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Lit. Latinoamericana II

Rubén Darío

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CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA, PREFACIO
LOS CISNES Y OTROS POEMAS
[1905] Podría repetir aquí más de un concepto de las palabras liminares de Prosas
A Nicaragua, Profanas. Mi respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del Arte, siempre
a la República Argentina. es el mismo. Mi antiguo aborrecimiento a la mediocridad, a la mulatez intelectual, a la
R. D. chatura estética, apenas si se aminora hoy con una razonada indiferencia.
El movimiento de libertad que me toco iniciar en América se propago hasta España,
y tanto aquí como allá el triunfo esta logrado. Aunque respecto a técnica tuviese demasiado
que decir en el país en donde la expresión poética esta anquilosada, a punto de que la
momificación del ritmo ha llegado a ser un artículo de fe, no haré sino una corta
advertencia. En todos los países cultos de Europa se ha usado del hexámetro
absolutamente clásico, sin que la mayoría letrada y, sobre todo, la minoría leída, se
En Cantos de Vida y Esperanza, el terruño, en la remota Nicaragua, adquiere límites asustasen de semejante manera de cantar. En Italia ha mucho tiempo, sin citar antiguos,
continentales, hace suya a España en la fe católica, el heroísmo y el idioma, y también hace que Carducci ha autorizado los hexámetros; en inglés, no me atrevería casi a indicar, por
suya a la estirpe multiplicada y bautizada por los legionarios romano... respeto a la cultura de mis lectores, que la Evangelina, de Longfellow, está en los mismos
Jorge Max Rohde. versos en que Horacio dijo sus mejores pensares. En cuanto al verso libre moderno . . . , no
es verdaderamente singular que en esta tierra de Quevedos y Góngoras los únicos
El Canto a la Argentina es, por su alta inspiración, obra suprema y un homenaje del innovadores del instrumento lirico, los únicos libertadores del ritmo, hayan sido los poetas
eximio poeta a la nación más grande de América española. del Madrid Cómico y los libretistas del género chico?
Francisco Contreras. Hago esta advertencia porque la forma es lo que primeramente toca a las
muchedumbres. Yo no soy un poeta para las muchedumbres. Pero sé que
Primer fruto auténtico y vigoroso de la originalidad cultural de Hispanoamérica. indefectiblemente tengo que ir a ellas.
No padeció jamás el arresto iconoclasta a que se refirió Oscar Wilde, el de los filisteos de Cuando dije que mi poesía era mía, en mí, sostuve la primera condición de mi
la historia teológica, enemigos de la belleza, aquellos que renegaron del milagro bizantino existir, sin pretensión ninguna de causar sectarismo en mente o voluntad ajena, y en un
que uniera, por fin, en alto desposorio, al árbol sagrado de los persas con las palmeras de intenso amor a lo absoluto de la belleza.
Zoroastro. Abarcó, por el contrario, Darío, en su época, la visión de un arte que uniera el Al seguir la vida que Dios me ha concedido tener, he buscado expresarme lo más
hechizo del romanticismo y los intentos finiseculares con el prestigio clásico. Su genio y su noble y altamente en mi comprensión. Voy diciendo mi verso con una modestia tan
obra se encumbran sobre las generaciones, los ismos, las capillas y las escuelas. orgullosa, que solamente las espigas comprenden, y cultivo, entre otras flores, una rosa
José Antuña. rosada, concreción de alba, capullo de porvenir, entre el bullicio de la literatura.
Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y si encontráis versos a
R.D., Poeta Americano. (La Nación, 2-III-64). un presidente, es porque son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y es lo
más probable); de todas maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los
inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter.
R. D.
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CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA hora de madrigal y de embeleso,
de "te adoro”, de "¡ay!” y de suspiro.
A José Enrique Rodo.
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
I
un renovar de notas del Pan griego
YO SOY aquel que ayer no más decía y un desgranar de músicas latinas.
el verso azul y la canción profana,
Con aire tal y con ardor tan vivo,
en cuya noche un ruiseñor había
que a la estatua nacían de repente
que era alondra de luz por la mañana.
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
Como la Galatea gongorina
el dueño de las tórtolas, el dueño  
me encanto la marquesa verleniana,
de góndolas y liras en los lagos;
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y vigor natural; y sin falsía,
y una sed de ilusiones infinita.
y sin comedia y sin literatura. . . :
si hay una alma sincera, esa es la mía.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud. . . ¿fue juventud la mía?
La torre de marfil tentó mi anhelo;
Sus rosas aun me dejan su fragancia…
quise encerrarme dentro de mí mismo,
una fragancia de melancolía...
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud monto potro sin freno;
Como la esponja que la sal satura
iba embriagada y con puñal al cinto;
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
si no cayo, fue porque Dios es bueno.
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
una alma joven habitaba en ella,
el Bien supo elegir la mejor parte;
sentimental, sensible, sensitiva.
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melifico toda acritud el Arte.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
Mi intelecto libre de pensar bajo,
sino cuando en la dulce primavera
bañó el agua castalia el alma mía,
era la hora de la melodía...
peregrino mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
!Oh, la selva sagrada! !Oh, la profunda

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emanación del corazón divino Del crepúsculo azul que da la pauta
de la sagrada selva! !Oh, la fecunda que los celestes éxtasis inspira,
fuente cuya virtud vence al destino! bruma y tono menor —¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol —¡toda la lira!
Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; Paso una piedra que lanzo una honda;
mientras abajo el sátiro fornica, paso una flecha que aguzo un violento.
ebria de azul deslíe Filomela. La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde, La virtud esta en ser tranquilo y fuerte;
Hipsipila sutil liba en la rosa, con el fuego interior todo se abrasa;
y la boca del fauno el pezón muerde. se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén. . . ¡la caravana pasa!
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo; [Paris, 1904]
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así suena, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser potente;
de desnuda que esta, brilla la estrella;
el agua' dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mia, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.
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II
Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos;
SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, solidas, ínclitas razas,
ÍNCLITAS razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
que regara lenguas de fuego en esa epifanía.
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
Juntas las testas ancianas ceñidas de liricos lauros
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila suena
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
y el rumor de espigas que inicio la labor triptolémica.
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio condenasteis al noble entusiasmo,
La latina estirpe vera la gran alba futura,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
y en un trueno de música gloriosa, millones de labios
mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
digan al orbe: la alta virtud resucita
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.
Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros.
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!
Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven solo zodiacos funestos,
[Madrid, marzo de 1905]
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres,
o que la tea empuñan o la daga suicida.

Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,


la inminencia de algo fatal hoy conmueve la Tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo
ni entre momias y piedras reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que tras los mares en que yace sepultada la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

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VIII que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
A ROOSEVELT la América del grande Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
¡ES CON VOZ de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
la América católica, la América española,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
la América en que dijo el noble Guatemoc:
¡Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
"Yo no estoy en un lecho de rosas”; esa América
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!
que tiembla de huracanes y que vive de Amor;
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Eres los Estados Unidos,
Y suena. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
eres el futuro invasor
Tened cuidado. ¡Vive la América española!,
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
hay mil cachorros sueltos del León Español.
que aun reza a Jesucristo y aun habla en español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy) [Málaga, 1904]
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant lo dijo: “Las estrellas son vuestras”.
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta. . .) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva-York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consulto los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
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X
LOS CISNES
CANTO DE ESPERANZA
A Juan R{amón} Jiménez.
UN GRAN vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este. I

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo? ¿QUÉ signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
Se han sabido presagios y prodigios se han visto al paso de los tristes y errantes soñadores?
y parece inminente el retorno del Cristo. ¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el sonador, imperial meditabundo, Yo te saludo ahora como en versos latinos
sufre con las angustias del corazón del mundo. te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
Verdugos de ideales afligieron la tierra, y en diferentes lenguas es la misma canción.
en un pozo de sombra la humanidad se encierra A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
con los rudos molosos del odio y de la guerra. A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez. . .
Soy un hijo de América, soy un nieto de España. . .
¡Oh, Señor Jesucristo!, por qué tardas, que esperas Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez...
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar- al sol tus divinas banderas! Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
sobre tanta alma loca, triste o empedernida de nuestras mentes tristes las ideas obscuras.
que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.
Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo, se mueren nuestras rosas, se agostan nuestras palmas,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo, casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
ven a traer amor y paz sobre el abismo. y somos los mendigos de nuestras pobres almas.

Y tu caballo blanco, que miro el visionario, Nos predican la guerra con águilas feroces,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario. gerifaltes de antaño revienen a los puños,
Mi corazón será brasa de tu incensario. mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.
[1904]
Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América Española como la España entera


fija está en el Oriente de su fatal destino;

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yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera V
con la interrogación de tu cuello divino.
NOCTURNO
¿Seremos entregados a los barbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? Quiero expresar mi angustia en versos que abolida
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? dirán mi juventud de rosas y de ensueños,
¿Callaremos ahora para llorar después? y la desfloración amarga de mi vida
por un vasto dolor y cuidados pequeños.
He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros,
que habéis sido los fieles en la desilusión, Y el viaje a un vago Oriente por entrevistos barcos,
mientras siento una fuga de americanos potros y el grano de oraciones que floreció en blasfemia,
y el estertor postrero de un caduco león… y los azoramientos del cisne entre los charcos
y el falso azul nocturno de inquerida bohemia.
…Y un Cisne negro dijo: “La noche anuncia el día”.
Y uno blanco: “¡La aurora es inmortal, la aurora Lejano clavicordio que en silencio y olvido
es inmortal!” ¡Oh tierras de sol y de armonía, no diste nunca al sueño la sublime sonata,
aun guarda la Esperanza la caja de Pandora! huérfano esquife, árbol insigne, obscuro nido
que suavizo la noche de dulzura de plata…
Esperanza olorosa a hierbas frescas, trino
del ruiseñor primaveral y matinal,
azucena tronchada por un fatal destino,
rebusca de la dicha, persecución del mal…
El ánfora funesta del divino veneno
que ha de hacer por la vida la tortura interior,
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable, desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!
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XLI EL CANTO ERRANTE
[1907]
LO FATAL

A René Pérez. EPÍSTOLA

A la señora de Leopoldo Lugones.


DICHOSO el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, I
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
MADAME Lugones, j’ai commence ces vers
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, en ecoutant la voix d’un carillon d’Anvers. . .
y el temor de haber sido y un futuro terror… ¡Así empecé, en francés, pensando en Rodenbach
Y el espanto seguro de estar mañana muerto, cuando hice hacia el Brasil una fuga. . . de Bach!
y sufrir por la vida y por la sombra y por
En Rio de Janeiro iba yo a proseguir,
lo que no conocemos y apenas sospechamos, poniendo en cada verso el oro y el zafir
y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la esmeralda de esos pájaros-moscas
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, que melifican entre las áureas siestas foscas
¡y no saber adónde vamos, que temen los que temen el cruel vomito negro.
ni de dónde venimos!... Ya no existe allá fiebre amarilla. ¡Me alegro!
Et pour cause. Yo pan-americanice
con un vago temor y con muy poca fe
en la tierra de los diamantes y la dicha
tropical. Me encanto ver la vera machicha,
mas encontré también un gran núcleo cordial
de almas llenas de amor, de ensueños, de ideal.
Y si había un calor atroz, también había
todas las consecuencias y ventajas del día,
en panorama igual al de los cuadros y hasta
igual al que pudiera imaginarse... Basta.
Mi ditirambo brasileño es ditirambo
que aprobaría tu marido. Arcades ambo.

II

Mas al calor de ese Brasil maravilloso,


tan fecundo, tan grande, tan rico, tan hermoso,
a pesar de Tijuca y del cielo opulento,
a pesar de ese foco vivaz de pensamiento,
a pesar de Nabuco, embajador, y de
los delegados panamericanos que
hicieron lo posible por hacer cosas buenas,

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saboree lo acido del saco de mis penas; lo que llaman los parisienses una pera!
quiero decir que me enferme. La neurastenia A mi rincón me llegan a buscar las intrigas,
es un don que me vino con mi obra primigenia. las pequeñas miserias, las traiciones amigas,
¡Y he vivido tan mal, y tan bien, como y tanto! y las ingratitudes. Mi maldita visión
¡Y tan buen comedor guardo bajo mi manto! sentimental del mundo me aprieta el corazón,
¡Y tan buen bebedor tengo bajo mi capa! y así cualquier tunante me explotara a su gusto.
¡Y he gustado bocados de cardenal y papa!... Soy así. Se me puede burlar con calma. Es justo.
Y he exprimido la ubre cerebral tantas veces, Por eso los astutos, los listos, dicen que
que estoy grave. Esto es mucho ruido y pocas nueces, no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!
según dicen doctores de una sapiencia suma. Que ando, nefelibata, por las nubes. . . Entiendo.
Mis dolencias se van en ilusión y espuma. Que no soy hombre práctico en la vida ... ¡Estupendo!
Me recetan que no haga nada ni piense nada, Si, lo confieso: soy inútil. No trabajo
que me retire al campo a ver la madrugada por arrancar a otro su pitanza; no bajo
con las alondras y con Garcilaso, y con a hacer la vida sórdida de ciertos previsores.
el sport. ¡Bravo! Si. Bien. Muy bien. ¿Y La Nación? Yo no ahorro ni en seda, ni en champaña, ni en flores.
¿Y mi trabajo diario y preciso y fatal? No combino sutiles pequeñeces, ni quiero
¿No se sabe que soy cónsul como Stendhal? quitarle de la boca su pan al compañero.
Es preciso que el médico que eso recete, de Me complace en los cuellos blancos ver los diamantes.
también libro de cheques para el Credit Lyonnais, Gusto de gentes de maneras elegantes
y envíe un automóvil devorador del viento, y de finas palabras y de nobles ideas.
en el cual se pasee mi egregio aburrimiento, Las gentes sin higiene ni urbanidad, de feas
harto de profilaxis, de ciencia y de verdad. trazas, avaros, torpes, o malignos y rudos,
mantienen, lo confieso, mis entusiasmos mudos.
No conozco el valor del oro. . . ¿Saben esos
III que tal dicen lo amargo del jugo de mis sesos,
del sudor de mi alma, de mi sangre y mi tinta,
En fin, convaleciente, llegue a nuestra ciudad del pensamiento en obra y de la idea encinta?
de Buenos Aires, no sin haber escuchado ¿He nacido yo acaso hijo de millonario?
a mister Root a bordo del Charleston sagrado; ¿He tenido yo Cirineo en mi Calvario?
mas mi convalecencia duro poco. ¿Qué digo?
Mi emoción, mi entusiasmo y mi recuerdo amigo,
y el banquete de La Nación, que fue estupendo, IV
y mis viejas siringas con su pánico estruendo,
y ese fervor porteño, ese perpetuo arder, Tal continué en Paris lo empezado en Anvers.
y el milagro de gracia que brota en la mujer Hoy, heme aquí en Mallorca, la terra dels foners,
argentina, y mis ansias de gozar de esa tierra, como dice Mossen Cinto, el gran Catalán.
me pusieron de nuevo con mis nervios en guerra. Y desde aquí, señora, mis versos a ti van,
Y me volví a Paris. Me volví al enemigo olorosos a sal marina y azahares,
terrible, centro de la neurosis, ombligo al suave aliento de las islas Baleares.
de la locura, foco de todo surmenage Hay un mar tan azul como el Partenopeo.
donde hago buenamente mi papel de sauvage Y al azul celestial, vasto como un deseo,
encerrado en mi celda de la rue Marivaux, su techo cristalino bruñe con sol de oro.
confiando solo en mí y resguardando el yo. Aquí todo es alegre, fino, sano y sonoro.
¡Y si lo resguardara, señora, si no fuera Barcas de pescadores sobre la mar tranquila
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descubro desde la terraza de mi villa, en una bruma vaga de ensueño, y cuantas veces
que se alza entre las flores de su jardín fragante, le oí hablar a los árabes cual Antonio a los peces,
con un monte detrás y con la mar delante. en un imaginar de pretéritas cosas
que, por ser tan antiguas, se sienten tan hermosas!

V
VI
A veces me dirijo al mercado, que esta
en la Plaza Mayor. (¿Qué Coppée, no es verdá?) Hice una pausa.
Me rozo con un núcleo crespo de muchedumbre El tiempo se ha puesto malo. El mar
que viene por la carne, la fruta y la legumbre. a la furia del aire no cesa de bramar.
Las mallorquinas usan una modesta falda, El temporal no deja que entren los vapores. Y
pañuelo en la cabeza y la trenza a la espalda. un yacht de lujo busca refugio en Porto-Pi.
Esto, las que yo he visto, al pasar, por supuesto. Porto-Pi es una rada cercana y pintoresca.
Y las que no la lleven no se enojen por esto. Vista linda: aguas bellas, luz dulce y tierra fresca.
He visto unas payesas con sus negros corpiños,
con cuerpos de odaliscas y con ojos de niños; ¡Ah, señora, si fuese posible a algunos el
y un velo que les cae por la espalda y el cuello, dejar su Babilonia, su Tiro, su Babel,
dejando al aire libre lo obscuro del cabello. para poder venir a hacer su vida entera
Sobre la falda clara, un delantal vistoso. en esta luminosa y espléndida ribera!
Y saludan con un bon dia tengui gracioso,
entre los cestos llenos de patatas y coles, Hay no lejos de aquí un archiduque austriaco
pimientos de corales, tomates de arreboles, que las pomas de Ceres y las uvas de Baco
sonrosadas cebollas, melones y sandias, cultiva, en un retiro archiducal y egregio.
que hablan de las Arabias y las Andalucías. Hospeda como un monje —y el hospedaje es regio—.
Calabazas y nabos para ofrecer asuntos Sobre las rocas se alza la mansión señorial
a Madame Noailles y Francis Jammes juntos. y la isla le brinda ambiente imperial.

A veces me detengo en la plaza de abastos Es un pariente de Jean Orth. Es un atrida


como si respirase soplos de vientos vastos, que aquí ha encontrado el cierto secreto de su vida.
como si se me entrase con el respiro el mundo. Es un cuerdo. Aplaudamos al príncipe discreto
Estoy ante la casa en que nació Raimundo que aprovecha a la orilla del mar ese secreto.
Lulio. Y en ese instante mi recuerdo me cuenta La isla es florida y llena de encanto en todas partes.
las cosas que le dijo la Rosa a la Pimienta.. . Hay un aire propicio para todas las artes.
¡Oh, cómo yo diría el sublime destierro En Pollensa ha pintado Santiago Rusiñol
y la lucha y la gloria del mallorquín de hierro! cosas de flor de luz y de seda de sol.
¡Oh, cómo cantaría en un carmen sonoro Y hay villa de retiro espiritual famosa:
la vida, el alma, el numen, del mallorquín de oro! la literata Sand escribió en Valldemosa
De los hondos espíritus es de mis preferidos. un libro. Ignoro si vino aqui con Musset,
Sus robles filosóficos están lleno de nidos y si la vampiresa sufrió o gozo, no sé.*
de ruiseñor. Es otro y es hermano del Dante.
¡Cuántas veces pensara su verbo de diamante * He leído ya el libro que hizo Aurora Dupín.
delante la Sorbona vieja del Paris sabio! Fue Chopin el amante aquí. ¡Pobre Chopin! . . .
¡Cuántas veces he visto su infolio y su astrolabio

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¿Por qué mi vida errante no me trajo a estas sanas
costas antes de que las prematuras canas
de alma y cabeza hicieran de mi la mezcolanza
formada de tristeza, de vida y esperanza?
¡Oh, que buen mallorquín me sentiría ahora!
¡Oh, como gustaría sal de mar, miel de aurora,
al sentir como en un caracol en mi cráneo
el divino y eterno rumor mediterráneo!
Hay en mí un griego antiguo que aquí descansó un día,
CÉSAR VALLEJO
después que le dejaron loco de melodía
las sirenas rosadas que atrajeron su barca.
Cuanto mi ser respira, cuanto mi vista abarca,
es recordado por mis íntimos sentidos;
los aromas, las luces, los ecos, los ruidos,
como en ondas atávicas me traen añoranzas
que forman mis ensueños, mis vidas y esperanzas.
Mas, ¿dónde está aquel templo de mármol, y la gruta
donde mordí aquel seno dulce como una fruta?
¿Dónde los hombres ágiles que las piedras redondas
recogían para los cueros de sus hondas?...
Calma, calma. Esto es mucha poesía, señora.
Ahora hay comerciantes muy modernos. Ahora
mandan barcos prosaicos la dorada Valencia,
Marsella, Barcelona y Génova. La ciencia
comercial es hoy fuerte y lo acapara todo.
Entretanto, respiro mi salitre y mi yodo
brindados por las brisas de aqueste golfo inmenso,
y a un tiempo, como Kant y como el asno, pienso.
Es lo mejor.
VII
Y aquí mi epístola concluye.
Hay un ansia de tiempo que de mi pluma fluye
a veces, como hay veces de enorme economía.
"Si hay, he dicho, señora, alma clara, es la mía”.
Mírame transparentemente, con tu marido,
y guárdame lo que tú puedas del olvido.
Anvers-Buenos Aires-Paris
Palma de Mallorca, MCMVI
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LOS HERALDOS NEGROS
[1918] LA ARAÑA

ES UNA araña enorme que ya no anda;


LOS HERALDOS NEGROS una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

HAY golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé. Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, hacia todos los flancos
la resaca de todo lo sufrido sus pies innumerables alargaba.
se empozara en el alma... Yo no sé! Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Es una araña que temblaba fija
Serán talvez los potros de bárbaros atilas; en un filo de piedra;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Con tantos pies la pobre, y aún no puede
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones resolverse. Y, al verla
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; Es una araña enorme, a quien impide
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido el abdomen seguir a la cabeza.
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Y he pensado en sus ojos
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qué pena esa viajera!

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BABEL ROMERIA
DULCE hogar sin estilo, fabricado PASAMOS juntos. El sueño
de un solo golpe y de una sola pieza lame nuestros pies qué dulce;
de cera tornasol. Y en el hogar y todo se desplaza en pálidas
ella daña y arregla; a veces dice: renunciaciones sin dulce.
“El hospicio es bonito; aquí no más!”
¡Y otras veces se pone a llorar! Pasamos juntos. Las muertas
almas, las que, cual nosotros,
cruzaron por el amor,
con enfermos pasos ópalos,
salen en sus lutos rígidos
y se ondulan en nosotros.
Amada, vamos al borde
frágil de un montón de tierra.
Va en aceite ungida el ala,
y en pureza. Pero un golpe,
al caer yo no sé dónde,
afila de cada lágrima
un diente hostil.
Y un soldado, un gran soldado,
heridas por charreteras,
se anima en la tarde heroica,
y a sus pies muestra entre risas,
como una gualdrapa horrenda,
el cerebro de la Vida.
Pasamos juntos, muy juntos,
invicta Luz, paso enfermo;
pasamos juntos las lilas
mostazas de un cementerio.
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IDILIO MUERTO EL PAN NUESTRO

Para Alejandro Gamboa


QUÉ ESTARÁ haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita SE BEBE el desayuno... Húmeda tierra
la sangre, como flojo cognac, dentro de mí. de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
Dónde estarán sus manos que en actitud contrita de una carreta que arrastrar parece
planchaban en las tardes blancuras por venir; una emoción de ayuno encadenada!
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir. Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
Qué será de su falda de franela; de sus ver a los pobres, y, llorando quedos,
afanes; de su andar; dar pedacitos de pan fresco a todos.
de su sabor de cañas de mayo del lugar. Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje, que a un golpe de luz
y al fin dirá temblando: “Qué frío hay... Jesús!”. volaron desclavadas de la Cruz!
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.
Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;


yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra


trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!

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LOS DADOS ETERNOS A MI HERMANO MIGUEL
In memoriam
Para Manuel González Prada esta emoción bravía y
selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha
aplaudido el gran maestro. HERMANO, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
DÍOS mío, estoy llorando el ser que vivo; nos acariciaba: “Pero, hijos…”
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo Ahora yo me escondo;
no es costra fermentada en tu costado: como antes, todas estas oraciones
tú no tienes Marías que se van! vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Dios mío, si tú hubieras sido hombre, Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hoy supieras ser Dios; hermano, en aquel juego.
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación. Miguel, tú te escondiste
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él! una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
como en un condenado,
cae sombra en el alma.
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado... Oye hermano, no tardes
Talvez ¡oh jugador! al dar la suerte en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
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ESPERGESIA que Dios estuvo enfermo,
grave.

YO NACÍ un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...


Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,


que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben


que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día

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XI
TRILCE
[1922] HE ENCONTRADO a una niña
en la calle, y me ha abrazado.
Equis, disertada, quien la halló y la hallé,
IX no la va a recordar.
Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle
Vusco volvvver de golpe el golpe. el talle, mis manos han entrado en su edad
Sus dos hojas anchas, su válvula como en par de mal rebocados sepulcros.
que se abre en suculenta recepción Y por la misma desolación marchóse,
de multiplicando a multiplicador, delta al sol tenebloso,
su condición excelente para el placer, trina entre los dos.
todo avía verdad.
“Me he casado”,
Busco volvver de golpe el golpe. me dice. Cuando lo que hicimos de niños
A su halago, enveto bolivarianas fragosidades en casa de la tía difunta.
a treintidós cables y sus múltiples, Se ha casado.
se arrequintan pelo por pelo Se ha casado.
soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
y no vivo entonces ausencia, Tardes años latitudinales,
ni al tacto. qué verdaderas ganas nos ha dado
de jugar a los toros, a las yuntas,
Fallo bolver de golpe el golpe. pero todo de engaños, de candor, como fue.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!
Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.
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XXIII XXVIII

TAHONA estuosa de aquellos mis bizcochos HE ALMORZADO solo ahora, y no he tenido


pura yema infantil innumerable, madre. madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el fecundo ofertorio
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente de los choclos, pregunte para su tardanza
mal plañidas, madre: tus mendigos. de imagen, por los broches mayores del sonido.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
una trenza por cada letra del abecedario. de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
En la sala de arriba nos repartías cuando no asoma ni madre a los labios.
de mañana, de tarde, de dual estiba, Cómo iba yo a almorzar nonada.
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen A la mesa de un buen amigo he almorzado
cáscaras de relojes en flexión de las 24 con su padre recién llegado del mundo,
en punto parados. con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
quedaría, en qué retoño capilar, y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello porque estánse en su casa. Así, qué gracia!
y no quiere pasar. Hoy que hasta Y me han dolido los cuchillos
tus puros huesos estarán harina de esta mesa en todo el paladar.
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor, El yantar de estas mesas así, en que se prueba
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar amor ajeno en vez del propio amor,
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo torna tierra el bocado que no brinda la
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto! MADRE,
en las cerradas manos recién nacidas. hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.
Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
el alquiler del mundo donde nos dejas y el sírvete materno no sale de la
y el valor de aquel pan inacabable. tumba,
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros la cocina a oscuras, la miseria de amor.
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?

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XLIII XLIX
QUIÉN sabe se va a ti. No le ocultes. MURMURANDO en inquietud, cruzo,
Quién sabe madrugada. el traje largo de sentir, los lunes
Acaríciale. No le digas nada. Está de la verdad.
duro de lo que se ahuyenta. Nadie me busca ni me reconoce,
Acaríciale. Anda! Cómo le tendrías pena. y hasta yo he olvidado
de quién seré.
Narra que no es posible
todos digan que bueno, Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
cuando ves que se vuelve y revuelve, a todos en las blancas hojas
animal que ha aprendido a irse... No? de las partidas.
Sí! Acaríciale. No le arguyas. Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
Quién sabe se va a ti madrugada. de cada candelabro
¿Has contado qué poros dan salida solamente, ciego de nacimiento.
y cuáles dan entrada?
Acaríciale. Anda! Pero no vaya a saber Tampoco yo descubro a nadie, bajo
que lo haces porque yo te lo ruego. este mantillo que iridice los lunes
Anda! de la razón;
y no hago más que sonreír a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
del conocido.
Buena guardarropía, ábreme
tus blancas hojas;
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
saber de estar siquiera.
En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!
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LV LXXV

SAMAIN diría el aire es quieto y de una contenida tristeza. ESTÁIS MUERTOS.

Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero a cada hebra de Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis.
cabello perdido, desde la cubeta de un frontal, donde hay algas, toronjiles Pero, en verdad, estáis muertos.
que cantan divinos almácigos en guardia, y versos antisépticos sin dueño.
Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit
El miércoles, con uñas destronadas se abre las propias uñas al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora
de alcanfor, e instila por polvorientos caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida
harneros, ecos, páginas vueltas, sarros, está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.
zumbidos de moscas
cuando hay muerto, y pena clara esponjosa y cierta esperanza. Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está
uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados
Un enfermo lee La Prensa, como en facistol. y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la
Otro está tendido palpitante, longirrostro, sexta cuerda que ya no es vuestra.
cerca a estarlo sepulto.
Y yo advierto un hombro está en su sitio Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que,
todavía y casi queda listo tras de este, el otro lado. no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los
cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino. El no haber sido muertos
Ya la tarde pasó diez y seis veces por el subsuelo empatrullado siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.
y se está casi ausente
en el número de madera amarilla Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida
de la cama que está desocupada tanto tiempo que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.
allá ......................................
enfrente. Estáis muertos.

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POEMAS HUMANOS FUE DOMINGO EN LAS CLARAS
OREJAS DE MI BURRO...
EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES FUE DOMINGO en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)
Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
REANUDO mi día de conejo, experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
mi noche de elefante en descanso. de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Y, entre mí, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros, Tal de mi tierra veo los cerros retratados,
éste mi grato peso, que me buscara abajo para pájaro; ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
éste es mi brazo que tornan ya pintados de creencias,
que por su cuenta rehusó ser ala, cerros horizontales de mis penas.
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados compañones. En su estatua, de espada,
Voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
Lúgubre isla me alumbrará continental, pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe un número crecido de cuerpos inorgánicos.
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.
Y entonces sueño en una piedra
Pero cuando yo muera verduzca, diecisiete,
de vida y no de tiempo, peñasco numeral que he olvidado,
cuando lleguen a dos mis dos maletas, sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos, lluvia y sol en Europa, y ¡cómo toso! ¡cómo vivo!
ésta aquella cabeza que expió los tormentos del círculo en ¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
mis pasos, y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades, quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.
éste ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma individual; éste ha de ser
mi hombligo en que maté mis piojos natos,
ésta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.
En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.
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TELURICA Y MAGNETICA especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡MECÁNICA sincera y peruanísima ¡Cuatro operaciones, os sustraigo
la del cerro colorado! para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Suelo teórico y práctico! ¡Cuestas en infraganti!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo! ¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena! ¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
y que integran con viento los mujidos, ¡Estrellas matutinas si os aromo
las aguas con su sorda antigüedad! quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios, de un solo sombrerazo, mis diez templos!
los oigo por los pies cómo se alejan, ¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!
los huelo retornar cuando la tierra ¡Lluvia a base del mediodía,
tropieza con la técnica del cielo! bajo el techo de tejas donde muerde
¡Molécula ex abrupto! ¡Atomo terso! la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Oh campos humanos! ¡Rotación de tardes modernas
¡Solar y nutricia ausencia de la mar, y finas madrugadas arqueológicas!
y sentimiento oceánico de todo! ¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos! ¡Lo entiendo todo en dos flautas
¡Oh campo intelectual de cordillera, y me doy a entender en una quena!
con religión, con campo, con patitos! ¡Y lo demás, me las pelan!...
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!

¡Siega en época del dilatado molle,


del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente.
¡Familia de los líquenes,

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OTRO POCO DE CALMA, CAMARADA. ese método de padecimiento,
esa luz modulada y virulenta,
si con sólo la calma haces señales
OTRO poco de calma, camarada; serias, características, fatales.
un mucho inmenso, septentrional, completo,
feroz, de calma chica, Vamos a ver, hombre;
al servicio menor de cada triunfo cuéntame lo que me pasa,
y en la audaz servidumbre del fracaso. que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes.
Embriaguez te sobra, y no hay
tanta locura en la razón, como este
tu raciocinio muscular, y no hay
más racional error que tu experiencia.
Pero, hablando más claro
y pensándolo en oro, eres de acero,
a condición que no seas
tonto y rehúses
entusiasmarte por la muerte tánto
y por la vida, con tu sola tumba.
Necesario es que sepas
contener tu volumen sin correr, sin afligirte,
tu realidad molecular entera
y más allá, la marcha de tus vivas
y más acá, tus mueras legendarios.
Eres de acero, como dicen,
con tal que no tiembles y no vayas
a reventar, compadre
de mi cálculo, enfático ahijado
de mis sales luminosas!
Anda, no más; resuelve,
considera tu crisis, suma, sigue,
tájala, bájala, ájala;
el destino, las energías íntimas, los catorce
versículos del pan: ¡cuántos diplomas
y poderes, al borde fehaciente de tu arranque!
¡Cuánto detalle en síntesis, contigo!
¡Cuánta presión idéntica, a tus pies!
¡Cuánto rigor y cuánto patrocinio!
Es idiota
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ME VIENE, HAY DIAS, UNA ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
GANA UBERRIMA, POLITICA… cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador —cosa terrible—
ME VIENE, hay días, una gana ubérrima, política, y quisiera yo ser bueno conmigo
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros, en todo.
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo


y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,


interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,


cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,

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PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA LA RUEDA DEL HAMBRIENTO...
ME MORIRÉ en París con aguacero, POR ENTRE mis propios dientes salgo humeando,
un día del cual tengo ya el recuerdo. dando voces, pujando,
Me moriré en París —y no me corro— bajándome los pantalones...
talvez un jueves, como es hoy, de otoño. Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios dientes,
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso cogido con un palito por el puño de la camisa.
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, Una piedra en que sentarme
con todo mi camino, a verme solo. ¿no habrá ahora para mí?
Aun aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
César Vallejo ha muerto, le pegaban la madre del cordero, la causa, la raíz,
todos sin que él les haga nada; ¿ésa no habrá ahora para mí?
le daban duro con un palo y duro ¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
también con una soga; son testigos Siquiera
los días jueves y los huesos húmeros, la calcárida o la mala (humilde océano)
la soledad, la lluvia, los caminos... o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá ahora para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse,
y después me iré...
Hallo una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.
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ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel
[1937] que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente


III
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.
SOLÍA escribir con su dedo grande en el aire:
“¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”,
Pedro Rojas, así, después de muerto,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
lloró por España
padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
“¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”.
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
Su cadáver estaba lleno de mundo.
¡Abisa a todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,


lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros


a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer


entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir

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XV la calavera, aquélla de la vida!
ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ ¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
NIÑOS del mundo, el de las sienes que andan con dos piedras!
si cae España —digo, es un decir— ¡Bajad el aliento, y si
si cae el antebrazo baja,
del cielo abajo su antebrazo que asen, si las férulas suenan, si es la noche,
en cabestro, dos láminas terrestres; si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas! si hay ruido en el sonido de las puertas,
¡qué temprano en el sol lo que os decía! si tardo,
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano! si no veis a nadie, si os asustan
qué viejo vuestro 2 en el cuaderno! los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—
¡Niños del mundo, está salid, niños del mundo; id a buscarla!...
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!
Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!
Niños,
hijos de los guerreros, entretanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
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Residencia en la tierra I
[1925-1931]

GALOPE MUERTO

Como cenizas, como mares poblándose,


PABLO NERUDA en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado
lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.

Aquello todo tan rápido, tan viviente,


inmóvil sin embargo, como polea loca en sí
misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras
del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos de sus colas.
Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?
El rodeo constante, incierto, tan mudo,
como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos
quieren sonar.

Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,


entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando

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como una espada entre los indefensos. CABALLO DE LOS SUEÑOS
Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una Innecesario, viéndome en los espejos
barranca húmeda? con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,
Ese sonido ya tan largo arranco de mi corazón al capitán del infierno,
que cae listando de piedras los caminos, establezco cláusulas indefinidamente tristes.
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua. Vago de un punto a otro, absorbo ilusiones,
converso con los sastres en sus nidos:
Adentro del anillo del verano ellos, a menudo, con voz fatal y fría
una vez los grandes zapallos escuchan, cantan y hacen huir los maleficios.
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho, Hay un país extenso en el cielo
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas. con las supersticiosas alfombras del arco-iris
y con vegetaciones vesperales:
hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,
pisando una tierra removida de sepulcros un tanto
frescos,
yo sueño entre esas plantas de legumbre confusa.
Paso entre documentos disfrutados, entre orígenes,
vestido como un ser original y abatido:
amo la miel gastada del respeto,
el dulce catecismo entre cuyas hojas
duermen violetas envejecidas, desvanecidas,
y las escobas, conmovedoras de auxilios:
en su apariencia hay, sin duda, pesadumbre y
certeza.
Yo destruyo la rosa que silba y la ansiedad raptora:
yo rompo extremos queridos: y aún más,
aguardo el tiempo uniforme, sin medidas:
un sabor que tengo en el alma me deprime.
Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de leches,
compacta, digital, me favorece!
He oído relinchar su rojo caballo
desnudo, sin herraduras y radiante.
Atravieso con él sobre las iglesias,
galopo los cuarteles desiertos de soldados
y un ejército impuro me persigue.
Sus ojos de eucaliptus roban sombra,
su cuerpo de campana galopa y golpea.
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Yo necesito un relámpago de fulgor persistente, DÉBIL DEL ALBA
un deudo festival que asuma mis herencias.

El día de los desventurados, el día pálido se asoma


con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en
gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de
llanto.

Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda,


callada,
de tantas cavilaciones en vano, de tantos parajes
terrestres
en donde debió ocupar hasta el designio de las
raíces,
de tanta forma aguda que se defendía.

Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso,


entre el sabor creciente, poniendo el oído
en la pura circulación, en el aumento,
cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
a lo que surge vestido de cadenas y claveles,
yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales.

Nada hay de precipitado, ni de alegre, ni de forma


orgullosa,
todo aparece haciéndose con evidente pobreza,
la luz de la tierra sale de sus párpados
no como la campanada, sino más bien como las
lágrimas:

el tejido del día, su lienzo débil,


sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer
señas
en una despedida, detrás de la ausencia:
es el color que sólo quiere reemplazar,
cubrir, tragar, vencer, hacer distancias.

Estoy solo entre materias desvencijadas,


la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo
muerto,
rechazada al caer, y sin forma obstinada.

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COLECCIÓN NOCTURNA Cadáveres dormidos que a menudo
danzan asidos al peso de mi corazón,
qué ciudades opacas recorremos!
He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico: Mi pardo corcel de sombra se agiganta,
su gestión insistía, su denso paso llega y sobre envejecidos tahures, sobre lenocinios de
envuelto en caracoles y cigarras, escaleras gastadas,
marino, perfumado de frutos agudos. sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores
de foot-ball,
Es el viento que agita los meses, el silbido de un del viento ceñidos pasamos:
tren, y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos
el paso de la temperatura sobre el lecho, del cielo,
un opaco sonido de sombra los pájaros, las campanas conventuales, los
que cae como trapo en lo interminable, cometas:
una repetición de distancias, un vino de color aquel que se nutrió de geografía pura y
confundido, estremecimiento,
un paso polvoriento de vacas bramando. ése tal vez nos vio pasar centelleando.
A veces su canasto negro cae en mi pecho, Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,
sus sacos de demonio hieren mi hombro, en un desmantelado buque prófugo, lejos,
su multitud de sal, su ejército entreabierto amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:
recorren y revuelven las cosas del cielo: la medianoche ha llegado y un gong de muerte
él galopa en la respiración y su paso es de beso: golpea en torno mío como el mar.
su salitre seguro planta en los párpados Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.
con vigor esencial y solemne propósito:
entra en lo preparado como un dueño: Fiel como una condena, a cada cuerpo
su substancia sin ruido quipa de pronto, la palidez del distrito letárgico acude:
su alimento profético propaga tenazmente. una sonrisa fría, sumergida,
unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,
Reconozco a menudo sus guerreros, una respiración que sordamente devora fantasmas.
sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,
y su necesidad de espacio es tan violenta En esa humedad de nacimiento, con esa
que baja hasta mi corazón a buscarlo: proporción tenebrosa,
él es el propietario de las mesetas inaccesibles, cerrada como una bodega, el aire es criminal:
él baila con personajes trágicos y cotidianos: las paredes tienen un triste color de cocodrilo,
de noche rompe mi piel su ácido aéreo una contextura de araña siniestra:
y escucho en mi interior temblar su instrumento. se pisa en lo blando como sobre un monstruo
muerto:
Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres las uvas negras inmensas, repletas,
amadas, cuelgan de entre las ruinas como odres:
sueños cuyos latidos me quebrantan: oh Capitán, en nuestra hora de reparto
su material de alfombra piso en silencio, abre los mudos cerrojos y espérame:
su luz de amapola muerdo con delirio. allí debemos cenar vestidos de luto:
el enfermo de malaria guardará las puertas.
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Mi corazón, es tarde y sin orillas, ARTE POÉTICA
el día, como un pobre mantel puesto a secar,
oscila rodeado de seres y extensión:
de cada ser viviente hay algo en la atmósfera: Entre sombra y espacio, entre guarniciones y
mirando mucho el aire aparecerían mendigos, doncellas,
abogados, bandidos, carteros, costureras, dotado de corazón singular y sueños funestos,
y un poco de cada oficio, un resto humillado precipitadamente pálido, marchito en la frente
quiere trabajar su parte en nuestro interior. y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia, ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
conquistado, sin duda, por lo vespertino. y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana
un poco ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche
perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una
ausencia de flores
—posiblemente de otro modo aún menos
melancólico—,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi
pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi
dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con
melancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre
confuso.

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SONATA Y DESTRUCCIONES RITUAL DE MIS PIERNAS
Después de mucho, después de vagas leguas, Largamente he permanecido mirando mis largas
confuso de dominios, incierto de territorios, piernas,
acompañado de pobres esperanzas con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada
y compañías infieles y desconfiados sueños, pasión,
amo lo tenaz que aún sobrevive en mis ojos, como si hubieran sido las piernas de una mujer
oigo en mi corazón mis pasos de jinete, divina
muerdo el fuego dormido y la sal arruinada, profundamente sumida en el abismo de mi tórax:
y de noche, de atmósfera oscura y luto prófugo, y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo
aquel que vela a la orilla de los campamentos, pasa,
el viajero armado de estériles resistencias, sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura
detenido entre sombras que crecen y alas que cabeza,
tiemblan, y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de
me siento ser, y mi brazo de piedra me defiende. noche que una mujer está respirando,
durmiendo desnuda y a mi lado,
Hay entre ciencias de llanto un altar confuso, entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar
y en mi sesión de atardeceres sin perfume, de la ausente,
en mis abandonados dormitorios donde habita la viciosos, melancólicos pensamientos
luna, siembran pesadas posibilidades en mi
y arañas de mi propiedad, y destrucciones que me dormitorio,
son queridas, y así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran
adoro mi propio ser perdido, mi substancia a otro cuerpo,
imperfecta, y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis
mi golpe de plata y mi pérdida eterna. entrañas.
Ardió la uva húmeda, y su agua funeral Como tallos o femeninas, adorables cosas,
aún vacila, aún reside, desde las rodillas suben, cilíndricas y espesas,
y el patrimonio estéril, y el domicilio traidor. con turbado y compacto material de existencia:
Quién hizo ceremonia de cenizas? como brutales, gruesos brazos de diosa,
Quién amó lo perdido, quién protegió lo último? como árboles monstruosamente vestidos de seres
El hueso del padre, la madera del buque muerto, humanos,
y su propio final, su misma huida, como fatales, inmensos labios sedientos y
su fuerza triste, su dios miserable? tranquilos,
son allí la mejor parte de mi cuerpo:
Acecho, pues, lo inanimado y lo doliente, lo enteramente sustancial, sin complicado
y el testimonio extraño que sostengo, contenido
con eficiencia cruel y escrito en cenizas, de sentidos o tráqueas o intestinos o ganglios:
es la forma de olvido que prefiero, nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia
el nombre que doy a la tierra, el valor de mis vida,
sueños, nada, sino la forma y el volumen existiendo,
la cantidad interminable que divido guardando la vida, sin embargo, de una manera
con mis ojos de invierno, durante cada día de completa.
este mundo.
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Las gentes cruzan el mundo en la actualidad En mis pies cosquillosos,
sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él y duros como el sol, y abiertos como flores,
la vida, y perpetuos, magníficos soldados
y hay miedo, hay miedo en el mundo de las en la guerra gris del espacio,
palabras que designan el cuerpo, todo termina, la vida termina definitivamente en
y se habla favorablemente de la ropa, mis pies,
de pantalones es posible hablar, de trajes, lo extranjero y lo hostil allí comienza:
y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,
“señora”), lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi
como si por las calles fueran las prendas y los corazón
trajes vacíos por completo con densa y fría constancia allí se originan.
y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el
mundo. Siempre,
productos manufacturados, medias, zapatos,
Tienen existencia los trajes, color, forma, designio, o simplemente aire infinito.
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado Habrá entre mis pies y la tierra
lugar, extremando lo aislado y lo solitario de mi ser,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
hay en el mundo, algo abiertamente invencible y enemigo.
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de esclavitud y de
cadenas.
Bueno, mis rodillas, como nudos,
particulares, funcionarios, evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos
diferentes
no son tan diferentes como las dos mitades de mis
piernas.

Desde la rodilla hasta el pie una forma dura,


mineral, fríamente útil, aparece,
una criatura de hueso y persistencia,
y los tobillos no son ya sino el propósito desnudo,
la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva.

Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas,


son allí mis piernas, y dotadas
de grupos musculares como animales
complementarios,
y allí también una vida, una sólida, sutil, aguda
vida
sin temblar permanece, aguardando y actuando.

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Residencia en la tierra 2 y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
[1931-1935]
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas
húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la
WALKING AROUND ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines Hay pájaros de color de azufre y horribles
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro intestinos
navegando en un agua de origen y ceniza. colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. hay espejos
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, que debieran haber llorado de vergüenza y
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, espanto,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
y mi pelo y mi sombra. con furia, con olvido,
Sucede que me canso de ser hombre. paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un
Sin embargo sería delicioso alambre:
asustar a un notario con un lirio cortado calzoncillos, toallas y camisas que lloran
o dar muerte a una monja con un golpe de lentas lágrimas sucias.
oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
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NO HAY OLVIDO (SONATA)

Si me preguntáis en dónde he estado


debo decir “Sucede”.
Debo de hablar del suelo que oscurecen las piedras,
del río que durando se destruye:
no sé sino las cosas que los pájaros pierden, Nicolás Guillén
el mar dejado atrás, o mi hermana llorando.
Por qué tantas regiones, por qué un día
se junta con un día? Por qué una negra noche
se acumula en la boca? Por qué muertos?

Si me preguntáis de dónde vengo, tengo que


conversar con cosas rotas,
con utensilios demasiado amargos,
con grandes bestias a menudo podridas
y con mi acongojado corazón.

No son recuerdos los que se han cruzado


ni es la paloma amarillenta que duerme en el
olvido,
sino caras con lágrimas,
dedos en la garganta,
y lo que se desploma de las hojas:
la oscuridad de un día transcurrido,
de un día alimentado con nuestra triste sangre.

He aquí violetas, golondrinas,


todo cuanto nos gusta y aparece
en las dulces tarjetas de larga cola
por donde se pasean el tiempo y la dulzura.
Pero no penetremos más allá de esos dientes,
no mordamos las cáscaras que el silencio acumula,
porque no sé qué contestar:
hay tantos muertos,
y tantos malecones que el sol rojo partía,
y tantas cabezas que golpean los buques,
y tantas manos que han encerrado besos,
y tantas cosas que quiero olvidar.

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MOTIVOS DE SON 3. SI TÚ SUPIERA...
[1930]
¡Ay, negra
si tú supiera!
1. NEGRO BEMBÓN Anoche te bi pasá
y no quise que me biera.
A é tú le hará como a mí,
¿Po qué te pone tan brabo, que cuando no tube plata
cuando te disen negro bembón, te corrite de bachata,
si tiene la boca santa, sin acoddadte de mí.
negro bembón?
Sóngoro cosongo,
Bembón así como ere songo bé;
tiene de to; sóngoro cosongo
Caridá te mantiene, de mamey;
te lo da to. sóngoro, la negra
baila bien;
Te queja todabía, sóngoro de uno
negro bembón; sóngoro de tre.
sin pega y con harina,
negro bembón, Aé,
majagua de dri blanco, bengan a be;
negro bembón; aé,
sapato de do tono, bamo pa be;
negro bembón... bengan, sóngoro cosongo,
sóngoro cosongo de mamey!
Bembón así como ere,
tiene de to;
Caridá te mantiene,
te lo dá to.
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SÓNGORO COSONGO LLEGADA
[1931]
¡Aquí estamos!
PRÓLOGO La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
¿Prólogo? Sí. Prólogo... el puño es fuerte
Pero nada grave, porque estas primeras páginas deben ser frescas y verdes, como y tiene el remo.
ramas jóvenes.
Realmente, yo soy partidario de colocar los prólogos al final, como si fueran epílogos. En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
Y en todo caso, dejar los epílogos para los libros que no tengan prólogo. El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
Por otra parte, un prólogo ajeno tiene cierta intención provisional de cosa prestada. Nuestro pie,
Después de impreso el libro, el autor que le puso al comienzo unas líneas del amigo debe duro y ancho,
vivir con el sobresalto de que éste se las pida:
aplasta el polvo en los caminos abandonados
—Dice Menéndez que cuando usted termine con el prólogo, se lo mande...
Y a lo mejor, es para emplearlo en otra obra. Para prestárselo a un amigo. y estrechos para nuestras filas.
Mi prólogo es mío. Sabemos dónde nacen las aguas,
Puede decir, pues —aclarado lo anterior—, que me decido a publicar una colección de y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
poemas en virtud de tenerlos ya escritos. En esto soy un poco más honrado que ciertos los cielos rojos.
autores cuando anuncian sus obras sin haber redactado una sola línea de ellas. Casi Nuestro canto
siempre, dicho anuncio aparece en el primer libro, con un título lleno de goma: "Obras en es como un músculo bajo la piel del alma,
preparación." Y en seguida, una lista que comprende varios tomos de poesías, crítica, nuestro sencillo canto.
teatro, novela... Todo un mundo de aspiraciones, pero con muy cortas alas para el vuelo.
No ignoro, desde luego, que estos versos les repugnan a muchas personas, porque ellos Traemos el humo en la mañana,
tratan asuntos de los negros y del pueblo. No me importa. O mejor dicho: me alegra. Eso y el fuego sobre la noche,
quiere decir que espíritus tan puntiagudos no están incluidos en mi temario lírico. Son el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
gentes buenas, además. Han arribado penosamente a la aristocracia desde la cocina, y
apto para las pieles bárbaras;
tiemblan en cuanto ven un caldero.
Diré finalmente que éstos son unos versos mulatos. Participan acaso de los mismos traemos los caimanes en el fango,
elementos que entran en la composición étnica de Cuba, donde todos somos un poco y el arco que dispara nuestras ansias,
níspero. ¿Duele? No lo creo. En todo caso, precisa decirlo antes de que lo vayamos a y el cinturón del trópico,
olvidar. La inyección africana en esta tierra es tan profunda, y se cruzan y entrecruzan y el espíritu limpio.
en nuestra bien regada hidrografía social tantas corrientes capilares, que sería trabajo
de miniaturista desenredar el jeroglífico. Traemos
Opino por tanto que una poesía criolla entre nosotros no lo será de un modo cabal con nuestro rasgo al perfil definitivo de América.
olvido del negro. El negro —a mi juicio— aporta esencias muy firmes a nuestro coctel. Y
¡Eh compañeros, aquí estamos!
las dos razas que en la Isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tienden un
garfio submarino, como esos puentes hondos que unen en secreto dos continentes. Por lo La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
pronto, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color como panales de abejas silvestres;
definitivo. Algún día se dirá: "color cubano". sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
Estos poemas quieren adelantar ese día. y sus casas nos miran con los ojos pávidos
N.G. de las ventanas.
La Habana, 1931. Los hombres antiguos nos darán leche y miel
y nos coronarán de hojas verdes.
¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol
nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos

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de los vencidos, PEQUEÑA ODA A UN NEGRO BOXEADOR CUBANO
y en la noche, mientras los astros ardan en la punta
de nuestras llamas,
nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros. Tus guantes
puestos en la punta de tu cuerpo de ardilla,
y el punch de tu sonrisa.
El Norte es fiero y rudo, boxeador.
Ese mismo Broadway,
que en actitud de vena se desangra
para chillar junto a los rings
en que tú saltas como un moderno mono elástico,
sin el resorte de las sogas.
ni los almohadones del clinch;
ese mismo Broadway
que unta de asombro su boca de melón
ante tus puños explosivos
y tus actuales zapatos de charol;
ese mismo Broadway,
es el que estira su hocico con una enorme lengua húmeda,
para lamer glotonamente
toda la sangre de nuestro cañaveral.
De seguro que tú
no vivirás al tanto de ciertas cosas nuestras,
ni de ciertas cosas de allá,
porque el training es duro y el músculo traidor,
y hay que estar hecho un toro,
como dices alegremente, para que el golpe duela más.
Tu inglés,
un poco más precario que tu endeble español,
sólo te ha de servir para entender sobre la lona
cuanto en su verde slang
mascan las mandíbulas de los que tú derrumbas
jab a jab.
En realidad acaso no necesitas otra cosa,
porque como seguramente pensarás,
ya tienes tu lugar.
Es bueno, al fin y al cabo,
hallar un punching bag,
eliminar la grasa bajo el sol,
saltar,
sudar,
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nadar, CANTO NEGRO
y de la suiza al shadow boxing,
de la ducha al comedor,
¡Yambambó, yambambé!
salir pulido, fino, fuerte,
Repica el congo solongo,
como un bastón recién labrado
repica el negro bien negro;
con agresividades de black jack. congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
Y ahora que Europa se desnuda
para tostar su carne al sol Mamatomba,
y busca en Harlem y en La Habana serembe cuserembá.
jazz y son,
lucirse negro mientras aplaude el bulevar, El negro canta y se ajuma,
y frente a la envidia de los blancos el negro se ajuma y canta,
hablar en negro de verdad. el negro canta y se va.
Acuememe serembó,
aé;
yambó,
aé.

Tamba, tamba, tamba, tamba,


tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!

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CAÑA WEST INDIES LTD.
[1934]
El negro
junto al cañaveral.
BALADA DE LOS DOS ABUELOS
El yanqui
sobre el cañaveral.
Sombras que sólo yo veo,
La tierra me escoltan mis dos abuelos.
bajo el cañaveral.
Lanza con punta de hueso,
¡Sangre tambor de cuero y madera:
que se nos va! mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho,
gris armadura guerrera:
mi abuelo blanco.
Pie desnudo, torso pétreo
los de mi negro;
pupilas de vidrio antártico
las de mi blanco.
África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro).
Aguaprieta de caimanes,
verdes mañanas de cocos…
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco).
Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
¡Oh costas de cuello virgen
engañadas de abalorios…!
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!
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¡Qué de barcos, qué de barcos! DOS NIÑOS
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Qué largo fulgor de cañas!
Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
¡Qué látigo el del negrero!
juntos en un portal bajo la noche caluros,
Piedra de llanto y de sangre,
dos niños pordioseros llenos de pústulas,
venas y ojos entreabiertos, comen de un mismo plato como perros hambrientos
y madrugadas vacías,
la comida lanzada por la pleamar de los manteles.
y atardeceres de ingenio,
Dos niños: uno negro, otro blanco.
y una gran voz, fuerte voz,
despedazando el silencio.
Sus cabezas unidas están sembradas de piojos;
¡Qué de barcos, qué de barcos, sus pies muy juntos y descalzos;
qué de negros!
las bocas incansables en un mismo frenesí de mandíbulas,
y sobre la comida grasienta y agria,
Sombras que sólo yo veo,
dos manos: una negra, otra blanca.
me escoltan mis dos abuelos.
¡Qué unión sincera y fuerte!
Don Federico me grita
Están sujetos por los estómagos y por las noches foscas,
y Taita Facundo calla; y por las tardes melancólicas en los paseos brillantes,
los dos en la noche sueñan
y por las mañanas explosivas,
y andan, andan.
cuando despierta el día con sus ojos alcólicos.
Yo los junto.
Están unidos como dos buenos perros...
—¡Federico!
Juntos así como dos buenos perros,
¡Facundo! Los dos se abrazan. uno negro, otro blanco,
Los dos suspiran. Los dos
cuando llegue la hora de la marcha
las fuertes cabezas alzan: ¿querrán marchar como dos buenos hombres,
los dos del mismo tamaño,
uno negro, otro blanco?
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
ansia negra y ansia blanca,
comen en un portal, bajo la noche calurosa.
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran. Cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!

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CANCIÓN DE LOS HOMBRES PERDIDOS
Así andamos por la ciudad,
como perros abandonados
Con las ojeras excavadas,
en medio de una tempestad.
rojos los ojos como rábanos,
vamos por las calles calladas.
¿Qué más da ser ladrón o papa?
El caldero siempre es el mismo,
La tripa impertinente hipa,
lo que le cambian es la tapa.
puntual lo mismo que un casero,
pero nada hay para la tripa.
Y hay quien podrido está en lo hondo;
No hay aguardiente ni tabaco, cuando el pellejo más perfuma
más el espíritu es hediondo.
ni un mal trozo de carne dura:
sólo las pulgas bajo el saco.
Nosotros vamos descubiertos;
el pus al sol, la mugre al aire,
Así andamos por la ciudad,
como perros abandonados y con los ojos bien despiertos.
en medio de una tempestad.
Así andamos por la ciudad,
como perros abandonados
El sol nos tuesta en su candela,
en medio de una tempestad.
pero por la noche la Luna
de un escupitajo nos hiela.
Secos estamos como piedra.
Largos y flacos como cañas.
Somos asmáticos, diabéticos,
herpéticos y paralíticos, Mano-pezuña, barba-hiedra.
mas sin regímenes dietéticos.
Mas no tembléis si crece el hambre:
presto el gorila maromero
Nos come el hambre día a día,
y van cavándonos los dientes se estrellará desde su alambre.
charcos bermejos en la encía.
¡Ánimo, amigos! ¡Piernas sueltas,
Así andamos por la ciudad,
diente afilado, hocico duro,
como perros abandonados
y no marearse con dar vueltas!
en medio de una tempestad.
¡Saltemos sobre la ciudad,
¿Quién es quien sabe nuestros nombres?
como perros abandonados
Nadie los sabe ni los mienta.
Somos las sombras de otros hombres. en medio de una tempestad!
Y si es que hablar necesitamos
unos con otros, ya sabemos
de qué manera nos llamamos.
«Caimán», «El Macho», «Perro Viudo»,
son nuestros nombres en la vida,
y cada nombre es un escudo.
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Fuentes:

Darío, Rubén (1985): Poesía. Prólogo por Ángel Rama. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Guillén, Nicolás (1984): Las grandes elegías y otros poemas. Selección, prólogo y
cronología: Ángel Augier. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Neruda, Pablo ([1933] 2013): Residencia en la tierra. Buenos Aires: Planeta.
Vallejo, César (1986): Obra poética completa. Edición y prólogo: Enrique Ballón. Buenos
Aires: Biblioteca Ayacucho/Hyspamérica.

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