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“A fines del año 2007, la industria anchovetera peruana estaba conformada por una flota de
1,178 embarcaciones, con una capacidad total de bodega de alrededor de 210,000 metros
cúbicos, y por 145 plantas de harina y aceite de pescado, con una capacidad total de
procesamiento de 8,909 toneladas por hora”, puntualizó. “Para apreciar la magnitud de la
sobrecapacidad de la industria, cabe señalar que el total de desembarques de anchoveta en el
país fluctúa entre 6 y 8 millones de toneladas por año, volumen determinado por el Rendimiento
Máximo Sostenible que fija IMARPE, el cual es de 8 millones de toneladas, y la cuota máxima
permisible que fija el gobierno, que es de 5,9 millones de toneladas”.
Los datos mencionados, según el doctor Paredes, sirvieron para estimar el exceso de
capacidad, que en el caso de la flota oscila entre 60 y 78 por ciento, y en las plantas de
procesamiento de harina y aceite de pescado lo hace entre 65 y 80 por ciento. Así se puede
inferir que la actual capacidad instalada de plantas es de 3 a 5 veces su nivel óptimo.
Por otro lado, una reducción del 50 por ciento en la capacidad de procesamiento de la industria,
llevaría a un aumento de beneficios de US$ 229 millones, esto es un 82 por ciento de aumento
con respecto a las estimaciones de beneficios para las plantas de funcionamiento durante ese
año. En total, las utilidades del sector se incrementarían en US$ 400 millones anuales, es decir
se duplicarían.
“El programa de ajuste estructural debe ser voluntario, basado en el mercado y en un sistema
transparente, financiado por las contribuciones de los que seguirán operando en este sector, y
es una opción política que ha funcionado en otras partes del mundo. Se reduciría los costos
fijos de la flota y aumentaría la rentabilidad de la actividad”. Sin embargo, agrega el doctor
Paredes, este esquema no eliminaría la “carrera olímpica” y sus consiguientes ineficiencias, por
lo cual es necesario modificar el sistema de cuotas.
El sistema de cuotas individuales de pesca, en la medida en que sean transferibles, tiene una
serie de ventajas, como la eliminación de la carrera olímpica, la optimización del uso de las
embarcaciones con el fin de utilizar su cuota anual –lo cual endógenamente conduce a la
reducción de flota–, el aumento del número de días de la temporada de pesca, y una mejora de
la calidad de los desembarques de pescado, lo que puede facilitar la expansión de la producción
de harina de pescado.
A pesar que la reducción del sobredimensionamiento del sector generará grandes beneficios,
no solo para los que sigan operando en esta pesquería, sino para la sociedad como un todo,
también habrá “perdedores”. El bienestar de estos últimos debe ser tomado en cuenta por el
programa de reordenamiento; es necesario mitigar los costos sociales no solo por
consideraciones de equidad, sino para que el programa tenga posibilidades reales de
implementación, de permanencia y de éxito.
“Atender este problema no debe ser muy difícil ya que el sector emplea directamente alrededor
de 26,500 personas y una reducción de flota y plantas a la mitad, implicaría que, en el peor de
los casos, alrededor de trece mil personas perderían esta fuente de ingresos que, debido a la
reducción en los días de pesca que ya ocurrió, es sólo un componente de los ingresos de este
grupo de trabajadores”.
Aunque el problema central es reducir el sobredimensionamiento de la flota y de las plantas,
para así reducir las ineficiencias y el drenaje de la renta en la actividad de consumo humano
indirecto, los actores involucrados en la pesquería de anchoveta también tienen ante sí el reto
de incrementar la pesca y la producción para el consumo humano directo. Este objetivo resulta
muy pertinente en un país afectado por índices importantes de desnutrición y en un contexto en
que los alimentos están encareciéndose a nivel mundial.
El doctor Paredes también abordó el tema institucional, dentro del cual señaló que uno de los
problemas que ha aquejado al sector es el de la corrupción. “La constante violación de las
normas vigentes ha sido un modus operandi en este sector, que ha afectado muchas actividades
y en la que han participado tanto funcionarios públicos como empresarios privados”, precisó.
Por ello propuso separar la función de promoción-regulación de la función de fiscalización,
ambas bajo el ámbito del Vice Ministerio de Pesquería en la actualidad. Este problema –la
coexistencia de la función promotora con la supervisora en una misma entidad– no ha estado
limitado al sector Pesca; otros sectores (el Ministerio de Energía y el Vice Ministerio de
Comunicaciones) resolvieron este problema con la creación de organismos técnicos e
independientes (el OSINERG –ahora OSINERGMIN– y el OSIPTEL, respectivamente). En este
sentido, concluyó, es conveniente estudiar seriamente la creación de una institución
independiente encargada de la función de supervisión y fiscalización, tal como una
Superintendencia Nacional de la Pesca y la Acuicultura.