You are on page 1of 7

1

JOSÉ MORILLA CRITZ


1929: la Gran Depresión
Entre 1928 y 1930 se concentraron una serie de acontecimientos que cambiaron una tendencia alcista de la
actividad económica que se manifestaba desde 1923 en los países desarrollados de entonces, en los
intercambios internacionales y, por extensión, en casi todos los países del mundo.
Los hechos que indicaron el paso de la expansión económica a la recesión, primero, y a la severa depresión,
después, fueron los siguientes:
1. Pronunciada caída de los precios, de la producción y del comercio exterior en casi todos los países.
Es de destacar que la caída de los precios se registraba ya desde 1925, lo que indica que había
problemas subyacentes en la economía del período interbélico.
La consecuencia más inmediata y dramática de esa fuerte caída de la actividad económica fue,
lógicamente, el crecimiento del desempleo 1 (VER CUADROS p. 55 y 57).
2. Violento crash en el principal mercado bursátil del mundo (Nueva York) en octubre de 1929 (“el
jueves negro”). El crash arruinó a muchos especuladores, grandes y pequeños, a la mayoría de los
intermediarios y, sin lugar a dudas, fue la causa de la quiebra de gran número instituciones
bancarias en EEUU.
3. Crisis financiera europea de 1931. Aun cuando esta fecha está muy alejada del momento que se
está considerando como inicial del cambio de coyuntura, lo cierto es que marca el momento en que
una crisis que, hasta ese momento parecía que tenía un solo centro impulsor, EEUU, se convirtió en
una depresión en la que los centros generadores fueron las economías europeas, principalmente en
Alemania y Gran Bretaña.
Estos hechos económicos estuvieron en la base de dificultades en la vida de la gran parte de la población
mundial en a medida que corrían los años 30. La gravedad de esas dificultades, junto con la percepción,
subjetiva pero colectiva de lo excepcional de aquellos malos tiempos, encierra el verdadero sentido de la Gran
Depresión.
Manifestaciones socioeconómicas
Abordando la dimensión de los efectos sociales, y refiriéndose a los países más desarrollados (EEUU, Gran
Bretaña, Francia y Alemania), la sensación más extendida era la pérdida de expectativas de mejora, elevadas o
modestas, pero demostrada por la realidad.
En Estados Unidos la crisis afectó especialmente a los obreros industriales, que engrosaron la mayor parte
de las cifras del desempleo, y los que conservaron su empleo vieron reducida su masa salarial , entre 1929 y

1
Aclaración: El autor utiliza la palabra “paro”. Yo me atreví a cambiarla por “desempleo”, ya que, averiguando, son
sinónimos en España, de donde es el autor.
2

1933, el un 40 por 100; también los agricultores, que, como expresión de todos sus calamidades, varios se
vieron obligados a abandonar sus explotaciones ante la caída de los precios y la imposibilidad de hacer frente a
sus deudas hipotecarias.
A pesar de que hubo manifestaciones, éstas eran un elemento nuevo.
En Gran Bretaña, realmente la percepción de la crisis no fue brusca, porque la economía de la que había
sido hasta la primera guerra mundial la primera potencia comercial y financiera y, hasta un poco antes, el
“Taller del mundo”, registraba un estado latente de crisis de 1921. También hay que tener en cuenta que desde
1911 existía un elemental sistema de seguro de desempleo que garantizaba la subsistencia de las familias en tal
circunstancia, y después de la guerra también se fueron promulgando algunas leyes que hoy llamaríamos de
“sociedad del bienestar”. Esas sensaciones de moderadas, pero firmes y sobre todo nuevas, ganancias en las
condiciones de vida de muchos británicos son las que se hicieron más difíciles después de 1931. Hubo una neta
disgregación entre los sectores que quedaban por fuera del sistema productivo y otros que, medrando en
nuevos empleos, mejoraban sus condiciones de vida. Los primeros, viviendo del seguro de desempleo, que fue
siendo recortado, pronto serían un identificados como un grupo marginal: en este grupo aparecieron por
primera vez los parados que por edad ya no tenían oportunidad alguna de encontrar trabajo, la ociosidad, el
crecimiento del alcoholismo y las familias obreras en la que la mujer se convertiría en una “hormiguita” que
obtenía mil rentas en trabajos no considerados como tales.
Una de las cuestiones más interesantes de las manifestaciones de la depresión en las sociedades europeas
es la de la aparente contradicción que hubo en Francia entre lo leve y tardío de la depresión económica en sí
misma y, por el contrario en los intensos enfrentamientos sociales e inestabilidad política de la III República.
Fuera de Estados Unidos, los peores efectos sociales y, desde luego, las mayores consecuencias políticas, se
dieron en Alemania. La experiencia que los alemanes habían acumulado desde 1919 era más traumática que
de “prosperidad”. Casi toda la población, pero muy en particular la clase media, había sufrido de forma
material y psicológica la hiperinflación de una situación de posguerra, que unió a la desarticulación de la
economía del país la inclemencia de unos vencedores no dispuestos a facilitar su recuperación, exigiendo
impagables reparaciones de guerra. La estabilización había llegado en 1924 gracias a los préstamos americanos
(Plan Dawes), pero en 1928 tales esperanzas se empezaron a desmoronar, en 1929 se confirmó ese desmorone
y en 1931 se hizo irreversible. La imposibilidad de conseguir que un gobierno socialdemócrata mejorara la
situación dio paso, en 1930, al gobierno de centro, primero, y de derecha, después, que irían desmontando los
logros en bienestar acumulados. Con la crisis financiera de 1931 los alemanes habían alcanzado el límite. Tras
lo que habían pasado, se encontraban ahora con las quiebras de los bancos, que traían un colapso del crédito .
La población no estaba en condiciones de aguantar, ni tampoco de confiar en un sistema político, la República
de Weimar, que había representado en su experiencia vital la liquidación de toda esperanza, y por tanto no
3

tuvo nada de extraordinario que fuera cayendo en manos de demagogos mesías de paraíso de orden y trabajo,
como Hitler.

Las explicaciones:
La explicación de la Gran Depresión de los treinta es uno de los temas q ha dado lugar a mayor actividad de
investigación.
- Casi todos los responsables de las decisiones económicas en el momento que comenzó la depresión
estaban convencidos de que se encontraban ante una recesión normal, nacida de una inversión situada
por encima de la capacidad de ahorro de la economía, que se alimentaba con el crédito bancario, y que
lo mejor que se podía hacer ante ella era una política deflacionista, es decir, reducir el gasto público y
privado, dejar que el aumento del desempleo redujera los salarios, que mejoraran así las expectativas
de los empresarios, la acumulación de ahorros en manos de ellos y encontrar un nuevo equilibrio entre
ahorro e inversión.
- Algunos economistas “heterodoxos”, sostenían, por el contrario, que los problemas habían surgido de la
política de laissez faire que, en suma, se resumía en mantenerse fieles los gobernantes a los principios
del patrón oro2, un programa de política económica que implicaba, en síntesis, no manipular la cantidad
de dinero en circulación y los cambios de las monedas entre sí. El más distinguido de estos
“heterodoxos”, el economista británico Keynes, trataba de explicar que la crisis era la consecuencia de la
política deflacionista que los gobiernos de los principales países practicaban desde 1925 para
restablecer el patrón oro, q se había abandonado durante la guerra.
- Kindleberger3 basaba sus explicaciones en los desequilibrios que había en el comercio internacional y en
la “deflación estructural” introducida por el comercio mundial que significaba la existencia de una
oferta excedente durable.
- José Morilla Critz4 considera que para entender el estallido de la crisis de 1929, hay que tener en cuenta
varios factores:
1. Las características de la economía mundial desde 1918 y su influencia en la Gran Depresión del 1929.

2
Patrón oro: valor relativo de las monedas dependiendo de las reservas de oro que las respaldan; a su vez, la cantidad de
dinero en circulación en cada país dependía de las reservas de oro del banco o banco emisores, dependiendo el volumen
de esas reservas de los saldos de la balanza de pagos, q se saldaban con la importación o explotación de oro según su
signo.

3
Kindleberger (1910- 2003). economista estadounidense experto a la vez historia económica y en economía
internacional.

4
José Morilla Critz, nacido en 1947 es Doctor en Ciencias Económicas y Catedrático de Historia e Instituciones Económicas
en la Universidad de Alcalá.
4

Antes de la I Guerra Mundial, el conjunto de cambios técnicos, organizativos y sociales que estuvieron
asociados a la “segunda revolución industrial” estaba creando los desajustes. La pervivencia de lo
obsoleto, y su capacidad de defenderse, trababan las posibilidades de un crecimiento económico que
extrajera todas las posibilidades que ofrecía la evolución tecnológica. La Guerra agudizó la mayoría de
ellos y creó otros nuevos.
Una vez que las necesidades extraordinarias de la guerra y los inmediatos años de reconstrucción se
terminaron, hubo una seria crisis en 1920-1921 en la que el desempleo se disparó en todos los países.
Estas tensiones que estaban debajo de la coyuntura de prosperidad de los “felices años 20” (1923-
1929), eran del mismo tipo que las que se venían manifestando desde antes de la Primera Guerra,
intensificadas y, además, agravadas por las características y actuación de la nueva economía líder
(EEUU) y por la tensa y complicada situación política y social en la mayor parte de Europa.
Sobre estas debilidades se extendió sobre Europa el flujo de capital procedente del Plan Dawes de
EEUU. El resultado fue el aumento de la capacidad productiva sin garantía, por el contrario, de una
colocación adecuada de sus resultados. Por ello, no tuvo nada de extraño que las inversiones a corto
plazo y especulativas fueran las que en esos años crecieran en mayor proporción.
No hay que dejar de lado tampoco los problemas de la economía norteamericana, en la que la
renovación tecnológica a medio hacer mantenía, como en Gran Bretaña, dudosas expectativas para
arriesgadas inversiones; y, derivado de ello, los ingresos de un sector importante de americanos
dependían cada vez más de “otras rentas” que las de sus salarios o utilidades de las granjas. Entre
aquellas iban destacando las de la especulación en bolsa, incluso ocurría esto con los beneficios de las
empresas. Todo ello daba lugar a una burbuja especulativa, que llegó un momento q empezó a
succionar recursos financieros de todo el sistema, tmb de Europa. Un pánico provocado en el centro
neurálgico del sistema por cualquier causa era lógico que iniciara un derrumbe de la economía
internacional. Ese fue el resultado del crash bursátil de Nueva York de octubre de 1929.
2. El comienzo de la recesión y su conversión en la Gran Depresión .
El descenso de los precios de los productos primarios, manifestado desde 1928, era síntoma de la
entrada en recesión de la economía mundial y ello empezó a presionar sobre el mercado bursátil. De
hecho, ya en septiembre se especulaba en EEUU con un posible importante crash que se dio en
octubre.
Fue en los dos años inmediatamente siguientes al crash cuando se manifestó crudamente la
inadecuación de las viejas recetas que solían aplicar los gobiernos en las recesiones y la inadaptación
de los responsables de la economía y finanzas americanas al nuevo papel de economía líder del mundo
q les correspondía. EEUU aplicó, en principio, la vieja receta de la deflación y proteccionismo. La
5

reducción de la liquidez en EEUU se volcó al resto del mundo y su efecto más grave fue la Crisis
Financiera europea de 1931. Tras la misma, en Alemania y toda Centroeuropa los gobiernos
impusieron momentáneamente el control de cambios y bloqueo de las cuentas extranjeras, para evitar
la continuación de la salida de capitales, y en Gran Bretaña, se dio el gran paso histórico de abandonar
el patrón oro, prohibiéndose la salida de metal del país, la libre acuñación del mismo y se devaluó la
libra. Con ello, GB lanzaba al mundo un nuevo impulso estabilizador tanto por la inmediata
desvalorización de las reservas de los países, que en parte las tenían constituidas en libras, como por la
reducción de la competitividad de los productos exportables de terceros en los mercados británicos.
Las opciones con las que responder a la competencia sin reglas en el comercio internacional eran: la
ortodoxa, mantenerse fiel al sistema del patrón oro y practicar una política deflacionista; y la heterodoxa,
desengancharse del mismo, devaluar y recuperar capacidad competitiva artificialmente. Este segundo camino
lo emprendieron muy pronto las naciones que tenían relación con GB; las demás, encabezadas por Francia,
EEUU y Alemania, se mantuvieron fieles a la ortodoxia.
Las políticas tradicionales, ortodoxas, técnicamente deflacionistas, no sacaron a los países de la depresión a
los tres años de haber empezado aquella. En el bando contrario, la devaluación tampoco sacó a GB de la
depresión. Sus partidarios pueden afirmar q, no obstante, la palió, pero no es menos cierto que fue dañina
para la economía internacional.

La salida de la depresión
Hubo 2 impulsos de salida de la depresión de los años 30: uno entre 1933 y 1937 que puede considerarse
un “espejismo”, pues no se eliminaron los factores que reproducían la crisis, pero que social y políticamente
fue de gran importancia; y otro, durante la Segunda Guerra Mundial, que propició la salida real.
a) 1933-1937: espejismo de recuperación.
El año de 1933 marca un punto de inflexión en la coyuntura de depresión que se vivía. Por ejemplo, los
precios, la producción y el empleo mostraron, desde ese año, una recuperación en América y Europa. Pero esa
recuperación fue irregular y efímera, pues tales indicadores volvieron a ser negativos desde 1937. Solamente la
Alemania nazi, haciendo más perversa aún la recuperación, escaparía, en principio, a este marco de recaída.
Las políticas económicas puestas en práctica en casi todas partes desde 1933 fueron semejantes: en líneas
generales, se hizo lo contrario de lo que preconizaba la ortodoxia deflacionaria . Se abandonó la vinculación con
las monedas al oro y se devaluó, como había hecho GB en 1931. Las siguientes medidas que se adoptaron eran,
sobre todo, proteccionistas, con el fin de facilitar la reorganización de sectores y regiones deprimidas. Hubo
una actitud del Estado con respecto a la economía: intervencionismo en lugar de laissez faire.
6

En EEUU, el “New Deal” del presidente Roosvelt consistió, por una parte, en una política monetaria
expansiva, facilitada por la decisión de la salida de EEUU del patrón oro, tras devaluar el dólar en 1933; por otra
parte, en un control más eficiente de los bancos por el Sistema de la Reserva Federal, para asegurar los
depósitos de los clientes y, sobre todo, poniendo en marcha una serie de políticas de reactivación mediante la
intervención del Estado en la economía y el gasto público.
En GB, el Banco de Inglaterra mantuvo bajos los intereses, que facilitaron el tímido comienzo de la
renovación técnica de la estructura obsoleta de su industria y, sobre todo, la activación, vía créditos
hipotecarios, de la construcción. Lo más llamativo, por hacerse en un país q había sido la cuna de la libertad de
comercio, fue el proteccionismo.
En Francia, con algo de retraso, se puso en práctica, junto con el abandono del patrón oro, una política de
demanda justificada en una reforma socialista, que se significaba en las mejoras de las condiciones de los
trabajadores y en obras públicas.
En la Alemania nazi, la política económica partía de un voluntarismo nacionalista que se expresaba en un
radicalismo verbal contra los grandes capitalistas, a favor de la explotación agraria familiar, contra los intereses
extranjeros, a favor del amparo del trabajador, a favor de los pequeños empresarios nacionales y prometía la
acción del Estado para organizar toda la producción al servicio de la economía nacional.
Al principio, estos programas realzaron la activad económica, pero fueron perdiendo efectividad a los pocos
años de funcionar.
b) La salida real: la Segunda Guerra Mundial y sus efectos.
La movilización de recursos de forma creciente durante la Segunda Guerra se expresó en un notable
crecimiento de la tasa de actividad de las economías de los países beligerantes, que eran los q habían estado
sufriendo con mayor intensidad la depresión. El efecto económico más visible fue el empleo progresivo de la
población. La inflación sólo adquirió caracteres graves en países con gobiernos débiles, o desarticulados por la
ocupación enemiga, como Francia, Hungría, Portugal, Grecia y, en lo momentos inmediatos a la derrota, en
Alemania.
Los EEUU fueron los más “beneficiados” con la guerra tanto a corto como a largo plazo, pues no solamente
se aceleró su crecimiento económico, sino que se incrementó notablemente su capacidad productiva y la
población salió con un nivel de vida más alto. En GB, por el contrario, el esfuerzo bélico redujo el nivel de vida
de su población y aún peores fueron las consecuencias para las poblaciones de Grecia, Polonia, Francia,
Bélgica, Holanda y la Unión Soviética, cuyas rentas descendieron notablemente, el capital se redujo en
cantidades importantes y en algunos casos la población quedó en niveles de subsistencia.
c) La salida razonada: Keynes
7

La Gran Depresión de los años 30 constituyó una privilegiada ocasión para la renovación de la ciencia
económica.
La crisis estructural que manifestaba la economía británica desde la Primera Guerra Mundial, las
perturbaciones económicas europeas, como la hiperinflación alemana y, sobre todo, la depresión subsiguiente
a 1929, fueron, no obstante, caldo de cultivo para que ideas heterodoxas tuvieran un banco de pruebas para
sus formulaciones y, sobre todo, fueran escuchadas.
El británico John M. Keynes (1883-1946), cuya obra principal fue Teoría general de la ocupación, el interés y
el dinero (1936), revolucionó el análisis y la política económicos.
De la visión keynesiana de lo que ocurría en la economía de entreguerras siempre se suele destacar la
crítica que hizo a la pretensión de los políticos de restaurar las cosas como estaban antes de la Primera Guerra
Mundial. Particularmente criticó la obsesión por cobrar las reparaciones de guerra de Alemania y el
restablecimiento del patrón oro.
Según Keynes, siempre se necesitará la acción del Estado para establecer un equilibrio que no deriva
necesariamente de un universo económico inmutable, sino de circunstancias históricas.
Keynes era contrario a las soluciones tradicionales de las recesiones: reducir los salarios, pues ello podría
reducir la demanda, los precios y, por lo tanto, las expectativas. La conclusión de todo ello era q el Estado tenía
que vigilar el mecanismo económico actuando perfectamente para garantizar una suficiente demanda
mediante el gasto público; en suma, llevando a cabo la política contraria q la mayor parte de los responsables
de los países en crisis habían practicado durante la depresión.
En cierto modo, políticas de ese tipo fueron las que se habían ensayado en el New Deal y programas
similares antes de la Segunda Guerra.

You might also like