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Títulos anteriores de la colección

Daniel Larriqueta

El Traslado de la Capital

Francisco Delich

La Invención de la Universidad
Diseño Gráfico:

Beatriz Burecovics
Cristina Portaluppi

Composición e Impresión:

MICROMATICA S.R.L.

© 1988
Hecho el Depósito que establece la Ley 11.723.

Impreso en Argentina.
Printed in Argentina.
Agradecimientos

Por el estímulo y apoyo que de ellos recibimos; por la lectura que hicieron de este
trabajo u otros materiales anteriores; por la valiosas críticas que nos plantearon e
ideas que nos sugirieron en las conversaciones que con ellos mantuvimos,
queremos agradecer a Luis Stuhlman y Francisco Delich, que desde la dirección de
la Fu.Ca.De hicieron posible la realización de este proyecto; a Elvira Arnoux y
Emilio de lpola, de quienes tanto aprendimos; a Silvia Sigal, Lucio Schwarzberg,
Analía del Franco, Francisco Petrecca, Elíseo Verón, Marysa Navarro, María
Grossi, y a todos nuestros compañeros de la Fu.Ca.De.
Descontamos que el lector atribuirá las carencias que pueda encontrar en este
libro a nuestra exclusiva responsabilidad.

5
Sumario

Introducción 8

Capítulo 1. Los límitesde la renovación 18

Capítulo 2. La Renovación y el otro 32


1 Renovadores y ortodoxos 34
2 El que no salta es un radical 39
3 Un destinatario ampliado, pero no tanto 47
4 Una respuesta para el corazón..." 54

Capítulo 3. Los topes del '80 en clave peronista 57


1 La polémica acorralada. La democracia 58
2 El rey desnudo. Sobre la ética y la modernización 66
3 “Por un peronismo de fiesta y alegría”. El rechazo
a la violencia 73
4 La revalorización de la política 76

Capítulo 4. La historia peronista en clave alfonsinista 78


1 Dos pasados 81
2 Escuchando a Perón 86
3 Un ejemplo: el ritual de la lealtad 90

Capítulo 5. La campaña de 1987: Cafiero crece 105

Conclusiones y perspectivas 115

Referencias bibliográficas 119


Índice de abreviaturas

Oradores

AC = Antonio Cafiero
CG = Carlos Grosso
JMS = José Manuel de la Sota

Discursos

A = miniestadio del club Atlanta, Capital Federal (22-111-85)


14 = Circunscripción 14, Capital Federal (30-V-85)
F = miniestadio del club Ferrocarril Oeste, Capital (22-Vlll-85)
19 = Circunscripción 19, Capital Federal (6-IX-85)
HG = Huerta Grande, pcía. de Córdoba (15-Xl-85)
O= Plaza Once, Capital Federal (23-V-86)
PM = Plaza de Mayo, Capital Federal (17-X-86)
MP = Plaza San Martín, Mar del Plata (14-II-87)
C= Plaza Vélez Sarsfield, ciudad de Córdoba (17-X-86)

7
Introducción
A mediados de la década del 70, cuando la
escuela francesa de análisis del discurso se había trazado ya una historia que era
posible evaluar, el pesimismo de tal evaluación (1) desembocó en una conclusión
que, por muy obvia que pueda parecemos hoy, necesitó tiempo para surgir como
evidencia. Michel Pécheux (1981:5) la formuló de la siguiente manera:
"Retrospectivamente, el análisis del discurso (político) aparece como habiendo
vehiculado una política (del análisis de discurso)". La frase se refería al hecho de
que la elección de los temas estudiados estaba (siempre lo está) regida por criterios
políticos.
En nuestro caso, si decidimos trabajar sobre el peronismo renovador, fue
fundamentalmente porque a mediados de 1986 -cuando emprendimos la tarea- esta
corriente (nacida para oponerse a la conducción oficial del peronismo) se mani-
festaba como la novedad más interesante dentro del campo político argentino. Y
esto no sólo porque se presentaba como una fuerza capaz de promover
transformaciones en el movimiento de masas que durante treinta años monopolizó
la adhesión de las mayorías en la Argentina (lo que no es poco decir); sino porque
además apuntaba a constituirse en el principal adversario del radicalismo y a
disputarle la hegemonía que éste ejercía desde 1983. La Renovación representa el
primer intento de construir un peronismo democrático creíble tras la muerte de
Perón. Aún hoy, jaqueada por la popularidad de Carlos Menem, sigue siendo la
alternativa más democrática dentro del peronismo, frente a los grupos autoritarios
que aún conservan gran poder en el partido.
El principal problema de esta línea interna en el momento de su
surgimiento, el de legitimarse dentro del justicialismo primero, hacia el resto del
país después, requería -entre otras cosas- de una fundación discursiva: la
Renovación debía construir su identidad, señalar sus aliados y sus adversarios,
definir su relación con Perón, etc.

(1) Pesimismo en dos sentidos: primero, por la pobreza de los resultados obtenidos hasta
ese momento; segundo, por la dificultad de calificar de "científico" a un trabajo cuyo
origen era evidentemente una opción política. Desde nuestro punto de vista, es discutible
que en este segundo sentido pueda hablarse de "pesimismo". Por el contrario, creemos que
si se asume plenamente esta idea, se evitará caer en el pesimismo en el primer sentido,
privilegiando el interés de los resultados por sobre el dogmatismo metodológico.
9
Teníamos, pues, antes de empezar, algunas hipótesis que
provenían de la selección de nuestro objeto de estudio. Suponíamos, en principio,
que la renovación política que intentaba este grupo de dirigentes peronistas debía
incluir necesariamente una renovación discursiva, que nos proponíamos rastrear
(2). En segundo lugar, era altamente probable que tal renovación -si es que la
había- variara en grados de conciencia y sistematicidad en los distintos dirigentes o
sectores de la corriente, lo cual implicaría una heterogeneidad en el discurso
renovador. Finalmente, pensábamos que era importante estudiar la incidencia de la
palabra del Presidente Alfonsín como condición de producción de este discurso, ya
fuera como modelo a imitar, ya como contramodelo del cual diferenciarse (3).
Nuestro objeto fue sometido a dos recortes principales: el
primero de orden cronológico, el segundo, metodológico.
La historia de la Renovación -se ha afirmado (4)- puede
iniciarse en distintos momentos cuyo carácter fundacional puede ser igualmente
justificado. Sus protagonistas seguramente elegirían la derrota del peronismo en
1983 -o incluso el momento inmediatamente anterior, en el que, según su relato , la
habrían previsto- (5), precisamente porque uno de los objetivos que se
plantearon de entrada los renovadores fue alcanzar nuevamente la victoria;
nosotros, en cambio, hemos tomado como límite inicial los congresos partidarios
del Teatro Odeón y Río Hondo -diciembre de 1984 y febrero de 1985,
respectivamente- por ser ésta la primera vez tras la apertura democrática que una
serie de dirigentes peronistas disconformes con la conducción oficial (definida
como "la ortodoxia") se agrupan como bloque opositor. Es también en este
momento que los medios difunden los términos "Renovación" y "renovadores",
hecho que permite percibir una identidad y adjudicar una unidad a dicho bloque,
las cuales no serán siempre fáciles de determinar.
El límite final de nuestro estudio lo constituyen las elecciones
del 6 de septiembre de 1987 y el congreso del Teatro Bambalinas de fines de
noviembre, en el cual se conformó un Consejo Nacional Provisorio con mayoría
renovadora y se convocó a elecciones internas. Tras algunas negociaciones, se
llegó al acuerdo con las 62 organizaciones para la presentación de una lista única.

(2) La relación entre el discurso y práctica política es un tema que merecería una
larga reflexión, que no desarrollaremos aquí. Bastará señalar, por el momento, que si
bien toda renovación discursiva constituye de por sí una modificación en la práctica
política de un grupo, no es legitimo inferir de ello que el grado en que el discurso se
modifica sea proporcional a los cambios producidos en otro tipo de prácticas.
(3) Estas hipótesis iníciales surgieron de las conversaciones que mantuvimos con Luis
Stuhlman al emprender el proyecto.
(4) Así lo hace José Antonio Díaz en "Los otros herederos de Alfonsín", publicado en
Página 12, 6 de diciembre de 1987, pp. 12-13.
(5) Por ejemplo. Cafiero: "El MUSO es la primera idea de la Renovación.", en
Moncalvillo y Femández (1986: 86). También en sus discursos públicos: "Después del
30 de octubre. Cuando tuvimos que vernos cara a cara con la derrota, el clamor del 17
nos hizo ponernos de pie [...]. Y empezamos la tarea de renovar el peronismo." (AC, C)
Desde luego hay también trabajos teóricos sobre la Renovación que parten de esta
fecha ( de Ipola 1987 b, por ejemplo).

10
El 10 de enero de 1988, finalmente, se proclamó la nueva conducción en Mar del
Plata. Éste es el momento en que la Renovación ha alcanzado -aún si fuera
provisoriamente- sus dos principales objetivos: la hegemonía dentro del Partido
Justicialista (6) y la victoria electoral del peronismo a nivel nacional.
Entre ambos hitos (inicial y final) se registra una larga serie de marchas
y contramarchas, realineamientos, confrontaciones y reencuentros entre los dos
sectores enfrentados, actos eleccionarios, declaraciones, que van contribuyendo al
aumento de credibilidad y legitimidad del movimiento renovador (7).
Las dos victorias -la interna y la nacional- tienen, como primera
consecuencia, el debilitamiento de uno de los rasgos definitorios más evidentes y
cohesivos de la Renovación: su carácter opositor dentro del partido (de la misma
manera que, a nivel nacional, la victoria electoral obliga al peronismo a compartir
responsabilidades de gobierno). En forma complementaria, se profundiza la
tendencia a identificar la corriente renovadora con todo el peronismo (8).
La historia que contamos entonces, abarca sólo un fragmento de la
vida de la Renovación peronista; fragmento sin duda significativo, que nos
permitirá acercarnos a algunas definiciones sobre la constitución de este
fenómeno.
El recorte metodológico se funda en el punto de vista elegido, que
como sostenía Ferdinand de Saussure -y no sólo él, pero es a este viejo maestro a
quien preferimos citar- es el que "crea el objeto" (9). Ya adelantamos que
recurrimos para nuestro abordaje a un saber denominado "análisis del discurso".
Decimos saber y no ciencia, deliberadamente. Tomamos el término de Michel
Foucault (1969), quien lo utiliza para designar "el conjunto de elementos formados
de manera regular por una práctica discursiva y que son indispensables a la
constitución de una ciencia, aunque no estén necesariamente destinados a darle
lugar" (pág. 306 de la edición en español).

(6) Hegemonía que, lejos de estar consolidada, es cuestionada severamente por el


creciente capital de popularidad que las encuestas atribuyen a Carlos Menem. Aun
cuando Menem se define como renovador, lidera su propia corriente interna, cuya
denominación ("Carlos Menem, presidente de los argentinos") privilegia la adhesión a
su persona por sobre los aspectos programáticos.
(7) Para una reseña de los avatares de la Renovación, véase de lpola (1987 b). Muchas
de sus conclusiones –aun abordadas desde una perspectiva diferente y con otra
formulación- coinciden con las nuestras. En un artículo anterior, de Ipola
(1987 a: 1I5 - 116) caracteriza lo que denomina "la 'morfología histórica' de la crisis
del peronismo" como un "continuo vaivén entre 'momentos' de tensión rupturista y
'momentos' de provisoria recomposición."
(8) El mismo Cafiero afirmó recientemente: "Hay ortodoxos que son más renovadores
que los renovadores y también se da la contraria. Son cosas circunstanciales que
después desaparecerán" (Página 12, 13 de diciembre de 1987). Más polémicamente,
dice de la Sota: "En las internas del 26 de junio vamos a demostrar que la renovación
es todo el peronismo " (Página 12, 13 de marzo de 1988).
(9) Curso de lingüística general, Introducción, Capítulo III, #1.
11
El concepto de saber resulta así, más amplio que el de ciencia, con condiciones de
posibilidad diferentes: fundamentalmente, porque no necesita responder a los
criterios experimentales o formales de cientificidad admitidos en una época dada.
Si no nos atrevemos a afirmar el carácter "científico" del análisis del
discurso, mucho menos nos atrevemos a negárselo, en virtud del lugar (marginal
dentro del campo intelectual) en el que tal definición nos ubicaría. Lo cierto es que
el análisis del discurso -¿ciencia? ¿disciplina? ¿interdisciplina?- está en crisis
desde su nacimiento, por su carácter (constitutivo) de lugar de cruce, o mejor, de
articulación, entre el análisis lingüístico y el politico­social, lo cual lo ha llevado,
más de una vez, a ser despectivamente calificado de "collage teórico" (así lo hace
constar Marandin 1979: 17).
Si la lingüística saussureana identifica y recorta un fragmento de la masa
"multiforme y heteróclita" del lenguaje para construirlo como objeto (denominado
"lengua"), el análisis del discurso recupera al menos algunos de esos aspectos
heterogéneos, razón que justifica su abordaje desde lugares también heterogéneos.
Lo cierto es que los distintos trabajos realizados en el marco de esta disciplina (y
aquí no nos referimos sólo al campo francés) oscilan en una suerte de movimiento
pendular de difícil equilibrio entre un saber y el otro, asignándole mayor peso a lo
lingüístico en algunos casos, a lo histórico en otros. El equilibrio -el justo medio-
no tiene por qué ser necesariamente una meta deseable. En el caso del análisis del
discurso sí lo es la articulación, que se dificulta cuando por privilegiar uno de
los saberes se desdeña el otro.
La vacilación se da también en otro sentido, que contribuye asimismo a
la crisis de la disciplina. Se trata de un dilema que parece no tener salida: la
búsqueda de un punto medio entre el rigor de la trivialidad -nada más rigurosa-
mente cierto que una tautología- y el interés de lo difícilmente demostrable- la
originalidad sin evidencia-. Entre estos márgenes circulan todos los trabajos de
análisis del discurso, el nuestro incluido.
Es por estas razones que el análisis del discurso -desde su nacimiento- ha
venido cuestionándose su valor, su lugar y su especificidad, problemas que no
pretendemos resolver. Nos basta el hecho de que, con crisis y todo, el análisis del
discurso sigue resultando una entrada productiva para acceder a los textos,
siempre que se tengan presentes los márgenes que la ciñen.
El objetivo central del análisis del discurso es vincular la textualidad con
las condiciones de producción de su sentido (sus condiciones de posibilidad):
posiciones ideológicas, factores coyunturales, sistemas de valores, es decir, "las
condiciones quo determinan el funcionamiento de un sistema de relaciones
sociales en una situación dada", de acuerdo con la definición de Sigal y Veròn
(1986). Tal vinculación, que puede establecerse identificando las huellas que
dichas condiciones dejan en los textos, es la que Veròn (1978) caracteriza como
del orden de “lo ideológico”, mientras que la relación entre el texto y sus
condiciones de reconocimiento se ubica en el orden “del poder “.

12
La pertinencia del análisis del discurso como contribución al estudio de
la acción política se funda, a nuestro juicio, en dos razones por lo menos:
1) El discurso político no sólo forma parte de la acción política:
también la crea. En el género que tratamos, es especialmente vigente el postulado
austiniano (10) según el cual al hablar se realizan acciones que operan trans-
formaciones sociales (a la manera de los actos jurídicos, aunque no puedan
identificarse con ellos). Ninguna palabra política, una vez proferida, puede librarse
de las relaciones intersubjetivas que ha instaurado (11).
Es más, hay autores que definen al discurso político por su carácter
realizativo. Por ejemplo, Oscar Landi (1984: 18):
"[...] Lo que definirá para nosotros el carácter político de un discurso, no
será solamente, ni siquiera prioritariamente, el hecho de que 'hable de política'
('criterio semántico'), sino el que realiza ciertos tipos de actos transformadores de
relaciones intersubjetivas (criterio sintáctico y/o pragmático): él otorga un lugar a
los sujetos 'autorizados' (con 'derecho a la palabra'), instaura 'deberes', constituye la
'espera' genera la 'confianza "' .
2) Tal como lo desarrollan Sigal y Verón (1986: 13), la acción política
(aún la no discursiva), así como toda práctica social, será imperfectamente
comprendida si no se tienen en cuenta los mecanismos imaginarios y simbólicos
asociados a su sentido (aquellos que la generan y son generados por ella). Y el
único acceso a dichos mecanismos imaginarios y simbólicos es el análisis de los
discursos sociales (12).

10) Según John Austin (1962), pronunciar -en las circunstancias apropiadas­
enunciados del tipo "Bautizo a este barco Queen Elizabeth", "Lego mi reloj a mi
Hermano", "Te apuesto seis peniques a que mañana va a llover," etc., "no es describir
aquello que se admitiría que hago al expresarme así, ni afirmar que lo hago: es
hacerlo." (Primera conferencia). Más adelante concluye que en todo enunciado puede
identificarse un aspecto o dimensión consistente en la acción que dicho enunciado
realiza: la "fuerza ilocutoria".
11) Las objeciones a la teoría de actos de habla que conocemos no invalidan esta
afirmación. Tanto Pierre Bourdieu (1982) como Eliseo Verón (1987 b) insisten en que
el resultado de un acto de habla es alcanzado sólo en virtud del reconocimiento de los
receptores; reconocimiento que no depende de factores lingüísticos sino sociales (ya
sean convenciones institucionales, ya se trate de la legitimidad de locutor y alocutario
en una situación dada).
Aún teniendo en cuenta esta objeción, el discurso político cuenta con dos
características sociales que apoyan su inclusión dentro de la acción política: 1) es
público; 2) es masivo. Por ser pública, la palabra política no puede más que ser
tomada "seriamente". Tanto en el marco de una campaña electoral como desde el lugar
del gobierno, toda enunciación que tenga forma de promesa es recibida como la
asunción de un compromiso cuya violación puede ser denunciada. Toda exhortación
constituye al enunciador como poseedor del poder de ordenar y al destinatario como
ubicado ante la encrucijada de obedecer o desobedecer. Verón mismo (1987 a) incluye
entre los componentes del discurso político uno "programático" y otro "prescriptivo".
Por ser masivo, el discurso político siempre encuentra una franja de receptores para
los cuales tiene legitimidad (el "prodestinatario" de Verón).
12) Véase también de Ipola (1983: 127, nota 40).
13
De todas las entradas posibles a los textos, nos valemos de las
que nos han resultado más productivas para nuestros propósitos iniciales: la teoría
de la enunciación y el análisis lexicológico.
A pesar de las críticas de que ha sido objeto la teoría de la enunciación
(13), pocos métodos se han probado tan necesarios para intentar resolver el
problema central del análisis del discurso: la articulación entre los textos y sus
condiciones de producción. Dado que la bibliografía sobre el tema es vasta y
varía en cuanto al enfoque y el modo de aplicación, resumiremos brevemente los
lineamientos principales en los cuales nos basamos.
La teoría de la enunciación (en todas sus versiones) remite a los
participantes del circuito comunicativo y su relación con los enunciados
producidos: así, se tratará de establecer cuál es la imagen que un locutor construye
de sí mismo (denominada enunciador); la imagen que construye de su receptor
alocutario (el destinatario); y las imágenes del resto de las entidades de su
universo: aliados, adversarios, individuos, colectivos, etc. El conjunto de estas
imágenes y ubicaciones constituye lo que suele denominarse "el dispositivo
enunciativo".
En la construcción de esas entidades intervienen operaciones de diverso
tipo: la inscripción en sistemas de valores, jerarquías, adhesiones y distancias,
cuyos índices pueden ser pronombres y otras marcas gramaticales ("deícticos"), o
bien piezas léxicas cuyo significado contiene rasgos axiológicos o afectivos
("subjetivemas"); la expresión de la actitud del enunciador respecto del enunciado
("modalidad"), mediante tiempos, modos verbales o adverbios; la inserción en
linajes históricos y políticos a través del relato de la historia. Elíseo Verón (1987 a:
23) propone una definición de discurso político basada, precisamente, en la teoría
de la enunciación, y que reúne los siguientes elementos:

1) El enunciador se sitúa a sí mismo y a tres destinatarios diferentes: a)


el prodestinatario, partidario o simpatizante que se reconoce en la palabra del
orador, reforzando su apoyo; b) el contradestinatario, identificado con el
adversario político, de quien el enunciador se diferencia y a quien pretende excluir
del campo politico; y c) el paradestinatario, el célebre "indeciso", que sin tener
posición tomada de antemano, es susceptible de ser persuadido.

13) Véanse, por ejemplo, Maingueneau (1976); Marandin (1979). Se le reprocha, por
lo general, reintroducir la concepción del "sujeto libre", rechazada por la escuela
francesa, de inspiración althusseriana. Sin embargo, si se acepta -con Foucault (1969,
1970) y Bourdieu (1977)- que el campo discursivo limita lo que puede y debe ser dicho
en determinada situación y por determinados locutores, y -de acuerdo con la
formulación de Veròn y Sigal (1986)- que el sentido es generado por la red
interdiscursiva, se hace evidente que no hay tal "sujeto libre" ni "habla libre", aun
cuando, dentro de los límites fijados por la formación discursiva, el enunciador
"elabore estrategias" y "construya entidades". De esos límites, para el caso del
peronismo renovador, es que trata este libro.
14
2) El enunciador hace constataciones, explicaciones, prescripciones y
promesas, lo que permite discernir cuatro componentes del discurso político.
3) El enunciador relaciona las cuatro imágenes construidas con dos
tipos de entidades: los metacolectivos ('trabajadores", "argentinos ", "pueblo") y el
colectivo de identificación (el nosotros: "nosotros, los peronistas", "nosotros, los
radicales", etc.)
El análisis lexicológico, si bien constituye una entrada diferente, puede
integrarse al análisis del dispositivo enunciativo. Intentamos establecer por este
medio qué significado se le adjudica en el discurso renovador a algunos términos
clave utilizados por los mismos enunciadores y por el adversario. Partimos de una
idea de Bernard Gardin (1974), según el cual una campaña electoral (para
nosotros, toda producción de discurso político) puede compararse con el
establecimiento de un diccionario.
Gardin observa que cada grupo político intenta acordar a las palabras del
vocabulario político común un significado específico, negando a sus adversarios el
derecho a utilizarlas. Cada grupo elabora dos diccionarios: el del adversario, que
debe desaparecer, y el propio, que apunta a imponer como diccionario de la
lengua. Estos dos diccionarios constituyen un elemento más para la construcción
del enunciador y su adversario.
El lugar en el que la Renovación se ubica discursivamente puede verse
como la representación simbólica de la legitimidad política por la que lucha. La
relación con el lugar del adversario (o el no-lugar, pues se trata de desplazarlo)
traduce al plano discursivo la competencia electoral. Desde el punto de vista del
léxico, veremos si la Renovación, de acuerdo con el esquema propuesto por
Gardin, 1) impone sus propios significados a los significantes del vocabulario
político común; 2) indica el "verdadero" significado de los términos políticos
empleados por el radicalismo, develando los significados "ocultos"; y 3) impone
sus propios signos (tanto significante como significado). Para evitar una prolijidad
descriptiva que resultaría tediosa, lo que aquí presentamos son las conclusiones del
análisis a que fue sometido nuestro corpus acompañadas por algunos ejemplos que
comentamos en detalle.
Ya que dedicaremos el resto del libro a los límites del discurso
renovador, se nos permitirá en esta introducción una breve referencia a nuestros
propios límites. En primer lugar, el abordaje elegido nos obliga a acotar el material
discursivo del que puede disponerse, con el fin de hacer un análisis exhaustivo y
controlar las hipótesis. La producción discursiva de los renovadores, en el periodo
que estudiamos, es amplia, variada y abundante. De todos esos textos (discursos
pronunciados en actos públicos, intervenciones en el Parlamento, declaraciones a
los medios, entrevistas, conferencias de prensa, solicitadas, artículos periodísticos,
documentos partidarios, seleccionaremos un género, los discursos públicos,
definido por su situación de enunciación relativamente homogénea.

15
En este tipo de discursos son fácilmente identificables todos los
elementos que Verón señala como característicos del discurso político: los tres
destinatarios, las distintas entidades del imaginario político y los cuatro
componentes: el descriptivo, el didáctico, el interpelativo o prescriptivo y el
programático. Desde este punto de vista se lo puede considerar un género crucial
para el análisis. Ahora bien, esta elección nos creó una primera dificultad, dado
que los discursos públicos -salvo los del Presidente de la Nación- son de difícil
acceso al público, una vez producidos. En consecuencia, no contamos con todos
los discursos producidos por los renovadores entre fines de 1984 y fines de 1987.
Sin embargo, las regularidades detectadas nos permiten suponer que nuestro
corpus es lo suficientemente representativo. Más aún, pensamos que la mayor
parte de nuestras observaciones se aplican también a otros géneros por los que
circula la palabra peronista renovadora.
En segundo lugar, debíamos seleccionar a algunos dirigentes de la
Renovación. Trabajar sobre un fenómeno en marcha (y más cuando éste se
desenvuelve en el seno de una crisis) acarrea la dificultad de que la misma
coyuntura va determinando cambios, idas y venidas, interrupciones, alianzas,
rupturas, correcciones, que obligan al analista a reconsiderar el material y reformu­
lar las hipótesis permanentemente, en mucho mayor medida que cuando el objeto
de estudio está bien delimitado.
Por ejemplo, cuando empezamos a trabajar, los tres dirigentes
renovadores más importantes (por ese entonces denominados "referentes") eran
Antonio Cafiero, Carlos Grosso y Carlos Saúl Menem, mientras que Vicente
Saadi, que cuando los sucesos de Odeón - Río Hondo se había alineado junto a los
renovadores, era ya un ortodoxo "con todas las de la ley" y presidía el Consejo
Nacional Justicialista. Hoy, Menem ha conformado su propia línea interna, Cafiero
ha asumido el liderazgo de la Renovación, y Grosso ha sido opacado por otras
figuras de tanta o mayor repercusión nacional, como José Manuel de la Sota y José
Luis Manzano.
El análisis que puede leerse aquí se basa en discursos públicos de
Antonio Cafiero, Carlos Grosso y José Manuel de la Sota, aunque de vez en
cuando recurrimos como intertexto a los discursos de otros dirigentes y/o textos de
otro tipo. Es decir que el análisis del discurso renovador que presentamos es, en
rigor, el análisis del discurso de algunos de sus máximos dirigentes en una
situación de enunciación determinada, en los que se observan, sí, constantes y
similitudes, pero también importantes diferencias. Obviamente, centramos nuestra
atención en aquellos rasgos comunes que nos permiten caracterizar a la
Renovación como fenómeno global.

16
Se nos podrá hacer, tal vez, la siguiente objeción metodológica. Más de
una vez se ha afirmado que el análisis del discurso, para ser elocuente, debe
realizarse en forma contrastiva, estableciendo distancias entre discursos (14).
Nuestro corpus homogéneo parecería desmentir tal exigencia. Sin embargo, el
lector encontrará que recurrimos en forma permanente a un intertexto doble: por
un lado, el peronismo histórico; por otro, el alfonsinismo, los dos discursos que
ciñen el de la Renovación, y que han sido estudiados por otros autores.
En el primer capítulo desarrollamos nuestra hipótesis de trabajo, según
la cual el discurso renovador se funda en la intersección de dos conjuntos de
límites discursivos: los que le impone el peronismo tradicional, por un lado, y los
que caracterizan el periodo de la apertura democrática de los años '80, por otro,
cuyo paradigma es el discurso de Alfonsín. Esta hipótesis se desarrolla a lo largo
de todo el libro, según diferentes cortes analíticos.
En el capítulo 2 describimos los principales mecanismos de construcción
que la Renovación utiliza para definir a su adversario y a su destinatario, como
puntos de referencia para delinear su propia identidad. La definición del "otro"
(adversario y destinatario) se basa en una doble operación: la lectura de los valores
jerarquizados por el discurso de los '80 desde la gramática ideológica peronista, y
el relato de la historia del peronismo tamizado por los valores de la apertura
democrática. A esta doble operación dedicamos los capítulos 3 y 4.
En el capítulo 5, por último, abordamos el análisis de la campaña
electoral de 1987, que constituye un punto de inflexión en el discurso renovador.
En ese momento se precisan algunas tendencias, hasta entonces vacilantes, tales
como la presentación de una imagen de partido "moderno" y el liderazgo de
Cafiero.
Finalmente, y para ser coherentes, aun a riesgo de cometer una trivia-
lidad: si todo discurso se ve sometido a ciertas condiciones de producción y reco-
nocimiento, también el nuestro lo está. Somos concientes de haber producido una
lectura y una reescritura -a nuestro entender, rigurosas y sistemáticas- del discurso
renovador, sometidas a sus propias condiciones de reconocimiento y producción
de sentido (el momento en que escribimos, nuestra competencia cultural e
ideológica, una gramática de reconocimiento y producción: el análisis del
discurso), las cuales, como resulta obvio, no son nuestro objeto (15).

14) El análisis de los discursos sociales se interesa en las relaciones interdiscursivas


que aparecen en el seno de las relaciones sociales; la unidad de análisis, por lo tanto,
no es el sujeto hablante, el actor social, sino las distancias entre los discursos." (Sigal·
Verón 1986. Subrayado en el original.)
"La especificidad de una economía discursiva surge solamente de su diferencia con
otras, y es esa confrontación la que permite decidir cuáles son los aspectos pertinentes
para el estudio, en cualquier nivel de estructuración del texto." (Arfuch 1987)
15) Varios de los conceptos sobre análisis del discurso que exponemos en esta
introducción han sido desarrollados por Elvira Arnoux en el seminario sobre
"Lingüística interdisciplinaria" y en la materia del mismo nombre, dictados ambos en
la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en 1986 y 1987, respectivamente.
17
N o hay duda de que la renovación -indepen-
dientemente del límite inicial que le fijemos a los fines de su estudio- debe ser
considerada como producto de la derrota electoral del peronismo en 1983. Esta
derrota actuó como detonante de un estado crítico que se encontraba latente en el
peronismo desde hacía varios años, que había tenido una primera eclosión violenta
luego de la muerte de Perón y había permanecido congelado durante la dictadura
militar.
La crisis es un elemento fundamental, constantemente tematizado en el
proceso de fundación del discurso renovador, utilizado una y otra vez como
argumento a favor de la renovación del peronismo. Con ello los renovadores se
hacían eco, al mismo tiempo, del discurso del imaginario social, puesto que la
"crisis del peronismo" era también un objeto del universo del discurso de la
sociedad argentina en el momento de la apertura democrática.
Sin embargo, es evidente que la vinculación crisis política­discurso no se
limita a los contenidos temáticos, al hecho de que los principales políticos
alineados en esta corriente hablaran acerca del estado crítico del peronismo.
Suponer esto implicaría considerar la producción discursiva como una mera
superestructura que reproduce verbalmente los hechos políticos, posición que,
como se desprende de los conceptos teóricos desarrollados en la introducción, no
compartimos.
En este marco, una de nuestras primeras hipótesis sobre el discurso de la
Renovación es que en el momento de su surgimiento dentro del peronismo el
discurso mismo es un objeto en crisis, un dominio simbólico desarticulado,
quebrado, un espacio "a renovar", si éste es el camino que se plantea para superar
el estado crítico.
Así, la crisis del discurso peronista puede ser leída como un conjunto de
quiebres en el dispositivo de enunciación, y el objetivo de la Renovación, como la
reconstitución de dicho dispositivo. Esta línea de análisis requiere que diseñemos
el esquema enunciativo vigente con anterioridad a los quiebres mencionados, al
que denominaremos "peronismo clásico", por su carácter de modelo establecido.
Puesto que tal segmento discursivo no es nuestro objeto de análisis, describiremos
solamente los aspectos que tomamos como punto de partida para el estudio del
discurso del peronismo renovador. Nos basamos para esta descripción en datos y
observaciones presentados por otros autores (de lpola 1983, 1987 a; Sigal y Verón
1986).

19
El peronismo clásico

Simultáneamente con la formación y conso-


lidación del peronismo como fuerza política significativa en el campo nacional
(1943-1946), se fue instaurando a nivel discursivo una característica estructura
enunciativa.
Este dispositivo se centraba en el lugar del enunciador­líder que, a la
manera del liderazgo carismático, era el lugar por donde pasaba la organización
del universo simbólico en el que se definían todos los objetos del campo político.
Era en la palabra de Perón donde tenía lugar la organización de la sociedad y del
partido peronista, donde se definía qué era ser peronista, trabajador y argentino, y
también donde se generaba la legalidad del campo político (quién puede hablar,
qué se puede decir).
Obviamente, esta capacidad de acción política inherente a su discurso
("fuerza ilocutoria") estaba sustentada en el reconocimiento proveniente del otro
polo del circuito: el receptor (1). En el plano discursivo, el enunciador (imagen del
hablante) y el destinatario (imagen del receptor) se vinculaban mediante un
contrato de lectura, de acuerdo con el cual el receptor tomaba como verdadero
cualquier enunciado pronunciado desde el lugar de enunciación del líder,
reconociéndolo incluso como su propia palabra. Por otra parte, en términos del
universo político peronista, un pacto de lealtad fijaba entre enunciador y
destinatario una relación presentada como eterna, armónica y sin conflictos. Como
todo lo que se pretende perdurable, este vínculo creaba sus propios mecanismos de
reproducción: cada acto de enunciación reforzaba simbólicamente las ubicaciones
de los participantes del circuito (2).
Ahora bien, ¿a quién le hablaba Perón? ¿Quién era el destinatario dentro
del esquema discursivo del peronismo clásico, más allá de los vaivenes que la
recepción peronista efectiva haya sufrido a lo largo de la historia? En el peronismo
clásico, el enunciador-líder interpelaba a sus receptores en tanto pueblo argentino-
peronista. El peronismo era definido a partir de categorías presentadas como la
esencia de la argentinidad, recuperando elementos simbólicos atribuidos al carácter
nacional. De manera inversa, el buen argentino era definido con características
peronistas, estableciéndose de esta manera la ecuación peronistas = argentinos. En
consecuencia, no quedaba espacio simbólico dentro de la nacionalidad para aquel
receptor que no se sintiera reconocido en el discurso del líder (Sigal y Verón 1986:
52 y ss.).

1) La eficacia de los actos de habla reside, según hemos visto (nota 7 de la Intro-
dicción) en el reconocimiento por parte del receptor. La fuerza ilocutoria de la
palabra de Perón se sustentaba en hechos empíricos que evidenciaban el apoyo popu-
lar a su persona, tales como los triunfos electorales o las respuestas a sus
convocatorias.
2) Analizaremos más adelante cómo ciertas celebraciones rituales del peronismo (17
de octubre, 1º de mayo) funcionaban como mecanismo de reproducción de la relación
Perón-pueblo.
20
En síntesis, funcionaba en el peronismo una legalidad de circulación
discursiva que a su vez construía y regulaba las relaciones sociales y políticas.
Existía -en términos de Bourdieu (1977, 1982)- un único enunciador legítimo:
el Líder; un destinatario legítimo: el pueblo (apelativo que cubre la ecuación
peronistas = argentinos), y un discurso legítimo: la palabra del líder y las ma­
nifestaciones de aceptación del pueblo (3).

La crisis del dispositivo de enunciación.


La muerte de Perón. La derrota electoral.

La descripción que acabamos de hacer del


esquema enunciativo del peronismo clásico no da cuenta de la ubicación del resto
de los dirigentes peronistas. Cabe preguntarse, entonces, en qué lugar enunciativo
se situaban, es decir, desde dónde podían hablar.
De acuerdo con el detallado análisis que presentan Sigal y Verón, en la
formación discursiva peronista (4) el lugar legítimo de los principales dirigentes
era el de "enunciadores segundos", y su discurso legítimo, enunciados limitados
por el discurso de Perón o la doctrina peronista. Así es como el discurso de los
enunciadores segundos se puede caracterizar como un metadiscurso que glosa, cita
o refuerza la palabra del enunciador-líder, de manera que éste pasa de
"enunciador'' a "enunciado" (5). La ubicación de los anunciadores segundos-
inferior al lugar de Perón- les permitía establecer entre sí relaciones horizontales
de lucha por el poder y, con respecto al enunciador-líder, de subordinación
vertical, ya que la legalidad de esta zona de la formación discursiva era regulada
únicamente por el enunciador primero.

3) Utilizamos el término "legítimo" sin ninguna connotación valorativa. sino tal como
lo emplea Pierre Bourdieu: cada sistema de relaciones (por ejemplo, el campo
intelectual o el campo político) genera sus propias reglas que determinan quién puede
hablar, qué puede decir, cuál es la lengua autorizada. En este caso, el sistema que
consideramos es el discurso del peronismo en vida de Juan Domingo Perón.
4) Utilizamos el concepto de ''formación discursiva ' definido por Michel Foucaull. En
La arqueología del saber, Foucault busca identificar la especificidad de las relaciones
entre conjuntos de enunciados tradicionalmente conocidos como "ciencias",
"ideologías" o "teorías". Dichas relaciones no se pueden reconstruir a partir de
concordancias, recurrencias o elementos constantes, sino atendiendo al juego de
regularidades de su emergencia dispersa y discontinua. En palabras del mismo
Foucault, "si se pudiera describir entre cierto número de enunciados, semejante
sistema de dispersión, en el caso de que entre los objetos, los tipos de enunciación, los
conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una regularidad [...], se dirá por
convención que se trata de una formación discursiva, evitando así las palabras
inadecuadas para designar semejante dispersión como 'ciencia', 'ideología' 'teoría'.
"(pág. 62 de la edición en español. Subrayado nuestro)
Esta definición, con todo lo que tiene de imprecisa, es susceptible de ser aplicada al
conjunto de enunciados producidos en el seno del peronismo, y que encuentra sus
límites en las condiciones de posibilidad que internamos describir.
Emilio de Ipola señala una diferencia entre el discurso de Eva Perón y el del resto de
los enunciadores segundos, que carecían de la eficacia reforzadora de la palabra de
Evita (comunicación personal).
21
Era Perón quien determinaba el ascenso o el ocaso de distintos dirigentes, en algu-
nos casos de manera explícita, a veces mediante gestos susceptibles de ser deco-
dificados como marcas de legitimación, con la ambigüedad que ello implicaba (6).
Este tipo de funcionamiento comunicativo se intensificó en la época del exilio.
Desde otro punto de vista, podemos señalar la ausencia de una "meta-
regla" (7) de tipo político, tal como la democracia interna. El dispositivo estaba
regulado desde un elemento interior al sistema: las relaciones con el enunciador-
líder. La falta de una instancia exterior de organización dificultaría la posibilidad
de recomposición discursiva de la enunciación peronista ante los dos quiebres que
pasamos a analizar: la muerte de Perón y la derrota electoral.

Sin Perón

La muerte de Juan Domingo Perón, ocurrida el


primero de julio de 1974, desencadenó el problema de la sucesión. Su esposa,
María Estela Martínez (conocida como Isabel), entonces vicepresidente de la
Nación, asumió la Presidencia. La legitimidad que el lugar institucional le
otorgaba a Isabel reforzaba, así, la que tenía dentro del movimiento peronista, por
ser el familiar más directo del líder.
El hecho de que Perón hubiera elegido a Isabel para este cargo evitó la
jerarquización entre lo que hemos llamado los enunciadores segundos,
jerarquización que habría determinado la unicidad de tal lugar de enunciación: el
dirigente escogido podría haber sido considerado heredero de Perón y, por lo tanto,
poseedor de su lugar de enunciador-líder. Ese gesto (la elección de Isabel)
representa la negativa de Perón a dejar un heredero, reforzada más tarde por la
frase: "Mi único heredero es el pueblo". La célebre cita simboliza la destrucción
del dispositivo del peronismo clásico hecha por Perón antes de morir. No sólo no
dejó ningún sucesor, sino que además su manera de conducir la política dificultaría
la recomposición del discurso peronista. Ya no funcionaba el esquema clásico,
pero (ante la ausencia de meta-reglas) faltaba también la única palabra legítima
para realizar cualquier modificación significativa.
Por otra parte, en el peronismo se privilegiaron muchas veces razones no políticas
para determinar lugares de poder.

6 ) En general, Perón legitimaba en lugares similares simultáneamente a varios y


variados enunciadores.
7) Entendemos por "meta-regla" una legalidad que regula el sistema desde el exterior
(en el caso que estudiamos, el campo político) y también ejerce su dominio sobre otros
sistemas equivalentes (aquí, otros partidos). En este sentido la utiliza Elíseo Ver6n
(1985).
22
Algunos dirigentes importantes sostenían, aún después de 1983, la legitimidad de
Isabel Perón como presidente del Partido Justicialista por su relación de parentesco
con el líder ausente, alegando la organización de tipo "familiar" del peronismo
(piénsese, dentro de este registro, en el apelativo de ''tío" que se aplicaba a Héctor
Cámpora). Si en algún momento tales soluciones de tipo tradicionalista pudieron
parecer viables para redefinir lugares legítimos, una segunda ruptura anularía
cualquier recomposición en este sentido.

La primera derrota electoral

Con su lugar de enunciación vacante, en medio


de una crisis no resuelta que había dado lugar a manifestaciones violentas y que la
dictadura militar de alguna manera había puesto en suspenso, el peronismo entró
en la contienda electoral de 1983. La presidente del partido no intervino en la
decisión acerca de las candidaturas. Los candidatos fueron elegidos en muchos
casos utilizando métodos irregulares, incluso violentos.
El resultado electoral evidenciaría otra falla en un supuesto de la
enunciación peronista: el reconocimiento constante, natural y sin conflictos por
parte del receptor (el pueblo). La dificultad en la recepción de los discursos en la
trama de relaciones sociales representa un problema en la dimensión del poder de
dichos discursos, al hacerse evidente que no son "escuchados", es decir que los
sujetos sociales no se reconocen en sus interpelaciones, no creen sus promesas, no
obedecen sus convocatorias (Verón 1978).
La ruptura del vínculo establecido entre el enunciador y el receptor no
solamente dañaba una dimensión fundamental del esquema sino que reforzaba la
evidencia del otro quiebre: la ausencia del líder. No se podía seguir hablando como
si Perón aún viviera.
Según observa Leonor Arfuch (1987), la campaña justicialista se
desarrolló como si esta relación de reconocimiento estuviera naturalmente
garantizada de antemano y se tendió a reforzarla más que a generarla en receptores
no peronistas. Esta creencia no era exclusiva del peronismo sino que se hallaba
extendida a toda la sociedad. Las encuestas revelaban que aunque una mayoría se
pronunciaba a favor del radicalismo, también era mayoritaria la certeza en la
victoria del Partido Justicialista.
Al mismo tiempo surgía la figura de Raúl Alfonsín como líder de una
fuerza política capaz de derrotar al peronismo en elecciones libres. Su lugar de
enunciación revelaba las características del liderazgo carismático, espacio que
nadie había podido ocupar en la política argentina después de Perón.
Esto significa que el campo político construía nuevas relaciones de
reconocimiento popular que generaban lugares de poder legítimos de los cuales el
peronismo era excluido por primera vez desde su origen (8).

8) Es difícil (por no decir imposible) determinar en qué medida es el discurso de


Alfonsín el que impone las nuevas reglas del campo, y en qué medida se adapta
exitosamente a reglas preexistentes.
23
La nueva distribución evidenciaba, además, que el dispositivo del
peronismo clásico era contingente y por lo tanto falible, hecho cuya
inaceptabilidad para el imaginario peronista se manifiesta en las siguientes
referencias a la derrota:

"Nosotros no queremos reformas constitucionales para poner al frente de


las elecciones de 1989 a un hombre que en el '83 le salvó la ropa al
radicalismo, pero difícilmente lo vuelva a hacer, porque ahora está de pie el
justicialismo, y en 1989 seremos nosotros los triunfadores en esta Argentina
que es realmente peronista." (Carlos Menem, Plaza Once, 23-5-86)
"Si [los radicales] llegaron al gobierno por un chiripazo de la suerte y no
sabían qué querían hacer..." (Carlos Grosso, Circunscripción 19) (9).

Renovar la enunciación

La situación descripta hasta aquí es condición de


producción del discurso de la Renovación, y sin duda también condición de su
posibilidad. Los renovadores se enfrentaban con una difícil tarea: la de restaurar el
dispositivo enunciativo, reponiendo los dos elementos dañados.
En primer lugar, había que resolver el problema de la ausencia del
enunciador. Pero, ¿cómo encontrar un locutor legítimo dentro de una legalidad
según la cual un solo sujeto podía ocupar ese lugar, único sujeto, además,
productor de la palabra­ ley? Como queda dicho, no solo faltaba el enunciador sino
también la fuente de la legalidad del dispositivo. Los renovadores necesitaban una
meta-regla, una ley exterior, de otro orden, para el funcionamiento del circuito. La
meta-regla podía (y debía) nutrirse del acervo de verdades peronistas, pero además
había que tener en cuenta que la sociedad argentina, después de la dictadura
militar, había generado pautas de funcionamiento propias, no incluidas en el
universo peronista tradicional.
En segundo lugar, la Renovación necesitaba elaborar un discurso que
suscitara el reconocimiento del receptor para restaurar el segundo quiebre
evidenciado a partir de la derrota electoral: la relación de creencia que el
destinatario del dispositivo mantenía con la palabra peronista.

9) Dado que la mayoría de los discursos que citamos no han sido publicados por
escrito, el subrayado debe considerarse nuestro en todos los casos. En lo que sigue,
sólo haremos la aclaración en caso contrario.
24
El tema del triunfo recorre obsesivamente el discurso del peronisrno
renovador (10). Por ejemplo, la agrupación que Carlos Grosso constituyó en marzo
de 1985 se denominaba "Frente para la Victoria"; a su vez, se aludía a los
ortodoxos con el nombre de "mariscales de la derrota", focalizando entre sus
múltiples defectos (autoritarismo, prepotencia, vinculaciones con el gobierno
militar) el de haber sido derrotados. La tematización de la derrota, un hecho tan
incontrovertible como inaceptable, permitía a los renovadores justificar la
autocrítica, elemento tradicionalmente conflictivo en la gramática ideológica
peronista. Es por esto que se puede afirmar que la derrota no solo fue causa de la
Renovación, sino también condición de posibilidad del discurso del cambio y la
autocrítica dentro del peronismo. Fue necesaria para "poder decir" que algo andaba
mal.

Los límites del discurso: el problema de los topes

La condición de posibilidad de los discursos


sociales, lejos de basarse en una "verdad" o "corrección" de los enunciados
evaluable desde el exterior, es fruto de la legalidad construida por el campo en el
que dichos enunciados son producidos. Las reglas del campo político-discursivo
(generadas por una compleja red de factores, entre los que se cuentan hechos
políticos o económicos, relaciones de fuerza, relación con otros campos)
determinan si un discurso es "posible", es decir, si es creído, reconocido,
obedecido, etc. El campo discursivo produce así sus propios topes, límites de lo
que puede y debe ser dicho (condicionado por lo que podrá ser recibido),
presionando, excluyendo o permitiendo los discursos (11).
En el caso de la política (género constitutivamente polémico), los
discursos no solamente se ubican dentro de los límites, sino que además intentan
excluir del campo el discurso del adversario, es decir, de expulsarlo al lugar de lo
indecible. El discurso político busca a la vez adaptarse a la legalidad preexistente
(estrategia defensiva) e imponer él mismo las leyes del campo (estrategia
ofensiva).

10) Citamos como ejemplo el siguiente fragmento de un discurso de Carlos Menem,


pronunciado en la época en que era considerado uno de los "referentes" de la Reno-
ación: "Nuestro partido no es un partido minoritario [...]. Es un partido mayoritario
que necesita del triunfo. Que necesita del triunfo en forma permanente. Es el alimento
necesario para evitar las disgregaciones." (Plaza Once, 23-V-86)
11) El concepto de "topes discursivos'' se enmarca en las posturas de Foucault (1969) y
Pecheux (1975), pero se refiere de una manera más concreta a valores o temas que
operan como punto de partida de lo que "se debe decir'' en una coyuntura dada. Los
topes no se identifican en el discurso sólo por la presencia de un significante que
remite a esos valores, sino que definen lugares de enunciación, selección de objetos
discursivos, apelación a determinados linajes, etc. Por ejemplo -según veremos más
adelante- el tope "democracia" es para el discurso político actual mucho más que un
tema a tratar.' Los discursos contienen interpelaciones inclusivas u horizontales, los
políticos acortan sus distancias con el público o se neutralizan las polémicas muy
violentas. 25
En otras palabras, el campo no es un objeto cerrado y rígido al cual los distintos
partidos y dirigentes políticos son ajenos, sino que por el contrario, se va
conformando mediante las complejas redes discursivas que relacionan a los
distintos sectores de la sociedad (los partidos incluidos), los cuales, interactuando,
proponen modificaciones. Cada partido, a la vez que se somete a las reglas del
campo, contribuye a generarlas. Ahora bien, el problema a estudiar es el grado de
poder que posee cada formación discursiva para imponer las reglas en el campo en
una coyuntura dada.
Nuestra hipótesis de trabajo plantea que el discurso del peronismo
renovador es producido a partir de dos conjuntos diferentes de límites que
determinan sus condiciones de posibilidad en dos zonas del campo político. En
primer lugar, necesita adecuarse a topes discursivos generados en la formación
discursiva peronista, lugar desde donde la Renovación podrá intervenir en la
coyuntura política. Para demostrar su pertenencia al peronismo, la palabra
renovadora debe estar incluida en el discurso peronista tradicional, sin excederlo.
Sólo con esta condición puede expulsar del lugar legítimo al discurso ortodoxo (el
que a su vez competirá para excluir a la Renovación). Aquel de los contendientes
que -hipotéticamente- sea recibido como ajeno a la formación discursiva peronista,
carecerá de lugar de enunciación legítimo, es decir, de espacio ideológico propio
para intervenir en la competencia político-discursiva nacional.
En segundo lugar, el discurso renovador está sujeto al conjunto de los
topes generados por el campo político de la sociedad argentina desde el final de la
última dictadura militar. Después de los sangrientos años del Proceso, sólo un
discurso que tematice la democracia y rechace explícitamente la violencia es
recibido mayoritariamente. La Renovación, para construir un discurso posible en la
política argentina y competir por espacios de poder con los discursos producidos
desde la formación discursiva radical, está obligada a tener en cuenta estos topes.
El discurso de la Renovación es, por lo tanto, un discurso acorralado por
estas dos clases de topes discursivos, si bien no totalmente contradictorias, por lo
menos de difícil compatibilización: las verdades peronistas y las verdades del '80.

Las verdades peronistas

Los siguientes topes discursivos funcionan como


elementos prácticamente inmodificables de la gramática ideológica del peronismo
tradicional:

• La palabra de Perón y la doctrina justicialista: el discurso legítimo del


peronismo clásico debe continuar circulando dentro de cualquier discurso que se
pretenda peronista. Considerado como conjunto de enunciados a priori verdaderos,
es utilizado como criterio de autoridad, pero también como marca de recono-
cimiento con funciones rituales. Algunos de estos enunciados, cristalizados, confo-
rman el cuerpo de la doctrina justicialista. Dentro de los temas contenidos en estos
textos, se destaca en una situación de crisis la invocación a la unidad del
peronismo.

26
• La unidad: la heterodoxia y la diferencia siempre han sido conceptos
problemáticos para el imaginario político peronista, aunque, paradójicamente, se
trata de un partido caracterizado desde temprano por la convivencia de segmentos
sociales y políticos distintos y aún inconciliables. La organización interna del
movimiento (y en los primeros gobiernos de Perón, también la organización del
país) suponía una neutralización de las diferencias políticas, a partir de principios
generales, amplios, de bajo contenido ideológico (12). Lo único que tenían en
común los diferentes segmentos peronistas era -continuando con la paradoja- el
estar unidos.
• El modelo del primer gobierno de Perón: este periodo es considerado
dentro de la gramática ideológica peronista como la utopía política realizada,
perfección que se impone como paradigna a cualquier discurso programático.

Las verdades del '80

A partir de la apertura democrática (13), se


fueron actualizando en la sociedad argentina dispositivos enunciativos que tendían
a restablecer relaciones políticas: candidato-pueblo, partido-pueblo, partido-
militante, politico­medios masivos, diálogo entre políticos de partidos opuestos.
Los actores sociales volvieron a ser interpelados desde formaciones ideológico-
discursivas que no operaban desde hacía una década. Sin embargo, los nuevos
dispositivos enunciativos se articularon a partir de lugares de enunciación
diferentes de los de anteriores periodos de actividad política, dado que la legalidad
del campo estaba ahora pautada por nuevas condiciones de producción.
Isidoro Cheresky (1984) resume de la siguiente manera las diferencias
más notables entre las campañas políticas en nuestro país: mientras en 1946 lo que
prevalecía era el tema de los derechos sociales, en 1973 el problema fue el cambio
social, y en 1983 el orden político-social. Ampliando este último concepto,
podemos decir que los topes generados por el campo discursivo de los años '80
son:

• La democracia.
• El rechazo a la violencia.
• La ética
• La revalorización de la política (es decir, de las prácticas de partidos frente a
los antagonismos sectoriales y de los mecanismos de concertación frente a los de
confrontación).

12) En relación con este tema pueden consultarse Sigal y Ver6n (1986) y de Ipola
(1987 a). Véase también Bernelli y Puiggrós (1986).
13) La apertura democrática constituye la culminación de una serie de hechos que
fueron marcando el regreso de la política a lugares centrales en el campo social: la
apertura del diálogo político, la creación de la Multipartidaria, el multitudinario
funeral de Ricardo Balbín, la concentración convocada por la CGT el 30 de marzo de
1982. Este proceso se aceleró con la guerra de las Malvinas y la consiguiente derrota
de las Fuerzas Armadas argentinas.

27
Como respuesta frente al terrorismo de estado ejercido por la dictadura
militar, se conformó en el discurso social la ecuación democracia = vida. Del lado
del autoritarismo y de la muerte quedaban no sólo el gobierno militar sino
también los grupos extremistas que habían ejercido la violencia desde fines de los
años '60.
Por otra parte, la corrupción de los funcionarios públicos, los desfalcos
con fondos del estado, el surgimiento de la llamada "patria financiera", asociados
al gobierno militar, definían a la democracia corno la garantía de la dignidad y la
ética, en tanto abría caminos para el control de la clase dirigente. Los medios
masivos, en el momento de la apertura democrática, reforzaron estas tendencias
sociales al producirse un verdadero "destape" de información y denuncias sobre lo
sucedido durante la dictadura.
En otro plano, algunos sectores de la izquierda latinomericana y europea
-muchos de los cuales fueron acercándose a posturas socialdemócratas- producían
una autocrítica de las prácticas revolucionarias violentas. La concertación y el
pacto empezaron a ser considerados mecanismos políticos legítimos que implican
la aceptación de un "otro" (de lpola y Portantiero 1984). Esta reflexión fue
acompañada por un debate sobre estos temas dentro del campo intelectual.
Estas circunstancias hacen que la eficacia de cualquier discurso político
esté condicionada en los años '80 a una ubicación enunciativa en los lugares arriba
enumerados, condición necesaria aunque, desde luego, no suficiente, puesto que la
credibilidad se sustenta también en factores extradiscursivos.
El discurso alfonsinista de 1983 debe su poder de reconocimiento, entre
otros elementos, al hecho de haber sido el mejor intérprete de los topes generados
por el nuevo campo social. Estos valores -sobre todo la democracia y la ética-
habían sido bandera tradicional (podría decirse fundacional) del radicalismo. El
discurso de la UCR podía recurrir a su historia como garantía de su capacidad
democrática. Pero es fundamentalmente en la palabra de Alfonsín donde la for-
mación discursiva radical construyó la apropiación de los topes. Y ello no sólo en
el plano de los enunciados, sino sobre todo en el de la enunciación, utilizando
estrategias de inclusión del receptor, apelando a símbolos de alto contenido
institucional como el Preámbulo de la Constitución, relativizando la pugna
electoral para privilegiar objetivos más generales. Así, borraba la dicotomía entre
democracia y justicia social para capitalizar la síntesis de ambas:

"Nos rasgábamos las vestiduras en el altar de la libertad y otros lo hacían en


el de la justicia. Y no nos dábamos cuenta de que éramos los gladiadores de
un circo romano porque entonces hubiéramos visto a la oligarquía bajando
su pulgar." (San Miguel)

28
Por otra parte, al convocar a un "movimiento pluralista, racional y
democrático", centraba la oposición entre democracia y dictadura, privilegiándola
ampliamente sobre la oposición peronistas-radicales. Estos factores motivaron el
surgimiento de expectativas acerca del lanzamiento de un "tercer movimiento
histórico", alentadas desde ciertos sectores del radicalismo.
El candidato radical definía la recuperación de la democracia como
punto superador de cincuenta años de inestabilidad institucional y que permitiría
obtener, junto con la legalidad formal, garantías individuales para siempre. Esta
última operación, sintetizada en el slogan: "Más que una salida electoral, una
entrada a la vida", daba cuenta de la ecuación democracia = vida que hemos
señalado (14).
El peronismo, mientras tanto, fracasó en la construcción de un discurso
que resultara eficaz en ese contexto. La violencia dominante durante el último
gobierno peronista, que se confundía con la represión ejercida por el gobierno
militar, y la metodología de organización interna no democrática expulsó al
justicialismo fuera del lugar de la democracia (15). Por añadidura, se trataba de un
partido que nunca había tenido a la valoración de los mecanismos formales de la
democracia como una preocupación fundamental. Incluso había manifestado
siempre cierto desdén hacia este tipo de cuestiones (16).
Después de su triunfo, la palabra de Alfonsín funciona como discurso
faro en el campo político. El discurso de Alfonsín pasa a dominar el temario
público y el léxico político, imponiendo las reglas de "lo decible" mientras que a
los demás partidos políticos sólo les queda responder. El periodo comprendido en
nuestro corpus cae dentro de esta organización del campo político-discursivo.
Desde su más temprana época, la Renovación intenta ocupar el lugar de oposición
con respecto al oficialismo, para lo cual se adaptará a la legalidad discursiva
impuesta por Alfonsín (17). Es por esto que algunos cientistas y analistas políticos
consideran a la Renovación como un fenómeno "alfonsinizado".

14) Para un análisis de los dispositivos del discurso de Alfonsín en 1983 véase Arfuch
(1987).
15) Oscar Landi (1985) analiza como operó el discurso de Alfonsín para reforzar esta
ubicación del peronismo.
16) Emilio de Ipola (1987) destaca el hecho de que, aunque en 1946 Perón polemizaba
con sus adversarios adjudicándose el ejercicio de una "democracia real" frente a la
"democracia formal" preconizada por aquellos, también relativizaba la pertinencia de
esta oposición, y por lo tanto, del valor "democracia". Perón decía el 12 de febrero de
1946: "En nuestra patria no se debate un problema entre [...] 'democracia' y 'to-
talitarismo'. Lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un
partido de campeonato entre la 'justicia social' y la 'injusticia social'." También
Cafiero, en 1983, señalaba la jerarquización de valores que tradicionalmente sos-
tuvo el justicialismo: "Nosotros no nos excitamos recitando el preámbulo de la
Constitución, porque no creemos que las ansiedades de los pueblos se expresen de esta
manera, sino, como dice el justicialismo, realizando la revolución pendiente." (Paraná,
octubre de 1983)
17) Uno de los logros que la Renovación obtuvo con su victoria de 1987 fue ocupar el
lugar de interlocutor legítimo del gobierno dentro de la oposición. La estrategia de la
UCR había sido, hasta ese momento, obviar al peronismo renovador, entablando
relaciones con otros sectores del peronismo (Vicente Saadi, las 62 organizaciones, el
grupo de "los 15", etc.).
29
Si bien en el momento de las elecciones de 1983 el peronismo no
advirtió ni el juego de topes ni el poder del discurso radical, podemos definir a la
Renovación como el sector peronista que, atendiendo a estos puntos, toma
conciencia del lugar desde donde "hay que hablar" en la sociedad argentina para
"ser escuchado". La citas siguientes testimonian cómo Grosso y de la Sota, en una
suerte de discurso metalingüístico, se referían explícitamente a este problema:

"Nosotros no estamos en el peronismo de Perón después de cuarenta años de


liderazgo, donde la sola mención de su nombre era ya una convocatoria
masiva a la fe y a la confianza [...] Y cuando el 3 de noviembre el pueblo nos
diga de nuevo que no está con nosotros vamos a decir 'pero, ¿qué pasó?', y
vamos a buscar de nuevo otros chivos expiatorios, otras razones, y lo único
que vamos a estar ocultando es que no trabajamos nosotros y creemos que
Perón sigue trabajando por nosotros. [...] No va a valer que nosotros
voluntaristamente digamos: 'el peronismo será revolución, el peronismo
volverá a ser mayoría'..." (CG, A)
"Hay nuevas necesidades sociales. [...] El valor PAZ SOCIAL [...] sigue
siendo para los argentinos de este país a fines del Siglo XX, un valor
sustantivo a preservar a cualquier costo. [...] El valor ESTABILIDAD
POLITICA, después de tantos golpes de estado, de tantas interrupciones
institucionales, sigue siendo para los argentinos de hoy, un valor absoluto
del cual es imposible apartarse. Creo que los radicales han tenido el
termómetro de la temperatura social en la Argentina ..." (JMS, HG.
Mayúsculas en el texto original, publicado en una de las impresiones de
Moncalvillo y Fernández, pp. 15-42. Subrayado nuestro)

30
En resumen, la Renovación se funda en la intersección de los dos
espacios discursivos descriptos, que le imponen dos tipos de límites. La
compatibilización entre ambos se fundamentará argumentando que todo lo nuevo
estaba ya incluido en el peronismo clásico, y que el peronismo que no se ajusta a
los topes de la apertura democrática no es el verdadero. Es decir, estos complejos
mecanismos de cruce no funcionan solamente legitimando el lugar ideológico
desde donde habla la Renovación, sino que le permiten operar polémicamente en
los dos espacios en los que "presentan batalla": dentro de la formación discursiva
peronista, ubicándose en el lugar del verdadero peronismo; fuera de ella,
disputando en el campo discursivo espacios que el radicalismo había tomado para
sí (18).

18) En una línea argumentativa similar a la que desarrollamos en este capítulo, pero
dentro de un marco de análisis más amplio, Emilio de Ipola (1987 b, parte II) se ocupa
también de lo que hemos llamado "topes provenientes de la formación discursiva
peronista", así como de la dependencia de la propuesta renovadora respecto del marco
programático definido por el gobierno. Por otra parte, Horacio González (1987:14)
formula de la siguiente manera una idea parecida: "La renovación peronista
[realiza] simultáneamente tres gestos: uno, adaptativo, pues es preciso mostrar que 'las
críticas de La sociedad que nos ha castigado con su voto', han sido oídas; otro,
argumentativo, pues es necesario exhibirse como la continuidad del peronismo
histórico; y otro, constructivo, pues se trata de crear una fuerza electoralmente
competitiva, capaz de darle un próximo 'turno peronista' a la democracia argentina.
[...] [La renovación peronista] quiere ser heredera del ciclo peronista sin dejar de
pertenecer enteramente a este ahora, a este presente político." (Subrayado del autor)
31
E n el proceso de su constitución
presentación en sociedad, la Renovación debe darse a sí misma una identidad: en
y

términos discursivos, debe construirse como enunciador de una palabra nueva


dentro del peronismo. Ahora bien, la construcción que un locutor hace de sí mismo
es indisociable de la definición y caracterización de aquel personaje diferente de
él: el "otro". Es en virtud de este juego de diferencias que van identificándose los
distintos sujetos del universo discursivo.
En particular, el discurso político requiere, por su carácter competitivo,
de la conformación del adversario. Es en este sentido que, según diversos autores,
"la construcción del 'nosotros' es indisoluble de la construcción del 'ellos', como
aquellos que son excluidos del 'nosotros' " (Chirico 1987).
El "otro", distinto de la primera persona, puede ser visto desde dos
ángulos: hay un otro a quien el discurso está dirigido, ya sea aliado, adversario o
indeciso: el destinatario; y hay un tercero, acerca de quien se habla, al que se
caracteriza y se le adjudican modos peculiares de acción, pensamiento o discurso.
Si bien los referentes de ambas entidades pueden -y suelen- coincidir (sería el caso,
por ejemplo, en que la Renovación hable acerca de los ortodoxos y les dirija al
mismo tiempo su discurso), la distinción analítica es indispensable para estudiar
los modos en que se tejen las redes de alianza u oposición.
Los dos adversarios de la Renovación son, en distintas instancias, la
ortodoxia peronista y el radicalismo, sujetos que son focalizados como blanco de
la polémica según los avatares de la coyuntura política. Como hemos visto,
disputar el espacio político a la ortodoxia era un prerrequisito para poder
enfrentarse con su adversario definitivo: la UCR. Esto explica que, a medida que
los ortodoxos dejan de representar un obstáculo para la entrada de los renovadores
en la lucha por el poder, la polémica con ellos tienda a diluirse o, al menos, a
circular por otros canales (1). En ambos casos los mecanismos discursivos de
descalificación recurren, de acuerdo con nuestra hipótesis, a valores provenientes
de la tradición peronista, por un lado, y por otro a los propios del campo discursivo
de los '80.

1) A fines de diciembre de 1987, Herminio Iglesias fue expulsado del Partido Jus­
ticialista de la Provincia de Buenos Aires, por haber presentado una lista
alternativa a la oficial en las elecciones de septiembre. Este hecho reviste un alto
valor simbólico, ya que este dirigente apareció siempre ante la opinión pública
como suma y cifra de un modo autoritario y caduco de hacer política; sin
embargo, muchos dirigentes menos notorios del herminismo aparecen hoy ligados
a la Renovación.
33
A partir del congreso partidario reunido en el
Teatro Odeón en diciembre de 1984, quedan perfilados dos bloques enfrentados.
Cada uno de ellos estaba compuesto por agrupaciones de distinta procedencia: los
dirigentes más notorios del bloque oficialista -Lorenzo Miguel (líder de las 62 Or­
ganizaciones), Herminio Iglesias (dirigente de la Pcia. de Bs.As.) y José María
Vernet (Gobernador de la Pcia de Sta. Fe)- fueron designados para integrar el
Consejo emergente del Odeón; el bloque de los disidentes, integrado por la
mayoría de los gobernadores del interior del país y representantes del sector
sindical de "los 25", conformaría más tarde (febrero de 1985) una conducción
paralela conocida como "conducción de Río Hondo". Con estos últimos se
agruparían sectores disidentes de la Provincia de Buenos Aires (enfrentados con la
conducción de Iglesias) y la corriente que en Capital Federal encabezaba Carlos
Grosso (en pugna con los grupos que respondían a Miguel y a Guardia de Hierro)
(2).
El factor que aglutinaba a los riohondistas era, sin duda, la existencia de
adversarios comunes y ciertos acuerdos mínimos, como la necesidad de convocar a
elecciones internas para disputar espacios en la conducción del partido. Sin
embargo, la fragilidad del acuerdo quedaría evidenciada en las múltiples
deserciones y pasajes de un sector a otro como, por ejemplo, los casos de Jorge
Triaca y Vicente Saadi, o los conocidos vaivenes de Carlos Menem. En el
Congreso de la Unidad, reunido en Santa Rosa (La Pampa) en julio de 1985, las
divergencias internas llevaron a los renovadores a una de sus crisis más serias, ya
que no pudieron llegar a un acuerdo para presentar una lista alternativa a la de la
ortodoxia. Por añadidura, el Congreso devolvió a sus adversarios el carácter de
conducción legítima, que los renovadores debieron acatar.
Es justamente después del Congreso de Santa Rosa cuando el uso de la
denominación de "ortodoxos" comienza a generalizarse en los medios de
comunicación. Anteriormente, la prensa utiliza, alternativamente, designaciones
que los definen ya sea en relación con sus dirigentes más notorios (el
"miguelismo", "los adictos a Herminio Iglesias", "la conducción encabezada por
Vernet"), ya sea en relación con el frente interno (la"conducción del Odeón'', el
"sector oficialista"). Después de La Pampa, las referencias tienden a ser
simplemente institucionales (la "conducción de PJ", el "Consejo Nacional
Justicialista").

2) Como el mismo Grosso hace notar en sus discursos, esta línea estaba a su vez
integrada por militantes de distintas agrupaciones internas.

34
En cuanto al término "Renovación", aparece desde el principio en
alternancia con otras denominaciones tales como los "disidentes", los "rebeldes",
el "bloque del interior'', el "sector Río Hondo".
La fluctuación de las designaciones se inscribe en la polémica por la
definición de la ortodoxia, que era en sí misma un valor en disputa. Para la
Renovación, ceder el lugar de la ortodoxia a la conducción oficial significaba, en
el momento de su surgimiento, ubicarse en la marginalidad (3).
Para designar a sus adversarios, los renovadores se valen de diversas
perífrasis descalificatorias, tales como:
'1os nostálgicos del peronismo" (CG, 14)
"los que nos condujeron al oprobio y la derrota"; "aquellos que perdieron
el afecto del pueblo argentino" (JMS, HG)
"los grupitos", "los que perdieron" (AC, MP)

Por el mismo motivo, rechazan para sí mismos denominaciones tales


como "disidentes" o "rebeldes" y si bien aceptan el término "Renovación" (que
carece de las connotaciones negativas de los anteriores), realizan una serie de
operaciones discursivas tendientes a que la referencia de este significante coincida
con la del significante "peronismo". Una de ellas es la construcción de clases de
equivalencia (4), de manera que la utilización de uno u otro término resulte
intercambiable.

"¿Qué representan hoy los renovadores? ¿Qué le decimos hoy al pueblo los
peronistas?" (AC, MP)

Esta identificación, perfectamente rastreable en la superficie discursiva,


es explícitamente asumida en declaraciones periodísticas de Eduardo Vaca: "Estoy
convencido de que, después del 3 de noviembre, el peronismo renovador va a ser
el peronismo, sin aditamentos." (El Despertador, No. 4, p. 12)

3) Como se puede ver en el reportaje a Cafiero citado en la introducción (nota 6), una
vez consagrada la Renovación como corriente hegemónica del peronismo, la disputa
por la denominación pierde sentido. La palabra "ortodoxos" pasa a ser una
designación que se dio a uno de los sectores que, circunstancialmente, estuvieron
enfrentados.
4) Se denomina "clase de equivalencia" al conjunto de segmentos (palabras o
construcciones) que tienen distribuciones sintácticas semejantes en determinado pro-
ceso discursivo. Por ejemplo, en "Tenemos el propósito de defender la democracia y de
defender la Constitución", "democracia" y "Constitución" son miembros de la misma
clase de equivalencia. Ello, por supuesto, no implica una equivalencia de tipo
semántico (aunque puede inducirla como efecto de lectura), sino, en principio, una
representación de la estructura del discurso.

35
"Los nombres del escarmiento y la vergüenza"

La polémica con los ortodoxos se articuló


alrededor de tres acusaciones que, en conjunto, implican adjudicarle a la con-
ducción partidaria la responsabilidad por la ruptura del pacto de lealtad:
1) Distanciamiento del pueblo.
2) Distorsión de la herencia de Juan Domingo Perón.
3) Empleo de métodos antidemocráticos.

Los tres factores están íntimamente relacionados entre sí por una red de
causalidades recíprocas. El pueblo se aleja de una dirigencia en la que no reconoce
a los herederos del líder y la consecuente crisis de representatividades "resuelve"
por parte de la dirigencia a través del desconocimiento de la voluntad de las bases,
el autoritarismo y la violencia. Estos hechos operan como reforzadores de la crisis
y derivan en un endurecimiento cada vez mayor de las posiciones.
La fe y la confianza sobre las que descansaba el pacto de lealtad se des-
moronan, en tanto la ciudadanía teme ver reeditada la experiencia de los años 70:

"Nuestro pueblo está cansado de zozobras, de violencia y de aquellos que


más que generarle confianza le generan miedo." (CG, F)

Una de las operaciones discursivas presentes en el discurso de la


Renovación consiste en la articulación de una suerte de relato de las elecciones de
1983, tendiente a deslindar responsabilidades. La explicación de la derrota
electoral (segundo quiebre del dispositivo del peronismo clásico) tiene que
ubicarse necesariamente en uno de los dos polos de la relación: o bien el pueblo ha
cambiado -postulado difícilmente asimilable en el marco del discurro peronista (5),
o bien la herencia de Perón ha sido distorsionada a tal punto que el pueblo no
reconoce su mensaje en los discursos de la dirigencia peronista. Esta segunda
explicación permite a los dirigentes renovadores desarrollar una serie de
argumentos alrededor de los cuales se articulará la polémica:

• La lealtad del pueblo hacia Perón se mantiene incólume.

5) En este aspecto es sintomático un estribillo profusamente coreado en las mani-


fesiaciones peronistas que reza: "Traigan al gorila de Alfonsín !para que vea! que este
pueblo no cambia de ideal sigue la bandera de Evita y Perón."

36
"Este pueblo no pide nada, este pueblo sólo aclama a quien sabe que le
puede dar todo, porque le ha dado el sentido de su propia realización, de su
propia pertenencia, ese hombre que se llamó Juan Domingo Per6n." (AC,
PM)

• Sin embargo, el peronismo perdió las elecciones porque los que se


dicen ortodoxos son en realidad traidores a Perón y al pueblo.

"Hubo quienes invirtieron esta [máxima] que Perón nos había enseñado y
privilegiaron sus ambiciones antes que la Patria o el Movimiento." (AC,
PM)

• Como contrapartida, los "verdaderos ortodoxos" son los renovadores,


fieles al legado de Perón. Así lo enuncia el documento del Frente
Renovador titulado "El peronismo renovador convoca a los
argentinos":

"Somos la ortodoxia frente a quienes niegan la permanente necesidad de


actualización doctrinaria." (El Despertador, No. 4, oct.­ nov. de 1985, pág.
20, negrita en el original.)

• De acuerdo con ello, Alfonsín ganó las elecciones porque se "ocultó"


tras las banderas de Perón. (Volveremos sobre este punto en el
parágrafo siguiente.)

"Llegaron al gobierno con las frases de Perón pero gobiernan con la


Constitución de 1853." (CG, 14)

En consecuencia, a pesar de que el Partido Justicialista perdió las


elecciones, Perón, en definitiva, no fue derrotado. Al preservar la figura de Perón,
se restaura imaginariamente el segundo quiebre.
Estas puntualizaciones hacen evidente que la Renovación no se
promueve a sí misma como un proyecto de revisión ideológica del PJ, sino que por
el contrario, insiste una y otra vez en que su objetivo es retomar fielmente las
fuentes doctrinarias (6), la innovación propuesta apunta específicamente a lo
metodológico. Sin embargo, abundan referencias a la "actualización doctrinaria",
hechas siempre en términos muy vagos, que coexisten con la reafirmación de la
eternidad de las verdades peronistas.

6) Por cierto, este retorno a las fuentes supone una lectura de la doctrina desde la
Renovaci6n que, como toda lectura, será una reproducción de dicho discurso. El éxito
de la Renovación consistirá en imponer esta lectura como "ortodoxia".
37
"Teníamos que ser fieles al testamento de Perón y renovarnos para
actualizar permanentemente nuestro mensaje, comprender las
transformaciones que se habían producido en la sociedad argentina y darles
respuesta válida." (AC, PM)

El carácter difuso de las declaraciones de los renovadores con respecto a


los aspectos doctrinarios e ideológicos es comprensible dada la índole proteica de
la doctrina peronista y lo heterogéneo de los adherentes a la Renovación que,
según la caricaturiza José Luis Manzano, "es como el colectivo 60, porque va a
muchos lugares y tiene muchas cosas muy disímiles adentro." (Gordillo y
Lavagno: 27).
Por otra parte, es explícita la preocupación de los renovadores por dejar
en claro que este planteo metodológico cobra sentido sólo después de la muerte de
Perón, ya que mientras él vivía el camino correcto era el verticalismo.

"Porque, muertos los grandes caudillos, tenemos que entender que la


soberanía ha vuelto al pueblo con entera libertad... "(CG, A)

La democracia interna, entonces, no es defendida como un principio


válido per se, sino que resulta una necesidad coyuntural.

"Es el pueblo el que debe definir, lo va a definir el afiliado en elecciones. [...]


Quienes se nieguen al método de la confrontación con nuestro pueblo son los
que han empezado a desbarrar en otra cosa en el peronismo. Y no porque
un método sea la esencia de la solución." (CG, A)

38
Una vez identificada con el conjunto del
movimiento peronista, la Renovación constituye su lugar respecto de un segundo
Otro negativo: el oficialismo.
Al caracterizar al "modo agónico" (género que incluye la polémica, la
sátira y el panfleto), Marc Angenot (1982: 38) lo compara con un "drama de tres
personajes": la verdad, el enunciador y el adversario. El discurso político (ya sea
pensado como subgénero de la polémica, ya como portador de un "componente"
polémico) no escapa a esta regla: el enunciador se ubicará siempre en el lugar de la
verdad, desplazando a su adversario hacia la posición de la mentira o el error.
Si esto es así para el discurso político en general, destaquemos que en
nuestro corpus la 'falsedad' aparece como rasgo privilegiado para caracterizar al
adversario radical; lo cual es coherente con la ubicación tradicional del peronismo
como portador de la verdad, a partir de su enunciación por el Líder (de manera
elocuente, tal caracterización es raramente utilizada al hablar de los ortodoxos). La
imagen del radicalismo se va conformando sobre la base de una constelación de
rasgos ideológicos (liberalismo, connotado negativamente como 'antinacional' y
'antipopular') y políticos (aislamiento del pueblo, pasividad e impotencia), atra­
vesados unos y otros por la carencia de verdad (falsedad e ignorancia). Los rasgos
se van encadenando en un juego de traducciones mutuas:

Falta de verdad
(falsedad).: \/;
; ::\ ···:·/·.·- :--'\ '.·,·::: :-:·:·):=
: \ :-

39
La constelación que opera como contrapartida permite definir al pero-
nismo renovador:

Se ve así cómo, en palabras de Angenot, "el discurso ofrece dos


isotopías contrarias subsumidas por una tópica común" (1982: 38); es decir, dos
conjuntos de calificaciones de signo contrario en tomo a un mismo valor.

Las palabras y las cosas


La acusación que recurrentemente lanzan los
renovadores -por cierto, no son los únicos­ sostiene que el radicalismo no cumple
sus promesas, reemplaza "hechos" por "palabras", y disimula u oculta la realidad.
Dos son las operaciones discursivas que con mayor frecuencia apuntalan dicha
acusación:

1. la oposición entre discurso y acción:

"Tenemos que preguntarles a ellos que dicen que hacen lo que pueden, qué
han hecho en este año y medio con la salud". (CG,19) "¿No será que hay que
decir 'democracia participativa', pero hay que hacer todo para que la gente
se quede en la casa y mire la vida por la televisión?" (CG, PM)

Cafiero, por su parte, introduce el sintagma "doble mensaje" (o "doble


discurso") con gran eficacia, logrando que sea retomado no sólo por los periodistas
políticos, sino por los militantes, inclusive algunos radicales. Habitualmente, la
expresión no se refiere -como podría suponerse- a una superposición de dos
discursos contradictorios, sino a la falta de coincidencia entre el contenido de los
enunciados y la acción concreta del gobierno:
"... Un gobierno y un partido oficialista que inauguró en la política
argentina el sistema del doble mensaje. Hay una palabra oficial que se
expide desde estos balcones y hay una realidad que es la que ve el pueblo."
(AC, PM)

40
Esta última cita ilustra una operación argumentativa recurrente en el
proceso discursivo del peronismo: por un lado se escinde el discurso radical de la
realidad extradiscursiva; por otro, es el discurso peronista el que se postula corno
mediador legítimo de la percepción que el pueblo tiene de dicha realidad. Si
Cafiero puede hablar en nombre del pueblo es porque el punto de vista de ambos
es idéntico. El gobierno, por su parte, o bien ve algo distinto de lo real, o bien
simplemente miente (7).

2. El uso de términos en los que está presente siempre el subjetiverna 'falsedad':

"Los muchachos del radicalismo se han podido camuflar..." (CG,14)


"A Alfonsín [lo quieren convertir] en imitador de Perón." (ibíd.)
"Esto es construir una cáscara que tiene el aspecto de la democracia..."
(JMS, HG)

La terminología de este conjunto incluye recurrentes metáforas que


provienen del campo semántico del espectáculo (sobre todo del teatro), que
refuerzan la idea de "ficción" aplicada al decir del radicalismo. ·

"Los muchachos radicales, por más que cambiaron el libreto, siguen siendo
los mismos." (CG, A)
"el elenco radical" (AC, MP)
"una obra que se titulaba: Natación para todos"' (ibìd.)

Así, el enfrentamiento entre radicales y peronistas torna la forma de una


contienda entre dos palabras: el discurso radical, calificado como "ruido
modernista", "idioma de las esdrújulas griegas", es definido como un discurso
carente de referente, mientras que la palabra peronista resulta idéntica al objeto
que nombra:

"Perón nos enseñó a llamar las cosas por su nombre." (AC, PM)
"La llamamos la 'plaza de Perón', porque es la plaza de Perón." (ibìd)
7) En ocasiones Cafiero recurre a imágenes que usaba el mismo Perón, con idéntico
objetivo (descalificar al adversario) y los mismos medios (ataque a las formas de
discursividad, además de los contenidos). Compárense, por ejemplo, los siguientes
fragmentos:
"[Los radicales] han preferido la palabra que ilumina, que brilla, pero no el concepto
que trasciende." (AC,O)
"Estos vociferadores de la libertad quieren disimular, alucinando con el brillo de esta
palabra, el fondo esencial del drama que vive el pueblo argentino." (Perón, 12-2-46)
41
¿Liberales o resignados?

Ahora bien, el discurso renovador adjudica dos


orígenes a los recurrentes "errores" del radicalismo: orígenes que, contradictorios
desde el punto de vista lógico, están sin embargo copresentes en la misma super-
ficie discursiva (8). Por un lado, se acusa a los radicales de ser "liberales
disfrazados". Una misma ideología antinacional y antipopular reuniría a la
generación de 1880, la "Revolución Libertadora", la última dictadura militar, la
derecha ucedeísta y el radicalismo. Como veremos con algún detalle en los
capítulos que siguen, los radicales se vincularían con la generación del '80 por su
carácter extranjerizante (siendo el nacionalismo parte del conjunto de topes
peronistas) y con los gobiernos militares por el ejercicio de la violencia (lo cual,
hemos dicho, remite a uno de los topes de los '80) (9).

Un análisis de la caracterización que Perón hacía de su discurso y el del adversario


puede encontrarse en el artículo de Emilio de Ipola (1983:123 y ss.)
8) José Nun (1984) plantea que las "prácticas de razonamiento de sentido común"
permiten compatibilizar a otro nivel enunciados lógicamente contradictorios. La hipó-
tesis -de validez general- es ejemplificada por el mismo Nun y por de lpola (1987 a)
basándose en el caso de la ideología peronista.
Sin duda, desde el punto de vista de la recepción pueden invocarse al menos dos
razones por las que la compatibilización entre los enunciados que analizamos no
presenta problemas. En primer lugar, la peculiar situación de enunciación en que
consiste el acto público, en el que predominan la función fálica (cendrada en el
contacto entre el orador y los asistentes) y la de reconocimiento (en virtud de la cual la
adhesión del público está garantizada de antemano). Las críticas al adversario –prác-
ticamente una de las reglas constitutivas del género- son celebradas por la
concurrencia sin objeciones ni exigencias de rigor lógico. En segundo término, aun
postulando un receptor más amplio que el segmento de los partidarios, las situaciones
de prolongada crisis económico-social con escasas perspectivas de solución a corto
plazo suelen promover la búsqueda de causas y responsabilidades, en el marco de la
cual puede validarse la crítica más despiadada.
Independientemente de estas consideraciones, nada impide preguntarse por el tipo de
operación que rige la compatibilización de ambos enunciados desde el punto de vista
de la producción.
9) Es cierto que, en ocasiones, la " divisoria de aguas" reúne en un mismo campo
democrático a radicales y peronistas. Sin embargo, una segunda división mostrará que
los radicales proponen una democracia "incompleta" o ''falsa", al igual que
conservadores y liberales (véase, a este respecto, el capítulo 3). Por otro lado, la
ideología "intrínsecamente liberal" de los radicales es desmentida en aquellas zonas
del discurso que adjudican prácticamente a todos los argentinos una ideología
"naturalmente" peronista (Sigal y Verón 1986: 86, lo ejemplifican con textos de Perón;
de Ipola 1987 b: 343 y ss., presenta un ejemplo de de la Sota; Grosso (C. 14 ): "Las
bases ideológicas de la construcción factible en este país son las bases ideológicas que
el peronismo vino a colocar en la realidad argentina en 1946."; Cafiero (Once): "[Con
los radicales] tenemos el común propósito de defender la democracia, de defender la
Constitución, de repudiar la violencia, y de construir una democracia justa, libre y
sobe- rana."). 42
Los ejemplos son innumerables; tomamos uno en el que la ideología radical es
asimilada al modelo conservador agroexportador:

"Creo que les falta valentía para decir que los argentinos podemos ordenar
nuestra casa sin renunciar a nuestra capacidad de crecer. Pero para eso
tienen que revisar su mentalidad, tienen que dejar de ser radicales de la
provincia de Buenos Aires acostumbrados a la chacra agropecuaria." (CG,
19)·

Para ocultar su "verdadera" ideología, el radicalismo se ampararía en


banderas peronistas, tales como la "justicia social".
En este sentido, Alfonsín aspiraría a "imitar a Perón" (enunciado en el que
predomina la carga de falsedad que conlleva el término "imitación"); sin embargo,
señala Grosso, sólo puede ser "imitador de Galtieri" (y aquí, por tratarse del
elemento rematico (nuevo), lleva más peso la nefasta evocación de Galtieri).
Según este esquema, un discurso "peronizado" ocultaría las verdaderas intenciones
y disimularía los actos (la "realidad") del gobierno radical. En consecuencia, si los
radicales actúan como lo hacen, es porque así lo quieren; sólo que, para ser
escuchados, deben disfrazarlo con palabras:

"Creo que los radicales han tenido el termómetro de la temperatura social


de la Argentina y no se proponen transformar esta realidad. Pero si tienen la
habilidad suficiente a través de la política proselitista de su presidente, de
navegar por encima de la realidad social de hoy..." (JMS, HG)

Pero por otro lado, un segundo argumento descalificador se basa en una


supuesta "resignación" del radicalismo para gobernar (10). La calificación es
genérica, pero se aplica sobre todo a la política del gobierno respecto de la banca
internacional y el FMI. El sintagma "lo posible" adjudicado al radicalismo opera
como significante polémico en tanto se disputa la demarcación de su referencia:
qué (o cuánto) es posible en la Argentina de hoy. En efecto, cuando el significante
"lo posible" se refiere a la acción del gobierno radical, se carga de connotaciones
negativas, recurriendo a un vocabulario de contenido restrictivo, cuyo efecto es
ubicar "lo posible" como producto de la incapacidad oficial.

10) De lpola (1987 b: 347) explica el énfasis en la "resignación" del radicalismo a


partir del leit-motiv peronista de la "grandeza nacional", utopía que actuada como
fundamento ideológico de la crítica a la política radical. La acusación, sin embargo, no
es privativa del peronismo; hay incluso sectores del radicalismo que se apropian del
término (significante y significado, sin mediar redefinición) para la formulación de la
autocrítica.

43
En otras palabras, el oficialismo estaría signado por una suerte de
impotencia estructural, proveniente de una carencia en el plano del "saber". Los
radicales quieren y no pueden, porque no saben. No saben gobernar, no conocen la
verdadera democracia (11), y en consecuencia, no saben defenderla.

"Éste es el camino iniciado por el gobierno radical. El de una Nación


resignada. […] Que ya busca solamente hacer lo posible." (JMS, HG)
"Este gobierno se ha transformado en el gobierno del 'quiero y no puedo'.
Este gobierno quiere aumentar los salarios. No puede. Este gobierno dice
que quiere aumentar las jubilaciones. No puede.", etc. (AC, O)
"[El presidente] no entiende al mundo obrero. No entiende al mundo
empresario. No tienen buenas relaciones con la Iglesia Católica ni con las
Fuerzas Armadas." (AC, MP)

En contraste con esta descripción, la voluntad del peronismo parece ser


garantía suficiente de su potencia (tal vez en virtud de su posesión de un "saber"
que lo alinea junto al pueblo) (12):

"Trabajemos juntos, compañeros. Hagamos las cosas como debemos. No las


hagamos como podamos." (JMS, HG)
''Queremos cambiar la vida, y la vamos a cambiar, porque queremos y
porque podemos." (CG, PM)
"Les digo que nosotros, porque queremos, vamos a poder." (AC, MP)

¿Cómo compatibilizar estos dos enunciados aparentemente


contradictorios, a saber, "el radicalismo gobierna como quiere (aun pudiendo
hacerlo de otra manera)" y "el radicalismo gobierna como puede (aunque no lo
quiere)"? Solamente considerando que el primer enunciado es reconocido por el
peronismo como su propia palabra, mientras que el segundo representa la síntesis
del discurso adjudicado al oficialismo. Los renovadores, dentro de una política
pensada como ''decidible" (donde "poder" se identifica con "querer''), presentan un
radicalismo que elige estrechar los márgenes de lo posible, 1) porque no confía en
el pueblo y 2) porque su ideología cerradamente liberal no le permite concebir la
ampliación de esos márgenes, cosa que sí está en condiciones de hacer el
peronismo. Esta idea es expresada, para el tema de la concertación, por Carlos
Grosso durante su campaña para los comicios internos:

11) Desarrollaremos este punto en el capítulo 3


12) Sin embargo, en la campaña para las elecciones internas de 1985, la voluntad era
considerada insuficiente:
"No va a valer que nosotros voluntaristamente digamos: 'El peronismo será revolución'
.." (CG, A)
44
"... Este gobierno no entiende el criterio de comunidad organizada, pero
sería terrible que los radicales hubieran aprendido tanto que entendieran el
concepto de comunidad organizada. [...] Y por eso no pueden hacer la
concertación: no solamente porque luchan contra el movimiento obrero en
una lucha de índole política, no so1amente porque luchan contra el
empresariado en una cuestión de índole especulativo-económica, sino
porque en el fondo de sus cabezas y de sus corazones no creen en la
concertación porque son liberales." (CG, 14) (13).

Lejos del pueblo


La pasividad asignada al radicalismo se postula
como estrechamente vinculada con un rasgo adicional: el aislamiento, la soledad,
el alejamiento de las necesidades populares (y recordemos que es en el pueblo
donde reside la "verdad"). Por ejemplo, Grosso opone un espacio hermético, en el
que el gobierno se complace en encerrarse ("los escritorios"), a "la calle", espacio
abierto en el que se desarrolla la realidad y por donde circulan el pueblo y los
dirigentes peronistas:

"Estamos, y todos lo sabemos, en el momento más dramático que siempre


han tenido las democracias en la Argentina. En los momentos en que los
gobiernos empiezan a aferrarse a sus ideas fijas y a no escuchar la voz de la
calle que dice que las cosas andan mal; de esos gobiernos que empiezan a
encerrarse en su fantasía y a meterse adentro de sus escritorios. De esos
momentos de la democracia en que el pueblo, frustrado en sus expectativas,
desengañado en sus esperanzas, empieza a retirarse lentamente hacia sus
casas.
Pero aquí estamos nosotros, hoy, después de largo tiempo, dando la cara,
levantándonos de nuestras derrotas..." (CG, O) ·

El fragmento ilustra claramente la oposición: en primer lugar se describe


la situación presente como un ciclo que se ha venido repitiendo inexorablemente a
lo largo de la historia argentina, tal como lo explicitan el adverbio siempre y los
sintagmas "las democracias". "los gobiernos" y "el pueblo", que llevan tácitamente
un cuantificador universal ("todos"). La situación descripta está signada por la
lentitud, connotada por la presencia del verbo empezar seguido de infinitivo (tres
ocurrencias), con el refuerzo del adverbio lentamente. Predomina en el léxico el
rasgo semántico [+ cerrado]: "aferrarse a sus ideas fijas", "no escuchar" (es decir,
"sordera"), "encerrarse", "meterse", "retirarse hacia sus casas".

13) Declaraciones periodísticas recientes de Carlos Grosso insisten sobre la


imposibilidad del radicalismo de despojarse de sus rasgos de 'falsedad' e 'impotencia':
"La Argentina de los imposibles es esta Argentina del radicalismo, que no toma
decisiones sino para aumentar tarifas y achicar sueldos.", y "Esto mismo que le pasa a
Alfonsín le sucederá a Angeloz." Contra lo que se podría esperar, Grosso no dice que
el divulgado liberalismo de Angeloz sea "la verdadera cara" del radicalismo, sino que
Angeloz intenta disimular (una vez más) los rasgos que tiene en común con Alfonsín:
"Por mucho que Angeloz quiera diferenciarse, no lo podrá lograr. [...] Es como aquello
que dice que aunque se vista de seda..." (Clarín, 21-2-88) Digan lo que digan, los
radicales siempre mienten. 45
El párrafo siguiente presenta fuertes marcas deícticas espacio-temporales
(hoy, aquí), que contrastan con la indefinición temporal dominante en la primera
parte. Esas marcas puntuales connotan el fin del ciclo descripto. El contraste
(reforzado por el conector pero) se da también en el plano semántico con la
presencia del rasgo [- cerrado], que encontramos en el léxico utilizado en esta parte
("dando la cara", "levantándonos").
Cafiero, por su parte, diseña a un Alfonsín solo y malhumorado, que por
carecer de la ayuda de sus amigos y partidarios debe recurrir al peronismo,
asimilado o identificado con el pueblo gracias a la ambigüedad del nosotros y el
demostrativo este (cf. el parágrafo siguiente):

"Yo entiendo lo que es la soledad del poder. Yo entiendo lo que es. Y no lo


critico. Yo entiendo lo que es la soledad del presidente: sus amigos de toda la
vida radiados del gobierno; sus gobernadores y sus diputados y sus
senadores criticando su política.
[...] Y yo le digo, señor y doctor Alfonsín, con el respeto que me merece su
investidura: acérquese a este pueblo; venga; acaso no le vamos a negar la
mano que usted necesita. No le vamos a negar nada que usted nos pida.
Porque a nosotros Perón nos enseñó que primero siempre será la patria,
después el movimiento y finalmente los hombres." (MP)

Finalmente, el rasgo que resume la oposición entre radicales y peronistas


funciona, no ya en el campo cognitivo (del saber y la verdad) o volitivo (del
"querer"), sino en el afectivo, campo semántico que ocupa un lugar preeminente en
la tradición del discurso peronista, al cual le dedicamos un parágrafo aparte. Puesto
que los peronistas representan "la alegría", al radicalismo le corresponden, en el
polo opuesto, "la mufa" y "la tristeza".

46
Hemos pasado revista a los rasgos con que el
discurso renovador construye la imagen del enunciador (la Renovación) y la del
Otro negativo, el adversario (ortodoxos y radicales). Nos dedicaremos en este
apartado al prodestinatario (Otro positivo) y al paradestinatairo ("indeciso")
presentes en nuestro corpus. En adelante, entonces, se entenderá el término
"destinatario" sólo en estos dos últimos sentidos.
El interés que reviste el estudio del destinatario en los discursos políticos
públicos ha sido ampliamente justificado (14). En efecto, se trata ·de un género en
el cual esta categoría está particularmente marcada; es más, una de sus reglas exige
que cada texto comience con una interpelación específica ("compatriotas",
"camaradas", "correligionarios", etc.): figura ésta que a la vez nombra a los
receptores y establece una relación entre éstos y el enunciador, ofreciéndoles una
imagen en la que pueden reconocerse y diferenciarse de otros, mediante la
actualización de un lugar de pertenencia y una memoria común. Cuando el
destinatario es explicitado en el texto, ya sea mediante vocativos (las mencio­
nadas interpelaciones), ya utilizando la segunda persona gramatical, Oswald
Ducrot (1980) lo denomina "alocutario" (pp. 136 y ss. de la edición en español).
De más está decir que al alocutario (explícito) suelen sumarse en el hilo
del discurso destinatarios implícitos, de construcción variada y compleja, que
pueden o no ser consistentes con el alocutario. Sería el caso en que el locutor,
dirigiéndose explícitamente a un receptor determinado (por ejemplo, el muy
amplio "la ciudadanía", que enfatiza sin embargo el rasgo de "civilidad"), organiza
su discurso de tal manera que pueda ser leído en forma particular por otro receptor,
distinto o más específico (por ejemplo, los militares).

14) Remitimos, entre otros autores, a de Ipola 1983: 112; Arfuch 1987; Ver6n 1987
a. Las observaciones que siguen sintetizando algunas de sus reflexiones
47
Nos preguntaremos, entonces, a quién le hablan los peronistas
renovadores, explícita e implícitamente, y cuáles son los mecanismos discursivos a
que recurren para construir y caracterizar a este sujeto denominado "destinatario",
para ver si en este aspecto ha habido "renovación". Con ese objeto debemos, una
vez más, remontarnos al discurso de Perón.
En la etapa del discurso peronista que Emilio de lpola (1983: 143)
denomina 'típicamente 'populista"' (fines de 1945 - 1951). se consolida una
interpelación de tipo inclusivo (la célebre fórmula "compañeros" (15)), que va
acompañada por el uso del nosotros inclusivo: ambas categorías constituyen la
relación entre el enunciador-líder y el pueblo, que como hemos visto, era el
destinatario y aliado privilegiado del enunciador. Son precisamente las
interpelaciones inclusivas -aquellas en las que el enunciador se autodefine como
miembro del mismo grupo que sus interlocutores­ las que dominan en los
discursos de corte populista (16).
La fórmula "compañeros" se enmarca, en su origen, dentro de una
categorización de tipo social: el enunciador se sitúa como un trabajador más
(aunque, ciertamente, el primero entre sus pares). Con el tiempo, la palabra se va
cargando de connotaciones políticas, de tal manera que "compañero" resulta, en
ciertos contextos, sinónimo de "peronista". La interpelación diseña, entonces, un
alocutario trabajador y peronista (recordemos que, durante sus dos primeras
presidencias, los dos conjuntos coinciden, ya que Perón identificaba el peronismo
con toda la nacionalidad).
Una vez instituida, esta fórmula se convierte, dentro de la formación
discursiva peronista, en algo que debe ser dicho (para usar la expresión de
Foucault) en todo discurso público. La campaña presidencial de 1983 así lo
demostró, con consecuencias no desdeñables. De acuerdo con el análisis de Leonor
Arfuch, al que nos referimos en el capítulo 1, mientras Alfonsín enfatizó los
mecanismos inclusivos (la interpelación apartidaría "amigos", el uso de un
"nosotros los argentinos"), acortando la distancia con el destinatario y operando
sobre los sectores indecisos, Italo Luder, el candidato justicialista, privilegió al
destinatario peronista, cuya confianza ya estaba ganada, excluyendo de su discurso
el componente programático y, por lo tanto, la proyección de futuro, relegado por
el recuerdo del pasado. La fórmula "compañeros" fue acompañada por una
remisión a la tercera persona de entidades como "pueblo" o "trabajadores". Por
otra parte, "los argentinos" eran ubicados en una posición de alteridad respecto de
"los peronistas". Anclado a la tradición partidaria, el justicialismo fue incapaz de
incluir a nuevos receptores (17).

15) Francisco Delich señala como momento clave en la constitución del discurso
peronista el reemplazo de la interpelación "trabajadores" por la de "compañeros"
(comunicación personal).
16) Para el concepto de "populismo" seguimos a Ernesto laclau (1977: 201), quien lo
define como "la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como
conjunto sintético-antagónico respecto de la ideología dominante."
17)"También Landi (1985: 35-36). Según Cheresky (1984), son las dos últimas semanas
de la campaña las que ven a Luder "deshacerse de la corbata, adoptar el clásico
saludo peronista (los brazos abiertos en alto), y abandonar la aséptica interpelación de
'compatriotas' reemplazándola por la de 'compañeros'." En un reportaje concedido a
Clarín recientemente, Luder reflexionó sobre el mensaje del justicialismo del '83 y la
necesidad de construir un destinatario más amplio (31-l-88).
48
Los renovadores se harán cargo de este problema, inaugurando una
interpelación doble, en la que se conjugan la tradición partidaria (los topes de la
formación discursiva) y la necesidad de ampliar el destinatario (los topes del
campo), que Alfonsín había resuelto eficazmente. ·
Los discursos públicos del peronismo renovador se abrirán, entonces,
con la fórmula "Compañeras y compañeros peronistas, compatriotas argentinos", u
otras equivalentes. La duplicación del alocutario destaca, en primer término, a los
peronistas, sin subsumirlos, como un grupo más, entre los argentinos. En segundo
lugar, subraya la construcción de un sujeto 'argentino -o bonaerense, o cordobés,
según el caso- no peronista', al cual también se apela en forma explícita.
Sin embargo, la interpelación doble se pierde a lo largo del discurso,
cediendo su lugar a la fórmula clásica ("compañeros"), que constituye un
alocutario restringido, y con la cual los renovadores suelen cerrar sus
intervenciones. Se ajustan así al receptor efectivo del discurso: los simpatizantes
peronistas presentes en el acto. Tal ajuste resulta coherente con la inclusión de
otros elementos discursivos, que se registran a distintos niveles: las citas de Perón,
los temas tradicionales del peronismo, el uso del nosotros inclusivo "los
peronistas", etc.
Aun así, la presencia del "argentino no peronista" (figura inexistente -
por contradictoria- en los discursos clásicos de Perón) es constante: el peronismo
es presentado como "de todos los peronistas para todos los argentinos". Es decir, si
en los discursos de Luder (siempre según Arfuch) se constituía a los peronistas
como alocutarios y a los argentinos meramente como auditores, la situación ha
cambiado en 1985: los peronistas siguen siendo alocutarios, pero los argentinos
aparecen como destinatarios en un segundo nivel. Cafiero designa a este
destinatario deseado como "los que están en la periferia" (discurso de Mar del
Plata), apelativo en el que el espacio físico del acto representa metafóricamente al
peronismo.
A pesar de que el enunciador siempre ocupa una posición de saber
superior a la del destinatario (18), tanto al alocutario peronista como el destinatario
argentino se les adjudica un determinado tipo de competencia.

De acuerdo con su relato, él mismo habría intentado hacerlo en la campaña de 1983.


Sin embargo, el análisis de Arfuch, que Landi retoma, demuestra que su estrategia, al
menos, no fue eficaz.
18) Ejemplificamos a continuación algunas de las operaciones más frecuentes que
apuntan a construir el lugar del saber del enunciado,. En general, mientras Grosso se
ubica en el lugar del "maestro", Cafiero lo hace en el del "líder". De la Sota, por el
contrario, suele borrar las diferencias.
a) Modalidad contrafáctica: "Yo creía que en el peronismo de la Capital se habían
aprendido algunas cosas después del 21 de julio." (CG, F)
b) Nosotros del saber: "Ahora, compañeros, no nos damos cuenta que estamos
haciendo de la confrontación interna un problema más importante que la confrontación
externa." (CG, F)
c) Enunciados asertivos categóricos: "Y yo les digo que nosotros porque querernos,
vamos a poder." (AC, MP)

49
El peronista -el "buen" peronista- es construido como poseedor de una memoria
histórica ligada a un pasado activo: el periodo de resistencia durante el exilio de
Perón, el esfuerzo por democratizar al peronismo, con su culminación victoriosa,
fundan su derecho a constituirse en heredero del líder y a compartir la respon-
sabilidad del gobierno con Cafiero.
El argentino no peronista a quien se dirigen los renovadores posee un
saber práctico (el "de la calle") en virtud del cual está disconforme con el gobierno
de Alfonsín, pero no se vuelca al peronismo porque aún alberga cierto temor por
los sectores antidemocráticos que permanecen en su seno. De ahí la insistencia de
los oradores en conjurar ese temor.

"¿Qué le decimos al pueblo los peronistas?"

El apelativo empleado para designar al des-


tinatario en tercera persona es el de "pueblo", término cuya ambigüedad hace
posible al locutor aludir a la vez al "pueblo peronista" y al "pueblo argentino":

"Pero hay otras fuentes, las que brotan de ustedes. Mientras el pueblo esté
en Plaza de Mayo habrá otras fuentes." (AC, PM)
"Quiero darles en nombre de ustedes, pueblo de Córdoba, un abrazo
fraterno a todos los compañeros que esta noche están en esta fiesta con
nosotros." (JMS, C)

El análisis pormenorizado de las ocurrencias de la palabra "pueblo" nos


permite distinguir tres significados contextuales diferentes, cuyos referentes
coinciden (al menos parcialmente):

1. Pueblo = bases (es decir, no peronistas, indecisos o peronistas no


militantes). El término se define, en este caso, por oposición al aparato partidario
del peronismo. Es frecuente en los discursos de circulación intrapartidaria (aunque
no exclusivo de ellos), en los que la identificación entre "peronismo" y "pueblo" -
Instaurada discursivamente por el primer Perón- aparece explícitamente quebrada:

"Cuando el tres de noviembre el pueblo nos diga de nuevo que no está con
nosotros..." (CG, A)
Más recientemente, Cafiero presenta la restauración del vinculo; restau-
ración no definitiva, por la que debe velarse:
"El pueblo nos ha dado su confianza. Pero ahora, nuestro mensaje, nuestra
propuesta, todo aquello que nos hizo creíbles ante el pueblo, tenemos que
organizar una acción de gobierno [...]. ¡Ay de nosotros si volviéramos a
defraudar la esperanza del pueblo!" (AC, C)

2. Pueblo = gobernados. Este uso corresponde a la ubicación del pueblo


como alocutario ("este pueblo"). En los casos en que puede desambiguarse el
significado, distinguiremos entre "pueblo peronista", que se opone semánticamente
a los dirigentes peronistas, y "pueblo argentino", que se opone al gobierno radical.
En tanto oposición, el peronismo puede ubicarse en el lugar de "los
gobernados", y hablar en su nombre, borrando así la diferencia entre ''peronismo"
y "pueblo". Esta delegación supone que el peronismo conoce los intereses del
pueblo (pensados como homogéneos), y por lo tanto, es candidato a constituirse en
una suerte de "fiscal" ante el gobierno:
50
"Por eso yo quisiera decirle con profundo respeto, desde Córdoba, al
presidente de la Nación; quisiera decirle que el pueblo argentino, cuando
elige a sus gobernantes, no los elige para que después todos los días le anden
presentando excusas. El pueblo argentino elige a sus gobernantes para que
gobiernen, para que se jueguen, para que acierten o se equivoquen, pero que
lo hagan de cara a cara a la gente." (JMS, C)

En algunos casos la identificación es completa. Peronismo y pueblo


constituyen un bloque enfrentado al radicalismo:

"Una de las razones por las cuales quieren llevarse la Capital al sur, al mar,
al frío, es para que no pueda seguir llenando [la Plaza de Mayo] el pueblo
peronista, el pueblo argentino." (AC, PM)

3. Pueblo = clase trabajadora. Es un uso poco frecuente. Aparece sobre


todo en contextos que hablan del peronismo histórico, en particular los discursos
de los 17 de octubre, que recuperan la movilización popular del '45. "Pueblo" y
"peronismo" se identifican en este caso plenamente:

"Hace cuarenta y un años el pueblo, el pueblo de los descamisados, el pueblo


de los grasitas, el pueblo de los cabecitas negras, el pueblo del aluvión
zoológico, ese pueblo hizo la gesta ..." (CG, PM)

La polisemia de "pueblo" (y sus equivalentes) permite enunciados


curiosos, que describen al pueblo mirando al pueblo, o ubican al locutor
hablándole al pueblo en nombre de sí mismo acerca de algo que éste ya sabe (ac-
tualizando la función de "reconocimiento"):

"Perón dijo: 'Mañana es San Perón', porque el pueblo le pedía: 'Mañana es


San Perón'. Pero esta noche desconcéntrense en paz. Háganlo con disciplina,
para que el pueblo nos vea, para que sepa que el pueblo peronista es
amistoso, es entusiasta, es fervoroso pero es educado." (AC, C)
"Por eso, este Día de la Lealtad, en nombre de los cordobeses, yo Quiero
decirles a todos ustedes, compañeros, quiero decirles que el peronismo ha
dado largas muestras de amor a lo largo de su historia. [...] Aquí está el
amor de todos ustedes, que han salido de sus casas a levantar banderas otra
vez." (JMS, C)

De acuerdo con nuestro análisis, el pueblo resulta ser una entidad que
circula por los tres lugares de la enunciación peronista: es enunciador a la vez que
destinatario, y aparece también corno un tercero a quien se describe y caracteriza.

51
La comunidad organizada

El peronisrno, como se sabe, se funda en una


ideología no clasista, que presenta como antagonismo principal una contradicción
política (la que Laclau: 193 define como "pueblo vs. bloque de poder"): las
mayorías enfrentadas a "los grupitos", "las minorías". Dentro de este marco, la
sociedad ideal es la que Perón llamó "comunidad organizada": una sociedad
armónica en la que cada clase o sector cumple una determinada función (19).
El discurso peronista explicita su preocupación por sectorizar el
mensaje, especialmente en los discursos de campaña. Mientras el radicalismo,
tradicionalmente, apela al "ciudadano" -recordemos al "hombre común", personaje
recurrente en los discursos de Juan Manuel Casella- adjudicándole preocupación es
de carácter eminentemente cívico (estabilidad institucional, reforma de la
Constitución, traslado de la Capital Federal), el peronismo no sólo sectoriza sus
propuestas explícitamente, sino que nombra a los distintos sectores, los interpela,
les adjudica tareas.
Los dos sectores que con mayor frecuencia se constituyen corno
alocutarios en el discurso renovador son la juventud y las mujeres (precisamente
dos sectores en los que Alfonsín concitó la mayor cantidad de adhesiones a partir
de 1983).
Carlos Grosso, en su discurso de Plaza de Mayo, le otorga a la Juventud
Peronista la tarea de mediar entre el justicialismo y el resto de la juventud,
desengañándolos para ''traerlos de vuelta" al peronismo. La expresión, que alude a
la juventud de los años 70, mayoritariamente peronista, presenta a los jóvenes
como un sector cristalizado, como si su referencia perdurara a lo largo del tiempo
sin alteración.

19) Transcribimos algunos fragmentos en los que Perón se refiere a la comunidad


organizada:
"Aspiramos también a contar con la incorporación de la clase pudiente para realizar el
milagro de que en la sociedad argentina cada uno dé de sí lo que posea para el bien
común: el obrero, sus músculos; la clase media, su inteligencia y su actividad; los
ricos, su dinero si fuese necesario." (Discurso del 12 de agosto de 1944. Publicado por
Abel del Río en El pensamiento político de Perón, Buenos Aires, Kikiyon, 1972, pág.
22)
"Cuando los hechos se producían en fases simples y en estados relativamente reducidos
era factible representarse la sociedad política como un cuerpo humano regido por las
leyes inalterables de la armonía: corazón, aparato digestivo, músculos, voluntad,
cerebro, son en el símil de Platón órganos felizmente trasladados por sus funciones y
sus fines a la biología colectiva: un Estado de justicia, en donde cada clase ejercita sus
funciones en servicio del todo, se aplique a su virtud especial, sea educada de con-
formidad con su destino y sirva a la armonía del todo." (La comunidad organizada,
Buenos Aires, Secretaría política de la presidencia de la Nación, 1974, pág. 58)

52
Los valores a los que Grosso apela para convocar a los jóvenes son el
cambio y la vida. En cuanto a las mujeres, les dedica la paz y la seguridad. Todos
ellos son valores que fueron jerarquizados por el radicalismo en su campaña de
1983 y que en el discurso peronista se presentan ahora como traicionados.
De la Sota suele dedicar largos pasajes de sus discursos para explicitar la
"virtud" que debe caracterizar a cada uno de los sectores sociales, y que encuentra
encarnada en los representantes peronistas renovadores de cada sector:

"Lo hemos hecho con nuestros dirigentes gremiales, con esos dirigentes
gremiales que entre cuidar los intereses financieros del sindicato o defender
los intereses económicos de los trabajadores, se jugaron por los trabajadores
sin cuidarse del aparato sindical usándolo en su propio beneficio.
Lo hemos hecho de la mano de nuestros intelectuales, que nos han
acompañado con sus ideas y con su práctica política cotidiana. Lo hacemos
de la mano de nuestros artistas que esta noche están también con nosotros.
[...] Lo hemos hecho también con nuestros empresarios, con esos
empresarios nacionales que asumen el riesgo, que quieren producir, que
están dispuestos a no servirse de los beneficios del Estado para poner en
marcha la economía nacional.
Y por supuesto, esta Renovación peronista se ha hecho de la mano y con el
apoyo de todas las mujeres del país que nos señalaron el camino, y que
después nos ayudaron a cumplirlo." (JMS, C)

Como hemos ido adelantando, los renovadores traducen las relaciones


entre el pueblo y los distintos sectores políticos a categorías de tipo afectivo.
Dedicamos el parágrafo siguiente a analizar esta operación.
Después de la derrota electoral, uno de los
términos reiterados en la "autocrítica" del peronismo (sobre cuyos límites
hablaremos más adelante) fue la necesidad de replantear su discurso atendiendo al
reclamo de racionalidad presente en la sociedad. Al mismo tiempo, es observable -
sobre todo en discursos destinados a la circulación intrapartidaria- una tendencia a
insistir en la necesidad de abandonar el consignismo o la apelación al recuerdo
emotivo de Perón, ya que había quedado claro que un discurso sentado sobre tales
bases era, cuando menos, insuficiente.

"Y le agradezco también al compañero Arnedo que haya elegido el tono de


la reflexión [...] para no caer en el discurso de barricada y solamente
emotivo." (CG, 14)
"Las batallas se ganan planificándolas, ejecutándolas y controlando la
ejecución correcta. La magia del peronismo, gracias a Dios, se fue con López
Rega. Ahora hace falta el trabajo de cada uno de nosotros. El trabajo
inteligente y planificado." (JMS, HG)

Sin embargo, esta reivindicación de la racionalidad coexiste con una


tendencia (presente en todos los enunciadores renovadores que hemos estudiado
(20)) a definir las relaciones políticas en términos afectivos (21). Esta tendencia se
ve reforzada por las condiciones de producción de los discursos que trabajamos;
el acto público partidario favorece, en términos generales, la expansión afectiva
por sobre los desarrollos argumentativos, en tanto se refuerzan vínculos
preexistentes.

20) Esta tendencia está presente incluso en un dirigente como José Luis Manzano cuya
valoración de lo racional es indiscutible:"..Aquellos argentinos que tienen algún temor
de lo que pueda pasar en Argentina, que lo pierdan, que se llenen la cara de son-
risas..." (Córdoba, 17-10 -87).
21) El antiintelectualismo es, precisamente, uno de los rasgos que los politólogos se-
ñalan como característicos del populismo (Laclau 1977: 16 ), gramática ideológica
que se suele invocar para caracterizar al peronismo.
54
"... Tal vez, quienes hoy nos gobiernan hayan olvidado que la política es
amor." (JMS, C)

Relaciones afectivas de distinto tipo articulan los vínculos que se trazan


entre el pueblo y diversas entidades del campo político. Podemos esquematizar la
descripción de estas relaciones del siguiente modo:

Pueblo ---- Perón -------------------------------------------- fe /confianza


Pueblo ---- Montonero s/ ortodoxos ---------------------- miedo
Pueblo ---- radicales ---------------------------------------- desengaño
Pueblo ---- renovadores ----------------------------------- esperanza

La Unión Cívica Radical había capitalizado el tema del "miedo" que


generaban ciertos sectores del peronismo ante la opinión pública, por lo cual era
prioritario para los renovadores explicitar su distancia con esos grupos, y desplazar
el miedo primero hacia los ortodoxos, luego hacia afuera del peronismo:

"Nuestro pueblo está cansado de zozobras, de violencia, y de aquellos que


más que generarle confianza le generan miedo." (CG, F)
"Recobrar la confianza para poder caminar por nuestras calles sin temor al
represor que nos pedía el documento pero también sin temor al asaltante,
víctima del Plan Austral..." (CG, 19)

El objetivo último de la Renovación es restaurar la relación de fe y


confianza que el pueblo mantenía con Perón, condición de posibilidad para el
restablecimiento del pacto de lealtad. A través de las variaciones diacrónicas en los
términos en que la relación renovadores-pueblo es presentada, se pueden leer los
progresos políticos de la Renovación. Mientras que en los primeros discursos el
pueblo "espera" que se constituya una alternativa, más adelante se habla de la
Renovación como de una "esperanza" para el pueblo. Finalmente, después de la
victoria electoral de septiembre, Cafiero concluye: "El pueblo nos ha dado su
confianza." (Córdoba). Se ve aquí cómo, logrado el triunfo, los renovadores
pueden definir su relación con el pueblo en los mismos términos que usan para
definir la relación que Perón tenía con él.
Como hemos adelantado, los renovadores oponen rasgos afectivos para
marcar lo que los diferencia de los radicales: mientras que los peronistas serían,
por esencia, "alegres", los radicales son calificados de "tristes" y "resignados":
"Por eso queremos decirle al Presidente de la Nación: No sea el Presidente triste de
la Argentina de la tristeza." (JMS, C)
El hecho de que se le adjudique a la tristeza el valor de una acusación hace posible
la utilización del imperativo del verbo ser con un adjetivo que normalmente
acompaña al verbo estar.

55
Como contrapartida, según lo vaticina el mismo orador, en 1989 "un
peronista va a gobernar para felicidad de todos". En el plano interno, el mérito de
la Renovación consistiría en haber aventado la posibilidad de un "peronismo
triste"; a nivel nacional, su misión sería derrotar la "mufa radical".
La presencia de elementos que escapan al orden de lo racional no se
limita al terreno de los afectos. Sobre todo en el plano del léxico se pueden
rastrear, además, numerosos ítems que corresponden al vocabulario de la religión.
Para no abundar en citas que harían tediosa la lectura, nos limitaremos a unos
pocos ejemplos. Así, una virtud que distingue a los peronistas es la de tener
"mística"; para referirse a las verdades peronistas y a la palabra de Perón, Cafiero
usa los términos "catecismo" y "mandamiento", respectivamente. Grosso, por su
parte, caracteriza los errores políticos cometidos como "pecados" y,
consecuentemente, para indicar que todos han cometido alguno, subraya que no
hay "ningún Arcángel Gabriel".
La utilización del registro religioso refuerza la peculiar relación que los
peronistas construyen entre su lugar y el de la verdad, basada en el supuesto de que
existen Verdades eternas, contenidas en la doctrina peronista. Como hemos visto,
la consecuencia lógica de esta creencia es que el que no participa de ellas, o bien
miente, o bien yerra. Silvia Sigal y Elíseo Verón (1986) analizan este mecanismo
en el discurso de Perón y el efecto de "vaciamiento del campo político" que su
empleo implica. A pesar del importante proceso de transformación sufrido por el
peronismo, que incluye la reivindicación del juego político, la pervivencia -en
ciertos niveles del discurso- de elementos que parecen negarlo, es indicativa de las
tensiones entre los conjuntos de topes que hemos descripto.

56
Para la Renovación -en el momento de su
surgimiento- el problema de la democracia funciona en dos niveles, solo
separables analíticamente. Por un lado, como hemos visto, en el juego interno del
partido la democracia es una demanda concreta, necesaria para obtener espacios de
poder legítimos. Por otra parte, la democracia es un lugar de enunciación a
construir, como traducción simbólica de posiciones ideológicas. El éxito obtenido
en la democratización del peronismo es precisamente condición de posibilidad de
un discurso democrático verosímil y eficaz. De una manera inversa, la demanda
democrática no puede articularse sino con un discurso pronunciado desde este
lugar de enunciación. .
La apropiación del tope de la democracia por parte del radicalismo exige
a los enunciadores renovadores operar polémicamente para construir su discurso
desde el lugar democrático. Pero si la relación de fuerzas entre las formaciones
discursivas del campo activa dispositivos polémicos, también los limita. El
peronismo renovador se ve obligado a polemizar con un discurso radical que
podríamos definir como basado en la proposición "Nosotros somos la
democracia", materializado claramente en la campaña electoral de 1985 y en las
referencias a los discursos críticos de la oposición (2) (3). Esta identificación
democracia = gobierno radical efectuada desde la UCR hace difícil ubicar como
blanco al gobierno sin violentar el segundo término de la relación: el tope de la
democracia. Grosso se refiere explícitamente a este problema discursivo:

1) Los conceptos que siguen forman parte de nuestro artículo: "El lugar de la
democracia en el peronismo renovador", presentado en el VIII Congreso de la
Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) que se llevó a cabo
en la ciudad de Tucumán en septiembre de 1987, y publicado posteriormente en
Crítica y Utopía, Nº 16, febrero de 1988.
2) la producción discursiva del radicalismo presenta ambigüedades en cuanto al lugar
de enunciación, confundiéndose el gobierno y el partido. En estos casos tomamos aquí
sus discursos come provenientes de la formación discursiva radical.
3) La estrategia de identificar a la democracia con el radicalismo empleada en 1983 y
1985 con resultados eficaces desde el punto de vista de la recepción fracasó en 1987
Aunque la escasa distancia temporal no nos permite analizar con facilidad este
periodo, son evidentes algunos cambios producidos en el campo político: a- la
democracia aparece como un valor más afianzado en toda la sociedad argentina , y por
lo tanto no entra ya en el orden de las reivindicaciones; b- el carácter democrático del
peronismo es un valor más creíble y verosímil que antes para la opinión pública por
cuestiones extra e intra discursivas
58
"Y al decir: 'ésta no es la democracia', o ' esta democracia no me sirve', son
frases mal dichas, porque tal vez hay una intuición pero no una capacidad
de expresión que nos dejan a todos en el aire. Porque si no hay democracia,
¿qué hay?" (CG, 14)
"Por eso, todas las opciones que [los radicales] nos plantean siempre
contienen la palabra 'democracia' y nosotros como giles siempre entramos
como caballeros ingleses en la alternativa antagónica de pegarle a Alfonsín
en el terreno que él maneja." (ibid)

La identificación radicalismo = democracia es leída incluso por los mis-


mos renovadores, tal como lo muestra esta cita de de la Sota que alude al slogan
radical "Por 100 años de democracia":

"Nos prometieron una centuria de gobiernos de su propio partido". (JMS,


C)

Para analizar las relaciones que el discurso renovador establece con el


término "democracia" y, simultáneamente, con sus adversarios, recurriremos a
algunos conceptos de la lexicología política. Este trabajo se basa en la idea de que
más allá del significado estándar que las palabras puedan tener "en lengua", es la
práctica discursiva la que las redefine en un contexto concreto. De esta manera,
diversos enunciadores pueden construir distintos significados para un mismo
significante. Esta redefinición se facilita en el caso del término "democracia", cuya
alta frecuencia de uso le otorga un significado amplio y difuso.
El discurso del peronismo renovador recurre a varias operaciones de este
tipo, tendientes a disputarle el término al diccionario radical.
Encontramos en nuestro corpus tres usos diferentes de este vocablo:

1. Democracia = sistema democrático en general, que en ocasiones


aparece actualizado como "esta democracia".
2. (Esta) democracia = sistema político que implementa el gobierno
radical. Suele reemplazar metonímicamente a "este gobierno".
3. Democracia = modelo de sistema político propuesto por el peronismo
renovador.

Los dos primeros usos están relacionados con dos movimientos


polémicos que realiza el discurso renovador: 1. Construir la democracia como un
valor de todos los argentinos negando la exclusividad al radicalismo. 2. Negar la
autenticidad de la democracia propuesta por el radicalismo.
2. En este uso (democracia como sistema político general), "la
democracia" funciona como objeto de diversas acciones cuyos sujetos,
pertenecientes a dos clases distintas, nos permiten distinguir dos grupos de
ocurrencias:
a. Sujeto "los argentinos" (o sintagmas semánticamente equivalentes:
"los hombres y mujeres de nuestro país", "el pueblo argentino".)

59
Los verbos que acompañan a los sujetos de este grupo -que es el más
numeroso- están conjugados en primera persona del plural (nosotros inclusivo) e
indican acciones de responsabilidad directa respecto del origen de la democracia:
"luchamos por", "supimos conseguir", "somos dueños de", "hemos elegido para
siempre", "no vamos a renunciar". Las causas de la existencia de la democracia
prescinden de los sectores políticos y adquieren carácter nacional. En el discurso
de la Renovación la democracia traza relaciones entre argentinos.
b. Sujeto "los peronistas" (o la referencia deíctica "nosotros").
Estas ocurrencias son menos frecuentes. Los verbos presuponen la
existencia de la democracia, como en el caso de "sostener" o ''defender".
Hemos normalizado mediante transformaciones sintácticas los
enunciados que contienen el término "democracia" basándonos en el método
empleado por Jean Dubois (1969). De esta manera obtenemos enunciados
paralelos que nos permiten construir clases de equivalencia (4), facilitando el
análisis contrastivo. Presentamos los enunciados normalizados en forma de
cuadros, en los cuales se observan con claridad las relaciones semánticas que se
establecen con el término que estamos estudiando. Así, podemos ver que
"argentinos" y "peronistas" pertenecen a la misma clase de equivalencia: aquellos
que quieren defender la democracia (5)

4) Para la definición de "clase de equivalencia", cfr.Cap. 2, nota 4.


5) Incluso los dos sujetos (peronistas y argentinos) llegan a confundirse en contextos
ambiguos. Por ejemplo, dice Grosso: "[Esta democracia] es de todos los argentinos
que luchamos para conquistarla con nuestra virilidad, con nuestro esfuerzo y con la
sangre de muchos de nuestros compañeros que hoy no están." (CC,O)
Este fragmento permite dos lecturas: 1. Considerar a la subordinada adjetiva ("que
luchamos...") como explicativa, de acuerdo con lo cual todos los argentinos "luchamos
por conquistarla". 2. Considerar a la subordinada corno restrictiva, lo cual presupone
que algunos argentinos lucharon y otros no, y por ende la democracia es patrimonio
solamente de los primeros. La presencia del apelativo "compañeros", marca de
reconocimiento del peronismo, nos lleva a identificar en esta segunda lectura a "los
argentinos que lucharon" como peronistas.

60
2. El lexema en su segundo uso (sistema político que implementa el
partido radical) se presenta acompañado por expresiones calificativas que, al
señalar una carencia, niegan la completitud o perfección del tipo de democracia
que se esgrime como modelo. Las calificaciones suelen operar en un plano
cuantitativo, describiendo una democracia "a medias" o "restringida". El siguiente
cuadro normaliza estas ocurrencias:

Podemos agrupar las expresiones calificativas de acuerdo con el


elemento faltante en cada caso:

A "esta democracia" le faltaría:


• actualización (es "del siglo pasado")
• salud física (tiene "llagas y heridas", "le falta una pierna·, es la
"hepatitis radical") .
• justicia (es "patrimonio de pocos", "algunos somos más iguales que
otros")
• sustancia concreta ('formal", 'farfullo democrático", "una abstrac-
ción")
61
• libertad ("resucita decretos de la dictadura militar", "nos obliga mirar
la patria por televisión")
• eficiencia (es "incapaz de decirnos quién se lo llevó a Sivak, dónde
está Guglielminetti") (6)
• alegría ("languidece en la tristeza")

Aunque la democracia no es negada, sino por el contrario, presupuesta,


descalificaciones como falta de libertad, justicia social, participación, la
transforman en una falsa democracia. De esta manera se funda el espacio
polémico, objetando el significado radical de "democracia", y a la vez se respetan
los topes, puesto que no se rechaza el significante, sino el uso que de él hace el
discurso radical. El discurso renovador establece una distancia con este uso del
lexema, constituyéndolo en palabra del otro y poniéndolo en duda.
Mientras que el discurso recurre a estas complejas operaciones para
respetar los límites del campo, dichos límites no rigen para otros subgéneros
incluidos en el discurso político. Es el caso de las consignas coreadas por los
espectadores de los actos públicos que acompañan e interrumpen al orador, que
"pueden decir" cosas que no son ''decibles" para este último. Las consignas de los
actos peronistas son espacios discursivos donde se puede negar el carácter
democrático del gobierno:

"Se va a acabar / se va a acabar / la dictadura radical."


"Salta, salta, salta, / pequeña langosta, / milico y radicales son la
misma bosta."
El orador, ya sea que los genere o responda a ellos, recibe estos
mensajes como una evidencia retroalimentadora (7).
3. El significante "democracia" utilizado con significado peronista
también se presenta acompañado por calificaciones que conforman un paradigma
inverso al conjunto de caracterizaciones que acompañan a la democracia radical.

62
Así, se establecen las siguientes oposiciones entre los dos paradigmas:

Si la democracia peronista es presentada como verdadera, su contracara,


la democracia radical, es por oposición, "falsa" (véase el tratamiento del "otro",
cap. 2), ó "menos democracia", en relación con la metáfora cuantitativa (8).

6) La selección de dos sonados casos político – policiales (la búsqueda del paradero
del prófugo ex-agente de seguridad Raúl Guglielminelli, y el secuestro y posterior
asesinato del empresario Osvaldo Sivak), que permanecían irresueltos en el momento
en que Grosso hacía estas acusaciones, vincula en forma implícita al gobierno radical
con la dictadura militar.
7) El discurso del enunciador político suele incorporar o responder a los estribillos del
público. El 10 de diciembre de 1983 Alfonsín recuperó en su discurso de asunción la
consigna "el pueblo unido jamás será vencido", que coreaban los asistentes, dándole
carácter de prueba en su argumentación sobre la estabilidad democrática. En su
discurso de Plaza Once, Carlos Grosso, tras escuchar los cantos que identificaban al
gobierno radical con el militar, modificó su discurso pasando de la crítica a ciertos
aspectos de la política radical a la puesta en duda del carácter democrático del
gobierno: "Yo quiero preguntarles si vamos a construir una democracia virginal
patrimonio de unos pocos [… ], una democracia que ayer nomás … "luego de ser
interrumpido por los estribillos, continuó: “yo quiero preguntarles si es democracia lo
que ayer nomás … "
8) En esta línea se inscribe el slogan del Partido Justicialista de la Capital Federal en
la campaña de 1987: "Con nosotros, la democracia es más".

63
La democracia es peronista

Al mismo tiempo que fundan su lugar democrático, los renovadores


deben incluir a la democracia en el diccionario del peronismo tradicional,
fundamentalmente por dos razones: primero, en relación con los topes de la
formación discursiva peronista, los renovadores deben insertar sus posiciones en la
doctrina y la historia peronista, intertextos ineludibles. En segundo término, en
relación con el costado polémico del discurso renovador, la presentación de la
democracia como un valor esencialmente peronista refuerza su superioridad sobre
el radicalismo.
Dos son las operaciones discursivas fundamentales que componen esta
estrategia de "peronización" de la democracia.
• Construcción de historias y linajes. Los renovadores elaboran
un relato de una historia peronista actualizando sus aspectos populares y
democráticos. Desarrollaremos este punto en el capítulo 4.
• Redefinición del término "democracia".
Es bastante frecuente, en relación con los procedimientos lexicológicos que
estamos tratando, que el enunciador elabore definiciones de los términos de su
diccionario político del tipo "La democracia es...". Estas definiciones refuerzan los
rasgos didácticos del discurso y permiten al enunciador construirse como poseedor
de un saber racional (un cierto poder de análisis y observación de las meta-reglas
del juego político), y de una autoridad doctrinaria.
En el discurso del peronismo renovador la democracia es definida con
términos del universo político y la gramática ideológica del peronismo tradicional.
Por ejemplo, calificándola con las banderas peronistas que, según Cafiero,
compartirían radicalismo y peronismo:

"Con estos otros argentinos tenemos el común propósito de defender la


democracia, de construir una democracia justa, libre, soberana." (AC, O)
"...Creo que para afianzar la democracia debemos volver a levantar nuestra
bandera de soberanía política por que es la síntesis de la democracia. [...]
Creo que si queremos afianzar una democracia participativa donde todo no
se resuelva cada dos, cuatro o seis años votando, tenemos que plantearnos
que es la independencia económica hoy." (JMS, HG)

En otro momento, Cafiero recurre al concepto de comunidad organizada:

64
"Sì, les decimos a los radicales que se puede; se puede hacer una democracia
participativa. Devuélvanle la CGT a los obreros, devuélvanle el PAMI a los
jubilados, devuélvanle las obras sociales a los gremios; dejen trabajar a los
municipios y a las provincias; convoquen a las organizaciones libres del
pueblo y verán cómo este país se pone en marcha compañeras y
compañeros." (AC, O)

Finalmente, la democracia es definida intertextualmente con citas de Perón:

"Se conspira contra el prestigio de la democracia cuando no se cumple con


ese mandamiento ético de aquello que decía que mejor que prometer es
realizar, y que mejor que decir es hacer." (AC,MP)

Si definir una palabra es enunciar sus rasgos esenciales, en el proceso


discursivo del peronismo renovador no sólo el peronismo es democrático, sino que
también la democracia es un concepto peronista.

65
Recordemos que la ética -al igual que la
democracia-, es un valor tradicional en la producción discursiva y el imaginario
político de la UCR (9). La "modernización", en cambio, es un término puesto en
circulación por Alfonsín ya ocupando la Presidencia. Sin embargo, podemos
fechar el acto de apropiación de estas palabras con el discurso de Parque Norte (1-
12-85), en el que Alfonsín definió o, más precisamente, reformuló en un registro
programático-ideológico los sintagmas: democracia participativa, ética de la
solidaridad y modernización (10).
Este hecho discursivo tuvo gran repercusión en los medios y en el campo
político. Dentro de la UCR fue considerado como un texto de fundación, lo cual
originó un debate interno con respecto a su ubicación dentro de la formación
ideológica radical (sobre todo en algunos sectores internos, en relación con otros
textos también fundacionales cuyo lugar debía ser redefinido, como por ejemplo,
para la Junta Coordinadora Nacional, La contradicción fundamental). Los partidos
de oposición retomaron inmediatamente sus contenidos, elaborando respuestas, a
favor o -más habitualmente- en contra, pero sin poder permanecer indiferentes.
Finalmente, los conceptos del discurso alimentaron también las producciones del
campo intelectual.

9) La ética tiene un valor simbólico-doctrinario en la gramática ideológica del


radicalismo. Recordemos, por ejemplo, la actitud ética actualizada por la evocación de
sus caudillos o el principio enunciado por Alem y retomado por la marcha radical:
"Que se rompa pero que no se doble". Cafiero parodió esta consigna en uno de sus
discursos: " Éstos ni se rompen ni se doblan: se flexibilizan." (AC, O)
10) Los tres términos son presentados como una unidad (Alfonsín los definió como "un
trípode") y caracterizados sólo a partir de sus interrelaciones.
La democracia participativa se define como una extensión del concepto de democracia,
incorporando los valores de "solidaridad en las relaciones humanas, conciencia
colectiva, con el objeto de agrandar los espacios de libertad y bienestar".
La ética de la solidaridad es caracterizada como "la resolución equitativa, justa y
democrática de los problemas de los diferentes sectores en su interacción social." La
modernización, finalmente, es pensada como un proceso amplio para incrementar el
bienestar general, que incluye como objeto tanto el campo científico y tecnológico
como también las relaciones sociales y el papel del estado en la sociedad.

66
En principio, la pertenencia de los términos "ética" y "modernización" al
diccionario radical sólo permitiría al discurso renovador incorporarlos como
discurso del adversario. Sin embargo, una lectura diacrónica de la producción
renovadora permitirá observar diferencias y desplazamientos en el uso de estos
vocablos.
Las modificaciones comienzan a observarse desde la apertura de la
campaña electoral de 1987, momento en el que se puede establecer un corte en el
discurso de la Renovación. En los discursos producidos hasta esa fecha, al ubicar a
estos términos en el lugar de la palabra del otro, el discurso renovador marca una
distancia con respecto a los mismos, presentándolos como un discurso ajeno con el
cual sólo mantiene relaciones polémicas. Analizaremos en el próximo parágrafo los
recursos polémicos y las marcas textuales de exterioridad con respecto a "ética" y
"modernización" en este primer grupo de discursos. En la sección que sigue,
trabajaremos los textos posteriores, atendiendo específicamente a las diferencias
que encontramos con respecto al grupo anterior.

Las esdrújulas griegas


Los mecanismos de refutación empleados en el
primer grupo de discursos están construidos sobre la oposición discurso-acción a la
que nos hemos referido (cfr.. Cap. 2, # 2).
"Ética" y "modernización" son presentadas como palabras carentes de
correlato referencial, calificadas como "abstracciones", "ideasfuga", "ruido", "lindas
palabras con feos resultados" (11).

"Yo quiero preguntar a las autoridades qué está pasando con la moral y la
ética republicana, yo quiero preguntar dónde están aquellos radicales que se
quebraban pero no se doblaban, yo quiero preguntar dónde están aquellos
austeros caudillos, y lo decimos también desde nuestros propios pecados y
estigmas, no lo decimos por creernos virginales y blancos [...]. No queremos
que los únicos pecadores en la Argentina seamos los peronistas mientras los
demás luzcan una aparente blancura que hoy empieza a mostrarse con
manchas y oscuridades..." (CG, PM) (12).
"¿Se puede creer, argentinos y argentinas, en la ética de la solidaridad?
¿Solidaridad con quién? preguntamos nosotros (...). ¿No será acaso que esa
solidaridad es la que se está prestando al Fondo Monetario Internacional?"
(AC, PM)

Como se ve, los sintagmas no son conceptos nuevos en el vocabulario político argentino:
"democracia" es un vocablo del diccionario político común, ética de la solidaridad"
reconoce como antecedentes la "ética radical" y la "justicia social" y "modernización"
ha recorrido el discurso político desde la generación del '80 hasta la revolución
Argentina, pasando por el desarrollismo; lo que la propuesta de Alfonsín significa es la
necesidad de una integración indisoluble de los tres, donde sí, adquieren un nuevo
sentido.
11) Citamos como ejemplo: "Les pedimos a los radicales de la Plaza de Mayo que dejen
de exteriorizar ideas-fuga. La idea-fuga es [...] no responder a las necesidades
concretas inmediatas y profundas del pueblo y disimular todo con abstracciones como la
ética, la democracia, la democracia participativa y la modernidad..." (AC,O) 67
La caracterización del término "modernización" actualiza los rasgos
propios de la definición peronista del liberalismo, 'extranjerizante ' y ' antipopular',
como lo muestran estas palabras de Cafiero:

"Ellos han preferido el consenso afuera y la confrontación adentro [...], por


eso hablan de 'modernidad' mientras nosotros hablamos de 'liberación'."
(AC, O)

Con esta oposición delimita una clase de equivalencia entre "modernidad"


y "dependencia", al adjudicar a la primera una distribución similar a la que la
segunda ocupa en el slogan tradicional del peronismo "Liberación o dependencia".
En el mismo sentido, Grosso equipara en una argumentación analógica la
modernidad actual con la de la generación del '80, de características extranjerizantes
y antipopulares:

"Hace cien años, compañeras y compañeros, compatriotas argentinos [...], en


nuestro país se instaló un modelo. Eran los 'hombres modernos' de hace un
siglo. Aquellos que dividan la Argentina entre civilizados y bárbaros.
Aquellos a los que les gustaba hablar en francés e intercambiar
comercialmente en inglés. [...] Esta fue la Argentina de hace cien años y ahora
nos ofrecen de nuevo la modernidad." (CG, O)

No sólo el proyecto modernizador presenta contradicciones entre el


discurso y los hechos, sino que, al identificarse con la de 1880, la modernidad de
1985 resulta un concepto falso o contradictorio, en tanto se trata de una
"modernidad vieja".
En el discurso de Cafiero, el conjunto de los mecanismos de refutación de
los sintagmas de Parque Norte está atravesado por un registro irónico (y hasta
paródico) que refuerza la distancia trazada con respecto a estos valores:

"[Los radicales] hablan el idioma de las esdrújulas griegas: la cibernética, la


biogenética, la informática. Estas son las nuevas panaceas universales que se
le ofrecen al pueblo argentino. Y el nuevo radicalismo seguramente aspira a
llenar la plaza con carteles que digan: 'Cibernética o muerte', 'Informática o
liberación'." (AC, O)

12) Este fragmento está marcado por el cruce con el registro religioso que el discurso
renovador suele presentar (véase al respecto el capítulo 2,#4 ).
68
Estas operaciones aparecen condensadas en un pasaje del discurso que
Cafiero pronunció en Plaza Once, en el que emplea con función polémico-
argumentativa una narración tradicional, a la manera de los "enxiemplos"
medievales y las parábolas bíblicas. Se trata del cuento del Rey desnudo, narración
de origen oriental que fuera recopilada en El conde Lucanor del Infante Don Juan
Manuel. Cafiero lo atribuye a Cervantes, probablemente por el lugar autorizado que
éste ocupa como paradigma de la literatura española, al ser más conocido que Don
Juan Manuel. La obra de Don Juan Manuel estaba dedicada a la instrucción de los
futuros gobernantes, educación que se confiaba a preceptores y ayos. La
responsabilidad de los temas de la administración del Estado le cabía solamente al
consejero.
Las narraciones de El conde Lucanor están enmarcadas en conversaciones
que el Conde mantiene con su consejero Patronio, a quien le solicita asesoramiento
sobre un problema político-moral. Patronio responde diciendo por lo general que "el
caso le recuerda a una historia" y comienza a narrar el "enxiemplo".
Cafiero utiliza la misma fórmula para abrir su relato:

"Y esto me hace acordar, compañeras, y les pido un momento de atención,


todo este ruido modernista me hace acordar a la historia del rey desnudo. Les
voy a contar. Es un cuento de Cervantes.
Dice que un rey quiso hacerse un traje que debía ser el traje más moderno
del mundo. Y contrató unos sastres que vinieron del exterior. Y estos pillos le
hicieron creer que le habían hecho un paño de oro, de seda, de plata. Pero
que ese vestido solamente lo podrán ver los sabios, los prudentes, los
modernos. Que aquel que no veía ese vestido era ignorante, era contra, ¡era
hereje!
Y el rey... Y el rey comenzó a pasearse entre su pueblo, desnudo como estaba,
y toda la gente decía: ' ¡Qué bien viste el rey!' Hasta que se paró un
muchacho del pueblo que le llevaba el caballo y le dijo: '¡Señor, usted va al
desnudo, usted va en pelotas!'
Y el rey... y el rey... y el rey quiso correr entonces detrás de los burladores,
detrás de los sastres extranjeros, pero éstos ya se habían escapado con todo el
dinero, el oro y la plata del reino. Señor Presidente, se lo digo con el más
profundo de los respetos: No entre a la modernidad desnudo, no entre a la
modernidad sin pueblo, no entre a la modernidad sin historia. Venga a la
modernidad con su pueblo."

El gesto polifónico implica una ruptura fuerte en varios niveles de la


isotopía (13) textual, ya que los discursos superpuestos pertenecen a dos géneros
diferentes, como son el discurso político y el "enxiemplo" (subgénero del cuento
tradicional). El contraste entre estos géneros se basa, entre otras cosas, en las
normas de circulación y recepción establecidas por el contrato de lectura.
13) El concepto de " isotopía," calificado repetidamente por lingüistas y semiò-
1ogos de "vago" e "impreciso", se aplica en primera instancia al nivel semántico. A.J.
Greimas, en Maupassant. La sémiotique du texte: exercices pratiques (1976: 20), la
define como "la permanencia recurrente a lo largo del discurso de un mismo haz de
69
Sin embargo, hay un rasgo que el discurso político comparte con este tipo
de cuentos: el componente didáctico. Rasgo que también articula ficción y política
en El Conde Lucanor. El "enxiemplo" plantea la enseñanza de un principio que
manifiesta en dos niveles: en la narración, mediante un proceso metafórico, y en la
coda (o moraleja) en forma explícita. La enseñanza está legitimizada como en los
refranes, en la autoridad de un antiguo saber popular.
El aspecto didáctico del cuento del rey desnudo está incluido en el
dispositivo polémico-argumentativo del discurso y define un destinatario en dos
niveles. El destinatario de la lección que el peronismo ofrece desde el saber popular
es el radicalismo: (en términos de Verón, el contradestinatario), aunque el
alocutarico son las mujeres ("escúchenme, compañeras"), como destinatarios privi-
legiados del discurso didáctico. El movimiento polémico, por su parte, establece
una complicidad con el prodestinatario, los peronistas. La mostración (14) de la
relación de saber a no saber (el consejo o la enseñanza política), construida en
relación con el primer destinatario, es un mecanismo más del componente polé­
mico, la legitimación del lugar del polemista.
El contraste de los estilos de ambos géneros refuerza el efecto
humorístico o irónico del relato. Se confunden en el texto expresiones de la isotopía
estilística del cuento tradicional ("pillo", "burladores", "qué bien viste el rey",
"paño", una prosodia típica del relato) y del vocabulario político actual,
("modernos", "pueblo, "contra", "del exterior") que funcionan como marcas de
reconocimiento de la alegoría.
El clímax de la narración que se produce en el momento de revelación de
la verdad se refuerza en otros niveles del texto, por ejemplo en el empleo de un
registro altamente coloquial: "Señor, ¡usted va desnudo, usted va en pelotas!' (15).
Es el pueblo el que no es engañado y ve la realidad. Este lugar es retomado por
Cafiero en la moraleja, ya que es él quien le dice "la verdad" a Alfonsín, así como
Patronio, consejero político del Conde Lucanor, resolvía con clarividencia los
problemas de su amo.

categorías justificativas de una organizaci6n paradigmática". Otros autores amplían el


concepto a "toda iteración de unidad lingüística", lo cual produce un efecto de
homogeneidad en la superficie textual (Lozano, Petia Marín, Abril, 1982).Umberto Eco
(1979) enumera las acepciones del término "isotopía" de la siguiente manera: "Se ha
hablado de isotopías semánticas, fonéticas, prosódicas, estilísticas, enunciativas,
retóricas, presuposicionales, sintácticas y narrativas". Desde el punto de vista de la
recepción, Eco la define como "coherencia de un trayecto de lectura en los distintos
niveles textuales" (p.132 de la traducción española).
14) Retomamos aquí una distinción que hace Oswald Ducrot (1981: 150 de la edición
española) entre asertar (decir1) y mostrar (decir2). La primera noción está vinculada
con el contenido del discurso y se le puede atribuir un valor de verdad. La segunda tiene
que ver con los comentarios del enunciado sobre la enunciación y no puede ser ni
verdadera ni falsa. En el caso que nos ocupa, Cafiero dice1 a Alfonsín un contenido X,
pero a su vez dice2 a los destinatarios peronistas su acto de enunciación, a partir de lo
cual se obtiene otro sentido.
15) (Nota de abril de 1988.) Un mes después de terminada la redacción de este trabajo,
dos discursos (uno de Cafiero y otro de Manzano) generaron una polémica a raíz de la
presencia de expresiones injuriosas hacia el gobierno ("cagada" e " hijo de puta"), y
de enunciados de doble sentido con intención picaresca.
70
Cafiero incluso presenta su propio discurso como discurso directo,
tomando distancia de su enunciación y "representando" el diálogo con Alfonsín, lo
cual lo convierte en personaje de ficción: "Señor Presidente, se lo digo con el más
profundo de los respetos: no entre en la modernidad desnudo. [...] Venga a la
modernidad con su pueblo." El verbo "venir" encierra en su significado una referen­
cia deíctica ("aquí") que implica el desplazamiento del destinatario hacia el lugar
del enunciador, de modo que Cafiero refuerza su ubicación en el lugar del pueblo.
Dentro de la narración, Alfonsín es representado por el rey, quien no tiene
malas intenciones, pero es engañado por un discurso producido desde un supuesto
saber ("el que no lo veía era ignorante"), un discurso sin referencia, ya que el traje
no existe, o, lo que es lo mismo, el pueblo no lo ve. De esta manera, la refutación se
construye a partir de la interrelación de los ejes y rasgos que señalamos: la
oposición discurso-acción, la carencia de pueblo y el antinacionalismo.
La distancia discursiva que los renovadores mantienen con respecto a la
ética y a la modernización se complementa con un rechazo ya sea explícito, ya
presupuesto. Hemos mencionado la cita del discurso de Plaza Once donde Cafiero,
utilizando un "nosotros" con referencia a los peronistas, se separa de la moder-
nidad, oponiéndola a "liberación". Por otra parte, hay un enunciado que recorre la
producción discursiva de la Renovación a manera de presupuesto, que recoge el
discurso de la opinión pública en el momento de la apertura democrática. No se
creía que la dirigencia peronista en ese momento pudiera garantizar una actitud
ética en las funciones de gobierno. Las frases siguientes están sustentadas en esa
presuposición:

"... Porque queremos dar la cara, porque queremos hablar, porque queremos
que nos cuestionen y que nos acepten, porque queremos en serio restaurar un
diálogo y una confianza..." (CG, A)
"Acá, lo que vale es demostrar día a día, palmo a palmo las conductas y las
actitudes." (CG, A)
"Saquemos mil nombres dirigenciales para que el pueblo sepa que el
peronismo no sólo tiene los nombres del escarmiento y la vergüenza, sino que
también tiene los nombres de la esperanza y la alternativa en el país." (CG,
A)

En algunas zonas el discurso presta su acuerdo a esta voz:

"... Después que se nos fue el jefe, errores cometimos, desviaciones se


produjeron dentro de nuestro movimiento, y hubo quienes invirtieron esta
máxima que Perón nos había enseñado y privilegiaron sus ambiciones antes
que la patria o el movimiento." (AC, O)

Los argumentos que los renovadores expusieron posteriormente para justificar este tipo
de intervenciones se basaban en una supuesta vinculación entre el habla del pueblo y las
expresiones groseras, así como en la idea de que un uso poco cuidado del lenguaje
reflejaría más fielmente la verdad. Estos supuestos fundan también el cambio de registro
que se observa en el texto sobre "El rey desnudo".
71
El peronismo moderno

Como ya hemos adelantado, el discurso de Cafiero que abre la campaña


electoral el 14 de febrero de 1987 actúa como hito a partir del cual el discurso
renovador reestructura sus relaciones con los valores que estamos analizando. Este
corte se enmarca en las siguientes condiciones de producción: la conquista de la
hegemonía del peronismo por parte de la Renovación, la posibilidad de establecer
relaciones de competencia en el campo político desde su formación discursiva por
primera vez en forma legítima, el desgaste del discurso radical y de su
funcionamiento en el campo a partir de la gestión de gobierno.
En este discurso, Cafiero define a la Renovación como "una lucha de
principios y actitudes", y agrega:

"Es el sentido ético y moral que la Renovación ha levantado primero en el


peronismo, y que mañana va a levantar en la provincia y después en la
república entera." (AC, MP)

La ética ha sido incorporada -Renovación mediante- al diccionario


peronista. El peronismo corrupto del que se hablaba o al que se aludía en la primera
etapa y del cual había que separarse es presentado como superado.
La modificación pasa también por el cambio de ubicación de este tema en
el texto, al desplazarse del componente polémico al conjunto de mecanismos de
definición de la identidad del enunciador. La ética es ahora un rasgo definitorio o
específico de la Renovación.
También se reestructura la relación con el vocablo "modernización". La
polémica sigue vigente pero -de manera similar al caso de "democracia"- el blanco
es la "modernidad radical":

"Compren el matutino La Nación y verán a toda plana: 'Se inaugura una


pileta en la isla Maciel'. Dos metros de diámetro y ochenta centímetros de
profundidad, y de lona. 'Natación para todos'. Ésta es la modernidad radical,
compañeros". (AC, MP)

Mientras tanto el término, considerado como propio en su sentido pleno,


es incorporado ahora junto con términos semánticamente vecinos al componente
programático del discurso peronista. La modernidad pasa a formar parte del
"verdadero peronismo" que la Renovación ha rescatado. Cafiero dice en su discurso
(permitiéndose incluso una esdrújula griega):

"... El peronismo por sí constituye un llamado a la transformación, al


progreso, a la producción, al salto tecnológico, [...] pero no solamente en el
discurso político, también en la realidad." (AC, MP) "… La Constitución
provincial, la Constitución del año '34 que ya no sirve para la sociedad
moderna que los peronistas queremos edificar." (AC, MP)

72
La reorganización del dominio simbólico del
universo político que efectúa la Renovación incluye un conjunto de operaciones
discursivas para separarse del lugar de la violencia. Como ya hemos visto el
rechazo a la violencia es un componente muy fuerte en el discurso del imaginario
social en la apertura democrática.
El tema aparece estrechamente vinculado con la situación interna del
peronismo, inscribiéndose en una larga historia de enfrentamientos por el poder en
el seno de este partido. Esta lucha fue siempre una lucha encubierta, inefable, dada
la dificultad de expresar diferencias con que siempre se encontró el discurso justi-
cialista, uno de cuyos topes es "la unidad".
La unidad sigue operando como restricción en la producción discursiva
renovadora sobre el tema de la violencia, de manera que la Renovación hablará de
la violencia en el peronismo de manera solapada o indirecta por medio de complejas
operaciones discursivas organizadas en torno a dos movimientos textuales:
1- Diferenciación de la Renovación de otros sectores peronistas (de
historias violentas en el pasado inmediato).
2- Redefinición de ciertos aspectos de la historia y la doctrina del
peronismo clásico.

1. Para diferenciarse del peronisrno violento, los renovadores


identifican primero un "otro" con esas características:

" ... El desafío nuestro es saber encolumnar ese deseo de participación para
que se viva dentro de un clima de participación y de fiesta y no de oscuridad,
de fractura y de muerte." (CG, A)
"... Y hubo quienes introdujeron en la vida, entre los peronistas, en vez de
aquello de que para un peronista no debía haber nada mejor que otro
peronista, la cizaña, la patota, la violencia. [...] Un grupo de compañeros que
yo no quiero calificar quisieron convertirse en los administradores de la
decadencia de peronismo." (AC, PM)
"Y todas esas cosas [la democracia y la paz social planteadas por Perón en el
discurso del 12 de Mayo de 1974] fueron olvidadas por un horizonte directivo
nacional del peronismo del cual no podemos enorgullecernos."

73
Si bien el uso de negaciones, expresiones indefinidas y perífrasis vuel-
ven borrosa la identidad de los violentos, son más claras las referencias a los sec-
tores de derecha que a los de izquierda. El peronismo renovador tiene dificultades
para hablar de los movimientos revolucionarios de izquierda del pasado inmedia-
to del peronismo. En ningún momento se nombra en los textos de nuestro corpus al
grupo Montoneros, ni se lo focaliza como blanco u objeto de crítica (16). Encontra-
mos una sola referencia al peronismo de izquierda: "los compañeros ultrarrevolu-
cionarios", apelativo que luego es descalificado como "mentiras con que se mueve
el submundo de la fragmentación".
Los sectores violentos de derecha se presentan más claramente delinea-
dos, dado que son uno de los blancos privilegiados en el frente interno. Como ya
vimos (Cap. 2 #4), la violencia dentro del peronismo es desplazada hacia los
ortodoxos. De esta manera la metodología violenta constituye una práctica ajena a
la Renovación y prácticamente superada a medida que este sector se impone dentro
del justicialismo.
2. Como hemos visto en otros casos, el peronismo renovador reelabora
el acervo ideológico tradicional con función polémica y de legitimación fundamen-
talmente mediante tres mecanismos:

a. Elaboración de un relato de la historia del peronismo clásico en el


cual, como desarrollaremos en el capítulo 4, el peronismo ocupa el lugar de víctima
de la violencia.

b. Trabajo intertextual de selección y relectura de la palabra de Perón


(que también trataremos en el próximo capítulo).

c. Redefinición de términos del diccionario peronista tradicional para


despojarlos de connotaciones violentas, particularmente el caso de "revolución".
El término "revolución" es una palabra muy frecuente en el discurso del
peronismo clásico y también (aunque con otra definición) del peronismo de la
década del '70. Sin embargo, en el discurso renovador se registran pocas apa-
riciones de este lexema. La revolución de la que se habla es la revolución del
peronismo histórico, que funciona como marca de reconocimiento dirigida a·
prodestinatario, despojada por lo general de carácter programático. La revolución es
presentada a veces como proceso de larga duración, con lo que se le quita el matiz
de punto de inflexión que la define habitualmente.

"Compañeras y compañeros, nosotros tenemos un pasado glorioso porque


hicimos una revolución en el país y cambiamos la cabeza de los argentinos."
(CG, F)

16) También se guarda silencio con respecto a Isabel Per6n.


74
"Hoy, a cuarenta y un años venimos a decir que somos el mismo peronismo
de ayer, de hoy y de siempre, el mismo peronismo que no es un simple
partido de comité, sino que es una causa nacional, una causa popular, una
causa revolucionaria en nuestra patria." (CG, PM)
"... Por eso les digo en homenaje a Evita, a esa antorcha imperecedera de la
revolución peronista..." (AC, C)
"... Si alguna vez en la historia de nuestra revolución…" (AC, O)

El intento de la Renovación para construirse como garantía del cambio se


manifiesta en el empleo de otras palabras semánticamente vecinas pero sin
connotaciones violentas, como "renovación", "reforma", 'transformación", o sim-
plemente, "cambio" (17).

La violencia y el radicalismo

En los discursos de campañas electorales o


aquellos que presuponen un destinatario no peronista el tema de la violencia es
enfocado desde otro punto de vista, no ya como problema interno del partido, sino
como una acusación más en la polémica con el radicalismo. Como hemos visto, el
tema había sido central en el discurso de Alfonsín en la campaña de 1983, discurso
que la Renovación, aún en producciones de 1986 y 1987, focaliza como blanco. En
el discurso renovador, los destinatarios de estos contenidos son, por lo general, las
mujeres y los jóvenes. El mecanismo polémico de asociar la violencia al gobierno
radical se incluye en operaciones descalificatorias más amplias, como la acusación
de "resignación".

"Este gobierno quiere meterlo preso a Guglielminetti. No puede. Este


gobierno... este gobierno... este gobierno ni siquiera puede prevenir un
atentado al presidente dentro de una guarnición militar. [...] Quiere acabar
con los militares subversivos pero los tiene que ascender." (AC, O)

También se cruza con temas de otro plano, por ejemplo el económico:

"... La droga y la delincuencia son el producto de una generación juvenil que


no tiene fe en el país, que no tiene trabajo y que la educación, cuando la ha
tenido, no le ha servido para nada." (AC, O)
"Yo vengo [a decirles a las mujeres de mi patria] en esta noche también, que
en el '83 como tantos otros compraron una ilusión [...], que no puede haber
paz si no hay trabajo, que no puede haber seguridad sí no hay juventud que
quiere a su patria, que no puede haber seguridad en el hogar si cada uno no
siente que está viviendo una vida en plenitud. [...] Nos hicieron creer que
habla un complot en el '85 y que ahora en el '87 nos quieren hacer creer que
es la izquierda que vuelve para asustarnos […] y con el susto tapar la
incapacidad de generar las soluciones que cada hombre y cada mujer está
esperando en nuestra patria …" (CG, PM)

17) Simultáneamente se intenta desplazar al radicalismo del lugar del cambio.


75
En el peronismo clásico, el espacio"suprapo-
lítico" que tendía a ocupar Perón (Sigal y Verán: 79-88), el lugar marginal
adjudicado a los mecanismos formales de la legitimidad democrática, y la
estructuración del peronismo en torno al sector sindical, dan como resultado la
hegemonía del "movimiento" sobre el "partido" y de la representación de intereses
sobre la representación política.
En su tercer gobierno, el mismo Perón comenzaba ya a replantear este
esquema que de alguna manera había entrado en crisis y se estaba volviendo difícil
de controlar, incluso para el propio líder. Al mismo tiempo, como lo señalan Sigal y
Verón (1986), se producía en el lugar de enunciación de su discurso un
desplazamiento hacia un "nosotros, los políticos". Es esta voz de Perón la que
retoma la Renovación.
Cheresky (1984) resume la crisis interna del justicialismo de los años
ochenta como el conflicto entre cuatro legitimidades: 1. democrática; 2. hereditaria
(populista tradicional); 3. corporativa (el poder factual centrado en el sindicalismo);
4. neopopulista. La lista que presentó el peronismo en 1988 a nivel nacional
mostraba el predominio de candidatos de origen sindical como emergente de la
legitimidad corporativa.
El surgimiento del peronismo renovador y la consolidación de su poder
dentro del partido representan la lucha por la efectivizarían de la legitimidad
democrática y una jerarquización del sector político frente al sindical. Las
condiciones de posibilidad de esta modificación son complejas, puesto que
dependen de la reorganización del campo político argentino. Bastará señalar en
relación con el tema que nos ocupa, que el sindicalismo se presentaba· como un
camino "imposible" en el campo socio-político de los '80, dado que no podía
garantizar un periodo democrático estable y pacífico. La Renovación se hace cargo,
entonces de la política, como se explicita en estas afirmaciones de Carlos Grosso:

18) La relación entre partido y movimiento y el papel de los sindicatos en el peronismo


son temas que merecerían un tratamiento más extenso, que excede los límites que le
hemos impuesto a este trabajo.
76
"Pero aquí estamos nosotros, hoy, después de un largo tiempo, desde este
peronismo político dando la cara, levantándonos de nuestras derrotas, de
nuestras heridas, de nuestros errores, pero parándonos sobre las fuertes
piernas de nuestras glorias, de nuestras realizaciones." (CG, O)
"... Nosotros somos movimientistas. Porque el movimiento en la concepción
peronista no es la herramienta para ganar el treinta y tres por ciento de las
candidaturas, sino que es la herramienta de organización de esa comunidad.
[…] El movimiento en la concepción justicialista no son tres o cuatro ramas.
[…] Pero ahora que no estamos proscriptos, ahora que estamos en el juego de
la política, tenemos que reconstruir ambos instrumentos. [...] Sí optamos por
un movimiento sin partido, el peronismo no existirá en la política argentina y
no habrá nadie que conduzca esa entelequia que se llama movimiento." (CG,
14)

77
L os discusos destinados a fundar la propia
identidad -especialmente si de identidades políticas se trata- suelen trazar linajes,
recuperar tradiciones, reconstruir la historia del grupo o la nación a la que pertenece
quien los enuncia u otros personajes de su universo discursivo.
En este capítulo nos proponemos analizar el uso que los renovadores hacen de estos
mecanismos y ciertas concepciones políticas que se pueden leer en ellos.
Algunas reflexiones que Eric Hobsbawm (1983) hace a propósito de la
invención de tradiciones nacionales en Europa nos resultan particularmente útiles
para explicitar los supuestos de los que partimos. Quienes narran la historia
producen un discurso que estructura imágenes del pasado pertenecientes a la esfera
pública y que poseen relevancia política.
Así, la historia, que constituye uno de los fundamentos ideológicos de un
grupo social, está conformada por aquello que ha sido seleccionado y difundido por
quienes se ocupan de ella, ya sea la escuela, los historiadores o los políticos.
¿Cuál es, entonces, la relación entre el discurso histórico y su referente?
Roland Barthes (1967) señala la paradoja que supone el hecho de que el referente
del discurso histórico "nunca tiene sino una existencia lingüística y, sin embargo,
todo ocurre como si esa existencia fuera sólo la 'copia' pura y simple de lo real.
[...] La historia cree posible un esquema semántico de dos términos: el referente y el
significante". De este modo, concluye Barthes, aparece "la narración como
significante privilegiado de lo real".
Hobsbawm atribuye tres funciones a la apelación a la tradición:
a) establecer la cohesión o pertenencia a un grupo. En el caso de la
Renovación, la crisis que atravesaba el peronismo y la amenaza de disgregación que
afrontaba hacían que la cohesión del partido fuera un tema de interés prioritario. En
este sentido, el relato de la historia apunta a conquistar un conjunto mínimo de
referentes que sean vívidos como pasado común (Landi 1985: 31).
b) legitimar instituciones o relaciones de autoridad. Los renovadores
necesitaban legitimarse primero como línea interna y luego como corriente
hegemónica dentro del peronismo. Sus dirigentes debían pues, hallar un anclaje en
la tradición peronista para consolidar su lugar de poder en el seno del partido. Esto
les permitiría ser ellos quienes definieran quién era peronista y quién no.
c) inculcar creencias, valores o pautas de comportamiento. Los políticos
renovadores necesitan incorporar a la doctrina peronista valores y pautas de
comportamiento novedosos. Por lo tanto, a la vez que se dan un linaje a sí mismos,
se lo proporcionan a los valores del campo político actual, rastreando su presencia
en la historia del peronismo clásico. Hobsbawm señala que aún en los movimientos
revolucionarios es necesario "apoyar las innovaciones haciendo referencia al pasado
del pueblo, a las tradiciones de revolución o a sus propios líderes y mártires". Por
ejemplo:

79
"Y esto [la necesidad de incorporar capital de inversión extranjera], Perón lo
vio. Y por eso comenzó antes de 1955, una apertura gradual de nuestra
economía. Ése es el origen de aquel famoso contrato de la California (1) que
hizo, incluso, que algunos de nuestros propios dirigentes creyeran que Perón
arriaba las banderas nacionalistas históricas. [...] Creo que Perón estaba
perfilando el modelo económico que nosotros debemos plantear en este país."
(JMS, HG)

Las funciones que Hobsbawm enumera operan primordialmente hacia el


interior del grupo, puesto que este autor se refiere a tradiciones nacionales. En el
caso que nos ocupa, en cambio, la historia cobra una función polémica en tanto
tiende no sólo a la legitimación de la Renovación sino además a la expulsión de los
adversarios fuera del campo legítimo.
En síntesis, los renovadores reconstruyen el pasado con miras a alcanzar
dos objetivos: en primer término, se trata de crear un linaje peronista para los
valores ideológicos que la Renovación ha tomado del campo discursivo actual; en
segundo lugar, los renovadores seleccionan entre los episodios de la historia
peronista, aquellos que la compatibilizan con los topes del campo político.

1) Concesión otorgada en 1954 a la Standard Oil Co. para la explotación del petróleo
argentino.
80
A partir del periodo de reapertura política los
procesos de recuperación y reidentificación operan como estrategias que
contribuyen al desafío de los nuevos límites de la escena política. La demarcación
entre democracia y autoritarismo, que desplaza la vieja dicotomía peronismo-
antiperonismo, funda nuevas condiciones de producción que determinan, entre otras
cosas, una nueva lectura de la historia (Cheresky 1984: 28).
La situación de la Renovación frente a la historia difiere profundamente
de la relación que sostenía con ella el peronismo durante la campaña del '83. En
aquel momento, previo a la escisión, los peronistas estaban obligados a hacerse
cargo de todo su pasado sin poder criticarlo u omitir ciertas etapas. Dicha
obligación nacía tanto de la necesidad de tomar la historia como vía de legitimación
como de la concepción que el peronismo tiene de los primeros gobiernos de Perón
como Edad de Oro. Si la utopía se ubica en el pasado, lo programático se vuelve
restauración y el presente se convierte en continuación de una obra interrumpida.
"Se trata de hacer lo que ya ha sido hecho" (Cheresky 1984) (2).
Esta asunción acrítica del pasado despertó, en aquel momento, ciertos
temores en el electorado, ya que las vivencias del pasado reciente eran mucho más
vívidas que las de la posguerra. La derrota electoral abre en el peronismo la
posibilidad (y la necesidad) de la autocrítica.
¿Cómo articular entonces la reivindicación del pasado -imprescindible
para la afirmación de la identidad partidaria- con la autocrítica indispensable para
mantener al peronismo corno opción válida frente al radicalismo? Por definición,
toda autocrítica supone una condena por lo menos parcial, al propio pasado.
Ahora bien, el relato que los renovadores hacen de la historia peronista
resuelve el problema mediante la siguiente operación. Si bien se reconoce la
existencia, en el interior del justicialismo, de dirigentes que tienen un pasado que se
califica como indigno y vergonzoso, el peronismo es relevado de la responsabilidad
(tomada como individual) de cada uno de los acusados.

2) Esta concepción del pasado se mantiene en parte en los enunciadores de la


Renovación. No es extraño que sea Cafiero -que no sólo es el mayor de los dirigentes de
primera línea de la Renovación sino que además fue el "ministro lactante" durante el
primer peronismo- quien más insiste, entre los dirigentes que incluimos en nuestro
corpus, en la valoración del pasado. Como ejemplo podemos citar las connotaciones po-
sitivas que se otorgan en su discurso a la palabra "viejo", en tanto "nuevo" aparece
connotada negativamente e incluso se la emplea en tono peyorativo: "Ésta es una nueva
en el viejo partido de Alem" (AC, O ).
81
"Dejen atrás los cargos y las vergüenzas que no les pertenecen, son parte de
otra historia, que fue pesadilla también para nosotros, salgan ahora, no sobre
las anécdotas de los personajes, salgan sobre los hechos." (CG, PM)
"Creemos que [los ortodoxos] son un episodio de la historia que ya está
superado, y nosotros debemos construir sobre nuestros propios aciertos y no
sobre los errores de aquellos que perdieron el afecto del pueblo argentino."
(JMS, HG)

Una de las estrategias destinadas a lograr este objetivo es la construcción de una


historia del peronismo bifurcada, en la que el pasado de la vergüenza, anecdótico y
perimido tiene como herederos a los ortodoxos y se opone a otro pasado, glorioso,
épico y vigente, cuyos legítimos herederos son los hombres de la Renovación. Se
separa así a los dirigentes de la ortodoxia de la "verdadera" historia peronista y se
los ubica en un plano marginal con respecto a los ejes de la misma.

- +
superado vigente

vergonzoso glorioso-épico

de anécdotas y personajes de hechos y realizaciones

de errores y heridas de dignificación masiva

de derrotas de lucha

De este modo, resultan dos clases de pasado contrapuestos, cuyas


calificaciones tabulamos en el siguiente esquema:
Esta bifurcación de la herencia permite a los renovadores a) descalificar
al adversario interno, desplazándolo del lugar del heredero legítimo; b) presentar
como autocrítica frente a la sociedad lo que es en realidad una crítica a otro y,
consecuentemente, salir impolutos de la "autocrítica"; c) denunciar el uso que los
radicales hacen del pasado peronista cuando les reprochan el pasado de la deshonra
e "intentan tapar" las realizaciones, y d) reconstruir un pasado peronista "verdadero"
que les permite recuperar un espacio político en la coyuntura actual.
Esta operación polémica se reproduce al narrar la historia nacional, en la
cual el papel del antagonista está encarnado por la UCR. Nuevamente aquí se
presenta una oposición de linajes, trayectorias y herencias en pugna. También los
radicales aparecen como continuadores de una línea histórica que contendría una
vertiente de honra y una de deshonra. Sin embargo, la actualización del pasado tiene
en este caso un sentido inverso al que se le da en el caso del peronismo renovador:
los actuales dirigentes radicales serían legítimos herederos y reactualizadores del
pasado deshonroso, en tanto habrían olvidado el pasado digno. Esta presentación de
los hechos permite a los renovadores asumir como propia la tradición yrigoyenista.
Esquemáticamente, los radicales

82
- histórico
 Su origen - federal
- yrigoyenista
han olvidado

 El viejo partido de Alem e Yrigoyen

 A los austeros caudillos


[pero] conservan los viejos prejuicios gorilas

- los conservadores
- los golpes
 Cómplices de - los comunistas
- Braden

[y] han sido


 antidemocráticos
 conspiradores

Estas demarcaciones se inscriben en el marco de una lectura global de la


historia política argentina. En la narración que de ella hacen los peronistas, se la
presenta como una serie de enfrentamientos protagonizados por dos actantes (3)
siempre idénticos a sí mismos: uno nacional-popular y otro liberal-oligárquico.
Dichos actantes serían susceptibles de ser encarnados en cada periodo por di-
ferentes agentes concretos. El primero de ellos estaría representado en la actualidad
por los renovadores, actualización de un linaje que se remonta hasta los caudillos
federales e incluso incorpora a Hipólito Yrigoyen.

3) El término "actante" fue introducido por los estructuralistas para designar clases de
personajes. Se trata de funciones que admiten llenados diversos. En el modelo actancial
de A.J. Greimas, los actantes son: Sujeto, Objeto, Destinador, Destinatario, Adversario
y Auxiliar.
83
El segundo grupo engloba a todos sus antagonistas: conservadores,
radicales, militares, conformarían una misma fuerza antinacional y antipopular.
De este modo, el transcurso del tiempo histórico queda anulado (4). Algunos de los
rasgos que se adjudican a unos y otros son el carácter extranjerizante, la propensión
al golpismo y la violencia. En este segundo grupo se incluye también a los
adversarios internos, a quienes se acusa de propiciar metodologías propias de la
oligarquía, de pretender instaurar una democracia de dirigentes (5) e incluso de
anhelar un golpe de estado:

"[Nostálgicos del golpismo] compuestos también por nostálgicos de la historia


del peronismo que creen que cuando ellos no son viables políticamente o no
pueden dar la cara porque los silban, que ante esa posibilidad hay que
refilmar la película del peronismo. Y hay que volver al '43 para ver si
encontramos un coronel del pueblo; y yo les digo que coronel del pueblo hubo
uno solo y se llamó Juan Domingo Perón." (CG, 14)

Subrayemos que ésta es la única mención que registra nuestro corpus de


la vida política de Perón anterior a 1945. Por lo general se toma como límite inicial
el 17 de octubre del '45 o las elecciones de 1946. De este modo, el golpe militar de
1943 y la vinculación de Perón con el Ejército -que podían actualizarse en el
peronismo clásico- quedan borrados. La construcción de una historia peronista
signada por la democracia opera como fundamento discursivo de una cierta
superioridad del saber democrático del peronismo por sobre el de los radicales:
saben defender la democracia gracias a su historia de luchas y sufrimiento y a las
enseñanzas de Perón.
Paralelamente, los peronistas aparecen siempre como víctimas primor-
diales de los hechos violentos de la historia política nacional:

"Ya nadie quiere volver al pasado en la Argentina. Y nosotros somos los


primeros en no querer volver porque hemos sufrido la violencia en carne
propia. Mucho más que otros sectores de la vida nacional. Porque hemos
tenido nuestros héroes, nuestros mártires, y porque no queremos volver a
tenerlos." (JMS, HG)
"... Los trabajadores, con un simple palo, que iban a recibir las bombas de los
libertadores, entre los que estaban algunos de los que hoy nos gobiernan..."
(CG, F)

4) Este recurso de anulación del tiempo histórico no es privativo de los renovadores.


Por el contrario, se lo puede rastrear ya en los discurso de Perón (Sigal y Verán 1986,
cf infra) y actualmente, en los otros dirigentes peronistas. Por ejemplo, Carlos Menem
decía en 1983: "Alfonsín es el candidato de la Unión Democrática, Alfonsín es el
candidato de Reagan […]. El justicialismo es todo lo contrario, y por eso nos atacan de
cualquier medio... Hoy, como en 1946, estamos ante la misma alternativa y el pueblo
tiene que elegir 'Luder o dependencia' como antes eligió 'Braden o Perón"' . (Línea, 19-
10-83, citado por Cheresky 1984)
5) No deja de llamar la atención el hecho de que esta acusaci6n sea casi idéntica a la
que se hace a los radicales.
84
En el relato de esta última escena, Grosso opone dos actantes: los
trabajadores, cuya defensa espontánea y heroica del Presidente constitucional es
expresada mediante el tipo de "arma" que el enunciador pone en sus manos ("un
simple palo"), y los "libertadores", en los que reside todo el peso de la violencia. El
carácter activo de la relación de los trabajadores con la democracia contrasta con la
ubicación de los mismos como pacientes de la violencia ("iban a recibir las
bombas"). La violencia es, además, asociada al gobierno radical actual, mediante el
énfasis puesto en la participación que algunos dirigentes de.la UCR tuvieron en la
llamada Revolución Libertadora

85
En mayor o menor grado, según el enunciador de
que se trate, la palabra de Perón sigue resonando en los textos peronistas. Sin
embargo, dado el carácter multiforme del discurso de Perón, se hace preciso
discriminar qué citas escogen los renovadores y a qué tratamiento discursivo las
someten; en otras palabras, "qué Perón" recuperan.

Reconocimiento y legitimación

La inclusión de la palabra de Perón funciona


como marca textual de un factor clave en la formación discursiva de los
renovadores: la doctrina peronista, que, como condición de producción de su
discurso, fija los límites de lo "decible": ·

"... Que haya reelección presidencial, que la haya. Si nosotros la planteamos


en el '49, no podemos desdecirnos ahora." (JMS, HG)

Por esto, las citas cumplen fundamentalmente la función de provocar un


"efecto de reconocimiento" en los destinatarios. Las condiciones de producción de
los discursos que componen nuestro corpus -recordemos que se trata de discursos
pronunciados en actos públicos peronistas- fortalecen ese efecto.
En este sentido podemos leer la cita que tanto Grosso como Cafiero
escogen en distintas oportunidades para cerrar sus discursos:

"En homenaje a Evita, [...] en homenaje a nuestro general, cada peronista,


cada muchacho, cada hombre, cada mujer tiene un mandato: es decir junto a
nosotros, a todos los argentinos, que quienes quieran oírnos que nos oigan,
quienes quieran seguirnos que nos sigan, que nuestra empresa es grande y
clara nuestra divisa, que nuestra bandera es la bandera de la Patria, que
nuestra causa es la causa del pueblo." (AC, C)

86
El recurso a esta cita, en el caso de los discursos de campaña de Antonio
Cafiero, tiene un efecto retórico similar al que tenía en la campaña radical de 1983
el recitado colectivo del Preámbulo de la Constitución Nacional. Sin embargo, en
virtud de las diferencias coyunturales e ideológicas entre ambos momentos,
mientras Alfonsín priorizaba el efecto de reconocimiento en el nivel más amplio
posible, las palabras de Cafiero privilegian la identidad partidaria, aunque en las
palabras introductorias se invoque a todos los argentinos.
Similar función cumple la siguiente cita de Cafiero:

"El peronismo tiene que volver a recitar como un catecismo sus verdades bá-
sicas. Tenemos que decirnos unos a otros que otra vez para un peronista no
debe haber nada mejor que otro peronista. Tenemos que decirnos unos a
otros que como siempre, vamos a rescatar [estos] valores: primero siempre la
Patria, primero siempre la Patria, compañeras y compañeros, después el
movimiento y finalmente los hombres". (AC, C)

La autoridad que representa Perón sirve a menudo para fundamentar


desarrollos argumentativos en favor de la legitimidad de la Renovación. Las citas
que funcionan en este sentido son:

"Mi único heredero es el pueblo" (AC, PM y MP)


"Sólo la organización vence al tiempo." (AC, PM)
El tipo de argumentación que suponen estas citas puede reponerse en forma de
silogismo:

Perón dijo X
Los renovadores hacemos X

Los renovadores somos auténticamente peronistas

"Somos los que vamos a llevar a la realidad los dos últimos mandamientos
que Juan Perón -antes de irse para siempre- nos dejó [...]: 'Sólo la orga-
nización vence al tiempo', y nosotros nos hemos organizado; 'Mi único
heredero es el pueblo', y ahí están ustedes, ustedes como los legítimos
depositarios del legado de Juan Perón". (AC, MP)

Es la palabra misma del líder la que sirve así para avalar las propuestas de
actualización doctrinaria que la Renovación propone:

87
"Perón, en el discurso del 12 de mayo de 1974 al Congreso Nacional, que a mi
Juicio es la más maravillosa síntesis del pensamiento de la liberación nacional
argentina, no es el mismo que aquel Perón de 1946 que decía que era el
heredero de Hipólito Yrigoyen y que proponía incorporar a la producción y
al consumo, a los sectores marginales de la sociedad argentina. El objetivo
era, si, el mismo. Lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
Los mecanismos eran diferentes. Perón en 1973, REVALORIZO LA
DEMOCRACIA EN LA ARGENTINA. Él primero que ningún otro político,
cuando planteó la necesidad de pasar de la politización a la cultura política."
(JMS, HG, mayúsculas en el original)

El énfasis puesto en la revalorización que de la democracia hizo Perón


apunta a fundar un linaje peronista en primera instancia para los valores del '80. Por
otra parte, la vaguedad del objetivo general propuesto ("la felicidad del pueblo y la
grandeza de la Nación") proporciona un margen de maniobra muy amplio al
proceso de renovación de la doctrina.
Para extirpar la violencia del peronismo se recurre también a citas del
General:

''Y si los peronistas no somos capaces de demostrar que aprendimos las


lecciones de Perón, que las revoluciones se hacen con tiempo y no con sangre,
que las cosas se hacen dentro de la ley porque fuera de la ley no hay nada,
que las cosas se hacen con el consenso del pueblo en democracia y no en
trasnochadas aventuras autocráticas..." (CG, F)

La polémica

En Segundo lugar, la palabra de Perón permite


avalar los términos de la polémica dentro y fuera del partido justicialista. Las
diferentes ubicaciones de renovadores y ortodoxos frente al discurso de Perón -y la
diferencia con respecto a los ortodoxos- se sintetizan en la siguiente cita de José
Manuel de la Sota:

"... Todavía hay compañeros que dicen que es suficiente con todo lo que
Perón nos dejó escrito. Creo que es invalorable el aporte que hemos recibido
de Perón. [...] Pero no quisiera ser parte de un movimiento que solamente le
reconociera capacidad de pensamiento al General Perón..." (JMS, HG)

Los adversarios internos son incluso descalificados como receptores de la


palabra de Perón. Destaquemos que las máximas seleccionadas para garantizar el
carácter peronista de la Renovación (Cf. supra) son las mismas que se consideran
traicionadas por los ortodoxos:

88
"Hubo quienes invirtieron esto que Perón nos había enseñado y privile-
giaron sus ambiciones antes que la Patria o el movimiento. Y hubo quienes
introdujeron en la vida, entre los peronistas en vez de aquello que para un
peronista no debía haber nada mejor que otro peronista, la cizaña, la patota,
la violencia." (AC, PM)

La autoridad de Perón viene al caso también para fundamentar las


acusaciones hechas contra los radicales. Por ejemplo, la célebre cita "Mejor que
decir es hacer, mejor que prometer es realizar'' justifica un valor social -que es
bueno decir la verdad y cumplir las promesas- que habitualmente no necesita el aval
de una cita de autoridad. De esta manera, se privilegia la autoridad de Perón por
sobre la de los saberes del sentido común.
Acorde con la isotopía religiosa que hemos descripto, Cafiero califica esta
máxima como un "mandamiento". Curiosamente, el mandamiento tiene vigencia no
sólo para los feligreses peronistas, sino para todos los políticos, incluidos los
adversarios. Ello resulta coherente con el lugar suprapolítico en el que Perón mismo
se ubicaba:

"Se conspira contra el prestigio de la democracia cuando no se cumple con


ese mandamiento ético de aquello que decía: 'Mejor que prometer es realizar
y mejor que decir es hacer."' (AC, MP)

El sintagma que subrayamos materializa el cruce entre los dos conjuntos


de topes: si "mandamiento" remite a la autoridad universalmente válida de la
palabra de Perón, la "ética" cae dentro de la tradición radical, recuperada por el
campo discursivo de los '80. Más aún, al desobedecer el texto sagrado se ataca al
valor central de este tiempo: la democracia.
Otra acusación reiterada contra el gobierno radical sustentada en una cita
es aquella que impugna los límites de lo posible en el discurso radical:

"Perón nos enseñó muchas veces, por ejemplo, que la política en términos de
conducción es el arte de lo posible y con esto no asumía el rol de entregado,
de pasivo, de reformista". (CG, A)

Sin embargo, la misma frase en boca del gobierno recibe exactamente la


lectura que Grosso refuta.

89
El recurso a la historia corno vía de legitimación
discursiva suele estar ligado al ejercicio de prácticas rituales que operan corno
modos de recuperación y reactualización del pasado colectivo (Hobsbawm 1983: 2).
Según Pierre Bourdieu (1982), la validez del ritual se define a partir del recono-
cimiento de los receptores, para cuya realización deben cumplirse ciertas
condiciones que regulan el uso legítimo de la palabra sagrada: ésta debe ser
enunciada por un locutor legítimo, en una situación legítima, ante receptores
legítimos y en un lugar y tiempo legítimos. El reconocimiento actúa así como
principio regulador de la estructura del mecanismo ritual.
La celebración peronista del Día de la Lealtad podría constituirse en el
paradigma del ritual político. Entre 1946 y 1954 se realizó anualmente un acto en
Plaza de Mayo en conmemoración de la movilización popular del 17 de octubre de
1945, que había culminado con la liberación del entonces Coronel Perón. La célebre
jornada del '45 significó el acta de la consagración de Perón como líder ante las
masas y la instauración de un contrate de veredicción entre él y su pueblo (de lpola
1983, 1987; Sigal ­ Verón 1986) (7).

6) Este parágrafo resume un artículo que, con el nombre de "17 de octubre, renovación
y tradición", publicamos en la revista Los días del viaje, año 1, Nº 0, otoño 1988. Una
versión anterior del mismo fue presentada en el Segundo Congreso Nacional de
Semiótica realizado en la Universidad de San.Juan entre el 27 y el 29 de agosto de 1987
7) En una serie de testimonios recopilados por Ricardo Cicerchia, (mencionados
también por Landi, 1985) los obreros protagonistas de esta movilización expresan la
importancia del encuentro con el líder, en detrimento del contenido del discurso
"Parecía que todo el mundo era atraído por la plaza. Querían ver a Per6n en la Rosada.
[...]
Se hizo un poco de silencio cuando Perón dijo compañeros, y entonces se trató de
Escuchar. Del discurso sólo recuerdo que Perón recomendó desconcentrarse con cuida-
do porque él veía muchas mujeres y chicos entre la multitud." (Pedro ferroviario)
90
En su discurso del 17 de octubre de 1946, primer aniversario de su
liberación, Perón -al frente de un régimen político nuevo- instituye el ritual que se
llevará a cabo de allí en más. En ese discurso, Perón bautiza a la jornada del 17 de
octubre como "el día de los descamisados". La denomina también "día de los que
tienen hambre y sed de justicia", según la metáfora bíblica," epopeya de los
humildes" y "día de la ciudadanía y del pueblo argentino". Este acto de nominación
opera transformando un hecho histórico puntual en fiesta nacional (al año siguiente
la llama incluso ''fiesta constitutiva de la nacionalidad", otorgándole carácter
fundacional) con un único protagonista: el pueblo. De esta manera, Perón funda
discursivamente su propio origen en el consenso popular (8).
Con el tiempo quedará consagrado como definitivo el nombre de "Día de
la Lealtad", donde los protagonistas son dos: el pueblo y su líder.
En efecto, el acto del 17de octubre representa el encuentro del pueblo con
el líder y la confirmación de un pacto de lealtad rubricado en el '45. De esta
manera, narra y reproduce su propio origen. En esas ocasiones, Perón (enunciador
legítimo) se dirigía a los trabajadores (receptor legítimo) preguntándoles sí estaban
satisfechos con su gobierno, a lo que el público respondía efectivamente que sí
(discurso legítimo) (9). La ceremonia implicaba, además de una fiesta de
aniversario, la realización misma de la legitimación de Perón como líder popular,
mediante la ficción de un plebiscito anual. Por un instante, Perón se ubicaba fuera
del lugar del poder para ser reinstaurado en él por el pueblo, recreando así lo
sucedido en el '45.
El ritual actúa como un mecanismo simbólico de reproducción de las
relaciones políticas constitutivas del peronismo –primordialmente la relación líder-
pueblo- que permiten pensar a la sociedad como armónica y sin conflictos.
Paradójicamente, al ritualízarse la ceremonia, ésta se ubica en las antípodas del
relato que tradicionalmente se hace del 17 de octubre de 1945, en el que la rebelión
popular es presentada como un hecho espontáneo e imprevisible (10). En cambio, la
celebración ritual es un acto previsto y fuertemente regulado que consolida el poder
establecido.
Esta liturgia encuentra sus límites sólo en una ocasión: en 1952, a tres
meses de la muerte de Eva Perón, el Día de la Lealtad cede su lugar al homenaje a
Evita. El duelo vuelve imposible el ritual de legitimación.

"A medida que fue pasando el tiempo, el ánimo fue cambiando y no hubo más remedio
que traer al General y así lo fueron a buscar al Hospital Militar. Todo el mundo lo
quería ver y preguntarle si estaba bien o si le había pasado algo. […] Ese día fue como
una apoteosis, llega Perón muy tarde, y la gente estaba muy cansada, le pregunta
fervorosamente dónde estuvo, qué le había pasado. Finalmente Perón dice que no
pasaba nada, que estaba bien y que pronto iba a volver con ellos, solo les pedía que se
retiraran en paz." (Jorge, empleado administrativo de la UTA)
(testimonios transcriptos en " Ese día inolvidable", Fin de siglo, Nº 4, octubre de 1987)
8) Perón podría haber elegido celebrar la fecha de las elecciones que lo hicieron
presidente. El festejo del 17 de octubre destaca, en cambio, el momento de su
consagración como líder, más allá de la legitimidad estrictamente jurídica que le da el
voto. Por otro lado, evidencia la relevancia del encuentro del líder con su pueblo como
núcleo narrativo.
9) De lpola (1983:123) señala que es el mismo Perón quien inaugura el "método" de
dialogar directamente con sus receptores, precisamente el 17 de octubre de 1945.
91
En su tercera presidencia, Perón planeaba retomar esa "vieja costumbre
peronista". En el discurso pronunciado al asumir el mando el 12 de octubre de 1973,
anunció que se presentaría el día primero de mayo de cada año en la Plaza, "para
preguntarle al pueblo aquí reunido si está conforme con el gobierno que realiza­
mos". El 10 de mayo de 1974, algunos sectores de la Juventud Peronista intentaron,
por primera vez, responderle que no. El resultado de esta violación de las reglas del
ritual fue que Perón los calificó de "imberbes", y los Montoneros se retiraron.

El 17 de octubre renovado

El 17 de octubre se sigue celebrando hoy como


aniversario del nacimiento del peronismo. Sin embargo, con el líder ausente y el
justicialismo ocupando el lugar de la oposición bajo un régimen democrático, es
evidente que el ritual no puede ya cumplir la función que tenía en la época de
Perón. Más allá de la repetición y el refuerzo de la identidad peronista, el acto se
puebla de sentidos nuevos en virtud de las nuevas condiciones de producción en las
que se inserta.
Desde el surgimiento del peronismo renovador han pasado tres 17 de
octubre: en 1985, sobre el final de la campaña electoral, sólo lo festejó la juventud
renovadora, en Plaza Once; en 1986, se celebró en Plaza de Mayo, donde
pronunciaron discursos Roberto García. José Manuel de la Sota, Carlos Grosso y
Antonio Cafiero (11); y en 1987, tras la victoria electoral, el acto se llevó a cabo en
la ciudad de Córdoba, con seis oradores: de la Sota, García, Grosso, José Luis
Manzano, José María Vernet y Antonio Cafiero.
En 1986, la celebración se realizó en uno de los momentos de mayor
tensión entre el peronismo renovador y la conducción nacional del justicialismo.
Postergaciones sucesivas de las elecciones internas en la provincia de Buenos Aires
perjudicaban a Cafiero no sólo porque se demoraba la evidencia de su liderazgo en
la provincia, sino también porque no podía iniciar legítimamente la campaña
electoral hacia afuera del partido
Ante la posibilidad de una nueva postergación de los comicios, los
renovadores habían amenazado con la ruptura del peronismo. La celebración del 17
de octubre de 1986 constituyó, entonces, una demostración de fuerza, tanto más
cuanto los renovadores eran la única corriente que lo festejaba con un acto masivo,
y además en Plaza de Mayo.

10) EL carácter espontáneo de esta manifestación ha sido discutido por historiadores y


protagonistas." En la versión más tradicional de los acontecimientos de octubre, la
incesante actividad organizativa desplegada durante esa jornada ha sido con frecuencia
omitida, para exaltar el carácter espontáneo de la reacción de los trabajadores el 17.
Que la reacción de los trabajadores fue espontánea, en el sentido de que cuando
salieron a la calle lo hicieron detrás de objetivos que sentían profundamente, como la
libertad de Perón, no significa, sin embargo, que ella no haya sido preparada
previamente por la agitación de los militantes obreros y no contara, al mismo tiempo,
con la coordinación de los sindicatos. Todos estos trabajos dieron unidad a las múlti-
ples iniciativas y fueron supervisados por la dirección paralela que actuaba en la CGT."
(Juan Carlos Torre (1970)) Ver también el testimonio de Cipriano Reyes (1984).
11) Sólo tuvimos acceso a los discursos de Grosso y Cafiero.
92
El lugar legítimo: la plaza de Perón

El 17 de octubre no se festejaba en la Plaza de


Mayo desde 1975. Durante la dictadura prácticamente las únicas que ocuparon
políticamente este espacio fueron las Madres de Plaza de Mayo (12).
Progresivamente, la Plaza se convirtió en el espacio público por excelencia,
susceptible de ser ocupado por la ciudadanía de Buenos Aires ante los diversos
eventos que suscitaban la movilización popular. Recordemos las múltiples
manifestaciones en defensa de los derechos humanos, la marcha de la
Multipartidaria, realizada el 16 de diciembre de 1982, incluso la multitud que se
congregó allí durante los episodios de Malvinas.
Todos estos hechos operaron una disolución de la identidad peronista de
la Plaza de Mayo, que había sido fijada durante la década del cuarenta y reforzada
durante el tercer gobierno peronista (13). A partir del 10 de diciembre de 1983, la
mencionada disolución toma un cariz nuevo. En esa ocasión Alfonsín evita hablar
desde la casa de gobierno -cuyos balcones están vinculados simbólicamente no sólo
a Perón sino también a las más recientes apariciones de Galtieri- y se· dirige al
pueblo desde el Cabildo. Este episodio pone de manifiesto los diversos valores
simbólicos que se derivan de la ubicación del orador en la Plaza. Con el radicalismo
en el poder aparecerá en escena una plaza alfonsinista, que se constituirá, en el
discurso peronista, como un espacio a reconquistar (14).

"Esta es la plaza donde nació el peronismo..."

La manifestación popular de 1945 fundó un


espacio político nuevo: la plaza de Mayo, y un movimiento político nuevo: el
peronismo. A partir de ese momento, se crea una vinculación simbólica muy fuerte
entre ambas entidades. El vínculo es reactualizado en 1986, tanto por el orador
como por la multitud, que reclaman para la plaza el nombre de "la plaza de Perón".
Dicha denominación está presente desde la convocatoria al acto.

12) Hasta tal punto que desde algunos sectores (sobre todo de izquierda y vinculados
con la lucha por los derechos humanos) se lo denominó "la Plaza de las Madres".
13) En tanto la plaza era el espacio peronista por excelencia, cuando Perón expulsó de
allí a los Montoneros el 1º de Mayo de 1974, el hecho pudo ser interpretado como una
expulsión fuera del movimiento peronista.
14) Algunas de estas observaciones nos fueron sugeridas por Marysa Navarro, con
quien conversamos sobre estos problemas.
93
La presencia histórica del peronismo en la plaza es caracterizada en el
discurso a través de dos rasgos: la dimensión festiva de la participación popular
("Esta es la plaza que llenamos de fiesta y alegría") y la dimensión épica de la lucha
política ("La plaza donde dejamos nuestros muertos y nuestros heridos"). Dentro de
esta dimensión épica se incorpora la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, como
una manera de salvar el obstáculo que significa esa relajación del vínculo entre el
peronismo y la plaza, ocurrida durante la dictadura:

"Esta es la plaza […] tumultuosa que vio cantar las tristezas de las madres
por sus hijos desaparecidos." (AC, PM)

"El nuevo lenguaje que ha invadido la plaza heroica"

En términos político-doctrinarios, la celebración


del 17 de octubre supone la reactualización del mensaje del líder. Si la plaza de
Mayo es la plaza de Perón, sólo una palabra peronista puede circular legítimamente
en su ámbito. Consecuentemente, el discurso radical aparece como una palabra
profana que invade un espacio que no le pertenece para difundir un ideario de
resignación ante la injusticia, mientras que la palabra peronista sería un mensaje de
esperanza basada en la justicia social:

"Ésta es la plaza que llenó de promesas y expectativas quien insufló de


esperanza el corazón de los argentinos, pero que ahora escucha otro lenguaje,
otras palabras, son las palabras del ajuste. [...] éste es el nuevo lenguaje que
ha invadido esta plaza heroica." (AC, PM)

Según Antonio Cafiero, el recurso implementado por el gobierno para


resguardarse de la recuperación de la Plaza que intenta el peronismo sería el
traslado de la Capital a Viedma. Alfonsín intentaría fundar para sí un espacio legí-
timo paralelo, vaciando la Plaza de Mayo de pueblo:

"Ésta es la Plaza que, compañeras y compañeros, que aspiran muchos a


dejar vacía y vacante, a eliminar su poder de convocatoria, porque una de las
razones por las cuales quieren llevarse la Capital al sur, al mar, al frío, es
para que no la pueda seguir llenando el pueblo peronista, el pueblo ar-
gentino." (AC, PM)

Mientras que el aspecto histórico funda la celebración ritual, los aspectos


coyunturales insertan la problemática de la Renovación en este marco de tradición
partidaria.

94
"De nuevo un peronista les dirá..."

Finalmente, el espacio funciona como metáfora


del eventual acceso del peronismo al poder. En un acto anterior, realizado el 23 de
mayo en Plaza Once -simultáneo con el que llevó a cabo el gobierno en Plaza de
Mayo- Cafiero había representado el enfrentamiento de los dos partidos mediante la
oposición entre las dos plazas. Al vaticinar la victoria peronista en 1989, el vuelco
político se traduce en un intercambio de plazas: los peronistas irían entonces a Plaza
de Mayo y los radicales a Plaza Once.
Del mismo modo, Carlos Grosso cierra su discurso del 17 de octubre de
1986 trazando un paralelo entre el acercamiento espacial del peronismo a la Casa de
Gobierno y su progresivo protagonismo político, que se proyecta hacia el futuro:

"Hace unos meses estábamos en Plaza Once; hoy, 17 de octubre, estamos en


el borde de esta plaza. Yo sé que el año que viene con Cafiero en la provincia,
con de la Sota en Córdoba, con nuestros compañeros en el interior, vamos a
llegar hasta la pirámide de esta plaza. Y ésa será la imagen que nos hará sen-
tir que en el '89, en ese balcón, de nuevo un peronista les dirá: Compañeros y
compañeras, vamos a hacer la Argentina justa, la Argentina libre, la Argen­
tina soberana." (CG, PM)

De este modo, Grosso presenta el acto que se está desarrollando como


parte de una marcha que culmina en el balcón, "la figura arquitectónica que, en la
Argentina, ha funcionado y sigue funcionando como el más eminente símbolo
material, como la representación físico-espacial privilegiada del lugar del poder"
(de Ipola 1983: 185). Sin este recurso, el rito quedaría trunco, sería un mero intento
(fallido) de asalto al poder, carente del correlato de victoria que tuvo octubre del
'45.

El enunciador legítimo: los herederos de Perón.


El receptor legítimo: el pueblo.

El lugar del enuncíador, de acuerdo con lo que he-


mos visto, es el punto más conflictivo de la celebración. El hecho de que los pero-
nistas renovadores se presenten como enunciadores en un acto que celebra el 17 de
octubre ya constituye un gesto de búsqueda de legitimación. El reconocimiento
demostrado por los asistentes, validando el acto, intentaría reproducir el pacto de
lealtad que se renovaba en esa fecha. Así, se convertirían en herederos de Perón. En
palabras de Grosso:

"Y debo confesarles en esta noche que se me pone la piel de gallina al sentir
que ustedes, el mismo pueblo, corea nuestro nombre diciendo que somos los
herederos de aquella gesta, de aquel líder, y de aquel pueblo del 17 de
octubre..." (CG, PM)

95
Según se lee en la cita, el receptor no es un sustituto -como lo es el
enunciador- sino que es el mismo de la celebración original. Esto permite reforzar
la corriente de creencia en que está basada la eficacia del ritual: el mismo pueblo
que reconocía al enuncíador legítimo, reconoce ahora a sus herederos. ·
A ello contribuye la anulación del tiempo histórico. El pasado y el
presente se unen en un tiempo mítico que funde el tiempo actual con el momento
más glorioso de la historia peronista, elidiendo de paso, el periodo más conflictivo
para el peronismo: los últimos quince años.
Sigal y Verón llaman la atención sobre una estrategia similar de la que se
vale Perón en el '45:

"Esto es pueblo; esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la ma-


dre tierra, el que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la patria; el mismo
que en esta histórica plaza pidió frente al Cabildo que se respetara su volun-
tad y su derecho." (17-10-45).

Lo que permite la identificación tanto del pueblo del '45 con el de 1810,
como el de 1986 con el del '45 es la continuidad del espacio: la plaza. Con ello se
traza un linaje del pueblo peronista, que queda vinculado con las acciones más
valoradas de la historia política argentina.
La anulación del tiempo se observa también en otras zonas del texto.
Cafiero, por ejemplo, convoca a sectores extrapartídarios para que se sumen al
movimiento peronista, representado por la gente allí reunida. Curiosamente, el
campo político que describe es el de 1945; menciona incluso fuerzas políticas que
ya no existen:

"Como en el '45 queremos que vengan los radicales como Quijano, como
John William Cooke, como Alejandro Leloir. Como en el '45 queremos que
vengan los socialistas como Angel Borlenghi y Atilio Bramuglia. Como en el
'45 queremos que vengan los nacionalistas como Paco Rosa y Fermín Chávez.
Como en el '45 queremos que vengan los forjistas como Arturo Jauretche y
Raúl Scalabrini Ortiz o Darío Alessandro. Como en el '45 queremos que
vengan los anarquistas como lsaìas Santín y Libertario Ferrari." (15)

15) Tal como nos señalara Ramiro E. Podetti, este párrafo recuerda el relato que hace
Perón de la conformación del movimiento peronista, que en sus memorias ubica antes
del golpe de 1943.
"llamé entonces a los radicales: se presentaron los miembros de la Junta Renovadora,
que eran la juventud del Partido. Los viejos carcamanes no se interesaron. Tomé tam-
bién contacto con los socialistas […].
El peronismo se fue formando, así, con los hombres de distintas extracciones. En la fase
preparatoria de la revolución, contamos con conservadores como Solano Lima o
Jerónimo Remorino, que había sido secretario de Julio Roca en Córdoba; otros,
socialistas-marxistas, como Bramuglia y Borlenghi; anarco-sindicalistas como Santìn."
(Citado por Fermín Chávez en Perón y el peronismo en la historia contemporánea,
Buenos Aires, Oriente, 1975, pág. 310)
96
En lo que puede considerarse el clímax del rito, Cafiero dramatiza el
momento culminante de las celebraciones peronistas: la pregunta del enunciador-
líder al pueblo y su respuesta, con el objetivo de construir una suerte de lealtad del
pueblo hacia los renovadores. El enunciador empieza a utilizar en ese momento del
discurso la primera persona del singular, abandonando e1 nosotros que
predominaba hasta allí (16).
El acto de habla de pedido realizado por Cafiero es equiparado con el acto
de habla de pregunta del ritual clásico mediante una construcción comparativa:

"Yo quiero pedirles esta noche un juramento. Quiero pedirles como les pedía
a ustedes Juan Domingo Perón cuando les preguntaba esos diecisiete de
octubre si el pueblo estaba satisfecho o no con su obra de gobierno, y el
pueblo le contestaba con aquellos si rotundos que brotaban desde lo más
intimo de sus corazones. Yo les quiero preguntar si me ayudan ustedes en
este juramento de alcanzar la victoria en la Provincia de Buenos Aires."
(AC, PM)

Cafiero ha cumplido con las reglas del ritual: la primera persona que
actúa en virtud de una delegación de autoridad, basada en su posición de heredero,
realiza un acto de habla legítimo mediante una nivelación con el acto de habla
originario. Estas condiciones del ritual solamente son suficientes en virtud del
reconocimiento traducido por la respuesta afirmativa de la multitud, junto con las
demás manifestaciones de apoyo, como gritos, aplausos, cantos, refuerzos
gestuales.
Hacia el final del discurso, Cafiero incita al público a cantar "como
cantaban el 17 de octubre: Yo te daré, patria hermosa, una cosa que empieza con pé:
Perón". El poder de evocación del canto, el predominio de la función poética,
refuerzan el efecto de anulación del tiempo histórico.
Cuando el contacto entre el orador y el público llega a su momento
culminante, Cafiero define el rito que acaba de celebrar:

"Éste es el gran misterio, el porqué que se lo pregunten quienes no creen en


nosotros; que se lo pregunten quienes nos miran desde la periferia, quienes
nos vienen a observar con curiosidad y con recelo…" (AC, PM)

Todo rito opera una división, define e instituye un grupo y consagra la


diferencia (Bourdieu, 1982). En el texto que acabamos de citar Cafiero define un
espacio cuyo límite está dado por la creencia (17), que señala a los de afuera y
materializa la identidad de los de adentro. En términos del mismo Cafiero:

"Esa música maravillosa es lo que nos hace, más allá de la diversidad de


posiciones, estar unidos..." (AC, PM)

16) Encontramos en este discurso una frecuencia mayor de nosotros exclusivo con refe-
rencia a ''los dirigentes" que en los restantes. Aumenta así la distancia entre el
enunciado, y el destinatario. Esta ocurrencia resulta coherente con las reglas del ritual
del 17 de octubre, que exigen un enunciador líder. Emilio del Ipola (1983) señala "un
vaivén permanente entre la inclusión y exclusión, la identificación y la toma de
distancia, típico de los discursos políticos de Perón", y en particular el del 17 de octubre
del ' 45.
97
Los renovadores son peronistas.
Este peronismo es renovador

Al ceñirse a las pautas rituales impuestas por


Perón, los renovadores reproducen el mismo ceremonial que el líder llevó a cabo
durante sus dos primeras presidencias. Este movimiento los legitima hacia adentro
del peronismo, en tanto los ubica no sólo como peronistas. sino además como los
auténticos peronistas, que por ser leales a Perón se constituyen en enunciadores le-
gítimos.
Así resuelven el primer problema: el de demostrar que aún siendo
renovadores, son peronistas. El segundo problema es el inverso: cómo demostrar
que aún siendo peronistas, son renovadores: esto es, diferentes del resto del
peronismo actual, y del peronismo del pasado inmediato. Esto es necesario,
particularmente tratándose de una celebración que se entronca con el peronismo
tradicional.
La manera de autodesignarse en la convocatoria al acto funciona en este
sentido: al calificarse como "Peronismo de la Victoria ", los renovadores borran su
pertenencia a una determinada corriente peronista (operación viable por tratarse del
único acto masivo que se realiza ese día). El único rasgo pertinente que se rei-
vindica es el de no haber sido protagonistas de la derrota (lo que alude, por
contraste, a los ortodoxos), y en consecuencia resultar portadores de una victoria
potencial.
¿De qué manera definen su carácter renovador? Como una vuelta al
peronismo heroico, victorioso: el de 1945. De ahí el mecanismo de anular el
tiempo, al que ya nos referimos, que relega al plano de lo irrelevante al peronismo
de la "vergüenza", del "miedo", de la "derrota".
En el '45 se funda un movimiento nuevo, con un nuevo enunciador que
dirige un nuevo mensaje a un nuevo receptor en un lugar nuevo. Los renovadores
retoman ese momento fundacional intentando inaugurar una nueva etapa, en la que
el peronismo se ha purificado (el origen suele estar vinculado a la pureza).
Esta reivindicación no está dirigida solamente a los peronistas, sino
también (y sobre todo) al paradestinatario (18). Se trata de demostrar a los
independientes que apoyaron a Alfonsín en 1983 que el peronismo ha cambiado. La
celebración del 17 de octubre, a pesar de realizarse antes de la interna, adquiere
características de campaña electoral.
El ritual es, entonces, doble: al mismo tiempo reproduce la gesta del '45 y
el ritual fundado en 1946 y repetido a partir de entonces. Con el primer movimiento
los enunciadores se legitiman como renovadores; con el segundo, como peronistas.

17) Bourdieu define "creencia" como "las disposiciones socialmente modeladas para
conocer y reconocer las condiciones institucionales de un ritual válido." (1982: 132)
18) Los noticieros televisivos transmitieron fragmen.tos de la celebración.
98
Un año después, en Córdoba

Un año después, tras las elecciones del 6 de


septiembre, la Renovación está ubicada en el umbral de la legitimidad por la cual
venía luchando desde su constitución. Sin embargo, vuelven a aparecer dificultades,
tales como las disputas surgidas en el seno de la CGT. En el momento de realizarse
el acto, las renuncias de los miguelistas y los miembros del grupo de los 15 al
Consejo Directivo habían profundizado la crisis. Las renuncias, finalmente, fueron
momentáneas, pero esto todavía no se sabía a mediados de octubre.
Como escenario para el festejo del 17 de octubre no fue elegida esta vez
la Plaza de Mayo. Diversas hipótesis pueden tejerse alrededor de esta circuns-
tancia: la necesidad de evitar riñas entre sectores enfrentados dentro del sindi-
calismo, la elección de una estrategia de "perfil bajo" por parte de Cafiero, incluso
el declarado interés de apoyar el crecimiento del peronismo cordobés. (En este
sentido, no es casual que el candidato presidencial del radicalismo para 1989 sea
quien ejerció la gobernación de Córdoba desde 1983.) El hecho es que el "lugar
legítimo", la Plaza de Mayo, no fue ocupado.
Distinguiremos en nuestro análisis el discurso de Cafiero de los restantes
oradores. Mientras éstos se centran en temas sobre todo coyunturales y en la propia
historia de la Renovación, Cafiero toma a su cargo la memoria del peronismo,
dedicando gran parte de su discurso a evocar el '45.

El ritual postergado

El acto se llevó a cabo en la plaza Vélez Sarsfield,


frente a la Casa Radical, en la ciudad de Córdoba. Este desplazamiento en el lugar
de la celebración determinará algunas de las variantes en el ritual que se manifiestan
discursivamente. En primer término, la distancia espacial favorece la explicitación
de la distancia temporal, es decir, dificulta la anulación del tiempo, mecanismo cuya
importancia en el acto de 1986 hemos destacado.
Con la excepción del discurso de Cafiero, las referencias a la Plaza de
Mayo son casi nulas. De la Sota la menciona una vez, como marco del relato histó-
rico:

"Hace cuarenta y dos años, miles y miles de argentinos como ustedes y como
yo fueron a la Plaza de Mayo." (JMS, C)

Manzano también la menciona una vez, pero no en relación con el '45,


sino en una referencia al acto del año anterior, como parte de la historia cercana, en
una narración que privilegia lo discursivo. Así como Manzano recuerda una pre-
dicción de Cafiero, hoy cumplida, Grosso se cita a sí mismo en una exhortación que
también considera cumplida. Ambas -exhortación y predicción- se refieren a la
victoria. Se trata de un movimiento inverso al del ritual. Si en éste el presente cobra
significado con referencia al pasado, las operaciones de Manzano y Grosso tienden
a resignificar el pasado desde el presente.

99
Ninguno de los cinco oradores se define como heredero de Perón, con lo
cual tampoco reclama el lugar de enunciador legítimo. O bien este espacio sigue
siendo patrimonio de Perón, que enuncia sus verdades por boca de sus discípulos, o
bien es cedido a Cafiero, que ha sido presentado como el futuro presidente del PJ
(en palabras de Grosso, "el plato fuerte de la noche").
En los cinco discursos predomina un nosotros inclusive con referencia
"los peronistas" (aunque en Manzano es importante también la referencia "los
argentinos"). Además es frecuente que la segunda persona (ustedes) aparezca acom-
pañada por el nosotros o el yo, ubicándose el locutor en el mismo nivel que el
alocutario, como un peronista más. De la Sota lo enuncia explícitamente:

"Como el más humilde de los peronistas que soy y que me siento, quiero
darles en nombre de ustedes, pueblo de Córdoba, un abrazo fraterno a todos
los compañeros que esta noche están en esta fiesta con nosotros." (JMS, C).

El receptor no es, esta vez, el mismo pueblo del '45, salvo para José María
Vernet ("Ese pueblo que hoy es este pueblo..."). Aunque se compara a ambas movi-
lizaciones, se las diferencia netamente una de otra. De la Sota recurre para ello a la
metáfora del espejo: "los cordobeses y lo argentinos de hoy, los peronistas" debe-
mos mirarnos en "aquel espejo histórico". Por más que el reflejo devuelva una ima-
gen análoga, no deja de ser una superficie diferente y enfrentada a su objeto. (Este
espejo contrasta, por otra parte, con los "espejos externos" en los que se miran
algunos argentinos, y que aparecen más adelante en el discurso.)
La identificación entre peronistas y argentinos, que se percibía en los
textos de 1986, no es tan evidente en este caso. (Sí lo es en Cafiero, seguramente
porque es él quien se hace cargo del aspecto ritual (19).) Se encuentra más bien una
fluctuación constante entre identificación y diferenciación, como en la mayoría de
los discursos renovadores.

19) En uno de los momentos de mayor entusiasmo del discurso (cuando habla con
Perón) dice Cafiero:
"El rostro de los peronistas, que es como decir el rostro de la Argentina, la Argentina
popular, hoy está otra vez con este talante de romería..." (AC, C)

100
Cafiero: "Todavía conservo en mis oídos..."

El discurso de Cafiero se abre con la evocación


del '45. Para ello se vale de una estrategia doble: 1) representativa, 2) narrativa.
1. La representación apunta a actualizar la escena originaria. Cuando los
asistentes comienzan a cantar la marcha peronista, el orador los corrige -con la
autoridad que le confiere el haber sido testigo presencial de los hechos-:

"Aquel día, todavía no cantábamos la marcha peronista. Aquel día el pueblo


comenzó a cantar algo que yo todavía conservo en mis oídos y en mi memoria
y que les pido que me ayuden a recordar otra vez: 'Yo te daré, ..."' (cantan
todos)

En este fragmento se explicita el cambio de identidad del receptor, cuya


competencia es de algún modo desautorizada por el orador. A pesar de su carácter
de testigo, aparece un esbozo de identificación de Cafiero con el enunciador
legítimo en la referencia intertextual subrayada.
2. En cuanto a la forma narrativa, mientras el acto del '86 se caracteriza por
la anulación del tiempo histórico, en este caso, por el contrario, Cafiero bosqueja
una "historia" de los distintos periodos que atravesó el peronismo, metonímí-
camente contenida en la celebración del 17 de octubre.
Las alternativas históricas -dictaduras y gobiernos peronistas- se
corresponden con los distintos espacios en los que se ubica la celebración. De
acuerdo con esto se distinguen diversas etapas:

1) Peronismo clásico plaza

2) Dictadura militar" casas

3) Peronismo plaza

4) Dictadura catacumbas

(El esquema muestra claramente que la plaza es el lugar legítimo del


ritual, que se describe en términos religiosos.)
Sin embargo, el carácter cíclico de la historia, la metáfora que utiliza al
decir que "Fue ayer, en 1945...", los continuos saltos de la cronología y la
representación de la escena originaria que hemos descripto producen una dimensión
temporal difusa, por cierto no realista. La presencia del orador se constituye en
punto de anclaje de los pasajes cronológicos.
La plaza, que tanta importancia tenía en el discurso de Cafiero del '86, por
tratarse del lugar mismo de la celebración, tiene en este discurso solamente cuatro
ocurrencias. En la primera aparece como el lugar que ocupa el pueblo dentro de la
comunidad organizada:

101
"Entonces, como una suerte de milagro político, se comenzó a entablar ese
diálogo organizado entre el pueblo de la plaza y Perón en el balcón." (AC, C)

Es cierto que a continuación, mediante la identificación de Perón con el


pueblo, aclara que el pueblo sentía que estaba ocupando el balcón, aunque sólo
fuera simbólicamente.
Por ser el lugar del pueblo, y el lugar legítimo de celebración del 17 de
octubre, es que puede reemplazar metonímicamente a uno u otro:

"Este clamor de la plaza hizo que después del 30 de octubre, cuando tuvimos
que ponernos cara a cara con la derrota, el clamor del 17 nos hizo poner de
pie y decirnos unos a otros: 'Compañeros, a nosotros no nos ha ganado na-
die.'" (AC, C)

El 17 de octubre, como símbolo de la victoria, se superpone así a la


derrota, borrándola. En este punto fija Cafiero el nacimiento de la Renovación, cuyo
objetivo será obtener nuevamente la victoria.

"Hemos saldado la deuda con Perón..."

A partir de los resultados electorales de septiem-


bre, se redefinen las relaciones entre Perón, el orador y el pueblo. El uso del
nosotros inclusivo prevalece cuando se refiere a la relación maestro-discípulos-tra-
dicional en el discurso del peronismo-. En cambio, el uso de la primera persona del
singular destaca el protagonismo de Cafiero, precisamente en el momento en que
éste se ubica a sí mismo como "medium": mediador entre Perón y el pueblo. A
través de la voz del enunciador el líder se hace presente y se garantiza la realización
del diálogo:

"Yo les digo a ustedes, compañeras y compañeros, que él puede ... puede oír
otra vez la voz de su pueblo, que puede... aquí como nos dijo antes de irse,
que lleva en sus oídos esa música maravillosa que es la palabra del pueblo
argentino. Acá lo tiene, mi general. Acá lo tiene." (AC, C)

Al reemplazarse la muerte de Perón por una "partida", éste conserva el


carácter de enunciador legítimo, que a través de Cafiero hace llegar al pueblo su
mensaje. Es en este pasaje y en la apertura donde la ritualización se hace más
evidente; sin embargo, las operaciones discursivas a las que se recurre difieren con
respecto a las descriptas para el acto del año anterior.

Milagros y batallas

El 17 de octubre de 1987 halla al peronismo


renovador en el umbral de su consagración como corriente hegemónica del partido.
En esta situación, cobra importancia para sus dirigentes la construcción de su propio
pasado en términos tales que resulten coherentes con la grandeza de los orígenes.

102
La unidad en el relato es reforzada por el uso de un registro homogéneo utilizado
para narrar los hechos del '45 y la trayectoria de la Renovación. La isotopía em-
pleada se corresponde, en algunos de sus rasgos, con la del género épico.
El más relevante de los rasgos épicos -ya que define la especificidad del
género- es el cruce de lo bélico con lo místico. El hecho de que la historia de la
Renovación sea narrada en esos términos jerarquiza a los actores, y coloca su
trayectoria por encima de las peripecias coyunturales. De este modo logran un
efecto de alejamiento a pesar de lo reciente de los hechos; correlativamente, se
acercan a los hechos que el ritual evoca.
La predilección por el tono épico -fenómeno tradicional en el discurso
peronista ya desde Perón, quien recurría frecuentemente al imaginario militar-
aparece explicitada en más de una ocasión; por ejemplo, de la Sota arenga a los
asistentes pidiéndoles que "no dejen que les cambien la epopeya por una novela".
En este planteo se pueden leer ciertas connotaciones fundamentalistas, en tanto
supone que la sustitución de un destino heroico por un destino humano conlleva una
suerte de degradación. Esta concepción puede actuar como fundamento de ciertas
isotopías estilísticas presentes en el discurso de Antonio Cafiero.
Ya nos hemos referido a la recurrencia de unidades léxicas provenientes
del registro religioso. En este discurso, el diálogo entre Perón y el pueblo en la
plaza aparece caracterizado como "milagro político"; la significación política del 17
de octubre es una "antorcha". El espacio en el que se refugian los peronistas durante
la dictadura se denomina "catacumbas"; y los obstáculos políticos que el adversario
(a la manera del Demonio) pone en el camino pero que logran ser superados, ''tenta-
ciones". Finalmente, la marcha peronista es un "himno", y las consignas, un
"catecismo" que hay que 'Volver a recitar".
Al mismo tiempo, la trayectoria heroica de la Renovación es narrada
recurriendo a una isotopía bélica. La Renovación comienza con un "peronismo que
se obtenía como botín de guerra" y se consagra el 6 de septiembre con una "página
triunfal". De todas las apelaciones posibles para invocar a Juan Domingo Perón, la
elegida es "mi general". Las estructuras partidarias desafiadas por la Renovación
son caracterizadas como "bunkers" y "fortalezas". La escena política aparece
descripta como un "campo de batalla", en la que el adversario es reemplazado por el
"enemigo".
Cuando ambos registros se cruzan, el resultado es francamente
desconcertante:

"...Qué trabajo va a tener el enemigo si quiere desalojarnos del campo de ba-


talla, porque somos capaces de pelear [...] la vida entera, y cuando se haya
acabado el territorio, volaremos por los aires. Los desafiaremos en nuestros
ensueños..." (AC, C)

¿Qué objeto tiene la presencia de estos elementos en un discurso político?


La narración de los orígenes cumple siempre (como en la épica) el fin de consolidar
los vínculos grupales. Si bien actualmente los riesgos de dispersión son menos gra-
ves en el peronismo -en especial después del 6 de septiembre-, no podemos olvidar
las fuertes disputas internas que persisten en su seno.

103
Por otra parte, no es desdeñable la importancia que tiene para la
consolidación del liderazgo de Cafiero el hecho de ser el encargado de realizar esta
especie de construcción de la memoria grupal. De este modo, la legitimación opera
por una vía doble: la historia legitima a quien la enuncia, en tanto conductor de una
trayectoria victoriosa, pero además, es él quien posee la voz autorizada para decir
cuál es la "verdadera historia" y cómo y por quiénes debe ser oída.
El relativo borrado de los mecanismos rituales característico del acto del
'87 debe relacionarse, sin duda, con la fuerte cuota de legitimidad que la
Renovación se ha adjudicado en el último año. Hoy los renovadores, al parecer, no
necesitan demostrar que siguen siendo peronistas.

104
E n 1987 se produjo un hecho que los políticos
-empezando por el Presidente de la Nación- no dudaron en calificar de "histórico":
la primera renovación de los gobernadores provinciales, tras décadas de
interrupciones de la estabilidad institucional. La expectativa dominante se centró en
la elección del gobernador de la provincia de Buenos Aires, ya que se percibía que
el resultado electoral funcionaría como balanza de la relación de fuerzas entre la
UCR y el PJ, y determinaría expectativas para lo que fuera a suceder en las
elecciones presidenciales de 1989. Es por esta razón que la campaña tuvo como eje
la competencia entre Antonio Cafiero y Juan Manuel Casella por la gobernación de
la provincia de Buenos Aíres.
Ahora bien, la campaña de 1987 se caracterizó por dos rasgos que le
dieron forma. En primer lugar, los hechos desencadenados por la rebelión militar de
Semana Santa impidieron su normal desarrollo, interrumpiendo durante por lo
menos tres meses el proceso preelectoral iniciado en forma bastante tradicional en
febrero, con los actos de Cafiero y Casella en Mar del Plata, y signaron la segunda
etapa de la campaña, condicionando fuertemente el discurso de los candidatos: en
tanto oficialismo, la UCR no podía eludir la responsabilidad que le cabía por lo
actuado; en tanto oposición, el PJ había ganado el rédito de demostrar en los hechos
su apoyo al sistema democrático.
En segundo lugar, el fenómeno de mediatización que sufren las socie-
dades modernas (Verón 1987 a) hace que las estrategias discursivas, cada vez más
complejas, se vean condicionadas por los modus operandi de los medios masivos.
Esta campaña estuvo fuertemente marcada por la renovación de la que el
radicalismo se hizo cargo en 1983: el asesoramiento de especialistas en publicidad y
el recurso a mecanismos de la publicidad comercial; el uso original de la televisión
(como por ejemplo la introducción de metáforas visuales); la búsqueda de un
destinatario superinclusivo; la aceptación de la muerte de los líderes históricos,
fueron prácticas del alfonsinismo muy tenidas en cuenta por el peronismo reno-
vador en 1987.
Si agregamos a esto el pequeño margen de diferencia que las encuestas y
la opinión pública adjudicaban a los partidos mayoritarios y el elevado número de
indecisos, se explica por qué cada grupo explotó al máximo todos los mecanismos
de campaña, con el objetivo de no dejar ninguna ventaja al adversario.
Según Jürgen Habermas (1962), tanto los abstencionistas como los votos
fluctuantes corresponden por lo general a los sectores menos informados y más
despolitizados. Al constituirse éstos en blanco preferencial de los "managers" elec-
torales, la propaganda política tiende a la despolitización, en tanto se adapta a la ac-
titud no política del receptor. Se trata de generar un "clima de opinión" a través de
llamamientos que funcionan como "símbolos de identificación", desvinculados de
aspectos programáticos o "argumentos objetivos".

106
Sin embargo, la falta de explicitación de contenidos ideológicos revelada
por las respectivas campañas de los dos partidos mayoritarios parece ser un rasgo
que les viene de su carácter de "catch-all parties" (de lpola 1987 b). Tanto la
gramática ideológica del peronismo como la del radicalismo son mucho más
flexibles que las de los partidos de derecha (UCeDé) e izquierda (MAS, PC), y su
destinatario mucho más amplio.
En la segunda etapa de la campaña (julio - agosto de 1987), los actos de
tipo tradicional tuvieron trascendencia y publicidad escasas (1). La polémica cir-
culó, sobre todo, por los medios masivos: programas políticos de radio y televisión,
debates, abundante propaganda gráfica y televisiva, más algunos recursos
originales, como la caravana de Cafiero en la provincia, imitada por Carlos Ruckauf
en la Capital.

Los ejes de la polémica

Mientras el discurso radical estaba fuertemente


condicionado por cuatro años de gobierno en medio de una crisis económica
asfixiante y una serie de fracasos políticos (ley de "obediencia debida", incor-
poración del "grupo de los 15" al gabinete presidencial, escalada inflacionaria),
hechos de presencia ineludible e inmodificable, el peronismo renovador pudo
fundarse con bastante mayor libertad. Tal vez porque la tarea de autocrítica y
discusión interna, así como la presencia de los dirigentes peronistas más notorios
junto al gobierno en Semana Santa contribuyeron a desligar a la Renovación del
pasado inmediato del peronismo, construido como lejano y percibido de esta
manera por mucha gente. La historia de la Renovación es breve, y además,
"heroica". De alguna manera, el Partido Justicialista, beneficiado por sus
condiciones de producción, estaba capacitado para "hacer más cosas con palabras"
que el radicalismo.
En directa vinculación con estas condiciones de producción, las pro-
puestas centrales del radicalismo y el peronismo se oponen en términos de
CONTINUIDAD versus CAMBIO. La UCR enfatiza la necesidad de apoyar la
continuidad del presente, que representa a un proyecto que está en marcha ("el
proyecto de Raúl Alfonsín"). Ese presente se opone a un pasado caracterizado por
rasgos exclusivamente negativos, descripción que asimila la dictadura militar al
último gobierno peronista (2). A su turno, el peronismo propone una ruptura con el
presente, que se traduce como la difícil situación económica que vive el país. De
allí que el presente se oponga, en este caso, al futuro, reforzado mediante el término
"esperanza" (3).

1) A diferencia de lo ocurrido en 1983 campaña en la que el acto partidario fue la


forma privilegiada de comunicación política y un importante indicador de las relaciones
de fuerza electorales. Véase al respecto Landi (1985: 22 - 23).
2) Tres ejemplos de esta asimilación: 1) el aviso titulado "Para que el pasado no vuelva"
de la Coordinadora de la provincia de Buenos Aires, que vincula el lopezrreguismo, el
rodrigazo, el golpe de estado y la política de Martínez de hoz; 2) el corto televisivo
sobre Semana Santa, donde la voz en off que habla de "la amenaza de un regreso al
pasado" se acompaña con la fugaz imagen de Cafiero en el Congreso; 3) el aviso
firmado por el PSU (integrante de la Lista 3) que se pregunta si el peronismo hubiera
encarcelado a las Juntas millares, a López Rega y a Firmenich.
107
En particular, la campaña peronista en la provincia de Buenos Aires
identifica el cambio de la política oficial con la irrupción de la persona de Cafiero
en la escena política, en términos de urgencia ("Cafiero YA!"; "Es tiempo de
Cafiero"; "Cafiero viene"). Si los primeros afiches llaman la atención por la
ausencia de la imagen de Cafiero, a medida que se acerca la fecha de las elecciones
empieza a dominar lo icónico sobre lo verbal, como si el referente ocupara el lugar
del significante (la foto de Cafiero reemplaza al nombre; la urna con la forma de la
provincia de Buenos Aires a la palabra "Vote").
Este rechazo de las palabras parece responder a cierta tradición ideológica
del peronismo (contenida en las frases "Mejor que decir es hacer" y "La única ver-
dad es la realidad") que opone lo real a lo discursivo. Pueden estar presentes aquí,
como sobreentendidos, tanto la saturación de propaganda que se produjo en esta
campaña (a la cual aludieron muchos candidatos: el mismo Cafiero al abrir el deba-
te con Casella) como la acusación que el peronismo le dirige permanentemente al
radicalismo acerca de las promesas incumplidas y las palabras vacías.
El cuerpo de Cafiero sustituye a su discurso, lo "real" a lo simbólico, tal
como lo muestra la "caravana de la esperanza" que el 29 de agosto recorrió el
conurbano bonaerense, reemplazando al acto de cierre. Se opera una inversión del
movimiento habitual: no es la gente la que va a escuchar al candidato, sino éste el
que se acerca al pueblo en el lugar donde vive. La caravana simboliza, además, el
recorrido que todo político hace del lugar que va a gobernar, para conocer sus
características y necesidades. Así, la consigna "Cafiero viene" condensa el movi-
miento de la caravana y el acceso de Cafiero a la gobernación.
La importancia de la persona de Cafiero se registra también en su
discurso, con el predominio de la primera persona del singular (yo), sobre el plural
(nosotros), que caracteriza en cambio el discurso de Casella.
Como consecuencia de la ubicación de Cafiero en el lugar del líder,
desaparece prácticamente de la propaganda partidaria la apelación a las figuras de
Perón y Evita. Estas están presentes, en cambio, en la propaganda de apoyo emitida
por las organizaciones sindicales (CGT, ATE, UOM, 62) sólo encontramos un aviso
de Cafiero en el que aparecen los dos líderes históricos. Significativamente, fue
publicado en el diario Crónica, destinado a los sectores populares.
El cambio no fue, sin embargo, el único eje importante de la campaña
peronista. Se apeló también a la consolidación de la democracia, en parte como
respuesta a la campaña radical, pero también por las exigencias del campo político-
discursivo. Si el oficialismo identificaba la consolidación de la democracia con el
apoyo al gobierno, el peronismo la tradujo como fortalecimiento del pluralismo, y
por lo tanto de la oposición. Se trata del mismo tipo de razonamiento utilizado por
la UCeDé en 1985.

3) Esto no quiere decir que el radicalismo no apele al futuro; por el contrario, más de
una consigna lo contiene ("Con el futuro a favor"; "Por pasado y por futuro"; "Para que
gane el futuro", "Sí, sí, Casella es futuro", "Lo mejor que nos pudo haber pasado: tener
futuro", etc.). Sin embargo, ese futuro va necesariamente enlazado al presente, como su
continuación.

108
De esta manera, un mismo objetivo encontraba dos caminos contradic-
torios para su obtención. Las encuestas muestran, sin embargo, un alto porcentaje
de gente que votó al radicalismo por considerarlo garante de la consolidación
democrática, mientras el voto peronista era justificado con otros argumentos (4).
Hay momentos en que el peronismo presenta a la democracia como un
sistema ya consolidado, o al menos asegurado, basándose en la afirmación de que
como la oposición es democrática no hay peligro de desestabilización. Un aviso del
Frente Justicialista Renovador propone: "Dele justicia social a la democracia"; otro,
firmado por Cafiero, reclama "trabajo y producción en democracia". En ambos
casos, la democracia aparece como lo ya dado (5).
Un tercer eje importante de la campaña peronista se centró en la
posibilidad, dentro del marco de la oposición poder-impotencia que hemos
analizado. Tanto Ruckauf como Cafiero insistían en que sus propuestas podían ser
cumplidas, construyendo así un nuevo verosímil: el candidato que promete poco
(según sus propias palabras), pero realizable (nuevamente aquí sobrevuela el "Me
jor que prometer es realizar") (6).
Finalmente, el justicialismo se apoyó en una reivindación que las encues-
tas señalaban como importante en la población: la defensa de los intereses provin-
ciales. La oposición "delegado" versus "gobernador" simplemente reforzaba una
creencia ya instalada en el electorado: la de que el PJ era el partido más adecuado
para defender el federalismo, en tanto gozaría de mayor independencia frente al
Poder Ejecutivo.

Construcción de la imagen pública de los candidatos

En la campaña que analizamos, se acentuó la


tendencia a construir la imagen de los hombres políticos privilegiando los aspectos
personales sobre la propuesta política, es decir predominó una suerte de imagen
pública privada sobre una imagen pública política. Los periodistas planteaban
preguntas personales a los candidatos, diseñaban notas en sus casas particulares o
en situaciones no políticas (por ejemplo, el programa televisivo "El candidato"). Al
mismo tiempo, los políticos eran invitados (y esperaban serlo) a programas
descontextualizados políticamente donde no solo no hablaban de política sino que
incluso seguían un libreto (por ejemplo, los programas "La Peluquería de don
Mateo", "Supermingo", "Buscavidas", etc.). En estos casos el político llega a ser un
personaje más del mundo de la TV perdiendo su especificidad discursiva.
La función que cumplen estas apariciones en contextos no políticos
parece ser la de reforzar el contacto del candidato con el ciudadano menos
politizado, que habitualmente no consume programas de información o debate
político. De esta manera el político se acerca al ciudadano, mostrando sus
características "humanas": sus problemas, sus afectos, sus debilidades. Según José
Joaquín Brunner (1984: 306), la importancia de la "entrevista íntima" se basa en el
hecho de que "siendo el ámbito privado y su núcleo de intimidad el espacio
irreductible de la libertad del individuo, allí residiría la verdad 'más verdadera' de
éste [...]. Se supone que allí aparecerá el hombre en su verdad, en su
autodeterminación, en su transparencia".

109
Ciertos rasgos aparecen en la construcción de la imagen pública de todos los
candidatos; absolutamente todos se presentan como padres de familia, personas
honestas, sencillas, con buenos amigos. Ello puede responder a un desideratum que
funciona en el imaginario social acerca de las características que debe tener el buen
político, y que en alguna medida es revelado por las encuestas (7). Sobre esta base,
se resaltan o completan los rasgos en cada caso particular.

El juego de las distancias.

Al construir su imagen pública el candidato se


identifica por momentos con el destinatario mientras que en otras zonas del discurso
implementa operaciones de diferenciación. La dirección hacia donde se marque ese
desplazamiento nos permite analizar qué posiciones ocupa el candidato en el
espectro político, cómo se ubica con respecto a su historia, a sus pares, a sus
relaciones sociales.
En 1983, a partir de la imagen del candidato se modificó la imagen
tradicional de la UCR (el estereotipo del político radical), pero recuperando algunas
líneas de la historia política del partido: honestidad, ética y democracia.
La imagen pública construida por Casella se inscribe en esta tradición de
los líderes políticos radicales: dignidad, ética y austeridad, elementos condensados
en el slogan "Para confiar". Trazando un linaje partidario que va desde Hipólito
Yrigoyen hasta Alfonsín, pasando por Arturo Illia, el candidato se presenta en los
afiches mirando de frente al receptor extendiendo la mano, o finaliza su discurso
con las palabras: "No les voy a fallar". En esta misma dirección se puede leer la
frase extraída de uno de sus discursos y reproducida en la televisión: "Cuando
dejemos el gobierno vamos a seguir viviendo en la misma casa, caminando por las
mismas calles y saludando a los mismos vecinos."
Otra línea de la campaña, relacionada con la idea de futuro ("Con el
futuro a favor") reforzaba la imagen de juventud de Casella, estableciendo una
oposición con Cafiero.

4) Clarín, 27 de septiembre de 1987, pp. 1O - 11.


5) De alguna manera el privilegio de la variable socioeconómica se adaptaba a las
preocupaciones que aparecían como prioritarias en la población. Según una en-
cuesta publicada por Clarín el 23 de agosto con el título de "Los miedos de los
argentinos", las situaciones que producían mayor angustia en la ciudadanía eran, en
primer término, la inseguridad pública; en segundo lugar, los problemas
socioeconómicos, y sólo en tercer término figuraba la desestabilización del régimen
democrático.
6)6 En parte, el radicalismo respondió a esta acusación. Lo hicieron, por ejemplo, los
avisos de Jesús Rodríguez encabezados por la frase "En democracia podemos...". En la
provincia de Buenos Aires, fue la propaganda del gobierno más que la de Casella la que
polemizó con el peronismo. Un aviso que anunciaba la próxima inauguración de la
central termoeléctrica Luis Piedrabuena rezaba: "Cuando se quiere, se puede" .
7) Véanse, por ejemplo, los resultados que transcribe Lucrecia Escudero (1987), o el
folleto destinado a militantes peronistas titulado "Orientaciones para la campaña
Cafiero gobernador'" (1986).

110
Aunque la imagen pública de Cafiero (dentro de la estrategia global del
peronismo renovador) aparece cuidadosamente separada de los aspectos rechazados
del pasado peronista, Cafiero recupera también elementos del peronismo
tradicional: fundamentalmente la enunciación desde un lugar de conducción (a dife­
rencia de Casella) y la legitimación en el sentido común o en el "saber de la calle".
En un corto publicitario, Cafiero habla desde un escenario semejante al
que utiliza el Presidente para emitir sus mensajes, respaldado por el escudo
provincial (similar al nacional y también al justicialista) y la bandera nacional. El
marco escénico contribuye a construir un enunciador-conductor. Esto le es
permitido por encontrarse "vacante" el lugar del líder, lo que contrasta con la
situación de Casella, dado que el lugar de liderazgo en la UCR lo ocupa el
Presidente Alfonsín.

Si analizamos el aparato de enunciación empleado por el candidato justicialista en


algunos de sus reportajes o discursos, observamos el uso de la primera persona del
singular en enunciados referidos a la implementación del proyecto renovador en el
justicialismo, como así también a la de sus propuestas para la provincia de Buenos
Aires. Tomamos dos ejemplos de dos reportajes aparecidos en revistas de muy
distintas características:

"Y así como pude generar en el peronismo derrotado […] este sentimiento y
actitud nueva, como he recompuesto el panorama interno y he amputado fa-
cetas muy negativas en su composición, de la misma manera esto que llama-
mos renovación lo voy a poder trasladar al ámbito de la provincia primero y
al país después."(First, abril de 1987, p. 79, subrayado nuestro)
"Yo a su vez, les he abierto camino a ustedes [jóvenes de la revista Línea)
[...]. Las juventudes accederán a la conducción del partido porque Antonio
Cafiero les abrió las puertas para ello." (Línea, año VIII, N2 85, marzo de
1987, p. 26, subrayado nuestro)

Este hecho se observará posteriormente en los enunciados que produce


como gobernador (por ejemplo, al hablar de "mis intendentes").
El lugar de conducción fue actualizado también en las apariciones en los
medios que destacaban la imagen privada. En las intervenciones con su grupo fami-
liar, Cafiero conducía el desarrollo de la conversación, cedía la palabra, determina-
ba quién debía hablar en cada caso, definía las tareas que cumplían sus hijos en la
campaña.
El espacio privado permite focalizar, a través de la escenografía de
algunos cortos publicitarios, la prosperidad económica del candidato. Al mismo
tiempo, Cafiero no deja de señalar sus orígenes humildes. Su extracción popular
está presente en sus relatos de vida (su condición de hijo de inmigrantes) y en cier-
tos actos en los que reivindica, por ejemplo, su pasión por el fútbol o por el tango
tradicional. Junto con estos elementos, Cafiero incorpora como fuente de autoridad
"el saber de la calle". Al apropiarse de este saber, acorta la distancia con el receptor.
Es un hombre como todos, pero (atención) es de todos el que "llegó", el triunfador,
el primus ínter pares.

111
Si revisamos la tradición peronista podemos ver aquí ciertas
características de la imagen de Perón que siempre reivindicó tanto su relación de
igualdad como la diferencia, en términos de superioridad (8). Perón, además,
siempre se presentó como poseedor de un saber basado en el sentido común, y hasta
en la "viveza criolla".
Hasta aquí hemos analizado el movimiento que se vincula con la tradición
partidaria del peronismo. A continuación describiremos las operaciones que tratan
de poner distancia con (renovar) la imagen característica del militante peronista,
construyendo otra de político moderno y democrático.
Cafiero dice en un corto publicitario: "Yo le ofrezco mi experiencia que
no heredé ni necesito pedir prestada". De esta manera, por un lado se ubica fuera del
lugar de heredero de Perón (diferenciándose así de los ortodoxos) (9) pero por otro,
señala su independencia respecto de cualquier otro dirigente partidario, aludiendo
veladamente a Casella y su relación con Alfonsín. Es decir, construye un lugar
político propio y autónomo. Sin embargo, al hablar de "experiencia política", evita
referirse explícitamente a su participación en los gobiernos de Perón y con mayor
razón, en el de Isabel Martínez. Las imágenes que acompañan la enunciación de
estas palabras lo muestran, primero, en el balcón junto al Presidente en Semana
Santa y luego, hablando en un debate en la Cámara. La ''experiencia" de Cafiero no
es su experiencia peronista, sino su experiencia peronista renovadora.
En otro corto publicitario se presenta al candidato rodeado por su equipo
de campaña, cuyos integrantes presentan una imagen alejada del estereotipo del
militante peronista. La escena se desarrolla en un ambiente de trabajo caracterizado
por prácticas modernas, como la presencia de asesores técnicos, enmarcada por un
ventanal que deja ver edificios de Buenos Aires. Sin embargo, recordemos que al
mismo tiempo los dirigentes peronistas se referían despectivamente a los
"tecnócratas", "sociólogos" y "encuestadores a sueldo".
Uno de los blancos de ataque de la campaña radical fue precisamente intentar
construir otra imagen de los candidatos peronistas apelando a su "otra historia" (10).
Los peronistas respondían acusando a los radicales de hablar "del pasado".

8) Al analizar el discurso de Perón del 17 de Octubre de 1945, de lpola (1983: 182)


formula esta ambivalencia de la seguirte manera: "'Soy como ustedes, civil, pero a
diferencia de ustedes soy también soldado; soy igual a ustedes, puesto que soy vuestro
hermano, pero también soy diferente a ustedes, puesto que soy vuestro hermano mayor;
soy como ustedes, un trabajador, pero a diferencia de ustedes, soy el primer trabajador,'
etc." .
9) Cafiero puede prescindir de la ubicación como heredero de Perón, tal vez porque su
conocida relación con el líder le impide quedar totalmente fuera de " la herencia".
10) Casella argumenta en un reportaje de la revista Expreso:
"... la idea de que los tres principales candidatos fueron la primera línea del gobierno
peronista tras la muerte de Juan Domingo Perón en 1974 [...]. Los peronistas me dicen
que hablo del pasado. Yo digo que ninguno de los tres nacieron el 1O de diciembre de
1983." (Expreso, Nº 20, 4 de septiembre de 1987, p. 15)

112
Los destinatarios

Esta última campaña estuvo signada por la


presencia del paradestinatario (el "indeciso"), personaje en el que se hizo especial
hincapié desde los medios de comunicación. En efecto, las encuestas arrojaron hasta
último momento un alto porcentaje de respuestas "no sabe / no contesta", lo que
dificultaba en gran medida los pronósticos. Este fenómeno hizo que los "indecisos"
se convirtieran en el blanco predilecto de todos los partidos, en especial hacia el
final de la campaña. La construcción del perfil del indeciso fue variando a medida
que se acercaban los comicios. De una indecisión provocada por la indiferencia, se
pasó a calificarlo como un ciudadano reflexivo -casi un modelo cartesiano- que se
toma el tiempo necesario para una decisión de la que depende la configuración fu-
tura de la política nacional. Este cambio se observa en los discursos de los distintos
partidos y llegó a sonar como una suerte de lisonja que se sumaba a los recursos
utilizados para tratar de atraer esos votos. Por ejemplo, un aviso gráfico de la
UCeDé, era encabezado por la frase: "A usted que duda porque piensa."
De acuerdo con la descripción que hicimos en el capítulo 2, el
radicalismo interpelaba a los individuos en tanto ciudadanos. El mensaje se
sectorizó únicamente de acuerdo con las áreas de "especialización" de los can-
didatos: Florentina Gómez Miranda se hizo cargo de los temas específicos de la
mujer; Francisco Manrique, de los problemas de los jubilados; Simón Lázara, de los
derechos humanos. La estrategia de la UCR incluía una suerte de complicidad con
el destinatario, planteada en términos de un saber común al enunciador y al
destinatario (y también un temor común) cuyo eje era la aceptación generalizada de
la superioridad del presente con respecto al pasado. Frases como: "Todos sabemos
lo que fue...", "Para que el pasado no vuelva" o "¿Ud. se imagina lo que pasaría
si...?" sirven como ejemplo. (A lo que se suma la conexión del pasado con el
justicialismo, que ya hemos tratado.)
El punto débil de esta estrategia se ponía de manifiesto en las entrevistas
radiales y televisivas. Tanto los periodistas como los candidatos opositores ten-
dieron, con mayor o menor énfasis, a:

1) Quitar al gobierno de la UCR el patrimonio del avance que significa


la vigencia de las instituciones democráticas.
2) Atacar aspectos críticos del presente (fundamentalmente la crisis
económico-social) atribuyendo -en este caso, sí- toda la responsabilidad al gobierno
de la UCR. Estas dos líneas de argumentación hacen entrar en crisis la complicidad
antes mencionada, en tanto toman como blanco los supuestos en los que se funda.

En cuanto a los enunciadores peronistas, hemos visto que sin las ataduras
institucionales que condicionan el discurso de la UCR, y dueños de un espacio
político que se quiere "nuevo", tienen el campo libre para producir un discurso que
se ubica en el plano de lo volitivo. La garantía que funda la complicidad, en este
caso, es el conocimiento y la asunción por parte del enunciador de los deseos del
destinatario.

113
Por otra parte, se sectorizaron las propuestas para tratar de reunir mayor
cantidad de votos en aquellas franjas de la población en las que la UCR había
demostrado tener mayor inserción (mujeres, jubilados, jóvenes). En el folleto
"Orientaciones..." (1986), la preocupación por llegar a esos sectores sociales se
destaca una y otra vez; para ello se recomiendan distintos tipos de estrategias
(frentismo, inclusión de jóvenes y mujeres en las listas, evitar criticar las cajas
PAN, no incurrir en sobreabundancia de citas de Evita y Perón).
En el inciso dedicado a los temas importantes para el electorado se lee:
"La 'cuestión social', relegada en 1983 a segundo lugar, hoy debido a la crisis eco-
nómica ocupa el primer plano. Para incorporar electorado es importante ocuparse de
la temática de los 'derechos humanos' en primer término; de 'minoridad y familia' y
situación de jubilados y pensionados para incorporar electorado radical y de
'libertades públicas' conjuntamente a tener un proyecto de desarrollo para captar
votantes intransigentes. Para incorporar sectores marginales, antes peronistas, la
cuestión social (desocupación, salarios, vivienda) aparece como esencial" (Página
22. Subrayado en el original).
El PJ sectorizó de modo más explícito que la UCR sus propuestas e
interpeló más directamente al destinatario. A modo de ejemplo, los volantes que
circularon en la Capital Federal referidos a la mujer, la juventud y los jubilados eran
encabezados siempre con la misma pregunta:"¿Usted está mejor?", seguida por un
diagnóstico negativo referido a cada una de las áreas, cerrándose con la
convocatoria: "Por eso le decimos: es hora de cambiar."
La campaña de 1987 plasmó discursivamente el creciente liderazgo de
Cafiero dentro de la Renovación, que la victoria electoral terminó de consolidar.
Aunque otros caudillos provinciales, tales como Carlos Menem y Vicente Saadi,
obtuvieron altos porcentajes en su provincia, la imagen renovadora de Cafiero
contribuyó en gran medida al triunfo peronista en la mayor parte del país. Después
del 6 de septiembre de 1987, la figura de Cafiero se impuso como candidato
"natural" de la Renovación para las elecciones presidenciales de 1989. Los medios
tradujeron esta situación otorgando a Cafiero un espacio equivalente al del
Presidente Alfonsín, obviando el obstáculo de la interna, que todavía faltaba
enfrentar.

114
Conclusiones y perspectivas

En las páginas que anteceden hemos visto cómo el


peronismo renovador, enfrentado a la crisis que se traduce discursivamente como
una ruptura del dispositivo enunciativo peronista (que Grosso incluso tematizaba),
ha conseguido renovar aspectos nada desdeñables de su discurso. En la etapa de su
surgimiento, los renovadores se ubican con bastante éxito en un lugar de
enunciación delimitado por los topes discursivos del '80: la democracia, la ética, el
rechazo a la violencia, la revalorización de la política, valores que el radicalismo
presentaba como propios. Correlativamente, los renovadores comienzan a recuperar
el discurso del adversario, reteniendo algunos de los significantes característicos del
alfonsinismo, tales como "democracia participativa" y "modernización".
Esta novedad encuentra, muy pronto, otro límite: la formación discursiva
peronista, que exige el reconocimiento de una utopía realizada en el pasado. Para
compatibilizar ambos límites, la Renovación narra una historia peronista fundada en
los topes del '80, al tiempo que redefine los términos de los que se había apropiado
la UCR, recurriendo al discurso y a la práctica de la tradición peronísta.
Si bien estos elementos están presentes en los discursos de todos los
dirigentes renovadores que hemos estudiado, es Cafiero quien asume más
explícitamente la recuperación de la memoria peronista, ubicándose como eslabón
entre Perón y la dirigencia joven. Esta mediación parece necesaria para evitar que la
"herencia" se transforme en una "usurpación". Desde este punto de vista podemos
preguntarnos sí el peronismo renovador habría sido posible sin una figura que
cumpliera esta función (1).
Las victorias electorales interna y nacional obtenidas por los renovadores
constituyen, entre otras cosas, una prueba de la eficacia de su discurso, sin duda
apuntalada por hechos tales como la participación del peronismo en los sucesos de
la Semana Santa de 1987 y los recientes acuerdos logrados en la denominada "mesa
de consenso": leyes impositivas, sindical, de defensa y de coparticipación federal.
El discurso renovador, en tanto discurso "nuevo", hoy puede ser escuchado (y
creído) por la sociedad argentina, para la cual, según parece, la dirigencia peronista
resulta ahora más confiable.

1) Debemos esta observación a María Grossi.


115
Queda por ver si además los argentinos están dispuestos a confiarle el gobierno del
país, o si todavía perdura el temor a que, después de un eventual triunfo en 1989,
los renovadores (en palabras de de la Sota) dejen salir "los monstruos del placard"
(2).
Las elecciones de 1987 marcan el inicio de una segunda etapa: los
renovadores en el poder. Nuevas condiciones de producción: responsabilidad en los
gobiernos provinciales, indiscutible liderazgo de Cafiero, relaciones de fuerza favo-
rables respecto del oficialismo, necesariamente entrañarán modificaciones en el
plano del discurso.
Por lo pronto, Cafiero ocupa actualmente un doble lugar de enunciación:
en tanto presidente del justicialismo (y precandidato a presidente de la Nación), su
esfera de competencia es la nacional; en tanto gobernador de Buenos Aires, su
ámbito de acción es la provincia. Así, en sus declaraciones públicas cruza las
referencias a los dos ámbitos, hablando alternativamente en nombre de la Nación y
de la provincia.
Este doble lugar implica, al mismo tiempo, una doble ubicación
(subordinada y equivalente) respecto del Presidente Alfonsín. En general, Cafiero
prefiere situarse discursivamente en el mismo nivel del Presidente, polemizando
directamente con él (nunca con Eduardo Angeloz, escasamente con Carlos Menem
(3)), pero también jerarquizándolo. Por ejemplo, en una entrevista concedida a
Clarín (publicada el 21-2-88). Cafiero separa a Alfonsín, con quien afirma mantener
una buena relación, del resto de los radicales, a quienes asocia con el "viejo estilo
radical opositor", sintagma en el que "lo viejo" carga con la connotación negativa
del "pasado indigno" radical. De esta manera, si bien preservando la figura de
Alfonsín, los radicales actuales son asimilados a los opositores a los dos primeros
gobiernos peronistas, mientras que Cafiero pasaría a ocupar, en este juego
discursivo, .el lugar de Perón.
En tanto gobernador, Cafiero goza de la ventaja de ser al mismo tiempo
oficialismo y oposición (4). Aun conservando una fuerte dosis de poder en las
decisiones, su dependencia del gobierno nacional le permite adjudicarte gran parte
de la responsabilidad por los problemas irresueltos. Por otra parte, el escaso tiempo
transcurrido hasta ahora impide a la opinión pública evaluar la tarea de gobierno,
hecho que le evita el natural desgaste de la gestión, aunque también los réditos
políticos.

2) Reportaje publicado en Pàgina 12. 13-3-88, pág. 10.


3) La polémica con Menem circula sobre todo por los discursos pronunciados en actos
partidarios, más que por los medios de comunicación masivos. Menem, por
contraste, polemiza constantemente con Cafiero en sus declaraciones a los medios,
salvaguardando en cambio la. figuras de Angeloz y Alfonsín.
4) La diversidad de los lugares de enunciación que Cafiero asume origina también
situaciones conflictiva, tales como la que se derivó de los enunciados
contradictorios que Cafiero produjo en tanto Gobernador, por un lado, y como
Presidente del Partido Justicialista, por otro, en ocasión del prolongado paro
docente que se inició en marzo de 1988.
116
Es de suponer que la legitimación y hegemonía alcanzadas por la
Renovación harán posible un margen mayor de libertad discursiva, tan acotada en la
primera etapa por los dos conjuntos de topes. Así, mientras el periodo
"pregubernamental" evidenciaba una carencia de significantes propios de los
renovadores (recurrían o bien a los sintagmas del peronismo histórico, o bien a los
del alfonsinismo, resignificados) las recientes intervenciones de los dirigentes de la
Renovación en los medios revelan un intento de lanzar sus propios signos para
imponerlos en la sociedad. Hablamos ya del éxito obtenido por el sintagma "doble
discurso" introducido por Cafiero. En el reportaje de Clarín que citamos arriba,
efectúa además ciertas operaciones de sustitución de significantes tradicionales (p.
ej. "privatización" o "corporaciones") por otros con connotaciones positivas
("socialización", "organizaciones intermedias"). Por su parte, en la entrevista de
Página 12, de la Sota corrige el término que el periodista le propone
("modernización capitalista") reemplazándolo por el sintagma "capitalismo po-
pular'', al que define.
Además (ya desde la campaña electoral), Cafiero está empeñado en
construir un personaje inexistente en el discurso político argentino tradicional: "el
bonaerense". La búsqueda de una identidad y jerarquización de sus gobernados no
dejará de crearle problemas. Carlos Menem, su principal adversario interno, se
presenta a sí mismo como adalid del federalismo, oponiéndose al supuesto carácter
centralista de la Renovación. La jerarquización de la provincia de Buenos Aires
sobre las demás, que Cafiero subraya, puede proveer cierta base de justificación a la
acusación de Menem.
Como hemos visto, ante la disyuntiva entre legitimidad democrática y
legitimidad corporativista, los renovadores parecen haber optado por la primera. Es
evidente, sin embargo, que la relación rama política - rama sindical es un problema
que permanece irresuelto.
La definición de la fórmula presidencial les presentó la alternativa de
elegir o bien a José María Vernet (y asegurarse el apoyo de tas 62 Organizaciones,
pero también el descrédito ante los afiliados que confían en una renovación
profunda), o bien a José Manuel de la Sota, lo cual produciría el efecto inverso. El
cafierismo privilegió la imagen renovadora y democrática por sobre el apoyo
sindical, asumiendo el riesgo que entraña enfrentarse con las 62.
Por otra parte, la decisión irrevocable de llegar a los comicios internos
(desoyendo los reclamos de "unidad" de Lorenzo Miguel, siendo la unidad uno de
los topes de la formación discursiva peronista) aparece como la condensación de los
principios que dieron origen a la Renovación. La polémica parece haber vuelto a su
punto de partida: nuevamente se discute acerca de quién es más (auténticamente)
peronista, funcionando el acercamiento con el gobierno como una acusación que
hay que apresurarse a desmentir.
La polémica con los radicales, a su vez, vuelve a girar en torno al eje
CAMBIO versus CONTINUIDAD. Si el radicalismo presenta un candidato que, sin
oponerse al gobierno de Alfonsín, se muestra como diferente y portador de otras
transformaciones (a diferencia de lo ocurrido en 1987), el peronismo tratará de
demostrar que tal diferencia no existe, y que el cambio sólo puede provenir de una
política justicialista.

117
La campaña de Cafiero, iniciada en 1987, no ha terminado. Por el
contrario, se encadena ahora con la campaña para las elecciones internas de 1988, y
(en caso de ganar) continuará luego con la campaña presidencial de 1989, a la
inversa de lo ocurrido en años anteriores, cuando el discurso para el frente interno
se diferenciaba claramente del producido a nivel nacional. Tal continuidad es
rastreable en la superficie discursiva ya desde las consignas utilizadas: al "Cafiero
ya" del '87 le sucede hoy el "Cafiero - de la Sota ya". La consigna "Renovemos la
Argentina" anticipa una eventual campaña nacional. Se agrega el apoyo que
proviene de la propaganda de la gobernación, abundante y regular, tendiente a
probar que el peronismo "sí puede" (5).
Un año antes de las elecciones presidenciales, el primer quiebre en el
dispositivo enunciativo, el lugar de enunciación, parece haber sido restaurado, o al
menos se ha encontrado una meta-regla que permite reponer el elemento faltante.
En cuanto al segundo, la Renovación ha permitido recuperar en medida importante
el reconocimiento popular. Si éste es suficiente para llegar al gobierno, lo dirán los
resultados electorales.

Buenos Aires. marzo de 1988

5) En este sentido, Cafiero no hace algo muy diferente de lo que al ex-gobernador


radical Alejandro Almendàriz le valiera tantas críticas en la campaña del '87. Sin
embargo, Cafiero comenzó a publicitar su acción de gobierno desde el principio,
mien1ras Almendàriz dejó este tipo de publicidad para el final, con lo que coincidió con
las campañas partidarias, cuya profusión provocó cierta saturación en los receptores.
Por otra parle, la propaganda de Cafiero es más medida, seguramente para evitar que
se la califique de "derroche".
118
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Se terminó de imprimir

el 28 de Octubre de 1988

en MICROMATICA S.R.L.

Gorriti 4777, Buenos Aires, Argentina.

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