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palabra plástica Eduardo Subirats

Colección dirigida por José Fernández Arenas

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EL FINAL
DE LAS VANGUARDIAS

í.Al ~~'U'[?{]~@!P@§
l~~\J eotTORIAL DEL HOMBRE
El final de las vanguardias/ Eduardo Subirats.
Barcelona: Anthropos, 1989. - 192 pp. (2) h.; 20 cm.
(Palabra Plástica; 13)
ISBN: 84-7658-175-0

l. Título II. Colección l. Arte-filosofía 2. Arte moderno· s. xx


7.01
7.037
Para Ale.xandre Eulalio

Título edición brasileña: Da Vanguarda ao Pós-moderno


(3.ª ed., aumentada, 1987)

Primera edición en Editorial Anthropos, corregida


y aumentada: diciembre 1989

© Livraria Nobel, S. A., Sao Paulo, 1986


© Edición en castellano: Editorial Anthropos, 1989
Edita: Editorial Anthropos. Promat, S. Coop. Ltda.
Vía Augusta, 64, 08006 Barcelona
ISBN: 84-7658-175-0
Depósito legal: B. 39.450-1989
Fotocomposición: Serveis Grafics, S.C.P. Sabadell
Impresión: Novagrafik. Puigcerda, 127. Barcelona

Impreso en España· Printecl in Spain

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El final de las vanguardias

Roberto Schwarz escribió hace unos años: «Sabe-


se que progresso tecnico e conteúdo social reaccio-
nário podem andar juntos. Esta combinac;ao, que
é urna das marcas de nosso tempo, em economia,
ciencia e arte, torna ambigua a noc;ao de progresso .
Tambem a noc;ao próxima, de vanguarda, presta-se
a confusao. O vanguardista está na ponta de qua!
corrida?».'
La visión distante y crítica de una vanguardia am-
bigua y un ambivalente progreso es un rasgo distin-
tivo de nuestro tiempo. No olvidamos, por cierto, que
los pioneros de la vanguardia postularon una estéti-
ca revolucionaria bajo el signo de la ruptura y la
emancipación, ligada al mismo tiempo a los más ele-
vados valores sociales utópicos y a la esperanza. Pero
la historia ulterior de la civilización moderna ha
puesto de manifiesto los vínculos entre aquellas te-

l. Roberto Schwarz, «Nota sobre vanguardia e conformismo» (1967),


en R. Sch., O pai de familia e outros escudos, Río de Janeiro, 1978, p. 41.

3'.1
sis radicales de las vanguardias y un proceso cultu- cialidades artísticas y de comunidades tradicionales.
ral de signo regresivo. Dos grandes temas pueden su- A comienzos de los años cincuenta, el arquitecto
brayarse a este respecto. Por una parte, lo que fue Vilanova Artigas ya puso de manifiesto la identidad
la «dialéclica» de la vanguardia como principio crí- de los valores estéticos y organizativos del Movimien-
tico o subversivo ha sido integrado bajo las mismas lo Moderno, y de Le Corbusier y Mies van der Rohe
formas de poder que otrora atacaba. Las vanguar- en particular, con una concepción tecnocrática de la
dias se han convertido, a partir de la Segunda Gue- cultura, ideologías políticas reaccionarias y lo que
rra Mundial, en un ritual tedioso y perfectamente llamó un «formalismo servil». 2 Artigas fue uno de
conservador, no sólo desde el punto de vista del gusto los primeros arquitectos americanos que puso de ma-
dominante, sino incluso de las más groseras estrate- nifiesto la articulación ideológica y organizativa en-
gias comerciales. Como tal, el fenómeno cultural mo- tre el imperialismo de la civilización tecnológica y
derno de las vanguardias ha perdido toda energía y la racionalización de ]a identidad cultural vehicula-
toda suslancia radical. da por la estética del Movimiento Moderno y el In-
Sin embargo, existe un factor todavía más decisi- ternaliona] Style.
vo de esta liquidación de las vanguardias, que la in- Ambas perspectivas, la visión de un progreso y
tegración simple de su estética del shock y la «rup- una vanguardia ambivalentes en cuanto a sus conte-
tura» en e] consumo mercantil, o la incorporación nidos culturales y su trascendencia social, y la críti-
de su formalismo al contexto de una cultura «espec- ca de la función colonizadora de la racionalización
tacular». Las vanguardias históricas asumieron un estética promovida por el Movimiento Moderno y sus
principio de racionalidad formal, ya a partir del cu- epígonos han sido también los dos ejes en torno a
bismo, y una función racionalizadora de la cu! tu- los que han discurrido los presentes ensayos. Su pun-
ra, muy patente en las corrientes del Stijl o del to de partida, en efecto, es el análisis de la profunda
Bauhaus, identificados con el desarrollo tecnológico ambivalencia que caracteriza a ]as vanguardias his-
e industrial. La identificación vanguardista de los va- tóricas ya en sus mismos postulados y fundamentos
lores de la racionalización científico-técnica y el pro- programáticos. La tesis que desarrollo en las siguien-
greso económico con el arte ha hecho sucumbir a tes páginas puede sintetizarse en un sumario juicio:
éste a las mismas vicisitudes de aquéllos. Hoy sa- la utopía social y cullural de las vanguardias, de signo
bemos que la expansión de los poderes técnicos de revolucionario y emancipador, llevaba implícitos los
la industria significa, al mismo tiempo, la destruc- momentos de su integración a un proceso regresivo
ción de los medios ecológicos de subsistencia, que de colonización tecnológica de la vida, y de raciona-
sus consecuencias sociales no son ni la libertad ni lización coactiva de la sociedad y la cultura. La ac-
el bienestar, sino el hambre y la miseria, y que la tual crisis de la modernidad y la invalidación estéti-
racionalización social introducida por la maquiniza- ca y política de las categorías fundamentales de la
ción de la vida y la estética cartesiana del arte y la
arquitectura modernos ha entrañado igualmente w1
2. Vilanova Artigas, «Le Corbusier e o imperialismo» (1951),en V.A.,
proceso destructivo de culturas históricas, de poten- Caminhos da arquiteclura, Sao Paulo, 1981, pp. 53 y ss.

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vanguardia es el resultado de esla contradicción en- pac ión» del diseño y la arquitectura de sus implica-
tre su aclual función regresiva y legilimatoria y los c iones teóricas y su compromiso social. Con ello, el
objetivos emancipadores que la respaldaron tanto des- posmodemismo no hace sino prolongar la inercia bu-
de un punto de vista estético como social. rocrática de las escuelas de arquiteclura, bajo cuya
La crítica teórica de la estética de las vanguar- desidia intelectual efectivamente se ampara. Fruto de
dias y de la utopía de una cultura racional no pue- esta liberación de la forma de sus dimensiones sim-
de eximirse de la reflexión en tomo a la crisis de bólicas y de la trascendencia utópica de la arquilec-
la modernidad y del vacío que hoy reina en cuanto lura es, en segundo lugar, un elcmenlo eslético que
a los valores formales o éticos del arte y la cultura. el Movimiento Moderno nunca hubiera podido asu -
Los principios y objetivos del Movimiento Moderno mir sin conflicto: la exageración retórica del orna -
han perdido por completo su energía creadora y crí- mento, el culto a lo sublime y la monumenlalidad
tica, y su capacidad de diseñar de una manera re- agresiva. Aunque no pueda, ni mucho menos, gene -
flexiva y consciente el futuro. En el mejor de los ca- ralizarse como ley, la dimensión ulópica y el objeti-
sos han desembocado en una retórica académica o vo social de los pioneros de la arquilectura moder-
formalista, ajena a los contenidos culturales, y a las na hacía las veces de correctivo de las exigencia s
angustias, lo mismo que las esperanzas de nuestro económicas o los imperativos técnicos, de todos mo-
tiempo. Desde Mies van der Rohe hasta Aldo Rossi dos presentes en la arquitectura. El PanAm de Gro-
el racionalismo eslético moderno -que aquí analizo pius rompe la verticalidad indefinida y evita todo
bajo la categoría crílico-cultural de «estética carte- efecto imponente y monumental porque el nuevo es-
siana»- ha ido adoptando de manera progresiva un tilo arquilectónico sirve programáticamente, de acuer-
lenguaje hermético, tan consislente desde un punto do con su creador, a un ideal apolíneo del orden y
de vista gramatical como opaco y mudo frenle a los a un concepto humanista de democracia. Frente a
contenidos culturales de nuestro presente crílico. ello, el vecino rascacielos del ITT, de J ohnson, exhi-
En el contexto de semejante vacío de contenidos be un afán de monumentalidad y de poder tan im-
y de objetivos se ha destacado la arquitectura y una ponente y vacío como gratuito e innecesario. No me
conciencia general posmoderna. Insignificante en parece necesario incidir en las connotaciones ideo-
cuanto a su innovación estilística -los elementos for- lógicas de este renovado culto arquitectónico a la
males del Post-modern son una reiteración de los grandilocuencia de la tecnología moderna. Son de-
componentes estilísticos de las vanguardias previa masiado obvias las analogías entre este nuevo reper-
desposesión de sus dimensiones simbólicas y críti- torio lingüístico y la violencia de las eslralegias eco-
cas-, esla corriente es la última consecuencia re- nómicas, políticas o militares a las que da morada.
gresiva que de por sí ya entrañaba el espírilu de las Tan sólo merece ]a pena recordar la eficaz, aunque
vanguardias y, más particularmente, la falta de espí- pobre legitimación que el Post-modem ha encontra-
ritu de sus epígonos. do en el recurso al hisloricismo y a un recurrente
La más notable de las características de esta nue- nacionalismo de signo beligerante. El eslogan histo-
va corriente del vanguardismo tardío es la «ernanci- ricista tal como lo han esgrimido arquitectos de la

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talla de Johnson o Bofill es falaz porque no supone recientemente que frente a la imposición lingüística
en absoluto una experiencia artística de la historia y retórica del Post-modern es preciso restablecer los
como medio de una nueva libertad, sino más bien derechos a lo moderno. En el contexto de su estudio
la sublimación monumental de lo histórico como sobre la obra de Favio de Carvalho esta posición ad-
principio de autoridad. En esta constelación se echa quiere una dimensión plenamente crítica, y de ningu-
de ver, en fin, la ventaja de aquella emancipación na manera nostálgica. 3 Algo semejante ha sido seña-
de la arquitectura de cualesquiera contenidos socia- lado por Antonio Toca con respecto a las vanguardias
les emancipatorios que todavía vinculaban, aunque mexicanas. Los componentes tanto formales como teó-
sólo fuera ritualmente, a los epígonos de la vanguar- ricos de estos movimientos en Latinoamérica, lo mis-
dia con su pasado inmediato, de signo crítico. mo que los momentos más desgarrados y utópicos
Sin embargo, la crítica de la utopía artística de en el expresionismo y el dadaísmo fueron ulterior-
las vanguardias y de su función colonizadora, que mente eclipsados por la obnubiladora presencia del
he desarrollado en estas páginas, no solamente pre- International Style, sus acólitos y sus chatas legiti-
tende mostrar la continuidad regresiva entre su prin- maciones estéticas. Su sentido crítico e innovador es
cipio coactivo de racionalización cultural y el postu- el que se trata hoy de rescatar.
lado autoritario como el que el Post-modern esgrime Semejante posición alumbra ya una perspectiva
en nombre de un renovado clasicismo. En mi crítica muy distinta a la que críticos de la talla de Giedion
de las vanguardias he tratado de mostrar la necesi- trataron de imponer, cuando postulaba la ridícula
dad actual de superar los términos de su utopía ar- tesis de que Brasil «is very interesting problem of
tística de la modernidad, tomando como eje central a long dormant culture», repentinamente desperta-
el racionalismo estético que define su programa es- da por la milagrosa presencia del príncipe Le Cor-
tilístico y su proyecto cultural. Pero, al mismo tiem- busier.4
po, el análisis de la dialéctica de las vanguardias que Y esta posición teórica abre una renovada espe-
he expuesto en estos ensayos pretende restablecer, ranza en el arte y la cultura contemporáneos: la de
tanto retrospectivamente como prospectivamente, su una concepción del diseño capaz de articular una
ú1timo sentido crítico y renovador más allá de los reflexión crítica sobre nuestro tiempo y una alterna-
límites de su mala positividad en el mundo actual. tiva a sus conflictos.
No se trata, pues, de conservar en modo alguno el
espíritu de las vanguardias históricas. Sin embargo,
su superación sólo es pensable a través de la resti-
tución de sus objetivos críticos y de su principio de
utopía. Y se trata precisamente de aquella crítica y
aquella utopía que la monumentalización de las van- 3. Luis Cados Daher. Flávio de Can 1a/ho, Arquitectura e Expressio-
nismo, Sao Paulo, 1982.
guardias ha acabado en los últimos decenios por des- 4. S. Giedion, «Brazil and Conlcmporary Architccture,,, en Henrique
dibujar. IVlindlin,;vlodem Arcllitecture in Brazi/, Río de Janciro, Amsler<lam, 1956,
El crítico brasileño Luiz Carlos Daher formuló p. 9.

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2
Los malos días pasarán

La utopía de la modernidad protagonizada por


las vanguardias históricas del siglo xx ha muerto.
De sus concepciones teóricas y estilísticas, de sus ca-
tegorías estéticas y sus postulados éticos, de su pers-
pectiva civilizaloria y política ya no emerge ninguna
energía ni creatividad, ni tampoco una capacidad crí-
tica frente al mundo de hoy. Por el contrario, sus
actitudes se han convertido hace mucho en un es-
pectáculo ritualizado, en un gesto representativo y
narcisista, en una afirmación vacía de poder. No hay
razón alguna para oponerse a los juicios negativos
y hasta derrotistas que a este respecto ya han formu-
lado pensadores como Arnold Gehlen, Peter Berger,
Daniel Bell, Frank Kemrode u Octavio Paz, entre mu-
chos otros. La utopía moderna de las vanguardias
artística ha muerto porque sus valores no cumplen,
en las metrópolis industriales o en las metrópolis del
Tercer Mundo, más que una función legitimaloria,
regresiva y conservadora. Su tarea ya no es ni la crea-
ción, ni la crítica, ni la renovación, sino la reproduc-

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ci<'>nindefinida de un principio de orden. De las van- lo impulso reformador al desarrollo industrial. Si
guardias históricas han desaparecido sus momentos hoy esos mismos diseños tan sólo representan la de-
escatológicos, revolucionarios y subversivos; sólo co- silusión generalizada o la fealdad triunfante no es,
nocemos ya la positividad objetivada de un mundo precisamente, por culpa del desarrollo industrial, sino
administrado con arreglo a sus leyes, sometido a un por culpa de la cualidad intrínseca del diseño. Se
principio de racionalización constrictiva cuya legiti- trata, una vez más, de una cuestión de índole artísti-
midad estética ellas garantizan. No existen motivos ca, no política, ni económica, ni tecnológica. Y es la
de escándalo en la aceptación del fracaso histórico intrascendencia, la irreflexión, la burocratización de
del proyecto artístico de las vanguardias, como el que la actividad artística misma la que hoy soporta esta
ha puesto en escena el sociólogo Habermas. Ni si- constelación de decaimiento de la modernidad. La
quiera se justifica, a Ja luz de un análisis más preci- práctica arquitectónica en particular se ha converti-
so, aquel juicio de descargo que se limita a señalar do netamente en un ejercicio de administración tec-
la absorción de los objetivos de la vanguardia o de nológica del espacio, de control burocrático de los
sus pioneros bajo los imperativos de una economía símbolos y de gestión académica de las formas. El
de mercado, de una organización social tecnocrática espíritu de innovación y ruptura se ha perdido por
o de formas de poder burocrático. Por supuesto que entero precisamente en manos de una burocracia aca-
las burocracias, las tecnocracias y las bolsas han démica, con aspiraciones ridículas de elite, que ha
puesto fin a las ilusiones utópicas que abrigaron los pervertido su sentido profundo en los gestos más ba-
artistas de brecha, pero eso no quiere decir que sus nales de la reproducción de lo-siempre-igual bajo el
concepciones programáticas trascendiesen realmen- último grito de moda. Pero es preciso tener en cuen-
te el orden cultural bajo el que sus elementos críti- ta, además, que esta constelación en que el pedan-
cos fueron disueltos. La utopía artística de la mo- tismo académico se conjuga con una concepción tec-
dernidad ha sido integrada a las exigencias de la nocrálica del espacio, ésta íntimamente trabada con
producción industrial o la economía capitalista, cier- la vieja postulación de una estética cartesiana, la con-
tamente. Pero semejante integración fue precisamente cepción racionalista del espacio, la idea del arqui-
el objetivo práctico de todas las tendencias construc- tecto como ingeniero constructor y el objetivo últi-
tivas de las vanguardias históricas. El problema no mo de una síntesis cumplida entre forma artística
reside en la integración misma. La cuestión consiste y necesidades industriales, que constituyó el ya ob-
más bien en que esta integración contemplaba un ob- soleto panorama cultural de principios de siglo.
jetivo decididamente innovador, y no posee más que Por otra parte, ha cambiado la com,telación histó-
una significación estrictamente económica en el mun- rica general con la que se confrontan los valores de
do de hoy. La Werkbund y el Bauhaus, o mejor dicho, lo que ayer fue la utopía del mañana. La conciencia
sus estudiantes y maestros, trataron por todos los moderna de comienzos de siglo partía de tres presu-
medios de conseguir un contacto con la industria. puestos que el mundo de hoy no puede suscribir en
Confiaban en el sentido renovador de su nueva con- modo alguno: la idea de una ruptura radical con el
cepción del diseño y otorgaron con el lo un auténti- pasado, la concepci(m racionalista de la historia como

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t ri1111fo
absoluto de la razón en el tiempo y el espa- 111 ral del individuo que el mundo desarrollado sólo
l io y, con ella, de los ideales de justicia social y de
llvva a cabo como organización colectiva. Para la pcrs-
paz, y, por último, la fe en un progreso indefinido pclliva cultural de estas sociedades preindustriales
1 1 imperialismo significó y significa todavía la pri-
fundado en el desarrollo acumulativo y lineal de la
industria, la tecnología y los conocimientos científi- ,.ición de la identidad histórica en beneficio de una
cos. De hecho, hablar de cambio en cuanto a estas 1n1evaidentidad homogénea, de signos universalistas,
perspectivas históricas casi es una manera elusiva de 1·11que la integración cultural ya no corre de parte
expresarse. El sentido de tales objetivos ha sido direc- , le la memoria histórica o la relación humana con
tamente convertido en algo negativo. Para los pioneros l.1 naturaleza, y de las formas del pensamiento liga-
de la vanguardia artística la ruptura con el pasado, el <los a las tradiciones, por ejemplo en el arte, sino

orden racional de la cultura y la idea del progreso l'l1 el principio racionalizador de la nueva tecnolo-
estaban asociados con la libertad individual y la paz gía, y sus legitimaciones éticas y estéticas.
social; para la conciencia de la modernidad postri- Nada muestra de manera más gráfica este nexo
mera lo están con la angustia, la inseguridad y un de civilización e imposición heterónoma de una iden-
sentimiento de no-libertad. Hoy nos vemos a este pro- tidad nueva, ajena a cualquier experiencia y a cual-
pósito más cerca de aquella concepción de la civili- quier realidad individual e histórica, que las cartas
zación imperialista, desarrollada por pensadores y y diarios de viaje de Le Corbusier, a su paso por
artistas como Spengler, Artaud o Gauguine, que aso- España o por Brasil. Con mirada fascinada y melan-
ciaban su expansión destructiva al tiempo que su va- cólica el arquitecto se extasía de emoción ante el ines-
ciamiento vital, precisamente con su racionalización, perado espectáculo de los ondulados movimientos de
su separación de la historia y su progreso tecnológico. las sambistas cariocas, y se sorprende íntimamente
Demasiadas veces se ha vinculado el concepto de cuando observa la proporción y la armonía con la
imperialismo a los fenómenos de expansión econó- naturaleza de las viejas casas de campo en las tie-
mica, cuando en realidad sus consecuencias funda- rras de Valencia. Ello no le impide, sin embargo, pos-
mentales están relacionadas con la idea misma de tular en la conferencias que pronunciara en ambos
civilización. Lo que desde una perspectiva subjetiva países el dictat de una estética antisensualista y agre-
los pueblos sienten como imperialismo está en cam- sivamente cartesiana, una concepción de arquitectu-
bio más cerca de este aspecto civilizatorio y de sus ra radicalmente separada de la naturaleza y el sa-
componentes simbólicos. Se trata de la disolución de crificio de la memoria histórica en nombre de la
las identidades regionales o nacionales, que ligan el hegemonía universal de la máquina. Su actitud fue,
territorio a una historicidad específica y establecen, en efecto, pionera, mas no tanto en un sentido artís-
a través de su conjunción, la conl inuidad de una com- tico como en un sentido político-económico. Le Cor-
pleja conciencia histórica. A través de esta indenti- busier se adelantó espiritualmente a la mentalidad
dad cultural, profundamente enraizada en lo históri- del hombre internacional de negocios que consume
co, como también en la naturaleza, las sociedades a título de exótica nostalgia el objeto que al mismo
preindustriales cumplieron aquella integración cu]- tiempo destruye bajo el rigor de los poderes que

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11: p1 i::;t 11[¡1. Con ello no pretendo de modo alguno re- <;uerra Mundial y las subsiguientes crisis revoluciona
l,,1j,11l.1 altura de la perspecliva histórica y artística , ias. El espíritu de las vanguardias no se deslizó en
th·l ;11quitccto europeo. Su visión era probablemente .1quellos nuevos contextos como el gran salto revolu -
,1111chomás amplia que la de sus colegas provincia- ciona rio hacia adelante, como el grito subversivo por
11<>'->,del mismo modo que siempre el verdugo sabe l.1 libertad y el futuro. Más bien se impuso bajo el
111 { 1s que la víctima si tiene el coraje de mirarle a .1specto positivo de un dogma acabado que en el sen-
los ojos, reconocer su dolor y comprender que, de 1ido reformador de una crítica radical de la cultura
todos modos, no hay salvación para ella. v el poder. Los elementos revolucionarios, escatológi-
La anécdota de Le Corbusier todavía muestra 1 os y críticos faltaron en las manifestaciones epigóni-
otros aspectos. Su papel como portador artístico de 1 as de la expansión internacional de la vanguardia .
la civilización moderna posee, además, las connota- Por el contrario, a través de los exponentes del ra-
ciones específicas que le confiere su vinculación a 1 ionalismo y el purismo, la utopía de la modernidad

las vanguardias. En el contexto de aquellas culturas .11tística llegó a las zonas no industriales como el fe-
premodemas y preindustriales, los tres elementos an- ' 1úmeno acabado y definido a priori de la civilización
tes señalados y que la obra de Le Corbusier encarna tecnológica a secas y de una modernidad vacía de
-la ruptura con el pasado, la concepción raciona- 1 ontenidos sociales. No se trata en modo alguno
lista de la cultura, la creencia en el progreso tecno- 1le que, considerada como tal, la civilización tecnológi-
lógico como valor en sí mismo- tenían una signifi- c~1 ent rañe un mal en sí. Sin embargo, estaba llamada
cación completamente diferente de la que pensaron, .1 cumplir una función empobrecedora precisamente
por ejemplo, los expresionistas alemanes, los futu- ;d Ií donde sus portadores artísticos no respetaran la
ristas italianos o los neoplasticistas holandeses. Para .1utonomía irreductible de culturas históricas y artis-
éstos la ruptura con el pasado, el abandono de la 1icas ligadas a identidades nacionales y geográficas
tradición y la negación general del arte significaba hicn definidas. En la absorción de este arte autónomo
poner fin a un estado de cosas falso y oprimente; v de los valores culturales que como identidad colec-
era un acto subversivo contra el poder y una llama- tiva afianzaba, la utopía de la modernidad artística, y
da a la libertad y a la capacidad artística de confi- principalmente a través de sus formulaciones raciona-
gurar el mundo a partir de cero. Sin embargo, los listas más dogmáticas, desempeñó un papel funda-
valores estéticos y sociales de las vanguardias se di- 111cnta lmente regresivo e imposilivo. Sus efectos nega-
rundieron internacionalmente y, en los nuevos terri- 1ivos se ponen de manifiesto hoy en la ausencia o en
torios político-geográficos, los mismos contenidos l,1 debilitación de aquellos elementos autónomos y
adoptaron funciones diferentes. En zonas preindus- .111lóctonos de la cultura, ligados a un sentimiento co-
triales como la cultura española o los países de Lati- kctivo y a la naturaleza, y capaces, precisamente por
noamérica no se daban precisamente las condiciones 1·110, de ofrecer una resistencia interior y creadora
de una crisis cultural provocada por la industriali- l 11.!ntea los fenómenos agresivos y totalilarios que in-
1:ición y el desarrollo tecnológico; tampoco allí se 1 k'Íectiblemente acompañan el desarrollo tecnológico.

conocían los efectos moralmente devastadores de la Al mismo tiempo, los exponentes más sensibles

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del arte europeo del siglo xx sintieron la hegemonía histórica. Ambos reflejaron artísticamente el nibilis-
económica, política y artística de los valores tecno- 1110, e l vacío simbólico y vital y e] malestar cultu-
lógicos como una amarga victoria. Sabían que el re- 1 a l de las metrópolis europeas; ambos expresaron el

verso de un grado de organización tecnológica cada l 111 de una cultura histórica; y ambos partieron fue-
vez más complejo y perfeccionado era la desintegra- ra de la civilización en busca de las formas, los co-
ción cultural, y una cierta decadencia manifiesta en lo res y los símbolos capaces de dar una nueva fuer-
las actitudes nihilistas, pero también hiperraciona- 'ª a su creación y, con ella, a la cultura moderna.
listas~ del nuevo arte. Resulta paradójico comprobar l ,a misma posición histórica e intelectual puede re-
a este respecto cómo a la par que internacionalmen- co rrerse en las arquitecturas más intensas de este
te se han ido aGanzando, en la primera mitad de 'iiglo. Bruno Taut extrae de la cultura oriental los
nuestro siglo, los valores más afines a un funciona- símbolos de un sentido escatológico, cósmico y mi-
lismo tecnocrático y a un racionalismo reduccionis- mético en la arquitectura. Otro tanto sucede en Gaudí
ta, el Bauhaus o el neoplasticismo, así como de sus cuando asimila ]as iconografías del románico cata-
fenómenos derivados en el arte y la arquitectura, los lán o de las arquitecturas orientales, otorgando a sus
artistas más creadores, desde el expresionismo y Pi- símbolos un sentido original, afín a un primitivo sen-
casso hasta el surrealismo, trataban de incorporar 1ido mimético de la naturaleza, y el impulso artísti-
la expresividad o el sentido de lo numinoso e irra- co y espiritual capaz de hacer frente a Jo que él sin-
cional de las culturas tradicionalmente consideradas 1ió como empobrecimiento de ]a vida humana en el
como primitivas. Es cierto, como señaló Karl Eins- mundo del maquinismo. En todos estos casos la cul-
tein tempranamente en su libro Afrikanische Plastik, tura moderna se asume con mayor radicalidad que
que la cultura europea apenas llegaba a compren- los profetas de] Movimiento Moderno. Lo que quiere
der más que la superficie de] arte primitivo. Pero decir: se asume la modernidad como realidad con-
la fascinación sobre la generación del expresionis- flictiva y con espíritu crítico, y se plantean sus al-
mo alemán y del cubismo francés que ejerció este ternativas históricas a partir de un diálogo con el
arte rebasaba el aspecto más formal de la concen- pa sado y con otras culturas, que siempre respeta a
tración espacial de sus esculturas, o la pureza y con- ultranza su especificidad histórica y su autonomía.
secuencia de sus formas y su composición. La cer- Ciertamente, el antihistoricismo de los movimien-
canía a la naturaleza, a lo demoníaco y a lo numinoso tos artísticos y arquitectónicos derivados del cubis-
era lo que, por el contrario, introducía un impulso mo partió de un ethos revolucionario. La nueva era
nuevo en la cultura europea. Este sentido profundo que explícitamente invocaba estaba ligada a una nue-
ha estado muchas veces asociado con motivos utó- va clase, y el anhelado grado cero de la historia sig-
picos y con una decidida voluntad de salvación. Tal nificaba, para la conciencia europea de enlreguerras,
fue, por ejemplo, el caso de Gauguine y de Artaud, la esperanza utópica de un mundo histórico realmen-
para quienes la confrontación con religiones y cul- te gobernado por la condición humana. Pero el anti-
turas primitivas tuvo el significado biográfico y ar- historicismo de los estilos epigónicos que usufruc-
tístico de una revelación profética y una esperanza tuaron el nombre de la modernidad ha sido también

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vi wlu culo de destrucción de culluras históricas y c ia l a las vanguardias, y superar con ello el irreflexi-
n·gionalcs. En la misma Europa muchas ciudades vo dogmatismo que definió siempre a sus epígonos.
han conocido, bajo el poder de arquitectos y urba- El vado simbólico y vital, la angustia y el nihi-
n islas, suerles casi tan devastadoras como bajo los 1ismo colectivos planlean, tanto al arte y a la arqui-
efeclos de las bombas en dos guerras consecutivas. tectura como a la reflexión estélica y la filosofía, exi-
De manera análoga, el principio racionalista en el gencias nuevas que bajo los paradigmas políticos,
que se fundó la estética y la utopía social de las van- l'Sléticos y morales de las vanguardias hislóricas no
guardias ha servido como legitimación y representa- se puede resolver. Ciertamente, tal perspectiva asu-
ción artística de una concepción apolítica del poder me como realidad radical la crisis de la moderni-
como administración técnica. Por fin, en tercer lu- dad, aunque en su sentido más profundo: como cri-
gar, la concepción tecnocrática del progreso suplan- sis de una cultura que necesariamente tiene que
tó la dimensión temporal de la historia como salva- generar su autodisolución y su reformulación, una
ción, propia del expresionismo pero también de otros negatividad y una crisis que impulsan siempre la
exponentes de la vanguardia, como Kandinsky o in- creación de nuevos valores y la renovación de sus
cluso Mondrian, por la Lemporalidad abstracta de una formas. El conflicto del desarrollo económico y tec-
historia concebida como indefinida acumulación nológico, y el sentimiento general de una ausencia
cuantitativa de medios e instrumentos. Todo ello in- de valores vitales objetivos en la cullura, suscita pre-
dica cuán ambivalente fue el fenómeno de las van- cisamente aquel impulso de ruptura e innovación que
guardias desde un punto de vista artístico, lo mis- define de manera esencial la modernidad. Pues esta
mo que desde un punto de visla ético y social. Pero, es la figura de una cultura crítica que constantemente
sobre todo, esta perspectiva explica el carácter con- tiene que cuestionarse a sí misma y sólo existe como
servador y artísticamente estéril que la modernidad proyecto emancipador por aquellos que hoy la nie-
estética ha alcanzado en el día de hoy. gan en su oprimente positividad.
Con todo, la constatación más pesimista de una Desde el pLmto de visla específico de la teoría es-
utopía artística de la modernidad históricamente ago- tética y de la creación artística, en cualesquiera for-
tada no se identifica en absoluto con una postura in- mas del diseño, esta situación de disolución y exigen-
telectual conservadora, con actitudes culturales de cia interior de renovación plantea un primer objetivo:
signo nostálgico y regresivo, con añoranzas de una la distancia y la reflexión desde el punto de vista de
moral trascendente y una espiritualidad de signo sus- las categorías teóricas, así como de las concepciones
tancialista y autoritario. Por el conlrario, aceptar la formales y estilísticas de los paradigmas de las van-
crisis de la modernidad significa afrontar la radicali- guardias y la utopía artística de la modernidad. Bajo
dad de una situación límite que el hombre moderno esta perspectiva general deben destacarse, sin embar-
vive a la vez como condición existencial e histórica. go, dos momentos fundamentales. El primero de ellos
No existe otro camino que el de esta confrontación consiste en la reconstrucción de la «dialéctica de las
para retomar precisamente a través de ello el impulso vanguardias», es decir, de aquel proceso a la vez in-
crítico y renovador que caracterizó de manera esen- terior al desenvolvimiento de los estilos arlísticos y

50 51
las utopías culturales del arte moderno, y exterior 3
a él, en cuanto que movimientos que afectaron el de-
sarrollo y la conciencia de la cultura objetiva. La re-
construcción de esta lógica de los movimientos de La ambigua utopía del maquinismo
vanguardia cuenta a este respecto con un objetivo
preciso: averiguar aquellos elementos que han lleva-
do sus posturas artísticas al agotamiento, o bien a
la integración en el medio de una civilización vital-
mente vacía. El segundo tema se desprende inme-
diatamente de este último programa de distancia-
miento crítico. El rechazo de la positividad opaca que
las posiciones programáticas de los pioneros del arte
moderno han alcanzado hoy supone, al menos indi-
rectamente, un salir al encuentro de aquel núcleo ra-
dical que otorgó a las vanguardias su sentido utópi-
co y transgresor. La crítica radical de las vanguardias
y de la cultura moderna como realidad objetivada Desde Descartes la máquina ha sido concebida
es la premisa de la recuperación del sentido crítico 1·11 la historia de la cultura occidental como la ex-
originario del arte y la cultura modernos. presión máxima y el medio decisivo del poder hu-
1nano sobre la naturaleza y, en consecuencia, como
1111 instrumento emancipador. Este carácter libera-
dor de la máquina proviene tanto de su potencial
lécnico como medio de extender el dominio huma-
110 cuanto de la racionalidad que le es intrínseca. Pero
vsta racionalidad, el principio económico y funcio-
11a l ligado al conocimiento científico, que tuvo una
d imensión técnica específicamente ligada a la pro-
ducción, trascendió rápidamente a modelo organiza-
tivo para la sociedad en su conjunto. Desde Desear-
les hasta las técnicas de organización social del siglo
xx el modelo de la máquina sólo se extiende de la
co ncepción del cuerpo humano a la organización en-
te ra del proceso vital individual y socialmente con-
siderado. Sin embargo, hasta la aparición de las van-
guardias artísticas del siglo xx, hasta la modernidad
3. Ludwig Hilberseimer, Ciudad de rascacielos (1927) es tética representada por los movimientos artísticos

52 53
de ruplura europeos, el principio de la máquina no pl:1J1l ea serias preguntas, sino también serias tareas
adquiere un valor cultural universal. 1 Obviamente c 11 c uanto a la definición nueva de los valores estéti-
no puede, ni mucho menos, reducirse el arte y la ar- c, '" y político-morales de la modernidad. Nuevos con-
quitectura modernos, ni siquiera aquellos de sus ex- Lq >tos estilísticos, pero también una reconsideración
ponentes más ligados a la esfera de la producción d1· los criterios normativos de las culturas que hoy
o de la organización sociales, a la fórmula simple del ·111 ,wiesan, de una forma u otra, un proceso comple-
maquinismo. 2 Pero es un hecho que sólo con la in- 1', ele transformaciones tecnológicas, económicas y
tervención de las vanguardias, y, más concretamente, po líticas, se imponen para cubrir el vacío de los vie-
de corrientes artísticas como el cubismo, el f uturis- 1' 1" valores forjados por las generaciones de artistas
mo, la Neue Sachlichtkeit, el neoplaslicismo o el Bau- ,k comienzos de siglo. Muchas y muy diferentes son
haus, la máquina se convierte en un símbolo cultu- l:1" tareas que convergen o coinciden hoy en este ob-
ral universal y en un principio socialmente fonnador. ji-1ivo transformador. Una de ellas es la misma con-
En el curso de la historia moderna se ha puesto sin ' 1l'ncia histórica de nuestro inmediato pasado artís-
embargo de manifiesto la ambivalencia que este prin- 11rn y arquitectónico. La historia del arte moderno
cipio entraña, tanto subjetiva como objetivamente. 3 1 11general ha estado presidida hasta hace muy poco
A la crisis del principio de racionalización del ma- ¡,or una construcción global, totalizadora y perfcc-
quinismo debe añadirse en este sentido el sentimiento 1.11nente cerrada en torno a una evolución simple y
de escepticismo o de simple fracaso que hoy afecta 1,1gica. Ella presuponía un proceso con sus pioneros,
a los valores estéticos, éticos y políticos, generados -.,1s momentos culminantes, sus elementos divergen-
por el Movimiento Moderno y el proceso de las van- tes, y su declive mejor o peor aceptado. Tal concep-
guardias artísticas en general. Este cuestionamiento 1 1 {m cerrada y totalizadora, ligada las más veces a
posee una envergadura y profundidad tan amplias 1111c redo racionalista del arte y la arquitectura, se
como los mismos trastornos sociales, políticos e in- 1vvela hoy falsa ante los conflictos más obvios de
telectuales que originaron las vanguardias. Sus re- 11uestro entorno cultural y social. Más aún, se reve-
percusiones afectan a los conceptos formales y esti- 1,m como una construcción legitimatoria de concep-
lísticos, y, a través de ellos, también a la concepción no nes estéticas heredadas de las vanguardias que en-
del arte y la arquitectura, su función social y su pro- 1ie tanto se habían petrificado en un academicismo
yección histórica de cara al próximo futuro. Esta l'stéril, o en un hermetismo cultural y socialmente
constelación a la vez civilizatoria y artística no sólo 111trascendente. Hoy es necesario, precisamente por
11ues tra conciencia de nuevos problemas históricos,
,in replanteamiento de los caminos recorridos por
l. Gilb ert Simondon, Du mode d 'existence des objets techniques, Pa-
rís , ]969, pp, 119 y SS. l,1 modernidad artística de nuestro siglo. Se impone
2. Marce! Duchamp, Duchamp du signe, Barcelona, 1975, pp. 46 y l'<;ta revisión del pasado precisamente como una ma-
ss. Cf. lamhién Le Corbusic1-, Hacia una arquitectura, Barcelona, 1964,
pp, e¡ y SS. ne ra de transformar el presente crítico en el que vi-
~ Cf. G. Delcu1 .e y F. Gua1la ri, El antiedipo, capitalismo y esquizofre- vimos y de abrir, con ello, una perspectiva hacia el
11111,lla rcl' lona, 1973. 1u turo y hacia una realidad mejor.

S4 55
Desde nuestra perspectiva histórica, ya nos pare- La máquina apareció para la conciencia artística
ce lejana y prodigiosa una afirmación del arquitecto de comienzos de siglo bajo la doble dimensión de
expresionista Erich Mendelsohn en la que proclama- 111ediode poder técnico sobre la naturaleza y factor
ba la máquina como fuerza histórica objetiva que ordenador en un sentido social y simbólico al mis-
entrañaba en su interior un principio organizador lla- 1110 tiempo. Este segundo aspecto resultó fundamen-

mado a otorgar una nueva armonía a la cultura mo- 1al para la nueva perspectiva artística. Mientras que
dcrna.4 La máquina, o mejor dicho, el maquinismo, filósofos como Simmel o Spengler veían en el ma-
en cuanto que fenómeno a la vez científico-técnico quinismo un principio de desintegración cultural y
y civilizador, ha adquirido entre tanto el carácter uni- de empobrecimiento, los movimientos artísticos re-
versal de un principio de homogeneización y organi- volucionarios de la posguerra celebraron precisamen-
zación sociales, pero no ha presidido, ni mucho me - te su llegada como una fuerza racional, democráti-
nos, la constitución de una armonía acabada. El ca, susceptible de igualar socialmente las clases y
maquinismo, como se ha dicho algunas veces, desem- de liberar al hombre de las pesadas fatigas de ]a so-
peña en la cultura moderna al menos algunos de los brevivencia.5 Al contemplar la máquina como factor
papeles que en siglo xvm tenía asignados la natura - ema ncipador de orden social y elevarla como ta] a
leza misma, y aun elementos mitológicos o princi- valor estético y cultural universal, los artistas de las
pios metafísicos más antiguos. En el contexto de la vanguardias restablecieron aquella dimensión radi-
modernidad estética adquirió funciones demiúrgicas, ca l del progreso, concebido como identidad del de-
proféticas, mesiánicas, así como demoníacas, infer- sar rollo científico-técnico y moral, característico de
nales y destructivas. Para Mendelsohn, Le Corbusier, la filosofía de la historia de la Ilustración.
Oud, también para Léger, Malewitch y Schlemmer, Las vanguardias llevaron a cabo la síntesis mo-
la máquina asumió el mismo papel cultural que el numental de los valores económicos, tecnológicos y
romanticismo había otorgado al genio corno poten- ep istemológicos del maquinismo moderno con valo-
cia ordenadora y como naturaleza. Ciertamente, esta res culturales de signo utópico, en unos casos espi-
visión nacía en el difícil contexto de una guerra en ritua listas, y en otros racionalistas o funcionalistas,
la cual, precisamente, los factores sociales irracio- como sucede en el constructivismo o el Bauhaus. En
nales, las viejas identidades culturales e históricas, esta labor, los pioneros del Movimiento Moderno
las nacionalidades, la moral, los «vested interests»por comprometieron la autonomía del arte y la arquitec-
emplear el concepto de Veblen a este propósito, ha- tura, así como sus contenidos semánticos y simbóli-
bían ocasionado el caos, ]a desesperanza y la des- cos, transformando a ambos en un medio real para
trucción. otorgar a la nueva tecnología una dimensión univer-
sal y absoluta. El maquinismo fue elevado a valor
4. Erich Mendelsohn, Briefe eines Architeklen, Munich, 1961, pp. 42
y SS .
Fernand Léger, Fonctions de la peinlure, París, 1965, pp. 63 y ss. A 5. Oswald Spengler, La decadencia de Occidente, t. II, pp. 350 y ss.;
propósito de la estética de la máquina, J.J.P. Oud, Kunsl un Machine, Georg Simmel, Filosofía del dinero, Madrid, 1977, pp. 558-560. Cf. Tam-
en Hans L.C. Jaffé, Mondrian und de Stijl, pp. 92-93. bién, Lewis Mumford, The Condition o/ Man, Chicago, 1973, pp. 317 y ss.

56 57
cultural último a lo largo de este proceso. Léger e11
pintura, Oud o Hilbersheimer en su concepción ,kl
urbanismo, Le Corbusier en su nueva idea de arqu 1
lectura, por mencionar solamente unos ejemplos, co11
virtieron la máquina en un objetivo y un valor poi
sí misma, en torno al cual se articulaba el conju1111
de las cuestiones formales, plásticas, compositi\·a
constructivas y organizalivas del diseño.
La sociolog _ía europea ha desarrollado bajo pt·1
peclivas teóricas en parte diferentes y desde las po
trimerías del siglo x1x una crítica radical de la coh
nización mecanicista de la vida individual y dd
proceso general de la cultura. Semejante crítica
ha articulado en torno a los conceptos de racional
zación, de intelectualización y abstracción de las 1
ladones sociales, de reificación, de mecanizacio11
de razón instrumental, por sociólogos y filósoh
como Weber, Simmcl, Lukács, Spengler o Horkh
rner y Adorno, respectivamente. 6 No obstante, el 111
quinismo como lo plantearon artistas de la talb ,
Schlemmer o Malewitch, y más aún Mendelsoh11
el (uturismo italiano, rebasó la dimensión de 111
pura racionalización de la vida o de la expansiú11 ,
la racionalidad tecnológica por medio del arll'. 1
máquina se convirtió en valor último y en un fal'l
social y económico dotado de una racionalidad ,
sí misma emancipadora. Le Corbusier podía t·s1
bir así que «la maison est un uutil: domaine de p\l
technicité», y Erich Mendelsohn formulaba an:du¡
mente, en 1915, que « la máquina, considerada u>1

6. M. Weber, F.co11omíay sociedad, México, 1979, pp. 178-179 1,·11


no a la racionalización del poder); George Simmcl, Filosofía dd t/1
op. cit.; Georg Lukács, Geschiclue 11nKlassenbewusstsein, Neuwil·d 11
lín, 1968, particularmente pp. 257-287 sobre el concepto de «< •1
ción»; Max Horkheimcr y Thcodor W. Adorno, Dialektik der J\11/1,;/, ru O,m,.,, Sintítulo (óleo sobre tela, 1920. Kunstsammlung
Nordheim-Westfalen, Düsseldorf)
Fr.:incfort, 1969, p. 15.

59
')8
punto de partida de la nueva cultura, lleva en su in- r II cuen ta, ante todo, las condiciones políticas, cier-
terior la ley cumplida». 7 Ninguna de estas afirma- 1.,mente difíciles, que rodearon la quebrada evolu-
ciones, como tampoco sucede con gran parle de los 1 1011 de las vanguardias, entre sus primeros exponen-
enunciados cubistas, Futuristas o constructivistas rea- l(·s, anteriores a la Primera Guerra Mundial, como
lizados en este sentido, deja reducirse a una concep- vi cubis mo, hasta la aparición de la estética fascista
ción estrictamente mecanicista o siquiera funciona- v esta linista que pusieron fin a aquella experiencia.
lista, aun cuando, con la disolución del espíritu de La defensa a un mismo tiempo de una estética
las vanguardias, sirvieran efectivamente como pos- nui.es iana y de un principio cultural utópico Iigado
tulados legitimatorios de una concepción tecnocrá- .d maquinismo, que llevaron a cabo van Docsburg y
tica de la cultura y el poder. La máquina y el ma- Oud a lo largo de varios artículos publicados en De
quinismo tuvieron en aquel contexto artístico e Stij l, cambió radicalmente de sentido cuando sus ele-
histórico, por el contrario, una dimensión espiritual mentos fueron aplicados con la perfección sublime
propia, capaz de constituirse en el principio de una <le un lenguaje hermético, en el Pabellón de Barce-
utopía. Su valor fue proyectado hacia lo sublime o lona de Mies van dcr Rohe. Los manifiestos neoplas-
incluso hacia el terreno de lo mitológico. El maqui- ticistas exponen unívocamente la estética racionalis-
nismo se convirtió en principio de salvación y de es- ta, y el principio formal y cultural de la máquina
peranza.ª como contrapunto a la realidad trágica que atravie-
Bajo esta aspiración absoluta y universal del ma- sa Europa, los conflictos sociales efectivos que ame-
quinismo, la unidad de los aspectos racionalistas de nazan con disolver la integración social, y el senti-
la nueva concepción formal, lo que constituye, en miento de destrucción y de caos que prosiguió a la
otras palabras, la estética cartesiana, y, por otra parte, guerra. La pureza de los colores primarios, los án-
los aspectos prácticos y productivos ligados a la so- gulos rectos, la maníaca obsesión de horizontales y
ciedad industrial se cumplían como un objetivo re- verticales, así como sus correlatos teóricos: la pos-
volucionario. Tal sentido, sin embargo, desapareció tulación del arte como representación de un orden
progresivamente del panorama del arte y la arqui- absoluto y de una armonía acabada, la invocación
tectura modernos ya a finales de la década de los de un mundo cultural integralmente racionalizado,
veinte. Hay que contar con valores extrínsecos y, a todo ello respondía por una exigencia social de sig-
la vez, intrínsecos a la hora de interpretar el proce- no transformador y liberador. 9 Algo semejante pue-
so de esta regresión o, al menos, de este desgaste de decirse a propósito de la experiencia didáctica y
de las posiciones tanto teóricas como formales de estilística desarrollada a lo largo de los primeros años
las vanguardias. Y entre los primeros deben tenerse del Bauhaus: la indagación de un orden constructi -
vo y de un principio racional en la pintura, el dise-
7. Le Corbusier, «Architecture d'epoquc machiniste», en Joumal de ño, la danza o el teatro perseguían, ante todo, aquel
Psychologie. París, 1926, p. 18; Eri(;h Mendclsohn, op. cit., p. 54. «reprende a zéro» que también formularon Le Corbu-
8. «Para la voluntad cultural de esLilo la máquina se encuentra en
primera fila» -escribe Theo van Doesburg en «Der Wille zum Sti l»
(1922), en Jaffé, op. cit., p. 148. 9. Piet Mondrian, Neue Gestaltu11g,Mainz, 1974, p. 10.

60 61
sier y, en general, las vanguardias. 10 No obstante, los t I purismo e incluso del expresionismo. Sin embar-
mismos postulados estéticos adquirieron un sentido L' '• se dislinguía radicalmente de estos movimientos
t .• 11 la misma medida en que el estilo Post-modem
diferente en la mencionada obra de Mies van der
11, 11tcamericano se distingue de los lenguajes histó-
Rohe o, por mencionar un caso extremo, en la decla-
1 11 os que dice asimilar: en ambos casos la forma,
ración de principios que Hilchcock o Johnson expu-
sieron en su librito The International S1yle.11 Desde , 1 vstilo, son acogidos en el sentido más formalista
un punto de vista extrínseco, ya no se lralaba ahora , , por tanto, banal de la palabra. Se lrata de un có-
de formular artísticamenle un orden histór ico y cul- d, go, estructuralmente bien organizado, pero artísti-
tural transgresor, y, por consiguiente, revolucionario i;.11nente vacío de cualquier conlenido, de cualquier
o al menos utópico. Bajo las nuevas condiciones his- dimensión espiritual o social. Por supuesto que el
tóricas más bien se hada necesario desarrollar aque- 1...,1 ilo internacional estuvo ligado a los valores de una
llas formas capaces de representar fielmente lo dado, 111ltura democrática con un alto grado de desarrollo
o sea, los valores de una civilización fundada en la 1 ,cntífico-técnico y un esLándar social no menos ele-
extensión indefinida de un poder instrumental nac i- \, ido. Pero ello son condiciones sociológicas, y no
do sobre la base de valores cienlíficos y racionales . .iuténticos impulsos sociales y culturales en el senti-
A partir de los años treinla, los portadores de la mo- do en que se encuentran en las arquitecturas de Taut,
dernidad ya no se veían ante la necesidad de crear Mcndelsohn, Gaudí o Gropius.
w1 estilo como innovación revolucionaria de una for- Por emplear una analogía extraída de la lingüis-
ma capaz, por sí misma, de transformar los valores 1ica actual podría decirse que el estilo internacional
de la sociedad industrial. Más bien se trataba de y, con él, lo que ha usufrucluado internacionalmen-
crear un lenguaje que fuera lo suficientemente ho - 1e el nombre de lo moderno, es a lo que crearon los
mogéneo y consistente, y congruente con las exi- pioneros de las vanguardias europeas lo que la gra-
gencias de la construcción induslrializada, como para mática transformacional represenla respecto al len-
convertirse en un paradigma generalizable. Tal fue guaje poético; en este último habita la libertad y la
el espíritu de los promotores de un Internaliona l creación, allí donde la teoría transformacional tra-
Slyle, a partir de la Segunda Guerra Mundial. Es ta de establecer las imposibles leyes de su normali-
cierto que el estilo internacional de la posguerra 1,ación lógica, y así también el estilo internacional
fue un compendio, una síntesis de los elementos for - convirtió las audaces aventuras estéticas de una mo-
males desarrollados por el cubismo, el constructivis- dernidad crítica en el repertorio gramaticalmente sis-
mo, el neoplaslicismo, el suprematismo, el Bauhaus, lematizado de un lenguaje muerto.
Ya el decaimiento de la modernidad artíslica de
las vanguardias comenzó con obras como las de Hil-
10. Oskar Schlemmer comenta la incorporación del ritmo de la má-
quina en el nuevo concepto de arte en sus Briefe und Tageücher, Stutt- berseimer, Mies o Johnson, o con su traducción in-
ga11, 1977, p. 57. Cf. Lambién Walter Gropius, Apollo in der Demokratie, lelectual, de corte explícitamente profesora!, como el
Mainz, 1967, pp. 20 y ss. mencionado libro sobre el estilo internacional. En to-
11. Henry Russell Hitchcok and Philip Johnson, The lntemational
Style, Nueva York, 1966. dos estos exponentes, la forma, el mismo concepto

62 63
de estilo, se separaba drásticamente de los conten i-
dos culturales, éticos, políticos, del impulso históri-
co, en fin, que había otorgado a los pioneros su sen-
tido reformador y crítico. Los elementos de la estética
cartesiana se consenraban como tales, pero privados
de aquel nexo interior con la realidad social que ha-
bía caracterizado la voluntad de estilo de la vanguar-
dia. A esta separación se añadió posteriormente un
segundo y aun un tercer factor. En primer lugar, e]
progreso científico-técnico se mostró, apenas termi-
nada la Segunda Guerra Mundial, bajo un nuevo as-
pecto más ambivalente. Ya no aparecía su desarrollo
como un signo unívocamente liberador. Las perspec-
tivas históricas pesimistas que la filosofía había arro-
jado en las postrimerías del siglo pasado volvieron
a cobrar una nueva vigencia. Así como la forma, el
estilo frío, geométrico e impersonal de la nueva ar-
quitectura se había desprendido de sus significados
revolucionarios, en el sentido de un orden racional
y libre de la sociedad, así también la razón científico-
técnica se había separado radicalmente de sus inte-
reses y dimensiones éticas, políticas y culturales. La
crisis, en lo que respecta a la concepción filosófica
de las ciencias y su papel social, fue doble. Por un
lado, se asumía pesimísticamente la imposibilidad de
establecer un vínculo interior entre razón científica
y los contenidos de la autonomía y aun de la sobre -
vivencia humana, como las consecuencias del llama-
da Proyecto Manhattan, que culminó en la bomba
atómica, ponían drásticamente de manifiesto. Por otro
lado, la ciencia misma asumía una actitud filosófica
de signo escéptico: ya ella no podía establecer un
nexo teórico entre conocimiento y conciencia moral,
entre verdad y libertad.
Sin embargo, la doble escisión entre la forma y 5. Heinrich Hoerle, Hombres máquina (óleo sobre madera,
su significado cultural o social, y entre progreso 100x50 cm, 1930. Galería de Levante, Milán)

64 65
científico-técnico y el interés humano por la autono- l.1síntes is de maquinismo y arte de las vanguardias.
mía y la sobrevivencia, todavía ha tenido que con- i: 1 primero de ellos es la transformación de los idea-
frontar una ulterior y más drástica realidad: la de ks transgresores y utópicos, inherentes a la raciona-
un desarrollo tecnológico de signo di rectamente des- lidad tecnológica y económica del maquinismo, en
tructivo y la de una concepción formalística del di- ~u contrar io: un principio de racionalización y de in-
seño que desemboca en estrategias sociales de ca- t l'grac ión coactiva de la cultura artística e histórica
12
rácter manipulativo y empobrecedor. Ya no se trata .1 las exigencias del desarrollo tecnológico. La se-
en este tercer momento, que caracteriza nuestro sentir ¡•lmda cuestión viene a ser la consecuencia icono-
actual, de un simple escepticismo que contempla la !' ráfica de esta conciencia negativa que hoy socava
escisión interior del mundo moderno como un fenó- la confianza en la razón instrumental: la asociación
meno de decadencia. Se trata más bien de la con- simbólica de la máquina y sus expresiones cultura-
ciencia angustiada ante los efectos directamente re- les con lo destructivo y demoníaco. Es cierto que
gresivos de una razón científica y su traducción ,1mbos aspectos no pueden considerarse en modo al-
formalística en los valores más epigónicos de la mo- guno como fenómenos nuevos. En realidad acompa-
dernidad estética. naron el desarrollo industrial y la evolución artísti-
El fracaso de los movimientos revolucionarios en ca de las vanguardias como su contrapartida y límite
el entorno inmediato de los pioneros de las vanguar- inter ior. Pero quizás solamente la gravedad de los con-
dias, así como el ascenso de los totalitarismos fas- flictos históricos actuales haya puesto radicalmente
cista y estalinista a sus espaldas, habían puesto fin en tela de juicio la utopía artística de la moderni-
a sus esperanzas; pero hoy la obviedad de la des- dad en virtud de la negatividad que encarnan estos
trucción ecológica, del progreso de técnicas mani- dos principios.
pulativas y de control y el creciente desarrollo de Deseo emplear la categoría de racionalización
las tecnologías militares confrontan a la conciencia como marco de la crítica de la estética cartesiana
moderna con un nihilismo radical. y de sus consecuencias culturales en un sentido am-
Las consecuencias negativas del progreso han plio. Este concepto posee en el pensamiento de nues-
arrebatado a la cultura moderna aquella confianza tro siglo una sólida tradición que comienza con la
en el futuro que infundió a su labor prometeica un sociología de Weber y el psicoanálisis de Freud, y
valor moral y estético. La misma tecnología, el mis- concluye en la crítica social de Adorno y Horkhei-
mo principio maquinista aparece hoy corno una po- mer. En este contexto, la crítica de la racionalización
tencia salvaje, o una hybris incontrolable. En lugar remite a un nexo común: la sustitución de la reali-
de constituir el soporte objetivo de una utopía histó- dad vital del ser humano por un paradigma tecnoló-
rica, se ha convertido, para la conciencia actual, en gico. Se trata, por formularlo a la inversa, de la ex-
el símbolo de la angustia frente al mañana, en el nue-
vo Leviathan de un poder total.
12. Una definición banal y pedante de racionalismo estético puede
Desde esta perspectiva declinante se alcanzan dos encontrarse en E. Bonifanti, R. Bonicalzi, A. Rossi, M. Scolari y O. Vita -
aspectos centrales y que constituyen el reverso de lc, A1·quitectura racional, Madrid, 1979, p. ej .. pp. 15-16.

M 67
tensión de la racionalidad científico-técnica al con -
junto de los procesos vitales, individuales o colecti-
vos, sin reconocimiento de su real autonomía y es-
pecificidad. Semejante expansión de un modelo de
actuación tecnológico a los procesos vitales ha sido
discutido tanto en un plano sociológico como epis-
temológico.
Sin embargo, es precisamente en el terreno de]
arte, y de la definición de la modernidad estética en
particular, donde el principio de racionalización des-
cubre todo su significado como proceso de reduc-
ción de la experiencia individual y de anulación de
la autonomía reflexiva de ]a existencia humana. Ya
Walter Benjamín puso de relieve en un delicado en-
sayo sobre el arte moderno (Erfahrung und Annut)
cómo la desaparición del ornamento, la estética de
lo geométrico-cristalino, los nuevos materiales in-
dustriales, imponían a través de la arquitectura mo-
derna una limitación y empobrecimiento de la expe-
riencia individual. El reduccionismo, la tendencia!
negación de la experiencia estética de la realidad,
propios de la estética cartesiana, se pone de relieve
comparando, por ejemplo, el retrato «romántico» con
el retrato cubista. En aquél, el espectador se siente
solicitado a experimentar la totalidad biográfica e
histórica de una persona. Todos los elementos pictó -
ricos sirven solidariamente a la exteriorización de
esta totalidad expresiva. Pero precisamente la revo-
lución estética que los pioneros de la vanguardia rei-
vindicaron como novum artístico consistió en ]a in-
dependización de los elementos pictóricos de su
sentido expresivo y representativo. En el retrato cu-
bista ya sólo importa la composición formal y colo-
rística, no la figura humana. Así también la teoría
del color desarrollada a partir del postimpresionis- 6. Pablo Picasso, Retrato de Daniel H. Kahnweiler
mo por Ittcn, Kandinsky, Klce, Albcrs y otros, tien- {óleo sobre tela, 100,6x72,8 cm, 1910, The Art lnstitute of Chicago)

68 69
de a extirpar del color sus elementos subjetivos, para li t I del empobrecimiento y superación de la expe-
dotarle, lo mismo que a la composición, de la cuali - 1k, it ia humana individual en el arte moderno de
dad fría de un discurso lógico y objetivo. 13 Le Cor - lk1qamin, a esta reducción racionalista de la estéti-
busier o Mondrian precisamente destacan en sus pro- tn vanguardis ta. 15 Del arte moderno desaparecen los
gramas artísticos la necesidad de que el arte Sl' 11111111cntos reflexivos, su carácter individual, su di-
independice de la realidad, y por consiguiente de la 1111·11sión interior y subjetiva, de la misma manera
experiencia individual de la misma, para convertirse , ¡t 1v el Renacimiento había absuello a la pintura de
enteramente en una composición pura. La estética, se- 11 representación simbólica de lo trascendente.
gún la fórmula de Víctor Basch, deviene una lógica, y Mondrian y Malewitch postularon en este sentido
la expresión plástica se convierte, de acuerdo con la 1111.1 doctrina artística, de carácter enormemente sim-
teoría del cubismo de Kahnweiler, en una composi- plista, basada en unas pocas categorías generales de
ción a base de categorías pictóricas -una fórmula 1 1 mnotaciones platónicas: la expresión de valores for-

que recuerda mucho la teoría de los «Bilder» del , 11alesabsolutos, el orden abstracto, una razón geomé-
Tractalus de Wittgenstein. 14 A través de esta reducción 11ica, etc., y una serie mínima de criterios formales y
lógica, la realidad particular -e l retrato, la naturale- rnloríst icos como la teoría del ángulo recto o el dicta-
za muerta, e] objeto en general- desaparece para <lo de los tres colores primarios. 16 Pero la represen-
convertirse en un principio abstracto y universal: una 1ación artística de este orden abstracto, racional y ab-
secuencia de figuras geométricas y espacios no pers- soluto suponía al mismo tiempo la eliminacíon de
pect ivistas, etc. Pero esta universalidad de valores toda meditación reflexiva y, por tanto, subjetiva. De
estilísticos abstractos, idéntica con la ulterior unifor- hecho, la superación de los momentos reflexivos en el
mización formal y simbólica de la civilización tec- arte fue asumida programáticamente por Mondrian,
nológica dondequiera que se impusiera, ha derroca- quien no se ahorró a este respecto la retórica más
do de esta suerte aquella elevación simbólica de lo agresiva , precisamente como el paso previo para supe-
individual a un valor último e irreductible que ha- rar la conflictiva realidad histórica europea en un ab-
bía constituido la tarea por antonomasia del arte oc- soluto o mitológico orden armónico fuera del tiempo
cidental desde el Renacimiento. El anti-humanismo y del espacio. La concepción del arte y la arquitec-
que un filósofo como Ortega y Gasset pone de mani- tura como expresión simbólica y representación de
fiesto, o bien la tesis de un «centro perdido», desa-
rrollada por Sed]mayr, remiten, lo mismo que la crí- 15. Ortega y Gasset expone una ambigua tesis de la deshumaniza-
ción del arie en la modernidad, la «huida de la persona humana» en
13. J. Itten, Kunst der Farbe, Stuttga1i, 1961; W. Kandinsky, De lo el a1·1eabstracto, Cf.: La deshumanización del arte, Madrid, 1962 (1925),
espiritual en el arte, Barcelona, 1973; Joscf Albers, lnteracti.on o/ Color, p. 31. CL también E. Subirats, «El humanismo retórico y el ataque a
Colonia, 1970. CL también Hans Joachim Albrecht, Farbe als Sprache, la modernidad», en Cuadernos Hispanoamericanos, enero a marzo 1984,
Colonia, 1979. pp. 209 y ss. CL también Hans Sedlmayr, El arte descentrado, Barcelo-
14. Víctor Basch sostuvo, en L'Esprit Nouveau, la absurda idea de na, 1959 y Walter Benjamín, «Experiencia y pobreza», en Discursos in-
que «l'esthet ique, avec Kant, devient une logique», una concepción que, terrwnpidos I, Madrid, 1973, pp. 165 y s~.
sin embargo , expresa fielmente el ideario purista de la revista. Cf. L'Es- 16. Piel Mondrian, Neue Cestaltung. op. ci1., p. 5. Cf. también K. Ma-
pri.t Nouveau, núm. 1, 1920. lewitch, El nuevo realismo plástico, Madrid, 1975, pp. 166 y ss.

70 71
la realidad -en un sentido ideal, lo mismo que 1111
sentido realista-, en la cual los aspectos constrrn 11
vos, racionales y prospectivos del arte se entrela1a
ban con los poéticos y expresivos -tal como se ha
dado en todo gran arte del siglo xx, desde Mund1
y Matisse hasta hoy-, es suplantada, en la primera
generación de artistas de vanguardia y más tarde t·11
el funcionalismo, por la representación artística <.il·
un sistema lingüístico gramaticalmente trabado, prn
la sintaxis, carente de cualquier dimensión interior,
de un discurso estructurado pero vacío.
La violencia que la racionalidad artística y uto
pica de las vanguardias históricas y el Movimien
to Moderno encierra bajo este aspecto de la racio
nalización, de un reduccionismo economicista y
tecnocrático, y de una integración coactiva de los
procesos vitales autónomos a las exigencias de la
reproducción científico-técnica, aproxima sus valo-
res estéticos y éticos a un nihilismo vital y a la an-
gustia. Es remarcable el hecho, poco subrayado en
realidad, de que la conciencia de la angustia y de
lo trágico se hallaba muy cerca de la postulación
más exacerbada de valores racionales, como suce-
día en Mondrian, así como en Kandinsky y en los
escritos de Klee, entre muchos otros ejemplos posi-
bles.17 Pero ahora no se trata solamente de un as-
pecto de la conciencia, sino de las consecuencias ob-
jetivas y palpables de la racionalidad artística y de 7. Piet Mondrian, Composición en rojo, azul y amarillo
su función como factor de integración racionali- (óleo sobre tela, colección privada, Nueva York)
zadora.
Este segundo aspecto de la identificación de la

17. Cf. E. Subirats, «Angustia y abstracción», en V. Combalía, S. Mar-


chán, E. Subirats y otros, El descrédito de las vanguardias, Ban;elona,
1981, pp. 76 y ss. La yuxtaposición de la angustia y el ideal de abs1 rac-
ción es formulado por Paul Klee en sus diarios: P. Klee, Tagegücher,
1898-1918,Colonia, 1957, p. 147.

72
73
razón con la violencia opresiva y la tecnología con [11osa o incluso el humor negro. Son, en fin, múhi-
la destrucción está estrechamente relacionado con la pll's los ejemplos en la poesía, en los manifiestos y
identificación de la máquina y lo demoníaco, o sea, 111 la pintura y arquitectura futuristas en que la in-
una fuerza irracional e incontrolable de signo nega- \ 1 ,e ac ión de la máquina, la velocidad, la industria o
tivo y destructor. Obviamente el aspecto negativo de l.1 guer ra alcanzan la ambivalente expresión de la
lo irracional en el fenómeno civilizatorio y artístico exa ltación sublime, y la visión dramática y desga-
del maquinismo ya fue tempranamente una reacción , rada, al mismo tiempo.
artística contra la racionalidad y su intrínseca vio- El arte y la arquitectura de las vanguardias cum-
lencia cultural. Uno es la contrapartida del otro, y plió en general la tarea de elevar la máquina a prin-
expresa su límite. En definitiva, no pueden pensarse l ipio absoluto de constitución de la cultura, a pos-
las utopías más extremas de una sociedad integral- 1u lado elemental de la nueva forma artística y valor
mente racionalizada, como las elaboradas a diferen- ultimo de la civilización. La idealización artística de
tes niveles, por Mondrian, Le Corbusier y el futuris- In máquina en los pioneros de la vanguardia llegó
mo, sin su reverso: la irracionalidad que impera alli .d extremo de otorgarle las características del sujeto
donde el principio racional del nuevo estilo cultural histórico, del demiurgo o del mesías. En unos casos
se implanta totalmente y hasta sus últimas conse- la máquina desempeñó la función cultural que el Re-
cuencias. La racionalización coactiva bajo la que la nacimiento había atribuido al genio, en otros, el pa-
modernidad estética ha integrado todos los fenóme- pel que el Romanticismo había atribuido a la natu-
nos culturales y vitales autónomos implica y genera raleza. De todas estas atribuciones variopintas, la
al mismo tiempo un principio irracional de desor- última estaba llamada a cumplir un papel fundamen-
den y conflictividad. tal. El arte de las vanguardias, conforme a la estéti-
Esta ambigüedad que, a la postre, se revela como ca decimonónica de lo absoluto, había proclamado
el con[licto más decisivo de la modernidad puede en- la necesidad de crear una segunda naturaleza. Se-
treverse en las expresiones artísticas y programáti- mejante consigna se encuentra lo mismo en el idea-
cas de los mismos portadores de la vanguardia. Los rio espiritualista de Taut que en los programas ra-
paisajes urbanos de Hilberseimer presentan, preci- cionalistas de Mondrian o en las profecías fascistas
samente bajo el aspecto de su racionalización inte- del futurismo. 18 Mas siempre esta teoría remitía a
gral, un semblante desolador, lindante con lo mons - la racionalidad científico-técnica y a la máquina como
truoso y siniestro. En la pintura de De Chirico el expresión material o formulación simbólica de esta
orden cartesiano del espacio se combina con los sím- nueva realidad natural. Hoy puede afirmarse que,
bolos de la soledad, la nostalgia y la muerte. Las má- efec tivamente, la máquina ocupa para el hombre mo-
quinas de Duchamp poseen un momento angustian- derno el mismo lugar semántico que la naturaleza
te, al igual que los complejos maquínicos de Picabia.
También el dadaísmo dio una amplia gama de ejem- 18. Marinctti, «Manifiesto del futurismo» (1909), en U. Apollonio (edi-
tor), Der Futurismus, Mani/este und Dokum01lle, Colonia, 1972, pp. 33-34.
plos en los que la representación de la máquina lu- El triunfo de la tecnología y la máquina es proclamado en diversos
cha entre la innovación heroica y la expresión tene- manifiestos. Cf. ibíd., pp. 37, 39, etc.

74 75
tuvo para el hombre del siglo xvm. 19 En última ins-
tancia, es cierto que la tecnología es la mediadora
de todos nuestros procesos vitales, desde el nacimien-
to hasta la muerte, y que nuestra confrontación con
los fenómenos de la razón instrumental comprende
todas aquellas actividades y facultades que en una
cultura preindustrial dirigen la confrontación del
hombre con la naturaleza.
Sin embargo, el conflicto entre la racionalización
integral de la cultura y la irracionalidad de sus fe-
nómenos objetivos, o bien entre la utopía artística
de la máquina como principio de un orden social
armónico y la realidad de un desarrollo tecnológico
agresivo, pone de manifiesto ]a pretendida supera-
ción tecnológica de la naturaleza como una falacia.
Incluso allí donde la naturaleza exterior y humana
pudiera ser totalmente sustituida por una naturaleza
artificial -el proyecto insólito formulado por las van-
guardias- el resultado sería ambiguo y paradójico.
Una cultura completamente racionalizada con arreglo
a criterios tecnológicos podría, ciertamente, celebrar
su independencia respecto de la naturaleza, pero no
se libraría del temor a ella, de la angustia producida
por su fuerza incontrolable o su superioridad respec-
to a las capacidades limitadas del individuo humano.
De hecho, lo que realmente ha sucedido en el seno de
las sociedades desarrolladas es que este temor de]
hombre ha sido desplazado de la naturaleza interior y 8. Fritz Lang, fotograma de Metropolis (1926)
exterior a la tecnología misma, y a la máquina como
su expresión simbólica. El terror que un fenómeno
natura] como el terremoto de Lisboa pudo suscitar a
Voltaire lo provocan hoy en nosotros los productos
de la tecnología y su potencial agresivo.
Nadie ha expresado esta constelación tan vivamen-

19. Cf. G. Simondon, op. cit.

76 77
te como el cine expresionista alemán en película l111H d1dad de su principio agresivo de dominio. El
como El Golem de Wegener y Metrópolis de Fri11 111lu de la máquina, tanto en las formulaciones po-
Lang. En ambas obras la metáfora de la máquim1 llív¡,.., de sus apologetas cuanto en las visiones si-
se revistió de elementos milológicos y religiosos dl' 11lc•,t 1.is de sus detractores, ofrece, al final de la era
signo crítico. En El Golem se muestra la deslructivi 1111,dnna, el panorama cultural de una radical am-
dad inherente al artificio tecnológico y se la situn hlt·1H·dad de significados.
en un terreno cercano a la leyenda hebrea del go \,1 en la filosofía kantiana de la historia el pro-
lem y a las cuestiones con ella relacionadas de la ,, ;o temporal de la razón era contemplado en rela-
búsqueda de la verdad y la muerte de Dios. En Me· ¡, 111 rnn lo que negaba: el temor y el dolor, y la con-
trópolis, la industria es estilizada bajo la figura dt• 11,11(·ia escéptica de la relatividad de las conquistas
Moloch, el falso ídolo bíblico que devoraba a quic ,111lares. Sin embargo, en la misma medida en que
nes le rendían culto. Las imágenes sublimes de l., , han desarrollado los medios técnicos de dominio
metrópolis industrial, como la ciudad cristalina dt• , .,, ,onal de la naturaleza exterior y humana, también
rascacielos luminosos del expresionista Scheerbart, , ha vuelto más drástico el sentimiento cultural de
encuentran en esta visión negativa de un desarrollo 111 gustia, la desesperación histórica o el nihilismo.
tecnológico destructivo su límite pesimista. El mismo 1 . 1-.utopías estéticas de la modernidad, así en las
tema encuentra una formulación semejante en el dra- profecías artísticas de Kandinsky o de Mondrian, con-
ma expresionista de Georg Kaiser Gas. Los ejemplos 11·,nplan el orden racional y la salvación espiritual
Jiterarios de este topos cultural pueden prolongarse dl' la cultura en estrecha y explicita vecindad con
hasta una obra como La colonia penitenciaria de l.1s visiones del caos y la destrucción. Ambos mun-
Franz Kafka, en la que se relata la trasformación dos, el de un orden cultural fundado en la razón
de una compleja maquinaria de dominio y punición 1 ic ntífico -técnica y el de la destrucción y la angus-
en un angustiante intrumento de autodestrucción. 1ia, llegan a relacionarse íntimamente en los mejo-
La utopía racionalista de la máquina, cual la for- 1es exponentes del arte y la arquitectura de las van-
mularon artistas como Le Corbusier, Hilberseimer, guardias. Son ejemplos de ello las formulaciones
van Doesburg y Oud o Mendclsohn, no solamente re- c ríticas de la lírica o la arquitectura expresionistas
sulta lejana e ingenua desde la perspectiva histórica y, en otro orden de cosas, los análisis sociales de
de hoy. Tanto en sus propósitos civilizatorios como Preud, de Simmel o de Tonnies. En estas obras, lo
sus elementos formales y estilísticos resultan ina- mismo que en la realidad política y social de las so-
ceptables, frente a las consecuencias reales de un des- ciedades industriales desarrolladas, el conflicto en-
arrollo progresivamente más agresivo de la razón tre el logos del progreso y la angustia no encuentra
tecnológica, y frente a la misma historia del arte mo- conciliación .
derno. El principio racional en el que se funda el Es precisamente este conflicto sin conciliación lo
maquinismo como proyecto de dominación no ha sido que, desde el punto de vista de nuestra perspectiva
elevado a axioma general de la civilización moderna histórica, pero también desde las experiencias artís-
sin producir al mismo tiempo su contrario: la irra- ticas acumuladas a lo largo del siglo, caracteriza la

78 79
modernidad en un sentido más complejo y flexible duo humano en el medio de la realidad tecnológica
del que llegaron a pensar las vanguardias artísticas. de la civilización moderna. La síntesis y la crítica de
No existe para nosotros, y no ha existido en reali- la modernidad no es posible sino por medio de esta
dad para todo el arte y la cultura modernos, w1 prin- reflexión interior, de una dimensión subjetiva e indi-
cipio privilegiado -un factor social e histórico, o bien vidual que debe ser reencontrada en la tradición del
una fuerza teórica e ideal - que fuera capaz de ga- arte y del pensamiento modernos en general. Sólo
rantizar la real superación de esta tensión objetiva. por esta reflexión poética es posible pensar un futu-
Pero la aceptación de este conflicto sin mediación ro artístico y la esperanza.
conciliadora es lo que nos separa de la atmósfera
espiritual y del impulso transgresor que caracterizó
a los pioneros del arle moderno.
Nuestra conciencia histórica y nuestra visión de
la cultura moderna y su futuro son más distantes,
más escindidas, y también más escépticas y reflexi-
vas. Ello, sin embargo, no induce necesariamente a
una actitud intelectual pesimista o simplemente re-
signada. Por el contrario, la distancia reflexiva signi-
fica un espacio libre para la crítica. Esta crítica es
hoy un hito urgente precisamente para poder reba-
sar la sensación de estancamiento, de repetición me-
cánica, de ausencia de [uturo y de miedo que domi-
na en la cullura europea. Al mismo tiempo, esta
posición más teórica y reflexiva está ligada a la si-
tuación objetiva y subjetiva de recopilación, de sín-
tesis, de balance en que hoy día nos encontramos.
La modernidad artística es ya un hecho que se en-
cuentra a nuestras espaldas, y se trata de valorarlo,
de establecer su juicio negativo y positivo, de medir
sus logros y sus fracasos. Esta situación sintetizado-
ra responde también por la orientación reflexiva que
aquí he subrayado. El pensamiento de los pioneros
de la vanguardia estaba abocado a la realidad histó-
rica y social, a los problemas objetivos de transfor-
mación de la cultura, a las empresas exteriores. La
crítica, la reflexión y la síntesis exigen hoy una preo-
cupación central en torno a la situación del indivi-

80 81
4
Dialéctica de la vanguardia

La idea artística de la vanguardia y el concepto


de modernidad o de cultura moderna son afines. Am-
bos designan, ciertamente, realidades distintas: por
una parte, determinados movimientos artísticos ca-
racterizados por unas actitudes sociales más bien be-
ligerantes o incluso agresivas, y, en cualquier caso,
de signo crítico, y, por otra parte, la idea general de
una edad histórica o la estructura de una civiliza-
ción que identificamos con la razón científica y la
tecnología, o bien, al mismo tiempo, con valores so-
cia les como la democracia o el socialismo. Más allá
de una descripción somera, pero amplia, como la an-
tecedente, lo moderno designa un hecho específico
y puntual: significa, concretamente, lo más reciente,
lo último, lo nuevo. Esta dimensión de lo moderno
como lo nuevo no só lo es sustentada por el signifi-
ca do etimológico de la palabra, sino tamb ién por la
conciencia de la modernidad tal como se ha desa-
rro llado a lo largo de sus exponentes filosófico s má s
úlgidos. Movimientos del pensamiento occidental

83
e<>lllo el Humanismo, la Reforma, la Ilustración y las ,·111ba rgo, la insustancialidad y el formalismo que se
v..111
guardias tienen en común una característica: e l , k sprende de estas definiciones (y como veremos de
rn es tionamienlo de sí mismos y de su época, la idea l.1 definición de vanguardia) es una característica
de renovación, de reformulación siempre comenza- dl' la misma cultura moderna en cuanto a su conte-
da a partir de cero de valores individuales y colecti- 11ido. Ésta no se identifica precisamente con valores
vos, de objetivos comw1es a una civilización. Decir, que posean una consistencia ontológica, como los dio-
por otra parte, que lo moderno significa lo más re- ..,es o los poderes trascendentes, sino en el orden to-
ciente, lo nuevo, supone sostener que la característi- ta l de una razón en sí misma formal y formalizado-
ca de lo moderno consiste en no tener identidad. La ra. Semejante intrascendencia y asustancialidad son,
novedad más bien se define por aquello a lo que se por el contrario, aspectos esenciales de las vanguar-
opone, o sea, lo viejo y lo pasado. Pero un individuo, dias desde el punto de vista de sus objetivos cul-
una época histórica o una particularidad cultura l turales.
cualqu iera sólo podrían definir una identidad pro- Este significado fundamental que las vanguardias
pia con arreglo a su pasado, a su memoria histór i- y su desarrollo histórico y lógico tienen para la cul-
ca, es decir, precisamente aquello que lo moderno tura moderna en general puede explicarse con arre-
está condenado a negar permanentemente en su in- glo a unas pocas categorías centrales. La primera de
cesable búsqueda de lo nuevo. 1 ellas es la relación de la cultura moderna con res-
En este proceso de autocrítica y autosuperación, pecto al tiempo histórico. En este sentido, son las
la vanguardia, considerada como fenómeno artístico vanguardias las que han definido y sancionado la con-
y a la vez cultural, adquiere todo su sentido. Si la ciencia histórica de la cultura moderna, o sea, su
autonegación de las identidades culturales objetivas relación con su pasado, y su radical orientación ha-
y fijas, devenidas opacas, y su fluir bajo una nueva cia las empresas fuluras y hacia un progreso indefi -
figura cultura], define la estrnctura de la moderni - nido. Al mismo tiempo, ellas han delerminado, con
dad como un proceso dinámico, la vanguardia artís- fuerza cultural global, la racionalidad propia de este
tica pone de manifiesto el acto mismo de esta nega- proceso histórico volcado hacia el futuro, y han de-
ción y autosuperación. Vanguardia y modernidad se finido uno a uno los valores éticos y estéticos más
condicionan mutuamente: no existe la una sin la otra . esenciales de la tradición cultural occidental en el
Sólo aparentemente podría objetarse que una de- sentido secular de este progreso histórico. Aun sien-
finición semejante de la modernidad es excesivamente do aparentemente muy generales, estas observacio-
formal y abstracta. La derivación etimológica del sig- nes poseen una importancia decisiva a la hora de
nificado histórico de modernidad o de vanguardia valorar el momento actual de la civilización cienlífico-
no parece sino aludir a un aspecto superficial. Sin técnica bajo el aspecto de la muerte de las vanguar-
dias. Allí donde se tiene en cuenta precisamente este
carácter fundamentante de las vanguardias, allí tam-
l. O. Paz, Los hijos del limo, Bar celona, 1974, pp. 194 y ss.; Hamld
Rosenberg, The Tradition of the New, Chicago. 1976; Matci Calines cu, bién esta crisis actual revela el aspecto de un mo-
Faces of Modernity, Indiana. 1977. mento previsto y en cierta medida necesario desde

84 85
l:1 111ism a di a léctica de las vanguardias. Los futuris- es tratégico y militar de la palabra. Son también co-
l ~is, e n pa rticular, como ha señalado Renato Poggio1i nocidos los comentarios sarcásticos que Baudelaire
L'll lo qu e puede llamarse el único intento por com- escribió en su diario al constatar con sorpresa el in-
prender el fenómeno global de las vanguardias desde tercambio de signos lingüísticos entre el ejército y
un a perspectiva teórica,2 plantearon explícitamente la literatura. Semejante coincidencia semántica no es
su propia disolución, o su autonegación, como mo- un hecho extrínseco a la naturaleza misma de la teo-
m ento integrante de su programa. Las vanguardias ría estética de las vanguardias.
son, fundamentalmente, un fenómeno cultural de sig- A comienzos del siglo XTX, el teórico de la guerra
no negativo, crítico y combativo, cuya primaria ra- Von Clausewitz definió básicamente a la vanguardia,
zón estriba en la oposición y resistencia contra la en su tratado Vom Kriege, como una fuerza de cho-
opacidad, la reificación o alienación de las formas que cuya tarea primordial consistía en la destruc-
culturales objetivas. Pero es también propio de la dia- c ión instantánea del enemigo. 3 Esta característica
léctica de las vanguardias el que, una vez cumplido de fuerza de choque y de un sentido destructivo es
su cometido iconoclasta y crítico, se conviertan ellas también, sin embargo, el principio estético que, des-
mismas en un fenómeno afirmativo, de carácter nor- de sus comienzos, definió la empresa artística y so-
mativo, y acaben afianzándose como un poder tam- cial de las vanguardias. Baste recordar, a este pro-
bién institucional y a la postre también opaco. La pósito, aquellos grupos de artistas, como los dadaístas
vanguardia, de este modo, afirma su propia necesi- de Zürich y de Berlín, los futuristas del norte de
dad como exigencia crítica y como concepción dia- Ita lia o los cubistas franceses, que en sus acciones
léctica incluso o precisamente allí donde traiciona y proclamas, pero, sobre todo, en sus exposiciones y
su original comienzo revolucionario, y se convierte L'xperimentos formales, asumieron la provocación y el
ella misma en una fuerza de signo conservador. Su esc ándalo como finalidad artística. Son incontables
verdad última es su autodisolución. los lugares y citas que coinciden en este punto: la
Dos paradigmas fundamentales definen desde un ,tpología de la bofetada de Tzara, el canto a la vio-
punto de vista histórico y también estn1ctural esta lencia, a la acción destructiva y despiadada de los
dialéctica objetiva y subjetiva de las vanguardias, en- 1u turistas, el culto estético del «espanto» que cele-
tendidas como proceso dinámico, como «movimien- bra un crítico como André Salmon, el placer am-
to» de carácter a la vez estético y social. Estos para- biguo en lo chocante y monstruoso que confiesa
digmas son, respectivamente, el concepto militar y ( 'ha rles Morice, la satisfacción del carácter «estupe-
el concepto político de vanguardia. Es sabido, a este 1ac iente» que el pintor Gleizes señala en sus confe-
respecto, que la misma palabra «vanguardia» corres- re ncias sobre el cubismo. 4 Debe recordarse a este
ponde al uso metafórico que un grupo de poetas fran- l'L'S
pecto con especial interés el tratamiento del efec-
ceses hizo, a mediados del siglo XIX, del significado
3. Carl von Clauscwitz, Vom Kriege, Bonn, 1966, p. 430.
2. Renato Poggioli, The Theory of the Avant -Garde, Cambrid ge, 1981, 4. Edward Fry, Der Kubismu .s, Colonia , 1966, p. 91; CL también Al-
lw1Lo Gleizes, Puissances du cubisme, Chamb e r1•, 1969, p. 219.
pp. 16 y SS.

86 87
lo shock en la estética de Walter Benjamín, quien
1ie11eel mérito no sólo de señalar polérnicamente este
ingrediente del arte moderno, sino, sobre todo, de
mostrar sus efectos negativos como fenómeno cultu-
ral general. 5 En fin, no en último lugar, la apología
de la provocación, del choque y de la ruptura se en-
cuentra íntimamente vinculada con la defensa del mi-
litarismo y de la guerra como tareas de trascenden-
cia cultural, en la que coinciden tantos artistas, desde
el mismo Georg Grosz, en 1914, hasta Kubin, van
Doesburg, Melewitch y, por supuesto, el grupo de los
fu turistas italianos.
Desde un punto de vista estético estos elemen-
tos de la provocación, la ruptura, las metáforas be-
ligerantes y las acciones agresivas, lo que en una
palabra podría llamarse el efecto shock del arte mo-
derno, presenta dos dimensiones objetivas comple-
mentarias. El choque estético supone, por un lado,
el ya mencionado elemento de ruptura, convulsiva
y violenta en sus aspectos aparentes y más espec-
taculares, respecto a la tradición o bien, lo que viene
a ser lo mismo, respecto a los hábitos formales esta-
blecidos y a las expectativas estéticas correspondien-
tes. Por supuesto, este aspecto de la ruptura con lo
habitual y establecido afecta a los aspectos estéticos
sólo como momento de los valores culturales en ge-
neral. En segundo lugar, a esta dimensión revulsiva
y, por ende, revolucionaria de la vanguardia hay que
añadir un aspecto positivo. El principio del shock,
en efecto, como ha precisado Walter Benjamín, intro-
duce un elemento automático, inconsciente e irrefle-
xivo en la percepción y en la experiencia estéticas.
El shock sustituye la experiencia estética propiamente
dicha por una percepción irreflexiva y automática,
9. Cario Carrá, Manifestatíone interventísta (tempera y collage,
38x30 cm, 1914. Colección privada, Milán)
S. Waltcr Benjamín, Discursus interrumpidos /, op. cit.

88 89
y en esla modificación se cifra, en última instan- rl'volucionaria de carácter anticipador y normalivo.
cia, el inlerés instnimental del nuevo arte de las van- Los nexos que vinculan a los pioneros de las van-
guardias revolucionarias (lanto en su versión polí- ~·uardias artísticas con los dirigentes de las vanguar-
tica, en el sentido del arte de propaganda política dias revolucionarias europeas de comienzos de siglo
-Heartfield, por ejemplo-, como en su versión so- '>On múltiples y variopintos. En unos casos, como
ciológica y urbanística, en el sentido de la racionali- d de los futuristas, las mismas categorías estéticas, el
zación del arte o la arquitectura para los fines de lenguaje y la noción de organización o de movimiento
]a racionalización social, y por último en el diseño ,trtíslico remiten directamente a las concepciones es-
publicitario). La elaboración interior de un objeto es tratégicas ele los grupos fascistas, hasla el punto en
desplazada por una respuesta en principio controla- que uno debe preguntarse si aquel movimiento ar-
da y fundamentalmente inarticulada. Y apenas es ne- tístico, y por consiguiente formal, simplemente asu-
cesario añadir, en fin, que en el arte, lo mismo que mió características ideológicas nacional-socialistas, o
en las técnicas de integración psicoterapéutica, o en más bien debe considerarse como un aspeclo espe-
las estrategias de manipulación política o comercial cial del movimienlo fascista italiano caraclerizado por
-en las que muy rápidamente derivaron las expe- su alta creatividad artística y su riqueza iconográfi-
riencias de algunos de los pioneros artísticos de las ca. En otras corrientes artísticas la vinculación con
vanguardias- este principio estético entraña un va- las vanguardias políticas de los movimientos revolu-
lor regresivo, arcaico y a la postre autoritario. A tra- cionarios no sólo era metafórica y teórica, sino or-
vés de esta estética del shock la experiencia misma ganizativa y estratégica, como sucede con el Novem-
del sujeto se suprime y la expresión artística se con- ber Gruppe o el Arbeitsrat für Künstler. El caso del
vierte en una forma impositiva de comunicación. grupo holandés o más bien internacional De Stijl
Desde esta perspectiva, la vanguardia aparece fun- (también el internacionalismo de los grupos artísti-
damentalmente como un fenómeno negativo, como cos de vanguardia está relacionado con el interna-
una protesta y una violencia dotada de un sentido cionalismo revolucionario de aquel momento histó-
ambivalente: a un tiempo emancipador e imperati- rico) es interesante porque no asume ninguna actitud
vo, abierto al futuro como libertad y cerrado a la política explícita y, sin embargo, incorpora en su auto-
experiencia subjetiva que fuera capaz de otorgarle conciencia de grupo y de movimiento los mismos ele-
un contenido creador. Las vanguardias fueron, no mentos que definen la dialéctica del parlido revolu-
obstante, y al mismo liempo, un fenómeno cultural cionario en su concepción más radical, por ejemplo,
altamente positivo, volcado al futuro, afirmador de la que expuso Lukács o Rosa Luxemburg. Volveré más
nuevos valores, anticipatorio, utópico y aun profético. adelante a este aspecto central. Finalmente, ha de con-
Esta segunda dimensión, en cualquier caso insepa- siderarse también el carácter contrincante entre am-
rable del primer momento destructivo o subversivo, bas vanguardias, la política y la artística, precisamen-
Jo consideraré a continuación bajo la segunda acep- te en virtud de la mutua competitividad entre sus
ción metafórica de la vanguardia, concretamente, respectivas y paralelas tareas sociales y revoluciona-
bajo su concepción política como una agrupación rias. El conflicto de Bruno Taut y los consejos obre-

90 91
rns alemanes, determinado en gran medida por el Bauhaus o De Stijl, el impulso artístico expuesto bajo
ideario de carácter idealista del primero, y muy par- aquel lema no adquirió toda su plena importancia.
ticularmente la larga pugna entre las vanguardias ru- En las corrientes de la vanguardia -y De Stijl o el
sas y el partido bolchevique, que terminó con la di- Bauhaus son ejemplos paradigmáticos a este propó-
solución de aquéllas, son fenómenos sintomáticos y sito- la nueva reivindicación de un estilo moderno
conocidos. rebasó las exigencias formalísticas de un lenguaje con
De acuerdo con sus exponentes teóricos, Lenin, determinadas características. De una manera general
Rosa Luxemburg o Lukács, la vanguardia política o puede decirse que, desde Poelzig hasta Hilbcrseimer,
revolucionaria se define sobre la base de dos axio- o desde Carrá hasta la obra madura de Malewitch o
mas: su fuerza organizativa que permite dirigir a las de Mondrian, la noción de estilo que responde por
masas y posibilitar a través de estrategias adecua- la búsqueda formal de las vanguardias restableció
das su victoria política, o sea, la revolución social, el sentido civilizatorio propio de su concepción cla-
y, en segundo lugar, su sentido utópico o su carác- sicista. Para Goethc o para Schinkel, el estilo se ca-
ter anticipador de una nueva realidad social. 6 El racterizaba por dos componentes fundamentales: un
primer aspecto fundamenta su papel dirigente, o sea, sentido colectivo, que lo convertía en representación,
su función como sistema de poder; el segundo mo- expresión de un sentir general, ya fuera de un pue-
mento determina su cometido normativo y su valor blo, ya de una época histórica, y, en segundo lugar,
ético-político en un sentido ideal. una función formadora o educadora en aquel senti-
Estos dos componentes esenciales los volvemos do superior ilustrado y romántico que encierra la
a encontrar, bajo una formulación obviamente dis- idea alemana de Bildung. La voluntad formal de las
tinta en cuanto a sus medios expresivos, aunque no vanguardias reitera estos dos elementos de manera
en cuanto a sus objetivos sociales, en las concepcio- polémica contra el esteticismo y el eclecticismo for-
nes programáticas de las vanguardias. La rúbrica ge- malista heredados del siglo xrx. Sólo que su formu-
neral que agrupó a las corrientes del expresionismo, lación es ahora distinta, conforme a la naturaleza de
el cubismo, el neoplasticismo, el purismo o el cons- la revolución estética que emprendieron, y cuyas ca-
tructivismo en una comunidad de intereses cultura- racterísticas esbozaré aquí mediante el concepto de
les fue la creación de un nuevo estilo. Semejante vo- estética cartesiana.
luntad de estilo ya había sido, por otra parte, una El primer aspecto del estilo, su dimensión con-
categoría de signo programático utilizada por la crí- sensual y representativa de una época, fue asumida
tica de arte desde comienzos de siglo, por ejemplo como exigencia por parte del arte y la arquitectura
en algunos ensayos de Riegl o de Worringer. Sin em- en relación a los valores de la civilización tecnológi-
bargo, hasta llegar a grupos como el Werkbund, el ca. Se trata, en última instancia, del Lema discutido
en el capítulo anterior sobre la identificación sim-
6. G. Lukács, Geschichte und Klassenhewustsein, op. cit., pp. 70 y ss. bólica del arte moderno con la máquina. La segun-
Cf. también A. Pannckock, II. Gorler, Organisation und Taktik der prole-
tarische11 Revolution, Francfort, 1969, pp. 188 y ss., y Rosa Luxcmburg, da característica integrante de la concepción clásica
Marxisme con1re dictadure, París, 1946. de la forma artística, su papel formativo y, por ende,

92 93
su función civilizatoria, fue reformulada como tarea nización sociales. 7 Las tareas del nuevo artista, por
organizativa del nuevo arte desde un punto de vista ejemplo en el Bauhaus, en las concepciones progra-
individual y social. El significado de esta función re- máticas del suprematismo o en grupos particular-
novadora se pone de relieve con mayor claridad si se mente radicales como los productivistas rusos, ya no
tiene en cuenta que no sólo las concepciones urba- se distinguen nítidamente del ingeniero, del político
nísticas, por ejemplo las de Hilberseimer, sino incluso y del administrador soc ial.
un arle aparentemente alejado de las exigencias Como ya he subrayado al referirme al problema
prácticas de la vida urbana como la pintura, adop- del maquinismo como elemento simbólico y utópi-
taron explícitamente -como sucede en Mondrian- co del arte moderno, no puede decirse tampoco a
el objetivo utópico de anticipar en la forma artística este respecto que el proceso de transformación esté-
un orden moral y social. tica esencial a la modernidad sea idéntico con un
Todo ello converge en lo que puede llamarse la reduccionismo artístico y a la postre con una acti-
actitud general de los artistas de vanguardia: un es- tud anli humanista. La destrucción de la autonomía
fuerzo por intervenir en los quehaceres sociales, por del arte, la identificación, al menos tendencia!, del
aprehender la sociedad y la cultura como w1 todo, artista y el ingeniero, o del artista y el agente políti-
y por transformarlas con arreglo a las recién descu - co -explícitamente reivindicados por algunos de los
biertas categorías estéticas y utópicas. Pero, al mis- protagonistas de las vanguardias- partieron, en un
mo tiempo, legitima aquella misión dirigente y pio- principio, de una exigencia crítica: la superación del
nera en el sentido más sustantivo, que los artistas conflicto entre idealidad poética y realidad cosifica-
de las vanguardias heredaron de las organizaciones da, entre el sueño trascendente de felicidad, que el
políticas revolucionarias. La búsqueda de un nuevo arte transforma como realización autónoma de la be-
estilo como representación y anticipación formales lleza, y la existencia social sometida a un principio
de una realidad social, política y espiritual nueva con - coercitivo de dominación y desigualdad. Este com-
vergió, en lo teórico como en lo práctico, con aquel ponente utópico y revolucionario es algo de lo que
elemento utópico y normativo que constituyó tam- la cultura moderna no puede, ni ayer ni hoy, pres-
bién el impulso revolucionario de los partidos polí- cindir. El imperativo de la realización y la plenitud
ticos de vanguardia. seculares de la vida humana y la cultura plantea
Este proceso transformador de la conciencia ar- siempre al arte la exigencia de su realización. Pero,
tística moderna no sólo ha alterado la adecuación al mismo tiempo, la positividad de una cultura fun-
exterior del arte o la arquitectura, sino también su dada en la dominación agresiva de la naturaleza ex-
propia conciencia y la misma naturaleza de lo esté- terior y humana tiende a transformar una y otra vez
tico. En sus formulaciones más extremas, en el sen- esta realización de lo artístico en sus términos dia-
tido vanguardista, el arte abandona aquella esfera metralmente opuestos: la perversión del arte como
autónoma que había conquistado con el proceso de
secularización de la cultura, para convertirse tenden- 7. Stephcn Bann (editor), The Tradition of Constructivism, Londres,
cialmente en un factor de la producción o de orga- 1974, pp. 32 y ss. (A. Gan, «From Constructivism»).

94 95
10cnica de manipulación de lo real y momento tk di11sky.8 En definitiva, la significativa convergencia
esta misma dominación agres iva. Tal fue el prof u11· d, planteamientos estéticos racionalistas con trasfon -
do sentido ambivalen te que desde una perspect ivn ,1,,s teosóficos, como se da en Mondrian, en Kan-
tanto estética como cultural caracterizó a la vangua1 d111sky,en Taut, o en parte también en Klee y en
dia artística. llll'n, debe explicarse a partir de esa necesidad de
Un ulterior factor, o más bien, un doble ideal l'S 11,ndar con valores trascendentes la aspiración utó-
tético, debe tenerse en cuenta para comprender la p1ra y radical del nuevo arte.
transformación de la conciencia artística y el senti Otro tanto puede decirse del ideal del Gesamt-
do utópico de las vanguardias: la idea de un arte ah ¡,1111stwerk, de la obra de arte total. Bajo aspectos
soluto y el objetivo de la obra de arte total. Ambas diferentes, pero oomunes en el fondo, esta noción es
nociones se remontan a la estética romántica de l si lormulada como objetivo inmed iato por los arquitec-
glo x1x, y ambas fundamentan programática y teó ri los expresionistas como Taut, Steiner, Poelzig y, fi-
camente la aspiración de las vanguardias al papl'I nalmente, se erige en e] alma que inspiró el proyec-
de pionero y de agente de transformación social al to del Bauhaus de Gropius. 9 En todos ellos la obra
que me he referido. Desde el punto de vista de la de arte total no apuntó solamente a una integración
estética romántica el momento de lo absoluto es l'I rnn junta de todas las artes. Al mismo tiempo, el diá-
que confiere al arte su valor ideal y, como tal, el sen- logo múltiple entre las artes permit ió indagar un sen-
tido de determinados valores incondicionales que e11 tido or iginal y primario de la creación artística mis-
ocasiones, como en la obra literaria de Novalis, Sl' ma. La historia de l Bauhaus ofrece a este respecto
proyectan hacia lo utópico. Y es utópico también y un ejemplo maravilloso de cómo la interacción de
transgresor, al menos en su or iginal intención, el ideal problemas pictóricos, compositivos, constructivos, eco-
de la obra de arte total, entendido como superación nómicos, sociales y teóricos impulsó a sus maestros
real de la reificación y división de las artes, pero tam- en el sentido de una investigación sobre las cuestio-
bién como posibilidad de integrar al individuo en una nes más elementales del diseño.'° A través de este
cultura definida sobre la base de valores estéticos. ca mino la síntesis programática y práctica de las ar -
Ambos elementos fueron reformulados en el contexto les se convirtió en el medio de aquel objetivo social
de las vanguardias históricas con un contenido ra- y civilizador del diseño o de la forma al que antes
dical. La estélica de lo absoluto se convirtió en uno
de los más importantes valores formales del expre-
8. Entre otros muchos lugares pueden mencionarse los siguientes:
sionismo, el cubismo, el purismo y el neoplasticis- Paul Klee, Unendliche Natur, Colonia, 1970, p. 25; Bmno Taut, Die gléi.-
mo. Mondrian, por ejemplo, declaró abiertamente I eme Kette, Berlín, 1963, pp. 38-39; A. Onzenfant y Ch.E. Jeanneret, «Ten-
que el arte neoplasticista, el arte del futuro, de- denz zum Kristall », en E. Fry, Der Kubismus, op. cit., pp. 182.
9. Poelzig, «Werkbundrede» (1919), en Poe/zig, Akademie der Künste,
bía ser la expresión de valores metafísicos no su- Berlín, 1974, p. 119. Sobre la idea de la Gesamtkunstwerk en e l contexto
jetos a condic ionantes históricos o individuales a l- de los años veinte, cf. el estudio de Karl Hcinz Hüter, Das Bauhaus in
gunos. Un auténtico ideario subyace a la defensa Weimar, Berl ín, 1976, pp. 81 y ss.
10. Cf. el primer programa del Bauhaus, de W Gropius, en Wingler ,
de lo cristalino de Taut, Le Corbusier, Klee o Kan- La Bauhaus, Barcelona.

96 97
he aludido al señalar la íntima relación que exisl in 1:d ambivalencia. Ésta puede formularse de una ma-
entre el concepto clasicista y el concepto van gua 1 11l'ra sencilla: las vanguardias fueron, como fcnóme-
dista de estilo. La Gesamtkunstwerk sintetizó con su 110 estético dotado de una dimen sión humana y po-
aspirada globalidad las distintas aportaciones forma lI tica amplia, un movimiento de signo crítico y
les de la vanguardia bajo aquel sentido global y d , tnancipador. Sin embargo, no existe un solo aspee-
vilizador que define la utopía artística de la me, lo de su lucha contra el pasado, de su radical críti-
dernidad. ' ;1 de la opacidad cultural y social de su entorno in-
Todos estos elementos, inherentes a la teoría y a 111c diato, ni de su programa estético o su utopía
la realidad histórica de los grupos vanguardistas dl' 1 ivilizatoria que no haya adquirido a lo largo de la
comienzos de siglo en Europa pueden considerarsl' historia del siglo xx un sentido contrario: un mo-
como aspectos en cierta medida inconexos de un tod,, mento de carácter legitimatorio o bien un factor ins -
heterogéneo , y básicamente conflictivo y caótico. E11 trumental al servicio de una dominación agresiva de
realidad, ellos aparecen aquí y allá, en formulado la naturaleza exterior y humana. Hoy estos aspectos
nes siempre distintas, y dotadas siempre de acentua 11egativos, manipu]ativos y legitimatorios son tan evi-
dones diferenciadas, a lo ]argo de la historia de las dentes y tan dolorosos que apenas llegamos a recor-
corrientes del arte abstracto. Así, el dadaísmo encama da r la original intención revolucionaria de sus con-
fundamentalmente una concepción nihilista del mun - signas. En esta constatación escéptica del fracaso de
do, con una característica decididamente activista y la modernidad estética reside buena parte de lo que
destructora, muy lejana de las ideas del purismo o hoy sentimos como vacío, crisi s o nihilismo cultu-
el neoplasticismo. Al mismo tiempo, el racionalismo rnl. Por esa razón también creo necesario el replan-
de estos últimos diverge radicalmente del espiritua - teamiento, polémico con respecto a las interpretacio-
lismo de signo místico y escatológico propio de la nes académicas todavía vigentes, así como a las
arquitectura, la lírica o el cine expresionistas. falsificaciones practicadas por los apo]ogetas del pos-
Y, sin embargo, estos momentos en sí mismos dis- modernismo, de la historia del arte moderno, en bus-
pares forman una unidad lógica que explica la evo- ca de una nueva energía crítica y de una nueva tra-
lución de las vanguardias, el desarrollo de un arte dición poética capaz de servimos como principio de
abstracto, la implantación de un estilo internacional resistencia e impulso hacia el futuro.
en la arquitectura, y la concomitante difusión de va- Quisiera terminar este examen de las vanguardias
lores utópicos, ora éticos, ora sociales y políticos, a con una sucinta mención del sentido de la «estética
cuyo conjunto llamamos unitariamente modernidad. cartesiana». Ciertamente, sería abusivo y falseador
He propuesto aquí, esquemáticamente, un modelo de pretender remitir los componentes fundamentales del
interpretación que persigue dos objetivos fundamen- arte moderno a una sola fórmula. Más bien desea-
tales. Por una parte se trataba de reconstruir la evo- ría puntualizar que considero el arte moderno como
lución histórica de ]as vanguardias con el fin de una realidad contradictoria, tensa, y, por consiguiente,
rescatar su sentido más crítico y más vigente. Al mis- no susceptible de responder por una identidad fija
mo tiempo, quería poner de manifiesto su fundamen- y acabada. He considerado aquí dos aspectos de las

98 99
\'f111guardias artísticas, agrupados en torno a la t.'li 1i. es tán estrechamente vinculados con la investiga-
111ologíamilitar y política de la palabra vanguard ia, ' 1e111positiva de las ciencias física y matemáticas, y
.1sí como al intercambio de valores y significados qm• 1>l'scartes nunca pretendió elaborar en base a su ra-
esta raíz semántica refleja, lo suficientemente con ' ,onalismo teorético una doctrina estética. Sin em-
l radictorios entre sí como para no dar pie a una in 1,;irgo, el proceso de conocimiento ele la realidad que
terpretación monolítica o estática. ,11 obra instituye presenta elementos tan caracterís-
Y, sin embargo, la categoría de estética cartesia 1,ros, precisamente desde una perspcct iva estética,
na permite agrupar, sobre un trasfondo polémico, elc- 1 orno la anterior consideración sobre el lema de la
men tos efectivamente dispares y heterogéneos, a l 111ptura y el problema de la negación del pasado. Se
tiempo que conferirles una dimensión histórica y cul- trata de aquellos aspectos f undamentalcs de la tco-
tural esclarecedora. Dos cuestiones fundamentales de- 1 ia cartesiana del conocimiento como el rechazo de la
ben reseñarse a este respecto . Propio de la filosof ía imag inación y la fantasía, la negación de la memo -
cartesiana es la dualidad entre una duda absoluta ria histórica y la tradición, la negación de la me-
y una absoluta ruptura de la tradición y el pasado moria biográfica individual, el rechazo absoluto de
en general, y, por otra parte, la voluntad positiva de la naturaleza interior del hombre o el cuestionamicn-
construir un edificio firme de conceptos y valores 10 de los elementos sensibles de la experiencia, en
universales. Esta tensión entre lo negativo y lo posi- los que reposa su moderna concepción de la critica
tivo, entre la tarea destructiva de la crítica escéptica filosófica. Todos estos elementos se ponen de mani-
y la tarea constructiva de la autorreflexión raciona- fiesto a lo largo de los exponentes más sobresalien-
lista, ya no nos resulta un elemento extraño tras el tes de las vanguardias históricas, y de manera par-
precedente análisis en torno a los componentes fun- ticular en el cubismo, el neoplasticismo, el purismo
damentales de la conciencia cultural e histórica de y el suprematismo. Así, en el tenor despersonaliza-
los pioneros de ]a vanguardia europea. El concepto dor y desindividual izador de los retratos de Picasso
de estética cartesiana arroja, en este primer sentido, o Braque se halla presente el rechazo de los aspec-
una visión particularmente nítida, aunque también tos particulares de la figura humana, aquellos ras-
problemática, sobre este aspecto central de la mo- gos «miméticos» que, sin embargo, exhiben la singu-
dernidad que he tenido ocasión de subrayar en sus laridad irreductible de la persona. El purismo o el
exponentes artísticos: la ruptura con el pasado, el neoplasticismo, por su parte, plantean una exigencia
cuestionamiento de sí mismo, la exigencia siempre purificadora de ]os medios plásticos tendente a li-
reformulada de volver a los orígenes, de partir, una brar los aspectos sensibles, naturales, miméticos, ima-
y otra vez, de cero. ginativos o individuales de la expresión pictórica en
Pero más interesante me parece la definición de un universo de valores absolutos e incorruptos.
una estética cartesiana en lo que respecta a sus va- Por otra parte, la filosofía cartesiana privilegia
lores afirmativos, a su sentido constructivo. Se trata aquellas formas del conocimiento, como la geome-
del idealismo propio de la teoría del conocimiento tría o las matemáticas, asentadas sobre una base ló-
cartesiana. Sus valores epistemológicos, ciertamen - gica de validez autónoma y absoluta. Semejante po-

100 101
s1c1on inlelectualista caracteriza de manera análoga dad visual o pictórica. El cubismo sería una pintura
a las más influyentes tesis teóricas y programáticas lógico-trascendental. Y, de hecho, los mismos portavo-
del período heroico de las vanguardias artísticas. Uno ces de la vanguardia, así Oud, van Doesburg, Léger,
de los ejemplos más característicos a este respecto Severini, Malewitch o Kandinsky adoptaron no sola-
lo ofrece, en el romanticismo estético del expresio- mente un credo, sino también una jerga cientificista
nismo alemán, la defensa arquilectónica y pictórica parn la interpretación y definición programáticas del
de lo cristalino. La estética del cristal -que es afín nuevo estilo. El nuevo arte, o, mejor aún, la nueva su-
Lambién al purismo, al cubismo y al art decó- par- presión del arte bajo la exigencia de constituir un len-
te, implícita o explícitamente, de la concepción idea- guaje estilístico adaplado a las formas del poder racio-
lista de los sólidos platónicos, es decir, de un orden nalizado científico-técnicamente, se definía a sí mismo
geométrico e ideal común al espíritu y a la nalura- como parte integrante de esa producción racional.
leza. Este idealismo de signo espiritualista, que tan La estética cartesiana no sólo designa la raciona-
brillantemente expusieron teóricos de la pintura mo- lización de la composición visual como un orden sus-
derna como Kandinsky o Klee, coincidió por otra par- ceptible de ser determinado con arreglo a esquemas
te con los valores cientificistas o racionalistas a tra- o categorías estrictas; tal fue también la concepción
vés de los cuales el arte abstracto presumía una clásica de la belleza que un arquitecto como Le Cor-
síntesis con la civilización científico-técnica. busier heredaba de la teoría renacentista de la pro-
En el contexto de este racionalismo estético, ora porción áurea. Lo propiamente cartesiano residía más
de signo espiritualista, ora de signo cientificista, debe bien en la conciencia de lo plástico como una reali-
mencionarse la interpretación del cubismo realiza- dad no sensible, no imaginativa o no intuitiva, sino
da, poco después de la Primera Guerra, por el co- analítico-s intética o abslrncta y trascendenlal. Bajo
leccionista y crítico Kanhweiler. 11 Como Severini, tal cartesianismo estético se reduplicaba aquella ne-
Apollinaire y otros escritores asociados a las vanguar- gac ión del arte en la voluntad de estilo que he sub-
dias, Kahnweiler destaca también el carácter intelec- rnyado anleriormente; se reduplicaba en la condena
tualista, abstracto y racional del nuevo arte. Sin em- de la realidad sensible, natural y «mimélica». Por úl-
bargo, en su afán de distinguir con mayor precisión timo, y en tercer Jugar, las innovaciones fom1ales del
el novum histórico del cubismo, Kahnweiler traza una arte y la arquitectura de las vanguardias, como la
analogía entre la epistemología kantiana y la estéti- abstracción y geometrización de las formas en el cu-
ca del cubismo. Kant había fundado su teoría del bismo o el neoplasticismo, la inmaterialidad y lumi-
conocimiento en el carácter apriorístico de las cate- nosidad del espacio en la arquitecturn expresionista
gorías. Así también, argumenta este crítico, el cubis- de Taut, en las visiones de Scheerbart, en Gropius
mo habría descubierto las «categorías visuales» con o Mies, significan algo más y, al mismo tiempo, algo
las que efectuar el análisis y la síntesis de la reali- ,ncnos que la adopción artística de un racionalismo
l'icnti[icista o incluso del fundamento racionalista de
11. D.H. Kahnweilcr, Der Weg zwn Kubismus, Munich, 1920, pp. 14 la cultura moderna. El racionalismo estético de la
y SS. 11uevaconcepción del arte es algo menos que el ra-

102 103
c.:ionalismo cartesiano o filosófico en general porqm·, lormas de un poder cuyos resultados últimos,
en dcfinitiva, una pintura como la de Mondrian o una t·n las formas de control y racionalización de la exis-
arquitectura como la de Mies van der Rohe no oper.i it·ncia promovidos por la arquitectura, el urbanismo
precisamente con nexos lógicos y categorías puras, o el diseño en general, son coactivos en cuanto a su
sino con formas sensibles, ritmos, materiales y co lo- 11aluraleza intrínseca.
res. Por otra parle, estos componentes semánticos son, Exisle un conflicto entre la crítica iconoclasta y
al mismo tiempo, algo más que la pura traducción ,ubve rsiva, y, por otra parte, la legitimación e.le un
artística de una concepción racionalista en la medi poder coactivo, o bien entre la \Oluntad innovadora
da en que elevan estos mismos presupuestos episte- del futuro y la aspiración, no menos intransigente,
mológicos a normas culturales de carácter general de someter el mundo vital a un principio igualador.
a través precisamente de su plasmación sensible. A hta tensión puede mostrarse en la polaridad que
fin de cuentas, la diferencia entre una superficie geo ,epara dos extremos históricos como el dada1smo y
métrica de vidrio y acero y una página de Descartes l'I expresionismo, por un lado, y h.1postulación del
reside en el hecho de que aquélla constituye el me- lnternalional Style, por otro, como aspectos que, no
dio físico en el que vivimos y también pensamos. obstante, han sido equívocamente institucionalizados
El concepto de estética cartesiana permite esta- como partes de un continuwn histórico y cultural.
blecer aquel nexo interior entre lo formal y lo histó- Apenas es preciso señalar cuáles son los eslabones
rico, entre la deCinición de un nuevo estilo y la con- 111termcdios entre la actilud subversiva de los pri-
cepción general de la sociedad, que desentraña el 111crosy la posición impositiva, legitimatoria y acrí-
sentido último de las vanguardias como portadoras t ,ca de los segundos. Se pueden encontrar en las va-
de la utopía cultural de la modernidad. Con ello lle- vas y contradictorias justificaciones artísticas de un
gamos a una definición más precisa de la cultura .11nbiguo <<funcionalismo» en la obra teórica de Gro-
moderna que la de aquel formalismo de lo nuevo y p1us, o bien en los planteamientos artísticos y cultu-
de la recreación de una identidad siempre virtual. 1,lles de Mies van der Rohe o de Philip Johnson, como
La modernidad artística del siglo xx se pone de ma- 11ILeriorejemplo de un culto directo y hasta retórico
nifiesto como un proceso general de racionalización del poder tecnológico y sus valores simbólicos de la
que no arranca de un paradigma científico-técnico, frialdad, la indiferencia por lo individual, lo históri-
sino precisamente del cartesianismo artístico de las t o y lo poético, la uniformización y el rigor de un
vanguardias que lo elevaron a valor vital de signo orden impersonal.
universal. Este doble aspecto de la racionalidad es- En el mundo de hoy no queda lugar ya para las
tética y del proceso de racionalización de la cultura l'spera nzas simples en la racionalización de la cul-
en general descubre, finalmente, aquel fondo de la tura que impondrían conjuntamente la maquiniza-
cuestión del que habíamos partido: la fundamenta l t 1ón de la producción a través de los nuevos rccur-
ambivalencia que el arte y la arquitectura de van- os tecnológicos y la maquinización de la vida a
guardias mostraban o muestran entre su intención través del nuevo arte y la nueva arquitectura. La mis-
revolucionaria y emancipadora y su vinculación a las 111autopía del progreso lineal ha sido radicalmente

104 105
desbancada por los acontecimientos históricos. l>t
esta suerte, los contenidos aparentemente emancipa
5
dores que caracterizaban de manera común la crit i
ca de la filosofía de Wittgenstein, la critica del 01 El futuro
namento y la historia de loos, la defensa del purismo
de Le Corbusier o Mondrian, o la pintura suprema
tista, se han vuelto obsoletos. La ambivalencia intrí11
seca de la estética y la concepción cartesiana de la
cultura se decanta hacia su extremo negativo: la ra
cionalización de la cultura que arquitectos o artis
tas como Mondrian, Le Corbusier, Mies o Ma]ewitc h
propusieron aparece como el proceso de una cum
plida uniformización coactiva de la cultura, como me-
dio del imperialismo cultural de la tecnología.
Con la conciencia cultural y estética de esta am -
bivalencia intrínseca al ideario y al significado sim -
bólico de las formas desplegadas por los pioneros Mas allá del espíritu moderno de las vanguardias
y los epígonos de las vanguardias, éstas llegan al lí- históricas, mas allá de la conciencia de sus contra-
mite de su vigencia histórica. Pero este límite, cuya d icciones y de su liquidación, nos damos cuenta que
ubicación en el tiempo es muy variable, en conso- una nueva edad comienza. Está presidida por gran-
nancia con los aspectos culturales, artísticos o polí- des crisis mundiales y por una angustia colectiva sin
ticos que se consideren, no es un simple eclipse de precedentes en la historia. La época por venir se ha-
lo moderno. Supone más bien un obstáculo, un de- lla condicionada en lo fundamental por los avances
caimiento, y, al mismo tiempo, una exigencia inte- de una tecnología agresiva, por el desarrollo de con-
rior de renovación. Esta actitud radical y renovado- flictos sociales en gran medida incontrolables, el pro-
ra es la que distingue la crítica de la vanguardia greso de los conocimientos técnicos y el creciente
desde una perspectiva sociológica y cultural, del co- poderío de los medios de comunicación. Frente a este
yuntural y banalizador fenómeno agrupado en tor- proceso, el arte y la arquitectura pueden extraer de
no al nombre de posmodernismo, en el cual el va- la experiencia de las vanguardias o de sus pioneros
ciamiento de los contenidos formales del arte un impulso crítico y liberador. No se trata de resti-
moderno más bien es encubierto mediante una exa- tuir algún credo mesiánico sobre la función salva-
cerbación ornamental y retórica de sus mismos com- dora del arte y la arquitecturn, pero tampoco de aban-
ponentes formales, o bien de un historicismo de ca- donar el desarrollo de la cultura ciegamente a la
rácter ecléctico y nostálgico. La superación de la inercia de los factores objetivos de un progreso de
van guardia supone, por el contrario, una reactuali- signo destructivo. El drama de la conyuntura tardo-
zac ión de su sentido crítico y de su impulso utópico . moderna es precisamente el de un porvenir sin fu-

106 107
1.uro conscienLemente definido, sin proyecto y sin sen- corrientes del pensamiento contemporáneo reside en
tido, drama cstilizadamente encubierto bajo un eclec- 'iu capacidad de dar expresión a una realidad con-
ticismo, un historicismo o un populismo que entra- tra dictoria y tensa, en el subjetivismo que abre las
ñan una profunda renuncia al estilo, a la belleza puertas a ]a elaboración de la angustia o la esperan-
artística, y al significado humano y social del arte. za, en la voluntad reflexiva que trasplanta los pro-
La tradición de los pioneros de la vanguardia, em- blemas objetivos de la historia en lo interior, para
pleando esta palabra en su sentido más amplio, nos sobreponerse a ellos a través de la forma, de la vo-
abre hoy precisamente a la alternativa de esta refle- luntad de estilo o la fantasía utópica.
xión sobre la sociedad, la condición humana en ella Dos aspectos quiero señalar, para acabar, a pro-
y el futuro más allá de la dialéctica de la domina- pósito de esta necesidad de replantear el arte y la
ción, más allá de lo puramente tecnológico. El ele- arquitectura modernos, y en relación a la obra de
mento válido y esencial que aquel movimiento artís- Gaudí. Característico en ella -y la razón por la que
tico expuso era una concepción de la forma, la ha sido marginada a partir de los epígonos del Mo-
composición y el diseño en la cual lo estructural y vimiento Moderno- es precisamente esta prevalen-
lo simbólico, lo individual y lo social, lo reflexivo y cia de lo simbólico y expresivo. Pocos exponentes del
lo utópico, lo expresivo y lo constructivo mantenían a rte contemporáneo han utilizado en este sentido len-
un cierto equilibrio entre sí, una discreta unidad. El guajes y símbolos más diversos que los integrados
arquitecto brasileño Vilanova Artigas ha formulado en la obra de Gaudí. La iconografía románica com-
recientemente esta exigencia a la vez estilística, hu- bina sus valores con el orden constructivo del góti-
mana y socia] del diseño, poniendo de relieve su iden- co, y la expresividad de formas barrocas adopta un
tidad con el proyecto como anticipación, la unidad lenguaje simbólico en el que elementos mediterráneos
de lo formal y la belleza con el sueño de una reali- se intercambian con elementos nórdicos y orienta-
dad mejor, con la utopía. les. Pero lo propio de Gaudí, lo que unifica su am-
En nuestro contexto cultural de hoy, la tradición plio repertorio artístico bajo una ley común, es ]a
del expresionismo europeo y latinoamericano posee modernidad estilística que impone la abstracción de
un significado especial. Empleo el término expresio- ]as formas o los volúmenes, o la concepción abstracta
nismo más bien en un sentido estético, como una y dinámica del espacio.
definida concepción del arte centrada en los aspec- Semejante actitud sintética no significa en su
tos expresivos, ideales y aun utópicos, y no tanto en obra, empero, el puro eclecticismo de las formas. Es
su significado histórico relativo a corrientes deter- lo que le distingue radicalmente de la estricta vo-
minadas del arte contemporáneo. Es expresionista en luntad de pastiche propia del modernismo catalán
este sentido amplio el pensamiento utópico de Rüh- o del posmodernismo norteamericano. La síntesis es-
le o Bloch, la arquitectura de Gaudí, Niemayer o Ba- tilística o formal posee en una obra como la Sagra -
rragán, la pintura de Beckman o Malisse, la escultu- da Familia un sentido de autenticidad porque parte
ra de Giacometti, y novelas como Alexanderplatz, pero de una posición reflexiva. Lo histórico, el babel de
también como Macunaima. La actualidad de estas las lenguas establecidas, pero desgastadas, adquiere

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el significado de una auténtica expresión en la nw
dida en que son asumidas bajo una nueva reflexión
sobre el hombre moderno, la crisis de la cultura tra
dicional y la esperanza.
Si el momento de la síntesis supone tensión en 11
tre aspectos heterogéneos de la cultura, confronta
ción con la realidad, expresión de lo histórico, de lo
cambiante, voluntad utópica de transformación, l'I EL ARTE MODERNO
segundo momento que quería subrayar implica su Y EL FUTURO DE LA CULTURA
extremo contrario: lo intemporal y puro. Tal [ue el
sentido de la misma Sagrada Familia, la catedral <ll·
los pobres, como él la concibió, en que la preocupa
ción social se funde con los valores espirituales <ll·
lo infinito, de lo alto y la salvación.
En este concierto entre naturaleza y arquitectu -
ra, entre lo luminoso y lo irracional, entre lo relati -
vo y efímero, o el movimiento, y, por otra parte, lo
infinito y lo incondicional reside precisamente la di-
mensión más rica de una modernidad contradicto -
ria como la nuestra, una modernidad como las qm·
entendió Baudelaire al referirse a la estética de Cons-
tantin Guy: «La modernité, c'est le transitoire, le fu-
gitif, Je contingent, la moitié de l'art, dont l'autre moi-
tié est l'eternel e l'immuable».

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