Professional Documents
Culture Documents
net/publication/318585148
CITATIONS READS
2 2,422
1 author:
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
All content following this page was uploaded by José Manuel Hernández Garre on 09 March 2018.
1
2
HISTORIA DE LAS MATRONAS
EVOLUCIÓN DE LA CIENCIA Y EL ARTE DE LA
PARTERÍA
3
La imagen de la portada representa a dos obstetrix romanas (co-
madronas), entregando el recién nacido a su madre tras el parto.
4 Massimo. Museo Nacional Ro-
Bajorrelieve de Minerva. Palazzo
mano (Roma).
JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ GARRE
5
6
A las parteras,
obstétricas,
comadronas y
matronas
7
8
Índice
Prólogo 13
13
Introducción 15
15
Capítulo 1
De la Prehistoria a la Edad Media. La con-
versión del parto en un hecho social 29
29
- Prehistoria 30
30
- Edad Antigua 37
37
Capítulo 2
Edad Media. Consolidación del modelo fe-
menino de asistencia al nacimiento 7 47
- Alta Edad Media 48
48
- Baja Edad Media 56
56
Capítulo 3
Edad Moderna. La introducción del médi-
co en el parto 61 61
- Siglo XV y XVI 62
62
- Siglo XVII y XVIII 72
72
9
Capítulo 4
Edad Contemporánea. Paulatina transi-
ción del parto al hospital 88
87
- Siglo XIX 88
88
- Siglo XX 99
99
Capítulo 5
Siglo XXI. Las comadronas y los movimien-
tos de desmedicalización del nacimiento 1 111
- Finales del Siglo XX y Siglo XXI 113
113
Capítulo 6
Biografías. Comadronas relevantes en la his-
toria 125
125
- Agnodiké 126
126
- Trótula 130
130
- La Herrera, María De Ulloa y Quirce de
Toledo . 141
- Louise Bourgeois 142
142
- Margarita Veronese 147
147
- Justine Sigemundin 148
148
- Margarite du Tertre 151
151
- Jane Sharp 153
153
- Elizabeth Cellier 156
156
- Sara Stone 158
158
10
- Margaret Stephen 160
160
- Marie Louise Lachapelle 162
162
- María Ana Victoria Boivin 168
168
- Mary Carson 170
170
- Elvira Morera 171
172
Epílogo
El Proceso legal de institucionalización de las
matronas en España 171
173
- De la prehistoria a la Edad Media 173
173
- Siglo XV y XVI 175
175
- Siglo XVII y XVIII 177
177
- Siglo XIX 179
179
- Siglo XX (1900-1940) 184
185
- Siglo XX (1941-1970) 190
191
- Siglo XX (1970-1992) 196
197
- Siglo XX (1992-2000) 202
203
- Siglo XXI 20
205
Bibliografía 207
209
11
12
Prólogo
14
Introducción
16
profesiones sanitarias, la enfermería. Lógica-
mente cualquier clasificación corre el riesgo
de ser un mero artificio intelectual, que trate
de parcelar lo irreducible del transcurrir uni-
tario del tiempo. Pese a ello, la perspectiva
clasificadora, atendiendo a criterios lógicos
de evolución, ayuda a la comprensión escalo-
nada del avance de cualquier disciplina. Di-
cho de otro modo, nos introduce en los com-
plejos derroteros de la historia con la ayuda
de unos asideros básicos para orientarse en el
transcurso del tiempo. Máxime cuando el fe-
nómeno de estudio lo constituye una ciencia
como la matronería, cuyo desarrollo ha esta-
do ligado a factores socioculturales tan diver-
sos.
De esta manera, y tomando como hilo
conductor los períodos de la historia general,
se pueden describir una serie de etapas en la
historia de las comadronas. Etapas cuya cir-
cunscripción se ha realizado atendiendo a
criterios como su desarrollo competencial, su
nivel de autonomía frente a las disciplinas
médicas, la naturaleza de sus praxis, las ca-
racterísticas de sus planes formativos o los
requisitos de acceso a la profesión. Teniendo
en cuenta estas variables, y observando el
transcurso de la disciplina desde cierta pers-
17
pectiva, se puede hablar de tres etapas en la
evolución de la ciencia de la partería: la Eta-
pa Empírico-autónoma, la Etapa Técnico-de-
pendiente y la Etapa Profesional.
Etapa Empírico-autónoma
Estamos ante la etapa de mayor extensión
en la evolución de la matronería, abarcando
desde la Prehistoria hasta el final de la Edad
Moderna.
En este periodo las prácticas asistenciales
se basaron en la experiencia empírica y la ob-
servación, praxis que eran transmitidas de
forma informal de las maestras en partos a
las aprendices, sin responder a ningún siste-
ma o programa de aprendizaje reglado insti-
tucionalmente. Las comadronas se encarga-
ron tanto de los nacimientos normales como
de los complicados, siendo el parto una ma-
teria exclusiva que abordaban desde un pa-
trón de asistencia no intervencionista.
Fue una etapa larga y de gran heteroge-
neidad que se puede dividir a su vez en dos
periodos: el Precristiano y el Cristiano.
El primer periodo abarcó desde la Prehis-
toria hasta la Edad Antigua, y se caracterizó
porque los criterios de selección de las coma-
dronas se realizaron en base a sus destrezas y
18
habilidades técnicas, demostrando éstas una
gran maestría fruto de su buena formación
teórica. Todo un hito en un momento en que
el conocimiento era patrimonio exclusivo del
género masculino.
Con la entrada del cristianismo, tras los e-
dictos de Milán (313) y Tesalónica (380), se
produjo la cristianización del imperio roma-
no. Elemento que tras su caída, en el año 476,
se instituiría en el nuevo factor de cohesión
de la Europa postromana. Las nuevas coor-
denadas teológicas producirían un abandono
de las indagaciones empíricas, y la subyuga-
ción de los raciocinios a las ideas teocéntri-
cas. En este contexto la formación de las co-
madronas disminuiría drásticamente con res-
peto a épocas anteriores, empezando a reali-
zarse su elección en base a sus cualidades
morales, y no a sus conocimientos o destre-
zas técnicas. La moral intachable de las asis-
tentes se tornó en lo más importante, en un
momento en el que éstas tenían que suminis-
trar el bautismo de urgencia en caso de de-
función del neonato. Las parteras siguieron
ostentando la potestad de la asistencia a los
partos normales y patológicos en exclusivi-
dad, realidad propiciada por la repugnancia
expresada por los médicos masculinos a de-
19
dicarse a temas de la mujer. Temas conside-
rados fuera y por debajo de su esfera profe-
sional, y propios de comadres y capadores.
Etapa Empírico-Autónoma
Periodo Precristiano Cristiano
Criterios de Conocimientos y
Virtudes
selección habilidades
morales
técnicas
Contexto del Domicilio Domicilio
parto
Tabla nº 1. Cuadro sinóptico Etapa Empírico-Autónoma.
Fuente: Elaboración propia
20
ción en gremio profesional. Realidad que si
vivieron otros oficios sanitarios masculinos
como el de los cirujanos barberos, que evolu-
cionó en base a las atribuciones de aprendi-
zaje, contraprestación y competencia propias
de los gremios medievales.
Etapa Técnico-dependiente
Con la llegada de la Edad Moderna, y la
nueva apertura al conocimiento que supuso
la Revolución Científica, la situación iría cam-
biando en el ámbito de la asistencia al parto.
Por primera vez los médicos y cirujanos co-
madrones empezaron a interesarse por los te-
mas de la mujer, a la vez que iban instituyen-
do su poder en un ámbito, que durante si-
glos, había sido competencia exclusiva de las
comadronas. Nacía así la segunda fase de la
historia de las matronas, la Etapa Técnico-de-
pendiente.
Esta época, que abarcó desde la segunda
mitad del siglo XVIII hasta el último tercio
del Siglo XX, se caracterizó por la paulatina
subordinación de las matronas a los ciruja-
nos comadrones, en un contexto en el que
persistió la elección de las candidatas en base
a sus virtudes morales. Situación plasmada
en la mayoría de legislaciones al respecto
21
donde se incluía, entre los requisitos de acce-
so a la titulación, el certificado de buenas
costumbres del párroco, además del permiso
marital en caso de nupcias. En este momento
se iniciarían los procesos de institucionaliza-
ción legal de los títulos de las asistentes, po-
niéndose en marcha los primeros planes for-
mativos no universitarios. Tras los mismos
las comadronas quedarían definitivamente
relegadas a la asistencia de los partos norma-
les, teniendo que avisar a un médico en caso
de complicación.
Fue un periodo desigual y diverso en el
que las ansias de control estatal llevarían a la
progresiva institucionalización del parto. Los
nacimientos pasaron a acontecer en el espa-
cio de poder de los “expertos”, alejados del
calor del hogar, para ser controlados biotec-
nológicamente. El éxodo fue lento y comple-
jo, permitiéndonos parcelar esta etapa en dos
periodos: el domiciliario y el hospitalario.
Durante gran parte de esta fase las partu-
rientas continuarían dando a luz en el seno
de sus casas, asistidas por comadronas que
desde su formación y destreza las ayudaban
en el lance. Las malas condiciones de asepsia
de los hospitales hacían que los casos de fie-
bre puerperal fueran mucho más comunes en
22
estos, que en los ambientes antiepidémicos
de las casas. Por ello el parto continuó trans-
curriendo en los domicilios hasta mediados
del Siglo XX, a pesar de los diferentes inten-
tos de hospitalización acaecidos durante Si-
glo XIX.
La situación cambiaría con el desarrollo de la
teoría microbiana y la aplicación, a lo largo
del Siglo XX, de los principios de asepsia
enunciados por Lister en el siglo anterior.
Ello haría posible el despegue de la cirugía y
la transferencia de la asistencia sanitaria al
seno de los hospitales. En este contexto, tras
la Segunda Guerra Mundial, se produciría el
traslado definitivo de los partos al hospital.
Las mujeres impresionadas por la incipiente
tecnología sanitaria especializada, y bajo la
ideología de que los hospitales eran lugares
libres de gérmenes, irían dejando paulatina-
mente sus hogares a la hora de dar a luz. El
proceso se produjo de forma desigual, pro-
moviéndose en determinados contextos co-
mo el español de forma tardía, a partir de los
años setenta. El tránsito supuso para las co-
madronas una mayor subordinación a la au-
toridad médica, al compartir ahora el mismo
espacio físico que estos. Situación que hizo
que se difundiera su imagen como auxiliares
23
de los mismos. La visión se vio reforzada por
la medicalización de los partos normales que
fueron abordados desde una nueva perspec-
tiva intervencionista.
Etapa Técnico-dependiente
Periodo Domiciliario Hospitalario
De finales del De 1950 al
Duración siglo XVIII a último tercio del
mediados del siglo XX
siglo XX
Nivel Parto normal Parto normal
competencial (supervisión del
obstetra)
Virtudes Virtudes
Criterios de morales. morales.
selección Plan de Plan de
formación no formación no
universitario universitario
Contexto del
Domicilio Hospital
parto
Tabla nº 2. Cuadro sinóptico Etapa Técnico-dependiente.
Fuente: Elaboración propia
24
Etapa Profesional
A lo largo del último tercio del Siglo XX se
iría demarcando de nuevo el perfil profesio-
nal de las matronas. A ello contribuirían los
diferentes documentos emitidos por organis-
mos sanitarios2, en los que se especificaba
que la matrona era la profesional más capaci-
tada para la asistencia de los partos norma-
les. Dichos documentos insistían en la im-
portancia de disminuir la intervención y me-
dicalización de los partos normales, otorgan-
do a las comadronas una esfera competencial
al margen de la disciplina médica. Este pro-
ceso se vio impulsado por la inclusión de los
planes formativos en el ámbito universita-
rio, como ocurrió en el caso español, donde
26
nopausia y la prevención del cáncer gineco-
lógico.
Quedaba así bien delimitada su esfera dis-
ciplinaria en el marco del control de los pro-
cesos normales de la mujer, permaneciendo
las patologías, tanto obstétricas como gineco-
lógicas, en la esfera de la medicina. Se iría
consolidando de esta manera una Etapa Profe-
sional, que en la mayoría de los países occí-
dentales transcurriría en el seno de los hos-
pitales, aunque en otros contextos, como en
el caso de los Países Bajos o Escandinavos, se
desarrollaría en el marco domiciliario.
27
28
Capítulo 1
Desde la Prehistoria hasta la Edad Media.
La conversión del parto en un hecho social
Prehistoria
Las raíces de la humanidad las encontra-
mos en el bipedismo3. El proceso, acaecido
hace unos cinco o diez millones de años, ocu-
pó un periodo de tiempo en la evolución hu-
mana diez veces mayor que el desarrollo de
la masa encefálica4. El hecho de andar ergui-
dos tuvo drásticas consecuencias sobre el de-
sarrollo del parto en el Género Homo, difi-
cultando su mecanismo para convertirlo en
un proceso arduo y complejo. Hasta el pun-
to de que la evolución de la cadera femeni-
na, resultante de la bipedestación, sería el
tica, p. 122.
30
sustento biológico que condicionaría la nece-
sidad de acompañamiento y asistencia exter-
na durante el mismo5.
La historia de la partería comenzó, de esta
manera, hace unos 200.000 años tras la apa-
rición al sur de África del Homo Sapiens. A-
quellos primeros testigos de la humanidad
adoptaron un modo de vida paleolítico, ca-
racterizado por la caza y la recolección, que
les obligaba a vivir de manera nómada6. En
estas circunstancias adversas el parto se con-
vertiría en una experiencia individual. Parece
probable que las mujeres dieran a luz en cu-
clillas, o con las nalgas o las rodillas apoya-
das en piedras. Tras el nacimiento cortarían
el cordón con una piedra afilada, o con la bo-
ca, amamantándolo instintivamente. Sólo po-
drían sobrevivir aquellas mujeres que tuvie-
ran partos naturales7. El rigor de la vida e-
rrante condicionaba que las mujeres llevaran
a sus crías continuamente en contacto con e-
llas, atadas en cabestrillos hechos de pieles
de animales.
32
a los que amamantan a demanda hasta eda-
des tardías8.
Paulatinamente el parto se iría convirtien-
do en un hecho social, del que participaron
diferentes miembros de la colectividad. Así
“hacia el 40000 a de J.C., en áreas favorables
como la rivera del mediterráneo, grupos de
hombres, mujeres y niños se desplazarían en
grandes tribus. Y dado que se formaron uni-
dades de hombre y mujer, para hacer más e-
ficientes los equipos de caza, es concebible
que el hombre permaneciera con su esposa y
quizá la asistiera durante el parto”9.
33
Parece que éste pudo ser el precedente
más antiguo de acompañamiento, incluso de
asistencia al nacimiento. Sin embargo no fue
hasta la llegada del neolítico, en torno al
10000 u 8000 a. de J. C, cuando la asistencia
parto se transformó en una tarea reconocida
socialmente. En este periodo, en zonas propi-
cias como el llamado creciente fértil, se em-
pezó a desarrollar un nuevo modo de vida
basado en la agricultura y la ganadería. Éste
posibilitó el tránsito del modo de vida nó-
mada al sedentario, lo que produciría un au-
mento del crecimiento demográfico10. Hay
que tener en cuenta que al comienzo de la e-
ra agrícola sólo había en la tierra entre 2 y 10
millones de personas11, población que au-
mentó en tamaño y complejidad como con-
secuencia de la mayor supervivencia de los
bebés y niños.
En estas nuevas estructuras colectivas el
parto se iría convirtiendo en un hecho ligado
a la intimidad del hogar, en un acontecimien-
to íntimo velado al mundo masculino. Así
“mujeres ancianas, primero pertenecientes a
Harmondsworth: Pelican.
34
la familia y luego a la comunidad, sustitui-
rían a los hombres en la atención al parto.
Madres experimentadas que pasaron a de-
sempeñar el papel de la comadrona, y que
una vez que asumieron el derecho a este
puesto lo retendrían, excluyendo a los hom-
bres durante los 10000 años siguientes”12. A-
sistentes que heredarían un conocimiento
empírico trasmitido por vía oral, y derivado
de la observación y la experiencia práctica.
tam ed.
36
el parto. Durante este “rito de paso” los pa-
dres mostraban síntomas ostensibles de do-
lor, tomando el puesto de la madre yacente
como si fuesen ellos los que hubieran dado a
luz15.
Quedaron así, durante el neolítico, bien
establecidas las bases del trabajo de las co-
madronas.
Edad Antigua
Conforme se fueron consolidando los a-
sentamientos neolíticos, surgieron las prime-
ras civilizaciones arcaicas, caracterizadas por
una mayor complejidad social. En el seno de
las mismas, empezaron a aparecer los prime-
ros oficios. Hecho que posibilitaría la consoli-
dación del patrón femenino de asistencia al
parto, ocupando desde ese momento la co-
madrona, o partera, un lugar socialmente re-
conocido16. Este patrón de asistencia se repi-
tió en culturas como la hebrea, en cuyo Tal-
39
las enseñanzas de Herófilo, médico atenien-
se20.
Aguaclara, p. 144.
40
nidad, condiciones reguladas socialmente
que sellaban su destino. La mortalidad de las
madres se situaba entre el cinco y el diez por
ciento de los nacimientos22.
En este periodo, concretamente en el siglo
II, apareció una de las primeras figuras mas-
culinas de trascendencia en la asistencia al
nacimiento, Sorano de Éfeso. Éste escribió
uno de los primeros libros para comadronas,
bajo el nombre “De morbis mulierium”, en el
que especificaba algunas de las virtudes que
habían de poseer éstas. Entre ellas, figuraban
algunas como: saber leer y escribir23, tener
buena memoria, ser pacientes, inspirar con-
fianza, tener constitución fuerte o poseer de-
dos largos y delicados, y uñas cortas24. Pese a
la irrupción de Sorano de Éfeso, y a que sus
enseñanzas predominarán durante el si-
guiente milenio, la asistencia al parto segui-
ría siendo una tarea fundamentalmente fe-
menina hasta finales del siglo XIX.
Masson.
41
Fig. 7. Sorano de Éfeso.
Fuente: bajorrelieve en piedra.
http://www.imperioromano.com
blications, p. 26.
50
necológica quedara anclada hasta el siglo
XVII, en un contexto en el que la moral y los
valores predominantes no toleraban que las
mujeres fueran visitadas por hombres. Y mu-
cho menos que visualizaran sus partes más
íntimas, consideradas terreno prohibido para
cualquier hombre que no fuera su marido39.
Las mujeres fueron consideradas, en cierta
medida, como incompletas y defectuosas40,
manifestando los médicos una repugnancia
hacia los temas femeninos41. Por ello, los ga-
lenos varones no mostraron ningún interés
por las enfermedades femeninas, ni por los
partos, que consideraban fuera y por debajo
de su esfera profesional. El nacimiento era
considerado un asunto sucio, adecuado sólo
para comadronas y capadores42. Desinterés,
hacia la anatomía femenina y el parto, que
fue un efecto colateral de la misoginia insti-
tucionalizada43.
53
Fig. 9. Comadronas medievales asistiendo un parto.
Fuente: grabado de un libro de la Alta Edad Media.
51 Forbes, T.R. (1966). The Midwife and the Witch. New Haven:
Yale University Press.
52 Towler, J. y Bramall, J. op, cit, p. 38.
53
Libro sobre la caza de brujas, escrito en 1486 por dos mon-
jes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Spren-
ger, que sería utilizado por los grandes demólogos e inquisi-
dores, de los siglos XVI y XVII, como fuente de autoridad en
sus sentencias condenatorias.
55
Edad Media, en una situación muy incómo-
da y nada codiciada54.
58
aprendizaje, la calidad y los salarios58. La a-
sistencia al parto siguió siendo pues una ac-
tividad únicamente femenina, desligada del
saber científico y unida a la noción teocéntri-
ca de castigo divino.
60
Capítulo 3
La Edad Moderna.
La introducción del médico en el parto
Siglo XV y XVI
Con la llegada de la Edad Moderna, hom-
bres como Copérnico, Galileo Galilei, Kepler,
Newton, Bacon y Harvey realizaron impor-
tantes avances en todos los campos de la
ciencia. Ello propiciaría todo un movimiento
intelectual, que a posteriori se bautizó con el
62
apelativo de revolución científica. Ésta “co-
menzó con la publicación, por parte de Co-
pérnico, de su obra De Revolutionibus orbium
Coelestium, en 1543, y alcanzó su culmina-
ción, un siglo después, con la obra de Isaac
Newton Philosophiae naturalis principia mate-
mática (1687)”61. Durante este periodo, se pro-
dujo una profunda renovación que dio lugar
a la denominada ciencia moderna. Movimiento
caracterizado por el interés por la naturaleza,
el uso de las matemáticas y el inicio de un
nuevo método –hipotético deductivo- como
procedimiento de indagación de la realidad.
De esta forma, se cambió la idea que se tenía
sobre el universo y sobre el hombre, nacien-
do una nueva ciencia, la ciencia empírica. Las
disciplinas que abanderaron este nuevo mo-
vimiento, fueron la física, cuyo máximo ex-
ponente lo encontramos en Newton, y la quí-
mica, principalmente de la mano de Antoine
Lavoisier. De esta forma se abandonó la filo-
sofía aristotélica, reinante hasta el Renaci-
miento, que era una filosofía de esencia y de
Philadelphia: W. B. Saunders.
74
intento de control de los médicos sobre las
matronas. Peter III intentó fundar una corpo-
ración de comadronas, bajo su dirección mé-
dica, aunque su proyecto fue un fracaso por
la negativa de éstas87.
77
troducirían las demás modalidades de cesá-
rea utilizadas en la actualidad90.
82
hemorrágico y artificial, la mola hidatiforme
o la rotura prematura de membranas.
En lo que respecta al parto patológico, des-
tacaron sus caracterizaciones y pautas de tra-
tamiento sobre la retención de placenta, los
huevos muertos y el desprendimiento de pla-
centa normoinserta intraparto. También sus
explicaciones sobre las presentaciones cefáli-
cas anómalas, de cara y oblicuas, la prociden-
cia de mano o el prolapso de cordón. O Sus
aportaciones sobre la extracción manual de
placenta, en caso de retención, la inducción
de parto precoz, en caso de rotura prematura
de membranas, estrechez pélvica y macroso-
ma, y el legrado en caso de hemorragia. Ade-
más de sus descripciones sobre la realización
de versiones externas, en caso de presenta-
ciones anómalas, y sus advertencias sobre los
riesgos de la tracción del cordón para la in-
versión uterina, o en caso de inserción vela-
mentosa. Por último, destacó su rechazo a la
sinfisiotomía, o al uso indiscriminado de fór-
ceps y la cesárea, anticipando que el excesivo
intervencionismo podía ser causa de iatroge-
nia grave.
En lo que respecta al puerperio patológico,
fueron importantes sus descripciones sobre
los problemas y molestias de las mamas y los
83
entuertos, además de su descripción de la re-
tención de placenta como causa de fiebre
puerperal. Y todo ello, mucho antes de que
Semmelweis propusiera su teoría sobre la
causa séptica de las mismas.
Al margen de todo lo comentado, resulta-
ron también decisivos sus estudios sobre las
patologías ginecológicas. Así, describieron las
causas de la esterilidad, o las enfermedades
más comunes del útero y los anejos. Dejando
también importantes tributos a la neonatolo-
gía, con diversas descripciones sobre como
reanimar a los recién nacidos patológicos.
Destacaron además en campos vetados
para las mujeres de la época, como las instru-
mentaciones intraparto. Al respecto, detallaron
el uso de los ganchos, predecesores del fór-
ceps, y determinadas maniobras de rotación
de la cabeza con el uso del mismo, como la
famosa maniobra Lachapelle. También con-
tribuyeron en el desarrollo de determinadas
técnicas quirúrgicas, como las cesáreas post-
morten, las craneotomías o las embriotomías
en casos extremos.
Por último, describieron de forma fidedig-
na la anatomía y fisiología de la mujer, a la
vez que proponían intervenciones ginecoló-
gicas como la ovariectomía.
84
En resumen, se puede decir que estas céle-
bres matronas contribuyeron enormemente
al nacimiento de la obstetricia moderna.
Ciencia, que a posteriori les sería arrebatada
por los médicos obstetras. Estos, rebautiza-
rían muchas de sus descripciones, e inclui-
rían gran parte de sus conocimientos en sus
manuales sobre obstetricia y ginecología.
A pesar de la intromisión del hombre mé-
dico en el parto, la asistencia al mismo con-
tinuó recluida en el ámbito domiciliario, bajo
la supervisión y asistencia de las comadro-
nas. Durante el nacimiento, solían estar pre-
sentes varias mujeres que testificaban los a-
lumbramientos. Las posiciones eran varia-
das: cuclillas, acostadas, o sentadas en la silla
de partos. La experiencia siguió causando
pavor entre las madres, debido a las altas
probabilidades de morir. Este hecho, quedó
documentado en la publicación de obras co-
mo “The mother´s legacy”, de la escritora Eli-
zabeth Joselin, donde describía sus temores a
no sobrevivir al nacimiento. Los casos de
convulsiones, flebitis, sepsis puerperal,
muerte materna, desproporción cefálico-pél-
vica, prolapso de extremidades, desmembra-
miento o decapitación seguían siendo habi-
tuales. Por tanto, los índices de mortalidad
85
eran elevados. Estos, no sólo se debían a la
ineptitud de las asistentes, sino también a o-
tros factores como la pésima nutrición, las
enfermedades de base y las malas condicio-
nes higiénicas96.
Las mujeres, con una situación económica
solvente, pudieron acceder a la asistencia de
una comadrona o comadrón titulado, que
realizara una maniobra de extracción ade-
cuada. Pero la mayoría, no tuvo acceso a esta
realidad, o contrató a comadronas o coma-
drones no titulados, con resultados aún más
nefastos. En estas condiciones, siguió latente
el recurso a la religión y la superchería.
86
Capítulo 4
La Edad Contemporánea.
Paulatina transición del parto al hospital
Siglo XIX
La Revolución industrial, acaecida duran-
te el Siglo XIX, produciría una gran explo-
sión demográfica. Las gentes migrarían de
las zonas rurales hacia las urbanas, con el ob-
jetivo de atender la creciente mano de obra
de las industrias. Ello provocaría grandes ha-
cinamientos en las ciudades, y un empeora-
miento alarmante de las condiciones sanita-
rias. Deterioro agravado por las pésimas con-
diciones de los hospitales y las precarias con-
88
diciones de vida de la clase trabajadora, pro-
pias de la Revolución Industria. De esta ma-
nera, el nuevo panorama fabril se caracterizó
por la mala alimentación, las viviendas insa-
lubres, los barrios mal urbanizadas y sin
cloacas, las jornadas laborales extremada-
mente largas, donde mujeres y niños eran
también explotados, y la degradación en el
trabajo. A raíz de esta situación, se produjo
una proliferación de enfermedades infeccio-
sas como la sífilis, la tuberculosis, el cólera, la
fiebre amarilla o la disentería. Y de otras rela-
cionadas con la mala alimentación, como la
pelagra, el raquitismo y el escorbuto, además
de un aumento de los accidentes laborales97.
A estas circunstancias se unió el elevado ín-
dice de mortalidad infantil, que se situaba en
150 por 1000 nacidos vivos, y materna, con
5,4 muertes por 1000 nacimientos98.
Las malas condiciones de vida provoca-
ron el nacimiento de una nueva medicina so-
cial, y de las disciplinas de la higiene. Estás
89
fueron propuestas por Edwin Chadwick, Ru-
dolf Virchow y Florence Nightingale, que a-
postaron por mejorar las condiciones higiéni-
cas del medio ambiente, constituyendo así
los orígenes de la actual medicina preventi-
va99. En 1870 surgió también la teoría micro-
biana, de la mano de Robert Koch, Luis Pas-
teur, y Joseph Lister. Teoría que postulaba
que la naturaleza etiológica de los procesos
infecciosos se situaba en la existencia de mi-
croorganismos concretos. Koch descubrió
que el carbunco era producido por el bacilo
antracis. Por su parte, Pasteur acabó con el
principio de la generación espontánea, al de-
mostrar que la descomposición y fermenta-
ción orgánica se debía al crecimiento de mi-
croorganismos. Por último, Lister aplicaría
este conocimiento desarrollando, mediante la
aplicación de calor, la práctica quirúrgica de
la asepsia y la antisepsia. Se consiguió así
disminuir drásticamente las tasas de mortali-
dad tras las operaciones, principal obstáculo
90
para el definitivo despegue de la cirugía100.
En el campo de la obstetricia, destacó la
teoría de Semmelweis sobre la causa séptica
de las fiebres puerperales (1847). A la vez
que M. Sanger perfeccionaba la técnica de la
cesárea en 1882, instituyéndose, como ya se
ha comentado, la intervención clásica con su-
tura de miometrio101.
En este contexto se produciría, a finales
del siglo XIX y principios del siglo XX, una
lenta transición demográfica. De las altas ta-
sas de mortalidad y natalidad, se pasaría
progresivamente a una reducción significati-
va de éstas. En países como Francia, la redu-
cción de los nacimientos ya se había produ-
cido desde finales del siglo XVIII, comenzan-
do en los países del norte de Europa después
de 1870102. En España, sin embargo, esta tran-
sición llegaría una década más tarde103. Pese
a que la reducción de la mortandad se atribu-
yó a los avances en la tecnología sanitaria,
La Piqueta, p. 116.
107 Robles, E; Bernabéu, J. y García Benavides, F. (1996). La
96
Los hospitales se convirtieron por tanto en
un vivero de mortalidad materna. En 1860,
en los hospitales de París la mortalidad ma-
terna era de un 34%, frente a un 4-7% en los
partos acaecidos en el domicilio121.
La mayoría de las investigaciones médicas
consideraron la errónea disposición purulen-
ta de las mujeres, durante el parto y las
menstruaciones, como la principal causa de
mortalidad materna por fiebre puerperal122.
Y ello, a pesar de la teoría de Semmelweiss,
que situaba la etiología de la misma en la fal-
ta de higiene hospitalaria.
De esta manera, se siguió perpetuando la
lógica de pensamiento que consideraba a las
mujeres como contaminantes. Sin embargo,
el rotundo fracaso de la hospitalización del
parto llevaría a postergar este proyecto médi-
co hasta mediados del siglo XX. Momento en
que estaban bien difundidos los preceptos de
antisepsia, promulgados por Lister en 1867.
98
dada123. Mientras, las clases modestas se-
guían llamando a las comadronas, y las más
pobres acudían al hospital, lugar de aprendi-
zaje y experimentación de la ciencia médi-
ca124.
Siglo XX
Desde principios del siglo XX se produci-
ría el desarrollo de las mentalidades diagnós-
ticas: la anatomoclínica, la fisiopatología y la
etiopatológica. Mentalidades, que como es
sabido, configuraron la base de la labor de
los médicos actuales. La biomedicina, se fue
conformando así en una ciencia centrada en
la medicalización de la dimensión corporal
del ser humano, y en el uso de la biotecnolo-
gía. Entre los principales logros médicos del
siglo, destacó el descubrimiento de la penici-
lina. El uso de antibióticos, junto con la difu-
sión de las medidas de asepsia entre los pro-
fesionales, conseguiría disminuir drástica-
mente las infecciones en el medio hospitala-
rio. Ello propiciaría el definitivo transito des-
de el modelo de asistencia domiciliaria al
clínico. Otros avances importantes se produ-
103
ciencia y la ideología, sino que se ejerció en el
cuerpo. El cuerpo se convirtió en una reali-
dad biopolítica y la medicina en una estrate-
gia biopolítica”138. Así, a lo largo del siglo XX
“el control de las mujeres y sus cuerpos ges-
tantes se planteó como una necesidad so-
cial”139. Necesidad de control, sobre la fertili-
dad, la gestación y el nacimiento, que hizo
que, tras la segunda guerra mundial, el parto
empezara lentamente a trasladarse al seno de
los hospitales en países como Inglaterra y
Norteamérica. Esta segunda migración del
nacimiento se debió al atractivo que repre-
sentaba la atención especializada, dada por
los médicos en el seno de los hospitales. A
ello también ayudó la difusión de la falsa
idea de que los hospitales eran centros libres
de bacterias, a pesar de que las infecciones
obstétricas se presentaran más frecuentemen-
te en el seno de los mismos140.
En otros ámbitos, como el español, el fe-
nómeno de hospitalización se postergaría
hasta los años 70. Transición, que se produ-
141 García Martínez, M.J. (2008). Historia del arte de los partos
en el ámbito familiar. Cultura de los cuidados. Año XII, 24, 40-47.
142 Llácer, A. (2000). Objetivo 8: Mejorar la salud de las mujeres,
Informe SESPAS 2000, la Salud Pública ante los desafíos del nuevo
siglo, p. 1.
105
La definitiva institucionalización del par-
to, a partir de los años 70, provocaría una au-
téntica revolución en el modo de dar a luz.
Revolución, que transformaría las vivencias
de las parturientas, y el rol clínico de las co-
madronas, y demás profesionales implicados
en el proceso. Tras la hospitalización, el parto
se convirtió en un proceso medicalizado, bio-
tecnológico y protocolizado143. Se introduje-
ron cambios como la inducción del parto con
oxitocina, la rotura sistemática de la bolsa de
aguas, la utilización de bombas de perfusión
o el uso de cardio-tocógrafos que registraban
la actividad uterina y el latido cardiofetal. Se
difundió también el uso de la anestesia epi-
dural, que disminuyó el número de partos
eutócicos, aumentando el uso del fórceps, y
la introducción médica del partograma, que
proporcionó un registro de los cambios físi-
cos del parto, pero dejó sin registrar las res-
puestas subjetivas y los aspectos psicológicos
del mismo. Estas innovaciones modificaron
totalmente la naturaleza y desarrollo de los
alumbramientos. Estos, se hicieron más dolo-
rosos, debido a la utilización de oxitocina y a
tubre.
107
adquirir una cualidad negativa violenta si se
aplican de forma protocolaria y sistemática a
la totalidad de las mujeres, con el objetivo de
someterlas a una concepción del parto meca-
nicista y medicalizada. El parto hospitalario
no buscaba facilitar el proceso natural, sino
sustituirlo, esterilizando de paso su dimen-
sión emocional y espiritual, por un proceso
artificial que no dejaba que se produjera es-
pontáneamente.
p. 38.
150 Thorwald, J. (1970). op, cit, 249.
109
las modas de la localidad151. El marido estaba
presente en el proceso, de lo que da testimo-
nio el hecho de que muchas mujeres parían
sentadas sobre sus piernas152. Sin embargo,
esta realidad cambiaría tras la definitiva hos-
pitalización del nacimiento, durante la se-
gunda mitad del siglo XX. Quedando a partir
de ese momento el espacio para la relación
humana subyugado a la relación tecnológica.
Como consecuencia, los asistentes empeza-
ron a estar más atentos a la decodificación de
las señales del cuerpo, que a la voz de las pa-
cientes153. Ello implicó una pérdida de prota-
gonismo de éstas, al ser interpretadas como
un sujeto pasivo de su propio proceso. En es-
te contexto, las comadronas quedaron relega-
das, en parte, al rol de simples asistentes del
médico obstetra.
112
sional y competencial de las comadronas era
mayor.
Agnodiké
Fue una comadrona de la Grecia Clásica,
conocida como la “comadrona de Atenas”,
que vivió en torno al año 300 a.C. Aunque no
existen demasiadas referencias sobre su bio-
grafía, es un personaje que aparece en libros
clásicos recopilatorios sobre cuidados y cura-
ción, tanto griegos como latinos. Su figura es-
tá presente en la tradición griega, como un
símbolo de coraje y rebeldía femeninos.
126
Parece que se trató de una joven culta y
disidente de alta sociedad ateniense, intere-
sada por la lectura y la educación, ante la
frustración de observar como sus familiares y
conocidos varones tenían acceso a la misma.
127
fue el primero en realizar disecciones anató-
micas en público, identificando el cerebro co-
mo sede de la inteligencia, y distinguiendo
entre venas y arterias170.
Tras recibir su formación volvió a Atenas,
sin revelar aún su verdadera identidad de
mujer. Una vez allí, cuenta la leyenda que es-
cuchó el grito de auxilio de una mujer que
iba a dar a luz, ella la intentó socorrer, pero
la mujer rechazó su ayuda al verle como
hombre. Entonces, conmovida, reveló su au-
téntica identidad para que le permitiese asis-
tirle el parto. El secreto pasó de boca en boca
entre las mujeres más poderosas de Atenas.
De este modo, la demanda de sus servicios,
tanto para la asistencia al parto como para el
cuidado de otras molestias de la mujer, fue e-
norme. Esto afectó gravemente las ganancias
de los médicos varones, lo que los llevó a de-
mandarla con falsas infundías. Los galenos la
calumniaron, afirmando que aprovechaba su
profesión de partera para corromper la pul-
critud de las mujeres casadas de la ciudad171.
Trótula
Existe cierta controversia sobre la auténti-
ca identidad de esta figura histórica. La ma-
yoría de historiadores, coinciden en señalar
que Trótula fue un personaje que vivió entor-
no al siglo XI y recibió formación en la Escue-
la de Salerno, primera escuela de medicina
fundada durante la cristiandad. Sin embargo,
no existe consenso sobre su sexo o su verda-
dera profesión.
131
nimo femenino, para ocultar su naturaleza
pornográfica175. Por su parte, Pagel interpre-
taba que en realidad el nombre Trótula hacía
referencia a una colección de escritos obsté-
tricos de la época. Estas teorías se sustentan
en la confusión que existe en torno a la obra
de Trótula, y a las múltiples ediciones y com-
pilaciones que se hicieron de la misma desde
el siglo XI. Ya en el siglo XII, algunas copias
manuscritas se atribuían a su marido, y en
algunas transcripciones posteriores se susti-
tuía el nombre femenino Trótula por el mas-
culino Trottus. Incluso en algunas otras, co-
mo la de Kaspar Wolff de 1566, se atribuía la
obra a Eros Juliae, un médico grecorromano
que mostró cierto interés por los temas obsté-
tricos, asistiendo a Julia, la hija del empera-
dor Augusto176. Esta suposición resulta inex-
plicable, sobre todo si tenemos en cuenta que
Eros Juliae vivió mucho antes que algunos de
los personajes que se mencionan en los escri-
tos de Trótula. Las incongruencias de estas
tesis, que convierten a Trótula en un médico
masculino, o en una recopilación de textos,
nos hacen pensar que detrás de las mismas
136
zos vienen primero, vuelva la comadrona,
con su mano pequeña y cuidadosa humede-
cida en un conocimiento de linaza y garban-
zo, a colocar al niño en su lugar”182.
Otro dato a favor de esta tesis, es que Tró-
tula incluyó en su obra conocimientos prove-
nientes de la ciencia de la partería, y ajenos a
la medicina de la época:
“Debe notarse que hay ciertos remedios (…)
que se presentan tal y como las aplican las
comadronas”183.
A ello, se suma que la propia Trótula, en
el prólogo de su obra principal, reconocía
que su interés por los temas ginecoobstétri-
cos partía de su preocupación y caridad por
la situación de las mujeres, y su negación a
ser tratadas por médicos hombres:
“Como estos órganos están localizados en un
sitio apartado, las mujeres por modestia y
fragilidad, y delicadeza del estado de estas
partes, no se atreven a revelar la dificultad
137
de sus enfermedades a un médico hombre.
Por lo cual, yo apiadándome de sus desven-
turas y por instigación de cierta matrona
(mujer noble), empecé a estudiar cuidadosa-
mente las enfermedades que con mayor fre-
cuencia afligen al sexo femenino”184.
Otro dato a favor de esta tesis, es el hecho
de que editores como Salvatore de Renzi, e-
ditor de los tratados salerninos en el Siglo
XIX, la ubicó como esposa del médico Johan-
nes Platearius185, uno de los fundadores de la
Escuela de Salerno. Ello explicaría que, en un
momento en el que la educación estaba veta-
da para las mujeres, ella y las demás “damas
de Salerno”186 recibieran formación en dicha
escuela.
Por todo ello, aunque no se pueda asegu-
rar con total certeza su identidad, parece que
la hipótesis más plausible sería la de conside-
rarla como una comadrona medieval, que tu-
vo la oportunidad de asistir y formarse en
140
recopilar los conocimientos de las comadro-
nas de la época. Además, integró los conoci-
mientos médicos del corpus hipocrático-galé-
nico a los cuidados de la mujer. Su texto se
convirtió, de esta manera, en el manual sobre
cuidados de la mujer del periodo medieval,
ayudando a conformar esa disciplina gine-
coobstétrica que, como ya se ha comentado,
sería arrebatada a posteriori por la ciencia
hegemónica de la salud, la medicina.
141
el rey Carlos I, uno de cuyos hijos sería el fu-
turo rey Felipe II (1527)192.
Estas comadronas gozaron de cierto pres-
tigio profesional, hasta el punto de que, por
ejemplo, Quirce de Toledo asistió al bautizo
de Felipe II, ocupando un lugar destacado
durante el mismo193.
Louise Bourgeois
Comadrona francesa considerada como
una de las pioneras de la obstetricia científi-
ca, y una de las mayores parteras de la histo-
ria.
Nació en Fauburg (1563), cerca de París,
en el seno de una familia de clase media.
Realizó nupcias con un cirujano-barbero,
Martín Boursier, alumno y ayudante del gran
obstetra Ambrosio Paré. Su matrimonio in-
fluyó en ella, obteniendo el titulo de coma-
drona en 1590, pese la oposición de los médi-
cos de la Sorbonne que no aceptaban compe-
tir con una mujer194. Una vez titulada, llevó a
142
cabo su trabajo profesional en uno de los
hospitales construidos durante la Edad Me-
dia195. En concreto en el más famoso de Euro-
pa, el Hotel-Dieu de París, construido junto a
Notre Dame en el año 651 por el obispo Lan-
derico. En dicho hospital, dio muestra de sus
grandes conocimientos obstétricos y gineco-
lógicos. Habilidades adquiridas de forma au-
todidacta, debido a su gran entusiasmo, in-
teligencia y estudio. Así, Bourgeois se convir-
tió en una de las comadronas más diestras y
relevantes de su época, a pesar de no recibir
una instrucción formal.
Todo ello la llevó a ser elegida como la co-
madrona de la corte de Enrique IV, ayudan-
do en el parto de María de Medicis, que daría
a luz al futuro Rey Luis XIII. El parto fue la-
borioso, durando veintidós horas en las que
la reina sufrió dolores cólicos, a parte de los
propios del parto. Al nacer el futuro rey,
Louise Bourgeois lo reanimó utilizando una
bocanada de vino196. El buen hacer de la co-
143
madrona fue testimoniado por los célebres
médicos de cámara, los doctores De la Rivié-
re, Laurens, Herouard y Guillemean, presen-
tes en el parto como observadores, y que ala-
baron la labor profesional de Bourgeois.
146
Al margen de sus acertadas recomenda-
ciones obstétricas, Bourgeois fue la primera
en instaurar una serie de cursos gratuitos di-
rigidos a las mujeres del pueblo, y dedicados
a la preparación para el parto. Éste fue el pre-
cedente más antiguo de formación reglada
sobre psicoprofilaxis obstétrica200. Por últi-
mo, señalar que utilizó sus conocimientos es-
pecializadas para instaurar el primer plan
docente, realizado en Francia, dirigido a la
formación de las comadronas. Se trató pues
de una de las matronas Francesas más ilus-
tres de la historia.
Margarita Veronese
Comadrona italiana del siglo XVII, que co-
bró renombre tras asistir el parto de un per-
sonaje de gran talla mundial, en la Venecia
de la época, Antonio Lucia Vivaldi Calicchio.
El parto coincidió con un terremoto, nacien-
do el compositor hipóxico y agónico, por lo
que Veronese le practicó la reanimación boca
a boca, que a la postre le salvaría la vida. De-
bido a las deficientes condiciones de salud
del bebé, Veronese decidió practicarle el bau-
Justine Siegemundin
Se trata de la comadrona alemana de ma-
yor relevancia del siglo XVII, y de una de las
mayores promotoras de la obstetricia científi-
ca de la época. Nacida en 1636, en el seno de
una familia protestante, siempre se distin-
guió por sus firmes convicciones religiosas.
Convicciones reflejadas en la permanente in-
vocación a Dios que aparece en toda su obra,
lo que le valdría el apelativo de “Pía Justa”.
Tras su matrimonio, a la pronta edad de los
17 años, profundizaría en el estudio y la pra-
xis de la obstetricia, con el apoyo de su mari-
Margarite du Tertre
Comadrona francesa del siglo XVII, naci-
da en Orleáns (cerca de París) en 1638. Tras
su casamiento, con monsieur de la Marche,
perdió su apellido de soltera -Tertre-, adop-
tando en adelante el de su marido. Fue su-
pervisora de comadronas del Hotal Dieu de
París, tras la muerte en 1670 de su predeceso-
ra –madame Baylly-, destacando por su mo-
destia y sólidos conocimientos teórico-prácti-
cos en la especialidad ginecoobstétrica.
Su gran vocación docente, la llevó a escri-
bir un manual para la formación de las coma-
Jane Sharp
Fue una comadrona inglesa del siglo XVII
con acceso a la formación, algo difícil para la
época. Destacó por su contribución a la gine-
coobstetricia con un libro titulado “The Mid-
wives Book or the Whole Art of Midwifery Disco-
vered”205, obra publicada tras treinta años de
ejercicio profesional. Tras ello, se convirtió en
la primera comadrona inglesa en escribir un
libro de texto. El libro, del que se hicieron va-
rias reediciones, tenía el objetivo de subir el
nivel de formación de las comadronas ingle-
sas. Se trataba de una recopilación de los
Elizabeth Cellier
Comadrona inglesa del siglo XVII, que lle-
vó a cabo su ejercicio profesional en la ciu-
dad de Londres207. Fue una mujer rebelde
contra las injusticias, y muy activa política-
mente. Participó en los movimientos de pro-
testa contra los abusos del gobierno acae-
cidos entre 1668 y 1688. Durante los mismos,
repartió panfletos de crítica y censura contra
el rey, por lo que fue castigada tres días con
la tortura del cepo208. De esta manera, se con-
virtió en una de las principales inculpadas en
la conspiración de Catholic Meal Tub, por la
Sara Stone
Comadrona inglesa de gran reputación,
que comenzó su ejercicio profesional a prin-
cipios del siglo XVIII en Londres y Bristol.
Fue hija y madre de comadronas, aprendien-
do el arte de la partería de su madre, de la
que fue pupila durante seis años. Recibió a-
demás cierta formación teórica, teniendo a-
cceso a libros de anatomía, y la oportunidad
de asistir a la disección de cadáveres. Su for-
mación y prestigio hizo que ejerciera como
comadrona de consulta, siendo llamada por
sus colegas cuando los partos se complica-
The Fitzpatrick Lecture for 1927. London: John Bale, Sons and
Danielsson Ltd.
158
ban212. Se opuso al uso indiscriminado del
fórceps y a los comadrones masculinos. Afir-
maba que estaba “segura que donde veinte
mujeres daban a luz con la ayuda de instru-
mentos (lo que se había convertido en prácti-
ca común), diecinueve de ellas podrían ha-
berlo hecho sin ellos, si no las veinte, según
lo que había comprobado por sus observacio-
nes”213. En este sentido, declaró que no tuvo
que usar instrumentos en más de cuatro ca-
sos a lo largo de su vida, número irrisorio,
considerando que atendía más de trescientos
partos al año. Practicó craneotomías en casos
extremos, realizando también las autopsias
de las mujeres que fallecían durante el parto
o el puerperio214.
En 1737 publico su libro “A complete prac-
tice of Midwifery”, en el que expuso más de
cuarenta de sus casos más memorables. En el
texto, advertía sobre los peligros de las prác-
ticas inadecuadas en los partos difíciles.
Aunque Stone reconoció la importancia de
que las comadronas recibieran cierta ense-
ñanza teórica, para ella lo más valioso era la
Med, 29:128-44.
159
experiencia clínica, bajo la dirección de una
experta comadrona. Por ello, afirmaba que
antes de ejercer la profesión todas las coma-
dronas debían recibir formación al menos
durante tres años215.
Sara Stone fue una comadrona ilustre que
a través de sus conocimientos, praxis clínica
y escritos, ayudó a aumentar el prestigio de
las comadronas. Advirtió del peligro que su-
ponía la intromisión indiscriminada de co-
madrones masculinos, denunciando los ries-
gos que podía entrañar el uso indiscrimina-
do de instrumentos durante el parto. Por to-
do ello, fue una visionaria que atisbó los po-
sibles inconvenientes de la excesiva medicali-
zación e intervencionismo en el parto.
Margaret Stephen
Fue una comadrona inglesa, de finales del
siglo XVIII, que ejerció la profesión durante
treinta años. Recibió formación, adquiriendo
gran reputación entre las comadronas, hasta
el punto de que fue contratada por la reina
Charlotte en alguno de sus partos. Ejerció
también como docente, enseñando la teoría y
163
de 1775 hasta 1797. Contrajo matrimonio en
1792, a los 23 años, con el cirujano, del hospi-
tal parisino de Saint Louis, el Dr. Lachapelle,
de quien adoptó su apellido en adelante. Su
convivencia fue muy corta, debido a la muer-
te prematura de éste, que murió tan sólo dos
años después de recibir nupcias.
Tras la muerte de su marido, Marie Louise
Lachapelle se dedicó en pleno al aprendizaje
y la práctica de la obstetricia. Viajó a la ciu-
dad de Heidelberg, donde recibió un curso
del famoso obstetra alemán Franz Naegele,
autor del texto “Lehrbuch der Geburtshilfe”, es-
crito para comadronas. Organizó la obstetri-
cia en el Hospital Port Royal de París y traba-
jó, junto a su madre en la maternidad del
Hotel Dieu de Paris (Maison dáccouche-
ments). En 1795 sería nombrada Jefa de Co-
madronas en dicho hospital, extendiéndose
su fama y reputación por toda Francia. Ello
la llevó a ser reclamada por la corte francesa,
donde atendió el parto de diversas damas de
la corte, aunque no tuvo el honor de inter-
venir en ningún parto de la realeza. En el ho-
tel Dieu de Paris, trabajó mano a mano con el
célebre obstetra Baudelocque, al que le unió
una gran amistad, llegando a controlar desde
su posición de Jefa de matronas los partos de
164
40.000 mujeres. Con ella, como Jefa de Coma-
dronas, la mejora en la maternidad del Hotel
Dieu de Paris fue evidente, mejorando las
condiciones higiénicas y ambientales, fuente
de abundante morbimortalidad mateno-fetal.
En 1820, recogió todos sus conocimientos
en una emblemática obra titulada “Practique
des accouchements, ou memoires et observations
chisies sur les ponts plus importants de l´Arte des
parturicions”. El texto fue editado tras su
muerte por uno de sus sobrinos, el Dr. Antoi-
ne Duges (profesor de la Facultad de Medici-
na de Montpellier), siendo considerado como
una de las mejores obras de literatura médica
francesa del siglo XIX. La riqueza del conte-
nido científico de sus tres volúmenes fue tal,
que sería utilizado a posteriori por diversos
obstetras para la realización de sus obras.
Entre ellos por su propio compañero en el
Hotel Dieu de Paris, el Dr. Baldelocque, que
utIlizaría abundante material de esta obra
para integrarlo en su famoso Tratado de Par-
tos.
Lachapelle murió en 1821, a la pronta e-
dad de 52 años, dejando tras de sí todo un le-
gado de incalculable valor, que instituyó una
base sólida para el nacimiento de la incipien-
te obstetricia moderna.
165
En cuanto a las aportaciones científicas de
madame Lachapelle, destacan algunas como
su reducción de las presentaciones fetales,
desde las 94 defendidas por Baldelocque a
tan sólo 22, punto que le causaría disidencias
con su compañero, que se obstinó en mante-
ner su posición. Exageración numérica que
Lachapelle achacó a las sugerencias del seu-
docientífico Solieres de Reuhac, quien con
exceso de imaginación llegaba a conclusiones
ridículas, que inexplicablemente serían tam-
bién adoptadas por el famoso Baudelocque.
Otras contribuciones, fueron su descrip-
ción de la etiopatogenia y fisiopatología de la
eclampsia, la fiebre puerperal, la rotura de
membranas, la placenta previa o el aborto ar-
tificial. También impuso su magisterio sobre
la resolución de las presentaciones cefálicas
oblicuas, de nalgas, o las de cara. En estas úl-
timas, desaconsejaba las intervenciones for-
zadas, entrando en discrepancia con Boude-
locque que aconsejaba manipulaciones con-
trovertidas, para transformarlas en otras más
favorables.
Otro de los grandes tributos de Lacha-
pelle, fue su capítulo sobre tocurgia titulado
“la rotación de la cabeza fetal con el fórceps”, ca-
pítulo que ha figurado en algunos tratados
166
de obstetrica posteriores como referencia del
buen proceder tocúrgico. El apartado expo-
nía su maniobra para rotar la cabeza fetal con
una sola rama del fórceps, técnica llamada a
posteriori como maniobra Lachapelle. A pe-
sar de la gran valía práctica de la maniobra,
ésta no fue incluida en muchos de los trata-
dos médicos posteriores sobre obstetricia, en
un claro gesto de desprecio a su creadora que
no era médico. Lachapelle se opuso al uso in-
discriminado de la sinfisiotomía, los fórceps
y la cesárea, postura coherente en una época
en la que la antibioterapia era desconocida, y
las técnicas quirúrgicas muy pobres. Antici-
pó así los riesgos del excesivo intervencionis-
mo en el parto, que se convertiría a posteriori
en una de las mayores fuentes de iatrogenia
de la medicina moderna. Tampoco mencionó
en su obra el uso del cloro, como tratamiento
de la fiebre puerperal, medida instaurada en
su época. Lachapelle consideraba que este
agente químico podía ser útil en otras patolo-
gías, pero no en la sepsis puerperal219.
169
perior al del famoso médico obstetra Alfred
Velpeau. En su descripción sobre la mola, la
definió como una disposición patológica de
los vasos capilares del amnios. Señalando
que a la palpación se observaba un útero au-
mentado para la edad gestacional, y ausencia
de movimientos fetales. La expulsión de ve-
sículas acuosas por la vagina, fue considera-
da, por la insigne comadrona, como el signo
de certeza, advirtiendo que no había que
confundirlo con cualquier tipo de hidropesía.
De esta manera, sus observaciones se convir-
tieron en el precedente más fidedigno de
descripción verosímil de la patología hidatí-
dica220.
Concluimos pues que fue una figura de
gran relevancia en la conformación de la gi-
necoobstetricia moderna. Figura que, a pesar
de ser eclipsada en parte por madame Lacha-
pelle, destacó por la calidad científica de sus
escritos.
Mary Carson
Fue una comadrona estadounidense (1881
-1965), que lideró, a principios del siglo XX,
171
the Frontier Nursing Service”. En resumen, fue
una comadrona de gran relevancia en los
EE.UU., hasta el punto de que en 1988 el go-
bierno imprimió una estampilla con su ima-
gen221.
Elvira Morera
Fue la última comadrona que prestó servi-
cios a la Casa Real Española, impartiendo e-
ducación maternal, y preparación al parto, a
la princesa de Grecia, y Reina de España, So-
fía Margarita Victoria Federica. Como ayu-
dante del Doctor Manuel Mendizábal aten-
dió además, entre 1963 y 1968, sus partos,
trayendo al mundo a las infantas Elena y
Cristina, y al futuro rey de España, el princi-
pe Felipe de Borbón222. Se trata pues del últi-
mo testigo de una larga estirpe de comadro-
nas de la corte española, que trajeron al mun-
do a los reyes del reino español.
Siglo XV y XVI
Sin embargo, las primeras referencias le-
gales, e intentos de institucionalización de la
profesión, no se produjeron en España hasta
el siglo XV. En este siglo, ya existen reseñas
legales sobre la formación y práctica de las
matronas.
Así, en 1434 las Cortes de Zamora, y en
1448 las Ordenanzas de Madrigal, concedie-
ron cartas de aprobación a parteras para que
pudieran realizar el ejercicio de su profesión
175
libremente. Cincuenta años después, en 1498,
los Reyes Católicos promulgaron una prag-
mática que regulaba el ejercicio profesional
de las matronas, a cargo del Tribunal del
Protomedicado227. La regulación aumentó el
prestigio profesional de las parteras, desta-
cando figuras relevantes, como la ya nom-
brada Quirce de Toledo, que había asistido el
parto de Felipe II. Sin embargo, la disposi-
ción sería transitoria al ser abolida por el pro-
pio Felipe II en 1576228. A pesar de la regula-
ción, que impidió que las parteras en Castilla
se examinaran para ejercer la profesión, en
algunos colegios de medicina y cirugía de o-
tras partes del Reino, como Barcelona o Zara-
goza, se continuaron dictando ordenanzas
que imponían la obligatoriedad de examen
para las candidatas. Entre las condiciones,
para realizar la prueba de acceso a la parte-
ría, figuraban tener más de 35 años, cuatro
232 García Martínez, A.M, García, M.J y Valle Racero J.I. op, cit,
p.133.
233 Terré Rull, C. op, cit, p. 376.
178
tre postergaría la conformación de una parte-
ría profesional.
Siglo XIX
Durante el Siglo XIX continuaría la diná-
mica reguladora, emitiéndose una serie de
disposiciones que acabarían institucionali-
zando, definitivamente, la titulación de ma-
trona en el contexto español.
En 1804, durante el reinado de Carlos IV,
se publicó la Real Cédula de 6 de mayo, en la
179
que se estableció una regularización para las
matronas de la normativa vigente hasta el
momento, instituida por Fernando VI en el
siglo anterior. La nueva regularización, supo-
nía una unificación de la legislación anterior,
estableciendo además un registro de control
de las profesiones que se dedicaban a las la-
bores del parto. La Real Cédula centralizó to-
dos los asuntos relativos a la cirugía en un
organismo, la Real Junta Superior Guberna-
tiva, que se encargó de establecer los planes
y exámenes de cirujanos, sangradores y par-
teras, además de la expedición de títulos y
sanciones234.
La nueva ordenanza fijaba la formación en
dos cursos, con una duración de dos meses
cada uno, tras los cuales se obtenía la acredi-
tación. El temario incluía nociones sobre ana-
tomía del feto y la madre, signos del embara-
zo, diferencia entre un parto eutócico y distó-
cico, cuidados generales durante el parto y
manera de asistir el bautismo de urgencia.
Esta reglamentación, establecía además
una vía extraordinaria para la obtención de
la acreditación. Vía consistente en la realiza-
ción de un examen de reválida, para aquellas
237 García, M.J.; Valle, J.I. y García, A.C. (1994). Primer Regla-
mento en España para la enseñanza de Practicantes y Matro-
nas (1861). Qalat Chábir (Revista de Humanidades), 2, 123-131.
238 Herrera, F; Lasante, J.E y Siles, J. (1996). La Edad Contem-
Siglo XX (1900-1940)
A lo largo del Siglo XX continuó el pro-
ceso de institucionalización subordinada de
las matronas.
El primer tercio de siglo fue un periodo de
lucha profesional, las matronas vieron como
sus competencias sufrían menoscabo, por el
intrusismo tanto de practicantes como de
médicos. El siglo comenzó con la promulga-
ción del Real Decreto de 26 de Abril de 1901,
que regulaba los estudios de matrona y de
practicante. El Decreto especificaba que el
programa de la carrera fuera establecido en
adelante por las Facultades de Medicina, te-
niendo las candidatas que superar un exa-
men de ingreso, y otro examen final (examen
de reválida) en dichas Facultades, para la ob-
tención del título. La duración de los estu-
dios era de dos años.
Siglo XX (1941-1970)
En la segunda mitad del siglo XX, la situa-
ción cambiaría drásticamente para las matro-
nas. El plan de desarrollo legal para las mis-
mas, acabaría con la eliminación del título
independiente, y su inclusión en una titula-
ción común junto con otros oficios tradicio-
nales del cuidado. La asimilación, respondió
a la ideología patriarcal dominante que con-
sideraba a las profesiones tradicionalmente
femeninas, como la de la partería, como sub-
alternas a la medicina, profesión tradicional-
mente encarnada por personajes masculinos.
Otra de las razones, fue la necesidad de crear
una profesión sanitaria auxiliar unificada,
que cubriera el gran número de plazas que
producía el sistema sanitario emergente de la
época245. De esta manera, se llevó a cabo el
192
margen de las propias matronas, que en nin-
gún momento formaron parte de la Comi-
sión Central de Estudios de Enfermería, crea-
da para asesorar al ministro de sanidad en
esta materia (Decreto de 27 de Junio de 1952).
La Comisión, dirigida por el director general
de enseñanza universitaria, y asesorada en
primera instancia por el Decano de la Facul-
tad de Medicina de Madrid, en calidad de vi-
cepresidente, marco las directrices generales
de la nueva titulación247. La denominación de
la misma, Ayudante Técnico Sanitario, no
dejaba dudas sobre su talante, se trataba de
un oficio sanitario, meramente técnico y au-
xiliar de la medicina.
De esta realidad, da fe la forma en que se
organizaron las propias Escuelas, así como la
forma en que se diseñaron los planes de estu-
dios de la nueva titulación. Para dar cabida a
este proyecto, se establecieron tres tipos de
escuelas, las oficiales, las de la iglesia y las
constituidas por entidades privadas. Los di-
rectores de todas ellas eran médicos, un cate-
drático de la Facultad de Medicina, en el caso
de las oficiales, y un médico supervisado por
el mismo, en el caso de las privadas. Los pro-
Siglo XX (1970-1992)
A partir de los años setenta, las matronas,
que durante siglos habían sido consideradas
como portadoras de una ciencia y un arte in-
dependiente, seguirían en España incluidas
en la titulación de ATS. En este momento, se
produjo, en nuestro contexto, el tránsito del
parto desde el domicilio hacia el hospital.
197
Hecho que ayudaría a perpetuar la imagen
de la matrona como auxiliar del médico obs-
tetra, sobre todo ahora que la especialidad se
encontraba incluida dentro de la titulación
de Ayudantes Técnicos Sanitarios. El desa-
rrollo de las matronas quedó de esta manera
condicionado a la situación de los ATS. Si-
tuación que empezaría a cambiar a partir de
1970, con la promulgación el 4 de Agosto de
la nueva Ley General de Educación. La nor-
mativa recogía, en la Disposición Transitoria
2.7, la posibilidad de que las escuelas de ATS
se transformaran en Escuelas Universitarias,
o bien en Centros de Formación Profesional
de segundo grado. La inclusión de los ATS
en los centros de Formación Profesional su-
ponía la disminución de los estudios de tres
a dos años, y el paso definitivo a la escala de
FP. Ante esta realidad, hubo una moviliza-
ción del colectivo, con el objetivo de integrar
la titulación en el ámbito universitario. Movi-
lización que concluyó con la creación, en
1976, de una comisión interministerial para
estudiar la reforma de los estudios de ATS.
La comisión emitió su informe positivo para
que los ATS se integraran en la universidad.
Realidad que se consumó el 22 de Agosto de
1977, fecha en que se publicó en el BOE el
198
Real Decreto 2128/1977 del Ministerio de
Educación y Ciencia sobre la integración en
la Universidad de las escuelas de ATS. A esta
legislación había precedido una Orden de
Abril de 1977 que implantaba la colegiación
única, aglutinando las tres secciones sindi-
cales (practicantes, enfermeras y matronas)
en un único colegio para profesiones sanita-
rias de enfermería250. Por último, en 1980, se
homologaron los títulos de ATS y Diploma-
do en Enfermería a efectos de derechos pro-
fesionales, corporativos y nominativos251.
La integración en la universidad supuso
un gran avance para la enfermería, y de paso
también para las matronas, que seguían in-
cluidas bajo el parasol de ésta. La nueva ti-
tulación ostentó el rango de Diplomatura, y
continuó teniendo una duración de tres años,
con una carga lectiva de 4600 horas, reparti-
das entre teoría y prácticas al 50%. El aumen-
to de la carga teórica, supuso un respaldo
para la transición hacia una enfermería pro-
fesional. Además, en 1983, se promulgó la
Ley de Reforma Universitaria que preveía la
figura del profesor titular con título de diplo-
Siglo XX (1992-2000)
Una vez instituida la nueva titulación de
matrona, el 1 de Junio de 1992 se emitió una
Orden en la que se aprobaba el programa de
formación, el sistema de acceso para la ob-
tención del nuevo título y los requisitos que
debían cumplir la Unidades Docentes. La du-
Siglo XXI
Durante la primera década del Siglo XXI,
la titulación no experimentó notables cam-
bios en cuanto a su constitución y programa
de formación, aunque al seguir encuadrada
como especialidad de la enfermería, se vio a-
fectada por las regulaciones que ésta experi-
mentó.
Regulaciones cuyo punto de origen situa-
mos en la Ley Orgánica 6 de Universidades,
del 21 de Diciembre del 2001. La nueva ley
planteaba favorecer la movilidad, y promo-
ver la plena integración del sistema universi-
tario español en el espacio europeo de educa-
ción superior, contemplando a tal fin una se-
rie de medidas. Como desarrollo de la citada
ley, el 21 de Enero de 2005, a través del Real
Decreto 55 y 56, se regularon en España los
estudios universitarios de Grado, Máster y
Doctorado para la titulación de Enfermería.
El Real Decreto acababa con la tradicional di-
visión, en el ámbito universitario español,
entre Diplomaturas y Licenciaturas, inclu-
yéndolas todas en una misma categoría de
205
Grado. Además, abría la posibilidad a la En-
fermería, y como parte de ella a las matronas,
de cursar estudios de Máster y Doctorado
dentro de su especialidad. Ello suponía la
posibilidad de dirigir y orientar su propia in-
vestigación.
Finalmente, el 22 de Abril del 2005, se pro-
mulgaba un nuevo Real Decreto que estable-
cía el desarrollo de las nuevas especialidades
de enfermería, entre las que se encontraba la
de Matrona. El sistema de acceso, vía examen
nacional, el plan de estudios, dos años en sis-
tema residencia, y el programa de formación
se mantenía intacto. La primera promoción
de Graduados en Enfermería, comenzó sus
estudios el año 2008 en tres centros españo-
les: la Universidad Católica San Antonio, la
Universidad Europea de Madrid y la Univer-
sidad pública de Zaragoza. La primera pro-
moción se graduó en el año 2012, y a partir
de 2014 podrían titularse los primeros Gra-
duados en Enfermería Especialistas en Enfer-
mería Obstétrico-Ginecológica (matrona),
tras seis años de formación universitaria.
206
sionales que esperan a la noble labor de la
matronería. Tampoco sabemos cuál será el
desarrollo concreto de su titulación, o su ni-
vel competencial en los próximos años. Lo
que sí sabemos es que al margen de su marco
legal, o del desarrollo de su plan de estudios,
tanto en nuestro país como en otros contex-
tos, las comadronas seguirán en el mismo lu-
gar que han ocupado desde los albores de la
humanidad. Seguirán cum māter, con las ma-
dres, luchando para que un trance tan bonito
como el de la maternidad siga produciendo-
se en el clima de seguridad, respeto, e intimi-
dad que le es consustancial.
207
208
Bibliografía
209
Álvarez, Mª.C. (1988). Las otras profesiones y
ocupaciones sanitarias. En La mujer como pro-
fesional de la medicina en la España del siglo
XIX (pp.171-209). Barcelona: Anthropos.
Alvear, C. (1972). El mundo contemporáneo.
México: Ed. Jus.
Amar y Bordón, J. (1994). Discurso sobre la
educación física y moral de la mujeres (1700-
1800). Madrid: Cátedra.
Arsuaga, J.L. y Martínez, I. (2003). La especie
elegida. La larga marcha de la evolución humana.
Madrid: Temas de hoy.
Auvard, A. (1891). Tratado práctico de partos.
Barcelona: Biblioteca Ilustrada de Espasa y
Cia. Editores.
Aveling, J.H. (1967). English Midwives. Their
History and Prospects. London: Hungh K.
Elliott.
Balderas, G. (1996). La Reforma y la Contrarre-
forma. Dos expresiones del ser cristiano en la mo-
dernidad. México D.F: Universidad Iberoame-
ricana.
Ballarín, P. (2000). La construcción de un mode-
lo educativo de utilidad doméstica. En Duby y
210
Perrot, Historia de las mujeres. Siglo XIX
(pp.624-639). Madrid; Taurus.
Barcia, J.J. (1994). El mito de Vesalio. Valencia:
Universidad de Valencia.
Beck, C. (1977). Practica de Obstetricia, (7ª ed.).
México: La Prensa Medica Mexicana.
Benedeck, T.G. (1977). The Changing Rela-
tionship between Midwives and Physicians
during the Renaissance, Bulletin of the History
of Medicine, 51.
Berghammer, K.; Ahner, R. y Husslein, P.
(1995). Gebären und geboren wenden. Universi-
täts Frauenklinik. Viena: Formato vídeo.
Bernabéu, J. y Cotanda, S. (1991). Anteceden-
tes históricos del proceso de socialización de
la enfermería española. Desarrollo normativo
(1904/1935). Enfermería Científica, 111, 28-36.
Bernis, C. y Cámara, C. (1982). La mujer y la
medicina. En Durán, Liberación y utopía
(pp.205-230). Madrid: Akal.
Berriot-Salvadore, E. (2000). El discurso de la
medicina y de la ciencia. En Duby y Perrot.
Historia de las mujeres. Del Renacimiento a
la Edad Moderna (pp.385-402). Madrid: Tau-
rus.
211
Blanco, J.F. (1986). Usos y costumbres del naci-
miento, matrimonio y muerte en Salamanca. Sa-
lamanca: Diputación de Salamanca, p. 25-26.
Blasco, C. (1995). La incorporación de Practi-
cantes y Matronas al sistema sanitario espa-
ñol (1901-1950). Normativas y funciones. I
Jornadas Nacionales de Investigación de la
Escuela Universitaria de Enfermería, Fisiote-
rapia y Podología de la Universidad Com-
plutense de Madrid, (paper) 79-84.
Bornay, E. (1990). Las hijas de Lilith. Madrid:
Cátedra.
Bruit, L. (2000). Las hijas de Pandora. Mujeres y
rituales en las ciudades. En Duby y Perrot. His-
toria de las mujeres. La antigüedad (394-444).
Madrid: Taurus.
Bumm, E. (1940). Tratado completo de Obste-
tricia escrito para los estudiantes y médicos. Sex-
ta edición española traducida de la decimo-
cuarta alemana en 1906. Barcelona: Francisco
Seix.
Cabré I Pairet, M. (1988). Formes de cultura fe-
menina a Catalunya Medieval. En Mash. Més
enllà del silenci: les dones a la historia de Ca-
talunya (pp. 31-52).
212
Caldeyro-Barcia, R. (1979). Physiological and
Psychological Bases for the Modern and Hu-
manised Management of Normal Labor.
Scientific Publication of the Centro Latino Ame-
ricano De Perinatología y Desarrollo Humano
(Montevideo, Uruguay), 627.
Chamberlain, M. (1981). Old Wives´Tales.
Their History, Remedies and Spells. London: Vi-
rago.
Canals, J. (1998). Cuidar y curar. Funciones
femeninas y saberes masculinos. Jano, 660
(29), 365-362.
Caro Baroja, J. (1995). Las brujas y su mundo
(12ªed.). Madrid: Alianza.
Cassirer. E. (1983). Antropología filosófica: in-
troducción a una filosofía de la cultura. México:
Fondo de Cultura Económica.
Castiglioni. A. (1947). A history of Medicine, 2a
ed (translated from the Italian and edited by
E.B. Krumbhaar). New York : A.A. Knopf.
Chalmers, B.; Mangiaterra, V. y Porter, R.
(2001). WHO principles of perinatal care: the
essential antenatal, perinatal, and postpar-
tum care course. Birth, 28, 202-207.
213
Cipolla, C. (1978). The Economic History of
World Population. Harmondsworth: Pelican.
Collière, M.F. (1982). Promouvoir la vie. Pa-rís:
Masson.
Cortés, J. y Martínez, A. (1996-99). Diccionario
de filosofía en CD Rom. [Reseña de entrada:
Revolución científica] [CD Rom]. Barcelona:
Herder.
Cruz y Hermida J. (2004). Biografía obstétrica
de Isabel la Católica (Comentarios histórico-
médicos de los embarazos, partos y abortos
de la Reina) An R Acad Nac Med, 121:689-97.
Cruz y Hermida, J. (2007). Las matronas en la
historia. Desde la mitología a nuestros día. Ma-
drid: Habe Editores.
Cuadri, M.J. (1985). La ciencia y el arte de
partear: Antecedentes históricos de la Enfer-
mería Maternal. Rol, 84-85: 13-16.
Cunha. C. y Ojeda. C.L. (2006). Enfermería y
apoyo emocional: la perspectiva de la par-
turienta. Revista de Psicología de la Universidad
de Chile, (15) 1, 55-71.
Cutter, I.S. y Veits, H.R. (1964). A Short His-
tory of Midwifery. Philadelphia: W. B. Saun-
ders.
214
De Hoyos, L. (1942). Folklore del embarazo
en España. Anales de la Asociación Española pa-
ra el Progreso, 7, 821-827.
Dempsey, A.J. (1949). A Brief Survey of Early
Midwifery Practice. Ulser Medical Journal,
18(2), 109-115.
Donahue, M.P. (1987). Historia de la enferme-
ría. Barcelona: Doyma.
Donnison, J. (1977). Midwives and medical
men. A History of Interprofessional rivalries and
women’s rights. London: Heinemann Educa-
tional Books, Lrd.
Dopico, F. (2000). Ganando espacios de libertad.
La mujer en los comienzos de la transición demo-
gráfica en España. En Duby y Perrot, Historia
de las mujeres. El siglo XIX (pp. 596-611).
Madrid: Taurus.
Douglas, M. (1991). Pureza y peligro. Un aná-
lisis de los conceptos de contaminación y tabú.
Madrid: Siglo XXI.
Englemann, G.J. (1882). Labour among Primiti-
ve Peoples. St. Louis: J.H. Chambers.
Fernández Del Castillo, I. (1994). La revolu-
ción del nacimiento. En busca de un parto más
215
humano y menos traumático. Madrid: EDAF,
S.A.
Fernández, H. y Roque, Y. (2008). La cesárea
¿mitología o realidad? Revista 16 de Abril. Re-
vista Científico Estudiantil de las Ciencias Médi-
cas de Cuba [Revista electrónica], 191.
Fernández-Ruiz, C. (1965). La esterilidad en la
Historia. Episodios tocoginicológicos de mujeres
célebre. Barcelona: Edit. Rocas. Barcelona.
Forbes, T.R. (1962). Midwifery and Witch-
craft. Journal of de History of Medicine, 17.
Forbes, T.R. (1966). The Midwife and the Witch.
New Haven: Yale University Press.
Foucault, M. (1990). La vida de los hombres in-
fames. Madrid: La Piqueta.
Frugoni, C. (1994). La mujer en las imágenes, la
mujer imaginada. En Duby y Perrot. Historia
de las mujeres. La Edad Media (419-467). Ma-
drid: Taurus.
García Cáceres, U. (2003). Rudolf Virchow: el
fundador de la medicina moderna. Perú: U. Gar-
cía Cáceres.
García Martín-Caro, C. y Martínez, Mª.L.
(2001). Historia de la Enfermería. Evolución his-
216
tórica del Cuidado Enfermero. Madrid: Edi-
ciones Harcourt, S.A, p.
García Martínez, A.M, García, M.J y Valle
Racero J.I. (1996). Del Renacimiento al Barroco:
La Génesis de la Enfermería Moderna. En F.
Hernández Marín (coord.). Historia de la en-
fermería en España. Desde la antigüedad
hasta nuestros días (pp. 123-175). Madrid:
Editorial Síntesis.
García Martínez, M.J.; Valle, J.I. y García,
A.C. (1994). Primer Reglamento en España
para la enseñanza de Practicantes y Matro-
nas (1861). Qalat Chábir (Revista de Humani-
dades), 2, 123-131.
García Martínez, M. J. y García, A. C. (1999).
Fechas claves para la historia de las Matronas
en España. Qalat Chábir (Revista de Humani-
dades), 5-6, 243-260.
García Martínez, M.J. (2008). Historia del arte
de los partos en el ámbito familiar. Cultura de
los cuidados. Año XII, 24, 40-47.
Gélis J. (2009). Louise Bourgeois (1563-1636):
a midwife enters two worlds. Hist Sci Med;
43:27-38.
217
Golsworthy, A. (2007). César: la biografía defi-
nitiva. Madrid: La Esfera de los Libros.
Graham, H. (1960). Eternal Eve. London: Hut-
chinson.
Graves, R. (Comp). (1987). New Larousse En-
cyclopedia of Mythology. New York: Crescent
Book.
Grundy I. (1995). Sarah Stone: enlighten-
ment midwife. Clio Med, 29:128-44.
Harris, M. y Ross, E.B. (1987). Muerte, Sexo y
Fecundidad. La regulación demográfica en las so-
ciedades preindustriales y en desarrollo. Madrid:
Alianza.
Hernández Conesa J. (1995). Historia de la
enfermería. Un análisis histórico de los cuidados
de enfermería. Madrid: McGraw-Hill Intera-
mericana.
Hernández Garre, J.M. (2009). La deshumani-
zación de la maternidad. Eva expulsada del para-
íso. Murcia: Editorial Diego Marín.
Hernández Garre, J.M. (2011). El parto hospi-
talario e intervencionista. Una construcción
social de la maternidad. Tesis doctoral. Uni-
versidad de Murcia, Murcia.
218
Herrera, F; Lasante, J.E y Siles, J. (1996). La
Edad Contemporánea: El proceso de tecnificación
e institucionalización profesional. En F. Hernán-
dez Marín (coord.). Historia de la enfermería
en España. Desde la antigüedad hasta nues-
tros días (pp. 217-280). Madrid: Editorial Sín-
tesis.
Huntingford, P. (1978). Obstetric Practice:
Past, Present and Future. In Place of Birth. Ox-
ford: Oxford University Press.
Hurd-Mead. K. C. (1938). A History of Women
in Medicine: From the Earliest Times to the Be-
ginning of the Nineteenth Century. Haddan
Connecticut: The Haddan Press.
Illich, I. (1978). Némesis Médica. México DF:
Joaquín Mortiz.
Imaz, E. (2001). Mujeres gestantes, madres en
gestación: Metáforas de un cuerpo fronterizo.
Universidad del País Vasco. Política y Socie-
dad, 36, 97-111.
Jex-Blake. S. (1886). Medical Woman: A the-sis
and History (2 Ed.). Edinburgh: Oliphant, An-
derson, and Ferrier.
219
Knibiehler, Y. y Fouquet, C. (1983). Le femme
et les médecins. Analyse Historique. Paris: Ha-
chette.
Knibiehler, Y. (2000). Cuerpos y corazones. En
Duby y Perrot, Historia de las mujeres. El si-
glo XIX (pp. 339-388). Madrid: Taurus.
Kraśnianin E & Semczuk A. (2006). The cons-
tribution of Justyne Siegemundin, the mid-
wife of the Brandenburg court, to the deve-
lopment of the obstetrics at XVII century. Gi-
nekol Pol; 77:980-3.
Laín, P. (1963). Historia de la medicina moderna
y contemporánea. Barcelona: Editorial Científi-
co-Médica.
Laín, P. (1983). La relación médico-enfermo. Ma-
drid: Alianza Universidad.
Laurent, S. (1989). Naìtre au Moye Age. De la
conceptión a la naissance: la grossesse et láccou-
chement (XII-XV siècle). París: Le Léopard
d’Or.
Llácer, A. (2000). Objetivo 8: Mejorar la salud
de las mujeres, Informe SESPAS 2000, la Salud
Pública ante los desafíos del nuevo siglo.
220
Leakey, R. y Lewin, R. (1995). Nuestros orí-
genes. En busca de lo que nos hace humanos. Bar-
celona: Crítica.
Le Pichon, X. (2000). Las raíces del Hombre. De
la muerte al amor. Cantabria: Editorial Sal Te-
rrae.
Limón, A. y Castellote, E. (1980). La medicina
popular en torno al embarazo y parto a principios
del siglo. En Kenny y De Miguel (coord.), An-
tropología Médica en España (pp. 227-265).
Barcelona: Anagrama, p. 240.
Lindt L. (2004) Historias curiosas de la música,
así como suena. Vol.2. Barcelona: Edit Robin
Book.
Maclaine, S. (1971). Don´t Fall off the Moun-
tain. London: Bantam Ed.
McMaster, G.T. (1912). Ancient Greece. The
First Woman Practitioner (Agnodice) of Mid-
wifery and the Care of Infants in Athens, 300
BC. American Medicine, New Series B (4), 202-
5.
Martin, E. (1987). The Woman in the Body. Bos-
ton: Beacon Press.
Martínez-Burgos, P. (2000). Experiencia reli-
giosa y sensibilidad femenina en la España Mo-
221
derna. En Duby y Perrot. Historia de las mu-
jeres. Del Renacimiento a la Edad Media
(598-613). Madrid: Taurus.
Martínez Molina, A. (1994a). Estudio Histórico
de la Enfermería en España. I. La profesión de la
matrona según el tratado de Damián Carbó (Siglo
XVI). Valencia: Fundación Enfermería Inter-
nacional.
Martínez Molina, A. (1994b). Estudio Histórico
de la Enfermería en España. II. La profesión de la
matrona según el tratado de Luís Lobera de Ávila.
(Siglo XVI). Valencia: Fundación Enfermería
Internacional.
Martínez Molina, A. (1995a). Estudio Histórico
de la Enfermería en España. III. La profesión de la
matrona según el tratado de Núñez de Coria. (Si-
glo XVI). Valencia: Fundación Enfermería In-
ternacional.
Martínez Molina, A. (1995b). Estudio Histórico
de la Enfermería en España IV. La profesión de la
matrona según el tratado de Juan Alonso Ruyzes
de Fontecha. Valencia: Fundación Enfermería
Internacional.
Mason-Hahl, E. (1940). The Diseases of Wo-
men by Trótula of Salerno: A Translation of
222
"Passionibus mulierum curandorum". Holly-
wood, Calif.: Ward Ritchie Press.
Mazza, A. (1681). Historium epitome de rebus
salernitatis. Nápoles
Meltzer, D. (1981). Birth. An Anthology of An-
cient Texts, Songs, Prayers and Stories. San
Francisco: Northpoint Press.
Michelet, J. (1958). Satanism and Witchcraf.
London: Arco Publications.
Montes, Mª.J. (2007). Las culturas del naci-
miento. Representaciones y prácticas de las
mujeres gestantes, comadronas y médicos.
Tesis doctoral, Univesitat Rovira i Virgili, Ta-
rragona.
Montesinos, F. (2011). Practicantes, Matronas
y Cirujanos dentistas (1855-1932). Tesis Doc-
toral. Universitat de Girona.
Muñoz, R. y Sánchez, I. (1992). Formación de
matronas en la Comunidad Europea. Rol;
167-168: 73-77.
Nogales, A. (1996). La Edad Media: Los orí-
genes de la enfermería. En F. Hernández Mar-
tín (coord.), Historia de la Enfermería en Es-
paña. Desde la Antigüedad hasta nuestros
días (pp. 41-118). Madrid: Editorial Síntesis.
223
Ocaña, J.C. (2008). Historia del mundo contem-
poráneo. Madrid: McGraw-Hill.
Odent, M. (1990). El bebé es un mamífero. Ma-
drid: Mandala.
Odent, M. (1999). La cientificación del amor.
Argentina: Crea Vida.
Odent, M. (2005). El nacimiento de los mamí-
feros humanos. Ob Stare, 19:57-63.
O’dowd, M. y Philipp, E. (1994). Historia de la
ginecología y la obstetricia. Barcelona: Edika
Med.
Olsen, O. (1997). Metaanalysis of the safety of
Home Birth. BIRTH; Issues in perinatal care, 24
(1), 4-13.
Opitz, C. (1994). Vida cotidiana de las mujeres
en la Baja Edad Media (1250-1500). En Duby y
Perrot, Historia de las mujeres. La Edad me-
dia (321-400). Madrid: Taurus.
Orden de 1 de marzo de 1940 (BOE 10/3/40).
Orden de abril de 1977 (BOE 2/4/77).
Orden de 9 de Octubre de 1980 (BOE 20710/
80).
Orden de 1 de junio de 1992 (BOE 2/6/92).
224
Orden de 22 de octubre de 1993 (BOE 23/10/
93).
Organización Mundial de la Salud, OMS.
(1985). Declaración de Fortaleza. Tecnología
apropiada para el parto. Ginebra: Autor.
Organización Mundial de la Salud, OMS.
(1996). Cuidados en el parto normal: una guía
práctica. Ginebra: Autor.
Orozco-Sáenz, F.A. (2009). La Matrona a tra-
vés de la Historia. Cuidados de Enfermería, 2.
Ortega, C y Sánchez, N. (1996). El Siglo XX:
Hacia la consolidación de la profesión enfermera.
En F. Hernández Marín (coord.). Historia de
la enfermería en España. Desde la antigüe-
dad hasta nuestros días (pp. 287-325). Ma-
drid: Editorial Síntesis.
Ortiz, T. (1996a). Protomedicato y matronas.
Una relación al servicio de la cirugía. Dyna-
mis. Acta Hispánica and Medicinal Scientiarum-
que Historiam Illustradam, 16, 109-120.
Ortiz, T. (1996b). La instrucción de las matronas
en la Europa moderna. ¿Liberación o subordina-
ción? En Segura Graíño (Comp.). De leer a es-
cribir. La educación como arma de liberación
225
de las mujeres (en prensa). Madrid: Instituto
de Investigaciones Feministas.
Ortiz, T. (1999). Las matronas y la transmi-
sión de saberes científicos sobre el parto en la
España del siglo XIX. Arenal, 6 (1):55-79.
Perdiguero, E. (1995). Popularización de la hi-
giene en los manuales de economía doméstica en
el tránsito de los siglos XIX al XX. En Barona
(edit.), Trobades: Malaltia i Cultura. Seminari
d’estudis sobre la Ciencia (pp. 225-250).
Valencia.
Planellas, A. (1891). Apéndice al estudio del par-
to. En Auvard, Tratado práctico de partos
(359-394). Barcelona: Biblioteca Ilustrada de
Espasa y Cia. Editores.
Potter, J. (1764). Archaeologia Graeca; or the
antiquities of Grece, vol II. London: Printed for
W. Strahan [et al.].
Real Academia Nacional de Medicina. (2007).
Anales, Tomo (XXIV)-Cuaderno segundo.
Madrid: Autor.
Real Decreto de 4 de Diciembre de 1953 (BOE
29/12/53).
Real Decreto de 18 de enero de 1957 (BOE
12/2/57).
226
Real Decreto de enero de 1980 (BOE 24/1/
80).
Real Decreto de 26 de Septiembre de 1980
(BOE 27710/80).
Real Decreto de 3 de julio de 1987 (BOE 1/8/
87).
Real Decreto de 28 de junio de 1991 (BOE
29/6/91).
Reichholf, J.H. (2001). La aparición del hombre.
Barcelona: Crítica.
Rich, A. (1996). Nacemos de mujer. La materni-
dad como experiencia e institución. Instituto de
la Mujer. Valencia: Cátedra.
Richards P. (2000). A life in writing: Eliza-
beth Cellier and print culture. Women’s Wri-
ting, 7: 411-25.
Robles, E; Bernabéu, J. y García, F. (1996). La
transición sanitaria, una visión conceptual.
Boletín de la Asociación de Demografía Histórica,
XIV, 1, 117-144.
Rousselle, A. (1989). Porneia. Del dominio del
cuerpo a la privación de lo sensorial. Barcelona:
Península.
227
Rousselle, A. (2000). El destino biológico de las
mujeres: los datos ecológicos generales. En Duby
y Perrot. Historia de las mujeres. La Antigüe-
dad (pp. 340-357). Madrid: Taurus.
Rowland, B. (1979). Exhuming Trótula, Sa-
piens Matrona of Salerno. Florilegium 1: 42–
57.
Rule, J. (1990). Clase obrera e industrialización.
Barcelona: Crítica.
Seguranyes, G; Porta, R y Vidal, A. (1986). La
Matrona en la CEEE. Rol, 94: 75-77.
Sharp, J. (1971). The Midwives Book. London.
Siles, J. (1993). Estructura familiar y función
social de la mujer en Alicante (1868-1936).
Tesis doctoral, Universidad de Alicante, Ali-
cante.
Siles, J. (1996a). Origen histórico de la profe-
sionalización de los cuidados mentales: prac-
ticantes, enfermeras y visitadoras psiquiá-
tricas". Enfermería Científica, 174-175, pp. 49-
53.
Siles, J. (1996b). Pasado, presente y futuro de la
enfermería en España: Perspectiva histórica y
epistemológica. Alicante: Consejo de Enferme-
ría de la Comunidad Valenciana.
228
Siles, J. (2008). Historia de la Enfermería. Ali-
cante: Editorial Aguaclara.
Simón, Mª.C. (1985). La maternidad en Es-
paña: ciencia y superstición. Asclepio XXXVII,
257-278.
Simón, Mª.C. (1997). Cuerpo pensado, cuer-
po vivido. Normas y transgresiones en la Es-
paña del siglo XIX. Arenal. Revista de Historia
de las Mujeres. 4.1:39-57.
Spencer, H.R. (1927), History of British Mid-
wifery, 1650-1800. The Fitzpatrick Lecture for
1927. London: John Bale, Sons and Daniel-
sson Ltd.
Spiegelberg, W. (1904). Aegyptologische Rand-
glossen Zum Alten Testament. Strassburg:
Shlesier & Schweikardt.
Stephen, M. (1795). The Domestic Midwife.
London.
Stone, S.A (1737). A complete Practice of Mid-
wifery. London.
Taboada, L. (1978). Cuaderno feminista. Intro-
ducción al Self-help. Colección: Las desobe-
dientes. Barcelona: Fontanella.
229
Tejada, A.M. (1987). La reforma protestante.
Causas consecuencias e influencias en el tiempo
presente. Santo Domingo: Comery.
Terré, C. (1997). La matrona en España. Historia
de una profesión. En: Towler y Bramall, Coma-
dronas en la historia y en la sociedad (373-
383). Barcelona: Masson.
Tew, M. (1990). Safer childbirth: a Critical His-
tory of Maternity Care. New York: Oxford
University Press.
Thomasset, C. (2000). La naturaleza de las mu-
jeres. En Duby y Perrot. Historia de las muje-
res. La Edad Media (pp.72-104). Barcelona:
Taurus.
Thorwald, J. (1970). El siglo de los cirujanos.
Barcelona: Destino.
Towler, J. y Bramall, J. (1997). Comadronas en
la historia y en la sociedad. Barcelona: Masson.
Trousseau. (1879). De la infección purulenta.
En Clínica Médica del Hotel-Dieu de París. Tomo
IV (527-562) (4ª ed.). Madrid: Imprenta Médi-
ca de Álvarez Hermanos.
Tweedie, J. (1974). Polished Delivery. Guar-
dian, 13 de Octubre.
230
Urmeneta, A. (2000). Comadronas y ciruja-
nos navarros en el siglo XVIII. Pleito de una
partera ante el intrusismo de un cirujano.
Hiades, 7; 317-326.
Usandizaga, M. (1944). Historia de la Obstetri-
cia y de la Ginecología en España. Santander:
Aldus.
Valle, J.I; García, A.C y García. M.J. (1995).
Análisis de la situación académico-legislativa
de la Matrona según la Real Cédula de 6 de
Mayo de 1804. II Jornadas Nacionales de In-
vestigación de la Escuela Universitaria de
Enfermería, Fisioterapia y Podología de la
Universidad Complutense de Madrid, (pa-
per) 161-174.
Valle, J.I., García MJ. (1994). Las Matronas en
la historia. Un estudio del siglo XIX. Rol,
187:61-67.
Van Der Prost, L. (1984). Testament to the
Bushmen. New York: Viking.
Vélez, A; Palacios, M; Ruiz, A.M. y Ruiz, J.E.
(2005). Lecciones de historia del dolor. Bogotá
D.C: Centro Editorial Universidad del Rosa-
rio.
231
HISTORIA DE LAS MATRONAS
José Manuel Hernández Garre
HISTORIA DE LAS
MATRONAS
El parto es un hecho biológico, y a la vez cultural,
que a José
veces Manuel
precisa deHernández
ayuda externa Garre
para llegar a
buen término, por lo que la atención al mismo ha
constituido un arte y una ciencia desde los albores de
los tiempos. Estamos
El parto ante
es un una biológico,
hecho disciplinaytana antigua
como el ser humano, ante una materia
la vez cultural, que a veces precisa impregnada
de la emotividad
de ayuda y elexterna
instinto para
femenino quea no ha es-
llegar
capado, como
buen término, por lo que alala riguro-
cualquier otra especialidad,
sa evolución del tiempo,
atención al mismoni a ha
los constituido
contextos y culturas
cambiantes en los que se ha visto
un arte y una ciencia desde inscrita.
losEvolución
que se expone
albores de los tiempos. Estamos resumi-
en el presente texto, de forma
da, sencilla y fidedigna,
ante con el deseo
una disciplina de dibujar, con
tan antigua
trazo fino, las verdaderas trayectorias
como el ser humano, ante una de una pro-
fesión quemateria
desde el inicio ha dedicado
impregnada de su laesfuerzo a
las futurasemotividad
madres y sus y elbebés, confemenino
instinto el anhelo de que
la vida se que
abriera paso .
no ha es-capado, como
cualquier otra especialidad, a la
riguro-sa evolución del tiempo, ni
a los contextos y culturas
cambiantes en los que se ha visto
inscrita. Evolución que se expone
en el presente texto, de forma
resumi-da, sencilla y fidedigna,
con el deseo de dibujar, con trazo
fino, las verdaderas trayectorias
de una pro-fesión que desde el
inicio ha dedicado su esfuerzo a
las futuras madres y sus b la vida
se abriera paso.