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Del yo al nosotros Sofia Vergara

Consulta individual 11-1

Del yo al nosotros
Introducción

«Toda exposición, es por naturaleza un recorte desde una disciplina y, muchas veces, un recorte
dentro de la misma disciplina. La filosofía, si es una forma válida de enfrentar los problemas que nos
plantea nuestro tiempo, lo es en tanto que hacer filosofía es pensar, es búsqueda de sentido y,
cuando está en relación interdisciplinaria con los demás campos del saber, será una propuesta entre
otras, con la única condición de no negar el espíritu crítico ni ocultar la subjetividad de quien escribe»

[1].

La pregunta, demarca la perspectiva desde donde se alumbra éste escrito. El mejor destino que
pudieran tener estas palabras es el de ser «partera de ideas»; es en el diálogo

[2] donde la pregunta genera una dinámica cuyo objeto no tiene el sentido de agón —competencia—
sino el de la aproximación a una verdad buscada por los interlocutores.

Por otra parte, si bien la filosofía desde sus principios tiene por objeto una descripción del mundo,
no es menos cierto que de ello, surge una multiplicidad de maneras de ver el mundo;
estas Weltanschauung

[3]están a la base de todo pensamiento que en sus respectivas disciplinas pretendan, con su aporte
de novedades, inscribir un “cambio en el mundo” en el área de su participación. Dicho esto, se nos
presenta la filosofía de la praxis—filosofía de la práctica— en todo caso donde la praxis sea
fundamento de toda teorización.

Exclusión del Otro.

El nombre que se ha querido dar a esta mesa: trabajando en equipo; nos hace reflexionar respecto
de la posición de un determinado saber cuándo es convocado a participar entre otros, y cuál es la
actitud de aquél, que en nombre de la disciplina que le es propia, toma con respecto a los demás.

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Febrero 17 de 2019
Del yo al nosotros Sofia Vergara
Consulta individual 11-1

Si la relación entre los hombres está fundada en el poder, si son relaciones de poder como anuncia
Foucault; entonces su relación con otras personas será del orden «sujeto-objeto». El hombre como
individuo en relación consigo mismo o con valores superiores, (dioses, Dios o su propio saber)
actuará conforme a una voluntad subjetiva del bien; en virtud de sus creencias o de un imperativo, y
se opondrá ante cualquier sospecha de diversidad ejerciendo su poder; actuará con violencia, y en
este caso habrá una puja de saberes donde cada quien querrá que los demás, sean meros asistentes
del suyo. Una visión del mundo fundada en la prevalencia del Yo, enmarcado en el ámbito de la
relación sujeto-objeto, da como resultado una relación violenta en tanto que anula «la mirada hacia
el Otro».

La manera en que el hombre despliega su actividad, conforme a modelos culturales, es lo que hace
que el hallazgo contemporáneo de la relación con el Otro esté interdicto. Como individuo no se sabe
leer comprehensivamente cuales actos generan violencia y se «naturalizan», ya que puestos en el
plano individual y si se quiere moral anulan todo compromiso y responsabilidad con relación al Otro,
relación aniquilada desde una visión del mundo totalizadora e individualista, que produce individuos
forjados en sus propios intereses lejos de producir personas forjadas en un interés común. Cuando
se trata de un trabajo donde concurren distintos saberes, según este modelo individualista, lo que
habrá es una mera acumulación de disciplinas, una panoplia de sentidos cuyo “objeto” podrá ser el
mismo, pero abordado desde aristas diferentes, lucirá para cada uno como la totalidad del “objeto”.
Se nos presenta así un hecho que podemos llamar multidisciplinario pero jamás interdisciplinario.

El salto cualitativo desde la multidisciplinar se funda justamente en lograr una


mirada holística como capacidad de descubrir, comprender e integrar relaciones interdependientes
entre saberes, sobre todo si el “objeto” de las ciencias al que venimos haciendo mención es el
hombre. Estaríamos, entonces, en un ámbito interdisciplinario, estaríamos, pues, «trabajando en
equipo». Se debe hacer mención aquí, que el planteo que se hace con relación a lo transdisciplinario

[4] como modo de trabajo opuesto a la interdisciplinar, no resulta a nuestro juicio, sino la trans-fusión
de saberes que dependen de necesidades histórico-culturales, origen de “nuevas disciplinas”; en
tanto que, la interdisciplinar puede verse como proceso dialéctico superador de cada disciplina, pero
no anulador de éstas.

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Febrero 17 de 2019
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Del «yo» al «nosotros» Camino Ético

Pensar en interdisciplinar desde la filosofía es válido, si se tiene en cuenta que un saber en el


marco interdisciplinario es «potencia», que siguiendo a Aristóteles, se realizará en «acto»; será
pues, «materia» que tomará «forma» en el registro de los actos. Un quehacer, y de hecho discurso
de una rama de la filosofía: ética, política y estética forman parte de la filosofía práctica, es decir,
no es una rama teórica como la ontología.

Se tratará pues de lo interdisciplinario en tanto que lo entendemos como una manera de actuar,
concerniente al campo de la ética.

Quizá sea el de Kant el paradigma ético de donde se extraen con mayor fruición conceptos aplicables
a éticas contemporáneas, Kant, propone una ética que tiene en cuenta sólo la moralidad en sí misma,
el deber o la obligación de una moral formal y universal, basada en el imperativo categórico

[5].

La crítica que Hegel realiza sobre la posición kantiana se basa en no admitir la escisión que pretende
Kant con el ethos; lugar sin duda, tanto para Hegel cuánto para Aristóteles donde se despliega la
actividad humana.

Hegel introduce así, la discusión entre moralidad y eticidad y, nos permite a la vez diferenciar lo ético
de lo moral.

Entendemos ética en el sentido contemporáneo (introducido por Hegel) de eticidad, actividad que se
desarrolla en un ethos,determinado por intereses comunes a un grupo

Dicho esto, creemos que en la relación identidad-alteridad se puede ver al Otro aceptándolo o
rechazándolo en su diferencia; el rechazo de la diferencia es violencia que, en principio, anula al
Otro en una relación «sujeto-objeto». Es propio de esta relación esperar del Otro la semejanza; el
«semejante», ocupa el lugar del Otro solo por el hecho de ser «semejante» en él hay la seguridad
de la «mismidad». La filosofía contemporánea, toma el concepto de alteridad como la presencia

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necesaria del Otro, Husserl, Sartre, Merleau-Ponty y Levinas, lo creen necesario no sólo para la
existencia y constitución del propio Yo, sino sobre todo para la constitución de la intersubjetividad.

Entonces, a partir de la ruptura con la mismidad subjetiva, es donde opera la apertura al Otro,
del alter ego al otro que «es un yo que no soy yo»

[6] dice Sartre; vemos un salto cualitativo desde el «yo» cartesiano condenado a su propia imago e
incapaz de ver al Otro sino por analogía de si mismo. Este cambio de «calidad» en la relación,
constituye el camino del Yo al Nosotros.

Decíamos antes que acaece el acto violento por la anulación de «la mirada hacia el Otro». Sartre
propone una salida al «Yo por analogía de si mismo». En El Ser y la Nada «la mirada del Otro»

[7] va a ser constitutiva del Yo «...la mirada del otro abarca mi ser...» y de esta manera se
experimenta al Otro como sujeto libre y consciente que podríamos denominar la «experiencia del
Otro»

Conclusión

Para concluir podríamos tomar el término «experiencia del Otro “como guía para fundamentar una
«episteme de la relación», un conocer por relaciones que incluya la mirada del Otro, el saber del
Otro, como necesario para consolidar una visión integral, o lo más abarcadora posible del objeto a
conocer; de eso se trata, creemos, «trabajar en equipo». Con todo, no podemos —ni debemos—
desconocer los límites de nuestra propia disciplina, tener a la vista las “fronteras disciplinarias”
implica el reconocimiento de fronteras simétricas en un plano de relación horizontal que posibilita
el “dialogo de saberes”, pero además requiere de la «anulación de toda extensión indebida de un
saber»

[8]: ne supra crepidam sutor iudicet (un zapatero debe limitarse a opinar sobre sus sandalias) dice el
escritor romano Plinio el viejo

[9] ; y mucho antes Platón, cuando acepta la explicación del zapatero sobre que significaba ser
zapatero, le advierte: «Muy bien, pero nunca confundir el mundo con una zapatería»[10].

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La filosofía en la actualidad toma una actitud crítica frente al racionalismo totalitario, tanto Foucault,
Deleuze, Benjamin y otros, manifiestan la importancia de lo interdisciplinario en tanto que no hay
verdad absoluta; lo que hay sí, es el compromiso absoluto por el respeto al Otro.

Ser muy cauteloso con el propio ego es una manera esencial para el dialogo entre saberes; tomo
prestado aquí un concepto que Carlos Juan Bianchi

[11] vierte en su trabajo con relación al Duelo: considera necesario para su superación practicar
el egocidio. Salir del centro de la escena es practicar egocidio e implica una renuncia al saber
totalitario y opresivo que no da lugar al Otro «sea colega, al enfermo que busca ser escuchado, ser
mirado, ser atendido...»

[12] ya que la ética según Levinas es la responsabilidad para con el Otro, el ser-para-el-otro que
pone fin al rumor insensato del Ser.

Bibliografía:

Autor: Edgar pablo bergna.

Fecha de publicación: 09 de septiembre de 2006.

Nombre el artículo: del yo al nosotros como ética: filosofía de la práctica.

Nombre de la página: atenea buenos aires.

Link:http://akmebuenosaires.blogspot.com/2008/05/del-yo-al-nosotros-como-tica-
filosofa.html

Origen: buenos aires, argentina.

Fecha de consulta: 17 de febrero 2019.

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La tiranía del YO

El otro día tuve el privilegio de participar en uno de los Encuentros Familia Vida y Libertad que
organiza HazteOir.org en Cádiz a cargo de Pedro Mejías, en el Puerto de Santa María.

Pedro me había invitado a presentar mi libro, ‘Mi Historia y Once Más‘(ed. Áltera) junto con dos
ponentes de excepción: Teresa García-Noblejas y Amelia Bueno. Y aunque con cierto pudor, hice
lo que me pidieron y por cierto disfruté muchísimo. Hablamos ante un montón de gente: un
montón de gente en la sala que estaba abarrotada y otro montón fuera en la calle
abucheándonos, gritando e insultando…. (En fin, cosas de la dictadura del pensamiento único).

Actual

Depende del apoyo de lectores como tú para seguir defendiendo la cultura de la vida, la familia y
las libertades.

Vivimos bajo la tiranía del YO. Yo lo primero y por encima de todo: mi libertad, mi carrera
profesional, mi éxito, mi espacio, mi tiempo, mi opinión, mi criterio….y eso necesariamente se da
de tortas con la familia, porque la familia es el lugar en el que uno piensa antes en el otro que
en sí mismo. En la familia lo primero es el amor que nos tenemos unos a otros, queremos que
nuestro marido, nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros padres y hermanos sean felices, y, a
pesar de nuestras miserias y debilidades, lo intentamos con todas nuestras fuerzas y si nos
equivocamos y fallamos, pedimos perdón.

Cuando nos dejamos dominar por la tiranía del YO, entonces la familia nos molesta, nos estorba y
nos agobia porque somos incapaces de adaptarnos a ese esquema del amor desinteresado y
generoso. Entonces rechazamos formar una familia o renegamos de la nuestra. Creo que de ahí
vienen las crisis, la soledad y la frustración. Sólo desde el amor desinteresado se puede construir
la felicidad tanto personal como en el matrimonio y la familia e incluso en la vida profesional. Y es
que el que sólo se busca a sí mismo, lo único que encuentra es… ¡a sí mismo!

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Y en el caso de la mujer, que a fin de cuentas es el tema del libro, todo esto ha sido
convenientemente aderezado por el feminismo radical y la ideología de género. Se trata de anular
esa esencia propia femenina que se caracteriza -más aún si cabe que en el hombre- por la entrega
a los demás. En palabras de san Juan Pablo II: “La mujer no se encuentra a sí misma si no es
dando amor a los demás”. Por eso en la familia la mujer se realiza plenamente, muy al contrario de
los que las ideologías feministas nos venden.

Y ya que están tan de moda los ‘tips’, yo propongo 4 para el éxito en el matrimonio y la familia,
creo que serían estos: servicio, humildad, perdón y oración. Son la clave del éxito…
¡garantizado!

Autor: Leonor Tamayo.

Fecha de publicación: 03 de agosto de 2018.

Nombre el artículo: la tiranía del YO.

Nombre de la página: Actuall.

Link: https://www.actuall.com/criterio/familia/la-tirania-del/

Origen: (s-f)

Fecha de consulta: 17 de febrero 2019.

El nosotros latinoamericano

Las identidades colectivas, como los movimientos sociales, en su necesidad de afirmarse y


reconocerse como tales, recurren a sus propios medios de expresión cultural con la finalidad de
significarse, representarse y simbolizarse actuando -conforme a sus idearios y sentimientos- en los
espacios públicos. Por lo dicho, el nosotros debe ser enunciado como voz coral o grito comunitario
según las tradiciones inventadas o no. El nosotros representa a un sujeto colectivo pensante, que
puede generar una corriente de opinión pública y, en no pocos casos y circunstancias, probar su
voluntad de acción. Tomaremos en cuenta algunas de sus manifestaciones a través de dos

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publicaciones periódicas identificadas con la izquierda continental de la segunda mitad de los años
veinte del siglo pasado.

Repensando el horizonte de sentido

Este vocablo en lengua castellana, corresponde a la forma nominativa en primera persona del
plural. Es una categoría culturalmente relacional e inclusiva, siendo ideológica y políticamente
neutral. No obstante lo anterior, las clases y grupos culturales subalternos tienden a dotar de
elementos críticos sus demandas colectivas y sus maneras de enunciar o simbolizar el nosotros.
En ciertos contextos y coyunturas, el nosotros puede ser el motor de un movimiento de ruptura o
subversión del canon u orden reinante en algún campo de la existencia social: cultural, intelectual,
artístico, social o político. Además del gentilicio, el sujeto colectivo suele apelar a conocidas voces
que refrendan la unidad relacional de sus adherentes en el seno de un movimiento social,
organización o entidad grupal, tales como: hermanos, compañeros, camaradas, correligionarios,
comuneros, paisanos, etc.

El nosotros, a diferencia de la multitud, de la masa, del público, configura su frontera de sentido a


partir de su propio reconocimiento como sujeto colectivo, sellado por la intersubjetividad que le
corresponde, entre las ideas y el pathos que la nutren. El nosotros –como sujeto colectivo– no está
constreñido necesariamente a un espacio homogéneo y continuo con fronteras definidas. En no
pocas ocasiones, el nosotros es consciente de su identidad colectiva al mismo tiempo que de su
heterogeneidad (generacional, cultural, social, étnico y de género). El nosotros reconoce el
espectro de su corporeidad, a veces, marcada por algún símbolo compartido, referentes gestuales
o sonoros y alguna ritualidad elaborada o balbuceante. Sin embargo, cuando nuestro sujeto
colectivo se auto convoca bajo ciertas circunstancias y motivaciones conmemorativas o
extraordinarias, cuida en sus filas la distancia cultural que la dota de distintivita frente a la multitud
o la masa. La densidad corporal propia de la masa peregrina, la política o espontáneamente
tumultuaria o violenta, le es ajena.

Las identidades colectivas, urbanas y rurales, se fueron modelando durante ciclos de larga
duración, afinando sus referentes de distintivita. No hubo continente que no fuese marcado por sus
respectivas identidades colectivas y sus conflictos, entre inclusiones, exclusiones y guerras de
aniquilamiento. La modernidad occidental, el colonialismo, el emergente mercado mundial y la
división del trabajo que le sirvió de complemento complicaron la trama de interacción de las
identidades colectivas, e impulsaron la aparición de otras en ciclos de corta duración. En la
actualidad, los académicos debaten si el mundo contemporáneo únicamente es capaz de generar
identidades colectivas fugaces en el tiempo, al mismo tiempo que decantar o erosionar las de
antigua data.

El nosotros, siendo una categoría relacional y cohesiva, necesita de una mediación y contraste, su
reconocimiento frente a los que no comparten ideológica, cultural o corporalmente sus mismos
referentes de identificación y pertenencia. La relación entre el nosotros y los otros tiene muy añeja
sedimentación lingüística y cultural. En lengua castellana el sujeto (individual o colectivo) convierte
al otro o los otros en objeto en complemento. En las lenguas amerindias existen otras
posibilidades. En el quechua ñuqanchik tiene un rango de inclusión complejo que enlaza
el nosotros/y el vosotros. Ñuqayku, otra voz quechua, próxima a la usada en el castellano, es
un nosotros que afirma a los afines y excluye a los diferentes (otros, vosotros). Carlos Lenskerdof,
con base en sus estudios sobre algunas lenguas mayas, en particular el chol, ha cuestionado –con
justa razón– el paradigma de la traducción configurado sobre una muestra no universal, el de las
lenguas indoeuropeas. Y este señalamiento crítico es muy valioso para repensar y actuar la
relación intercultural de nuestro tiempo. Considerar como lo formula Lenskerdorf, la presencia en
una misma oración de dos o más sujetos (nosotros y vosotros, por ejemplo), de dos o más verbos

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(oír, escuchar//, enseñar, aprender// proponer, aceptar o rechazar) es poco menos que inteligible y
aceptable para culturas criollo-mestizas de nuestro continente.

Una revista cultural alternativa

Algunas revistas, insertas en el horizonte de la tradición letrada de las clases subalternas en la


América Latina contemporánea fueron signadas por una orientación crítica o revolucionaria frente
al orden existente. Ellas sirvieron de vehículos privilegiados para expresar y desarrollar el abanico
de las identidades colectivas de cada uno de sus periodos históricos, entre la tolerancia y la
censura gubernamental.

En ese contexto, debemos destacar que, a la noción de vanguardia literaria, intelectual o política, le
subyace la manera en que en cada caso concreto, se fue configurando un nosotros frente a su
público lector, con mayores o menores distancias. Fueron excepcionales los emprendimientos
editoriales de trato comunicacional horizontal de ida y vuelta. No nos referimos a ese nicho no
siempre abierto de las llamadas «Cartas al Director» sino a ese horizonte alternativo que, al decir
de Walter Benjamin, borró prometedoramente las fronteras entre colaboradores lectores y
corresponsales durante la década de los años veinte del siglo pasado en ciudades como: Berlín,
Moscú y Lima.

Veamos los ejemplos que nos resultan más familiares y no por ello menos importantes. Nos
referimos a la revista Amauta (1926-1930) y al quincenario Labor (1928-1929), ambos dirigidos por
José Carlos Mariátegui.

Su director, al redactar la presentación de Amauta en septiembre de 1926, sentó dos premisas


clave que explicaban su inserción en las revistas culturales de vanguardia. La primera la
ubicó certeramente en el «campo intelectual», y la segunda la señaló como representante de «un
movimiento», no de un grupo. Nada mejor que una revista, entendida como un territorio letrado
vinculante y afirmativo y nada más propicio que un lugar cultural para la producción y difusión de
imágenes y símbolos de vanguardia para la creación de una trinchera de combate ideológico-
cultural que demandaría esfuerzos y sacrificios inusuales, disensos, algunas defecciones, y riesgos
políticos y económicos. En esa perspectiva, Mariátegui dijo:

El primer resultado que los escritores de Amauta nos proponemos obtener es el de acordarnos y
conocernos mejor nosotros mismos. El trabajo de la revista nos solidarizará más. Al mismo tiempo
que atraerá a otros buenos elementos, alejará a algunos fluctuantes y desganados que por ahora
coquetean con el vanguardismo, pero que apenas éste les demande un sacrificio, se apresurarán a
dejarlo. Amauta cribará a los hombres de la vanguardia —militantes o simpatizantes— hasta
separar la paja del grano. Producirá o precipitará un fenómeno de polarización y concentración. [1]

El objetivo era crear un movimiento intelectual vigoroso y ascendente que se venía gestando desde
1924,[2] y aún antes, el cual podía ser filiado por su inocultable tendencia renovadora frente a la
anquilosada cultura oligárquica, el viejo orden económico-social y la penetración imperialista
norteamericana. No fue fácil modelar un nosotros, resentían el lastre de las sinonimias y por ende,
su campo polisémico. Sus integrantes se llamaban a sí mismos jóvenes de la «Nueva
Generación», renovadores, vanguardistas, antiimperialistas, socialistas o revolucionarios. En mayo
de 1925, Mariátegui escribió:

La nueva generación hispano-americana debe definir neta y exactamente el sentido de su


oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del Imperio de Dawes y de Morgan;
no del pueblo ni del hombre norteamericano. La historia de la cultura norteamericana nos ofrece
muchos nobles casos de independencia de la inteligencia y del espíritu […]

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Los hombres nuevos de la América Indo-ibérica pueden y deben entenderse con los hombres
nuevos de la América de Waldo Frank.[3]

De cara a dicho movimiento renovador, el emprendimiento de esta revista cultural aspiraba a


dinamizarlo, orientarlo, definirlo y dotarlo gradualmente de organicidad. Hay algo más que
pretendía signar a la revista Amauta y al movimiento alternativo: su horizonte generacional
antioligárquico. Dicho en los términos de Mariátegui, Amauta «...es la voz de un movimiento y de
una generación»,[4] es decir, los intelectuales nacidos entre fines del siglo XIX y principios del siglo
XX, los cuales fueron marcados por los grandes hitos políticos y culturales, y que se expresaron y
actuaron como la principal corriente generacional renovadora.

Así las cosas, la presencia de los renovadores fue al mismo tiempo el espejo de sus antagonistas
en el seno del campo intelectual real, muy concreto y muy peruano. Sin lugar a dudas, el campo
intelectual fue concebido por Mariátegui como un campo de fuerza, en donde los posicionamientos
estéticos y de ideas se encontraban en desarrollo, vía el camino inevitable de sus contradicciones,
de su lógica antagonista. Del lado opuesto, se encontraban las corrientes conservadoras,
reaccionarias con sus muchas máscaras o etiquetas.

Y entre unos y otros, en la zona liminar, se encontraban los que no traducían «ideología alguna»,
así como aquellos que se movían en la formal apariencia de los «rótulos», por lo que ambos
también deberían ser objeto de crítica.

Mariátegui escribió:

Nos sentimos una fuerza beligerante, polémica. No le hacemos ninguna concesión al criterio
generalmente falaz de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas. [5]

Tal adscripción dibujó al nosotros como una fuerza activa en el espacio público, crítica y de
combate intelectual. Pero: ¿qué quiso decir Mariátegui al introducir ese par excluyente y
antagonista bueno/malo que se salía del terreno propiamente gnoseológico? Quizás, pretendía en
lugar de dotar a las ideas del movimiento que animaba de una asfixiante carga moral, recuperar su
sentido popular y subversivo. Si las ideas buenas por contraste frente a las ideas malas poseen los
atributos de la oportunidad, funcionalidad y positividad, coadyuvarían a reforzar el polo ideológico,
político y cultural en el seno del campo intelectual de su época. Cabe igualmente otra lectura
complementaria. Las ideas no son buenas ni malas, es su instrumentalización de clase, de élite, lo
que les confiere una implicación ético moral. La comparación ideológica entre las ideas centrales
de la sociedad inca y las de la república semicolonial, revelan sus respectivas cargas morales por
su incidencia positiva o negativa sobre el bienestar popular. En tiempos de Mariátegui, la
oligarquía, la burguesía, no se hacían problemas con los artificios morales de las palabras
mientras no les tocasen su lógica de la renta y/o la plusvalía, los fundamentos de su poder y sus
propios mitos.

La retórica y la apariencia, al decir de Mariátegui, debían ser cuestionadas por sus fuertes anclajes
en la cultura oligárquica. Entendía por retórica el lenguaje criollo-oligárquico que se había vuelto
expansivo, y que cumplía la función de trivializar los problemas, retacear la realidad, y velar la
identidad de sujeto. No sorprende la desconfianza de Mariátegui frente a los programas, por los
que prescindirá de ellos en esta fase. ¿Cómo iniciar un emprendimiento político cultural que logre
un puente entre la vanguardia política y la artístico-intelectual si ambas están en gestación? Si se
trataba de acelerar el ritmo del proceso de definición ideológica y de concentración de fuerzas, el
programa no podía ser la premisa de inicio del mismo, sino una de sus metas. Había además que
avanzar en la crítica del modo de comunicación prevaleciente en la cultura oligárquica, la cual
hacía que la palabra del criollo, revestida de solemnidad autoritaria, pretendía ser la voz calificada
en los espacios públicos, en las academias y en los medios artísticos. A contracorriente, Mariátegui
consideró que, para “presentar Amauta, estaban demás las palabras solemnes. Y agregó: «Quiero
proscribir de esta revista la retórica».[6]

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La apariencia, que en la cultura del barroco legitimó la creencia de que el parecer era el ser, en el
contexto de la crisis de la cultura oligárquica se convirtió en disfraz acomodaticio, en coartada para
el travestismo intelectual, político y social. Enfáticamente sostuvo: «El Perú es un país de rótulos y
de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido, vale decir con espíritu». [7] El nosotros
como sujeto creador debía realizar un doble movimiento, de negación del viejo orden y cultura
oligárquica y de modelador y gestor de uno nuevo.

Autor: Ricardo melgar bao.

Fecha de publicación: 01 de diciembre 2013.

Nombre el artículo: el pensamiento crítico latinoamericano: nosotros, algo más que una
categoría identitaria.

Nombre de la página: en el volcán insurgente.

Link:http://www.enelvolcan.com/dic2013/311-el-pensamiento-critico-latinoamericano-nosotros-
algo-mas-que-una-categoria-identitaria

Origen: (s-f)

Fecha de consulta: 17 de febrero 2019

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