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Elogio de la estupidez
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ELOGIO DE LA ESTULTICIA
— Ensayo fabulado —
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Cuento I
Cuento II
Cuento III
Cuento IV
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Cuento V
Cuento VI
Cuento VII
Cuento VIII
Cuento IX
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Carta Primera
LA ESTULTICIA DE LA SINRAZÓN
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No todos los humanos se percatan de esta rara sensación; sin embargo, algunos
la han sentido con mayor intensidad, como el dramaturgo argentino Mauricio
Kartún, quien fue el primero que escribió al respecto.
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Este libro de Nonius Marcelus consiste enteramente de citas de autores
olvidados, su título no deja de ser excesivo: De compendiosa doctrina. ¡Y todo para
describir con cortedad intelectual a los que hemos sido calificados de brutos!
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Éste gramático latino del siglo II, como todos sus colegas, habló de lo que no
sabía. Por algo será que de su glosario sólo sobrevive un manuscrito gravemente
mutilado. ¿Quién puede aceptar que bruto y pesado son sinónimos? Es una falacia.
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decir pesado, como en peso en bruto, por peso total, o como en ma-
teria en bruto, por materia no trabajada. Por eso mismo, ustedes los
humanos, llaman bruto al sujeto que tiene maneras abotagadas o
pesadas; a aquél que tiene, simple y llanamente, movimientos tard-
íos. Por esta misma razón, Plinio el Viejo—el afamado naturista que
murió en la erupción del Vesubio al arriesgarse en demasía por cu-
riosidad científica— nos calificó de brutos a los animales. Lo hizo
porque afirman los científicos que somos corpulentos, pesados, tard-
íos y feroces. Al llamar bruto a un hombre o una mujer, nos hace
pensar que todo es posible en una inteligencia por lo pesada y obtusa
que sea. Estúpido viene de 'stupere', de donde se origina la palabra
estupor, del mismo modo que estupefacto. Así el estúpido es un
hombre estupefacto del entendimiento. En conclusión, el bruto,
según los humanos, es pesado, tardío, y obtuso en sus concepciones
y en sus maneras. El estúpido es torpe, como si estuviera entumecido
del entendimiento. La brutalidad es constitucional, orgánica y fi-
siológica, como lo afirma el adagio popular: «El que bruto nace,
bruto muere». Por el contrario, y para salvación de muchos huma-
nos, la estupidez es ocasional, ¡bueno!, para algunos, y para otros
parecería perenne.
El vocabulario de la estulticia no es polisémico para los
póngidos inferiores: todos somos bestias y no nos avergonzamos de
serlo; además no podemos unos serlo y otros parecerlo; es un sólo y
único concepto. Mientras que ustedes, los hominoides, tienen una
infinita variedad de epítetos; la imbecilidad y la estupidez son toma-
dos prestados de nuestro vocabulario, aquél que nos califica pero que
no describe nuestro comportamiento; mientras que otros conceptos
son epítetos que sólo califican al hombre y a la mujer: la idiotez, la
demencia y las explicaciones médicas como la hidrocefalia y la ace-
falia. No se le puede decir a un animal, ¡idiota o demente! Hay otros
muchos adjetivos utilizados por los póngidos superiores: impotente,
incapaz, inhábil y torpe, que no pueden ser aplicados a los póngidos
inferiores. Podrán llamarnos los humanos brutum fulmen, empero
nosotros nunca hemos sufrido de carencia o flaqueza del entendi-
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Esta anécdota fue citada por los escolásticos en la edad media. No sabemos si
esta apreciación fue porque los sabios amaban en demasía a sus mascotas, o porque
sus animales domésticos daban más muestras de raciocinio—y acaso de razón—
que otros de sus compañeros de claustro.
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El promedio de vida de los humanos durante la edad media era menor de treinta
años, tanto de listos como de tontos. En cambio, el promedio de vida de los
animales nunca ha variado. Siempre hemos vivimos a plenitud el tiempo que
determina nuestra madre Naturaleza para cada especie.
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Naturaleza y vive tu vida sin olvidar que un día tuviste cola para no
caer al vacío, y pelo para no sufrir frío, y que en un principio no
gozaste de muelas del juicio—como ustedes falsamente las califi-
can—, simplemente porque no necesitabas masticar. Se despiden de
ti con un cariñoso abrazo de tres extremidades, tus ancestros,
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Cuento I
Montaña
que no era y se
comprendió en-
dinosauria tristeció
La .
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Carta Segunda
LA ESTULTICIA DE LO ILÓGICO
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gran gato y como tal me comporto. Mis garras son para defender a
mi manada, de día duermo y de noche vigilo, mientras mis leonas
cazan. Ellas insisten en que coma primero, lo que ha dado paso a la
leyenda de que con gran brusquedad carnívora, como rey viejo, apar-
to a los cachorros y las leonas, hasta que no he saciado mi hambre.
Nada tan falso como eso. Ningún naturista ha estudiado mi sicolog-
ía. Somos animales de paz, y como prueba doy que los leones somos
las bestias que más bostezamos, de nuestros genes la humanidad
heredó el bostezo. Los leones abrimos las fauces para rugir, pero
también para expresar silentemente que tenemos hambre y sueño, y
que de vez en cuando, queremos leona.
Yo no quiero ser signo zodiacal de nadie, a pesar de que en
los orígenes de la humanidad me hayan colocado en el cielo como
quinto signo, al que corresponde la fuerza solar, la voluntad del fue-
go y la luz que surge por el umbral de Géminis al dominio de
Cáncer. Ya no coincido con la constelación que lleva mi nombre por
el movimiento retrógrado de los puntos equinocciales; ahora mi
constelación está un poco más al oriente. En Egipto se creía que era
yo la causa de las inundaciones del Nilo porque esta catástrofe su-
cedía con la entrada del sol en el signo Leo, es decir, en la canícula
[relacionada más con un perro que con nosotros]. Reniego de aque-
llo de que el oro es el león de los metales, porque los leones somos
bestias —aunque no bestias de carga—, y el oro es un elemento
químico de dudosa utilidad. Me han pintado y esculpido más fiero de
lo que soy, y hasta me han impostado alas para acompañar al evan-
gelista Marcos. Mentira que el león joven representa al sol de la
mañana, mientras que el león viejo y enfermo al del ocaso, y que el
león maduro representa la virilidad exaltada; así como tampoco el
león enjaulado es metáfora de la libertad entre rejas. Todo es falso.
Son pensamientos ilógicos que parten de una mala formación de las
ideas y, en general, de equívocas operaciones intelectuales, por falta
de cacumen o por la ceguera intelectual de los humanos.
Los leones abjuramos del poder, no porque tengamos inca-
pacidad para ser poderosos, sino porque creemos que el poder es una
necedad y una imbecilidad, por no decir una simple sandez. ¿Por qué
los leones no podemos ser símbolos del poder? Bien dice el prover-
bio: «No es el león como lo pintan». Los reyes han dado suficientes
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El apolítico León
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Cuento II
al hombre
envidió su
perro mejor
El amigo.
El amigo.
hombre mejor
envidió su
al perro
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Carta Tercera
ELOGIO DE LA IGNORANCIA
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No puedo menos que citar al gran cómico mexicano Cantinflas, quien llamaba a
la estulticia, no sin ironía, 'la falta de ignorancia'. Esto lo descubrimos cuando
estudiábamos el buen humor y la risa en los humanos.
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y tendrá unos hijos, y todos vivirán con alegría en una tierra de la-
branza que les dará qué comer. La poca inteligencia no es obstáculo
para la felicidad, mientras que la gran inteligencia sí es un impedi-
mento para la felicidad.
La educación no mejora al hombre, ni menos a la mujer,
más bien los ensoberbece. Bien dice el dicho: «El maestro ciruela,
que no sabía leer y puso escuela» porque «leer y no entender, es no
leer». Una mala educación es peor que unos pañales pobres. El ori-
gen como quiera se cambia, pero el rumbo nunca se retoma cuando
se tuvo malo el maestro. Dime qué maestros tuviste y te explicaré el
motivo de tu fracaso. ¿Por qué a los malos alumnos ustedes los cali-
fican de borricos, siendo que los asnos tienen un gran sentido
común? Mal hacen los humanos al decir de uno de sus congéneres:
¡no rebuzna por misericordia divina!, cuando esta expresión pudiera
aplicarse a hasta para un ángel.
Los pueblos salvajes y las razas bárbaras hicieron mucho
por la civilización, fueron los detonadores de la cultura. ¿Qué hubie-
ra sido Grecia sin los persas, y Roma sin los bárbaros? ¿Qué sería de
la historia moderna si los pueblos conquistados por Roma hubieran
perdido su propia cultura? Lo que en su momento se calificó de in-
cultura y de ignorancia, dio origen al fermento maravilloso de la
edad media. Más impulsó a los viajeros la terra incognita que la
tierra conocida. El no saber es mayor incentivo que el saber. Más
vale el terreno virgen que el terruño conocido. Mejor ser media cu-
chara que arquitecto sin plomada. Más vale estar en blanco y no
haber saludado los libros, a ser un fatuo catedrático ignorante de su
ignorancia. Una inteligencia roma vale tanto como Roma. Los mis-
mos romanos afirmaban sonriendo de vanagloria: «stultorum infini-
tus est numerus», porque contaban tantos súbditos como tontos. Si a
un humano no le entran los libros, no es ninguna vergüenza, a noso-
tros tampoco y miren qué bien sobrevivimos. No rompemos una
cátedra con la cabeza ni andamos hechos unos topos de biblioteca,
pero nosotros nunca nos obcecamos ni nos ofuscamos; mientras que
ustedes los humanos andan a ciegas la mayor parte de su vida espe-
rando que la suerte los acoja. «Como a mí me hagan ministro», dicen
una y otra vez.
Todo es duda, vacilación, indecisión, dilema, vaguedad y
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Entonces vio a un caballo que pasaba con su jinete, con armas para
la guerra, por lo que concluyó: «Que trabaje y lluevan palos, no me
saquen los dioses de pollino». Concluyo otra moraleja y agrego un
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comentario: Vale más ser asno en días de paz, que caballo en días de
guerra [espero que el asno no se entere de que Samaniego lo acusa
de cobarde].
En otra fábula, el riojeño Samaniego quiere enseñar a los
humanos que «Nada teme perder quien nada tiene», y así le carga la
historia a un pobre asno que no quería acelerar su paso cuando su
amo lo arriaba temiendo que los soldados se aproximaban. El borri-
co caminaba lento mientras pensaba:
Así que por lento, lo alcanzaron los soldados, y amo y borrico fueron
obligados a guiar a la tropa a la lejana Calabria.
Esopo, el fabulista griego, de quien cuentan mis antepasa-
dos que fue esclavo liberto y que fue asesinado por los habitantes de
Delfos, tuvo la desvergüenza de vestir a un jumento con piel de león,
todo para ridiculizarnos. La fábula cuenta que un asno encontró una
piel del león en el camino y se la puso para asustar a sus amigos los
animales, pero su dueño reconoció al borrico porque una de sus lar-
gas orejas sobresalía fuera de la temible piel, y enojado por la farsa,
molió a palos al creativo burro. Al final, Esopo concluye esta torpe
moraleja: «Si el ignorante intenta mostrarse como sabio, pronto en-
señará la oreja como el asno de la fábula».
En otra fábula, Esopo quiere obligarnos a aceptar lo que él
cree es nuestra triste suerte. Fíjense que inteligente historia: érase un
asno que rogó en tres ocasiones a Júpiter para que le cambiara de
amo, y en cada ocasión la carga fue más pesada y la comida más
parca, y cuando el asno quiso corregir su burrada y regresar al pri-
mer amo, descubrió que era demasiado tarde. El fabulista nos quiere
obligar a contentarnos con lo que tenemos, recordando que hay
quien sufre mayores privaciones, pero ¡por Dios!, ¿cuándo los borri-
cos hemos creído en Júpiter?
En una tercera fábula cuenta cómo un jumento añoraba la
primavera con su yerba fresca cuando sufrían el invierno; pasados lo
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meses suspiraba por el verano cuando podía disfrutar del pasto fres-
co, y después soñaba con el otoño, cuando debería gozar del buen
verano; para más tarde suspirar por el descanso del invierno, cuando
llevaba los costales de trigo y la leña antes del invierno. Patrañas y
más patrañas, mis congéneres disfrutamos lo que tenemos, por eso
dicen los humanos de sí mismos cuando están contentos, «andas
como burro en primavera». En otra de sus fábulas perspicaces, Eso-
po presenta a otro congénere mío que fue encontrado por dos hom-
bres, y ambos quisieron apropiárselo, pero mientras discutían, el
asno se escapó. Su moraleja: «Algunos perdiendo la oportunidad de
las cosas, no saben aprovecharse la suerte». Fíjense cómo la morale-
ja nada tiene que ver con la honradez de los humanos. ¡A Esopo, con
sus humanadas7 que a ninguno le han servido de enseñanza, ni si-
quiera a los animales de la fábula!
Tomás de Iriarte, otro fabulador, tampoco dio mayores
muestras de inteligencia con sus grotescas ficciones, no sabemos si
porque nació en las Canarias, o porque no supo escribir fábulas en
las que los humanos fueran ridiculizados para enseñar a todos una
moraleja. ¿Por qué somos los animales los que perdemos dignidad?
¡Cómo es posible que Iriarte tenga el atrevimiento de escribir una
preceptiva de la fabulación y que afirme que «una fábula no debe ser
un mero disfraz de personas en forma de animales y que no se puede
atribuir a los brutos alguna acción de la que no son capaces, pero
éstos no han de ser demasiado repugnantes, ni sus acciones tan des-
proporcionadas que quebranten lo que los maestros llaman verosimi-
litud de la fábula en cuanto a símbolo»! Por esta ofensa y otras mu-
chas a nuestros congéneres, hemos iniciado una demanda ante la
Comisión de Derechos de los Animales para que se retire de la histo-
ria literaria las perspicaces fábulas.
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Por no decir, burradas.
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El Asno filarmónico
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Cuento III
Hubo un hombre que era culto, que era tolerante y que era
agradable. Tanta cualidad lo hizo sentir grande. Entre más
estudiaba, más méritos alcanzaba, por lo que se sentía supe-
rior. Un día notó que los zapatos le ajustaban mal. Otro día
notó que sus pantalones no le quedaban cómodos. Induda-
blemente había cambiado. Compró nueva ropa y gozó con su
grandeza. Luego sintió que el alma no le cabía en el cuerpo y
dudó si no sería el cuerpo el que no le cabía en el alma, pero
se tranquilizo al pensar que lo importante era el desarrollo.
Días después percibió que su cama le resultaba limitada y
que pequeña también era su casa. Así que se mudó a una
mansión con una alcoba magnífica y se hizo de amigos colo-
sales. Como consecuencia, la ciudad en que vivía le quedó
pequeña. La gente asombrada lo calificaba de monstruo y él
sonreía complacido. Localizó una macrourbe que estuviera
acorde con su grandeza, se mudó y con gran dicha sintió que
le quedaba a sus anchas. Fue entonces cuando comenzó a
alarmarse. Crecer tanto en tan poco tiempo, ¿no lo llevaría
hasta el vértigo?
Más tardó en pensarlo que en sentirse aún superior.
Su crecimiento se aceleraba tanto que perdió el sen-
tido por un tiempo grande (ya que en él todo era
grande). Comenzó a sentirse por las nubes, y desde
ellas contempló la pequeñez de la tierra donde había
morado. Ya no tuvo aprensión de la grandeza y co-
menzó a saborearla plenamente. Se asintió docto,
bondadoso y bello. Miró hacia el cenit e imaginó que
pronto podría asir la Luna entre las manos. Por pri-
mera vez se sintió habitante del cosmos. Estaba ro-
deado del sistema planetario y parecía que todos
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Tomó
medida
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Carta Cuarta
En todas las lenguas, hay más palabras para describir el olvido que
para citar la memoria: las cosas caen en el olvido, se borran en la
memoria del olvidadizo y, lo que es más triste, un nube oscura oculta
lo olvidado. Un italiano diría 'Non mi ricordo'. Un viejo suplicaría,
'Esperen a que haga memoria'. Todos pierden la memoria y no dan
pie con bola. Sólo se recuerda lo que es oportuno y lo que es benefi-
cioso. Otros se pasan de listos y gozan de la memoria conveniente,
que finge el olvido de lo desagradable, como el desconocimiento de
los parientes pobres y el ¡ay no me acuerdo!, en los momentos ver-
gonzantes.
La gramática de los humanos hispanos propone doce formas
de percibir el pasado, doce maneras de bañarse en el mismo río que
fluye hacia el mar, que es el morir. Doce caminos para recordar, para
recuperar el pasado que se les escapa y que sólo está guardado bajo
doce seis una llave, que es la memoria. El pasado tiene su pro-
pios tiempos gramaticales:
Modo indicativo:
Presente = recuerdo
Pretérito perfecto simple = recordé
Pospretérito = recordaría
Copretérito = recordaba
Antecopretérito = he recordado
Pluscuamperfecto = había recordado
Antepretérito = hube recordado
Antepospretérito = habría recordado
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Modo subjuntivo:
Pretérito imperfecto = si recordara
Pretérito perfecto = haya recordado
Pretérito pluscuamperfecto = hubiera o hubiese recordado
Antefuturo = hubiere recordado.8
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Para los humanos, la historia es el arte de olvidar y la ciencia del rememorar.
Hay pueblos que se han desarrollado la buena memoria y otros que se han
especializado en el mal recordar; los primeros poseen pocos vocablos en relación
con la remembranza, mientras que los segundos han intentado vanamente ocultar el
olvido con numerosas palabras. ¿Quieres saber a que pueblo perteneces? Mira qué
idioma hablas y cuántas formas gramaticales tienes para recordar lo olvidado. De
todas las lenguas, el inglés es el que posee menos formas gramaticales para
recordar y no necesitan de más. El futuro para ellos es diferente que para otros
pueblos: will significa voluntad y también es la palabra auxiliar para nombrar al
futuro. De tal forma que el futuro parece estar a su voluntad.
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pensó con Puerto Rico por los supuestos gastos bélicos que tan gene-
rosamente habían aprontado. Por eso Puerto Rico pasó a ser un esta-
do libre y asociado de U.S.A.—¿quién entiende esta contradic-
ción?—, en espera de convertirse en un estado más de la unión ame-
ricana. Y Cuba quedó bajo la protección convenenciera de los Esta-
dos Unidos hasta el advenimiento de la última lucha libertaria de
Iberoamérica.
Todo lo recuerdo porque a mí nada se me olvida, soy el
animal más memorioso. Nosotros, los que somos calificados de bes-
tias, no tenemos historia, pero poseemos el instinto que nos guía.
Para ustedes la historia llega a ser amnesia; mientras que las bestias
no podemos traicionar la sabiduría de la Naturaleza. Al cerrar el
segundo milenio de la cronología humana, ustedes pregonan que una
nueva era está naciendo. Nosotros sólo reconocemos las cuatro eras
geológicas, mientras que ustedes insisten en subdividir su microhis-
toria en historia antigua, medieval y moderna. Tanto esfuerzo que
pusieron en su revolución industrial y ahora quieren acabar con ella.
Por el amor a la máquina perdieron su hogar como lugar de trabajo;
así sus espacios vitales pasaron de ser sitios de producción a ser
sitios de consumo. En vez de vivir en continua comunicación con
nuestra Madre Naturaleza, ustedes crearon lo que llaman urbanismo,
construyeron grandes ciudades en donde se destronó a su Dios y se
impuso otro orden del natural (que provino del militarismo). Así las
macrourbes se convirtieron en jaulas de hierro, en donde ustedes
perdieron hasta el nombre.
Ahora celebran con platillos que su historia9 ha iniciado una
nueva etapa en una dialéctica hacia el progreso: la llaman enfática-
mente la era post Industrial, y también la califican de la condición
posmoderna, porque no han encontrado mejor nombre. Sus carac-
terísticas son:
9
Los humanos que han sido profetas de los tiempos que cierran el siglo XX y
abren el siglo XXI, han bautizado a esos años aciagos de “sociedad postIndustrial”
(Daniel Bell en 1973), de “posmodernidad” (Jean-François Lyotard en 1979) o,
más tarde, de “tercera ola” (Alvin Toffler). Estos humanos, no son videntes de una
esperanza para sus congéneres, sino invidentes que buscan asideros entre los
escombros del derrumbamiento de la historia humana. Yo los he estudiado y son
ciegos que guían a otros ciegos; son lazarillos de una humanidad enceguecida.
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nada se me olvida.
Más vale recordar que pensar. Los que recuerdan nunca se
equivocan, y los que se equivocan siempre han olvidado. Cuando
estén inmersos en su caos humano, piensen mucho y recuerden más.
No hay mayor estulticia que la del olvido, ni mayor sabiduría que la
del recuerdo.
La Elefanta memoriosa
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Cuento IV
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Noé identificó erróneamente—no sabemos si por viejo o por tonto— el racimo
de uvas, confundiéndolo con uno de olivo, a pesar de la forma característica de las
hojas de la vid. Los textos apócrifos así lo apuntan. Estos textos niegan que Noé
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Noé bajó del arca con sus hijos (sin su mujer porque la había
dejado por necia), bajaron los inteligentes y las bestias, quie-
nes fueron saliendo uno a uno del arca. Dios quedó atónito
ante el espectáculo, ya que sólo la sabiduría divina podría
distinguir los bestias de las bestias. «De manera que éstos
eran los listos y los no impíos», dijo en medio de una irónica
carcajada. Noé se excusó diciendo que hubiera preferido sal-
var únicamente a los buenos, porque es más que imposible
valorar la sabiduría. Dios movió la cabeza en señal de repro-
bación porque sabía que ya no podía regresar el tiempo de la
historia. Así que sólo los tontos se salvaron en el arca de las
bestias (Stultifera Navis), mientras que los pensantes y los
creativos se ahogaron todos, junto con las bestias, en la
hecatombe del diluvio (Génesis 5,28-9,29).11
fuera el descubridor del vino, como se afirma en Génesis 9,20, dando pruebas de
que en tiempos antediluvianos se elaboraba vino de uva en Armenia y en otras
regiones vitivinícolas. Para hablar los humanos de algo muy antiguo, no deben
decir antediluviano, sino antevinoviano. Curiosamente los animales no somos
proclives a las bebidas espiritosas, son brebajes solamente paladeados por los
humanos; son elíxires para hacerles perder el rumbo.
11
Cualquier diccionario existente en las multitudinarias bibliotecas humanas, da
fe de este hecho con las mismas palabras: Arca de Noé, embarcación grande en que
se salvaron del diluvio, Noé, su familia y cierto número de bestias.
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Carta Quinta
LA ESTULTICIA DE LA INCOMUNICACIÓN
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Una y otra vez me sorprendo de constatar cómo los humanos conservan datos
inútiles, como la antigüedad de los vocablos. ¿Quién recuerda cuándo fue el primer
bramido del león o el maullido del gato? La zoología no contó con ociosos —como
el hispano Joan Corominas— para que guardaran las etimologías del reino animal.
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Los humanos calificados de semiotistas—no semidiotistas—afirman que la
risa humana nace de un significante (cito su ejemplo: los pechos de una señora) que
posee simultáneamente dos significados, uno, intelectual (lo bello) y otro, viceral
(lo sexy). La risa es la única reacción sicofisiológica de los humanos que
quisiéramos conservar para los seres nuevos, ahora que exploramos con un nuevo
rizoma la vía de la evolución.
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ladra el perro
aúlla el lobo
grazna el cuervo
ulula el búho
cantan las aves
relincha el caballo
rebuzna el asno
muge el toro
bala el cordero
el elefante barreta
ríe la hiena
el león ruge
el gato maulla
la zorra chilla
el cangrejo percute
la ballena plañe
el delfín resona
y hasta hablan los pericos
y parlan las guacamayas.
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Si tú, caro Lector, desconoces el significado de 'obliteración', pues a buscarlo
en tu tumbaburros. Sin embargo, para salvar tu posible caída, incluimos la
información. En el diccionario castellano, 'obliteración' es una obstrucción de un
vaso o conducto anatómicos por acumulación de materia en su interior. En el
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Tu amigos parlanchines,
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Cuento V
Teresa de Ávila
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Carta Sexta
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aún, «A los demás que les parta un rayo»; y hasta llegan a ser
bíblicos: «Detrás de mí, el diluvio». Lo mismo les da lo que va
que lo que viene. «Mañana Dios dirá», exclaman esperanzados,
cuando ignoran que el dios de la negligencia es un dios inmensa-
mente desaplicado. Los clásicos le llamaban «vis inertiae», la
fuerza de la inercia: lo que mal comienza, mal acaba. Nada cam-
bia, ni nada puede cambiar. Todo está influido por el espíritu de
los pusilánimes que no tiene el ánimo para descubrir las grandes
aventuras intelectuales, que no logran inventar un cosmos mejor
de aquél en que les tocó nacer, ni menos llegar a hacer de sí mis-
mos una mejor persona.
El ocio, a través de la historia humana, llegó a ser creativo
hasta transformar la cotidianidad en momentos de excepción.
Dormir en el desierto no fue lo mismo que dormir en una tienda
de un maharajá en el mismo desierto. Ni copular con su pareja en
exteriores no fue tan placentero como la noche de un califa en un
harem. En estos momentos de excepción, tienen que estimularse
los cinco sentidos hasta lo sublime, o de menos hasta su remedo.
Nada debe ser visto sino lo maravilloso, ni olerse sino lo fascinan-
te, y no hay que palpar si perdemos el estremecimiento, ni oírse si
deleite no hay, ni menos gustar en ausencia de los paladeos. Dije-
ron no a la simple captación de la realidad por las cinco vías natu-
rales y sí al regodeo sensual de los cinco sentidos. No beber sin
degustar, ni comer sin deleite, ni palpar sin voluptuosidad.
Ustedes tanto han sofisticado los estímulos naturales que
han hecho de la tarea de dormir, comer o procrear, un verdadero
arte. Por ejemplo, para saciar su hambre, los que tienen medios,
requieren de una infinidad de cosas: un comedor francés con in-
crustaciones de bronce y mármoles italianos, una vajilla de sevres,
un juego de copas de baccarat, una cubertería de plata marca
Christoffer y un mantel de embrollados bordados chinos. Además
el alimento debe saber nada menos que a ambrosía, no basta el
buen sazón, sino la gourmandise. A nosotros las hormigas arrieras
nos bastan unas cuantas migajas o unos trocitos de hoja, sepan a
lo que sepan, y una gota de miel es para nosotras un banquete
pantagruélico. Según la opinión humana, los manjares deben es-
timular, en la punta de la lengua, a las papilas saladas, luego en la
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Cuento VI
El espermatozooide partió de
los óvulos elementales del
padre y navegó viento en po-
pa a toda vela en busca de la
ruta del óvulo primordial de la
madre. Después de luchar
contra viento y marea y de sa-
lir victorioso en innumerables
batallas gracias a su enorme
flajelo, el esforzado aventure-
ro logró sobrepasar sin ayuda
de nadie a todos los otros se-
res, sus iguales, que querían
quitarle el triunfo primigenio.
No importaba la oscuridad
porque el bionauta carecía de
ojos. Al fin intuyó que la codi-
ciada meta no podía estar tan
lejana porque los arcanos le
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Carta Séptima
LA ESTULTICIA REGIONAL
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los epítetos lugareños, y esto hay que saberlo porque si no, las
personas aludidas no contestan, como si fueran llamadas por el
nombre de otro. Los aztecas decían «suato» al tonto, y ha perma-
necido en uso en México este adjetivo por más de siete siglos. La
palabra «pendejo» tiene muchos significados, resultado de la poli-
semia estúltica: únicamente en México, Chile y Colombia signifi-
ca «persona estúpida», porque en España entienden que se refiere
al pelo que nace en la región púbica. No estoy seguro que eso
entienden, o es que se hacen pendejos. En Argentina, quiere decir,
chiquillo, es una forma familiar de llamar a los pibes, pero no
sabemos si cambiarán de palabra cariñosa cuando crecen. No es lo
mismo llamarle a alguno ¡zambombo! que ¡cretino!, o ¡zopenco!
que ¡cernícalo! Hay que saber cómo calificar la memez en cada
región. Por eso cuando viajan los humanos deben portar un útil
diccionario, aunque cabe aclarar que no todas estas palabras son
citadas en tan sabio libro, acaso porque no las consideraron dig-
nas. ¡Palurdo! y ¡gilipollas! suenan, a riesgo de equivocarme, a
adjetivos ibéricos. En Cuba paladean la estulticia y la califican de
¡comemierda! Una «pavada» sólo puede ser argentina y si se cali-
fica a alguien de ¡opa!, con voz quechua, debe ser salteño o boli-
viano. Los porteños utilizan más los adjetivos de carácter anató-
mico, como ¡boludo! y ¡pelotudo!, y hasta hace unas décadas
preferían calificarse de ¡chambones! En Puerto Rico son discrimi-
nantes porque lo denominan ¡Morón! En una comarca se dice
¡zoquete! y ¡bodoque!, mientras que en otras localidades esas
palabras significan simplemente lodo. Una tontería puede ser
llamada ¡cuchufleta, pamplina, porro y paparrucha! y nada signi-
ficar en Hispanoamérica, a pesar de ser insultos en España. De las
misma manera, ¡tarugo! y ¡pazguato!, que son ofensas en México,
nada tiene que decir al respecto en Montevideo. Las palabras
cambian y dejan de significar, como chupacallos, que hoy a nadie
insulta.
Como corolario concluiré que el campo semántico de la
estulticia posee más palabras que el campo semántico de la inteli-
gencia. Estas palabras y muchas más constituyen el léxico insul-
tante de cada pueblo, y todas juntas constituyen lo que sus cientí-
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Es tendencia enfermiza de todos los humanos proferir obscenidades.
Coprolalia proviene del griego 'kópros' 'excremento' y 'lalé_' 'yo charlo'. Hemos
intervenido para que esta costumbre no pase a ser patrimonio del nuevo rizoma.
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Cuento VII
E dio se po.
l pren que y mu er
vir com coha ba dó cu
us bita de
(Nota al editor: Esta frase deberá estar letra por letra en zig-
zag)
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Carta Octava
LA ESTULTICIA DE LO RAMPLÓN
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Quetzalcóatl o la serpiente emplumada. Dios mexicano cuyo mensaje pudo
haber salvado a la humanidad, por lo que deberá ser conservado en el cosmos
final.
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Dicen los historiadores humanos que en la corte de Isabel de Inglaterra
había un cuerno valuado en 250,000 pesos oro y en el castillo de Plassen se
conservaba uno que había pertenecido a unos monjes medievales. Hoy
sobrevive un sólo cuerno, está en el claustro medieval del museo metropolitano
de Nueva York, al extremo norte de Manhattan. A propósito, ningún animal cree
en amuletos.
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Entre los profetas del nuevo sendero, hay que mencionar a René Huyghe,
quien fue visionario del camino que la evolución deberá de seguir.
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a Eva, y Eva a mí, y yo he tenido que cargar siempre con esa ca-
lumnia. Yo fui castigada a arrastrarme por los siglos de los siglos.
Apenas me acuerdo cuando era la serpiente emplumada, con
magníficas alas que podían volar. Ellos fueron castigados con la
expulsión del paraíso, pero nunca aprendieron la lección porque
gestaron la estirpe de la envidia. Su hijo mayor pronto sintió el
aguijón de la rivalidad. Por eso Caín mató a Abel. Es falso que
Caín tuvo un mal final, su hijo Enoc edificó la primera ciudad y
uno de sus descendientes, Tubalcaín, fue el primer forjador de
instrumentos cortantes de bronce y de hierro. A partir de entonces
las ciudades fueron envidiosas y las envidias se resolvieron con
las armas.
La envidia es el pesar por el bien ajeno y la falta de alegr-
ía por el bien propio. El envidioso es el más lamentable de los
viciosos, porque de los pecados magnos que la Biblia recoge, sólo
la envidia no ofrece la oportunidad de saciar su fruición porque es
una pasioncilla que magnifica el bien ajeno y trivializa el propio.
Como dice el refrán, «La gordura del dichoso enflaquese al envi-
dioso». Entre más desea el envidioso ser el envidiado, menos
encuentra cómo ser él mismo, porque tiene empobrecida la imagi-
nación y parquísima la fantasía. Lo que posee no le satisface y lo
que no es suyo, es deseado con la máxima vehemencia. Por eso
este desvarío guarda la mayor de las ironías. El envidioso es un
cretino porque admira el talento de los otros, mientras se percibe
desatalentado. El envidioso es una niña quitolis, un niño bitongo y
un zopenco. Es el más triste de los bobos porque el envidioso, por
verte ciego, se saltaría un ojo; aunque
no pasa de ser un ablanda higos o un patán destripaterrones. Un
sot à triple étage que no tiene dos dedos de frente. El envidioso es
una sabandija que se deseca por dentro, mientras ignora cómo
vivir hacia afuera. Es el ser con menos imaginación y con la fan-
tasía más raquítica que he conocido. Eso tiene la envidia, que se
castiga ella misma.
Los animales que somos clasificados como no racionales,
desconocemos la envidia y nos sentimos contentos con lo que
nuestra madre Naturaleza nos dio. Si no podemos volar, o vivir
bajo el mar, por algo será. Nuestros destinos están escritos en
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Eso del teatro es la locura más perspicaz de los humanos. Pretender ser otro
para poder conocerse más, es una sabia paradoja. Por eso el teatro tendrá que ser
conservado en el nuevo sendero. Aunque no con Calderón de la Barca y su El
Príncipe constante, obra de donde se cita esta ingeniosa despedida, sino con un
nuevo teatro dentro del teatro dentro del teatro, para que las nuevas especies
nunca dejen de mirarse a sí mismas, como sucedió con los humanos.
20
El gran teatro del mundo no es otro que el gran teatro de nuestra Madre
Naturaleza. Ésta despedida es nuevamente de Calderón de la Barca, el más
racional entre los dramaturgos humanos. Los dramaturgos del nuevo rizoma
deberán ser calificados de demiurgos y su arte será llamado dramasutra, por ser
un híbrido entre dramaturgia y kamasutra.
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y lo dudoso el engaño.21
La Serpiente bíblica
21
Lo cierto por lo dudoso es un prometedor título del comediógrafo Lope de
Vega, obra de la que se cita el último verso.
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Cuento VIII
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Y así el último
habitante de la
ínsula de la en-
vidia, al quedar-
se privado de
alimento, murió
de hambre y de
falta de motivos
para sentir
e
n
v
i
d
i
a
.
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Carta Novena
ELOGIO DE LA VIOLENCIA
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les más valientes. Por eso las hienas ríen, en vez de ladrar o aullar;
es un chillido cínico que parece la risa de un demente. Es un de-
monio que ríe mientras eriza su hirsuta pelambre sobre su lomo
como el ala de un monstruo que llaman grifo. Sus patas traseras
son desproporcionadamente cortas, y cuando gruñe, muestra sus
colmillos en horrible mueca. Los hiénidos tienen un dicho que
invierte aquél que reza: «El hombre es el lobo del hombre», y
afirman riendo que «la hiena es el hombre de la hiena». Nunca he
entendido por qué las hienas y los hombres tiene predilección por
las materias corruptas. Por algo será. Huelga decir que parientes
no somos.
De todos los animales domésticos, los felinos somos los
más inteligentes y los que mejor hemos logrado domar al hombre
y a la mujer. Nos disgusta que nos llamen gatos porque preferimos
nombres más sofisticados, a la altura de nuestra naturaleza. A mí
me place el nombre de Misifuz. Hemos condescendido a vivir con
los humanos con la condición que seamos mimados y estemos
bien alimentados. ¿Quieren saber cuál es el lugar más cómodo de
un hogar? Busquen donde dormimos: el sitio más mullido y sin
corrientes de aire. Nunca seguimos al amo o la ama, como lo hace
el perro, sino siempre les precedemos, como hacen los reyes. Mu-
chos creen que somos animales con ínfulas, pero nadie nos supera
en despertar sentimientos de afecto en el corazón de los humanos.
Hay dos razones para que los felinos domesticados sea-
mos arrogantes y reservados: nuestra genealogía y nuestra herál-
dica. Nadie que viva con los humanos puede reclamar parentesco
con el magnífico león africano y con el poderoso tigre de las sel-
vas índicas. Para probar nuestra consanguinidad podemos apelar
al hecho verificable de que somos su versión reducida, como si
fuéramos sus foto de pasaporte. Además, los tres tenemos habili-
dades natas de cazadores: sabemos acechar y nuestras patas no
producen ruido al caminar porque están revestidas de suaves coji-
nes para que nuestra presencia no sea apercibida, y así, con pasos
silenciosos, nos acercamos a la víctima hasta arrojarnos sobre ella
y apresarla. A mí no me aburre que el trofeo sea un pequeño ratón,
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Algo similar piensan los humanos del arte de la cacería.
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La biblia no conservó noticias del pecado de Gomorra porque les
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La Nínive de la posmodernidad
Estercoleros sin bacín
miserias sin orinola
muladares sin albañal
ciénagas sin retrete
La Jerusalem de la era de acuario
Ojo por ojo
diente por diente
sexo por sexo
Hombres que gozan de la satiriasis de su codicia
y mujeres que complacen el uterino furor de su ambición
Gente que garjea y esputa
orina y defeca
Basura que contamina
Que embarra
que emporca
La Babilonia de la globalización
Un lagartijero sin col u m n a m i n g i t o r i a
AD REIM
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Para que se compruebe lo poco que avanzó el género humano en conceptos
de tanta trascendencia, simplemente comparen la definición de violencia
incluida en el Diccionario de Autoridades (fechado en la villa de Madrid en
1726), con la definición de esa palabra en cualquier diccionario moderno, y
verán que son una y la misma. Ha habido tanta violencia en la historia humana
que si la suprimieran de sus crónicas, ya no contarían con una historia. Así
hemos nosotros evidenciado que la violencia humana ha sido parte substancial
de su cultura: nació con ustedes y con ustedes morirá.
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El Bogotazo fue causado por el asesinato de un humano: José Eliézer
Gaitán, su crónica afirma que era un versado jurista que creía en la imposible
posibilidad de contar con constituciones inspiradas en la idiosincrasia
hispanoamericana. Sus discursos políticos de alta elocuencia no invitaban a la
violencia y sus manifestaciones eran desfiles del silencio con millares de velas
iluminando la oscuridad.
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Yo soy la primera, la Rizoma. La inaugural floración y el fruto inicial de la
segunda vía de la evolución natural. Yo también nací de la transformación
progresiva de las especies, pero mi rama es otra, no aquélla que dio origen a las
mujeres y los hombres. La rama de ustedes ya no será la culminación de la
evolución, sino un simple retoño sin floración y sin fruto. Nuestra Génesis será
contada en otra biblia con las siguientes palabras:
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Al principio creo Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y las
tinieblas cubrían la haz de la tierra, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la
superficie de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz, y la luz llamó al día,
y hubo tarde y mañana.
Dijo Dios, «Haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas de
otras», y así fue. «Júntense las aguas y aparezca lo seco», dijo Dios, y a lo seco
lo llamó tierra. «Haga brotar la tierra hierva verde, y haya señales de días,
estaciones y años» y así lo vegetal fue creado.
Formó Dios dos luminarias, una para el día y otra para la noche y luego dijo
Dios, «Hiervan de animales las aguas y vuelen sobre la tierra aves bajo el
firmamento de los cielos,» y luego continúo, «brote la tierra seres animados
según su especie, ganados, reptiles y bestias». Y así fue.
Díjose entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra
semejanza, para que domine sobre cuantos animales pueblen la tierra». Y vio
Dios ser bueno y hubo tarde del día sexto.
Al amanecer del día séptimo Dios vio que el hombre no era bueno porque
conjuraba contra su misma especie y violaba las leyes naturales. Así que Dios
decidió iniciar otra génesis a partir de un rizoma del árbol de la sabiduría, y
con este vegetal creó a la rizoma, la mujer-raíz.
Bendijo Dios al séptimo día porque descansó al fin de cuanto había creado y
hecho, porque supo, por fin, que era bueno. Este es el origen de los cielos y la
tierra cuando fueron creados
.
Con estas palabras yo inicio la escritura de un nuevo génesis que
celebre la culminación de la creación en el séptimo día. Yo soy la Rizoma, la
autora de estas nueve cartas que han sido inspiradas en el sentir de nueve
especies animales. Sólo yo sé descifrar el código de los siete sellos, aquél que
impide que los humanos conversen con las bestias, ignorancia que salva a éstas
de las estulticias que siempre han aleteado en la cabeza de aquellos que
llamándose reyes de la creación, no han llegado a ser sino una ramificación
suicida. Estas cartas fueron redactadas en códigos incomprensibles para los
humanos y, posteriormente, traducidas a las cuatro lenguas universales de la
humanidad: el chino, el árabe, el inglés y el español.
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Cuento IX
Pandora fue la
primera mujer
que habitó en
la tierra, el
dios Vulcano
la había for-
mado con lo-
do. Todos los
dioses se a-
presuraron a
colmarla de
dones y por
eso la llama-
ron Pandora.
El rey de los dioses
pidió a Pandora que
se presentara ante
Prometeo y le entre-
gara, en señal de cor-
tejo, una caja de re-
galo; en ella había
guardado todos los
males que los dioses
habían podido imagi-
nar, para así equilibrar
el gran beneficio que
el fuego había apor-
tado a la humanidad.
Este era el principio l
castigo divino dis-
puesto para Prome-
teo, por haber robado
el fuego a los dioses y
habérselo entregado
a los humanos. Aún
faltaba la peor parte
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de la penitencia.
Prometeo no aceptó ni la
mujer ni la cajita; pero su
hermano Epimeteo—el
tonto de la familia—no
sólo aceptó la caja, sino
también a Pandora como
esposa. La curiosidad del
marido fue tanta que
abrió la caja y de ella sa-
lieron todos los males
que han aquejado a la
humanidad desde en-
tonces. Dentro de la caja
quedó revoloteando la
sabia esperanza sin que
pudiera salir. Así fue el
inicio de la edad del Hie-
rro de la humanidad.
Pasaron miles de años, de
guerras, de descubrimientos
y de progresos tecnológicos.
Fue entonces cuando Pro-
meteo se arrepintió de su
generosa acción al compro-
bar el fracaso humano por-
que aquellos hombres de
Hierro se habían encontrado
en un callejón sin salida.
Ninguno de los puntos cardi-
nales les permitía propósito.
Y fue así como Prometeo
tomó la dolorosa determina-
ción de despojar a los
humanos de fuego para de-
volvérselo a los dioses.
Pandora quedó estupefacta con
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Madre Naturaleza.
Y vio Dios que todo era bueno y lanzó una risa zoofiliamen-
te magnífica.
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EDICTO
de la
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EDICTO
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ASAMBLEA DE LOS ANIMALES
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Segunda página
EDICTO
de la
ASAMBLEA DE LOS ANIMALES
La Asamblea de Animales
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