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SERMONES
PREDICADOS
VALLADOLID:
IMPRENTA BE DON MANUEL APARICIO.
1847.
(III)
PREAMBULO.
Definicion de la retórica.
De la pronunciacion ó predicacion.
De la vM.
Las manos , sin cuya accion todos los movimientos del Predi
cador necesariamente son mancos, tienen casi tantas aptitudes,
como palabras se pronuncian. La accion de las manos significa
tanto , que casi puede decirse que las manos hablan. Con ellas
pedimos , suplicamos , llamamos , despedimos , rechazamos , ame
nazamos, y con ellas expresamos otra multitud de cosas que no
es fácil manifestar en un escrito , y menos en unos apuntes. Baste
decir que la accion de las manos es el lenguaje comun á todos los
idiomas del mundo , pues con ella principalmente se entienden
los hombres, cuando ignoran el idioma en que se les habla. Tam
bien los dedos tienen su accion en el pulpito. Ya se unen el ín
dice y el pulgar , quedando los demas estendidos ; ya se estiende
solo el índice y se doblan los demas; ya en fin se estienden todos,
y esta es la postura mas decorosa. Casi toda la accion debe ser
de la mano derecha , estando la izquierda sobre el pretil ó valla
del púlpito , y alguna vez sobre el pecho , segun pidan los asuntos
de que se habla , y solo en ocasiones muy raras puede alternar
con la derecha ó moverse á par con ella. Apenas nunca deben
(xrv)
ponerse las palmas bácia arriba , como los que piden ó reciben
limosna , ni cóncavas á manera de los que toman agua para beber
en ellas, y menos cerradas y apretadas , formando lo que llaman
puños, como los que se amenazan ó se golpea». Alzarlas sobre
los ojos ó bajarlas del pecho es tenido por vicioso entre los retó
ricos; porque es feo, dicen, principiar la accion en la cabeza y
acabarla en el vientre.
Dar palmadas una mano contra otra , ó sobre el pretil del pul
pito , son ridiculeces que , sobre ofender los ojos y los oidos del
auditorio , tienen algo de furioso , y solo en un caso extremamente
grave y urgente podría esto excusarse. Los brazos y los codos son
como los ejes en que estriba y se vuelve la accion de las manos;
La aptitud regular de los brazos debe formar un ángulo en el' codo,
mas ó menos abierto ,. segun Fo pida la accion de las manos. Sus
movimientos deben ser orizontales , ó de un lado á otro , baján
dolos ó subiéndolos algun tanto , como lo exijan las cosas que
se dwet*- Estenderfbs demasiadamente , y bajarlos ó subirlos asi
estendidos , son acciones que espantan , y fijarlos estendidos , en
vez de un Predicador , representan un hombro aspado.
De la monotonía*
Del Predicador.
De la rectitud de su intencion.
De su caridad.
PRIMERA CIRCUNSTANCIA.
Nuestro juicio-, Católicos, será un juicio cierto,, y tan cierto-
como la muerte, y esta es la primera circunstancia que hace
terrible nuestro juicio. Luego que espira el rice- del evangelio, es
juzgado r sentenciado y sepultado en el infierno. Mortuus est divei
et sepultas est in inferno; y en el momento que muere el pobre
Lázaro, es declarado justo y llevado en manos de Angeles al seno
de Abrahara. Faetum e$t autem ut moreretur mendious, et por-'
taretur ab Angelis in sinum Abvahcp. Es necesario, dice San
Pablo, que todos seamos presentados delante del tribunal de Jesu
cristo para ser juzgados y recibir cada uno segun lo que hubiese
hecbo, ó bueno ó malo. Ut referat unuscjuisque prout gessit,
sive bonum, sive malum.
Por consiguiente sarán presentados delante del tribunal de
Jesucristo para ser juzgados los sacrilegos, para quienes, segun
la expresion del Real Profeta, tiene preparadas el Omnipotente
saetas encendidas en carbones desoladores. Serán presentados los
impíos, de quienes dice el mismo Real Profeta : vi al impío en
salzado y elevado como los cedros del Líbano, y pasé, y he aqui
que ya no era, y le busqué, y no hallé ni el lugar que ocu
paba. Serán presentados los blasfemos, que poniendo su boca
contra el Cielo, bablan mal de Dios, de la Virgen, de los An
geles y los Santos y de las cosas santas. Serán presentados los
soberbios, esos hombres arrogantes que ahora no caben en el
mundo y allí no serán sino como unos viles insectos.
Tambien serán presentadas delante del tribunal de Jesucristo
para ser juzgadas esas almas de una fé muerta, que satisfechas
con profesar los artículos, atropellan los mandamientos, como si
hubiera entrada en el Cielo para las que no guardan la ley por
mas que confiesen la fé. Tambien serán presentados esos peca
dores escandalosos, cuyo lenguaje ss compone de las palabras
mas infames y mas indignas de la boca de un cristiano. Tam
bien lo serán esos cristianos de nombre, que satisfechos con una
vida que ellos llaman, comun, y los Santos Padres tienen por
reprobada, pasan los años siempre con vicios, siempre sin vir
tudes, siempre iqdignos del Cielo y siempre dignos del infierno.
Esos cristianos, á quienes con razon se llama Apóstoles de Sata
nás y Anticristos, porque siempre en sus conversaciones defien
den el partido de las pasiones, procuran dar anchura á la con
ciencia contra su misma conciencia y reducen cuanto pueden la
ley de Dios en favor del amor propio.
Se presentarán, finalmente, y nos presentaremos á los pies
de Jesucristo para ser juzgados todos y cada uno de los mortales
sin otra compañía que nuestras obras. ¡O virtud! ¡O vicio! ¡qué
tan confundidos andais en el mundo! A los pies de Jesucristo os
distinguireis mas que la luz de las tinieblas, mas que la noche
del dia y tanto como el cielo del infierno. El vicio aparecerá
allí como un monstruo horrible que pide castigo para el alma
viciosa, y la virtud como una hermosa Matrona que pide premio
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para el alma virtuosa. ¡0 felices virtuosos! A los pies de Jesu
cristo principiar! vuestra gloria. ¡O desdichados viciosos! A los
pies de Jesucristo principiará vuestro iuüerno. ¡Señor! ¡Qué será
oe mi y de todos mis oyentes en aquella hora temerosa ! ¡ Si
seremos tan dichosos que aparezca alh viva nuestra alma con la
vida de la gracia, ó tan desdichados que se presente allí muerta
con la muerte del pecado! ¡Dios mio! ¡qué diferencia tan espan
tosa! Haced, Señor, que aborrezcamos hasta la sombra del pe
cado que vos tanto aborreceis, y que amemos la virtud que tanto
amor os merece.
SEGUNDA CIRCUNSTANCIA.
Habeis visto, Católicos, que todos, sin excepcion, nos hemos
de presentar ante el-tribunal de Jesucristo para ser juzgados; y
esta es la primera circunstancia que hace terrible el juicio que
nos espera. Vamos á ver que este juicio se ha de hacer de todos
los pecados sin que deje de ser juzgado ni el mas rápido pen
samiento, y esta es la segunda circunstancia que hace terrible
nuestro juicio. Al salir cada uno de nosotros de este mundo y
entrar en la eternidad nos hallaremos solos con Dios solo, á darle
cuenta de toda nuestra vida. Considerad, mis amados, este paso
terrible. ¡El hombre delante de Dios! ¡El pecador solo y desam
parado delante de un Dios ofendido é irritado! ¡Cómo podrá
sostener esta divina presencia!
Puesto el infeliz pecador á los pies de su Dios, un rayo de luz
penetrará su alma, y en un momento se descubrirá toda la histo
ria de su vida desde el primer momento en que hizo uso de su
razon, hasta que cesó este uso. Se verán todas sus palabras y pen
samientos con todas sus obras y deseos. A un mismo tiempo se es
tarán viendo las fragilidades de la niñez y la juventud y las malas
costumbres de la edad madura; los pecados cometidos en años
enteros y los cometidos en rápidos momentos; los deseos pasageros
y los rencores inveterados; los pecados de comision y atrevimien
to y los de omision y descuido. Allí se presentarán tantas gracias
despreciadas y tantas inspiraciones desatendidas; tantas confesio
nes sin mudanza de vida y tantas comuniones sin fruto; tantas
ocasiones de practicar la virtud y tanto descuido en aprovechar
las; tanto amor de parte de Dios y tanta indiferencia de parte
del hombre... Allí, en fin, se manifestará cuanto ha pensado el
espíritu, cuanto ha deseado el corazon, cuanto ha pronunciado
la lengua, cuantos movimientos ha hecho el cuerpo y cuantos
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quereres ha tenido el alma. En suma, cuanto ha hecho Dios por
el hombre y cuanto ha hecho el hombre contra Dios. ¡Qué vista
tan terrible!
Ya allí no se presentarán los pecadas como una cosa que
pasa y de la que no queda ni aun memoria; sino como unos
monstruos enroscados y anidados en lo mas hondo del alma.
Allí ya no se presentará el Señor-, como un Dios mudo, que
sufre, calla, y espera en silencio el arrepentimiento y la mu
danza del pecador; sino como un Dios que juzga y sentencia
al delincuente. Allí ya no aparecerá aquel Dios niño que nace
en un establo, que llora sobre Jerusalén, que suda sangre
en el huerto y -que camina al Calvario como un cordero al
matadero, sino aquel Dios á cuyo paso se bajan los montes
y los cerros para allanarle el camino; aquel Dios á quien
preceden los torbellinos y el terror ; á cuya presencia caen los
muros de las ciudades, y cuyas venganzas publican los relám
pagos y los truenos; aquel Dios, cuya voz airada, hace tem
blar al universo; aquel Dios que con el soplo de su cólera re
duce á una soledad espantosa los pueblos y los reinos, borra
los astros y desquicia los Cielos ; aquel Dios, que, como dice
David, baña sus saetas en la sangre del pecador y con su aliento
enciende los carbones del infierno. Ved aqui, mis amados, un
débil bosquejo del poder del Juez que nos ha de juzgar y del
juicio que indispensablemente hemos de sufrir cada uno. ¡Cielos
santos! ¡Quién podrá sostener, ni al Juez ni el juicio!
TERCERA CIRCUNSTANCIA.
DE LOS JUSTOS.
Preparados asi todos los cuerpos de todos los hombres por
virtud del Omnipotente, acudirán sus almas á dar cada una
otra vez vida al suyo, pero ¡qué diferente ha de ser el estado en
3ue se presenten! Bajarán unas del Cielo rodeadas de gloria. Sal-
rán otras del Purgatorio mas limpias y blancas que la nieve.
¡Mas ay! Suspirando, gimiendo y arrastrando subirán otras del
infierno mas horribles que el infierno. Todas hallarán sus cuer
pos preparados. Pero ¡qué cuerpos tan diferentes! El alma justa
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hallará un cuerpo hermoso que recibirá de mano de su Angel
de guarda, quien al entregársele la dirá: Entra alma dichosa
en ese dichoso- cuerpa que fue el fiel compañero de tus virtudes
para que lo sea tambien de tu gloria. Mírale bien, ese mismo
es el cuerpo que castigabas en otro tiempo y redadas á servi
dumbre, siguiendo el ejemplo de San Pablo, para no ser re
probada. Regístralos con cuidado, esos mismos son los ojos que
bajabas con tanta modestia para no encontrar con el objeto peli
groso. Esos mismos son los labios que aprisionabas al oir - tus
, injurias. Esos son los oidos que carrabas á- la murmuracion. Esa
es la cabeza donde formabas tus pensamientos- santos y tomabas
tus resoluciones piadosas. Esos los pies con que caminabas del
templo á tus deberes y -de tus deberes al templo. Esas las manos
con que socorrias á los pobres. Esa la lengua con que bendecías
á Dios y consolabas al prógimo. Esa, en fin, es aquella carne que
mortificabas con el ayuno y otras mil austeridades que te suge-
ria tu piedad ingeniosa. Duras te parecerian entonces esas mor
tificaciones ¡pero que gustosas y consoladoras te han de ser por
lina eternidad! ¡Dichosos ojos que vais á ver la hermosura de
los Cielos! ¡Dichosos oidos que vais á oir la música de los Ange
les !-i Dichosa lengua que vas á cantarlas alabanzas de Dios! -Alma
feliz, date prisa á esta union inmortal. Propera.
Entonces, entrando el alma bienaventurada en su cuerpo, le
volverá mas resplandeciente que la luna y los. luceros, mas bri
llante que las estrellas y mas luminoso que el Sol. ¡Qué dicha!-
¡qué felicidad! "¡qué hermosura! ¡qué gloria! La gloria de los bien
aventurados. Venid- acáahbra almas-insensatas. Vosotras, las que
vivis tan entregadas. al mundo y tan enamoradas de sus- glorias.
Acercaos á estas nuevas criaturas. Comparad hermosuras con her*
mosuras, grandezas con grandezas y glorias con glorias, y desen
gañaos de una vez. Quereis presentaros llenas de hermosura yiie
gloria en la gran concurrencia de todos los hombres y de todos
los Angeles? pues renunciad- desde ahora á esas glorias mundanas
que os engañan y pierden. Emprended el camino de la virtud,
que es el que conduce á; la verdadera gloria.- Si aun sois ino
centes ¡ó- que estado tan dichoso! -conservadle á toda costa, no
ahorreis sacrificio por no perder ese felicísimo estado; pero .si
sois pecadoras, emprended -animosas la penitencia. Despues del
naufragio, no hay otra tabla- de salvacion- para- vosotras. Sin peni
tencia, .vuestra, resurreccion en el dia del juioio no será para
glbriáv sino para: ignominia:: CentempladlÁ desde ahora en «1
alma reprobadav - -
SE LOS PECADORES.
i
Tambien esta encontrará preparado su cuerpo para recibirla,
¡pero qué cuerpo tan horroroso! Acaso le encontrará en don
de cometió el mas feo de sus delitos. ¡Y cuál será al verle su
espanto! ¡Es éste, gritará estremecida: Es este el abominable
cuerpo por cuya causa ofendia yo á mi Dios! ¡Es posible que
gor dar gusto á este cuerpo de pecado me baya privado del-
cielo y condenado al infierno' O cuerpo traidor, y que caros me
han de costar por una eternidad tus desordenados apetitos y tas
sucios deleites. Ah, si me fuera dado volver á vivir contigo en
el mundo ¡;cuán distinto seria el tratamiento que usaría contigo!
Te enfrenaría como á un bruto. Te trataría como á un rebelde.
Te arrancaría los ojos, y te cortaría los pies y las manos, si esto
fuera necesario para evitar el escándalo. Te reduciría á la mas
dura servidumbre. Te castigaría... Pero adonde vasr alma insen
sata, la interrumpirá aqui Lucifer. ¿Adonde vas alma reprobada
con tus inútiles discursos? Ya no hay remedio para tír ni le ha
de haber por toda la eternidad. Amaste á tu cuerpo como amigo,.
y ya será por siempre tu enemigo. Esa es la morada que tu mis-
ma te preparaste con tus vicios. Aun mas feos eran ellos que ese
feísimo cuerpo. Entra en ese saco de tus antiguos deleites para que
sea el calabozo de tus eternos tormentos. Aqui el alma desdichada
entrará en su abominable cuerpo, le comunicará su fuego y
luego hará que arroje llamas por todas partes como una espan
tosa hoguera.
¡Desgracia horrible! pero desgracia inevitable para ti, peca
dor que me escuchas, sino mudas de vida y haces penitencia.
¡Qué! ¿podrás huirla de otro modo? Esto es imposible. ¿Tar
darás en caer en ella? ¿Y quién te ha dicho que está distante
el juicio universal, cuando solo Dios sabe, cuando ha de ser
este horroroso dia? Y dado que esté distante, ¿quién te ase
gura un solo dia de vida? Y si murieses en este aíio, en este
mes, en este dia ó esta noehe y no has hecho penitencia, ¿qué-
destino será el. tuyo ? Es verdad que no irás desde el lecho de -
la muerte al juicio universal, pero irás á esperarle rn el. in
fierno. ¿Y te atreverás á esperarle en eh fuego del¡ infierno
tantos años,, cuántos él tarde en llegar?. Y cuando llegue aquel
juicio espantoso, ¿te atreverás á presentarte delante de todos
los hombres y de todos los Angeles como un condenado que
sube del infierno á comparecer. en el juicio de un Dios ira—
—26 -
tado contra tí? ¿Y por último te atreverás á volver despues
del juicio á sepultarte en cuerpo y alma para siempre en el
infierno? Pues no hay medio, pecador. O penitencia, ó juicio
espantoso é infierno eterno.
VALLE DE JOSAFAT.
- . - . SU EJECUCION. ¡
SOBRE EL INFIERNO.
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE.
SOBRE LA GLORIA.
8
-58-
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE.
8B&MQH
SOBRE LA VIGILANCIA.
Omnibus dico...
I
-74-
blasfemias. Si salís á los paseos, en unos encontrareis con el lujo
de los paganos, en otros vereis compañías sospechosas qúe apenas
permiten al hombre prudente y timorato limitarse á la sospecha,
Jr en todos, el mundo persiguiendo á la gracia; y si de las calles,
as plazas y los paseos pudierais pasar á ver el interior de las ca
sas, aun veriais cosas peores. Alli veriais lo que dijo el Señor á su
Profeta Ecoquicl, cuando traspasado de dolor este celoso Israeli
ta estaha contemplando las maldades públicas de su pueblo. Hijo
del hombre, le dijo, ¿Piensas que ves todo lo que estos hacen?
¿Piensas que son estas solas las abominaciones que comete la casa
de Israel? Ven, rompe esa pared y verás mayores abominaciones.
Vé las abominaciones pésimas que hacen estos. Vide abominatio-
nes pessimas quas isti faciunt.
¿Pués como conservaremos, mis amados, la gracia santifi
cante en medio de un mundo, que en las calles, en las plazas,
en las casas, en todas partes no nos presenta sino escándalos,
ocasiones y peligros? ¡Qué vigilancia! ¡Qué firmeza no se nece
sita para conservarse justo en un mundo tan injusto ! ¡ O Cristia
nos! ¡Si los que huyen de lps peligros, apenas pueden sostenerse,
Iiorque les persiguen los peligros, porque les salen al encuentro
os peligros, p >rque les rodean por todas partes los peligros!
¿Qué quereis que sueeda á los que se exponen voluntariamente
á los peligros, á los que se entran en los peligros, á los que
buscan los peligros? ¡Ah! ¿Qué les ha de suceder? Lo que ha
sucedido y sucederá siempre: perecer en los peligros. Asi nos lo
tiene prevenido el mismo Espíritu Santo. El que ama el peligro,
nos dice, perecerá en el peligro. Qai amat periculum, peribit
in i/lo.
Pero aun resta otro enemigo de la gracia santificante, acaso
mas temible que el mundo y las pasiones. Quiero decir, el demo
nio. Este enemigo invisible, que como un leon rugiente, dice San
Pedro, da vueltas, buscando á quien tragar: este enemigo, tan
poderoso como enconado contra nosotros. tan astuto como ex
perimentado, tan antiguo como incansable... Este terrible ene
migo, apenas nació la Iglesia, cuando procuró ahogarla en su
misma cuna y con su propia sangre. Excitó contra ella encarni
zadas persecuciones, que estremecieron á la humanidad con la
crueldad de los tormentos. Es verdad que con esto no vino á
conseguir otra cosa que poblar el mundo de Cristianos, y. el
Cielo de mártires, y bajo de este punto de vista deberíamos desear
ue hubiesen continuado sus persec liciones sangrientas; pero al
a llegó el tiempo en que se concedió la paz á la Iglesia, j
-75-
entonces este enemigo incansable, n© por eso dejó de perseguir
nos; lo que hizo, fué variar do armas, y en vez de las persecu
ciones amargas, comenzó á usar y valerse delas persecuciones
dulces:, si asi puedo llamarlas; persecuciones tanto mas crueles
y temibles , cuanto menos lo parecen.
La- paz, es verdad, la paz se concedió á la Iglesia, pero no
se concedió á los fieles. La paz se dió al cristianismo pero no se
dió al Cristiano. Satanás nunca ha dejado ni dejará de ser nues
tro enemigo. Nunca ha dejado ni dejará de combatirnos. Lo que
hace es acomodarse con los vicies dominantes de los tiempos.
En aquellos primeros siglos de fervor y fortaleza era un furioso
leon que poblaba el aire de rugidos. En estos últimos siglos de
molicie y de tibieza es una astuta serpiente, que se oculta entre
las flores. Entonces recurría á los tormentos, para derribar á
los Cristianos; ahora recurre á los placeres; entonces presentaba
alfanges; ahora delicias; entonces amenazaba; ahora acaricia;
entonces se valia del pavor y los suplicios para perder á aquellos
primeros fieles, ahora se vale de la seduccion y los alhagos para
perdernos á nosotros.
No manda ya el crimen con amenazas, como entonces; pero,
¿qué hace? le prepara, le embellece, le persuade, le consigue.
No turba los ejercicios de la religion. como entonces; pero le
vanta altar contra altar, y coloca el ídolo de Dagon frente á
frente del arca del testamento. A los -ministros del Evangelio,
cuyos lábios son los depositarios de la verdad, él opone esos doc
tores intrépidos de la irreligion, sentados sobre la cátedra de la
mentira. A las augustas ceremonias y magestuosas solemnidades
de la Iglesia, él opone los encantos é ilusiones del teatro; y para
hacer mas vivas allí las pasiones, le adorna con la pompa y el
lujo del espectáculo, con la armonía y ternura de las palabras,
con la expresion. y vivacidad de las acciones, con la sorpresa y
provocacion de los sucesos, y con la dulzura y el encanto de la
música. El opone, repito, las ilusiones del teatro, donde todo es.
engaño para el hombre, donde todo es corrupcion para su cora
zon y donde todo es veneno para su alma. A los preciosos libros
del cristianismo-, a- esos libros que no respiran sino verdad, pie
dad, religion, virtud, y el buen olor de Jesucristo, él opone
esos libros malvados de la irreligion y el ateisino, proscritos por
todas las leyes y todas las naciones, y no obstante aun subsis
tiendo : esos libros detestables dictados y compuestos en la oscuri
dad,, repartidos con. profusion , recibidos con anhelo, y Detenidos,
aun por algunos Cristianos, con- un. criminal empeña: esos infa
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mes escritos que pasando de mano en mano por una circulacion
rápida y secreta, hacen de la corrupcion de un solo hombre, la
corrupcion de todo un reino.
¿Y qué ha venido á conseguir el Dragon infernal con este
nuevo modo de hacer la guerra á los Cristianos? ¡Ah! Vosotros,
mis amados, por desgracia lo paipais, y nosotros, los ministros
del Evangelio, lo lloramos. Ha conseguido una funesta victoria,
y lo que la violencia, el pavor y los tormentos no pudieron al
canzar en los primeros tiempos del cristianismo, la seduccion,
la molicie y los placeres lo han conseguido en los nuestros. Si,
Cristianos. El misterio de la iniquidad absorve en nuestros dias
al misterio de la Justicia. La religion aun subsiste por la miseri
cordia de Dios sobre nuestros altares, pero apenas subsiste en
nuestras costumbres.
Católicos: ¡qué reunion de virtudes no se necesita en el dia
para defenderse de este nuevo género de p 'rsecuciones! ¡Qué cui
dado y vigilancia para no corromperse en tiempos tan corrom
pidos! En los tiempos de las persecuciones sangrientas una sola
virtud parecia necesiria al Cristiano, á saber: el sufrimiento, y
aun este acababa luego con la corona del martirio. ¡Pero en el
dia, que se vive en la mayor calma con respecto á la salvacion,
y que oala temen los Cristianos por mas que se les advierta
que, viviendo asi, se pierden! ¡En el dia que los refinamientos
del siglo han llegado hasta hermosear los delitos! ¡En el dia que
hay que temer mas las condescendencias que los rigores, que
todo lo bueno se persigue suave y mañasamente, que las per
secuciones son dulces, y sorprenden hasta á las almas mas avisa
das...! ¡Ah! en el dia se necesitan todas las virtudes, y una vi
gilancia sin límites para no perderse.
Porque, no nos engañemos, Cristianos. Nosotros no tenemos
que pelear solamente con algunos enemigos. El mundo entero
está armado contra nosotros para perdernos, como habeis visto.
Enemigos visibles y enemigos invisibles; enemigos interiores y
enemigos esteriores; potestades del mundo y potestades del in
fierno... todos conspiran á nuestra perdicion y trabajan en nues
tra ruina. No tenemos que evitar solamente algunas eml)osca-
das en el camino de nuestra eternidad. Marchamos sobre con
tinuos lazos, dice San Crisóstomo. Esa prosperidad que ciega,
esas adversidades que abaten, esa molicie que adormece, ese lujq
que deslumbra, esas conversaciones que seducen y pervierten,
esas mesas delicadas y excesivas que provocan la lujuria, esos
objetos encantadores que solicitan al crimen, esos ejemplos escan
dalosos que le autorizan, esas máximas funestas que Je defienden,
esos consejeros perversos que le aplauden,.. ¿Qué mas? .Lazos en
lo que vemos, lazos en lo que oímos, lazos en lo que tratamos,
lazos en todas partes, lazos hasta en la virtud v hasta al pie de
los altares. ¡O Dios mio! ¡cuántos peligros! ¡cuantos lazos! ¡cuán
tos enemigos eu el camino de nuestra salvacion eterna!
Pues, amados de mi alma, en la necesidad de triunfar ó
perdernos para siempre, en la espantosa altt-rnativa de salvarnos
ó perdernos por una eternidad, y caminando sobre tantos lazos,
entre tantos peligros y luchando con tan poderosos enemigos, yo
Iiregunto ¿de donde puede nacer esa calma en que vivis? ¡Todo
irania al rededor de vosotros, y vosotros estais tan sosegados!
¡Todo vela para perderos,- y vosotros dormís tan descuidados!
¡Qué! exclamaba San Bernardo desde lo hondo de su soledad: si
nosotros, á pesar de habernos alejado del mundo y de sus peli
gros, padecemos tanto para sostenernos en la senda resvaladiza- de
la virtud, sino nos defendemos de nosotros mismos, sino á cesta
de esfuerzos continuados. ¡Qué sucederá! ¿Cómo se salvarán esos
hombres que navegan en el mar borrascoso del siglo, expuestos
á tantos peligros, entregados á tantas peleas, Todeados de tantos
escollos, y siempre á las manos con los enemigos de su salvacion?
Velad pues, mis amados, puesto que ¡nuestros enemigos no
duermen ni descansan. Salid de ese funesto descuido que os con
duce insensiblemente á vuestra perdicion eterna. Considerad que
todo hombre que existe., se halla desde el primer momento de sn
existencia á las puertas de la muerte, íin que tenga un solo mo
mento seguro y libre de caer y sepultarse en sus pavorosas som
bras. No hay instante de la vida en el cual no ejerza su imperio
la muerte. Somos unos árboles, á cuyo pie está puesta siempre la
segur. Cuando menos se piensa descarga él golpe. El arbol cae, y
donde quiera que cae alli queda para siempre, sea á la derecha ó
la izquierda: estoes en el Cielo ó en el infierno. El Esposo llegara
á la puerta de cada uno de nosotros cuando menos lo pensemos.
¿Queréis esperarle dormidos? ¡Ah! en tal caso pasará, cerrará la
puerta, y cuando recordeis y le llameis, os responderá desde
adentro: no os conozxo. ÍVescio vos. ¡Terrible respuesta que in
cluye una reprobacion eterna! ,
¿Quereis libraros de esa desgracia inmensa? Pues velad, 'Cui
dad de vuestra salvacion. Entremos todos en los sentimientos de
un David. Y ojalá que desde hov podamos decir cada uno con
verdad al Señor lo que este justo. Yo ¡Dios mio! llevo siempre
mi alma en mis manos. Anima mea in manibus meis semjjer.
-18-
Yo no tengo, debemos decirnos, consideracion en este mundo
sino a mi alma. Todo lo demas nada me importa. Ella es el solo
bien que me pertenece y que me es propio. Si por la mayor
desgracia que puede sucederme, la perdiere, todo se perdió para
mi. Yo llevo siempre mi alma en mis manos,, porque es todo mi
tesoro. Anima mea in manibus meis seniper. Yo llevo mi alma
en mis manos para no olvidarme nunca de ella en medio de tan
tos peligros y de tantos enemigos. Yo llevo mi alma en mis
manos, y al mirarla, pregunto á todas las eosas que vienen á
seducirme ¿valeis vosotras tanto como mi alma? Yo llevo mi
alma en mis ttianos para observar si permanece conforme á su
divino modelo. Yo llevo mi alma en mis manos -, y la llevo con
veneracion, porque es la imagen de Dios; y la llevo con reveren
cia, porque está rescatada con la sangre de Jesus; y la llevo cou
valor y con esfuerzo, porque mil enemigos me rodean para ro
bármela; y la llevo con temblor, porque mi eternidad feliz ó des
graciada pende de ella. Yo llevo mi alma en mis manos; y no
dejaré de llevarla hasta ponerla en las manos de mi Dios. En
tonces yo reposaré con mi alma en su divino seno y gozaré de
mi Dios por los siglos de los siglos. Amen»
SOBRE EL CORTO NUMERO
DE LOS ESCOGIDOS.
Son pocos los escogidos... Decia, Católicos, que son pocos los
que Se salvan. ¿Y por qué? porque en este número solo pueden
comprenderse dos clases de personas ; ó las que han tenido la
dicha de conservar siempre la inocencia ó las que la han reco
brado por una verdadera penitencia. No hay mas que dos cami
nos para ir al cielo, y su puerta solo se abre, ó á los inocentes
ó á los verdaderos penitentes. En el reino de Dios no ha de entrar
alma alguna manchada, y asi es preciso ir allá, ó con una ino
cencia que siempre se haya conservado, ó con una inocencia que
se haya recobrado por la penitencia. Conservar siempre la ino
cencia ¡qué cosa tan rara! Recobrarla despues de perdida ¡qué
cosa tan dificil! Luego son pocos los escogidos, porque son pocos
los inocentes y pocos los penitentes. Pauci vero electi.
Hablemos primero de la inocencia. Pero téngase presente cu
todo este discurso que yo no hablo de la inocencia de la niñez,
que precede al uso de la razon, y que por lo mismo no puede
perderse. Hablo de aquella inocencia que acompaña al uso de la
razon , y que está en la potestad del hombre perderla ó conser
varla; y hablando de esta inocencia, yo pregunto ¿Quiénes son
aquellas almas tan felices en quienes nunca habitó culpa mortal:'
¿Quién esperará salvarse fundado en el lílulo de inocente? Por
desgracia casi todos nos descaminamos desde nuestros primeros
pasos. Nuestras primeras inclinaciones son á la culpa. 'El primer
uso que hacemos de nuestro corazon suele ser un delito, y nues
tra tlaca razon crece por lo comun sobre las tristes ruinas de nues
tra inocencia. El vicio casi siempre se adelanta á la virtud, y nos
hallamos regularmente muy abanzados en el camino del mal
cuando pensamos en ello. Asi es que nuestra inocencia pocas
veces deja de perderse en nuestros primeros años.
Pero si en esta edad no perece ¿quién es aquel venturoso que
consigue conservarla por todo el resto de la vida? Echad una
ojeada por el mundo y veréis que todo él no viene á ser otra
cosa que un gran campo de batalla, cubierto, no de soldados
muertos, sino de inocencias perdidas. Veréis un ejército de
-pecadores ac.impado en el lugar que ocupaba la inocencia. Ve
réis al hijo desamparado del padre, al padre abandonado del
hijo, al hermano ensañado contra el hermano, al esposo divor
ciado con escándalo de la esposa, y á la esposa repitiendo infi
delidades contra el esposo. ¿Dónde está aqui la inocencia? Veréis
los pasageros desahogos del juego, convertidos en ocupacion y
en fraudes, las tertulias en amargas quejas y censuras crueles,
y las diversiones públicas en ocasiones funestas á la castidad, y
tal vez en escuelas de la lujuria. ¿Dónde está aqui la inocencia?
Veréis la corrupcion en los jóvenes, el desahogo y aun la desen
voltura en las doncellas, y la ambicion, la intriga y el interés
en el resto de los hombres. ¿Dónde está aqui la inocencia? Ve
réis que la injusticia, -la calumnia, la mentira, la mala fé, el
hurto, el adulterio y los mas infames vicios han inundado la
tierra, que todos practican la maldad, y que no se halla apenas
uno solo que obre el bien en expresion del Profeta Oseas. Male-
dictum, et homicidium , et furtum, et adulterium inundaverunt.
Veréis... ¡Pero que no veréis en un mundo tan perdido!
Veréis multiplicados sin número, no solamente los delitos
sino hasta la variedad de los delitos. Veréis que la impiedad, la
irreligion, la incredulidad, la heregía, la apostasía, el materia
lismo, el ateísmo, estos horrendos crímenes, desconocidos antes
en nuestra católica y amada patria, se presentan ya con descaro
entre nosotros. ¡O amados de mi alma! Nuestros padres murieron
consolados al ver que destrozando estos monstruos á las naciones
—85-
vecinas, aun no habian podido asaltar nuestras fronteras. Estaba
reservado para nosotros ¡generacion desgraciada! el presenciar
este asalto. ¡Asalto horrible! ¡Desgracia inmensa y digna de 11o-
Jarse con lágrimas de sangre!
Pues bien ahora. Si conservar la inocencia ha sido en todos
tiempos un prodigio ¡qué portento no será el conservarla en los
nuestros! ¡O vosotros, Cristianos que me escuchais! ¿Habéis sido
tan felices que aun no se Iraya mancillado vuestro corazon?
¿Conservais todavía la inocencia? Si asi es, yo bendigo al Cielo
que aun dispensa este precioso don á la tierra, y os suplico á
vosotros con todo el amor y ternura que me inspira y merece la
inocencia, que querais perderlo todo antes que perderla; pero...
registrad con atencion la historia de vuestra vida, los tiempos de
la niñez, de la juventud y de la edad crecida; registradla toda
entera, disde el primer uso que hicisteis de vuestra razon hasta
este momento en que os hallais, y decidme de buena fé ¿la en
contrais toda inocente? ¿No descubrís algun lunar, algun eclipse
en toda ella? ¡Ah! Bien podrá ser ¡y ojalá que asi sea! bien podrá
ser que un golpe de la gracia haya mudado vuestro corazon.
Pero ¿y el tiempo que precedió á vuestra mudanza? ¡Qué...! ¿No
pedis vosotros mismos al Señor que le borre de su presencia?
Pero ¿por qué me detengo? Todos somos pecadores. Si, Diosmio,
Vos nos conoceis, y acaso lo que nosotros vemos de nuestra vida
no es á vuestros divinos ojos sino la parte mas sufrible de nues
tros desórdenes. Acaso no vemos sino la que parece inocente. In
ferid ahora, amados mios, si serán muchos los que se salven por
el camino de la inocencia. A lo menos vosotros no sois tan teme
rarios que conteis mucho con él. Luego son pocos los escogidos,
porque son pocos los inocentes. Pauci vero electi.
Peib, si son pocos los que se salvan por el camino de la
inocencia, ¿á lo menos irán muchos al Ciclo por el camino de la
penitencia? Para conocerlo, veamos que viene á ser un verdadero
penitente. Por esta regla no será fácil engañarnos. ¿Qué viene á
ser un verdadero penitente? Lo diré con el gran Tertuliano. TJn
verdadero penitente es un hombre que como otro David arrepen
tido, tiene siempre su pecado contra sí, sin poder borrar de su
memoria la desgracia inmensa de haberle cometido. Es un cul
pado, que se mii-a como un reo condenado á muerte, porque no
debe vivir despues de haberse revelado contra Dios. Es un supli
cante, que, postrándose continuamente á los pies de su Soberano
Juez, implora con gemidos y con lágrimas su misericordia. Es
un encargado de reparar con humillaciones, austeridades y mor
— 84 —
tificaciones el honor de Dios, vilipendiado por su pecado. En
fin, un verdadero penitente, es un hombre que se mira como
quien vive de gracia y para hacer penitencia. Esto es en sentir
de Tertuliano un verdadero penitente.
Pues ahora, yo pregunto ¿Dónde se encontrarán semejantes
penitentes? ¿Lo sereis vosotros, Cristianos que me escuchais?
Pero cotejad vuestra penitencia con lo que acabais de oir, y no
podreis dejar de confesar que aun os falta mucho para ser ver
daderos penitentes. Pues ¿dónde los hallaremos? Volved los ojos
á todas partes. Yo no quiero que juzgueis á los hombres, pero
examinad sus costumbres. ¿Serán verdaderos penitentes esos hipó
critas, que sin borrarse publicamente de los registros del cristia
nismo, ni desalojar, como debieran esta tierra clásica de la reli
gion del Crucificado, se hallan alistados secretamente en las
banderas de la impiedad, de la irreligion y de la inmoralidad?
Pero ¿quién no sabe ya en el dia, que la historia secreta de un
impío es la historia de todas las maldades y abominaciones que
puede cometer un hombre á escondidas de los hombres?
¿Lo serán sino esos otros que, con el título pomposo de hom
bres despreocupados, todo lo quieren reformar á lo filósofo? ¿Lo
serán esos descatolizadores de la católica España, que desprecian
do el Sacramento de la penitencia instituido por Jesucristo, se
confiesan solo con Dios, dicen ellos, como si Dios escuchára ni
atendiera á los que no escuchan ni atienden á su divino y que
rido Hijo Jesucristo? ¿Lo serán, en fin, esas almas sacrilegas
que van al tribunal de la penitencia á mentir al Espíritu Santo,
ocultando al Confesor el estado vergonzoso de su conciencia, y
haciendo del Sacramento que las habia de salvar el mayor de
sus delitos? Mas ¿quién no vé en todas estas clases de almas al
hombre apóstata, al hombre impío y al hombre sacrilego, en
lugar del hombre penitente?
Pues bien, dejemos aparte todas estas almas perdidas, y ven
gamos á hablar de aquellas que, confiadas en las diligencias
religiosas que practican, se tienen por penitentes. Hablemos de
aquellos Cristianos que se parecen á vosotros. ¿Y quiénes son
aun entre estos los verdaderos penitentes? ¿Lo serán esos Cristia
nos que confiesan de año en año, y que viven regularmente en
pecado mortal de año en año? ¡Ah! ¡Qué señal de penitencia se
descubre en unas almas que ni se extremecen, ni temen, ni aun
les causa pena vivir un año ó la mayor parte de él en pecado
mortal, es decir: aborrecidos de Dios, esclavos de Satanás, des
pojados de la gracia, desheredados del Cielo, reos del infierno,
-85-
y colgados sobre la boca de su horrendo abismo! Pero ¿y de
qué están colgados? esto es aun mas espantoso. De un hilo;
porque de un hilo está pendiente la vida del hombre. De un hilo
que se rompe sin cortarle, que se quiebra sin advertirlo, y mil
veces sin saber porque se quiebra. ¿Qué señal de penitencia, repi
to, se descubre en estas almas que despues de haber vivido tanto
tiempo sin espanto en tan espanioso estado , van á hacer con un
ministro abreviador una confesion abreviada y reducida, comun
mente á un exámen pasagero, á una explicacion á bulto, á uu
dolor superficial, y á un propósito tan débil cual prueban sus
recaidas? ¿Serán estos verdaderos penitentes?
¿Lo serán sino esos otros que, confesando con mas frecuencia,
son sin embargo siempre los mismos? La misma soberbia, la
misma ambicion, la misma avaricia, las mismas pasiones, los
mismos apetitos, las mismas costumbres, los mismos delitos... En
suma, siempre los mismos. ¿Y quién habrá que numere á estas
almas pecadoras entre los verdaderos penitentes? Pues qué ¿un
verdadero penitente no es un hombre arrepentido y resuelto á
perder antes la vida que repetir el pecado? Hablo siempre del
mortal, de ese pecado que injuria infinitamente á Dios y causa
el mal sumo del hombre; y hablando de este mal inmenso digo:
que un verdadero penitente es un hombre avergonzado en la
presencia de Dios, al considerar el ultraje que hizo á su divina
Magestad con su pecado. Un hombre atemorizado al ver el in
menso riesgo que corrió de haberse perdido por toda la eternidad,
si hubiera muerto en su pecado. Un hombre, en fin, resuelto
y determinado á sufrirlo todo, á perderlo todo, y á entregar
hasta su último aliento antes que volver á cometer un solo peca
do mortal. ¿Y son estas las disposiciones de las almas de quiénes
voy hablando?
¡ Pero qué digo ! ¿ Semejantes disposiciones se advierten en
muchos de los penitentes que conoceis? ¿Las advertís en voso
tros mismos? ¿Pues qué, el propósito de morir antes que volver
á pecar mortalmente, no es esencial á la penitencia? Y no me
vengais alegando la fuerza de las pasiones y la flaqueza de la
naturaleza; porque bien se yo que la gracia en esta vida no
hace al hombre impecable. Esto seria contrarip al estado de hom
bre libre y viador. Tambien sé que aun el mas justo está sujeto
á faltas veniales, porque si digerámos que no tenemos pecado, es
cribe el Apóstol San Juan en su primera carta, nos engañamos á
nosotros mismos, y no hay verdad en nuestros lábios. Ni tampoco
negaré que á pesar de las mejores resoluciones y los mas firmes
propósitos, una pasion violenta, una ocasion imprevista, un
lance fuerte, unas circunstancias críticas y delicadas pueden sor
prender por desgracia á un verdadero penitente, pero estos pe
cados de sorpresa apenas se dejan ver alguna vez en un alma ver
daderamente arrepentida. Lo cierto es que si registramos la his
toria de la religion encontraremos, si, grandes pecadores, gran
des penitentes, Davides, Pablos, Agustinos, Magdalenas, Pe-
lagias, Egipciacas... pero apenas hallaremos reincidentes. Repito
que un verdadero penitente podrá ser sorprendido alguna vez.
¡Desgracia inmensa que llorará con lágrimas amargas! Mas al
fin será una vez, y será reparada luego su desgracia. ¿Pero será
sorprendido todos los años como vosotros? ¿Lo será todos los
meses? ¿Lo será todas las semanas, y acaso todos los dias como
vosotros? Hé penitentes de apariencia. ¿Os portáis de esta mane
ra en los negocios del mundo? ¿Cuándo estais arrepentidos de un
contrato que os arruinó, volveis acaso á contraerle sabiendo que
os vuelve á arruinar? Cuando disteis un mal paso que os puso
á las puertas de la muerte, ¿volveis á dar ese paso? ¡Cosa estra-
ña! De cuantos propósitos forman los hombres apenas se verá
uno que cumplan peor que el de no volver á pecar mortalmente,
prueba de que no están verdaderamente arrepentidos.
Segun esto ¿adónde iremos, Católicos, á buscar los verdade
ros penitentes? Habeis visto que no se encuentran en tantas y
tan numerosas clases como llevo recorridas. ¿Los hallaremos en
otras? Pues que ¿no pertenecen á algunas de estas casi todos los
penitentes que vosotros conoceis? ¿No pertenecéis tambien voso
tros mismos? ¿Adónde, pues, repito, iremos á buscarlos? ¿En
dónde los encontraremos? ¡Qué cosa tan temerosa, Cristianos!
Si se exceptúa un corto número de almas, cuya vida penitente y
costumbres ajustadas llevan consigo la dulce esperanza de recibir
algun dia el premio de sus sacrificios, todas las demas van por
un mismo camino. Ni son inocentes, ni son penitentes. Esto ob
servo, csto veo, esto palpo. Lo veo y asombrado exclamo. ¡Dios
mio! Si cuanto nos habeis revelado se ha de cumplir sin taltar
punto ni coma, si la multitud de los reprobos en nada puede
disminuir vuestra soberana justicia, ¿adónde van á parar esa
multitud de criaturas que desaparecen todos los dias a nuestra
vista? ¿Dónde están nuestros parientes, nuestros amigos, nues
tros vecinos, nuestros conocidos...? ¿Qué suerte les ha cabido á
esta hora en la eternidad? ¿Y cual será la nuestra algun dia sino
mudamos de vida?
Amados de mi alma, estas son unas verdades que hacen es
tremecer. Será muy raro en mi auditorio el que no pueda dceir-
,se á si mismo: yo no soy inocente, tampoco soy verdadero peni
tente, luego yo estoy perdido si muero en este estado. ¡ Qué
reflexion tan temerosa para un alma que no ha perdido la fe!
No es lo terrible que sea corto el número de los escogidos, sino
que lo sea el de los inocentes y verdaderos penitentes. No, Ca
tólicos,- no consiste en el mayor ó menor numero de escogidos
nuestra esperanza de ser de este número, sino en nuestra virtuo
sa conducta.
Pero aqui me dirá alguno : si fuera mayor el número de los
.escogidos, yo tendria mas esperanza de que me tocara ser de ese
número. Eso estaría bien, si para aumentar el número de los
escogidos, despues de admitir en él á todos los buenos, se ad
mitiesen tambien algunos de los malos, ó para disminuirle se
excluyesen algunos de los buenos; pero no. es asi. Por corto
que sea el número de los escogidos, los buenos siempre se han
de salvar, y por grande que sea este número, los malos nunca
se han de salvar: siempre se han de condenar. Si eres bueno,
aunque de cien mil solo uno se haya de salvar, ese uno serás
tú: pero si eres malo, aunque de cien mil solo uno se haya de
condenar, ese uno serás tú, porque ninguno que es malo se salva
y ninguno que es bueno se condena, sea cual fuere el número de
unos y otros. Pero si yo estoy predestinado, repondrá, yo seré
bueno por mas que quiera no serlo. Eso, hijo mio, es una he-
regía ; porque con el mismo decreto que Dios ha determinado tu
salvacion , ha determinado tambien que esta sea obra voluntaria,
y asi es tan imposible que seas bueno, sino quieres serlo, como
que te salves sin ser bueno. Si yo estoy predestinado, replicará,
yo me salvaré. Eso es una verdad, pero no lo es menos, que, ó
serás un inocente, ó un verdadero penitente. No eres de estas dos
clases, pues teme mucho que no estás predestinado, y no dudes,
que si mueres sin pertenecer á una de estas dos clases, estás re
probado, y serás condenado. ¡Y cuánto debe estremeceros este
pensamiento, pecadores, al miraros sumergidos en vuestros vicios!
Se han visto Cristianos, menos pecadores que vosotros, que des-
Imes de sesenta y setenta años de penitencia, estando para morir,
íacian temblar su camilla, y con una voz desfallecida pregunta
ban, llenos de congoja, á los que les rodeaban: qué os parece,
amados mios ¿tendrá el Señor misericordia de mí? ¿Se dará por
satisfecho con mis años de penitencia? ¿Me contará entre el corto
número de los escogidos ó entre la multitud de los reprobos?
¿Cuál pensais que será mi suerte en la eternidad en que voy á
-88-
entrar? Tan grande era su temor, mis amados, y tan pavorosa era
1>ara ellos esta terrible verdad. No han de entrar en el Cielo sino
os inocentes y los verdaderos penitentes. ¿Y si, los qué habian
vivido tantos años entregados á la penitencia, temblaban al acer
carse la muerte, qué será de vosotros que caminais á ella car
gados de culpas? ¡Camino espantoso!
Salid, amados de mi alma, salid de esa infernal- vereda.
Puesto que no sois inocentes, sed verdaderos penitentes. Empren
ded desde hoy este único camino que os queda para ir al Cielo.
Aun estais en tiempo de hacer con vuestra penitencia y buenas
obras cierta vuestra vocacion y eleccion, dice San Pedro. Haced lo
asi, mis amados, y se os dará, añade este Príncipe de los Após
toles, entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. Asi sea.
-89—
SElMOft
SOBRE LA SALVACION.
14
-106-
8B1M0K
Merces vestra..t
15
— 114—
SOBRE LA LIMOSNA.
Quod superest...
SE1M©!.
SOBRE LA LIMOSNA.
-
-155-
BEL NACIMIENTO
PRIMERA PARTE.
Aquella reconvencion que hacia el gran Tertuliano á los pa
ganos de su tiempo, diciendoles: que por eso no abrazaban la re
ligion cristiana, porque no la conocian ¿no podríamos hacerla
nosotros con igual ó mayor razon á los iucrédulos del nuestro?
Como estos hombres altivos y soberbios solo examinan ligera y
superficialmente los misterios de la religion , no descubren en
ellos sino sombras y oscuridades. Un Dios que nace pobre y de
samparado, ¡qué espectáculo para un incrédulo! Establo, po
breza, lágriipas, desamparo... ¡qué escándalo para su orgullo!
No, exclaman con el impío Marcion, no, esto no cabe en un
Dios. Apartad. pues, de nuestra vista esos pañales. Apartad ese
ignominioso y duro pesebre. Auferte á nobis pannos et dura
praesepia. . . ' . - .
Pero deteneos hombres temerarios. Respetad las santas pro
fundidades de la religion. No decidais con tanta precipitacion de
este adorable misterio. Estudiad antes la esencia del cristianismo
y vereis que lo mas admirable en el nacimiento de Jesus es la
- 145 —
pobreza en que nace. ¡ Ah ! Si este Hijo del Altísimo viniese á mos
trarse hoy como Dios, los cerros se precipitarian en los valles
para allanarle el camino, los hombres pegados con la tierra be-
sariaa el polvo de las huellas de sus pies y los mismos Cielos
asombrados se irian retirando al acercarse. Pero esto ¿sería venir
á salvar á los hombres? No. Esto seria venir á aterrar y desespe
rar á los hombres, que desde luego se tendrian por perdidos al
ver la Magestad infinita del Dios ofendido. Yo bien se que nece
sariamente ha de ser un Dios el que aplaque y satisfaga á un
Dios ; porque la injuria hecha á un Dios solo puede ser reparada
y satisfecha por un Dios ; pero no ha de ser por un Dios glorioso
é incapaz de padecer, sino por un Dios humillado y dispuesto á
sufrir los castigos del pecado. Por eso el Hijo del Eterno Padre
no se presenta hoy glorioso como Dios, sino humillado coma
Redentor, y sus lágrimas, el establo y el pesebre son unas humi
llaciones tan profundas, como propias de un Redentor que viene
á reparar la gloria de Dios infinitamente ultrajada por el pecado.
¡Genios arrogantes! Si os escandaliza un Dios pobre y humi
llado, contemplad á un Dios infinitamente ofendido. ¡Ah! Si vo
sotros llegaseis á comprender toda la maldad que encierra en si
el pecado, os asombrarían menos las humillaciones del Dios que
le satisface, que el sacrilego atrevimiento del hombre que le co
mete. ¡O Cristianos! Si el Dios que nace hoy en Belen, se presen
tase rodeado de claridad y lleno de Magestad y de gloria, como
querían los Judíos, ó segun el gusto de nuestros incrédulos ¿qué
seria de nosotros? En tal caso hallaríamos en Belen al Dios om
nipotente, al Dios justiciero, al Dios infinito infinitamente irritado
contra nosotros... Pero ¿dónde encontraríamos al Dios Redentor,
al Dios penitente, al Dios mediador entre su terrible justicia y
nuestros delitos? ¡Infeliz género humano! ¿Qué barias si te fal
tase este Dios humillado y penitente, este piadoso Redentor, este
generoso pagador de tus pecados? No, amados de mi alma, no
miremos nosotros á Belen con una vergüenza soberbia, como el
Judío y el incrédulo. Un establo, un pesebre, unos pobres paña
les... ¡Ah! Si no fueran los pañales de Jesus, podríamos avergon
zarnos, pero... ¡O Dios mio! Son los pañales del amante de nues
tras almas, que nace en un establo por nuestro amor para mo
rir en una cruz por nuestro remedio.
Déjense, pues, deslumbrar de las apariencias unos entendi
mientos que ignoran la religion, pues yo en este recien nacido
envuelto en pobres pañales, reclinado en un pesebre y reposando
sobre pajas, no veo un niño cualquiera, sino aquel Dios Niño de
— 144-
quien nos dijeron los Profetas que lavaria con sus lágrimas, y
borraria con su sangre todos los pecados del mundo. ¡O mi que
rido Niño! ¡O Niño de mi alma! Yo os adoro con todo mi cora
zon, postrado á vuestros divinos pies y penetrado del mas pro
fundo reconocimiento. Yo envidio ese dichoso pesebre y esos
pobres pañales. ¡Ojalá que mis brazos pudiesen servir de cuna en
vez de ese duro leño! ¡y las telas de mi corazon en vez de esos
pobres pañales! ¡O mi divino Niño, Niño bañado en lágrimas,
pero lágrimas, exclama aqui San Ambrosio todo enternecido,
pero lágrimas que forman un rio de gracias que inunda el uni
verso. Niño nacido en un establo, pero establo que es el Santua
rio de Dios sobre la tierra. Niño reclinado en un pesebre, pero
pesebre, donde reposa la víctima del mundo. Niño, en fin, que,
para dar principio á la obra de la redencion del hombre, nace
pobre y bañado en lágrimas en un establo. Nacimiento propio de
un divino Redentor.
Habeis visto, Cristianos, en esta primera parte, que el estado
de pobreza y desamparo en que nace hoy Jesucristo, es propio de
un Dios que viene á redimir á los hombres. Ahora vereis en la
segunda, que este mismo estado de pobreza y desamparo es tam
bien propio de un Dios que viene á enseñar á los hombres. Con
tinuadme vuestra preciosa atencion.
SEGUNDA PARTE.
JUEVES SANTO.
- PRIMERA PARTE.
Asiento desde luego que la obligacion de amar al prójimo es
de la misma naturaleza que la obligacion de amar á Dios. Pare
cerá estraña esta proposicion , pero ella es verdadera. Una misma
es, dicen los Teólogos, la caridad con que amamos á D os y la
caridad con que amamos al prójimo, porque, cuando amamos á
Dios y cuando amamos al prójimo, amamos una misma cosa,
esto es, á Dios. La prueba es muy clara. Cuando amamos á nues
tros prójimos, que son todos los nombres sin excepcion ni de uno
solo, no amamos á los hombres por los hombres, sino por Dios;
no amamos á los hombres en los hombres, sino á Dios en los
hombres: por consiguiente, sea que amemos á Dios, sea que ame
mos á los hombres, siempre se verifica que amamos á Dios,
unas veces en sí mismo y otras veces en los hombres. El primer
mandamiento nos obliga á amar á Dios en sí mismo, y el segun
do, que es semejante al primero, nos obliga á amar á Dios en
los hombres ,- pero ambos, en conclusion, nos mandan amar á
Dios. Asi es que estos dos mandamientos: amarás á tu Dios, y
amarás á tu prójimo en Dios y por Dios, vienen á ser como dos
partes que componen un solo todo, tan perfectamente unido, que
no se puede cumplir cristianamente el uno sin cumplir tambien
el otro; y por eso se nos advierte en los libros santos, que el que
dice, que ama á Dios y no ama á su prójimo, se engaña á sí
mismo, y es vana su religion. Hujus vana est religio.
De aqui se sigue que viven muy engañadas aquellas almas
que creen que aman á Dios, aunque no amen á su prójimo, y
mucho mas aun aquellas que poseídas, ó de una cierta envidia,
ó de un odio disimulado contra su prójimo, se contristan en sus
Íirosperidades ó se complacen en sus desgracias; oyen con gusto
as murmuraciones que le infaman y con pena las alabanzas que
Je honran. ¡Y cuanto hay de esto en el mundo! Tambien se si
gue, por el contrario, que aquellas almas que á nadie desean
mal y que á todos quieren bien, que se alegran en las prosperi
dades del prójimo y se conduelen de sus desgracias, que procu-
_—. i -- [-! r ¡t - - - --. '- . -.. -
( 1 ) Puede predicarse este Sermon futra del dia de Jueves Santo , mu
dando la introduccion, poniendo la que pida el dia en que se predique,
y haciendo las demas variaciones convenientes.
— 151-
ran hacer siempre bien y huyen siempre de hacer mal... se signe,
repito, que estas almas de tan bello corazon, que estas almas ver
daderamente cristianas, aunque tal vez las parezca que no aman
á Dios, es sin duda que le aman, porque no se puede amar cris
tianamente al prójimo sin amar tambien á Dios. He dicho, cris
tianamente, porque yo bien sé que se puede fijar el amor en la
criatura, sin amar por eso al Criador; y ¡ojalá que esto no suce
diese tan comunmente en el mundo! Pero este no es el amor del
prójimo, que está mandado al Cristiano: este es un amor pagano
que se encuentra en el incrédulo, en el idólatra y hasta en los
mismos Ateos. Este amor no es otra cosa que esa filantropía de
que tanto se glorian los falsos filósofos de nuestros desgraciados
tiempos. La caridad no sufre ese amor pagano y filosófico. La ca
ridad no puede amar al prójimo sin amar en él á Dios, ni tam
poco puede amar á Dios sin amar en él al prójimo, porque la
caridad es una sola. Luego la obligacion de amar al prójimo es
de la misma naturaleza que la obligacion de amar á Dios. Luego
si es grande la obligacion de amar á Dios , tambien lo es la de
amar al prójimo por Dios, en Dios y para Dios.
A esta prueba incontestable, pueden añadirse otras muy plau
sibles, que deben obligarnos mas y mas á amar á nuestro pró
jimo. No ignorais, Cristianos, que á un alma verdaderamente
virtuosa y devota son amables las imágenes de los Santos, y par
ticularmente las de aquellos á quienes tiene una especial devocion.
¿Y por qué? porque ama á los Santos que las imágenes la re
presentan. Santa Teresa de Jesus tenia tanto gusto en mirar las
imágenes de Jesucristo, que deseaba encontrarlas por donde
quiera que andaba. El motivo era, porque amaba tiernamente á
Jesucristo. Ahora bien, todos los hombres somos imágenes de Dios
¿podremos dejar de amarlas, y por lo mismo de amarnos? No,
Dios mio, yo no necesito mas para amar á todos los hombres
que saber que todos los hombres son vuestras imágenes.
Este precepto del amor del prójimo es tambien el mas impor
tante para todos y cada uno ae los hombres: porque, cuando
Dios nos manda amar á nuestros prójimos, manda tambien á
nuestros prójimos que nos amen á nosotros, y es lo mismo, qué
mandar á todos los hombres que nos amen , puesto que todos los
hombres son nuestros prójimos. ¿Hay cosa mas importante en
el mundo que ser amados de todos los hombres? ¡O Cristianos!
¡Con qué seguridad podríamos andar todos por todas partes y á
todas horas, si todos los hombres nos amásemos! ¡Cuán seguros
no estarían nuestros bienes, nuestra honra, nuestra vida y cuanto
-152-
nos perteneciese en este mundo! Ya no se necesitarían, ni rejas,
ni cerrojos , ni llaves para custodiarlos. El amor del prójimo se
ria una llave general , que lo guardaria todo. Por eso , Cristia
nos, es tan interesante el bueno á la sociedad, y tan perjudicial
el malo. Con respecto al bueno, todo está seguro, mas con res
pecto al malo, todo está en peligro.
Horrorizaros. mis amados, de esas espantosas máximas que
autorizan los delitos, para hacer ilustrada y feliz á la sociedad.
Miradlas como unos monstruos, vomitados del infierno en estos
últimos tiempos para hacer -desgraciados á todos los hombres y
al mundo entero; y convenceos de que este mandamiento es el
mas interesante á cada uno de los hombres y á la sociedad toda
entera. ¡O qué paz y que tranquilidad no traería al mundo este
solo mandamiento , si cada uno de los hombres le cumpliesemos
por nuestra parte ! ¡O precioso mandamiento, cuin felices barias
á todos los hombres, si todos los hombres quisieran darte cum
plimiento! -- -! ! -
Por otra parte, este mandamiento de amar á nuestro prójimo
es el mas justo y razonable. Porque ¿qué cosa mas justa, y
puesta en razon que vivir amandonos ahora acá en la tierra los
que esperamos vivir despues amandonos eternamente en el Cielo?
¡O Cristianos! ]Qué justo, qué razonable es, que los que tene
mos una misma naturaleza, un mismo Padre y un mismo Re
dentor; que somos compañeros en un mismo viaje, llevamos un
mismo camino y vamos á un mismo término ; que esperamos vi
vir eternamente juntos en el Cielo, vernos allá, tratarnos y amar
nos allá con el amor mas tierno... que justo es, repito, que razo
nable, que principiemos á amarnos acá en la tierra! ¡O qué man
damiento tan justo y tan razonable!
¿Pero dónde estan, pregunto yo ahora, los nombres que le
cumplen? Los mas no aman á nadie sino á sí mismos, porque
el amor que manifiestan á sus prójimos casi siempre es un amor
interesado. Aman á sus prójimos, porque sus prójimos les amen á
ellos, porque sus prójimos no les aborrezcan, ¡ior.no adquirirse
enemigos; pero no aman á sus prójimos por Dios, ni porque son
imágenes de Dios, ni porque los ama Dios y manda que los
amen; y esto no es amar al prójimo, como Cristianos, sino como
paganos. Esto es amar al prójimo solo por interés, y viene á ser
lo mismo que no amar á nadie, sino á sí mismos. Ved aquí,
Cristianos, el amor mas comun en el mundo.
Mas á pesar del mundo entero siempre será cierto que el pre
cepto de amar al prójimo es semejante al gran precepto de amar
— 155—
áDios, el segundo de la ley, y el mas justo, mas razonable y mas
importante á todos y cada uno de los hombres. Jesucristo puso un
particular cuidado, si asi puede decirse, en repetírnosle. Este es
mi precepto, que os ameis los unos á los otros, nos dice en una
parte. Hoc est praeceptum meum, ut diligatis invicem. Yo quiero
que mis discípulos sean conocidos por el amor que se tengan los
unos á los otros, dice en otra. In hoc cognoscent omnes quod
discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem. Y cuan
do en este dia del amor, acaba de lavarles los pies, ¿sabéis, les
dice, lo que he hecho con vosotros? os he dado ejemplo para
que, asi corno yo lo he hecho con vosotros, asi tambien lo ha
gais vosotros. Exemplum enim dedi vobis, ut quemadmodum ego
feci vobis, ita et vos facíatis.
Habeis visto • Católicos, que estamos obligados á amarnos
unos á otros, que es lo que me propuse probar en la primera
parte. Vamos á ver en la segunda: que tambien estamos obligados
á amar á nuestros enemigos; y no hay que alarmarse hasta ha
berme oido.
SEGUNDA PARTE.
BE LA RESURRECCION
SOBRE LA INCREDULIDAD.
Surrexit...
BE LA ASCENSION
Videntibus Mis...
SOBRE
EL ESTABLECIMIENTO DE U RELIGION.
Deliciae meae...
28
-218
Postquam...
i
—225—
8B1NN
Stabat...
, . :. - -i
DEL
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE.
DE LA
4
SÍMffOÍt
34
-266-
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA BARTE.
:" f - \ ¡i i : I ' i . - .
. SElBttüH
DE SANTIAGO EL MAYOR,
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE,
DE SANTIAGO EL MAYOR.
Señtír:
Potestis...
SOBRE LA SANTIDAD,
Bienaventuranzas.
1." No dice Jesucristo que son bienaventurados los que poseen
la sustancia de este mundo y se glorian en la multitud de sus
riquezas, sino los que tienen su corazon desprendido del amor
-502-
á los bienes de la tierra , y solo anhelan por los que les estan re
servados en el reino de los Cielos. Beati pauperes spíritu; quo
niam ipsorum est regnum Coelorum.
2.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que ocu
pan puestos elevados, dominan á su» semejantes y viven domina
dos dé la soberbia, sino los que sujetan su corazon, le amansan
y se hacen dulces y suaves para todos; porque ellos poseerán la
tierra (de los vivientes, que es el Cielo). Beati mites; quoniam.
ipsi possidebunt terram.
3.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que ahora
rien, se divierten y regocijan,. sino- los que ahora borran con sus
lágrimas la temerosa historia de sus culpas; porque ellos serán
consolados. Beati qui tugent\ quoniam ipsi consolabuntur.
4.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que se re
galan con manjares delicados y beben licores exquisitos, sino los
que tienen hambre y sed de justicia, esto es, de que se haga en
todo lo justo; porque ellos quedarán satisfechos, cuando vean
cumplida toda justicia en ef Cielos Beati qui esuriunt et sitiunt
justitiam \ quoniam ipsi saturabuntur.
5.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que dis
frutan solos sus bienes, sino los que los reparten con los pobres
y usan con ellos de misericordia; porque conseguiran misericor
dia. Beati misericordes ; quoniam ipsi misericordiam conse-
quentur.
6.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que tienen
una conciencia manchada, sino los que tienen un corazon puro;
porque ellos verán á Dios. Beati mundo corde; quoniam ipsi
Deum 'videbunh
- ' 7.a No dice Jesucristo que son bienaventurados los que por
un despreciable interés, por una apariencia de honor, por un
mal humor ó mal genio, todo- lo turban y trastornan, sino los
pacíficos; porque ellos serán llamados hijos de Dios. Beati paci-
Jxci; quoniam Jilii Dei vocabuntur.
- 8.a Finalmente, no dice Jesucristo que son bienaventurados
los que el mundo ensalza, y cuyas alabanzas resuenan por todas
partes, sino aquellos, cuya vida justar y virtuosa es perseguida o
despreciada ; porque de estos es el reino de los Cielos. Beati qui
persecutionem patiuntur propter justitiam ; quoniam ipsorum est
regnum Coelorum.
Estos son a quienes Jesucristo llama bienaventurados , y el
Evangelio Santo no conoce otros sobre la tierra. No, Cristianos,
la felicidad del honibre no consiste en-las prosperidades del mun
-505-
do. Lo que no le santifica, tampoco puede hacerle dichoso, por
que la Santidad es la fuente de donde manan todas las verdade
ras felicidades de esta vida , y la felicidad eterna de la otra. Esta
verdad fundamental de la religion y de tanto consuelo para el
Cristiano es la que uos recuerda hoy la Iglesia, poniendonos á la
vista esa multitud de Santos, que, como una nube de testigos,
segun la expresion de la Sagrada Escritura, dicen á una voz:
que la Santidad y sola la Santidad es la verdadera felicidad del
hombre en la tierra, porque es el fundamento de la felicidad del
Cielo: y ved aqui ya, respetable y piadoso auditorio, la materia
de mi discurso, reducido á haceros ver: que el ejemplo de los
Santos os llama & la Santidad para que os hagais merecedores
del gran premio que teneis en el Cielo. Quoniam merces vestra
copiosa est in Coelis.
El asunto es demasiadamente interesante para que no merezca
toda vuestra atencion, y el desempeño lo es tambien para que yo
no necesite del lleno de las luces y gracias de aquel Soberano
Señor Sacramentado que es el origen de todas las luces y la fuente
de todas las gracias. Ayudadme á pedirlas por la intercesion de
la Santísima Virgen. Ave María.
©ra©
i
—518-
Y SUS DEBERES.
PRIMERA PARTE.
SEGUNDA PARTE.
Educate filios...
Dichosos aquellos hijos á quienes el Señor ha concedido el
beneficio de unos padres cristianos y virtuosos. Con vuestra li
cencia Soberano Señor Sacramentado. Dichosos, repito, mil y
mil veces dichosos aquellos hijos á quienes el Señor ha dispen
sado el inestimable beneficio de nacer en el seno de una familia
cristiana y virtuosa. Las primeras palabras que oyen ya son pa
labras de salud y de vida. Apenas abren los ojos para ver la luz
del dia y ya ven al rededor de sí ejemplos de virtud. Aun no
forman sino confusos sonidos y ya invocan el Santo nombre de
Dios, ni llegan á saber hablar sino aprendiendo á suplicarle.
Figuraos estos niños en rededor de una madre cristiana y
virtuosa. ¡Cuántas vecesr enjugando ya á uno ya á otro las lágri
mas, les dirá: no hijo mio, no hija mia, no querais llorar voso
tros; solo el pecado pide lágrimas, y vosotros sois inocentes.
¡Cuántas veces sentándoles sobre sus rodillas ó estrechándoles
con su pecho les repetirá como otra Macabea: Dios, hijos mios,
Dios es vuestro verdadero padre. Dios os ha dado este ser que
teneis y os ha formado. De Dios habeis venido, á Dios vais; no
— 529—
os aparteis jamás del camino de la virtud; solo por él se llega al
Cielo. Peto nate ut aspicias Coelum.
Pero cuando la razon, saliendo de entre los albores de la
infancia, comienza á despedir sus primeros rayos, entonces es
cuando estos padres cristianos, conociendo aquellos preciosos mo
mentos en que la gracia del bautismo va á preparar con su efi
cacia unas almas inocentes para recibir las semillas de la virtud;
entonces es cuando estos padres zelosos se aplican con particular
empeño á la instruccion de sus hijos. Ya les pintan con los mas
vivos colores la magestad infinita del Ser Supremo; ya les ha
blan de su inmensidad que todo lo llena; va de su sabiduría que
todo lo ve; ya de su omnipotencia que todo lo puede; ya de su
justicia que todo lo castiga, y ya de su bondad que todo lo premia.
Unas veces les ensenan en el retiro de sus casas las verdades
de la religion, sus misterios, sus sacramentos, sus leyes, sus
preceptos, sus promesas, sus amenazas, sus castigos y sus pre-
x mios; otras les conducen á-los Templos y haciendo que fijon la
curiosidad* de su niña vista en el espectáculo de las augustas ce
remonias que allí se celebran ,. les llaman la atencion á los mis
terios que ocultan. Sobre este altar santo, les dicen,.. corre to
dos los dias la sangre del Cordero de Dios que nos redimió con
su muerte. Aquí se ofrece el sacrificio mismo q-ue se ofreció en
el calvario por nuestros pecados. En su* dorado y Santísimo Sa
grario reside continuamente el Dios de la Gloria, bajo los velos
débiles de una hostia. ¡0 qué santo y que terrible es este lugar, .
hijos mios! 'Esta es la casa de Dios y la puerta de los Cielos.
A esta parte está la pila ' del bautismo, donde recibisteis la
gracia que os hizo hijos de Dios y herederos del Cielo.. ¡O hijos
mios! Quered perder todas las cosas antes que perderla. Sobre
esta pila sagrada prometisteis á Dios por boca de vuestros padri
nos una fidelidad eterna. Aqui renunciasteis al mundo con todas
sus pompas y vanidades, al'demonio-eon todas sus tentaciones y.
malignas sujestiones, y á- la carne con todas sus concupiscencias
y; desordenados apetitos. Aqui prometisteis • ser hombres de Jesu
cristo, profesar sus misterios, guardar sus mandamientos y se
guirle por. el camine de la cruz al reino de los Cielo»; Los An~
geles, que velan en, la custodia de este Templo, fueron testigos
de vuestras renuncias- y de vuest»asi promesas, y las escribieran
en el libro de la vida.. Tenetur vox tua in libro -viuentium.
¡O hijos mios! Jamás., deis motivo para que se borren de este
divino libro.. Inclinad, hijos mios, vuestros ojos hácia el - pavi
mento- que- pisais» Bajo-de esas .Ibsas frías, reposan las cenizas de
-550-
nuestros ascendientes. De aqui á un momento iremos tambien
nosotros á hacerles compañía; y vosotros lardareis poco eu se
guirnos, si acaso no vais primero. Amad, hijos mios, Ja virtud;
escuchad sus lecciones, seguid sus sendas: todas las cosas se aca
ban, sola la virtud no muere. ¡Qué impresion tan profunda no
deberán hacer esas verdades eternas, pronunciadas por unos pa
dres tiernos y virtuosos en el corazon de sus queridos hijos.'
Jamás pudieron borrarse del corazon de San Luis aquellas
lecciones y exhortaciones patéticas, que tantas veces le rej)etia en
su infancia su virtuosa madre Doña Blanca. Tu sabes, hijo mio,
le decia, la ternura con que te amo. Sin embargo, preferiría la
pena de verte muerto ante mis ojos, á la de verte cometer un solo
pecado mortal. Sí, hijo de mi alma, me seria menos doloroso der
ramar tristes y copiosas lágrimas sobre tu sepulcro enlutado, que
sobre tu inocencia perdida; y la muerte ¿ que privándome de un
hijo tan querido, me robaria lo que mas amo en el mundo, me
seria menos cruel que un solo pecado mortal que, privándote de
la gracia y amistad de Dios, te naria esclavo de Satanás y reo del
infierno. El joven monarca se penetró profundamente de que
minea podia temer demasiado lo que una madre tan tierna temia
mas que su muerte. Asi es que e» la flor de su edad, en el bu
llicio de las armas, entre las delicias de la Corte y sobre los res
plandores del trono, el hijo practicó virtudes increíbles, á quien
ignorase la piedad y santo zelo de la madre.
Porque no lo dudeis, padres de familia, unos niños que no
oyen hablar del pecado sino para aborrecerlo, ni de la virtud sino
para desearla, ni de la religion sino para bendecirla, ni de Dios
sino para adorarle y amarle... Unos niños que no sab3n mas que
su Dios, su religion y sus obligaciones ¿podrán resistirse á la
virtud? Tened presente que esta tierna edad recibe el lenguaje,
las ideas, los modales, todo su porte y conducta de las personas
que la rodean. ¿Cómo pues podrá resistirse á vuestras lecciones
de religion y de virtud autorizadas con vuestros ejemplos?
Pero me direis aqui; es verdad que en los primeros años es
fácil gobernar y dirijir nuestros hijos por el camino de la virtud,
ó al menos, no es muy dificil preservarles de los vicios, pero lle
gan á cierta edad que parece les exime de nuestra jurisdiccion, y
entonces ocurren pasos tan resvaladizos, ocasiones tan peligrosas
y lances tan fatales, que echan por tierra las esperanzas de la
crianza mas esmerada y no hay cosa mas comun que ver destrui
das las virtudes de la niñez por las pasiones de la juventud.
¿Con que, padres de familia? ¿con que la educacion mas cris»
-551-
liana y esmerada no basta muchas veces para preservar las virtu
des de la niñez de las pasiones de la juventud? ¿Pues qué será
si estas pasiones impetuosas en aquella edad, é irritadas por muí-'
t-itud de objetos seductores, encuentran á vuestros b ijos sumergidos
en la ignorancia de la religion , desamparados de la virtud y
desprovistos del amor y temor de Dios, que habia de sostenerles
entre tantos y tan grandes peligros? ¡Ah! Si una educacioni cui
dadosa deja tanto que temer ¿una educacion descuidada, el aban
dono de la educacion dejará algo que esperar?
Yo bien se que á una niñez virtuosa puede seguirse una
juventud desarreglada; pero tambien se que un corazon acostum
brado á la virtud desde niño, no se determina á cometer el delito
sino despues de muchos combates; que no le cometerá sino tem
blando, y que despues de haberle cometido, experimentará tantos
escozores, que no podrá permanecer en él mucho tiempo. Ha im
preso Dios en nuestras almas unos principios de rectitud, de bon
dad,- de pudor y de virtud, que no se borran sino despues de re
petidas acciones pecaminosas, y si una educacion verdaderamente
cristiana llega á desenvolver estos principios y á hacer que brote
la virtud, es bien dificil queel alma se determine á pecar, y mu
cho mas que pueda permanecer por mucho tiempo en pecadev ¡
Consolaos, pues, padres de familia, vosotros los que despues
de haberos desvelado tanto en la educacion cristiana de vuestros
hijos, les veis extraviarse, hacerse soidos á vuestros llamamientos
y entregarse al desarreglo desus pasiones. Consolaos, porque
algun dia vereis que esa hija extraviada vuelve al seno de su
amada madre, y que ese hijo prodigo se postra á los pies de su
buen padre. Consolaos, porque aun cuando parece que ese hijo
ingrato y esa hija fugitiva se han olvidado de vuestras lecciones,
no es asi: presentes las tienen en lo mas íntimo de su alma, y
donde quiera que van, llevan consigo el dardo que les clavasteis.
Se apagará el primer fuego de la edad, entrará la reflexion, y
entonces la buena crianza os volverá unos hijos que os habian ro
bado las pasiones. Consolaos, porque una desgracia, un contra
tiempo, una muerte repentina, un Sermon, la lectura de un
buen libro, la conversacion de un buen amigo, y sobre todo,
la educacion virtuosa y temerosa que les disteis, os volverán esos
hijos que contabais por perdidos. Consolaos...
¡Pero qué digo!!.' Antes bien no querais consolaros basta ver
convertidos al Señor esos hijos extraviados. Corran en abundancia
vuestras lágrimas á los pies del altar santo; suban vuestros ge
midos basta el trono del Altísimo; pedid y no os canseis de pe
-552-
dir. El Padre do las misericordias no será insensible á las súpli
cas de unos padres que, bañados en lágrimas, le piden la con
version de sus hijos. El los convertirá, Él 'los salvará, no tanto
por ellos, como por la buena crianza, por las oraciones y por
Jas lágrimas de sus padres. No, no perecerán unos hijos bien
educados, por cuya conversion claman al Cielo las tiernas lágri
mas de sus padres. Non pevibunt Jllii istarum lacrymarum.
¡A qué estado tan lastimoso no se hallaba reducido un Agus
tín! ¡Qué desvarios! ¡Qué excesos tan vergonzosos! Cada dia na-,
cian en su alma nuevas pasiones y abortaban nuevos delitos. A la
corrupcion del corazon seguia la del entendimiento, y el número
de sus errores correspondía al de sus vicios. ¿Qué esperanza po
dría quedar de un hijo que no solo habia desamparado la virtud,
sino tambien la religion? Pero Agustin habia recibido una educacion.
cristiana, habia sido criado al lado de la virtud. /Yo veo á su pia
dosa y tierna madre llorando sin cesar la perdicion de su querido
hijo; y yo no puedo creer que deje de ser atendida y consolada.
En efecto, doce años de gemidos, de súplicas y de lágrimas de
su madre santa, llegaron á conseguir el mas feliz resultado; porque
Agustin, de un insigne pecador pasó á ser un ilustre penitente,
Íi de un apóstata de la religion , un defensor de la fe y uno de
os primeros doctores de la Iglesia. ¡Pasó á ser San Agustin!
Desengañaos, padres de familia. Es dificultoso que se pierdan
vuestros hijos , si les dais una educacion cristiana y os ocupais de
salvarlos. Primera verdad. Pero será todavía mas dificultoso que
dejen de perderse vuestros hijos, sino les dais una educacion cris
tiana y os ocupais de salvarlos. Segunda verdad, que voy á hace
ros ver en la segunda parte. Continuadme vuestra piadosa atencion.
¿Me detendré, para probar esta verdad, á pintar los peligros
que corre la juventud? ¡O juventud! exclamaba San Agustin en
sus tiempos sin comparacion mas cristianos que los nuestros.
¡O juventud! Dánte el nombre de bella edad, de primavera de
la vida, de flor de los años, de sazon de los placeres, y frecuen
temente no eres sino el tiempo de las pasiones y de los desorde
nes presentes y un manantial fecundo de pesares y sentimientos
para las edades venideras. ¡O jóvenes! La mas fria vejez debiera
preceder á esa edad fogosa, que con tanta frecuencia os preci
pita en los peligros y aun en los delitos.
. ¡O jóvenes! Todo está sembrado de lazos para vosotros. El
mundo que os embelesa y engaña , y cuyas alevosías vosotros no
conoceis todavia ; la edad que os promete una série de años para
disfrutar los placeres y otra para entregaros á la virtud y que
frecuentemente os arroja en el sepulcro al medio ó antes de me
diar vuestra carrera; los hombres que os adulan é irritan vues
tras pasiones como sino bastasen ellas solas para precipitaros ; el
infierno que se conjura contra vosotros para mancillar la pureza
de vuestras costumbres; los compañeros peligrosos; los amigos
corrompidos; los libros impíos; las pinturas escandalosas...
¡O jóvenes! Para resistir á tantos y tan poderosos enemigos
es necesario un gran fondo de amor y temor de Dios ; es nece
sario un grande aborrecimiento al pecado y una grande aficion
á la virtud; es necesario que hayais recibido una educacion sóli
damente cristiana; es necesario que tengais profundamente gra
badas en vuestra alma las verdades de la religion; es necesario
que os hayais ejercitado desde luego en la virtud, en vencer vues
tras pasiones, en venceros á vosotros mismos; y aun asi, acaso no
sabreis sosteneros, acaso no os sostendreis, acaso vendreis á caer
cuando os juzgueis mas seguros.
Y yo pregunto ahora, padres de familia, si los jóvenes ins
truidos en la religion y ejercitados en la virtud desde sus pri
meros años corren tantos peligros ¿qué será de un joven criado en
una familia que apenas tiene de cristiana mas que la apariencia?
¿Qué será de un niño que apenas sabe el nombre del Dios que
adora? ¿Qué será de un joven á quien unos padres desidiosos
han dejado en manos de sus pasiones y de su pobre corazon?
¿Qué será de un niño que no ha tenido otra educacion que los
ejemplos de un padre, ó voraz, ó destemplado, ó 'colérico, ó
blasfemo, ó jurador, ó borracho, ó lascivo, ó impío... de uh
padre que ha tenido parte ó todos estos vicios reunidos?
¿Qué será de una joven á quien una madre mundana solo
ha cuidado de inspirar el deseo de agradar, de lucir, de hacer
figura en el mundo, y cuya vanidad ha fomentado con indignas
condescendencias, con atavíos escandalosos y con adulaciones em
ponzoñadas? ¿Qué será de una niña, cuya razon frágil todavia
y cuyos pies vacilantes no tienen el arrimo de una vigilancia
cristiana y los ejemplos de una madre virtuosa en quien fijar sus
inocentes miradas? Esta pobre niña, esta desgraciada joven ¿resis
tirá por mucho tiempo á sus pasiones y á las pasiones agenas?
¿Que será de estas débiles barquillas , expuestas á la bravura de
las olas, enmedio de un mar alborotado y á merced de las bor
rascas? ¿Tardarán mucho en naufragar? Y despues de haber
naufragado ¿qué arbitrio podrá quedarles para no perecer en el
naufragio? ¿Sabrán asirse á la tabla de la penitencia para volver
al puerto de la salud?
-354-
Pero ¿qué podrán hacer en este caso unas criaturas, sepul
tadas en la ignorancia de la religion? ¿Qué podrán hacer unas
criaturas que ni conocen el lastimoso estado de una alma, des
pojada de la gracia y abismada en el pecado, ni los medios de
salir de tan lastimoso estado? ¿que solo tienen unas ideas confu
sas y superficiales del fin para que han nacido, del término adon*-
de van y del camino que deben llevar? ¿que no cuentan con las
virtudes , y que en su estado de ignorancia solo pueden contar
con vicios y delitos? ¡O Dios mio! Para sacar á estas almas de su
lastimoso estado no bastaria un golpe de vuestra gracia, seria
necesario un portento de vuestra gracia.
Sí, padres de famiha, la vida de estos desgraciados hijos no
será regularmente otra cosa que una cadena de vicios y delitos;
los de la niñez preparan los de la juventud , estos abrirán un ca
mino mas ancho á los de la edad madura, y los de la edad ma
dura prepararán los de la vejez. La maldad crecerá con los años,
inficionará todas las edades de su vida , penetrará hasta los tue
tanos de sus huesos, y entonces dejarán de pecar, cuando dejen
de vivir. La maldad bajará con ellos al sepulcro, me equivoco,
bajará con ellos al abismo. Carrera terrible pero consiguiente á
la mala crianza. Paradero espantoso, pero paradero adonde con
duce la mala crianza. Es, pues dificultoso, padres de familia, es
muy dificultoso que dejen de perderse esos hijos, á quienes no
dais una educacion cristiana y de cuya salvacion no os ocupais.
Segunda verdad de mi discurso.
Pues bien, ahora hagamos aplicacion de estas dos verdades á
la crianza y educacion de nuestros dias. ¡O Cielos! ¡Me atreveré
á hacer su pintura en la casa del Señor y en su divina presencia!
Pero ¡cómo expresar aqui, en este lugar Santísimo, las deshones
tidades de la niñez, las desenvolturas de la juventud, los escán
dalos y las blasfemias de la edad madura en la maldad, corrom-
fiida y podrida!!! ¿Pues qué haré? Callaré: y que hablen por mi
as plazas, las calles y las casas; y mientras que ellas claman
contra las deshonestidades , Jas desenvolturas, los escándalos y
las blasfemias... y mientras que ellas se quejan amargamente de
la mala crianza , y acusan á los padres que descuidan la educa
cion de sus hijos, yo me iré á su corazon y me las habré con
su amor. ;
Padres de familia , vosotros particularmente los que descui
dais, los que abandonais la crianza de vuestros hijos, permitidme
que, dejando ya de combatir vuestro entendimiento, hable á
vuestro corazon. Vosotros decis que amais á vuestros hijos y creeis
— ¿mo
que nadie podrá dudarlo ; pero me permitireis decir que yo no
lo creo, que lo dudo y que lo dudo mucho. Decís que amais á
vuestros hijos ; pues si les amais ¿cómo no les proporcionais su
verdadero bien? porque las pruebas del amor son hacer bien al
amado. Decís que amais á vuestros hijos; pues si les amais ¿cómo
no les dais una educacion cristiana? ¿cómo no les instruís en la
religion? ¿cómo no les animais á la virtud con vuestro ejemplo?
¿cómo no les procurais su salvacion que es su bien verdadero?
Decís que amais á vuestros hijos ¿y cómo componeis ese amor
con el abandono que haceis de ellos? Un caballo, un asno que
falle de vuestra cuadra, un perro que está comiendo la limosna
del pobre , turbando el silencio de los Templos , cometiendo in
decencias aun en presencia del tremendo sacrificio, y que mere
cia un cordel, estos y otros animales aun mas despreciables os
quitarán vuestro reposo, correreis calles y plazas y no sosegareis
hasta encontrarlos; pero falten de vuestra casa vuestros hijos, no
importa; ellos vendrán ; no hay cuidado ¡Y con todo eso decís que
amais á vuestros hijos de quienes cuidais menos que de un pirro!
Todos los sabios convienen en que el medio mas eficaz para
conservar la inocencia de la niñez v las virtudes de la juventud,
es no perder de vista á los niños y á los jóvenes , en cuanto sea
posible ¿y podrá haberle mas seguro para que pierdan su ino
cencia y sus virtudes que ese fatal abandono? Hablad sino por
mí vosotros mismos, Padres y Madres de familia. ¿Quién, decid,
quién ocasionó en vuestra niñez la pérdida de vuestra inocencia?
¿No fueron los descuidos y las condescendencias de vuestros pa
dres que os permitian concurrir á esas reuniones de niños, al
Í>arecer inocentes, pero en realidad las mas propias para perder
a inocencia? ¿A esas reuniones de chicos y de chicas, ó lo que
es peor, á esas mezclas de chicos y de chicas, donde nunca ó
casi nunca faltan algunos ó algunas maleados ya, ó maleadas y
que malean á los demas; particularmente sino tienen otros tes
tigos de sus dichos y sus hechos que, ó la soledad, ó la oscuridad,
ó las tinieblas de la noche?
¿Quién destruyó las virtudes de vuestra juventud? ¿No fueron
los descuidos, la indiferencia y el abandono de vuestros padres?
¡cuándo os permitian las compañías arriesgadas , las concurren
cias peligrosas, las reuniones de que acabo de hablar...! ¡cuando
os dejaban andar por donde queriais sin otra guia que vuestras
pasiones...! ¡cuando os disimulaban las entradas en casas de juego,
-desospecha!!! ¿Qué otra cosa h-acian quedestruir vuestras virtudes
y entregaros á los vicios? ¿Y no bastará á desengañaros vuestra
—336—
prepia y desgraciada experiencia? ¿Quereis que perezcan la ino
cencia y las virtudes de vuestros hijos como perecieron las vuestras?
Sin embargo, aun decis que amais á.vuestros hijos ¿pero cómo
les amais? Yo lo diré. Les amais como aman los paganos á los
suyos. Les amais para el-. mundo; pero no les amais para el Cielo.
Sus intereses tenqwrales ocupan vuestros cuidados ; pero sus in
tereses eternos no figuran entre ellos. Sus cuerpos corruptibles y
mortales absorven todo vuestro amor ; pero sus almas incorrup
tibles y eternas os son indiferentes. Diré mas, y vosotros no os
escandalizareis. Hay. padres que aman á-sus. hijos como les ama
ría el diablo, si se encargase de su crianza. Les aman para per
vertirlos, para corromperlos, para condenarlos, para sumergirse
con ellos en los tormentos eternos.
Sí , ¡padre indigno de este respetable nombre! cuando comu
nicas á tu hijo ese espírku de inmoralidad, de libertinaje,. de im
piedad y de corrupcion de que estás poseidolü ¡O Padre sin féü!
¡Pluguiese al- Cielo que jamás hubieras tenido hijos á, quienes
amar de un modo tan funesto!- ¡Madre desalmada! ¡cuando co
municas- á tu hija ese espíritu de orgullo-que te domina! ¡cuando
la adornas á manera de un simulacro y la conduces coronada de
flores, como las .víctimas del paganismo á esas funestas reuniones
donde reina la seduccion, la lujuria!*.! ¿A dónde vas? ¿Vas á
disimular el sacrificio de su inocencia, ó vas á ofrecerla su ruina?
¡0 madre sin. piedad! -¡Cuánto mejor habria sido que no llegaras
á ser madre! Sin-embargo, aun estos padres y estas madres se
atreven á. decir que aman á sus hijos. ¡Extraña contradiccion !
¡Inaudita paradoja!' ¿Pues- qué -mas podrían hacer si les aborre
cieran de muerte? ¿Podrá. darse uiv-ódio mas cruel que su amor?
Sí, padres criminales, amais á vuestros hijos; pero es para
perderlos y perderos con- ellos. Porque desengañaos, padres de
familia, seaisquien fuereis, si vuestros hijos se pierden por vues
tra culpa, vuestra alma será el precio dc-las suyas. Vosotros ha
beis- de responder y. dar, cuenta r na solo de vosotros , sino tam
bien de vuestros hijos. Su virtud está unida en cierto modo con
la vuestra- y no entrareis- en .el- Cielo sino .habeis procurado que
entren . tambien vuestros hijos. Para conseguirlo ,.. dadles una edu
cacion cristiana y virtuosa; velad su conducta; apartadles de los
peligros; animadles á- la virtud con vuestro ejemplo ; orad mucho
á Dios jM>r vosotros y por ellos. El Señor os ayudará, para que,
caminando unos en. pos de otros por la senda de la virtud , os
reunais padres é hijos, y. vivais.et«*naatente reunidos en ..eli reino
de los Cielos , que A todos os deseo. Amen.
-357-
ÍNDICE
Folios.
Sobre la Muerte. 1
Sobre el Juicio particular 10
Sobre el Juicio final 19
Sobre el Infierno. . • 33
Sobre la Gloria 43
Sobre la Eternidad -. 51
Sobre el Pecado mortal 58
Sobre la Vigilancia 69
Sobre el corto número de los escogidos 79
Sobre la Salvación 89
Sobre la corrupción de costumbres 97
Sobre la verdadera felicidad 106
Sobre la Limosna 114
Otro sobre lo mismo 124
Sobre las riquezas de la fé 133
Bel Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo 141
Sobre el amor al prójimo, sin excluir los enemigos. 148
Le la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo 158
— 352-
De su Resurrección 183
De su Ascensión 192
Sobre el establecimiento de la Religión 199
Del Santísimo Sacramento 208 .
De Nuestra Señora de 4a Candelaria 216
De los Dolores de Nuestra Señora 223
De la Asunción de la Santísima Virgen 232
Del Patrocinio de María Santísima. 238
De la Purísima Concepción. . . . 247
De San Felipe Neri 255
De San Juan Rautista 266
De San Pedro Apóstol. . . „ 274
De Santiago el mayor 283
Otro de Santiago el mayor 292
Sobre la Santidad 301
Otro para el dia de los Santos. 309
Sobre la dignidad del Cristiano y sus deberes. ... 318
Sobre la educación de los hijos. ............ 327
Sermón fúnebre ú la muerte de la Reina Doña
María Josefa Amalia de Sajonia. ......... 337