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1. Factores individuales
Elementos como el temperamento o la personalidad, así como la impulsividad
y los problemas de atención o la dificultad para adaptarse a los cambios pueden
ser factores de riesgo básicos para el desarrollo de conductas antisociales.
Igualmente, la falta de habilidades para resolver problemas, un bajo ajuste
escolar o social y una carencia de habilidades sociocognitivas, dificultan que la
persona encuentre alternativas eficaces y satisfactorias en la resolución de
conflictos más allá de las conductas antisociales.
2. Factores familiares
El ambiente familiar así como los estilos de crianza son esenciales a la hora de
favorecer la aparición o desarrollo de conductas antisociales. Experiencias como
la separación de los padres, los cambios de hogar o vivencias de situaciones más
extremas de abuso o violencia doméstica pueden resultar desencadenantes para
estas conductas.
Además, estilos de crianza inadecuados como los estilos muy permisivos o
autoritariostambién pueden ejercer un fuerte efecto en ellas.
3. Factores ambientales
El contexto sociocultural, la influencia de los medios de comunicación, de la
escuela, los grupos de iguales o algunas instituciones, agrupaciones o
asociaciones también pueden favorecer o alentar las reacciones agresivas,
violentas o coléricas de algunas personas.
Diagnósticos asociados
Aunque estas conductas no tienen porqué darse como consecuencia o en
asociación con alguna patología psicológica o trastorno. Existen una serie de
diagnósticos en los que aparecen este tipo de conductas de manera reiterada.