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RESUMEN. La huelga estudiantil en la UNAM, que finalizó el año pasado, es el eje desde el
cual se realiza una reflexión sobre los procesos de la educación superior. El concepto de
partenaire se articula, a partir de esta reflexión, con las posibilidades de diálogo. Asimismo,
las nociones de ficción y facticidad se articulan con los procesos de la modernización
educativa que se inicia con el régimen de Miguel de la Madrid y que se consolidó en el pe-
riodo presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Los procesos de enriquecimiento de las
prácticas educativas en educación superior, asociadas a las capacidades ficticias, fueron
sustituidas por metáforas productivistas que redujeron estos procesos ficticios a sus formas
facticias, expresadas en el proyecto salinista de la excelencia académica.
HACIA FINES DEL AÑO PASADO (septiembre de 1999), se realizó en las instalaciones
de la UAM-X un coloquio internacional sobre la problemática de la educación y la
globalización, organizado por la Asociación Francófona Internacional para la Inves-
tigación Científica en Educación (AFIRSE, por sus siglas en francés). Para la
inauguración de este evento, estaba invitado el Secretario de Educación, Miguel
Limón; el Rector General de nuestra Universidad, José Luis Gázquez; la Rectora de la
Unidad Xochimilco, Patricia Aceves; Ángel Díaz Barriga, director del Centro
de Estudios sobre la Universidad, y miembro de una de las comisiones que el
Rector de la UNAM designó para dialogar con los representantes del CGH, entre
otras personalidades.
Al poco tiempo de iniciada la ceremonia de inauguración del Coloquio, se empezó
a oír un gran barullo que provenía de la Plaza Roja (patio central), del edificio en el
que se desarrollaba el evento. Gritos, porras y consignas empezaron a llenar el ambien-
te. Minutos después, una gran cantidad de gente entraba en la sala en la que se
desarrollaba la ceremonia de inauguración del coloquio. Fue grande su decepción,
ya que ni el Secretario de Educación ni el Rector General de la UAM estaban presentes.
Habían enviado a sus representantes. Sin embargo, el doctor Díaz Barriga sí había
asistido, y fue blanco de muchas y severas críticas en torno a su actuación en las
mesas del diálogo.
La irrupción de los huelguistas y simpatizantes fue percibida por algunos de los organi-
zadores como un peligro para la continuación de los trabajos del coloquio, por lo que
insistentemente los invitaron a que, una vez que habían terminado de explicar su
presencia y su irrupción en la sala, salieran del recinto y permitieran la continuación
del evento académico. Evidentemente, este planteamiento logró tensar aún más la situación.
La confusión que se generó a partir de esos momentos fue resuelta por la inter-
vención del profesor Jacques Ardoino, miembro de la AFIRSE y líder indiscutible de
esa agrupación. El profesor Ardoino se dirigió a los huelguistas y les habló de lo que
él percibía en esos momentos: estos jóvenes, decía, tienen la necesidad de ser
escuchados. Un evento como el que se estaba llevando a cabo no podía dar la espalda
a semejante irrupción de la realidad de la educación superior en México. En buena
medida, la temática del evento (globalización y educación), estaba contenida de
cierta manera en el conflicto que se hacía presente en la Sala del Consejo Académico,
lugar en el que se realizaban los trabajos académicos del coloquio.
La huelga de la UNAM tenía en aquellos momentos seis meses de duración. Aún
no caía el rector Barnés. Ya habían fracasado los primeros intentos de acercamiento a
través de una comisión designada por el rector. El coloquio de la AFIRSE ya había
resentido algunos de los efectos de dicha huelga. Originalmente, se había planteado
que el evento se desarrollara en las instalaciones de la UNAM. La huelga no lo permitió,
y el comité organizador había realizado prodigiosas labores de improvisación para
lograr, en muy poco tiempo, reorganizar toda la logística en nuevos lugares —la
UAM— para la celebración de dicho coloquio.
Así, el profesor Ardoino invitó a los huelguistas a que formaran un comisión que
se integrara a los trabajos del evento, ya que las reflexiones que tuvieran lugar
seguramente serían útiles e interesantes para el movimiento. Asimismo, invitó a
todos aquellos que lo desearan, a que se reunieran para comer juntos, y mantener un
contacto que podría prolongarse después. Los huelguistas y simpatizantes (principal-
mente estudiantes y padres de familia, algunos de ellos de muy bajos recursos)
acogieron con gusto la propuesta, y los representantes del Sindicato de la UAM
(SITUAM), que apoyaban al movimiento del CGH, ofrecieron encargarse de la logística
para el encuentro. Indudablemente, el profesor Ardoino había acertado en un doble
movimiento: hacer entender a los organizadores e inscritos en el coloquio que la
irrupción de los huelguistas no era una asunto externo a la temática propia de nuestros
trabajos académicos. Por ello, dicha irrupción no debía ser considerada una forma de
sabotaje, sino más bien de enriquecimiento, en cierta dimensión, de los trabajos del
mismo. Por otra parte, los huelguistas pudieron ver, en la persona de Ardoino y
algunos de los asistentes, más una posibilidad de apoyo y difusión de su causa, que
obstáculos y denostaciones a las que ya estaban acostumbrados.
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El proceso de formación ha sido, desde hace mucho tiempo, objeto de todo tipo
de conceptualizaciones. Durante el periodo de la contracultura, la experimentación
y la transformación de los dispositivos pedagógicos y de formación dio lugar a la
creación de nuevas instituciones, así como a la reorientación de muchas de las ya
existentes. Indudablemente, uno de los ejes de las reformas de las instituciones
educativas y universitarias fue el replanteamiento de la relación maestro-alumno.
Actualmente, el conflicto universitario ha sido también objeto de numerosos y
variados análisis. Desde las perspectivas más orientadas al juego político partidista,
hasta los diferentes análisis sobre las formas de organización de las instituciones
universitarias, el movimiento estudiantil, y en esto casi todos los análisis coinciden,
triunfó en su tarea de hacernos reflexionar sobre la universidad, sobre la educación
superior y las instituciones públicas, sobre su estatuto de autonomía y los límites de
ésta, sobre las políticas neoliberales en educación y sobre el replanteamiento de los
derechos básicos consagrados en la Carta Magna.
Sin embargo, no puedo dejar de observar que se abre una brecha en nuestra
experiencia cotidiana. Parecería que hay cierta distancia entre la universidad que
dibujan estos análisis y nuestra universidad cotidiana, la de las aulas, la de los
estudiantes, la de los exámenes y de las clases, la de los trimestres o de los semestres
que no alcanzan... Es como si el discurso analítico se generara en abstracción de nuestra
experiencia cotidiana, de nuestra universidad de todos los días. El reto sería, entonces,
plantearnos la posibilidad de que la experiencia cotidiana, nuestra universidad de
todos los días, de que nuestro terreno 2 sea capaz de producir las nociones y categorías
que pudieran plantearnos una comprensión alternativa a los análisis ya expresados.
Dicho de otra manera, ¿podríamos encontrar en la dinámica cotidiana del aula una
solución de continuidad en la comprensión del malestar universitario y del movimiento
estudiantil? 3
2
La categoría de terreno no debe confundirse con la de campo. El campo, metáfora campesina, es una
delimitación territorial, que nos refiere más a un aspecto espacial que temporal. Si bien la categoría de
terreno se continúa en la metáfora campesina, queremos introducir con ésta una dimensión temporal,
histórica, procesual. En última instancia, diríamos que el terreno se constituye al mismo tiempo que el
dispositivo de investigación, pero que con éste se constituye también la inteligencia de procesos sociales que
se dan en el tiempo, más que en espacio, y su posibilidad de representarlos. Así, el terreno se parece a la
categoría antropológica, más que a su metáfora física (como en el caso de Lewin y su teoría del campo), o en
lo que se refiere a la Historia de la Ciencia o de las ideas, en donde la categoría de campo representa más a
una especie de geografía de las ciencias o de su repartición territorial.
3
Indudablemente, entre las críticas de la institución educativa a partir del aula y las críticas macrosociales
sobre la educación, especialmente la educación superior, se han elaborado otras formas de concepción y
crítica que intentan rebasar ambos reduccionismos. Destacaremos las que se han enunciado desde el
Análisis Institucional y las Pedagogías Institucionales, así como en la perspectiva hermenéutica y comprensiva
(multirreferencial) de Ardoino. En estas críticas, que evitan los reduccionismos micro o macrosociológicos,
lo que se pone de relieve son los atravesamientos (la transversalidad) de los elementos “internos” y “externos”
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La dinámica de “partenaires”
de la institución. Sin embargo, una de las cuestiones que define esta aproximación institucionalista es
centrar el análisis a partir de las formas singulares de la institución del saber. De esa manera, se rebasa el
reduccionismo psicologista o psicosociológico (el grupo centrado en la estructura bipolar maestro-
alumno), y los procesos universitarios como forma simple de reproducción institucional del Estado,
sujeta a la variación de políticas de financiamiento, como reducción macrosociológica. El contenido
mismo de la institución universitaria, en tanto legitimación, producción y transmisión de saber, no puede
ser abstraído del análisis. Por ello, consideramos que el análisis del conflicto es, también, el análisis del
agotamiento o del estallamiento de los dispositivos tradicionales de transmisión del conocimiento,
de sus prejuicios, de sus herencias, es decir, de sus formas sociales e imaginarias de estructuración.
4
Como se expondrá en estos párrafos, la traducción del francés partenaire no es precisa en español. Hay
personas que se plantean, por la importancia que cobra el término en algunos ámbitos (por ejemplo, en las
relaciones de cooperación internacional de organizaciones civiles de promoción del desarrollo), la posibilidad
de castellanizar el término con algún galicismo (partenarios, por ejemplo). He preferido mantener la forma
francesa tal cual, para evitar imprecisiones en la utilización.
5
Prendre son pied, tomar su pie, sería la traducción literal y directa del modismo que significaba la
repartición del botín. Tomar su pie, debe entenderse en función del pie como unidad de medida previa al sistema
métrico decimal.
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de un imaginario productivista: se trata de una fábrica moderna que produce profesionales y saber. El
profesor, entonces, es un operador, un obrero en una cadena productiva, cuyo control está totalmente fuera
de los actores directos del proceso: el profesor y el estudiante. Así, el profesor se encuentra frente a una
actividad alienada como definición básica de su constitución. Y esta definición se encuentra asentada sobre
un olvido: el sentido mismo de la universidad, su derrotero en la superación de su tarea de selección y
control, es convertirse en y formar una conciencia crítica de la sociedad.
8
La temática de la alteración se impone. No es sólo el reconocimiento del otro como sujeto (alteridad).
Es reconocer en el otro la posibilidad de modificar o alterar a su partenaire, a su interlocutor, y a su medio, su
contexto.
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Sin embargo, esta falta que los hermana en la transgresión está subtendida por el otro término
sintagmático: al partenaire corresponde el adversario como figura complementaria. Estudiantes y profesores,
partenaires y adversarios... La condición de adversario en tanto partenaire es especialmente nítida en la
situación de diálogo y negociación. La posibilidad de establecer un diálogo, una interlocución, es la de
establecer la relación de partenaires. Negociar con el adversario es reconocer su categoría en tanto interlocutor
del diálogo. Más adelante desarrollaremos el simulacro del diálogo como forma de disolver la relación de
partenaires en una negociación. Es el reino de la facticidad.
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Sobre esto abundaremos más adelante.
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aula, en un periodo que puede tener una duración variable, cierta regularidad, ciertos
elementos repetitivos, dicho espacio debe ser sometido a una evaluación que el mismo
profesor o algún otro actor institucional debe realizar, dicha evaluación es individual,
objetiva, demostrable, sustentada suficientemente, y debe tener un residuo material.
Dicho de otra manera, el espacio festivo debe estar sometido a un control, que sea capaz
de constatar la adecuación a la norma o, en su caso, medir la desviación de la misma.11
El control no es sólo exterior. La función selectiva de la institución escolar y univer-
sitaria está presente en todo momento en el imaginario institucional. No está sólo
adentro ni sólo afuera. La fiesta de los partenaires tiene su límite en el control desatado
de la organización enloquecida. Los procesos de control se separan cada vez más de la
evaluación, en tanto proceso vivo, imaginativo, cualitativo, sujeto de perspectivas
de carácter hermenéutico. Y no sólo se separan, sino que ocupan su lugar. Ahora
la evaluación es el control. A través del control, los procesos institucionales se
transmutan en su metáfora: antes éramos como fábrica. Ahora somos fábrica.12
Los sistemas de control no sólo toman el lugar de la evaluación. Toman el lugar de
la pedagogía y, sobre todo, el lugar del saber. El botín de los partenaires se ha
perdido. Una vez realizado el asalto, en la bolsa del tesoro les apareció... ¡un policía!
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lejos de estar en desuso. Al contrario, las crisis que vivían algunos de esos movimientos
deben entenderse como resultado del crecimiento en ocasiones desmesurado que
habían sufrido en su momento (por ejemplo, el movimiento de la Escuela Moderna
iniciado por Freinet en Francia).13 Asimismo, se realizaba el redescubrimiento de
algunos autores más o menos olvidados, más o menos censurados,14 que sin embargo
habían realizado cuestionamientos sumamente importantes a las formas autoritarias
que tomaban diversos procesos en la sociedad capitalista.
Indudablemente, como lo mostraría con toda suficiencia Lapassade,15 el desarrollo
de la psicosociología, es decir, de la psicología social de los pequeños grupos, y
especialmente de los dispositivos derivados del Grupo T lewiniano, tuvo un fuerte
impacto en el cuestionamiento pedagógico. El cuestionamiento antiautoritario en la
escuela no era nuevo. Debemos recordar que en el mismo Freinet, este cuestionamiento
está en el origen de su planteamiento pedagógico, aún cuando debemos reconocer
que el dispositivo que inventa es exageradamente instrumental (Lapassade diría que
si bien la pedagogía Freinet realizaba una crítica y una propuesta institucional, su
planteamiento tendía más a la liberación y la individualización de la autoformación).16
Sin embargo, a partir de los dispositivos del Grupo T lewiniano, tal como lo
muestra dicho autor,17 la crítica ideológica antiautoritaria encontraría al espacio
microsociológico como un lugar de constatación y legitimación. El dispositivo
microsociológico inventado por la escuela lewiniana, a partir del desastre de los
dispositivos de la dinámica de grupos,18 encontraría una dimensión política en la
práctica pedagógica corriente. Esto haría que las críticas pedagógicas que surgen en
este periodo, al decir de Ardoino y Lourau, encontrarían que en sus análisis “la
interdependencia de lo político, de lo ideológico y de lo pedagógico se encuentra
marcada.”19 Así, siguiendo a estos autores, la relación entre lo global y lo local sería el
punto nodal de las críticas pedagógicas de la época.
Es necesario recordar que en aquellos tiempos, la relación entre lo global y lo local
estaba en proceso de análisis. Efectivamente, Guattari, con su concepto de transver-
salidad daba cuenta, en el ámbito de la Psicoterapia Institucional, de un fenómeno
13
Cfr. Fonvieille, R., L’aventure du mouvement Freinet, Méridiens-Klincksieck, Paris, 1989.
14
Pensemos, por ejemplo, que en Argentina y también en México, las primeras lecturas que se
realizaron en esa época de Reich eran en ediciones pirata.
15
Cfr. Lapassade, G, La autogestión pedagógica, Gedisa, 2ª edición, Barcelona, 1986.
16
Ibid, p. 23.
17
Cfr. Lapassade, G., “Función pedagógica del T Group”, en El analizador y el analista, Gedisa,
Barcelona, 1979.
18
Que estaban centrados en el análisis de los efectos de distintos tipos de liderazgo en el grupo, y cuya
concepción era básicamente bipolar (grupo-líder) (cfr. Lourau, R., L’imagination socianalytique, inédito,
Paris, 1985, y Delahanty, G., La marca de Lewin en los grupos y las instituciones, UAM-X, México, 1997).
19
Ardoino, J. y Lourau, R., Les pédagogies institutionnelles, PUF, Paris, 1994. P.56. La traducción es mía, RM.
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deciden dedicar sus esfuerzos a las clases más desprotegidas33), inspirados en las
innovaciones pedagógicas europeas.
En el ámbito de la educación pública, hay una renovación de programas y
estructuras educativas del régimen. Los programas para la educación primaria se
rediseñan, y en estos rediseños está presente la perspectiva freireana y constructivista,
aunque sea de una manera muy limitada. Asimismo, se inicia el trabajo del Instituto
Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), que durante algún tiempo fue
un espacio privilegiado para la aplicación del espíritu de la propuesta de Freire. A
pesar de su relativamente temprana institucionalización, durante el periodo
contracultural el INEA fue cuna y santuario de algunos de los procesos más interesantes
de una educación concientizadora. La educación indígena, asimismo, sería revisada
en función de la modernización del proyecto de Estado para los indígenas.
Sin embargo, durante este periodo, las reformas y el replanteamiento de los
sistemas de educación media superior y superior, fueron los que reflejaron de mejor
manera la pequeña revolución34 que se realizaba en los ámbitos educativos. Durante
la primera mitad de los años setenta, se redefinió de manera muy completa el sistema
de educación superior en la provincia. Hubo un aumento significativo de universidades
e instituciones de educación superior en el interior del país. Asimismo, en la capital,
sucedían cosas muy interesantes.
En 1974 se fundó la UAM, Universidad que ensayaba una organización interna
sumamente diferente a la ya heredada por la estructura de la UNAM, que era una
organización por facultades e institutos de investigación. El proyecto de la UAM era
innovador no únicamente por su estructura departamental, sino por la evolución
pedagógica que se implicaba en dicha redefinición. Una formación más interdiscipli-
naria, promovida por la misma estructura de organización y de gobierno, una
innovación pedagógica que suponía sistemas de enseñanza-aprendizaje distintos en
cada uno de sus campus, una serie de unidades universitarias que tenían la vocación
de articular docencia, investigación, servicio y difusión en un ámbito territorial que
33
La orden jesuita vive durante el periodo contracultural en México una de las épocas de mayor
radicalización. El cierre del Instituto Patria en función de un redireccionamiento de sus esfuerzos pedagógicos
hacia los pobres, es sólo una de las facetas de esta radicalización. Fue muy interesante su participación en
las Comunidades eclesiásticas de base y en la Teología de la liberación. Según Reygadas (Cfr. Seminario de
investigación “Memoria y Futuro...” arriba citado), los jesuitas tuvieron un conocimiento cercano de la
formación de la Liga 23 de Septiembre. Esta radicalización, evidentemente, no suprimía las contradicciones
entre ellos, prueba de lo cual fue el mantenimiento y la expansión de la Universidad Iberoamericana, bastión
de la educación elitista. No obstante, al interior mismo de la UIA, tuvieron lugar experiencias apasionantes
de trabajo y servicio social en favor de las clases más necesitadas, especialmente en algunas zonas marginadas
de la Ciudad de México.
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Que fue el nombre que le dieron los psicoterapeutas institucionales en Francia a su movimiento, la
Psicoterapia Institucional.
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creaban a partir de los nuevos dispositivos educativos, no fueron objeto de una crítica
coherente y argumentada. Es también importante mencionar que esos trabajos prácticos,
las experiencias de corte que se estructuraron en esos años, no fueron objeto de una
conceptualización y una formalización suficiente que permitiera una mejor evaluación
de los efectos educativos de los nuevos dispositivos institucionales de formación.
En este planteamiento, el elemento que queremos destacar es que el desplaza-
miento del sujeto mismo de la educación, del dispositivo pedagógico, del proyecto de
la práctica educativa, trajo a un primer plano al educando como sujeto de su formación,
como interlocutor necesario y privilegiado de la práctica educativa. La práctica docente
ya no sería exclusivamente el ejercicio de la enseñanza, sino que buscaría su lugar en
un proceso de enseñanza-aprendizaje que involucraba de manera diferencial a los “actores”
o integrantes de la institución. A partir de este momento, existía la conciencia de que
el proceso de formación, más que los procedimientos pedagógicos o didácticos, ligaba
íntimamente la figura del docente con la del estudiante. Es decir, que la crítica de las
formas jerárquicas de la organización educativa, trajo consigo la conciencia de una
relación docente-estudiante definida en tanto partenaires en el proceso educativo.
Así, a la crítica sobre las formas antidemocráticas y autoritarias que predominaban
(y en buena medida siguen predominando) en el gobierno y administración de la
institución educativa, se añade la elucidación del atravesamiento autoritario en el núcleo
más sensible de los procesos de formación: la relación maestro-alumno. Desde allí, la
institución educativa, y especialmente la universitaria, estaría en condiciones de elucidar
de otra manera su segmentaridad en relación con la institución del saber, objeto mismo
de la institución.38
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tiene su materia prima. Una buena política educativa es capaz de maximizar las utilidades
del proceso educativo, a través del aumento de la productividad general del sistema. Esto
se logra poniendo en primer plano la eficiencia del sistema educativo, así como la
eficacia de las medidas correctivas y de los dispositivos para lograr ciertas metas deseables.
El sujeto de la práctica educativa se encuentra nuevamente desplazado. El
complejo proceso de evaluación, caracterizado por la asignación de un valor a una serie
de experiencias, un valor que no es completamente reductible a su expresión numérica
o escalar, sino que es también y al mismo tiempo un elemento de orden hermenéutico,
que tiene que ver con el desarrollo en el tiempo de una serie de elementos y even-
tualidades, este proceso de evaluación se ve desplazado por una serie de procedi-
mientos de control, estructurados sobre el modelo de una auditoría permanente del
trabajo profesional o del desenvolvimiento del estudiante.
En un segundo momento, son estos procedimientos de control los que se sustituyen
a la pedagogía. Si en el periodo contracultural la universidad se constituyó, efecti-
vamente, en conciencia crítica de la sociedad, en la modernización educativa, a partir
de la metáfora productivista y economicista, la universidad se convierte en palanca
del desarrollo, en productora de insumos científicos y tecnológicos para el desarrollo del
país, pero sobre todo se convirtió en la instancia de control para el acceso al conocimiento
y al saber. Así, el contenido de la pedagogía en la institución universitaria se centraría
más en el establecimiento de los procedimientos a través de los cuales se podría
garantizar un acceso correcto al conocimiento.
Sin embargo, sospecho que este deslizamiento del sujeto del proceso educativo,
que nos ha llevado de una relación de autoridad —casi premoderna, es cierto— en
la educación napoleónica, a un replanteamiento del proceso educativo, en el cual el
estudiante es el centro de los esfuerzos y el principal promotor de su proceso educativo
(enseñar es dejar aprender, dice Juan Carlos de Brasi),40 y de allí nuevamente a un
espacio alienado, expropiado, en el cual el interlocutor último del proceso son ciertas
fuerzas invisibles (el mercado), en realidad no plantean una finalidad abierta
totalmente observable. Creo que el Estado modernizado es un Estado que supone
redes de dominio mucho más finas y precisas. En todas las instituciones, el Estado
realiza reformas cuya finalidad es la de establecer un conocimiento, un dominio
mucho más fino y sofisticado de la población.41
40
Brasi, J.C. de, “Algunas reflexiones sobre los grupos de formación”, en Bauleo, de Brasi et al, La
propuesta grupal, Folios, México, 1983, p. 21.
41
Esto se ha mostrado claramente en la hipótesis de Castel, sobre la Gestión de los riesgos (Anagrama,
Barcelona, 1984). Esta hipótesis ha sido ampliamente constatada por los ya muy numerosos trabajos
prácticos que realizan los estudiantes de Psicología Social y Educativa en la UAM-X, que muestran a través
de sus reportes de investigación (algunos de ellos de excelente calidad) esta tendencia desde hace varios
años, en ámbitos como la educación superior, la salud mental, la política sobre género, procesos preventivos
y asistenciales respecto del SIDA, etcétera.
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Aquí se inicia una cadena de facticidad. El profesor y el estudiante son el último eslabón de una
cadena de simulacros que insisten en presentar la imagen de una institución modelo, completamente
adecuada al parangón o patrón que se establece sobre su desarrollo. El proceso de evaluación se convierte
en algo completamente desnaturalizado, artificial, facticio.
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investigación a sus productos publicados, etcétera, son las formas que se sustituyen
a una verdadera formación, a la reflexión docente sobre la formación de los estudiantes,
a la apasionante aventura de la investigación. En la sustitución del contenido por la
forma, hay un enorme empobrecimiento. Nos encontramos en el reino de la facticidad.
La universidad, en este reino facticio, ha ocupado el lugar de su metáfora. Se ha
convertido en el signo que la representaba. La negociación de la huelga lo muestra
claramente. Esta negociación no fue, como era de esperarse, el espacio y el tiempo
privilegiado para replantearnos su proyecto, su misión en nuestro país y en nuestra
historia. El conflicto dio lugar, más bien, a una gestión de tipo gerencial del conflicto.
Y aquí hay que discriminar claramente lo que podría ser una abreacción, es decir,
permitir un estallamiento en tanto válvula de seguridad, como forma de psicodrama
que establece un tiempo y un espacio especial para regular los conflictos; una gestión
gerencial u organizacional del conflicto, que sigue manteniéndolo desde una lógica
de equilibrios, bajo un control más imaginario que real; y una resolución del conflicto,
que no puede suceder sin un diálogo y una negociación que supone el estatuto de
partenaires y adversarios a las fuerzas que lo actúan, que supone la mutua escucha, así
como la voluntad de llegar a compromisos.
La gestión gerencial del conflicto, efectivamente, supone una metáfora mecánica
de la universidad: la universidad es una máquina, es una fábrica. De allí su reducción
facticia. Al contrario, la metáfora biológica, la universidad como organismo, como
ser vivo, nos llevaría a sus posibilidades ficticias de imaginación.
Pero la universidad, a pesar de todo, está viva. Los movimientos, como los vasos
comunicantes, son capaces de dotar de nuevo aliento a estructuras que previamente
se encontraban fuertemente reificadas.45
Valdría la pena plantearnos, a partir de estas reflexiones, nuevamente el concepto
de institución, de institución universitaria. Las metáforas son eso, metáforas. Más
allá, o más acá, de las metáforas, se encuentran los procesos y los vínculos insti-
tucionales, con sus nombres propios. Procesos instituyentes, nuevas ideas y plantea-
mientos de la universidad, nuevas utopías sobre las que podría desembocar una
ficción, en tanto rebasamiento de la condición decepcionante de la realidad. Abrirnos
las posibilidades de pensar un proyecto, en el mismo planteamiento de Sartre:
negación de lo existente, y afirmación positiva de lo inexistente.
45
Es un fenómeno más o menos conocido que, a partir de movimientos sociales, a partir de la
transgresión de las formas facticias, se reactualizan las formas de representación y la representatividad de
ciertas instituciones.
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