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RESUMEN
INTRODUCCIÓN
Como bien sabemos las motivaciones son esenciales para la explicación de la conducta
humana, en cuanto que estas tienen un sentido. Así podemos entender que la conducta
suicida tiene una intención, una motivación, y en último término, cubre al menos una
necesidad.
En el extremo de esta fantasía autolítica está el paso al acto de la misma; sin embargo
es necesario que partamos del reconocimiento de la fantasía suicida en todo ser humano.
Se plantea así la terna: deseo-fantasía-acto, que supone un modelo de acercamiento a la
comprensión de cualquier conducta. Donde el monto de patología viene dado por una
diferencia cuantitativa y no cualitativa. Es más entendemos como una negación el no
reconocimiento en algún momento de la vida la aparición de fantasías autolíticas.
ANSIEDADES PARANOIDES
En este punto tienen mucho que ver las palabras que Herranz (1999) expresa cuando
dice que en todo intento suicida hay en el plano relacional, una petición desesperada de
protección. Ahora podemos preguntarnos: ¿qué protección? Y la respuesta es: una
protección frente a esta situación de vivirse perseguido, donde un tercero tiene que venir
en auxilio, en protección del perseguido.
Garma (1973) nos dice: “En cambio, consideraría mas importante otra motivación del
suicidio que por entonces no mencioné explícita, aunque sí claramente, al describir la
deformación masoquista de la personalidad del suicida. Consiste en la internalización de
agresiones del exterior, las cuales en el nivel psíquico se incrementan intensamente por
la actuación sádica del superyo y logran que el yo se vuelva más masoquista.”
Entiendo esta dinámica como un péndulo que oscila entre la necesidad de revelarse
frente a un superyo persecutorio y la necesidad de someterse como forma de apaciguar
las angustias de abandono.
Quiero dejar claro aquí nuevamente la relación que existe entre la psicogénesis de
cualquier patología y la ontogénesis.
En este sentido cualquier acontecimiento vital que reactive las fantasías persecutorias,
unidas al sentimiento de incapacidad de hacer frente a la agresión que estas plantean
pueden tener como resultado el origen de las fantasías suicidas.
Para ello tenemos que abordar la psicogénesis de esta actitud frente a la agresividad.
Desde mi punto de vista la renuncia a dirigir la agresividad hacia el objeto externo hacia
el que deseamos dirigirla tiene que ver con una dificultad. Hay que explicar en este
sentido qué es lo que impide sacar la agresividad al exterior de forma activa, en vez de
sacarla en forma pasiva desde un lugar confusional donde para dañar al otro tengo que
dañarme a mi mismo. Hay que tener en cuenta que por patológica que sea una conducta
esta es la mejor que el sujeto ha podido o le han dejado dar para sobrevivir.
EL SUICIDIO COMO SOLUCIÓN
Podríamos decir que la compulsión suicida está originada por un verdadero delirio
suicida.
Pongo énfasis en el abordaje de la fantasía suicida porque considero que en ella están
las claves para comprender el significado que se le da a la muerte y al intento de
suicidio. Esto porque la muerte no es un fin en sí mismo. No concibo la idea de que
busquemos la muerte por sí misma, en cuanto que ésta es desconocida. Si hay una
experiencia que no podemos tener ésta es la experiencia de la muerte. Por lo tanto todo
lo que esperemos encontrar en ella o a través de ella tiene que ver con las fantasías que a
la muerte ligamos. En este sentido toda necesidad expresada a través de un deseo
autoítico es atribuible a lo que entendemos como delirio.
Una de las fantasía temidas que me ha parecido muy interesante de algunos casos de
pacientes con ideación suicida tiene que ver con el temor a fracasar en el intento de
suicidio.
“La verdad es que no tengo miedo a morir, sino a que me tire y no ocurra lo que tiene
que ocurrir, entonces me tendría que enfrentar de nuevo a todos, y sería peor.”
Vemos aquí una constante vital que es el enfrentarse de nuevo a todos. A veces creo que
fácilmente se pueden ver cosas que están explícitamente dichas. Por ejemplo en este
caso veríamos la vivencia de enfrentamiento continuo y la muerte como escape: tendría
que Enfrentar , De nuevo, A todos. En este momento creo que el terapeuta puede
intervenir con la intención al menos de modificar ese mensaje de “A todos” al menos
por “a todos Menos Uno”. Hilando con lo dicho anteriormente, el terapeuta se propone
como figura de apoyo y protección.
Esta fantasía temida puede tener también otro enfoque, en cuyo base está el terror a no
poderse librar nunca de lo persecutorio. Nos dice Abadi (1973): ‘es precisamente la
duda, el miedo a seguir viviendo interminablemente las amenazas de otra vida
persecutoria después de la muerte por suicidio. El miedo de que morir sea iniciar el
camino de una pesadilla: la de no poder morir nunca.’
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS