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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Departamento de Ciencias Históricas
Historia de América Contemporánea, Sección 2
Profesora María Elisa Fernández Navarro
Profesora ayudante Camila González Valdés
Estudiante: Pablo Cornejo Núñez

Examen de Mitad de Semestre

2. ¿Qué es el populismo? Refiérase a los contrastes y tensiones existentes entre el peronismo y


varguismo y de por qué Lázaro Cárdenas no se considera populista

La aparición de los populismos latinoamericanos, en la primera mitad del siglo XX, constituye no sólo el
desarrollo de una de las particularidades políticas de este sector del globo, sino también la primera integración
de los sectores medios en dos de las economías emergentes mas importantes del continente: Argentina y
Brasil. A mi entender, el populismo surge como una respuesta a un proceso de modernización fallido, que si
bien dio inicio a un proceso de industrialización, no supo llevar adelante esta modernización en el ámbito
político, integrando los nuevos sectores que la modernización económica generaba.

El populismo latinoamericano se comienza a desarrollar a partir de las décadas de 1930 y 1940, y tiene
sus principales ejemplos en Argentina, con Juan Domingo Perón, y Brasil, con Getulio Vargas. Proviene
típicamente de zonas urbanas, y se desarrolla a través de grandes movilizaciones de masas, dirigidas por un
líder carismático que se origina fuera de la élite política, creando su propio partido. Este rechazo a la política
tradicional responde a la incapacidad de esta de poder resolver los resultados de la crisis de 1929, más es
transversal (con algunos matices, dependiendo del país) a todo sector político: el Justicialismo se posicionaría
contrario a la izquierda comunista, más radicalizada, y a las derechas conservadoras, y el varguismo
aglutinando a numerosos sectores bajo el alero del Partido Laborista Brasileño (Fernández 2018a).

Por esto, el sujeto político por excelencia del populismo son los sectores medios emergentes, estrato
que en este momento se encontraba prácticamente sin liderazgos, más con una serie de problemas propios de
la modernización fallida. Esto no quita una identificación de parte de la retórica populista con los sectores
populares, que cumple el objetivo de disputar su dirigencia tanto a la izquierda como a la derecha conservadora:
los proletarios y obreros pasan a ser trabajadores y descamisados (Fernández 2018a). A su vez, el populismo
respondía a una lógica clientelista, en la que el discurso del líder carismático y su programa concedía y
prometía a su base social, con tal de asegurar su victoria electoral.

En torno a las diferencias y contrastes que podemos encontrar entre el populismo peronista y el
populismo varguista, uno de los elementos que sale a la luz en los análisis de French y Torre es la conformación
y composición de la base social que catapulta estos proyectos populistas al poder.

En el caso del Peronismo, debemos entender que su base social se compone principalmente por
trabajadores urbanos, tanto aquellos nuevos trabajadores, que migraron recientemente a la ciudad desde el
campo, como la vieja guardia obrera o sindical (Torre 1989). Entre la aparición del general Perón entre las
autoridades golpistas del Grupo de Oficiales Unidos en 1943 y su triunfo en 1946, Perón sabría apoyarse en las
necesidades y reivindicaciones de estos trabajadores para poder asumir un rol de intérprete de sus problemas,
y posicionarse así como el líder capaz de solucionarlos. Esto es posible por el énfasis de los trabajadores que,
si bien no se plantan como un movimiento social cohesionado, ponen en la intervención del Estado en los
aspectos sociales para cumplir reivindicaciones postergadas. Se comparte, entre los nuevos y viejos
trabajadores, la experiencia de la explotación en un proceso modernizador e industrializador como el de la
Década Infame, que requirió de su esfuerzo para su desarrollo más no les otorgó réditos ni económicos ni
políticos (Torre 1989).

De esta forma, el Peronismo se fortalece hacia la elección de 1946, obteniendo una victoria electoral
innegable, pese a los intentos del embajador norteamericano de organizar y financiar el anti-peronismo y
llevarlo a la victoria, como una especie de reminiscencia del Gran Garrote, terminando con la lógica anti-
intervencionista que había mantenido Estados Unidos bajo el Buen Vecino (Langley 1993). Debemos destacar
necesariamente el rol de Eva Duarte de Perón, tanto en la campaña como en el posterior gobierno, en tanto
servía como una especie de enlace entre el pueblo y Perón, por su origen humilde, y por su rol eminentemente
político como oradora en los actos públicos de masas (Fernández 2018b). Su presencia es central también por
una de las promesas del peronismo, el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres.

Por otro lado, el varguismo llega al poder y forma su base social hacia 1945 con la integración de los
trabajadores urbanos, empleados e industriales, a la política brasileña, a través de la fundación del Partido
Laborista Brasileño y los principios del trabalhismo. Vargas lleva adelante una reforma al sistema electoral con
la finalidad de favorecer la participación electoral de estos sectores, en perjuicio de las clases terratenientes
conservadoras (French 1989). Esto marca una retórica más identificable con los sectores trabajadores, al
posicionarse contra las clases terratenientes, y permite una alianza electoral con el Partido Comunista
Brasileño, que a la larga le aseguró la victoria en 1945.

En ambos casos nos encontramos con una base social eminentemente urbana, más el uso de esta
dentro del proyecto populista presenta una diferencia radical: mientras el peronismo capitaliza en torno a ella
para enfrentar al resto de la institucionalidad política, Vargas debe realizar una alianza electoral con el PCB con
tal de asegurar su victoria (French 1989). Esto se diferencia también con la composición social del cardenismo,
que si bien recurrió al apoyo de la clase media trabajadora, su programa de gobierno y la revitalización del
programa de reforma agraria implicó un muy potente sector campesino (Knight 1990).

En la misma línea, el cardenismo no podría ser catalogado como populismo según la definición
trabajada, puesto que no llega a disputar la hegemonía de la institucionalidad política tradicional, sino que es
parte de ella. Cárdenas, por más que pueda presentar un programa que según Knight intenta ser el último
aliento de los ideales de la Revolución, es un fiel representante del priísmo local. La realidad mexicana se
diferencia de la argentina y brasileña por el hecho de que su ruptura con una institucionalidad política corrupta
ocurre casi tres décadas antes del surgimiento de los populismos, a través de la Revolución, que reivindica un
programa de modernización económica, y, hasta cierto punto, de integración electoral, mejor ejecutado que en
los otros dos países (Knight 1990).

De cualquier forma, los tres proyectos presentan tensiones entre sí en el área de las relaciones
internacionales. Al presentarse como una solución a los procesos de modernización fallidos, en primera
instancia, se ven en la obligación de la integración política de los sectores medios y trabajadores, y por otro
lado, deben administrar y desarrollar el proceso de industrialización que se había intentado llevar a cabo
después de la crisis de 1929. En ese sentido, se recurrió a un proteccionismo económico tanto para intentar
revitalizar la economía, como por su proyección dentro de la retórica nacionalista del populismo. Allí, tanto la
política del Buen Vecino como su legado antes de que se desarrollara en pleno la Guerra Fría implicaron una
relación distinta desde Estados Unidos hacia sus pares latinoamericanos: se pasó de un intervencionismo
militar abierto al “respeto” de la soberanía y a la supeditación a los intereses norteamericanos a través de la
inversión y políticas de colaboración económica (Langley 1993). Así, si bien la lógica era proteccionista, tanto
Brasil como Argentina debieron competir por conseguir el financiamiento estadounidense para sus proyectos
populistas, lo que agriaría las relaciones entre ambos países.

Para finalizar, creo que tanto la política de integración electoral de ambos proyectos populistas como su
proteccionismo económico responden a el intento de completar y optimizar un proyecto modernizador e
industrializador fallido, que ocurrió como respuesta a la crisis del 29. Por un lado, nos encontramos con una
industrialización en proceso a ser efectiva, por otro, con una casi nula integración política de los sectores que
permitieron esta industrialización. Así, la necesidad de la inversión norteamericana es evidente, en tanto solo el
flujo de capitales extranjeros podría permitir sostener el proceso industrializador en etapa temprana en la que
todavía se encontraba. Es por esto también que cuesta considerar al cardenismo como un proyecto populista,
puesto que pasa por un proceso modernizador e industrializador completamente aparte.
Me parece interesante que dentro de la historiografía contemporánea podamos seguir rearmando el
concepto de populismo, en tanto contribuye necesariamente al desarrollo de un pensamiento histórico
puramente latinoamericano.

Bibliografía:
- Fernández, María Elisa. 2018a. Clase de América Contemporánea, 13 de noviembre, en Universidad de Chile,
Santiago de Chile.
- Fernández, María Elisa. 2018b. Clase de América Contemporánea, 27 de noviembre, en Universidad de Chile,
Santiago de Chile.
- Torre, Juan Carlos. 1989. Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo. Desarrollo Económico,
enero-marzo 1989, V. 28.
- French, John D. 1989. Los trabajadores industriales y el nacimiento de la República Populista en Brasil, 1945 –
1946. Latin American Perspectives, otoño de 1989, vol. 16.
- Langley, Lester D. 1993. América y las Américas: los Estados Unidos en el hemisferio occidental. Buenos
Aires: Ediciones Devenir.
- Knight, Alan. 1990. Cardenismo: juggernaut or jalopy?. Austin: Institute of Latin American Studies, University of
Texas at Austin.

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