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Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658.
J. L. Borges (1960), Del Rigor en el Ciencia 1
se corresponden exactamente) con la realidad, con la facticidad, sino que están sepa-
rados de ella y pueden a veces tener muy poca similitud con la misma. A modo de
ejemplo, pensemos en un plano de la ciudad de Paraná, y la ciudad “misma”, tal como
la vemos cuando nos desplazamos por sus calles (con las personas, los vehículos que
van y vienen, los distintos edificios,
los carteles, el alumbrado, las vere-
das rotas, la basura, la desprolijidad,
descuido y suciedad que en general
la caracterizan). O alternativamente,
un plano del subte de cualquier lu-
gar del mundo y todo lo que puede
verse al descender a él (trenes, le-
treros, luces, asientos, etc.). La ima-
gen, el plano, obra como modelo
Plano del subterráneo de la ciudad de Buenos Aires que pretende representar las vías,
las estaciones, los recorridos, es de-
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Introducción a las Ciencias Sociales y Humanas – FCEDU – UNER – Materiales de Cátedra 2015
cir, lo que interesa conocer para orientarse espacialmente, sin incluir nada que distrai-
ga la atención en lo irrelevante para tal propósito.
Como los mapas o planos, los modelos son abstracciones, idealizaciones selectivas,
diseñadas para revelar ciertos aspectos, desechando otros. Así es como funcionan
también las teorías. Las distintas disciplinas científicas diseñan modelos de la realidad
que buscan explicar. El modo en que la Física, por ejemplo, modela el mundo natural
en términos de ondas y partículas no tiene ninguna semejanza con el modo en que lo
experimentamos o lo percibimos. Pero ello no invalida el modelo: por el contrario, su
validez reside precisamente en el hecho de que revela lo no aparente, que puede ser
justamente aquello que interesa conocer para orientar nuestras acciones e interven-
ciones en el mundo físico.
Cabría añadir que, si bien la teoría misma es siempre del orden del pensar (no del
percibir, ni del actuar), no toda teoría es necesariamente científica, no todo pensa-
miento puede dar cuenta válidamente lo real. Su validez científica dependerá de su po-
tencial explicativo y demostrativo. Por ejemplo, un plano de la ciudad de Paraná sólo
es válido (bueno) en tanto nos permite orientarnos en ella (en el ámbito del actuar),
analizar rutas alternativas para llegar de un lugar a otro sin necesidad de recorrer efec-
tivamente cada una (en el ámbito del pensar); y siempre y cuando, al pasear por la ciu-
dad podamos confiar en que ahí donde el mapa indica que nos vamos a encontrar con
una plaza, efectivamente tendremos la experiencia de un espacio verde, con árboles y
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Introducción a las Ciencias Sociales y Humanas – FCEDU – UNER – Materiales de Cátedra 2015
niños jugando, por ejemplo (ámbito del percibir o de la experiencia). Esta cuestión se
vuelve particularmente compleja cuando se trata de los objetos de las Ciencias Socia-
les. Acerca de algunas de las dificultades metodológicas de tales disciplinas, Sabino
(1996, p. ) nos recuerda:
Las sociedades, las culturas, las instituciones, las producciones humanas, se nos
aparecen siempre mediadas por los propios valores o los de nuestra cultura, creencias,
visiones del mundo, convicciones personales subjetivas, sistemas de ideas. Aquí entra
en escena el problema de la ideología, que es imprescindible examinar cuando se trata
de la crítica del conocimiento.
Referencias
Borges, J. L. (1974). Obras Completas: 1923-1972, (p. 847). Buenos Aires: Emecé
Sabino, C. (1996). Los caminos de la Ciencia: Una introducción al método científico. Ca-
racas: Ed. Panapo.
Widdowson, H. G. (1996). Linguistics. Oxford: Oxford University Press.