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Antecedentes

A finales de la década de los 80, Alemania Occidental tenía un superávit de cuenta


corriente considerable debido a la débil demanda interna y a la disminución de la carga de
la deuda pública. Dicha situación proporcionó una base favorable para hacer frente a los
desafíos que suponía la reunificación de las dos Alemania, siendo uno de los principales
motivos, el deseo vehemente de los alemanes orientales de incorporarse a la República
Federal de Alemania debido a que ellos también querían obtener los mismos beneficios que
los habitantes de la RFA, es decir, democracia y bienestar material. Esto se logró el 3 de
octubre de 1990 con la unificación de la República Democrática Alemana y la República
Federal de Alemania, junto con ello, se estableció la denominada “economía social de
mercado”, la cual fue inicialmente establecida en Alemania Occidental después de la
Segunda Guerra Mundial, siendo su característica principal colocar al mercado como la
columna vertebral de una economía de mercado dirigida por ciertos criterios sociales.

Al mismo tiempo, Alemania Oriental adoptó el sistema de leyes, normas, regulaciones e


instituciones de Alemania Occidental; también adoptó la moneda oficial de Alemania
Occidental de ese entonces, el marco alemán, a una tasa altamente sobrevaluada de 1:1.
Este sistema y tipo de cambio se vieron forzados a una economía que no era competitiva en
una economía de mercado globalmente abierta debido a niveles de productividad muy
bajos. Al mismo tiempo, prefirió sustituir su producción por la producción Occidental.
Poco tiempo después, los sindicatos alemanes comenzaron a impulsar los salarios
relativamente bajos hasta los niveles de Alemania Occidental, poniendo así en peligro los
puestos de trabajo a menudo poco productivos en el Este.

Alemania Occidental realizó transferencias a Alemania Oriental, siendo gran parte de estas
financiadas a través del sistema de seguro social. Los alemanes desempleados y retirados
del Este recibieron beneficios sin haber pagado en el sistema y sin una base sólida de
contribuciones por su parte. Por lo tanto, las tasas de contribución tuvieron que aumentar
significativamente de 17.7% a 20.3% para el seguro de vejez y de 4.3% a 6.8% para el
seguro de desempleo. Cuando el desempleo en Alemania aumentó durante de la década de
los 90, muchos economistas lo atribuyeron a los altos costos laborales no salariales que
llevaron a un alza en el costo de la mano de obra.

Otra fuente de vital importancia para financiar la unificación fue la deuda pública, esta
aumentó de aproximadamente el 40% en 1991 al 60% del PIB para 1999. La tasa de
descuento aumentó de menos del 3% en 1988 al 8.2% en 1992, destruyendo así el Sistema
Monetario Europeo. Alemania aceptó el fin de su hegemonía macroeconómica en Europa
como el precio político de la unificación.

Simultáneamente, en 1992 los Estados miembros de la Unión Europea firmaron el Tratado


de Maastricht, que estipulaba la Unión Monetaria Europea, la supresión de las monedas
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nacionales por la moneda común (el euro) y también fijaba una serie de condiciones
económicas de convergencia, estas últimas relativas a la estabilidad de precios dentro de
unos parámetros establecidos, al déficit público, a la deuda pública y a los tipos de cambio,
que eran de obligado cumplimiento para los países que quisieran integrarse a la Unión
Monetaria Europea. Esto significó para Alemania un periodo de tasas de interés reales
relativamente altas, baja inflación y lento crecimiento.

Por lo tanto, el problema central en la década de 1990 fue el alto desempleo y, en parte
como resultado, las débiles finanzas públicas. Ambas cuestiones dominaron el debate
público y finalmente condujeron a las reformas de la llamada Agenda 2010 propuesta en
2003 por el gobierno, liderado por el entonces canciller, Gerhard Schröder, de las cuales se
desarrollarán más adelante.

Desarrollo

Matilde

En 1997, el canciller Kohl propuso una importante reforma de las pensiones y consiguió
que el parlamento aprobara la ley explicando que el sistema alemán se había vuelto
insostenible. Un año más tarde, en 1998, Kohl perdió las elecciones y fue sustituido por
Gerard Schroeder. Una de las primeras decisiones del nuevo canciller fue revocar la
reforma de las pensiones de 1997. Esa medida provocó un aumento de la incertidumbre
sobre la futura renta. Como consecuencia, los hogares alemanes comenzaron a ahorrar más.
La tasa de ahorro aumentó de un 9.8% de la renta disponible en 1997 a un 15.8% en 2000.

El aumento de la tasa de ahorro se debió a un cambio de la confianza de los consumidores:


la incapacidad del gobierno para reformar el sistema alemán de protección social –que la
mayoría de la gente consideraba insostenible- desencadenó un pesimismo general sobre el
futuro del país. El consumo cayó (de una tasa de crecimiento del 2% al año antes de las
elecciones a algo más del 7%) y la tasa de crecimiento de la producción también
disminuyó.

Luego en 2003, a parte de la pérdida de confianza manifestada por la ciudadanía alemana


en general debido a la insostenibilidad del sistema de seguridad social, el Ministerio de
Economía y Trabajo también culpó a los efectos de “la inseguridad económica” que generó
la guerra de Irak, donde el consumo se suavizó y las exportaciones e inversiones se vieron
postergadas, traduciéndose en un mal comportamiento de la balanza comercial, con un
crecimiento de las exportaciones en un 1.1% y las importaciones en un 2%, presentando
así un desaceleramiento con respecto a años anteriores (donde las exportaciones crecieron
en un 5.6% en 2001 y más de un 13% en 2000). No debemos dejar de mencionar que la
disminución de las exportaciones fue influenciada también por la elevada cotización del
euro.
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Debido al escaso crecimiento presentado por Alemania en el año 2002, con tan solo un
0.2% y al incremento del consumo del sector público en un 0.7%, la Oficina Federal de
Estadísticas informó que por segundo año consecutivo el país germano superaba los límites
permitidos por el pacto de Estabilidad y Crecimiento de la zona Euro, con un déficit
público que en 2003 alcanzó los 86,000 millones de euros, un 4% del PIB, el cual venía
precedido en 2002 con un déficit de 3.5%.

El desenvolvimiento de varios sectores económicos de igual forma contribuyeron a la


contracción del PIB en 2003, donde la construcción cayó un 3.4%, las inversiones en bienes
de capital un 4% y el consumo privado bajó un 0.2%.
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Conclusión

La caída del consumo, generada por un aumento en la incertidumbre con respecto al


ingreso futuro y las repercusiones socioeconómicas originadas por la guerra de Irak
ocasionaron una contracción del PIB en 2003 en una décima, registrando el primer
descenso en 10 años y una tasa de desempleo de 10.5%.

Como respuesta del gobierno para contrarrestar la elevada tasa de desempleo y promover el
crecimiento económico, el canciller Schroeder implementó entre los años 2002 y 2005 una
ambiciosa agenda de reformas conocida como Agenda 2010. El grueso de las reformas se
centró en el mercado laboral y el sistema de seguridad social, cuyos objetivos eran
incrementar la eficiencia de las políticas activas de empleo e incrementar la edad efectiva
de jubilación, respectivamente.

Estas reestructuraciones tuvieron un impacto positivo ya que no tardaron en flexibilizar el


mercado laboral, con efectos beneficiosos para la actividad económica provocando que la
tasa de paro se redujera del 11,3% en 2005 al 5,5% en 2012. A pesar de los logros también
se han presentado impactos negativos; los desempleados han visto menguar sus ingresos de
forma sustancial, lo que se ha traducido en un mayor incremento del riesgo de pobreza de
este colectivo y aquellos ocupados con contratos temporales o a tiempo parcial también han
experimentado un incremento de su riesgo de pobreza superior a la media de la eurozona.

En definitiva, desde un punto de vista de la eficiencia económica, el balance de las


reformas es claramente positivo: Alemania ha disfrutado de una década de prosperidad y,
además, cuando ha llegado la doble crisis, la global y la europea, su mercado laboral ha
sido altamente resistente. Ante esta evidencia, muchos en Europa propugnan que la reforma
alemana es un modelo que merece la pena imitar.

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