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De “doctores” y “doctoras”

Escrito por CAMILO MONTEALEGRE SILVA


Tenemos muy equivocado el concepto de doctor en el ideario
colombiano. Doctor, en la más estricta connotación y significancia,
trata de aquella persona que ha alcanzado el título académico de
doctorado; simple y sencillo.

Tristemente nuestra supuesta condición genética de ser personas


abnegadas y sumisas nos ha encaminado a creer, abruptamente, que
todo aquel funcionario que desempeñe una labor un tanto superior a la
nuestra, o que gane un poco de dinero más que uno, es un “doctor”.
Ésta palabra mágica, pereciera, se hizo común para disimular un
estado de conformismo hacia el sentido profesional de la función
pública, llevándonos a catalogar a cualquier individuo como “doctor”
por el simple hecho de ser o estar en una mejor posición que la
nuestra, agotando el verdadero valor que tiene el alcanzar uno de los
máximos títulos universitarios a los que puede acceder una persona
después de mucho esfuerzo y dedicación.

Nos autosatisfacemos apelando a un título que no tenemos, por la


simple imposibilidad de exigirnos una superación día tras día.

Muy a pesar de que esta es en sí misma una situación horrible para


cualquier sociedad en vía de progreso, otro mal aberrante es la
degradación que se les está dando a los verdaderos títulos
universitarios. Debo reconocer en estas líneas el malestar que me
causa cada vez que una persona me llama “doctor”, cuando mi
verdadera titulación y profesión es la de abogado.

En Colombia les llamamos “doctor” a todas las personas que, en


teoría, tienen una mejor posición social. Para nosotros un “doctor” es
por igual un médico, un abogado, un economista, un contador, un
psicólogo, un administrador, o cualquier otro profesional (aunque a
veces reconocemos como “doctor” a alguien por su simple condición
económica, así nunca haya pisado una escuela -que cosa tan
grotesca-) irrespetando, per se, su natural condición académica.

Esta plaga de “doctorismo” afecta principalmente las oficinas públicas


del país. Es impresionante como abundan “doctores” y “doctoras” en
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cada una de las entidades del Estado. Es algo tan peculiar, que si un
extranjero fuera de contexto llegara de visita, por ejemplo, a la Alcaldía
de Neiva, se llevaría una impresión desaforada al creer que todos los
funcionarios que allí laboran son en realidad doctores, así la mayoría
carezcan de imprescindible fundamento para ser siquiera
profesionales decentes.

Es triste darse cuenta como cosas tan elementales nos degradan y


nos hacen lucir como una sociedad simplista y mediocre. Muchos
dirán que es por costumbre, o que es una denominación tradicional
para denotar respeto hacia alguien, pero estas respuestas no hacen
más que aumentar la preocupación por el mal principal. Somos tan
incapaces de exigirnos como sociedad, que creemos que con asumir
una posición cómoda hacia la vida ésta pasará sin requerirnos ningún
tipo de esfuerzo.

No deja de ser exasperante darse cuenta cuantas ínfulas tienen


algunos por una simple posición social pasajera. Como profesional,
exijo que se me respete el derecho a disfrutar de mi vocación y del
título que he conseguido, así como también exijo que se respeten los
de los demás. Tenemos que dignificar el esfuerzo y la dedicación de
todos aquellos que se han ganado la potestad de ostentar un título,
por muy pretensiosa que parezca tal intención. Debemos dejar de
prostituir nuestra comunidad. Jamás lograremos avanzar si dejamos
de llamar las cosas por su verdadero nombre. No llamemos “gran
colombiano” a un criminal; no hablemos de paz total cuando nos
referimos a la dejación de armas en medio de un conflicto; así como
tampoco le digamos “doctor” a cualquier…

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Cualquiera no es doctor
Por MARGARITA M. OROZCO ARBELÁEZ

En un país en el que se le dice “doctor” a cualquiera, no es extraño se


sepa tan poco para qué sirve una persona que ha estudiado un
doctorado, un doctor de verdad.

En un país en el que se le dice “doctor” a cualquiera, no es extraño


que se sepa tan poco para qué sirve una persona que ha estudiado un
doctorado, un doctor de verdad. Esos que han dedicado muchos años
estudio, paciencia y disciplina a la investigación y a la producción de
conocimiento, no para decorar sus títulos de maestría y pregrado con
las letras “PhD”, sino para contribuir con el desarrollo de la nación.

El trabajo parece noble y la labor de los investigadores con doctorado


es el power point favorito de los jefes cuando quieren mostrar los
resultados de sus departamentos. Lo que ellos hacen es lo primero en
aparecer en la página web de la institución, es la noticia más
vendedora, de lo que más se habla en las acreditaciones, mientras se
guarda silencio sobre las condiciones reales que hay detrás las
maravillas proyectadas: hacer investigación con las uñas, pelear para
que el presupuesto de los tres pesos no se rebaje a dos por los
“costos administrativos”, torear los formatos ISO y las burocracias, y
luchar con aquel al que hay que decirle “doctor” pero no lo es, para
que respete las diez horitas de investigación a la semana y no los
ponga a ir a reuniones administrativas interminables en donde se
habla de la misión y la visión, y se termina con la cotización de los
muslitos de pollo del próximo congreso.

En Colombia tener un doctorado todavía es una rareza. Según datos


del Consejo Nacional de Acreditación en el país se gradúan
aproximadamente 245 cada año, mientras en Brasil y México 12.217 y
4.665, respectivamente. Eso hace que algo fundamental para el
trabajo de un científico, que es tener una masa crítica de colegas con
quienes trabajar y discutir, sea un bien escaso.

A lo anterior se suma el hecho de que los doctores que llegan a


trabajar en las universidades se sienten muchas veces
decepcionados: han hecho una inversión económica y de calidad de
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vida importante que hoy no se ve reflejada ni en un mayor salario, ni
en más reconocimiento. Se formaron como científicos de alto nivel y
llegan a laboratorios vacíos en los que tienen que empezar por
comprar lo básico. Y para colmo, su jefe les dice que deben
“rebuscarse” los recursos para investigar, lo cual es quijotesco en un
lugar en donde sólo se invierte el 0.2% del PIB en proyectos de
investigación y desarrollo.

Los doctores son científicos que sueñan con solucionar los problemas
del futuro y sin embargo, están atrapados en la dictadura de clases y
los cargos administrativos de las universidades. Menos de un 1%
trabaja en la administración pública y pocas empresas privadas
están dispuestas a pagar su sueldo para desarrollar proyectos de
innovación. De esta manera, investigar, que es su vocación natural y
para lo que se formaron, se convierte en una actividad secundaria, lo
cual es por demás absurdo en un país necesitado de procesos de
desarrollo.

Hace poco leí el correo de un jefe ordenándole a su equipo de trabajo


referirse a él como “doctor”. El remitente, que posee un título de
pregrado de la “San Marino” y dice ser doctor sin que nadie tenga
certeza de su grado, me puso a pensar como en Colombia nos hemos
acostumbrado a “adular” a quienes no se lo merecen, mientras los
verdaderos doctores trabajan en silencio, haciendo esfuerzos
admirables con la esperanza de que el país salga algún día del
subdesarrollo.

Si es verdad que el lenguaje es el principio de transformación de una


sociedad, yo comenzaré por dejar de decirle doctor a cualquiera, así
iremos dando pequeños pasos de reconocimiento y respeto con
quienes han alcanzado la más alta formación, mientras les quitamos el
regocijo a aquellos que gozan de ese estatus sin tener ni idea de lo
que significa.

En Twitter: @morozcoa
margaraorozco@yahoo.es

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¿A quién debemos decirle doctor?
Edith Morales Gómez

La expresión “doctor” técnicamente está reservada a aquellos


profesionales que avanzan en estudios de postgrado hasta obtener el
doctorado en diferentes áreas del conocimiento, es decir, las únicas
personas que merecen ser llamadas “doctor”, son quienes realizan
estudios de alto nivel, llamados doctorados y en Colombia hay muy
pocos. “Ni siquiera a los abogados es válido llamarlos “doctor”, porque
ese título se suprimió de los cartones de grado hace más de 35 años
en que en efecto por esa época se expedía el título de “doctor en
Derecho” a los juristas y no en todas las universidades”.

En Colombia la mayoría de las personas acostumbran decirle “doctor”


a otras que no lo son. Este falso tratamiento generalmente se da a
casi a todos los que han ido a las universidades, basta con tener
cualquier título, para incluso exigir que les digan doctor, lo que es
rayar en la estupidez, las personas que hacen esa exigencia se las
dan de importantes, piensan que los demás les deben rendir pleitesía.
Por esta razón en este país, todo el mundo es “doctor”, el saber leer y
escribir ya es un indicio y clara sospecha de que el individuo sea
“doctor”.

El hecho de que se le diga “doctor” a cualquier profesional se debe a


las grandes desigualdades sociales que tiene Colombia, desde
décadas anteriores muchos de los que viven en el campo le han dicho
“doctor” a los que viven en la ciudad, así es que la “doctoritis” es una
irracional tradición. Generalmente se le dice “doctor” a los abogados,
ingenieros, politiqueros, médicos y a muchos otros sin importar el título
que tengan, muchos son tratados de “doctor” sin ni siquiera un título
profesional, sólo porque ocupan un cargo que le han otorgado los
politiqueros. Hoy hasta un técnico, se le trata temerariamente de
“doctor”, para no mencionar a otras personas que a veces sin estudios
universitarios, aceptan ese trato.

Muchos tontos se sienten importantes cuando alguien les dice


“doctor”, eso demuestra la pobreza mental que tienen, porque algunos
aun con título profesional, no son competentes, lo que demuestra los

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grandes problemas que tiene Colombia a nivel educativo. Aunque hay
que reconocer que en todos los gremios hay gente que es excelente.

Muy pocos tienen el acatamiento de decir: “a mí no me diga doctor”


porque en esos casos sería preferible llamar a las personas por el
título, ingeniero, médico, abogado…

Sería una maravilla que a todos los que se les dice “doctor” lo fueran,
la verdad la sociedad los necesita. Los doctores son una necesidad
para todas las instituciones académicas e industriales, porque quienes
estudian a ese nivel son casi siempre mejores personas, también son
más humildes y tienen profundidad y globalidad en conocimientos.
Pero lo esencial es su desempeño. Obviamente que deben ser
diferentes, dirigentes y ante todo con sentido humano.

La ridícula costumbre de decirle “doctor” a cualquier pelele, es una


tradición absurda, que debería acabarse, lo más agradable es que
cada quien trate a los demás con respeto, sin sentirse disminuido y sin
tanta necedad, esos bobos que dicen: “a mi dígame doctor”, que mejor
se pongan a estudiar para que se merezcan ser llamados así. Y a los
que no les gusta que les digan “doctor” y que contestan: “más doctor
será usted, o qué me le robé”, por lo menos son más conscientes.

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El país de los doctores que no
tienen doctorado
Dentro de más de 160 altos cargos, solo 10
personas cuentan con este título universitario.
LA REPÚBLICA | PUBLICADO EL 12 DE ABRIL DE 2016

“Siga doctor”, “¿cómo está doctor?”, “cuénteme doctor”, son algunas


de las frases que los colombianos están acostumbrados a escuchar en
las oficinas de las empresas y en algunos corredores de las entidades
públicas.

Este calificativo de “doctor”, según los expertos, se ha esgrimido como


un sinónimo de respeto frente a alguna figura pública o algún superior
dentro de la organización empresarial, y ha dejado de lado su
verdadero propósito que es el de hacer referencia a una persona que
ha cursado este tipo de estudios superiores y que ha desarrollado
investigaciones de largo aliento. Por eso, Colombia es el país de
doctores sin doctorado.

En los últimos días las redes sociales se llenaron de críticas frente a la


historia de que el alcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, había,
supuestamente, informado en su campaña que tenía un doctorado en
administración pública, pero después se conoció desde la
administración distrital que el funcionario nunca había dicho eso y que
su posgrado equivalía a una especialización.

Este debate llevó a LR a investigar cuáles políticos (senadores,


alcaldes y ministros) y empresarios responsables de las firmas más
importantes del país guardaban sus diplomas de doctorado o estaban
estudiando para obtenerlo.

Así las cosas, se encontró que dentro de más de 160 altos cargos,
solo 10 personas cuentan con este título universitario, que para
algunas academias es el más relevante que se le puede otorgar a un
estudiante.

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Dentro de los legisladores aparece Daira Galvis, del partido Cambio
Radical, que tiene un doctorado en derecho y ciencias políticas de la
Universidad Nacional; Everth Bustamante, del Centro Democrático que
es doctor en derecho y ciencias políticas de la Universidad Externado;
Claudia López, de la Alianza Verde, que desde 2013 cursa un
doctorado en ciencias políticas en la Universidad Northwestern, en
Chicago, Estados Unidos, entre otros.

Entre los alcaldes de las ciudades capitales de todos los


departamentos no aparece ningún nombre y en el caso de los
doctores en el gabinete de Juan Manuel Santos, se apuntan Mauricio
Cárdenas, ministro de Hacienda, Alejandro Gaviria, jefe de la cartera
de salud y María Lorena Gutiérrez, ministra de Minas y Energía (e).

En el caso de las empresas más importantes del sector real se


destaca el presidente de Ecopetrol y exministro de Hacienda, Juan
Carlos Echeverry, y Jenaro Pérez, gerente de Colanta.

Según Carlos Rodríguez, catedrático de la Universidad Nacional y


extrabajador del Ministerio de Educación, la formación doctoral en el
país empezó desde finales de la década de 1970 y en el área de
economía y finanzas fue solo hasta 1997 en que el país tuvo uno: el
de ciencias económicas de la Universidad Nacional. Después, hacia
mediados de los 2000 se crearon nuevos programas.

De acuerdo con cifras de Colciencias, en el país hay 5,6 doctores por


cada millón de habitantes; y entre 2004 y 2014 se han graduado 2.636
que han cursado al menos uno de los más de 205 programas que
ofrecen las universidades locales. Y es que, según cifras a 2014 del
Consejo Nacional de Acreditación, en el país hay alrededor de 43
instituciones académicas que ofrecen este título, lo que demuestra una
oferta disminuida, según los analistas.

Obdulio Velásquez, rector de la Universidad de La Sabana, dijo que


los países desarrollados se distinguen porque en el área empresarial y
de gobierno hay personajes con doctorados que son capaces de poner
en práctica destrezas en evaluación de proyectos e innovación.

Además, señaló que el doctorado tiene un grado de dificultad mayor


porque muchos de los estudiantes que lo cursan deben dejar su

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vinculación laboral para dedicarse a hacer las investigaciones, lo que
significa un costo alto debido al precio de los programas.

Colciencias hizo un cálculo en el que se evidenció que, en promedio,


hacer un doctorado en una universidad local cuesta $289 millones,
mientras que hacerlo en el exterior puede llegar a necesitar una
inversión de $405 millones.

Por tal motivo, los analistas creen que para que haya verdaderos
doctores hay que invertir.

La rentabilidad de tener el título


De acuerdo con datos de Colciencias, una persona con título de doctor
se gana alrededor de $10 millones al mes, lo que significaría que con
dos años de trabajo se puede amortizar la inversión en este posgrado.
Más allá de eso, Velásquez recordó que la costumbre de llamar
“doctor” a cualquier profesional en el país se debe a que en la década
de 1930 los médicos y abogados que se graduaban tenían este título,
por lo que, con el paso del tiempo nació la frase de que “se le dice
doctor a cualquiera”.

“Llegaremos a tener 10.000 doctores en el país”: Gina Parody


El hecho de que las grandes decisiones del país sean tomadas en el
mayor de los casos por personas que no tienen los más altos índices
académicos es un asunto que desvela a la ministra de Educación,
Gina Parody. Por eso, en entrevista con LR, Parody dijo que la meta
del plan de desarrollo es lograr duplicar el número de doctores que se
gradúan en el país para el año 2018, e indicó que, para lograrlo, se
tienen herramientas como las becas que está ofreciendo Colciencias a
‘los pilos’ de las universidades para que estudien sus respectivos
posgrados.

Solo un CEO de las tres empresas más grandes, tres ministros, seis
senadores y ningún alcalde es doctor. ¿A qué se debe esto?
Los planes de inserción de doctores han carecido del diseño adecuado
para que se quieran vincular tanto al sector industrial como al
Gobierno. La inversión académica es muy alta para la retribución
salarial o los beneficios de otro tipo. Esta es una responsabilidad
compartida con Colciencias y con el sector productivo, quienes hasta
la fecha han situado muy pocos incentivos para incrementar la

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presencia de doctores en la industria y en el Gobierno, salvo dos o tres
programas de Colciencias, estos esfuerzos han sido insuficientes.

¿Qué está haciendo el Ministerio a su cargo para motivar el


estudio científico?
El Ministerio ha estado trabajando en un proyecto que se llama
“Pasaporte a la Ciencia”, para que cada año 1.000 de los mejores
egresados de acuerdo a la prueba Saber Pro reciban una beca para
estudiar posgrado en alguna de las 100 universidades del mundo de
acuerdo al ranking más reconocido (Shanghái). Un componente
importante de este proyecto es el hecho de contar con los recursos
para facilitar la inserción de las personas becadas cuando regresen al
país y ofrecer los incentivos adecuados para que muchos se vinculen
a la industria o al gobierno.

¿Cómo avanzar en la educación de alta calidad sin doctores?


Es muy difícil avanzar en educación de alta calidad sin doctores. Por
eso, una de las primeras tareas que hice cuando asumí ser Ministra de
Educación fue revisar cuántos doctores debería tener cada una de las
universidades y con base en esto establecimos un plan de desempeño
para que junto con las universidades lográramos el objetivo. Nuestra
meta, que quedó establecida en el Plan de Desarrollo, es incrementar
rápidamente de 7.500 a 10.000 doctores en el país.

¿Cómo cultivar una cultura empresarial y política el papel de los


doctores?
He estado trabajando insistentemente para pasar de graduar 900
doctores en universidades colombianos en el año 2015 a duplicarlos al
final del gobierno. Pero no es suficiente con aumentar el número de
doctores, sino que también debemos hacer un gran esfuerzo en
conjunto con las universidades para lograr ofrecer programas de
doctorado en los que se fomente la investigación aplicada con
vinculación a la industria. En otros países como Francia son muy
fuertes este tipo de doctorados aplicados, por ejemplo, el caso de los
programas de nanotecnología que se desarrollan alrededor de la
ciudad de Grenoble donde han logrado crecer con base en la
expansión de este sector.

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PROYECTO DE ACUERDO No. 383 de 2005

"Por medio del cual se establece una campaña para acabar con la
"doctoritis" en el Distrito Capital."

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

En Colombia con la diversificación de carreras y la importancia de los


títulos de doctor, el pueblo se fue acostumbrando a decirle así a toda
persona importante, no como la máxima distinción, sino como una
distinción popular para la persona importante, por esta razón este
proyecto de acuerdo pretende incluir un programa en el distrito capital
tendiente a acabar con el "doctoritis" en nuestro país.

En nuestro país proliferan los 'doctores' sin título, incluso a la mayoría


de estos doctores verdaderos les molesta que los llamen así, pues
prefieren escuchar sus nombres, sin embargo, mientras esto sucede
con los doctores que se han ¿quemado las pestañas¿ para alcanzar la
máxima distinción académica, que han gastado tiempo y dinero,
doctores sin doctorado, se disgustan y miran mal a sus sub alternos o
conocidos y les exigen que los llamen doctores para satisfacer su ego.

El término "doctor" históricamente ha tenido diversas connotaciones,


pero la dominante ha sido casi siempre la que lo identifica como el
título académico más alto que confieren las universidades a sus
graduados. La diversidad semántica es tan grande en este sentido que
inclusive en la Biblia se hace frecuente referencia a algunos "doctores"
y los primeros sacerdotes cristianos eran identificados con tal
calificativo.

Según la Real Academia Española de la Lengua, doctor significa:


Doctor, ra. (Del lat. doctor, -ōris).
1. m. y f. Persona que ha recibido el último y preeminente grado
académico que confiere una universidad u otro establecimiento
autorizado para ello.

2. m. y f. Persona que enseña una ciencia o arte.

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3. m. y f. Título que da la Iglesia con particularidad a algunos santos
que con mayor profundidad de doctrina defendieron la religión o
enseñaron lo perteneciente a ella.

4. m. y f. En lenguaje usual, médico, aunque no tenga el grado


académico de doctor.

Según el doctor en Historia de la Universidad de México Javier


Ocampo, el título de doctor fue dado inicialmente a los médicos,
porque los abogados, en España y sus alrededores, eran licenciados.

Los únicos doctores eran los médicos. Posteriormente, dice el


Presidente de la Academia Boyacense de Historia, en el siglo XX, vino
una diversificación de las carreras y surgieron las de Economía y
Arquitectura, aun así la única que seguía el doctor era para los
médicos. En la segunda mitad del siglo XX, en los años 50 y 60, a
nivel mundial se establecieron los títulos de magíster o maestrías, a
nivel de posgrados, y se establecieron los doctorados PHD, a partir de
los 60 . En Europa, se establecieron los doctorados a mitades del siglo
XIX como los mayores títulos de las Universidades.

¿¿Entre la burocracia es más frecuente escuchar eso de doctor¿¿,


dice este doctor en Historia, quien asegura además que en este país,
casi no hay doctores verdaderos y que para llegar a serlo, se debe
estudiar 12 o 13 años más, luego de obtener el título de bachiller.

¿¿En la Universidad, por ejemplo, no dicta un doctorado sino el que


tiene el doctorado legalizado¿ dice Ocampo a quien le gusta que sus
amigos lo llamen por el nombre. ¿¿Me choca que me digan ¿profe¿
qué tiene un sentido cantinflesco¿¿.

El tiempo Boyacá 7 Días, publico el 13 de octubre de 2005 una


columna en la cual habla de la "doctoritis" en Boyacá:
"El costo de ser doctor. El doctorado es hoy no solamente el título
académico más alto que otorga la mayoría de las universidades sino
también un símbolo de status social.

Este tratamiento generalizado de respeto destronó al ¿Señor¿ ,


¿Don¿, ¿Misia¿ y hasta al Sumercé. En el departamento hay pocos
doctores con título.

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Y es que a pesar del déficit histórico de personal capacitado al más
alto nivel académico y científico que indica, por ejemplo, que en el país
apenas el dos por ciento del profesorado universitario cuenta con título
de doctorado, en tanto que el promedio en América Latina es el 6 por
ciento, con Chile y Argentina a la cabeza con 12 por ciento, Venezuela
6 por ciento, México 3 por ciento, la tendencia de la mayoría de las
gentes es la de dirigirse a los demás con el término de doctor,
esperando que estos a su vez le devuelvan el halago. Este
intercambio de llamados les excita y les hace sentirse mejor.

Olmedo Vargas, ex rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica


de Colombia, UPTC, quien tiene un doctorado en Economía,
adelantado en Rusia, cree que la ¿doctoritis¿ es parte de una cultura
que denota subordinación mental y cultural. ¿¿En parte se relaciona
con lo que nos enseñaron en la época colonial de no mirar a los ojos al
señor o al patrón. A él había que saludarlo con la cabeza gacha y
diciéndole Don, Señorito o Doctor. Eso porque nos da más que miedo
y vergüenza llamar a la otra persona por su nombre propio que es más
que respetuoso. Esa herencia obviamente hay que combatirla¿¿, dice.

Dolly Camacho, doctora en Teoría Económica de la Universidad de


Barcelona, docente de la UPTC, por su parte, asegura que "se ha
generalizado el tema de doctor, doctor, doctor. Es un equívoco de los
verdaderos valores. Es más importante ser señor, persona, ciudadano,
que ser doctor¿¿.

Según ella, cuando se ve a la persona bien vestida, que lleva corbata,


se asume que es doctor y a ésta le gusta que le digan doctor, pero
cuando se vislumbran los verdaderos valores, se hace notoria la
equivocación. ¿¿Yo me siento mejor cuando me dicen profesora que
doctora. Pido que no me digan doctora, porque se ha vulgarizado. El
término de doctor es más para el médico, ni siquiera para el abogado
que es un licenciado¿¿

En eso está de acuerdo Vargas, quien afirma que: ¿¿En Boyacá es


grotesca la generalización de la ¿doctoritis?. Yo creo que los que de
verdad somos doctores por estudios, jamás hemos reclamado que se
nos denomine de esa forma. Eso se volvió casi que una forma
tradicional de relacionarse los subordinados con el superior y eso es

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perverso, niega la posibilidad de un diálogo de iguales entre
ciudadanos¿¿.

Los doctorados como la ¿doctoritis? no son nada nuevos. El


otorgamiento o asignación de tal título a una persona que no tiene un
trabajo académico especial respondía, y responde aún, más a la
búsqueda o afán de prestigio social y status que a necesidades,
condiciones y requerimientos de producción intelectual.

Según el doctor Carlos Arturo Sarmiento Lima, director del programa


de Medicina de la Universidad de Boyacá: ¿¿La ¿doctoritis¿ tiene
mucho que ver con un comportamiento cultural de hace 30 o 40 años.
A las personas que se les daba el título de doctor era a los médicos,
pero después el colombiano muy astuto y vivo, empezó a regar esa
denominación porque le abría puertas, le garantizaba atención así no
se tratase de un médico, y entonces a cualquier persona se le llama
doctor así no tenga nada que ver con medicina¿¿.

El Doctorado en el mundo, como el título académico más alto que


generalmente otorgan las universidades, tiene una historia tan larga
como la de la casa de estudios donde nació hace unos mil años, dicen
investigadores extranjeros. Este grado académico, sin embargo,
conserva todavía gran vigencia, prestigio y estimación. De allí que sea
útil para todo profesional o dirigente de la educación superior, de la
ciencia o de la cultura en general conocer el origen, evolución,
significado y perspectivas de este grado académico.

Germán Cortina, quien obtuvo su título de doctor en Genética en


Moscú, catedrático de Fundación Juan de Castellanos y profesor de la
UPTC, asegura que para obtener este título se requiere esfuerzo y
dedicación y ha podido ver los frutos de ese estudio hoy en día en que
puede multiplicar sus conocimientos.

¿Doctor, don, sumercé?


El Don se importó de España, dice el historiador Javier Ocampo.
¿¿Antes se hablaba de Don y no de doctor, pero no a todo el mundo
se le podía decir Don. En la época colonial e hispánica para ser Don
se debía tener un mayorazgo, que era un reconocimiento importante
en una sociedad¿¿. Dice. Y afirma que mientras a los caballeros se
les decía Don a las señoras se les denominaba Doña. Ellos eran

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quienes tenían casa en el pueblo y hacienda, esclavos o indios
encomendados. El título de licenciado era para los abogados y
letrados como Gonzalo Jiménez de Quesada. En el siglo XX ya se le
decía Don a cualquier persona.

El sumercé era una distinción de familia. El llamado del padre a la


esposa o los hijos. En Boyacá entró el sumercé para que indios o
mestizos se dirigieran a los amos. Era un signo de alta distinción para
unos y para el campesino un símbolo de subyugación. Después se
popularizó y hoy en día todavía es distinción de familia.

Como el doctorado, traduce una alta capacitación profesional en algún


sector de la ciencia, la tecnología o el arte, cumpliendo un rol parecido
al de los tradicionales títulos nobiliarios, muchos los buscan
afanosamente entre sus congéneres, sin saber que obtenerlo cuesta.

Este atractivo especial por el grado doctoral ha hecho que incluso, los
jefes prácticamente obliguen a los empleados a que les digan doctor,
dice el profesor Olmedo Vargas. ¿¿No saben que cuando se les llama
por su propio nombre es el mejor reconocimiento ciudadano. En
Europa y Estados Unidos solo se saluda con todas las pompas
adjetivables a los que son. A los demás e les dice, Señor Presidente,
por ejemplo¿¿.

Según este doctor en Economía, después de su carrera profesional de


cinco años, hizo una maestría de tres años y luego un doctorado de
San Petersburgo de cuatro años más. Aunque él no lo esgrime como
único elemento para destacar de su persona y vida, sabe que tuvo un
costo muy alto en lo económico, moral y físico. ¿¿Me tocó criar a mis
hijos que nacieron allá y estudiar en ese país con otra lengua. Eso es
duro. Fueron muchos los sacrificios y se sienten más cuando ha
trabajado en su país, siente el cambio cuando tiene que llegar a un
apartamento pequeño, gastar escasamente lo necesario y sacar solo
una partecita de la plata para divertirse¿¿, dice.

Cuando estudiaba en la Universidad Externado de Colombia, viajaba


todos los días de Tunja a Bogotá a las cuatro de la mañana y se
devolvía a las 12 del día. En la flota leía los textos hasta alcanzar un
nivel de cansancio extremo. Eso sin contar que no tenía tiempo para
su familia. Hoy en día, luego de muchos esfuerzos cuenta entre sus

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haberes con un bachillerato hecho en Fusagasugá, en el colegio
Ricaurte de curas, un título en Ciencias Políticas y Administrativas de
la Esap, una maestría en Análisis de Problemas Económicos y
Políticos Internacionales y un doctorado en Economía.

Por eso dice que: ¿¿Generalizar el adjetivo doctor a toda persona es


cultura de subyugación heredado de la colonia. A mí siempre me ha
disgustado que me digan doctor y en el caso de los alumnos, les pido
que me digan Olmedo u profesor, eso es menos distante de la gente
¿¿.

El doctor Germán Cortina, cartagenero de 40 años, genetista, profesor


de la UPTC, es de los que piensa que aunque todo conocimiento
requiere esfuerzo, si se disfruta no es sacrificio. Aunque fue de los
pocos que obtuvo una beca del Icetex para ir a Rusia, que cubrió su
estudio y estadía, él pagó el viaje, que hoy en día vale más de cuatro
millones de pesos. ¿¿Lo delicioso fue tener la oportunidad de obtener
un título¿¿, dice y agrega que aunque muchas veces lo llaman doctor,
no le molesta porque finalmente viene muchas veces de personas
respetuosas, que le quieren mostrar su afecto y a quién no le gusta
recibirlas. Aclara, eso sí que ¿es mejor ser un barrendero feliz que un
profesional amargado¿.

El doctor Javier Ocampo está convencido que realizar un doctorado no


es tarea fácil porque se necesita plata, si se quiere hacer en el
exterior, tiempo y dedicación. ¿¿En Colombia casi no hay doctores de
los verdaderos. Es que no hay doctorados y se debe salir del país. Se
debe ir a España, Brasil, Francia, Rusia. Eso lo hace costoso y a todos
no les aceptan una tesis de grado¿¿.

Dolly Camacho, casada con Manuel Caicedo, doctor en Política


Económica y Administración de Empresas en la Universidad de
Barcelona, dice que sus doctorados les han traído muchas
satisfacciones personales. ¿¿El haber podido vivir en España, la
puerta de Europa, conocer sus formas de vida, de gobierno, conocer
los verdaderos valores fue satisfactorio y frustrante a la vez¿¿, dice.

Tanto recurso y riquezas mal utilizadas, mal distribuidas, la forma en


que esos países han podido eliminarla pobreza y manejan relativas
igualdades, dice Camacho, solo reafirma el hecho de que en este país

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las desigualdades son cada vez más grandes y las leyes, normas y
políticas tienden a aumentar esa desigualdad.

¿¿El doctorado requiere una dedicación exclusiva, el doctor se vuelve


especialista en investigación pura, es quien va a crear cosas, y eso sí
requiere de tiempo y recursos económicos. El que hace que doctorado
n o puede trabajar, pues debe dedicarse a su actividad académica,
necesita financiación, beca, e incluso tiene la exigencia de manejar
una segunda lengua para adelantar sus estudios¿¿, dice el doctor
Carlos Arturo Sarmiento Lima, quien se declara un doctor de ¿la vieja
guardia¿.

¿¿Hay que recuperar el hablarle a todo el mundo por el nombre y solo


en eventos de mucho protocolo utilizar los señores o doctores. El título
como tal para lo único que sirve es para legitimar jurídicamente la
posibilidad de acceder a un empleo¿¿, dice Vargas, colega de
doctores como Alfonso López Díaz, Ingeniero Metalúrgico y doctor en
Materiales (Alemania), Diana Soto Arango, Eduardo Pérez Ochoa,
Javier Guerrero Varón, Antonio José Galvis y Enrique Vera, entre
otros.

¿Técnico o doctor?
Mientras en 2003 Estados Unidos reportó 44.410 nuevos doctores,
Canadá 8.874, España 7.539, Brasil 6.890, Corea 6.102, México
1.249, Colombia sólo registró 44, dice un estudio de la Universidad de
Antioquia. El mismo estudio dice que en el 2003 el Alma Máter otorgó
en maestrías y doctorados, estímulos, becas y exenciones por un valor
aproximado a los $558 millones y en 2004 por un valor cercano a los
$611 millones, es decir, un total de $1.169 en el periodo contemplado.
Mucha plata.

Lo que también salió a relucir en este estudio es que, hoy en día, la


gente prefiere hacer diplomados como opción más barata y rápida
porque en la práctica se les reconoce igual que si cursaran una
especialización que dura dos o tres semestres.

Y es que mientras en Estados Unidos y Europa, los jóvenes estudian


carreras que la sociedad necesite, los latinos estudian pensando en el
título de doctor que desean obtener. Es por eso que uno de los
primeros retos de los estudiantes es dejar a un lado la creencia de que

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sólo por adquirir habilidades en oficios o tecnologías específicas no
puede desempeñarse adecuadamente en el mercado laboral. Claro
que también es importante que la Universidad y el país cambien la
mentalidad hacia las carreras técnicas y tecnológicas con el fin de
permitirles a quienes las estudian una mayor presencia en el mercado
laboral y la posibilidad de educarse continuamente.

Olmedo Vargas dice que la decisión entre lo técnico y los doctorados


está más relacionado con la ausencia total de fuentes de empleo
privado y a nivel empresarial y el hecho de que se asumía que el
sector público era la posibilidad para resolver el problema del empleo.

¿¿La falta de vocación por las carreras técnicas obedece más al


hecho de la ausencia de opciones laborales. En Boyacá, por ejemplo,
no hay industria, comercio desarrollado, no hay infraestructura
desarrollada¿¿.

Tratamiento de respeto, hoy muy generalizado, que se antepone a los


nombres masculinos de pila.

Antecedentes del doctorado


Lo primero y más elemental sobre este tema es que casi siempre se
olvida que la palabra doctor proviene del latín "doctum", un derivado
de "docere", que significa simplemente enseñar. En la época del
Imperio romano se utilizaba esta palabra para referirse a quienes se
dedicaban a alguna enseñanza sistemática, tales como los
jurisconsultos, los profesores de letras o artes, los maestros de
escuela, así como los instructores de artistas, gimnastas, gladiadores,
cocheros y soldados. Por otra parte, la connotación de dignidad que
casi siempre acompaña a este título, proviene, según algunos autores
(EUIEA, 1930), del hecho de que los judíos, desde la antigüedad,
llamaban rabbis [es decir, maestros], o doctores, a quienes se distin-
guían por su conocimiento de la Ley judaica y, en tal sentido, ellos
eran los encargados de conservar, interpretar, enseñar y aplicar dicho
precepto.

Los primeros títulos, es decir, las primeras constancias escritas, de


doctor fueron otorgados, con carácter honorífico, por la Iglesia cris-
tiana en el siglo XII a los llamados "Doctores de la Iglesia", que, por
cierto, no deben confundirse (aunque algunos tuvieron doble rol), con

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los "Padres" de la Iglesia, quienes son encomiados no por sus
conocimientos sino por sus obras o sacrificios en función de la Fe.

Entre los primeros Doctores de la Iglesia están: Tomás de Aquino,


llamado "Doctor angelicus"; Ramón Llul,"Doctor singularis"; Juan de
Gerson, "Doctor angelicus"; Rogerio Bacon, :Doctor mirabilis";
Buenaventura, "Doctor seraphicus", así como Agustín, Gerónimo y
Gregorio Magno, todos ellos personalidades extraordinarias. Este título
era otorgado para dar constancia de la presencia de una personalidad
eclesiástica destacada por su eminente doctrina, su vida santa y su
perfecta ortodoxia (EI, 1949). En estos reconocimientos está el origen
de los doctorados honorarios con los cuales todavía en el siglo XX las
universidades honran a personalidades del mundo de la cultura o la
política.

Lo cierto es que el término "doctor" históricamente ha tenido diversas


connotaciones, pero la dominante ha sido casi siempre la que aquí nos
interesa, o sea, la que lo identifica como el título académico más alto
que confieren las universidades a sus graduados. La diversidad
semántica es tan grande en este sentido que inclusive en la Biblia se
hace frecuente referencia a algunos "doctores" y los primeros
sacerdotes cristianos eran identificados con tal calificativo.

No nos referiremos en este artículo a los que pudiéramos llamar


doctorados espurios, es decir, aquellos que son concedidos sin
cumplir los requisitos mínimos para el otorgamiento de este grado, es
decir, la posesión previa de un título universitario de licenciado o
equivalente, y la presentación y defensa de una tesis, termina
explicando, Víctor Morales, investigador venezolano."

Teniendo en cuenta lo anterior uno de los mayores problemas que


enfrentan las autoridades educativas, respecto al fomento de las
carreras técnicas y tecnológicas, es la ¿doctoritis¿. El estudiante no ha
dejado de lado la creencia de que sólo por adquirir habilidades en
oficios o tecnologías específicas no puede desempeñarse
adecuadamente en el mercado laboral y que por ello debe buscar el
título de doctor, con o sin estudio.

A pesar que los estudios realizados por señalan que en el 2003


Estados Unidos reportó 44.410 nuevos doctores, Canadá 8.874,

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España 7.539, Brasil 6.890, Corea 6.102, México 1.249, Colombia sólo
registró 44, dice un estudio de la Universidad de Antioquia. El mismo
estudio dice que en el 2003 el Alma Máter otorgó en maestrías y
doctorados, estímulos, becas y exenciones por un valor aproximado a
los $558 millones y en 2004 por un valor cercano a los $611 millones,
es decir, un total de $1.169 en el periodo contemplado.

Los estudios Universitarios nos llevan a obtener un título en


determinada carrera (Ingeniero, Economista Abogado), la cual nos
faculta para ejercer la Docencia lo que quiere decir que pasamos más
a ser Licenciados pero no necesariamente Doctores, para obtener el
Doctorado se requiere más tiempo de estudio y trabajos de
investigación, es por ello que en que la palabra Doctor solo se le
antepone al Doctor en Medicina ya que es una carrera que requiere
investigación constante.

Debido ha esto queremos hacer una diferenciación entre estas dos


palabras con el fin de concientizar a las personas, que el título de
Doctor se gana con estudio y no porque alguien por subirle el ego se
lo repita constantemente pasando ya del respeto al servilismo.

La legislación Educativa dice: “Los Catedráticos y Profesores titulares


de universidades tendrán plena capacidad docente y cuando se hallen
en posesión de Título de Doctor plena capacidad investigadora". En
este caso el profesor que quiera concursar en Plaza de Profesor
Universitario deberá sustentar su título de Doctor.

MARCO JURIDICO
Competencia del Concejo
"Articulo 12.- Atribuciones: Corresponde al Concejo Distrital, de
conformidad con la Constitución y la ley:
"¿. 1.- Dictar las normas necesarias para garantizar el adecuado
cumplimiento de las funciones y la eficiente prestación de los servicios
a cargo del Distrito.
¿¿.25.- "Cumplir las demás funciones que le asignen las disposiciones
vigentes."
Finalmente y teniendo en cuenta la anteriores consideraciones
presento esta iniciativa al Concejo de Bogotá D.C., para que se
convierta en Acuerdo de la ciudad y se establezca una campaña en el
distrito capital para acabar con la "doctoritis".

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Cordialmente,

LUÍS FERNANDO ROSAS LONDOÑO YAMILE MEDINA MEDINA


Concejal de Bogotá D.C. Concejal de Bogotá D.C.
ISAAC MORENO DE CARO

MARIA ISABEL NIETO JARAMILLO


Concejal de Bogotá D.C. Concejal de Bogotá D.C
__________________________ _____________________
Concejal de Bogotá D.C Concejal de Bogotá D.C

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