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La geografía a través de Darío.

Ponencia sobre Rubén Darío ante directores.


18 de enero de 2019, conmemoración del 152 aniversario de su nacimiento.

“Madre que dar pudiste de tu vientre pequeño,


Tantas rubias bellezas y tropical tesoro,
Tanto lago de azures, tanta rosa de oro,
Tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño”,

Ustedes como directores y nosotros como docentes, poseemos una responsabilidad extraordinaria en el estudio
de la cultura, es incluso de forma general, un fin común que debemos conseguir. La desocupación para esto, fue
preocupación para Rubén Darío y es razón para que nosotros tengamos un acercamiento este día. Por ello, he
decidido conversar con ustedes sobre “la geografía a través de Darío”; aunque hay una variedad de temas sobre
los que se pueda discurrir, considero esta faceta de gran importancia.
La palabra geografía proviene del latín geographía, y esta a su vez de un término griego compuesto. La ciencia
se refiere a la descripción de la tierra, concretamente al territorio o paisaje. Se encarga de analizar la relación
hombre-ciencia y este es el aspecto que pretendo resaltar en esa ocasión.
Resulta que valoramos lo que hemos perdido cuando nos hace falta. Como el espacio vivido, el que se recorre
diariamente o aquel que ha formado importantes emociones en nosotros. Ese espacio se convierte sin demasiado
esfuerzo en un laboratorio de aprendizaje, de creatividad y de empatía, para observarlo, comprenderlo, disfrutarlo
y amarlo.
Según Márcel Proust, “el verdadero viaje de descubrimiento, no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar
con nuevos ojos”. Realmente no resulta sencillo descubrir donde hemos visto siempre, una novedad y, en ese
paisaje visto tantas veces por diferentes personas, finalmente viene Darío y descubre con especial intensidad,
elementos que recrear y demostrar.
Hay muchos factores de la realidad cuya inmersión automática genera confusión y distanciamiento, como
consecuencia una persona asume una actitud manifiesta como una patología que afecta nuestra conducta, ello
determina la topofilia o topofobia. Así hay quienes dentro y fuera de su patria la amen y otros que aún en ella, la
detesten. Para desarrollar estas actitudes, se necesita del estímulo y es admirable que Darío halla desarrollado en
todo momento, una filiación de amor a su país, por su progreso y por la paz a pesar de los diferentes disgustos
que se llevó con los políticos nicaragüenses de su tiempo.
En Darío encontramos un paisaje vital a pesar de la distancia que fue tomando en la medida que se lo demandó
su labor. De esta forma hay en él, un paisaje europeo, uno americano, y por lo tanto, hay en Darío, un paisaje
nicaragüense.
A él le impresiona el paisaje tropical, mantiene una filiación hacia los trópicos y así lo hará toda su vida. Así lo
vive, lo posee, lo encarna y vuelve a ella en las diferentes formas artísticas que cultiva. Hay una valoración por
su gente, un aprecio por salir al frente y nunca una afrenta de su pueblo como hacen muchos cuando abandonan
sus tierras.
La relación hombre-tierra, la geografía en Darío se refleja en cuentos como Palomas blancas y garzas morenas,
en este escribe sobre el calor de la tierra, la inmensidad del lago de Nicaragua lleno de islas floridas y pájaros de
colores, los ramajes, los trigales, el cielo y las palomas, ave cuyo simbolismo ha sido harto discutido y probado.
Para Darío este es un sitio que desata el arte amatorio. Exalta el paisaje leonés sembrado de españoles de quienes
concluye algunos hechos de forma cómica como Las albóndigas del coronel a La larva.
Darío amaba nuestro trópico, nuestro paisaje nacional. En más de una de sus prosas relata cómo eran las noches
leonesas, sus calles y las costumbres de su gente. Como se ve, estos son aspectos propios del estudio de la
geografía. En la literatura lo llamamos cronotopos.
Se impresiona por los hermosos atardeceres, esas fabulosas puestas de sol de oro cuando zumban los insectos y
las garzas. No son pocos los relatos en los que ya sea un crepúsculo rosicler o de oro, llenan valiosas páginas de
alta prosa.
Hay otras secciones como “En Chile” de Azul…, sus dos secciones, Álbum porteño y Álbum santiagués, en las
que pinta con palabras, la belleza anímica para la posteridad, exalta el vasto paisaje chileno. En esta prosa, está
la mejor expresión cronotópica Dariana. Es para nuestros días, una fotografía y un recuerdo permanente de aquella
tierra, su país azul, donde cumple los sueños, la risa, la alegría, la paz. Estas son emociones similares a las que
nos llenan cuando hemos viajado y volvemos a nuestra tierra o cuando nos vamos a conseguir nuestras metas.
Se impresiona también por las antigüedades, como lo relata en el paisaje europeo que describe en “A orillas del
Rhin” o “La Matuschka”.
Para Darío son también importantes las montañas en donde yacen guardados tesoros. Las montañas son fuente de
inspiración, también el mar, las islas. Esta es una faceta importante en la geografía de la obra de Darío. En sus
novelas La isla de oro y El oro de Mallorca, describe a plenitud la costa española, en El viaje a Nicaragua e
Intermezzo tropical, describe las Islas del Cardón ubicadas frente a Corinto y describe el paisaje que se descubre
en su viaje en el tren.
Para Darío el paisaje nicaragüense es lujurioso y tupido, un lugar donde sonríen las mujeres de amor y gracia. La
costa de Nicaragua se asoma con la cordillera volcánica, el Cosigüina, El Viejo, así se conocía en ese tiempo el
San Cristóbal, y El Momotombo. Chinandega destaca por sus naranjas, León por su episcopado, Masaya por sus
flores y su arte. Nuestra tierra es una esencia que no se puede olvidar. El mismo Darío relata de un nicaragüense
matagalpino que vivía en Bélgica en donde murió, pero, antes lo llamó para confiarle sus últimos pensamientos.
Nos describe el relieve de Managua, las sierras a lo lejos, el viaje a caballo para llegar a ellas o en carruaje para
las más cercanas, el café, las casas de teja y paja el cacao y el sol.
Desde las sierras de Managua, Darío describe las fincas y el lago de Managua a lo lejos, al fondo la Laguna de
Nejapa, los volcanes y los crepúsculos calcados en los cielos puros como una acuarela.
En esta misma línea de pensamiento Darío nos cuenta la apariencia física de los nicaragüenses. Los saldados se
parecen a los japoneses y esto le sirve como una prueba del origen mongol de los pobladores de América, aunque
haya también aztecas, mayas o europeos.
No deja Darío de escribir sobre su territorio, valora y conoce la historia y la va reflejando en su poesía, en versos
como:
“A través de las páginas fatales de la historia,
Nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria”,
Y exalta el poder y belleza de los volcanes, en Momotombo nos dice:
“De pronto entre las copas de los árboles, vi
Un cono gigantesco, calvo y desnudo y
Lleno de antiguo orgullo triunfal”.
Coloso negro es para Darío, alto y poderoso. El paisaje es un elemento de constante nostalgia en Darío, ya fuese
porque cambia con el tiempo o porque lo extrañó con sus ausencias, así escribe en “Allá lejos”,
“Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.

Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada


que llamaba a la ordeña de la vaca lechera,
cuando era mi existencia toda blanca y rosada,
y tú, paloma arrulladora y montañera,
significas en mi primavera pasada
todo lo que hay en la divina Primavera”.

Igual ocurre en “Del trópico”, en donde el paisaje es para el poeta, todo alegría y sabor campestre.
De este modo, indico que el paisaje, la relación hombre-tierra, es un eje presente en la obra de Darío y que le
permitió la unión permanente con su tierra, con su patria y constituye un ejemplo para nosotros, mentes que dentro
de cien años más, podamos pensar diferente.
Una herencia final la dice así; Yo te ofrezco el acero en que forjé mi empeño, la caja de armonía que guarda mi
tesoro, la peaña de diamantes del ídolo que adoro y te ofrezco mi esfuerzo, y ni nombre y mi sueño”
Nicaragua es el paraíso, montañas, ríos, valles, lagos, lagunas y mares y en esta Nicaragua, “El nicaragüense es
emprendedor, y no falta en él deseo de los viajes y cierto anhelo de aventura y de voluntario esfuerzo fuera de los
límites de la patria”, lo que no resta amor, esfuerzo, trabajo y paz.
Muchas gracias.

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