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Mijaíl Bajtín (1895-1975) fue un crítico literario y filósofo del lenguaje soviético.

La obra de Bajtín es de gran relevancia histórica cuando intentamos definir la


diversidad lingüística. Pero quizás uno de los conceptos clave que me interesa
introducir aquí es el de ‘géneros de habla’. Bajtín (1986) define los géneros de
habla de la siguiente forma:

“Las diversas áreas de actividad humana implican el uso del lenguaje.


Evidentemente, la naturaleza y formas de este uso son tan diversas como lo
son estas áreas de actividad. Esto, por supuesto, no implica negar la unidad
nacional del lenguaje. El lenguaje se manifiesta en forma de enunciados (orales
y escritos), particulares y concretos producidos por los participantes, en las
distintas áreas de actividad humana. Estos enunciados reflejan las condiciones
específicas y las metas de cada una de estas áreas no sólo a través de su
contenido (temático) y su estilo lingüístico, es decir, la selección del léxico y los
recursos fraseológicos y gramaticales del lenguaje, sino sobre todo a través de
su estructura composicional. Estos tres aspectos -contenido temático, estilo y
estructura composicional- están inseparablemente ligados al todo de la emisión
y están igualmente determinados por la naturaleza específica de la esfera de
comunicación particular. Cada emisión es particular, por supuesto, pero cada
esfera en la que el lenguaje es usado desarrolla sus tipos relativamente
estables de enunciados, a los que llamaremos géneros de habla.” (p. 60)

En este fragmento se manifiestan un conjunto de ideas sobre el lenguaje que


resaltan su carácter situado en esferas sociales frente a su carácter de sistema
universal, y su carácter histórico frente a su carácter particular. Bajtín habla del
lenguaje dando una especial importancia a su función social en las múltiples
actividades que componen la vida social del ser humano. Estas actividades
determinan las características de los enunciados o emisiones lingüísticas
concretas de los y las participantes en las mismas, ya que los enunciados
cumplen funciones específicas en estas áreas de actividad (ya sean científicas,
técnicas, literarias o conversaciones de la vida cotidiana), y las condiciones
específicas de estas áreas dan lugar a distintos géneros de habla, condiciones
estables de los enunciados en cuanto al estilo, el tema y la estructura
composicional. En este sentido, la producción lingüística no depende de la libre
combinación de unidades lingüísticas tales como los fonemas, las sílabas, las
palabras y las frases, sino que se acota y se define, cobra sentido a partir de su
aparición en forma de géneros concretos en ciertas esferas de actividad.

Bajtín propone que es el enunciado con su forma genérica y no las unidades


propuestas por la gramática descriptiva, la unidad lingüística por excelencia
que recoge el carácter comunicativo del lenguaje. Este autor justifica el estatus
del enunciado como unidad lingüística introduciendo el concepto de dialogismo.
En este sentido, critica duramente el esquema clásico del flujo comunicativo en
el que se propone la existencia del un hablante, un oyente y el flujo de habla.
Este esquema invita a concebir al oyente como receptor pasivo de un mensaje
que es elaborado por el hablante a partir de un engrama conceptual propio que
quiere transmitir. Contra esto, Bajtín propone que toda escucha/lectura implica
una respuesta activa y que el hablante/escritor está a su vez respondiendo a
enunciados anteriores y sabe que su propio enunciado tendrá respuesta. Por lo
tanto, la formación de los enunciados tiene un carácter dialógico: al enunciado
del que habla le preceden otros enunciados de los que es respuesta y anticipa
las respuestas que tendrá después de emitirlo. Este carácter dialógico tiene un
poder constitutivo en la estructuración y significado del enunciado. Según
Bajtín:

“Los límites de cada enunciado concreto como una unidad de la comunicación


hablada están determinados por el cambio de los sujetos que hablan, es decir,
un cambio de los hablantes. Cualquier enunciado -desde un corto intercambio
(de una sola palabra) en el diálogo cotidiano hasta una larga novela o un
tratado científico- tiene, por decirlo de alguna forma, un principio absoluto y un
final absoluto: su principio es precedido por las emisiones de otros, y a su final
le siguen los enunciados de otros que responden (o, como la respuesta puede
ser el silencio, la comprensión activa y de respuesta de otros o, finalmente, una
acción de respuesta basada en esta comprensión)[…] La emisión no es una
unidad convencional, sino una unidad real, claramente delimitada por el cambio
de los sujetos hablantes, que termina cuando se cede el terreno al otro, con un
silencio indicativo que el oyente percibe como una señal de que el hablante ya
ha terminado.”(pp. 71-72)

Este carácter dialógico de los enunciados verbajes implica que la presencia


del otro en dichos enunciados es una característica para su comprensión y su
relevancia en un momento concreto de enunciación; en este sentido, tener en
cuenta al otro en este proceso dialógico implica emplear recursos conocidos
por los participantes en la comunicación para referirse al tema del que se trata
(el mundo, “la realidad”) que permitan una forma de referencialidad. En este
sentido, los géneros de habla son formas compartidas de emisiones que
facilitan la comprensión mutua.

La perspectiva bajtiniana sobre los géneros de habla ha tenido y sigue teniendo


actualmente una profunda influencia en las corrientes lingüísticas y en su
manera de concebir el lenguaje y sus manifestaciones situadas de los
miembros de una cultura. Pero además, ha influido notablemente en las
perspectivas contemporáneas desarrolladas para el estudio del lenguaje
escrito, sobre todo en lo que respecta a las teorías sobre los géneros escritos,
que se han desarrollado en distintos frentes.
2. Bajtín. El uso social de la lengua.

2.1. El problema de los géneros discursivos por Mijaíl Bajtín

0-Planteamiento del problema y definición de los géneros discursivos.

Ä Géneros discursivos: diversidad de enunciados relativamente estables elaborados por


cada esfera del uso de la lengua, que es tan multiforme como la actividad humana.
Reflejan las condiciones específicas y el objeto por su contenido, su estilo y su
composición.

Hay una extrema heterogeneidad de los géneros discursivos, tales como el diálogo
cotidiano, un relato, la orden militar, los géneros literarios, las manifestaciones científicas.
La diversidad funcional convierte los rasgos comunes de los géneros discursivos en algo
abstracto y vacío de significado. Los géneros se dividen en:

Géneros primarios (simples): se constituyen en la comunicación discursiva inmediata.

Géneros secundarios (complejos): surgen en condiciones de comunicación complejas,


principalmente escritas (novelas, género periodístico, investigaciones científicas).
Absorben y reelaboran los primarios, que pierden su relación inmediata con la realidad.

× La estilística: el estilo está vinculado con el género discursivo. El vínculo indisoluble entre
estos se revela en el problema de los estilos lingüísticos o funcionales. El enunciado, al ser
individual, puede poseer un estilo individual, pero no todos los géneros se prestan a esta
particularidad; como los que requieren formas estandarizadas. Es decir, a los géneros les
corresponden distintos estilos. No existe una clasificación reconocida de estilos, pero los
cambios históricos en ellos están vinculados con los cambios en los géneros discursivos.

La gramática y la estilística convergen y se bifurcan. Si se analiza dentro del sistema de la


lengua, se trata de un fenómeno gramáticas, si se analiza en la totalidad de un enunciado
individual, es un fenómeno de estilo.

× Signo: Resultado de procesos materiales; no es arbitrario ni opositivo; es concreto y no


abstracto; “arena de la lucha de clases”, en el signo está la lucha social; cada palabra
puede ser su opuesto; dialógico y polifónico (no hay sólo una voz social, sino un conjunto).

Tiene poder valorativo (+) ó (-) y poder analítico: la lengua sistematiza al mundo, el cambio
valorativo modifica al poder analítico-> le da herramientas a la clase (categorías)

× Sentido: está impuesto por una clase. No es abstracto, se da en la situación


comunicativa única y concreta

× Lengua nacional: lengua natal en comunidad.

× Género discursivo: son tipos relativamente estables de enunciados, propios de una


esfera de la praxis humana. La lengua no preexiste al género. Poseen un estilo (selección
gramatical), un tema (objeto de que se habla); y una estructura (principio, desarrollo y fin
del enunciado).

Estructura al discurso del hablante y del receptor, los enunciados no son concretos,
permite operar con el lenguaje mediante restricciones para lograr coherencia,
determinando también el rol de cada sujeto.
v Estilo: elementos léxicos y gramaticales. Socialmente restringido. Hace a los géneros y
constituye una lengua nacional.

v Tema: de lo que habla el enunciado. Ayuda a la recepción. El género primario es más


acotado, el secundario abarca más temáticas y le da mayor libertad al lector.

v Composición: inicio-desarrollo-final. Ubica al lector para comprender al enunciado.

× Lenguaje: dialógico (entre dos hablantes), de recepción activa.

2.2. El enunciado como unidad de la comunicación discursiva. Diferencia entre esta


unidad y las de la lengua (palabra y oración)

a) Funciones y ficciones del lenguaje. Tres perspectivas: la expresividad en


Humboldt, el objetivismo abstracto de Saussure y el dialogismo de Bajtín.

× Humboldt: la función comunicativa estaba como accesorio, el primer plano lo ocupaba el


pensamiento independientemente de la comunicación. El lenguaje es necesario para poder
pensar, incluso en soledad.

× Saussure: persiste la ficción del ‘oyente’, compañero del hablante. Establece un


esquema de procesos activos y pasivos de recepción.

× Bajtín: el oyente al percibir y comprender el significado del discurso, automáticamente


toma una postura activa de respuesta. Toda comprensión de un discurso vivo, tiene un
carácter de respuesta. Todo hablante cuenta con la presencia de enunciados anteriores
suyos y ajenos, con las cuales su enunciado establece toda suerte de relaciones.

b) Otra vez la “imprecisión terminológica”: ¿Qué es el enunciado?

El enunciado es la unidad real de la comunicación discursiva. El discurso existe sólo en


forma de enunciados concretos pertenecientes a los sujetos, y por más que los enunciados
varíen en extensión, contenido, o composición, tienen rasgos estructurales
comunes:fronteras limitadas.

c) Los enunciados tienen fronteras y otros rasgos. Donde hay fronteras hay diálogo.

>>Problema de la oración como unidad de la lengua : la oración, al igual que la


palabra, es una unidad significante de la lengua. No se determina por el cambio del sujeto
discursivo, es una idea que se relaciona con otra dentro de la totalidad de un enunciado; y
no se relaciona directamente con la realidad, sino que está en el plano gramatical.

.Consideraciones:

Si la oración está inmersa en un contexto, adquiere la plenitud de su sentido únicamente


dentro de este contexto, dentro de la totalidad del enunciado completo. La oración, que es
afirmativa por su forma, llega a ser una afirmación real sólo en el contexto de un enunciado
determinado; considerando que no pertenece a nadie al igual que la palabra.

>>El enunciado como unidad de la comunicación discursiva :

I. Cambio de sujetos discursivos que enmarca al enunciado, es el primer rasgo


constitutivo del enunciado como unidad de la comunicación discursiva. Las fronteras se
delimitan por el cambio de sujetos discursivos. El enunciado no es una unidad
convencional sino real, delimitada con precisión por la alternación de los hablantes, que
termina por ceder la palabra al otro. El diálogo, por ejemplo, es una forma clásica de la
comunicación.

En los géneros discursivos secundarios, los enunciados adquieren un carácter interno


gracias al hecho de que el sujeto discursivo manifiesta su individualidad mediante el estilo
propio, que delimita las fronteras de la obra con otras. Al igual que el diálogo, la obra está
orientada a una respuesta de otros

II. Conclusividad específica del enunciado, se determina por el criterio particular de la


posibilidad de ser contestado y establece tres momentos:

a. Capacidad de agotar el sentido del objeto enunciado: Puede ser casi completo en
esferas oficiales, pero de un grado relativo en las de creación.

b. Intensión discursiva: determina la elección de la forma genérica, y del objeto, en el


aspecto del sentido porque lo vincula a una situación concreta.

c. Formas genéricas estables: parte de la elección discursiva. La intensión discursiva del


hablante, con su individualidad y subjetividad, se aplica y adapta al género elegido.

III. Momento expresivo. El estilo individual de un enunciado se define principalmente por


su aspecto expresivo. Las palabras y las oraciones carecen de emotividad, es el hablante
quien les adjudica una expresión. Uno de los recursos expresivos de la actitud emotiva es
la entonación que aparece en la interpretación oral.

La expresividad genérica puede considerarse como la “aureola estilística de la palabra”.


Cualquier palabra existe para el hablante en tres aspectos: como palabra neutra (que no
pertenece a nadie); como palabra ajena (con enunciados de otros); y como mi palabra
(que uso en una situación determinada y con una intención). La experiencia discursiva
individual de cada persona se forma en constante interacción con los enunciados
individuales ajenos ( Proceso de Asimilación).

d) Polifonía

Todo enunciado debe ser analizado como respuesta a los enunciados anteriores de una
esfera dada. Ocupa una determinada posición como eslabón en la cadena de
comunicación discursiva y no puede ser separado de los eslabones anteriores que lo
determinan generando en él respuestas y ecos dialógicos, como también se relaciona con
los eslabones posteriores naturalmente. El enunciado es un fenómeno muy complejo que
manifiesta una multiplicidad de planos.

Cada enunciado está lleno de reacciones (respuestas a otros enunciados) de diferentes


formas, representando así a los enunciados ajenos con diferente grado de revaluación.
Para comprender la expresividad del enunciado, hay que tener en cuenta que se
determina por el objeto y el sentido, y también por los enunciados ajenos emitidos sobre el
mismo tema. Esta expresividad contesta, el enunciado está lleno de matices
dialógicos que son necesarios para comprender su estilo final, tal como el mismo
pensamiento se origina y se forma en el proceso de interacción.

El discurso ajeno, posee una expresividad doble: la propia, que es precisamente la ajena,
y la expresividad del enunciado que oculta el discurso ajeno.

e) Siempre hablamos a alguien


Otro aspecto constitutivo del enunciado es de su orientación hacia alguien, su propiedad
de estar destinado. A diferencia de la oración y la palabra, el enunciado tiene autor y
destinatario, que puede coincidir personalmente con a quien responde el enunciado (como
en el diálogo cotidiano)

3. Émile Benveniste: La teoría de la enunciación.

3.1. De la subjetividad en el lenguaje

v La subjetividad es la capacidad del locutor de plantearse como sujeto. Es ego quien


dice ego.

El lenguaje fue considerado una herramienta por que aparece así empleado para
comunicarse. Hablar de instrumento es oponer hombre y naturaleza. El lenguaje está en la
naturaleza del hombre, puesto que no lo ha fabricado: no hubo tal elaboración
convencional porque no existe el hombre separado del lenguaje. Es éste el que enseña la
definición misma de hombre.

v La condición de diálogo es fundamental de la persona porque implica reciprocidad: el


lenguaje no es posible sino porque cada locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo
como yo en su discurso, que plantea a la vez a otra persona exterior. Ningún yo ni tú es
concebible sin el otro. El fundamento de la subjetividad se descubre en una realidad
dialéctica que contiene a las dos formas lingüísticas (tú/yo) y los define por su relación
mutua. Para que la palabra garantice la comunicación es preciso que la habilite el
lenguaje. Es en el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el lenguaje
funda realidad, el concepto ego.

v Los pronombres son formas vacías que dependen de la situación comunicativa que le
adjudica valor.

v El dominio de la subjetividad se debe relacionar con la expresión de temporalidad. La


lengua distingue siempre tiempos, en la línea divisoria que es el presente, que es un dato
lingüístico de coincidencia; el momento eternamente presente que no se refiere a una
cronología real.

v Existen las modalidades de aserción, intimación y pregunta en los verbos personales


en primera persona (suponer, presumir, concluir, razonar, reflexionar) que son indicadores
de subjetividad (duda, presunción, inferencia).

Las modalidades marcan la relación entre los niveles enuncivos y enunciativos.

v La tercera persona es la no persona.

3.2. El aparato formal de la enunciación

La enunciación es poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización, el acto


mismo de producir un enunciado y no el texto del enunciado que es el objeto. Es un hecho
del locutor que toma a la lengua como instrumento. Existen tres modos principales de
estudiar este fenómeno enunciativo:

1) La realización vocal de la lengua. Es un acto individual y aproximado, los sonidos no


son reproducidos nunca de la misma forma.

2) Semantización de la lengua. La enunciación supone la conversión individual de la


lengua en discurso, cómo el sentido se forma en palabras.
3) La enunciación en el marco formal. Caracteres formales de la enunciación a partir de la
manifestación individual que actualiza. El acto individual introduce primero el locutor como
parámetro de las condiciones para la enunciación. La enunciación puede definirse como
un proceso de apropiación.

En cuanto aparece un locutor, implanta al otro delante de él: una alocución postula un
alocutario. Es decir, la presencia del locutor hace que cada instancia de discurso
constituya un centro de referencia interna.

-Los indicios de persona (yo/tú) son individuos lingüísticos que nacen de una enunciación.

-Las formas temporales se determinan por la relación con el ego. El presente es el eje de
la temporalidad, es la fuente del tiempo y continuidad.

La enunciación da las condiciones para las funciones sintácticas. La interrogación (busca


respuesta), la intimación (relación inmediata del enunciador y el tiempo) y la aserción
(comunica incertidumbre).

El cuadro figurativo de la enunciación plantea dos figuras para estructurar el diálogo. Los
monólogos poseen un lenguaje interior en el que existe el yo que habla y el yo que
escucha.

× Enunciado:

1. Cambio del sujeto hablante

2. Conclusividad (puede ser contestado). Capacidad de explicar todo el contenido del


tema; intención discursiva del hablante; formas genéricas determinadas por estructura.

3. Expresividad. Poder valorativo del sujeto respecto al objeto (la palabra es neutra);
elecciones estilísticas.

4. Orientación. Sujeto > objeto > sujeto

Enunciado Oración (significado)


(sentido) distinto

4. Filinich: Enunciación.

4.1. Conceptos generales de teoría de la enunciación.

Teóricos de la Pragmática estudian el uso de la lengua no lingüístico (la influencia del


habla en el mundo y el protocolo del habla).

Austin establece que hablar es hacer alguna acción determinada en verbos performativos
en 1º persona (jurar, prometer). Estos verbos realizan actos de habla y un acto
ilocucionario por el cual afirma, interroga, ordena, etc. Y otro un efecto sobre el interlocutor
(hacer creer). Searle establecerá que hablar consiste en realizar actos conforme a reglas.

Retomando a Benveniste, es el lenguaje el que ha fundado la especificidad de lo humano y


posibilitó la definición de hombre. En el lenguaje el hombre se construye como sujeto por
poder establecer el “ego”, que implica necesariamente el tú. La polaridad de las
personas es el primer argumento de Benveniste para sostener la subjetividad. Existen
entonces dos “yo” reconocibles en los enunciados, el explícito que realiza la acción y el
implícito que realiza el acto de decir.

El segundo argumento para fundamentar la subjetividad son los pronombres que son
formas vacías cuya significación se realiza en el acto del discurso. Los elementos deícticos
organizan el espacio y tiempo alrededor del ego, hit et nunc (yo, acá y ahora).

El tercer argumento de Benveniste es la expresión de temporalidad. El presente es el


tiempo en el que se habla en la instancia discursiva.

Es decir, Benveniste establece la subjetividad como una virtualidad contenida en el


lenguaje, en deícticos como formas vacías. El sujeto no preexiste sino que se constituye
en la actividad discursiva y deja sus huellas en el enunciado.

4.2. Enunciado y enunciación.

Existen dos niveles en el enunciado: el de lo expresado explícitamente (nivel enuncivo/


enunciado) y el del yo comunicándose a un tú implícitamente (nivel enunciativo/
enunciación). La distinción de ambos niveles por referencia a la estructura
sujeto/verbo/objeto se complementa con las categorías de tiempo y espacio.

La representación del tiempo en el nivel enuncivo implica diversos tipos de


articulaciones. En la enunciación se define por su relación con el tiempo enunciado,
mientras que en el enunciativo articula el tiempo de la enunciación y el del enunciado.

En la representación de lo espacial, la dimensión enunciva implica a un observador en la


enunciación y la dimensión enunciativa articula las posiciones del enunciador y del
observador.

4.3. El sujeto de la enunciación.

El concepto de sujeto de la enunciación no remite a un sujeto empírico. El sujeto está


implícito y es a la vez causa y efecto del enunciado. Es una instancia de
enunciación, entre enunciador y enunciatario, que recorta la realidad en un punto de vista
implícito del enunciado.

4.4. Las marcas del enunciador y enunciatario.

Los pronombres de 1ª y 2ª persona se puede reconocer por todos aquellos indicios


(deícticos) que dan cuenta de una perspectiva visual y valorativa. El enunciador se
construye a sí mismo mediante sus múltiples huellas, y también al enunciatario. Es decir
que la instancia de la enunciación se constituye dialógicamente, sin considerar sujetos
empíricos.

4.5. Ambigüedad y polifonía enunciativa.

Las alusiones al enunciador y enunciatario pueden resultar ambigüas. La instalación del


ángulo focal produce una vía de acceso al conocimiento de los hechos. En conclusión, el
concepto de sujeto de enunciación designa un proceso complejo: las parejas fuente-meta,
enunciador-enunciatario, yo-tú, son indispensables para comprender el enunciado.
La teoría de la Enunciación- Benveniste
Publicado por Gabriela Farina

Conocer los discursos y los formatos textuales nos hará más eficientes a la hora de escuchar y hablar, leer

y escribir dichos discursos.

Las CIENCIAS DEL LENGUAJE han ido elaborando distintos marcos teóricos que nos ayudan a entender

y sistematizar los hechos del lenguaje.

Según el lingüista francés Émile Benveniste, el HABLA es la puesta en marcha del código.

Benveniste es de la escuela de Ferdinand de Saussure, siguiendo sus pasos toma los conceptos básicos que

Saussure plantea pero va más allá. Benveniste plantea que el Aparato formal de la enunciación está

compuesto por un Enunciado, un Locutor y un Alocutario. Con estas tres palabras podemos relacionar

diversos conceptos.

 La teoría de la Enunciación

1. Subjetividad en el lenguaje

2. Modalidades de la Enunciación

3. La Enunciación y los verbos

4. Historia y Discurso

5. La Enunciación y el Tiempo

Si volvemos sobre lo que hemos planteado como la teoría de Saussure en clases anteriores, podemos

imaginar un triángulo en cada uno de cuyos vértices el lingüista practica una exclusión: el Habla, el Sujeto y el
Referente. Es necesario remontarnos a Saussure para construir un concepto de Discurso sobre un

cuestionamiento del Habla. El ejercicio de ésta no constituye una actividad puramente individual, caótica e

incognoscible como la presentaba Saussure, sino que en la Lengua hay, además de elementos simbólicos,

elementos indiciales (pragmáticas, subjetivos) cuyo rol es hacer posible el pasaje de la Lengua al Discurso. De

a poco lo explicaremos mejor. Ya los Formalistas rusos, en el campo de la literatura, aplicaban el concepto de

sistema a enunciados más largos, pero no lograron superar la inmanencia. En los años 50 Harris aplica el análisis

lingüístico a enunciados más extensos y llega más allá del límite de la oración. En la misma época Roman

Jakobson introduce las nociones de Habla/Mensaje y las de Emisor y Receptor (Sujeto) y Emile Benveniste

realiza sus estudios sobre la Enunciación. Lingüista francés nacido en Alepo en 1902 y muerto en París en 1976.

Es catedrático de Gramática Comparada en el Collège de France y se sitúa dentro de la corriente estructuralista.

En sus obras se ocupa de gramática comparada indoeuropea y de temas de lingüística general. La obra que aquí

estudiaremos se titula: Problemas de lingüística general, dos tomos, (1966-1974).

Entonces definimos:

 Discurso: como la lengua puesta en acción entre partes, la lengua asumida por el hombre que habla y en

condiciones de intersubjetividad.

 Enunciación: como el decir y al Enunciado como lo dicho.

Podemos dar, basándonos en Benveniste, distintas definiciones de:

 Enunciación:

Acto mismo de producción de un Enunciado y no el texto del mismo.

Acto individual de utilización de la Lengua.

Acto por el cual un sujeto se apropia de la Lengua para convertirla en discurso.

Es un acontecimiento histórico: algo que no existía antes de que se hablara / escribiera y ahora adquiere

existencia.

Es su existencia misma la que hace posible todo discurso

Es contemporánea del Enunciado.

 El Enunciado es:

Es una manifestación u ocurrencia particular de entidades lingüísticas.

Una serie efectivamente realizada.

Una totalidad cuyo valor semántico reside en el sentido. "nunca conocemos más que enunciaciones enunciadas"

afirma Todorov.
Es el resultado de la Enunciación.

 Deixis: El proceso de Enunciación puede ser estudiado desde diferentes puntos de vista:

a) desde el acto material mismo: cadena fónica o gráfica que concierne a la producción del significante; la

producción efectivamente empírica del enunciado, siempre diferente;

b) el mecanismo de esta producción: la Enunciación supone la conversión individual de la Lengua en discurso;

cada sujeto utiliza la misma lengua en forma individual, particular y distinta;

c) instrumentos de realización: el Locutor se apropia del aparato formal de la lengua, la toma como instrumento

y enuncia su posición mediante indicios específicos y procedimientos accesorios. Estos indicios específicos son

el juego de formas específicas cuya función es poner al Locutor en relación constante y necesaria con su

enunciación: es la deixis (sistema de referencias internas al discurso cuya clave es el yo). Los deícticos son signos

indiciales, aunque también se les llama embragues o shifters.

El carácter sistemático de la Lengua hace que la apropiación que señalamos realizan estos indicadores,

se propague en la instancia del discurso a todos los elementos susceptibles de "acordarse" formalmente con

ellos.

Es fundamental que distingan entre:

1) entidades que tienen en la Lengua un estatuto pleno y permanente (lengua como sistema de signos) y;

2) entidades emanadas de la Enunciación y que sólo existen en la red de "individuos" que la Enunciación crea y en relación al

aquí y al ahora del Locutor (lenguaje asumido como ejercicio por el individuo).

Los Pronombres personales y posesivos, las desinencias verbales, los adverbios de tiempo y de lugar,

los pronombres demostrativos son una clase de individuos lingüísticos que remiten siempre a individuos, son

producidos por el acontecimiento singular de la Enunciación y son engendrados cada vez que ésta es producida

y cada vez designan de nuevo. Lo entenderemos enseguida.

La presencia del Locutor en su enunciación hace que cada instancia del discurso constituya un centro de

referencias internas. Los Interlocutores son designados con índices de persona: pronombres personales y

posesivos y escapan al estatuto de todos los demás signos del lenguaje.

El YO denota al individuo que pronuncia la enunciación; el TÚ denota al individuo que está presente

como Alocutatio. Tanto el Yo como el Tú son signos vacíos, no referenciales por relación a la realidad y que

se vuelven llenos cuando un Locutor los asume en cada instancia de discurso. El YO es una realidad de discurso:

no remite a un concepto ni a un individuo, no puede ser definido más que en términos de locución; no puede

ser identificado más que por la instancia del discurso que lo contenga y sólo por ella y no tiene otra referencia

que la actual y momentánea. Es una instancia única por definición, válida sólo en su unicidad. No hay un
concepto YO que englobe todos lo YO que se enuncian en todo instante en boca de todos los locutores. Cada

vez que alguien dice YO, éste se llena de un significado diferente. Existe una definición simétrica para TU: es

el individuo al que se dirige la alocución en la presente instancia del discurso que contiene la instancia lingüística

TU.

Lo que caracteriza a la Enunciación es la acentuación de la relación discursiva al interlocutor (real /

imaginado, individual / colectivo): se trata del cuadro figurativo de la Enunciación que asume la estructura del

diálogo. No hay un Yo si no existe un Tú, ambos se constituyen mutuamente. Por ejemplo en el caso de

monólogo, podemos decir que no existe; no es más que un diálogo interiorizado, un lenguaje interior entre un

Yo que habla y un YO que escucha. La referencia constante y necesaria a la instancia del discurso constituye el

rasgo que une el YO / / TÚ a una serie de indicadores participantes: adverbios, locuciones adverbiales. Son lo

que Benveniste denomina índices de ostensión que delimitan la instancia temporal y espacial coextensiva y

contemporánea de la presente instancia del discurso que contiene YO. Son términos que implican un gesto que

designa el objeto al mismo tiempo que es pronunciado. Son también signos vacíos desprovistos de referencia

material. Los adverbios de tiempo hoy, ayer, mañana, ahora, o dentro de tres días.

La temporalidad es producida por la Enunciación; de ella procede la instauración de la categoría de

presente. El tiempo presente es el tiempo en que se está, pero sólo se indica por el tiempo en que se habla. El

presente es la fuente del tiempo, es eje axial de la Enunciación. El hombre no dispone de ningún otro medio

de vivir el "ahora" más que realizarlo por inserción del discurso en el mundo. El tiempo lingüístico es sui

referencial.

El presente es inherente a la Enunciación. Los adverbios de lugar: aquí, allí, acá, allá; los pronombre

demostrativos éste, ése y aquel y el sistema de coordenadas espaciales: detrás / delante, visible / invisible,

izquierda / derecha, arriba / abajo: ordenan el espacio a partir de de un eje central y permiten ubicar el lugar

del sujeto de enunciación.

Incluimos a continuación un fragmento de un texto de Les Luthiers en el que se da un juego muy ingenioso

con los pronombres

Les Luthiers es un conjunto músico-actoral cuyos integrantes manejan un humor inteligente y creativo que a veces surge de hechos

lingüísticos, de explotar las posibilidades de la lengua para crear situaciones risueñas y, al mismo tiempo, crítica. Para uno de sus

sketches crearon “Fragmento de un drama” con indicación de actos y cuadros. Un noble recurre a un juglar para que le cante a su

dama, María, su gran amor. El noble habla y el juglar repite cantando:


R: Por ser fuente de dulzura

J: Por ser fuente de dulzura

R: Por ser de rosas un ramo

J: Por ser de rosas un ramo

R: Por ser nido de ternura, oh María, yo te amo

J: Por ser nido de ternura, oh María, yo te amo

(breves palabras del Rey al Juglar, en voz baja)

J: Oh María, él la ama.

R: Ámame como yo te amo a ti,

J: Ámelo como él la ama a Usted,

R: Y los demás envidiaran nuestro amor,

J: Mmm... todos nosotros envidiaremos el amor de ustedes

R: Oh mi amor, María mía,

J: Oh su amor, María suya,

R: Mi brillante, mi rubí

J: Su brillante surubí,

R: Mi canción, mi poesía, nunca te olvides de mí,

J: Su canción, su poesía, nunca se olvide de su

R: Tú estas encima de todas las cosas, mi vida

J: Usted esta encima de todas las cosas subida

R: Eres mi sana alegría,

J: Usted es Susana, eh, María, alegría

R: Mi amor,

J: Su amor,

R: Mi tesoro

J: Su tesoro,

R: Mímame

J: Súmame ... Súmelo

R: Tanto tú te me metes en lo mas hondo de mí

J: Tanto Usted...

R: que ya no sé si soy de mí o si soy de ti

J: Tanto Usted...

R: Si tú me amaras a mí amarías en mí aquello que amamos nosotros

J: Tanto Usted....
R: y envidiáis vosotros y ellos...

J: .... ¡Ámelo!

R: Cuando miras con desdén,

J: Cuando mira con desdén,

R: Pareces fría, sujeta,

J: Parece fría, su... , su cara,

R: Por ser tan grandes tus dones, no caben en mí, mi bien,

J: Por ser tan grandes sus dones, no caben en su sutién

R: ¡No! ¡No!

J: ¡No! ¡No!

R: Tunante,

J: Sunante,

R: Miserable,

J: Suserable,

R: ¡Guardias, a mí!

J: ¡Guardias, a él!

(Los guardias se llevan al Rey entre medio de sus protestas)

1. Subjetividad en el lenguaje
Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el lenguaje funda el

concepto de ego La subjetividad consiste en la capacidad del Locutor de plantearse como sujeto. Es "ego" quien

dice ego.

Para Benveniste no somos sujetos (en el sentido de conciencia, yo o espíritu) que hablamos sino que

somos sujetos porque hablamos. El sujeto se define no por el sentimiento que cada uno experimenta de ser él

mismo, sino como la unidad psíquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que reúne, y que

asegura la permanencia de la conciencia.

Encontramos aquí el fundamento de la subjetividad que se determina por el estatus lingüístico de la

"persona”. Es la condición de diálogo ya mencionada la que es constitutiva de la persona, pues implica en

reciprocidad que me torne Tú en la alocución frente a Yo. Polaridad de las personas que es la condición

fundamental del lenguaje, y que no significa igualdad ni simetría: ego siempre tiene una posición de
trascendencia frente a Tú, pero ninguno de los dos términos es concebible sin el otro. Son complementarios y

reversibles. Realidad dialéctica que engloba los dos términos y los define por relación mutua: allí se descubre el

fundamento lingüístico de la subjetividad. Siguiendo el texto, podemos proporcionar un ejemplo: en ninguna

Lengua faltan los pronombres personales. No se concibe una Lengua sin expresión de la persona. Puede ser

que se omitan deliberadamente, como ocurre en las sociedades del Extremo Oriente donde una convención de

cortesía impone perífrasis para reemplazar referencias personales directas. Pero estos usos sólo subrayan el

valor de las formas evitadas.

El ejercicio de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. No hay otro testimonio de la identidad

del sujeto que el que así da él mismo de sí mismo. Los pronombres personales son el primer punto de apoyo

para que la subjetividad salga a la luz.

El él: es la tercera persona , forma que no remite a "persona", por estar referida a un objeto situado

fuera de la alocución Yo / Tú.. Existe sólo por la oposición a la persona Yo del Locutor, quien, enunciándola,

la sitúa como la "no persona". Tal es su estatuto. Es el miembro no marcado de la correlación de persona.; no

es jamás reflexiva a la instancia del discurso y no es compatible con el paradigma de los términos referenciales:

aquí y ahora. Necesita recibir un contenido referencial preciso; necesita determinaciones cotextuales de las

cuales puede prescindir el Yo / Tú.

Como ya dijimos anteriormente el Yo es un pronombre que denota virtualmente a todos los

individuos, pero su referente cambia en cada una de las instancias enunciativas. En eso se diferencia del nombre

propio que denota en la Lengua y en discurso a un solo y mismo individuo.

También podemos encontrar en el lugar de la Enunciación a la primera persona plural: nosotros, que

incluye al Yo + noYo. Se puede tratar de un nosotros inclusivo: Yo + Tú , o de un nosotros exclusivo: Yo +

él. También puede existir un Yo+ Tú + él. La referencia está determinada por el contexto. Podemos encontrar

un Yo mayestático: de "modestia", el que emplea el sujeto de enunciación en algunas conferencias: "Nosotros

pensamos....", aunque el que está hablando sea uno solo.

2. Modalidades de la Enunciación:
Las Modalidades constituyen la marca dada por el sujeto a su enunciado.

Encontramos dos clases de Modalidades: de la Enunciación y del Enunciado.

1) de la Enunciación: son las que especifican el tipo de comunicación entre hablante y oyente. Señalan la relación

que el sujeto mantiene con su interlocutor.

Estas modalidades contribuyen a construir una teoría de las relaciones inter-humanas, porque muchas se basan

en un tipo particular de relación social. Podemos preguntarnos quién en la escala jerárquica tiene derecho a

ordenar o a interrogar a otro.

Están constituidas por oraciones:


a) Asertivas (declarativas) positivas o negativas: apuntan a comunicar una certidumbre.

b) Interrogativas

c) Exclamativas

d) Intimativas: expresan órdenes o prohibiciones (uso de imperativo o infinitivo).

e) Desiderativas: expresan deseo, ojalá....

2) del Enunciado: caracterizan la manera en que el hablante sitúa al Enunciado; su actitud con respecto a lo que

enuncia. Todo aquello que en un texto indique el tipo de comunicación con respecto a la relación entre

Enunciador y su Enunciado. Podemos distinguir dos clases:

a) modalidades lógicas: expresan verdad, falsedad, probabilidad, certidumbre, verosimilitud, obligación,

necesidad. Ejemplos. Es cierto que, es seguro que, quizás, es posible, es probable, es necesario que, es preciso

que, se sabe, se dice,....

b) modalidades apreciativas: expresan una valoración, una reacción emocional: lo feliz, lo útil, lo triste, etc.

También los adverbios terminados en "mente": felizmente, seguramente. Ejemplo: me di un buen baño; ese

buen baño es absolutamente subjetivo, para unos puede ser caliente, para otros frío, largo, corto, de inmersión

o de ducha. El calificativo "buen" tiene vigencia para el sujeto de la enunciación y es una modalidad apreciativa.

3. La Enunciación y los verbos


Aparte de los verbos que describen una acción (yo como, él come) podemos mencionarles:

1) Verbos de actitud: relacionado con las modalidades lógicas: Ej: creo que, deduzco que.

2) Verbos de modalidad apreciativa: expresan valoración hecha por el emisor, por ej. dejáte de rebuznar, entró

ladrando.

3) Verbos performativos: Son verbos de palabra que denotan por su sentido un acto individual de alcance social.

La Enunciación se identifica con el acto mismo. Esto no es dado por el sentido del verbo sino por la subjetividad

que la hace posible. Si yo digo: él jura: se trata de una descripción de una acción, un acto constatativo, en cambio

si digo: yo juro: al decir "yo" me fundo, me planto como sujeto y al decir "juro" asumo el acto de jurar; se trata

de acto que me compromete socialmente. Al mismo tiempo que lo digo asumo el compromiso, son actos

simultáneos. La consecuencia social, personal y jurídica de mi acto arranca de la instancia del discurso que

contiene la acción. Se dan siempre en 1era persona y en el presente generalmente. Podemos mencionar otros

verbos performativos aparte de jurar: comprometerse a (conseguir), obligarse, advertir, prometer, agradecer,

garantizar, declarar, certificar, proferir, maldecir, solidarizarse.

4) Verbos de movimiento: poseen una localización espacial asimilable a los deícticos; señalan el lugar de la

enunciación y los movimientos de aproximación o alejamiento de la esfera del hablante. Ejemplos. Verbo

"venir": Juan viene a mi casa (señala el lugar de enunciación, andar o moverse hacia el lugar donde está el que
habla) Verbo: "ir" : Yo voy a tu casa , Juan va a Buenos Aires o viene de Buenos Aires; verbos traer o llevar,

funcionan de la misma manera, indican el transporte hacia o desde el sitio en el cual está el que habla.

5) Verbos de decir: a) verbos en los el Emisor no prejuzga: Ej. decir, afirmar; verbos en los que el Emisor toma

posición: Ej. pretender, confesar, reconocer. Juan pretendió que Pedro tiene razón; d) verbos de juzgar: criticar,

acusar, Ej: Juan critica a Pedro por lo que hizo (admite que Pedro es responsable por haberlo hecho) .

4. Historia y Discurso
Podemos mencionarles dos sistemas de Enunciación:

 Historia: en este sistema se presentan una serie de acontecimientos reales o ficticios por medio del lenguaje, sobre todo escrito. Se da

un empleo exclusivo de la 3era persona y los tiempos verbales empleados son el imperfecto, el indefinido y el pluscuamperfecto. Se

caracteriza por la objetividad, parecería que nadie habla, que los acontecimientos se narran a sí mismos, no hay deícticos. Nadie

habla. No tenemos que preguntarnos quién habla, qué, cuándo, para percibir su significación

 Discurso: en este sistema la lengua es asumida por el hombre que habla, es el lugar de construcción de un sujeto. Se enuncia en

1era persona y por lo tanto, del otro lado se construye el tú. Se emplean deícticos: indicadores pronominales, demostrativos y

adverbios. Los tiempos verbales empleados son el presente, el pretérito perfecto y el futuro. Se caracteriza por la subjetividad, el uso

de Yo y el tiempo presente. Por contraposición al sistema anterior siempre existe alguien que habla y su situación en el acto mismo

de hablar es el foco de significaciones más importante.

No se encuentran en estado puro en ningún texto y podemos encontrar continuas conversiones de un sistema

a otro. Por ejemplo en un relato tipo historia puede haber intervenciones discursivas dentro de él; en una

narración en 1era persona puede momentáneamente incluir un relato tipo historia (descripción, narración) en

la que el sujeto de enunciación desaparece.

5. La Enunciación y el Tiempo
Ahora sí podemos distinguir 3 clases diferentes de tiempo:

1- Físico: es un continuo uniforme, infinito, lineal, segmentable a voluntad. Tiene una duración variable que el

hombre mide por su vida interior o por sus emociones.

2- Crónico: es el tiempo de los acontecimientos que engloba nuestra vida como sucesión de aconteceres. Es la

continuidad donde se disponen en serie los acontecimientos; éstos están en el tiempo. Es bidireccional: se puede

recorrerlo en dos direcciones: desde pasado hacia el presente y viceversa. Es el tiempo del calendario, tiempo

socializado: día / noche, trayecto visible del sol, fases de la luna, movimiento de las mareas, estaciones, etc. En

este tiempo se dan tres condiciones:

a) estativa: se mide a partir de un momento axial: nacimiento de Cristo, el advenimiento de un soberano.


b) directiva: se enuncia mediante términos opuestos: antes / después del eje de referencia.

c) mensurativa: mide los intervalos de tiempo, son unidades de medida: día, mes, año, hora, minuto. Estos

puntos de referencia dan la posición de los acontecimientos y definen nuestra situación con respecto a dichos

acontecimientos. Nos dicen dónde estamos, cuál es nuestro lugar. Las categorías de tiempo están vacías de

temporalidad, se asimilan a los números. El calendario es exterior al tiempo, nada dice del tiempo sino por

aquel que vive en el tiempo.

3- Lingüístico: es por la lengua como se manifiesta la experiencia humana del tiempo., es decir que está ligado

al ejercicio de la palabra.. Es irreductible al tiempo crónico y al físico. El presente es el eje axial , el eje de

referencia, de la instancia de la palabra, se reinventa cada vez que el sujeto habla porque es un momento nuevo,

no vivido aún. A partir del presente podemos movernos hacia el pasado o hacia el futuro. El presente es factor

de intersubjetividad: funciona tanto para el yo como para el tú, es omnipersonal

Con este apunte terminamos una aproximación teórica al tema de Enunciación tal como la enfoca E.

Benveniste en sus artículos teóricos.

Con las Actividades propuestas tendrán la oportunidad de llevarla a la práctica y concretar un análisis en el que

esta teoría cobre sentido.


CRÁTILO: DIÁLOGO CON EL MITO PLATÓNICO DE LA LINGÜÍSTICA

Xavier Laborda Gil

(Universidad de Barcelona)

Resumen

El diálogo platónico Crátilo ocupa un lugar destacado en la historia de la lingüística.


Es una obra fundacional de un gran filósofo. Plantea un debate sobre la naturalidad
o convencionalidad de las palabras, en el que interviene Sócrates como árbitro de la
cuestión. La historia de la lingüística ha apreciado en esta obra un antecedente de la
teoría del signo lingüístico. Pero ha tenido dificultades para interpretarla porque la
intención del diálogo excede el ámbito del lenguaje. El Crátilo es un emblema
ambivalente de la historia de la lingüística, que suscita preguntas no sólo sobre su
sentido sino sobre el papel de la historiografía y sus mitos.

Palabras clave.– Platón, Crátilo, historia de la lingüística, historiografía, mito,


paradigma.

Abstract

Plato's dialogue Cratylus is in a prominent place in the history of linguistics. It is a


foundational work of a great philosopher. It raises a debate about the naturalness or
conventionality of words, in which Socrates intervenes as arbiter of the issue. The
history of linguistics has been noted in this book a history of the linguistic sign theory.
But it has struggled to interpret it because the intention of the dialogue goes beyond
language. The Cratylus is an ambivalent emblem of the history of linguistics, because
it raises questions not only about its meaning but also about the role of historiography
and its myths.

Keywords. – Plato, Cratylus, history of linguistics, historiography, myth, paradigm.

Fundación de la disciplina

Desde la fundación de la historia de la lingüística como disciplina, el diálogo


platónico Crátilo (Κρατυλος) ha recibido la atención de todos los historiadores. Es con
seguridad una de las obras más analizadas en monografías. Y también es una de las
más glosadas en manuales y escritos de divulgación. Los méritos de la obra justifican
el éxito de su recepción. El Crátilo es la primera obra de la historia sobre lenguaje.
Su autor, Platón, encabeza la relación de pensadores más influyentes de todos los
tiempos. Y despierta un vivo interés su asunto, que es la capacidad de los nombres
para designar y conocer las cosas. La forma dialogada del texto da amenidad a un
debate erudito y prolijo. Y finalmente, por si no fueran suficientes los alicientes
anteriores, la intervención del personaje de Sócrates recrea un trasfondo teatral y
mítico.

La historiografía, es decir, la tradición que ha interpretado el Crátilo considera esta


obra como una reflexión fundamental sobre el lenguaje. De manera general se ha
señalado en ella el propósito de expresar el enigma del origen del lenguaje. Y de un
modo más específico es manifiesto que trata de las relaciones de las palabras y sus
significados (Robins 1967:28). En un pasaje que aparece al final del diálogo se
plantea con claridad el asunto del diálogo del siguiente modo (435d).

Sócrates.- Pero dime a continuación todavía una cosa: ¿cuál es, para nosotros,
la función que tienen los nombres y cuál decimos que es su hermoso
resultado?

Crátilo.- Creo que enseñar, Sócrates. Y esto es muy simple: el que conoce los
nombres, conoce también las cosas.

Estas palabras delimitan el último episodio del debate y su razón última. La razón es
discernir la capacidad de los nombres para conocer la realidad. Este enunciado es
diferente del que se plantea al principio del diálogo, en los conocidos términos de
naturalidad o convencionalidad de los nombres (383-384c):

Hermógenes.- ¿Quieres, entonces, que hagamos partícipe a Sócrates de


nuestra conversación?

Crátilo.- Si te parece bien…

Hermógenes.- Sócrates, aquí Crátilo afirma que cada uno de los seres tiene
el nombre exacto por naturaleza. No que sea éste el nombre que imponen
algunos llegando a un acuerdo para nombrar y asignándole una fracción de su
propia lengua, sino que todos los hombres, tanto griegos como bárbaros,
tienen la misma exactitud en sus nombres. […] Pues bien, Sócrates, yo, pese
a haber dialogado a menudo con éste y con muchos otros, no soy capaz de
creerme que la exactitud de un nombre sea otra cosa que pacto y consenso.

Con éste ágil intercambio de palabras comienza el diálogo de los tres personajes,
Crátilo, Hermógenes y Sócrates. Es el primer apunte de un dilatado debate sobre la
naturaleza del lenguaje. Crátilo inaugura un capítulo mítico y apasionante en la
historia de la lingüística. Y desarrolla con múltiples detalles los argumentos del
mimetismo fonético y de la etimología. Sin embargo, el debate no lleva a ninguna
conclusión clara sobre la pregunta de la justeza de los nombres. Y los participantes
se despiden con el acuerdo de continuar la indagación por otras vías.

Los historiadores de la lingüística han rendido homenaje a la obra de Platón. El fruto


de esa labor historiográfica es coherente con la ambigüedad del diálogo. Es decir que
los juicios de los investigadores son dispares e incluso, en algunos casos, totalmente
opuestos. La polémica no se ha agotado con el transcurso de siglos y acompaña a la
obra como si se tratara del designio de su grandeza conceptual y de su oportunidad
histórica. De ahí que los historiógrafos continúen leyendo e interpretando el texto
platónico.

Para iniciar nuestro estudio, hemos consultado las opiniones de dos obras
fundamentales de la historia de la lingüística. Son las de V. Thomsen y H. Arens.
Vilhelm Thomsen es el fundador en 1902 de la disciplina, con Historia de la
Lingüística; una exposición concisa (Laborda 2009a). En ella aporta con una
redacción sucinta la matriz de etapas, obras y asuntos. E incorpora el
diálogo Crátilo al programa de la disciplina. El primer tópico que recoge Thomsen de
la filosofía es el debate sobre la naturaleza del signo lingüístico en el Crátilo.
Reproducimos aquí la breve exposición de Thomsen sobre la obra.

Ocupaba la cuestión, según se dice, a Heráclito y a Demócrito, de los cuales


pasa aquél como defensor de “fisis”, éste de “nomos”, sin que contemos con
más datos sobre el particular. Parece que también tratan de ella los sofistas
(Protágoras), y en tiempo de éstos era probablemente tema general de
discusión.

La primera obra literaria en que se enfoca este problema es el maravilloso


diálogo de Platón, «Cratilo», en el que se tratan exclusivamente cuestiones
referentes a este tema. A más de Sócrates, entran en el diálogo dos
personajes: Hermógenes y Cratilo. Éste defiende que cada uno de los
nombres, tanto en la lengua griega como en las bárbaras, por naturaleza
entraña y debe entrañar acabada correspondencia con el objeto designado, y
no pasa por reconocer como nombres y palabras de la lengua cuantos
acuerdan algunos emplear. Hermógenes, por el contrario, opina que no se da
otra correspondencia en una denominación que el uso. (cap II, p. 20)

La elección de este debate sobre la teoría del signo ha sido un éxito. Se trata de un
mérito más de Thomsen. Es un tópico que figura en todos los manuales de historia
de la lingüística. Sin embargo es inusual que las obras posteriores a la de Thomsen
concluyan de un modo tan crítico sobre el sentido del diálogo platónico como lo hace
el maestro en sus conclusiones.

Divididas estuvieron las opiniones sobre si estas páginas de Platón-Sócrates


están escritas en serio o en broma. Tiénese más bien la impresión de que se
trata sólo de parodiar, de burlarse del tono que se daba a la discusión de estos
problemas en general; mas en principio apenas difiere éste del que hallamos
en Platón. (cap II, p. 21)

El juicio de Thomsen es una declaración de la incertidumbre que provoca la lectura


del diálogo. Por sorprendente que parezca, esta apreciación es común a todas las
interpretaciones posteriores, aunque difieran en el balance final. Según Thomsen,
para Platón “se trata sólo de parodiar” unos razonamientos y “de burlarse del tono”
con que abordaban la cuestión los sofistas.

Medio siglo más tarde de la fundación de la historia de la lingüística por Thomsen,


Hans Arens publicó una compilación de textos de la lingüística (1955), que como
indicaba el subtítulo cubría “desde la antigüedad hasta nuestros días”. En la
presentación de fragmentos del Crátilo, Arens se muestra escéptico sobre el valor de
sus razonamientos. Se pregunta con qué recursos lingüísticos se pretendía
interpretar la realidad de las cosas. Se refiere a la etimología y al simbolismo fonético
como instrumentos de la teoría naturalista del lenguaje. Sin conocimiento histórico,
sin registros fiables, “¿cómo se podría llegar al significado real, justo, verdadero de
la palabra?”, insiste Arens (1955:19). Y concluye con un juicio severo:
Este rompecabezas, que ofrecía enormes posibilidades a la fantasía y a la habilidad
dialéctica, persiguiendo su finalidad, dirigida a la cabalística invención de la verdad
(etimología) conducía al absurdo… (1955:19-20)

Arens se muestra tan crítico como Thomsen. Pero también distingue dos méritos de
consolación en el diálogo. Son la “constatación de la complejidad” de las palabras y,
al mismo tiempo, el hecho de que los personajes reconozcan implícitamente la
incapacidad para distinguir sus elementos.

Cambio al paradigma axiomático

La sintonía de Thomsen y Arens responde a una afinidad más amplia, que es su


participación en el paradigma histórico-comparatista. Se interesan por la evolución y
la tipología de las lenguas, de ahí que en la historia antigua ni el mismo nombre de
Platón es una razón suficiente para asignarle un puesto de honor. Pero un cambio de
paradigma se produce a partir de los años sesenta del siglo XX. El estructuralismo y
el generativismo toman el relevo en la cabecera de las investigaciones
historiográficas y conciben de un modo diferente el diálogo de Platón. Lo ponen en
valor porque debate sobre un principio fundamental para este paradigma axiomático,
la teoría del signo lingüístico. (Laborda 2009:23)

El historiador más conocido como representante de este nuevo período es Robert


Henry Robins. En dos etapas de su obra se puede apreciar la inflexión que toma su
análisis. Hallamos una postura afín aún a los neogramáticos en su primera
publicación, Ancient & mediaeval grammatical theory in Europe (1951). Dos párrafos
bastan para comentar el diálogo, del que concluye que la controversia entre
naturalidad y convención no se limitó al estudio del lenguaje sino que “se trató como
un tema filosófico” (1951:7). Para remediar la concisión con que Robins trata del
diálogo, remite a la magna obra de H. Steinthal (1863), Geschichte der
Sprachwissenschaft, que aunque se editó un siglo antes sigue considerándola como
una referencia magistral.[1] Ésta es la primera etapa.

R. H. Robins publicó en 1967 su manual sobre historia de la lingüística, A short


History of Linguistics. Hay muchos manuales de la disciplina, pero el de Robins ha
Sido el más influyente y representativo. Pues bien, la diferencia con su trabajo
anterior no estriba tanto en la ampliación del período de estudio, que alcanza aquí
hasta el siglo XX, cuanto en la perspectiva que aplica. Robins incorpora los criterios
del paradigma axiomático.[2] Sobre el tema que nos ocupa, observamos que se
refiere al Crátilo en diversos pasajes de su manual. Y lo hace con juicios
contrapuestos, que manifiestan aspectos positivos y negativos. En una mención
inicial destaca como positiva su especialización en “cuestiones lingüísticas, aunque
en algunos aspectos de su contenido es decepcionante” (p, 25). Este enunciado
resume la contradicción que padece el historiador al apreciar valores y deméritos en
la obra platónica.

Sostiene Robins que el Crátilo es una consecuencia y también el testimonio de la


controversia entre naturaleza y convención, de tanta tradición en el pensamiento
griego. Su efecto doctrinal fue una copiosa disquisición sobre la etimología entre los
sofistas. “Esto trajo como consecuencia –señala Robins– que con toda seriedad se
propusieran etimologías caprichosas, algunas de las cuales aparecen en el Crátilo de
Platón” (p. 32). Aquí Robins aplaude la intención de Platón, que actúa “con toda
seriedad”, si bien critica que carezcan de valor porque son “caprichosas”.

En definitiva, Robins aduce como balance los siguientes aspectos. Considera que, por
una parte, es censurable que el debate no conduzca “a ninguna conclusión definitiva”
(p. 28). Pero también valora como muy productivo el efecto de la discusión, en el
sentido de que animara en su momento a estudiar la lengua. Al leer las palabras de
Robins captamos el sentido de su juicio, tal como se expresa en este pasaje:

Al defender y criticar cada una de las posiciones de la argumentación, llegaron


a examinar con más detalle las estructuras y los significados de las palabras
y las pautas formales que estas mismas ofrecían. Es estos estudios reside el
principio del más estricto análisis lingüístico. (Robins 11967:29)

De este modo Robins elogia el papel del diálogo en su influyente obra de 1967. Si
expresamos su dictamen con la libertad de la analogía, cabría decir que el Crátilo es
una luz incierta y engañosa en algunos de sus efectos. Pero tiene una función cenital
y central sobre lo que considera una investigación lingüística relevante. El interés de
esta interpretación es mayor si se contrasta con aquella tan lacónica que el mismo
historiador daba en su obra anterior, la de 1951, Ancient and mediaeval gramatical
theory in Europe. La comparación de estas dos interpretaciones es una ocasión
singular para la historiografía. Pone de relieve el cambio de paradigma en muy poco
tiempo –tres lustros– de un mismo autor, aquel que ha llegado a ser la referencia en
historia de la lingüística. Muestra el paso del paradigma de la neogramática al del
estructuralismo y ejemplifica un campo de estudio muy útil para el conocimiento de
la doxografía histórica.

Leroy y el guión canónico

En un sentido similar al del segundo Robins, el de 1967, se había manifestado tres


años antes Maurice Leroy (1964:15). Leroy es el autor de Les Grands Courants de la
Linguistique Moderne, con la que se inicia la saga de obras de historia de la lingüística
que nacen bajo el paradigma axiomático. Y ejerce una influencia notable ya que
establece las líneas de interpretación del Crátilo. En efecto, es apropiado reconocer
en el texto de Leroy el guión canónico que sigue la historiografía hasta los años
noventa.[3] Para mostrarlo enunciamos los cinco rasgos y transcribimos un
fragmento alusivo de Leroy.

a) Tradición sofística del debate.- “La gran cuestión debatida entre los sofistas y
los filósofos antiguos –que seguirá siendo de actualidad hasta la escolástica
medieval– consiste en saber si el lenguaje ha sido creado por naturaleza o es
resultado de una convención”.

b) Naturalismo de Platón.- “Sabido es cómo Platón, cuyas preferencias,


indudablemente se orientaban a la teoría de la justeza natural de las palabras,
volvió a presentar, después de muchos otros, el problema en su Cratilo…”
c) Virtuosismo expositivo y ausencia de conclusión.- Platón “expone con
virtuosismo las tesis expuestas, guardándose, sin embargo, de llegar a una
conclusión neta a favor de una o de la otra”.

d) Dificultad interpretativa y sobrevaloración de las etimologías.- “Este diálogo,


cuya interpretación a menudo ha parecido difícil, ha desconcertado a los
modernos, que generalmente atribuyen demasiada importancia a la parte
central, la que está dedicada a las etimologías.”

e) Elogio y afinidad del estructuralismo.- “Lo importante debe buscarse en el


principio y en la conclusión del diálogo: se encuentran allí, entrevistas si no
esbozadas, algunas tesis (relación de significante y significado, arbitrariedad
del signo, valor social del lenguaje) que son otras tantas posiciones esenciales
de la lingüística contemporánea.” (Leroy 1974:15)

Estos cinco rasgos componen un guión que se asume en las obras posteriores al
precursor Leroy. Aparece también en el manual de Robins, como se ha visto, si bien
sus argumentos están diseminados en diversos pasajes del libro, lo cual dificulta la
distinción de su unidad como discurso. En Leroy se lee todo ello de un modo
inequívoco en un solo párrafo.

La tarea de los historiadores posteriores se cifra en la confirmación y la matización


de la doxografía de Leroy. Hay que reconocer que algunos de sus puntos quedan
intactos, como sucede con el primero y el segundo. Se admite la tradicionalidad del
debate y se manifiesta que la justeza de las palabras forma parte del espíritu de la
época. Pero no se indaga en las aportaciones de presocráticos y sofistas ni, lo que es
más importante, en los fines de esa búsqueda relativos a la retórica. También se
sugiere la sutil querencia de Platón por la naturalidad de las palabras, como un
recurso débil o secundario para interpretar el sentido del debate. Esto es lo que afecta
a los dos primeros rasgos, tradición cultural y naturalismo platónico.

El empeño de los historiadores se centra en los tres últimos rasgos, que son el
virtuosismo expositivo, la interpretación y el valor de la obra. El resultado es desigual,
porque donde más se aplican los lingüistas es en la capacidad expositiva de Platón.
Se ocupan con entrega del detalle de la argumentación sobre la mímesis sonora o
simbolismo fonético y sobre la etimología, pues en este campo los comentaristas se
sienten en su exclusivo dominio. Además de R. H. Robins, al que ya hemos hecho
mención, nos referimos a Milka Ivic (1965:17), Marc Baratain y Françoise Desbordes
(1981:13-18), Even Hovdhaugen (1982:21-31), Jesús Tuson (1982:16-19), Max
Figueroa (1987:24-32), Daniele Gambara (1989:79ss), Roy Harris y Talbot J. Taylor
(1989:1-19), Bertil Malmberg (1991:57-65) y Vivien Law (2003:20).[4]

El lector halla extensas explicaciones sobre los razonamientos de Sócrates a propósito


de los efectos de los sonidos y de las suposiciones sobre el origen de los nombres.
No obstante este esfuerzo, el resultado es desconcertante. Es difícil justificar un
volumen tan considerable de ejemplos como se aducen en el Crátilo para un balance
tan incierto y limitado. Todos los comentaristas coinciden en el reconocimiento de
una dificultad insalvable, a saber, que el sentido del diálogo es dudoso y
problemático. Ello no es obstáculo para que la valoración sea positiva.

También coinciden los historiadores en la declaración de la obra como referente de


la historia del pensamiento lingüístico. Al tratar de ella incluyen el diálogo platónico
en el canon historiográfico. Más aún, ya que de manera expresa reconocen el interés
de esa obra como la primera y sobresaliente discusión sobre el signo lingüístico.

En esta revisión hemos señalado las interpretaciones de los autores que han ejercido
liderazgo en la historiografía lingüística, V. Thomsen, H. Arens, M. Leroy y R. H.
Robins. Y hemos señalado su correspondencia con las etapas fundacional y
axiomática. Pero el Crátilo no sólo ha sido objeto de estudio por parte de lingüistas,
porque también y especialmente ha captado la atención de los filósofos.

La perspectiva filosófica

Antes de constituir un capítulo de la historia de la lingüística, el diálogo Cratilo ya


había sido largamente objeto de estudio de la filosofía. El exégeta más famoso en la
antigüedad es Proclo, el Diádoco, que impulsó en el siglo V la influyente escuela
neoplatónica. No ha de extrañar que el Crátilo sea el motivo central de los estudios
neoplatónicos. Vinculan esta obra a una postura teológica sobre el origen divino del
lenguaje. El filósofo Proclo redactó al respecto unos escolios que han perdurado hasta
nuestros días. Su texto se inicia con esta definición del tema del diálogo:

El objeto del Crátilo es mostrar la actividad fecunda de las almas en los


últimos seres y la potencia asimiladora que muestran, una vez la han obtenido
en esencia, a través de la corrección de los nombres. (Proclo, 1-5, p. 65)

Con sobreentendidos teológicos, en este preámbulo el redactor se refiere al alma


como entidad eterna que tiene actividad temporal. Las palabras son el instrumento
de mediación entre los dos mundos del alma, el eterno y el material de cada vida. Y
la capacidad del alma es proyectar las formas intelectivas en la materia y cooperar
en la demiurgia universal de la divinidad (Ritoré 1992:27). En consecuencia, aduce
Proclo, el objeto del Crátilo es examinar las propiedades manifiestas en los nombres
de las cosas.

La pervivencia de Proclo es merecida. Su exégesis del diálogo platónico tiene diversas


virtudes. Enseña los principios de la interpretación textual[5]. Muestra cómo conciliar
el pensamiento platónico y el aristotélico de manera práctica. Y también facilita el
uso de las etimologías a los gramáticos y dialécticos de la época, dos tipos de
especialista que frecuentan el Crátilo.

Mucho más cerca de nuestro tiempo, la obra de Steinthal (1863) es una referencia
fundamental en el siglo XIX. Como es sabido, el interés de los filósofos por
el Cratilo ha continuado hasta la actualidad con un vigor inusitado. Es elocuente a
este respecto el inventario de H. Cherniss (1959:75-9) de las monografías sobre el
diálogo platónico aparecidas a mediados del siglo XX. Pues bien, Cherniss reseña
treinta y cuatro estudios de primer orden, que se publicaron en revistas y colecciones
de filosofía entre los años 1950 y 1957. [6]
Esta abundante producción es congruente con diversidad de puntos de vista entre
los investigadores. Y proclama que el debate sobre el sentido del diálogo es
apasionante porque sigue abierto. No obstante, si tomamos en consideración obras
a partir del último cuarto de siglo (Weingartner 1973, Li 1979, Soulez 1991, Barney
2001, Dixsaut 2003), cabe apreciar unos puntos en común muy significativos.

a) El lenguaje como problema

Crátilo no es el único diálogo que trata del lenguaje. Pero sí es el único que lo
considera como problema para el conocimiento.

b) El tema del debate excede el lenguaje

El lenguaje o, más concretamente, la naturaleza de las palabras no es el motivo de


la discusión. Si bien este asunto aparece en primer plano, resulta un recurso para
plantear cuestiones sobre el conocimiento y sobre la realidad. La obra responde,
pues, a un tema anfibio o no declarado.

c) La unidad de los diálogos

La lectura e interpretación de Crátilo no se agota en el propio diálogo. Hay


necesariamente una unidad entre los diálogos, que está determinada por la época de
la escritura –probablemente la primera, en el caso de Crátilo– y por las soluciones
que se aducen. La fortaleza de la tesis de la unidad se manifiesta, por un lado, en la
incertidumbre que arroja una interpretación aislada y, por el otro, en el pensamiento
de Platón como un ciclo que se expresa en obras concatenadas.

Estos son los tres puntos de acuerdo entre los historiadores de la filosofía. Sin
embargo ello no evita otras cuestiones controvertidas. De la cuarentena de diálogos
de Platón, ¿cuáles son los que forman con Crátilo una unidad doctrinal? Por la época
de redacción, Crátilo se incluye entre los escritos de transición de la juventud a la
madurez. Si en la primera se ha ocupado de temas de ética, en esta otra trata del
conocimiento como recuerdo o reminiscencia y de la filosofía del lenguaje. Se suele
atribuir a esa época Gorgias, Eutidemo o Crátilo, entre otros títulos.

Pero los historiógrafos difieren no sólo en la adscripción de las obras a cada una de
las cuatro épocas, sino también en la vinculación de otros diálogos al Crátilo[7].
Hagamos mención aquí a las contribuciones al debate que han formulado M. Dixsaut,
R. Weingartner y A. Soulez. Para Monique Dixsaut (2003:52-62) la continuidad de
éste se halla en el Eutidemo, un diálogo de la misma época y de un sentido también
ambiguo que trata de las aporías del lenguaje. Eutidemo es una crítica de la erística
o arte sofístico del debate como arma de imposición de una postura.

Para Rudolph Weingartner (1973) es fundamental la tesis de la unidad de los diálogos


platónicos, un principio que declara en el propio título de su libro: “The Unity of the
Platonic Dialogue”. Y aún añade en el subtítulo las obras que considera
solidarias: Crátilo, Protágoras y Parménides. La intención de Weingartner es
descubrir los efectos de la teatralidad del diálogo en tres obras disimilares. Su
exposición no se atiene a una afinidad temática sino a un proceso de creación
doctrinal. En el Crátilo los personajes debaten sobre el lenguaje,
en Protágoras tratan de la virtud y en Parménides de la teoría del conocimiento.

Antonia Soulez es la autora de La grammaire philosophique chez Platon (1991), una


de las obras más sugestivas desde nuestro punto de vista. Se aparta de las
discusiones sobre la retórica y el discurso, para centrarse en los aspectos formales
del lenguaje. Y analiza con detalle dos diálogos, el Crátilo y el Sofista, que vincula de
manera irrefutable. Para Soulez estas obras fundan una teoría del lenguaje. Con
el Crátilo Platón desmantela la hipótesis de la mímesis o naturalidad de las palabras
y cierra la vía de la exploración de las palabras. Y con el Sofista aporta una semántica
del enunciado que sitúa el debate en las categorías lógicas.

El programa de Platón

Los lingüistas suelen estar advertidos de las interpretaciones que se forman los
filósofos sobre el diálogo de Platón. Sin duda reconocen en el análisis de los filósofos
la grandeza de su perspectiva, que resulta extensa y específica y que está
proporcionada a la figura y la producción de Platón. No obstante, este magisterio
historiográfico resulta tan amplio y copioso que supera los propósitos de la lingüística
y llega a parecer poco significativo. A esta dificultad se ha de añadir una paradoja y
un dilema.

La paradoja es la siguiente. La tesis de los filósofos es que el Crátilo no tiene por


objeto discutir sobre el lenguaje sino sobre la dialéctica y sus herramientas, entre las
cuales no se incluye la designación de las cosas sino la atribución o formación de
juicios. Ello contradice la interpretación canónica en la lingüística, que toma el diálogo
por una discusión literal sobre el tema que explícitamente plantean los protagonistas.
Queda en entredicho, por lo tanto, el interés de la lingüística por esta página de su
historia.

Ahora bien, si se acepta esta postura en la lingüística, se debe escoger entre dos
opciones. Cabe prescindir del diálogo y suprimir así este capítulo tradicional en su
historiografía. Se reconocería así que el Crátilo es un mito. También se puede
introducir un giro en el análisis lingüístico al asumir el procedimiento contextual de
la filosofía. El análisis contextual comporta en este caso reconocer la unidad de los
diálogos platónicos y examinar con cuidado el trasfondo histórico de la sofística. Y en
ello consiste el dilema, que plantea un escenario difícil pues cualquiera de las
opciones comporta un cambio grande de orientación.

En la historiografía lingüística no se ha expresado aún de manera clara esta situación


paradójica. No obstante, cabe distinguir cambios sutiles y significativos en las etapas
recientes. Los historiadores de los años sesenta y setenta consideraban que
el Crátilo era una obra desconcertante, por ambigua y contradictoria. Pero también
la calificaban de plenamente acertada por el enfoque del problema del lenguaje y su
relación con la realidad. A los elogios de esta etapa axiomática ha seguido otra que
reconoce en el Crátilo un papel parcial. Cubre una parte de la argumentación
platónica, que continúa en otros de sus textos.
El cambio consiste en considerar no ya el diálogo sino el repertorio platónico del que
forma parte. Pero la perspectiva del contexto de Crátilo ha progresado poco en la
Lingüística. En la mayoría de los casos se limita a la remisión a otros diálogos. Marc
Baratain y Françoise Desbordes (1981:17-8) y Even Hovdhauguen (1982:21-4)
incluyen en el ciclo temático los diálogos el El sofista y Teeteo. Max Figueroa
(1987:30) añade a éstos el título del Filebo. Y Daniele Gambara (1989:87) propone
los diálogos del Filebo y Fedro. El programa de Platón sobre el lenguaje y el
pensamiento es amplio e interdisciplinar. Y el repertorio que confeccionan los
historiadores varía según la perspectiva que aplican. Con ello se perfila de nuevo un
horizonte abierto, que resulta difícil de acotar e imposible de recorrer en una historia
general.

La solución que adoptan otros historiadores se sitúa en un punto intermedio. Declinan


señalar el contexto doctrinal del Crátilo, para soslayar comentarios que habrían de
ser por fuerza breves e insatisfactorios. Y optan por relacionar el interés y el sentido
del Crátilo con la filosofía de Platón. Un ejemplo de ello es el tratamiento de Vivien
Law de la cuestión. El epígrafe que lo desarrolla es significativo, “Plato: language as
a route to reality”, puesto que destaca la figura del filósofo en vez del diálogo. La
conclusión con que Law (2003:23) cierra esta sección es inequívoca sobre el escaso
papel de la rectitud de los nombres en la búsqueda del conocimiento:

The dialogue is thus fundamentally about an epistemological problem and only


secondarily about a linguistic one. ‘How do we reach the truth?’ is the basic
question which runs through much of Plato’s thought. In the Cratylus he
investigates the claim that language has truth encoded in the very words.
Having dismissed that claim as only partially true, Plato goes on to search for
other sources of knowledge.

Law corrobora que la rectitud de los nombres tiene aquí un papel secundario en la
búsqueda del conocimiento. Y acaba el párrafo con una sentencia taxativa:
“Language no longer interests him”, refiriéndose a Platón. Si está en lo cierto como
parece, ¿por qué le dedicó el filósofo tanto espacio? Para responder este interrogante
recogemos la escueta y certera explicación del Weingartner (1973:8), con la que
presenta precisamente la tesis de su monografía.

I attempt to show that the Cratylus has a philosophic theme of considerable


importance to Plato’s thought. Hermogenes and Cratylus maintain theories of
naming which, were they sound, would make dialectic impossible.

La función del diálogo es congruente con la mayéutica socrática. Así, el programa de


Platón consta de dos fases argumentativas. La inicial es de crítica o refutación de
ideas mal concebidas –por ejemplo, la idoneidad del lenguaje como medio de
conocimiento– y el consiguiente despiece de un modelo de pensamiento. A esta
estrategia argumentativa se refiere Soulez (1991:36) e identifica el
diálogo Crátilo como el que opera en la primera fase:

Le Cratyle lui-même est un dialogue-étape qui s’inscrit dans une stratégie


argumentative qui le dépasse. Comme tel, il fait l’épreuve d’une insuffisance
logique, il s’offre comme le terrain sur lequel s’expérimente l’inadéquation du
modèle de la ressemblance appliquée au langage.

Para agotar el debate y desestimar la cuestión del lenguaje, el diálogo plantea una
conclusión inesperada. Como sostiene Dixsaut (2003:51), “la conclusion
du Cratyle est qu’il faut partir des choses et non pas des noms”. El modelo platónico
concibe la realidad como una correspondencia entre las cosas y las esencias
inteligibles. Y extrae dos consecuencias. Es posible el conocimiento de las cosas sin
los nombres pero no sin logos. Y el conocimiento de la realidad permite conocer luego
la realidad de los nombres. “C’est pourquoi –añade Dixsaut– il faut non seulement
partir des choses (et non des images ou des mots) mais comprendre que seul le
savoir de la chose –savoir élaboré par le discours rationnel– permet d’apprécier la
rectitude de l’image, donc la justesse des noms.”

A una conclusión similar a la de la filósofa llegó Coseriu. Y la expresó con admirable


sencillez (1977, nota 11, p. 23):

El Crátilo de Platón elimina, por lo demás, la tesis del νόμω (como también la
tesis del φύσει); el auténtico resultado de este diálogo es que el problema del
lenguaje no puede ser planteado desde el punto de vista causal.

Como señala Coseriu, la naturalidad o convencionalidad del signo lingüístico resulta


irrelevante para el enunciado científico de Platón. El lenguaje es, en consecuencia,
un instrumento diacrítico que faculta para distinguir las cosas, pero que no permite
comprenderlas directamente.

Acaba finalmente el diálogo entre Hermógenes, Crátilo y Sócrates. Los personajes se


despiden y se cierra sí una confusa discusión. Y a pesar de las dificultades para
interpretarlo el diálogo tiene un sentido cierto. En El sofista Platón inicia la segunda
fase del programa epistemológico. La clave del conocimiento no son los nombres sino
el discurso. La verdad no se ha de buscar en la propiedad de los nombre sino en el
movimiento de la frase. El logos permite un ejercicio de interrogación y de respuesta,
de indagación sobre la realidad y el ser. Hablar con verdad no es denominar
justamente sino operar la atribución apropiada. No es pulsar el léxico sino la sintaxis.
No es disputar sobre opiniones ni frecuentar la erística, sino tratar del ser mediante
la ciencia de la dialéctica.

El instrumento de la epistemología es la atribución y la predicación. Mediante El


sofista Platón desdeña la discusión sobre el signo lingüístico. Y con Teeteo imprime
un giro hacia la lógica de las categorías. De la realidad se puede predicar que es o
no es, que resulta parecida o diferente, que está en reposo o en movimiento y que
es única o múltiple. Tal es el camino que abren estos diálogos críticos, ya en la última
época de Platón. Ello sucede después de que el Crátilo haya mostrado la imposibilidad
de emplear las palabras como una prueba directa de la naturaleza de las cosas. La
discusión sobre el signo lingüístico –un legado de la sofística– no ha podido ocupar
el lugar de la filosofía y la lógica. Y el programa de Platón queda de este modo
completado.

El legado platónico frente al presocrático


La historia del pensamiento distingue de un modo claro entre antes y después de
Sócrates. Lo hace con los términos que designan las eras socrática y presocrática. Y
lo hace especialmente con la doxografía o la interpretación de la tradición. Platón es
la gran figura de corte en el tiempo histórico y el filósofo mejor conocido de la
antigüedad griega. La razón de la continua transmisión de Platón se explica por la
adhesión doctrinal de las escuelas neoplatónicas y de la patrística cristiana (Dixsaut
2003:14). Proclo, el destacado neoplatónico, tomó el Crátilo como punto cardinal del
pensamiento platónico. Su exégesis impulsó la recepción del diálogo como discurso
teológico. Y la cadena de transmisión ha perdurado hasta la fundación de la historia
de la lingüística en 1902 por V. Tjomsen.

Retrocediendo en el tiempo, cabe anotar que un primer apunte sobre la naturaleza


de la lengua ya aparece en Homero. Y precisamente el Crátilo incluye una referencia
a los versos homéricos, que atribuyen el uso de denominaciones distintas a los dioses
y a los hombres. En las palabras del poeta se lee la creencia en el origen divino del
lenguaje. Entre la tradición homérica y el diálogo de Platón se desarrolla el prodigio
de la escuela sofística. Los sofistas lograron renovar de raíz la filosofía y de situar el
estudio del ser humano en el centro de su proyecto. Una consecuencia de ello fue el
interés por el lenguaje y la contribución de la retórica y los estudios gramaticales. Se
ocuparon de los recursos persuasivos y los géneros discursivos, así como de
problemas lingüísticos sobre la recta dicción y la exactitud de los nombres.
Protágoras, Pródico e Hipias, entre otros, fueron precursores de trabajos sobre
gramática y etimología, con los fundaron un movimiento de reflexión sobre el
lenguaje. La sofística tuvo efectos contradictorios, porque exhibió la fragilidad del
discurso y, al tiempo, proclamó la utilidad del metalenguaje de la retórica para
perseguir su rectitud.

La crítica de Platón a sus coetáneos fue frontal. Juzgó el sentido de la sofística como
un repliegue, una clausura en torno al discurso. Vituperó una filosofía empequeñecida
por intereses en el léxico y la sintaxis, en los argumentos verosímiles y
espectaculares, en las apelaciones a relatos y las pulsiones emotivas. Y en ese punto
intervino la escritura platónica con el diálogo Crátilo para remover la filosofía del
lenguaje.

Se tiene este mítico diálogo de Crátilo como uno de los de más difícil interpretación
de la producción de Platón. Las tesis naturalista y convencionalista están perfiladas
con claridad. Y la extensa exposición de ejemplos sugiere el aprecio de Platón por la
etimología. Pero el tono ambiguo y moderadamente humorístico de Sócrates sugiere
al lector moderno que Platón está desacreditando la vía del lenguaje para el
conocimiento de la realidad.

En la antigüedad se entendió el debate de Crátilo en su literalidad. También se ha


entendido así en buena parte de los estudios de lingüística. La historiografía
lingüística pugna por superar el anacronismo de su lectura aislada y literal. La
dificultad estriba en que Platón es el autor del mito fundacional de la historia de la
lingüística. El capítulo de Crátilo en los manuales satisface la aspiración de contar con
la contribución del filósofo más influyente de todos los tiempos. Y permite establecer
una línea divisoria entre las fuentes literarias de la antigüedad y la reflexión filosófica,
entre mito y logos.

Una muestra clara del patrón temporal de la historiografía se halla en Foundations of


Western Linguistics, de E. Hovdhaugen (1982). Tras la presentación del manual y un
capítulo sobre Babilonia y los hititas, se abre el capítulo de arranque, “Where it all
started”. Trata de Grecia y se inicia con la figura de Platón (cap. 3, p. 19-31). La
sección sobre Platón comienza con una concesión, “Of course Greek linguistics didn’t
start with Plato”, que Hovdhaugen expresa para referirse de un modo fugaz a la
cultura fenicia. Y concluye la sección con la confirmación del relevante papel de Platón
en la historia de la lingüística.

Plato would hardly have labeled himself a linguist and should probably not be
regarded as a linguist. Yet he deserves the ample space I have given him in a
history of linguistic. Through his writings we get the first glimpse of the very
foundations of our discipline and also the first formulations of problems that
have been in the focus of linguists ever since. (1982:31)

Según Hovdhaugen, Platón es el auténtico fundador de la lingüística. Tuvo el acierto


de plantear cuestiones que han mantenido su vigencia hasta la actualidad. Y la piedra
angular de su contribución es, sin duda, el Crátilo.

Se ha vinculado el debate cratiliano a la teoría del signo lingüístico, la Grecia clásica


al estructuralismo, la tradición filosófica al paradigma de la lingüística axiomática. Se
ha acogido y celebrado el legado platónico, sin atender a su contexto ni propósito.
Sin embargo, su valía es patente. Se halla en la unidad de los diálogos y en la ironía
del programa platónico. Esta complejidad deslumbra porque excede el ámbito del
lenguaje y porque oscurece y eclipsa el legado de los contemporáneos de Platón.

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