El arte de la mayéutica es similar, pues, a la de la comadrona, o a la del obstetra.
La experiencia de los que tienen relación conmigo es análoga a la de las mujeres en trance de dar a luz: sienten, en efecto, los mismos dolores, llegan al colmo de su perplejidad y los tormentos que les dominan de día y de noche son mucho más fuertes que los de aquellas mujeres. Y mi arte, precisamente, es capaz de despertar o de adormecer estos dolores, con ese tratamiento aludido. Aquí se ve bien el carácter terapéutico de la filosofía, al menos de la filosofía mayéutica. Esta función terapéutica de la filosofía ha cobrado especial relieve en el último siglo. Una corriente de pensamiento, la llamada filosofía del lenguaje, sobre todo la de Cambridge, ha hecho bandera de esta cuestión. Ludwig Wittgenstein ha hablado repetidamente de la «tarea terapéutica» de la filosofía. Esa terapia tiene por objeto curarnos del «embrujo de nuestro entendimiento». En 1944 escribía: «El filósofo es aquel que debe curar en sí muchas enfermedades del entendimiento, antes de poder llegar las nociones de sano entendimiento común». La filosofía, pues, actúa como un fármaco. Sin ella es difícil conservar la higiene mental. Otro filósofo de Cambridge, John Wisdom, publicó el año 1953 un libro titulado Philosophy and Psycho-analysis. Su tesis es que el método del análisis filosófico permite desenmascarar muchos pseudoproblemas, y de ese modo, sanear o sanar la mente de las personas. El método analítico, pues, tiene una función terapéutica. Y, como no podía ser de otro modo, recuerda a Sócrates y cita el pasaje de Platón que antes hemos transcrito. Ya casi al final del libro, escribe: «Hemos visto algo de por qué la gente dice que uno se conoce a sí mismo de una forma que ningún otro puede conocerle. Pero es evidente también que es difícil verse a si mismo como uno ve a los demás, que el consejo 'Conócete a ti mismo' no es fácil de seguir. En psicoanálisis se ha procurado ayudar a este empeño con el auxilio de alguien más. Poco a poco van ensamblándose los distintos detalles, y el caos salvaje se empieza a transformar en orden y las sombras movedizas empiezan a cobrar forma. Pero hay fuerzas muy potentes que se oponen a ello». No se trata sólo de que muchos incidentes casi se han olvidado, sino que además uno selecciona, enfatiza y une datos, pero no otros. La batalla está, ya desde el principio, perdida. Pero eso no la convierte en inútil. Nunca acabaremos de conocernos. Pero conocerse es una obligación moral. Y el análisis filosófico que iniciara Platón puede ser de gran ayuda en ese camino. Ésa es la razón por la que últimamente se ha popularizado tanto la figura del consultor filósofo o filosófico, especialmente a partir del libro de Lou Marinoff, Más Platón y menos prozac. Conocerse a si mismo es un problema filosófico y psicológico. De ahí que ahora tengamos que pasar del análisis filosófico al análisis psicológico, más en concreto, al psicoanálisis.