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¿Qué es la espiritualidad?

Por Alejandro Rozitchner | Para LA NACION


La espiritualidad es la aprobación total de la vida, la aprobación completa, la afirmación sostenida de la existencia. Caben distintos modos de
responder a esta pregunta. El autor de esta nota dará la suya, intentando aportar ideas y respetando, claro está, otras variables. Dado que la
espiritualidad puede ser concebida como una forma del amor, lo espiritual sería, en el tratamiento del tema, integrar visiones más que volverse
loco invalidando otras. Espiritual lleno de odio denunciando a otros espirituales como falsos es espiritual sospechoso. El término admite además
muchos usos. Puede sugerir religiosidad, sentimientos sublimes, elevación, música tranquila, meditación, paz, templos, orientalismos. Son
asociaciones legítimas, pero el sentido de espiritualidad al que aludo en la primera frase de este artículo tiene un carácter distinto. Si la
espiritualidad es el amor supremo, digamos, el amor por todo, no sería más espiritual la paz que la guerra, la meditación que el rugby, la religión
que la embriaguez etílica, la abstinencia que el encuentro sexual. La espiritualidad tiene que ver con el sentido pleno, con la visión elevada, pero
esa plenitud y esa elevación convocan a una perspectiva que, si bien tiene su dificultad, no admite el cultivo del reparo, la objeción y el reproche
que suele caracterizar a muchos planteos que se afincan en el campo de la espiritualidad buscando una pureza imposible. O una pureza mal
comprendida, ya que pureza no significa necesariamente negación o alejamiento de la animalidad que somos, sino comprensión del carácter
trascendente, elevado, de esa animalidad.

Espiritualidad no es esperar o desear un mundo en paz y sin problemas, o sea un mundo irreal e imposible, es más bien aceptar el valor
de esta complejidad indomable en la que vivimos sin poder evitarlo
Sí, es difícil la espiritualidad, pero lo es porque es difícil la afirmación de la vida. Implica aceptarla de manera general, no descartar sus aspectos
negativos, entender el fenómeno global y captar su necesidad y su valor. Si uno intenta el truco del descarte, es decir, la intención de dejar afuera
lo que no nos colma o gusta, ese recorte supone también una incapacidad para la aceptación de lo real. Espiritualidad no es realidad recortada,
es realidad plena y asumida, totalmente integrada, aceptada incluso al punto de constituir un desafío al que no resulta fácil responder. Espiritual
es ver más allá de las divisiones propias de la posición existencial defensiva: esto no, aquello tampoco, lo otro de más allá menos. De tanto no
querer partes, al final no queda nada. El mundo fue vaciado de sentido y el supuesto espiritual tiene que concebir una realidad imaginaria,
inaccesible, en la que nunca nadie podrá vivir, porque no existe. Espiritualidad no es esperar o desear un mundo en paz y sin problemas, o sea
un mundo irreal e imposible, es más bien aceptar el valor de esta complejidad indomable en la que vivimos sin poder evitarlo, llegar a sentir un
amor por el todo que reivindica aun las partes más difíciles. Espiritual es ser capaz de un más acá tan inmenso y cargado de sentido que elimina
la necesidad de transformarse en fantasma y aspirar a un más allá sin cuerpo.

No me parece correcto caracterizar la espiritualidad en función del rechazo que suele describir: no es espiritual estar en contra del
consumismo, de la frivolidad, de la violencia, de la vida moderna
Espiritualidad no es superación del cuerpo, de la sensualidad, de la vehemencia del deseo. Es precisamente ese cuerpo el que es espiritual, su
comportamiento perfecto y problemático, su despelotado rumbo, su sobrenatural forma de ser sólo naturaleza. Es esa naturaleza la que,
asumida, querida, plenamente abarcada, es espiritual. Es esa naturaleza la que retumba desde el big bangen una experiencia inexplicable y
sobrenatural, la que nos coloca en una existencia constantemente lisérgica e incomprensible. Esa aceptación de lo irracional, esa comprensión
de que hay un límite para la explicación de los fenómenos y de que así y todo la vida es maravillosa y no pierde sentido, es lo que me parece
resume la posición espiritual. Se trata de una capacidad de aquí y ahora, no de un constante querer allí y antes o después.

No me parece correcto caracterizar la espiritualidad en función del rechazo que suele describir: no es espiritual estar en contra del consumismo,
de la frivolidad, de la violencia, de la vida moderna. Esa posición crítica, descontenta, encarna una visión poco elevada de la existencia, expresa
una incapacidad de vivir más que la aspiración a una vida superior, es propia de una mirada pequeña, descontenta, encerrada, enfurruñada,
asustada. Espiritualidad es potencia, potencia tal que todo lo asume y lo encarna. Si hay vida superior está acá, junto a nosotros, en nosotros, es
la vida cotidiana y corriente asumida como vida completa, apreciada, integrada. No hace falta tampoco dios, para ser espiritual. Algunos opinan, y
estoy de acuerdo, que toda versión de Dios en realidad limita esta captación llena de sentido. Que Dios regula y recorta la posibilidad de darnos a
una vida insurgente y reivindicada. Lo mismo diríamos de todo gurú, y los buenos gurúes lo saben y lo dicen: no soy yo el que importa. Te servís
de mi, al adorarme, como un paso a una autonomía que todavía no lograste y que te va a dar finalmente la posibilidad de esa afirmación que
nuestro silencio busca. En palabras de Zaratustra: "Cuando hayas renegado de mi, estaré entre vosotros".

Lo valioso de la espiritualidad es que se define como un camino de búsqueda y crecimiento personal, que supera la habitual mirada de
reproche y descontento frente a la existencia y la transforma en una posición de aceptación, comprensión, desarrollo y contento
O sea: para ser espiritual no hay un camino único, pautado. No hace falta hablar de espiritualidad ni meditar ni hablar pausado. No hay que
escuchar voces trémulas ni teclados con cámara. Hay tanta espiritualidad en Led Zeppelin como en Enya, en el desborde del jazz como en el
canto gregoriano o en el chamamé. Tampoco está contraindicada la música quietista, depende de uno. La respiración y la quietud concentrada
pueden resultar recursos acertados para adquirir la perspectiva que nos hace ver, pero se trata tanto de pájaros y de flores como de asfalto y
antibióticos, de la orilla del mar en el crepúsculo como del boliche del sábado a la noche o del asado con amigos. Espiritual es darse cuenta de
que la verdad está en todas partes.

Lo valioso de la espiritualidad es que se define como un camino de búsqueda y crecimiento personal, que supera la habitual mirada de reproche
y descontento frente a la existencia y la transforma en una posición de aceptación, comprensión, desarrollo y contento. En ese camino aparece
alguien, ese es uno. Ese uno no debe fingir temblores, puede aceptarse en su especificidad contradictoria, entender que la trascendencia no
proviene de aspirar a otro mundo sino de estar plena y tranquilamente (o no tan tranquilamente cuando tocan vicisitudes) en este.La
espiritualidad es la visión afirmativa plena y cada uno puede hacer su recorrido para llegar a ese punto de renacimiento en donde a su existencia
ya dada suma la asunción y la mirada que reivindica todo, aun lo difícil, lo no querido, lo problemático del vivir como parte del valor
increíblemente grande de la insólita vida de la que participamos. Aceptación, sorpresa, encuentro, maravilla de vivir y ser lo que no tiene
explicación pero es consistente y hace sentido.El aporte de la espiritualidad es el de situarnos en el eje de la vida concebida como una aventura y
no como un problema, como una posibilidad incierta, desafiante y extraordinaria, que nos hace padecer y disfrutar y que la sabe ver como lo
extraordinaria realidad que es. La clave para esta visión me la dio el zen y también Nietzsche, que hablando de tradiciones indias explica que los
más espirituales son aquellos cuyo instinto dice sí, los más fuertes, los que sienten de manera espontánea "el mundo es perfecto". Sí, es difícil,
es raro. No neguemos lo que esta oleada espiritual nos ayuda a pensar y a elaborar. Sigamos conversando.

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