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ron como buenos fue el préstamo á, corto interés sobre TEORÍA DE LA VOLUNTAD.
la palabra de honor empeñada por el pobre ante el
consejo de la sociedad fundada al efecto. General- (Conclusión.) *
mente se le exigia ir acompañado de su padre, madre
ó hermanos, con el fin de hipotecar la deuda sobre el m.
honor de la familia. Para más adelante dejamos la ex- Pero en mi juicio y opinión, lo absoluto abso-
posición y crítica de esta institución formalizada y lutismo de la libertad humana, fue estimado como
generalizada hoy en otros países mejor que en Francia. enseñanza inconveniente, si no peligrosa, por los
Así, pues, el trabajo, la previsión, el ahorro y el más de los pensadores.—El hecho se resistía á
seguro; las asociaciones cooperativas de consumo, de todo enlace, composición y artificio sistemático y
producción, de crédito; los Montes de Piedad ope- escolástico y llevaba la consideración á tan ar-
rando sin interés sobre los objetos presentados; los duos problemas sobre el papel y la función de la
establecimientos de trabajo obligatorio ó forzado á individualidad humana en el orden teológico del
los indigentes por vicios tales como el juego, la em- universo, y exigia tal suma de cuidados y la co-
briaguez, la haraganería, la prostitución, etc.; loa operación de tantos siglos para educar y ajustar
asilos de beneficencia para los pobres inutilizados por esta entidad sobrenatural y sobrexcitada (siem-
el trabajo; los depósitos de mendicidad; las colonias pre pronta á la rebelión) en el cuadro social y en f
agrícolas; las casas de refugio; los centros de ense- el modo finito y relativo de la vida terrena, que
ñanza primaria; las bibliotecas populares; los colegios á excepción de algunos teólogos cristianos que
de sordos, mudos y ciegos; los manicomios y otros la creyeron esencialmente mala é irreductible, si
medios que se hallan indicados para el mejoramiento la gracia santificante no cumplía el milagro de
de las clases pobres y desaparición de las indigentes su conquista, apenas dejó huella en la historia
y miserables, combinados con una reforma peniten- de la filosofía.
ciaria y hospitalaria, con nuevas leyes preventivas y Contraría además esta doctrina el optimismo
nuevas medidas represivas: he aquí lo que Francia práctico que reina en universidades y academias,
viene haciendp desde hace pocos años, con el sanio fin casinos y salones, que nos pinta la vida fácil y
de calmar ese desorden social que á todos, ricos y plácida si la decora una grave, aunque externa,
pobres, propietarios y proletarios, capitalistas y obre- dignidad y una urbanidad obsequiosa y compla-
ros, perjudica, desmoraliza y deshonra. ciente. Dirigir la vida bordeando abismos, siem-
¿Qué de extraño tiene el silencio político de la clase pre los ojos en la brújula y la mano al gobernalle,
obrera de aquel país durante la época que acabamos es penosísimo, y seria tranquilizador desconocer
de reseñar, si desde arriba veíase á todas horas hala- las tempestades y angustias, que desencadena en
gada y considerada en cuanto guardaba relación con el fondo de nuestra existencia esa terrible divini-
su bienestar y progreso? dad, y felicísimo el ignorar que los más ternero- •
De lo dicho hasta aquí deducimos que los remedios sos de los problemas sociales y políticos, nacen
de la miseria no se hallan en el Estado solamente, de esa fuerza que es rio fuera de madre, y que sin
tampoco en el individuo aislado. Puede hacerse mu- embarga debe ser encauzado y dirigido.
cho, adelantarse mucho con la acción bien combinada —¡Cuántos misterios en la voluntad del hom-
de uno y otro. Donde verdaderamente está el mal, bre!—decia Malebranene.—¡Qué misteriosa es la
ahí se busca la curación, no fuera y en parte extraña voluntad humana ! — ha repetido últimamente
ó indiferente. Por lo mismo, al lado do la benéfica tu- Schopenhahuer.—El tratado de la libertad, es-
tela del Estado, de la acción bien dirigida de las cor- cribe Seaelling (en su segunda aparición), es el
poraciones provinciales y municipales y de la iniciativa corazón y el nervio del sistema de la ciencia; es
particular ó.privada, deben existir preferentemente lo que liga la idea al hecho.—De aquí sin duda
las fuerzas propias y naturales de las clases obreras, esa interminable y nunca cerrada historia y re-
sobre todo aquellas que son resultado del principio aparición de teorías deterministas que ocupan á
fecundo de Asociación en todas sus formas y manifes- los teólogos y filósofos de los siglos XVII, xvm y
taciones justas. De éstas, las asociaciones de socorros del actual, á vueltas de no pocas exhumaciones
mutuos, cuya generalización es un deber social, se de escuelas de los siglos medios y de la antigüe1-
bastan para resolver con acierto y razón una parte dad greco-latina.
principal del problema que tanto interesa al porvenir Por otra parte, este período histórico que se
de la humanidad. abre con el «Pienso, luego soy,» de Descartes,
JOAQUÍN MARTIN DE OLÍAS.
corrió tras el pensar y el conocer creyendo que
tedos los misterios se encerraban en esas exce-
leneias humanas. Bajo la presión de este intelec- insistir ya en la refutación de las escuelas, que,
tualismo cartesiano que reinó y reina, las demás reconociendo que la causa es interna, la conside-
facultades se estudiaron por el canon que daba ran determinada por impulsos é inclinaciones que
el conocimiento del pensar y del conocer, y quedó espontáneamente actúan, y sin volver tampoco al
oscurecida ú olvidada la teoría de la voluntad, examen de las teorías del llamado deterninismo
contentándose con resolver el caso del libre albe- racional, que, á pesar de sus delicadas distincio-
drío allá en punto preeminente de la nioral, y nes, afirma que interna la causa, se determina,
como un caso de deliberación que sacaba á luz, sin embargo, por ideas ó conceptos, cuya doctri-
puras é ingenuas, las intuiciones del bien y del na, obedeciendo á nobles inspiraciones, platóni-
amor que, en efecto, nunca se apartan del espíritu cas y cartesianas, es la más popular en los libros
del hombre. de psicología (1), quedan las teorías teológicas
Unas y otras causas, filosóficas éstas, sociales que se presentan con no menor variedad, desde
aquellas, explican el triunfo de los optimismos Lutero hasta las últimas llamaradas del misti-
que han inspirado á los más de los doctores de- cismo molinosista y del probabilismo casuístico.
terministas. Decia bien el gran obispo de la iglesia latina:
Pero el asunto de la ciencia no está en los libros «La cuestión es dificilísima en este punto, en que
ni menos en los deseos y aspiraciones históricas, parece que no se adjudica la palma al albedrío
está en la realidad de Dios, de la naturaleza y humano sin negar la gracia, y no se enaltece la
del hombre, y la verdad manda que no se ate- gracia sin anular el albedrío del hombre.»
núen ni disfracen los resultados que la ciencia Gravísimos son los errores filosóficos; pero no
consiga. ¿A qué engañarnos, si á pesar de nues- es comparable su gravedad con la de los-teológi-
tras gárrulas descripciones de lo plácido y sereno cos, si presumen originarse de enseñanzas dog-
de la vida, ruge la lava, no bajo nuestros piés> máticas y cristianas, porque no olvidemos que es
sino en nuestros corazones? ¿A qué profetizar y cristiana la ciencia y cristiana la vida hace mu-
prometer maravillas y paraisos, si es necesario chos siglos, y continuará siéndolo por términos
antes que se cumpla el milagro de educación, de tan extensos, que la razón del hombre los con-
prudencia, de santa abnegación que exige el ven- funde con la eternidad. •
cer con ayuda del bien, la verdad y la belleza, ese Desde los pelagianos y socinianos que descono-
tenaz é indómito albedrío que tasca y cubre de es- cian la gracia por defender el albedrío, hasta las
pumas el blando freno de una sociedad cristiana enseñanzas de "Wicleff, Lutero, Calvino, Jansenio
y democrática? y Qu$snel, que enalteciendo la gracia negaron en
Los deberes para el individuo y para la socie- redondo el albedrío, la teología y la filosofía, han
dad aparecerán con más fuerza cuanta mayor sea confirmado el juicio del ilustre obispo: ita es dif-
la verdad con que reseñemos los peligros que de- ficili&ad discernendwwi...
bemos vencer, y los males que debemos con- Nacen los más de los errores morales acumula-
jurar. dos sobre este interantísimo estudio, de la doc-
No son las ciencias antropológicas cuadros de trina errónea de que, sin la acción de Dios, el
perfección pintados en vista de lo posible; no son hombre es incapaz del bien, y que, cuando no se
ideales. El ideal y lo perfecto humano, será un enseñorea la gracia del alma humana, ruge en
tipo y modelo que resplandezca en las últimas ella el infierno, estimando como pecado la misma
cumbres de la moral y de la teología; pero el es- oración del impío, y como vicio la virtud cumpli-
tudio ha de ser estudio de la realidad actual é da por el consejo de la filosofía. Esta perversión
histórica^ del hombre; y si bien es cierto que el natural, tenida por esencial de la condición hu-
hombre puede conseguir y conseguirá la libertad mana, conduce necesariamente á las últimas con-
empleándola de modo semejante al divino, no es clusiones del molinosismo y del quietismo. Pero
menos cierto que no se vislumbra aún cuándo según la verdadera enseñanza de lá misma Igle-
saldrá el hombre del dominio del albedrío. sia católica, no todas las acciones del pecador
No me adormecen, ni me consuelan, ni me sa- son perversas, sino que pueden ser buenos sus
tisfacen las escuelas deterministas, ni aun las que actos, no sólo con bondad natural, sino hasta con
se inspiran en el racionalismo ó en la teología bondad sobrenatural. Esas exageraciones demagó-
cristiana. gicas (que hay demagogia en lo teológico) lamen-
Dejando á un lado todos los fatalismos, desde tablemente reproducidas en nuestros dias, fueron
el vulgar muslímico hasta el materialista Darwi- condenadas por el Tridentino y por S. Pió V,
niano, porque la experiencia y la observación in-
terna, dan en tierra con todas esaa hipótesis de (t) Kant, Couun, Jouffroy, Simón, Hamülcm, Rosmini, Mamiani,
una causa externa y universal de mis actos, sin Saissel, Janet, Ravaison, Gatnier, Ahrens, Tiberghien, FouUlet, etc.
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Gregorio XIII, Urbano XIII, Clemente XI, en su frente exteriormente lo infinito y lo finito como
Constitución Unigénitas, dirigida contra las pro- opuestos, porque Dios conoce lo porvenir y conoce
posiciones valdegámicas de Quesnel, si se me por tanto la acción futura, por lo que va predeter-
permite este expresivo anacronismo. minada mi acción, puesto que ha de cumplirse
Restablecida la buena doctrina, que declara es necesariamente, so pena de desmentir la prescien-
capaz el hombre, alejado de Dios, de la bondad y cia de Dios, y si se cumple lo ha de ser como
de la bondad natural y sobrenatural, recordando Dios la supo, en cuyo extremo se desconoce y
que Fenelon afirmaba con aplauso de la Cristian- niega la libertad del hombre, fascinó á Descartes,
dad: .«Que la voluntad está de lleno en nuestro á Leibnitz, á Bossuet, á no pocos teólogos, y en
poder, y que Dios nos la permite para dirigirla nuestros dias, á filósofos racionalistas, como
donde más nos plazca, y que si Dios nos previene J. Simón, habiendo dado origen en la Edad Media
para inspirarnos buena voluntad, conservamos» á famosas distinciones en la ciencia de Dios, y en
sin embargo, la facultad de rechazar su actual la antigüedad eclesiástica á perplegidades en el
inspiración y de frustrarla por fuerte que sea, y gran obispo de la Iglesia latina, y á los esfuerzos
aun de negarle nuestro consentimiento... porque del profundo y audaz Orígenes.
bajo la misma inspiración de un ser superior soy Todo problema que toca á la esencia de Dios es
dueño de mi voluntad para querer ó no» (1); si temeroso, porque la lengua humana carece de ex-
recordamos que el gran obispo de Francia ense- presión clara y precisa en esta materia, sin duda
ña: «Que no debemos imaginar el infierno en esos porque la razón no consigue en estas alturas total
espantables tormentos, en esos lagos de fuego y y acabado conocimiento. Pero es en vano que San
llamas eternas... en esa rabia y desesperación y Agustín, Descartes y Bossuet aconsejen un res-
horrible rechinamiento de dientes; que el infierno peto humilde á ambas verdades, manteniendo fir-
es el pecado mismo; el infierno es el alejamiento memente la ciencia de Dios y el albedrío humano,
de Dios y lo evidencian las escrituras»...—«¡Com- como dos entremos ciertos de una cadena, por
prende, miserable pecador! — continúa el gran más que no alcancen los ojos á ver los anillos in-
teólogo—¡comprende que llevas el infierno en ti termedios, que enlazan el uno con el otro; porque
mismo, porque en tí va tu pecado!»—No es posi- ni la teología ni la filosofía se aquietaron con esta
ble descubrir la base teológica del fatalismo de prudentísima reserva. Los unos observaron que,
los que estiman que el acto meritorio es efecto de así como la libertad humana no obsta á la omni-'
la gracia, y que sin la gracia va el hombre al potencia de Dios, porque se trata exclusivamente
mal, como á su centro la piedra desprendida.. de la libertad de querer, que es la esencia del al-
La gracia, como la idea, como el amor, llama, bedrío, no de la libertad de obrar, que toca ya
convida y atrae al albedrío; pero no lo constriñe con los obstáculos y leyes del mundo finito, tam-
ni lo somete mal de su grado y necesariamente. • poco contradice la presencia de Dios, la libertad
Las dificultades de conciliar los atributos de y el albedrío, porque lo previsto eran las mismas
Dios con el albedrío humano, no razonan tampoco voliciones, y cuando esta enseñanza de los pre-
los determinismos teológicos y metafísicos, que deterministas apareció insuficiente, se recordó
tanto preocuparon á Descartes, á Bossuet y Leib- que de antiguo el gran Orígenes habia dicho «que
nitz, y que novísimamente han sido objeto de la presciencia de Dios no es causa de los hechos,
estudio para las escuelas teológicas protestantes. que dependen de nuestra voluntad,» y que de la
Pero si el albedrío humano se concilia con la misma manera que la previsión no determina el
omnipotencia de Dios, porque Dios lo quiere y lo hecho, como no determina la caida en el abismo
otorga, así como el ser de Dios no es incompati- del ciego que, temerario, sigue el camino que
ble con otros seres, ni su libertad con la huma- conduce á él, el que se vea y preveía su caida, de
na, ni contradice á la omnipotencia de Dios, la la misma suerte el ser vista ó prevista por Itfos
libertad de querer en el hombre, ni tampoco os- la acción humana no cambia la naturaleza de la
curece la justicia divina la facultad de merecer acción.—Puede Dios ver y prever los actos del
que sublima á los humanos; se ha tenido por hombre, sin que esta vista y presencia cambie la
problema hondo y temeroso, y aun como proble- naturaleza de las cosas humanas. Y siguiendo
ma insoluble, la aparente contradicción que se por este camino se ha insistido en demostrar que
ofrece entre la ciencia y la presciencia divina y el las cosas suceden, no porque Dios las ha previsto,
albedrío del hombre. sino que Dios las ha previsto porque han de su-
. El argumento, que consiste en poner frente á ceder, concluyendo racional y piadosamente, so-
bre este interesantísimo problema, que la difi-
(1) Obrasfilosóficasde Fenelon.— Ed. Hachette, p*g. 63.—Sermón cultad estriba en el modo de conocer de Dios,
pour le trouxieme dimanche, aprés la Pentecote.—Obra de Bessuet. Edi- como ya indicó Orígenes,
ción de 1828.—Tomo iv, pág. 813 y siguientes.
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