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Q Nora C, Pagano Existe cierto consenso en datar el surgimiento y consolidacién de la historiografia enudita argentina, sobre la segunda mitad del siglo XIX, atin cuando puedan reconocerse prefiguraciones y anticipaciones La diacronia, en tanto dimensién constitutiva del relato literario, del discurso politico, la erdnica 0 de la memoria, no parecia ser la condicién suficiente para convertir esos textos en “historias”. Para ello crn necesario dotar a la natracién de un conjunto de atributos que consensuelmente fueron adoptando aquellos letrados que aspiraban a ser reconocidos como “historiadores” Aunque se trata de un fendmeno generalizado en Ia historiografia universal, la erudiciSn presenta particularidades pertinentes a cada contexto en el que tuvo lugar, en las paginas siguientes daremos cueinta de las modulaciones que edopt6 en el ambito local. a partir de la segunda mitad del siglo XIX La expresion “historiografia erudita” aparece literalmente consignada a mediados de la década de 1920 en la Historia de la historiografia argentina de Romulo Carbia (1925) obra que podria considerarse camo el Primer intento sistemitico por dar cuenta de las caracteristicas que Jos estudios histéricos asumieron en nuestro pais. A partir de la combinacion de perspectivas genética y taxonémica, su autor distingnia dos tradiciones historiogrificas centrales : “filosofante” y “erudita”. La primera contaba entre sus Fepresentantes a Vicente Fidel y Lucio Vicente Lépez asi como a José Manuel Estrada; la segunda por su parte, encontraba en Bartolomé Mitre su principal referente, anticipado por Luis Dominguez, continuado por Paul Groussae y"fandamentalmente por la Nueva Escuela Histérica, tradicién que el mismo Carbia integraba junto con otros néveles historiadores. La operacién de (auto}filiacién y legitimacién perceptible en el texto, no iba en zaga a aquella ofra que tenfa por objeto colocar al Mitre en un lugar central de ia constelacion, y ‘con él, a sus jovenes herederos. EI obra fue reeditada bajo el titulo Historia critica de la Historiografia Argentina en 1939 y 1940 con algunas modificaciones, aunque lo sustancial de la concepcién permanecid candnicamente en vigencia Bien mirado, este caracter biffonte que Carbia atribuia a la historiografia nacional, encontraba su fundamento mds Ikjano en Ia recepcién del debate que protagonizaron Mitre y Lépez entre 1881-1882. No se trataba del primero ni del dltimo cruce polémica sino que por el contrario, el género se hallaba ampliamente difundido entre ciertos integrantes de circulos politicos y culturales; la particularidad del aqui meneionado consiste en ‘su construceién en tanto “acontecimiento”, tal como tendremos ocasién de referir. En esa construccién ocupa un lugar contral la reeclicin que Ricardo Rojas hizo de las intervenciones de Mitre y Lopez en ta ealeccién Biblioteca Argentina (1916;, Un hustro después, cn su Historia de la literatura argentina, Rojas volveria a colocar el debate en el lugar fumsdacional de la historiografia local y a Mitre en el centio de ésta En cl texto “Mitre: un historiador frente al destino nacional” (1943), José Luis Romero agregaba a la condicién erudita de Mitre, la admirable coexistencia que porcibia entre su labor de historiador y de politico, Esa doble naturaleza posibilié al historiador de Belgrano desarrollar no solo una version del pasado nacional sino y fundamentalmente una conciencia histérica firme que reconocia como condicidn de posibilidad In existencia de la crisis post Caseros. Las innegables resonancias que una concepcién tal reviste en el contexto de su enunciacion ~ un juego de espejos explicito sobre el final del texto -, no oscurccen Ia sustantividad de su contenido: Mitre fue para J. L. Romero el “constructor de ta historia de la Nacién.. alegato irrebatible para la afirmacton de rmestra existencia colectiva. En 1980 Tulio Halperin Donghi se interrogaba en La historiografia: treinta aflos en busca de un rumbo (reeditado como La historiografia argentina del Ochenta al Centenario) sobre ns modalidades que los estudios histaricos ostentaban en nuestro medio a fo largo def tricnio 1880-1910 inaugurado bajo los efectos de lo que suponia una doble erisis: politica ¢ historiogrificn. En ese contexto, “los clisicos de la historiografia argentina * ~ Mitre y Lopez — poco poxian aportar por constituir “modelos al la vez ininvtables cade vez menos pertinertes” en relacion con ese mismo contexto, Conchuia afirmando que durante esas tres décadas ~ v a pesar de los valiosos aportes de P. Groussac-. no pudo surgir una tradicién historiogratica capaz 1 de sustituir a la niltrista, verificacion ésta que permitia a.su vez, explicar la emergencia de la Nueva Escuela Historica Halperin Donghi caracterizaba la obra de Mitre como un “ejemplo particularmente exitoso”. ponderande Ia “Historia de Belgrano” en términos de “hazamta” en la que la “indagacion erudita’” se combinaba admirablemente con las “ideas orientadoras”. El andlisis inseribia a Lopez en una perspectiva que - siguiendo a Mitre- consideraba mis “politica” que “filosofica” y cn la que e! colorido narrativo no podia ‘ocultar la parciatidad de su punto de vista y de alli la imposibilidad de instituirse como un historiador de 1a nnacionlidad. 0 1996, Halperin volvi sobre el_ particular en el articulo Mitre y la formulacién de una historia nacional para la Argentina, en el que ratificaba y ampliaba la los conceptos vertidos una década y media antes. Nil tiempo transcurrido ni la disparidad de analistas alteraron sustantivamente los términos genéricos en que se formulaba el problema de la conformacién de la historiografia erudita: ella encontraba en la “Historia de Belgrano y la independeneia argentina” y “La historia de San Martin y ia emancipacién sudamericana” de Bartolomé Mitre su mas meridiana expresién.. La robustez de la construccién heuristica y hermenéutica, se asentaba progresivamente en cada una de las reediciones - cuatro cn cl primer caso y dos en el segundo ~ las, que dominaron el espacio historiogrifico por mas de tres décadas (1857 a 1890), El efecto paradigmitico producido por esos textos, se reforzaba en Ia medida en que fueron confrontados con los de Vicente F. Leper, seialadamente su “Historia de la Repiiblica Argentina.” a ellos fue atribuido la calificacion de “filosofante” cuyas connotaciones reforzaban los meéritos de aquel otro formato “erudit Por Jo demas, ia eficacia del modelo mitrista hallaba otra justificacién acaso mas trascendente: la consumacién de una conciencia histérica que le permitié hilvanar convenientemente una imagen del pasado, presente y futuro de una nacion que fragué en el relato y en la gestiin politica Este modo configurar el problema, funcional la necesidad de disefiar wadiciones legitimadoras y cristalizarlas en textos candnicos, dificulta sin embargo ta percepeiin de un conjunto de fendmenos que pemiten pensar la constitucion de la historiografia erudita como un factum resultante de la convergencia de riiltiples procesos que tuvieron lugar a lo largo de décadas, y como tal, susceptible de ser desagregado en diversos planos analiticos. Dificulta asimismo la posibilidad de concebir la construccién historiografica como producto coleetivo y de carcter no lineal. Ciertamente la constraccién de una historiografia erudita fue el producto de un desarrollo gestado en medio de Tas cambiante’ condiciones de posibilidad que tavieron lugar durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siguiente: tales condiciones alimentaron modos de abordaje e interpretaciones del pasado e hicieron de él un objeto digno de atencién, La saz6n politica constituye entonces un elemento necesario aunque no es suficiente para explicar el fenémeno que se aspira a abordar. se requiere asimismo dar cuenta de los variados aspoctos que ofrece la produccién textos de desigual procedencia y factura, a través de los cuales resulta pos‘ble trazar los derroteros que culminaron en la estabilizacién historiografica verificable en cl cambio de siglo Tales itinerarios podrian sintetizarse en los siguientes: la gradual y relativa diferenciacién que Ia narracién histérica fixe adoptando respecto del relato literario, del género biogrifico — autobiografico, memorialistico, la tradicion oral y del discurso periodistico, En relaci6n con ello, cabe destacar la difusion del libro, la actividad editorial y las publicaciones periddicas especializadas, y, desde el punto de vista documental, el trayeeto que conduce del predominio inicial de las redes privadas y cisculos de biblidfilos, a fa coexistencia de aquellas redes con instituciones publices y privadas redimensionadas (institutos, juntas, biblioteca, archivo, musco) y sus correlativos. organos de expresién. Desde una perspectiva estrictamente historiografica, la implantacién de tun canon erudito supuso tambign el conocimiento y recepeiin de modelos, referentes y tradiciones intelectuales extemos asi como la fijacién de criterios intersubjetivos de orden heuristico con el consiguisnte establecimiento de criterios de autoridad. 1. Las apelaciones al pasado: ta tribuna_politica, la prensa periddica, la literatura, y ta biografia ejemplar, El exilio - montevideano, boliviano o chileno - constituyé un Ambito de experiencias politico-intelectuales en €l cual se desplegs una sociabilidad no siempre arménica . La cualidad fiteraria, era et mayor capital simbGlico al que fos emigrados pudieron apelar : escribieron novelas historicas, tradujeton y difuundieron a los clasicos de! romanticismo, fandaton institueiones fiterarias, educativas. de conocimiento, e intervinieron activamente en la prensa periddica, Tales desempetios no s6lo significaron Ia canalizacién de una vocacion intelectual, de inquietudes politico culturales o la expresién del ecleeticismo que suponia la comin conviccién romantica. sino que también proporcionaban un medio de subsistencia en las duras condiciones impuestas por el desticiro. Este conjunto de circunstancias permite explicar la multiplicidad de esferas en que tales actividades se desplegaron asi como los Factores que posibilitaron que esos hombres adquirieran notoriedad piblica v atin entablaran enfrentamientos y rivalidades intempersonales. Durante el destierto varios intelectuales se dispusieron a dar continuidad y profundidad a aquella tipicamente romantica “Ojeada Restrospectiva” ¢ iniciaron las pesquisas tendientes 4 recuperar el pasado para encontrar cen él los simbolos capaces de fandar el orden republicano y una nueva ciudadania, Entre otros casos, puede destacarsc la labor heuristica ~ que todavia aguarda una exégesis ~ de personalidades como Florencio Varela © Valentin Alsina y empresas como la Biblioteca de “E! comercio del Plata” findada por el primero de ellos, continuada por ef segundo, y profusamente consultada por B. Mitre, En esta coleccién fiteron publicadas valiosas fuentes utilizadas Iuego por nuestros primeros historindores como ta traduccién de la célebre Descripcién de Félix de Azata realizada por Rivadavia, y la “Compilacién de documentos relativos a sucesos de! Rio de fa Plata desde 1806” (1851) a cargo de V. Alsina y Vicente F. Lapez. Cascros reunid a los emigrados en su tierra natal aunque alineados en facciones enfrentadas: Ia revolucién seguiria devorando asus herederos y les imponelria a algunos de ellos aevos exilios derivados de los posicionamientos adoptados en medio de crecientes turbulencias politicas Bucna parte de esas tomas de posicidn se expusieron piiblicamente a través del recurso de ta prensa periédica ampliamente conocido y iransitado, sea en Montevideo, Santiago o Valparaiso. En tal sentido. resulta conocida fa correlacion que hacia mediados del siglo XIX ligaba la fuerte politizacion con la centralidad del fenémeno de Ia prensa periédica y la expansién del asociacionismo; de alli cl afan de las dirigoncias politicas ‘urbanas por captar y conquistar ai piblico ~ potencial prosélito- en tanto necesaria instancia legitimedora, Esa incipiente esfera publica ope: como un nexo entre la sociedad y et estado; dmbito de sociabilidad, de publicidad de opiniones, de critica, debate y juicios asi como formador de reputaciones y Ingar de acumulacién de capital simbélico, Ese “temibfe poder del diarismo” al decir de Ernesto Quesada, expliea que muchos hombres publicos estuviesen ligados a la propiedad y gestién de la empresa periodistica convirtigndose en verdaderos “caudillos de fa prensa” como denunciaba Alberdi en las “Cartas Quillotanas” EI caracter performativo de Ia prensa periddica, que recibe su fuerza del contesto social en el tiene lugar y de Ia posicién det enunciador, le confiricron a la misma una apreciable centralidad en la instrumentacion de discos politico-culturales. dato ineludible para comprender parte de la dinémica historiogrifica de la segunda mutad del siglo XIX. A través de ese soporte, las divergencias tamaron estado piiblico asumiendo la forma caracteristica de “debates” en los que, claro esta. no slo se saldabar_sliscrepancias puntuales sino que se cimentaban famas y prestigios. Publicistas, letrados, politicos, hombres piblicos contribuyeron a incluir en sa esfera piiblica, temriticas historicas, Estas ultimas no encontraban todavia un dmbito especializado de produccién, tal como parecen indicar los fracasados imtentos como el de Mitre en 1854 por establecer el Jnstinuto Historic » Geogrtfico del Rio de la Plata que remedara al que Andrés Lamas fundase en Montevideo en 1843, vaciado a su vez del establecido en Rio de Janeiro en 1838; o bien el dirigido por Pujol en Parana (1860), sta In ausencia de instituciones ‘especializadas fue atriburda tanto a la falta de apoyos estatales como de los consensos necesarios: en su lugar, {a fuicién coteccionista alimentaba ef funcionamiento de redes privadas a través de las cuales circulaban y se acopiaban documentos. libros y catélogos, en un clima tertuliar que concentraba a miembros conspicuos de los cireulos politico culturates. Esos espacios operaban ademés como mbitos de consagracién convergente de capitales simbélicos que reconocian variadas procedencia:. La ausencia de disciplina histérica formalizada no invalidaba Ia necesidad de apelar a algunas de sus fiunciones. al menos la de proveer insumos para construir tradiciones y linajes que contribuyeran a legitimar 3

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