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Acto Humano es aquel que consciente, libre y voluntariamente realiza un ser humano, para
conseguir un fin predeterminado, por ejemplo: Estudiar medicina humana.
Condiciones de un acto humano:
a. Consciente
b. Libre y voluntario.
Un acto del hombre:
Se realiza sin intervención de sus facultades superiores, aquel que
puede realizarse mecánicamente, que al no intervenir en él, la razón
ni la voluntad humana, no es libre. Se conoce también como acto
reflejo o instintivo, que también los animales realizan (ejemplo:
Toser, estornudar, sudar, bostezar, temblar).
El acto humana: es un acto propio del ser racional y libre, por tanto
deliberado, consciente, que manifiesta la malicia o bondad del
hombre y por tanto, la relación entre ese Acto Humano y la Ética
(Ejemplo: Olga, estudiante de medicina, realiza una entrevista a un
paciente, pero antes le explica el motivo y hace firmar un
consentimiento informado).
Así como las leyes físicas son parte de la Ley natural, la moral también es parte de la Ley natural. En
realidad, la moral es la Ley natural dirigida al alma humana, en la búsqueda de la perfección del hombre.
El filósofo Frank J. Sheed sostiene a este respecto lo siguiente:
“No podemos destruir las Leyes pero, si las ignoramos, ellas pueden destruirnos a nosotros. En esto, lo mismo
ocurre con las leyes físicas que con las morales. Si las desobedecemos – aunque sea por ignorancia- dañamos
nuestra naturaleza, porque son reales. Si las desobedecemos, sabiendo que Dios nos ha mandado obedecerlas,
pecamos y el pecado es el peor daño que podemos hacernos. Si las Leyes morales son tan importantes para el
hombre, ¿Cómo puede conocerlas? Principalmente, de dos formas: por el testimonio de la naturaleza y por la
enseñanza de aquellas personas autorizadas por Dios para hablar en su nombre. Tomemos primero la
naturaleza. Dios, al hacer a las criaturas, puso en ellas sus propias Leyes. Es muy parecido a lo que hace el
fabricante de un coche, que lo construye para que tenga agua en el radiador, gasolina en el depósito, un
determinado orden en las marchas; de ese modo el coche funcionará. Dios hace nuestros cuerpos con pulmones
que necesitan aire y con un complejo mecanismo que asegura que lo obtendrán, con una necesidad de ciertas
clases de alimentos, etc. Por sus potencias y por las necesidades que experimentamos es que nos llevan a
ejercerlas, Dios ha puesto en nuestros cuerpos las leyes
por las que se rigen; si las obedecemos, nuestro cuerpo se
mantendrá sano. De la misma manera, Dios pone también
en nuestras almas sus propias Leyes. Las Leyes de la
justicia, la pureza o el trato con Dios son tan reales para el
alma como las de la alimentación para el cuerpo. Si las
obedecemos, nuestra alma se mantendrá sana. Si
desobedecemos las leyes para la utilización de un coche,
el motor empieza a hacer ruidos extraños y, al final, se
para. Si desobedecemos las leyes del cuerpo, sentimos
dolor y –en último término- morimos. El remordimiento
de conciencia en el alma es como los ruidos extraños del
motor o el dolor del cuerpo; es una protesta ante el mal
uso. Es la forma que tiene el alma de indicar que se están
ignorando las leyes que dio el que la hizo; que no está siendo utilizada de la forma prevista por su Creador”.
Más allá de las convicciones religiosas, existe también lo que podríamos llamar una moral natural,
hacia la cual muchas veces el hombre, incluso el no creyente, se siente atraído. En efecto, expresa el Dr. Rafael
Preciado Hernández en sus lecciones de Filosofía del Derecho, que “las normas morales son aquellas que
formulan imperativamente los deberes ordenados al bien personal del hombre, considerado éste
individualmente” (2), lo que significa que todo hombre puede y debe plantearse imperativos éticos. Por su
parte el pensador y moralista español, Antonio Peinador Navarro, afirma que:
“La moral es, en el hombre, un valor o una realidad que resulta del ejercicio de su libertad, atributo
que le es esencial y específico, como propio suyo, por comparación con los seres inferiores. En donde el
hombre no actúa libremente allí no puede darse lo moral o la moralidad. Por el contrario, la moralidad no
puede estar ausente de la actividad libre o humana en sentido propio”.
Don Augusto Mijares, insigne intelectual venezolano, al presentar su obra
“Lo afirmativo Venezolano” quiso dejar claro esta cuestión y en forma tajante nos dice allí lo siguiente:
“Si por su propósito de reanimar la moral colectiva, este libro provocara sonrisas escépticas o
desdeñosas, eso no sería sino una prueba más de cuán necesario es, para salvar a los venezolanos que aún
conservan alguna tonicidad espiritual de ese entreguismo que los otros consideran tan cómodo. Sólo los
pedantes y los que ya no esperan remedio para su esterilidad íntima confunden la moral con la gazmoñería y
el sentimentalismo. Todo problema humano es en el fondo un problema de conducta; por consiguiente, un
problema moral. Moral individual o moral colectiva. Cómo deseamos vivir, cuál es la forma de vida que
consideramos superior, cómo nos proponemos vivir, son las interrogantes que mantienen en actividad el
forcejeo recóndito que es lo mejor del ser humano. Por eso los conflictos morales forman el núcleo de las más
apasionantes tragedias, reales o ficticias, que conmueven al hombre; los héroes y los mártires, los santos y los
libertadores, por una parte, y del otro lado los pícaros y los tontos, los cobardes y los embusteros -todo lo que
es elevado y admirable y lo que es despreciable u odioso- adquiere fisonomía a la luz de un juicio moral”.
Querer excluir el Acto Humano o alguno de ellos del orden ético, ha traído como consecuencia, un
mundo lleno de violencia, caos, desorden, pobreza, enfermedades, desigualdades, miserias humanas y un
sinfín de problemas más. El verdadero mal, presente en forma dramática en el mundo actual y en el corazón
de muchos hombres, tiene su raíz en la no sujeción de multitud de vidas a la norma moral. Para que una
sociedad sea sana, no basta que sus ciudadanos cumplan formal y externamente unas normas jurídicas,
promulgadas para regular la vida social, externa, la conducta que se ve. Es necesario que los hombres que
integran esa sociedad, sujeten sus actos conscientes y libres a normas que los constituyan por dentro en
hombres de bien, virtuosos, capaces de irradiar bondad, nobleza, sinceridad, justicia, paz, laboriosidad y
grandeza de alma a su alrededor. La sujeción del Acto Humano a la moral, no es contraria al progreso de la
ciencia y de la tecnología. Don Andrés Bello, en el discurso de instalación de la Universidad de Santiago de
Chile, el 17 de Septiembre de 1843, sentencia que:
“la moral (que yo no separo de la religión) es la vida misma de la sociedad; la libertad es el estímulo
que da un vigor sano y actividad fecunda a las instituciones sociales. Lo que enturbie la pureza de la moral, lo
que trabe el arreglado, pero libre desarrollo de las facultades individuales y colectivas de la humanidad –y
digo más- lo que las ejercite infructuosamente, no debe un gobierno sabio incorporarlo en la organización del
estado”.
Buscar, indagar, reflexionar y dar a conocer las normas
morales que conducen al perfeccionamiento del ser humano, es
hoy en día, una de las necesidades más apremiantes del hombre.
“Moral y luces son nuestras primeras necesidades” clamaba el
Libertador en el Discurso de Angostura. Citando al poeta Péguy,
el doctor José Rodríguez Iturbe destacaba hace poco, en escrito
de prensa, que “la revolución será moral o no será. Hoy el
extendido hedonismo da actualidad a esas palabras”. Esta
opinión coincide con lo expresado por el Papa Juan Pablo II, en
su Carta Apostólica “En el umbral del Tercer Milenio”, donde el
Romano Pontífice afirma lo siguiente:
“la conversión como exigencia imprescindible del amor cristiano
es particularmente importante en la sociedad actual, donde con
frecuencia parecen desvanecerse los fundamentos mismos de una visión ética de la existencia humana”.
Todo esfuerzo que se haga a nivel de la Universidad para enaltecer la conducta que transcurre conforme a la
ética y a los valores morales en general, y para darla a conocer, será pequeño. Comités de ética, estudios y
análisis de problemas éticos, códigos de ética, Deontología profesional, etc., nos ayudarán a recordar que el
hombre tiene una Dignidad que resguardar y que esa Dignidad le viene dada precisamente, de su condición
de sujeto del orden ético querido por Dios.
El hombre es el único ser que Dios ha querido por sí mismo. Insisto que esa sujeción del hombre al orden
ético, no es contraria al progreso y al desarrollo de la ciencia y de la tecnología. A propósito de esto, me ha
venido a la memoria aquel punto tercero del Ideario de la Universidad de Navarra, en España, el cual reza así:
“En toda su labor, la Universidad de Navarra se guía por una plena fidelidad al Magisterio eclesiástico,
convencida de que la auténtica investigación científica, cuando procede con métodos rigurosos y conforme a
las normas morales, no puede entrar en oposición con la fe, ya que la razón –que está ordenada y capacitada
a reconocer la verdad y la fe tienen origen en el mismo Dios, fuente de toda verdad”. (8)
Promovamos sin cesar, a tiempo y a destiempo en expresión de San Pablo, los valores eternos y universales
de la moral cristiana y de la dignidad humana. El clamor bolivariano expresado en el ya citado discurso de
Angostura, está hoy más vigente que ayer: “Hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados
constituyen las repúblicas”.
1
Juan Pablo II. Encíclica Veritatis splendor, 6-VIII-1993, 72. «La pregunta inicial del diálogo del joven con
Jesús: “¿Qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” (Mt 19,16) evidenciainmediatamente el vínculo esencial entre el
valor moral de un acto y el fin último del hombre (...).La respuesta de Jesús remitiendo a los Mandamientos manifiesta también que
el camino hacia elfin está marcado por el respeto de las leyes divinas, las cuales tutelan el bien humano. Sólo el actoconforme al
bien puede ser camino que conduce a la vida» (ibidem).
de las circunstancias de la acción.
El objeto, la intención y las circunstancias son las “fuentes” o elementos constitutivos de la moralidad de los
actos humanos» (Catecismo, 1750).
d. objeto moral
El objeto moral «es el fin próximo de una elección deliberada que determina el acto de querer de la
persona que actúa»2. El valor moral de los actos humanos (el que sean buenos o malos) depende ante todo de
la conformidad del objeto o del acto querido con el bien de la persona, según el juicio de la recta razón3. Sólo
si el acto humano es bueno por su objeto, es “ordenable” al fin último4.
Hay actos que son intrínsecamente malos porque son malos «siempre y por sí mismos, es decir, por su
objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien actúa y de las circunstancias»5. El
proporcionalismo y el consecuencialismo son teorías erróneas sobre la noción y la formación del objeto moral
de una acción, según las cuales hay que determinarlo en base a la “proporción” entre los bienes y males que
se persiguen, o a las “consecuencias” que pueden derivarse6.
e. La intención
2
JUAN PABLO II, Encíclica Veritatis Splendor, 78. Cfr. Catecismo, 1751. Para saber cuál es el objeto moral deun acto, «hay que
situarse en la perspectiva de la persona que actúa. En efecto, el objeto del actodel querer es un comportamiento elegido libremente.
Y en cuanto es conforme con el orden de larazón, es causa de la bondad de la voluntad (...). Así pues, no se puede tomar como
objeto de undeterminado acto moral, un proceso o un evento de orden físico solamente, que se valora encuanto origina un
determinado estado de cosas en el mundo externo» (ibidem). No se debeconfundir el “objeto físico” con el “objeto moral” de la
acción (una misma acción física puede serobjeto de actos morales diversos; p. ej. cortar con un bisturí, puede ser una operación
quirúrgica, o puede ser un homicidio).
3
«La moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad
deliberada» (JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, 78).
4
Cfr. ibidem, 78 y 79.
5
Ibidem, 80; cfr. Catecismo, 1756. El Concilio Vaticano II señala varios ejemplos: atentados a la vida humana, como «los
homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario»; atentados a la integridad de
la persona humana, como «las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica»; ofensas
a la dignidad humana como «las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud,
la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados
como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables». «Todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente
oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son
totalmente contrarios al honor debido al Creador» (CONCILIO VATICANO II, Const. Gaudium et spes, 27).
Pablo VI, refiriéndose a las prácticas contraceptivas, enseñó que nunca es lícito «hacer objeto de un acto positivo de la voluntad lo
que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o
promover el bien individual, familiar o social» (PABLO VI, Enc. Humanae vitae, 25-VII-1968, 14).
6
Estas teorías no afirman que «se puede hacer un mal para obtener un bien», sino que no se puede decir que haya comportamientos
que son siempre malos, porque depende en cada caso de la “proporción” entre bienes y males, o de las “consecuencias” (cfr. JUAN
PABLO II, Enc. Veritatis splendor, 75). Por ejemplo, un proporcionalista no sostendría que “se puede hacer una estafa por un fin
bueno”, sino que examinaría si lo que se hace es o no es una estafa (si lo “objetivamente elegido” es una estafa o no) teniendo en
cuenta todas las circunstancias, y la intención. Al final podría decir que no es una estafa lo que en realidad sí que lo es, y podría
justificar esa acción (o cualquier otra).
7
El objeto moral se refiere a lo que la voluntad quiere con el acto concreto (por ejemplo: matar a una persona, dar una limosna),
mientras que la intención se refiere al por qué lo quiere (por ejemplo: para cobrar una herencia, para quedar bien delante de otros o
para ayudar a un pobre).
8
JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, 78.
La intención «no se limita a la dirección de cada una de nuestras acciones tomadas aisladamente, sino
que puede también ordenar varias acciones hacia un mismo objetivo; puede orientar toda la vida hacia el fin
último» (Catecismo, 1752)9.
“Una misma acción puede estar, pues, inspirada por varias intenciones» (ibídem).«Una intención buena no
hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado. El fin no justifica los medios”
(Catecismo, 1753)10. «Por el contrario, una intención mala sobreañadida (como la vanagloria) convierte en
malo un acto que, de suyo, puede ser bueno (como la limosna; cfr. Mt 6, 2-4)» (Catecismo, 1753).
f. Las circunstancias
9
Por ejemplo, un servicio que se hace a alguien tiene por fin ayudar al prójimo, pero puede estarinspirado al mismo tiempo por el
amor de Dios como fin último de todas nuestras acciones, o sepuede hacer por interés propio o para satisfacer la vanidad (cfr.
Catecismo, 1752).
10
«Sucede frecuentemente que el hombre actúa con buena intención, pero sin provecho espiritualporque le falta la buena voluntad.
Por ejemplo, uno roba para ayudar a los pobres: en este caso, sibien la intención es buena, falta la rectitud de la voluntad porque las
obras son malas. Enconclusión, la buena intención no autoriza a hacer ninguna obra mala. “Algunos dicen: hagamos elmal para que
venga el bien. Estos bien merecen la propia condena” (Rm 3, 8)» (SANTO TOMÁS DEAQUINO, In duo praecepta caritatis:
Opuscula theologica, II, n. 1168).
11
Es decir, para que un acto libre se ordene al verdadero fin último, se requiere:a) que sea, en sí mismo, ordenable al fin: es la
bondad objetiva, o por el objeto, del acto moralb) que sea ordenable al fin en las circunstancias de lugar, tiempo, etc., en que se
realiza.c) que la voluntad del sujeto efectivamente lo ordene al verdadero último fin: es la bondad subjetiva, o por la intención.
12
«Por ejemplo, un accidente provocado por la ignorancia del código de la circulación» (Catecismo, 1736). Al ignorar —se entiende
que voluntariamente, culpablemente— normas elementales del código circulación, se puede decir que se quieren de modo indirecto
las consecuencias de esa ignorancia.
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Por ejemplo, el que toma una pastilla para curarse el catarro, sabiendo que le dará algo de sueño, lo que quiere directamente es
curar el catarro, e indirectamente el sueño. Propiamente hablando, los efectos indirectos de una acción no se “quieren”, sino que se
toleran o permiten en cuanto inevitablemente unidos a lo que se necesita hacer.
sólo indirectamente). Se trata a veces de situaciones muy delicadas, en las que lo prudente es pedir consejo a
quien puede darlo.
Un acto es voluntario (y, por tanto, imputable) in causa cuando no se elige por sí mismo, pero se sigue
frecuentemente (in multis) de una conducta directamente querida. Por ejemplo, quien no guarda
convenientemente la vista ante imágenes obscenas es responsable (porque lo ha querido in causa) del desorden
(no directamente elegido) de su imaginación; y quien lucha por vivir la presencia de Dios quiere in causa los
actos de amor que realiza sin, aparentemente, proponérselo.
h. La responsabilidad
“La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que éstos son voluntarios”
(Catecismo, 1734). El ejercicio de la libertad comporta siempre una responsabilidad ante Dios: en todo acto
libre de alguna manera aceptamos o rechazamos la voluntad de Dios. «El progreso en la virtud, el
conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos» (Catecismo,
1734).
“La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa
de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, las afecciones desordenadas y otros
factores psíquicos o sociales” (Catecismo, 1735).
i. El mérito
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La culpa es, en consecuencia, la responsabilidad que contraemos ante Dios al pecar, haciéndonos merecedores de castigo.
Resumiendo el hombre es libre, pero su libertad está condicionada por los derechos de Dios y del prójimo.
Como consecuencia cuando libremente rompa esos derechos comete pecado.
Es la obligación que tienen los médicos de reparar o satisfacer las consecuencias de sus actos, omisiones,
y errores dentro de ciertos límites, cometidos en el ejercicio de su profesión; el enfoque del tema desde el
punto de vista médico-legal se describe con el siguiente esquema: el actor es un médico con diploma y título
habilitado; el acto es el accionar médico, quirúrgico, etc.; el elemento objetivo es el daño en el cuerpo o en la
salud, desde una lesión hasta la muerte; el elemento subjetivo es la culpa por impericia, imprudencia,
negligencia, inobservancia de normas y reglamentos; y la relación de causalidad entre el acto médico y el
daño, debe ser una línea directa sin ninguna interferencia.
15
Cr. Vera Carrasco, O. aspectos éticos y legales en el acto médico. Rev Med La Paz, 19(2); Julio - Diciembre 2013. Rescatado de:
http://www.scielo.org.bo/pdf/rmcmlp/v19n2/v19n2_a10.pdf
b. Principios éticos del acto médico
e. Culpa médica
Imprudencia
Es realizar un acto con ligereza, sin las adecuadas precauciones; es decir, es la carencia de templanza o
moderación. O también, la conducta contraria a la que el buen sentido aconseja, emprender actos inusitados
fuera de lo corriente, hacer más de lo debido; es o implica una conducta peligrosa. Es enfrentar un riesgo o
peligro sin necesidad.
El sujeto obra precipitadamente, sin prever las consecuencias en las que podía desembocar el obrar
irreflexivo.
Se hace más de lo que se debe (Sobremedicación, Sobredosificación).
El daño causado se produjo porque el acto médico se realizó sin las debidas precauciones ni medir las
consecuencias.
Ejemplos:
Transfundir sangre sin establecer el grupo sanguíneo, HIV, VDRL, hepatitis, etc.
Dejar gasa o instrumental en la cavidad abdominal.
Realizar un acto innecesario (histerectomía abdominal con apendicectomía profiláctica).
El director del centro quirúrgico tolera que los anestesiólogos abandonen el quirófano durante una
intervención para ir a otros quirófanos.
Técnica de enfermería que lesiona el nervio ciático de un niño por no tomar las precauciones debidas.
Abandono de la guardia o la emergencia.
Negligencia
Tipos de iatrogenia
Aleatoria.
Necesaria.
Innecesaria.
Iatrogenia aleatoria (inesperada): Tecnológica: Falla de los equipos. Pileflebitis después de la extirpación de
un apéndice gangrenado.
Iatrogenia predecible: El riesgo de la acción médica es previsto, puede presentarse en algún momento. El
riesgo/beneficio evaluado por el médico es favorable al paciente. El bien logrado supera al mal concomitante.
Ej. Efectos de la quimioterapia en cáncer.
Iatrogenia medicamentosa: reacción indeseable o inesperada a un medicamento. Morbilidad entre el 2% y
25%, el 28% son evitables. Por desconocimiento de la farmacología y toxicología del medicamento prescrito.
Descuido en la revisión de la historia clínica. Enfermería: descuido en el cumplimiento de las prescripciones.
Farmacia: error en la dispensación. Recomendación: en el pregrado es imprescindible una buena formación en
farmacología clínica (farmacocinética, farmacodinamia, reacciones adversas de los medicamentos).
Psico iatrogenia:
o Verbal (iatrolalia): comentarios imprudentes en la ronda hospitalaria en la propia cabecera del enfermo
que afectan la autoestima o causa angustia al paciente. En los hospitales docentes la disquisición clínica
imprudente del profesor con sus alumnos delante del paciente. Explicación incompleta o inadecuada al
paciente sobre su enfermedad.
o No verbal (iatromimia): actitudes, gestos; no recibir al paciente con un saludo (hipócrates: “la amistad
médica”); no hacer el examen físico, es un dependiente de la computadora.
o
I. Inobservancia
Es la omisión al cumplimiento de los principios éticos y preceptos legales de observancia obligatoria en el ejercicio
profesional.