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Huellas

Phármakon y escritura:
Aristocles, un filósofo
de la diferencia
Por Robin Javier Castro Lemus

Jacques Derrida (1930-2004)

Jacques Derrida con su profunda mirada deconstructiva propone una lectura


distinta de un clásico diálogo platónico, más aún, replantea la valoración sobre
la escritura en Platón contradiciendo la tradicional lectura ortodoxa. Este texto
hace un acercamiento a la interpretación derridiana sobre la escritura en Platón,
presentando una concepción de escritura ligada al movimiento, la inclusión,
la diferencia y el juego; muy alejada de una lectura plana que simplemente
la ubicaba por debajo de la palabra articulada o discursiva. Todo esto, bajo la
metáfora del fármacon y su ambigüedad semántica entre remedio y veneno.

E
n este texto se hace una lectura de La farmacia de La Farmacia de Platón
Platón (1968), escrito por el filósofo argelino Jac-
ques Derrida. En él Derrida expone su visión de Desde el inicio del texto Derrida insiste en el hecho
la obra de Platón siguiendo, a parte de otros textos, un de que solo una lectura tosca del Fedro pudo en efecto
diálogo en particular, el Fedro. El interés fundamental propagar el rumor de que en él Platón condenaba la
será mostrar, por un lado, cómo en diálogo con Pla- escritura:
tón, Derrida elabora su propuesta de la escritura como
Solo una lectura miope o tosca pudo en efecto propa-
escritura de la diferencia. Por otro lado, consecuencia
gar el rumor de que Platón condenaba simplemente
directa de lo anterior, cómo en Platón está la primera
la actividad del escritor. Nada resulta aquí de una
defensa de la escritura en la historia de occidente. Por
sola pieza y el Fedro juega también, en su escritura, a
último, buscaremos abrir líneas de reflexión que per- salvar –lo que es también perder– a la escritura como
mitan acercarnos a nuevas lecturas e interpretaciones el mejor, el más noble, juego. (Derrida, 1997, p. 97)
de la obra de Platón. Solo una lectura sesgada del Fedro
platónico pudo haber propagado el rumor de que en él Entre la escritura y el habla Derrida hace notar que
Platón condenaba la escritura. Platón se queda en el “entre”, ya que lo importante

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no es optar por uno de estos dos polos, sino divagar
en ese espacio nunca domesticado que los une y los
separa constantemente: “lo que cobra importancia no
es tanto uno u otro lado, sino el entre, la differánce”
(Segovia, 2015, Vol. 20, p. 18). Aquí buscaremos respe-
tar dicho espacio, ese que abre permanentemente la
diferencia. Derrida hace de la filosofía de Platón una
farmacia (Farmacea, fármacon, farmakeus), en la cual
buscaremos adentrarnos a fin de encontrar en ella los
hilos que tejen esta gran red de significaciones.

Farmacea
Derrida aborda la obra de Platón elaborando, desde la
ley de su composición y la regla de su juego, todo un
trabajo textual representado en un encadenamiento
conceptual: “No hay ‘conceptos metafísicos’. No hay
Acción teatral sobre el destierro y el despojo, obra de
nombre metafísico. Lo metafísico es cierta determi-
gran formato realizada entre víctimas y artistas (90
nación, un movimiento orientado de la cadena. No
ejecutantes) en el teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá.
se le puede oponer un concepto, sino un trabajo tex-
tual y otro encadenamiento” (Derrida, 1997, p. 11). Por
tanto, Derrida opone a la metafísica platónica, no un
concepto, sino todo un tejido de ocultamiento y des-
ocultamiento, un entramado que, no entregándose
al presente, no puede ser denominado nunca bajo el
rótulo de una presencia. La metafísica no existe para
Derrida en forma de un único concepto que se esta-
blece por encima de los otros, obturando así el resto
de posibilidades, sino en un trabajo textual y otro en-
cadenamiento que abre la diferencia al negar en su
juego una única presencia de sentido. Una red cuyo
hilo principal se estructura en la palabra Fármacon, Fedro es un diálogo platónico que data del 370 a. C.
expuesta por Platón en el Fedro. El fármacon y su re-
lación con la escritura, actúa en el Fedro como tejido
de ocultamiento y desocultamiento. Por esta razón, el
fármacon se encuentra no solo al final del Fedro, en esa
última parte consagrada a exponernos a través de un Dejemos correr esos hilos y abordemos el Fedro sin
mito el origen de la escritura, sino a lo largo y ancho salirnos del texto de Derrida. El diálogo contiene los
de todo el diálogo con la mayor flexibilidad, ironía y únicos mitos platónicos rigurosamente originales: la
discreción: fábula de las cigarras y el mito de Thamus y Theuth
expuesto al final del mismo diálogo. Ambos mitos apa-
En particular –y ese será nuestro hilo suplementa- recen en la apertura de una pregunta sobre la escri-
rio– toda la última parte (274b ss.), consagrada, como tura. Así, en el centro muy exactamente calculado del
se sabe, al origen, a la historia y al valor de la escri- diálogo, podemos leer, nos dice Derrida, cómo Fedro
tura, toda esa instrucción del proceso de la escritura recuerda que los ciudadanos más poderosos y honra-
deberá algún día dejar de aparecer como una fan- dos experimentan vergüenza por escribir discursos y
tasía mitológica sobreañadida, un apéndice del que dejar tras de sí singrammata. Temiendo el juicio de la
el organismo del diálogo habría muy bien podido posteridad estos hombres pedían al logógrafo redac-
prescindir sin menoscabo. En verdad, se apela rigu- tar los discursos que ellos mismos no pronunciarían
rosamente a ella de uno a otro extremo del diálogo. en persona frente el tribunal, pero que, no obstante,
(Derrida, 1997, p. 98) producirían sus mismos efectos en ausencia suya. Es-
cribiendo lo que no dice, no diría nunca la verdad, la

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escritura ya es aquí, nos dice Derrida, escenificación, Envenenamiento no era el sentido menos corriente
máscara, ocultamiento: “la incompatibilidad de lo es- de Farmacea. Antifón nos ha dejado el logograma de
crito con lo verdadero” (Derrida, 1997, p. 99). Desde el una acusación de envenenamiento contra una sue-
inicio del diálogo vemos desarrollarse la huella de una gra (farmaqueia catá tes metriías) con su juego, Farma-
escritura que se resiste a la verdad. cea ha arrastrado a la muerte a una pureza virginal y
a un interior inincidido. (Derrida, 1997, p. 102)
Luego de esta breve mención de la cosa escrita, el diá-
logo prepara el terreno para recibir el primero de los Casualidad o no, lo cierto es que vemos reflejada con
dos mitos platónicos. La unidad del lugar, los temas toda su ambivalencia la palabra Fármacon al inicio
y la geografía teatral (el campo, junto al río Iliso) que del diálogo. Incluso esta se acentúa cuando Sócrates
acogen al mito, comenta Derrida, obedecen a un cál- compara con una droga los textos escritos que Fedro
culo por parte de Platón. Así, la fábula de las cigarras ha llevado. Una droga que produce fascinación, en-
no habría tenido lugar si el calor que pesa sobre toda cantamiento y hechizo en aquel que decida probar-
la charla no hubiese incitado a Sócrates a salir de la la, haciendo salir de la ciudad incluso a aquel que no
ciudad. Es el calor lo que hace que ambos interlocuto- quiso salir nunca de ella: “operando por seducción, el
res abandonen los muros de la ciudad para refrescarse fármacon hace salir de las vías y de las leyes generales,
en las frescas aguas del Iliso. naturales o habituales. Aquí, hace salir a Sócrates de
su lugar propio y de sus caminos rutinarios” (Derrida,
Momentos antes, Sócrates había hecho mención “de 1997, p. 103).
la clara melodía de verano, que hace eco al coro de las
cigarras” (Derrida, 1997, p. 101). El diálogo acoge el aso- La escritura como Fármacon nos saca de nuestros lu-
leado mediodía como la hora propicia para filosofar. gares establecidos, no teniendo identidad ni esencia,
Esto nos recuerda las palabras de Nietzsche cuando en es en sí misma ausencia de fondo. No se encuentra en
su Zaratustra afirma que el mediodía es el mejor mo- el centro ni fuera de él, sino en el margen: la escritura
mento para hacer filosofía, ya que es la hora en que el como actividad marginal. Y es precisamente este ras-
sol pega con mayor intensidad, haciendo que las som- go misterioso y oculto de la escritura lo que ha de lla-
bras se confundan con lo real, generando con ello todo mar la atención de Sócrates (aquel personaje marginal
un estado de confusión y escepticismo propio del sa- de Atenas).
ber filosófico (Nietzsche, 2003, p. 375). En consecuen-
cia, toda la escenografía del diálogo es en su conjunto Un discurso proferido por Lisias o Fedro en persona,
una anticipación a los efectos del Farmacon. totalmente desvelado y desnudo, no tiene el mismo
efecto que palabras ocultas, diferidas, reservadas, en-
Frente al espectáculo del Iliso y llevado por la magia vueltas, enrolladas, que se hacen esperar en el tiempo
del lugar, Fedro pregunta a Sócrates sobre la veraci- que dura el camino hacia el Iliso: “un texto no es un
dad de aquella leyenda que sostiene que fue en estos texto más que si se esconde a la primera mirada” (De-
lugares donde Boreo raptó a Oritia. Sócrates corta la rrida, 1997, p. 93).
magia y en tono de burla responde con una explica-
ción del mito al estilo racionalista y fisicalista: “es en En efecto, Fedro ha llevado durante todo el camino
el momento en que jugaba con Farmacea cuando el el texto escondido bajo su manto. Lo necesita porque
viento boreal empujó a Oritia y la precipitó al abismo, no se aprendió el texto de memoria. Lo necesita para
‘al pie de los peñascos próximos’, y que de las circuns- sacar del camino a quien rechazó escapar de la celda
tancias mismas de su muerte nació la leyenda de su cuando pudo. Son, pues, todos estos efectos del Fárma-
rapto por Boreo” (Derrida, 1997, p. 102). con los que hacen que Sócrates se desvíe del camino,
de la ciudad, de su patria-padre: “si pudiese estar pura-
Detengamos la escena. ¿A qué se debe esta breve pero mente presente, desvelado, desnudo, extranjero, si en
sugestiva evocación de Farmacea al principio del mito? el límite un logos no diferido fuese posible, no sedu-
¿Es casualidad? ¿Un fuera-de-la obra? (Derrida, 1997, ciría. No arrastraría a Sócrates, como bajo los efectos
p. 102). Farmacea (Farmaqueia) es un nombre común de un fármacon, fuera de su camino” (Derrida, 1997,
que significa, entre otras cosas, la administración del p. 104).
fármacon o de la droga: del remedio o del veneno. De-
rrida hace notar el doble sentido de la palabra cuando El Fármacon es definido aquí como desvío, como sal-
afirma siguiendo a Antifón: to hacia lo incierto. Sócrates ha decidido dar ese paso.
Por esta razón, tumbado en el césped en la postura

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más cómoda, pide a Fedro que le muestre el texto que
tan recelosamente guarda bajo el manto de su mano.
Es aquí donde inicia la conversación. ¿O tal vez termi- “Solo una lectura tosca del Fedro pudo
na?
en efecto propagar el rumor de que
Recapitulemos lo dicho hasta el momento: entre esta
invitación y el comienzo de la lectura, mientras que en él Platón condenaba la escritura”
el fármacon circulaba bajo el manto de Fedro, encon-
tramos con toda su fuerza la evocación a Farmacea,
al principio de la conversación (Derrida, 1997, p. 106). en la gran ciudad de la parte alta del país, que los
Hasta este momento, vemos cómo el Fármacon y la griegos llaman la Tebas Egipcia, así como a Thamus
escritura se han hecho señales, remitiendo indirec- llaman Ammón. A él vino Theuth, y le mostraba sus
tamente el uno al otro, apareciendo y desaparecien- artes, diciéndole que debían ser entregadas al resto
do juntos en la misma línea por una razón incierta y de los egipcios. Pero él le preguntó cuál era la utilidad
hasta este momento no intencional. Acentuando así la que cada una tenía, y, conforme se las iba minucio-
relación entre el Fármacon y la escritura: samente exponiendo, lo aprobaba y lo desaprobaba,
según le pareciese bien o mal lo que decía. (…) pero,
Esta asociación de la escritura y del Fármacon parece cuando llegaron a lo de las letras, dijo Theuth: Este
aun exterior; podría considerársela como artificial conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y
y puramente fortuita. Pero la intención y la entona- más memoriosos, pues se ha inventado como un fár-
ción son ciertamente las mismas: una sola, y la mis- maco1 de la memoria y de la sabiduría. (Fedro, 274 d- e)
ma sospecha envuelve, en el mismo gesto, al libro y a
la droga, a la escritura y a la eficacia oculta, ambigua, Detengamos por segunda vez la escena, detengámosla
entregada al empirismo y a la casualidad, operando como se detiene Theuth ante Thamus. La escritura es
según las vías de lo mágico y no según las leyes de la presentada al rey-padre para que determine su valor.
necesidad. (Derrida, 1997, p. 106) Si es buena o mala, eso es algo que el rey tendrá que de-
cidir desde la omnipotencia de su habla. El rey-padre
La escritura como Fármacon no aparece sino hasta el que habla ha dictado, como veremos más adelante, su
final del diálogo con el mito del origen de la escritura. sentencia: desde su trono ha decidido rechazar el pre-
Sin embargo, el Fármacon es administrado al inicio del sente que Theuth ha llevado a sus manos como ofren-
diálogo, introduciendo desde el comienzo las huellas da de su soberanía. Desde lo alto mira de reojo aquel
de una escritura que se resiste al sentido. Es decir, esa escuálido regalo, lo rechaza porque es algo externo y
escritura que se resiste a las verdades que por siglos absolutamente inferior, en efecto, es un semidiós y no
han direccionado nuestra mirada del mundo a un úni- un dios el que lo entrega. Despojada de todo valor, la
co sentido, obturando así el resto de posibilidades. No escritura es presentada a Thamus como algo exterior
hay violencia donde existe el conflicto, hay violencia e inferior al habla.
donde se niega el conflicto. El Fedro juega a salvar en
su escritura el conflicto. La inmovilización de la escena da como resultado el
origen del fonocentrismo en filosofía. Es decir, del
privilegio del discurso hablado frente a la escritura: el
Fármacon habla es lo bueno, la escritura es lo malo. Esta es la
lectura que la tradición ha hecho de Platón. Una inter-
Una vez administrado el fármacon pasemos a obser-
pretación sesgada que solo ve el reverso de una cara
var sus efectos. Detengámonos en el segundo de estos
que se niega a aceptar las múltiples interpretaciones
mitos:
que subyacen detrás de una única interpretación esta-
blecida. La tradición grita tajantemente: “Platón con-
Pues bien, oí que había por Naucratis, en Egipto, uno
dena la escritura”. Esta es su interpretación. Pasemos
de los antiguos dioses del lugar al que, por cierto, está
consagrado el pájaro que llaman Ibis. El nombre de
ahora a la lectura que hace Derrida de Aristocles2.
aquella deidad era el de Theuth. Fue este quien, pri-
mero, descubrió el número y el cálculo, y, también, la Leamos nuevamente las palabras de Theuth en rela-
geometría y la astronomía, y, además, el juego de da- ción con la escritura: “pero, cuando llegaron a lo de
mas y el de dados, y, sobre todo, las letras. Por aquel las letras, dijo Theuth: Este conocimiento, oh rey, hará
entonces, era rey de todo Egipto Thamus, que vivía más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se

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ha inventado como un fármaco de la memoria y de la Si bien el texto toma la respuesta del rey como la ver-
sabiduría”. La escritura es presentada al rey como fár- dad de la producción de Theuth (la escritura), el mito
maco de la memoria. Un remedio cuyo objetivo es su- deja abierta en su composición y estructura la ambi-
plir los defectos de la memoria, la cual es en sí misma valencia del término en contra de una significación
finita y por cauce natural olvidadiza. dogmática del sentido. El diálogo entre ambos interlo-
cutores así lo revela. El uno la aprueba, el otro la nie-
En la intervención de Theuth, la escritura es puesta ga, para uno es un bien, para el otro es un mal, para
como remedio bienhechor capaz de proporcionarle uno es conocimiento (filósofo), para el rey, apariencia
al humano, a través de la inscripción, la tan anhela- de conocimiento (sofista). Son estas las grandes opo-
da inmortalidad. Es un remedio que viene a contra- siciones en las que se ha estructurado el platonismo.
rrestar los efectos de una enfermedad nociva para la (Visto de esta forma, el mito parece reflejar la oposi-
memoria: el olvido. Todo parece permitir, a partir de ción que diferencia al sofista del filósofo. Sin embargo,
estas palabras de Theuth (como lo han hecho la gran como veremos más adelante, las partes intercambian
mayoría de los traductores de Platón), la traducción de frecuentemente sus lugares, adoptando muchas veces
fármaco por remedio. la forma de su adversario). Para la tradición, Platón
intenta comprender y dominar estas oposiciones ha-
No obstante, aunque la traducción corriente de fár- ciendo que uno de los términos resulte completamen-
maco por remedio no es ciertamente inexacta, borra te exterior al otro, es decir, naturalizando su puesto
en determinada superficie de su funcionamiento la como matriz de toda oposición posible:
ambigüedad de su sentido: “la traducción por remedio
borra, por su salida de la lengua griega, el otro polo Para que esos valores contrarios (bien/mal, verda-
guardado en la palabra fármacon. Anula la fuente de dero/falso, esencia/apariencia, dentro/afuera, etc.)
ambigüedad y hace más difícil, sino imposible, la com- puedan oponerse es preciso que cada uno de los tér-
prensión del contexto” (Derrida, 1997, p. 144). minos resulte simplemente exterior al otro, es decir,
que una de las oposiciones (dentro/fuera) esté ya
Este otro polo de la palabra fármacon es veneno (en acreditada como matriz de toda oposición posible.
griego esta palabra designa tanto remedio como ve- (Derrida, 1997, p. 154)
neno). Esta ambigüedad y doble sentido de la palabra
se ve reflejada en la réplica del rey a Theuth, cuando La tradición ha naturalizado la escritura en uno de es-
advierte que, en lugar de remediar, la escritura podría tos puestos: el polo negativo, junto al discurso de Tha-
agravar el problema. Reproduzcamos la réplica del rey mus. Haciendo completamente exterior el otro de es-
a fin de hacer nacer el sentido inverso de la palabra: tos polos: el positivo, junto al discurso de Theuth. Una
vez más, es este el Platón de la tradición. El filósofo
Y ahora tú, precisamente, padre que eres de las letras, de los lugares establecidos, aquel que hace de la opo-
por apego a ellas, le atribuyes poderes contrarios a sición una línea a partir de la cual construir y validar
los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en toda su filosofía. Pero, repetimos (ya decía Platón en
las almas de quienes las aprendan, al descuidar a la el Fedro que la escritura no puede más que repetir (se),
memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al que significa (semainei) siempre lo mismo) (Derrida,
recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, 1997, p. 95): Es este el Platón de la tradición.
no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismo.
No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has Por el contrario, Derrida ve en Aristocles y en su escri-
hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de tura como fármacon la posibilidad de que la escritura,
sabiduría es, lo que proporciona a tus alumnos, no lejos de ser dominada por estas oposiciones, inaugure
verdad. (Fedro, 275a) su posibilidad sin dejarse comprender en ellas (De-
rrida, 1997, p. 154). Aristocles intenta dominar la opo-
La escritura anunciada por Theuth como un remedio sición a partir de la oposición misma. No dejándose
es a continuación devuelta y denunciada por el rey asignar en ningún lugar escapa a cualquier significa-
como sustancia maléfica y fruto del olvido (Derrida, ción que de ella se quiere hacer. Resistiendo a la pre-
1997, p. 190). En todo caso, su pronunciamiento no se sencia es oposición, conflicto y lucha:
ha hecho esperar: el rey ha dictado sentencia en con-
tra de la escritura, mostrando, además, las intencio- Y si se llegase a pensar que algo como el fármacon –o
nes ocultas de Theuth: hacer pasar un veneno por un la escritura–, lejos de ser dominado por esas oposi-
remedio (Derrida, 1997, p. 145). ciones inaugura su posibilidad sin dejarse compren-

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der en ellas; si se llegase a pensar que es solo a partir sino habilitar al interior de los diálogos la contradic-
de algo semejante a la escritura –o al fármacon– como ción y la aporía que permita el surgimiento de la dife-
puede anunciarse la extraña diferencia entre el in- rencia: “podremos, pues, llamar diferencia a esta dis-
terior y el exterior; si, por consiguiente, se llegase a cordia “activa” en movimiento, de fuerzas diferentes
pensar que la escritura como fármacon no se deja y de diferencias de fuerza” (Derrida, 1994, p. 53). ¿No
asignar simplemente un lugar en lo que ello sitúa, no son los diálogos ejemplos de esa discordia activa de
se deja subsumir bajo los conceptos que a partir de
fuerzas y diferencias en la medida en que convergen
ella se deciden. (Derrida, 1997, pp. 154-155)
distintos puntos de vista, teniendo como principal ad-
ministrador del fármacon a Sócrates?
En consecuencia, Aristocles no cierra el sentido, por el
contrario, lo abre al develar en el interior de la escritu-
Se presenta aquí todo un juego de ocultamiento y
ra sus constantes tensiones, oposiciones y contradic-
desocultamiento en el que la escritura aparece y des-
ciones. En otras palabras: ni la condena ni la aprueba,
aparece en la contrariedad. Es buena en el discurso de
solo la muestra en el libre juego de las significaciones,
Theuth, mala en el discurso de Thamus. ¿Remedio o
abriendo permanentemente con ello la diferencia. La
veneno? Ambas cosas. En otra palabra: fármacon. Pero
oposición, el conflicto y la lucha se convierten en regla
si lo bueno es el habla, ¿no ha de aparecer la escritura
para el surgimiento de la diferencia. Por esta razón,
en distintas ocasiones bajo este rostro?
Derrida ve en Aristocles la primera defensa de la es-
critura. Puesto que es el primero en entender que esta De este modo, no solo se concibe la escritura como fár-
debe ser, ante todo, el espacio donde confluyan las di- macon, también se ha de concebir el logos, el discurso
ferencias. Así lo revelan sus diálogos al quedar incon- vivo, el habla como fármacon, albergando dentro de sí
clusos. Aristocles abre la diferencia hacia una concep- toda la ambigüedad que le hemos atribuido al térmi-
ción no dogmática del sentido. Derrida nos muestra no.
ese juego y esas tensiones al interior de los diálogos.
En correspondencia con lo anterior, Derrida, siguien-
Así en el Protágoras se clasifica a los fármaca entre las do el Elogio de Elena de Gorgias, recuerda cómo esta
cosas que pueden ser al mismo tiempo buenas y ma- cedió ante la elocuencia persuasiva de un habla. En su
las (Derrida, 1997, p. 148). Buena, porque llega aliviar al discurso de defensa de Elena, Gorgias acusa al logos
organismo, mala porque mientras lo hace causa dolor de su poder de mentir, de fascinar, de hechizar. Poder
al individuo, encontrándose siempre absorbido por la farmacéutico capaz de hacer que Elena abandone su
extraña mezcla de la que habla el Filebo entre el dolor hogar y se desvíe de su camino. Vemos una vez más
y el alivio (Derrida, 1997, p. 148). En cambio, en el Timeo reflejada, pero esta vez en el logos, la definición de fár-
todo fármacon es dañino en la medida en que viene a macon como desvío. El juego señala aquí una vuelta
pervertir la enfermedad natural del individuo: “pues más para trasladarnos de la escritura al habla.
no hay que irritar a las enfermedades con remedios,
si no ofrecen grandes peligros” (Timeo, 89a). Al igual
que en el Fedro, lo que en principio tiene la pretensión El farmakeus
de aliviar, termina en un acto contrario, por irritar la
enfermedad. Por tanto, cabe aclarar, nos dice Derrida: Pero si el logos es ya algo exterior, un suplemento no-
civo que penetra, Sócrates, el que no escribe, ¿no re-
Mientras que en el Filebo y el Protágoras el fármacon, sulta también un dueño del fármacon? (Derrida, 1997,
porque es doloroso, parece malo y en cambio es be- p. 176). Habilitando la contradicción y el juego, Derri-
néfico, aquí, en el Fedro, así como en el Timeo, se hace da sostiene cómo a menudo en los diálogos platóni-
pasar por un remedio bienhechor y, en cambio, resul- cos Sócrates ostenta el rostro del farmakeus (Sofista).
ta en verdad perjudicial. (Derrida, 1997, p. 154)
Que Sócrates es un sofista se deja ver en el Banquete,
cuando Alcibíades recuerda cómo la magia socrática,
Asimismo, las referencias a la ciencia médica y por actuando mediante el logos, tenía el poder de hechi-
ende al fármacon (Ion, 537c; Lisis, 217a; Cármides, 165c; zar mediante la elocuencia de sus palabras (215c-d).
Hipias Mayor, 375b; Laques, 198d; Fedón, 94d; Banque- Asimismo, en el Menón, el fármacon socrático actúa
te, 186a; Parménides, 164d; Teeteto, 167b; Político, 267e; también como un veneno capaz de paralizar el alma
Sofista, 227a) aparecen en los diálogos como recurso de las personas, similar a la descarga que produce el
a la ironía socrática para refutar una idea. Dicha refu- pez torpedo (80 a-b). Hechizar, encantar, paralizar, tal
tación no tiene como objetivo establecer una verdad, son los efectos del fármacon socrático representados

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“No hay violencia donde existe
el conflicto, hay violencia
donde se niega el conflicto”

en el logos. ¿No son estos rasgos que el rey condena- Sócrates, contra ese tipo de terrores, un encantador
ba de la escritura los que ahora se trasladan al logos? que sirva, ya que, dijo, tú nos vas a dejar? (Derrida,
¿Qué ocurre con esta analogía que incesantemente 1997, p. 181)
relaciona el habla con la escritura, el fármacon socrá-
tico con el fármacon sofístico, la cual, nos hace pasar El contra-hechizo para estos encantamientos, el fár-
indefinidamente de uno a otro? (Derrida, 1997, p. 178). macon, es la dialéctica:
Es precisamente esta inconsistencia, impropiedad y
no–identidad del fármacon lo que permite siempre el Someterse a la búsqueda mutua, buscar el conocerse
ser vuelto contra sí mismo. Y en el paso del uno al otro a sí mismo mediante el rodeo y el lenguaje del otro,
tal es la operación que Sócrates, recordando lo que
hay vida y muerte. Recordemos que Theuth, el dios de
el traductor llama “el precepto de Delfos”, presenta
la escritura, es también el dios de la muerte (Derrida,
a Alcibíades como antídoto (alexifármacon), contra
1997, p. 136).
veneno. (Derrida, 1997, p. 182)

El farmakeus apuesta sobre el temor a la muerte para


A la pregunta de Cebes y Simmias antes mencionada,
liberar todos sus encantamientos y medicinas ocul-
Sócrates da respuesta invitándolos al diálogo filosófi-
tas. Busca envenenar a costa de amedrentar el niño
co y a su objeto más digno: la verdad del eidos como
que llevamos dentro. La farmacia socrática–platónica
el mejor de todos los encantadores (Derrida, 1997, p.
busca liberarnos de ello. Ya no habrá más charlatanes
181). El Fedón define la filosofía como preparación para
cuando el niño que se mantiene dentro de nosotros
la muerte, ya que esta consiste en tranquilizar a los
deje de tenerle miedo a la muerte:
niños:
CEBES: ¡Pues entonces procura que ese niño, disua-
La filosofía consiste en tranquilizar a los niños. Es de-
dido por ti, ya no tenga miedo de la muerte como del
cir, si se prefiere, en hacerles escapar de la infancia,
coco! –Pero entonces, lo que le hace falta, dijo Sócra-
olvidar al niño, o a la inversa, pero también, al mis-
tes, es un ensalmo diario hasta que gracias a él se
mo tiempo, en hablar primero por él, en enseñarle
lo haya quitado de encima. – ¿De dónde sacaremos,

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hablar, a dialogar, desplazando su miedo o su deseo. y al cuerpo entero” (Cárm., 157a). Sócrates opone a la
(Derrida, 1997, p. 183) enfermedad la transmutación del veneno en remedio:

El eidos, la dialéctica y la filosofía, tales son los otros Semejante operación no resultaría posible si el fár-
nombres del fármacon (Derrida, 1997, p. 186). Se pre- maco-logos no cobijase en sí mismo esa complicidad
senta así un choque entre un fármacon-dialéctico y un de valores contrarios, y si el fármacon en general no
fármacon-no dialéctico, en el que uno parece ocupar fuese, antes de toda discriminación, lo que, dándose
el lugar del otro en un quiasmo autorizado. Por consi- como remedio, puede corromper (se) en veneno, o lo
guiente, Platón no condena la escritura, sino tan solo que dándose como veneno puede resultar ser reme-
cierto tipo de escritura, esa que es suplemento e imi- dio, puede aparecer después de administrado en su
tación de la memoria, de la verdad y la sabiduría. La verdad de remedio. (Derrida, 1997, p. 189)
escritura es presentada en el mito como opuesta a la
memoria. Sin embargo, la memoria es escritura en la El Cármides refleja muy bien esta ambivalencia. Del
medida en que necesita de la rememoración y el re- mismo modo, en el Fedón la cicuta es presentada a
cuerdo. No existe una memoria presente todo el tiem- Sócrates como un veneno, pero se transforma, nos
po, esta necesita de la repetición del recuerdo para dice Derrida, por efecto del logos socrático, en medio
poder desarrollarse. Un recuerdo que no está vivo de liberación para el ascenso hacia esa tan anhelada
desde el momento en que no está siempre presente, contemplación de las ideas: “la cicuta tiene un efecto
sino ausente, y por ello es en sí mismo apariencia, au- ontológico: incitar a la contemplación del eidos y a la
sencia de verdad y de sabiduría. ¿No son estos mismos inmortalidad del alma. Sócrates la toma como tal” (De-
rasgos los que Theuth reprochaba de la escritura, los rrida, 1997, p. 190).
que ahora se trasladan a la memoria? La memoria, al
igual que la escritura, necesita del suplemento. Se abre La escritura es dada al rey como suplemento benéfico
nuevamente la diferencia: “habiendo recordado esto, para la memoria, pero se revela perjudicial para el in-
el desarrollo de esta problemática implicará, pues, el terior invisible del alma: la memoria y la verdad. Por
movimiento de la diferencia tal como fue ya despoja- el contrario, la cicuta es dada como veneno perjudicial
do en otro lugar: movimiento “productivo” y conflic- para el cuerpo y se revela como benéfica para el alma
tual”3 (Derrida, 1997, p. 11). en la medida en que la libera del cuerpo y la pone a
disposición de afrontar la verdad del eidos (Derrida,
Sigamos observando en los diálogos ese movimiento 1997, p. 190). Lo anterior lleva a Derrida a preguntarse:
productivo y conflictual. El logos como fármacon hace
su aparición en el Cármides. En este diálogo, Sócrates ¿Hay juego o artificio en esa aproximación cruzada?
es presentado como un médico capaz de curar los do- Es que hay, sobre todo, el juego en semejante
lores de cabeza de Cármides. De nuevo, como en el Fe- movimiento y ese quiasmo es autorizado, y aun
prescrito, por la ambivalencia del fármacon. No solo
dro, aparece la escena del manto y de cierto fármacon:
por la polaridad bien/mal, sino por la doble partici-
pación en las regiones distintas del alma y del cuer-
Pero después de que –habiendo dicho Critias que yo
po, de lo invisible y de lo visible. (Derrida, 1997, p. 191)
entendía de remedios– me miró con ojos que no sé
qué querían decir y se lanzaba ya a preguntarme,
y todos los que estaban en la palestra nos cerraban Es así como todos los conceptos de la obra de Aristo-
en círculo, entonces, noble amigo, intuí lo que había cles están sometidos a las reglas de ese juego que abre
dentro del manto y me sentí arder y estaba como fue- permanentemente la diferencia. Podemos tomar, si
ra de mí. (Cárm., 155d) queremos entrar en el juego, cualquier concepto de la
obra de Aristocles y someterla a las constantes tensio-
Pero no se puede curar las partes si el todo anda mal, nes, contradicciones y ambigüedades a las que Derri-
por lo que se hace necesario curar en primer lugar el da somete la palabra fármacon (juego que gran parte
alma –fuente de todos los bienes y males para el cuer- de la tradición se ha negado a jugar).
po– para que así, curando y tratando el todo, sea posi-
ble curar las partes enfermas. Ahora bien, el remedio Entremos al juego. A modo de ejemplo tomaremos la
del alma son ciertos conjuros, estos consisten en her- palabra areté. Para Derrida, en su tratamiento de la
mosos discursos capaces de hacer nacer la sensatez en areté, Aristocles deja abierta la diferencia al hablar:
el alma: “cuando el alma posee una vez la cordura y “de la unidad de los contrarios en la virtud y no de la
la conserva, es fácil entonces dar la salud a la cabeza unidad de la virtud y de su contrario” (Derrida, 1997,

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p. 189). De este modo, Aristocles construye la oposición
al interior y no al exterior de la palabra. Lo anterior le
permite abrir la diferencia por dos razones: 1) No hace
de lo exterior algo a partir del cual se pueda dominar
“¿Remedio o veneno? Ambas cosas.
la oposición; 2) Al no dominar la oposición, permite al En otra palabra: fármacon”
interior de la palabra el libre juego de las significacio-
nes. Incluso, dicha ambigüedad se ve reflejada cuando
en el Cármides se define la areté como el conocimiento
del bien y del mal (Cárm., 174c). En efecto, la definición
no excluye a su contrario, tanto el bien como el mal se Su deslizamiento le hurta a la alternativa simple de
necesitan para poder realizarse: la presencia y la ausencia. Ese es el peligro” (Derrida,
1997, p. 164). Al desplazar el sentido de un rostro a otro,
En efecto, si ningún mal nos hiriese, ya no tendría- la escritura abre por medio de la huella (metáfora de
mos necesidad de socorros y con eso se vería con lo que está al mismo tiempo presente y ausente) el ca-
toda evidencia que era el mal quien nos convertía el mino al libre juego de las significaciones.
bien (tágazon) en falso, precioso y querido, porque
este era el remedio (fármacon) de la enfermedad que En medio del juego y la fiesta, la escritura danza de
era el mal: pero suprimida la enfermedad, el reme- un lado para otro como alguien que no sabe adónde
dio ya no tiene objeto (uden dei farmacu). ¿Ocurre lo va, y habiendo perdido el camino y la buena dirección
mismo con el bien?... – parece, repuso, que así sea en deambula las calles sin saber cuál es su origen. No te-
verdad. (Lisis, 220 c-d) niendo una inscripción fija, está en ninguna y en to-
das partes a la vez, no tiene nombre, ni identidad, ni
De este modo, la areté abre permanente la diferencia, padre (la escritura como parricidio).
siendo, en palabras de Derrida, “el mejor fármacon, el
remedio capital” (Derrida, 1997, p. 188). Es un fantasma errante que se resiste al sentido y con
ello a la presencia absoluta de su ser. De este modo,
El fármacon se abre, así como la condición de posibi- Aristocles identifica la escritura con la fiesta y el jue-
lidad que da apertura a la diferencia. Es ambivalente go, “cierta fiesta y cierto juego”. Lo anterior le permite
por constituir el medio en que se oponen los opuestos. a Derrida encontrar en los textos platónicos una escri-
Posibilita el movimiento y el juego que los relaciona tura de la diferencia:
mutuamente y los hace pasar de un lugar a otro: “El
fármacon es el movimiento, el lugar y el juego (la pro- Es que no existe el como tal de la escritura y del jue-
ducción de) la diferencia. Es la diferenzia de la diferen- go. No teniendo esencia, introduciendo la diferencia
cia” (Derrida, 1997, p. 191). Es a partir de ese juego que como condición de la presencia de la esencia, abrien-
introduce la diferencia, como los opuestos son deteni- do la posibilidad del doble, de la copia, de la imita-
dos por Aristocles. ción, del simulacro, el juego y la grafía van desapa-
reciendo incesantemente. No pueden por afirmación
clásica, ser afirmados sin ser negados. (Derrida, 1997,
El juego del fármacon p. 238)

Derrida ve en Aristocles una reivindicación de la escri- En Aristocles, la metáfora escritural aparece en cier-
tura como movimiento, es decir, como juego. En lugar tos momentos en que se necesita vincular lo otro, lo
de ser un organismo nacido de un padre y dotado de que es enteramente diferente. Ya sea la causa errante
cabeza, tronco, extremidades y pies, en otras palabras, del Timeo o los poetas en la República, la vida mixta del
una única presencia de sentido, la escritura es un an- Filebo, o el no-ser en el Parménides. En el Fedro aparece
drógino nacido de la tierra (lo que la hace no tener ori- como señal de aceptación de la escritura, en esa últi-
gen ni un padre que le otorgue un sentido) dotado de ma parte del diálogo donde refiriéndose a cierto tipo
dos caras, cuatro manos y cuatro pies. de escritura Aristocles sostiene: “me refiero a aquel
que se escribe con ciencia en el alma del que aprende,
Por esta razón, la escritura se convierte en el más pe- capaz de defenderse a sí mismo, y sabiendo con quie-
ligroso de los juegos, ya que no ha de ostentar, como nes hablar y ante quienes callarse” (Fedro, 276a). Que-
el andrógino, un único rostro: “el suplemento aquí, no démonos con estas palabras “aquel que se escribe en
es, no es un ser. Pero no es tampoco un simple no-ser. el alma del que aprende”, linda metáfora que supone

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no ya una condena, sino una defensa de la escritura. Derrida, J. (1994). “La différance”, en: Márgenes de la filoso-
En esta línea, Aristocles busca en su escritura la huella fía. Madrid: Cátedra.
que dé apertura a la otredad en el espacio de juego que
posibilita la diferencia. La totalidad ha de albergar en Derrida, J. (1989). La escritura y la diferencia. Barcelona:
su ser la otredad para llegar a realizarse. De esta for- Anthropos.
ma, al juego de lo otro en el ser, Aristocles se ve obliga-
do a designarlo como escritura:
Bibliografía secundaria
La metáfora escritural interviene, pues, cada vez que
la diferencia y la relación son irreductibles, cada vez Nietzsche, F. (2003). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza.
que la alteridad introduce la determinación y pone Trad.: A. Sánchez Pascual.
en circulación un sistema. Al juego de lo otro en el
ser se ve obligado Platón a designarlo como escritura Segovia, C. (2015). “Para leer a Derrida leyendo a Platón:
en un discurso que se querría hablado en su esencia. Phármakon, escritura y filosofía. Consideraciones
(Derrida, 1997, p. 249) desde la deconstrucción”. Revista observaciones filo-
sóficas, 20, 18.
Aristocles concibe la escritura como juego, fiesta, dife-
rencia, pluralidad, parricidio, en una palabra: fárma- Platón. (1981). Diálogos. I. Apología. Critón. Eutifrón. Ion. Lisis.
con. Aquel que pasa por ser el más excluyente y dog- Cármides. Hipias menor.
mático de todos los filósofos es, a los ojos de Derrida,
un filósofo de la diferencia y de la inclusión. Quizás Hipias mayor. Laques. Protágoras. Madrid: Gredos. Trad., y
queriendo encontrar la verdad, Aristocles termina en- notas, J. Calonge. Intr. E. Lledó Íñigo.
contrando la vida en la verdad y con ello los vaivenes
de una escritura que se resiste al sentido. Platón. (1986). Diálogos. III. Fedón. Banquete. Fedro. Madrid:
Gredos. Trad., E. Lledó Íñigo.
Derrida nos invita en su lectura de Aristocles a jugar
con su obra, a ver en ella una interpretación imposible Platón. (1988). Diálogos. V. Parménides. Teeteto. Sofista. Político.
y abrazarla en la contradicción de una interpretación Madrid: Gredos.
establecida con el fin de que en ese diálogo surja la am-
bigüedad y el doble sentido. Jugar con su obra signifi- Platón. (1992). Diálogos. VI. Timeo. Filebo. Critias. Madrid: Gre-
ca, por ejemplo, ver las ideas no como entes separados dos. Trad., intr., notas: Durán y F. Lisi.
del mundo y dueñas del sentido, sino en la vida y en el
desarrollo mismo de la experiencia, en la posibilidad
de apertura que posibilita el diálogo hacia nuevas sig- Notas
nificaciones no dogmáticas del sentido. Es aquí donde
1 Citamos aquí la traducción de Gredos de E. Lledó Íñigo, por
entra a jugar el ejercicio de la deconstrucción con la
dejar en el texto la palabra griega sin traducción al español,
que se busca encontrar las múltiples interpretaciones
respetando con ello la ambigüedad de la palabra que Derrida
que subyacen detrás de una única interpretación. quiere resaltar en su texto. Por otra parte, Derrida utiliza en su
texto la traducción de Robin, la cual restringe en cierta medida
la ambigüedad del término al traducir fármaco por remedio.
Referencias
2 Hago uso del nombre real de Platón, para diferenciar el Platón
Derrida, J. (1997). “La farmacia de Platón”, en: La disemina- de Derrida del Platón de la tradición.
ción. Madrid: Espiral; (1967). La disseminatión. Paris:
3 “La différance”, p. 46.
Editions du seuil.

Derrida, J. (1997). “Fuera-del-libro, prefacios”, en: La disemi-


nación. Madrid: Espiral; (1967). La disseminatión. Paris:
Editions du seuil.

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