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Para esto quiero refrescar algunos conceptos básicos del sonido desde la
perspectiva de la Acústica… El sonido, percibido por nuestro oído, es un fenómeno
físico de oscilación (vibración): una cuerda es pulsada, un tubo es soplado, un parche es
percutido… y ese movimiento (ondas de presión de aire) se trasmite hasta nuestros
oídos y lo escuchamos y lo reconocemos: es un violín, un piano, una flauta, un
tambor… Este “movimiento de aire” tiene una sonoridad, que solemos llamar volumen
(amplitud es la palabra propia) y del que decimos que es más fuerte o más suave. El
sonido también se “mueve” en una frecuencia y por eso lo podemos reconocer como
más grave o más agudo (menor o mayor frecuencia de movimiento).
1
ROEDERER JUAN G., Acústica y Psicoacústica de la música, RICORDI AMERICANA S.A.E.C., Buenos Aires,
1997, 143-144
Podríamos comparar al Evangelio con la totalidad del espectro sonoro (es decir,
la totalidad de las frecuencias audibles), en donde cada Carisma representa la trasmisión
de algunas frecuencias de todo ese universo sonoro (podríamos llamarlas frecuencias
carismáticas). Ningún Carisma “abarca” todo el Evangelio, pero entre todos los
Carismas se reproduce completamente la pluralidad y diversidad evangélicas: “Las
diversas formas de vida cristiana se complementan y no deben excluirse. Dios
interviene constantemente en la vida de la Iglesia y sale al encuentro de las situaciones
difíciles por medio de los individuos” 2.
II) Otro símil musical del que me quiero valer para abordar la encarnación del
Carisma Dominicano en la historia es su comparación con el sonido como un fenómeno
complejo (la existencia de armónicos).
2
RUIZ F., Carismas, en Diccionario de Espiritualidad, dir. por Ermanno ANCILLI, t.I, Herder, Barcelona,
1983, 331
3
LCO, CF § IV
Casi siempre, cuando uno escucha un sonido, a pesar de que nuestro oído lo
perciba como un sonido individual (en los sonidos producidos por instrumentos de
altura definida lo identificamos con una nota), en realidad, estamos escuchando un
conjunto de sonidos, una especie de “acorde gigante”. Cuando analizamos ese sonido
“individual” en un espectrómetro (instrumento que mide todas las frecuencias que están
presentes en un sonido) descubrimos que además de la frecuencia fundamental -la que
nos aseguramos de escuchar y reconocer- hay un conjunto inmenso de frecuencias que
están también presentes, y que guardan una relación numérica con esa frecuencia
fundamental.
Esta realidad del sonido como fenómeno complejo también me refleja la realidad
del Carisma Dominicano: cada hermano o hermana (especialmente los santos y santas
de la Orden) dando su propia “nota”, forma un coro en profunda armonía con los
demás… y, entre todos dejan escuchar, hacen percibir su Sonido fundamental, el Primer
homologado que da origen a todo ese fenómeno de vibraciones en el tiempo y el
espacio, que es Santo Domingo de Guzmán, Padre, Fundador y Modelo de la Orden de
Predicadores.
4
Nuestro cerebro reconoce ese patrón repetido y eso lo traduce percibiendo únicamente la frecuencia
440Hertz… y decimos: “eso es un LA-440”. Cf. ROEDERER JUAN G., Íd.,72.
brotan y nacen de una experiencia fundante común, de un mismo Manantial, un Don de
Dios que se entregó a la historia a través de Domingo de Guzmán: “el ministerio de la
predicación es fundamental para la construcción de la Iglesia y la renovación de la
humanidad”5. Los diferentes tiempos y espacios brindan las condiciones para acentuar
aquellos “rasgos urgidos… riquezas y exigencias que otros contextos socio-religiosos
no habían conseguido desvelar”6; es por eso que un mismo Don se expresa de modo tan
diverso.
Otro dato acústico interesante: 880 Hertz, además de ser el Primer Armónico, es
la Primera Octava (frecuencia doble de 440Hertz); y 1760 Hertz es el doble de 880, y
3520 Hertz es el doble de 1760, etc. Todas estas frecuencias son Octavas del La 440.
Una Octava da el mismo “tono” de la nota original pero en un registro más agudo, y
comparte con ella todos sus armónicos superiores… es su Representante más fiel…
Este simil acústico, como toda comparación, tiene sus límites… pero ¿no es
admirable ver cómo la naturaleza refiere y condice a la gracia?
Al ver cómo las diferentes “alturas musicales” que están dentro del Sonido de
Domingo, van apareciendo a lo largo de la historia con diferentes tonalidades, sería
bueno reconocer el sonido que aporto hoy a este coro dominicano, para que,
escuchándose armónico y plural, a la vez remita al único sonido… el que re-presenta (lo
trae presente) a Domingo de Guzmán. El aporte auténtico y propio vendrá de sintonizar
siempre más con el mismo Manantial de Domingo, con su género de vida y con el
contexto presente y sus necesidades.
5
Fr. Damian Byrne, Prólogo en: FELICÍSIMO MARTINEZ DIEZ, Domingo de Guzmán. Evangelio Viviente,
Editorial San Esteban, Salamanca, 1991, 12
6
Íd, íd.
7
MORTIER, Histoire De Maitres Généraux De L’ordre Des Freres Precheurs. T. I (1170-1263), Alphonse
Picarde Et Fils Éditeurs, Paris, 1903, 139 (la traducción de las citas de esta obra son mías)
8
Íd, 164
9
Íd, 143