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Introducción

Todo hombre es un ser único. Se personalidad no es nunca totalmente comparable


con la de otro individuo.
El hombre ha deseado siempre juzgar a su semejante, definirlo, categorizarlo a fin
de prever su comportamiento y, de este modo, obrar más eficazmente sobre él. Ha
tratado igualmente de definirse a si mismo, son rasgos de su carácter y sus
reacciones, a fin de conocerse mejor.
En cada uno de nosotros se manifiestan ciertas conductas relativamente estables,
cuyo conjunto forma nuestro carácter personal.
Los filósofos y los médicos de la antigua Grecia, fueron los primeros que para
comprender el hombre, sintieron, la necesidad de clasificar a los individuos en
función de su temperamento.
La teoría de los cuatro humores o humorismo, fue una teoría acerca del cuerpo
humano, adoptada por filósofos y físicos de las antiguas civilizaciones griegas y
romanas.
Esencialmente, esta teoría expresa que el cuerpo humano se compone de cuatro
sustancias básicas, conocidos como humores, aunque se refiere a líquidos y que
se debe mantener un perfecto equilibrio entres estos para evitar todo tipo de
enfermedades, tanto de cuerpo como de espíritu.
Los humores fueron identificados como bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre.
Había una estrecha relación entre los humores y los cuatro elementos: el fuego, el
aire, el agua y la tierra. Además a esta se le atribuían otras tantas cualidades:
caliente, frío, húmedo y seco.
Según estas teorías, vigente aún en muchos países, especialmente en zonas
rurales de la India, podemos clasificar a los seres humanos por su temperamento
de esta forma:
1- El hombre flemático. Es reflexivo, tranquilo, muy justo e incorruptible, poco
comprometido, simpático. Adoran la buena vida y les gusta poco el trabajo.
2- El melancólico es inquieto, muy reflexivo, inestable y ansioso.
3- El sanguíneo es alegre, enérgico, vigoroso, con potencia.
4- El colérico es perseverante, rápido en sus decisiones, que aspira a lo grande,
activo y extrovertido.

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