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CAPITULO 4 “EL DURO DESEO DE DURAR”

Introducción

La permanencia en el tiempo, es algo que es esperado cuando se habla de la “vocación”, una


dedicación sostenida, parecida a una llama prendida. y en el caso de que se apague, se extinga,
puede ser reemplazada por otra. Para algunos, es la relación con un maestro lo que permite que la
llama se insufle, es decir, ofreciendo una suerte de combustible.

esta peculiar permanencia de un objetivo siempre se ve acompañada con la acumulación de cierto


saber, en el cual se encuentra colindante con el objeto. como por ej, digamos acudir a una
universidad suele venir a cubrir un espacio de saber, y además, la vocación pareciera que tiene sed
de saber .

sin embargo esta demostrado, que las cosas no siempre están dadas de entrada y para siempre. la
llamada vocación, ofrece un piso para dar una duración, una permanencia en el tiempo. y esta
duración, que aveces entra el crisis e inclusive se suspende, parece que iria a contrapelo de
cualquier consideración que se haga acerca de la pulsión, ya que ésta presenta una movilidad en la
elección del objeto de satisfacción.

explorar ese duro deseo de durar comporta abrir el espectro de las gamas de manifestaciones que
se muestra en los distintos encuentros con supuestos orientadores. si vivimos en un tiempo en el
que se han desvanecido ciertas dificultades, y se han construidos otras. El conflicto interior puede
tomar el sesgo de mayor transparencia debido a la exacerbación de los medios, da la impresión de
que las consultas siguen siendo un lugar en el cual los jóvenes encuentran la posibilidad de
mostrar, de presentar una escena- gracias a cierta habilitación transferencial- que incluye a la
inhibición, el síntoma y la angustia, asi como también a las gamas del acto. Nuestras
intervenciones pueden llegar en el mejor de los casos, a hacer desvanecer esa escena, con los
efectos beneficiosos y duraderos que esto puede producir, siempre y cuando sepamos algo de las
coordenadas de esta operación.

Los cielos están vacíos

Una primera pregunta viene a nuestro encuentro ¿Qué tiene el trabajo per se de esencial a la vida
en sociedad, de tal manera que la aplicación al trabajo sea condición sin discusión para cuzlquier
individuo humano? Esta pregunta, que puede sonar algo inocente, ha dado motivo a variados
estudios y tratados acerca de la función del trabajo como rasgo humano.

Paul Lafargue ( fue secretario de Marx, y la hija de este se enamoró de Paul =P) no pretendía la
liberación de los trabajadores, sino la liberación del trabajo. la alienación al trabajo de los
trabajadores contagiados por la exaltación de la producción, el consumo, critica a la comunidad
que reglamenta o prohíbe todo lo que no sea productivo. Porque de lo que se trata, según el, es
de la manera en la cual el trabajador contribuye sin saberlo a que tarde o temprano su afán de
trabajo se vuelva en contra de su remuneración, privándolo de parte de su salario.
Él encuentra qye el trabajo ha devenido un objeto de amor, dando pie a una profunda religiosidad
ligada a él. Y dentro de este campo podríamos incluir el empuje al trabajo que sufre, siente
cualquier adolescente cuando, al concluir su etapa de secundario, se enfrenta ante la pregunta
¿trabajo o estudio? ‘universidad o estudio terciario?. Este tipo de dilema tiene un punto de
encuentro y es el del trabajo. La sociedad, espera que sus miembros se incorporen a la actividad
remunerada como forma de entender la salida de la dependencia familiar.

la llamada “preocupación de los jóvenes por la salida laboral” provoca una tensión que puede
llegar a impulsar al joven a salir de su ámbito familiar en búsqueda de una palabra que lo oriente.
Da la impresión, de que mas bien la preocupación en cuestión es acerca de la “entrada” al ámbito
laboral, que ha quedado encubierta por una salida que esta equivocadamente situada. La salida de
la que se trata es la del nido familiar.

La “salida laboral” se constituye en un laberinto poblado de calles sin salida o situaciones reales
imaginadas pobladas de incertidumbres. El empleo, las condiciones de trabajo y el salario
organizan la posición de los sujetos en un mercado, ya que el trabajo no es solamente una relación
técnica de producción, sino que también es un soportte privilegiado de inscripción en la estructura
social. La vulnerabilidad social viene a su vez a ser una zona intermedia, inestable, que conjuga la
precariedad laboral y la fragilidad de los soportes de proximidad.

Hannah Arendt, dice que la edad moderna trajo consigo la glorificación teórica del trabajo con su
consabida transformación social. De todos modos, la automatización podría ser una amenaza
hacia ese aspecto de la condición humana, es decir, el trabajo. Liberarse del trabajo podría
conducir a una perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo. Arendt introduce
metodológicamente una división entre labor, trabajo y acción, donde “labor” seria la actividad
correspondiente al proceso bilógico del cuerpo, ligado a la vida misma. “trabajo” seria la actividad
que corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre, lo cual proporciona un “artificial”
universo de cosas . Finalmente, ella apoya la acción sobre la pluralidad de los habitantes, lo que da
sustento a toda vida política. Pero lo que nos interesa es cómo la duración interviene en estos
campos. Serían los productos del trabajo y no los de la labor los que garantizarían la permanencia
y durabilidad.

El sujeto está llamado a gozar sin restricción alguna de objetos de producción. De allí la referencia
“el duro deseo de durar”.

Mientras que el uso está sujeto a consumir esos objetos, lo que el uso agota es el carácter
duradero. este carácter duradero da a las cosas una relativa independencia con respecto a quienes
lo producen. Lo cual trae aparejada la paradoja de que los objetos resisten a los sujetos siendo que
surgen de estos. Y la destrucción es inherente y contingente al consumo. Pareciera que la
durabilidad está ligada casi exclusivamente a los útiles y los instrumentos. El carácter duradero de
la cosa que existe puede incluso sobrepasar ese límite y tener la propiedad de ser almacenada con
destino al futuro cambio. Y asi surge una teoría del calor. Valor que es cualidad de una cosa que
nunca puede tener en privado, pero que adquiere en cuanto aparece el público. Nadie produce
valores en el aislamiento y solo se convierten en valores en su relación social. Llamaremos “escena
de valor” a esa intimidad que en la subjetivdad se abre al espacio que ofrece la escucha, es decir,
cuando toma lugar de síntoma. y no solo de él, sino de cualquier respuesta, ya que en ella se
encuentra alojado el lugar del semejante y del lenguaje.

Migración y fijación vocacional

Es habitual que suceda que al consultante se le ha desvanecido esa especie de certidumbre, ese
lugar fijo del que disponía, se imaginaba “viviendo de lo que le gusta”. Una carrera, una “vocación”
habría perdido esa localización precisa y nítida, el punto en el horizonte que se veía claro, y que ha
desaparecido de la línea imaginaria. Asi sucede que el joven no encuentra ya un rumbo de
orientación. Está a la deriva. No encuentra ni el faro ni el puerto de llegada.

En otros caos, nunca tuvieron ni el mapa ni la percepción de ese punto real- virtual y solamente
será una cuestión de tiempo para que se encuentre al borde del abismo.

Algunos van encontrando, diferentes puntos y enlaces de orientación. La navegación no es


sostenida en una dirección precisa, pero se va ajustando el rumbo con el andar. Como si además
ocurriese una especie de migración vocacional, la cual implica un cambio de instrumentos, de
recursos o de coordenadas de saber evidentemente implicando con ello, una reconquista de un
proyecto.

Ese uso libre de la metáfora para ilustrar algunas situaciones, requiere de otro apoyo: la
metonimia. El uso y abuso de la metáfora conducen a un cierto fracaso de la subjetivación. es que
la metáfora no conduce al objeto, sino mas bien lo oculta. Pero la metonimia, se desliza y en su
corrimiento y desapego por la sustitución, produce un cercamiento del objeto en cuestión. No se
trata del “como…” sino “qué de eso”. La paradoja del movimiento y al mismo tiempo la cierta
fijeza del objeto de la pulsión es el punto. A partir de Freud, la pulsión, paso a ser, un término
organizador de la articulación del simbólico y aplicado a la deriva de los modos de satisfacción. Sin
embargo, las satisfacciones serán, siempre un carácter parcial.

La teatralidad de la crisis

El acercamiento de un joven a hablar acerca de si, en condiciones desde las cuales se le permita el
pleno acceso, sin interponer un elemento tercero (test, cuestionarios, entrevistas), invita a una
presentación de los estados del ser que conviene situar como del orden de cierta teatralidad.
Entendemos por esta como una definición mismo de lo teatral, como ligado con el carácter de
escena, donde se desarrolla un dialogo.

Freud en la interpretación de los sueños, define al icc como una “otra escena”, ligada a una forma
en el cual las representaciones no ligadas afectivamente se encontrarían articuladas y cuyo
empuje hacia la “superficie” de la percepción se haría por las vías de la elaboración onírica.

La escena es ese lugar sobre el cual y en el cual algo se desarrolla, pero no de cualquier manera,
sino más bien bajo ciertas responsabilidades.
La presentación en el gabinete se hace desde una gama de puestas en escena del malestar, del
dolor, de la duda o la persecución. Llamamos a esto las gamas del acto y por otra parte, la
inhibición, el síntoma y la angustia. La inhibición es algo que se encuentra en la dimensión del
movimiento, el cual existe en toda función. No es estrictamente algo ligado a la locomoción, sino
todo aquello que esta frenado, detenido. Aunque no es lo mismo que estar impedido. Esto último
corre más por cuenta del síntoma, en la medida que el impedimento sería del orden de una
especie de trampa, una captura en la coordenada de la imagen de sí. Y siguiendo con este vector
de la dificultad, llegamos al lugar del embarazo, o sea a lo embarrado, es decir, cuando ya no se
sane que hacer y se encuentra el sujeto parapetado tras la barra. La inhibición se encolumna con
la emoción y el turbamiento, estas presentaciones donde la cosa pasa por el lado de la caída de la
potencia y la conmoción.

Inhibicion Impedimento Embarazo


Emoción Síntoma Pasaje al acto
Turbación Acting out angustia

Los tres términos iniciales están como escalonados y en los tiempos restantes hay dos
modalidades del acto. El síntoma separa al impedimento del acting out, entendiéndolo como
transferencia sin análisis. Además el síntoma separa la emoción del pasaje al acto (entendido este
como el modo de darle solución y realización a aquello que estaba inhibido; se produce una
subversión de la escena). Es por esto que cuando hay angustia, su salida es por medio del síntoma,
acting out o pasaje al acto.

Podríamos conjeturar que el encuentro entre el que viene a pedir una orientación y el
“orientador” se produce porque ha habido una caída, una desarticulación de una escena que
sostenía un deseo.

El duro deseo de durar

Si en otros tiempos la sociedad garantizaba que a través del estudio o del trabajo alguien tenia un
futuro y un porvenir, eso ya no aparece tan claramente garantizado. El hoy esta teñido por la
lógica de que no hay certezas, podríamos decir que la única certeza es la de que no hay certezas.
En el tiempo en el cual la dialéctica del amo y el esclavo dominaba en forma mas o menos pura,
habia para el esclavo una garantía de reconocimiento y de un lugar de goce para si, o sea, que el
esclavo proporcionaba al amo un saber o un cuerpo que le daba de hecho una garantía. Esa
posición ha mutado de tal forma que el capitalismo, que ya no hay esclavos, sino obreros. Es una
impresión bastante compartida que hoy hay “padres agobiados” frente a su tarea. Padres que
encuentran una fatiga en su función, un agotamiento del deseo, del empuje, un afloramiento de
los lazos, como si enfrentaran a un monstruo social y sin asistencia.
Paul Eluart título “el duro deseo de durar” a una serie de poemas de amor. Ese juego con la letra D
(le dur desir de durer) como viniendo de una dimensión real que escapa y escapará a la
simbolización, nos ofrece ese carácter de oculto que plantea la vocación.

La vocación no se vende ni se compra, resiste. Vendría a ser una forma de saber sin necesidad de
un origen, que no es del orden del conocimiento y que consagra la sincronía de los significantes
que definen al sujeto con algo real que esta además en lo social.

El duro deseo de desear no es idéntico al objeto de la belleza, si entendemos a la belleza en


cuanto a su aspecto de durabilidad, sino más bien está ligado a lo que está detrás de la belleza, es
decir, algo más cercano al espanto. Además ¿Cuál sería la duración de un deseo?

Un planteo de orientación vocacional que toma alguna de estas coordenadas al menos puede
confiar en que la no adaptación del sujeto con su objeto, con el medio social, con el deseo de su
entorno, es un buen terreno para que se despliegue un espacio de resistencia, entendida esta no
como un producto acomodaticio o defensivo, sino como una efectiva interpelación a cualquier
discurso dominando.

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