Historia de la belleza.
De Fidias a Picasso
Francisco Calvo Serraller, Miguel Angel Elvira Barba,
Isidro G. Bango Torviso, Victor Nieto Alcaide,
Antonio Manuel Gonzélez Rodriguez, Miguel Falomir,
Alejandro Vergara, Javier Portis, Ramén Andrés, Valeriano Bozal,
Christopher Riopelle, Manuela B. Mena Marqués, Agustin Sanchez Vidal,
Victor I. Stoichita, Leticia Azcue Brea, Luis Feméndez-Galiano
19] Fundacién Amigos
[LX] Museo del PradoRostro formado / Rostro
deformado.
El rostro entre construcci6n
y de-construcci6n
Victor I. Stoichita
, Musée du Louvre) se presenta de medio cuerpo (retrato en bus-
), Sobre un fondo de paisaje que se pierde en un lejano horizonte y
fona Lisa es un detalle que ha pasado casi desapercibido pese a los
ichos comentarios que esta obra mitica ha engendrado. Sin embar-
él velo, este velo, contribuye de manera esencial a la instauracién
UELrostro como centro de la representaciGn. El retrato, este retrato, se
fonstruye en torno a una cara y Giorgio Vasari, primer responsable
Hela creacién de una leyenda que atraviesa la historia del arte occi-
Mental, supo verlo bien.
Inte este rostro, quien quisiera saber lo que puede el arte en su imitaci6n de
haturaleza, lo aprender sin esfuerzo; los menores detalles que la sutilidad272
Victor 1, Stoichita
de la pintura permite estén aqui representados. Sus ojos limpidos tienen e]
resplandor de la vida; rodeados de matices rojizos y phimbeos, estén bordea-
dos de pestafias cuya realizacién supone la mayor delicadeza. Las cejas, con
su colocacién en ciertos lugares més espesas o més escasas, siguiendo la dis-
posicin de los poros, no pueden ser més reales. La nariz, con estupendas
aletas rosas y delicadas, es la vida misma. EI modelado de la boca, con el
‘matizado paso del rojo de los labios al encarnado del rostro, no esté hecho de
color, sino de carne. En el surco del pecho, el espectador atento captard el
batir de las venas. Se debe reconocer que la ejecucién de este cuadro es dig-
na de estremecer al més vigoroso de los artistas que existir pueda.!
Seguramente se habré notado que la descripcién hecha por el «pa-
dre de la Historia del arte» repite la construccién de la imagen,
«Sus ojos limpidos», las cejas, la nariz, «con estupendas aletas ro-
sas y delicadas», la boca con los labios rojos, la carnacién del rostro
(Vincarnazione del viso), incluso los poros de la piel, todo est pre-
sente. Mona Lisa, afiade también Vasari, era muy bella (bellissima),
pero el asombro que suscitaba no era solo a causa de su belleza. Si
Ja obra hacfa temblar a los artistas, se debfa a una realizacién pic-
t6rica que superaba lo normal. Aunque parezca paradéjico, Mona
Lisa marca el triunfo del canon del retrato occidental a la vez que
su superaci6n. Ya instaurado/superado, el canon es capaz de estre-
mecernos.
A fin de entender mejor el alcance del mito que forja Vasari,
parece oportuno compararlo con otra obra igualmente legendaria del
mismo artista: la Santa Cena (Mildn, Santa Maria delle Grazie), y en
concreto con su personaje central, Cristo.
Leonardo pint6 en Milan, para los dominicos de Santa Marfa de las Gracias,
‘una Gena de maravillosa belleza {cosa bellissima e meravigliosa). Dio a los 105-
tros de los apéstoles tanta belleza y majestad ftanta maestiebelleza] que tuvo
‘que dejar inacabado el de Cristo, pues no pensaba poder conferirle el aspec-
to divino, celestial que le convenfa?
1. Giorgio Vasari, Le vite de’ pit eccellenti pitor, scultor e architettori, Florencia,
1879, t.1V, pp. 39-40.
2. Ibid, p. 38,