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Introducción
En nuestro país no existen estudios que proporcionen cifras exactas en relación a la real
prevalencia de la patología hemorroidal. Sin embargo, creemos que tiene una alta frecuencia y
que constituye, sin duda, un motivo frecuente de consulta.
Históricamente ya Hipócrates en el año 400 a.c. hacía mención al manejo quirúrgico de esta
dolencia. Desde esa fecha se han propuesto numerosos métodos tanto conservadores como
agresivos en relación al manejo de esta afección, lo que habla de una falta de uniformidad de
criterios en tomo al manejo de esta patología. En la actualidad existen diversas alternativas de
tratamiento, y entre ellas, varias técnicas operatorias. La indicación de tratamiento quirúrgico
esta bien determinada, siendo la hemorroidectomía cerrada de Ferguson la operación más
ampliamente practicada (4).
Definición
Thomson, en 1975, describe y define las hemorroides como cojinetes vasculares del canal anal.
Estos vasos sanguíneos vistos microscópicamente aparecen interpuestos entre fibras musculares
de la submucosa donde Thomson cree que contribuyen al ajuste fino de la continencia anal. La
disminución de las fibras musculares de la submucosa y separación del esfínter interno del canal
anal y recto inferior, ocurre, probablemente, como consecuencia del envejecimiento. De ello
resulta que la mucosa y submucosa junto con estos cojinetes vasculares se vuelven más móviles
y eventualmente se exteriorizan a través del orificio anal, ocasionando los síntomas propios de
esta patología (5).
Se ha observado que el tejido hemorroidario esta constituido por vasos de tipo sinusoidal y no
por venas como se creía antiguamente, lo que ha sido confirmado mediante estudios
oxigenométricos en los que se ha determinado que la sangre hemorroidal es de origen arterial.
Esta compleja irrigación drena en redes anastomóticas extensas en el recto bajo y el canal anal
constituyendo así los plexos hemorroidarios externos e internos. El plexo interno drena la parte
baja de la ampolla rectal cuyo límite inferior histológicamente corresponde a la inserción
tegumentaria de las fibras provenientes de la capa longitudinal fibromuscular que atraviesan
desde cefálico y lateral el esfínter interno cerca de su borde inferior. Este límite esta algo caudal
de la línea pectina en plena piel del conducto anal y se denomina surco interhemorroidal. Por lo
tanto, la línea pectínea no es el límite entre las hemorroides internas y externas como se ha
difundido vastamente. Los plexos hemorroidarios externos drenan el periano, existiendo
comunicaciones con los plexos venosos internos.
Clasificación
- Grado 1, son aquellas que fundamentalmente sangran pudiéndose encontrar además una leve
tumefacción.
- Grado 2, hemorroides internas que prolapsan, descendiendo a través del orificio anal pero
reduciéndose espontáneamente.
- Grado 3, aquellas que prolapsan, debiendo ser reducidas manualmente y que rápidamente
vuelven a descender.
- Grado 4, aquellas que permanecen irreductibles.
Fig. 25.5
Etiopatogenia
Hasta ahora, la causa exacta de las hemorroides es desconocida, pero sí se conocen las
condiciones asociadas que pueden desencadenar la enfermedad sintomática.
Se postula que la disfunción del esfínter anal interno jugaría un rol en la aparición de esta
patología, ya que se ha demostrado una alteración de su actividad en pacientes portadores de
hemorroides. Se cree que existe una conexión fisiológica entre el esfínter anal interno y la en-
fermedad hemorroidal, ya que los plexos hemorroidarios internos descansan superficialmente
adyacentes al esfínter; de manera que una disfunción esfinteriana podría ocasionar una
disminución del retomo venoso y la consiguiente congestión hemorroidaria.
Thomson propone la teoría de los cojinetes vasculares, la que postula que los plexos
hemorroidarios normales representarían masas discretas localizadas en la submucosa, la cual se
desliza con cada esfuerzo defecatorio. Con el tiempo las estructura anatómicas que soportan la
submucosa se debilitan y conducen al prolapso con la consecuente sintomatología propia de la
enfermedad.
Burkitt, Graham y Stewart sostienen la teoría de que el esfuerzo repetido del acto de defecación
favorece la aparición de la enfermedad hemorroidaria. Ello se relaciona fundamentalmente a
malos hábitos alimentarios occidentales caracterizados específicamente al empleo de
una dieta pobre en residuos. Esta teoría es aun controversial ya que en diversos estudios han de-
mostrado que la incidencia de constipación entre portadores de enfermedad hemorroidal fluctúa
sólo entre un 20 y un 50 % (7).
Desde un punto de vista práctico, las hemorroides internas se pueden dividir en dos categorías:
Hay que recordar que el sistema venoso portal carece de válvulas y drena las hemorroides
internas, a diferencia del sistema venoso sistémico que posee válvulas y drena las hemorroides
externas. Esta situación explica el hecho que las obstrucciones del sistema portal genera una
sobrecarga venosa que en definitiva determina congestión de los plexos hemorroidales internos
hasta comprometer progresivamente los plexos externos. Esto ocurre en la cirrosis, la trombosis
de la vena porta y los tumores abdominales. Entre estos últimos cabe destacar que el tumor abdo-
minal más frecuente es el embarazo.
La experiencia práctica confirma que las mujeres en la etapa final de su embarazo, presentan un
importante aumento de la presión intraabdominal, la cual actúa preferentemente sobre el sistema
de drenaje venoso portal (carente de válvulas) y que se traduce en que casi el 100% de las
a) Herencia: al igual que lo que ocurre con la enfermedad varicosa de extremidades inferiores
existen familias particularmente predispuestas al desarrollo de esta condición, de forma tal, que
muchos o todos sus miembros resultan afectados y, por lo general, en edades precoces. Esto es
probablemente atribuible a debilidad estructural de las paredes de los vasos sanguíneos de los
plexos hemorroidarios.
b) Constipación y diarrea: es obvio que el efecto dilatador de la defecación normal sobre los
plexos hemorroidales puede aumentar considerablemente cuando el enfermo presenta
constipación crónica y tiene que realizar esfuerzos prolongados y repetidos para la evacuación de
la masa fecal. La diarrea, de igual modo, si se acompaña de tenesmo importante provoca
esfuerzos repetidos con intención de evacuación, con efectos similares a los producidos en la
constipación.
Los malos hábitos defecatorios pueden ser igualmente nocivos, específicamente en aquellos
individuos que tienen como conducta habitual, el permanecer tiempos prolongados en el acto
evacuatorio.
c) Posición erecta. El hombre es el único animal de la escala zoológica que presenta esta
enfermedad la que puede ser atribuida, entre muchos otros factores, a su condición de animal
bípedo. Ciertos trabajos que obligan a permanecer de pie o sentado durante tiempos prolongados
(carteros, choferes o cargadores) son especialmente propensos a desarrollar esta dolencia. Sin
embargo, no existe ninguna demostración científica que explique esta relación.
d) Relajación o disfunción del esfínter anal interno. Los pacientes que han sufrido una o más
intervenciones por fístulas anorrectales, con sección de los esfínteres anales, desarrollan más fre-
cuentemente enfermedad hemorroidal. Lo mismo ocurre en los ancianos con relajación
importante del tono esfinteriano.
f) Calor seco: las consultas por molestias hemorroidales son más frecuentes en épocas esti-
vales. Se ha observado que los pacientes que habitualmente deambulan en ambientes calurosos,
o personas que permanecen sentadas en superficies calientes (conductores) presenta con mayor
frecuencia la enfermedad hemorroidal. Sin embargo, al igual que lo que ocurre con muchas de
las condiciones previamente mencionadas, tampoco se ha demostrado con certeza el rol
fisiopatológico de este factor.
Cuadro Clínico
1. Sangramiento cuyo origen está principalmente en los plexos hemorroidarios internos. Suele
ser el primer síntoma que relatan los enfermos, inicialmente como estrías sanguinolentas que
acompañan las heces pero que pueden, en ocasiones, provocan hemorragias severas que incluso
llegan a la producción de anemia hipocroma crónica. El aspecto del sangrado es de color rojo
brillante, lo que habla de su origen arteriolar, como ya se señaló.
3. Prolapso o masa anal: los enfermos relatan la presencia de una masa anal, que
inicialmente aparece sólo en los esfuerzos defecatorios, que luego se reduce espontáneamente.
Por lo general, el prolapso ocurre en etapas más tardías de la enfermedad e inicialmente no se
acompaña de otras molestias, pero en la medida en que esta enfermedad progresa, las masas
prolapsadas se acompañan de dolor, sobre todo cuando el prolapso es irreductible. Las
hemorroides que se prolapsan corresponden a los paquetes internos, pero las hemorroides
externas cuando se encuentran congestionadas o trombosadas también ocasionan sensación de
masa anal.
Las hemorroides sintomáticas pueden además estar complicadas. Entre las complicaciones
destacan:
1. Hemorragia: constituye una complicación importante tanto por su persistencia como por su
intensidad.
3. Trombosis. Afecta más frecuentemente a los paquetes externos en forma de trombo único,
con intenso dolor. Las hemorroides trombosadas se pueden ulcerar y sangrar, después de
eliminar parcialmente el coagulo. Ocasionalmente regresan espontáneamente dejando un nódulo
duro constituido por una bolsa de piel denominado plicoma.
4. Prolapso: constituye una complicación cuando alcanza los grados 3 o 4. Puede ocasionar
dolor, ulcerarse, sangrar, trombosarse y asociarse a secreción e irritación perianal.
Examen Físico
2. Tacto rectal: permite evaluar espasmos esfinterianos cuando hay irritación concomitante.
No es fácil acostumbrase a palpar hemorroides internas por tener estas una consistencia
esponjosa suave. La importancia primordial del tacto rectal radica en que produce una dismi-
nución de la tonicidad relativa para luego proceder a la introducción del anoscopio. Además es
esencial para descartar la existencia de otras patologías en el conducto anorrectal.
En nuestro equipo, como norma habitual, en todos los pacientes con patología hemorroidaria que
relatan episodios de sangramiento, practicamos una rectosigmoidoscopía a fin de descartar otras
lesiones rectosigmoídeas que puedan originar el sangrado.
Diagnóstico
A continuación presentamos la Tabla 1 con una serie de patologías anorrectales que se pueden
manifestar con los mismos síntomas de la patología hemorroidaria: masa, dolor y hemorragia.
Tabla 1
Tratamiento
1. Manejo no operatorio:
Este incluye educación dietaria, calor local húmedo, analgésicos, agentes hidrofílicos,
escleroterapia y ligadura de banda elástica.
b) Calor local húmedo: se aplica en forma de baños de asiento con ácido bórico. Este
último tiene la propiedad de ser astringente, antiséptico, cicatrizante y desodorante. Se
administran 30 g (una cucharada sopera) por litro de agua tibia, prolongando el baño por 10 a 15
minutos tres a cinco veces al día. Esto está especialmente indicado en casos de fluxión y crisis de
d) Escleroterapia: ésta técnica fue inicialmente empleada por Morgan en 1869 usando
persulfato férrico. En 1913 Terrell introdujo como esclerosante la Quinina Urea (9). Los
argumentos que se esgrimen a favor de la técnica inyectable versus la quirúrgica y viceversa son
diversos.
- Pacientes con hemorroides internas grado 1 y 2 que presenten sangrados frecuentes, y que no
desean una terapia quirúrgica.
- Pacientes en quienes la intervención quirúrgica esta contraindicada. Las contraindicaciones son
las siguientes:
Hemorroides externas.
Hemorroides complicadas: fluxión, trombosis o patología anal asociada.
Hemorroides internas sangrantes durante el embarazo.
Hemorroides en pacientes diabéticos.
Hemorroides internas grado 3o4.
- Esfacelo tegumentario.
- Necrosis extensa que puede comprometer toda la pared anorrectal.
- Abscesos y/o fístulas porque la solución inyectada que actúa como cuerpo extraño.
- Pileflebitis.
Para realizar la escleroterapia se debe inyectar 1 mm sobre la línea pectínea, para evitar el dolor.
La aplicación no debe hacerse en el vaso sanguíneo, sino entre ellos en un plano intermedio entre
e) Ligadura de banda elástica: Es una técnica simple y efectiva para el manejo de las
hemorroides grado 2. Se trata de un procedimiento ambulatorio que no requiere de anestesia. Se
aplica una banda elástica ubicada en el canal anal alto en la porción más redundante de la
mucosa rectal inmediatamente por sobre la línea pectínea. Al quinto o séptimo día se produce la
caída de la banda con la porción hemorroidaria incluida a consecuencia de la necrosis producida
quedando un lecho esclerosado. Este método ofrece un resultado más preciso que la
escleroterapia ya que controla la eliminación del material mucoso hemorroidario. Se recomienda
aplicar una banda elástica o dos por sesión, esperando unas 6 semanas para repetir el
procedimiento, a fin de lograr la total eliminación de los paquetes hemorroidarios
comprometidos.
Entre ellos se incluyen la crioterapia, el láser, la dilatación anal y la esfinterotomía lateral interna
parcial.
Crioterapia: método en desuso por el extremo disconfort y dolor que ocasiona. Se realiza
usando nitrógeno liquido u oxido nitroso. Con esta técnica es posible congelar el tejido
hemorroidario, sin embargo es imprecisa en cuanto a la cantidad de tejido destruido. Deja un
lecho operatorio de difícil cicatrización, y se asocia a una tasa alta de hemorragia secundaria al
procedimiento.
La dilatación anal y la esfinterotomía lateral interna parcial son métodos que ya no se emplean y
solamente se mencionan como cultura general (10).
Mediante esta técnica pueden ser tratadas las hemorroides internas, externas o mixtas. Las in-
dicaciones de cirugía en los casos de pacientes portadores de hemorroides internas incluyen:
En casos de crisis de fluxión aisladas, el tratamiento médico consiste en baños de asiento con
ácido bórico por 3 a 5 veces al día, asociado a analgésicos orales y a dieta rica en fibra vegetal.
Si los episodios de hemorragia son aislados, el manejo inicial consiste en eliminar los factores
predisponentes, pero si el sangramiento es persistente el tratamiento en la mayoría de los casos
debe ser quirúrgico.
El primer control ambulatorio lo realizamos a los 7 días, y luego el paciente se cita semanal-
mente hasta verificar la cicatrización total de la herida operatoria. Hay que consignar que con
esta técnica existe un alto porcentaje de deshiscencia de la sutura del lecho, lo cual es esperable
en alrededor del 60 a 70% de los casos.
D)Complicaciones:
suturado, con la consecuente hemorragia de origen arterial. Ocurre entre el 4º día y la 3º semana
después de la cirugía. Su incidencia es del 0,5 a 4% El tratamiento que ofrece el mejor resultado
de esta complicación es la inyección de epinefrina en el lecho sangrante (13).
4. Trastornos de la micción: Son debidos a un fenómeno reflejo en el que junto al espasmo del
esfínter anal interno se agrega espasmo uretral, ya que la inervación de ambos deriva del nervio
pudendo interno. Su manejo es sencillo mediante medidas habituales de enfermería.
5. Impactación fecal: para evitarla se debe tratar de lograr una evacuación antes del 3º o 4º día
postoperatorio. Si se presenta, se trata con enemas evacuantes y / o desimpactación digital del
bolo fecal. Sólo en esta situación puede usarse vaselina líquida, la que, por lo general, no
empleamos porque retarda la cicatrización de las heridas.
Se practicó esfinterotomía lateral interna asociada, al 35% de los pacientes operados. El por-
centaje de dehiscencia de sutura fue de 69%. Sólo dos pacientes de la serie presentaron
complicaciones en el postoperatorio (1,8%). Una fue una estenosis anal, asociada a absceso
anorrectal que fue tratado ambulatoriamente con drenaje y dilatación. El otro caso correspondió
a un paciente que presentó fluxión de hemorroide interna accesoria, el que fue tratado
médicamente.
Bibliografía
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