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ASCO Y POLÍTICA

Reflexiones intempestivas sobre sensibilidades sedimentadas y


democracia.

Carlos Javier Asselborn*


casselborn@yahoo.com.ar
Hipótesis

Bajo el capitalismo globalizado parece ocurrir una suerte de apropiación


enajenante de emociones y sentimientos que motoriza la adhesión a políticas
para minorías, predispuestas a defender racional y “afectivamente” el rechazo,
exclusión y explotación de las mayorías empobrecidas. El interés de nuestra
reflexión no estará puesto en una presunta originalidad teórica. Nos moviliza
más bien una reflexión situada a partir de las disputas políticas y culturales que
atraviesan la vida cotidiana de gran parte de la sociedad argentina. Disputas
que expresan cierta paradoja “cultural”: la coexistencia del regreso de la política
con una sensibilidad social (con sus deseos y pasiones) asentada todavía en
una configuración cultural autoritaria y neoliberal. Fenómeno manifiesto en la
“producción sociopolítica de estéticas del asco y de la higiene” ligadas a
virtudes morales.
Nuestra cooperativa ha tenido como punto de partida la siguiente hipótesis:
los sistemas de dominación adquieren mayor eficacia cuando logran colonizar la
sensibilidad humana, lugar de los deseos y pasiones. El deseo es omnipotente y
su ambigüedad constitutiva hace que éste potencie o desaliente múltiples
procesos de emancipación.1 Tanto la dominación como la emancipación
suponen una particular forma de percibir y organizar lo sensible: praxis política
imbricada en la sensibilidad humana. Siguiendo a Rancière, hay emancipación
cuando se desmantela una determinada división de lo sensible, lo pensable y lo
factible.2 En tanto teoría de la sensibilidad humana, una estética crítica podría
indicar el modo cómo ciertas sensibilidades sedimentadas suelen clausurar la

*
Lic. en Filosofía, Integrante de la Cooperativa Filosófica Pensamiento del Sur, Docente y
Becario de la Universidad Católica de Córdoba.
1
Cf. Asselborn C., Cruz G., Pacheco O. (2009); Liberación, estética y política. Aproximaciones
filosóficas desde el Sur; EDUCC; Córdoba.
2
Rancière, J. (2010); El espectador emancipado. Manantial; Buenos Aires; pág. 50.
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/intersticios/index
Universidad Nacional de Córdoba - Argentina
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ampliación efectiva y afectiva de la democracia. Sostenemos entonces que la


persistente “transición democrática” en Argentina supone quebrar un modo de
organizar lo sensible, cautivo aún de los cánones estéticos desplegados en
nuestro país a lo largo de las últimas décadas. Estéticas (homogeneizantes) de
la diferencia y la dominación que adquirieron mayor ardor al calor de la última
dictadura militar y del despliegue económico-cultural del neoliberalismo.
Señalamos entonces: a) la fabricación de diferencias y desigualdades; b) la
construcción sociohistórica de los sentidos y emociones; c) las pedagogías para
el asco y sus derivaciones políticas; d) la urgencia de una emancipación
estética.

1. Sobre la fabricación estética de la diferencia y la desigualdad.

Los fines de semana, varios programas de televisión ofrecen una suerte de


mirada etnográfica de los estilos de vida encarnados por individuos
pertenecientes a clases y grupos sociales excluidos y empobrecidos,
especialmente del conurbano bonaerense. “Policías en acción”, “Calles
salvajes”, “GPS”, “Cámaras de seguridad” 3 son algunas de las tantas tramas
televisivas en donde aparecen pobres delinquiendo, borrachos revoltosos, niños
“maleducados”, morenas y morenos jóvenes comportándose anómicamente a
la salidas de fiestas y boliches, casi todos viviendo en medio de la basura, el
barro, aguas servidas y matorrales. Junto a ellos se ubica la cámara de TV,
espectadora neutral de lo “que pasa”. En no pocas situaciones, irrumpen “las
fuerzas de seguridad”, como neutralizadoras excesivamente “pacíficas” de la
conflictividad social. Las tandas publicitarias combinan avisos de autos lujosos,
productos para el cuidado y la estética corporal, bebidas que deben tomarse
con moderación, sistemas de seguridad y objetos para la higiene personal y del
hogar. Las tramas de dichos programas contienen una estética un tanto

3
Se trata de programas de televisión argentinos en los cuales se muestran imágenes reales de
persecuciones policiales, tiroteos, peleas juveniles callejeras, conflictos entre vecinos. La
mayoría de las veces el foco de atención está puesto en los sectores sociales más
empobrecidos: villas miseria o sectores urbano-populares.

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“realista” que oculta la construcción ficcional de alteridades peligrosas.


Peligrosidad que se desvanece en los cortes publicitarios. Negros y blancos;
sucios y limpios; gordas y flacas, lindas y feas, brutos y educados, exceso y
autocontrol; no son parejas antagónicas producto de una ideología ya fenecida
sino expresiones subyacentes en la vertiginosidad de las imágenes… Peligro y
Armonía. Congruencia mediática entre realismo capitalista (“el mundo es así”) y
una ficción estetizada que fabrica al otro como refugio para intereses
sustentados en el miedo y la resignación.
Entendemos que el neoliberalismo ha llevado a cabo un fino trabajo de
fabricación estética de la diferencia y la desigualdad. Al decir de Grimson: “Hay
diferencia por desigualdad cuando el lenguaje de las identificaciones utiliza la
sintaxis de la exclusión”.4 Por cierto que el poder para narrar y describir al otro
adquiere aquí una preponderancia política innegable, tal como nos lo muestra
Said al analizar los textos literarios occidentales que describen al “Este
misterioso” y “la mente africana”. 5 Pero podríamos agregar “la mente villera”,
“el gusto de los travestis”, o “las incomprensibles reacciones de los vendedores
de películas truchas”. La construcción de un “Oriente” parece ser la necesaria
política para reafirmar una determinada hegemonía cultural, modo de vida y/o
sensibilidad socio-política.
Nuestra improlija lectura señala que ciertos discursos de la higiene, en tanto
empresa publicitaria productora de lugares y sentidos comunes, unidos a
preocupaciones morales; apuntalan, profundizan y reproducen el odio a la
democracia, el rechazo racista y clasista a grupos subalternos, excluidos y
empobrecidos, acorralados entre la explotación, la marginación y el clientelismo
político. Las “estructuras del sentimiento” (R. Williams) o la “comunidad de
sentimiento” (Appadurai) podrían ser re-interpretadas bajo estos escenarios
sociales/mediáticos. Persiste pues un interés higienizador que ensamblado a
ciertas éticas y cosméticas del cuidado corporal, configura una suerte de

4
Grimson, A. (2011); Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad ; Siglo XXI;
Buenos Aires; pág. 129.
5
Cf. Said, E. (2004); Orientalismo; De Bolsillo; Buenos Aires.

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discurso en el cual confluyen higiene, salud, moral y política. La síntesis entre


higiene y salud corporal y moral instituye políticas de conservación de la
desigualdad social y rechazo racional, sensible y emocional de toda peligrosa
inmundicia. El basural – y todo lo que hay en él y lo rodea- es considerado el
epicentro de virus patógenos, sociales y políticos. Incluso los discursos acerca
de la conservación del medio ambiente pueden hasta justificar la conservación
de la desigualdad6. Y frente al basural, la producción del sentimiento –ahora
ontologizado- de asco en tanto sensación y emoción natural de autoprotección
y sobrevivencia. Se trata entonces de la estetización del asco y de la higiene
con la ulterior invisibilización de todo resto que connote basura, hedores y
grasa. Ésa es la distancia social y política que ciertos sectores, excitados
mediáticamente, hacen de la “distinción”, el “buen gusto” y el “estilo” las
murallas subjetivas y emocionales edificadas desde el horror y el miedo, ahora
no sólo metafísico, sino socio-histórico, cultural y político…Políticas de las
emociones y emociones políticas. Y como tales, no asentadas estáticamente en
categorías abstractas sino imbricadas con motivaciones, sentimientos y
representaciones colectivas.

2. Producción y usos de las sensaciones.

Varios estudios señalan que los cinco sentidos, además de poseer una base
biológica, son productos de ciertos condicionantes socio-culturales que varían
en el tiempo. La subjetividad expresa un diseño de la sensibilidad que
construye y reproduce gustos y disgustos en tanto mecanismos de inclusión y
exclusión al grupo de pertenencia. Comidas, músicas, aromas, lugares, ritos y
formas de organización, entre otros, son espejo de esta construcción colectiva
inscripta en las sensibilidades y cuerpos.

6
María Carman, en su estudio etnográfico sobre medio ambiente y segregación sostiene que:
“los habitantes de la villa son percibidos como peligrosos para el ecosistema: incapaces de
apartarse de sus instintos, ellos estarían impidiendo el “libre albedrío” animal y vegetal”; cf.
Carman M. (2011); Las trampas de la naturaleza. Medio ambiente y segregación en Buenos
Aires; FCE/CLACSO; Buenos Aires; pág. 55.

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Mary Douglas en Pureza y Peligro (1973), o Martha Nussbaum en El


ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (2006) han
planteado el cruce entre pureza, repugnancia y los modos de organizar la vida
en común en torno a procesos de diferenciación y jerarquización. Por su parte,
David Le Bretón describe cierta existencia afectiva en la cual las emociones se
manifiestan mediante un ordenamiento ritualizado socialmente. No existen
emociones espontáneas o “naturales” 7 sino mediadas y organizadas por el
colectivo al cual se pertenece. Son una evaluación de ciertos acontecimientos
por parte de los sujetos. Este colectivo no es sólo una cultura particular, un
género o una nacionalidad, es también y sobre todo, una clase social. Cuestión
minusvalorada por Le Bretón en su tratamiento de emociones y sensaciones y
que, desde nuestra mirada “nuestroamericana”, no puede quedar excluida del
análisis. Su intento reside en superar la pretensión naturalista-biologicista de
reducir los sentidos, emociones y sentimientos a una suerte de
transformaciones físico-químicas y nerviosas de los organismos humanos. 8 Por
nuestra parte, pensamos la emoción como operador político en tanto
sensibilidad de adhesión o rechazo a las mayorías empobrecidas y a políticas
que pretenden la ampliación de la democracia económica y política. El miedo, el
asco, la repugnancia o incluso el llanto y la risa ante determinadas situaciones -
y no otras- son también la marca de pertenencia a un grupo social,
configuración cultural y/o clase social. Sentir asco ante determinados
acontecimientos y personas es la marca “sensible” que “nos hace iguales”
frente a los otros distintos y que, como tales, son una amenaza constante.
Llorar o reírnos frente a las imágenes de una pantalla son los sellos con los
cuales reafirmamos una diferencia social. Diferencia social que será la materia
prima para garantizar la reproducción de la desigualdad social. El uso de ciertas
emociones posibilita evaluar riesgos, marcar distancias y naturalizar

7
Arleen Salles, describe la discusión entre posturas fisiologistas, psicologistas y las objeciones
“liberales”, más asentadas en la función moral del asco en tanto emoción conservadora y
ambivalente. Cf. Salles, A. (2010); “Sobre el asco en la moralidad”; Diánoia; volumen LV; Nº 64
(mayo); pp. 27-45.
8
Le Bretón, D. (1999); Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones ; Nueva Visión;
Buenos Aires; pág. 109.

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desigualdades. Uso político en tanto gestión y administración de la división


social de la sensibilidad y aprobación -ahora afectiva- de la desigualdad y sus
causas. Se legitima así el rechazo “afectivo” a las clases bajas por portación de
suciedad, fealdad y maldad bajo una lógica biologicista-racialista-naturalista. Se
trata de una “sensibilidad instrumental”: las emociones (alegría, ira, sorpresa,
miedo, asco, etc.) pueden operar como fuerza alojada en la sensibilidad que
condiciona, direcciona, y hasta produce economías, éticas y políticas. Le Bretón
afirma el carácter moral de las emociones. Pero lo que nos preocupa es la
faceta política de las mismas; su relación afectiva-sensible de agrado o rechazo
a políticas que profundizan la igualdad y la justicia social.
Otra cuestión ligada a esta “afectividad” y que sólo enunciaremos, es la
puesta en escena de situaciones que suscitan compasión. Numerosas cadenas
televisivas repiten en sus pantallas sucesos vividos por los sectores más
excluidos: pobreza, marginación, ausencia de servicios sociales básicos o, en el
mejor de los casos, acciones de esos mismos sectores tendientes a paliar en
parte ese “calvario”: comedores para niños hambrientos, clases de costura para
madres solas y cursos de albañilería para hombres desocupados. Estas últimas
acciones serán el pergamino por el cual dichos sectores demuestran
fehacientemente la voluntad de superarse, cambiar… progresar. Irrumpe la
compasión, afecto que no aparece ante la noticia de un piquete de
organizaciones políticas y barriales reclamando por trabajo, salud, tierra o algún
plan social. Esta compasión espectacular – esa especie de caridad suscitada
por la noticia de una familia sin techo, o frente a un niño “pobre y enfermo”
que no tiene los recursos para su cura- logra llamar la atención mediático-social
acerca de dichos problemas. Pero esa compasión no logra politizarse, es decir,
transformarse en una capacidad política para dar soluciones a problemas
precisamente políticos. Prospera entonces el “espectáculo” que moviliza afectos
y sentimientos incluso de generosidad en el mismo momento en que los
despolitiza. De este modo la distancia que posibilita la reflexión y el trabajo

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racional queda obliterada y en su lugar sólo resulta la “hipertrofia de la emoción


captada únicamente en la instantaneidad de la imagen”. 9
Observando las coyunturas políticas presentes en nuestra cotidianeidad nos
preguntamos entonces: ¿Qué cuota de aceptación o rechazo se manifiesta en
emociones sociales y cotidianas entendidas éstas como respuesta sensible a
políticas de defensa y dignificación de los “feos, sucios y malos”, es decir, de los
pobres e indigentes?

3. Pedagogías y políticas del asco.

El problema está en hacer del buen o mal olor el criterio político de rechazo o
aceptación social. Cuestión grave si además existen ocultos mecanismos para
que algunos “hiedan” más de la cuenta construyendo cotidiana y
mediáticamente los malos y buenos olores. Los sentidos producen y disputan
sentido. La “altura moral” de un colectivo social depende de su capacidad de
rechazo y aversión, su predisposición para sentir asco y aborrecimiento ante
determinadas circunstancias y…. personas.10 Pero también –añadimos - esta
construcción y sedimentación socio-histórica es presa de cooptación,
manipulación y colonización. La sensibilidad, como lugar de expresión de gustos
y preferencias, se gana y se pierde, se compra y se vende en las cotidianas
luchas por el sentido de la existencia, en la desigual búsqueda de seguridad y el
miedo que genera su posible pérdida. Y esto no es sólo una moral. Las
emociones y sensaciones sustentadas por los cinco sentidos – que poco tienen
de “naturales”- fundan políticas cercanas o lejanas a los deseos de
emancipación e igualdad social. Son “razones políticas” intensas y eficaces, ya
que se alojan en la misma sensibilidad, a veces díscolas respecto a las órdenes
de la buena conciencia. Los sentidos construyen sentidos. Producen miradas,
ideas, cosas y fundan estéticas, éticas y políticas.

9
Revault D’Allonnes, M. (2009); El hombre compasional; Amorrortu Editores; Buenos Aires;
pág. 132.
10
Cf. Miller, W. (1999); Anatomía del asco; Taurus; España.

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Repetimos: los sentidos se aprenden y se enseñan como se aprende y se


enseña la desigualdad. Pedagogías del miedo instalan preferencias, olores,
gustos, cánones estéticos que funcionan como catalizadores al servicio del
resguardo y permanencia de cierta clase social, etnia o “vecindario”. 11
Aprendemos, por ejemplo, a sentir asco y repugnancia por las clases excluidas
y postergadas. Aprendemos a rechazar sus gustos, sus olores, sus cuerpos…su
humanidad. El asco es entonces el comité evaluador que distribuye rechazos y
complacencias y separa los humanos de los monstruos. El asco construye
monstruos con el fin de purificar e higienizar la propia humanidad de todo lastre
salvaje y animal. Es la manifestación sensible que nos hace partícipes de una
clase social o un “nosotros”, un tanto más híbrido.
La pedagogía del asco será el reverso de políticas productoras de ciudadanías
de baja intensidad. Pantalla mediática y mercado serán expresión de dicha
pedagogía: Bondad, coherencia, laboriosidad, sacrificio, amabilidad y todo valor
moral que esté dando vueltas en el “ambiente” es asociado con la higiene,
limpieza, buen gusto, belleza, pulcritud, buen olor, orden. Introducirse en los
grandes centros capitalistas de compra-venta, sentir el olor a limpieza –también
clasista y racial-, ver nuestros rostros reflejados en el brillo de pisos y paredes,
tranquiliza y armoniza el espíritu: “Si el otro desprende un mal olor obliga al
desprecio, justifica en el imaginario la violencia simbólica o real de que es
objeto. El racismo a menudo ha respaldado su odio o la sensación de
inferioridad biológica de su víctima mediante la invocación convencional de su
olor fétido”.12 Producción del asco y producción de sistemas de purificación 13. El
asco exige purificación corporal y moral. Y el olfato es el sentido que se activa
sin quererlo, siendo impotente a la invasión de los olores. El olor es una especie
de “moral aérea aunque poderosa en sus efectos, a pesar de que siempre está

11
Appadurai, A. (2001); La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización;
Ediciones Trilce-FCE; México; pp. 187 y ss.
12
Le Bretón, D. (2007); El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos ; Nueva Visión;
Buenos Aires; pág. 241.
13
Cfr. Kaminsky G. (2009); “Policía, política y filosofía. Apuntes para una crítica de la razón
policial” en Revista Pensamiento de los Confines; N° 25; pp. 193-213.

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mezclada al imaginario y, sobre todo, sea reveladora de la psicología del


hombre que huele”.14

4. Interrogantes sobre sensibilidad, política y emancipación.

¿Qué políticas inauguran los olores?, ¿Qué políticas instauran aquellos


mecanismos mediático-publicitarios que seleccionan e imponen buenos olores y
finos olfatos?, ¿Qué olores atentan contra las carnes de las ciudadanías del
consumo, muralla moralizadora de conflictos sociales y políticos? Estética del
asco y de la higiene re-ligada a la virtud. Prisión de los sentidos que juzgan la
pobreza y los pobres desde una lógica que los reduce a víctimas o monstruos.
La afirmación y reproducción del pobre-víctima o el pobre-monstruo es la
negación y el rechazo del sujeto-pobre con potencialidades políticas de
transformación. Sensibilidad que supone una moral reparadora: baño
higienizador de cuerpos y almas. “Pobre pero limpio” equivale a afirmar “pobre
bueno”. El vínculo entre pobreza e inmoralidad -pereza, egoísmo, vagancia,
vicios, suciedad- instituye políticas que hacen de la autogestión el argumento
más fuerte y la solución final. Autogestión que admite a priori una igualdad de
oportunidades y que obliga al esfuerzo personal, al ahínco incansable y la
entrega cotidiana como salvaguarda de la propia existencia. ¿Qué cuota de
desigualdad se aloja pues en nuestros sentidos, emociones y políticas?, ¿Cuánta
pedagogía hizo falta para garantizar corporal y sensiblemente la reproducción
de la desigualdad?
Sólo nos queda insistir que criticamos aquellas estéticas que sujetan la
humanidad de los pobres y excluidos mediante la reducción de sus gustos.
Estéticas que expropian su sensibilidad y subyugan así su potencia política.
Contracción de la sensibilidad que llega a adormecer los dolores del cuerpo, y
hasta los niega sistemáticamente por vía del consumo-placer. Estéticas que
secuestran incluso la capacidad para sentir dolor. Expropiación que ofrece los

14
Op. Cit. Le Bretón, D. (2007); pág. 206.

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recursos subjetivos-afectivos para construir ciudadanías resignadas y políticas


de rechazo “sensible” a los deseos de emancipación.
El Director del Diario El Mundo de la ciudad de Santa Cruz, Bolivia, en su
editorial del 30 de abril del 2008, previa al referéndum autonomista afirmó:
“Los militares, policías, burócratas hoy se rasgan las vestiduras por
mantenernos unidos cuando somos tan diferentes, solo basta ver que los
cruceños viven con la alegría permanentemente, y ellos amargados y resentidos
por tantos traumas internos con los que cargan sobre sus espaldas (…) les
pedimos ignórennos, no nos quieran tanto, no nos reclamen porque no somos
suyos, no vengan a liberarnos de ningún grillete…”.
Alegría y amargura, dos “formas de vida” que se presentan como
irremediablemente antagónicas: Apreciación utilizada para legitimar diferencias
y desigualdades esencializadas: son las nupcias entre miedo y resignación. Tal
vez, des-esencializar al “otro” devenga en una suerte de trastocamiento de las
sedimentaciones que impiden la integración con igualdad social. Se trata no
sólo de democratizar al Estado sino también y principalmente, democratizar la
sociedad.15
Avanzar en mayores condiciones igualitarias, además de los conflictos sociales
y políticos que esto pueda generar, supone también desmantelar nuestros
modos de percibir/sentir el entorno. Proceso que obliga a una reflexión
autocrítica acerca de las sensibilidades que nos constituyen en sujetos
corporales: ¿sobre qué situaciones nos emocionamos?, ¿cuándo y por qué el
cuerpo que somos siente lo que siente? La producción estetizada de la pobreza
– en tanto estetización de la diferencia y legitimación de la desigualdad- parece
ser el sedimento neoliberal aún por perturbar a partir de la emergencia de
plurales sujetos políticos y políticas de Estado. Rajadura de un espejo cuya
imagen descubre que la discriminación reside en la inaceptabilidad de la
igualdad y la semejanza (Grüner, 2010). 16

15
O’Donnell, G. (1984); ¿Y a mí que me importa? Notas sobre sociabilidad y política en
Argentina y Brasil; CEDES; Buenos Aires; pág. 45.
16
Cf. Grüner, E. (2010); La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución; Edhasa;
Buenos Aires.

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