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El arte japonés es pues reflejo de estas distintas culturas y tradiciones, interpretando a su manera los estilos artísticos
importados de otros países, que asumen según su concepto de la vida y el arte, reinterpretando y simplificando sus
características peculiares, como los elaborados templos budistas chinos, que en Japón sufrieron un proceso de reducción
de sus elementos superfluos y decorativos. Ello da muestra del carácter sincrético del arte japonés, por lo que siempre ha
asumido con naturalidad cualquier innovación procedente de otros países.5
El arte tiene en la cultura japonesa un gran sentido introspectivo y de interrelación entre el hombre y la naturaleza,
representada igualmente en los objetos que le envuelven, desde el más ornado y enfático hasta el más simple y cotidiano.
Esto se pone de manifiesto en el valor otorgado a la imperfección, al carácter efímero de las cosas, al sentido emocional
que el japonés establece con su entorno. Así, por ejemplo, en la ceremonia del té los japoneses valoran la calma y la
tranquilidad de ese estado de contemplación que consiguen con un sencillo ritual, basado en elementos simples y en una
armonía proveniente de un espacio asimétrico e inacabado. Para los japoneses, la paz y la armonía están asociadas a la
calidez y la comodidad, cualidades a su vez que son fiel reflejo de su concepto de la belleza. Incluso a la hora de comer, no
importa la cantidad de alimentos o su presentación, sino la percepción sensorial de la comida y el sentido estético que
otorgan a cualquier acto. De igual manera, los artistas y artesanos japoneses tienen un elevado grado de vinculación con su
obra, sintiendo los materiales como parte esencial de su vida y de su comunicación con el ambiente que les rodea.6
Índice
Fundamentos del arte japonés
Periodización
Artes plásticas
Período Jōmon (11000 a.C.-500 a.C.)
Período Yayoi (500 a.C.-300 d.C.)
Período Kofun (300-552)
Período Asuka (552-710)
Período Nara (710-794)
Período Heian (794-1185)
Período Kamakura (1185-1392)
Período Muromachi (1392-1573)
Período Azuchi-Momoyama (1573-1603)
Período Edo (1603-1868)
Época contemporánea (desde 1868)
Otras expresiones artísticas
Literatura
Música
Artes escénicas
Cine
Historieta
Videojuegos
Véase también
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
Posteriormente, durante los periodos Nara y Heian, la estética japonesa evolucionó rápidamente gracias a su contacto con
la cultura china, así como a la llegada del budismo. El principal concepto de esta época fue el aware, un sentimiento
emotivo que sobrecoge al espectador y le lleva a una profunda sensación de empatía o piedad. Está ligado a otros términos
como el okashi, aquello que atrae por su alegría y carácter agradable; el omoshiroshi, propiedad de las cosas radiantes,
que llaman la atención por su brillo y claridad; el yūbi, concepto de gracia, elegancia; el yūga, calidad de refinamiento en
la belleza; el en, la atracción del encanto; el rei, la belleza propia de la calma; el yasashi, la belleza de la discreción; y el
ushin, el sentido profundo de lo artístico. Un hito en la cultura japonesa de esta época fue la Historia de Genji de Murasaki
Shikibu, que plasmó un nuevo concepto estético denominado mono-no-aware –término introducido por Motōri
Norinaga–, que transmite un sentimiento de melancolía, de tristeza contemplativa derivada de la transitoriedad de las
cosas, de la belleza efímera, que dura un instante y perdura en el recuerdo. Es un estado de recreación derivado de la
fugacidad de las cosas y de una agridulce tristeza a su paso, equivalente en cierta medida al pathos griego y al término
virgiliano lacrimae rerum («lágrimas de las cosas»). En palabras de Kikayama Keita: «es el sentimiento profundo que nos
embarga al contemplar una hermosa mañana de primavera, y también la tristeza que nos sobrecoge al mirar un atardecer
otoñal. Pero, ante todo, es un sentimiento de delicada melancolía que puede derivar en una profunda tristeza al sentir
hondamente la belleza caduca de todos los seres de la naturaleza».10 Esta idea de una búsqueda ideal de la belleza, de un
estado de contemplación donde se unen el pensamiento y el mundo de los sentidos, es característica de la innata
sensibilidad japonesa para la belleza, y queda patente en la fiesta del Hanami, basada en la contemplación de los cerezos
en flor.
El zen se basa en siete principios estéticos: fukinsei (asimetría), forma de negar la perfección para conseguir el equilibrio
presente en la naturaleza; kanso (austeridad), eliminar lo innecesario y superfluo para descubrir la simplicidad de la
naturaleza; kokō (dignidad solitaria), cualidad que las personas y objetos adquieren con el paso del tiempo y les
proporciona una mayor pureza de su esencia; shizen (naturalidad), que está ligada a la sinceridad, lo natural es auténtico e
incorruptible; yūgen (profundidad), esencia verdadera de las cosas, que trasciende su mera materialidad, su aspecto
superficial; datsuzoku (desapego), libertad en la práctica de las artes, cuya misión es liberar el espíritu, no controlarlo –
así, el arte prescinde de todo tipo de normas y reglas–; seiyaku
(serenidad interior), estado de quietud, de sosiego, necesario
para que fluyan los seis principios anteriores.13
Por último, en época moderna –iniciada con el período Edo–, aunque perduran los conceptos anteriores se introducen
algunas nuevas categorías estéticas, relacionadas con las nuevas clases urbanas que surgen a medida que Japón se va
modernizando: el sui es una determinada finura de corte espiritual, hallada principalmente en la literatura de Osaka; iki es
una elegancia honesta y directa, presente sobre todo en el teatro kabuki; el karumi es un concepto que ensalza la ligereza
como cualidad esencial bajo la cual se alcanza lo «profundo» de las cosas, reflejada especialmente en la poesía haiku; el
shiori es una belleza nostálgica; el hosomi es una delicadeza que llega hasta la esencia de las cosas; y el sabi es la belleza
simple, despojada, sin adornos ni artificios, ensalzando valores como la pobreza y la soledad. Esta última entroncó con el
concepto anterior de wabi, creando una nueva noción llamada wabi-sabi, la trascendencia de la simplicidad, donde la
belleza reside en la imperfección, en lo incompleto, basada en la fugacidad e impermanencia. En todos estos conceptos
subyace nuevamente la idea del arte como proceso creativo, y no como realización material. Okakura Kakuzō escribió que
«sólo los artistas persuadidos de la imperfección congénita a su alma son capaces de engendrar la verdadera belleza».16
Periodización
Para su estudio, el arte de Japón se divide en grandes períodos en términos de producción artística y desarrollos políticos
importantes.17 La clasificación suele variar dependiendo del criterio del autor, además de que muchos de ellos pueden ser
subdivididos. Por otro lado, también existen divergencias en cuanto al principio y final de algunos de estos periodos. La
clasificación realizada por el arqueólogo Charles T. Keally es la siguiente:
Períodos históricos en la arqueología japonesa
50/35.000 -
Paleolítico
13/9.500 a. P.
13/9.500 - 2.500
Prehistoria Jōmon
a. P.
Yayoi 500 a. C. - 300
Kofun 300 - 710
Artes plásticas
En los diversos yacimientos Jōmon se han hallado instrumentos de hueso Recipiente de terracota del período
y piedras pulimentadas, cerámica y figuras antropomorfas. Cabe señalar Jōmon (hacia 3000-2000 a. C.).
que la cerámica Jōmon es la más antigua producida por el ser humano:18
los primeros restos de una rudimentaria alfarería datan del 11.000 a.C.,
en pequeños recipientes trabajados a mano, de lados pulidos e interiores amplios, con un sentido funcional y decoración
austera. Estos vestigios corresponden a un período denominado «prejōmon» (11000-7500 a.C.), al que sucedió el «Jōmon
arcaico» o «temprano» (7500-2500 a.C.), donde se elabora la más típica cerámica Jōmon, hecha a mano y decorada con
incisiones o impresiones de cuerda, sobre una base de un tipo de vasos profundos en forma de jarra. La decoración básica
consistía en impresiones hechas con cuerdas elaboradas con fibras de plantas, que se presionaban sobre la cerámica antes
de cocerla. En diversas zonas estas incisiones llegaron a un elevado grado de elaboración, con bordes perfectamente
cincelados, dibujando una serie de signos de corte abstracto de gran complejidad. En pocas ocasiones se han hallado
restos de escenas figurativas, generalmente dibujos antropomórficos y zoomórficos (ranas, serpientes), destacando una
escena de caza presente en un vaso hallado en Nirakubo, al norte de Honshū. Por último, en el «Jōmon tardío» (2500-400
a.C.), los recipientes vuelven a ser de formas más naturales, menos elaboradas, con boles y vasijas de fondo redondeado,
ánforas de cuello estrecho y cuencos con asas, a menudo con pie o base elevada. Los principales yacimientos de cerámica
Jōmon son: Taishakukyo, Torihama, Togari-ishi, Natsushima, Kamo y Okinohara en la isla de Honshū; Sobata en la isla de
Kyūshū; y Hamanasuno y Tokoro en la isla de Hokkaidō.
Aparte de vasos, se construyeron en cerámica diversas figurillas en forma humana o animal, construidas por partes, por lo
que se han hallado pocos restos de piezas enteras. Las de forma antropomórfica pueden tener atributos masculinos o
femeninos, y también se han hallado algunas de signo andrógino. Algunas presentan un vientre abultado, por lo que
posiblemente estaban ligadas al culto a la fertilidad. Es de remarcar la precisión en los detalles que muestran algunas
figuras, como peinados elaborados, tatuajes y vestidos decorativos. Parece ser que en esas sociedades tenía gran relevancia
el adorno corporal, principalmente en las orejas, con pendientes de cerámica de diversa manufactura, decorados con
pigmentos rojos. En Chiamigaito (isla de Honshū) se han encontrado más de 1.000 de estos adornos, lo que hace suponer
un taller local de elaboración de estos productos. También datan de esta época diversas máscaras que denotan un trabajo
individualizado de los rostros. Igualmente, se elaboraban diversos tipos de abalorios de jadeíta verde, y conocían el trabajo
de la laca, como demuestran varias horquillas halladas en Torihama. También se han hallado restos de espadas de marfil,
hueso o astas de animales.19
Destacó el trabajo con metales, principalmente el bronce, como las campanas denominadas dotaku, que servían de objetos
ceremoniales, decoradas con espirales (ryusui) en forma de agua que fluye, o bien animales en relieve (principalmente
ciervos, pájaros, insectos y anfibios), así como escenas de caza, pesca y trabajos agrícolas, especialmente los relacionados
con el arroz. El ciervo parece ser que tenía una especial significación, quizá ligada con alguna divinidad: en muchos
yacimientos se han encontrado multitud de omóplatos de ciervo con incisiones o marcas hechas con fuego, por lo que
estaría ligado a algún tipo de ritual. Otros objetos decorativos hallados en yacimientos Yayoi son: espejos, espadas,
diversos abalorios y magatama (piezas de jade y ágata en forma de anacardo, que servían de joyas de la fertilidad).22
La diferenciación social comportó el aislamiento de las clases dirigentes en recintos exclusivos dentro de las ciudades,
como en Yoshinogari, para acabar segregándose definitivamente en recintos aislados como el de Mitsudera o los
complejos palaciegos de Kansai, Ikaruga y Asuka-Itabuki. En cuanto a arquitectura religiosa, los primeros templos
sintoístas (jinja) fueron en madera, sobre una plataforma elevada y paredes desnudas o tabiques corredizos, con pilares
que sostienen el techo, que es inclinado. Uno de sus elementos característicos es el torii, arco de entrada que señala el
acceso a un lugar sagrado. Cabe destacar el santuario de Ise, que se reconstruye cada veinte años desde el siglo VIII.
Comprende dos complejos, el occidental (Naikū), dedicado a Amaterasu (diosa del sol), y el oriental (Gekū), dedicado a
Toyouke no Ōmikami (diosa del vestido, el alimento, la vivienda, la agricultura y la industria), con un total de unos 125
santuarios. El edificio principal (Shoden) es de planta alzada y tejado a dos aguas, sobre nueve columnas, al que se accede
por una escalera exterior. Es de estilo shinmeizukuri, que refleja el estilo Shintō tardío, previo a la llegada del budismo a
Japón. El santuario es centro de peregrinación (o-ise-mairi), ya que, según la tradición, los practicantes del Shintō deben
acudir al santuario al menos una vez en su vida.24
Otro templo mítico de origen incierto es el Izumo Taisha, cerca de Matsue, fundado
legendariamente por Amaterasu. Es de estilo taishazukuri, considerado el más antiguo
entre los santuarios, caracterizado por la elevación del edificio sobre pilastras, con una
escalinata como acceso principal, y acabados sencillos de madera sin pintura. Según las
crónicas, el santuario original tenía una altura de 50 metros, pero debido a un incendio fue
reconstruido con una altura de 25 metros. Sus edificios principales son el Honden
(«santuario interior») y el Haiden («santuario exterior»). A esta época pertenece
igualmente el Kinpusen-ji, el templo principal del shugendō, una religión ascética que
combina el sintoísmo, el budismo y creencias animistas. En su estructura destaca el templo
principal o Zaōdō, que es la segunda construcción de madera más grande de Japón, sólo
superada por el Daibutsuden de Tōdai-ji; junto a la Puerta de Niō, ha sido catalogado como
Tesoro Nacional de Japón.
Haniwa de soldado En este período encontramos las primeras muestras de pintura, como en el enterramiento
(Funazuka Kofun). real de Ōtsuka y las tumbas en forma de dolmen de Kyūshū (siglos V-VI), decoradas con
escenas de caza, guerra, caballos, pájaros y barcos, o bien con espirales y círculos
concéntricos. Eran pinturas murales, elaboradas con rojo hematites, negro carbón,
amarillo ocre, blanco caolín y verde clorito. Uno de los dibujos representativos de esta época es el llamado chokkomon,
compuesto de líneas rectas y arcos trazados sobre diagonales o cruces, y presente en paredes de tumbas, sarcófagos,
estatuas haniwa y espejos de bronce.25
La escultura, de tema budista, era en madera o bronce: las primeras imágenes de Buda fueron importadas del continente,
pero luego se instalaron en Japón gran número de artistas chinos y coreanos. Proliferó la imagen de Kannon, nombre
japonés del bodhisattva Avalokiteśvara (llamado Guanyin en chino), como el Bodhisattva Kannon, obra del coreano Tori;
el Kannon situado en el Yumedomo del templo de Hōryū-ji; y el Kannon de Kudara (siglo VI), realizado por un artista
desconocido. Otra obra de relevancia es la Tríada de Sâkyamuni (623), en bronce, obra de Tori
Busshi instalada en el templo de Hōryū-ji. En general, eran obras de un estilo severo, anguloso y
arcaizante, inspirado en el estilo coreano Koguryŏ, como se aprecia en la obra de Shiba Tori, que
marcó el «estilo oficial» del período Asuka: Gran Buda Asuka (templo Hoko-ji, 606), Buda
Yakushi (607), Kannon Guze (621), Tríada Shaka (623). Otro artista seguidor de este estilo fue Aya
no Yamakuchi no Okuchi Atahi, autor de los Cuatro Guardianes Celestes (shitenno) del Salón
Dorado de Hōryū-ji (645), que pese al aire arcaico presentan una evolución volumétrica en las
formas más redondeadas, con rostros más expresivos.27
La pintura seguía los patrones chinos, en tinta o pigmentos minerales sobre seda o papel, en rollos
de pergamino o colgando de la pared. Denota un gran sentido del dibujo, con obras de gran
originalidad, como el relicario de Tamamushi (Hōryū-ji), en madera de alcanfor y ciprés, con
bandas de filigrana de bronce, presentando varias escenas en óleo sobre madera lacada, en una
Estatua del técnica denominada mitsuda-i procedente de Persia y relacionada con la pintura china de la
príncipe dinastía Wei. En la base del relicario se muestra un jataka (relato sobre las vidas anteriores de
Shōtoku en Buda), que muestra al príncipe Mahasattva ofreciendo su propia carne a una tigresa hambrienta.
Asuka-dera En esta época empezó a cobrar relevancia la caligrafía, a la que se otorgó el mismo nivel de
(Nara).
artisticidad que a las imágenes figurativas. También destacaron los tapices en seda, como el
Mandala Tenjukoku dedicado a Shōtoku (622). La cerámica, que podía ser esmaltada o no, tuvo
escasa producción local, valorándose más la de importación china.28
La pintura está representada por la decoración mural de Hōryū-ji (finales del siglo VII), como los frescos del Kondō, que
muestran similitudes con los de Ajantā en la India. También surgieron diversas tipologías como el kakemono (‘pintura
colgante’) y el emakimono (‘pintura en rollo’), historias pintadas en un rollo de papel o seda, con textos que explican las
distintas escenas, llamados sutras. En el Shōso-in de Nara existe una serie de pinturas de tema profano, con diversos
géneros y temáticas: plantas, animales, paisajes y objetos de metal. A mediados del período se puso de moda el estilo
pictórico de la dinastía Tang, como se vislumbra en los murales de la tumba Takamatsuzuka, de alrededor del año 700.
Por el decreto Taiho-ryo de 701 el oficio de pintor quedó regulado en gremios artesanales controlados por el
Departamento de Pintores (edakumi-no-tuskasa), dependiente del Ministerio del Interior. Estos gremios eran los
encargados de la decoración de palacios y templos, y su estructura perduró hasta la era Meiji. La cerámica evolucionó
notablemente gracias a diversas técnicas importadas de China, como el empleo de colores brillantes aplicados sobre la
arcilla.32
El Shingon era un tipo de budismo esotérico centrado en la relación entre materia y espíritu, que se reflejó en los
mandalas, imágenes pictóricas o esculpidas que se centraban en el Diamante (mundo espiritual) y el Seno Materno
(mundo material), así como representaciones del Dainichi Nyorai (el «Gran Sol»). Por su parte, el Tendai se centró en la
salvación del hombre, con una cierta moralidad de origen confuciano y un gran sincretismo con la religión sintoísta.
Otorgó gran relevancia al arte, llegándose a afirmar que el Tendai convertía «la religión en arte y el arte en religión». Uno
de sus principales cultos fue al Paraíso Occidental de la Tierra Pura de Amida, del que se realizaron numerosas imágenes.
Una de las que más prosperaron fue la imagen del raigo-zu, Buda transportando almas al Paraíso, que proliferó en
numerosas pinturas, como el panel central del Tríptico de Amida en Hokkeji (Nara).34
La arquitectura sufrió un cambio en la planta de los monasterios, que se erigían en lugares apartados, pensados para la
meditación. Los templos más importantes son el Enryaku-ji (788), el Kongōbu-ji (816) y el santuario-pagoda de Murō-ji.
El Enryaku-ji, situado en el entorno del monte Hiei, forma parte del conjunto de Monumentos históricos de la antigua
Kioto, declarados Patrimonio de la Humanidad en 1994. Fue fundado en 788 por Saichō, que introdujo la secta budista
Tendai en Japón. Enryaku-ji llegó a tener unos 3000 templos, y fue un enorme centro de poder en su época, siendo
destruidos la mayoría de sus edificios por Oda Nobunaga en 1571. De la parte que sobrevivió destacan hoy día el Saitō
(«salón del oeste») y el Tōdō («salón del este»), donde se encuentra el Konpon chūdō, la construcción más representativa
de Enryaku ji, donde se conserva una estatua de Buda esculpida por el propio Saichō, el Yakushi Nyorai.35
En arquitectura civil destacó la construcción del Palacio Imperial, de puro estilo japonés. Durante el período Fujiwara
(897-1185), el templo volvió a situarse en la ciudad, siendo centro de reunión de las clases dirigentes. La arquitectura
religiosa imitó a la de los grandes palacios, con una decoración muy desarrollada, como en el monasterio de Byōdō-in –
también llamado del Fénix–, en Uji (fundado en 1053). En este templo destaca el Hōōdō («Salón del Fénix»), situado al
borde de un estanque que le proporciona una apariencia lírica y espiritual, con unas líneas dinámicas y elegantes donde
destacan los tejados de esquinas curvilíneas, que otorgan un aire ascensional al conjunto. Este salón conserva una imagen
del Buda Amida («Señor de la Luz Infinita), de 2,5 metros, en madera lacada, obra del maestro Jōchō.36
La escultura sufrió un ligero descenso en comparación con las épocas anteriores.
De nuevo destacan las representaciones de Buda (Nyoirin-Kannon; Yakushi
Nyorai del templo de Jingo-ji en Kioto; Amida Nyorai en el monasterio de Byōdō-
in), así como algunas diosas sintoístas (Kichijoten, diosa de la felicidad,
equivalente de la Lakshmī india). La excesiva rigidez de la religión budista
limitaba la espontaneidad del artista, que se veía circunscrito a rígidos cánones
artísticos que mermaban su libertad creativa. Entre 859 y 877 se produjo el estilo
Jogan, caracterizado por figuras de una severidad casi intimidatoria, con cierto
aire introspectivo y misterioso, como el Shaka Nyorai de Murō-ji. Durante el
período Fujiwara cobró preeminencia la escuela fundada por Jōchō en Byōdō-in,
con un estilo más grácil y esbelto que la escultura Jogan, logrando unas perfectas
Amida Nyorai (hacia 1053), pan proporciones anatómicas y un gran sentido del movimiento. El taller de Jōchō
de oro y laca sobre madera, introdujo las técnicas yosegi y warihagi, consistentes en dividir la figura en dos
obra de Jōchō, en el monasterio bloques que posteriormente se unían para tallarlas, evitando así su posterior
de Byōdō-in. resquebrajamiento, uno de los principales problemas de las figuras de gran
tamaño. Estas técnicas permitían igualmente un montaje en serie, y se
desarrollaron con gran éxito en la escuela Kei del período Kamakura.37
La pintura yamato-e se desarrolló notablemente en los rollos manuscritos denominados emaki, que conjugaban las
escenas pictóricas con la elegante caligrafía katakana. Estos rollos narraban pasajes históricos o literarios, como la
Historia de Genji, novela de finales del siglo X de Murasaki Shikibu. Mientras que el texto era obra de reputados
calígrafos, las imágenes fueron ejecutadas generalmente por cortesanas de la corte, como Ki no Tsubone y Nagato no
Tsubone, suponiendo una muestra de estética femenina que tendría gran relevancia en el arte japonés. Surgió entonces
una distinción entre pintura femenina (onna-e) y masculina (otoko-e), que marcaba una distinción perceptible entre el
mundo público, considerado masculino –cuyo arte mantenía la influencia china– y el privado, de carácter femenino y
estética más propiamente nipona. En onna-e, además de la Historia de Genji, destacó el Heike Nogyo (Sūtra del loto),
encargado por el clan Taira para el Santuario Itsukushima, con un total de 33 rollos sobre la salvación de las almas
pregonada por el budismo. El otoko-e era más narrativo y enérgico que el onna-e, más lleno de acción, con más realismo y
movimiento, como en los rollos Shigisan Engi, sobre los milagros del monje Myoren; el Ban Danaigon E-kotoba, sobre
una guerra de clanes rivales en el siglo IX; y el Chōjugiga, escenas de animales de signo caricaturesco y tono satírico,
criticando a la aristocracia.39
En esta época, la cerámica no tuvo una especial relevancia, destacando en cambio las obras en laca –generalmente cajas
para cosméticos– y los objetos de metal, donde destacan los espejos. En laca surgió la técnica maki-e, consistente en
espolvorear polvo de colores, oro y plata sobre la laca húmeda, creando dibujos de gran finura y sutil tonalidad. A veces
incluía incrustaciones de nácar (raden). También adquirieron relevancia los abanicos, decorados con textos de los sutras
budistas y con escenas de género.40
La escultura adquirió gran realismo, encontrando el artista mayor libertad creativa, como se denota en los retratos de
nobles y militares, como el de Uesugi Shigefusa (de artista anónimo), un militar del siglo XIV. Las obras zen se centraron
en la representación de sus maestros, en un tipo de estatua llamada chinzo, como la del maestro Muji Ichien (1312, de
autor anónimo), en madera policromada, que representa al maestro zen sentado en un trono, en actitud de relajada
meditación. Cobró especial importancia por la calidad de sus obras la escuela Kei de Nara, heredera de la escuela Jōchō
del período Heian, donde destacó el escultor Unkei, autor de las estatuas de los monjes Muchaku y Seshin (Kōfuku-ji de
Nara), así como imágenes de los Kongo Rikishi (espíritus guardianes), como las dos colosales estatuas situadas en la
entrada del templo Tōdai-ji (1199), de 8 metros de altura. El estilo de Unkei, influido por la escultura china de la dinastía
Song, era de gran realismo, captando a la vez el más detallado estudio fisonómico con la expresión emotiva y la
espiritualidad interior del individuo retratado.
Se llegó incluso a incrustar cristales oscuros en
los ojos, para dar mayor expresividad. La obra
de Unkei supuso el inicio del retratismo
japonés. Continuó su obra su hijo Tankei, autor
del Kannon Senju para el Sanjūsangen-dō.42
También floreció la pintura, enmarcada dentro de la estética zen, que recibió la influencia china de las dinastías Yuan y
Ming, reflejada principalmente en el decorativismo. Se introdujo la técnica de la aguada, perfecta trascripción de la
doctrina zen, que pretende reflejar en los paisajes lo que significan, más que lo que representan. Surgió la figura del
bunjinso, el «monje intelectual» creador de sus propias obras, estudiosos y seguidores de las técnicas chinas en tinta
monocroma, en pinceladas breves y difusas, que reflejaron en sus obras elementos naturales como pinos, juncos,
orquídeas, bambúes, rocas, árboles, pájaros y figuras humanas inmersas en la naturaleza, en actitud de meditación.
Algunos de estos monjes-artistas fueron: Mokuan Reien, Gyokuen Bompo, Ue Gukei, etc.47
En Japón, esta técnica con tinta china recibió el nombre de sumi-e. Basado en los siete principios estéticos del zen (véase
el apartado Teoría y estética), el sumi-e («pintura a tinta») pretendía reflejar las más intensas emociones interiores por
medio de la sencillez y la elegancia, en líneas simples y modestas que trascienden su aspecto externo para significar un
estado de comunión con la naturaleza. Para los monjes zen, el sumi-e era una vía (dō) para buscar la paz interior, la
realización espiritual. Las propiedades tonales de la tinta, sutiles y difusas, permitían al artista captar la esencia de las
cosas, en una impresión sencilla y natural, pero a la vez profunda y trascendente. Es un arte espontáneo y de rápida
ejecución, imposible de retocar, hecho que lo vincula con la vida, donde es imposible volver al pasado. Cada pincelada
expresa la energía vital (ki), ya que es un acto de creación, donde
se pone el espíritu en acción, y donde importa más el proceso que
no el resultado.48
Surgió igualmente un nuevo género de pintura-poema, el shigajiku, donde un paisaje ilustra un poema de inspiración
naturalista. Cabe mencionar también la escuela Kanō, fundada por Kanō Masanobu, que aplicó la técnica de la aguada a
temas tradicionales, ilustrando de esta manera temas sagrados, nacionales y paisajes. La aguada también se aplicó en
biombos y en paneles pintados en las puertas correderas fusuma, características del interiorismo japonés. En cerámica
destacó la escuela de Seto, siendo la tipología más popular el llamado temmoku. También son muestras remarcables de
esta época los objetos de laca y metal.50
En arquitectura destacó la construcción de grandes castillos (shiro), que fueron fortificados por la introducción en Japón
de armas de fuego de origen occidental. Buenas muestras de ello son los castillos de Himeji, Azuchi, Matsumoto, Nijō y
Fushimi-Momoyama. El castillo de Himeji, una de las principales construcciones de la época, combina unas macizas
fortificaciones con la elegancia de una estructura de aspecto vertical, en cinco pisos construidos en madera y yeso, con
tejados de suaves formas curvilíneas similares a los de los tradicionales templos japoneses. También proliferaron las villas
rústicas para la ceremonia del té, compuestas de pequeñas villas o palacios y amplios jardines, y se construyeron en
algunas ciudades teatros de madera para las representaciones de kabuki.52
La alfarería alcanzó un momento de gran esplendor, desarrollándose la cerámica destinada a la ceremonia del té,
inspirada en la cerámica coreana, cuya rusticidad y aspecto inacabado traducían perfectamente la estética zen que
impregna el rito del té. Surgieron nuevos diseños como los platos nezumi y las jarras de agua kogan, generalmente de
cuerpo blanco bañado en una capa de feldespato y decorado con sencillos dibujos realizados con una barbotina de hierro.
Era una cerámica gruesa y de aspecto vidriado, con un tratamiento inacabado, dando una sensación de imperfección y
vulnerabilidad. Seto continuó siendo uno de los principales centros de producción, mientras que en la localidad de Mino
nacieron dos importantes escuelas: Shino y Oribe. También destacaron la escuela de Karatsu y dos originales tipos de
cerámica: Iga, de burda textura y una espesa capa de vidriado, con profundas rajaduras; y Bizen, loza de un marrón rojizo
y sin vidriar, retirada aún tierna del torno para producir unas pequeñas grietas e incisiones naturales que le daban un
aspecto quebradizo, nuevamente según la estética zen de imperfección.54
Uno de los mejores artistas de esta época fue Honami Kōetsu, que destacó tanto en pintura como en poesía, jardinería,
laca, etc. Educado en la tradición artística procedente del período Heian y en la escuela Shorenin de caligrafía, fundó una
colonia de artesanos en Takagamine, cerca de Kioto, gracias a unos terrenos cedidos por Tokugawa Ieyasu. La colonia se
nutrió de artesanos de la escuela budista Nichiren, y produjo una serie de obras de gran calidad. Se especializaron en
objetos de laca, principalmente accesorios de escritorio, decorados con incrustaciones de oro y nácar, así como en diversos
utensilios y vajillas para la ceremonia del té, destacando el cuenco fujisan, con un cuerpo rojizo cubierto de una barbotina
negra y, en la parte superior, un blanco vidriado opaco que da el efecto de nieve que cae.55
Se desarrolló notablemente la pintura, que adquirió gran vitalidad. Se trabajaba en diferentes formatos, desde paneles
murales y biombos hasta pergaminos, abanicos y pequeños álbumes. Cobró un gran auge el grabado en madera, surgiendo
una importante industria en núcleos urbanos especializada en textos ilustrados y estampas. Inicialmente eran grabados en
tinta negra sobre papel coloreado a mano, pero a mediados del siglo XVIII surgió la impresión en color (nishiki-e).58
La escuela más conocida y notable fue la de ukiyo-e («estampas del mundo que fluye»), que destacó por la representación
de tipos y escenas populares. Desarrollada alrededor de la técnica del grabado –principalmente xilografía–, fue un estilo
de corte laico y plebeyo, eminentemente urbano, que inspirándose en temas anecdóticos y escenas de género les otorgaba
un lirismo y una belleza extraordinarias, con una sutil sensibilidad y un gusto refinado de gran modernidad.61 El
fundador fue Hishikawa Moronobu, al que siguieron figuras como Okumura Masanobu, Suzuki Harunobu, Isoda Koryūsai
y Torii Kiyonobu, fundador de la escuela Torii. Varios artistas se especializaron en la reproducción de los actores del teatro
popular japonés kabuki (yakusha-e, «cuadros de actores»), con un cierto aire caricaturesco, entre ellos Torii Kiyomasu,
Torii Kiyomitsu y, sobre todo, Tōshūsai Sharaku. Otro género bastante corriente fue el bijin-ga («cuadros de mujeres
hermosas»), que representaba a geishas y cortesanas en actitudes íntimas y escenas de tocador, con gran detallismo,
principalmente en sus ropajes, como se denota en la obra de Torii Kiyonaga, Kitagawa Utamaro y Keisai Eisen. Otra
variante fue el shunga («estampas primaverales»), de contenido más explícitamente erótico. El paisajismo fue introducido
por Utagawa Toyoharu –fundador de la escuela Utagawa–, que aplicó la perspectiva occidental al paisaje japonés.62
Tres señoras sentadas con linternas, En la orilla del río Sumida, de Utagawa
tetera, candelabro e instrumento de Kuniyoshi, siglo XIX.
cuerda (siglo XVIII), de Kitagawa
Utamaro, Brooklyn Museum of Art, Nueva
York.
A principios del siglo XIX, cuando el arte ukiyo-e parecía declinar, apareció la gran figura de Katsushika Hokusai, autor de
unos 30.000 dibujos que recopiló en 15 volúmenes, que tituló Manga (1814). Reflejó especialmente la vida urbana de Edo,
con un cierto toque humorístico, en un estilo enérgico de fuertes trazos. También fue un gran representante del
paisajismo, siendo uno de sus motivos fundamentales el monte Fuji, en escenas de gran colorido, con un sello fuertemente
personal, ni realista ni idealizado, reflejando siempre la visión interna del artista. Uno de sus últimos exponentes y gran
maestro de la escuela fue Utagawa Hiroshige, igualmente un gran paisajista, como denota en sus Cien famosas vistas de
Edo. Tenía un estilo más realista que Hokusai, pero más lírico y evocador, utilizando a menudo una perspectiva de fondos
encuadrados en un primer plano de ramas, hojas u otros objetos.
La cerámica tuvo uno de sus mayores centros de producción en Kioto, con influencia del arte chino y coreano; su principal
artista fue Nonomura Ninsei. En Hagi surgió una escuela de influencia coreana, caracterizada por el uso de formas
sencillas y tonalidades claras, destacando la figura de Ōgata Kenzan, hermano de Ōgata Kōrin. Continuó la cerámica
destinada a la ceremonia del té, decorada con elementos aparentemente irregulares y asimétricos, como signos y líneas de
corte casi abstracto, según el ideal de imperfección de la estética zen. En este período se produjeron las primeras
porcelanas, con un primer centro productor en Arita, en la prefectura de Saga (llamada porcelana de Imari), donde el
alfarero coreano Yi Sam-pyeong halló en 1616 un tipo de arcilla blanca ideal para porcelana. Destacaron las escuelas de
Kakiemon, Nabeshima y Ko-Kutami, que produjeron una serie de platos, cuencos y botellas de sake de gran calidad y
refinamiento, con vidriado de esmalte decorado en color azul, verde, amarillo, rojo, beige y berenjena pálido. También
proliferaron los objetos de laca, metal, marfil y nácar, y alcanzaron gran
calidad artística objetos como los inro (cajas de medicamentos), los
netsuke (dijes esculpidos) y los tsuba (guardias de sable).63
Cabe destacar que, así como en el siglo XIX el arte japonés recibió la influencia del arte occidental, también éste se vio
influido por el exotismo y la naturalidad del arte nipón. Surgió así en Occidente el llamado japonismo, desarrollado
principalmente en la segunda mitad del siglo XIX sobre todo en Francia y Gran Bretaña. Se puso de manifiesto en las
llamadas japonaiseries, objetos inspirados en las estampas, porcelanas, lacas, abanicos y objetos de bambú japoneses, que
se pusieron de moda tanto en la decoración interior como en numerosas prendas personales que recogían la fantasía y el
decorativismo de la estética japonesa. En pintura, se recibió con entusiasmo el estilo de la escuela ukiyo-e, siendo muy
apreciadas las obras de Utamaro, Hiroshige y Hokusai. Los artistas occidentales imitaron la simplificada construcción
espacial, los contornos sencillos, el estilo caligráfico y la sensibilidad naturalista de la pintura japonesa. Algunos de los
principales artistas que recibieron esta influencia fueron: Édouard Manet, James Abbott McNeill Whistler, James Tissot,
Mary Cassatt, Pierre Bonnard, Georges Ferdinand Bigot, Claude Monet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir, Camille
Pissarro, Paul Gauguin, Henri de Toulouse-Lautrec, Vincent van Gogh, Gustav Klimt, etc.65
Desde 1930, la progresiva militarización y la expansión por China y el sur de Asia, con el consiguiente incremento de
recursos destinados al presupuesto militar, provocó una caída en el mecenazgo artístico. Sin embargo, con el despegue
económico de la posguerra y la nueva prosperidad conseguida con la industrialización del país, las artes renacieron,
inmersas ya plenamente en los movimientos artísticos internacionales debidos al proceso de globalización cultural.
Asimismo, la prosperidad económica favoreció el coleccionismo, creándose numerosos museos y centros de exposiciones
que han ayudado a la difusión y conservación del arte japonés e internacional.66
En el ámbito religioso, la instauración durante la era Meiji del sintoísmo como única religión oficial (Shinbutsu bunri)
propició el abandono y la destrucción de los templos y obras de arte budista, que habría sido irreparable sin la
intervención de Ernest Fenollosa, catedrático de filosofía de la Universidad Imperial de Tokio, que junto al magnate y
mecenas William Bigelow rescataron gran cantidad de obras que nutrieron la colección de arte budista del Museum of
Fine Arts de Boston y la Freer Gallery of Art de Washington D.C., dos de las mejores colecciones de arte asiático del
mundo.67
La arquitectura presenta una doble dirección: la tradicional (santuario Yasukuni, templos de Heian Jingu y de Meiji, en
Tokio) y la de influencia europea, que incorpora las nuevas tecnologías (Museo Yamato Bunkakan, de Isohachi Yoshida, en
Nara). La occidentalización conllevó la construcción de nuevos edificios como bancos, fábricas, estaciones de tren y
edificios públicos, construidos con materiales y técnicas occidentales, emulando en un principio (finales del siglo XIX) la
arquitectura victoriana inglesa. También trabajaron en Japón algunos arquitectos extranjeros, como Frank Lloyd Wright
(Hotel Imperial, Tokio).
A partir de los años 1980 tuvo una fuerte implantación en Japón el arte postmoderno, ya que desde antaño ha sido
característica la fusión entre el elemento popular y la sofisticación de las formas. Este estilo ha estado representado
fundamentalmente por Arata Isozaki, autor del Museo de Arte de Kitakyūshū y del Kioto Concert Hall. Isozaki estudió con
Tange, y en su obra sintetizó los conceptos occidentales con ideas espaciales, funcionales y decorativas típicas de Japón.
Por su parte, Tadao Andō desarrolló un estilo minimalista, con gran preocupación por el aporte de luz y espacios abiertos
al aire exterior (Capilla sobre el Agua, Tomanu, Hokkaidō; Iglesia de la Luz, Ibaraki, Osaka; Museo de los Niños, Himeji).
Shigeru Ban se ha caracterizado por el uso de materiales no convencionales, como papel o plástico: tras el terremoto de
Kōbe de 1995, que dejó a muchas personas sin casa, Ban contribuyó diseñando La casa de papel y La iglesia de papel. Por
último, Toyō Itō ha explorado la imagen física de la ciudad de la era digital (Torre de los Vientos, Yokohama; Mediateca de
Sendai, Sendai; Edificio Mikimoto Ginza 2, Tokio).69
En escultura existió igualmente la dualidad tradición-vanguardia, destacando los nombres de Yoshi Kinuchi y Romorini
Toyofuku, además de los abstractos Masakazu Horiuchi y Yasuo Mizui, este último instalado en Francia. Isamu Noguchi y
Nagare Masayuki recogieron la rica tradición escultórica de su país en obras que estudian el contraste entre la rugosidad y
la pulidez de la materia.
En el período Taishō predominó el estilo yōga sobre el nihonga, aunque el aumento en la utilización de la luz y la
perspectiva occidentales disminuyó las diferencias entre ambas corrientes. Así como el nihonga adoptó en buena medida
las innovaciones del postimpresionismo, el yōga manifestó una inclinación por el eclecticismo, surgiendo una gran
diversidad de movimientos artísticos divergentes. Durante esta época se creó la Academia de Bellas Artes de Japón (Nihon
Bijutsuin). La pintura de la era Shōwa estuvo marcada por la obra de Yasurio Sotaro y Umehara Ryuzaburo, quienes
introdujeron los conceptos de arte puro y pintura abstracta a la tradición nihonga. En 1931 se creó la Asociación de Arte
Independiente (Dokuritsu Bijutsu Kyokai) para promover el arte de vanguardia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la censura y los controles gubernamentales permitieron únicamente la expresión de
temas patrióticos. Tras la guerra, los artistas japoneses prosperaron en las grandes ciudades –particularmente en Tokio–,
creando un arte urbano y cosmopolita, que fue siguiendo con devoción las innovaciones estilísticas producidas a nivel
internacional, especialmente en París y Nueva York. Después de los estilos abstractos de los años 1960, en los 1970 se
volvió al realismo favorecido por el pop-art, como se denota en la obra de Shinohara Ushio. Aun así, a finales de los años
1970 hubo un retorno al arte tradicional japonés, en el que veían una mayor expresividad y fuerza emocional. La tradición
del grabado continuó en el siglo XX en un estilo de «grabados creativos» (sosaku hanga) dibujados y tallados por artistas
preferentemente de estilo nihonga, como Kawase Hasui, Yoshida Hiroshi y Munakata Shiko.
Entre las últimas tendencias, tuvo bastante renombre dentro del llamado arte de acción el grupo Gutai, que asimiló la
experiencia de la Segunda Guerra Mundial a través de acciones cargadas de ironía, con un gran sentimiento de crispación
y una agresividad latente. Entre sus miembros destacan: Jirō Yoshihara, Sadamasa Motonaga, Shozo Shimamoto y Katsuō
Shiraga. Vinculados al arte postmoderno figuran varios artistas, inmersos en el fenómeno reciente de la globalización,
marcada por la multiculturalidad de las expresiones artísticas: Shigeo Toya, Yasumasa Morimura. Otros artistas
destacados del Japón contemporáneo son: Tarō Okamoto, Chuta Kimura, Leiko Ikemura, Michiko Noda, Yasumasa
Morimura, Yayoi Kusama, Yoshitaka Amano, Shigeo Fukuda, Shigeko Kubota, Yoshitomo Nara71 y Takashi Murakami.72
Literatura
La literatura japonesa tiene una fuerte influencia china, debido sobre todo
a la adopción de la escritura china. El testimonio más antiguo conservado
es el Kojiki (Relatos de cosas antiguas), especie de historia universal de
corte mítico y teogónico. Otro testimonio de relevancia es el Nihonshoki
(Anales de Japón). La poesía está representada por el Man'yōshū
(Colección de diez mil hojas), antología de poemas de diverso signo, con
gran variedad temática y estilística, redactado por varios autores entre los
que destacan Otomo Yakamochi y Yamanoue Okura.73
Durante el período Edo la literatura evolucionó hacia un mayor realismo, generalmente de tono costumbrista y con una
sutil vena humorística, como se aprecia en la obra de Saikaku Ihara, Jippensha Ikku y Ejima Kiseki. En poesía, la principal
modalidad es el haiku, composición de 17 sílabas, generalmente de tono bucólico, centradas en la naturaleza y el paisaje,
destacando Matsuo Bashō, Yosa Buson y Kobayashi Issa. Continuó el género de la waka, generalmente en chino,
representada principalmente por Rai Sanyo. En el siglo XIX destacó el novelista Takizawa Bakin, autor de Satomi
Kakkenden (Vidas de ocho perros).75
En época contemporánea la litaratura ha recibido -como en el resto de las artes- la influencia occidental, perceptible desde
finales del siglo XIX en el influjo ejercido por autores como Victor Hugo y Lev Tolstói, principalmente en novelistas como
Mazamune Hakucho, Kafū Nagai, Natsume Sōseki, Morita Sohei, Yasunari Kawabata (premio Nobel de literatura en
1968), etc. Esta generación se vio truncada con la Segunda Guerra Mundial, donde se impuso una estricta censura. Con
posterioridad, las letras japonesas se han visto inmersas en las corrientes vanguardistas, aunque algunos escritores han
continuado con el estilo tradicional, como Shōhei Ōka, Hotta Yoshie y Fukuda Tsuneari. Entre los principales escritores
contemporáneos se encuentran: Yukio Mishima, Kōbō Abe, Shintarō Ishihara, Ito Sei, Murō Saisei, Miki Rofu, Satō Haruo
y Kenzaburō Ōe (premio Nobel en 1994).
Música
La música japonesa tuvo sus primeras manifestaciones en las honkyoku («piezas originales»), que se remontan al siglo
XIX a. C., así como el min'yō, canciones folklóricas japonesas. Los ritos sintoístas tenían coros que recitaban un trino lento
acompañado de flauta de bambú (yamate-bue) y cítara de seis cuerdas (yamato-goto). La principal modalidad de música
y danza sintoísta es la kagura, sobre el mito de Amaterasu, diosa del sol. Se ejecuta con los instrumentos mencionados, y
otros como el hichiriki (oboe) y tambores como el o-kakko y el o-daiko.76
La llegada del budismo comportó la influencia extranjera, surgiendo dos corrientes: la música izquierda, de origen indio y
chino; y la música derecha, de origen manchú y coreano. Estas modalidades empleaban instrumentos como el biwa (laúd
de cuello corto), el taiko (tambor japonés), el kakko (tambor chino), el shôko (gong), el sô-no-koto (cítara), el koma-bue
(flauta), el hichiriki (oboe), el ôteki (flauta travesera) y el shô (órgano soplado). Asimismo había una gran variedad de
tipos de música tradicional: dos de los estilos más antiguos eran shōmyō («hombre gordo que canta») y gagaku («música
graciosa»), ambos provenientes de los períodos Nara y Heian. Adicionalmente, el gagaku se divide en sōgaku (música
instrumental) y bugaku (música y danza).77
Durante el período Edo la música fue principalmente de cámara, de tipo profano, desarrollada con diversos instrumentos
entre los que destacan el shamisen (laúd de tres cuerdas), el shakuhachi (flauta de bambú) y el koto (cítara de 13 cuerdas).
El koto, principalmente, tuvo un gran auge a partir del siglo XVII, siendo popularizado por el músico ciego Yatsushashi. Se
tocaba solo, con diversas variaciones (dan) de 52 compases (hyoshi), o acompañado de voz (kumi).78
Artes escénicas
En teatro apareció en el siglo XIV la modalidad denominada nō, drama
lírico-musical en prosa o verso, de tema histórico o mitológico. Su origen
se sitúa en el antiguo baile kakura y en la liturgia sintoísta, aunque
posteriormente fue asimilado por el budismo. Está caracterizado por una
trama esquemática, con tres personajes principales: el protagonista
(waki), un monje itinerante y un intermediario. La narración es recitada
por un coro, mientras los actores principales se desenvuelven de forma
gestual, en movimientos rítmicos. Los decorados son austeros, frente a la
magnificencia de vestidos y máscaras. Su principal exponente fue
Chikamatsu Monzaemon.79
Interpretación de teatro nō en el Templo
Itsukushima (Hiroshima).
Durante el período Edo surgió la modalidad del kabuki, que sintetizó las
antiguas tradiciones tanto musicales e interpretativas como de mímica y
danza, con temáticas desde las más mundanas hasta las más místicas. Así como el nō era de tono aristocrático, el kabuki
sería la expresión del pueblo y la burguesía. La puesta en escena era de gran riqueza, con decorados donde destacaba la
composición cromática, vestidos de lujo y maquillaje de tono simbólico, representando según el color diversos personajes
o estados anímicos. La dicción era de tipo ritual, mezcla de canto y recitativo, en ondulaciones que expresaban la posición
o el carácter del personaje.80
Cine
El cine japonés aúna la moderna tecnología con la temática tradicional, con un
particular sentido estético que otorga gran importancia a la lírica visual.
Introducido en 1896, siempre ha gozado de gran popularidad. En 1908 se
crearon los primeros estudios cinematográficos japoneses, destacando con
posterioridad la Nikkatsu (creada en 1912) y la Shōchiku (aparecida en 1920).
Desde el principio el cine tomó numerosos préstamos del teatro tradicional
japonés, y se dividió en dos tendencias: gendai-geki, de tema contemporáneo,
y jidai-geki, de tema histórico. El cine mudo incorporó figuras como el
onnagata, actor que representa un rol femenino, y el benshi, recitador que
comenta la película durante la proyección. Entre los primeros realizadores
destacan Yasujirō Ozu y Mikio Naruse. En 1931 se introdujo el cine sonoro,
surgiendo la gran figura de Kenji Mizoguchi (Las hermanas de Gion, 1936).
Con el conflicto chino-japonés se pusieron de moda los filmes bélicos, y
durante la contienda mundial el cine fue un instrumento de propaganda
nacionalista. En la posguerra se recibió una mayor influencia occidental y
vanguardista, con un estilo entre tradicional e innovador que, junto a
Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu.
elaborados guiones, destacaba por su idealización visual y el valor otorgado a la
fotografía. El principal exponente de esta etapa fue Akira Kurosawa, autor de
obras como Rashōmon (1950), Los siete samuráis (1954), Yojimbo (1961), Dersu Uzala (1975), Kagemusha (1980) y Ran
(1985). Posteriormente han destacado directores como Nagisa Ōshima, Hiroshi Inagaki, Kon Ichikawa, Masaki Kobayashi,
Shohei Imamura, Kinji Fukasaku, Hayao Miyazaki, Takeshi Kitano, Takashi Miike, Mamoru Oshii, Hirokazu Koreeda,
etc.81
Historieta
Japón es el centro productor del manga, un género de historieta que ha tenido gran éxito a nivel internacional desde los
años 1980. Se caracteriza por largas epopeyas de gran dinamismo, con abundantes efectos sonoros, teniendo un punto de
origen en la tradición gráfica del ukiyo-e. Aunque su inicio se vincula a la revista Manga Shōnen (1947), de Osamu
Tezuka, sería a finales de los 1980 cuando alcanzaría su mayor repercusión, con Akira de Katsuhiro Otomo (1982-93) y
Dragon Ball de Akira Toriyama (1984-95). Desde unos inicios con una estética un tanto infantil, el manga ha
evolucionado a un estilo más realista y de tono fotográfico, abriéndose a nuevos géneros y tipologías e incorporando
elementos satíricos, humorísticos, terroríficos, violentos y eróticos (hentai). Entre los principales creadores de estos
últimos años destacan: Fujio Akatsuka, Tetsuya Chiba, Riyoko Ikeda, Shigeru Mizuki, Gō Nagai, Keiji Nakazawa, Monkey
Punch, Tsukasa Hōjō, Ryōichi Ikegami, Masakazu Katsura, Mitsuru Adachi, Jirō Taniguchi, Takehiko Inoue, Eiichirō Oda,
Masashi Kishimoto, Masami Kurumada, Naoko Takeuchi, Chiho Saito y Hiro Mashima.82
Videojuegos
Japón es uno de los principales países productores de videojuegos, género artístico reconocido en Europa por los premios
BAFTA y recientemente en Estados Unidos por la NEA. Los videojuegos tuvieron una crisis en 1983, pero gracias al
diseñador de videojuegos japonés Shigeru Miyamoto lograron salir adelante y siguen formando parte de la cultura
contemporánea de Japón. Uno de los primeros éxitos de la industria de videojuegos japonesa fue Space Invaders, de la
Corporación Taito (1978). Posteriormente, la principal productora de videojuegos en Japón ha sido Nintendo, dirigida por
Hiroshi Yamauchi, que convirtió una pequeña empresa familiar de cartas hanafuda en una multimillonaria compañía de
videojuegos reconocida mundialmente. Fue Yamauchi quien contrató a Shigeru Miyamoto, y juntos revolucionaron el
mundo del videojuego. El primer éxito de Nintendo fue la serie Game & Watch, unas máquinas de tecnología LCD que
hacían las veces de reloj, ideadas por Gunpei Yokoi. En 1983 lanzaron al mercado
su consola Famicom, que obtuvo un gran éxito, y que contaba en su catálogo con
juegos como el clásico Donkey Kong. Posteriormente surgieron videojuegos de
tanto éxito como Tennis, Dragon Quest, The Legend of Zelda o Final Fantasy. En
los años 1980 también surgieron otras empresas -generalmente dedicadas al
arcade- como Capcom, Konami, Irem, Jaleco, SNK o Sega. Tras la crisis de 1983
Nintendo reconvirtió la Famicom en Nintendo Entertainment System, con la que
se lanzó a la conquista del mercado americano y europeo, y que con la nueva
creación de Miyamoto, Super Mario Bros., cosechó un gran éxito. Desde entonces,
Donkey Kong II, un título de la
la constante innovación en el mundo de las consolas (Sega Mega Drive, Super
serie Nintendo Game & Watch
Nintendo, Game Boy, Playstation de Sony, Nintendo DS, PlayStation Portable,
(1980).
Nintendo Wii) han hecho de la industria japonesa una de las principales
productoras de videojuegos a nivel mundial.83
Véase también
Portal:Japón. Contenido relacionado con Japón.
Historia de Japón
Cultura de Japón
Estética japonesa
Arquitectura japonesa
Pintura de Japón
Caligrafía japonesa
Jardín japonés
Castillo japonés
Cerámica y porcelana japonesa
Ceremonia del té japonesa
Ikebana
Origami
Manga
Shunga
Tanbo art
Biombo
Japonismo
Japonología
Wabi-sabi
Tesoro Nacional de Japón
Praemium Imperiale
Anexo:Patrimonio de la Humanidad en Japón
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Enlaces externos
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Arte japonés (http://www.historiayarte.net/a-arte-japones.html)
Arte japonés o la belleza de lo efímero (https://web.archive.org/web/20100716073329/http://usuarios.netgate.com.uy/
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Español/(en japonés) Kato, Kauro (sic) (加藤 薫 Katō Kaoru) (Universidad de Kanagawa (Q (http://www.wikidata.org/
wiki/Q203624#sitelinks-wikipedia))), traductor: Saeko Yanagisawa. "Acercamiento a la influencia del movimiento
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