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Marco teórico para una investigación en Campus Sostenible

José Alonso González Solano


j.alonso.gonzalez@hotmail.com
http://econvite.wixsite.com/home

El concepto de campus sostenible se instala en un tejido amplio y complejo de categorías


que hoy intentan explicar el devenir de la sociedad. Una sociedad de múltiples actividades
pensadas, diseñadas y producidas por el hombre en su infinito deseo de sobreponerse a
las condiciones de vida que le impone su historia. Una historia que se mueve entre los
espacios de su dominio y otro por fuera de él que le intriga, le seduce y que ha convertido
en objeto de inagotable estudio, la naturaleza en sus variadas e intrincadas formas.
La sostenibilidad, los ecosistemas, la ecología, el cambio climático, el antropoceno, la
biomímesis, la casa común son entre otros conceptos, discursos y prácticas que vienen
orientando el estudio de todos los seres vivos que habitan el planeta. A este panorama hay
que agregar el conjunto de declaraciones, normas y disposiciones que proporcionan una
guía para la intervención del hombre en todo lo que considere parte de la naturaleza. Sin
desconocer que también, no en pocas ocasiones, producen confusión a quienes tienen la
responsabilidad de actuar en función de su cuidado, preservación, estudio o simplemente
contemplación y disfrute.
Responsabilidad, que de paso, se resiste a encasillamientos cronológicos. El cuidado y la
preservación de la vida ha sido preocupación central de todos los seres vivos a lo largo de
su existencia. No ha sido ni siquiera una acción exclusiva del homo sapiens, pues las
especies animales y vegetales han hecho lo propio en su proceso evolutivo. De no haber
sido así muy seguramente la extinción de muchas de ellas sería más profunda de la que
hoy podemos dar cuenta por razones derivadas del proceso de depredación de la que ha
sido objeto la naturaleza por parte de un modelo económico que privilegia la acción
industrial. A este singular paisaje suma un diálogo cada vez más amplio entre disciplinas
que si bien han tenido en sus cuerpos teóricos la variable ambiental es en los actuales
tiempos de preocupación por el planeta cuando han movido sus ejes de interés y
participación en la construcción de discursos y prácticas que intentan dar cobertura a un
problema de notoria complejidad y expansión. El tránsito de lo ambiental a lo ecológico es
una muestra irrefutable de la preocupación por ampliar el horizonte comprensivo de las
relaciones entre el hombre y la naturaleza desde una perspectiva no solo más próxima, sino
más equilibrada y equitativa.
De este amplio y múltiple panorama de vectores del plano ambiental - ecológico tres en
especial atienden nuestro interés investigativo en torno a un campus sostenible: las
relaciones e interacciones de todos quienes habitamos el planeta, el consumo como efecto
mismo de esas relaciones e interacciones y los lugares de vida en los que el hombre,
especie dominante, concentra sus muy diversas actividades sociales, productivas y
culturales. Asunto además que concita la atención de comunidades diversas y dispersas:
científica, académica, empresarial, política, amén de la sociedad civil colectiva e individual.

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Desde la antropología y la filosofía la vida del hombre ha sido objeto de estudio y lo ha sido
especialmente desde sus lugares de vida. Habitar y hábitat mantienen una relación estrecha
e inalterable a lo largo de la evolución, nos dicen ambos campos del saber humano. Para
la antropología el estudio del hombre ha estado marcado por la dialéctica naturaleza –
cultura. Para la antropología ecológica, por ejemplo, el lugar que ocupa el hombre en el
amplio y complejo sistema denominado naturaleza tiene que ver no solo con las relaciones
que este establece con las demás especies vivas que conforman un ecosistema, sino con
la forma cómo se organizan unos y otros en el espacio acotado. (Rappaport, 1975: 261)
En la perspectiva ecológica de estas relaciones atención especial tienen como lo expresa
Rappaport (1975) los organismo vivientes, sus medios físicos y bióticos.
“El tema de la ecología, las transacciones entre seres vivientes y entre las
cosas vivas y los componentes inanimados de sus hábitat, implica el estudio
de la conducta, y así la ecología es, en parte, una ciencia de la conducta.
Pero dado que la ecología también tiene que ver con los efectos biológicos
de estas transacciones sobre aquellos entre quienes tienen lugar, será
igualmente una ciencia biológica. Además, en ninguna parte del mundo
natural es una simple aglomeración, sino que en todo sitio forma
asociaciones compuestas de diversas especies que se relacionan entre sí
de modos regulares y cuyos miembros están organizados también de modo
regular. Entonces, la ecología es también una ciencia social”.
Es clara la referencia en el anterior texto a la triada de componentes que se consideran en
el estudio del campus sostenible desde la formulación de su marco teórico. Un campus
sostenible viene a representar una de aquellas formas de organización que el hombre como
especie activa del ecosistema define y configura. A través de esta forma de organización
establece el tejido de relaciones e interacciones que requiere para darle viabilidad a sus
acciones de permanencia en el ecosistema, para lo cual sus consumos son determinantes.
De otro lado la filosofía nos ofrece una perspectiva aún más profunda del hombre y su
noción de habitar. Corresponde ubicarse en lo que significa Ser un ser humano para tener
alguna posibilidad de comprensión de lo que para este representa habitar. (Heidegger,
2015: 17)
“La antigua palabra bauen, a la que pertenece el bin, responde: «ich bin», «du
bist» quiere decir «yo habito», «tú habitas». El modo como tú eres y yo soy,
la forma en que nosotros los humanos somos sobre la tierra es el buan, el
habitar. Ser un ser humano significa: estar sobre la tierra como mortal, es
decir, habitar. La antigua palabra bauen nos dice que el hombre es en la
medida en que habita. Esta palabra bauen significa al mismo tiempo proteger
y cuidar, preservar y cultivar –como en el caso de labrar el campo y el cultivar
una viña.”
El hombre busca con denuedo un espacio para habitar en tanto es a través de este que se
reconoce como habitante de la tierra. No es una simple posesión como tal vez el modelo
económico de oferta y demanda lo muestra. En la acción de habitar hay una expresión
sensible de nuestro Ser. Somos en tanto habitamos. De ahí la tragedia humana del
desarraigo, del hombre sin tierra, que tanto ha asolado a la humanidad en los últimos cien

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años a partir de las guerras mundiales y su efecto en los nuevos mapas de posesión de los
espacios tanto urbanos como rurales.
En ese orden de ideas un campus sostenible como construcción humana deliberada toma
la forma de hábitat. Es una expresión del habitar humano en comunidad que tiene como
propósito no solo la convivencia con los otros con los que se comparten objetivos de
carácter productivo, social y cultural, sino el cuidado reciproco a través de relaciones e
interacciones en un espacio compartido tanto natural como artificial y de las prácticas y
hábitos de consumo tan necesarias, pero tan sensibles a la vida en comunidad.
Se precisa, entonces, que uno de sus más sentidos actos como Ser evolucionado es el de
habitar. Su decisión de habitar y el hábitat mismo condicionan su vida emocional, social y
productiva. Lo que justifica de alguna manera la especial atención que el hombre pone en
los lugares donde asienta sus prácticas cotidianas y periódicas. El hombre no solo habita
el planeta como acción originaria, sino que habita otros espacios a todo lo largo de su vida.
Por tanto, en el tejido de relaciones e interacciones que el hombre va construyendo, el
consumo de hábitat es uno de los más sensibles en su condición de Ser vivo. Esta noción
de consumo es la que le pone en la tarea de proveerse de espacios de vida que le
garanticen no solo protección física, un lugar para la producción, sino reconocimiento como
miembro de una sociedad.
Bajo esta consideración es válida su preocupación por concretar espacios donde pueda
darle solución a todas sus necesidades como habitante sedentario de la tierra: los espacios
para la vida familiar, los espacios para la vida social, los espacios para el conocimiento, los
espacios para el ocio, los espacios para la producción. En este último se aprecia la
importancia y pertinencia de un campus sostenible. Un campus sostenible es el espacio en
el que se ponen en funcionamiento todas sus herramientas del orden conceptual, práctico
e ideológico para mantener el equilibrio entre esas dos grandes realidades de la vida
humana: la cultura y la naturaleza. Un campus sostenible es, entre otras posibilidades, una
expresión cultural. Dispositivo que acoge costumbres, visiones e ideales sobre las que el
hombre asienta sus proyectos para un buen vivir.
La triada de acciones: consumir, relacionarse y habitar es de carácter simbiótica. Se
requieren, se apoyan, se condicionan. El hombre necesita de las tres. Ha sido así desde
aquel momento remoto en que se modificaron sus formas y prácticas de vida. La agricultura
sin duda ejerció una determinante influencia en estos cambios. De un habitante de la tierra
nómada sobrevino un habitante sedentario, cuya principal preocupación pasó a ser aquel
lugar en el que sembraba, cosechaba, recogía y almacenaba para más tarde intercambiar,
lo que dio inicio a otro trascendental episodio de su evolución.
Esta nueva forma de vida genera nuevas inquietudes. Una de las más sensibles tiene que
ver con el tiempo. Los tiempos que cuando su actividad era la de recolectar y cazar tenían
un sentido, ahora asentado y en estrecha relación con la tierra los tiempos a considerar son
otros. Una de las más notorias precisiones de esta nueva situación tiene que ver,
justamente, con el hecho de que su existencia se halla determinada por las coordenadas:
espacio – tiempo de dos complejas realidades: la propia y la externa. Hay un mundo por
fuera de su espacio - tiempo de vida. Desde siempre ha estado presente en lo más íntimo
de su ser la noción de que existe un mundo exterior a él que le es extraño, que no
comprende en toda su dimensión: la naturaleza en su versión original.

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Como expresión de esto el discurso ambiental toma de la biología el término medio. (Leff,
2013: 279) Lo antepone a manera de prefijo para indicar que hay otro espacio más allá de
aquel en el que el hombre lleva a cabo sus acciones más básicas como ser vivo. Es decir,
hay un medio que es propio y otro medio que no lo es tanto, este otro medio se asocia con
la naturaleza en sus múltiples formas. El medio ambiente siempre nos conduce a la imagen
de lo natural, de todo aquello que se halla por fuera de su corporalidad física con la que
ocupa un lugar. Entonces las relaciones e interacciones a las que aludimos son entre ese
medio propio que viene siendo él mismo y el medio externo que no es otro que el medio
ambiente natural. Pero, el hombre además se ha preocupado por establecer el nexo entre
ambos medios, lo ha hecho y continúa haciéndolo a través de las variadas estructuras con
las que da forma a un medio ambiente artificial que igual se halla por fuera de su
corporalidad, pero con el que logra reducir la distancia entre él y el medio ambiente natural.
No es un dato menor su preocupación por las distancias. En tal sentido pensemos en
cualquier producto que su imaginación lleva a la realidad a través de la tecnociencia con el
que busca reducir las brechas que lo separan de ese mundo que se halla por fuera. Aquel
medio artificial que se aludía en líneas anteriores obra como nexo entre él y el mundo
externo, pero en función de reducir las distancias entre uno y otro. Tal vez el referente está
en la misma naturaleza, de donde el hombre toma información de cómo establecer
distancias que permiten a cada quien sobrevivir en un medio que resulta hostil sobre todo
a los más débiles. Esto es notoriamente apreciable en el comportamiento animal. La noción
primaria de distancia y territorialidad de la que el hombre hace uso para demarcar sus
acciones cotidianas son una réplica tecnificada del comportamiento de sobrevivencia de
muchas especies animal (Hall, 2005:139)
“El hombre también trata de un modo uniforme la distancia que lo separa
de sus congéneres. Con muy pocas excepciones, la distancia de fuga y la
distancia crítica han sido eliminadas de las reacciones humanas. Pero la
distancia personal y la social se mantienen patentemente presentes todavía”
Un campus sostenible no será más que un conjunto de demarcaciones físicas, culturales y
emocionales en el mapa de relaciones e interacciones que han de configurar el desarrollo
de una actividad previamente concebida e instalada para producir resultados.
Volviendo al vector consumo que problematiza el concepto de campus sostenible, el
hombre consume todo aquello que le es necesario para mantenerse activo en las relaciones
con el medio ambiente sea este natural o artificial. Este consumo, además, lo hace en el
lugar o lugares desde el cual concentra y despliega sus acciones. En este sentido un
campus o espacio sostenible en tanto producto del hombre es una expresión de su libre
voluntad de consumo. Por lo tanto, está en su libre decisión consumirlo o no. Dicho de
manera práctica es su voluntad desplegar acciones para su diseño, construcción y
operación.
Resulta interesante advertir que una de las razones que se esgrimen para su tenencia es
la de generar conciencia, entre propios y extraños, en torno a un consumo más equilibrado
de recursos del medio ambiente natural. En la realidad de un campus sostenible se
configura una paradoja propia de estos tiempos: «se consume para reducir el consumo».
Más allá de parecer un juego de palabras es una expresión autentica de la praxis de la
sostenibilidad: consumir, pero con el cuidado de garantizar el consumo de otros en el futuro.

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Un campus sostenible opera además como una legítima acción de contra-respuesta a la
crisis de civilización que tantos autores desde diversos escenarios vienen planteando (Leff,
2013:19). El hombre no ha sabido medir sus comportamientos de consumo, los mismos que
han estado y mantienen ligados estrechamente con el modelo económico que privilegia la
producción industrial a gran escala. Una producción que se ha servido de los recursos de
una naturaleza abierta, generosa y sin límites en el sueño utópico del hombre por tener
siempre a su disposición algo que consumir que satisfaga sus necesidades cuando no sus
deseos más exclusivos.
De a poco se vislumbra la conexión entre los tres vectores que configuran el marco teórico
que sustenta la propuesta de un campus sostenible: el complexus de relaciones e
interacciones, el consumo y el hábitat desde donde el hombre no solo da forma y fondo a
su presencia en el planeta, sino esencia a su existencia como ser biológico, humano y
social.
El tema ambiental - ecológico, sin duda, se mueve entre una realidad material, física,
observable, tangible y una realidad abstracta, difusa incluso. Esta última la constituye un
entramando de conceptos que, como se expresó atrás, le agrega tintes de complejidad a
una realidad que de por sí ya lo es. Campus sostenible califica en ambas realidades. Por
un lado, es una realidad inocultable, en el entendido de que toda actividad humana se
despliega sobre la base de un sustrato físico. No hay actividad sin que a ella le corresponda
una porción de espacio. De esa interacción actividad (ser vivo) – espacio surge la noción
de territorio. Pero, Campus sostenible además responde a esa otra realidad que conforman
los conceptos. Precisando, se diría que Campus sostenible es realidad práctica y
conceptual.
El concepto, representación mental, opera como dispositivo de comprensión de los
múltiples planos que conforman la vida. Los conceptos ayudan a precisar los componentes
con los que se nos presenta la realidad (Lakoff y Johnson, 1998:39)
“Los conceptos que rige nuestro pensamiento no son simplemente asunto
del intelecto. Rigen también nuestro funcionamiento cotidiano, hasta los
detalles más mundanos. Nuestros conceptos estructuran lo que percibimos,
cómo nos movemos en el mundo, la manera en que nos relacionamos con
otras personas”
Campus sostenible es una categoría que da cuenta de una realidad concreta, pero también
opera como metáfora. Aludimos a campus sostenible como metáfora en el propósito de
ligarlo a la noción de habitar y por tanto de hábitat. El hombre sin distingo de raza, credo e
ideología política busca donde permanecer resguardado de esa externalidad que más de
las veces le angustia y ocupa pensamiento, es ese otro medio al que se hacía referencia
antes. Su proximidad, el recorte de distancia con ese medio ambiente natural que tanto le
intriga lo media con sus propias construcciones, estructuras de carácter artificial producto
de su imaginación y practicidad. Ya se había expresado que en esta relación se configura
perfectamente la decisión autónoma de consumo por parte del hombre. Cualquier forma
de habitar es también una expresión de consumo. Pero, ahora toma la figura de metáfora
en cuanto a que el hombre puede jugar con el concepto de tantas formas como su
imaginación e ideología le permita. Veamos este caso ((Lakoff y Johnson, 1998:48)
“Necesitamos fuentes de energía alternativas”

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“(…) significa algo muy diferente para el presidente de Mobil Oil y para el
presidente de Amigos de la Tierra. El significado no está en la oración misma
–tiene mucha importancia quién está diciendo o escuchando la sentencia, y
cuáles son sus actitudes políticas y sociales”
El ejercicio explicativo del uso de la metáfora en el contexto de un discurso asociado a la
problemática ambiental pone de manifiesto la riqueza y diversidad de los conceptos en uso;
de ahí que sea oportuno precisar a qué se alude cuando se propone un concepto como
campus sostenible. Habitar, consumir y relacionarse e interactuar serán las voces y
significados que enmarcan esta categoría. Además, de representar un ejercicio
interdisciplinario, como lo demandan los actuales postulados de la complejidad.
Desplazar el concepto campus sostenible de clara pertenencia a la problemática ambiental
y ecológica contemporánea a la noción metafórica de hábitat, de consumo y relacional
representa la apuesta del actual esfuerzo intelectual. De otra manera campus sostenible
quedaría reducido a un dispositivo más de los que se hace uso para acotar distancias con
lo externo, como ya se ha señalado previamente. Esa movilidad del concepto sirve además
para ampliar su horizonte de comprensión en tiempos de un pensamiento complejo.
Campus sostenible es un asunto del resorte de la ciencia ecológica, de la ingeniería
ambiental, de la economía de las organizaciones; pero también lo es de la antropología, de
la filosofía, de la ética, de las ciencias políticas, de la historia, de la teología, de las artes,
de la lingüística. Todas ellas permeadas por la componente sistémica.
Un campus sostenible, en este mapa de sentidos, es acción. Acciones en conjunto que
responden a intencionalidades muy marcadas de ciertos sujetos. Pero, que a su vez
quedan expuestas a la influencia del medio sea este natural o artificial, produciendo esta
interacción nuevas acciones que serán asumidas como cambio. Un campus sostenible es
entonces promotor del cambio. De lo que se trata es que esos cambios se hallen en las
coordenadas de la sostenibilidad. Algo así como la “Ecología de la acción”. (Morín 2015:35)
En este juego semántico con el que se ha querido resaltar el marco teórico de campus
sostenible hay lugar para pensar desde una visión renovadora de pensamiento y en
particular lo que se ha denominado como descolonización de los saberes. No siendo otra
cosa que pensarnos desde nuestras propias experiencias históricas y la consecuente
posibilidad de construir conocimientos desde ahí (De Sousa Santos 2011:1-23).
“Es un hecho irreversible que el logos eurocéntrico ha implosionado en sus
propias fuentes de desarrollo político y económico. El peligro de esta crisis
es total porque abarca su hegemonía y a la humanidad y a la naturaleza.
¿De qué alternativas disponemos para superar este fin de milenio y su
hecatombe? Es evidente que estamos viviendo los “tiempos póstumos” o de
“filosofía finisecular” de una Modernidad que luce, por otra parte, rebasable
desde otra episteme histórico-cultural que reconozca la relación ecosistema
del hombre en el conjunto de la diversidad existencial de los seres vivos que
pueblan este planeta. Esta otra epistemología que tiene su génesis en la
Teoría Crítica y se recrea en América Latina, desde el Sur, se asume desde
la praxis de un logos emancipador que fractura los límites hegemónicos del
“capitalismo sin fin” y del “colonialismo sin fin”, ya que hace posible recuperar
desde la “sociología de las emergencias”, la presencia de los pueblos

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milenarios que han logrado la recreación de su hábitat a través de una
relación simbiótica directa, con los ciclos o procesos de génesis y muerte de
la Madre Tierra (Pachamama)”.
En ese sentido la voz o el término campus sostenible no es propiamente una construcción
del español ni mucho menos de alguna lengua de la América aborigen.
Cabría por lo tanto la posibilidad de proponer un término que sin la intención de desplazar
campus sostenible diera cuenta de la intencionalidad que subyace a este. Ahora, la
construcción de un marco teórico pasa también por el ejercicio de trascender el concepto
mismo objeto de estudio y análisis. En esa justa dirección y en el marco de aquella
invitación a renovar nuestro pensamiento con un aire latinoamericano bien vale la pena
pensar un campus sostenible desde la misión trascendente del cuidado reciproco que debe
orientar las acciones del hombre en la sociedad contemporánea.
¿Para qué un campus sostenible? Que no sea para que nos cuidemos entre todos. Todos
que incluye las generaciones futuras real significado del concepto sostenible. Campus
como espacio de vivencias mías y del otro y de todos en comunidad.
El cuidado como nuevo paradigma en la experiencia vital del ser humano, que supera
actitudes egocéntricas. Es el cuidado hacia sí mismo y hacia el mundo (Boff, 2011: 245)
“Este nuevo paradigma o esta nueva filosofía supondrá una forma nueva de
orientar el sentido de nuestra vida y nuestra percepción y relación con la
realidad. Consistirá en un «paradigma de religación con la naturaleza» que
nos devuelva nuestro sentido de pertenencia a ésta y de vínculo con todos
sus elementos”
Campus sostenible moviliza el pensamiento, moviliza las intenciones, moviliza las
inquietudes en torno a un mejor mundo, a una nueva sociedad, a una mayor convivencia.
Toda esta legítima utopía la asocia a la configuración de un nuevo territorio. Campus es
territorio es tanto es creado por el hombre a través de sus acciones, pensamientos e
ilusiones. Sobre él deposita toda su visión del mundo. Él termina siendo expresión de su
identidad. No es el territorio el que está en peligro de extinguirse en tiempos postmodernos,
es más bien que las nuevas configuraciones del espacio renuevan su importancia en el
contexto de la discusión por el uso de los espacios por parte del hombre. (Giménez 1996:
9-30)
El campus sostenible es además una apuesta local, regional y acogiendo la nueva ley que
establece una nueva división administrativa y política para la ciudad en términos de Distritos
se convierte en un punto de referencia de carácter territorial y perfectamente cartografiable.
En el entendido de que el campus es un nodo desde el cual y a través del cual transitan
diversos flujos de recursos que en clave red ponen al distrito en perspectiva mundial.

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Bibliografía

BOFF, Leonardo. “El cuidado esencial: Ética de lo humano, compasión por la tierra”.
Revista Tales, Nº 4, 2011 (ISNN 2171-2587). Madrid, 2002
De SOUSA SANTOS, Boaventura. “Epistemologías del sur”. Revista Internacional de
Filosofía Iberoamericana y Teoría Social. Utopía y praxis Latinoamericana/ Año 16. Nº 54
2011. Maracaibo, Venezuela. 2011
GIMÉNEZ. Gilberto. “Territorio y cultura. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas”.
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal. Redalyc.
Colima, México, 1996
HALL, Edward T. “La dimensión oculta”. Siglo XXI editores. México D.F. 2005
HEIDEGGER, Martin. “Construir, Habitar, Pensar”. Ediciones La Oficina. Madrid, 2015
MORIN, Edgar. “Enseñar a vivir, manifiesto para cambiar la educación”. Ediciones Nueva
Visión. Buenos Aires, 2015
LAKOFF, George. JOHNSON, Mark. “Metáforas de la vida cotidiana”. Cátedra. Colección
Teorema. Madrid, 1998
LEFF, Enrique. “Saber ambiental”. Editorial Siglo XXI. México D.F. 2013
SHAPIRO, Harry L. “Hombre, cultura y sociedad”. Fondo de Cultura Económica. Madrid,
1975

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