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Historia de las matronas. Evolución de la ciencia y el arte de la partería

Book · June 2012

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José Manuel Hernández Garre


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HistoriaHistoriade lasdeMatronas las
Evolución de la ciencia y el arte de la partería
Matronas
José Manuel
Evolución de la Hernández Garre
ciencia y el arte de la
partería

José Manuel Hernández Garre

1
2
HISTORIA DE LAS MATRONAS
EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA Y EL ARTE DE LA
PARTERÍA

3
La imagen de la portada representa a dos obstetrix romanas (co-
madronas), entregando el recién nacido a su madre tras el parto.
4 Massimo. Museo Nacional Ro-
Bajorrelieve de Minerva. Palazzo
mano (Roma).
JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ GARRE

HISTORIA DE LAS MATRONAS


EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA Y EL ARTE DE LA
PARTERÍA

5
6
A las parteras,
obstétricas,
comadronas y
matronas

7
8
Índice

Prólogo 13
13
Introducción 15
15
Capítulo 1
De la Prehistoria a la Edad Media. La con-
versión del parto en un hecho social 29
29
- Prehistoria 30
30
- Edad Antigua 37
37
Capítulo 2
Edad Media. Consolidación del modelo fe-
menino de asistencia al nacimiento 7 47
- Alta Edad Media 48
48
- Baja Edad Media 56
56
Capítulo 3
Edad Moderna. La introducción del médi-
co en el parto 61 61
- Siglo XV y XVI 62
62
- Siglo XVII y XVIII 72
72
9
Capítulo 4
Edad Contemporánea. Paulatina transi-
ción del parto al hospital 88
87
- Siglo XIX 88
88
- Siglo XX 99
99
Capítulo 5
Siglo XXI. Las comadronas y los movimien-
tos de desmedicalización del nacimiento 1 111
- Finales del Siglo XX y Siglo XXI 113
113
Capítulo 6
Biografías. Comadronas relevantes en la his-
toria 125
125
- Agnodiké 126
126
- Trótula 130
130
- La Herrera, María De Ulloa y Quirce de
Toledo . 141
- Louise Bourgeois 142
142
- Margarita Veronese 147
147
- Justine Sigemundin 148
148
- Margarite du Tertre 151
151
- Jane Sharp 153
153
- Elizabeth Cellier 156
156
- Sara Stone 158
158
10
- Margaret Stephen 160
160
- Marie Louise Lachapelle 162
162
- María Ana Victoria Boivin 168
168
- Mary Carson 170
170
- Elvira Morera 171
172
Epílogo
El Proceso legal de institucionalización de las
matronas en España 171
173
- De la prehistoria a la Edad Media 173
173
- Siglo XV y XVI 175
175
- Siglo XVII y XVIII 177
177
- Siglo XIX 179
179
- Siglo XX (1900-1940) 184
185
- Siglo XX (1941-1970) 190
191
- Siglo XX (1970-1992) 196
197
- Siglo XX (1992-2000) 202
203
- Siglo XXI 20
205
Bibliografía 207
209

11
12
Prólogo

La partería, a pesar de ser una de las pro-


fesiones más antiguas de la humanidad, ha
permanecido durante siglos en la oscuridad
de los tiempos. Se trataba de una ciencia y un
arte oculto a los ojos del profano, velado al
mundo masculino y recluido en el seno do-
miciliario. Por ello ha sido un tema del que
los historiadores no se han ocupado en exce-
so, por lo menos hasta que no se convirtió en
un asunto social de los estados, hasta que no
aconteció en el medio social de los hospi-
tales.
Su atribución como disciplina ligada al se-
xo femenino ayudó también a su olvido, se
concebía como un arte ligado a la intimidad
del hogar y unido a las nociones teocéntricas
de castigo y sumisión. Quizás por ello no fue
hasta la Edad Moderna cuando apareció una
mayor literatura histórica ligada al mundo
de la maternidad y la partería. En este con-
texto se empezaron a recopilar los datos frag-
mentados de una historia que a veces se es-
13
cribió de forma sesgada, bajo los influjos de
las doctrinas patriarcales y biomédicas.
Entre ese mar de inconstancias, e interpre-
taciones parciales, se han querido recopilar,
de forma breve pero fidedigna, los principa-
les avatares de estas insignes asistentes al
parto a las que la solera del tiempo aún no ha
hecho justicia. En ese afán trascurren las pá-
ginas de este texto, siempre con el deseo de
volver a dibujar, con trazo fino, las verda-
deras trayectorias de una profesión que des-
de el inicio ha dedicado su esfuerzo a las fu-
turas madres y sus bebés, con el único anhelo
de que la vida se abriera paso.

Prof. José Manuel Hernández Garre


Doctor en Antropología de la Medicina
Universidad Católica San Antonio

14
Introducción

En nuestra especie el parto es un hecho


biológico, y a la vez cultural, indispensable
para la perpetuación y subsistencia de nues-
tro linaje. Un proceso complejo que a veces
precisa de ayuda externa para llegar a buen
término, por ello la atención al mismo ha
constituido un arte y una ciencia desde los
albores de los tiempos.
Profesión representada tradicionalmente
por insignes mujeres, que han recibido dife-
rentes denominaciones a lo largo de la histo-
ria. Apelativos tales como partera, prove-
niente del latín Partus, comadrona, derivado
etimológico de cum māter (con la madre),
obstetrix u obstétrica, del latín obstare (estar o
ponerse enfrente de la madre), o matrona,
del latín matrōna (mujer legalmente casada y
con hijos), derivado a su vez de māter (ma-
dre). Expertas que han ostentado, práctica-
mente hasta la Edad Contemporánea, el mo-
nopolio exclusivo sobre la disciplina de la
partería, denominada más recientemente con
15
términos análogos como matronería o gine-
coobstetricia.
Se trata pues de una ciencia tan antigua
como el ser humano, de una materia impreg-
nada de la emotividad y el instinto femenino
que no ha escapado, como cualquier otra es-
pecialidad, a la rigurosa evolución del tiem-
po, ni a los contextos y culturas cambiantes
en los que se ha visto inscrita. Evolución no
sólo historiográfica, sino también antropoló-
gica y etnohistórica, que se pretende resumir
en el presente texto en aras de introducir al
neófito en la noble ciencia de la asistencia al
parto.

Etapas históricas de las comadronas


Una forma de aproximarse a la historia de
la partería es la parcelación de su evolución
en diferentes etapas históricas. Esta perspec-
tiva clasificadora tiene claros precedentes en
el campo de los oficios del cuidado, a modo
de ejemplo basta citar la tradicional clasifica-
ción realizada por Colliere1 para otra de las

1Marie Françoise Collière en su libro “Promouvoir la vie” (1982)


establece cuatro etapas dentro de la historia de la enfermería:
domiciliaria, vocacional, técnica y profesional.

16
profesiones sanitarias, la enfermería. Lógica-
mente cualquier clasificación corre el riesgo
de ser un mero artificio intelectual, que trate
de parcelar lo irreducible del transcurrir uni-
tario del tiempo. Pese a ello, la perspectiva
clasificadora, atendiendo a criterios lógicos
de evolución, ayuda a la comprensión escalo-
nada del avance de cualquier disciplina. Di-
cho de otro modo, nos introduce en los com-
plejos derroteros de la historia con la ayuda
de unos asideros básicos para orientarse en el
transcurso del tiempo. Máxime cuando el fe-
nómeno de estudio lo constituye una ciencia
como la matronería, cuyo desarrollo ha esta-
do ligado a factores socioculturales tan diver-
sos.
De esta manera, y tomando como hilo
conductor los períodos de la historia general,
se pueden describir una serie de etapas en la
historia de las comadronas. Etapas cuya cir-
cunscripción se ha realizado atendiendo a
criterios como su desarrollo competencial, su
nivel de autonomía frente a las disciplinas
médicas, la naturaleza de sus praxis, las ca-
racterísticas de sus planes formativos o los
requisitos de acceso a la profesión. Teniendo
en cuenta estas variables, y observando el
transcurso de la disciplina desde cierta pers-
17
pectiva, se puede hablar de tres etapas en la
evolución de la ciencia de la partería: la Eta-
pa Empírico-autónoma, la Etapa Técnico-de-
pendiente y la Etapa Profesional.
Etapa Empírico-autónoma
Estamos ante la etapa de mayor extensión
en la evolución de la matronería, abarcando
desde la Prehistoria hasta el final de la Edad
Moderna.
En este periodo las prácticas asistenciales
se basaron en la experiencia empírica y la ob-
servación, praxis que eran transmitidas de
forma informal de las maestras en partos a
las aprendices, sin responder a ningún siste-
ma o programa de aprendizaje reglado insti-
tucionalmente. Las comadronas se encarga-
ron tanto de los nacimientos normales como
de los complicados, siendo el parto una ma-
teria exclusiva que abordaban desde un pa-
trón de asistencia no intervencionista.
Fue una etapa larga y de gran heteroge-
neidad que se puede dividir a su vez en dos
periodos: el Precristiano y el Cristiano.
El primer periodo abarcó desde la Prehis-
toria hasta la Edad Antigua, y se caracterizó
porque los criterios de selección de las coma-
dronas se realizaron en base a sus destrezas y
18
habilidades técnicas, demostrando éstas una
gran maestría fruto de su buena formación
teórica. Todo un hito en un momento en que
el conocimiento era patrimonio exclusivo del
género masculino.
Con la entrada del cristianismo, tras los e-
dictos de Milán (313) y Tesalónica (380), se
produjo la cristianización del imperio roma-
no. Elemento que tras su caída, en el año 476,
se instituiría en el nuevo factor de cohesión
de la Europa postromana. Las nuevas coor-
denadas teológicas producirían un abandono
de las indagaciones empíricas, y la subyuga-
ción de los raciocinios a las ideas teocéntri-
cas. En este contexto la formación de las co-
madronas disminuiría drásticamente con res-
peto a épocas anteriores, empezando a reali-
zarse su elección en base a sus cualidades
morales, y no a sus conocimientos o destre-
zas técnicas. La moral intachable de las asis-
tentes se tornó en lo más importante, en un
momento en el que éstas tenían que suminis-
trar el bautismo de urgencia en caso de de-
función del neonato. Las parteras siguieron
ostentando la potestad de la asistencia a los
partos normales y patológicos en exclusivi-
dad, realidad propiciada por la repugnancia
expresada por los médicos masculinos a de-
19
dicarse a temas de la mujer. Temas conside-
rados fuera y por debajo de su esfera profe-
sional, y propios de comadres y capadores.
Etapa Empírico-Autónoma
Periodo Precristiano Cristiano

Prehistoria y Del 476 d. C


Duración
Edad Antigua a finales del
siglo XVIII

Nivel Parto normal y Parto normal


competencial patológico y patológico

Criterios de Conocimientos y
Virtudes
selección habilidades
morales
técnicas
Contexto del Domicilio Domicilio
parto
Tabla nº 1. Cuadro sinóptico Etapa Empírico-Autónoma.
Fuente: Elaboración propia

Comenzaba así un periodo oscuro para la


partería que se prolongaría hasta finales del
siglo XVIII. Periodo en el que las matronas
excluidas de toda formación, y teniendo que
hacer frente a todo tipo de partos, serían acu-
sadas de brujas, e incluso a veces quemadas
en la hoguera. La exclusión de la formación,
junto al perfil moral y vocacional instaurado
para las parteras, imposibilitaría su institu-

20
ción en gremio profesional. Realidad que si
vivieron otros oficios sanitarios masculinos
como el de los cirujanos barberos, que evolu-
cionó en base a las atribuciones de aprendi-
zaje, contraprestación y competencia propias
de los gremios medievales.
Etapa Técnico-dependiente
Con la llegada de la Edad Moderna, y la
nueva apertura al conocimiento que supuso
la Revolución Científica, la situación iría cam-
biando en el ámbito de la asistencia al parto.
Por primera vez los médicos y cirujanos co-
madrones empezaron a interesarse por los te-
mas de la mujer, a la vez que iban instituyen-
do su poder en un ámbito, que durante si-
glos, había sido competencia exclusiva de las
comadronas. Nacía así la segunda fase de la
historia de las matronas, la Etapa Técnico-de-
pendiente.
Esta época, que abarcó desde la segunda
mitad del siglo XVIII hasta el último tercio
del Siglo XX, se caracterizó por la paulatina
subordinación de las matronas a los ciruja-
nos comadrones, en un contexto en el que
persistió la elección de las candidatas en base
a sus virtudes morales. Situación plasmada
en la mayoría de legislaciones al respecto
21
donde se incluía, entre los requisitos de acce-
so a la titulación, el certificado de buenas
costumbres del párroco, además del permiso
marital en caso de nupcias. En este momento
se iniciarían los procesos de institucionaliza-
ción legal de los títulos de las asistentes, po-
niéndose en marcha los primeros planes for-
mativos no universitarios. Tras los mismos
las comadronas quedarían definitivamente
relegadas a la asistencia de los partos norma-
les, teniendo que avisar a un médico en caso
de complicación.
Fue un periodo desigual y diverso en el
que las ansias de control estatal llevarían a la
progresiva institucionalización del parto. Los
nacimientos pasaron a acontecer en el espa-
cio de poder de los “expertos”, alejados del
calor del hogar, para ser controlados biotec-
nológicamente. El éxodo fue lento y comple-
jo, permitiéndonos parcelar esta etapa en dos
periodos: el domiciliario y el hospitalario.
Durante gran parte de esta fase las partu-
rientas continuarían dando a luz en el seno
de sus casas, asistidas por comadronas que
desde su formación y destreza las ayudaban
en el lance. Las malas condiciones de asepsia
de los hospitales hacían que los casos de fie-
bre puerperal fueran mucho más comunes en
22
estos, que en los ambientes antiepidémicos
de las casas. Por ello el parto continuó trans-
curriendo en los domicilios hasta mediados
del Siglo XX, a pesar de los diferentes inten-
tos de hospitalización acaecidos durante Si-
glo XIX.
La situación cambiaría con el desarrollo de la
teoría microbiana y la aplicación, a lo largo
del Siglo XX, de los principios de asepsia
enunciados por Lister en el siglo anterior.
Ello haría posible el despegue de la cirugía y
la transferencia de la asistencia sanitaria al
seno de los hospitales. En este contexto, tras
la Segunda Guerra Mundial, se produciría el
traslado definitivo de los partos al hospital.
Las mujeres impresionadas por la incipiente
tecnología sanitaria especializada, y bajo la
ideología de que los hospitales eran lugares
libres de gérmenes, irían dejando paulatina-
mente sus hogares a la hora de dar a luz. El
proceso se produjo de forma desigual, pro-
moviéndose en determinados contextos co-
mo el español de forma tardía, a partir de los
años setenta. El tránsito supuso para las co-
madronas una mayor subordinación a la au-
toridad médica, al compartir ahora el mismo
espacio físico que estos. Situación que hizo
que se difundiera su imagen como auxiliares
23
de los mismos. La visión se vio reforzada por
la medicalización de los partos normales que
fueron abordados desde una nueva perspec-
tiva intervencionista.

Etapa Técnico-dependiente
Periodo Domiciliario Hospitalario
De finales del De 1950 al
Duración siglo XVIII a último tercio del
mediados del siglo XX
siglo XX
Nivel Parto normal Parto normal
competencial (supervisión del
obstetra)
Virtudes Virtudes
Criterios de morales. morales.
selección Plan de Plan de
formación no formación no
universitario universitario
Contexto del
Domicilio Hospital
parto
Tabla nº 2. Cuadro sinóptico Etapa Técnico-dependiente.
Fuente: Elaboración propia

El marco competencial de las matronas


quedó, de esta manera, difuminado y subor-
dinado tras la autoridad de los obstetras, fi-
gura visible social e institucionalmente.

24
Etapa Profesional
A lo largo del último tercio del Siglo XX se
iría demarcando de nuevo el perfil profesio-
nal de las matronas. A ello contribuirían los
diferentes documentos emitidos por organis-
mos sanitarios2, en los que se especificaba
que la matrona era la profesional más capaci-
tada para la asistencia de los partos norma-
les. Dichos documentos insistían en la im-
portancia de disminuir la intervención y me-
dicalización de los partos normales, otorgan-
do a las comadronas una esfera competencial
al margen de la disciplina médica. Este pro-
ceso se vio impulsado por la inclusión de los
planes formativos en el ámbito universita-
rio, como ocurrió en el caso español, donde

2 Entre estos organismos destacan instituciones como la Orga-


nización Mundial de la Salud, que en su “Declaración de For-
taleza” (1985) realizó una revisión de la forma en que se esta-
ban llevando a cabo los nacimientos en los diferentes contex-
tos. En el documento, se especificaba que era necesario una
mayor investigación al respecto, y una disminución de la me-
dicalización de los partos normales. Recomendaciones que
posteriormente fueron secundadas en su “Guía de práctica clí-
nica sobre cuidados en el parto normal” (1996), de la que se
deduce que la matrona es la profesional más apropiada y eco-
nómica, para ser asignada al cuidado de un embarazo y de un
parto normal, incluyendo entre sus funciones el estableci-
miento de los distintos riesgos y el reconocimiento de compli-
caciones.
25
la primera promoción de matronas universi-
tarias comenzaría sus estudios en 1994.
Etapa Profesional

Último tercio del siglo XX y siglo


Duración
XXI

Control y asistencia del


Nivel embarazo, parto y puerperio
competencial normal, planificación familiar,
asesoramiento en la menopausia
y prevención del cáncer
ginecológico.
Conocimientos y habilidades
Criterios de
selección técnicas.
Plan formativo universitario
Contexto del Hospital o Domicilio
parto (en función del país)

Tabla nº 3. Cuadro sinóptico Etapa Profesional. Fuente:


Elaboración propia.

De esta manera nació la última y más re-


ciente de las fases en la historia de las matro-
nas, la Etapa Profesional. Etapa caracterizada
por el reconocimiento de su autonomía com-
petencial en el ámbito del embarazo, parto y
puerperio normal. Así como sobre todo el ci-
clo reproductivo de la mujer, incluyendo la
planificación familiar, la atención en la me-

26
nopausia y la prevención del cáncer gineco-
lógico.
Quedaba así bien delimitada su esfera dis-
ciplinaria en el marco del control de los pro-
cesos normales de la mujer, permaneciendo
las patologías, tanto obstétricas como gineco-
lógicas, en la esfera de la medicina. Se iría
consolidando de esta manera una Etapa Profe-
sional, que en la mayoría de los países occí-
dentales transcurriría en el seno de los hos-
pitales, aunque en otros contextos, como en
el caso de los Países Bajos o Escandinavos, se
desarrollaría en el marco domiciliario.

Son precisamente estas tres etapas históri-


cas de la partería, Empírico-autónoma, Técnico-
dependiente y Profesional, las que se plasmarán
a lo largo de las páginas de este libro, toman-
do para ello como referencia, e hilo conduc-
tor, las etapas de la historia general.
El objetivo es exponer de forma resumida,
sencilla y fidedigna los designios de la cien-
cia de la partería en Occidente, tratando
siempre de no desmerecer la evolución de es-
ta noble labor tan antigua como el ser huma-
no.

27
28
Capítulo 1
Desde la Prehistoria hasta la Edad Media.
La conversión del parto en un hecho social

No existen muchos datos sobre la Prehisto-


ria y la Edad Antigua. Las principales fuen-
tes son los hallazgos arqueológicos, entre los
que se encuentran las tablas de arcilla meso-
potámicas, lo vedas hindúes, los papiros y je-
roglíficos egipcios o los datos conservados en
la tradición hebrea. Contamos además con
los textos clásicos de las culturas greco-roma-
nas, traducidos del árabe durante la Edad
Media, y con las etnografías sobre pueblos
contemporáneos, catalogados como primiti-
vos o preindustriales. Todas estas fuentes
han permitido una reconstrucción parcial de
la prehistoria y las culturas antiguas, ayu-
dándonos a recuperar ciertos datos sobre las
condiciones en las que debió producirse el
parto. Datos que apuntan a que éste se con-
virtió paulatinamente en un hecho social, a-
sistido por un grupo de mujeres reconocidas
socialmente con el nombre de parteras o co-
29
madronas. Éstas ayudaron a las madres a
traer al mundo a sus hijos desde un modelo
de asistencia fundamentalmente pasivo, ba-
sado en la experiencia empírica y el auxilio a
las deidades. A la vez, el parto se iba cons-
truyendo culturalmente, desde las nociones
patriarcales, en un fenómeno impuro y con-
taminante.

Prehistoria
Las raíces de la humanidad las encontra-
mos en el bipedismo3. El proceso, acaecido
hace unos cinco o diez millones de años, ocu-
pó un periodo de tiempo en la evolución hu-
mana diez veces mayor que el desarrollo de
la masa encefálica4. El hecho de andar ergui-
dos tuvo drásticas consecuencias sobre el de-
sarrollo del parto en el Género Homo, difi-
cultando su mecanismo para convertirlo en
un proceso arduo y complejo. Hasta el pun-
to de que la evolución de la cadera femeni-
na, resultante de la bipedestación, sería el

3 Leakey, R. y Lewin, R. (1995). Nuestros orígenes. en busca de lo


que nos hace humanos. Barcelona: Crítica, pp. 81-82.
4 Reichholf, J.H. (2001). La aparición del hombre. Barcelona: Crí-

tica, p. 122.

30
sustento biológico que condicionaría la nece-
sidad de acompañamiento y asistencia exter-
na durante el mismo5.
La historia de la partería comenzó, de esta
manera, hace unos 200.000 años tras la apa-
rición al sur de África del Homo Sapiens. A-
quellos primeros testigos de la humanidad
adoptaron un modo de vida paleolítico, ca-
racterizado por la caza y la recolección, que
les obligaba a vivir de manera nómada6. En
estas circunstancias adversas el parto se con-
vertiría en una experiencia individual. Parece
probable que las mujeres dieran a luz en cu-
clillas, o con las nalgas o las rodillas apoya-
das en piedras. Tras el nacimiento cortarían
el cordón con una piedra afilada, o con la bo-
ca, amamantándolo instintivamente. Sólo po-
drían sobrevivir aquellas mujeres que tuvie-
ran partos naturales7. El rigor de la vida e-
rrante condicionaba que las mujeres llevaran
a sus crías continuamente en contacto con e-
llas, atadas en cabestrillos hechos de pieles
de animales.

5 Arsuaga, J.L. y Martínez, I. (2003). La especie elegida. La larga


marcha de la evolución humana. Madrid: Temas de hoy, p. 192.
6 Leakey, R y Lewin, R., op, cit, p. 164.
7 Towler, J. y Bramall, J. (1997). Comadronas en la historia y en la

sociedad. Barcelona: Masson, p. 1-2.


31
Fig. 1. Mujer pariendo en cuclillas.
Fuente: Francisco José Martínez DUI Hospital de San
Pau. http://www.infermeravirtual.com

Era esencial para la supervivencia que los


bebés fueran amamantados durante grandes
periodos de tiempo, constituyendo un meca-
nismo de regulación de la maternidad. La
concepción del parto como una experiencia
natural e individual, y el patrón de crianza
de apego, eran pues los modelos culturales
de abordaje más consecuentes con el modo
de vida paleolítico. Estos modos de abordaje
siguen presentes, aun hoy día, en las colecti-
vidades humanas que viven en estado nóma-
da. Así las esposas de los bosquimanos, del
desierto del Kalahari, continúan dando a luz
de cuclillas, y portando con ellas a sus bebés

32
a los que amamantan a demanda hasta eda-
des tardías8.
Paulatinamente el parto se iría convirtien-
do en un hecho social, del que participaron
diferentes miembros de la colectividad. Así
“hacia el 40000 a de J.C., en áreas favorables
como la rivera del mediterráneo, grupos de
hombres, mujeres y niños se desplazarían en
grandes tribus. Y dado que se formaron uni-
dades de hombre y mujer, para hacer más e-
ficientes los equipos de caza, es concebible
que el hombre permaneciera con su esposa y
quizá la asistiera durante el parto”9.

Fig. 2. Mujer dando a luz


en compañía de un asis-
tente. Fuente: Figurilla
de terracota hallada en
Chipre.

8 Van Der Prost, L. (1984). Testament to the Bushmen. New


York: Viking.
9 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 3.

33
Parece que éste pudo ser el precedente
más antiguo de acompañamiento, incluso de
asistencia al nacimiento. Sin embargo no fue
hasta la llegada del neolítico, en torno al
10000 u 8000 a. de J. C, cuando la asistencia
parto se transformó en una tarea reconocida
socialmente. En este periodo, en zonas propi-
cias como el llamado creciente fértil, se em-
pezó a desarrollar un nuevo modo de vida
basado en la agricultura y la ganadería. Éste
posibilitó el tránsito del modo de vida nó-
mada al sedentario, lo que produciría un au-
mento del crecimiento demográfico10. Hay
que tener en cuenta que al comienzo de la e-
ra agrícola sólo había en la tierra entre 2 y 10
millones de personas11, población que au-
mentó en tamaño y complejidad como con-
secuencia de la mayor supervivencia de los
bebés y niños.
En estas nuevas estructuras colectivas el
parto se iría convirtiendo en un hecho ligado
a la intimidad del hogar, en un acontecimien-
to íntimo velado al mundo masculino. Así
“mujeres ancianas, primero pertenecientes a

10 Le Pichon, X. (2000). Las raíces del Hombre. De la muerte al


amor. Cantabria: Editorial Sal Terrae, p. 53.
11 Cipolla, C. (1978). The Economic History of World Population.

Harmondsworth: Pelican.
34
la familia y luego a la comunidad, sustitui-
rían a los hombres en la atención al parto.
Madres experimentadas que pasaron a de-
sempeñar el papel de la comadrona, y que
una vez que asumieron el derecho a este
puesto lo retendrían, excluyendo a los hom-
bres durante los 10000 años siguientes”12. A-
sistentes que heredarían un conocimiento
empírico trasmitido por vía oral, y derivado
de la observación y la experiencia práctica.

Fig. 3. Mujeres asistiendo a una parturienta.


Fuente: huaco de la cultura Moche hallado en Perú.

Las figuras de arcilla y terracota, halladas


en el creciente fértil, muestran a las mujeres
pariendo en el seno de sus casas en muy di-

12 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 4.


35
versas posturas: arrodilladas, de pie, en cu-
clillas, sentadas o acostadas13. El rol de las a-
sistentes femeninas era fundamentalmente
pasivo, en lo referente al parto, centrándose
en el acompañamiento y la recepción del be-
bé. Tras éste cortaban el cordón seguramente
con piedras afiladas, o incluso con los dien-
tes, práctica observada en los masai de Kenia
hasta hace poco tiempo14.

Fig. 4. Mujer lactando.


Fuente: Figura de terra-
cota de la cultura Babi-
lónica (6000 a. C).

Otra práctica identificada desde tiempos


remotos es la covada, es decir la identificación
del padre con su pareja embarazada durante

13 Englemann, G.J. (1882). Labour among Primitive Peoples. St.


Louis: J.H. Chambers.
14 Maclaine, S. (1971). Don´t Fall off the Mountain. London: Ban-

tam ed.
36
el parto. Durante este “rito de paso” los pa-
dres mostraban síntomas ostensibles de do-
lor, tomando el puesto de la madre yacente
como si fuesen ellos los que hubieran dado a
luz15.
Quedaron así, durante el neolítico, bien
establecidas las bases del trabajo de las co-
madronas.

Edad Antigua
Conforme se fueron consolidando los a-
sentamientos neolíticos, surgieron las prime-
ras civilizaciones arcaicas, caracterizadas por
una mayor complejidad social. En el seno de
las mismas, empezaron a aparecer los prime-
ros oficios. Hecho que posibilitaría la consoli-
dación del patrón femenino de asistencia al
parto, ocupando desde ese momento la co-
madrona, o partera, un lugar socialmente re-
conocido16. Este patrón de asistencia se repi-
tió en culturas como la hebrea, en cuyo Tal-

15 Meltzer, D. (1981). Birth. An Anthology of Ancient Texts,


Songs, Prayers and Stories. San Francisco: Northpoint Press.
16 Alic, M. (1991). El legado de Hipatia. Historia de las mujeres en

la ciencia desde la Antigüedad hasta finales del Siglo XIX. Madrid:


Siglo XXI.
Rousselle, A. (1989). Porneia. Del dominio del cuerpo a la priva-
ción de lo sensorial. Barcelona: Península.
37
mud se hace referencia a las comadronas co-
mo especialistas de los partos. En el libro del
Génesis se narran pasajes, como el nacimien-
to de Benjamín (Génesis 35: 16) o de los ge-
melos de Tamar (Génesis 38: 27-30), en los
que intervienen comadronas de cierta destre-
za. Este patrón femenino de asistencia al par-
to aparece también en culturas como la egip-
cia o la india17. Las fuentes más antiguas, co-
mo el éxodo o los papiros egipcios, describen
a las mujeres pariendo sobre un par de ladri-
llos, o sobre una silla de partos. De esta reali-
dad da fe la escritura jeroglífica egipcia, que
para constituir la palabra dar a luz -msi- re-
presenta a una mujer agachada sobre dos la-
drillos18. Y también las descripciones del pa-
piro Westcar19, o del Éxodo, que describen a
las madres pariendo en una silla de partos.
Práctica, que se mantendría hasta el siglo
XIX, y que se está recuperando en la actuali-
dad.
Las sociedades clásicas, como Grecia y Ro-
ma, heredaron los conocimientos egipcios,

17 Graham, H. (1960). Eternal Eve. London: Hutchinson.


18 Spiegelberg, W. (1904). Aegyptologische Randglossen Zum
Alten Testament. Strassburg: Shlesier & Schweikardt.
19 Dempsey, A.J. (1949). A Brief Survey of Early Midwifery

Practice. Ulser Medical Journal, 18(2), 109-115.


38
perpetuando también el modelo de asistencia
femenino

Fig. 5. Mujer egipcia dando a luz sobre un par de ladri-


llos, acompañada por las diosas Hathor y Tawaret.
Fuente: bajorrelieve del Templo de Hathor
(Dendera).

En la Grecia clásica, las comadronas se en-


cargaban tanto del parto normal como del
patológico, gozando de un gran reconoci-
miento social. La ginecoobstetricia era una
ciencia exclusiva de mujeres, existiendo dos
niveles de comadronas en función de su ni-
vel de instrucción. Destacaron en esta época
figuras como Phainareté, madre de Sócrates,
o Agnodiké. Esta última se disfrazó de hom-
bre y estudió todo lo referente al parto bajo

39
las enseñanzas de Herófilo, médico atenien-
se20.

Fig. 6. Obstetrix romana asistiendo un parto.


Fuente: bajorrelieve en terracota, Museo
Ostiense (Calza, Ostia).

En la era romana se adoptaron los conoci-


mientos de la cultura griega, cambiando la
denominación de la asistente al parto de co-
madrona a obstetrix. La asistencia al naci-
miento era una tarea bien establecida, que re-
quería de mujeres educadas para su prácti-
ca21. Los límites de las mujeres en Roma esta-
ban marcados por el matrimonio y la mater-

Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 15.


20

Siles, J. (2008). Historia de la Enfermería. Alicante: Editorial


21

Aguaclara, p. 144.
40
nidad, condiciones reguladas socialmente
que sellaban su destino. La mortalidad de las
madres se situaba entre el cinco y el diez por
ciento de los nacimientos22.
En este periodo, concretamente en el siglo
II, apareció una de las primeras figuras mas-
culinas de trascendencia en la asistencia al
nacimiento, Sorano de Éfeso. Éste escribió
uno de los primeros libros para comadronas,
bajo el nombre “De morbis mulierium”, en el
que especificaba algunas de las virtudes que
habían de poseer éstas. Entre ellas, figuraban
algunas como: saber leer y escribir23, tener
buena memoria, ser pacientes, inspirar con-
fianza, tener constitución fuerte o poseer de-
dos largos y delicados, y uñas cortas24. Pese a
la irrupción de Sorano de Éfeso, y a que sus
enseñanzas predominarán durante el si-
guiente milenio, la asistencia al parto segui-
ría siendo una tarea fundamentalmente fe-
menina hasta finales del siglo XIX.

22 Rousselle, A. (2000). El destino biológico de las mujeres: los da-


tos ecológicos generales. En Duby y Perrot. Historia de las muje-
res. La Antigüedad (pp. 340-357). Madrid: Taurus, p. 341.
23 Benedeck, T.G. (1977). The Changing Relationship between

Midwives and Physicians during the Renaissance, Bulletin of


the History of Medicine, 51.
24 Laín, P. (2006). Historia de la Medicina. Barcelona: Elsevier-

Masson.
41
Fig. 7. Sorano de Éfeso.
Fuente: bajorrelieve en piedra.
http://www.imperioromano.com

Más allá de los conocimientos empíricos


desarrollados con respecto al nacimiento, el
Homo sapiens, como animal simbólico25, desa-
rrolló también todo un universo de creencias
y deidades a partir de formas naturales, con
el objetivo de explicar lo desconocido. Estas
deidades fueron gradualmente influyendo en
esferas particulares de la realidad humana, y
entre ellas la del nacimiento y la fertilidad,
piezas claves para la subsistencia. Así, sur-

25 Cassirer. E. (1983). Antropología filosófica: introducción a una


filosofía de la cultura. México: Fondo de Cultura Económica, p.
49.
42
gieron diosas femeninas como Inanna en la
mitología sumeria, Ishtar en la mesopotámi-
ca, Tueris, Hathor, Taweret y Meskhent en la
egipcia, Astarté en la siriopalestina, Turan en
la etrusca, Artemisa en la griega o Juno Luci-
na en la romana26. Deidades que se convirtie-
ron en auténticas protectoras de la mujer du-
rante los alumbramientos, siendo invocadas
por las comadronas durante los mismos27.

Fig. 8. Diosa Juno Lucina


Fuente: escultura procedente de Cartago,
Museo Nacional del Barbo (Túnez).

26 Graves, R. (Comp). (1987). New Larousse Encyclopedia of My-


thology. New York: Crescent Book.
27 Bruit, L. (2000). Las hijas de Pandora. Mujeres y rituales en las

ciudades. En DUBY y PERROT. Historia de las mujeres. La an-


tigüedad (394-444). Madrid: Taurus, p. 432.
43
Entre las creencias relacionadas con la ma-
ternidad, difundidas desde la antigüedad, es-
taban la de atribuir al útero la capacidad de
movilidad28, y a las mujeres la característica
de contaminación e impureza29. La propie-
dad errante del útero, podía producir enfer-
medades femeninas y alteraciones durante el
parto. Además, se consideraba a la mujer do-
minada por el mismo, situándose su remedio
en el matrimonio seguido del embarazo. Se
trató de una forma de naturalizar la gesta-
ción, como un bien fisiológico necesario para
la mujer30. En cuanto a la supuesta impureza
de la mujer, se atribuía a sus fluidos corpora-
les, tanto menstruales como del parto, que
eran considerados como contaminantes. Esta
idea ayudó a perpetuar el modelo femenino
de asistencia al nacimiento, al considerar que
sólo las mujeres, como portadoras de impu-
reza, podían moverse sin riesgo en el ámbito
de la asistencia al mismo. La temida contami-
nación debía ser neutralizar tras el nacimien-

28 Knibiehler, Y. y Fouquet, C. (1983). Le femme et les méde-


cins. Analyse Historique. Paris: Hachette.
29 Bruit, L. op, cit, p. 432.
30 Harris, M. y Ross, E.B. (1987). Muerte, Sexo y Fecundidad. La

regulación demográfica en las sociedades preindustriales y en des-


arrollo. Madrid: Alianza.
44
to, a través de la práctica de rituales de puri-
ficación, como los realizados por las coma-
dronas griegas o las obstetrix romanas31. Sin
duda, esta representación de la mujer como
impura y contaminante, intervino en la orga-
nización social entre sexos, otorgando y justi-
ficando un estatus inferior a ésta32.
De esta manera, a lo largo de la Edad An-
tigua, coexistieron en el ámbito de la asisten-
cia al nacimiento los conocimientos empíri-
cos, las creencias mágico-religiosas y las atri-
buciones de impureza y contaminación.

31Bruit, L. op, cit, p. 432.


32Douglas, M. (1991). Pureza y peligro. Un análisis de los concep-
tos de contaminación y tabú. Madrid: Siglo XXI, p. 16.
45
46
Capítulo 2
La Edad Media.
Consolidación del modelo femenino de
asistencia al nacimiento

La Edad Media fue un periodo complejo,


en el que el bien y el mal se entremezclaron
en un mar de fondo, en cuyo tamiz, coexis-
tieron la vida y la muerte, la superstición, la
religión y la hechicería. En este contexto, en
el que la pureza y el pudor fueron piezas cla-
ve del engranaje social, se consolidaría defi-
nitivamente el patrón femenino de asistencia
al parto. Patrón ligado a una actitud no inter-
vencionista, que apostaba por dejar hacer a la
naturaleza, e impregnado ahora de las nocio-
nes teocéntricas de castigo y sumisión. Las
nuevas coordenadas cristianas, determina-
rían el desarrollo de unas prácticas más uni-
das a la caridad que a la asistencia profesio-
nal. Realidad mediada por la aversión de la
medicina masculina a los temas de la mujer,
y por la imposibilidad para las comadronas
de recibir formación, o constituirse en gre-
47
mios profesionales. En este panorama, la vi-
vencia del parto se convertiría en una expe-
riencia pavorosa para las madres, frecuente-
mente ligada a la expiación.

Alta Edad Media


Con la caída del Imperio Romano occiden-
tal (476 d. C), y las continuas pugnas entre
las distintas razas bárbaras por la suprema-
cía, desapareció el principal factor de cohe-
sión en Europa. En este contexto de des-
unión, el gran agente unificador acabó sien-
do la difusión por todo el continente del cris-
tianismo. Con la nueva religión, se instauró
todo un sistema de pensamiento basado en la
preocupación por el alma, y la sumisión de
cualquier raciocinio a las ideas teocéntricas.
Esta realidad, supuso un retraso en el a-
vance de las disciplinas científicas, al tomar
la religión y la superchería el lugar del pen-
samiento racional. Realidad propiciada, en
parte, por la propia religión católica, al supo-
ner el pensamiento científico una amenaza
para los fundamentos de su poder33. Las gue-

33Thomasset, C. (2000). La naturaleza de las mujeres. En Duby y


Perrot. Historia de las mujeres. La Edad Media (pp.72-104).
Barcelona: Taurus.
48
rras, desgracias, pestes y la muerte se convir-
tieron en una realidad muy palpable, mez-
clándose “lo divino y lo demoníaco, el orden
y el caos, y hallándose el bien y mal en pug-
na constante”34. En este escenario se produjo
un gran retroceso de la medicina, que se pro-
longaría durante toda la Alta Edad Media. Al
mismo tiempo surgió la medicina monacal,
al quedar todas las ramas del saber confina-
das a la clase religiosa, la única que podía
acceder a la cultura médica35, permaneciendo
la medicina en un escaso o nulo avance.
Mientras, en los monasterios, se intenta-
ban recuperar los textos hipocráticos y galé-
nicos traducidos del árabe, al tiempo que se
prohibía la disección de cadáveres36. Desde
las perspectivas teocéntricas, la enfermedad
era interpretada como un castigo divino, y
una oportunidad para expiar los pecados y
culpas en la tierra, siendo por tanto inútil y

34 Caro Baroja, J. (1995). Las brujas y su mundo (12ªed.). Madrid:


Alianza, p. 19.
35 García Martín-Caro, C. y Martínez, Mª.L. (2001). Historia de

la Enfermería. Evolución histórica del Cuidado Enfermero. Madrid:


Ediciones Harcourt, S.A, p. 79.
36 Usandizaga, M. (1944). Historia de la Obstetricia y de la Gineco-

logía en España. Santander: Aldus, p. 184.


49
hasta sacrílego utilizar remedios37; “Habéis
pecado y Dios os causa aflicción. Agradecéd-
selo; así soportaréis menos sufrimiento en la
vida próxima. Resistid, sufrid, morid”38.
Pese a ello, fue precisamente la Iglesia, ba-
sada en su noción caritativa, la que desarro-
llo un sistema de instituciones ligadas al cui-
dado. Primero en el seno de los monasterios,
y posteriormente en hospicios y hospitales.
Establecimientos, que tenían el propósito de
tratar a los miembros enfermos de la socie-
dad laica, eso sí, dando siempre mayor im-
portancia al cuidado del espíritu que al del
cuerpo.
La visión de la maternidad y el parto, tam-
bién se vieron afectadas por la ideología reli-
giosa característica de la Edad Media. Así,
los alumbramientos fueron considerados co-
mo un castigo divino a la mujer, por el peca-
do original de Eva; “aumentaré tus dolores
cuando tengas hijos y con dolor los darás a
luz. Pero tú deseo te llevará a tu marido, y él
tendrá autoridad sobre ti” (Génesis, 3-16).
Ello propició que la medicina obstétrico-gi-

37 Laín, P. (1983). La relación médico enfermo. Madrid: Alianza


Universidad.
38 Michelet, J. (1958). Satanism and Witchcraf. London: Arco Pu-

blications, p. 26.
50
necológica quedara anclada hasta el siglo
XVII, en un contexto en el que la moral y los
valores predominantes no toleraban que las
mujeres fueran visitadas por hombres. Y mu-
cho menos que visualizaran sus partes más
íntimas, consideradas terreno prohibido para
cualquier hombre que no fuera su marido39.
Las mujeres fueron consideradas, en cierta
medida, como incompletas y defectuosas40,
manifestando los médicos una repugnancia
hacia los temas femeninos41. Por ello, los ga-
lenos varones no mostraron ningún interés
por las enfermedades femeninas, ni por los
partos, que consideraban fuera y por debajo
de su esfera profesional. El nacimiento era
considerado un asunto sucio, adecuado sólo
para comadronas y capadores42. Desinterés,
hacia la anatomía femenina y el parto, que
fue un efecto colateral de la misoginia insti-
tucionalizada43.

39 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 35.


40 Berriot-Salvadore, E. (2000). El discurso de la medicina y de la
ciencia. En Duby y Perrot. Historia de las mujeres. Del Renaci-
miento a la Edad Moderna (pp.385-402). Madrid: Taurus, pp.
387-397.
41 Usandizaga, J. op, cit, p. 26.
42 Graham, H. op, cit.
43 Rich, A. (1996). Nacemos de mujer. La maternidad como expe-

riencia e institución. Instituto de la Mujer. Valencia: Cátedra,


p.216.
51
Los tabús de la medicina masculina, rela-
cionados con la maternidad, reforzaron el
modelo femenino de asistencia al parto, sien-
do las comadronas las principales responsa-
bles del mismo. Éstas, se encargaron de todas
las intervenciones y operaciones relacionadas
con los nacimientos, transmitiendo y contro-
lando el saber en torno a la reproducción44.
Realidad, que ha quedado reflejada en toda
la iconografía pictórica de la Edad Media45.
A la mencionada aversión de la medicina
masculina, hacia los temas de la mujer, se
unió la escasa formación de las asistentes de
la época. Estamos en un momento, en que so-
lo un grupo reducido de hombres privilegia-
dos recibían educación, y en el que las muje-
res eran excluidas sistemáticamente de ella.
Todo ello, llevó a que el nivel de asistencia

44 Donnison, J. (1977). Midwives and medical men. A History of


Interprofessional rivalries and women’s rights. London: Heine-
mann Educational Books, Lrd. p. 4.
Cabré I Pairet, M. (1988). Formes de cultura femenina a Catalunya
Medieval. En MASH. Més enllà del silenci: les dones a la histo-
ria de Catalunya (pp. 31-52).
45 Laurent, S. (1989). Naìtre au Moye Age. De la conceptión a la

naissance: la grossesse et láccouchement (XII-XV siècle). París: Le


Léopard d’Or.
Frugoni, C. (1994). La mujer en las imágenes, la mujer imaginada.
En Duby y Perrot. Historia de las mujeres. La Edad Media
(419-467). Madrid: Taurus.
52
de las comadronas medievales se hallará
muy por debajo de las de los primeros siglos,
estando el parto frecuentemente ligado a la
muerte46.
Las parteras eran miembros de la misma
comunidad, y participes de las mismas for-
mas de socialización que las parturientas47.
Las asistentes permanecían bajo la supervi-
sión de la Iglesia, en su celo de salvar el alma
de los recién nacidos con riesgo de muerte, a
quienes la matrona tenía que suministrar el
bautismo de urgencia. Los requisitos de las
comadronas, estuvieron pues, más relaciona-
dos con su intachable moral y costumbres,
que con sus habilidades técnicas48, debiendo
ser la mortalidad de las madres y los niños
muy elevada.
La atención que suministraban estas muje-
res estaba centrada en dejar hacer a la natu-
raleza, recurriendo a recursos como infusio-
nes, sahumerios y ritos mágico-religiosos
cuando se presentaban dificultades49.

46 Laurent, J. op, cit, p. 223.


47 Canals, J. (1998). Cuidar y curar. Funciones femeninas y sa-
beres masculinos. Jano, 660 (29), 365-362.
48 Donnison, J. op, cit, p. 4.
49 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 36-37.

53
Fig. 9. Comadronas medievales asistiendo un parto.
Fuente: grabado de un libro de la Alta Edad Media.

Ante la falta de conocimientos teóricos, y


pese a la persecución de las prácticas mági-
cas por parte de la Iglesia, el embarazo y el
parto fue objeto de múltiples ritos y supersti-
ciones. Así, se le atribuyeron propiedades
mágicas al cordón umbilical, la placenta o las
membranas50. A la vez que se instauraban
prácticas mágicas asociadas al parto, como el
uso de piedras como la calcedonia, el zafiro,
el jaspe, el ágata, los diamantes, las turquesas
o las etites. Se pensaba que éstas ejercían pro-

50Forbes, T.R. (1962). Midwifery and Witchcraft. Journal of de


History of Medicine, 17.
54
tección durante el embarazo, el parto y la lac-
tancia, evitando además episodios como el
aborto o el parto prematuro51. Otra de las
prácticas mágico-religiosas era la utilización
de salmos o versos bíblicos, que se creía que
otorgaban protección durante el parto. Éstos
se escribían sobre un pergamino, en un me-
dallón, o en mantequilla untada en pan, que
después era ingerida por la embarazada52.
Las supersticiones fueron perseguidas por la
Iglesia, que catalogó en numerosas ocasiones
de Brujas a las comadronas. Así, el libro clá-
sico de las brujas europeas, publicado bajo el
título de “The Malleus Maleficarum”53, titulaba
su capítulo 13 de la siguiente manera: “Cómo
las brujas comadronas cometen los crímenes más
horribles cuando matan a los niños o los ofrecen a
los diablos con la sabiduría más odiosa”. De esta
manera, las asistentes, carentes de conoci-
mientos teóricos y perseguidas como brujas
por la Iglesia, se encontraron, durante toda la

51 Forbes, T.R. (1966). The Midwife and the Witch. New Haven:
Yale University Press.
52 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 38.
53
Libro sobre la caza de brujas, escrito en 1486 por dos mon-
jes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Spren-
ger, que sería utilizado por los grandes demólogos e inquisi-
dores, de los siglos XVI y XVII, como fuente de autoridad en
sus sentencias condenatorias.
55
Edad Media, en una situación muy incómo-
da y nada codiciada54.

Fig. 10. Texto original de “The Malleus Maleficarum”.


Fuente: biblioteca de la Universidad Sydney.

Baja Edad Media


Con la llegada del Medievo tardío, se pro-
dujo un incremento del comercio y los viajes.
Ello motivo, que la mayor parte de las activi-
dades esenciales de la vida cotidiana se cons-
tituyeran en gremios profesionales, surgien-
do así los pañeros, plateros, orfebres, hojala-
teros, curtidores, zapateros etc. En el ámbito
de la salud, también florecieron gremios co-

54 Caro Baroja, J. op, cit.


56
mo el de los cirujanos barberos, que nacidos
durante el siglo XIII, establecieron el mono-
polio sobre la utilización de técnicas e instru-
mentos con fines sanadores. Aunque el parto
continuó siendo una esfera reservada exclu-
sivamente a la mujer, los barberos empeza-
ron a intervenir en algunos partos complica-
dos. Sus prácticas se centraron en la realiza-
ción de cesáreas postmórtem55 y en la extra-
cción de fetos muertos mediante embrioto-
mía, a través de la utilización de ganchos y
perforadores56. Las nefastas consecuencias de
sus actuaciones hicieron que las mujeres te-
mieran sus intervenciones.
Fue también en esta época cuando em-
pezó la transición desde las Escuelas Mona-
cales hasta las Catedralicias, y finalmente a
las Universitarias. Se produjo a su vez el pa-
so de la medicina monacal a la escolástica,
controlada por laicos, y el desarrollo de las
primeras instituciones hospitalarias de carác-
ter seglar57. En este contexto, surgieron las

55 Donnison, J. op, cit, p. 2.


56 Usandizaga, J. op, cit, p. 331.
57 Nogales, A. (1996). La Edad Media: Los orígenes de la enferme-

ría. En F. Hernández Martín (coord.), Historia de la Enferme-


ría en España. Desde la Antigüedad hasta nuestros días (pp.
41-118). Madrid: Editorial Síntesis, pp. 97-98.
57
primeras Escuelas de medicina, como la de
Salermo, fundada en el Siglo XI y que supuso
el primer ejemplo de tolerancia de la cristian-
dad hacia la medicina laica. En esta escuela
nació una figura de gran importancia para la
obstetricia, Trótula. Ésta fue una comadrona
que, tras asistir a la facultad de medicina, es-
cribió la primera obra de obstetricia en mu-
chos años bajo el título “De passionibus mile-
rum curandarum”. La obra, basada en las en-
señanzas originales de Sorano de Éfeso, se
convirtió en el manual de referencia durante
todo el periodo medieval. Sin embargo, el a-
nalfabetismo general hizo imposible que la
mayoría de comadronas tuvieran acceso a
ella.
La asistencia al parto quedó excluida del
movimiento gremial, no constituyéndose las
comadronas en un gremio profesional. Esto
se debió, principalmente, a que se trataba de
una actividad femenina ligada a la perspecti-
va caritativa. Por ello, no pudo continuar la
dinámica necesaria para la construcción de
un gremio, al poseer una dimensión exclusi-
vamente espiritual, sin atribuciones como el

58
aprendizaje, la calidad y los salarios58. La a-
sistencia al parto siguió siendo pues una ac-
tividad únicamente femenina, desligada del
saber científico y unida a la noción teocéntri-
ca de castigo divino.

Fig. 11. Comadronas medievales realizando una cesárea.


Fuente: representación pictórica de Jean Bondol (1375).

En este escenario, la vivencia del naci-


miento se convirtió en una experiencia pavo-
rosa y relacionada frecuentemente con la
muerte. Circunstancia que se desprende de

58Hernández Conesa J. (1995). Historia de la enfermería. Un


análisis histórico de los cuidados de enfermería. Madrid: Mc-
Graw-Hill Interamericana, p. 108.
Donahue, M.P. (1987). Historia de la enfermería. Barcelona:
Doyma.
59
las descripciones de los partos realizadas en
los relatos milagrosos59, y de prácticas como
las confesiones antes de los partos60. Las mu-
jeres esperaban con inquietud los alumbra-
mientos de sus hijos, conscientes de la falta
de conocimientos teóricos de las asistentes, y
de la postura de resignación, ante el dolor y
la muerte, desprendida de la noción católica.
El parto, recluido en el seno domiciliario, era
concebido como un proceso natural. Proceso,
en el que las habilidades de las comadronas,
el auxilio divino y las prácticas mágico-reli-
giosas continuaron siendo los únicos resortes
para salir con vida del trance.

59 Opitz, C. (1994). Vida cotidiana de las mujeres en la Baja Edad


Media (1250-1500). En Duby y Perrot, Historia de las mujeres.
La Edad media (321-400). Madrid: Taurus, p. 351.
60 Laurent, J. op, cit, p. 223.

60
Capítulo 3
La Edad Moderna.
La introducción del médico en el parto

La Edad Moderna fue un periodo de nos-


talgia, en el que los intelectuales de la época
mostraron una regresión hacia el modo de
pensar del mundo greco-romano. Las cosmo-
visiones medievales sobre el mundo, y el ser
humano, fueron sustituidas por un nuevo
humanismo que situaba al hombre en el cen-
tro de las indagaciones, en oposición al mun-
do medieval dominado por idea de Dios. Se
extendió de esta manera la actitud crítica, la
observación de la naturaleza y la experimen-
tación, surgiendo así la denominada ciencia
experimental.
En esta atmósfera, de exploración de lo
prohibido, se produciría la introducción de
los comadrones en el mundo de la mujer,
consolidándose de forma progresiva su auto-
ridad sobre las matronas. Los valores típicos
de una sociedad patriarcal, y la hegemonía
de la ciencia médica frente a las demás profe-
61
siones paramédicas, propiciarían la entrada
de los médicos en la asistencia al parto. Y to-
do ello, a pesar de la todavía reducida efecti-
vidad de sus intervenciones en el mismo. Y
de que fueron precisamente un grupo de co-
madronas ilustres, las que conformaron la
sólida base que instituiría la ginecoobstetricia
moderna.
Si bien, el uso del fórceps supuso un avan-
ce en determinadas situaciones intraparto, la
gran masa de las mujeres no pudientes, o del
ámbito rural, siguieron siendo asistidas por
comadronas y comadrones no titulados, en
el seno de sus domicilios. Éstos, carentes de
medios y formación, y en un ambiente insa-
lubre, poco pudieron hacer para disminuir
los altos estándares de mortalidad materno-
fetal. La experiencia del parto permaneció li-
gada por tanto al temor y la muerte.

Siglo XV y XVI
Con la llegada de la Edad Moderna, hom-
bres como Copérnico, Galileo Galilei, Kepler,
Newton, Bacon y Harvey realizaron impor-
tantes avances en todos los campos de la
ciencia. Ello propiciaría todo un movimiento
intelectual, que a posteriori se bautizó con el
62
apelativo de revolución científica. Ésta “co-
menzó con la publicación, por parte de Co-
pérnico, de su obra De Revolutionibus orbium
Coelestium, en 1543, y alcanzó su culmina-
ción, un siglo después, con la obra de Isaac
Newton Philosophiae naturalis principia mate-
mática (1687)”61. Durante este periodo, se pro-
dujo una profunda renovación que dio lugar
a la denominada ciencia moderna. Movimiento
caracterizado por el interés por la naturaleza,
el uso de las matemáticas y el inicio de un
nuevo método –hipotético deductivo- como
procedimiento de indagación de la realidad.
De esta forma, se cambió la idea que se tenía
sobre el universo y sobre el hombre, nacien-
do una nueva ciencia, la ciencia empírica. Las
disciplinas que abanderaron este nuevo mo-
vimiento, fueron la física, cuyo máximo ex-
ponente lo encontramos en Newton, y la quí-
mica, principalmente de la mano de Antoine
Lavoisier. De esta forma se abandonó la filo-
sofía aristotélica, reinante hasta el Renaci-
miento, que era una filosofía de esencia y de

61Cortés, J. y Martínez, A. (1996-99). Diccionario de filosofía en


CD Rom. [Reseña de entrada: Revolución científica] [CD Rom].
Barcelona: Herder.
63
sentido, y se abrazó una nueva visión neo-
platónica, más maquinicista y pragmática62.
Sin embargo, pese a la revolución científica,
no se abandonaron las ideas teocéntricas. Es
más, durante este periodo se produjo un pro-
fundo movimiento religioso que pretendía
revitalizar el cristianismo primitivo. El movi-
miento sería bautizado a posteriori con el a-
pelativo de Reforma protestante, y supuso el
primer cisma de la Iglesia que daría lugar al
puritanismo63. Como respuesta a este movi-
miento, la Iglesia oficial propició la denomi-
nada Contrarreforma. Reacción contra los di-
sidentes, que terminaría con una nueva caza
de brujas encabezada por la Santa Inquisi-
ción. Persecución, que también tendría su ex-
presión en el ámbito protestante, aunque no
a través de una institución específica como
en el caso de los católicos64.

62 Hernández Garre, J.M. (2009). La deshumanización de la ma-


ternidad. Eva expulsada del paraíso. Murcia: Editorial Diego Ma-
rín, p. 34.
63 Tejada, A.M. (1987). La reforma protestante. Causas conse-

cuencias e influencias en el tiempo presente. Santo Domingo:


Comery.
64 Balderas, G. (1996). La Reforma y la Contrareforma. Dos expre-

siones del ser cristiano en la modernidad. México D.F: Universi-


dad Iberoamericana.
64
Este escenario propició una doble realidad
en el ámbito de las ciencias médicas. Por un
lado, se produjo un progresivo avance de és-
tas de la mano de médicos como Paracelso,
Ambrosio Paré, William Harvey o Andrés
Vesalio. Éste último, en su obra “De humani
corporis fabrica”, describió fidedignamente la
anatomía humana mediante la disección de
cadáveres65. Por otro, no se abandonó del to-
do la creencia mantenida hasta el momento,
de que la enfermedad y la desgracia eran cas-
tigos divinos por los pecados cometidos. No-
ciones perpetuadas también por la sociedad
puritana, que hizo hincapié en que nada ocu-
rría por casualidad, sino que todo era orde-
nado por la providencia divina.
En el ámbito de la asistencia al parto, y de
las ciencias del cuidado en general, las nue-
vas coordenadas teológicas de la Reforma
protestante propiciarían la denominada edad
oscura. La afirmación protestante, de que la
salvación de las almas era posible solamente
por un acto de fe, aseguraba la salvación e-
terna por el simple acto de creer. Ya no era
por tanto necesaria la realización de ningún

65Barcia, J.J. (1994). El mito de Vesalio. Valencia: Universidad


de Valencia.
65
sacrificio, ni de ninguna obra de caridad, por
lo que el cuidado, y la atención a los enfer-
mos, perdió su sentido salvador. Esta reali-
dad hizo que desaparecieran, en el ámbito
protestante, la mayoría de las órdenes católi-
cas dedicadas hasta el momento al cuidado
de los enfermos. Órdenes, que no fueron sus-
tituidas por organismos laicos que asumie-
ran las necesidades de cuidado de la pobla-
ción66 .
La mortalidad perinatal y materna fue por
tanto elevada, y la formación de las asisten-
tes al parto continuó dejando mucho que de-
sear. “La mayoría de las comadronas eran
analfabetas, y aunque pudieran ser diestras
en los partos normales de mujeres sanas, no
habían seguido aprendizaje ninguno para so-
lucionar las posibles complicaciones obstétri-
cas y pediátricas”67. Circunstancia que no
sorprende, teniendo en cuenta que las muje-
res no tenían acceso alguno a la educación68,
careciendo las comadronas de los conoci-

66 Hernández Conesa J. (1995). op, cit, p. 110.


67 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 54.
68 Martínez-Burgos, P. (2000). Experiencia religiosa y sensibilidad

femenina en la España Moderna. En Duby y Perrot. Historia de


las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Media (598-613). Ma-
drid: Taurus, p. 599.
66
mientos más básicos de anatomía, reprodu-
cción, fisiología o patología.
Las parteras estaban obligadas a traer al
mundo al niño, vivo o muerto, entero o a pe-
dazos, sin disponer de analgésicos, oxitocina,
oxígeno o sangre. Y todo ello, en unas condi-
ciones higiénicas de las casas pésimas, y te-
niendo siempre el peligro de ser acusadas de
brujería por la Iglesia. En estas condiciones la
asistencia al parto seguía siendo algo nada
envidiable69.

Fig. 12. Comadrona del Renacimiento asistiendo un parto.


Fuente: grabado de la obra “Der Rosgarten” de Eucario Rosslin
(1513). Autor: Martin Caldenbach.

69 Caro Baroja, J. op, cit.


67
Esta situación propició, a partir del siglo
XV, un movimiento en Europa interesado en
la formación y regulación de las comadro-
nas. Así, en el siglo XVI se tradujo el libro
para comadronas que Sorano de Éfeso había
publicado 1400 años antes, la traducción en
lengua inglesa se título “The Byrth of Man-
kynd”. Médicos como Paré, Jacques Guille-
mau, Scipione Mercurio o Jacobus Rueff es-
cribieron también manuales de obstetricia.
Algunos como Paré empezaron a construir el
patrón médico de asistencia, que siglos más
tarde se impondría, introduciendo aspectos
como la posición de cubito supino para asis-
tir los partos complicados y las sutura de pe-
riné70. En el contexto español aparecieron de
forma sucesiva cuatro tratados: Damián Car-
bó (1541), Luís Lobera de Ávila (1551), Luís
Mercado (1579), Francisco Núñez de Coria
(1580) y Juan Alonso Ruyzes de Fontecha
(1606)71. Salvo en excepciones, como la de
Paré, la mayoría de estos manuales mostra-
ban el subdesarrollo de la medicina en el ám-
bito de la mujer. Siguió vigente la atribución

70 Spencer, H.R. (1924). The Renaissance of Midwifery. Lon-


don: Harrison and Sons Ltd.
71 Martínez Molina (1994a; 1994b; 1995a; 1995b) hace un inte-

resante recorrido por el contenido de estos manuales.


68
de la movilidad del útero, el uso de sahume-
rios, la teoría de los humores72 y la utiliza-
ción de sangrías73. Manuales como el de Car-
bó, mostraban además los valores patriarca-
les de la época, al afirmar que si las partu-
rientas tenían buen color de cara, ligereza y
buenos sueños, el feto era un varón, debido a
su mayor perfección respecto a la mujer74.
Otros, como el de Ruyzes de Fontecha, reco-
mendaban el uso de amuletos y el recurso a

72 La teoría de los cuatro humores o humorismo, fue una teo-


ría acerca del cuerpo humano, adoptada por los filósofos y fí-
sicos de las antiguas civilizaciones griega y romana. Desde Hi-
pócrates, la teoría humoral fue el punto de vista más común
del funcionamiento del cuerpo humano entre los médicos eu-
ropeos, hasta la llegada de la medicina moderna a mediados
del siglo XIX. En esencia, esta teoría mantenía que el cuerpo
humano estaba lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas
humores (líquidos), cuyo equilibrio indicaba el estado de sa-
lud de la persona. Así, todas las enfermedades y discapacida-
des resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos
cuatro humores. Estos, fueron identificados como bilis negra,
bilis amarilla, flema y sangre (Lindberg, 2002).
73 Montes, Mª.J. (2007). Las culturas del nacimiento. Repre-

sentaciones y prácticas de las mujeres gestantes, comadronas


y médicos. Tesis doctoral, Univesitat Rovira i Virgili, Tarrago-
na, p. 27.
74 Martínez Molina, A. (1994a). Estudio Histórico de la Enfer-

mería en España. I. La profesión de la matrona según el trata-


do de Damián Carbó (Siglo XVI). Valencia: Fundación Enfer-
mería Internacional, p. 59.
69
la providencia divina75, mostrando además
un gran desprecio hacia las comadronas, a
las que catalogaba de ignorantes76. Todo ello,
hace pensar que estos manuales no iban des-
tinados a aumentar el nivel de conocimien-
tos de las comadronas, sino a poner de mani-
fiesto el creciente interés de la medicina por
los temas de la mujer77. Hay que ser cons-
cientes, de que en esta época, la educación
de las mujeres estaba dirigida a la adquisi-
ción de aspectos morales, y no de conoci-
mientos78. En definitiva, lo que se pretendió
con la publicación de estos manuales, fue es-

75 Martínez Molina, A. (1995b). Estudio Histórico de la Enfer-


mería en España IV. La profesión de la matrona según el trata-
do de Juan Alonso Ruyzes de Fontecha. Valencia: Fundación
Enfermería Internacional, p. 71.
76 Ortiz, T. (1996b). La instrucción de las matronas en la Europa

moderna. ¿Liberación o subordinación? En Segura Graíño


(Comp.). De leer a escribir. La educación como arma de libera-
ción de las mujeres (en prensa). Madrid: Instituto de Investi-
gaciones Feministas.
77 Ortiz, T. (1996a). Protomedicato y matronas. Una relación al

servicio de la cirugía. Dynamis. Acta Hispánica and Medicinal


Scientiarumque Historiam Illustradam, 16, 109-120.
78 Amar y Bordón, J. (1994). Discurso sobre la educación física y

moral de la mujeres (1700-1800). Madrid: Cátedra.


Ballarín, P. (2000). La construcción de un modelo educativo de u-
tilidad doméstica. En Duby y Perrot, Historia de las mujeres. Si-
glo XIX. Madrid; Taurus, 624-639.
Varela, Julia. (1988). La Educación Ilustrada o como fabricar
sujetos dóciles y útiles. Revista de Educación, Nº extra; 245-274.
70
tablecer la autoridad en un campo que du-
rante siglos había sido de las matronas, y
que poco a poco se irían apropiando los mé-
dicos79.
Fue en ese momento, cuando se produje-
ron los primeros intentos de fundación de es-
cuelas para comadronas, como la que Paré
instauró en el Hotel Dieu de Paris. También
en esta época, aparecieron las primeras tenta-
tivas de institucionalización subordinada pa-
ra las mismas. Tentativas como la de Enrique
VIII, en la Inglaterra de 1512, al aprobar que
la Iglesia otorgara licencias a las comadronas
cualificadas. O las acaecidas en España a fi-
nales del siglo XV, de la mano de los Reyes
Católicos, al promulgar una pragmática que
regulaba el ejercicio profesional de las matro-
nas a cargo del Tribunal del Protomedica-
to80.
Pese a las dificultades en el aprendizaje,
un grupo de comadronas tuvo la posibilidad
de recibir cierta formación en esta época.

79 Martínez Molina, A. (1994b). Estudio Histórico de la Enfer-


mería en España. II. La profesión de la matrona según el trata-
do de Luís Lobera de Ávila. (Siglo XVI). Valencia: Fundación
Enfermería Internacional.
80 Terré, C. (1997). La matrona en España. Historia de una pro-

fesión. En: Towler y Bramall, Comadronas en la historia y en la


sociedad (373-383). Barcelona: Masson, p. 374.
71
Surgieron así comadronas ilustres como la
Herrera, María De Ulloa o Quirce de Toledo,
comadronas españolas del siglo XV y XVI, o
Luisa Bourgeois, matrona francesa del siglo
XVI. Sin embargo, y a pesar de estas excep-
ciones, la gran mayoría de las parteras per-
maneció en el anonimato, al ser éste un tema
del que los historiadores, generalmente mas-
culinos, no se han hecho especial eco hasta
tiempos recientes.

Siglo XVII y XVIII


El creciente interés de la medicina por la
ginecología y obstetricia, alcanzó su punto de
inflexión en el Siglo XVII. Hasta ese momen-
to, la asistencia al parto había sido un terreno
exclusivo de las comadronas, con excepción
de las breves incursiones de los cirujanos-
barberos que, como ya se ha comentado, sólo
intervenían para hacer cesáreas post mórtem
y embriotomías en feto muerto81. Durante es-
te siglo, el colectivo de los cirujanos-barberos
entró a formar parte del colectivo médico,
aumentando su reconocimiento social. Ello
se produjo como consecuencia de su conso-

81 Usandizaga, J. op, cit. p. 131.


Donnison, J. op, cit, p. 2.
72
lidación gremial, y de su mayor interés por el
campo de la obstetricia. Sus actividades estu-
vieron centradas en el uso de instrumentos
prohibidos para las comadronas, lo que im-
plicó que éstas quedaran, una vez más, ex-
cluidas del proceso de profesionalización. La
exclusión se produjo como consecuencia de
la progresiva limitación de sus actividades, y
del control ejercido por la Iglesia. Institución
que siguió otorgando las licencias durante
todo el siglo XVII82. En esta atmósfera, se
produjo una entrada masiva del hombre en
el parto. Pasando éste de ser un asunto priva-
do, limitado a las mujeres, a convertirse en
un asunto público de interés para los Esta-
dos83.
Parece que el hecho decisivo, que estable-
ció el dominio de los cirujanos médicos sobre
las comadronas, fue la aparición, a finales del
Siglo XVI, del fórceps84. El primero en utili-
zar una técnica de extracción en el parto fue
Hipócrates, al tirar de la cabeza de un feto

82 O´dowd, M. y Philipp, E. (1994). Historia de la ginecología y la


obstetricia. Barcelona: Edika Med.
83 Knibiehler, Y. y Fouquet, C.. op, cit, p. 179.

Rich, A. op, cit, p. 21.


84 O´dowd, M. y Philipp, E.. op, cit.

Rich, A. op, cit, p.


73
con las manos. Posteriormente, Avicena, cer-
ca del año 1000, refirió por escrito la extra-
cción con fórceps de un niño vivo. Sin em-
bargo, no sería hasta 1580, cuando los Cham-
berlen inventarían las fases del fórceps mo-
derno85. Estos, constituyeron una saga de
médicos que incluyó tres generaciones, atri-
buyéndose la invención del fórceps a Peter el
Viejo86. Tras su invención, sus descendientes
lo utilizarían en secreto durante los siglos
XVI, XVII y XVIII. Para ocultar la naturaleza
del invento, llegaron a extremos rocamboles-
cos. Recurrieron a artimañas, como transpor-
tar el fórceps hasta el lugar del parto en una
caja llevada por dos hombres, para repre-
sentar que era una máquina grande y com-
plicada. U otras, como vendar los ojos de la
madre, expulsar a la comadrona o emplear
efectos de sonido durante la extracción.
Más allá de las maniobras de efectismo, la
realidad es que su invento mostró, por pri-
mera vez, la efectividad de la asistencia mé-
dica en ciertos partos distócicos. De la mano
de los Chamberlen, llegó también el primer

85 Beck, C. (1977). Practica de Obstetricia, (7ª ed.). México: La


Prensa Medica Mexicana.
86 Cutter, I.S. y Veits, H.R. (1964). A Short History of Midwifery.

Philadelphia: W. B. Saunders.
74
intento de control de los médicos sobre las
matronas. Peter III intentó fundar una corpo-
ración de comadronas, bajo su dirección mé-
dica, aunque su proyecto fue un fracaso por
la negativa de éstas87.

Fig. 13. Peter Chamberlen III (1601-1683). Sobrino


de Peter el Viejo. Fuente: grabado de Robert
White de 1688.

De esta manera, a lo largo del siglo XVIII,


se produciría una clara intromisión de los ci-
rujanos-médicos en la asistencia al parto, in-
troducción propiciada por la progresiva me-

87 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 99.


75
jora de las técnicas de instrumentación con
fórceps. Así, en 1720, Palfyn presentó una
serie de fórceps para extraer al feto sin mu-
tilación. Y en 1741 y 1751, Levret en Francia y
Snellie en Inglaterra, modificaron el instru-
mento, introduciendo la curvatura pélvica.
Otros comadrones, como Edmund Chapman,
William Giffard, Willian Perfect o Benjamin
Pugh, realizaron también modificaciones del
fórceps. Por último, en 1753, Vischer Vander
Poll compró el secreto de los fórceps y lo hi-
zo público. Desde entonces hasta ahora se
han hecho unas 600 modificaciones del mis-
mo88.
Los avances en el campo de la cesárea, se
producirían de forma más tardía. Las cesá-
reas eran ya conocidas y practicadas en la an-
tigua Roma, pudiendo coger su nombre del
dictador y político romano Julio César, que
se dice que nació por este método89. Sin em-
bargo, no sería hasta mucho más tarde cuan-
do se practicaran con éxito en mujeres vivas.
Ya en el 1500, J. Neufer, castrador de cerdos
suizo, ejecutó al parecer una cesárea a su mu-
jer, desesperado después de que trece matro-

88Beck, C. op, cit.


89Golsworthy, A. (2007). César: la biografía definitiva. Madrid:
La Esfera de los Libros.
76
nas fracasaran en la asistencia al parto. El é-
xito de dicha operación fue patente, ya que
su esposa dio a luz a seis hijos más. Sin em-
bargo, el primer documento indiscutiblemen-
te auténtico sobre la cesárea a una paciente
viva, se llevó a cabo el 21 de abril de 1610.
Fue realizado por J. Trautman a una paciente
que sobreviviría 25 días tras el parto, algo
realmente exitoso para la época. Pese a ello,
la operación sería un fracaso hasta bien en-
trado el siglo XIX. Hecho que quedó docu-
mentado por las 24 cesáreas practicadas en
París, desde el 1650 hasta finales del siglo
XVIII, todas con resultado de muerte mater-
na. No es de extrañar pues, que las mujeres
de la época prefirieran la asistencia de una
comadrona, a la de un cirujano-comadrón.
Sin embargo, en 1882, el Doctor M. Sanger
perfeccionó la técnica de sutura del miome-
trio, constituyendo la técnica de lo que es co-
nocido, hoy día, como cesárea clásica, inci-
sión longitudinal y sutura de fundus uterino.
La nueva técnica quirúrgica, hizo que au-
mentaran los índices de supervivencia de
forma espectacular. Ya en el siglo XX, se in-

77
troducirían las demás modalidades de cesá-
rea utilizadas en la actualidad90.

Fig. 14. Médico holandés del siglo XVIII asistiendo un parto.


Fuente: grabado del libro “Diablos, drogas y doctores” de H.W.
Haggard (1966).

Pese a los intentos de resistencia, a media-


dos del siglo XVIII, las comadronas tuvieron
que aceptar la intrusión de los médicos en el
parto. Parece que se llegó a un pacto, no es-
crito, por el que las parteras avisarían al mé-

90Fernández, H. y Roque, Y. (2008). La cesárea ¿mitología o


realidad? Revista 16 de Abril. Revista Científico Estudiantil de las
Ciencias Médicas de Cuba [Revista electrónica], 191.
78
dico cuando encontraran alguna dificultad91.
Estos, desarrollaron su actividad principal-
mente en el ámbito de las ciudades, y entre
las clases sociales más ricas que podían pagar
sus servicios92. Quedaron así las comadronas
restringidas a los partos normales, y aunque
no fueron totalmente anuladas por los ciruja-
nos93, si fueron definitivamente supeditadas
a estos. Circunstancia, que no se produjo por
la mayor efectividad de los médicos en la
asistencia al parto. Más allá de la utilidad del
uso del fórceps, en determinadas situaciones
intraparto, no hay ningún indicio fidedigno
de que, antes de 1880, la intervención médica
redujera las cifras de mortalidad. Siendo pre-
cisamente los índices de mortalidad más ba-
jos entre las matronas empíricas, que actua-
ban en espacios abiertos antiepidémicos94.
Ante esta realidad, parece que la sumisión de
las comadronas a los médicos respondió a
cuestiones de muy diferente índole. Cuestio-

91 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 140.


92 Bumm, E. (1940). Tratado completo de Obstetricia escrito para
los estudiantes y médicos. Sexta edición española traducida de la
decimocuarta alemana en 1906. Barcelona: Francisco Seix, p. 6.
93 Cabré I Pairet, M. op, cit, p. 34.
94 Knibiehler, Y. (2000). Cuerpos y corazones. En Duby y Perrot,

Historia de las mujeres. El siglo XIX (pp. 339-388). Madrid:


Taurus, p. 348.
79
nes como los intereses económicos, la supre-
macía del hombre-médico frente a la mujer-
comadrona, en una sociedad claramente pa-
triarcal, o el inicio de la hegemonía de una
disciplina médica incipiente, en proceso de
expansión frente a las demás profesiones pa-
ramédicas.
A pesar de la intromisión del hombre,
también surgieron matronas ilustres en ese
periodo. Matronas como Justina Siegemun-
din, comadrona alemana del siglo XVII y
Margarita Veronese, matrona italiana del si-
glo XVII. U otras como Margarite du Tertre,
Marie Louise Lachapelle y María Ana Victo-
ria Boivin, comadronas francesas de los si-
glos XVII y XVIII y Jane Sharp, Elizabeth
Cellier, Sarah Stone y Margaret Stephen, co-
madronas anglosajonas de los siglos XVII y
XVIII95. Estas insignes matronas, sentaron los
cimientos de la obstetricia y la ginecología
modernas. Cimientos que a posteriori serían
atribuidos, prácticamente en exclusividad, a
médicos, comadrones, cirujanos y obstetras
masculinos.

95Cruz y Hermida, J. (2007). Las comadronas en la historia.


Desde la mitología a nuestros días. Madrid: Habe Editores.
80
Las contribuciones de estas ilustres coma-
dronas abarcaron descripciones tanto del em-
barazo, parto y puerperio normal, como del
patológico. Incluyendo también, la caracteri-
zación de ciertas patologías ginecológicas, y
de algunas técnicas quirúrgicas, y de instru-
mentación intratarto.
Con respecto al embarazo normal, destaca-
ron algunas de sus aportaciones como la de-
limitación de los signos, síntomas y compli-
caciones menores asociadas al mismo, la da-
tación de la gestación o la defensa de la im-
portancia del control prenatal. Otras contri-
buciones fueron la instauración de los prime-
ros programas de preparación al parto, o psi-
coprofilaxis obstétrica, la descripción de la
pelvimetría, y la defensa de la mayor viabili-
dad del feto octogésino frente al sietemesino.
En lo que concierne a la descripción del
parto normal, sobresalieron aportaciones co-
mo la descripción del inicio, establecimiento
y curso del mismo, la descripción de las pre-
sentaciones fetales, y de las posiciones mater-
nas durante el expulsivo, o la delimitación de
las maniobras de protección del periné. Otras
novedades fueron la instauración de la su-
tura del perineo rasgado, la descripción del
tacto vaginal, y su utilidad para identificar la
81
posición de la cabeza fetal, en función de las
fontanelas y suturas craneales, y la descrip-
ción de las maniobras de extracción, en caso
de presentaciones podálicas. Destacó además
el consejo del masaje uterino tras el alumbra-
miento, para prevenir el sangrado excesivo,
la realización de compresión sobre el fondo
uterino en caso de placenta retenida (manio-
bra que posteriormente sería atribuida al
obstetra Credé), o el consejo de deambular
durante el parto, para favorecer la rapidez
del expulsivo.
Con respecto al puerperio normal, destaca-
ron sus consejos sobre la instauración de la
lactancia materna, en los que se hacía hinca-
pié en la importancia de suplementar la dieta
durante la misma, y la descripción de algu-
nos de los cuidados básicos a suministrar al
recién nacido normal.
Pero como hemos comentado, sus aporta-
ciones no se limitaron a los procesos obstétri-
cos normales, sino también a los patológicos.
Así, en cuanto al embarazo patológico, sobresa-
lieron sus descripciones de la etiopatogenia y
fisiopatología de procesos como la eclamp-
sia, la anemia aguda, la fiebre puerperal y la
placenta previa. O de otros, como el aborto

82
hemorrágico y artificial, la mola hidatiforme
o la rotura prematura de membranas.
En lo que respecta al parto patológico, des-
tacaron sus caracterizaciones y pautas de tra-
tamiento sobre la retención de placenta, los
huevos muertos y el desprendimiento de pla-
centa normoinserta intraparto. También sus
explicaciones sobre las presentaciones cefáli-
cas anómalas, de cara y oblicuas, la prociden-
cia de mano o el prolapso de cordón. O Sus
aportaciones sobre la extracción manual de
placenta, en caso de retención, la inducción
de parto precoz, en caso de rotura prematura
de membranas, estrechez pélvica y macroso-
ma, y el legrado en caso de hemorragia. Ade-
más de sus descripciones sobre la realización
de versiones externas, en caso de presenta-
ciones anómalas, y sus advertencias sobre los
riesgos de la tracción del cordón para la in-
versión uterina, o en caso de inserción vela-
mentosa. Por último, destacó su rechazo a la
sinfisiotomía, o al uso indiscriminado de fór-
ceps y la cesárea, anticipando que el excesivo
intervencionismo podía ser causa de iatroge-
nia grave.
En lo que respecta al puerperio patológico,
fueron importantes sus descripciones sobre
los problemas y molestias de las mamas y los
83
entuertos, además de su descripción de la re-
tención de placenta como causa de fiebre
puerperal. Y todo ello, mucho antes de que
Semmelweis propusiera su teoría sobre la
causa séptica de las mismas.
Al margen de todo lo comentado, resulta-
ron también decisivos sus estudios sobre las
patologías ginecológicas. Así, describieron las
causas de la esterilidad, o las enfermedades
más comunes del útero y los anejos. Dejando
también importantes tributos a la neonatolo-
gía, con diversas descripciones sobre como
reanimar a los recién nacidos patológicos.
Destacaron además en campos vetados
para las mujeres de la época, como las instru-
mentaciones intraparto. Al respecto, detallaron
el uso de los ganchos, predecesores del fór-
ceps, y determinadas maniobras de rotación
de la cabeza con el uso del mismo, como la
famosa maniobra Lachapelle. También con-
tribuyeron en el desarrollo de determinadas
técnicas quirúrgicas, como las cesáreas post-
morten, las craneotomías o las embriotomías
en casos extremos.
Por último, describieron de forma fidedig-
na la anatomía y fisiología de la mujer, a la
vez que proponían intervenciones ginecoló-
gicas como la ovariectomía.
84
En resumen, se puede decir que estas céle-
bres matronas contribuyeron enormemente
al nacimiento de la obstetricia moderna.
Ciencia, que a posteriori les sería arrebatada
por los médicos obstetras. Estos, rebautiza-
rían muchas de sus descripciones, e inclui-
rían gran parte de sus conocimientos en sus
manuales sobre obstetricia y ginecología.
A pesar de la intromisión del hombre mé-
dico en el parto, la asistencia al mismo con-
tinuó recluida en el ámbito domiciliario, bajo
la supervisión y asistencia de las comadro-
nas. Durante el nacimiento, solían estar pre-
sentes varias mujeres que testificaban los a-
lumbramientos. Las posiciones eran varia-
das: cuclillas, acostadas, o sentadas en la silla
de partos. La experiencia siguió causando
pavor entre las madres, debido a las altas
probabilidades de morir. Este hecho, quedó
documentado en la publicación de obras co-
mo “The mother´s legacy”, de la escritora Eli-
zabeth Joselin, donde describía sus temores a
no sobrevivir al nacimiento. Los casos de
convulsiones, flebitis, sepsis puerperal,
muerte materna, desproporción cefálico-pél-
vica, prolapso de extremidades, desmembra-
miento o decapitación seguían siendo habi-
tuales. Por tanto, los índices de mortalidad
85
eran elevados. Estos, no sólo se debían a la
ineptitud de las asistentes, sino también a o-
tros factores como la pésima nutrición, las
enfermedades de base y las malas condicio-
nes higiénicas96.
Las mujeres, con una situación económica
solvente, pudieron acceder a la asistencia de
una comadrona o comadrón titulado, que
realizara una maniobra de extracción ade-
cuada. Pero la mayoría, no tuvo acceso a esta
realidad, o contrató a comadronas o coma-
drones no titulados, con resultados aún más
nefastos. En estas condiciones, siguió latente
el recurso a la religión y la superchería.

Fig. 15. Comadrona asistiendo un parto, en compañía de


dos mujeres y el marido. Fuente: Grabado del libro de G.J
Engelman “Die Geburt bei den Urvökern” (1884).

96 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 110.

86
Capítulo 4
La Edad Contemporánea.
Paulatina transición del parto al hospital

La Edad Contemporánea puede catalogar-


se como la época del progreso, un periodo de
metamorfosis, en el que las convulsiones sur-
gidas tras la Revolución Industrial salpica-
rían toda la ideología occidental. El triunfo
de la máquina sobre el hombre, junto al desa-
rrollo del capitalismo, llevaría a una nueva
era posthumanista, caracterizada por el in-
tento de superar las limitaciones corporales a
través de la exaltación tecnológica.
En este escenario, obsesionado por curar
las debilidades constitutivas mediante el uso
de la técnica, se asentó definitivamente la he-
gemonía médica sobre el parto. Trance, que
fue institucionalizado en el ámbito hospitala-
rio y concebido desde una perspectiva medi-
calizada, biotecnológica y protocolizada. Así,
los nacimientos empezaron a interpretarse ú-
nicamente desde su dimensión biológica, es-
terilizándolos en parte de sus componentes
87
emocionales. Las parturientas, que durante
siglos habían dado a luz en el seno de sus do-
micilios, desde una actitud activa, se convir-
tieron ahora en sujetos pasivos de sus pro-
pios alumbramientos. Nacimientos que eran
dirigidos por la disciplina médica en su es-
pacio de poder arquitectónico, el hospital.
Por su parte, las comadronas, que durante
siglos habían ostentado el monopolio sobre
la asistencia al parto, se convirtieron en el
ámbito hospitalario en auxiliares del médico.
Quedó, de esta manera, restringido su campo
competencial únicamente a los partos norma-
les, en presentación cefálica, y bajo la super-
visión del obstetra.

Siglo XIX
La Revolución industrial, acaecida duran-
te el Siglo XIX, produciría una gran explo-
sión demográfica. Las gentes migrarían de
las zonas rurales hacia las urbanas, con el ob-
jetivo de atender la creciente mano de obra
de las industrias. Ello provocaría grandes ha-
cinamientos en las ciudades, y un empeora-
miento alarmante de las condiciones sanita-
rias. Deterioro agravado por las pésimas con-
diciones de los hospitales y las precarias con-
88
diciones de vida de la clase trabajadora, pro-
pias de la Revolución Industria. De esta ma-
nera, el nuevo panorama fabril se caracterizó
por la mala alimentación, las viviendas insa-
lubres, los barrios mal urbanizadas y sin
cloacas, las jornadas laborales extremada-
mente largas, donde mujeres y niños eran
también explotados, y la degradación en el
trabajo. A raíz de esta situación, se produjo
una proliferación de enfermedades infeccio-
sas como la sífilis, la tuberculosis, el cólera, la
fiebre amarilla o la disentería. Y de otras rela-
cionadas con la mala alimentación, como la
pelagra, el raquitismo y el escorbuto, además
de un aumento de los accidentes laborales97.
A estas circunstancias se unió el elevado ín-
dice de mortalidad infantil, que se situaba en
150 por 1000 nacidos vivos, y materna, con
5,4 muertes por 1000 nacimientos98.
Las malas condiciones de vida provoca-
ron el nacimiento de una nueva medicina so-
cial, y de las disciplinas de la higiene. Estás

97 Alvear, C. (1972). El mundo contemporáneo. México: Ed. Jus.


Rule, J. (1990). Clase obrera e industrialización. Barcelona: Críti-
ca.
Ocaña, J.C. (2008). Historia del mundo contemporáneo. Madrid:
McGraw-Hill.
98 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 171.

89
fueron propuestas por Edwin Chadwick, Ru-
dolf Virchow y Florence Nightingale, que a-
postaron por mejorar las condiciones higiéni-
cas del medio ambiente, constituyendo así
los orígenes de la actual medicina preventi-
va99. En 1870 surgió también la teoría micro-
biana, de la mano de Robert Koch, Luis Pas-
teur, y Joseph Lister. Teoría que postulaba
que la naturaleza etiológica de los procesos
infecciosos se situaba en la existencia de mi-
croorganismos concretos. Koch descubrió
que el carbunco era producido por el bacilo
antracis. Por su parte, Pasteur acabó con el
principio de la generación espontánea, al de-
mostrar que la descomposición y fermenta-
ción orgánica se debía al crecimiento de mi-
croorganismos. Por último, Lister aplicaría
este conocimiento desarrollando, mediante la
aplicación de calor, la práctica quirúrgica de
la asepsia y la antisepsia. Se consiguió así
disminuir drásticamente las tasas de mortali-
dad tras las operaciones, principal obstáculo

99 Albert, B. (1981). Rudolf Virchow: the scientist as citizen. Caro-


lina Del Norte: University of North Carolina at chapel Hill.
García Cáceres, U. (2003). Rudolf Virchow: el fundador de la me-
dicina moderna. Perú: U. García Cáceres.

90
para el definitivo despegue de la cirugía100.
En el campo de la obstetricia, destacó la
teoría de Semmelweis sobre la causa séptica
de las fiebres puerperales (1847). A la vez
que M. Sanger perfeccionaba la técnica de la
cesárea en 1882, instituyéndose, como ya se
ha comentado, la intervención clásica con su-
tura de miometrio101.
En este contexto se produciría, a finales
del siglo XIX y principios del siglo XX, una
lenta transición demográfica. De las altas ta-
sas de mortalidad y natalidad, se pasaría
progresivamente a una reducción significati-
va de éstas. En países como Francia, la redu-
cción de los nacimientos ya se había produ-
cido desde finales del siglo XVIII, comenzan-
do en los países del norte de Europa después
de 1870102. En España, sin embargo, esta tran-
sición llegaría una década más tarde103. Pese
a que la reducción de la mortandad se atribu-
yó a los avances en la tecnología sanitaria,

100 Laín, P. (1963). Historia de la medicina moderna y contemporá-


nea. Barcelona: Editorial Científico-Médica.
101 Usandizaga, J. op, cit.
102 Knibiehler, Y. (2000). op, cit.
103 Perdiguero, E. (1995). Popularización de la higiene en los ma-

nuales de economía doméstica en el tránsito de los siglos XIX al XX.


En Barona (edit.), Trobades: Malaltia i Cultura. Seminari
d’estudis sobre la Ciencia (pp. 225-250). Valencia, p. 297.
91
parece que ésta no fue fruto sólo de su inter-
vénción104. En esta reducción tuvieron más
influencia las variables del medio, que el a-
vance médico. Hay que tener en cuenta, que
el descenso de la mortalidad se generalizó
mucho antes de la aparición de los antibióti-
cos, y de cualquier medicamento eficaz con-
tra las infecciones105. Parece, que entre los
factores contextuales de mayor influencia en
este descenso estuvieron las mejoras en la ali-
mentación, y la elevación del nivel educati-
vo106. De esto último, da fe el hecho de que
cuando se aumentó el periodo formativo de
la población, se produjo una reducción de la
mortalidad infantil de entre un 7% y un 9%,
por cada año adicional de escolarización107.
La elevación de la educación, también fue

104 Bernabéu, J. y Cotanda, S. (1991). Antecedentes históricos


del proceso de socialización de la enfermería española. Desa-
rrollo normativo (1904/1935) Enfermería Científica, 111, 28-36,
p.80.
105 Dopico, F. (2000). Ganando espacios de libertad. La mujer en los

comienzos de la transición demográfica en España. En Duby y Pe-


rrot, Historia de las mujeres. El siglo XIX (pp. 596-611). Ma-
drid: Taurus, p. 598.
106 Foucault, M. (1990). La vida de los hombres infames. Madrid:

La Piqueta, p. 116.
107 Robles, E; Bernabéu, J. y García Benavides, F. (1996). La

transición sanitaria, una visión conceptual. Boletín de la Asocia-


ción de Demografía Histórica, XIV, 1, 117-144, p.130.
92
uno de los factores principales en el descenso
de las tasas de natalidad108.
En lo que respecta a la asistencia al parto,
durante el Siglo XIX se consolidaría la hege-
monía médica sobre el mismo, tanto a nivel
profesional como económico109.

Fig. 16. Médico rea-


lizando una explo-
ración. Fuente:http:
//novabirthcenter.
com.

Podemos afirmar que durante este siglo el


control médico sobre las comadronas ya esta-
ba establecido110, trabajando algunas de ellas
en el ámbito hospitalario bajo la supervisión

108 Bornay, E. (1990). Las hijas de Lilith. Madrid: Cátedra, p. 78.


109 Bumm, E. (1940). op, cit, p. 5.
110 Ortiz, T. (1999). Las matronas y la transmisión de saberes

científicos sobre el parto en la España del siglo XIX. Arenal, 6


(1):55-79, p. 58.
93
y la vigilancia de éstos111. Este siglo no pro-
dujo comadronas relevantes y preparadas,
que hicieran campaña a favor de su profe-
sión. Por ello, la nueva clase de comadronas
hospitalarias, que todavía era muy escasa en
número, aceptó su nuevo papel servil sin re-
chistar. A esta situación, se unió el hecho de
que los escritos médicos seguían despresti-
giando a éstas, en un intento de anularlas
profesionalmente112. Éstos, dedicaban parte
de su contenido a recordarles sus limitados
conocimientos, y su obligación de llamar a
un médico en caso de complicación; “falta-
rían a la Ley y a sus más sagrados deberes
(…) sino se apresurasen a convocar un pro-
fesor entendido y de merecida opinión en los
partos que se separan del orden natural”113.
Esta hegemonía quedaría legislada en los di-
ferentes reglamentos de institucionalización
de la profesión, que se produjeron a lo largo
del siglo. La comadrona no podría de esta

111 Planellas, A. (1891). Apéndice al estudio del parto. En A. Au-


vard, Tratado práctico de partos (359-394). Barcelona: Biblio-
teca Ilustrada de Espasa y Cia. Editores, p. 374.
112 Álvarez, Mª.C. (1988). Las otras profesiones y ocupaciones sa-

nitarias. En La mujer como profesional de la medicina en la Es-


paña del siglo XIX (pp.171-209). Barcelona: Anthropos, p. 180.
113 Alonso Rubio, F. (1866). Manual del arte de Obstetricia para

uso de las matronas. Madrid: Imprenta Nacional, p. 166


94
manera “hacer operación alguna, ni disponer
o recetar medicamentos de ninguna clase,
debiendo llamar en los partos laboriosos y
difíciles a un cirujano aprobado”114. Un ejem-
plo de esta realidad la constituye el caso es-
pañol, en cuyo reglamento del 21 de No-
viembre de 1861, se ponía de manifiesto el
rol de supeditación de ésta. La matrona que-
daba únicamente autorizada para la asis-
tencia del parto normal, teniendo que avisar
al médico en caso de complicación115. En este
sentido, aunque los programas formativos de
las nuevas profesionales aportaban conoci-
mientos técnicos, también recalcaban su la-
bor de subordinación. Éstos, hacían además
hincapié en las cualidades morales de las
candidatas, con el objetivo de asegurar el
control sobre sus características sociales, reli-
giosas y morales116.
Las limitaciones en la formación, estuvie-
ron también condicionadas por los valores
patriarcales de la época117. Así, en el citado

114 Valle, J. y García, M.I. (1994). Las matronas en la Historia.


Un estudio del siglo XIX. Rol de Enfermería, 187, 61-67, p. 66
115 Terré, C. . op, cit, p. 378.
116 Montes, Mª.J. op, cit, p. 30.
117 Siles, J. (1993). Estructura familiar y función social de la

mujer en Alicante (1868-1936). Tesis doctoral, Universidad de


Alicante, Alicante.
95
reglamento de la profesión de 1861 se pedía,
como requisito de acceso para las mujeres
casadas, la presentación de un certificado de
aprobación del marido, además de otro de
buena vida y buenas costumbres avalado por
un párroco118.
La comentada supremacía médica sobre el
parto, llevaría al primer intento histórico de
hospitalización del mismo. Durante el siglo
XIX, se intentó por primera vez su traslado
desde el contexto domiciliario al hospitalario.
Intento que tendría funestas consecuencias,
ya que la asistencia médica al parto en los
hospitales, estuvo directamente relacionada
con las muertes maternas por fiebre puerpe-
ral119. “En esta época la etiología de la fiebre
puerperal era desconocida (aunque sospe-
chada por White y Semmelweiss), por lo que
se transmitía de paciente a paciente a través
del personal. En especial de los médicos a las
madres, ya que éstos efectuaban explora-
ciones post mortem, y a continuación explo-
raciones internas sin lavarse las manos y sin
guantes”120.

118 Álvarez, Mª.C. op, cit, p. 176-177.


119 Thorwald, J. (1970). El siglo de los cirujanos. Barcelona: Desti-
no, p. 249.
120 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 190.

96
Los hospitales se convirtieron por tanto en
un vivero de mortalidad materna. En 1860,
en los hospitales de París la mortalidad ma-
terna era de un 34%, frente a un 4-7% en los
partos acaecidos en el domicilio121.
La mayoría de las investigaciones médicas
consideraron la errónea disposición purulen-
ta de las mujeres, durante el parto y las
menstruaciones, como la principal causa de
mortalidad materna por fiebre puerperal122.
Y ello, a pesar de la teoría de Semmelweiss,
que situaba la etiología de la misma en la fal-
ta de higiene hospitalaria.
De esta manera, se siguió perpetuando la
lógica de pensamiento que consideraba a las
mujeres como contaminantes. Sin embargo,
el rotundo fracaso de la hospitalización del
parto llevaría a postergar este proyecto médi-
co hasta mediados del siglo XX. Momento en
que estaban bien difundidos los preceptos de
antisepsia, promulgados por Lister en 1867.

121 Bernis, C. y Cámara, C. (1982). La mujer y la medicina. En


Durán, Liberación y utopía (pp.205-230). Madrid: Akal, p. 213.
122 Trousseau. (1879). De la infección purulenta. En Clínica Médi-

ca del Hotel-Dieu de París. Tomo IV (527-562) (4ª ed.). Madrid:


Imprenta Médica de Álvarez Hermanos, p. 529.
97
Fig. 17. Ignaz Semmelweis fomentando la higiene en el hospi-
tal General Viena. Fuente: http://www.scielo.cl

Pese a la apuntada supremacía médica so-


bre el parto, las comadronas siguieron du-
rante todo el siglo XIX atendiendo a las par-
turientas en el ámbito domiciliario. Para ello,
no contaron con ayuda o intervención médi-
ca alguna, sobre todo si se trataba de mujeres
de clases bajas y en ámbitos rurales. Eso sí, la
comadrona podía avisar a un médico en caso
de complicación, suponiendo que éste pudie-
se reconocer la gravedad del caso, que estu-
viera disponible, o que quisiera acudir. Pode-
mos concluir que el control médico del parto
se extendió sobre todo sobre la clase acomo-

98
dada123. Mientras, las clases modestas se-
guían llamando a las comadronas, y las más
pobres acudían al hospital, lugar de aprendi-
zaje y experimentación de la ciencia médi-
ca124.

Siglo XX
Desde principios del siglo XX se produci-
ría el desarrollo de las mentalidades diagnós-
ticas: la anatomoclínica, la fisiopatología y la
etiopatológica. Mentalidades, que como es
sabido, configuraron la base de la labor de
los médicos actuales. La biomedicina, se fue
conformando así en una ciencia centrada en
la medicalización de la dimensión corporal
del ser humano, y en el uso de la biotecnolo-
gía. Entre los principales logros médicos del
siglo, destacó el descubrimiento de la penici-
lina. El uso de antibióticos, junto con la difu-
sión de las medidas de asepsia entre los pro-
fesionales, conseguiría disminuir drástica-
mente las infecciones en el medio hospitala-
rio. Ello propiciaría el definitivo transito des-
de el modelo de asistencia domiciliaria al
clínico. Otros avances importantes se produ-

123 Knibiehler, Y. (2000). op, cit, p. 347.


124 Ortiz, T. (1999). op, cit, p. 59.
99
jeron en el campo de la cirugía, los medios
diagnósticos, el trasplante de órganos o la
genética125.
En cuanto al parto, la situación no cambiaría
significativamente con respecto al siglo ante-
rior. Durante la primera mitad del siglo XX,
las mujeres seguirían dando a luz en el ámbi-
to domiciliario, asistidas por comadronas.
Así por ejemplo, en el ámbito anglosajón “la
comadrona seguiría siendo la única respon-
sable de dirigir el parto, a menos que surgie-
ran desviaciones de lo normal, ante las cuales
debía solicitar ayuda médica”126. En el con-
texto español, la encuesta llevada a cabo por
la sección de Ciencias Morales y Políticas del
Ateneo de Madrid en 1901 nos muestra una
situación similar. Así, en las zonas rurales,
“sobre todo si se trataba de clases sociales ba-
jas”127, las comadronas seguían asistiendo el
parto, siendo en este ámbito la presencia del
médico muy escasa. En este ambiente rural la

Simón, Mª.C. (1997). Cuerpo pensado, cuerpo vivido. Normas


y transgresiones en la España del siglo XIX. Arenal. Revista de
Historia de las Mujeres. 4.1:39-57, p. 42.
126 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 266.
127 Limon, A. y Castellote, E. (1980). La medicina popular en tor-

no al embarazo y parto a principios del siglo. En Kenny y De Mi-


guel (coord.), Antropología Médica en España (pp. 227-265).
Barcelona: Anagrama, p. 240.
100
presencia de la comadrona se hacía necesa-
ria, bien por la falta del médico o por “la re-
pugnancia natural de las mujeres a ser asis-
tidas por estos”128.

Fig. 18. Comadrona estadounidense de la época


pesando a un bebé tras asistir un parto domiciliario.
Fuente: http://www. beautifulbrowngirls.com

Durante este periodo, se simultanearon


los saberes médicos con las recomendaciones
mágico-religiosas. Entre las recomendaciones
médicas, destacaban algunas como la limita-
ción del esfuerzo físico durante el embarazo,
la utilización de una dieta frente al comer

128Blanco, J.F. (1986). Usos y costumbres del nacimiento, matrimo-


nio y muerte en Salamanca. Salamanca: Diputación de Salaman-
ca, p. 25-26.
101
por dos129, el evitar impresiones o sorpresas
desagradables130 o la recomendación de que
“todo parto se verificara en la cama”131.
En cuanto a las creencias mágico-religio-
sas, situaban a la embarazada en un estado
liminal, que hacía necesario el desarrollo de
toda una serie de prácticas y rituales preven-
tivos que conferían protección y seguridad.
Prácticas, que iban dirigidas tanto a las muje-
res como a quienes les rodeaban132. Las cre-
encias respecto al embarazo y el parto re-
flejaban las concepciones patriarcales de la
época. Así, se atribuían características positi-
vas a los fetos varones, considerando sus
partos más fáciles, y a las madres portadoras
de estos de mayor belleza durante la gesta-
ción. De igual manera, se atribuía a la imagi-
nación de las embarazadas el poder de in-
fluir negativamente sobre el curso de la ges-
tación133. Los postulados médicos siguieron
manteniendo la teoría de la contaminación

129 De Hoyos, L. (1942). Folklore del embarazo en España. Ana-


les de la Asociación Española para el Progreso, 7, 821-827, p. 823.
130 Simón, Mª.C. (1985). La maternidad en España: ciencia y

superstición. Asclepio XXXVII, 257-278, p. 265.


131 Planellas, A. op, cit, p. 376
132 Montes, Mª.J. op, cit, p. 36.
133 Auvard, A. (1891). Tratado práctico de partos. Barcelona: Bi-

blioteca Ilustrada de Espasa y Cia. Editores., p. 235.


102
femenina. Ello llevó a que se instaurase un
ritual de la higiene, que incluía la desinfe-
cción de los genitales femeninos externos, la
vagina, el cuello uterino, además del uso de
enema para limpieza rectal. Continuaron así
las dudas sobre la posible autoinfección de la
mujer por sus propios fluidos134. Y todo esto,
en un momento en que aún no se había gene-
ralizado el uso de guantes, ni entre los médi-
cos ni entre las comadronas, por lo que la in-
fección provocada por los profesionales si-
guió siendo habitual135. Como respuesta a es-
ta teoría de la contaminación femenina se de-
sarrollaron ritos de purificación, como la mi-
sa de la parida136, cuyo objetivo era contra-
rrestar el potencial contaminador de la puér-
pera antes de su incorporación a la vida so-
cial.
“Desde inicios del siglo XX ya estaban
pues reafirmadas las bases de la hegemonía
de la institución médica con poder sobre la
salud, la enfermedad y el nacimiento”137. El
control “no se operó simplemente por la con-

134 Bumm, E. (1940). op, cit, p. 246.


135 Montes, Mª.J.. op, cit, p. 38.
136 Limon, A. y Castellote, E op, cit, p.247.

Blanco, J.F. op, cit, p. 33.


137 Montes, Mª.J. op, cit, p. 39.

103
ciencia y la ideología, sino que se ejerció en el
cuerpo. El cuerpo se convirtió en una reali-
dad biopolítica y la medicina en una estrate-
gia biopolítica”138. Así, a lo largo del siglo XX
“el control de las mujeres y sus cuerpos ges-
tantes se planteó como una necesidad so-
cial”139. Necesidad de control, sobre la fertili-
dad, la gestación y el nacimiento, que hizo
que, tras la segunda guerra mundial, el parto
empezara lentamente a trasladarse al seno de
los hospitales en países como Inglaterra y
Norteamérica. Esta segunda migración del
nacimiento se debió al atractivo que repre-
sentaba la atención especializada, dada por
los médicos en el seno de los hospitales. A
ello también ayudó la difusión de la falsa
idea de que los hospitales eran centros libres
de bacterias, a pesar de que las infecciones
obstétricas se presentaran más frecuentemen-
te en el seno de los mismos140.
En otros ámbitos, como el español, el fe-
nómeno de hospitalización se postergaría
hasta los años 70. Transición, que se produ-

138 Foucault, M. op, cit, p.125.


139 Montes, Mª.J. op, cit, p. 39.
140 Vélez, A; Palacios, M; Ruiz, A.M. y Ruiz, J.E. (2005). Le-

cciones de historia del dolor. Bogotá D.C: Centro Editorial Uni-


versidad del Rosario.
104
ciría como consecuencia de la llegada del de-
sarrollo económico, y de las nuevas concep-
ciones en materia de salud que se produ-
jeron en nuestro contexto en esta época141.
Así, en 1969 sólo un 44% de los partos se pro-
ducían en los hospitales españoles, para as-
cender a un 82,5% en 1985 y a un 99,1% en
1995142.

Fig. 19. Comadronas en la sala de puérperas de un


hospital de la primera mitad del siglo XX.
Fuente: fotografía de archivo del Royal Women’s Hospital
(Victoria, Australia).

141 García Martínez, M.J. (2008). Historia del arte de los partos
en el ámbito familiar. Cultura de los cuidados. Año XII, 24, 40-47.
142 Llácer, A. (2000). Objetivo 8: Mejorar la salud de las mujeres,

Informe SESPAS 2000, la Salud Pública ante los desafíos del nuevo
siglo, p. 1.
105
La definitiva institucionalización del par-
to, a partir de los años 70, provocaría una au-
téntica revolución en el modo de dar a luz.
Revolución, que transformaría las vivencias
de las parturientas, y el rol clínico de las co-
madronas, y demás profesionales implicados
en el proceso. Tras la hospitalización, el parto
se convirtió en un proceso medicalizado, bio-
tecnológico y protocolizado143. Se introduje-
ron cambios como la inducción del parto con
oxitocina, la rotura sistemática de la bolsa de
aguas, la utilización de bombas de perfusión
o el uso de cardio-tocógrafos que registraban
la actividad uterina y el latido cardiofetal. Se
difundió también el uso de la anestesia epi-
dural, que disminuyó el número de partos
eutócicos, aumentando el uso del fórceps, y
la introducción médica del partograma, que
proporcionó un registro de los cambios físi-
cos del parto, pero dejó sin registrar las res-
puestas subjetivas y los aspectos psicológicos
del mismo. Estas innovaciones modificaron
totalmente la naturaleza y desarrollo de los
alumbramientos. Estos, se hicieron más dolo-
rosos, debido a la utilización de oxitocina y a

Hernández Garre, J.M. (2011). El parto hospitalario e inter-


143

vencionista. Una construcción social de la maternidad. Tesis


doctoral. Universidad de Murcia, Murcia., p. 62.
106
la rotura prematura de membranas como
métodos de inducción, justificándose a su
vez una mayor utilización de la epidural144.
Los asistentes desviaron su atención de la
parturienta al control de los parámetros fi-
siológicos del parto, registrados mediante el
uso de aparatos tecnológicos, esterilizando
así el proceso de su dimensión emocional145.
Este modelo de asistencia medicalizado pro-
vocó la inmovilidad de las mujeres durante
el parto, al concebirlas como sujetos pasivos
de su propio proceso. Además, alteró el rol
de las comadronas, que pasaron de la asis-
tencia a las parturientas a la simple ayuda al
obstetra o anestesista146. Desde este momen-
to, dar a luz ya no fue algo que hacían las
mujeres, sino algo que los médicos les hacían
a las mujeres147.
La implantación del modelo medico-hos-
pitalario del parto, hizo que se perpetuaran
una serie de prácticas de rutina en el parito-
rio. Prácticas en sí mismas neutras, si se apli-
can cuando son oportunas, pero que pueden

144 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 319- 322.


145 Hernández Garre, J.M. (2011). op, cit, p.83.
146 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 319.
147 Tweedie, J. (1974). Polished Delivery. Guardian, 13 de Oc-

tubre.
107
adquirir una cualidad negativa violenta si se
aplican de forma protocolaria y sistemática a
la totalidad de las mujeres, con el objetivo de
someterlas a una concepción del parto meca-
nicista y medicalizada. El parto hospitalario
no buscaba facilitar el proceso natural, sino
sustituirlo, esterilizando de paso su dimen-
sión emocional y espiritual, por un proceso
artificial que no dejaba que se produjera es-
pontáneamente.

Fig. 20. Fórceps y espátulas. Utensilios utilizados


en el parto instrumentado.
Fuente: http://www.en colombia.com/medicina.

Se sustituyó así, a lo largo del siglo XX, un


proceso sofisticado, sabio y natural por un
108
conjunto de técnicas destinadas a “salvar” a
la madre y al bebé del lance en que la propia
atención hospitalaria recibida les había colo-
cado148. Se trató pues de un proceso de iatro-
génesis médica, que llevó a algunos autores a
afirmar que tan “sólo la malnutrición moder-
na lesionaba a más gente que la enfermedad
iatrogénica en sus diversas manifestacio-
nes”149.

En resumen, se puede afirmar que la vi-


vencia del parto fue una experiencia desigual
a lo largo de la Edad Contemporánea. Así,
durante el siglo XIX y la primera mitad del
siglo XX, el parto siguió aconteciendo mayo-
ritariamente en el seno domiciliario. Y cuan-
do esto no fue así, el riesgo de fiebre puer-
peral se multiplicó gravemente, al estar ésta
relacionada con la asistencia médica en el se-
no de los hospitales150. En el ámbito domici-
liario, el proceso siguió siendo asistido por
las comadronas, dando las mujeres a luz en
muy diversas posiciones que respondían a

148 Odent, M. (1999). La cientificación del amor. Argentina: Crea


Vida.
149 Illich, I. (1978). Némesis Médica. México DF: Joaquín Mortiz,

p. 38.
150 Thorwald, J. (1970). op, cit, 249.

109
las modas de la localidad151. El marido estaba
presente en el proceso, de lo que da testimo-
nio el hecho de que muchas mujeres parían
sentadas sobre sus piernas152. Sin embargo,
esta realidad cambiaría tras la definitiva hos-
pitalización del nacimiento, durante la se-
gunda mitad del siglo XX. Quedando a partir
de ese momento el espacio para la relación
humana subyugado a la relación tecnológica.
Como consecuencia, los asistentes empeza-
ron a estar más atentos a la decodificación de
las señales del cuerpo, que a la voz de las pa-
cientes153. Ello implicó una pérdida de prota-
gonismo de éstas, al ser interpretadas como
un sujeto pasivo de su propio proceso. En es-
te contexto, las comadronas quedaron relega-
das, en parte, al rol de simples asistentes del
médico obstetra.

151 Bumm, E. op, cit, p. 251.


Planellas, A. op, cit, p. 376.
152 Limon, A. y Castellote, E op, cit, p. 240.
153 Cunha. C. y Ojeda. C.L. (2006). Enfermería y apoyo emo-

cional: la perspectiva de la parturienta. Revista de Psicología de


la Universidad de Chile, (15) 1, 55-71.
110
Capítulo 5
Siglo XXI.
Las comadronas y los movimientos de
desmedicalización del nacimiento

Con la llegada del nuevo milenio, factores


como la crisis ecológica, los abusos de la in-
geniería genética, o la supeditación del ser
humano a los intereses consumistas, lleva-
rían a una reacción disidente, a una vuelta a
lo natural, al humanismo primigenio. Movi-
miento que perseguía una mayor conexión
del ser humano con su esencia natural, una
liberación de la esclavitud tecnológica, que
había pasado en las últimas décadas a ser un
fin en sí misma. El asfalto, el ruido, el humo
de las máquinas, habían saturado los senti-
dos de una sociedad occidental, que instala-
da en el alquitrán, quería escuchar de nuevo
el sutil susurro de sus instintos más gutura-
les.
En este caldo de cultivo, se produciría,
desde finales del siglo XX, una reacción con-
tra la excesiva medicalización del parto a-
111
caecida en los hospitales occidentales. Las co-
madronas serían uno de los colectivos más
implicados en este movimiento desmedicali-
zador. Éstas, amparadas por el propio colec-
tivo de madres, y por ciertos movimientos fe-
ministas de corte naturista, solicitaron una
mayor humanización del nacimiento, a la vez
que reclamaban un mayor protagonismo pa-
ra las madres durante sus partos. Este interés
por humanizar la maternidad, tuvo también
su traducción en las diferentes estrategias e-
mitidas por organismos como la OMS. Estra-
tegias, en las que además se establecía que
las comadronas eran las profesionales más
capacitadas para asistir el parto normal, y su-
ministrar cuidados durante todo el ciclo re-
productor femenino.
Todo ello, supuso un nuevo respaldo para
la disciplina de la partería, recuperando en
parte las competencias perdidas sobre el em-
barazo, parto y puerperio normales. Sin em-
bargo, estas recomendaciones, y estrategias a
favor de la humanización del nacimiento, tu-
vieron un seguimiento desigual en el contex-
to occidental. Seguimiento e implantación
que fue más evidente en los países del norte
de Europa, donde el reconocimiento profe-

112
sional y competencial de las comadronas era
mayor.

Finales del Siglo XX y principios del Siglo


XXI
La excesiva medicalización del parto, pro-
ducida tras su institucionalización definitiva
en el seno de los hospitales, supuso una au-
téntica revolución del nacimiento. Ello alteró,
como ya hemos visto, el rol profesional de las
matronas. “El bienestar y los deseos de los
individuos se sacrificaron gradualmente en
aras de los intereses burocráticos y profesio-
nales. En primer lugar, la comadrona se vio
apartada del cuidado obstétrico; en segundo
lugar, los partos institucionales sustituyeron
a los domiciliarios, y en tercero, se permitió
que la tecnología adquiriera más importancia
que las necesidades de los individuos”154.
Este nuevo escenario para los nacimientos
provocaría, desde finales del siglo XX, diver-
sas reacciones de repulsa, cuyo objetivo iba
destinado a conseguir su paulatina desmedi-
calización. Desmedicalización dirigida a re-
ducir el número de intervenciones, y a au-

154Huntingford, P. (1978). Obstetric Practice: Past, Present and


Future. In Place of Birth. Oxford: Oxford University Press, p. 8.
113
mentar la participación de las mujeres res-
pecto a sus deseos de cómo querían realizar
su parto y el nacimiento de su hijo. Se trataba
de que las madres abandonaran la actitud
pasiva, que en ellas se esperaba, y tomaran
parte activa y dinámica en el parto. Recupe-
rando las comadronas, de paso, su papel his-
tórico en el ámbito de la asistencia al naci-
miento. En definitiva, se pretendía que las
madres compartieran objetivos y decisiones
con los profesionales, que además de cuidar
de su seguridad física, debían considerar
también sus dimensiones afectivas, psicológi-
cas y sociales155.
Uno de estos movimientos de protesta lo
iniciaron las propias afectadas, que empeza-
ron a demandar un mayor protagonismo, y
su derecho de autonomía y elección. Éstas,
deseaban elegir el lugar y la manera en que
iban a dar a luz a sus hijos. Querían recibir
todo tipo de información ante cualquier fár-
maco, prueba o intervención, y demandaban
la oportunidad de negarse ante las interven-
ciones tecnológicas rutinarias. Las interesa-

155Chalmers, B; Mangiaterra, V. y Porter, R. (2001). WHO


principles of perinatal care: the essential antenatal, perinatal,
and postpartum care course. Birth, 28, 202-207, p. 204.
114
das consideraban que estos eran derechos
inalienables.
Estas reivindicaciones, se vieron además
apoyadas por los movimientos feministas,
surgidos desde principios de los años 70, di-
rigidos a la recuperación de los procesos re-
productivos. Para estos movimientos, el des-
conocimiento en el que se mantenía a las mu-
jeres era una forma de control patriarcal. Por
ello, proponían el conocimiento como una
forma de liberación, recuperando así su terri-
torio colonizado, su propio cuerpo156. Desde
estas posiciones feministas, se reivindicaba
“una reapropiación de la experiencia física y
psicológica de la maternidad por parte de las
mujeres y, junto a ello, una reapropiación del
cuerpo”157.
Otro colectivo que secundó las demandas
de desmedicalización del parto fue el de las
comadronas, que apostaron fuertemente por
la recuperación de la dimensión emotiva del
proceso. El movimiento no fue igualmente a-

156 Taboada, L. (1978). Cuaderno feminista. Introducción al Self-


help. Colección: Las desobedientes. Barcelona: Fontanella, p.
12.
157 Imaz, E. (2001). Mujeres gestantes, madres en gestación:

Metáforas de un cuerpo fronterizo. Universidad del País Vas-


co. Política y Sociedad, 36, 97-111, p. 107.
115
poyado por todos los colectivos profesiona-
les, sino que estuvo encabezado fundamen-
talmente por el gremio de matronas, aunque
eso sí con el apoyo puntual de algunos obste-
tras. Así, determinados “médicos y obstetras
se unieron a las comadronas para expresar su
profundo malestar por el escenario obstétrico
y empezaron a reconocer el error de clasificar
todos los embarazos como de riesgo o alto
riesgo”158. Entre los obstetras, que defendie-
ron el parto sin intervención, destacaron al-
gunos como Michael Odent, que apostó por
la naturalización del nacimiento y la recupe-
ración de su dimensión emocional159, o el su-
damericano Caldeyro-Barcia, que demostró
los beneficios fisiológicos del parto natural.
Caldeyro-Barcia expuso en sus estudios que
las mujeres que caminaban durante la dilata-
ción tenían contracciones más eficaces y me-
nos dolorosas, disminuyéndose así la necesi-
dad de analgesia. Aclaró también, que dar a
luz sentada en una silla prevenía el síndrome
de hipotensión supina y aumentaba la perfu-
sión placentaria y la oxigenación fetal. Por

Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 355.


158

Odent, M. (1990). El bebé es un mamífero. Madrid: Mandala.


159

Odent, M. (2005). El nacimiento de los mamíferos humanos.


Ob Stare, 19:57-63.
116
ello, en esta posición las concentraciones de
oxigeno en sangre eran satisfactorias, aun
cuando el expulsivo duraba 120 minutos, eso
sí siempre que se evitaran los pujos organiza-
dos. Además, sus estudios revelaban que
cuando la madre se colocaba en posición sen-
tada o de cuclillas el nacimiento se acortada.
Ante estos resultados, Caldeyro-Barcia defi-
nió lo que él consideraba como el control mo-
derno y humanizado del parto normal. Con-
trol que implicaba una reconversión de los
servicios obstétricos hospitalarios tradiciona-
les160.

Fig. 21. Dr. Caldeyro-


Barcia. Fuente: http://
jmb.rsmjournals.com

Caldeyro-Barcia, R. (1979). Physiological and Psychological


160

Bases for the Modern and Humanised Management of Nor-


mal Labor. Scientific Publication of the Centro Latino Americano
De Perinatología y Desarrollo Humano (Montevideo, Uruguay),
627.
117
Como respuesta a estas propuestas reno-
vadoras, se empezaron a crear “un número
creciente de unidades hospitalarias que si-
mulaban las condiciones de la propia casa.
Aquí el parto podía ser fisiológico, estando la
madre en actitud activa y libre para adoptar
la postura de su elección”161. A estas eviden-
cias se sumaron también toda una serie de
estudios, como los de Tew162 y Olsen163, que
ponían en duda las supuestas ventajas de la
hospitalización del parto, y su influencia en
la disminución de las cifras de morbimortali-
dad materno-fetal. Las investigaciones, de-
mostraban que el parto domiciliario, asistido
por matronas, era igual de seguro pero gene-
raba menos iatrogenia. Como consecuencia
de la difusión de estos datos, se produjo una
movilización de los diferentes colectivos im-
plicados: asociaciones de mujeres, movi-
mientos feministas y gremios profesionales
como el de las matronas. Los grupos de pre-
sión pedían ahora la desinstitucionalización
definitiva del parto. Se trataba de un movi-

161Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 367.


162 Tew, M. (1990). Safer childbirth: a Critical History of Maternity
Care. New York: Oxford University Press.
163 Olsen, O. (1997). Meta-analysis of the safety of Home Birth.

BIRTH; Issues in perinatal care, 24 (1), 4-13.


118
miento que abogaba por el parto natural, y
que iba más allá de la humanización del mis-
mo en el seno hospitalario, para pedir su res-
titución al contexto domiciliario. Se empezó a
defender que no había “razones fundadas
para estructurar los servicios de maternidad
de forma que todos los nacimientos tuvieran
lugar en el ambiente altamente técnico y clí-
nico de las unidades obstétricas del hospi-
tal”164. Desde estas posturas, se defendía que
no había motivo por el que no pudiera “ser
de libre disposición el lugar donde las ma-
dres tuvieran a sus hijos, apostando por dar-
les la oportunidad de dar a luz en el ambien-
te no clínico de sus hogares”165.

Fig. 22. Silla de par-


tos. Fuente: http://
www. comadronas.
com

Estos movimientos sociales de desmedica-


lización del parto, tuvieron su traducción en

164 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 358.


165 Ibídem, op, cit, p. 358.
119
las recomendaciones y directrices de diver-
sos organismos oficiales. Así, se publicaron
diferentes documentos en favor de la huma-
nización del parto normal. Escritos interna-
cionales como la “Declaración de Fortaleza”
(1985) o la “Guía práctica sobre el cuidado en el
parto normal” (1996), publicadas por la OMS.
U otros como la “Estrategia para la atención al
parto normal” (2007), emitida por el Ministe-
rio de Sanidad y Consumo (MSC) español, o
los publicados por sociedades científicas es-
pañolas como las “Recomendaciones sobre la
asistencia al parto normal” (2008), difundidas
por la SEGO, o el “Documento de iniciativa a
favor del parto normal” (2008), editado por la
FAME. Como consecuencia de estas nuevas
filosofías y estrategias se produjo, en muchos
países europeos, una disminución de las in-
tervenciones médicas en el nacimiento166.
Así, en países como Inglaterra o Alemania
proliferaron unidades hospitalarias de baja
intervención para el nacimiento, y en otros,

166 Fernández Del Castillo, I. (1994). La revolución del nacimien-


to. En busca de un parto más humano y menos traumático. Madrid:
EDAF, S.A.
Berghammer, K.; Ahner, R. y Husslein, P. (1995). Gebären und
geboren wenden. Universitäts Frauenklinik. Viena: Formato ví-
deo.
120
como Bélgica, Holanda o los países Escandi-
navos, los partos se mantuvieron o regresa-
ron al seno domiciliario.

Fig. 23. Bañera de partos.


Fuente: http://tomgeone gra.blogspot.com

Los estudios y documentos mencionados,


supusieron además un gran respaldo para la
profesión de las comadronas. Estos, especifi-
caban que ellas eran las profesionales más ca-
pacitadas para el control y la asistencia de los
embarazos, partos y puerperios normales.
Ello, junto con la inclusión de sus planes for-
mativos en el ámbito universitario167, ayuda-
ría a delimitar una esfera competencial al
margen de la medicina. Nacía así una nueva
matronería profesional, caracterizada por el

167En España la primera promoción de matronas universita-


rias empezaría su formación en 1992.
121
reconocimiento de su autonomía profesional
en el campo del embarazo, parto y puerperio
normales. Así como en el control del ciclo re-
productivo de la mujer, incluyendo la plani-
ficación familiar, el diagnóstico precoz del
cáncer ginecológico y el asesoramiento en la
menopausia.
Sin embargo, el seguimiento de todas es-
tas evidencias y recomendaciones, que acon-
sejan una disminución del intervencionismo
médico, y una recuperación del papel tradi-
cional de las matronas en la asistencia al par-
to, ha sido desigual según el contexto euro-
peo. Así en muchos países, el parto hospita-
lario e intervencionista ha continuado siendo
el mayoritario y legitimado institucionalmen-
te168, quedando a su vez el papel de las ma-
tronas relegado a un perfil competencial téc-
nico-dependiente, no profesional. Y si bien es
cierto que en estos países se han desarrollado
prácticas alternativas, dentro del sistema de
salud estatal, éstas resultan puntuales e insu-
ficientes. Así, la asistencia al parto desde
perspectivas menos medicalizadas ha queda-
do en estos países, de corte intervencionista,

168Martin, E. (1987). The Woman in the Body. Boston: Beacon


Press, p. 13.
122
en manos de un sector privado muy mino-
ritario. Sector constituido por algunas insti-
tuciones de asistencia alternativa169, o por la
asistencia puntual, y al margen del sistema
estatal, de comadronas en el ámbito domi-
ciliario.

169Un ejemplo, en el ámbito español, es la Clínica Acuarius.


Institución ubicada en Alicante y destinada a la asistencia del
parto en el agua.
123
124
Capítulo 6
Biografías.
Comadronas relevantes en la historia

En capítulos anteriores, se ha realizado


una exposición de la evolución de la ciencia
de la partería, a lo largo de las diferentes eta-
pas históricas. Una vez dibujada esta pers-
pectiva general de la disciplina, en el presen-
te epígrafe se expondrán las biografías de las
comadronas más relevantes de la historia.
Biografías que presentan varios puntos en
común, al tratarse de historias de vida fruto
de una sociedad patriarcal que vetaba la for-
mación formal a las mujeres comadronas.
Las competencias de estas asistentes al parto
se han visto históricamente cuestionadas, al
entrar en contraposición con la disciplina de
la salud históricamente hegemónica, la medi-
cina. Ciencia médica, que encarnada tradicio-
nalmente por figuras masculinas, con acceso
a la educación institucionalizada, ha ido im-
plantando su monopolio en los temas gineco-
obstétricos. La exploración de las vidas de es-
125
tas insignes profesionales, pasa pues por la
comprensión de las características y circuns-
tancias sociales en las que se vieron inscritas.
Circunstancias y conformaciones culturales
contra las que a veces se revelaron, siendo in-
cluso juzgadas y perseguidas por ello.
Recogemos, de esta manera, las biografías
que han marcado el desarrollo de la matro-
nería, reflejando a su vez los obstáculos y
evoluciones por los que ha pasado esta cien-
cia milenaria. Se seguirá para ello un orden
cronológico, partiendo de figuras de la Gre-
cia Clásica, como Agnodiké, para terminar
con matronas de la Edad Contemporánea,
como Mary Carson o Elvira Morera.

Agnodiké
Fue una comadrona de la Grecia Clásica,
conocida como la “comadrona de Atenas”,
que vivió en torno al año 300 a.C. Aunque no
existen demasiadas referencias sobre su bio-
grafía, es un personaje que aparece en libros
clásicos recopilatorios sobre cuidados y cura-
ción, tanto griegos como latinos. Su figura es-
tá presente en la tradición griega, como un
símbolo de coraje y rebeldía femeninos.

126
Parece que se trató de una joven culta y
disidente de alta sociedad ateniense, intere-
sada por la lectura y la educación, ante la
frustración de observar como sus familiares y
conocidos varones tenían acceso a la misma.

Fig. 24. Agnodiké.


Fuente: retrato incluido en el libro “Biographie des
sages-femmes célèbres” de Alois Delacoux (1834).

Todo ello, la llevó a disfrazarse de hombre


y estudiar todo lo referente a la asistencia al
parto en los círculos de formación masculina
de la lejana Alejandría. Su motivación por los
temas obstétricos, surgió como consecuencia
de la franca objeción y modestia de las muje-
res de la época a exponerse desnudas delan-
te de los hombres. Así, recibió formación del
médico y anatomista ateniense Herófilo, que

127
fue el primero en realizar disecciones anató-
micas en público, identificando el cerebro co-
mo sede de la inteligencia, y distinguiendo
entre venas y arterias170.
Tras recibir su formación volvió a Atenas,
sin revelar aún su verdadera identidad de
mujer. Una vez allí, cuenta la leyenda que es-
cuchó el grito de auxilio de una mujer que
iba a dar a luz, ella la intentó socorrer, pero
la mujer rechazó su ayuda al verle como
hombre. Entonces, conmovida, reveló su au-
téntica identidad para que le permitiese asis-
tirle el parto. El secreto pasó de boca en boca
entre las mujeres más poderosas de Atenas.
De este modo, la demanda de sus servicios,
tanto para la asistencia al parto como para el
cuidado de otras molestias de la mujer, fue e-
norme. Esto afectó gravemente las ganancias
de los médicos varones, lo que los llevó a de-
mandarla con falsas infundías. Los galenos la
calumniaron, afirmando que aprovechaba su
profesión de partera para corromper la pul-
critud de las mujeres casadas de la ciudad171.

170Alic, M. op, cit, p. 43.


171McMaster, G.T. (1912). Ancient Greece. The First Woman
Practitioner (Agnodice) of Midwifery and the Care of Infants
in Athens, 300 BC. American Medicine, New Series B (4), 202-5,
p. 202.
128
Fue también acusada de realizar varias viola-
ciones a pacientes y de practicar abortos ante
el areópago. Se trató de uno de los primeros
pleitos, de los que se tiene referencia, entre
comadronas y médicos. Pleitos, que serían
una constante durante toda la historia de las
mismas. Ante las infamias, Agnodiké no tu-
vo más remedio que revelar su verdadero se-
xo, siendo acusada entonces de practicar ile-
galmente las artes médicas. La famosa coma-
drona declaró en su defensa que había reali-
zado cesáreas con éxito172. Pese a ello, fue
condenada a la pena capital, por utilizar re-
medios médicos y acceder a una formación
prohibida para las mujeres de la época. Sin
embargo, las mujeres nobles de Atenas solici-
taron clemencia, declarando en el Areópago
que si la condenaban “ya no los reconocerían
como esposos o amigos, sino como crueles e-
nemigos que condenaban a muerte a aquella
que les había devuelto la salud, protestando
que todas morirían con ella si era ejecuta-
da”173. Presionados por la multitud, los ma-
gistrados absolvieron a Agnodiké, y redacta-

172 Chamberlain, M. (1981). Old Wives´Tales. Their History, Re-


medies and Spells. London: Virago.
173 Jex-Blake. S. (1886). Medical Woman: A thesis and History (2

Ed.). Edinburgh: Oliphant, Anderson, and Ferrier, p. 11.


129
ron una nueva ley por la que tres comadro-
nas podrían ejercer el arte de la partería y los
cuidados de la mujer en Atenas174.

Trótula
Existe cierta controversia sobre la auténti-
ca identidad de esta figura histórica. La ma-
yoría de historiadores, coinciden en señalar
que Trótula fue un personaje que vivió entor-
no al siglo XI y recibió formación en la Escue-
la de Salerno, primera escuela de medicina
fundada durante la cristiandad. Sin embargo,
no existe consenso sobre su sexo o su verda-
dera profesión.

Fig. 25. Trótula.


Fuente: retrato de John William Waterhouse.
(1849-1917).

174Potter, J. (1764). Archaeologia Graeca; or the antiquities of


Grece, vol II. London: Printed for W. Strahan [et al.], pp. 324-5.
130
La primera tesis al respecto parte de Karl
Sudhoff, reconocido historiador alemán de fi-
nales del siglo XIX, que consideraba que las
famosas damas médicas de la escuela de Sa-
lerno, entre las que se encontraba Trótula,
eran en realidad comadronas o enfermeras, y
no médicos. Sudhoff utilizó esta premisa pa-
ra defender que los escritos atribuidos a Tró-
tula no pudieron ser escritos por ella, ya que
eran demasiado complicados para una sim-
ple comadrona. Ello, le llevó a defender la te-
sis de que fueron escritos por un hombre mé-
dico, que escondía su auténtica identidad. El
aparente médico habría utilizado un seudó-
nimo, al ser en el Medievo ofensivo que un
hombre se interesase por los temas de la mu-
jer. Suponiendo además una rebaja profesio-
nal, al ser considerados estos temas por de-
bajo y fuera la esfera médica. Esta hipótesis
fue también secundada por un coetáneo de
Sudhoff, el prestigioso historiador de la me-
dicina británico Charles Singer. Singer consi-
deraba que los escritos de Trótula eran en
realidad una obra de erotismo disfrazada de
ginecología. Por lo que su verdadero autor
masculino se habría ocultado bajo un seudó-

131
nimo femenino, para ocultar su naturaleza
pornográfica175. Por su parte, Pagel interpre-
taba que en realidad el nombre Trótula hacía
referencia a una colección de escritos obsté-
tricos de la época. Estas teorías se sustentan
en la confusión que existe en torno a la obra
de Trótula, y a las múltiples ediciones y com-
pilaciones que se hicieron de la misma desde
el siglo XI. Ya en el siglo XII, algunas copias
manuscritas se atribuían a su marido, y en
algunas transcripciones posteriores se susti-
tuía el nombre femenino Trótula por el mas-
culino Trottus. Incluso en algunas otras, co-
mo la de Kaspar Wolff de 1566, se atribuía la
obra a Eros Juliae, un médico grecorromano
que mostró cierto interés por los temas obsté-
tricos, asistiendo a Julia, la hija del empera-
dor Augusto176. Esta suposición resulta inex-
plicable, sobre todo si tenemos en cuenta que
Eros Juliae vivió mucho antes que algunos de
los personajes que se mencionan en los escri-
tos de Trótula. Las incongruencias de estas
tesis, que convierten a Trótula en un médico
masculino, o en una recopilación de textos,
nos hacen pensar que detrás de las mismas

175 Alic, M. op, cit, p. 71.


176 Ibídem. op, cit, p. 70.
132
se esconden ciertos intereses competenciales
de la disciplina médica. Intereses, ya apunta-
dos en este texto, por los que los cirujanos,
comadrones y médicos masculinos de los si-
glos XVII, XVIII y XIX estarían interesados
en introducirse, de forma paulatina, en temas
ginecoobstétricos. Temas que hasta el mo-
mento habían sido patrimonio exclusivo de
las comadronas.
Otra tesis sostenida, en torno a la identi-
dad de Trótula, es que en realidad se trataba
de una mujer médica. Esta tesis partió de his-
toriadores italianos como Mazza y Castiglio-
ni, que defendieron que entre los estudiantes
de la Escuela de Salermo había mujeres. Sos-
teniendo incluso, que en los primeros tiem-
pos los maestros más importantes de la es-
cuela fueron féminas177. Este supuesto se a-
poyaría en el hecho de que en la obra “De
agritudinum curatione”, texto clásico salernino
compilado en el siglo XII, aparece Trótula
entre los siete principales maestros de la es-
cuela178. A esta realidad, se sumó la confu-

177 Mazza, A. (1681). Historium epitome de rebus salernitatis.


Nápoles, p. 128.
178 Castiglioni. A. (1947). A history of Medicine, 2a ed (translated

from the Italian and edited by E.B. Krumbhaar). New York :


A.A. Knopf, p. 315.
133
sión surgida en las ediciones posteriores a los
escritos originales de Trótula, ya que en éstos
se añadieron toda una serie de problemas
médicos generales como el cáncer, la sordera
o enfermedades de los ojos. Ello, ayudó a di-
fundir la hipótesis de que se trataba de una
mujer médico y no de una comadrona, a pe-
sar de que esa parte del texto fuera añadida a
posteriori por otros autores.
Estos supuestos, son también compartidos
por ciertas obstetras de corte feminista de
principios del siglo XX, tales como la Dr.
Hurd-Mead, que no dudaron en atribuir a
Trótula el rol profesional de médico. Así la
propia Dr. Hur-Mead comentando la obra de
Trótula afirmaba:
“Se nota la mano suave de la mujer doctora
en cada página. Está lleno de sentido común,
es práctico, está al día para su época, de he-
cho se adelanta mucho al siglo XI”179
Estas obstetras feministas, eran participes
de un feminismo primitivo180 que escondía

179 Hurd-Mead. K. C. (1938). A History of Women in Medicine:


From the Earliest Times to the Beginning of the Nineteenth Centu-
ry. Haddan Connecticut: The Haddan Press, p. 364.
180 Se trata de un primer movimiento feminista, acaecido du-

rante la primera mitad del siglo XX, de la mano de feministas


134
una clara reivindicación frente a los obstetras
masculinos, además de un cierto menospre-
cio hacia las comadronas181. Las autoras de
esta corriente, consideraban que atribuir a
Trótula el rol profesional de comadrona re-
duciría su nivel profesional. Por ello, prefirie-
ron considerarla médico, en lugar de defen-
der la importancia histórica de su obra desde

como Margaret Mead, y encabezado por la filosofa existen-


cialista Simone de Beauvoir. Este feminismo inicial perseguía
la igualdad de la mujer con respecto al hombre, y para ello
propugnaba la adopción de roles y conductas consideradas
hasta el momento como tradicionalmente masculinas. El mo-
vimiento, pretendía la incorporación de la mujer al trabajo y el
acceso a profesiones consideradas tradicionalmente como
masculinas. En este contexto, se ubican los movimientos de
reivindicación de las primeras mujeres médico, de finales del
siglo XIX y principios del siglo XX, por ser reconocidas so-
cialmente y aceptadas por sus colegas masculinos. Esta co-
rriente se refleja en la filmografía de la época, en la que por
primera vez las mujeres empiezan a representar roles profe-
sionales tradicionalmente masculinos, adoptando además
conductas masculinas estereotipadas para la época como fu-
mar o llevar pantalones.
181 Este menosprecio de las primeras obstetras femeninas hacía

las comadronas, escondía intereses personales y competen-


ciales. Tal como exponen Tower and Bramall para el caso
inglés: “cuando las mujeres se graduaron como médicos (a
finales del siglo XIX) abandonaron la causas de las comadro-
nas (de conseguir un mayor nivel competencial), quizá por in-
tereses propios, ya que consideraban a las comadronas forma-
das como competidoras directas” (1997, p. 201).
135
la idiosincrasia de una profesión tradicional-
mente femenina como la de comadrona.
Por último, una tercera tesis esgrime que
Trótula en realidad era una mujer comadro-
na, que tuvo la posibilidad de recibir forma-
ción médica en la Escuela de Salerno. Esta te-
sis parte del hecho de que Trótula es un
nombre femenino, por lo no existiría base só-
lida para cuestionar su identidad femenina,
contraponiéndose de esta manera a la prime-
ra de las hipótesis. En segundo lugar, se ar-
gumenta que Trótula dirigió sus escritos a
los cuidados de la mujer. Abarcando temas
como el embarazo, parto, puerperio, o los
cuidados del recién nacido, que eran com-
petencia exclusiva de las comadronas en a-
quella época. Por ello, su rol profesional co-
mo comadrona sería algo más que probable.
Además, hay que tener en cuenta que su o-
bra se dirigía principalmente al colectivo de
comadronas, a las que consideraba como las
profesionales que debían actuar en los temas
obstétricos, tanto en casos de normalidad co-
mo de patología. Baste un fragmento de su
texto principal para refutar este dato:
“Si la criatura no se presenta en el orden en
que debería, es decir si las piernas y los bra-

136
zos vienen primero, vuelva la comadrona,
con su mano pequeña y cuidadosa humede-
cida en un conocimiento de linaza y garban-
zo, a colocar al niño en su lugar”182.
Otro dato a favor de esta tesis, es que Tró-
tula incluyó en su obra conocimientos prove-
nientes de la ciencia de la partería, y ajenos a
la medicina de la época:
“Debe notarse que hay ciertos remedios (…)
que se presentan tal y como las aplican las
comadronas”183.
A ello, se suma que la propia Trótula, en
el prólogo de su obra principal, reconocía
que su interés por los temas ginecoobstétri-
cos partía de su preocupación y caridad por
la situación de las mujeres, y su negación a
ser tratadas por médicos hombres:
“Como estos órganos están localizados en un
sitio apartado, las mujeres por modestia y
fragilidad, y delicadeza del estado de estas
partes, no se atreven a revelar la dificultad

182 Mason-Hahl, E. (1940). The Diseases of Women by Trótula


of Salerno: A Translation of "Passionibus mulierum curando-
rum". Hollywood, Calif.: Ward Ritchie Press (An English
translation based on the 1547 Aldine, Venice), p. 23.
183 Ibídem, op, cit p. 22.

137
de sus enfermedades a un médico hombre.
Por lo cual, yo apiadándome de sus desven-
turas y por instigación de cierta matrona
(mujer noble), empecé a estudiar cuidadosa-
mente las enfermedades que con mayor fre-
cuencia afligen al sexo femenino”184.
Otro dato a favor de esta tesis, es el hecho
de que editores como Salvatore de Renzi, e-
ditor de los tratados salerninos en el Siglo
XIX, la ubicó como esposa del médico Johan-
nes Platearius185, uno de los fundadores de la
Escuela de Salerno. Ello explicaría que, en un
momento en el que la educación estaba veta-
da para las mujeres, ella y las demás “damas
de Salerno”186 recibieran formación en dicha
escuela.
Por todo ello, aunque no se pueda asegu-
rar con total certeza su identidad, parece que
la hipótesis más plausible sería la de conside-
rarla como una comadrona medieval, que tu-
vo la oportunidad de asistir y formarse en

184 Ibídem, op, cit. pp. 1-2


185 Alic, M. op, cit, p. 67.
186 Junto a Trótula otras mujeres como Salernitana, Constanza,

Calenda, Rebeca Guarna o Abella constituyen el grupo que se


ha dado en llamar como las “damas de Salerno”. Término,
que hace referencia a un grupo de mujeres que recibieron for-
mación en la Escuela de Salerno durante el Medievo.
138
temas médicos en la Escuela de Salerno. El
hecho de asistir a clases de medicina, no la
constituiría per se en una de las primeras gi-
necólogas. Sobre todo, teniendo en cuenta
que las primeras médicos femeninas recono-
cidas, tales como Elizabeth Blackwell187, apa-
recieron a finales siglo XIX. Parece pues más
fidedigno considerar que se trató de una co-
madrona instruida en temas médicos, cuyos
escritos ayudaron a mejorar el estado de la
olvidada ciencia gineco-obstétrica medieval.
Al margen de su identidad, en lo que si
hay consenso es en la importancia de su o-
bra. Dos escritos se atribuyen a Trótula, el
primero y principal titulado “Passionibus mu-
lierum curandorum ante, in, post partum”, co-
nocido más tarde como “Trótula major” o
simplemente “Trótula”. Y otra obra menor ti-
tulada “Ornatu milierum”, conocida como
“Trótula minor” e incorporada más tarde al
tratado principal188. “Trótula major” se impi-

187 Elizabeth Blackwell (1821 -1910) fue la primera mujer que


ejerció como médico en los Estados Unidos. Terminada la
guerra de Secesión en 1868, fundó una Universidad de Medi-
cina para mujeres, marchando al año siguiente a Inglaterra
donde ejercería la cátedra de ginecología hasta su jubilación
en 1907.
188 Rowland, B. (1979). Exhuming Trótula, Sapiens Matrona of

Salerno. Florilegium 1: 42–57.


139
mió por primera vez en Estrasburgo (1544), y
trataba a lo largo de sesenta capítulos sobre
todo tipo de cuidados ginecoobstétricos. Dos
de sus capítulos están dedicados específica-
mente al parto, bajo los títulos de “El dolor del
parto y el terrible sufrimiento de las mujeres an-
tes de dar a luz” y “La retención de las secundi-
nas y el dolor de útero”189. En ellos, trataba so-
bre aspectos como el control natal, el apoyo
perineal durante el parto, la sutura del peri-
neo rasgado tras el nacimiento, los partos di-
fíciles, las diferentes presentaciones intrapar-
to o los cuidados del recién nacido190. Su obra
menor, “Ornatu milierum”, la dedicaba al uso
de cosméticos y ornamentaciones para las
mujeres191. En ella recomendaba a las damas
de su época cuidar de la higiene diaria, reali-
zar ejercicio físico regular, darse masajes con
aceites y llevar una dieta equilibrada y salu-
dable. Añadiendo además toda una serie de
recetas de cosmética femenina contra las a-
rrugas, para mejorar el cabello o para conser-
var los dientes sanos y blancos.
La obra de Trótula, sirvió para recuperar
parte de las enseñanzas de Sorano de Éfeso y

189 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 32.


190 Mason-Hahl, E., op, cit.
191 Alic, M. op, cit, p. 67.

140
recopilar los conocimientos de las comadro-
nas de la época. Además, integró los conoci-
mientos médicos del corpus hipocrático-galé-
nico a los cuidados de la mujer. Su texto se
convirtió, de esta manera, en el manual sobre
cuidados de la mujer del periodo medieval,
ayudando a conformar esa disciplina gine-
coobstétrica que, como ya se ha comentado,
sería arrebatada a posteriori por la ciencia
hegemónica de la salud, la medicina.

La Herrera, María De Ulloa, Quirce de To-


ledo
La Herrera y María De Ulloa fueron dos
parteras de la corte de España, que a lo largo
del siglo XV, atendieron el nacimiento de los
hijos de la reina Isabel la Católica: Isabel
(1470), Juan (1478), Juana “la loca” (1479),
María (1482) y Catalina (1485), de cuyos hijos
hubo varios reyes en Europa. A la Herrera
también se le atribuye la asistencia del naci-
miento del Fernando II de Aragón, el Católi-
co (1452). Por su parte, Quirce De Toledo fue
la comadrona que atendió los partos de la
reina consorte Isabel de Portugal, casada con

141
el rey Carlos I, uno de cuyos hijos sería el fu-
turo rey Felipe II (1527)192.
Estas comadronas gozaron de cierto pres-
tigio profesional, hasta el punto de que, por
ejemplo, Quirce de Toledo asistió al bautizo
de Felipe II, ocupando un lugar destacado
durante el mismo193.

Louise Bourgeois
Comadrona francesa considerada como
una de las pioneras de la obstetricia científi-
ca, y una de las mayores parteras de la histo-
ria.
Nació en Fauburg (1563), cerca de París,
en el seno de una familia de clase media.
Realizó nupcias con un cirujano-barbero,
Martín Boursier, alumno y ayudante del gran
obstetra Ambrosio Paré. Su matrimonio in-
fluyó en ella, obteniendo el titulo de coma-
drona en 1590, pese la oposición de los médi-
cos de la Sorbonne que no aceptaban compe-
tir con una mujer194. Una vez titulada, llevó a

192 Cruz y Hermida, J. (2004). Biografía obstétrica de Isabel la


Católica (Comentarios histórico-médicos de los embarazos,
partos y abortos de la Reina) An R Acad Nac Med, 121:689-97.
193 Terré, C. op, cit, p. 374.
194 Cruz y Hermida, J. (2007). op, cit, p. 64.

142
cabo su trabajo profesional en uno de los
hospitales construidos durante la Edad Me-
dia195. En concreto en el más famoso de Euro-
pa, el Hotel-Dieu de París, construido junto a
Notre Dame en el año 651 por el obispo Lan-
derico. En dicho hospital, dio muestra de sus
grandes conocimientos obstétricos y gineco-
lógicos. Habilidades adquiridas de forma au-
todidacta, debido a su gran entusiasmo, in-
teligencia y estudio. Así, Bourgeois se convir-
tió en una de las comadronas más diestras y
relevantes de su época, a pesar de no recibir
una instrucción formal.
Todo ello la llevó a ser elegida como la co-
madrona de la corte de Enrique IV, ayudan-
do en el parto de María de Medicis, que daría
a luz al futuro Rey Luis XIII. El parto fue la-
borioso, durando veintidós horas en las que
la reina sufrió dolores cólicos, a parte de los
propios del parto. Al nacer el futuro rey,
Louise Bourgeois lo reanimó utilizando una
bocanada de vino196. El buen hacer de la co-

195 Hospitales dedicados al cuidado de los pobres, enfermos o


desvalidos y construidos fuera de los muros de los monaste-
rios, y próximos a las catedrales, bajo el nombre de Hotel-
Dieu (casas de Dios).
196 Gélis J. (2009). Louise Bourgeois (1563-1636): a midwife en-

ters two worlds. Hist Sci Med; 43:27-38.

143
madrona fue testimoniado por los célebres
médicos de cámara, los doctores De la Rivié-
re, Laurens, Herouard y Guillemean, presen-
tes en el parto como observadores, y que ala-
baron la labor profesional de Bourgeois.

Fig. 26. Louise Bourgeois.


Fuente: retrato incluido en su libro “Observaciones
sobre la esterilidad, fecundidad, parto, enfermedades
de la mujer y del recién nacido” (1609).

Su prestigio le posibilitó la asistencia de


otros partos de la familia real, entre ellos los
otros cinco partos de María de Medicis, ade-
más de los nacimientos de otros miembros
de la corte. Experiencias que recogería en un
libro, de gran valor histórico, titulado “Recit
Veritable”. Tras la muerte de Enrique IV,
Bourgeois interrumpió su labor asistencial en
144
la corte, aunque su fama ya se había difun-
dido por toda la nación.
Su idilio profesional terminaría a sus 64
años, al ser acusada de mala praxis tras la
muerte en el puerperio de la princesa María
de Borbón y Montepensier. Los médicos de
la corte, muy irritados tras la muerte de la
princesa, la acusaron de una mala extracción
de la placenta durante el alumbramiento, a
resultas de la cual habría sufrido una sepsis
puerperal. El suceso le causaría la enemistad
de gran parte de sus amistades, y muy de-
cepcionada, decidió dejar la práctica de la
obstetricia para dedicarse a la escritura de
sus memorias197. Murió en 1637 con el privi-
legio de ser la comadrona que más partos
reales había atendido.
Dentro del legado dejado por la comadro-
na francesa, se encuentra una obra sobre
obstetricia de gran importancia: “Observa-
tions sur la esteriliré, fecondité, accouchements, et
maladies des femmes et des enfants nouveaux
naiz” (Observaciones sobre la esterilidad, fe-
cundidad, parto, enfermedades de la mujer y

197 Cruz y Hermida, J. (2007). op, cit, p. 66


145
del recién nacido)198. La obra, publicada en
1609, tendría una gran repercusión, convir-
tiéndose en el tratado más importante sobre
obstetricia de la época. De su gran difusión
dejan constancia las posteriores versiones de
la obra, publicadas en diferentes lenguas: la-
tín (1619), alemán (1628), holandés (1658) o
inglés (1659). El tratado recogía importantes
explicaciones sobre las causas de la esterili-
dad, la anemia aguda en el parto, la reten-
ción de huevos muertos o la actuación en ca-
so de desprendimiento prematuro de placen-
ta. Aconsejando, en este caso, la rotura de
membranas, y la extracción manual de la pla-
centa en el alumbramiento. En su obra se dan
también toda una serie de recomendaciones
sobre cómo atender el parto en caso de pelvis
estrecha199, siendo el primer texto en reco-
mendar la inducción prematura del parto en
dichos casos. Legó además el reconocimiento
de la presentación de cara, la importancia de
la identificación del prolapso de cordón y la
evacuación uterina en caso de hemorragia
(legrado).

198 Fernández-Ruiz, C. (1965). La esterilidad en la Historia. Episo-


dios tocoginicológicos de mujeres célebre. Barcelona: Edit. Rocas.
Barcelona.
199 Gélis J. op, cit, pp. 27-38.

146
Al margen de sus acertadas recomenda-
ciones obstétricas, Bourgeois fue la primera
en instaurar una serie de cursos gratuitos di-
rigidos a las mujeres del pueblo, y dedicados
a la preparación para el parto. Éste fue el pre-
cedente más antiguo de formación reglada
sobre psicoprofilaxis obstétrica200. Por últi-
mo, señalar que utilizó sus conocimientos es-
pecializadas para instaurar el primer plan
docente, realizado en Francia, dirigido a la
formación de las comadronas. Se trató pues
de una de las matronas Francesas más ilus-
tres de la historia.

Margarita Veronese
Comadrona italiana del siglo XVII, que co-
bró renombre tras asistir el parto de un per-
sonaje de gran talla mundial, en la Venecia
de la época, Antonio Lucia Vivaldi Calicchio.
El parto coincidió con un terremoto, nacien-
do el compositor hipóxico y agónico, por lo
que Veronese le practicó la reanimación boca
a boca, que a la postre le salvaría la vida. De-
bido a las deficientes condiciones de salud
del bebé, Veronese decidió practicarle el bau-

200 Fernández-Ruiz, C. op, cit.


147
tismo de urgencia en su casa. Sin embargo,
desde 1589 el sínodo de Gouda había prohi-
bido los bautizos fuera de la Iglesia, por lo
que se le realizó un exorcismo a posteriori,
rebautizándolo de forma oficial a los dos me-
ses en la iglesia de San Giovanni. Vivaldi se-
ría un virtuoso del violín del barroco tardío,
pasando a la historia por obras como “Le qua-
ttro staggioni”, y por centenares de óperas, se-
renatas y piezas sacras201.

Justine Siegemundin
Se trata de la comadrona alemana de ma-
yor relevancia del siglo XVII, y de una de las
mayores promotoras de la obstetricia científi-
ca de la época. Nacida en 1636, en el seno de
una familia protestante, siempre se distin-
guió por sus firmes convicciones religiosas.
Convicciones reflejadas en la permanente in-
vocación a Dios que aparece en toda su obra,
lo que le valdría el apelativo de “Pía Justa”.
Tras su matrimonio, a la pronta edad de los
17 años, profundizaría en el estudio y la pra-
xis de la obstetricia, con el apoyo de su mari-

Lindt L. (2004) Historias curiosas de la música, así como suena.


201

Vol. 2. Barcelona: Edit Robin Book.


148
do. Ello la llevaría a ser nombrada como la
comadrona principal de la ciudad de Lieg-
nitz, atendiendo los partos de las damas de
dicha ciudad, y de otras ciudades como Mu-
nich, Frankfurt o Berlín. Su fama la llevó a
ser nombrada comadrona oficial de la corte
de Brandemburgo, bajo el reinado de Federi-
co I de Prusia202. Tras una larga trayectoria
profesional moriría en 1705, a los 69 años, de-
jando tras de sí todo un legado de gran im-
portancia para ginecoobstetricia.

Fig. 27. Justine


Siegemundin...
Fuente: Graba-
do propiedad
de la Acade-
mia de Medici-
na de Nueva
York.

202Kraśnianin E & Semczuk A. (2006). The constribution of


Justyne Siegemundin, the midwife of the Brandenburg court,
to the development of the obstetrics at XVII century. Ginekol
Pol; 77:980-3.
149
En cuanto a su obra, destaca su emblema-
tico libro titulado “Die Churbrandenburgischen
Hoff Weh mutter”, donde recoge los conoci-
mientos emanados de sus casos clínicos. El
manual fue enviado en 1689 a Frankfurt para
su aprobación por la Facultad de Medicina,
siendo aprobado por unanimidad, pese a la
oposición de algunos de los cirujanos-médi-
cos de la Facultad. Finalmente, fue publicado
en 1690, convirtiéndose en una referencia pa-
ra la obstetricia de la época, hecho que queda
testimoniado por las numerosas reediciones
que se hicieron a posteriori (1691, 1692, 1723,
1756). En el texto se recogen importantes
contribuciones para el avance de la ciencia de
la partería, destacando algunas como el re-
chazo a la sinfisiotomía en caso de presenta-
ción anómala intraparto. En su lugar, reco-
mendó una famosa maniobra que lleva su
nombre, consistente en realizar una versión
externa, transformando la presentación anó-
mala en podálica. Además, destacan sus ma-
niobras en caso de presentaciones oblicuas
de la cabeza fetal, o de procidencia de mano
asociada a presentación de cara, y la conver-
sión de la presentación mento-posterior en
presentación de occipucio. En el texto, apare-
ce también la recomendación de inducir el
150
nacimiento en caso de placenta previa, des-
cribiéndose diferentes signos premonitorios
de comienzo de parto, en función de la con-
sistencia y grado de dilatación del cérvix ute-
rino. Por último, habla de su experiencia con
ganchos para ayudarse en la extracción del
feto, claros precedentes del fórceps y de otros
instrumentos extractores203.
Se trata pues de una obra de gran validez
científica, que contribuyó a la conformación
de la incipiente ciencia obstétrica.

Margarite du Tertre
Comadrona francesa del siglo XVII, naci-
da en Orleáns (cerca de París) en 1638. Tras
su casamiento, con monsieur de la Marche,
perdió su apellido de soltera -Tertre-, adop-
tando en adelante el de su marido. Fue su-
pervisora de comadronas del Hotal Dieu de
París, tras la muerte en 1670 de su predeceso-
ra –madame Baylly-, destacando por su mo-
destia y sólidos conocimientos teórico-prácti-
cos en la especialidad ginecoobstétrica.
Su gran vocación docente, la llevó a escri-
bir un manual para la formación de las coma-

203 Cruz y Hermida, J. (2007). op, cit, p. 42-43.


151
dronas titulado «Instruction familière et très
facile: faite par questions et réponses touchant
toutes les choses principales qu'une sage-femme
doit sçavoir pour l'exercise de son art», editado
en 1677. Texto utilizado por las alumnas de
la Escuela del Hotel Dieu para complementar
su formación práctica. El libro estaba dividi-
do en dos partes: la primera, tomada de los
escritos de Justina Siegemundin, y dedicada
a temas anatómicos y fisiológicos, y la segun-
da, fruto de sus casos clínicos, donde recogía
interesantes aportaciones sobre diversos te-
mas obstétricos. Tributos, como su defensa
de que un feto de ocho meses era más viable
que uno de siete meses, en contra de las cre-
encias mayoritarias de la época que sostenían
la situación inversa. U otras contribuciones,
como su oposición a la sinfisitomía, su conse-
jo de mantener la bolsa integra el mayor
tiempo posible por riesgo de infección, sobre
todo en primíparas, o su maniobra de fri-
cción sobre el fondo del útero para ayudar a
desprender la placenta, maniobra que a pos-
teriori se atribuiría al obstetra Credé. Tam-
bién postuló, que el desprendimiento prema-
turo de placenta era una de las complicacio-
nes más graves del parto, y describió la dis-
tribución de los anejos de los gemelos mono-
152
coriales-biamnióticos. Asimismo, dio tam-
bién acertadas recomendaciones sobre lac-
tancia materna, aconsejando suplementar la
dieta o no ingerir alcohol durante la misma.
Debido a su delicado estado de salud,
Margarite du Tertre, decidió retirarse en 1686
a su ciudad natal, Orleáns. Allí, se dedicó a
leer y escribir durante un largo periodo de
reflexión que duraría 20 años, hasta que en
1706 muriera a los sesenta y ocho años de e-
dad204.

Jane Sharp
Fue una comadrona inglesa del siglo XVII
con acceso a la formación, algo difícil para la
época. Destacó por su contribución a la gine-
coobstetricia con un libro titulado “The Mid-
wives Book or the Whole Art of Midwifery Disco-
vered”205, obra publicada tras treinta años de
ejercicio profesional. Tras ello, se convirtió en
la primera comadrona inglesa en escribir un
libro de texto. El libro, del que se hicieron va-
rias reediciones, tenía el objetivo de subir el
nivel de formación de las comadronas ingle-
sas. Se trataba de una recopilación de los

204 Ibídem. op, cit, p. 70-71.


205 Sharp, J. (1971). The Midwives Book. London.
153
principales escritos de ginecología y obstetri-
cia de la época, escritos traducidos al inglés
desde otros idiomas como el francés, el ho-
landés o el italiano. Los contenidos de la obra
son una interesante combinación de su expe-
riencia profesional, su sentido común y los
conocimientos teóricos adquiridos durante
su formación206. El hecho de que en el libro
no aparezca ni una sola referencia a los co-
madrones, supone también una reivindica-
ción de su profesión Para la autora las coma-
dronas tenían un elevado destino, al ser testi-
gos de uno de los artes más útiles y necesa-
rios para la existencia y el bienestar de la hu-
manidad. Elevada misión, que reflejó en la
introducción de su texto, donde hacía una
pequeña revisión histórica en la que citaba a
algunas de las comadronas que aparecen en
las Sagradas Escrituras, catalogándolas co-
mo profesionales dedicadas a honrar perpe-
tuamente al sexo femenino.
En el libro recogía interesantes recomen-
daciones para la obstetricia, ideando incluso
su propia tabla para datar la gestación, y re-
conociendo la importancia de conocer la ana-
tomía de la mujer para ejercer el arte de la

206 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 114.


154
partería. Durante el parto recomendaba a las
parturientas la deambulación, incitando a las
comadronas a animar y dar un trato amable
a las parturientas. No recomendaba, sin em-
bargo, la rotura artificial de las membranas,
ni forzar los nacimientos hasta que no llegara
su momento, pero sí la inducción del parto
en caso de rotura prematura de membranas
y no desencadenamiento del mismo. Para
ello, aconsejaba usar matricaria o artemisa
hervida en vino blanco. En cuanto al expul-
sivo, Sharp animaba a las mujeres a parir en
diferentes posturas, como la cama, la silla de
partos o sostenidas por otras mujeres. A las
comadronas les aconsejaba untar sus manos
durante las exploraciones, con aceite de lilas
o de almendras, y observar la presentación
del feto, realizando manipulaciones que faci-
litarían el parto. Con respecto al alumbra-
miento, proponía sahumerios con humo de
margaritas, o esnifar hierba verbena hervida
con vino, con el fin de estornudar y facilitar
la expulsión de la placenta retenida. Sharp
reconoció además la gravedad de la reten-
ción de placenta, y su expulsión incompleta,
como causa de fiebre puerperal. De esta ma-
nera, postuló esta teoría mucho antes de que
Semmelweis pusiera de relieve la importan-
155
cia de la asepsia en el parto. Y todo ello, en
un momento en el que seguía aún vigente la
teoría de la predisposición purulenta de las
mujeres.
Estamos pues ante una comadrona con
gran formación y experiencia empírica, que
ayudó a la conformación de la ciencia gineco-
obstétrica, en un momento de desarrollo dis-
ciplinar.

Elizabeth Cellier
Comadrona inglesa del siglo XVII, que lle-
vó a cabo su ejercicio profesional en la ciu-
dad de Londres207. Fue una mujer rebelde
contra las injusticias, y muy activa política-
mente. Participó en los movimientos de pro-
testa contra los abusos del gobierno acae-
cidos entre 1668 y 1688. Durante los mismos,
repartió panfletos de crítica y censura contra
el rey, por lo que fue castigada tres días con
la tortura del cepo208. De esta manera, se con-
virtió en una de las principales inculpadas en
la conspiración de Catholic Meal Tub, por la

207 Aveling, J.H. (1967). English Midwives. Their History and


Prospects. London: Hungh K. Elliott.
208 Richards P. (2000). A life in writing: Elizabeth Cellier and

print culture. Women’s Writing, 7: 411-25.


156
que fue enjuiciada y declarada inocente a
posteriori209. Se trató de una altruista, carac-
terizada por su abandono a los pobres y su
defensa contra el maltrato de los presos ca-
tólicos.
Tras sus altercados políticos, concentró to-
da su atención en la mejora de las condicio-
nes de la asistencia al parto. Así, a finales del
siglo XVII, luchó porque se aprobará una e-
ducación reglada para las comadronas, fun-
dando el primer Colegio Inglés de Midwifes.
Estableció además las bases para la constitu-
ción de un hospital maternal para las muje-
res abandonadas. Para ello, redactó un pro-
yecto grandioso dirigido al rey Jaime II. El
Hospital debía ser fundado y gobernado por
comadronas, además tenía que estar conecta-
do con otras doce casas, en las que las ges-
tantes pobres pudieran dar a luz y ser man-
tenidas durante el puerperio. Mrs. Cellier se
propuso como la directora de la institución,
planteando que debía de haber un médico-
comadrón como consultor principal. Éste, de-
bía impartir clases de forma regular a las co-
madronas y médicos que quisieran ejercer
como comadrones. La complejidad del pro-

209 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 118.


157
yecto, junto con la oposición de los médicos,
dificultó su instauración210.
Gracias a su laboriosidad, Elizabeth Ce-
llier se ganó el prestigio de la sociedad londi-
nense211. Y aunque su proyecto influyó posi-
tivamente en la práctica de la asistencia al
parto, sus objetivos se vieron dificultados
por intereses privados y ajenos a su volun-
tad.

Sara Stone
Comadrona inglesa de gran reputación,
que comenzó su ejercicio profesional a prin-
cipios del siglo XVIII en Londres y Bristol.
Fue hija y madre de comadronas, aprendien-
do el arte de la partería de su madre, de la
que fue pupila durante seis años. Recibió a-
demás cierta formación teórica, teniendo a-
cceso a libros de anatomía, y la oportunidad
de asistir a la disección de cadáveres. Su for-
mación y prestigio hizo que ejerciera como
comadrona de consulta, siendo llamada por
sus colegas cuando los partos se complica-

Ibídem, op, cit, p. 119.


210

Spencer, H.R. (1927), History of British Midwifery, 1650-1800.


211

The Fitzpatrick Lecture for 1927. London: John Bale, Sons and
Danielsson Ltd.
158
ban212. Se opuso al uso indiscriminado del
fórceps y a los comadrones masculinos. Afir-
maba que estaba “segura que donde veinte
mujeres daban a luz con la ayuda de instru-
mentos (lo que se había convertido en prácti-
ca común), diecinueve de ellas podrían ha-
berlo hecho sin ellos, si no las veinte, según
lo que había comprobado por sus observacio-
nes”213. En este sentido, declaró que no tuvo
que usar instrumentos en más de cuatro ca-
sos a lo largo de su vida, número irrisorio,
considerando que atendía más de trescientos
partos al año. Practicó craneotomías en casos
extremos, realizando también las autopsias
de las mujeres que fallecían durante el parto
o el puerperio214.
En 1737 publico su libro “A complete prac-
tice of Midwifery”, en el que expuso más de
cuarenta de sus casos más memorables. En el
texto, advertía sobre los peligros de las prác-
ticas inadecuadas en los partos difíciles.
Aunque Stone reconoció la importancia de
que las comadronas recibieran cierta ense-
ñanza teórica, para ella lo más valioso era la

212 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 146.


213 Aveling, J.H. op, cit, p. 109.
214 Grundy I. (1995). Sarah Stone: enlightenment midwife. Clio

Med, 29:128-44.
159
experiencia clínica, bajo la dirección de una
experta comadrona. Por ello, afirmaba que
antes de ejercer la profesión todas las coma-
dronas debían recibir formación al menos
durante tres años215.
Sara Stone fue una comadrona ilustre que
a través de sus conocimientos, praxis clínica
y escritos, ayudó a aumentar el prestigio de
las comadronas. Advirtió del peligro que su-
ponía la intromisión indiscriminada de co-
madrones masculinos, denunciando los ries-
gos que podía entrañar el uso indiscrimina-
do de instrumentos durante el parto. Por to-
do ello, fue una visionaria que atisbó los po-
sibles inconvenientes de la excesiva medicali-
zación e intervencionismo en el parto.

Margaret Stephen
Fue una comadrona inglesa, de finales del
siglo XVIII, que ejerció la profesión durante
treinta años. Recibió formación, adquiriendo
gran reputación entre las comadronas, hasta
el punto de que fue contratada por la reina
Charlotte en alguno de sus partos. Ejerció
también como docente, enseñando la teoría y

215 Stone, S.A (1737). A complete Practice of Midwifery. London.


160
la práctica de la atención al parto a otras mu-
jeres. Y aunque reconoció la utilidad del fór-
ceps, en determinadas situaciones intraparto,
pensaba que eran las comadronas las que de-
bían de utilizarlos en caso de complicación.
Para Stephen las parteras debían recibir for-
mación reglada, examinándose de sus cono-
cimientos antes de ejercer la profesión. De-
fendió además la valía de las éstas, denun-
ciando el excesivo intrusismo de los coma-
drones, y las artimañas de algunos de ellos,
que desprestigiaban el saber hacer de las
mismas con el fin de aumentar su clientela.
Para Stephen, un empleo generalizado de los
hombres en el parto había producido más
muertes de las que había evitado216.
En 1795, escribió el mejor de los escritos
sobre obstetricia realizado por una mujer en
lengua inglesa217, bajo el título de “Domestic
Midwife or The Best Jeans of Preventing Danger
in Childbirth Considered”. El texto describía fi-
dedignamente el inicio, establecimiento y
curso del parto natural, mencionando los sig-
nos y síntomas del embarazo, así como algu-
nas alteraciones menores del mismo. Descri-

216 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 153-155.


217 Aveling, J.H. op, cit, p. 126.
161
bía también la técnica de exploración vaginal
y la forma de reconocer la posición de la ca-
beza, identificando las suturas y fontanelas.
El libro relataba además la técnica de flexión
del mentón, y la tracción de hombros para
extraer la cabeza en la presentación de nal-
gas. En cuanto al alumbramiento, avisaba del
peligro de tirar del cordón, ya que podía pro-
ducir inversión uterina, y recomendaba el
masaje uterino para facilitar la extracción de
la placenta. Con respeto al puerperio, descri-
bía las molestias típicas del mismo, como los
entuertos o los problemas de las mamas, pre-
viniendo además de las graves contrarieda-
des que provocaba la fiebre puerperal218.
En resumen, Margaret Stephen fue una
comadrona de reconocido prestigio, que abo-
gó en favor de la formación de las matronas,
y en contra el excesivo intervencionismo de
los comadrones en el parto.

Marie Louise Lachapelle


Comadrona francesa del siglo XVIII, con-
siderada como la madre de la obstetricia mo-
derna, y una de las matronas más importan-

218 Stephen, M. (1795). The Domestic Midwife. London.


162
tes de la historia, junto a Louisa Bourgeois y
Justina Siegemundin. La calidad científico-
técnica de sus enseñanzas y escritos, sería a-
provechada por las matronas y médicos-obs-
tetras de su época, que utilizarían sus conoci-
mientos incluyéndolos en sus textos.

Fig. 28. Marie Louise Lachapelle.


Fuente: retrato incluido en el libro “Biographie des
sages-femmes célèbres” de Alois Delacoux (1834).

Nació en 1769, en el seno de una familia


de sanitarios. Su abuela fue una reconocida
comadrona de Paris, su padre, el Dr. Luis
Duges, fue médico oficial de la sanidad de
París, y su madre, María Juana Duges, fue
una matrona cualificada del Hotel Dieu, des-

163
de 1775 hasta 1797. Contrajo matrimonio en
1792, a los 23 años, con el cirujano, del hospi-
tal parisino de Saint Louis, el Dr. Lachapelle,
de quien adoptó su apellido en adelante. Su
convivencia fue muy corta, debido a la muer-
te prematura de éste, que murió tan sólo dos
años después de recibir nupcias.
Tras la muerte de su marido, Marie Louise
Lachapelle se dedicó en pleno al aprendizaje
y la práctica de la obstetricia. Viajó a la ciu-
dad de Heidelberg, donde recibió un curso
del famoso obstetra alemán Franz Naegele,
autor del texto “Lehrbuch der Geburtshilfe”, es-
crito para comadronas. Organizó la obstetri-
cia en el Hospital Port Royal de París y traba-
jó, junto a su madre en la maternidad del
Hotel Dieu de Paris (Maison dáccouche-
ments). En 1795 sería nombrada Jefa de Co-
madronas en dicho hospital, extendiéndose
su fama y reputación por toda Francia. Ello
la llevó a ser reclamada por la corte francesa,
donde atendió el parto de diversas damas de
la corte, aunque no tuvo el honor de inter-
venir en ningún parto de la realeza. En el ho-
tel Dieu de Paris, trabajó mano a mano con el
célebre obstetra Baudelocque, al que le unió
una gran amistad, llegando a controlar desde
su posición de Jefa de matronas los partos de
164
40.000 mujeres. Con ella, como Jefa de Coma-
dronas, la mejora en la maternidad del Hotel
Dieu de Paris fue evidente, mejorando las
condiciones higiénicas y ambientales, fuente
de abundante morbimortalidad mateno-fetal.
En 1820, recogió todos sus conocimientos
en una emblemática obra titulada “Practique
des accouchements, ou memoires et observations
chisies sur les ponts plus importants de l´Arte des
parturicions”. El texto fue editado tras su
muerte por uno de sus sobrinos, el Dr. Antoi-
ne Duges (profesor de la Facultad de Medici-
na de Montpellier), siendo considerado como
una de las mejores obras de literatura médica
francesa del siglo XIX. La riqueza del conte-
nido científico de sus tres volúmenes fue tal,
que sería utilizado a posteriori por diversos
obstetras para la realización de sus obras.
Entre ellos por su propio compañero en el
Hotel Dieu de Paris, el Dr. Baldelocque, que
utIlizaría abundante material de esta obra
para integrarlo en su famoso Tratado de Par-
tos.
Lachapelle murió en 1821, a la pronta e-
dad de 52 años, dejando tras de sí todo un le-
gado de incalculable valor, que instituyó una
base sólida para el nacimiento de la incipien-
te obstetricia moderna.
165
En cuanto a las aportaciones científicas de
madame Lachapelle, destacan algunas como
su reducción de las presentaciones fetales,
desde las 94 defendidas por Baldelocque a
tan sólo 22, punto que le causaría disidencias
con su compañero, que se obstinó en mante-
ner su posición. Exageración numérica que
Lachapelle achacó a las sugerencias del seu-
docientífico Solieres de Reuhac, quien con
exceso de imaginación llegaba a conclusiones
ridículas, que inexplicablemente serían tam-
bién adoptadas por el famoso Baudelocque.
Otras contribuciones, fueron su descrip-
ción de la etiopatogenia y fisiopatología de la
eclampsia, la fiebre puerperal, la rotura de
membranas, la placenta previa o el aborto ar-
tificial. También impuso su magisterio sobre
la resolución de las presentaciones cefálicas
oblicuas, de nalgas, o las de cara. En estas úl-
timas, desaconsejaba las intervenciones for-
zadas, entrando en discrepancia con Boude-
locque que aconsejaba manipulaciones con-
trovertidas, para transformarlas en otras más
favorables.
Otro de los grandes tributos de Lacha-
pelle, fue su capítulo sobre tocurgia titulado
“la rotación de la cabeza fetal con el fórceps”, ca-
pítulo que ha figurado en algunos tratados
166
de obstetrica posteriores como referencia del
buen proceder tocúrgico. El apartado expo-
nía su maniobra para rotar la cabeza fetal con
una sola rama del fórceps, técnica llamada a
posteriori como maniobra Lachapelle. A pe-
sar de la gran valía práctica de la maniobra,
ésta no fue incluida en muchos de los trata-
dos médicos posteriores sobre obstetricia, en
un claro gesto de desprecio a su creadora que
no era médico. Lachapelle se opuso al uso in-
discriminado de la sinfisiotomía, los fórceps
y la cesárea, postura coherente en una época
en la que la antibioterapia era desconocida, y
las técnicas quirúrgicas muy pobres. Antici-
pó así los riesgos del excesivo intervencionis-
mo en el parto, que se convertiría a posteriori
en una de las mayores fuentes de iatrogenia
de la medicina moderna. Tampoco mencionó
en su obra el uso del cloro, como tratamiento
de la fiebre puerperal, medida instaurada en
su época. Lachapelle consideraba que este
agente químico podía ser útil en otras patolo-
gías, pero no en la sepsis puerperal219.

219 Hurd-Mead. K. C. (1938). A History of Women in Medicine:


From the Earliest Times to the Beginning of the Nineteenth Centu-
ry. Haddan Connecticut: The Haddan Press.
Cruz y Hermida, J. (2007). op, cit, p. 73-77.
167
En consecuencia, Marie Luise Lachapelle
puede ser considerada como la madre de la
obstetricia moderna, convirtiéndose su obra
en uno de los puntos de referencia de las co-
madronas y obstetras posteriores.

María Ana Victoria Boivin


M. A. Victoria Boivin (1773-1841) fue una
comadrona Parisina de gran prestigio, que
recibió formación en la maternidad de París,
de la mano del Dr. Chausier y la famosa co-
madrona Madame Lachapelle. Su gran habi-
lidad, y dotes como escritora, hicieron que
entrara en rivalidad con Lachapelle. Compe-
tencia que la llevaría a abandonar la materni-
dad parisina, para trasladarse al Hospital de
Poisy (Maison de Santé) como comadrona
principal.
Entre los escritos de Boivin se encuentra
una obra editada en París, y traducida poste-
riormente al inglés por el Dr. Heming, bajo el
nombre de “Traité practique des maladies de
l´uterus et de ses anexes”. La obra fue escrita
junto al Dr. Duges, sobrino de Lachapelle, y
le valdría a Boivin para obtener el doctorado
por la Universidad de Marburgo, titulación
poco frecuente entre las matronas de la épo-
168
ca. Pero su obra más relevante la publicó con
tan sólo 39 años, bajo el título de “Memorial
de l´Art des accouchements”. El texto encontra-
ría un gran reconocimiento, reeditándose va-
rias veces, incluso en otros idiomas como el
italiano.

Fig. 29. María Ana Victoria Boivin.


Fuente: aguatinta de Bouchard (1882).
En sus escritos Boivin habla de numerosos
temas, como el arte de los partos, el aborto
hemorrágico, la pelvimetría, las enfermeda-
des del útero y los anejos, la cesárea o la ova-
riectomía. Ayudando así, a conformar algu-
nos de los principales conceptos de la patolo-
gía ginecoobstétrica. Sin embargo, su mayor
contribución fue su riguroso y minucioso es-
tudio sobre la mola hidatiforme, incluso su-

169
perior al del famoso médico obstetra Alfred
Velpeau. En su descripción sobre la mola, la
definió como una disposición patológica de
los vasos capilares del amnios. Señalando
que a la palpación se observaba un útero au-
mentado para la edad gestacional, y ausencia
de movimientos fetales. La expulsión de ve-
sículas acuosas por la vagina, fue considera-
da, por la insigne comadrona, como el signo
de certeza, advirtiendo que no había que
confundirlo con cualquier tipo de hidropesía.
De esta manera, sus observaciones se convir-
tieron en el precedente más fidedigno de
descripción verosímil de la patología hidatí-
dica220.
Concluimos pues que fue una figura de
gran relevancia en la conformación de la gi-
necoobstetricia moderna. Figura que, a pesar
de ser eclipsada en parte por madame Lacha-
pelle, destacó por la calidad científica de sus
escritos.

Mary Carson
Fue una comadrona estadounidense (1881
-1965), que lideró, a principios del siglo XX,

220 Cruz y Hermida, J. (2007). op, cit, p. 71-73.


170
el movimiento de enfermeras parteras en los
EE.UU.

Fig. 30. Mary Carson.


Fuente: Archivos Fotográficos de la Universidad
de Kentucky Library

Tras diplomarse como enfermera, en el Saint


Luke´s Hospital de New Cork, marchó a Lon-
dres para recibir formación como partera, ya
que no había preparación en ese campo en
EE.UU. Una vez titulada, creó su propia es-
cuela de enfermeras parteras en los EE.UU.,
liderando un programa de matronas rurales
en los montes Apalaches. Fundó el Kentucky
Comittee for Mothers and Babies, y en 1952 pu-
blicó su libro “Wide Neighborhoods: A Story of

171
the Frontier Nursing Service”. En resumen, fue
una comadrona de gran relevancia en los
EE.UU., hasta el punto de que en 1988 el go-
bierno imprimió una estampilla con su ima-
gen221.

Elvira Morera
Fue la última comadrona que prestó servi-
cios a la Casa Real Española, impartiendo e-
ducación maternal, y preparación al parto, a
la princesa de Grecia, y Reina de España, So-
fía Margarita Victoria Federica. Como ayu-
dante del Doctor Manuel Mendizábal aten-
dió además, entre 1963 y 1968, sus partos,
trayendo al mundo a las infantas Elena y
Cristina, y al futuro rey de España, el princi-
pe Felipe de Borbón222. Se trata pues del últi-
mo testigo de una larga estirpe de comadro-
nas de la corte española, que trajeron al mun-
do a los reyes del reino español.

221 Alarcón-Nivia, M.A; Janer, M.D y Alarcón-Amaya, I.C.


(2011). Las parteras. Patrimonio de la Humanidad. Revista Co-
lombiana de Obstetricia y Ginecología Vol (62), 2, p.p. 188-195, p.
192.
222 Real Academia Nacional de Medicina. (2007). Anales, Tomo

(XXIV)-Cuaderno segundo. Madrid: Autor, p. 339.


172
Epílogo
El proceso legal de institucionalización de
las matronas en España

La evolución de las disciplinas tiene su re-


flejo en las diferentes legislaciones, de las que
se dotan las sociedades para parcelar las
competencias en cada momento y contexto
específico. En este sentido, la profesión de las
comadronas, en lo que respecta al caso espa-
ñol, no ha sido una excepción. Por ello, se ha
ido dotando de una serie de regulaciones, cu-
yo fin último ha sido institucionalizar de for-
ma oficial una ciencia, y a la vez un arte mile-
nario, como la partería. Proceso de institucio-
nalización legal que se recoge en el epílogo
del presente texto.

De la prehistoria a la Edad Media


Como ya hemos comentado, desde los pri-
meros asentamientos neolíticos las mujeres
han buscado el auxilio de otras mujeres en
sus partos. Éstas, adquirían su formación a
173
través de la empiria y la experiencia, dotán-
dose de una serie de conocimientos y destre-
zas manuales que transmitían generación
tras generación. De esta manera, en nuestro
contexto, al igual que en otros lugares y cul-
turas, se fueron instituyendo las primeras co-
madronas reconocidas socialmente, aunque
de forma informal. En su designación se pre-
fería por lo general a mujeres que ya habían
parido, de las que se esperaba que fueran
más comprensivas223. La figura de la coma-
drona tiene pues un entronque histórico muy
precoz en nuestro país. Sin embargo, su re-
gulación e institucionalización, como profe-
sión legalmente reconocida, se produciría de
forma mucho más tardía. Quizás por la pro-
pia idiosincrasia de su desarrollo, que ha es-
tado ligado a las nociones de caridad y auxi-
lio, estando la elección de las profesionales
más relacionada con sus virtudes morales,
que con sus conocimientos y destrezas técni-
cas. Realidad, que determinó en gran medi-
da, como ya se ha comentado, su exclusión
durante la Edad Media de la actividad gre-
mial, al no ajustarse a los atributos de apren-

223Cuadri Duque, M.J. (1985). La ciencia y el arte de partear:


Antecedentes históricos de la Enfermería Maternal. Rol, 84-85:
13-16.
174
dizaje, profesionalidad y contraprestación224.
Todo ello, hizo que no existieran muchas re-
ferencias sobre la asistencia a la maternidad
durante esta época, al margen de una regula-
ción de las Cortes de Valladolid, de 1258, que
prohibía a las moras o judías asistir el naci-
miento de hijos cristianos225. O de una rese-
ña, en las Partidas del rey Alfonso X el sabio
(II Partida, Ley III), donde se enumeraban las
cualidades que debían reunir las comadro-
nas encargadas de la atención de las madres
y los bebés226.

Siglo XV y XVI
Sin embargo, las primeras referencias le-
gales, e intentos de institucionalización de la
profesión, no se produjeron en España hasta
el siglo XV. En este siglo, ya existen reseñas
legales sobre la formación y práctica de las
matronas.
Así, en 1434 las Cortes de Zamora, y en
1448 las Ordenanzas de Madrigal, concedie-
ron cartas de aprobación a parteras para que
pudieran realizar el ejercicio de su profesión

224 Hernández Conesa J. op, cit, p 108.


225 Usandizaga, M. op, cit.
226 Terré Rull, C. op, cit, p. 374.

175
libremente. Cincuenta años después, en 1498,
los Reyes Católicos promulgaron una prag-
mática que regulaba el ejercicio profesional
de las matronas, a cargo del Tribunal del
Protomedicado227. La regulación aumentó el
prestigio profesional de las parteras, desta-
cando figuras relevantes, como la ya nom-
brada Quirce de Toledo, que había asistido el
parto de Felipe II. Sin embargo, la disposi-
ción sería transitoria al ser abolida por el pro-
pio Felipe II en 1576228. A pesar de la regula-
ción, que impidió que las parteras en Castilla
se examinaran para ejercer la profesión, en
algunos colegios de medicina y cirugía de o-
tras partes del Reino, como Barcelona o Zara-
goza, se continuaron dictando ordenanzas
que imponían la obligatoriedad de examen
para las candidatas. Entre las condiciones,
para realizar la prueba de acceso a la parte-
ría, figuraban tener más de 35 años, cuatro

227 Alcubilla. (1902). Diccionario de administración. Madrid:


Imprenta del Boletín Jurídico Administrativo.
228 García Martínez, A.M, García, M.J y Valle Racero J.I. (1996).

Del Renacimiento al Barroco: La Génesis de la Enfermería Mo-


derna. En F. Hernández Marín (coord.). Historia de la enfer-
mería en España. Desde la antigüedad hasta nuestros días
(pp. 123-175). Madrid: Editorial Síntesis, p. 133.
176
de prácticas como aprendiz y no tener mez-
cla de sangre judío o mora229.

Siglo XVII y XVIII


Durante el siglo XVII continuaría el vacío
legal, a la par que el cirujano-comadrón se
iba introduciendo en la asistencia de los par-
tos complicados. La dura lucha que se ins-
tauró entre éstos y las matronas, por el de-
sempeño de las competencias propias de la
partería230, junto con la baja formación de las
comadronas de la época, a las que les estaba
vetado el acceso a la formación, llevaría a
Fernando VII a la promulgación, en 1750, de
una Ley que regulaba el ejercicio profesional.
En dicha Ley, se exigía la realización de una
prueba de acceso para el ejercicio de la profe-
sión231. Para preparar el examen Antonio Me-
dina, médico de la familia real y examinador
del Real Tribunal del Protomedicato, publicó

229 Cuadri, M.J. op, cit.


230 Un testimonio, sobre esta rivalidad interprofesional entre
matronas y cirujanos-comadrones, es recogido por Urmeneta
(2000) en un interesante artículo en el que refleja el pleito de
una partera a un cirujano por intrusismo laboral, durante el
siglo XVIII.
231 Orozco-Sáenz, F.A. (2009). La Matrona a Través de la His-

toria. Cuidados de Enfermería, 2.


177
un libro titulado “Cartilla del arte de partear”.
Libro a través de cuyas enseñanzas fueron
examinadas las aspirantes a partir de 1752232.
Las candidatas fueron admitidas a examen
en función de una serie de requisitos, entre
los que se encontraban: haber practicado dos
años la partería, ser una mujer de buena vida
y buenas costumbres, avaladas por un párro-
co, o presentar documentación sobre su lim-
pieza de sangre, la de sus padres y la de sus
abuelos. Las virtudes morales de las preten-
dientes, y la supeditación a la autoridad pa-
triarcal, serían pues una constante durante
todos los procesos de institucionalización,
acaecidos a partir del siglo XVII. Así por
ejemplo, en las ordenanzas del Real Colegio
de Cirugía de Madrid de 1787 se pedía que
las matronas estuvieran casadas, debiendo
aportar un documento de autorización del
marido233. Además, se les exigía que tuvieran
conocimientos sobre cómo administrar el
bautismo de urgencia, por lo que la elección
de las aspirantes siguió estando supeditada a
sus virtudes morales. Realidad, que a la pos-

232 García Martínez, A.M, García, M.J y Valle Racero J.I. op, cit,
p.133.
233 Terré Rull, C. op, cit, p. 376.

178
tre postergaría la conformación de una parte-
ría profesional.

Fig. 31. Encabezamiento de “Cartilla de partear” de


Antonio Medina (1750). Fuente: Universidad
complutense de Madrid

Siglo XIX
Durante el Siglo XIX continuaría la diná-
mica reguladora, emitiéndose una serie de
disposiciones que acabarían institucionali-
zando, definitivamente, la titulación de ma-
trona en el contexto español.
En 1804, durante el reinado de Carlos IV,
se publicó la Real Cédula de 6 de mayo, en la
179
que se estableció una regularización para las
matronas de la normativa vigente hasta el
momento, instituida por Fernando VI en el
siglo anterior. La nueva regularización, supo-
nía una unificación de la legislación anterior,
estableciendo además un registro de control
de las profesiones que se dedicaban a las la-
bores del parto. La Real Cédula centralizó to-
dos los asuntos relativos a la cirugía en un
organismo, la Real Junta Superior Guberna-
tiva, que se encargó de establecer los planes
y exámenes de cirujanos, sangradores y par-
teras, además de la expedición de títulos y
sanciones234.
La nueva ordenanza fijaba la formación en
dos cursos, con una duración de dos meses
cada uno, tras los cuales se obtenía la acredi-
tación. El temario incluía nociones sobre ana-
tomía del feto y la madre, signos del embara-
zo, diferencia entre un parto eutócico y distó-
cico, cuidados generales durante el parto y
manera de asistir el bautismo de urgencia.
Esta reglamentación, establecía además
una vía extraordinaria para la obtención de
la acreditación. Vía consistente en la realiza-
ción de un examen de reválida, para aquellas

234 Valle, J.I., García MJ. op, cit.


180
mujeres que hubieran trabajado como matro-
nas baja la supervisión de un cirujano o una
partera titulada. Los requisitos de acceso al
examen siguieron reflejando la preeminencia
de las virtudes morales de las candidatas.
Éstas, tenían que ser viudas o casadas, pre-
sentar la autorización del marido, el certifica-
do de buenas costumbres del párroco, junto
con la fe de bautismo, y un certificado de
prácticas de tres años con un cirujano o par-
tera aprobada.
Las aspirantes aceptadas, realizaban el e-
xamen teórico-práctico ante un tribunal cons-
tituido por un médico y una partera autori-
zada. La Real Cedula especificaba ciertas li-
mitaciones en la práctica profesional de las
matronas, como realizar operaciones o rece-
tar medicación, determinando además la o-
bligatoriedad de avisar a un cirujano aproba-
do en los partos difíciles235.
Siguiendo esta línea regularizadora, el 10
de Septiembre de 1857, se publicó la Ley de

235Valle, J.I; García, A.C y García. M.J. (1995). Análisis de la


situación académico-legislativa de la Matrona según la Real
Cédula de 6 de Mayo de 1804. II Jornadas Nacionales de
Investigación de la Escuela Universitaria de Enfermería, Fisio-
terapia y Podología de la Universidad Complutense de Ma-
drid, (paper) 161-174.
181
Instrucción Pública, a instancias del ministro
Claudio Moyano. Dicha ley, regulaba en su
artículo 41 la obtención del título de matrona
en España, mediante la creación de un futuro
reglamento. Reglamento que vería la luz a
través de la Real Orden del 21 de Noviembre
de 1861, al establecer una doble regulación
para las matronas y los practicantes236. La or-
denanza determinaba que sólo se podía im-
partir enseñanza a las aspirantes al título de
matrona en las maternidades, o en los hospi-
talles donde existieran salas de partos, como
en las de ciudades de Madrid, Barcelona,
Granada, Sevilla, Santiago, Valencia y Valla-
dolid. Para el acceso a la titulación se exigían
una serie de requisitos, entre los que estaba
tener 20 años o más, tener la primera ense-
ñanza elemental completa y ser casada o viu-
da. En el caso de las casadas tenían que pre-
sentar un certificado de autorización del ma-
rido, y tanto las casadas como las viudas, de-

236 García, M. J. y García, A. C. (1999). Fechas claves para la


historia de las Matronas en España. Qalat Chábir (Revista de
Humanidades), 5-6, 243-260.
Montesinos, F. (2011). Practicantes, Matronas y Cirujanos den-
tistas (1855-1932). Tesis Doctoral. Universitat de Girona, pp
114-118.
182
bían aportar un certificado de buenas cos-
tumbres expedido por el párroco237.
En cuanto a los estudios, duraban 2 años y
contaban con un temario en el que se impar-
tían nociones de obstetricia, anatomía y fisio-
logía, información sobre fenómenos del parto
y diferencias entre parto natural y artificial.
Además, también se impartían preceptos y
normas para asistir a las parturientas, y a los
niños recién nacidos, primeros auxilios a los
niños que nacían con problemas de asfixia, y
la manera de administrar el agua de socorro
a los niños con peligro de muerte al nacer238.
La nueva ordenanza autorizaba a las ma-
tronas para asistir los partos naturales, te-
niendo que avisar a un facultativo en caso de
complicación, momento a partir del cual pa-
saban a ejercer como ayudantes de éste.
Tras la entrada en vigor del reglamento,
surgió la necesidad de redactar un manual
dirigido a las aspirantes al título. Éste, fue

237 García, M.J.; Valle, J.I. y García, A.C. (1994). Primer Regla-
mento en España para la enseñanza de Practicantes y Matro-
nas (1861). Qalat Chábir (Revista de Humanidades), 2, 123-131.
238 Herrera, F; Lasante, J.E y Siles, J. (1996). La Edad Contem-

poránea: El proceso de tecnificación e institucionalización pro-


fesional. En F. Hernández Marín (coord.). Historia de la enfer-
mería en España. Desde la antigüedad hasta nuestros días
(pp. 217-280). Madrid: Editorial Síntesis, p. 226.
183
encargado al Dr. Francisco Alonso Rubio,
viendo la luz en 1866 bajo el nombre: “Ma-
nual del arte de la obstetricia para el uso de las
matronas”. En el texto se especificaba que las
matronas sólo podían atender los partos nor-
males, acotando así un terreno que histórica-
mente había competido exclusivamente a las
mismas. A pesar de esta especificación, el
manual abordaba también las formas de ac-
tuación ante los partos patológicos. Hay que
tener en cuenta, que en esta época los partos
eran asistidos en casa, y las matronas tenían
que encargarse de los partos anómalos mien-
tras acudía el médico239.
El siglo concluyó con una nueva legisla-
ción, la del 18 Noviembre de 1888, cuyo obje-
tivo era el establecimiento de una serie de
pormenores, que continuaban con la dinámi-
ca de subordinación de las matronas a la pro-
fesión médica. Esta nueva reglamentación es-
tablecía que las candidatas al título tenían
que llevar a cabo una preparación teórica de
1 año, en la que se les enseñaba obstetricia,
desarrollo del parto, asistencia al parto, cui-
dados al recién nacido y primeros auxilios,
tanto para la madre como para el bebé. For-

239 Ibídem, op, cit, p. 226.


184
mación que debía ser complementada con 2
años de prácticas en un hospital, y con la rea-
lización de un examen teórico-práctico, que
daba el acceso al ejercicio profesional240.

Siglo XX (1900-1940)
A lo largo del Siglo XX continuó el pro-
ceso de institucionalización subordinada de
las matronas.
El primer tercio de siglo fue un periodo de
lucha profesional, las matronas vieron como
sus competencias sufrían menoscabo, por el
intrusismo tanto de practicantes como de
médicos. El siglo comenzó con la promulga-
ción del Real Decreto de 26 de Abril de 1901,
que regulaba los estudios de matrona y de
practicante. El Decreto especificaba que el
programa de la carrera fuera establecido en
adelante por las Facultades de Medicina, te-
niendo las candidatas que superar un exa-
men de ingreso, y otro examen final (examen
de reválida) en dichas Facultades, para la ob-
tención del título. La duración de los estu-
dios era de dos años.

240Siles, J. (1996a). Origen histórico de la profesionalización de


los cuidados mentales: practicantes, enfermeras y visitadoras
psiquiátricas". Enfermería Científica, 174-175, pp. 49-53.
185
La centuria continuó de forma controver-
tida para las matronas, que vieron como, a
través del Real Decreto del 31 de Enero de
1902, se autorizaba a los practicantes la asis-
tencia del parto normal. Este hecho suscitó
enfrentamientos entre ambas disciplinas del
cuidado. En 1904, se promulgó la Ley de Ins-
trucción General de Sanidad Pública que re-
novaba el respaldo legal otorgado a la profe-
sión en el siglo anterior, recogiendo la disci-
plina de la partería bajo el epígrafe “el arte de
los partos”. Ese mismo año, se reorganizaron
los estudios de matrona mediante Real De-
creto de 10 Agosto (Gaceta de Madrid de 12
de Agosto de 1904). El Real Decreto espe-
cificaba que, a partir de ese momento, los dos
cursos académicos de formación podían lle-
varse a cabo tanto en centros oficiales (Facul-
tades de Medicina) como en centros no ofi-
ciales.
Posteriormente, a través de una normativa
promulgada en 1928, se precisaba que la de-
terminación del parto normal correspondía
al médico, el cual tenía que realizar una visi-
ta previa a la de la matrona, para determinar
la condición fisiológica del mismo. Continua-
ba, de esta manera, la línea iniciada desde fi-
nales del siglo XVIII que supeditaba la figura
186
de la matrona bajo la supervisión del médico.
Ese mismo año, se inició también un proceso
de creación de Escuelas para Matronas en el
seno de los hospitales, lugar donde se lleva-
ron a cabo los estudios teóricos y prácticos de
las candidatas.
La situación del colectivo mejoró con el re-
conocimiento de la colegiación obligatoria en
1930, y sobre todo con la publicación en 1935
del Reglamento del Cuerpo de Matronas de
Asistencia Pública Domiciliaria. Esta legisla-
ción, que preveía la obligatoriedad de una
matrona en cada partido médico, acabó en
parte con el intrusismo de los practicantes, al
especificar que estos sólo podrían asistir a las
parturientas en ausencia de las mismas241.
La primera Escuela de Matronas, de la que
se tiene constancia legal, fue la Casa de Salud
Santa Cristina de Madrid, que aprobó su re-
glamento en 1916, quedando adscrita a la Fa-

241Blasco, C. (1995). La incorporación de Practicantes y Matro-


nas al sistema sanitario español (1901-1950). Normativas y
funciones. I Jornadas Nacionales de Investigación de la Es-
cuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología de
la Universidad Complutense e Madrid, (paper) 79-84.
Siles, J. (1996b). Pasado, presente y futuro de la enfermería en Es-
paña: Perspectiva histórica y epistemológica. Alicante: Consejo de
Enfermería de la Comunidad Valenciana.
Herrera, F; Lasante J.E. y Siles, J. op, cit, pp. 259-268
187
cultad de Medicina de Madrid en 1931. En
esta escuela, se formarían muchas generacio-
nes de matronas con una solida base profe-
sional. Entre los manuales de texto, utiliza-
dos para la formación de las futuras profesio-
nales, se encontraba el del Dr. Bossi, editado
en 1925 con el nombre ”Manual de Obstetricia
y Ginecología Menor para las Comadronas”, y el
del Dr. Piskacek, publicado en 1929 con el
nombre “Manual de Obstetricia para Comadro-
nas”242.

Fig. 32. Casa de Salud Santa Cristina de Madrid (1916).


Fuente: http://urbancidades.wordpress.com.

242Álvarez, C.C. (2010). Catálogo de publicaciones periódicas en-


fermeras 1864-1977. Madrid: Colegio Oficial de Enfermería de
Madrid.
188
La creación de la Escuela Nacional de
Puericultura (1923), dio pie a que se creara
una especialización de la carrera de matrona,
bajo el título de “matrona puericultora” (1932).
Éstas, cursaban estudios relacionados princi-
palmente con asignaturas de puericultura in-
trauterina, haciendo las prácticas en la pro-
pia escuela. Su principal función era la profi-
laxis, mediante visitas domiciliarias a emba-
razadas y niños. La demanda de matronas
puericultoras fue tal, que la administración
llegó a facilitar la expedición gratuita de los
títulos243.
Las matronas experimentarían una nueva
regularización el 1 Marzo de 1940. En ella se
establecía que sus estudios debían cursarse
preferentemente en la Casa de Salud Santa
Cristina de Madrid, que era elevada a la cate-
goría de escuela oficial. Los requisitos esta-
blecidos en dicha regulación, para el acceso a
la titulación, fueron la mayoría de edad y el
permiso por escrito del marido en caso de
casamiento244.
Observamos pues, como durante la prime-
ra mitad del siglo XX, la titulación de matro-

243 Herrera, F; Lasante J.E. y Siles, J. op, cit, p. 244.


244 Orden de 1 de marzo de 1940 (BOE 10/3/40).
189
na siguió su camino histórico independiente
como titulación propia, frente a otros oficios
del cuidado como el de las enfermeras o los
practicantes. En virtud de las regulaciones
mencionadas, los estudios siguieron realizán-
dose en casas de maternidad, en hospitales
con salas de partos adscritos a las Facultades
de Medicina o a centros no oficiales. Su dura-
ción fue de dos años, teniendo que someterse
también a un examen de revalidad, en dichas
Facultades de Medicina, para la obtención
del título. Entre los requisitos requeridos pa-
ra el ingreso, estaban el tener el bachiller ele-
mental, menos de 20 años, un certificado de
buena conducta del párroco y un certificado
de autorización del padre, si se era soltera, o
del marido, si se era casada. Continuó así
dándosele una gran importancia a los requi-
sitos morales en la elección de las candidatas.
La actividad de las matronas se desarrolló
en el ámbito extrahospitalario, éstas acudían
a las casas de las parturientas a auxiliarlas
durante sus alumbramientos. Situación que
se prolongará en España, prácticamente, has-
ta a los años setenta, momento en que el par-
to empezó a ser institucionalizado en el seno
de los hospitales.
Se trató, de esta manera, de un periodo ca-
190
racterizado por la paulatina inclusión de las
Escuelas de Matronas en el seno de Hospita-
les, adscritos a las Facultades de Medicina, y
por la dura lucha competencial, ante las a-
menazas de intrusismo de médicos y practi-
cantes en el parto normal.

Siglo XX (1941-1970)
En la segunda mitad del siglo XX, la situa-
ción cambiaría drásticamente para las matro-
nas. El plan de desarrollo legal para las mis-
mas, acabaría con la eliminación del título
independiente, y su inclusión en una titula-
ción común junto con otros oficios tradicio-
nales del cuidado. La asimilación, respondió
a la ideología patriarcal dominante que con-
sideraba a las profesiones tradicionalmente
femeninas, como la de la partería, como sub-
alternas a la medicina, profesión tradicional-
mente encarnada por personajes masculinos.
Otra de las razones, fue la necesidad de crear
una profesión sanitaria auxiliar unificada,
que cubriera el gran número de plazas que
producía el sistema sanitario emergente de la
época245. De esta manera, se llevó a cabo el

245Ortega, C y Sánchez, N. (1996). El Siglo XX: Hacia la conso-


lidación de la profesión enfermera. En F. Hernández Marín
191
plan del Régimen franquista para las pro-
fesiones paramédicas, plan que consistió en
la unificación de las titulaciones de matrona,
practicante y enfermera en un mismo título.
El proceso comenzó con la promulgación en
1944 de la Ley de Bases, que establecía la co-
legiación de las matronas junto con las enfer-
meras y los practicantes, en un mismo cole-
gio denominado de auxiliares sanitarios. Y
continuaría con la definitiva unificación de
las titulaciones, a través del Decreto del 4 de
Diciembre de 1953, que agrupaba los tres ofi-
cios clásicos del cuidado bajo el paraguas de
una nueva titulación denominada Ayudante
Técnico Sanitario (ATS)246. Se eliminaban así
profesiones como la de practicante, que his-
tóricamente había ostentado competencias
tan importantes como las de cirujano, dentis-
ta o podólogo. Y también la de matrona, que
tradicionalmente se había encargado de la
asistencia al parto normal y patológico, y
ahora quedaba definitivamente como una fi-
gura auxiliar del médico obstetra.
El proceso de asimilación se produjo al

(coord.). Historia de la enfermería en España. Desde la anti-


güedad hasta nuestros días (pp. 287-325). Madrid: Editorial
Síntesis, p. 303.
246 Real Decreto de 4 de Diciembre de 1953 (BOE 29/12/53).

192
margen de las propias matronas, que en nin-
gún momento formaron parte de la Comi-
sión Central de Estudios de Enfermería, crea-
da para asesorar al ministro de sanidad en
esta materia (Decreto de 27 de Junio de 1952).
La Comisión, dirigida por el director general
de enseñanza universitaria, y asesorada en
primera instancia por el Decano de la Facul-
tad de Medicina de Madrid, en calidad de vi-
cepresidente, marco las directrices generales
de la nueva titulación247. La denominación de
la misma, Ayudante Técnico Sanitario, no
dejaba dudas sobre su talante, se trataba de
un oficio sanitario, meramente técnico y au-
xiliar de la medicina.
De esta realidad, da fe la forma en que se
organizaron las propias Escuelas, así como la
forma en que se diseñaron los planes de estu-
dios de la nueva titulación. Para dar cabida a
este proyecto, se establecieron tres tipos de
escuelas, las oficiales, las de la iglesia y las
constituidas por entidades privadas. Los di-
rectores de todas ellas eran médicos, un cate-
drático de la Facultad de Medicina, en el caso
de las oficiales, y un médico supervisado por
el mismo, en el caso de las privadas. Los pro-

247 Ortega, C y Sánchez, N. op, cit, p. 303.


193
fesores eran médicos, quedando las enferme-
ras encargadas de la formación práctica bajo
el nombre de monitoras o instructoras. Los
nuevos titulados no tenían, de esta manera,
el control sobre su formación. Control que
ostentaba la disciplina médica, encargada de
transmitir a los nuevos titulados la ideología
de subordinación.
De la estructura organizativa de las escue-
las, se puede deducir la naturaleza de los su-
cesivos planes de estudios para la titulación.
Entre los requisitos exigidos para el acceso a
las Escuelas de Ayudantes Técnicos Sanita-
rios estaban haber cumplido los diecisiete a-
ños de edad, aportar un certificado médico
de buena salud y ostentar el título de bachi-
ller elemental (cuatro cursos y reválida). A-
demás los aspirantes debían presentar un do-
cumento, avalado por dos personas de pres-
tigio moral reconocido, que acreditara su sol-
vencia moral.
La formación se impartía de forma separa-
da para los ATS masculinos y femeninos,
realizando éstas últimas los estudios en régi-
men de internado hasta 1972. La duración de
las enseñanzas era de tres años, en los que se
impartían conocimientos técnicos, pero tam-
bién se debían cursar asignaturas transversa-
194
les como religión, moral profesional y forma-
ción política. En el caso de las mujeres, reci-
bían además formación en tareas del hogar,
mientras los ATS masculinos cursaban estu-
dios propios de autopsia médico-legal.
El plan de estudios estaba dividido en for-
mación teórica y práctica, con una clara hi-
pertrofia hacia la segunda, 585 horas teóricas
frente a 3456 prácticas. Realidad que plasma-
ban los propios manuales de formación. Co-
mo ejemplo, basta citar al manual más difun-
dido de la época -Colección Murga- que en
su apartado de historia de la profesión reco-
mendaba que los conocimientos teóricos se
redujeran a los límites precisos de nociones,
fomentando una instrucción eminentemente
práctica248. Lógicamente, al negarle un marco
teórico a la nueva titulación, se aseguraba su
conformación como un oficio técnico a las ór-
denes de la ciencia teórica, la medicina.
La necesidad de dar continuidad a la pro-
fesión histórica de matrona, hizo que se desa-
rrollara una especialidad de la titulación de
ATS denominado asistencia obstétrica (ma-
trona). La especialidad fue aprobada a través
del Decreto de 18 de Enero de 1957, con una

248 Ibídem, op, cit, p. 306.


195
duración de un año en régimen de internado.
Durante el mismo, se impartían ocho meses
de enseñanzas práctico-teóricas y 4 meses de
prácticas clínicas. Entre los criterios de acce-
so estaban poseer el título de ATS femenino
y una edad inferior a 45 años249.

Fig. 33. Escuela de Matronas (años 50).


Fuente: Archivo familiar.

Como vemos, el nuevo plan formativo pa-


ra los oficios tradicionales del cuidado estu-
vo marcado por los valores patriarcales de la

249 Real Decreto de 18 de enero de 1957 (BOE 12/2/57).


196
época, que dictaron la división de los titula-
dos en función de sexos. Así, los planes for-
mativos se diseñaron de forma separada para
ATS masculinos y femeninos, no pudiendo
los ATS masculinos acceder a la titulación de
matrona. Además, la adscripción al Colegio
de Auxiliares sanitarios se realizaba en dife-
rentes secciones, inscribiéndose los ATS mas-
culinos en la sección de practicantes, los ATS
femeninos en la de enfermeras y las ATS con
diploma de asistencia obstétrica en la de ma-
tronas.
Quedó, de esta manera, conformado el nue-
vo plan para las profesiones paramédicas,
plan caracterizado por su supeditación a la
disciplina hegemónica, la medicina, y por su
distribución según valores patriarcales en
función de sexos.

Siglo XX (1970-1992)
A partir de los años setenta, las matronas,
que durante siglos habían sido consideradas
como portadoras de una ciencia y un arte in-
dependiente, seguirían en España incluidas
en la titulación de ATS. En este momento, se
produjo, en nuestro contexto, el tránsito del
parto desde el domicilio hacia el hospital.
197
Hecho que ayudaría a perpetuar la imagen
de la matrona como auxiliar del médico obs-
tetra, sobre todo ahora que la especialidad se
encontraba incluida dentro de la titulación
de Ayudantes Técnicos Sanitarios. El desa-
rrollo de las matronas quedó de esta manera
condicionado a la situación de los ATS. Si-
tuación que empezaría a cambiar a partir de
1970, con la promulgación el 4 de Agosto de
la nueva Ley General de Educación. La nor-
mativa recogía, en la Disposición Transitoria
2.7, la posibilidad de que las escuelas de ATS
se transformaran en Escuelas Universitarias,
o bien en Centros de Formación Profesional
de segundo grado. La inclusión de los ATS
en los centros de Formación Profesional su-
ponía la disminución de los estudios de tres
a dos años, y el paso definitivo a la escala de
FP. Ante esta realidad, hubo una moviliza-
ción del colectivo, con el objetivo de integrar
la titulación en el ámbito universitario. Movi-
lización que concluyó con la creación, en
1976, de una comisión interministerial para
estudiar la reforma de los estudios de ATS.
La comisión emitió su informe positivo para
que los ATS se integraran en la universidad.
Realidad que se consumó el 22 de Agosto de
1977, fecha en que se publicó en el BOE el
198
Real Decreto 2128/1977 del Ministerio de
Educación y Ciencia sobre la integración en
la Universidad de las escuelas de ATS. A esta
legislación había precedido una Orden de
Abril de 1977 que implantaba la colegiación
única, aglutinando las tres secciones sindi-
cales (practicantes, enfermeras y matronas)
en un único colegio para profesiones sanita-
rias de enfermería250. Por último, en 1980, se
homologaron los títulos de ATS y Diploma-
do en Enfermería a efectos de derechos pro-
fesionales, corporativos y nominativos251.
La integración en la universidad supuso
un gran avance para la enfermería, y de paso
también para las matronas, que seguían in-
cluidas bajo el parasol de ésta. La nueva ti-
tulación ostentó el rango de Diplomatura, y
continuó teniendo una duración de tres años,
con una carga lectiva de 4600 horas, reparti-
das entre teoría y prácticas al 50%. El aumen-
to de la carga teórica, supuso un respaldo
para la transición hacia una enfermería pro-
fesional. Además, en 1983, se promulgó la
Ley de Reforma Universitaria que preveía la
figura del profesor titular con título de diplo-

250 Orden de abril de 1977 (BOE 2/4/77).


251 Real Decreto de enero de 1980 (BOE 24/1/80).
199
mado252. Ello abrió el camino de la docencia
a las enfermeras, propiciando que por prime-
ra vez pudieran tener el monopolio sobre su
propia formación, al dejar de ser únicamente
monitoras de prácticas, como había ocurrido
hasta ese momento, para impartir lecciones
teóricas.
Sin embargo, y pese a los avances en el te-
rreno de la enfermería general, las matronas
tendrían que esperar para ver aumentado su
estatus profesional. Tras la transformación
de la titulación, no se procedió a desarrollar
una especialidad de matrona acorde a la nue-
va titulación universitaria de enfermería.
Muy al contrario, por Orden de 9 Octubre de
1980, las matronas siguieron cursando la es-
pecialidad de ATS con titulación de asisten-
cia obstétrica, en el mismo régimen académi-
co, con la misma duración de un año y con
los mismos efectos253. Ese mismo año, por
Real Decreto de 26 de Septiembre, se supri-
mió la limitación por razón de sexo a los es-
tudios de matrona, por lo que los ATS y Di-
plomados en Enfermería masculinos pudie-
ron cursarlos. Además, se derogó la obligato-

252 Ortega, C y Sánchez, N. op, cit, p. 321.


253 Orden de 9 de Octubre de 1980 (BOE 20710/80).
200
riedad de cursar los estudios en régimen de
internado, acabando con algunas de las atri-
buciones histórico-patriarcales de la titula-
ción254.
El avance para las matronas llegaría con la
incorporación de España en la Comunidad
Económica Europea. Tras la incorporación, el
gobierno español se comprometió a adecuar
el currículum de formación de las matronas a
las Directrices de la Comunidad Europea
80/154/CEE y 80/155/CEE, promulgadas en
1980 y de obligado cumplimiento para todos
los países miembros. Las Directrices contem-
plaban dos modalidades de formación: una
específica para matronas con una duración
de 3 años a tiempo completo, opción que es
una realidad en la mayoría de países euro-
peos, y otra, tras la realización de los estu-
dios de Diplomado en Enfermería, de 3.600
horas a tiempo completo, o de 3.000 seguidas
de un año práctico255. En nuestro país, se si-
guió optando por mantener la titulación den-
tro de la enfermería, renunciando a la titula-

Real Decreto de 26 de Septiembre de 1980 (BOE 27710/80).


254

Seguranyes, G; Porta, R y Vidal, A. (1986). La Matrona en la


255

CEEE. Rol, 94: 75-77.


Muñoz, R. y Sánchez, I. (1992). Formación de matronas en la
Comunidad Europea. Rol; 167-168: 73-77.
201
ción independiente, a pesar de que ésta había
sido una realidad histórica durante siglos. De
esta manera, a través del Real Decreto 992 de
1987 de especialidades para la carrera de en-
fermería, se creó la especialidad de Enferme-
ría Obstétrico-Ginecológica o matrona. Espe-
cialidad que venía a sustituir a la antigua ti-
tulación de ATS con diploma de asistencia
obstétrica. En el tercer artículo de dicho Real
Decreto, se especificaba que los programas
de formación de la nueva especialidad de-
bían ajustarse a las exigencias de las Directri-
ces de la CEE256. A partir de Julio de 1987
quedó derogado el anterior plan de estudios
de matrona, cesando la formación de matro-
nas en nuestro país en espera del desarrollo
de la nueva especialidad.
Sin embargo, ante la falta de desarrollo de
la especialidad en España, el Tribunal de Jus-
ticia de las Comunidades Europeas presentó,
el 11 de Octubre de 1989, un recurso contra el
estado español, por no haber adoptado en los
plazos establecidos las disposiciones necesa-
rias para ajustarse a las Directrices relativas
al acceso de la titulación de matrona. El re-
curso establecía que el estado español debía

256 Real Decreto de 3 de julio de 1987 (BOE 1/8/87).


202
de haber desarrollado las medidas necesarias
para la incorporación de las Directrices en
1986. Ello llevó a que mediante Real Decreto
de 28 de Junio de 1991 se implantaran, en el
ordenamiento jurídico español, lo establecido
en las Directrices del Consejo de Comunida-
des Europeas 80/154/CEE y 80/155/CEE. El
Real Decreto reguló el reconocimiento de los
diplomas, certificados y otros títulos de ma-
trona. En el Anexo II se traspuso el contenido
de la Directiva 80/155/CEE, especificándose
las modalidades, condiciones y contenido de
las enseñanzas teórico-prácticas y clínicas257.
De esta manera, quedaba otra vez regulada
la titulación de matrona en nuestro país co-
mo una especialidad de la nueva diplomatu-
ra de enfermería.

Siglo XX (1992-2000)
Una vez instituida la nueva titulación de
matrona, el 1 de Junio de 1992 se emitió una
Orden en la que se aprobaba el programa de
formación, el sistema de acceso para la ob-
tención del nuevo título y los requisitos que
debían cumplir la Unidades Docentes. La du-

257 Real Decreto de 28 de junio de 1991 (BOE 29/6/91).


203
ración de la formación era de dos años a
tiempo completo, con un total de 3.534 horas.
El acceso a la formación se realizaba tras la
aprobación de una prueba de carácter estatal,
en la que se realizaba un examen, teniéndose
en cuenta un baremo de puntuación. Los a-
lumnos seleccionados, realizaban los estu-
dios mediante un sistema de residencia, a
través de un contrato con la institución sani-
taria donde le había sido adjudicada la plaza
de formación. En el anexo de la citada orden,
se especificaba el plan teórico-práctico que se
debía seguir durante los estudios258. Las Uni-
dades Docentes de Matrona dependerían de
las Escuelas de Enfermería, y no de las Facul-
tades de Medicina como hasta el momento.
Ello suponía el final de su supeditación a la
Medicina, pero por otro lado truncaba la po-
sibilidad de conformarse en una titulación
independiente.
La primera promoción de especialistas en
Enfermería Obstétrico-ginecológica (matro-
na) comenzó a cursar sus estudios en 1994259.
Promoción que se graduaría en Marzo de

258 Orden de 1 de junio de 1992 (BOE 2/6/92).


259 Orden de 22 de octubre de 1993 (BOE 23/10/93).
204
1996, tras 9 años de vacío en el que no se for-
mó a ninguna matrona.

Siglo XXI
Durante la primera década del Siglo XXI,
la titulación no experimentó notables cam-
bios en cuanto a su constitución y programa
de formación, aunque al seguir encuadrada
como especialidad de la enfermería, se vio a-
fectada por las regulaciones que ésta experi-
mentó.
Regulaciones cuyo punto de origen situa-
mos en la Ley Orgánica 6 de Universidades,
del 21 de Diciembre del 2001. La nueva ley
planteaba favorecer la movilidad, y promo-
ver la plena integración del sistema universi-
tario español en el espacio europeo de educa-
ción superior, contemplando a tal fin una se-
rie de medidas. Como desarrollo de la citada
ley, el 21 de Enero de 2005, a través del Real
Decreto 55 y 56, se regularon en España los
estudios universitarios de Grado, Máster y
Doctorado para la titulación de Enfermería.
El Real Decreto acababa con la tradicional di-
visión, en el ámbito universitario español,
entre Diplomaturas y Licenciaturas, inclu-
yéndolas todas en una misma categoría de
205
Grado. Además, abría la posibilidad a la En-
fermería, y como parte de ella a las matronas,
de cursar estudios de Máster y Doctorado
dentro de su especialidad. Ello suponía la
posibilidad de dirigir y orientar su propia in-
vestigación.
Finalmente, el 22 de Abril del 2005, se pro-
mulgaba un nuevo Real Decreto que estable-
cía el desarrollo de las nuevas especialidades
de enfermería, entre las que se encontraba la
de Matrona. El sistema de acceso, vía examen
nacional, el plan de estudios, dos años en sis-
tema residencia, y el programa de formación
se mantenía intacto. La primera promoción
de Graduados en Enfermería, comenzó sus
estudios el año 2008 en tres centros españo-
les: la Universidad Católica San Antonio, la
Universidad Europea de Madrid y la Univer-
sidad pública de Zaragoza. La primera pro-
moción se graduó en el año 2012, y a partir
de 2014 podrían titularse los primeros Gra-
duados en Enfermería Especialistas en Enfer-
mería Obstétrico-Ginecológica (matrona),
tras seis años de formación universitaria.

Tras el largo camino recorrido, no sabe-


mos cuáles serán los futuros designios profe-

206
sionales que esperan a la noble labor de la
matronería. Tampoco sabemos cuál será el
desarrollo concreto de su titulación, o su ni-
vel competencial en los próximos años. Lo
que sí sabemos es que al margen de su marco
legal, o del desarrollo de su plan de estudios,
tanto en nuestro país como en otros contex-
tos, las comadronas seguirán en el mismo lu-
gar que han ocupado desde los albores de la
humanidad. Seguirán cum māter, con las ma-
dres, luchando para que un trance tan bonito
como el de la maternidad siga produciendo-
se en el clima de seguridad, respeto, e intimi-
dad que le es consustancial.

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231
HISTORIA DE LAS MATRONAS
José Manuel Hernández Garre
HISTORIA DE LAS
MATRONAS
El parto es un hecho biológico, y a la vez cultural,
que a José
veces Manuel
precisa deHernández
ayuda externa Garre
para llegar a
buen término, por lo que la atención al mismo ha
constituido un arte y una ciencia desde los albores de
los tiempos. Estamos
El parto ante
es un una biológico,
hecho disciplinaytana antigua
como el ser humano, ante una materia
la vez cultural, que a veces precisa impregnada
de la emotividad
de ayuda y elexterna
instinto para
femenino quea no ha es-
llegar
capado, como
buen término, por lo que alala riguro-
cualquier otra especialidad,
sa evolución del tiempo,
atención al mismoni a ha
los constituido
contextos y culturas
cambiantes en los que se ha visto
un arte y una ciencia desde inscrita.
losEvolución
que se expone
albores de los tiempos. Estamos resumi-
en el presente texto, de forma
da, sencilla y fidedigna,
ante con el deseo
una disciplina de dibujar, con
tan antigua
trazo fino, las verdaderas trayectorias
como el ser humano, ante una de una pro-
fesión quemateria
desde el inicio ha dedicado
impregnada de su laesfuerzo a
las futurasemotividad
madres y sus y elbebés, confemenino
instinto el anhelo de que
la vida se que
abriera paso .
no ha es-capado, como
cualquier otra especialidad, a la
riguro-sa evolución del tiempo, ni
a los contextos y culturas
cambiantes en los que se ha visto
inscrita. Evolución que se expone
en el presente texto, de forma
resumi-da, sencilla y fidedigna,
con el deseo de dibujar, con trazo
fino, las verdaderas trayectorias
de una pro-fesión que desde el
inicio ha dedicado su esfuerzo a
las futuras madres y sus b la vida
se abriera paso.

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