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Tras hablar con estos pacientes, Freud planteó la teoría de que sus problemas
tenían como causa los deseos y fantasías reprimidas e inconscientes de
naturaleza sexual, socialmente inaceptables.
De entre los casos que estudió Freud, éste fue, sin duda, uno muy importante,
ya que el comportamiento obsesivo de este paciente le permitió extraer
lecciones extraordinarias sobre dicho padecimiento.
Ernst Lanzer, que así se llamaba el “hombre de las ratas” si quieres más
información), tuvo un tratamiento exitoso con Freud. Su caso es el siguiente: el
paciente sufre miedos injustificados respecto a su padre y a su novia, pero
también impulsos suicidas acompañados de supersticiones absurdas .
Como es lógico, y siguiendo su propio método, Freud busca el origen de esta
patología en la sexualidad infantil, y allí descubre el inicio del trastorno
obsesivo: desde muy temprana edad, Lanzer siente un deseo obsesivo de ver a
una mujer desnuda, y al mismo tiempo un miedo irracional a que su padre
muera, conjunto que provoca en él un ansia de autocastigo que satisface a través
de acciones absurdas.
Este hombre sufrió un caso grave de depresión. A los 18 años contrajo gonorrea,
y a partir de allí una seria neurosis representada por una parálisis intestinal (que
le impedía la defecación normal) y trastorno obsesivo. Su vida estuvo
marcada por la tragedia: su hermana se suicidaría en 1906, su padre en 1907, y
luego su esposa en 1938. Al terminar la Primera Guerra Mundial, se instaló en
Viena tras haber perdido todo.
Freud lo trató entre 1910 y 1914. Este aristócrata ruso tuvo un sueño de
pequeño: en el sueño se despertaba y veía por su ventana un nogal con 6 o 7
grandes lobos blancos, observándolo. Eso era todo.
En todo caso, para Freud estaba clarísimo que el sueño obedecía a deseos
reprimidos del paciente, que incluían una tendencia homosexual; y el hecho de
no poder defecar con normalidad acentuaba el diagnóstico freudiano