El día 01 de marzo de 2019, Catherine, Paula y Sharon,
decidieron emprender un camino enfocado en realizar
una obra de caridad, luego de salir de clases con su profesora de Seguridad Social, quien recalco la ayuda humanitaria y de corazón a la población, descubriendo mientras daban cada paso, que desde el acto más sencillo se puede ser solidario y realizar algo sin esperar una recompensa.
Días anteriores a que ellas realizaran su obra de
caridad, planearon de la mejor manera como ejecutarla, y claro está, debía generar un impacto para no ser olvidada por quienes iban a ser beneficiados. Durante unos minutos de silencio, cada una brindaba ideas, pero poco contundentes, a lo que concluyeron que, si unían todas las ideas sería la más brillante, y sí que lo fue. La madre de Sharon, quien trabaja en una fundación del municipio de Cajicá, les facilito el proceso para lograr entrar a esta y poder aportar minutos de felicidad a los lindos abuelitos que habitan allá. Galletas, jugos, gaseosas y rosquillas (que por cierto eran las favoritas) fueron recolectadas un día antes de la caridad, todo quedo empacado y listo para entregar el día siguiente. Llega por fin la mañana, ellas mientras esperaban salir de clases para ir a la fundación, pensaban en la reacción que tendrían los abuelitos sobre lo que realizarían, pero recordar el significado de nuestra acción, era más que motivación. Cerca de las 11:00 am, con un cálido sol, maletas llenas de comida, un carnet colgando de cada cuello de la Universidad Militar Nueva Granada y una gran sonrisa en cada rostro de estas mujeres, eran las herramientas que llevarían para reflejar cada una su lindo corazón; tomaron un vehículo que las acerco, pero luego caminaron un poco hasta la fundación. Al llegar, una de las directivas las recibió de manera muy cordial, y claro, la madre de Sharon, emocionada, al igual que cada una de ellas. Una vez que estuvieron adentro, saludaron a viva voz: ¡Buenos días!, obteniendo como respuesta un: ¡Buenos días señoritas! Por la mayoría de los abuelitos que se encontraban tomando el sol. Procedieron a acercarse a cada mesa donde estaban reunidos por grupos, presentandose y explicando lo que iban a realizar en esa alegre mañana.
Mencionaban sentirse cómodos la presencia de
aquellas chicas, conocer la Universidad de la cual provenían y preguntar por qué decidieron pertenecer al programa de Derecho, que entre sonrisas respondían ellas que era una forma directa de apoyar a la sociedad vulnerable y luchar por una verdadera justicia. Luego de conocer a la mayoría de los abuelitos que estaban dentro del recinto, el estómago ya hacia ruidos por el apetitoso refrigerio, el cual se procedió a repartir a cada uno de ellos. Sin olvidar, a quienes necesitaron de su ayuda para comer. Sobre lo cual agradecían de una manera bellísima, o así lo menciono Paula, con su acento paisa. Minutos después de comer, procedieron a repartir hojas con dibujos de mándalas para colorear, crucigramas y sopas de letras, al ser una buena estrategia para su desarrollo cognitivo siendo solución para muchos problemas de ansiedad y para impulsar la creatividad.
Pero Catherine, quien llevo dibujos de mándalas con
un gatito, fue el más solicitado, y el que se agotó en unos cuantos minutos. Ella es la Sra. Blanca, o como sus amigos le dicen de cariño, Blanquita, quien es fascinada con las mándalas e incluso nos mostró la colección de colores y su libro de dibujos. Catherine, quien tuvo la idea de llevar los dibujos, se encargó de investigar que tipos de actividades son beneficio para los adultos mayores. Lo que pudo evidenciarse en el trayecto que ellos pintaban de diferentes colores o de uno solo, la mándala plasmada sobre la hoja. Risas por cada rincón, historias sorprendentes, recalcando al Sr. Duque, quien les conto de manera
rápida su antepasado y como logro llegar a la
fundación, además, diciéndoles que deberían frecuentar la visita, debido a que pocas personas decidían escucharlo. Y en ese preciso momento, Sharon, quien permaneció unos minutos más con él, pudo reconocer la necesidad de escuchar a las personas de tercera edad, de interactuar aún con las demás personas, sin que determinen su condición física o mental, solo basta con valorar sus historias magnificas y brindarles la atención que se necesite en su momento, o para ser más clara, dice Sharon, que se necesite en cada segundo. Entre otros pequeños espacios, lograron tomar confianza con algunas personas, compartiendo fotos, chistes, algunas preguntas básicas y sonrisas. Hasta que llego la hora de irse, algo triste aquellas mujeres, pero con una satisfacción inmensa en sus corazones, a lo que Sharon, Catherine y Paula concluyen: “Aprendimos que hay que dejar de lado las excusas, que todos podemos sacar un tiempo para compartir con las personas que lo necesitan, que quizá a alguno de esos abuelitos, ni siquiera sus familiares van a visitarlo, y que uno no se alcanza a imaginar lo gratificante que es para cada uno de ellos que alguien los escuche, y comparta tiempo de calidad, también aprender de ellos, a ellos no les cuesta dar un abrazo, compartir una historia, expresar su felicidad, dar amor, ser agradecidos, cosa que a nuestra edad nos cuesta. Y poder ver qué estas acciones ayudan mayormente a la misma persona ya que puede cambiar su perspectiva de vida. Desde el momento en que se decidió ser voluntarias, con un fin genuino y sincero de ayudar a los demás, por gusto y con la completa intención de dar sin recibir algo a cambio, surge el sentimiento de satisfacción, el dar es un acto que carga de energía positiva a las personas, y así fue como nos sentimos luego de esta experiencia, mil gracias”. En sus mentes, rebota la maravillosa idea de seguir realizando obras de caridad en diferentes sectores, para compartir y apoyar lo que se necesite en la sociedad. Agradecieron a la madre de Sharon quien también permitió ejecutar su actividad, a la jefe del recinto, pero especialmente a su profesora de Seguridad Social, por inculcar aparte de conocimiento, valores y principios que hacen crecer al profesional en campos que no todos logran conseguir.