KARL. Para una Teología del Concilio. Cuadernos Taurus. Madrid 1962.- El subrayado
es mío.
118 El Diaconado Permanente
134
TEILHARD DE CHARDIN, PIERRE. La activación de la energía. 2ª ed. Taurus 1.967.146
135
CARDENAL KÖENIG, Diciembre 1.974. Para leer Historia de la Iglesia, tomo 2 .EVD 1.991. 230
Texto citado en J. F. Six, Le courage de l'espérance. Seuil, París 1.978, 257 y 270. )
119
obediencia está la creatividad, negándose uno así mismo, muriendo todos los
días por los demás, es cuando uno encuentra y descubre la auténtica vida.
136
COLLADO BERTOMÉU, VICENTE. Reflexiones Bíblicas. IDCR Cursos Monitor Bíblico
120 El Diaconado Permanente
137
Errores de Pascasio Quesmel. Condenadas en la Constitución dogmática «Unigénitus» 8 Septiembre
1.713. Clemente XI. Dz. 329
122 El Diaconado Permanente
Después de tres siglos nos encontramos que el «Sitz im leben» 138 es simi-
lar al nuestro, pero con notables diferencias, ya que nuestra realidad está di-
mensionada por la increencia, y la de aquél entonces, por la no inteligencia
del mensaje, por la ignorancia de los cristianos que acusaban a la Iglesia de
ser senil, con lo que ello conlleva de torpeza, de estar pasado de moda, de
estar muy achacoso..., En cambio hoy no hay una cristiandad unánime por
convicción, aunque las generaciones sucesivas partan de un bautismo o de una
incorporación más o menos consciente al pueblo de los creyentes.
En la proclamación de la Buena Nueva, la Palabra que se anuncia es ac-
ción que hace inteligible la vida, por este motivo son inseparables: «Palabra y
Vida». Una palabra refrendada por la vida de quien la pronuncia tendrá co-
herencia, será escuchada y poseerá el poder de fecundar, pero si su vida se
separa de quien la pronuncia sin involucrarse en ella, sin aportar la caja de
resonancia de la propia vida del hombre, no tendrá germen de vida, la palabra
será estéril, árida y vacía.
El ministerio de la Palabra no sólo es predicación, y aunque el don del en-
tendimiento la haga inteligible para quien la escuche y la acoja, el don de la
prudencia aconsejará cotejarla con la vida de quien la proclame. Vivir la fide-
lidad a la Palabra es la única predicación posible que pueda penetrar en el
hombre y se sienta exhortado y animado a la acogida de la Buena Noticia.
Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero,
si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está en el
mío. Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay
ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz
hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la
voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el
sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el
mío. 139
138
Traducido significa: Contexto existencial, vital. Frase alemana convenida con que designan los biblis-
tas desde principios del siglo XX y que Herman GUNKEL fue el primero que se apoyó en ella en su «In-
troducción a los Salmos. Edicep. Valencia. 1.983»: el entorno, el contexto vital, donde se desarrolla un
hecho concreto bíblico y cuyo acontecimiento debe ser entendido desde la perspectiva y situación del
hagiógrafo inspirado que lo escribe.
139
SAN AGUSTÍN Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329. Se puede leer en el Oficio de Lectura del III
Domingo de Adviento.
17. MARÍA. MADRE Y MAESTRA. MODELO PARA LA IGLESIA
140
En la Iglesia anterior al Concilio y durante el mismo, se tenía un concepto del seglar que ahora nos
hace sonreír, pero que en el propio Concilio en el esquema correspondiente para su aprobación se dio la
siguiente definición: «que no pertenece al orden jerárquico ni al estado religioso aprobado por la Iglesia».
El Obispo auxiliar de Panamá Marcos Mc Grath, logró introducir una seria rectificación al sentir de muchos
padres conciliares. Su argumento salió con solidez y fuerza para ser considerado y propuesto para una
redacción a debatir definitivamente. « El Santo Concilio enseña que los seglares son los fieles que, admiti-
dos por el bautismo en el Pueblo de Dios, sirven al Señor en el estado común de los cristianos y realizan
por su parte la misión de todos el pueblo cristiano en el mundo, pero no pertenecen a la jerarquía».
Congar, Küng y O´hanlon. Discursos Conciliares. pág 269-270. Cristiandad 1.964
La redacción definitiva : «Por el nombre de laicos se entienden aquí todos los fieles cristianos, a
excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso recono-
cido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautis-
mo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y
real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo»
Lumen Gentium, 31
141
Hay que entender que el pueblo llano, los seglares, prácticamente no tenían acceso a los estudios
teológicos, ni por supuesto a la Patrística. El latín y el griego eran las lenguas escritas con que todos los
documentos y escritos primitivos soportaban la información que nos ocupa. La liturgia era en lengua latina,
los documentos oficiales de la Iglesia también lo eran.
142
Lumen Gentium, 29 b. « se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado propio y perma-
nente de la jerarquía.»
143
Las Iglesias Orientales han mantenido siempre la figura del diácono como grado estable. Entre las
diversas funciones está la de servir de puente de unión entre el presbiterio y la asamblea. Esta ubicación en
la liturgia es signo de lo que su función contiene: el servicio «diakonoi».
127
voluntad de ejercer la soberanía con el auxilio de las potencias del alma, con
el riesgo de equivocarse y la capacidad de poder rectificar, con la seguridad de
sentirse libre y ejercer la libertad, el poder decidir, el aceptar, el rechazar, el
hablar o el guardar silencio; son características del ser. Ser en un cristiano
significa que el obrar, el pensar y el actuar está orientado desde el deseo firme
de imitar a Cristo.
Solemos proyectar nuestra idealización personal con aquello que ansía
nuestro corazón; aunque en alguna ocasión se halle en ello algún agente que
sea la causa del acrecentamiento de una vocación, por lo que purificando
aquello que hay de ansia y alguna imagen de fantasía que aporta nuestra ima-
ginación, y tras una interiorización sincera de búsqueda y diálogo constante
con el Señor, se estará en disposición de iniciar un proceso de discernimiento
que avoque hacia la manifestación pública del «deseo de dedicar la propia
vida al servicio de la Iglesia, para gloria de Dios y el bien de las almas». 145
Una decisión libre, vital, que vincula para siempre al ser llamado por quien
tiene el carisma del discernimiento de espíritu y en quien prueba lo que de
sentimiento y verdad hay en ese deseo del aspirante.
La aplicación y el desarrollo del Concilio a lo largo de estos casi cuarenta
años ha dado un auge al mundo de los seglares, facilitándoles a encontrar su
identidad como integrantes del Pueblo de Dios, han ido asumiendo su corres-
ponsabilidad en la misión de la Iglesia, en el apostolado146 y han alcanzado,
por su disponibilidad y modo de actuar, la participación total en la evangeli-
zación, administración y ejecución de tareas muy comprometidas.
Al ser una importante novedad dentro de la Iglesia la posibilidad de reins-
taurar en nuestra diócesis el Diaconado Permanente, se han suscitado una
serie de desconfianzas acentuadas por la inseguridad de la primicia, repitién-
dose esta misma situación que la que atravesaron todas aquellas diócesis que
en sus respectivas circunscripciones eclesiásticas lo restablecieron. Hubo
145
Determinaciones del Episcopado Español. Documento aprobado por la XX. Asamblea Plenaria del
Episcopado. Madrid, 17-22 de Junio de 1.974
146
José Hoffner, Obispo de Münster Alemania, durante el Concilio disertó en el debate del apostolado de
los laicos la siguiente comunicación: «El apostolado de los laicos no consiste formal y principalmente en
cumplir los encargos que la jerarquía les encomienda, sino en el ejemplo de una vida verdaderamente
cristiana y en la responsabilidad de instaurar un orden temporal conforme a las normas de la justicia y la
caridad». Sigue más adelante diciendo: «lo que puedan cumplir los laicos por su propio trabajo y respon-
sabilidad, no ha de acapararlo el clero, salva siempre la estructura jerárquica de la Iglesia.» .» Congar,
Y., Küng H. y O´hallon D. Discursos conciliares. Cristiandad. Madrid 1964. 89
130 El Diaconado Permanente
147
Estas tensiones se trataron en el Simposio sobre el diaconado de la Iglesia en España, celebrado por
el comité para el diaconado, patrocinado por la Conferencia Episcopal, entre el 18 y 20 de abril de 1.986.
Edice Madrid 1.987.
131
Se detectó que algún grupo seglar, al constatar que algunos laicos eran
llamados al ministerio diaconal, manifestaron sus recelos, y estas incompren-
siones motivadas por la sospecha de restar categoría y competencia a los te-
chos alcanzados o disminución en el campo ministerial propio del laicado,
generaron una objeción incomprensible a este gran logro del Concilio Vatica-
no II que involucraba a los seglares en la viva participación de la Iglesia, po-
tenciando al laicado para ejercer por oficio aquellos ministerios, carismas,
dones y servicios que para la edificación de la Iglesia son precisos. Algunos
de ellos pueden ser instituidos de forma permanente o extraordinaria, pero
siempre vienen a enriquecer a la Iglesia, ya que su servicio es para los demás,
para el pueblo y nunca para uso personal buscando un beneficio, un prestigio,
una manera de destacar. Todos los servicios, ministerios y carismas que sur-
gen para la edificación del pueblo de Dios, la Iglesia, son por gracia del Espí-
ritu Santo, de cuyo regalo no somos merecedores.
148
AUER/RATZINGER. Curso de Teología Dogmática. Tomo VIII La Iglesia. Herder. 333
132 El Diaconado Permanente
149
AUER/RATZINGER. Curso de Teología Dogmática. Tomo VIII. La Iglesia. Herder. 338.
133
150
JUAN PABLO II. Jornada Mundial de la Juventud. Toronto, 28 de Julio de 2.002,
151
CARDENAL J. B. MONTINI. El sentido religioso. Carta pastoral Cuaresma 1.957. Sígueme 1.964.
Colección Iglesia siglo XX nº 10. 19–23.
134 El Diaconado Permanente
152
«los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que manifiestan y partici-
pan del ministerio de la unidad y del fecundo amor entre Cristo y la Iglesia, se ayudan mutuamente a santi-
ficarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de los hijos, y, por tanto, tienen en su condición
y estado de vida su propia gracia en el Pueblo de Dios. Pues de esta unión conyugal procede la familia, en
la que nacen los nuevos ciudadanos de la sociedad humana, que por la gracia del Espíritu Santo quedan
constituidos por el bautismo en hijos de Dios para perpetuar el pueblo de Dios en el correr de los tiempos.
En esta como Iglesia doméstica los padres han de ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, tanto
con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno, y con cuidado
especial la vocación sagrada.» L. G. 11 Concilio Vaticano II
153
MADRID, 23 enero 2003 (ZENIT.org).-
135
porque estamos seguros de que el Señor está con nosotros y nos protege,
ya que en todas las relatos en que Jesús se aparece a los discípulos exclama
siempre: ¡Soy yo no temáis! ¡No tengáis miedo, soy yo...!
No debemos cerrar los ojos ante lo que no va bien, sino preguntarnos por las cau-
sas y las razones de nuestra situación y por las relaciones de la Iglesia con el
mundo moderno o post-moderno. Las contradicciones con las que chocamos pa-
recen duraderas. No podremos cambiarlas rápidamente. 154
El Diácono Permanente y todos los cristianos, deben tener siempre pre-
sente que la presencia de Jesús es real. Que el Espíritu Santo es la fuerza que
nos renueva, nos hace nuevos cada vez. La confianza del niño a sus padres es
la novedad constante con que se despierta a la vida cada mañana y ni se pre-
ocupa de qué comerá ni con qué se vestirá, ni a donde irá ni quién le llevará.
No tiene miedo, confía sin medida.
Esta actitud de despreocupación o mejor, de abandono en manos de la
confianza natural al Padre que vela hasta de mis pasos y mis juegos, es la
actitud que Jesús trata de enseñarnos con parábolas, con pequeños midrash,
con muestras de su infinito amor al decir que, quien no sea como los niños no
entrará en el reino de los cielos... El niño jamás pierde su capacidad de asom-
bro, su alegría, su natural expresividad le hace ser espontáneo, sin miedo al
ridículo ni al cálculo de un comportamiento fingido que busca o compra afec-
tos... Santo Domingo Savio, adolescente de catorce años y discípulo de San
Juan Bosco, repetía «que nosotros hacemos consistir la santidad en estar
alegres», de esta manera en aquel Oratorio de Valdocco, sentían y vivían el
Evangelio sin prejuicios, con la misma actitud que mostraba Jesús...
El santo de la vida diaria, el santo vecino que convive, disfruta, sufre, se
alegra, llora o ríe es la actitud natural del hombre inserto en el mundo y que
no dimite por ser elegido a tarea tan ardua como es la de estar llamado a la
santidad.
La Iglesia de los comienzos primitivos tenía muy asumido que eran san-
tos:
a la Iglesia de Dios de Corinto, a los consagrados a Cristo Jesús, con una voca-
ción santa. (1ª Cor 1, 2.)
Son santos en virtud de la llamada a la santidad hecha al pueblo de Israel:
154
SESBOÜE ,BERNARD. ¡No tengáis miedo! Los ministerios en la Iglesia de hoy. Sal Terrae. Santan-
der 1.998. 20.
136 El Diaconado Permanente
155
ALONSO SCHÖKEL, L. Biblia del Peregrino. Edición estudio. Tomo I Volumen A.T. Prosa. 1ª
nota a pie de página. Mensajero. Bilbao 1.996. 259.
137
156
MARTÍN DESCALZO, J. L. Pablo VI Encíclica Eclesiam suam. 1.964.. El concilio de Juan y Pablo.
BAC. 1.967. 688.
138 El Diaconado Permanente
Es posible que una de las misiones prioritarias del cristiano y más aún, del
ser Diácono Permanente en la Iglesia, sea formar familias en las que se cele-
bre y transmita la fe, dando a la generación siguiente un modelo de familia y
amor conyugal cuyo fruto inmediato sea una Iglesia doméstica imagen de la
gran Iglesia universal. Creo que el camino por donde estamos transitando en
este incipiente tercer milenio, es ese y el Diácono Permanente en especial,
tiene aquí un reto muy importante.
No se tiene fe si en otros no se ve y nadie es cristiano si no hay un cristia-
no antes. El cristiano debe tener claro que él es lugar de encuentro, causa se-
gunda, por la cual otros encuentren a Dios y para que se establezca esa posibi-
lidad debe vivir en plenitud la comunión eclesial, la contemplación y la inti-
midad con Jesús, la vivencia de los valores del Reino, el sermón de la monta-
ña..., palabras que vienen a iluminar profundamente las realidades del hombre
y le capacita para descubrir en su historia personal aquello que precisa ser
curado.
El respeto que se aprende en el ejercicio de la libertad induce en el hom-
bre una capacidad de aceptación del otro tal como es, pero el respeto a uno
mismo es un ejercicio arduo y difícil y sin embargo capital. Allá, donde en la
intimidad del hombre se encuentra consigo mismo, se produce el encuentro
entre el yo y su libertad, desprovisto de las circunstancias que le condicionan.
Es ahí, donde comienza el respeto así mismo. Un respeto desnudo de orna-
mentos e indumentaria que disfrazan y camuflan la autenticidad de la persona.
La Iglesia discierne sobre ti, y te humilla pensar que es un capricho lo de
la llamada, que es una frustración de juventud, que es merecimiento por tu
dedicación a la Iglesia o premio por tu generosidad, arrogancia oculta que
muchos tenemos por creernos merecedores de ese honor. Son tentaciones y
espejismos que se nos ponen delante de nuestra historia por aquel que nos
acusa constantemente.
Hay veces que conviene crucificar la razón y entrar en la voluntad de
Dios. Es más, es conveniente que la razón calle y se pliegue ante la contem-
plación del misterio, donde se manifiesta la voluntad de Dios mostrando su
proyecto de amor y felicidad exclusivo para cada uno, por que Él quiere que
seamos felices; y aunque esas tentaciones de la historia nos amarguen, nuestro
razonamiento, si se ilumina con la fe, reconoce que es el maligno quien inter-
139
preta tu propia historia. Con esa astucia fácilmente puedes llegar a maldecir
tu suerte.
La razón está muy condicionada con todo; frente a la historia es muy limi-
tada y choca con ella y aunque la fe ilumine la razón, hay preguntas que se
hace el hombre ante lo que no puede dominar. La fe es humilde ayuda a la
razón y aunque la razón no te lo diga, la fe sí te dice que Dios es amor y te
quiere como eres. En cambio si no tienes fe su hueco lo llena la soberbia y la
razón es guiada entonces por la soberbia, por lo que se hace inevitable un
choque frontal con la interpretación de tu historia, y te rebelas, y esa rebeldía
acaba en una idolatría del corazón.
Nuestra actitud de correspondencia con la Gracia nos va a permitir vivir a
plenitud la familia. Adquiriendo deseos de servir, tendremos recta intención
no buscándonos a nosotros mismos, siendo humildes reconociendo nuestras
debilidades y también, todos y cada uno de los dones que el Señor nos regale
para que los utilicen los demás, serán potenciados con nuestra disposición
permanente a perder la vida por todos.
Estas y muchas otras quizá, sean las cualidades que un candidato pueda
tener para el ministerio del diaconado, esto sólo la Iglesia puede apreciarlo al
discernir. Ser llamado a un orden sacramental, al diaconado, es reconocer un
modo de vida, una manera de actuar, de pensar, de vivir en plenitud la misma
vocación cristiana, pero con la profundidad del conocimiento de sí mismo
para ejercer desde la libertad el identificarse con Jesucristo. Ser otro Cristo.
Nuestras proyecciones quizá nos lleven a amalgamar lo que se cree que es
el diaconado con el hacer en el ministerio diaconal. Ser es la cuestión que se
debatía en Hamlet. Esta propuesta de William Shakespeare es el problema de
identidad como cuestión fundamental de la persona. Ser diácono es entender
que la vida tiene diversos estilos que valen la pena vivirlos, porque se vive
desde la gratuidad, desde la donación generosa a la voluntad de Dios que lla-
ma a través de la Iglesia.
Ser diácono tiene un componente diferenciador, está revestido de un orden
ministerial que le sitúa en medio del pueblo para servir en el camino de la
santificación de la comunidad, de la Iglesia, porque…
diácono no es uno que sirve a Cristo, sino uno que imita a Cristo en su acción
de servir. 157
157
SÁNCHEZ BOSCH, JORDI El diaconado. Cuadernos Phase nº 88. Centre de Pastoral Litúrgica.
Barcelona 1.998
140 El Diaconado Permanente
158
En una conversación entre aspirantes al Diaconado Permanente, uno de los participantes, expresaba su
ilusión en ser diácono para poder llevar la «tira alzacuellos» como distintivo externo que acreditase ante los
demás su pertenencia al clero. Algún otro aspirante, manifestaba su gozo en poder vestir el alba con su
estola transversal. Signo inequívoco de la confusión que existe en la identidad de un Diácono Permanente
ya que se sobre-valora la faceta litúrgica, la más vistosa, en detrimento de la totalidad del ministerio diaco-
nal. No se puede abarcar toda la profundidad y entender cada una de las características que configuran el
carácter que el sacramento del Orden imprime en el consagrado. El ser apartado del pueblo para estar en
medio del pueblo sirviéndole, no tiene que significar diferencia ni distinción sino digno signo sacramental
que reúna y dirija a la comunidad en el servicio, pero no en la presidencia. Las ansias clericales de ser
diferentes a los demás eclipsan la rica realidad que el laicado aporta en la cobertura de múltiples carismas y
ministerios en la Iglesia. Se requiere hoy una profunda y sincera reflexión en torno al ser, a la esencia de lo
que el Diaconado Permanente aportará a la Iglesia como expresión profunda y comprometida en la socie-
dad, en el mundo actual del tercer milenio que hemos estrenado.
141
Cristo y es una gracia o don otorgado por Cristo en el Espíritu, al que hay
que responder en fidelidad. 159
La llamada al servicio diaconal es precedida por una escucha atenta de la
Palabra que da confianza, que no sorprende súbitamente sino que lentamente
va calando y facilitando un diálogo continuo con el Señor, en el que se va
descubriendo la fuerza fundamental de la llamada que te invita a caminar en
constante búsqueda de la radicalidad de nuestra vida.
Las palabras de Dios no son en modo alguno como flechas que se disparan desde
la emboscada y que nunca se sabe a quién alcanzan. 160
El plan de Dios no es sorprender desde su omnipotencia puesto que te da a cono-
cer su Nombre por lo que Él renuncia a su misterio esencial y el hombre adquiere
poder sobre Él.161
Significa esto que le regala al hombre el don de la libertad, la capacidad
de negarle o aceptarle, de rechazarle o abrazarle.
Es cierto que el camino es costoso ya que el desprendimiento de muchas
posiciones de autoafirmación personal son desestabilizadas por las influencias
negativas del pecado, de la negación a la Gracia. Gracia que hay que pedir sin
descanso.
Profundizar en la oración haciendo partícipe al Señor, como el amigo más
anhelado y esperado, porque Él es la respuesta a todos los interrogantes que se
tienen. Reconocer que Jesús es el Señor de tu vida es el inicio de la docilidad.
Juan dice que «es necesario que Él crezca y yo disminuya.» ( Jn 3,30.) Él es
todo, es hacerse pequeño porque si nos hacemos como niños, esta actitud ni-
velará todas las ansias del corazón y obtendremos la sabiduría de reconocer el
camino de la vida.
Es cierto que buscamos la felicidad por donde no está, a través de la
búsqueda de sí mismo, en momentos de ofuscación y de malestar de la con-
ciencia. No hay mejor medicina que entonar el Salmo 50 (51). No hay bálsa-
mo mejor ni más grande que el dolor de los pecados. Es un gran don poder
159
OTEIZA, VALENTÍN. S.J. Diáconos para una Iglesia en renovación. Op. Cit. Vol. I. pág. 111.
Citado en Orientaciones para el Diácono Permanente en Chile. 1994 pág. 89. Conferencia Episcopal de
Chile.
160
URS VON BALTASAR, HANS. La verdad es sinfónica. Aspectos del pluralismo cristiano. Ediciones
Encuentro. Madrid 1.979. 17.
161
Ibid. 17
143
llorar por tus pecados y es una gracia enorme experimentar el amor de Jesu-
cristo. El maligno siempre trata de dividir, de fragmentar o dispersar el espíri-
tu de docilidad, de que surja una auténtica guerra civil en la conciencia del
llamado, para que no te creas que Dios te ama a pesar de tus pecados.
Estamos invadiendo el terreno al maligno porque realmente nuestro ad-
versario es Dios, que todos los días te dice que tu no eres dios, y sin una acti-
tud humilde, no te das cuenta que en tus acciones de soberanía solo te buscas
a ti, no eres capaz de entrar en la voluntad de Dios porque te incomoda. El
demonio sí es tu mejor amigo, puesto que te lo muestra cada día y te regala el
oído tratándote de complacerte, convenciéndote que tú sí vales y te mereces
más, que eres el mejor, que tienes ciencia y sabes lo que es bueno y lo que es
malo: eres dios. Y susurra al oído de tu historia lo que te gusta oír, lo que te
agrada escuchar... ¡Qué necios somos!
Con la verdad se nos engaña cada día. Las tres tentaciones de Jesús son
las mismas que se repiten todos los días, porque es muy poco imaginativo el
maligno: la tentación del pan, la tentación de la historia y la tentación del
prestigio y del poder. Si abrazamos la única Verdad andaremos seguros por el
Camino, confiados hacia la auténtica Vida. Jesucristo, mi Señor. Tú Señor.
Único modelo de Diácono en el cuál se puede uno reflejar.
He aquí que nuestro espejo es el Señor.
Abrid los ojos y miraos en él.
Conoced cómo es vuestro rostro
y proclamad la alabanza a su Espíritu,
limpiad de impureza vuestro rostro,
amad su santidad y revestíos de ella.
162
Y estaréis sin defecto junto a Él en todo tiempo.
162
Oda 13 de Salomón. Primitivo himno cristiano siglo I Diez Macho A. Apócrifos del Antiguo Testa-
mento III. Cristiandad. Madrid 1.982. 80.
144 El Diaconado Permanente
163
Lumen Gentium 11
145
que se extinguió?, ¿Son los signos de los tiempos un factor a tener en cuenta
para esta nueva presencia de la Iglesia ministerial en el mundo específico de
los laicos?, ¿Qué de novedoso trae que incremente la santificación, que signi-
fique ser un signo para la sociedad…?
En la historia de la Iglesia es posible encontrar respuestas, pero el escrutar
los signos de este tiempo, sin duda, nos facilitará el camino de comprensión
para aceptar que el regalo que la Providencia nos hace con el diaconado per-
manente será para el crecimiento espiritual y corporal de la propia Iglesia.
Siete son los sacramentos de la Nueva Ley, a saber, bautismo, confirmación, Eu-
caristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio, que mucho difieren de
los sacramentos de la Antigua Ley. Éstos, en efecto, no producían la gracia, sino
que sólo figuraban la que había de darse por medio de la pasión de Cristo; pero
los nuestros no sólo contienen la gracia, sino que la confieren a los que digna-
mente los reciben. De éstos, los cinco primeros están ordenados a la perfección
espiritual de cada hombre en sí mismo, y los dos últimos al régimen y multiplica-
ción de toda la Iglesia.
- Por el orden, empero, la Iglesia se gobierna y multiplica espiritualmente, y
por el matrimonio se aumenta corporalmente 164
El ministro ordinario del sacramento del orden es el obispo y el efecto es el
aumento de la gracia, para que sea ministro idóneo. 165
Podría servir el vocablo sinergia 166 para expresar la doble sacramentali-
dad que en el diácono permanente se da. El diácono casado vive su matrimo-
nio con la gracia que le otorga el sacramento y posteriormente ha recibido en
su ordenación diaconal, la gracia que le capacita para su ministerio, con un
sello indeleble que imprime un carácter nuevo que jamás se borrará.
Hay dos realidades presentes en esta situación novedosa, cuya impronta es
la incertidumbre que presentan los dos sacramentos ante una aparente amal-
gama. El hombre que desea ser diácono será marcado con un carácter indes-
tructible y al mismo tiempo al ser esposo de una mujer, está vinculado a ella
hasta la muerte de uno de ellos.
164
DZS. 695 Decreto para los Armenios. De la Bula Exultate Deo, 22 Noviembre 1439. 201
165
DZS. 701 Decreto para los Armenios. De la Bula Exultate Deo, 22 Noviembre 1439. 205
166
sunergia (cooperación). Concierto activo y concertado de varios órganos para realizar
una función. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española 1970
147
167
Decreto AD GENTES, 5
148 El Diaconado Permanente
168
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 50
169
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 52
170
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. 50
150 El Diaconado Permanente
Un día, Jesús de Nazaret, yendo de camino le salieron al encuentro diez leprosos que
a gritos, le dijeron:
-Jesús, Señor, ten piedad de nosotros.
Al vernos, les dijo:
-Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban, quedaron curados. Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorifi-
cando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era sama-
ritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
-¿No se curaron los diez? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino
este extranjero?
-Y le dijo:
-Álzate, ve, tu fe te ha salvado. (LC 17, 11-19)
Este pasaje evangélico viene a alumbrar la comprensión de la evangeliza-
ción que nos mueve, ya que hace presente el proyecto fundamental de Jesús:
La Redención.
Sólo uno de los diez leprosos es redimido, los demás son curados y evi-
dentemente serán felices para siempre, porque solamente con el encuentro con
Jesús les ha bastado, sus corazones han quedado tocados y en los planes de su
misericordia favorecidos, pero sólo el que volvió, entendió que su historia
estaba bien hecha dando gloria a Dios. Conoció cara a cara el rostro de la
potencia creadora de Dios, los otros le conocieron de oídas porque no supie-
ron reconocer la beneficiosa acción de Dios en la historia de aquel día de pro-
videncia y redención.
El proyecto de evangelización se mueve enmarcado en el pasaje evangéli-
co de Lucas: Tiene presente a un solo leproso junto con otros nueve… Si a
uno sólo de los ancianos a quienes se dirige esta acción evangelizadora, le
llega la noticia de la Redención, cambiará su vida y con los demás, habrán
tenido un encuentro personal con Jesucristo, reconociéndole como Señor,
siendo garante de este acontecimiento personal, la Misericordia del Padre,
cuya trascendencia sólo Dios conoce.
Nos sentimos convocados por el Papa Juan Pablo II a volver a llevar la
Buena Nueva a las gentes necesitadas, a aquellas, que al igual que nosotros,
son: ciegos, leprosos, paralíticos, incapaces de amar, de sonreír y necesitados
de tantos afectos…
154 El Diaconado Permanente
Eucaristía se asocia con vestido nuevo, con fiesta, con gratitud, con la
presencia de Jesús…, un Jesús dispuesto a dejarse encontrar en cualquier
momento y por cualquier necesitado, por lo que es un acontecimiento capital
para la fe. Este motivo hace importante la acción de acercar la Fiesta Eucarís-
tica a las personas acogidas en las diversas instituciones geriátricas que están
dispersas en la sociedad, invitándoles a su celebración desde la dignidad de la
persona humana en clave catequética y pedagógica, en clave catecumenal, en
clave de encuentro de uno mismo con sus orígenes personales y en clave de
provocación al hombre viejo que llevamos todos dentro, para que aflore lo
que de niño tenemos todos, lo que de capacidad de asombro provoca la acogi-
da de la Buena Noticia. En esta clave, libre de los prejuicios que amordazan
nuestra imaginación, podremos celebrar la Fantasía de Dios, que como bien
decía el emérito profesor Alonso Schökel: El Espíritu Santo es la Fantasía de
Dios.
Hace unos años en la revista Ecclesia 172 fue publicado un informe de la
Conferencia Nacional de los Obispos católicos de Norteamérica. Debido al
interés con que es tratado el diaconado y lo iluminador que resulta su expe-
riencia, aunque no es totalmente interpolable debido a notorias diferencias de
las realidades sociales y culturales existentes, remito a la lectura de dicho
documento que viene a facilitar un mayor conocimiento de la implantación
del diaconado en el mundo, en el umbral inmediato del Jubileo 2.000.
Para una mejor inteligencia del Diaconado Permanente también se puede
consultar en el CELAM las publicaciones referentes al Diaconado en América
Latina y los Documentos Eclesiales emanados desde Medellín a Santo Do-
mingo. La experiencia pastoral de aquellas Iglesias puede alumbrar nuestra
comprensión y contribuir al conocimiento del Ministerio aunque la realidad
sociológica y demográfica sean diversas a las que se dan en nuestro viejo
continente.
Conviene tener presente la realidad del Diaconado en las Iglesias cristia-
nas. Tanto la Comunión Anglicana como las Iglesias de la Reforma han asu-
mido la profundización teológica del Diaconado y en muchas de ellas desde la
mitad del siglo XIX, comenzaron a experimentar la creciente necesidad de
dar respuesta a los acontecimientos sociales caritativos. Algunas iniciaron
servicios de caridad a imitación de las primeras comunidades primitivas, pero
no respondían al carácter ministerial transmitido sin interrupción desde los
172
Ecclesia. Documentación. Estudio sobre el diaconado en los Estados Unidos. 23 y 30 de Agosto
1.997. nº 2.855-56. 34.
156 El Diaconado Permanente
ANEXOS
I. DERECHO CANÓNICO
173
Declaración común sobre la doctrina del ministerio, elaborada por la Comisión internacional anglicano-
católica romana. Cantorbery, 1973
157
1050.- Para que alguien pueda acceder a las sagradas ordenes se requie-
ren los siguientes documentos:
&1 ...el certificado de los estudios realizados a tenor del canon
1032;
&3 ...tratándose de la ordenación de diáconos, el certificado de bau-
tismo y de confirmación, así como de que han recibido los ministerios a los
que se refiere el canon 1035; y asimismo el certificado de que han hecho la
declaración prescrita en el canon 1036, y, si se trata de un casado que va a ser
promovido al Diaconado Permanente, los certificados de matrimonio y de
consentimiento de su mujer.
II. TRIPTICO VOCACIONAL DIÓCESIS DE SEVILLA
Diácono Diocesano
...hombre al servicio de la Iglesia y de la humanidad, que anuncia el
Evangelio y lo encarna en su vida. Esta vocación la vive y celebra siempre en
comunidad desde su ministerio específico, diaconal.
¿Quién es?
Un hombre al servicio de los hombres, signo vivo y sacramento de Cristo
Servidor:
“Misericordioso, diligente, procediendo conforme a la verdad del Señor,
que se hizo servidor de todos” (S. Policarpo)
Etapa formativa
Teniendo previamente los requisitos necesarios para acceder a estudios
superiores o universitarios, es el período de cuatro años de formación huma-
na, y de preparación teológica, espiritual, doctrinal y pastoral.
Etapa pastoral
Tiempo de inserción pastoral, ejerciendo los ministerios de lector y acóli-
to.
La ordenación Diaconal
Si al terminar el período de formación el Presidente de la Comisión para
el Diaconado, de acuerdo con los responsables para la formación, estiman
que el candidato reúne los requisitos necesarios para ser ordenado, éste pue-
de dirigir al Arzobispo la solicitud de ordenación.
163
La familia diaconal
El diácono casado, al crecer en el amor mutuo junto a su esposa y su fa-
milia, ofrece un testimonio claro de la santidad del matrimonio y la familia,
vocación a la que están llamados. La familia diaconal es signo esperanzador
del amor de Dios al mundo.
En el matrimonio el amor se hace donación interpersonal, mutua fideli-
dad, fuente de vida nueva, sostén en los momentos de alegría y de dolor. El
amor se hace servicio. Vivido en la fe, este servicio familiar, es para el pueblo
de Dios y el mundo, ejemplo de amor en Cristo y estímulo para las demás
familias.
Afrontando con espíritu de fe los retos de la vida matrimonial y las exi-
gencias de la vida diaria, la familia diaconal fortalece la vida familiar no
sólo de la comunidad eclesial, sino de la sociedad entera, haciendo más
humana la familia de los hombres y su historia.
Diáconos diocesanos: redescubrir la fuerza de un servicio para la evan-
gelización.
174
Plaza Virgen de los Reyes s/nº 41004 Sevilla. Responsable Diocesano: José María Estudillo Carmona
Tfnos: 954 410109 / 954 625252
III. BIBLIOGRAFÍA SELECTA
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Obispo Auxiliar de Madrid. Cáritas Española. PPC. Escritos en la Arena
1.980
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Bosquejo de una teología del diaconado.
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La Iglesia en Oración. Introducción a la Liturgia. Herder. Barcelona 1964
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El malentendido.Cómo nos educan los medios de comunicación. Ed. Icaria.
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169
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El ministerio Eclesial. Responsables en la comunidad cristiana. Cristiandad
1.983
Secretariado Nacional de Liturgia.
El acólito y el ministro extraordinario de la comunión. PPC 1.988
El Salmo responsorial y el Ministerio del salmista. PPC 1.988
Sesboüe Bernard.
¡No tengáis miedo! Los ministerios en la Iglesia de hoy.
Sal Térrae. Santander 1.998
Teilhard de Chardin P.
La activación de la energía. Taurus 1.967
Tertuliano.
Apología contra los gentiles. Sucesores de Hernando. Madrid 1.914
Unamuno Miguel de.
Del sentimiento trágico de la vida. Biblioteca Unamuno. Alianza Editorial 1.997.
Urs Von Baltasar, Hans.
La verdad es sinfónica. Aspectos del pluralismo cristiano. Ed. Encuentro.
Madrid 1.979.
Revistas y Periódicos:
Anales Valentinos.
Carta a los Diáconos.
Documentos Conferencia Episcopal Española
Ecclesia.
Estudios Eclesiásticos.
Iglesia en Valencia.
Familia Cristiana.
Levante. El Mercantil Valenciano
Vida Nueva
IV. ALGUNOS LIBROS Y ARTÍCULOS SELECTOS CON REFE-
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