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Corona de gloria

“Atrapada”, de John Carpenter, es un filme de doble lectura que declara su abierta


devoción hacia el género femenino.

POR ÁNGEL FARETTA

Atrapada es seguramente uno de los filmes más herméticos de John Carpenter. Y conste que
estamos frente a uno de los autores más herméticos de la historia del cine. Claro que si –y una vez más–
devolvemos a “hermético” su sentido originario: lo que representa la figura de Hermes, la comunicación
entre lo alto y lo bajo. O también la representación de lo alto mediante lo bajo. No lo oscuro, turbio y
difuso.

Atrapada inaugura –¿o clausura?– un nuevo avatar del cine. La remake espiritual, como podría
bautizársela aquí. ¿En qué consiste? En tomar uno o dos motivos de una obra maestra anterior y
orquestar una serie – suite – de temas adventicios. Pero como estamos en cine, donde se representa
mediante lo visual –aunque éste no gobierna–, la metáfora del canon musical deber revisarse o
ampliarse. Todo artista, todo creador –de lo que fuere– cuando tiene presente una obra maestra puede
adentrarse en ella de dos maneras. La primera, dejar que la materia prima espiritual de esta permee la
propia teniendo a aquella como su base y practicable. La segunda, adentrarse hasta conocer su
organización, de tal manera que no sólo podría desarmarla y volverla a armar –metáfora de relojería para
un mero vuelo rasante– sino desarmarla y luego rearmarla para que el artefacto funcione de otra manera.
En esta reconfiguratio, alguno de los “resortes” o “semas” que en la obra primera aparecían en forma
latente, pasan a ser la función principal en la segunda. Abundan los ejemplos contemporáneos en todas
las artes así que no vale la pena abundar. Basta con mencionar los procedimientos de Eliot o de
Stravinski en poesía y en música.

En Atrapada Carpenter atraviesa y se instala dentro del corazón espiritual de Psicosis de Hitchcock.
Pero no fragmenta parcelas visuales o visual-sonoras sino parcelas espirituales, nudos de sentido, y los
enlaza de modo diverso. Pone en primer plano lo que en Psicosis está latente. Daré un solo ejemplo. Es
evidente que el filme de Hitchcock posee, además de su primera historia visible y hasta de una segunda
ya simbólica, otra todavía más hermética que parte de la simbólica tradicional. El ámbito cerrado en el
que se pierden diferentes visitantes, intrusos o huéspedes, donde acecha un elemento “loco” que va
eliminando a algunos de estos visitantes hasta que uno de ellos termina por vencerlo superando las
pruebas anteriores. Obviamente, una variante de la prueba del laberinto. Si esto en Psicosis estaba
latente, in nuce, en Atrapada pasa a primer plano. Así, un tema o una melodía del constructo anterior
toman aquí la primacía hegemónica por encima de otras piezas o temas.

En Carpenter el tema de la prueba del laberinto y de la “casa de juegos” pasa a primer plano. Sin que
por ello tenga que alegorizar el relato con menciones visuales, por ejemplo al Bosco; cosa que hundiría
la meta espiritual buscada en el didactismo ilustrativo. Claro que esto haría al filme más “aceptable” para
cierto público educado con fascículos. Por cierto, en Halloween logró incluir de manera sutil en su
puesta en escena un lazo visual totalmente justificado por la diégesis primera: el afiche con el
autorretrato de Ensor que se ve en la habitación de la protagonista. En Atrapada –quintaesencia de su
genio– todo pasillo, escalera, luz, sombra, cada movimiento vertical y cada personaje, aun
circunstancial, es o refiere a otra cosa sin dejar de ser lo que es como sujeto de una trama. También logra
de manera magistral y sin levantar la voz –el maestro se entusiasma pero no grita– un filme doble y que
mantiene en toda su extensión una posible o aparente doble lectura. Si una de sus lecturas es cierta, se
tiene ese filme panteísta o spinoziano soñado por Borges donde cada uno de los personajes termina
siendo uno y el mismo. Claro que si la segunda posible interpretación es la verdadera, no habría aquí
ningún panteísmo sino su más severa refutación desde La ventana indiscreta.

Por último, este filme también se inscribe en esa obsesiva, declarada devoción de este último cine –
en todo sentido– por la mujer y lo femenino. Como para Cameron o De Palma, para Carpenter la mujer
es la protagonista, el emblema de lo que está por venir. Claro que en esto no hacen más que estar de
acuerdo con el Génesis. Así que este fin –como dijo María Estuardo– es también un principio.

27/07/11

Revista Ñ

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