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Titulo: Semántica de la conducta suicida

Caín Girol Vizcay y Teodoro Herranz Castillo.


Escuela de Psicoterapia y Psicodrama
C/ Rey Francisco 29 Bajo Dcha. 28008 Madrid.
91 559 11 11. info@psicodrama.es

RESUMEN

El objetivo de esta comunicación es hacer una primera aproximación a la semántica de


la conducta suicida y a la vez proponer, un conjunto de aportaciones relacionadas con el
abordaje psicoterapéutico en estas situaciones vitales de riesgo para la vida de los
pacientes.
La tesis fundamental que voy a mantener en este recorrido consiste en entender que los
motivos para darse muerte a sí mismo están siempre en la vida.
Ante la fantasía de consumación de una actuación autolítica tendremos que ver cómo es
que la vida se ha hecho un lugar ocasionalmente menos querido que la muerte.
Como punto de partida entiendo que la psicoterapia es un tratamiento para la vida, por
lo que el psicoterapeuta tiene como objeto acompañar en el camino hacia una vida en la
salud a nuestros pacientes.

Palabras clave: Suicidio, actuación suicida, fantasía suicida.

INTRODUCCIÓN

La conducta suicida en cuanto que conducta no es accidental. Asumo que todo


comportamiento es reflejo de la historia de esa persona, incluyendo, de forma
fundamental, lo que ha ocurrido entre él y las personas más importantes de su vida. En
cuanto asumimos que no es una conducta accidental nos queda la posibilidad de aceptar
el trabajo de explicarla.

El modelo comprensivo que de la investigación y experiencia clínica se deriva nos hace


entender toda conducta como el resultante último de un conjunto de motivos y
motivaciones. La conducta suicida es pues un emergente multiderminado, resultante en
último término de la relación que en el momento del paso al acto se establece entre la
personalidad del individuo y la vivencia de la situación vital que atraviesa.

Como bien sabemos las motivaciones son esenciales para la explicación de la conducta
humana, en cuanto que estas tienen un sentido. Así podemos entender que la conducta
suicida tiene una intención, una motivación, y en último término, cubre al menos una
necesidad.

En el extremo de esta fantasía autolítica está el paso al acto de la misma; sin embargo
es necesario que partamos del reconocimiento de la fantasía suicida en todo ser humano.
Se plantea así la terna: deseo-fantasía-acto, que supone un modelo de acercamiento a la
comprensión de cualquier conducta. Donde el monto de patología viene dado por una
diferencia cuantitativa y no cualitativa. Es más entendemos como una negación el no
reconocimiento en algún momento de la vida la aparición de fantasías autolíticas.

En este sentido reconocemos la universalidad del fenómeno suicida. Un fenómeno


omnipresente en todas las culturas y descrito en la literatura desde que tenemos
memoria escrita.

ANSIEDADES PARANOIDES

Una de la claves fundamentales que encontramos en la dinámica suicida es la vivencia


de ansiedades paranoides y vivencias persecutorias, como núcleo causal directamente
relacionado con la psicogénesis de la violencia dirigida contra uno mismo.

‘todo paciente con tendencias suicidas es un individuo atemorizado, presa de pánico y


poseído por un verdadero delirio de persecución, las más de las veces inconsciente.’
Abadi (1973)

En este punto tienen mucho que ver las palabras que Herranz (1999) expresa cuando
dice que en todo intento suicida hay en el plano relacional, una petición desesperada de
protección. Ahora podemos preguntarnos: ¿qué protección? Y la respuesta es: una
protección frente a esta situación de vivirse perseguido, donde un tercero tiene que venir
en auxilio, en protección del perseguido.

Esta petición volcada en el plano relacional tiene su comprensión en entender que es


esa función reclamada en el exterior la que no se tiene interiorizada. Nos hallamos en
estos momentos de crisis suicida ante una persona en que no ha sido constituida la
función de cuidado y protección de si mismo; o donde esta ha fracasado.
El fracaso de esta función tiene que ver con una profunda regresión a nivel
intrapsíquico. Hay que tener muy en cuenta este momento de regresión. El peligro
fundamental de esta regresión es que en el funcionamiento psíquico aparecen como
modos de afrontar las frustraciones mecanismos de defensa muy primitivos como la
negación de la realidad y el pensamiento mágico. Se abre pues con la regresión la puerta
a la reconstrucción psicótica de la realidad.

Si en la reconstrucción psicótica de la realidad cristaliza la idea de suicidio como forma


magica de resolver los conflictos vitales vividos por el sujeto, entonces estaremos ante
el peligro evidente que esto comporta para la vida del sujeto. En este sentido es en el
que proponemos que la solución suicida no es una solución aceptable a los conflictos,
en cuanto que es una solución ligada a un estado de confusión entre fantasía y realidad.

En estos momentos críticos es donde el psicoterapeuta ha de hacerse cargo de la vida


del paciente en la medida de su responsabilidad, y hasta donde él mismo puede hacerse
cargo de la vida de otro. Ha de trabajar con el objetivo de que el paciente le otorgue una
función de cuidado frente a su vida. en palabras de Herranz (1999): ‘si eso no aparece,
el terapeuta no tiene ninguna cabida afectiva en la problemática del paciente, o dicho de
otro modo, no tiene ninguna capacidad de ayuda.’

Garma (1973) nos dice: “En cambio, consideraría mas importante otra motivación del
suicidio que por entonces no mencioné explícita, aunque sí claramente, al describir la
deformación masoquista de la personalidad del suicida. Consiste en la internalización de
agresiones del exterior, las cuales en el nivel psíquico se incrementan intensamente por
la actuación sádica del superyo y logran que el yo se vuelva más masoquista.”

Esta interiorización de agresiones constituirá una amenaza persecutoria que inunde la


vida psíquica de la persona aquejada de una compulsión suicida.

En este sentido me desligo de la concepción de una tendencia natural a la muerte.

Entiendo esta dinámica como un péndulo que oscila entre la necesidad de revelarse
frente a un superyo persecutorio y la necesidad de someterse como forma de apaciguar
las angustias de abandono.
Quiero dejar claro aquí nuevamente la relación que existe entre la psicogénesis de
cualquier patología y la ontogénesis.

Como ejemplo de este movimiento pendular podemos poner el ejemplo de oscilar


entre una sintomatología melancólica y una sintomatología maníaca. En la primera se
observa distancia entre el objeto perseguidor y el self, viviendo el primero como un
elemento frente al que oponerse. En cambio en la sintomatología maníaca veríamos
como el paciente se identifica con el mensaje del objeto persecutorio, sometiéndose a
este. En este sometimiento maníaco se hace manifiesto el riesgo que supone para la
vida del paciente.

Empero si no postulo un instinto de muerte, tampoco lo hago de uno de vida. Digo


esto porque uno de los planteamientos que he barajado ha sido pensar que el conflicto
resuelto con el suicidio era un conflicto entre las tendencias agresivas dirigidas contra
nosotros mismos y nuestro deseo de vivir. Creo que esto no es exactamente así.
Considero el deseo de vivir como algo que se constituye.

En este sentido cualquier acontecimiento vital que reactive las fantasías persecutorias,
unidas al sentimiento de incapacidad de hacer frente a la agresión que estas plantean
pueden tener como resultado el origen de las fantasías suicidas.

La vivencia persecutoria por definición tiene que ver con la agresividad. Es


reconocible en el manejo que el suicida hace de la agresividad en cuanto que dirige esta
contra sí mismo para dañar a los demás. Sin embargo creo que esto no es más que el
resultado en objetos externos de una proyección. Lo que resulta extraño es cómo una
persona llega a la conclusión y actitud de dañarse a sí mismo, frente a agredir al objeto
agresor.

Para ello tenemos que abordar la psicogénesis de esta actitud frente a la agresividad.
Desde mi punto de vista la renuncia a dirigir la agresividad hacia el objeto externo hacia
el que deseamos dirigirla tiene que ver con una dificultad. Hay que explicar en este
sentido qué es lo que impide sacar la agresividad al exterior de forma activa, en vez de
sacarla en forma pasiva desde un lugar confusional donde para dañar al otro tengo que
dañarme a mi mismo. Hay que tener en cuenta que por patológica que sea una conducta
esta es la mejor que el sujeto ha podido o le han dejado dar para sobrevivir.
EL SUICIDIO COMO SOLUCIÓN

La fantasía de suicidarse plantea entonces la vía de escape frente a esta situación


conflictiva y persecutoria. Una solución que de llevarse a la práctica constituye una
actuación psicótica.

Una actuación psicótica en varios sentidos:


- En cuanto que es una conducta dirigida en función de una fantasía donde no hay
criterio de realidad.
- En cuanto que es resultado de un estado de confusión e identificación con el
agresor.

Podríamos decir que la compulsión suicida está originada por un verdadero delirio
suicida.

Explorar la fantasía suicida es importante en cuanto que nos guía en el proceso de


comprender el deseo del paciente. Esto es: lo que el paciente cree que va a conseguir
actuando su fantasía. Muchos autores han descrito algunas fantasías típicas. Ejemplos
son el suicidio como forma de agresión; como fantasía de autocastigo; fantasía de
renacimiento en una vida a salvo del perseguidor. No olvidemos que en toda actuación
está implícita una fantasía, tanto mas inconsciente cuanto más patológica.

Nos dice Abadi (1973):


‘Es de primordial importancia el análisis del “ritual” de cada suicidio en cuanto ahí se
da la clave para descifrar sus motivaciones inconscientes.’

Pongo énfasis en el abordaje de la fantasía suicida porque considero que en ella están
las claves para comprender el significado que se le da a la muerte y al intento de
suicidio. Esto porque la muerte no es un fin en sí mismo. No concibo la idea de que
busquemos la muerte por sí misma, en cuanto que ésta es desconocida. Si hay una
experiencia que no podemos tener ésta es la experiencia de la muerte. Por lo tanto todo
lo que esperemos encontrar en ella o a través de ella tiene que ver con las fantasías que a
la muerte ligamos. En este sentido toda necesidad expresada a través de un deseo
autoítico es atribuible a lo que entendemos como delirio.

En este sentido las intervenciones psicoterapéuticas tienen el sentido de enfrentar al


paciente con su fantasía y proponerle una solución alternativa sana. Como nos dice
Herranz (1999): ‘Hay que zarandearle, hay que sacudir su deseo inhibido de vivir y hay
que conseguir cerrarle las alternativas, de tal modo que sólo le quede una
elección:”abordar los conflictos desde la esperanza en su resolución”. Hay que procurar
cerrar el suicidio como alternativa.’
UNA FANTASÍA TEMIDA

Una de las fantasía temidas que me ha parecido muy interesante de algunos casos de
pacientes con ideación suicida tiene que ver con el temor a fracasar en el intento de
suicidio.

En una carta de un paciente con ideas autolíticas encontramos el siguiente texto:

“La verdad es que no tengo miedo a morir, sino a que me tire y no ocurra lo que tiene
que ocurrir, entonces me tendría que enfrentar de nuevo a todos, y sería peor.”

Vemos aquí una constante vital que es el enfrentarse de nuevo a todos. A veces creo que
fácilmente se pueden ver cosas que están explícitamente dichas. Por ejemplo en este
caso veríamos la vivencia de enfrentamiento continuo y la muerte como escape: tendría
que Enfrentar , De nuevo, A todos. En este momento creo que el terapeuta puede
intervenir con la intención al menos de modificar ese mensaje de “A todos” al menos
por “a todos Menos Uno”. Hilando con lo dicho anteriormente, el terapeuta se propone
como figura de apoyo y protección.

Esta fantasía temida puede tener también otro enfoque, en cuyo base está el terror a no
poderse librar nunca de lo persecutorio. Nos dice Abadi (1973): ‘es precisamente la
duda, el miedo a seguir viviendo interminablemente las amenazas de otra vida
persecutoria después de la muerte por suicidio. El miedo de que morir sea iniciar el
camino de una pesadilla: la de no poder morir nunca.’
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

HERRANZ CASTILLO, T. (1999) Psicoterapia Psicodramática individual.


Bilbao, Ed. Desclée De Brouwer.

GARMA, A. (1973) La fascinación de la muerte. Buenos Aires, Ed. Paidos.

ABADI, M. (1973) La fascinación de la muerte. Buenos Aires, Ed. Paidos.

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