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Daniel Larriqueta
El Traslado de la Capital
Francisco Delich
La Invención de la Universidad
Diseño Gráfico:
Beatriz Burecovics
Cristina Portaluppi
Composición e Impresión:
MICROMATICA S.R.L.
© 1988
Hecho el Depósito que establece la Ley 11.723.
Impreso en Argentina.
Printed in Argentina.
Agradecimientos
Por el estímulo y apoyo que de ellos recibimos; por la lectura que hicieron de este
trabajo u otros materiales anteriores; por la valiosas críticas que nos plantearon e
ideas que nos sugirieron en las conversaciones que con ellos mantuvimos,
queremos agradecer a Luis Stuhlman y Francisco Delich, que desde la dirección de
la Fu.Ca.De hicieron posible la realización de este proyecto; a Elvira Arnoux y
Emilio de lpola, de quienes tanto aprendimos; a Silvia Sigal, Lucio Schwarzberg,
Analía del Franco, Francisco Petrecca, Elíseo Verón, Marysa Navarro, María
Grossi, y a todos nuestros compañeros de la Fu.Ca.De.
Descontamos que el lector atribuirá las carencias que pueda encontrar en este
libro a nuestra exclusiva responsabilidad.
5
Sumario
Introducción 8
Oradores
AC = Antonio Cafiero
CG = Carlos Grosso
JMS = José Manuel de la Sota
Discursos
7
Introducción
A mediados de la década del 70, cuando la
escuela francesa de análisis del discurso se había trazado ya una historia que era
posible evaluar, el pesimismo de tal evaluación (1) desembocó en una conclusión
que, por muy obvia que pueda parecemos hoy, necesitó tiempo para surgir como
evidencia. Michel Pécheux (1981:5) la formuló de la siguiente manera:
"Retrospectivamente, el análisis del discurso (político) aparece como habiendo
vehiculado una política (del análisis de discurso)". La frase se refería al hecho de
que la elección de los temas estudiados estaba (siempre lo está) regida por criterios
políticos.
En nuestro caso, si decidimos trabajar sobre el peronismo renovador, fue
fundamentalmente porque a mediados de 1986 -cuando emprendimos la tarea- esta
corriente (nacida para oponerse a la conducción oficial del peronismo) se mani-
festaba como la novedad más interesante dentro del campo político argentino. Y
esto no sólo porque se presentaba como una fuerza capaz de promover
transformaciones en el movimiento de masas que durante treinta años monopolizó
la adhesión de las mayorías en la Argentina (lo que no es poco decir); sino porque
además apuntaba a constituirse en el principal adversario del radicalismo y a
disputarle la hegemonía que éste ejercía desde 1983. La Renovación representa el
primer intento de construir un peronismo democrático creíble tras la muerte de
Perón. Aún hoy, jaqueada por la popularidad de Carlos Menem, sigue siendo la
alternativa más democrática dentro del peronismo, frente a los grupos autoritarios
que aún conservan gran poder en el partido.
El principal problema de esta línea interna en el momento de su
surgimiento, el de legitimarse dentro del justicialismo primero, hacia el resto del
país después, requería -entre otras cosas- de una fundación discursiva: la
Renovación debía construir su identidad, señalar sus aliados y sus adversarios,
definir su relación con Perón, etc.
(1) Pesimismo en dos sentidos: primero, por la pobreza de los resultados obtenidos hasta
ese momento; segundo, por la dificultad de calificar de "científico" a un trabajo cuyo
origen era evidentemente una opción política. Desde nuestro punto de vista, es discutible
que en este segundo sentido pueda hablarse de "pesimismo". Por el contrario, creemos que
si se asume plenamente esta idea, se evitará caer en el pesimismo en el primer sentido,
privilegiando el interés de los resultados por sobre el dogmatismo metodológico.
9
Teníamos, pues, antes de empezar, algunas hipótesis que
provenían de la selección de nuestro objeto de estudio. Suponíamos, en principio,
que la renovación política que intentaba este grupo de dirigentes peronistas debía
incluir necesariamente una renovación discursiva, que nos proponíamos rastrear
(2). En segundo lugar, era altamente probable que tal renovación -si es que la
había- variara en grados de conciencia y sistematicidad en los distintos dirigentes o
sectores de la corriente, lo cual implicaría una heterogeneidad en el discurso
renovador. Finalmente, pensábamos que era importante estudiar la incidencia de la
palabra del Presidente Alfonsín como condición de producción de este discurso, ya
fuera como modelo a imitar, ya como contramodelo del cual diferenciarse (3).
Nuestro objeto fue sometido a dos recortes principales: el
primero de orden cronológico, el segundo, metodológico.
La historia de la Renovación -se ha afirmado (4)- puede
iniciarse en distintos momentos cuyo carácter fundacional puede ser igualmente
justificado. Sus protagonistas seguramente elegirían la derrota del peronismo en
1983 -o incluso el momento inmediatamente anterior, en el que, según su relato , la
habrían previsto- (5), precisamente porque uno de los objetivos que se
plantearon de entrada los renovadores fue alcanzar nuevamente la victoria;
nosotros, en cambio, hemos tomado como límite inicial los congresos partidarios
del Teatro Odeón y Río Hondo -diciembre de 1984 y febrero de 1985,
respectivamente- por ser ésta la primera vez tras la apertura democrática que una
serie de dirigentes peronistas disconformes con la conducción oficial (definida
como "la ortodoxia") se agrupan como bloque opositor. Es también en este
momento que los medios difunden los términos "Renovación" y "renovadores",
hecho que permite percibir una identidad y adjudicar una unidad a dicho bloque,
las cuales no serán siempre fáciles de determinar.
El límite final de nuestro estudio lo constituyen las elecciones
del 6 de septiembre de 1987 y el congreso del Teatro Bambalinas de fines de
noviembre, en el cual se conformó un Consejo Nacional Provisorio con mayoría
renovadora y se convocó a elecciones internas. Tras algunas negociaciones, se
llegó al acuerdo con las 62 organizaciones para la presentación de una lista única.
(2) La relación entre el discurso y práctica política es un tema que merecería una
larga reflexión, que no desarrollaremos aquí. Bastará señalar, por el momento, que si
bien toda renovación discursiva constituye de por sí una modificación en la práctica
política de un grupo, no es legitimo inferir de ello que el grado en que el discurso se
modifica sea proporcional a los cambios producidos en otro tipo de prácticas.
(3) Estas hipótesis iníciales surgieron de las conversaciones que mantuvimos con Luis
Stuhlman al emprender el proyecto.
(4) Así lo hace José Antonio Díaz en "Los otros herederos de Alfonsín", publicado en
Página 12, 6 de diciembre de 1987, pp. 12-13.
(5) Por ejemplo. Cafiero: "El MUSO es la primera idea de la Renovación.", en
Moncalvillo y Femández (1986: 86). También en sus discursos públicos: "Después del
30 de octubre. Cuando tuvimos que vernos cara a cara con la derrota, el clamor del 17
nos hizo ponernos de pie [...]. Y empezamos la tarea de renovar el peronismo." (AC, C)
Desde luego hay también trabajos teóricos sobre la Renovación que parten de esta
fecha ( de Ipola 1987 b, por ejemplo).
10
El 10 de enero de 1988, finalmente, se proclamó la nueva conducción en Mar del
Plata. Éste es el momento en que la Renovación ha alcanzado -aún si fuera
provisoriamente- sus dos principales objetivos: la hegemonía dentro del Partido
Justicialista (6) y la victoria electoral del peronismo a nivel nacional.
Entre ambos hitos (inicial y final) se registra una larga serie de marchas
y contramarchas, realineamientos, confrontaciones y reencuentros entre los dos
sectores enfrentados, actos eleccionarios, declaraciones, que van contribuyendo al
aumento de credibilidad y legitimidad del movimiento renovador (7).
Las dos victorias -la interna y la nacional- tienen, como primera
consecuencia, el debilitamiento de uno de los rasgos definitorios más evidentes y
cohesivos de la Renovación: su carácter opositor dentro del partido (de la misma
manera que, a nivel nacional, la victoria electoral obliga al peronismo a compartir
responsabilidades de gobierno). En forma complementaria, se profundiza la
tendencia a identificar la corriente renovadora con todo el peronismo (8).
La historia que contamos entonces, abarca sólo un fragmento de la
vida de la Renovación peronista; fragmento sin duda significativo, que nos
permitirá acercarnos a algunas definiciones sobre la constitución de este
fenómeno.
El recorte metodológico se funda en el punto de vista elegido, que
como sostenía Ferdinand de Saussure -y no sólo él, pero es a este viejo maestro a
quien preferimos citar- es el que "crea el objeto" (9). Ya adelantamos que
recurrimos para nuestro abordaje a un saber denominado "análisis del discurso".
Decimos saber y no ciencia, deliberadamente. Tomamos el término de Michel
Foucault (1969), quien lo utiliza para designar "el conjunto de elementos formados
de manera regular por una práctica discursiva y que son indispensables a la
constitución de una ciencia, aunque no estén necesariamente destinados a darle
lugar" (pág. 306 de la edición en español).
12
La pertinencia del análisis del discurso como contribución al estudio de
la acción política se funda, a nuestro juicio, en dos razones por lo menos:
1) El discurso político no sólo forma parte de la acción política:
también la crea. En el género que tratamos, es especialmente vigente el postulado
austiniano (10) según el cual al hablar se realizan acciones que operan trans-
formaciones sociales (a la manera de los actos jurídicos, aunque no puedan
identificarse con ellos). Ninguna palabra política, una vez proferida, puede librarse
de las relaciones intersubjetivas que ha instaurado (11).
Es más, hay autores que definen al discurso político por su carácter
realizativo. Por ejemplo, Oscar Landi (1984: 18):
"[...] Lo que definirá para nosotros el carácter político de un discurso, no
será solamente, ni siquiera prioritariamente, el hecho de que 'hable de política'
('criterio semántico'), sino el que realiza ciertos tipos de actos transformadores de
relaciones intersubjetivas (criterio sintáctico y/o pragmático): él otorga un lugar a
los sujetos 'autorizados' (con 'derecho a la palabra'), instaura 'deberes', constituye la
'espera' genera la 'confianza "' .
2) Tal como lo desarrollan Sigal y Verón (1986: 13), la acción política
(aún la no discursiva), así como toda práctica social, será imperfectamente
comprendida si no se tienen en cuenta los mecanismos imaginarios y simbólicos
asociados a su sentido (aquellos que la generan y son generados por ella). Y el
único acceso a dichos mecanismos imaginarios y simbólicos es el análisis de los
discursos sociales (12).
10) Según John Austin (1962), pronunciar -en las circunstancias apropiadas
enunciados del tipo "Bautizo a este barco Queen Elizabeth", "Lego mi reloj a mi
Hermano", "Te apuesto seis peniques a que mañana va a llover," etc., "no es describir
aquello que se admitiría que hago al expresarme así, ni afirmar que lo hago: es
hacerlo." (Primera conferencia). Más adelante concluye que en todo enunciado puede
identificarse un aspecto o dimensión consistente en la acción que dicho enunciado
realiza: la "fuerza ilocutoria".
11) Las objeciones a la teoría de actos de habla que conocemos no invalidan esta
afirmación. Tanto Pierre Bourdieu (1982) como Eliseo Verón (1987 b) insisten en que
el resultado de un acto de habla es alcanzado sólo en virtud del reconocimiento de los
receptores; reconocimiento que no depende de factores lingüísticos sino sociales (ya
sean convenciones institucionales, ya se trate de la legitimidad de locutor y alocutario
en una situación dada).
Aún teniendo en cuenta esta objeción, el discurso político cuenta con dos
características sociales que apoyan su inclusión dentro de la acción política: 1) es
público; 2) es masivo. Por ser pública, la palabra política no puede más que ser
tomada "seriamente". Tanto en el marco de una campaña electoral como desde el lugar
del gobierno, toda enunciación que tenga forma de promesa es recibida como la
asunción de un compromiso cuya violación puede ser denunciada. Toda exhortación
constituye al enunciador como poseedor del poder de ordenar y al destinatario como
ubicado ante la encrucijada de obedecer o desobedecer. Verón mismo (1987 a) incluye
entre los componentes del discurso político uno "programático" y otro "prescriptivo".
Por ser masivo, el discurso político siempre encuentra una franja de receptores para
los cuales tiene legitimidad (el "prodestinatario" de Verón).
12) Véase también de Ipola (1983: 127, nota 40).
13
De todas las entradas posibles a los textos, nos valemos de las
que nos han resultado más productivas para nuestros propósitos iniciales: la teoría
de la enunciación y el análisis lexicológico.
A pesar de las críticas de que ha sido objeto la teoría de la enunciación
(13), pocos métodos se han probado tan necesarios para intentar resolver el
problema central del análisis del discurso: la articulación entre los textos y sus
condiciones de producción. Dado que la bibliografía sobre el tema es vasta y
varía en cuanto al enfoque y el modo de aplicación, resumiremos brevemente los
lineamientos principales en los cuales nos basamos.
La teoría de la enunciación (en todas sus versiones) remite a los
participantes del circuito comunicativo y su relación con los enunciados
producidos: así, se tratará de establecer cuál es la imagen que un locutor construye
de sí mismo (denominada enunciador); la imagen que construye de su receptor
alocutario (el destinatario); y las imágenes del resto de las entidades de su
universo: aliados, adversarios, individuos, colectivos, etc. El conjunto de estas
imágenes y ubicaciones constituye lo que suele denominarse "el dispositivo
enunciativo".
En la construcción de esas entidades intervienen operaciones de diverso
tipo: la inscripción en sistemas de valores, jerarquías, adhesiones y distancias,
cuyos índices pueden ser pronombres y otras marcas gramaticales ("deícticos"), o
bien piezas léxicas cuyo significado contiene rasgos axiológicos o afectivos
("subjetivemas"); la expresión de la actitud del enunciador respecto del enunciado
("modalidad"), mediante tiempos, modos verbales o adverbios; la inserción en
linajes históricos y políticos a través del relato de la historia. Elíseo Verón (1987 a:
23) propone una definición de discurso político basada, precisamente, en la teoría
de la enunciación, y que reúne los siguientes elementos:
13) Véanse, por ejemplo, Maingueneau (1976); Marandin (1979). Se le reprocha, por
lo general, reintroducir la concepción del "sujeto libre", rechazada por la escuela
francesa, de inspiración althusseriana. Sin embargo, si se acepta -con Foucault (1969,
1970) y Bourdieu (1977)- que el campo discursivo limita lo que puede y debe ser dicho
en determinada situación y por determinados locutores, y -de acuerdo con la
formulación de Veròn y Sigal (1986)- que el sentido es generado por la red
interdiscursiva, se hace evidente que no hay tal "sujeto libre" ni "habla libre", aun
cuando, dentro de los límites fijados por la formación discursiva, el enunciador
"elabore estrategias" y "construya entidades". De esos límites, para el caso del
peronismo renovador, es que trata este libro.
14
2) El enunciador hace constataciones, explicaciones, prescripciones y
promesas, lo que permite discernir cuatro componentes del discurso político.
3) El enunciador relaciona las cuatro imágenes construidas con dos
tipos de entidades: los metacolectivos ('trabajadores", "argentinos ", "pueblo") y el
colectivo de identificación (el nosotros: "nosotros, los peronistas", "nosotros, los
radicales", etc.)
El análisis lexicológico, si bien constituye una entrada diferente, puede
integrarse al análisis del dispositivo enunciativo. Intentamos establecer por este
medio qué significado se le adjudica en el discurso renovador a algunos términos
clave utilizados por los mismos enunciadores y por el adversario. Partimos de una
idea de Bernard Gardin (1974), según el cual una campaña electoral (para
nosotros, toda producción de discurso político) puede compararse con el
establecimiento de un diccionario.
Gardin observa que cada grupo político intenta acordar a las palabras del
vocabulario político común un significado específico, negando a sus adversarios el
derecho a utilizarlas. Cada grupo elabora dos diccionarios: el del adversario, que
debe desaparecer, y el propio, que apunta a imponer como diccionario de la
lengua. Estos dos diccionarios constituyen un elemento más para la construcción
del enunciador y su adversario.
El lugar en el que la Renovación se ubica discursivamente puede verse
como la representación simbólica de la legitimidad política por la que lucha. La
relación con el lugar del adversario (o el no-lugar, pues se trata de desplazarlo)
traduce al plano discursivo la competencia electoral. Desde el punto de vista del
léxico, veremos si la Renovación, de acuerdo con el esquema propuesto por
Gardin, 1) impone sus propios significados a los significantes del vocabulario
político común; 2) indica el "verdadero" significado de los términos políticos
empleados por el radicalismo, develando los significados "ocultos"; y 3) impone
sus propios signos (tanto significante como significado). Para evitar una prolijidad
descriptiva que resultaría tediosa, lo que aquí presentamos son las conclusiones del
análisis a que fue sometido nuestro corpus acompañadas por algunos ejemplos que
comentamos en detalle.
Ya que dedicaremos el resto del libro a los límites del discurso
renovador, se nos permitirá en esta introducción una breve referencia a nuestros
propios límites. En primer lugar, el abordaje elegido nos obliga a acotar el material
discursivo del que puede disponerse, con el fin de hacer un análisis exhaustivo y
controlar las hipótesis. La producción discursiva de los renovadores, en el periodo
que estudiamos, es amplia, variada y abundante. De todos esos textos (discursos
pronunciados en actos públicos, intervenciones en el Parlamento, declaraciones a
los medios, entrevistas, conferencias de prensa, solicitadas, artículos periodísticos,
documentos partidarios, seleccionaremos un género, los discursos públicos,
definido por su situación de enunciación relativamente homogénea.
15
En este tipo de discursos son fácilmente identificables todos los
elementos que Verón señala como característicos del discurso político: los tres
destinatarios, las distintas entidades del imaginario político y los cuatro
componentes: el descriptivo, el didáctico, el interpelativo o prescriptivo y el
programático. Desde este punto de vista se lo puede considerar un género crucial
para el análisis. Ahora bien, esta elección nos creó una primera dificultad, dado
que los discursos públicos -salvo los del Presidente de la Nación- son de difícil
acceso al público, una vez producidos. En consecuencia, no contamos con todos
los discursos producidos por los renovadores entre fines de 1984 y fines de 1987.
Sin embargo, las regularidades detectadas nos permiten suponer que nuestro
corpus es lo suficientemente representativo. Más aún, pensamos que la mayor
parte de nuestras observaciones se aplican también a otros géneros por los que
circula la palabra peronista renovadora.
En segundo lugar, debíamos seleccionar a algunos dirigentes de la
Renovación. Trabajar sobre un fenómeno en marcha (y más cuando éste se
desenvuelve en el seno de una crisis) acarrea la dificultad de que la misma
coyuntura va determinando cambios, idas y venidas, interrupciones, alianzas,
rupturas, correcciones, que obligan al analista a reconsiderar el material y reformu
lar las hipótesis permanentemente, en mucho mayor medida que cuando el objeto
de estudio está bien delimitado.
Por ejemplo, cuando empezamos a trabajar, los tres dirigentes
renovadores más importantes (por ese entonces denominados "referentes") eran
Antonio Cafiero, Carlos Grosso y Carlos Saúl Menem, mientras que Vicente
Saadi, que cuando los sucesos de Odeón - Río Hondo se había alineado junto a los
renovadores, era ya un ortodoxo "con todas las de la ley" y presidía el Consejo
Nacional Justicialista. Hoy, Menem ha conformado su propia línea interna, Cafiero
ha asumido el liderazgo de la Renovación, y Grosso ha sido opacado por otras
figuras de tanta o mayor repercusión nacional, como José Manuel de la Sota y José
Luis Manzano.
El análisis que puede leerse aquí se basa en discursos públicos de
Antonio Cafiero, Carlos Grosso y José Manuel de la Sota, aunque de vez en
cuando recurrimos como intertexto a los discursos de otros dirigentes y/o textos de
otro tipo. Es decir que el análisis del discurso renovador que presentamos es, en
rigor, el análisis del discurso de algunos de sus máximos dirigentes en una
situación de enunciación determinada, en los que se observan, sí, constantes y
similitudes, pero también importantes diferencias. Obviamente, centramos nuestra
atención en aquellos rasgos comunes que nos permiten caracterizar a la
Renovación como fenómeno global.
16
Se nos podrá hacer, tal vez, la siguiente objeción metodológica. Más de
una vez se ha afirmado que el análisis del discurso, para ser elocuente, debe
realizarse en forma contrastiva, estableciendo distancias entre discursos (14).
Nuestro corpus homogéneo parecería desmentir tal exigencia. Sin embargo, el
lector encontrará que recurrimos en forma permanente a un intertexto doble: por
un lado, el peronismo histórico; por otro, el alfonsinismo, los dos discursos que
ciñen el de la Renovación, y que han sido estudiados por otros autores.
En el primer capítulo desarrollamos nuestra hipótesis de trabajo, según
la cual el discurso renovador se funda en la intersección de dos conjuntos de
límites discursivos: los que le impone el peronismo tradicional, por un lado, y los
que caracterizan el periodo de la apertura democrática de los años '80, por otro,
cuyo paradigma es el discurso de Alfonsín. Esta hipótesis se desarrolla a lo largo
de todo el libro, según diferentes cortes analíticos.
En el capítulo 2 describimos los principales mecanismos de construcción
que la Renovación utiliza para definir a su adversario y a su destinatario, como
puntos de referencia para delinear su propia identidad. La definición del "otro"
(adversario y destinatario) se basa en una doble operación: la lectura de los valores
jerarquizados por el discurso de los '80 desde la gramática ideológica peronista, y
el relato de la historia del peronismo tamizado por los valores de la apertura
democrática. A esta doble operación dedicamos los capítulos 3 y 4.
En el capítulo 5, por último, abordamos el análisis de la campaña
electoral de 1987, que constituye un punto de inflexión en el discurso renovador.
En ese momento se precisan algunas tendencias, hasta entonces vacilantes, tales
como la presentación de una imagen de partido "moderno" y el liderazgo de
Cafiero.
Finalmente, y para ser coherentes, aun a riesgo de cometer una trivia-
lidad: si todo discurso se ve sometido a ciertas condiciones de producción y reco-
nocimiento, también el nuestro lo está. Somos concientes de haber producido una
lectura y una reescritura -a nuestro entender, rigurosas y sistemáticas- del discurso
renovador, sometidas a sus propias condiciones de reconocimiento y producción
de sentido (el momento en que escribimos, nuestra competencia cultural e
ideológica, una gramática de reconocimiento y producción: el análisis del
discurso), las cuales, como resulta obvio, no son nuestro objeto (15).
19
El peronismo clásico
1) La eficacia de los actos de habla reside, según hemos visto (nota 7 de la Intro-
dicción) en el reconocimiento por parte del receptor. La fuerza ilocutoria de la
palabra de Perón se sustentaba en hechos empíricos que evidenciaban el apoyo popu-
lar a su persona, tales como los triunfos electorales o las respuestas a sus
convocatorias.
2) Analizaremos más adelante cómo ciertas celebraciones rituales del peronismo (17
de octubre, 1º de mayo) funcionaban como mecanismo de reproducción de la relación
Perón-pueblo.
20
En síntesis, funcionaba en el peronismo una legalidad de circulación
discursiva que a su vez construía y regulaba las relaciones sociales y políticas.
Existía -en términos de Bourdieu (1977, 1982)- un único enunciador legítimo:
el Líder; un destinatario legítimo: el pueblo (apelativo que cubre la ecuación
peronistas = argentinos), y un discurso legítimo: la palabra del líder y las ma
nifestaciones de aceptación del pueblo (3).
3) Utilizamos el término "legítimo" sin ninguna connotación valorativa. sino tal como
lo emplea Pierre Bourdieu: cada sistema de relaciones (por ejemplo, el campo
intelectual o el campo político) genera sus propias reglas que determinan quién puede
hablar, qué puede decir, cuál es la lengua autorizada. En este caso, el sistema que
consideramos es el discurso del peronismo en vida de Juan Domingo Perón.
4) Utilizamos el concepto de ''formación discursiva ' definido por Michel Foucaull. En
La arqueología del saber, Foucault busca identificar la especificidad de las relaciones
entre conjuntos de enunciados tradicionalmente conocidos como "ciencias",
"ideologías" o "teorías". Dichas relaciones no se pueden reconstruir a partir de
concordancias, recurrencias o elementos constantes, sino atendiendo al juego de
regularidades de su emergencia dispersa y discontinua. En palabras del mismo
Foucault, "si se pudiera describir entre cierto número de enunciados, semejante
sistema de dispersión, en el caso de que entre los objetos, los tipos de enunciación, los
conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una regularidad [...], se dirá por
convención que se trata de una formación discursiva, evitando así las palabras
inadecuadas para designar semejante dispersión como 'ciencia', 'ideología' 'teoría'.
"(pág. 62 de la edición en español. Subrayado nuestro)
Esta definición, con todo lo que tiene de imprecisa, es susceptible de ser aplicada al
conjunto de enunciados producidos en el seno del peronismo, y que encuentra sus
límites en las condiciones de posibilidad que internamos describir.
Emilio de Ipola señala una diferencia entre el discurso de Eva Perón y el del resto de
los enunciadores segundos, que carecían de la eficacia reforzadora de la palabra de
Evita (comunicación personal).
21
Era Perón quien determinaba el ascenso o el ocaso de distintos dirigentes, en algu-
nos casos de manera explícita, a veces mediante gestos susceptibles de ser deco-
dificados como marcas de legitimación, con la ambigüedad que ello implicaba (6).
Este tipo de funcionamiento comunicativo se intensificó en la época del exilio.
Desde otro punto de vista, podemos señalar la ausencia de una "meta-
regla" (7) de tipo político, tal como la democracia interna. El dispositivo estaba
regulado desde un elemento interior al sistema: las relaciones con el enunciador-
líder. La falta de una instancia exterior de organización dificultaría la posibilidad
de recomposición discursiva de la enunciación peronista ante los dos quiebres que
pasamos a analizar: la muerte de Perón y la derrota electoral.
Sin Perón
Renovar la enunciación
9) Dado que la mayoría de los discursos que citamos no han sido publicados por
escrito, el subrayado debe considerarse nuestro en todos los casos. En lo que sigue,
sólo haremos la aclaración en caso contrario.
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El tema del triunfo recorre obsesivamente el discurso del peronisrno
renovador (10). Por ejemplo, la agrupación que Carlos Grosso constituyó en marzo
de 1985 se denominaba "Frente para la Victoria"; a su vez, se aludía a los
ortodoxos con el nombre de "mariscales de la derrota", focalizando entre sus
múltiples defectos (autoritarismo, prepotencia, vinculaciones con el gobierno
militar) el de haber sido derrotados. La tematización de la derrota, un hecho tan
incontrovertible como inaceptable, permitía a los renovadores justificar la
autocrítica, elemento tradicionalmente conflictivo en la gramática ideológica
peronista. Es por esto que se puede afirmar que la derrota no solo fue causa de la
Renovación, sino también condición de posibilidad del discurso del cambio y la
autocrítica dentro del peronismo. Fue necesaria para "poder decir" que algo andaba
mal.
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• La unidad: la heterodoxia y la diferencia siempre han sido conceptos
problemáticos para el imaginario político peronista, aunque, paradójicamente, se
trata de un partido caracterizado desde temprano por la convivencia de segmentos
sociales y políticos distintos y aún inconciliables. La organización interna del
movimiento (y en los primeros gobiernos de Perón, también la organización del
país) suponía una neutralización de las diferencias políticas, a partir de principios
generales, amplios, de bajo contenido ideológico (12). Lo único que tenían en
común los diferentes segmentos peronistas era -continuando con la paradoja- el
estar unidos.
• El modelo del primer gobierno de Perón: este periodo es considerado
dentro de la gramática ideológica peronista como la utopía política realizada,
perfección que se impone como paradigna a cualquier discurso programático.
• La democracia.
• El rechazo a la violencia.
• La ética
• La revalorización de la política (es decir, de las prácticas de partidos frente a
los antagonismos sectoriales y de los mecanismos de concertación frente a los de
confrontación).
12) En relación con este tema pueden consultarse Sigal y Ver6n (1986) y de Ipola
(1987 a). Véase también Bernelli y Puiggrós (1986).
13) La apertura democrática constituye la culminación de una serie de hechos que
fueron marcando el regreso de la política a lugares centrales en el campo social: la
apertura del diálogo político, la creación de la Multipartidaria, el multitudinario
funeral de Ricardo Balbín, la concentración convocada por la CGT el 30 de marzo de
1982. Este proceso se aceleró con la guerra de las Malvinas y la consiguiente derrota
de las Fuerzas Armadas argentinas.
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Como respuesta frente al terrorismo de estado ejercido por la dictadura
militar, se conformó en el discurso social la ecuación democracia = vida. Del lado
del autoritarismo y de la muerte quedaban no sólo el gobierno militar sino
también los grupos extremistas que habían ejercido la violencia desde fines de los
años '60.
Por otra parte, la corrupción de los funcionarios públicos, los desfalcos
con fondos del estado, el surgimiento de la llamada "patria financiera", asociados
al gobierno militar, definían a la democracia corno la garantía de la dignidad y la
ética, en tanto abría caminos para el control de la clase dirigente. Los medios
masivos, en el momento de la apertura democrática, reforzaron estas tendencias
sociales al producirse un verdadero "destape" de información y denuncias sobre lo
sucedido durante la dictadura.
En otro plano, algunos sectores de la izquierda latinomericana y europea
-muchos de los cuales fueron acercándose a posturas socialdemócratas- producían
una autocrítica de las prácticas revolucionarias violentas. La concertación y el
pacto empezaron a ser considerados mecanismos políticos legítimos que implican
la aceptación de un "otro" (de lpola y Portantiero 1984). Esta reflexión fue
acompañada por un debate sobre estos temas dentro del campo intelectual.
Estas circunstancias hacen que la eficacia de cualquier discurso político
esté condicionada en los años '80 a una ubicación enunciativa en los lugares arriba
enumerados, condición necesaria aunque, desde luego, no suficiente, puesto que la
credibilidad se sustenta también en factores extradiscursivos.
El discurso alfonsinista de 1983 debe su poder de reconocimiento, entre
otros elementos, al hecho de haber sido el mejor intérprete de los topes generados
por el nuevo campo social. Estos valores -sobre todo la democracia y la ética-
habían sido bandera tradicional (podría decirse fundacional) del radicalismo. El
discurso de la UCR podía recurrir a su historia como garantía de su capacidad
democrática. Pero es fundamentalmente en la palabra de Alfonsín donde la for-
mación discursiva radical construyó la apropiación de los topes. Y ello no sólo en
el plano de los enunciados, sino sobre todo en el de la enunciación, utilizando
estrategias de inclusión del receptor, apelando a símbolos de alto contenido
institucional como el Preámbulo de la Constitución, relativizando la pugna
electoral para privilegiar objetivos más generales. Así, borraba la dicotomía entre
democracia y justicia social para capitalizar la síntesis de ambas:
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Por otra parte, al convocar a un "movimiento pluralista, racional y
democrático", centraba la oposición entre democracia y dictadura, privilegiándola
ampliamente sobre la oposición peronistas-radicales. Estos factores motivaron el
surgimiento de expectativas acerca del lanzamiento de un "tercer movimiento
histórico", alentadas desde ciertos sectores del radicalismo.
El candidato radical definía la recuperación de la democracia como
punto superador de cincuenta años de inestabilidad institucional y que permitiría
obtener, junto con la legalidad formal, garantías individuales para siempre. Esta
última operación, sintetizada en el slogan: "Más que una salida electoral, una
entrada a la vida", daba cuenta de la ecuación democracia = vida que hemos
señalado (14).
El peronismo, mientras tanto, fracasó en la construcción de un discurso
que resultara eficaz en ese contexto. La violencia dominante durante el último
gobierno peronista, que se confundía con la represión ejercida por el gobierno
militar, y la metodología de organización interna no democrática expulsó al
justicialismo fuera del lugar de la democracia (15). Por añadidura, se trataba de un
partido que nunca había tenido a la valoración de los mecanismos formales de la
democracia como una preocupación fundamental. Incluso había manifestado
siempre cierto desdén hacia este tipo de cuestiones (16).
Después de su triunfo, la palabra de Alfonsín funciona como discurso
faro en el campo político. El discurso de Alfonsín pasa a dominar el temario
público y el léxico político, imponiendo las reglas de "lo decible" mientras que a
los demás partidos políticos sólo les queda responder. El periodo comprendido en
nuestro corpus cae dentro de esta organización del campo político-discursivo.
Desde su más temprana época, la Renovación intenta ocupar el lugar de oposición
con respecto al oficialismo, para lo cual se adaptará a la legalidad discursiva
impuesta por Alfonsín (17). Es por esto que algunos cientistas y analistas políticos
consideran a la Renovación como un fenómeno "alfonsinizado".
14) Para un análisis de los dispositivos del discurso de Alfonsín en 1983 véase Arfuch
(1987).
15) Oscar Landi (1985) analiza como operó el discurso de Alfonsín para reforzar esta
ubicación del peronismo.
16) Emilio de Ipola (1987) destaca el hecho de que, aunque en 1946 Perón polemizaba
con sus adversarios adjudicándose el ejercicio de una "democracia real" frente a la
"democracia formal" preconizada por aquellos, también relativizaba la pertinencia de
esta oposición, y por lo tanto, del valor "democracia". Perón decía el 12 de febrero de
1946: "En nuestra patria no se debate un problema entre [...] 'democracia' y 'to-
talitarismo'. Lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un
partido de campeonato entre la 'justicia social' y la 'injusticia social'." También
Cafiero, en 1983, señalaba la jerarquización de valores que tradicionalmente sos-
tuvo el justicialismo: "Nosotros no nos excitamos recitando el preámbulo de la
Constitución, porque no creemos que las ansiedades de los pueblos se expresen de esta
manera, sino, como dice el justicialismo, realizando la revolución pendiente." (Paraná,
octubre de 1983)
17) Uno de los logros que la Renovación obtuvo con su victoria de 1987 fue ocupar el
lugar de interlocutor legítimo del gobierno dentro de la oposición. La estrategia de la
UCR había sido, hasta ese momento, obviar al peronismo renovador, entablando
relaciones con otros sectores del peronismo (Vicente Saadi, las 62 organizaciones, el
grupo de "los 15", etc.).
29
Si bien en el momento de las elecciones de 1983 el peronismo no
advirtió ni el juego de topes ni el poder del discurso radical, podemos definir a la
Renovación como el sector peronista que, atendiendo a estos puntos, toma
conciencia del lugar desde donde "hay que hablar" en la sociedad argentina para
"ser escuchado". La citas siguientes testimonian cómo Grosso y de la Sota, en una
suerte de discurso metalingüístico, se referían explícitamente a este problema:
30
En resumen, la Renovación se funda en la intersección de los dos
espacios discursivos descriptos, que le imponen dos tipos de límites. La
compatibilización entre ambos se fundamentará argumentando que todo lo nuevo
estaba ya incluido en el peronismo clásico, y que el peronismo que no se ajusta a
los topes de la apertura democrática no es el verdadero. Es decir, estos complejos
mecanismos de cruce no funcionan solamente legitimando el lugar ideológico
desde donde habla la Renovación, sino que le permiten operar polémicamente en
los dos espacios en los que "presentan batalla": dentro de la formación discursiva
peronista, ubicándose en el lugar del verdadero peronismo; fuera de ella,
disputando en el campo discursivo espacios que el radicalismo había tomado para
sí (18).
18) En una línea argumentativa similar a la que desarrollamos en este capítulo, pero
dentro de un marco de análisis más amplio, Emilio de Ipola (1987 b, parte II) se ocupa
también de lo que hemos llamado "topes provenientes de la formación discursiva
peronista", así como de la dependencia de la propuesta renovadora respecto del marco
programático definido por el gobierno. Por otra parte, Horacio González (1987:14)
formula de la siguiente manera una idea parecida: "La renovación peronista
[realiza] simultáneamente tres gestos: uno, adaptativo, pues es preciso mostrar que 'las
críticas de La sociedad que nos ha castigado con su voto', han sido oídas; otro,
argumentativo, pues es necesario exhibirse como la continuidad del peronismo
histórico; y otro, constructivo, pues se trata de crear una fuerza electoralmente
competitiva, capaz de darle un próximo 'turno peronista' a la democracia argentina.
[...] [La renovación peronista] quiere ser heredera del ciclo peronista sin dejar de
pertenecer enteramente a este ahora, a este presente político." (Subrayado del autor)
31
E n el proceso de su constitución
presentación en sociedad, la Renovación debe darse a sí misma una identidad: en
y
1) A fines de diciembre de 1987, Herminio Iglesias fue expulsado del Partido Jus
ticialista de la Provincia de Buenos Aires, por haber presentado una lista
alternativa a la oficial en las elecciones de septiembre. Este hecho reviste un alto
valor simbólico, ya que este dirigente apareció siempre ante la opinión pública
como suma y cifra de un modo autoritario y caduco de hacer política; sin
embargo, muchos dirigentes menos notorios del herminismo aparecen hoy ligados
a la Renovación.
33
A partir del congreso partidario reunido en el
Teatro Odeón en diciembre de 1984, quedan perfilados dos bloques enfrentados.
Cada uno de ellos estaba compuesto por agrupaciones de distinta procedencia: los
dirigentes más notorios del bloque oficialista -Lorenzo Miguel (líder de las 62 Or
ganizaciones), Herminio Iglesias (dirigente de la Pcia. de Bs.As.) y José María
Vernet (Gobernador de la Pcia de Sta. Fe)- fueron designados para integrar el
Consejo emergente del Odeón; el bloque de los disidentes, integrado por la
mayoría de los gobernadores del interior del país y representantes del sector
sindical de "los 25", conformaría más tarde (febrero de 1985) una conducción
paralela conocida como "conducción de Río Hondo". Con estos últimos se
agruparían sectores disidentes de la Provincia de Buenos Aires (enfrentados con la
conducción de Iglesias) y la corriente que en Capital Federal encabezaba Carlos
Grosso (en pugna con los grupos que respondían a Miguel y a Guardia de Hierro)
(2).
El factor que aglutinaba a los riohondistas era, sin duda, la existencia de
adversarios comunes y ciertos acuerdos mínimos, como la necesidad de convocar a
elecciones internas para disputar espacios en la conducción del partido. Sin
embargo, la fragilidad del acuerdo quedaría evidenciada en las múltiples
deserciones y pasajes de un sector a otro como, por ejemplo, los casos de Jorge
Triaca y Vicente Saadi, o los conocidos vaivenes de Carlos Menem. En el
Congreso de la Unidad, reunido en Santa Rosa (La Pampa) en julio de 1985, las
divergencias internas llevaron a los renovadores a una de sus crisis más serias, ya
que no pudieron llegar a un acuerdo para presentar una lista alternativa a la de la
ortodoxia. Por añadidura, el Congreso devolvió a sus adversarios el carácter de
conducción legítima, que los renovadores debieron acatar.
Es justamente después del Congreso de Santa Rosa cuando el uso de la
denominación de "ortodoxos" comienza a generalizarse en los medios de
comunicación. Anteriormente, la prensa utiliza, alternativamente, designaciones
que los definen ya sea en relación con sus dirigentes más notorios (el
"miguelismo", "los adictos a Herminio Iglesias", "la conducción encabezada por
Vernet"), ya sea en relación con el frente interno (la"conducción del Odeón'', el
"sector oficialista"). Después de La Pampa, las referencias tienden a ser
simplemente institucionales (la "conducción de PJ", el "Consejo Nacional
Justicialista").
2) Como el mismo Grosso hace notar en sus discursos, esta línea estaba a su vez
integrada por militantes de distintas agrupaciones internas.
34
En cuanto al término "Renovación", aparece desde el principio en
alternancia con otras denominaciones tales como los "disidentes", los "rebeldes",
el "bloque del interior'', el "sector Río Hondo".
La fluctuación de las designaciones se inscribe en la polémica por la
definición de la ortodoxia, que era en sí misma un valor en disputa. Para la
Renovación, ceder el lugar de la ortodoxia a la conducción oficial significaba, en
el momento de su surgimiento, ubicarse en la marginalidad (3).
Para designar a sus adversarios, los renovadores se valen de diversas
perífrasis descalificatorias, tales como:
'1os nostálgicos del peronismo" (CG, 14)
"los que nos condujeron al oprobio y la derrota"; "aquellos que perdieron
el afecto del pueblo argentino" (JMS, HG)
"los grupitos", "los que perdieron" (AC, MP)
"¿Qué representan hoy los renovadores? ¿Qué le decimos hoy al pueblo los
peronistas?" (AC, MP)
3) Como se puede ver en el reportaje a Cafiero citado en la introducción (nota 6), una
vez consagrada la Renovación como corriente hegemónica del peronismo, la disputa
por la denominación pierde sentido. La palabra "ortodoxos" pasa a ser una
designación que se dio a uno de los sectores que, circunstancialmente, estuvieron
enfrentados.
4) Se denomina "clase de equivalencia" al conjunto de segmentos (palabras o
construcciones) que tienen distribuciones sintácticas semejantes en determinado pro-
ceso discursivo. Por ejemplo, en "Tenemos el propósito de defender la democracia y de
defender la Constitución", "democracia" y "Constitución" son miembros de la misma
clase de equivalencia. Ello, por supuesto, no implica una equivalencia de tipo
semántico (aunque puede inducirla como efecto de lectura), sino, en principio, una
representación de la estructura del discurso.
35
"Los nombres del escarmiento y la vergüenza"
Los tres factores están íntimamente relacionados entre sí por una red de
causalidades recíprocas. El pueblo se aleja de una dirigencia en la que no reconoce
a los herederos del líder y la consecuente crisis de representatividades "resuelve"
por parte de la dirigencia a través del desconocimiento de la voluntad de las bases,
el autoritarismo y la violencia. Estos hechos operan como reforzadores de la crisis
y derivan en un endurecimiento cada vez mayor de las posiciones.
La fe y la confianza sobre las que descansaba el pacto de lealtad se des-
moronan, en tanto la ciudadanía teme ver reeditada la experiencia de los años 70:
36
"Este pueblo no pide nada, este pueblo sólo aclama a quien sabe que le
puede dar todo, porque le ha dado el sentido de su propia realización, de su
propia pertenencia, ese hombre que se llamó Juan Domingo Per6n." (AC,
PM)
"Hubo quienes invirtieron esta [máxima] que Perón nos había enseñado y
privilegiaron sus ambiciones antes que la Patria o el Movimiento." (AC,
PM)
6) Por cierto, este retorno a las fuentes supone una lectura de la doctrina desde la
Renovaci6n que, como toda lectura, será una reproducción de dicho discurso. El éxito
de la Renovación consistirá en imponer esta lectura como "ortodoxia".
37
"Teníamos que ser fieles al testamento de Perón y renovarnos para
actualizar permanentemente nuestro mensaje, comprender las
transformaciones que se habían producido en la sociedad argentina y darles
respuesta válida." (AC, PM)
38
Una vez identificada con el conjunto del
movimiento peronista, la Renovación constituye su lugar respecto de un segundo
Otro negativo: el oficialismo.
Al caracterizar al "modo agónico" (género que incluye la polémica, la
sátira y el panfleto), Marc Angenot (1982: 38) lo compara con un "drama de tres
personajes": la verdad, el enunciador y el adversario. El discurso político (ya sea
pensado como subgénero de la polémica, ya como portador de un "componente"
polémico) no escapa a esta regla: el enunciador se ubicará siempre en el lugar de la
verdad, desplazando a su adversario hacia la posición de la mentira o el error.
Si esto es así para el discurso político en general, destaquemos que en
nuestro corpus la 'falsedad' aparece como rasgo privilegiado para caracterizar al
adversario radical; lo cual es coherente con la ubicación tradicional del peronismo
como portador de la verdad, a partir de su enunciación por el Líder (de manera
elocuente, tal caracterización es raramente utilizada al hablar de los ortodoxos). La
imagen del radicalismo se va conformando sobre la base de una constelación de
rasgos ideológicos (liberalismo, connotado negativamente como 'antinacional' y
'antipopular') y políticos (aislamiento del pueblo, pasividad e impotencia), atra
vesados unos y otros por la carencia de verdad (falsedad e ignorancia). Los rasgos
se van encadenando en un juego de traducciones mutuas:
Falta de verdad
(falsedad).: \/;
; ::\ ···:·/·.·- :--'\ '.·,·::: :-:·:·):=
: \ :-
39
La constelación que opera como contrapartida permite definir al pero-
nismo renovador:
"Tenemos que preguntarles a ellos que dicen que hacen lo que pueden, qué
han hecho en este año y medio con la salud". (CG,19) "¿No será que hay que
decir 'democracia participativa', pero hay que hacer todo para que la gente
se quede en la casa y mire la vida por la televisión?" (CG, PM)
40
Esta última cita ilustra una operación argumentativa recurrente en el
proceso discursivo del peronismo: por un lado se escinde el discurso radical de la
realidad extradiscursiva; por otro, es el discurso peronista el que se postula corno
mediador legítimo de la percepción que el pueblo tiene de dicha realidad. Si
Cafiero puede hablar en nombre del pueblo es porque el punto de vista de ambos
es idéntico. El gobierno, por su parte, o bien ve algo distinto de lo real, o bien
simplemente miente (7).
"Los muchachos radicales, por más que cambiaron el libreto, siguen siendo
los mismos." (CG, A)
"el elenco radical" (AC, MP)
"una obra que se titulaba: Natación para todos"' (ibìd.)
"Perón nos enseñó a llamar las cosas por su nombre." (AC, PM)
"La llamamos la 'plaza de Perón', porque es la plaza de Perón." (ibìd)
7) En ocasiones Cafiero recurre a imágenes que usaba el mismo Perón, con idéntico
objetivo (descalificar al adversario) y los mismos medios (ataque a las formas de
discursividad, además de los contenidos). Compárense, por ejemplo, los siguientes
fragmentos:
"[Los radicales] han preferido la palabra que ilumina, que brilla, pero no el concepto
que trasciende." (AC,O)
"Estos vociferadores de la libertad quieren disimular, alucinando con el brillo de esta
palabra, el fondo esencial del drama que vive el pueblo argentino." (Perón, 12-2-46)
41
¿Liberales o resignados?
"Creo que les falta valentía para decir que los argentinos podemos ordenar
nuestra casa sin renunciar a nuestra capacidad de crecer. Pero para eso
tienen que revisar su mentalidad, tienen que dejar de ser radicales de la
provincia de Buenos Aires acostumbrados a la chacra agropecuaria." (CG,
19)·
43
En otras palabras, el oficialismo estaría signado por una suerte de
impotencia estructural, proveniente de una carencia en el plano del "saber". Los
radicales quieren y no pueden, porque no saben. No saben gobernar, no conocen la
verdadera democracia (11), y en consecuencia, no saben defenderla.
46
Hemos pasado revista a los rasgos con que el
discurso renovador construye la imagen del enunciador (la Renovación) y la del
Otro negativo, el adversario (ortodoxos y radicales). Nos dedicaremos en este
apartado al prodestinatario (Otro positivo) y al paradestinatairo ("indeciso")
presentes en nuestro corpus. En adelante, entonces, se entenderá el término
"destinatario" sólo en estos dos últimos sentidos.
El interés que reviste el estudio del destinatario en los discursos políticos
públicos ha sido ampliamente justificado (14). En efecto, se trata ·de un género en
el cual esta categoría está particularmente marcada; es más, una de sus reglas exige
que cada texto comience con una interpelación específica ("compatriotas",
"camaradas", "correligionarios", etc.): figura ésta que a la vez nombra a los
receptores y establece una relación entre éstos y el enunciador, ofreciéndoles una
imagen en la que pueden reconocerse y diferenciarse de otros, mediante la
actualización de un lugar de pertenencia y una memoria común. Cuando el
destinatario es explicitado en el texto, ya sea mediante vocativos (las mencio
nadas interpelaciones), ya utilizando la segunda persona gramatical, Oswald
Ducrot (1980) lo denomina "alocutario" (pp. 136 y ss. de la edición en español).
De más está decir que al alocutario (explícito) suelen sumarse en el hilo
del discurso destinatarios implícitos, de construcción variada y compleja, que
pueden o no ser consistentes con el alocutario. Sería el caso en que el locutor,
dirigiéndose explícitamente a un receptor determinado (por ejemplo, el muy
amplio "la ciudadanía", que enfatiza sin embargo el rasgo de "civilidad"), organiza
su discurso de tal manera que pueda ser leído en forma particular por otro receptor,
distinto o más específico (por ejemplo, los militares).
14) Remitimos, entre otros autores, a de Ipola 1983: 112; Arfuch 1987; Ver6n 1987
a. Las observaciones que siguen sintetizando algunas de sus reflexiones
47
Nos preguntaremos, entonces, a quién le hablan los peronistas
renovadores, explícita e implícitamente, y cuáles son los mecanismos discursivos a
que recurren para construir y caracterizar a este sujeto denominado "destinatario",
para ver si en este aspecto ha habido "renovación". Con ese objeto debemos, una
vez más, remontarnos al discurso de Perón.
En la etapa del discurso peronista que Emilio de lpola (1983: 143)
denomina 'típicamente 'populista"' (fines de 1945 - 1951). se consolida una
interpelación de tipo inclusivo (la célebre fórmula "compañeros" (15)), que va
acompañada por el uso del nosotros inclusivo: ambas categorías constituyen la
relación entre el enunciador-líder y el pueblo, que como hemos visto, era el
destinatario y aliado privilegiado del enunciador. Son precisamente las
interpelaciones inclusivas -aquellas en las que el enunciador se autodefine como
miembro del mismo grupo que sus interlocutores las que dominan en los
discursos de corte populista (16).
La fórmula "compañeros" se enmarca, en su origen, dentro de una
categorización de tipo social: el enunciador se sitúa como un trabajador más
(aunque, ciertamente, el primero entre sus pares). Con el tiempo, la palabra se va
cargando de connotaciones políticas, de tal manera que "compañero" resulta, en
ciertos contextos, sinónimo de "peronista". La interpelación diseña, entonces, un
alocutario trabajador y peronista (recordemos que, durante sus dos primeras
presidencias, los dos conjuntos coinciden, ya que Perón identificaba el peronismo
con toda la nacionalidad).
Una vez instituida, esta fórmula se convierte, dentro de la formación
discursiva peronista, en algo que debe ser dicho (para usar la expresión de
Foucault) en todo discurso público. La campaña presidencial de 1983 así lo
demostró, con consecuencias no desdeñables. De acuerdo con el análisis de Leonor
Arfuch, al que nos referimos en el capítulo 1, mientras Alfonsín enfatizó los
mecanismos inclusivos (la interpelación apartidaría "amigos", el uso de un
"nosotros los argentinos"), acortando la distancia con el destinatario y operando
sobre los sectores indecisos, Italo Luder, el candidato justicialista, privilegió al
destinatario peronista, cuya confianza ya estaba ganada, excluyendo de su discurso
el componente programático y, por lo tanto, la proyección de futuro, relegado por
el recuerdo del pasado. La fórmula "compañeros" fue acompañada por una
remisión a la tercera persona de entidades como "pueblo" o "trabajadores". Por
otra parte, "los argentinos" eran ubicados en una posición de alteridad respecto de
"los peronistas". Anclado a la tradición partidaria, el justicialismo fue incapaz de
incluir a nuevos receptores (17).
15) Francisco Delich señala como momento clave en la constitución del discurso
peronista el reemplazo de la interpelación "trabajadores" por la de "compañeros"
(comunicación personal).
16) Para el concepto de "populismo" seguimos a Ernesto laclau (1977: 201), quien lo
define como "la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como
conjunto sintético-antagónico respecto de la ideología dominante."
17)"También Landi (1985: 35-36). Según Cheresky (1984), son las dos últimas semanas
de la campaña las que ven a Luder "deshacerse de la corbata, adoptar el clásico
saludo peronista (los brazos abiertos en alto), y abandonar la aséptica interpelación de
'compatriotas' reemplazándola por la de 'compañeros'." En un reportaje concedido a
Clarín recientemente, Luder reflexionó sobre el mensaje del justicialismo del '83 y la
necesidad de construir un destinatario más amplio (31-l-88).
48
Los renovadores se harán cargo de este problema, inaugurando una
interpelación doble, en la que se conjugan la tradición partidaria (los topes de la
formación discursiva) y la necesidad de ampliar el destinatario (los topes del
campo), que Alfonsín había resuelto eficazmente. ·
Los discursos públicos del peronismo renovador se abrirán, entonces,
con la fórmula "Compañeras y compañeros peronistas, compatriotas argentinos", u
otras equivalentes. La duplicación del alocutario destaca, en primer término, a los
peronistas, sin subsumirlos, como un grupo más, entre los argentinos. En segundo
lugar, subraya la construcción de un sujeto 'argentino -o bonaerense, o cordobés,
según el caso- no peronista', al cual también se apela en forma explícita.
Sin embargo, la interpelación doble se pierde a lo largo del discurso,
cediendo su lugar a la fórmula clásica ("compañeros"), que constituye un
alocutario restringido, y con la cual los renovadores suelen cerrar sus
intervenciones. Se ajustan así al receptor efectivo del discurso: los simpatizantes
peronistas presentes en el acto. Tal ajuste resulta coherente con la inclusión de
otros elementos discursivos, que se registran a distintos niveles: las citas de Perón,
los temas tradicionales del peronismo, el uso del nosotros inclusivo "los
peronistas", etc.
Aun así, la presencia del "argentino no peronista" (figura inexistente -
por contradictoria- en los discursos clásicos de Perón) es constante: el peronismo
es presentado como "de todos los peronistas para todos los argentinos". Es decir, si
en los discursos de Luder (siempre según Arfuch) se constituía a los peronistas
como alocutarios y a los argentinos meramente como auditores, la situación ha
cambiado en 1985: los peronistas siguen siendo alocutarios, pero los argentinos
aparecen como destinatarios en un segundo nivel. Cafiero designa a este
destinatario deseado como "los que están en la periferia" (discurso de Mar del
Plata), apelativo en el que el espacio físico del acto representa metafóricamente al
peronismo.
A pesar de que el enunciador siempre ocupa una posición de saber
superior a la del destinatario (18), tanto al alocutario peronista como el destinatario
argentino se les adjudica un determinado tipo de competencia.
49
El peronista -el "buen" peronista- es construido como poseedor de una memoria
histórica ligada a un pasado activo: el periodo de resistencia durante el exilio de
Perón, el esfuerzo por democratizar al peronismo, con su culminación victoriosa,
fundan su derecho a constituirse en heredero del líder y a compartir la respon-
sabilidad del gobierno con Cafiero.
El argentino no peronista a quien se dirigen los renovadores posee un
saber práctico (el "de la calle") en virtud del cual está disconforme con el gobierno
de Alfonsín, pero no se vuelca al peronismo porque aún alberga cierto temor por
los sectores antidemocráticos que permanecen en su seno. De ahí la insistencia de
los oradores en conjurar ese temor.
"Pero hay otras fuentes, las que brotan de ustedes. Mientras el pueblo esté
en Plaza de Mayo habrá otras fuentes." (AC, PM)
"Quiero darles en nombre de ustedes, pueblo de Córdoba, un abrazo
fraterno a todos los compañeros que esta noche están en esta fiesta con
nosotros." (JMS, C)
"Cuando el tres de noviembre el pueblo nos diga de nuevo que no está con
nosotros..." (CG, A)
Más recientemente, Cafiero presenta la restauración del vinculo; restau-
ración no definitiva, por la que debe velarse:
"El pueblo nos ha dado su confianza. Pero ahora, nuestro mensaje, nuestra
propuesta, todo aquello que nos hizo creíbles ante el pueblo, tenemos que
organizar una acción de gobierno [...]. ¡Ay de nosotros si volviéramos a
defraudar la esperanza del pueblo!" (AC, C)
"Una de las razones por las cuales quieren llevarse la Capital al sur, al mar,
al frío, es para que no pueda seguir llenando [la Plaza de Mayo] el pueblo
peronista, el pueblo argentino." (AC, PM)
De acuerdo con nuestro análisis, el pueblo resulta ser una entidad que
circula por los tres lugares de la enunciación peronista: es enunciador a la vez que
destinatario, y aparece también corno un tercero a quien se describe y caracteriza.
51
La comunidad organizada
52
Los valores a los que Grosso apela para convocar a los jóvenes son el
cambio y la vida. En cuanto a las mujeres, les dedica la paz y la seguridad. Todos
ellos son valores que fueron jerarquizados por el radicalismo en su campaña de
1983 y que en el discurso peronista se presentan ahora como traicionados.
De la Sota suele dedicar largos pasajes de sus discursos para explicitar la
"virtud" que debe caracterizar a cada uno de los sectores sociales, y que encuentra
encarnada en los representantes peronistas renovadores de cada sector:
"Lo hemos hecho con nuestros dirigentes gremiales, con esos dirigentes
gremiales que entre cuidar los intereses financieros del sindicato o defender
los intereses económicos de los trabajadores, se jugaron por los trabajadores
sin cuidarse del aparato sindical usándolo en su propio beneficio.
Lo hemos hecho de la mano de nuestros intelectuales, que nos han
acompañado con sus ideas y con su práctica política cotidiana. Lo hacemos
de la mano de nuestros artistas que esta noche están también con nosotros.
[...] Lo hemos hecho también con nuestros empresarios, con esos
empresarios nacionales que asumen el riesgo, que quieren producir, que
están dispuestos a no servirse de los beneficios del Estado para poner en
marcha la economía nacional.
Y por supuesto, esta Renovación peronista se ha hecho de la mano y con el
apoyo de todas las mujeres del país que nos señalaron el camino, y que
después nos ayudaron a cumplirlo." (JMS, C)
20) Esta tendencia está presente incluso en un dirigente como José Luis Manzano cuya
valoración de lo racional es indiscutible:"..Aquellos argentinos que tienen algún temor
de lo que pueda pasar en Argentina, que lo pierdan, que se llenen la cara de son-
risas..." (Córdoba, 17-10 -87).
21) El antiintelectualismo es, precisamente, uno de los rasgos que los politólogos se-
ñalan como característicos del populismo (Laclau 1977: 16 ), gramática ideológica
que se suele invocar para caracterizar al peronismo.
54
"... Tal vez, quienes hoy nos gobiernan hayan olvidado que la política es
amor." (JMS, C)
55
Como contrapartida, según lo vaticina el mismo orador, en 1989 "un
peronista va a gobernar para felicidad de todos". En el plano interno, el mérito de
la Renovación consistiría en haber aventado la posibilidad de un "peronismo
triste"; a nivel nacional, su misión sería derrotar la "mufa radical".
La presencia de elementos que escapan al orden de lo racional no se
limita al terreno de los afectos. Sobre todo en el plano del léxico se pueden
rastrear, además, numerosos ítems que corresponden al vocabulario de la religión.
Para no abundar en citas que harían tediosa la lectura, nos limitaremos a unos
pocos ejemplos. Así, una virtud que distingue a los peronistas es la de tener
"mística"; para referirse a las verdades peronistas y a la palabra de Perón, Cafiero
usa los términos "catecismo" y "mandamiento", respectivamente. Grosso, por su
parte, caracteriza los errores políticos cometidos como "pecados" y,
consecuentemente, para indicar que todos han cometido alguno, subraya que no
hay "ningún Arcángel Gabriel".
La utilización del registro religioso refuerza la peculiar relación que los
peronistas construyen entre su lugar y el de la verdad, basada en el supuesto de que
existen Verdades eternas, contenidas en la doctrina peronista. Como hemos visto,
la consecuencia lógica de esta creencia es que el que no participa de ellas, o bien
miente, o bien yerra. Silvia Sigal y Elíseo Verón (1986) analizan este mecanismo
en el discurso de Perón y el efecto de "vaciamiento del campo político" que su
empleo implica. A pesar del importante proceso de transformación sufrido por el
peronismo, que incluye la reivindicación del juego político, la pervivencia -en
ciertos niveles del discurso- de elementos que parecen negarlo, es indicativa de las
tensiones entre los conjuntos de topes que hemos descripto.
56
Para la Renovación -en el momento de su
surgimiento- el problema de la democracia funciona en dos niveles, solo
separables analíticamente. Por un lado, como hemos visto, en el juego interno del
partido la democracia es una demanda concreta, necesaria para obtener espacios de
poder legítimos. Por otra parte, la democracia es un lugar de enunciación a
construir, como traducción simbólica de posiciones ideológicas. El éxito obtenido
en la democratización del peronismo es precisamente condición de posibilidad de
un discurso democrático verosímil y eficaz. De una manera inversa, la demanda
democrática no puede articularse sino con un discurso pronunciado desde este
lugar de enunciación. .
La apropiación del tope de la democracia por parte del radicalismo exige
a los enunciadores renovadores operar polémicamente para construir su discurso
desde el lugar democrático. Pero si la relación de fuerzas entre las formaciones
discursivas del campo activa dispositivos polémicos, también los limita. El
peronismo renovador se ve obligado a polemizar con un discurso radical que
podríamos definir como basado en la proposición "Nosotros somos la
democracia", materializado claramente en la campaña electoral de 1985 y en las
referencias a los discursos críticos de la oposición (2) (3). Esta identificación
democracia = gobierno radical efectuada desde la UCR hace difícil ubicar como
blanco al gobierno sin violentar el segundo término de la relación: el tope de la
democracia. Grosso se refiere explícitamente a este problema discursivo:
1) Los conceptos que siguen forman parte de nuestro artículo: "El lugar de la
democracia en el peronismo renovador", presentado en el VIII Congreso de la
Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) que se llevó a cabo
en la ciudad de Tucumán en septiembre de 1987, y publicado posteriormente en
Crítica y Utopía, Nº 16, febrero de 1988.
2) la producción discursiva del radicalismo presenta ambigüedades en cuanto al lugar
de enunciación, confundiéndose el gobierno y el partido. En estos casos tomamos aquí
sus discursos come provenientes de la formación discursiva radical.
3) La estrategia de identificar a la democracia con el radicalismo empleada en 1983 y
1985 con resultados eficaces desde el punto de vista de la recepción fracasó en 1987
Aunque la escasa distancia temporal no nos permite analizar con facilidad este
periodo, son evidentes algunos cambios producidos en el campo político: a- la
democracia aparece como un valor más afianzado en toda la sociedad argentina , y por
lo tanto no entra ya en el orden de las reivindicaciones; b- el carácter democrático del
peronismo es un valor más creíble y verosímil que antes para la opinión pública por
cuestiones extra e intra discursivas
58
"Y al decir: 'ésta no es la democracia', o ' esta democracia no me sirve', son
frases mal dichas, porque tal vez hay una intuición pero no una capacidad
de expresión que nos dejan a todos en el aire. Porque si no hay democracia,
¿qué hay?" (CG, 14)
"Por eso, todas las opciones que [los radicales] nos plantean siempre
contienen la palabra 'democracia' y nosotros como giles siempre entramos
como caballeros ingleses en la alternativa antagónica de pegarle a Alfonsín
en el terreno que él maneja." (ibid)
59
Los verbos que acompañan a los sujetos de este grupo -que es el más
numeroso- están conjugados en primera persona del plural (nosotros inclusivo) e
indican acciones de responsabilidad directa respecto del origen de la democracia:
"luchamos por", "supimos conseguir", "somos dueños de", "hemos elegido para
siempre", "no vamos a renunciar". Las causas de la existencia de la democracia
prescinden de los sectores políticos y adquieren carácter nacional. En el discurso
de la Renovación la democracia traza relaciones entre argentinos.
b. Sujeto "los peronistas" (o la referencia deíctica "nosotros").
Estas ocurrencias son menos frecuentes. Los verbos presuponen la
existencia de la democracia, como en el caso de "sostener" o ''defender".
Hemos normalizado mediante transformaciones sintácticas los
enunciados que contienen el término "democracia" basándonos en el método
empleado por Jean Dubois (1969). De esta manera obtenemos enunciados
paralelos que nos permiten construir clases de equivalencia (4), facilitando el
análisis contrastivo. Presentamos los enunciados normalizados en forma de
cuadros, en los cuales se observan con claridad las relaciones semánticas que se
establecen con el término que estamos estudiando. Así, podemos ver que
"argentinos" y "peronistas" pertenecen a la misma clase de equivalencia: aquellos
que quieren defender la democracia (5)
60
2. El lexema en su segundo uso (sistema político que implementa el
partido radical) se presenta acompañado por expresiones calificativas que, al
señalar una carencia, niegan la completitud o perfección del tipo de democracia
que se esgrime como modelo. Las calificaciones suelen operar en un plano
cuantitativo, describiendo una democracia "a medias" o "restringida". El siguiente
cuadro normaliza estas ocurrencias:
62
Así, se establecen las siguientes oposiciones entre los dos paradigmas:
6) La selección de dos sonados casos político – policiales (la búsqueda del paradero
del prófugo ex-agente de seguridad Raúl Guglielminelli, y el secuestro y posterior
asesinato del empresario Osvaldo Sivak), que permanecían irresueltos en el momento
en que Grosso hacía estas acusaciones, vincula en forma implícita al gobierno radical
con la dictadura militar.
7) El discurso del enunciador político suele incorporar o responder a los estribillos del
público. El 10 de diciembre de 1983 Alfonsín recuperó en su discurso de asunción la
consigna "el pueblo unido jamás será vencido", que coreaban los asistentes, dándole
carácter de prueba en su argumentación sobre la estabilidad democrática. En su
discurso de Plaza Once, Carlos Grosso, tras escuchar los cantos que identificaban al
gobierno radical con el militar, modificó su discurso pasando de la crítica a ciertos
aspectos de la política radical a la puesta en duda del carácter democrático del
gobierno: "Yo quiero preguntarles si vamos a construir una democracia virginal
patrimonio de unos pocos [… ], una democracia que ayer nomás … "luego de ser
interrumpido por los estribillos, continuó: “yo quiero preguntarles si es democracia lo
que ayer nomás … "
8) En esta línea se inscribe el slogan del Partido Justicialista de la Capital Federal en
la campaña de 1987: "Con nosotros, la democracia es más".
63
La democracia es peronista
64
"Sì, les decimos a los radicales que se puede; se puede hacer una democracia
participativa. Devuélvanle la CGT a los obreros, devuélvanle el PAMI a los
jubilados, devuélvanle las obras sociales a los gremios; dejen trabajar a los
municipios y a las provincias; convoquen a las organizaciones libres del
pueblo y verán cómo este país se pone en marcha compañeras y
compañeros." (AC, O)
65
Recordemos que la ética -al igual que la
democracia-, es un valor tradicional en la producción discursiva y el imaginario
político de la UCR (9). La "modernización", en cambio, es un término puesto en
circulación por Alfonsín ya ocupando la Presidencia. Sin embargo, podemos
fechar el acto de apropiación de estas palabras con el discurso de Parque Norte (1-
12-85), en el que Alfonsín definió o, más precisamente, reformuló en un registro
programático-ideológico los sintagmas: democracia participativa, ética de la
solidaridad y modernización (10).
Este hecho discursivo tuvo gran repercusión en los medios y en el campo
político. Dentro de la UCR fue considerado como un texto de fundación, lo cual
originó un debate interno con respecto a su ubicación dentro de la formación
ideológica radical (sobre todo en algunos sectores internos, en relación con otros
textos también fundacionales cuyo lugar debía ser redefinido, como por ejemplo,
para la Junta Coordinadora Nacional, La contradicción fundamental). Los partidos
de oposición retomaron inmediatamente sus contenidos, elaborando respuestas, a
favor o -más habitualmente- en contra, pero sin poder permanecer indiferentes.
Finalmente, los conceptos del discurso alimentaron también las producciones del
campo intelectual.
66
En principio, la pertenencia de los términos "ética" y "modernización" al
diccionario radical sólo permitiría al discurso renovador incorporarlos como
discurso del adversario. Sin embargo, una lectura diacrónica de la producción
renovadora permitirá observar diferencias y desplazamientos en el uso de estos
vocablos.
Las modificaciones comienzan a observarse desde la apertura de la
campaña electoral de 1987, momento en el que se puede establecer un corte en el
discurso de la Renovación. En los discursos producidos hasta esa fecha, al ubicar a
estos términos en el lugar de la palabra del otro, el discurso renovador marca una
distancia con respecto a los mismos, presentándolos como un discurso ajeno con el
cual sólo mantiene relaciones polémicas. Analizaremos en el próximo parágrafo los
recursos polémicos y las marcas textuales de exterioridad con respecto a "ética" y
"modernización" en este primer grupo de discursos. En la sección que sigue,
trabajaremos los textos posteriores, atendiendo específicamente a las diferencias
que encontramos con respecto al grupo anterior.
"Yo quiero preguntar a las autoridades qué está pasando con la moral y la
ética republicana, yo quiero preguntar dónde están aquellos radicales que se
quebraban pero no se doblaban, yo quiero preguntar dónde están aquellos
austeros caudillos, y lo decimos también desde nuestros propios pecados y
estigmas, no lo decimos por creernos virginales y blancos [...]. No queremos
que los únicos pecadores en la Argentina seamos los peronistas mientras los
demás luzcan una aparente blancura que hoy empieza a mostrarse con
manchas y oscuridades..." (CG, PM) (12).
"¿Se puede creer, argentinos y argentinas, en la ética de la solidaridad?
¿Solidaridad con quién? preguntamos nosotros (...). ¿No será acaso que esa
solidaridad es la que se está prestando al Fondo Monetario Internacional?"
(AC, PM)
Como se ve, los sintagmas no son conceptos nuevos en el vocabulario político argentino:
"democracia" es un vocablo del diccionario político común, ética de la solidaridad"
reconoce como antecedentes la "ética radical" y la "justicia social" y "modernización"
ha recorrido el discurso político desde la generación del '80 hasta la revolución
Argentina, pasando por el desarrollismo; lo que la propuesta de Alfonsín significa es la
necesidad de una integración indisoluble de los tres, donde sí, adquieren un nuevo
sentido.
11) Citamos como ejemplo: "Les pedimos a los radicales de la Plaza de Mayo que dejen
de exteriorizar ideas-fuga. La idea-fuga es [...] no responder a las necesidades
concretas inmediatas y profundas del pueblo y disimular todo con abstracciones como la
ética, la democracia, la democracia participativa y la modernidad..." (AC,O) 67
La caracterización del término "modernización" actualiza los rasgos
propios de la definición peronista del liberalismo, 'extranjerizante ' y ' antipopular',
como lo muestran estas palabras de Cafiero:
12) Este fragmento está marcado por el cruce con el registro religioso que el discurso
renovador suele presentar (véase al respecto el capítulo 2,#4 ).
68
Estas operaciones aparecen condensadas en un pasaje del discurso que
Cafiero pronunció en Plaza Once, en el que emplea con función polémico-
argumentativa una narración tradicional, a la manera de los "enxiemplos"
medievales y las parábolas bíblicas. Se trata del cuento del Rey desnudo, narración
de origen oriental que fuera recopilada en El conde Lucanor del Infante Don Juan
Manuel. Cafiero lo atribuye a Cervantes, probablemente por el lugar autorizado que
éste ocupa como paradigma de la literatura española, al ser más conocido que Don
Juan Manuel. La obra de Don Juan Manuel estaba dedicada a la instrucción de los
futuros gobernantes, educación que se confiaba a preceptores y ayos. La
responsabilidad de los temas de la administración del Estado le cabía solamente al
consejero.
Las narraciones de El conde Lucanor están enmarcadas en conversaciones
que el Conde mantiene con su consejero Patronio, a quien le solicita asesoramiento
sobre un problema político-moral. Patronio responde diciendo por lo general que "el
caso le recuerda a una historia" y comienza a narrar el "enxiemplo".
Cafiero utiliza la misma fórmula para abrir su relato:
"... Porque queremos dar la cara, porque queremos hablar, porque queremos
que nos cuestionen y que nos acepten, porque queremos en serio restaurar un
diálogo y una confianza..." (CG, A)
"Acá, lo que vale es demostrar día a día, palmo a palmo las conductas y las
actitudes." (CG, A)
"Saquemos mil nombres dirigenciales para que el pueblo sepa que el
peronismo no sólo tiene los nombres del escarmiento y la vergüenza, sino que
también tiene los nombres de la esperanza y la alternativa en el país." (CG,
A)
Los argumentos que los renovadores expusieron posteriormente para justificar este tipo
de intervenciones se basaban en una supuesta vinculación entre el habla del pueblo y las
expresiones groseras, así como en la idea de que un uso poco cuidado del lenguaje
reflejaría más fielmente la verdad. Estos supuestos fundan también el cambio de registro
que se observa en el texto sobre "El rey desnudo".
71
El peronismo moderno
72
La reorganización del dominio simbólico del
universo político que efectúa la Renovación incluye un conjunto de operaciones
discursivas para separarse del lugar de la violencia. Como ya hemos visto el
rechazo a la violencia es un componente muy fuerte en el discurso del imaginario
social en la apertura democrática.
El tema aparece estrechamente vinculado con la situación interna del
peronismo, inscribiéndose en una larga historia de enfrentamientos por el poder en
el seno de este partido. Esta lucha fue siempre una lucha encubierta, inefable, dada
la dificultad de expresar diferencias con que siempre se encontró el discurso justi-
cialista, uno de cuyos topes es "la unidad".
La unidad sigue operando como restricción en la producción discursiva
renovadora sobre el tema de la violencia, de manera que la Renovación hablará de
la violencia en el peronismo de manera solapada o indirecta por medio de complejas
operaciones discursivas organizadas en torno a dos movimientos textuales:
1- Diferenciación de la Renovación de otros sectores peronistas (de
historias violentas en el pasado inmediato).
2- Redefinición de ciertos aspectos de la historia y la doctrina del
peronismo clásico.
" ... El desafío nuestro es saber encolumnar ese deseo de participación para
que se viva dentro de un clima de participación y de fiesta y no de oscuridad,
de fractura y de muerte." (CG, A)
"... Y hubo quienes introdujeron en la vida, entre los peronistas, en vez de
aquello de que para un peronista no debía haber nada mejor que otro
peronista, la cizaña, la patota, la violencia. [...] Un grupo de compañeros que
yo no quiero calificar quisieron convertirse en los administradores de la
decadencia de peronismo." (AC, PM)
"Y todas esas cosas [la democracia y la paz social planteadas por Perón en el
discurso del 12 de Mayo de 1974] fueron olvidadas por un horizonte directivo
nacional del peronismo del cual no podemos enorgullecernos."
73
Si bien el uso de negaciones, expresiones indefinidas y perífrasis vuel-
ven borrosa la identidad de los violentos, son más claras las referencias a los sec-
tores de derecha que a los de izquierda. El peronismo renovador tiene dificultades
para hablar de los movimientos revolucionarios de izquierda del pasado inmedia-
to del peronismo. En ningún momento se nombra en los textos de nuestro corpus al
grupo Montoneros, ni se lo focaliza como blanco u objeto de crítica (16). Encontra-
mos una sola referencia al peronismo de izquierda: "los compañeros ultrarrevolu-
cionarios", apelativo que luego es descalificado como "mentiras con que se mueve
el submundo de la fragmentación".
Los sectores violentos de derecha se presentan más claramente delinea-
dos, dado que son uno de los blancos privilegiados en el frente interno. Como ya
vimos (Cap. 2 #4), la violencia dentro del peronismo es desplazada hacia los
ortodoxos. De esta manera la metodología violenta constituye una práctica ajena a
la Renovación y prácticamente superada a medida que este sector se impone dentro
del justicialismo.
2. Como hemos visto en otros casos, el peronismo renovador reelabora
el acervo ideológico tradicional con función polémica y de legitimación fundamen-
talmente mediante tres mecanismos:
La violencia y el radicalismo
77
L os discusos destinados a fundar la propia
identidad -especialmente si de identidades políticas se trata- suelen trazar linajes,
recuperar tradiciones, reconstruir la historia del grupo o la nación a la que pertenece
quien los enuncia u otros personajes de su universo discursivo.
En este capítulo nos proponemos analizar el uso que los renovadores hacen de estos
mecanismos y ciertas concepciones políticas que se pueden leer en ellos.
Algunas reflexiones que Eric Hobsbawm (1983) hace a propósito de la
invención de tradiciones nacionales en Europa nos resultan particularmente útiles
para explicitar los supuestos de los que partimos. Quienes narran la historia
producen un discurso que estructura imágenes del pasado pertenecientes a la esfera
pública y que poseen relevancia política.
Así, la historia, que constituye uno de los fundamentos ideológicos de un
grupo social, está conformada por aquello que ha sido seleccionado y difundido por
quienes se ocupan de ella, ya sea la escuela, los historiadores o los políticos.
¿Cuál es, entonces, la relación entre el discurso histórico y su referente?
Roland Barthes (1967) señala la paradoja que supone el hecho de que el referente
del discurso histórico "nunca tiene sino una existencia lingüística y, sin embargo,
todo ocurre como si esa existencia fuera sólo la 'copia' pura y simple de lo real.
[...] La historia cree posible un esquema semántico de dos términos: el referente y el
significante". De este modo, concluye Barthes, aparece "la narración como
significante privilegiado de lo real".
Hobsbawm atribuye tres funciones a la apelación a la tradición:
a) establecer la cohesión o pertenencia a un grupo. En el caso de la
Renovación, la crisis que atravesaba el peronismo y la amenaza de disgregación que
afrontaba hacían que la cohesión del partido fuera un tema de interés prioritario. En
este sentido, el relato de la historia apunta a conquistar un conjunto mínimo de
referentes que sean vívidos como pasado común (Landi 1985: 31).
b) legitimar instituciones o relaciones de autoridad. Los renovadores
necesitaban legitimarse primero como línea interna y luego como corriente
hegemónica dentro del peronismo. Sus dirigentes debían pues, hallar un anclaje en
la tradición peronista para consolidar su lugar de poder en el seno del partido. Esto
les permitiría ser ellos quienes definieran quién era peronista y quién no.
c) inculcar creencias, valores o pautas de comportamiento. Los políticos
renovadores necesitan incorporar a la doctrina peronista valores y pautas de
comportamiento novedosos. Por lo tanto, a la vez que se dan un linaje a sí mismos,
se lo proporcionan a los valores del campo político actual, rastreando su presencia
en la historia del peronismo clásico. Hobsbawm señala que aún en los movimientos
revolucionarios es necesario "apoyar las innovaciones haciendo referencia al pasado
del pueblo, a las tradiciones de revolución o a sus propios líderes y mártires". Por
ejemplo:
79
"Y esto [la necesidad de incorporar capital de inversión extranjera], Perón lo
vio. Y por eso comenzó antes de 1955, una apertura gradual de nuestra
economía. Ése es el origen de aquel famoso contrato de la California (1) que
hizo, incluso, que algunos de nuestros propios dirigentes creyeran que Perón
arriaba las banderas nacionalistas históricas. [...] Creo que Perón estaba
perfilando el modelo económico que nosotros debemos plantear en este país."
(JMS, HG)
1) Concesión otorgada en 1954 a la Standard Oil Co. para la explotación del petróleo
argentino.
80
A partir del periodo de reapertura política los
procesos de recuperación y reidentificación operan como estrategias que
contribuyen al desafío de los nuevos límites de la escena política. La demarcación
entre democracia y autoritarismo, que desplaza la vieja dicotomía peronismo-
antiperonismo, funda nuevas condiciones de producción que determinan, entre otras
cosas, una nueva lectura de la historia (Cheresky 1984: 28).
La situación de la Renovación frente a la historia difiere profundamente
de la relación que sostenía con ella el peronismo durante la campaña del '83. En
aquel momento, previo a la escisión, los peronistas estaban obligados a hacerse
cargo de todo su pasado sin poder criticarlo u omitir ciertas etapas. Dicha
obligación nacía tanto de la necesidad de tomar la historia como vía de legitimación
como de la concepción que el peronismo tiene de los primeros gobiernos de Perón
como Edad de Oro. Si la utopía se ubica en el pasado, lo programático se vuelve
restauración y el presente se convierte en continuación de una obra interrumpida.
"Se trata de hacer lo que ya ha sido hecho" (Cheresky 1984) (2).
Esta asunción acrítica del pasado despertó, en aquel momento, ciertos
temores en el electorado, ya que las vivencias del pasado reciente eran mucho más
vívidas que las de la posguerra. La derrota electoral abre en el peronismo la
posibilidad (y la necesidad) de la autocrítica.
¿Cómo articular entonces la reivindicación del pasado -imprescindible
para la afirmación de la identidad partidaria- con la autocrítica indispensable para
mantener al peronismo corno opción válida frente al radicalismo? Por definición,
toda autocrítica supone una condena por lo menos parcial, al propio pasado.
Ahora bien, el relato que los renovadores hacen de la historia peronista
resuelve el problema mediante la siguiente operación. Si bien se reconoce la
existencia, en el interior del justicialismo, de dirigentes que tienen un pasado que se
califica como indigno y vergonzoso, el peronismo es relevado de la responsabilidad
(tomada como individual) de cada uno de los acusados.
- +
superado vigente
vergonzoso glorioso-épico
de derrotas de lucha
82
- histórico
Su origen - federal
- yrigoyenista
han olvidado
- los conservadores
- los golpes
Cómplices de - los comunistas
- Braden
3) El término "actante" fue introducido por los estructuralistas para designar clases de
personajes. Se trata de funciones que admiten llenados diversos. En el modelo actancial
de A.J. Greimas, los actantes son: Sujeto, Objeto, Destinador, Destinatario, Adversario
y Auxiliar.
83
El segundo grupo engloba a todos sus antagonistas: conservadores,
radicales, militares, conformarían una misma fuerza antinacional y antipopular.
De este modo, el transcurso del tiempo histórico queda anulado (4). Algunos de los
rasgos que se adjudican a unos y otros son el carácter extranjerizante, la propensión
al golpismo y la violencia. En este segundo grupo se incluye también a los
adversarios internos, a quienes se acusa de propiciar metodologías propias de la
oligarquía, de pretender instaurar una democracia de dirigentes (5) e incluso de
anhelar un golpe de estado:
85
En mayor o menor grado, según el enunciador de
que se trate, la palabra de Perón sigue resonando en los textos peronistas. Sin
embargo, dado el carácter multiforme del discurso de Perón, se hace preciso
discriminar qué citas escogen los renovadores y a qué tratamiento discursivo las
someten; en otras palabras, "qué Perón" recuperan.
Reconocimiento y legitimación
86
El recurso a esta cita, en el caso de los discursos de campaña de Antonio
Cafiero, tiene un efecto retórico similar al que tenía en la campaña radical de 1983
el recitado colectivo del Preámbulo de la Constitución Nacional. Sin embargo, en
virtud de las diferencias coyunturales e ideológicas entre ambos momentos,
mientras Alfonsín priorizaba el efecto de reconocimiento en el nivel más amplio
posible, las palabras de Cafiero privilegian la identidad partidaria, aunque en las
palabras introductorias se invoque a todos los argentinos.
Similar función cumple la siguiente cita de Cafiero:
"El peronismo tiene que volver a recitar como un catecismo sus verdades bá-
sicas. Tenemos que decirnos unos a otros que otra vez para un peronista no
debe haber nada mejor que otro peronista. Tenemos que decirnos unos a
otros que como siempre, vamos a rescatar [estos] valores: primero siempre la
Patria, primero siempre la Patria, compañeras y compañeros, después el
movimiento y finalmente los hombres". (AC, C)
Perón dijo X
Los renovadores hacemos X
"Somos los que vamos a llevar a la realidad los dos últimos mandamientos
que Juan Perón -antes de irse para siempre- nos dejó [...]: 'Sólo la orga-
nización vence al tiempo', y nosotros nos hemos organizado; 'Mi único
heredero es el pueblo', y ahí están ustedes, ustedes como los legítimos
depositarios del legado de Juan Perón". (AC, MP)
Es la palabra misma del líder la que sirve así para avalar las propuestas de
actualización doctrinaria que la Renovación propone:
87
"Perón, en el discurso del 12 de mayo de 1974 al Congreso Nacional, que a mi
Juicio es la más maravillosa síntesis del pensamiento de la liberación nacional
argentina, no es el mismo que aquel Perón de 1946 que decía que era el
heredero de Hipólito Yrigoyen y que proponía incorporar a la producción y
al consumo, a los sectores marginales de la sociedad argentina. El objetivo
era, si, el mismo. Lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
Los mecanismos eran diferentes. Perón en 1973, REVALORIZO LA
DEMOCRACIA EN LA ARGENTINA. Él primero que ningún otro político,
cuando planteó la necesidad de pasar de la politización a la cultura política."
(JMS, HG, mayúsculas en el original)
La polémica
"... Todavía hay compañeros que dicen que es suficiente con todo lo que
Perón nos dejó escrito. Creo que es invalorable el aporte que hemos recibido
de Perón. [...] Pero no quisiera ser parte de un movimiento que solamente le
reconociera capacidad de pensamiento al General Perón..." (JMS, HG)
88
"Hubo quienes invirtieron esto que Perón nos había enseñado y privile-
giaron sus ambiciones antes que la Patria o el movimiento. Y hubo quienes
introdujeron en la vida, entre los peronistas en vez de aquello que para un
peronista no debía haber nada mejor que otro peronista, la cizaña, la patota,
la violencia." (AC, PM)
"Perón nos enseñó muchas veces, por ejemplo, que la política en términos de
conducción es el arte de lo posible y con esto no asumía el rol de entregado,
de pasivo, de reformista". (CG, A)
89
El recurso a la historia corno vía de legitimación
discursiva suele estar ligado al ejercicio de prácticas rituales que operan corno
modos de recuperación y reactualización del pasado colectivo (Hobsbawm 1983: 2).
Según Pierre Bourdieu (1982), la validez del ritual se define a partir del recono-
cimiento de los receptores, para cuya realización deben cumplirse ciertas
condiciones que regulan el uso legítimo de la palabra sagrada: ésta debe ser
enunciada por un locutor legítimo, en una situación legítima, ante receptores
legítimos y en un lugar y tiempo legítimos. El reconocimiento actúa así como
principio regulador de la estructura del mecanismo ritual.
La celebración peronista del Día de la Lealtad podría constituirse en el
paradigma del ritual político. Entre 1946 y 1954 se realizó anualmente un acto en
Plaza de Mayo en conmemoración de la movilización popular del 17 de octubre de
1945, que había culminado con la liberación del entonces Coronel Perón. La célebre
jornada del '45 significó el acta de la consagración de Perón como líder ante las
masas y la instauración de un contrate de veredicción entre él y su pueblo (de lpola
1983, 1987; Sigal Verón 1986) (7).
6) Este parágrafo resume un artículo que, con el nombre de "17 de octubre, renovación
y tradición", publicamos en la revista Los días del viaje, año 1, Nº 0, otoño 1988. Una
versión anterior del mismo fue presentada en el Segundo Congreso Nacional de
Semiótica realizado en la Universidad de San.Juan entre el 27 y el 29 de agosto de 1987
7) En una serie de testimonios recopilados por Ricardo Cicerchia, (mencionados
también por Landi, 1985) los obreros protagonistas de esta movilización expresan la
importancia del encuentro con el líder, en detrimento del contenido del discurso
"Parecía que todo el mundo era atraído por la plaza. Querían ver a Per6n en la Rosada.
[...]
Se hizo un poco de silencio cuando Perón dijo compañeros, y entonces se trató de
Escuchar. Del discurso sólo recuerdo que Perón recomendó desconcentrarse con cuida-
do porque él veía muchas mujeres y chicos entre la multitud." (Pedro ferroviario)
90
En su discurso del 17 de octubre de 1946, primer aniversario de su
liberación, Perón -al frente de un régimen político nuevo- instituye el ritual que se
llevará a cabo de allí en más. En ese discurso, Perón bautiza a la jornada del 17 de
octubre como "el día de los descamisados". La denomina también "día de los que
tienen hambre y sed de justicia", según la metáfora bíblica," epopeya de los
humildes" y "día de la ciudadanía y del pueblo argentino". Este acto de nominación
opera transformando un hecho histórico puntual en fiesta nacional (al año siguiente
la llama incluso ''fiesta constitutiva de la nacionalidad", otorgándole carácter
fundacional) con un único protagonista: el pueblo. De esta manera, Perón funda
discursivamente su propio origen en el consenso popular (8).
Con el tiempo quedará consagrado como definitivo el nombre de "Día de
la Lealtad", donde los protagonistas son dos: el pueblo y su líder.
En efecto, el acto del 17de octubre representa el encuentro del pueblo con
el líder y la confirmación de un pacto de lealtad rubricado en el '45. De esta
manera, narra y reproduce su propio origen. En esas ocasiones, Perón (enunciador
legítimo) se dirigía a los trabajadores (receptor legítimo) preguntándoles sí estaban
satisfechos con su gobierno, a lo que el público respondía efectivamente que sí
(discurso legítimo) (9). La ceremonia implicaba, además de una fiesta de
aniversario, la realización misma de la legitimación de Perón como líder popular,
mediante la ficción de un plebiscito anual. Por un instante, Perón se ubicaba fuera
del lugar del poder para ser reinstaurado en él por el pueblo, recreando así lo
sucedido en el '45.
El ritual actúa como un mecanismo simbólico de reproducción de las
relaciones políticas constitutivas del peronismo –primordialmente la relación líder-
pueblo- que permiten pensar a la sociedad como armónica y sin conflictos.
Paradójicamente, al ritualízarse la ceremonia, ésta se ubica en las antípodas del
relato que tradicionalmente se hace del 17 de octubre de 1945, en el que la rebelión
popular es presentada como un hecho espontáneo e imprevisible (10). En cambio, la
celebración ritual es un acto previsto y fuertemente regulado que consolida el poder
establecido.
Esta liturgia encuentra sus límites sólo en una ocasión: en 1952, a tres
meses de la muerte de Eva Perón, el Día de la Lealtad cede su lugar al homenaje a
Evita. El duelo vuelve imposible el ritual de legitimación.
"A medida que fue pasando el tiempo, el ánimo fue cambiando y no hubo más remedio
que traer al General y así lo fueron a buscar al Hospital Militar. Todo el mundo lo
quería ver y preguntarle si estaba bien o si le había pasado algo. […] Ese día fue como
una apoteosis, llega Perón muy tarde, y la gente estaba muy cansada, le pregunta
fervorosamente dónde estuvo, qué le había pasado. Finalmente Perón dice que no
pasaba nada, que estaba bien y que pronto iba a volver con ellos, solo les pedía que se
retiraran en paz." (Jorge, empleado administrativo de la UTA)
(testimonios transcriptos en " Ese día inolvidable", Fin de siglo, Nº 4, octubre de 1987)
8) Perón podría haber elegido celebrar la fecha de las elecciones que lo hicieron
presidente. El festejo del 17 de octubre destaca, en cambio, el momento de su
consagración como líder, más allá de la legitimidad estrictamente jurídica que le da el
voto. Por otro lado, evidencia la relevancia del encuentro del líder con su pueblo como
núcleo narrativo.
9) De lpola (1983:123) señala que es el mismo Perón quien inaugura el "método" de
dialogar directamente con sus receptores, precisamente el 17 de octubre de 1945.
91
En su tercera presidencia, Perón planeaba retomar esa "vieja costumbre
peronista". En el discurso pronunciado al asumir el mando el 12 de octubre de 1973,
anunció que se presentaría el día primero de mayo de cada año en la Plaza, "para
preguntarle al pueblo aquí reunido si está conforme con el gobierno que realiza
mos". El 10 de mayo de 1974, algunos sectores de la Juventud Peronista intentaron,
por primera vez, responderle que no. El resultado de esta violación de las reglas del
ritual fue que Perón los calificó de "imberbes", y los Montoneros se retiraron.
El 17 de octubre renovado
12) Hasta tal punto que desde algunos sectores (sobre todo de izquierda y vinculados
con la lucha por los derechos humanos) se lo denominó "la Plaza de las Madres".
13) En tanto la plaza era el espacio peronista por excelencia, cuando Perón expulsó de
allí a los Montoneros el 1º de Mayo de 1974, el hecho pudo ser interpretado como una
expulsión fuera del movimiento peronista.
14) Algunas de estas observaciones nos fueron sugeridas por Marysa Navarro, con
quien conversamos sobre estos problemas.
93
La presencia histórica del peronismo en la plaza es caracterizada en el
discurso a través de dos rasgos: la dimensión festiva de la participación popular
("Esta es la plaza que llenamos de fiesta y alegría") y la dimensión épica de la lucha
política ("La plaza donde dejamos nuestros muertos y nuestros heridos"). Dentro de
esta dimensión épica se incorpora la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, como
una manera de salvar el obstáculo que significa esa relajación del vínculo entre el
peronismo y la plaza, ocurrida durante la dictadura:
"Esta es la plaza […] tumultuosa que vio cantar las tristezas de las madres
por sus hijos desaparecidos." (AC, PM)
94
"De nuevo un peronista les dirá..."
"Y debo confesarles en esta noche que se me pone la piel de gallina al sentir
que ustedes, el mismo pueblo, corea nuestro nombre diciendo que somos los
herederos de aquella gesta, de aquel líder, y de aquel pueblo del 17 de
octubre..." (CG, PM)
95
Según se lee en la cita, el receptor no es un sustituto -como lo es el
enunciador- sino que es el mismo de la celebración original. Esto permite reforzar
la corriente de creencia en que está basada la eficacia del ritual: el mismo pueblo
que reconocía al enuncíador legítimo, reconoce ahora a sus herederos. ·
A ello contribuye la anulación del tiempo histórico. El pasado y el
presente se unen en un tiempo mítico que funde el tiempo actual con el momento
más glorioso de la historia peronista, elidiendo de paso, el periodo más conflictivo
para el peronismo: los últimos quince años.
Sigal y Verón llaman la atención sobre una estrategia similar de la que se
vale Perón en el '45:
Lo que permite la identificación tanto del pueblo del '45 con el de 1810,
como el de 1986 con el del '45 es la continuidad del espacio: la plaza. Con ello se
traza un linaje del pueblo peronista, que queda vinculado con las acciones más
valoradas de la historia política argentina.
La anulación del tiempo se observa también en otras zonas del texto.
Cafiero, por ejemplo, convoca a sectores extrapartídarios para que se sumen al
movimiento peronista, representado por la gente allí reunida. Curiosamente, el
campo político que describe es el de 1945; menciona incluso fuerzas políticas que
ya no existen:
"Como en el '45 queremos que vengan los radicales como Quijano, como
John William Cooke, como Alejandro Leloir. Como en el '45 queremos que
vengan los socialistas como Angel Borlenghi y Atilio Bramuglia. Como en el
'45 queremos que vengan los nacionalistas como Paco Rosa y Fermín Chávez.
Como en el '45 queremos que vengan los forjistas como Arturo Jauretche y
Raúl Scalabrini Ortiz o Darío Alessandro. Como en el '45 queremos que
vengan los anarquistas como lsaìas Santín y Libertario Ferrari." (15)
15) Tal como nos señalara Ramiro E. Podetti, este párrafo recuerda el relato que hace
Perón de la conformación del movimiento peronista, que en sus memorias ubica antes
del golpe de 1943.
"llamé entonces a los radicales: se presentaron los miembros de la Junta Renovadora,
que eran la juventud del Partido. Los viejos carcamanes no se interesaron. Tomé tam-
bién contacto con los socialistas […].
El peronismo se fue formando, así, con los hombres de distintas extracciones. En la fase
preparatoria de la revolución, contamos con conservadores como Solano Lima o
Jerónimo Remorino, que había sido secretario de Julio Roca en Córdoba; otros,
socialistas-marxistas, como Bramuglia y Borlenghi; anarco-sindicalistas como Santìn."
(Citado por Fermín Chávez en Perón y el peronismo en la historia contemporánea,
Buenos Aires, Oriente, 1975, pág. 310)
96
En lo que puede considerarse el clímax del rito, Cafiero dramatiza el
momento culminante de las celebraciones peronistas: la pregunta del enunciador-
líder al pueblo y su respuesta, con el objetivo de construir una suerte de lealtad del
pueblo hacia los renovadores. El enunciador empieza a utilizar en ese momento del
discurso la primera persona del singular, abandonando e1 nosotros que
predominaba hasta allí (16).
El acto de habla de pedido realizado por Cafiero es equiparado con el acto
de habla de pregunta del ritual clásico mediante una construcción comparativa:
"Yo quiero pedirles esta noche un juramento. Quiero pedirles como les pedía
a ustedes Juan Domingo Perón cuando les preguntaba esos diecisiete de
octubre si el pueblo estaba satisfecho o no con su obra de gobierno, y el
pueblo le contestaba con aquellos si rotundos que brotaban desde lo más
intimo de sus corazones. Yo les quiero preguntar si me ayudan ustedes en
este juramento de alcanzar la victoria en la Provincia de Buenos Aires."
(AC, PM)
Cafiero ha cumplido con las reglas del ritual: la primera persona que
actúa en virtud de una delegación de autoridad, basada en su posición de heredero,
realiza un acto de habla legítimo mediante una nivelación con el acto de habla
originario. Estas condiciones del ritual solamente son suficientes en virtud del
reconocimiento traducido por la respuesta afirmativa de la multitud, junto con las
demás manifestaciones de apoyo, como gritos, aplausos, cantos, refuerzos
gestuales.
Hacia el final del discurso, Cafiero incita al público a cantar "como
cantaban el 17 de octubre: Yo te daré, patria hermosa, una cosa que empieza con pé:
Perón". El poder de evocación del canto, el predominio de la función poética,
refuerzan el efecto de anulación del tiempo histórico.
Cuando el contacto entre el orador y el público llega a su momento
culminante, Cafiero define el rito que acaba de celebrar:
16) Encontramos en este discurso una frecuencia mayor de nosotros exclusivo con refe-
rencia a ''los dirigentes" que en los restantes. Aumenta así la distancia entre el
enunciado, y el destinatario. Esta ocurrencia resulta coherente con las reglas del ritual
del 17 de octubre, que exigen un enunciador líder. Emilio del Ipola (1983) señala "un
vaivén permanente entre la inclusión y exclusión, la identificación y la toma de
distancia, típico de los discursos políticos de Perón", y en particular el del 17 de octubre
del ' 45.
97
Los renovadores son peronistas.
Este peronismo es renovador
17) Bourdieu define "creencia" como "las disposiciones socialmente modeladas para
conocer y reconocer las condiciones institucionales de un ritual válido." (1982: 132)
18) Los noticieros televisivos transmitieron fragmen.tos de la celebración.
98
Un año después, en Córdoba
El ritual postergado
"Hace cuarenta y dos años, miles y miles de argentinos como ustedes y como
yo fueron a la Plaza de Mayo." (JMS, C)
99
Ninguno de los cinco oradores se define como heredero de Perón, con lo
cual tampoco reclama el lugar de enunciador legítimo. O bien este espacio sigue
siendo patrimonio de Perón, que enuncia sus verdades por boca de sus discípulos, o
bien es cedido a Cafiero, que ha sido presentado como el futuro presidente del PJ
(en palabras de Grosso, "el plato fuerte de la noche").
En los cinco discursos predomina un nosotros inclusive con referencia
"los peronistas" (aunque en Manzano es importante también la referencia "los
argentinos"). Además es frecuente que la segunda persona (ustedes) aparezca acom-
pañada por el nosotros o el yo, ubicándose el locutor en el mismo nivel que el
alocutario, como un peronista más. De la Sota lo enuncia explícitamente:
"Como el más humilde de los peronistas que soy y que me siento, quiero
darles en nombre de ustedes, pueblo de Córdoba, un abrazo fraterno a todos
los compañeros que esta noche están en esta fiesta con nosotros." (JMS, C).
El receptor no es, esta vez, el mismo pueblo del '45, salvo para José María
Vernet ("Ese pueblo que hoy es este pueblo..."). Aunque se compara a ambas movi-
lizaciones, se las diferencia netamente una de otra. De la Sota recurre para ello a la
metáfora del espejo: "los cordobeses y lo argentinos de hoy, los peronistas" debe-
mos mirarnos en "aquel espejo histórico". Por más que el reflejo devuelva una ima-
gen análoga, no deja de ser una superficie diferente y enfrentada a su objeto. (Este
espejo contrasta, por otra parte, con los "espejos externos" en los que se miran
algunos argentinos, y que aparecen más adelante en el discurso.)
La identificación entre peronistas y argentinos, que se percibía en los
textos de 1986, no es tan evidente en este caso. (Sí lo es en Cafiero, seguramente
porque es él quien se hace cargo del aspecto ritual (19).) Se encuentra más bien una
fluctuación constante entre identificación y diferenciación, como en la mayoría de
los discursos renovadores.
19) En uno de los momentos de mayor entusiasmo del discurso (cuando habla con
Perón) dice Cafiero:
"El rostro de los peronistas, que es como decir el rostro de la Argentina, la Argentina
popular, hoy está otra vez con este talante de romería..." (AC, C)
100
Cafiero: "Todavía conservo en mis oídos..."
3) Peronismo plaza
4) Dictadura catacumbas
101
"Entonces, como una suerte de milagro político, se comenzó a entablar ese
diálogo organizado entre el pueblo de la plaza y Perón en el balcón." (AC, C)
"Este clamor de la plaza hizo que después del 30 de octubre, cuando tuvimos
que ponernos cara a cara con la derrota, el clamor del 17 nos hizo poner de
pie y decirnos unos a otros: 'Compañeros, a nosotros no nos ha ganado na-
die.'" (AC, C)
"Yo les digo a ustedes, compañeras y compañeros, que él puede ... puede oír
otra vez la voz de su pueblo, que puede... aquí como nos dijo antes de irse,
que lleva en sus oídos esa música maravillosa que es la palabra del pueblo
argentino. Acá lo tiene, mi general. Acá lo tiene." (AC, C)
Milagros y batallas
102
La unidad en el relato es reforzada por el uso de un registro homogéneo utilizado
para narrar los hechos del '45 y la trayectoria de la Renovación. La isotopía em-
pleada se corresponde, en algunos de sus rasgos, con la del género épico.
El más relevante de los rasgos épicos -ya que define la especificidad del
género- es el cruce de lo bélico con lo místico. El hecho de que la historia de la
Renovación sea narrada en esos términos jerarquiza a los actores, y coloca su
trayectoria por encima de las peripecias coyunturales. De este modo logran un
efecto de alejamiento a pesar de lo reciente de los hechos; correlativamente, se
acercan a los hechos que el ritual evoca.
La predilección por el tono épico -fenómeno tradicional en el discurso
peronista ya desde Perón, quien recurría frecuentemente al imaginario militar-
aparece explicitada en más de una ocasión; por ejemplo, de la Sota arenga a los
asistentes pidiéndoles que "no dejen que les cambien la epopeya por una novela".
En este planteo se pueden leer ciertas connotaciones fundamentalistas, en tanto
supone que la sustitución de un destino heroico por un destino humano conlleva una
suerte de degradación. Esta concepción puede actuar como fundamento de ciertas
isotopías estilísticas presentes en el discurso de Antonio Cafiero.
Ya nos hemos referido a la recurrencia de unidades léxicas provenientes
del registro religioso. En este discurso, el diálogo entre Perón y el pueblo en la
plaza aparece caracterizado como "milagro político"; la significación política del 17
de octubre es una "antorcha". El espacio en el que se refugian los peronistas durante
la dictadura se denomina "catacumbas"; y los obstáculos políticos que el adversario
(a la manera del Demonio) pone en el camino pero que logran ser superados, ''tenta-
ciones". Finalmente, la marcha peronista es un "himno", y las consignas, un
"catecismo" que hay que 'Volver a recitar".
Al mismo tiempo, la trayectoria heroica de la Renovación es narrada
recurriendo a una isotopía bélica. La Renovación comienza con un "peronismo que
se obtenía como botín de guerra" y se consagra el 6 de septiembre con una "página
triunfal". De todas las apelaciones posibles para invocar a Juan Domingo Perón, la
elegida es "mi general". Las estructuras partidarias desafiadas por la Renovación
son caracterizadas como "bunkers" y "fortalezas". La escena política aparece
descripta como un "campo de batalla", en la que el adversario es reemplazado por el
"enemigo".
Cuando ambos registros se cruzan, el resultado es francamente
desconcertante:
103
Por otra parte, no es desdeñable la importancia que tiene para la
consolidación del liderazgo de Cafiero el hecho de ser el encargado de realizar esta
especie de construcción de la memoria grupal. De este modo, la legitimación opera
por una vía doble: la historia legitima a quien la enuncia, en tanto conductor de una
trayectoria victoriosa, pero además, es él quien posee la voz autorizada para decir
cuál es la "verdadera historia" y cómo y por quiénes debe ser oída.
El relativo borrado de los mecanismos rituales característico del acto del
'87 debe relacionarse, sin duda, con la fuerte cuota de legitimidad que la
Renovación se ha adjudicado en el último año. Hoy los renovadores, al parecer, no
necesitan demostrar que siguen siendo peronistas.
104
E n 1987 se produjo un hecho que los políticos
-empezando por el Presidente de la Nación- no dudaron en calificar de "histórico":
la primera renovación de los gobernadores provinciales, tras décadas de
interrupciones de la estabilidad institucional. La expectativa dominante se centró en
la elección del gobernador de la provincia de Buenos Aires, ya que se percibía que
el resultado electoral funcionaría como balanza de la relación de fuerzas entre la
UCR y el PJ, y determinaría expectativas para lo que fuera a suceder en las
elecciones presidenciales de 1989. Es por esta razón que la campaña tuvo como eje
la competencia entre Antonio Cafiero y Juan Manuel Casella por la gobernación de
la provincia de Buenos Aíres.
Ahora bien, la campaña de 1987 se caracterizó por dos rasgos que le
dieron forma. En primer lugar, los hechos desencadenados por la rebelión militar de
Semana Santa impidieron su normal desarrollo, interrumpiendo durante por lo
menos tres meses el proceso preelectoral iniciado en forma bastante tradicional en
febrero, con los actos de Cafiero y Casella en Mar del Plata, y signaron la segunda
etapa de la campaña, condicionando fuertemente el discurso de los candidatos: en
tanto oficialismo, la UCR no podía eludir la responsabilidad que le cabía por lo
actuado; en tanto oposición, el PJ había ganado el rédito de demostrar en los hechos
su apoyo al sistema democrático.
En segundo lugar, el fenómeno de mediatización que sufren las socie-
dades modernas (Verón 1987 a) hace que las estrategias discursivas, cada vez más
complejas, se vean condicionadas por los modus operandi de los medios masivos.
Esta campaña estuvo fuertemente marcada por la renovación de la que el
radicalismo se hizo cargo en 1983: el asesoramiento de especialistas en publicidad y
el recurso a mecanismos de la publicidad comercial; el uso original de la televisión
(como por ejemplo la introducción de metáforas visuales); la búsqueda de un
destinatario superinclusivo; la aceptación de la muerte de los líderes históricos,
fueron prácticas del alfonsinismo muy tenidas en cuenta por el peronismo reno-
vador en 1987.
Si agregamos a esto el pequeño margen de diferencia que las encuestas y
la opinión pública adjudicaban a los partidos mayoritarios y el elevado número de
indecisos, se explica por qué cada grupo explotó al máximo todos los mecanismos
de campaña, con el objetivo de no dejar ninguna ventaja al adversario.
Según Jürgen Habermas (1962), tanto los abstencionistas como los votos
fluctuantes corresponden por lo general a los sectores menos informados y más
despolitizados. Al constituirse éstos en blanco preferencial de los "managers" elec-
torales, la propaganda política tiende a la despolitización, en tanto se adapta a la ac-
titud no política del receptor. Se trata de generar un "clima de opinión" a través de
llamamientos que funcionan como "símbolos de identificación", desvinculados de
aspectos programáticos o "argumentos objetivos".
106
Sin embargo, la falta de explicitación de contenidos ideológicos revelada
por las respectivas campañas de los dos partidos mayoritarios parece ser un rasgo
que les viene de su carácter de "catch-all parties" (de lpola 1987 b). Tanto la
gramática ideológica del peronismo como la del radicalismo son mucho más
flexibles que las de los partidos de derecha (UCeDé) e izquierda (MAS, PC), y su
destinatario mucho más amplio.
En la segunda etapa de la campaña (julio - agosto de 1987), los actos de
tipo tradicional tuvieron trascendencia y publicidad escasas (1). La polémica cir-
culó, sobre todo, por los medios masivos: programas políticos de radio y televisión,
debates, abundante propaganda gráfica y televisiva, más algunos recursos
originales, como la caravana de Cafiero en la provincia, imitada por Carlos Ruckauf
en la Capital.
3) Esto no quiere decir que el radicalismo no apele al futuro; por el contrario, más de
una consigna lo contiene ("Con el futuro a favor"; "Por pasado y por futuro"; "Para que
gane el futuro", "Sí, sí, Casella es futuro", "Lo mejor que nos pudo haber pasado: tener
futuro", etc.). Sin embargo, ese futuro va necesariamente enlazado al presente, como su
continuación.
108
De esta manera, un mismo objetivo encontraba dos caminos contradic-
torios para su obtención. Las encuestas muestran, sin embargo, un alto porcentaje
de gente que votó al radicalismo por considerarlo garante de la consolidación
democrática, mientras el voto peronista era justificado con otros argumentos (4).
Hay momentos en que el peronismo presenta a la democracia como un
sistema ya consolidado, o al menos asegurado, basándose en la afirmación de que
como la oposición es democrática no hay peligro de desestabilización. Un aviso del
Frente Justicialista Renovador propone: "Dele justicia social a la democracia"; otro,
firmado por Cafiero, reclama "trabajo y producción en democracia". En ambos
casos, la democracia aparece como lo ya dado (5).
Un tercer eje importante de la campaña peronista se centró en la
posibilidad, dentro del marco de la oposición poder-impotencia que hemos
analizado. Tanto Ruckauf como Cafiero insistían en que sus propuestas podían ser
cumplidas, construyendo así un nuevo verosímil: el candidato que promete poco
(según sus propias palabras), pero realizable (nuevamente aquí sobrevuela el "Me
jor que prometer es realizar") (6).
Finalmente, el justicialismo se apoyó en una reivindación que las encues-
tas señalaban como importante en la población: la defensa de los intereses provin-
ciales. La oposición "delegado" versus "gobernador" simplemente reforzaba una
creencia ya instalada en el electorado: la de que el PJ era el partido más adecuado
para defender el federalismo, en tanto gozaría de mayor independencia frente al
Poder Ejecutivo.
109
Ciertos rasgos aparecen en la construcción de la imagen pública de todos los
candidatos; absolutamente todos se presentan como padres de familia, personas
honestas, sencillas, con buenos amigos. Ello puede responder a un desideratum que
funciona en el imaginario social acerca de las características que debe tener el buen
político, y que en alguna medida es revelado por las encuestas (7). Sobre esta base,
se resaltan o completan los rasgos en cada caso particular.
110
Aunque la imagen pública de Cafiero (dentro de la estrategia global del
peronismo renovador) aparece cuidadosamente separada de los aspectos rechazados
del pasado peronista, Cafiero recupera también elementos del peronismo
tradicional: fundamentalmente la enunciación desde un lugar de conducción (a dife
rencia de Casella) y la legitimación en el sentido común o en el "saber de la calle".
En un corto publicitario, Cafiero habla desde un escenario semejante al
que utiliza el Presidente para emitir sus mensajes, respaldado por el escudo
provincial (similar al nacional y también al justicialista) y la bandera nacional. El
marco escénico contribuye a construir un enunciador-conductor. Esto le es
permitido por encontrarse "vacante" el lugar del líder, lo que contrasta con la
situación de Casella, dado que el lugar de liderazgo en la UCR lo ocupa el
Presidente Alfonsín.
"Y así como pude generar en el peronismo derrotado […] este sentimiento y
actitud nueva, como he recompuesto el panorama interno y he amputado fa-
cetas muy negativas en su composición, de la misma manera esto que llama-
mos renovación lo voy a poder trasladar al ámbito de la provincia primero y
al país después."(First, abril de 1987, p. 79, subrayado nuestro)
"Yo a su vez, les he abierto camino a ustedes [jóvenes de la revista Línea)
[...]. Las juventudes accederán a la conducción del partido porque Antonio
Cafiero les abrió las puertas para ello." (Línea, año VIII, N2 85, marzo de
1987, p. 26, subrayado nuestro)
111
Si revisamos la tradición peronista podemos ver aquí ciertas
características de la imagen de Perón que siempre reivindicó tanto su relación de
igualdad como la diferencia, en términos de superioridad (8). Perón, además,
siempre se presentó como poseedor de un saber basado en el sentido común, y hasta
en la "viveza criolla".
Hasta aquí hemos analizado el movimiento que se vincula con la tradición
partidaria del peronismo. A continuación describiremos las operaciones que tratan
de poner distancia con (renovar) la imagen característica del militante peronista,
construyendo otra de político moderno y democrático.
Cafiero dice en un corto publicitario: "Yo le ofrezco mi experiencia que
no heredé ni necesito pedir prestada". De esta manera, por un lado se ubica fuera del
lugar de heredero de Perón (diferenciándose así de los ortodoxos) (9) pero por otro,
señala su independencia respecto de cualquier otro dirigente partidario, aludiendo
veladamente a Casella y su relación con Alfonsín. Es decir, construye un lugar
político propio y autónomo. Sin embargo, al hablar de "experiencia política", evita
referirse explícitamente a su participación en los gobiernos de Perón y con mayor
razón, en el de Isabel Martínez. Las imágenes que acompañan la enunciación de
estas palabras lo muestran, primero, en el balcón junto al Presidente en Semana
Santa y luego, hablando en un debate en la Cámara. La ''experiencia" de Cafiero no
es su experiencia peronista, sino su experiencia peronista renovadora.
En otro corto publicitario se presenta al candidato rodeado por su equipo
de campaña, cuyos integrantes presentan una imagen alejada del estereotipo del
militante peronista. La escena se desarrolla en un ambiente de trabajo caracterizado
por prácticas modernas, como la presencia de asesores técnicos, enmarcada por un
ventanal que deja ver edificios de Buenos Aires. Sin embargo, recordemos que al
mismo tiempo los dirigentes peronistas se referían despectivamente a los
"tecnócratas", "sociólogos" y "encuestadores a sueldo".
Uno de los blancos de ataque de la campaña radical fue precisamente intentar
construir otra imagen de los candidatos peronistas apelando a su "otra historia" (10).
Los peronistas respondían acusando a los radicales de hablar "del pasado".
112
Los destinatarios
En cuanto a los enunciadores peronistas, hemos visto que sin las ataduras
institucionales que condicionan el discurso de la UCR, y dueños de un espacio
político que se quiere "nuevo", tienen el campo libre para producir un discurso que
se ubica en el plano de lo volitivo. La garantía que funda la complicidad, en este
caso, es el conocimiento y la asunción por parte del enunciador de los deseos del
destinatario.
113
Por otra parte, se sectorizaron las propuestas para tratar de reunir mayor
cantidad de votos en aquellas franjas de la población en las que la UCR había
demostrado tener mayor inserción (mujeres, jubilados, jóvenes). En el folleto
"Orientaciones..." (1986), la preocupación por llegar a esos sectores sociales se
destaca una y otra vez; para ello se recomiendan distintos tipos de estrategias
(frentismo, inclusión de jóvenes y mujeres en las listas, evitar criticar las cajas
PAN, no incurrir en sobreabundancia de citas de Evita y Perón).
En el inciso dedicado a los temas importantes para el electorado se lee:
"La 'cuestión social', relegada en 1983 a segundo lugar, hoy debido a la crisis eco-
nómica ocupa el primer plano. Para incorporar electorado es importante ocuparse de
la temática de los 'derechos humanos' en primer término; de 'minoridad y familia' y
situación de jubilados y pensionados para incorporar electorado radical y de
'libertades públicas' conjuntamente a tener un proyecto de desarrollo para captar
votantes intransigentes. Para incorporar sectores marginales, antes peronistas, la
cuestión social (desocupación, salarios, vivienda) aparece como esencial" (Página
22. Subrayado en el original).
El PJ sectorizó de modo más explícito que la UCR sus propuestas e
interpeló más directamente al destinatario. A modo de ejemplo, los volantes que
circularon en la Capital Federal referidos a la mujer, la juventud y los jubilados eran
encabezados siempre con la misma pregunta:"¿Usted está mejor?", seguida por un
diagnóstico negativo referido a cada una de las áreas, cerrándose con la
convocatoria: "Por eso le decimos: es hora de cambiar."
La campaña de 1987 plasmó discursivamente el creciente liderazgo de
Cafiero dentro de la Renovación, que la victoria electoral terminó de consolidar.
Aunque otros caudillos provinciales, tales como Carlos Menem y Vicente Saadi,
obtuvieron altos porcentajes en su provincia, la imagen renovadora de Cafiero
contribuyó en gran medida al triunfo peronista en la mayor parte del país. Después
del 6 de septiembre de 1987, la figura de Cafiero se impuso como candidato
"natural" de la Renovación para las elecciones presidenciales de 1989. Los medios
tradujeron esta situación otorgando a Cafiero un espacio equivalente al del
Presidente Alfonsín, obviando el obstáculo de la interna, que todavía faltaba
enfrentar.
114
Conclusiones y perspectivas
117
La campaña de Cafiero, iniciada en 1987, no ha terminado. Por el
contrario, se encadena ahora con la campaña para las elecciones internas de 1988, y
(en caso de ganar) continuará luego con la campaña presidencial de 1989, a la
inversa de lo ocurrido en años anteriores, cuando el discurso para el frente interno
se diferenciaba claramente del producido a nivel nacional. Tal continuidad es
rastreable en la superficie discursiva ya desde las consignas utilizadas: al "Cafiero
ya" del '87 le sucede hoy el "Cafiero - de la Sota ya". La consigna "Renovemos la
Argentina" anticipa una eventual campaña nacional. Se agrega el apoyo que
proviene de la propaganda de la gobernación, abundante y regular, tendiente a
probar que el peronismo "sí puede" (5).
Un año antes de las elecciones presidenciales, el primer quiebre en el
dispositivo enunciativo, el lugar de enunciación, parece haber sido restaurado, o al
menos se ha encontrado una meta-regla que permite reponer el elemento faltante.
En cuanto al segundo, la Renovación ha permitido recuperar en medida importante
el reconocimiento popular. Si éste es suficiente para llegar al gobierno, lo dirán los
resultados electorales.
119
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Se terminó de imprimir
el 28 de Octubre de 1988
en MICROMATICA S.R.L.