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CRÍMENES DE ESTADO EN COLOMBIA

UNA REFLEXIÓN PENDIENTE EN TIEMPOS DE “POSCONFLICTO”

Por Jorge Ignacio Salcedo Galán1

Dentro de los objetivos de “Vidas Silenciadas” está, según lo señala la presentación de su página web,
ser una fuente más de información para visibilizar a las llamadas víctimas de los “crímenes de
Estado” en Colombia. Siendo el concepto de “crimen de Estado” y sus implicaciones el centro de las
denuncias que realiza “Vidas Silenciadas”, creo que el mismo debe ser precisado, ya que en estos
tiempos de “posconflicto” es utilizado por los múltiples actores y la falta de precisión sobre el mismo
hace que no tengamos claro a que nos estamos refiriendo. La necesidad de ser precisos implica, en
primer lugar, reconocer que “crimen de Estado” no es un concepto jurídico surgido de una concreta
fuente formal de derecho nacional o internacional ya que nunca ha habido un consenso político
suficiente para ello.
Si nos atuviéramos a una interpretación gramatical del concepto “crímenes de Estado” éstos serían
conductas de las cuales se pueda derivar una responsabilidad penal de los Estados, lo que hoy no
ocurre en el ámbito internacional ni en ninguno nacional.
En la actualidad las responsabilidades jurídicas de los Estados se derivan de no cumplir con sus
responsabilidades internas o internacionales, por acciones u omisiones que no necesariamente
implican declarar que se cometió un crimen por parte del Estado. Sin embargo, existen graves
acciones y omisiones de los Estados que nos parecen criminales y así nos referimos a ellas. Por
ejemplo, en Colombia la eliminación física del senador Manuel Cepeda por parte de agentes del
Estado, en desarrollo de una política sistemática de eliminación de un partido político llevó a que la
Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara al Estado colombiano - no por cometer un
crimen- sino por no cumplir algunas de sus responsabilidades internacionales de garantía y protección
de los derechos humanos. Sin embargo, muchos colombianos consideramos que este fue un “crimen
de Estado” y así nos referimos a ese luctuoso evento.
Por otra parte, al estudiar la que sería la otra fuente de derecho internacional del concepto de “crimen
de Estado” - el Estatuto de Roma - nos encontramos con que la Corte Penal Internacional no juzga
a los Estados sino a los individuos que cometieron algunas de las conductas tipificadas como delitos
por esta norma, razón por la cual no es posible definir los crímenes de Estado a través de este cuerpo
normativo, a pesar de que muchas de las conductas en él descritas solo pueden ser cometidas, por
individuos con control del Estado o de otros apartados organizados de poder; siendo esta la mayor
aproximación jurídica posible al concepto que estamos tratando de concretar.
En relación con la dificultad de precisar el alcance del concepto de “crimen de Estado” podríamos
referir los recientes hechos conocidos como el caso Ayotzinapa2, que ha sido calificado como crimen
de Estado por los familiares de las víctimas y sus representantes, pretendiendo que se derive alguna
responsabilidad política del Estado (reconocimientos públicos, cambios de políticas públicas e
indemnizaciones) y/o del gobierno que podrían consistir en la renuncia del presidente o de algún

1
Abogado
2
Caso de los 43 nomalistas desaparecidos y al parecer asesinados por el Estado mexicano.
otro funcionario, sin que este calificativo se concrete en una acción judicial específica ya que las que
se promueven utilizan otras categorías jurídicas. En concreto, lo que se quiere resaltar es que, a pesar
de que lo sucedido no tiene la calificación jurídica de crimen de Estado, la utilización de este concepto
si refleja una postura política de los reclamantes que no renuncian a calificarlo como tal, porque saben
que lo sucedido tiene origen en las estructuras de poder del Estado al que señalan de criminal. De la
misma manera, en Colombia no renunciamos a señalar como crimen de Estado a los asesinatos del
senador Cepeda, del candidato Jorge Eliécer Gaitán, de los Genocidios políticos cometidos contra la
Unión Patriótica y el movimiento gaitanista y de los delitos de homicidio y desaparición forzada
presentados por “Vidas Silenciadas”, como crímenes de Estado.
En este orden de ideas como, en primerísimo lugar, no renunciamos a utilizar el concepto de “crimen
de Estado” para referirnos a ciertos acontecimientos y, por otro lado, reconocemos que no hay una
fuente de derecho que nos precise el concepto, optamos por ir más allá de las reglas del derecho
internacional (Estatuto de Roma y Sistema Interamericano de Derechos Humanos) y del derecho
nacional; y cambiar de marco de referencia para pasar del Derecho, a la Sociología a la Política y la
Historia. Para dar el paso de abandonar el derecho para para acercarnos al concepto del crimen de
Estado podemos apoyarnos en fallos judiciales como el del Tribunal Internacional para la ex -
Yugoeslavia (caso Blaskic3) cuando señaló que no es posible, por su propia naturaleza, que el
Estado, como persona moral y ficción jurídica pueda acatar una sanción criminal. Igualmente,
debemos tener como antecedente que en el juicio de Núremberg también se señaló que la
responsabilidad penal solo puede endilgarse a individuos y no a los Estados. Como aporte de la
historia no podemos ignorar que resultó imposible castigar al Estado nazi porque cuando se juzgaban
sus actos ya estaba derrotado y había dejado de existir y que hubiese sido absurdo, en su lugar, castigar
al nuevo estado resultante de la derrota del anterior, al que no dejamos de calificar como criminal.
Abandonado el Derecho como fuente única de explicación de lo que queremos decir cuando
calificamos un hecho como “crimen de estado” encontramos que todos los actos denunciados bajo
ese calificativo tienen en común que corresponden a un patrón sistemático en que el Estado acusado
aparece como actor o determinador a partir de la adoptación de una postura o doctrina política (tácita
muchas de las veces) que lo llevó actuar sistemáticamente de manera criminal, como autor y/o
determinador (por acción u omisión).
La investigación de las causas de este actuar criminal del Estado ha sido abordada por muchos
investigadores sociales que, entonces, también han resultado siendo perseguidos por el estado y el
paraestado, como lo fueron Darío Betancourt (desaparecido forzadamente y asesinado) y Miguel
Ángel Beltrán (injustamente judicializado y apresado) con lo que se evidencia que el concepto de
“crimen de estado” debe ser una categoría de análisis más histórica y política que jurídica.
Seguramente la profundización de estos estudios nos demostrará que la forma de ser criminal del
Estado colombiano (por lo menos del último siglo extendido) corresponde a la adopción de una
doctrina imperial externa4 profundizada y depurada a la finalización de la Segunda Guerra Mundial
como respuesta al avance de la órbita de influencia del comunismo soviético que señaló como
objetivo urgente del mundo “civilizado” detener al que se llamó “comunismo internacional”5. La

3
Tribunal especial para Yugoeslavia
4
Doctrina Moroe, “América para los americanos”
5
Doctrina Truman, llamada así en “honor” del hombre que tomó la decisión de realizar los dos actos
terroristas más aberrantes de la historia de la humanidad como lo fueron las dos únicas bombas nucleares
lanzadas sobre civiles en la historia con el fin de evitar el avance soviético sobre el ya dramáticamente
Japón.
instalación de este “anticomunismo internacional” en el ADN del Estado colombiano se evidenció
con la participación colombiana en la guerra de Corea y con la elevación a rango constitucional de
tal doctrina que, entonces, ha servido de directriz de todas las acciones criminales del mismo Estado
colombiano.6
Para terminar, esta introducción al concepto del “crimen de Estado en Colombia” en el marco del
momento histórico erróneamente llamando “posconflicto” y para no repetir la tragicomedia de la
violenta historia colombiana es ineludible reconocer (lo que no hicieron los acuerdos de La Habana
y el Teatro Colón) la naturaleza genocida del Estado colombiano, denunciarla y exigir la
incorporación al texto constitucional la manifestación expresa de la renuncia a la doctrina militar que
ha determinado, hasta el día de hoy, su actuar criminal.

6
Acto legislativo 6 del 14 de septiembre de 1954 proferido por de la Asamblea Nacional Constituyente,
firmado por Gustavo Rojas Pinilla, como presidente de la República; Lucio Pabón Núñez, como Ministro de
Gobierno; Mariano Ospina Pérez, como presidente de la Asamblea Constituyente; Rafael Azula Barrera, como
secretario de la Asamblea. Este Acto Legislativo fue tácitamente derogado por el Plebiscito de 1957 que
derogó en bloque todos los actos de la Asamblea Constituyente convocada por Laureano Gómez y dirigida por
Rojas Pinilla. DIARIO OFICIAL. AÑO XCI. N. 28649. 13, DICIEMBRE, 1954. PÁG. 3.

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