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CENTROAMÉRICA

Diario de la Capital (Managua, año II, núm 417, 11 de agosto,


1892

Para obsequiar los deseos de usted, señor director, y hablar


sobre los cinco países de mi tierra, quisiera tener espejuelos
de color de rosa. O que alguna hada me diese un filtro que me
hiciese ver lo negro de agradable manera. O que la miel de mi
corazón, cuando mi corazón es todo miel para la patria,
pudiese envolver las rugosidades, asperezas y tristezas de
aquellas comarcas. O que Dios me hiciese sacar de la esperanza
gran consuelo; y de soñar lo que será mi país si consiguiera
el alivio de la pesadumbre; y viese el canal hecho, y así las
visiones de Warner Miller llevadas a la realidad, y que
Menocal gozoso y la desconfianza derrotada pusiesen triunfante
arriba del asta el pabellón del trabajo, que ha de flotar
cuando ese trabajo de Hércules sea cumplido y el mundo admire
la realización de lo hasta hoy juzgado como imposible.
Pero ¿cómo le voy a hablar hoy de canal si no puedo darle,
como lo intentara mi deseo, ni un solo mirlo blanco, es decir,
ni una sola buena nueva? Precisamente tengo que descender a la
política. O tratar de las crisis económicas que a todos los
países centroamericanos, como a otros del continente, azotan y
confunden. O mirar pavoroso y amenazantes un espectro armado
que a cada paso se presenta con ropaje blanco y lleva en la
mano un olivo, aunque va cubierto de todas armas: la guerra.
Pues aunque la buena voluntad gubernativa quiere contener la
tempestad con enguirnarlar la senda por donde pase la paloma
del arca, la paloma no volverá allí, sino que harto pronto el
cuervo negro será el nuncio de las eternas desgracias
nuestras. ¿No es cierto que debería ponerme espejuelos de
color de rosa?
Nicaragua trabaja por su bienestar. Guatemala se levanta hoy
que José María Reina Barrios le ayuda y le tiende la mano,
como a una convaleciente que necesita apoyo para dar un solo
paso. El Salvador es un cuartel que aguarda la campaña.
Honduras deja al extranjero que labre su seno de oro; y se
llena en tanto de facciones y revueltas. Y sólo Costa Rica, la
buena Costa Rica, mira a uno con cuidado y tino su porvenir
político y su situación económica, y mientras se acusa al
presidente ante el Congreso, Mr. Keith salva el crédito del
país y el comercio continúa por su senda rica y el cambio baja
tras los apuros pasajeros y accidentales. Que un incendio como
el que acaba de pasar conmueve la capital y destruye a grandes
pasos la propiedad, no es cosa que turbe a los josefinos
laboriosos, porque si el seguro no alivia, alivia el brazo y
la constancia en la labor, para la cual los costarricenses
están siempre listos. Mientras haya un buey y un grano de café
que sembrar, el hijo del país vecino verá el cielo propicio,
confiado en Dios y en sus músculos y sangre.
En Nicaragua los esfuerzos de la oposición han intentado
turbar la tranquilidad pública, pero los movimientos anti-
sacasistas han sido impedidos en su nacimiento por la
actividad del Excelentísimo Señor General Presidente doctor
don Roberto Sacasa.2 Y el presidente de Nicaragua quiere tanto
a su país, que dice y confiesa delante de los suyos que a la
primera insinuación escrita que los representantes del pueblo
le hiciesen, para que dejara el mando, él lo dejaría, pues no
quiere sino demostrar que ama a su Patria y que hay en el
lugar de su cuna un hombre como él que puede dirigir los
asuntos del Estado con especial interés y trascendentales
miras.
Al llamado de la madre España van los pueblos
centroamericanos, como todos los del continente, representados
por sus comisiones. Tócame a mí ir por el Estado nicaragüense,
donde tuve cuna, y tócame en tan honrosa empresa acompañar al
digno caballero don Fulgencio Mayorga, quien tantas pruebas ha
dado, en los altos puestos en que los patrios gobiernos le han
colocado otras veces, de discreción, intelectualidad y
cultura; que aunque son dones propios de su sangre y familia,
no por eso dejan de resaltar particularmente en el discreto y
excelente representante que Nicaragua envía hoy a la brillante
exposición colombiana de Madrid.
Pasma y da entusiasmo ver lo que ha trabajado y esto lo
escribo por hacer al paso una justicia, el noble y bravo
representante de España en Centroamérica, para que tuviésemos
en el grandioso y extraordinario certamen un puesto superior,
yo le he visto de gabinete presidencial, de ministro a
ministro, de museo en museo. El ha ordenado excavaciones en
nuestras tierras y ha hecho extraer piezas valiosas de nuestra
arqueología, y a fuerza de persistencia y de tacto admirables
ha animado también intelectos más duros que los cuarzos de las
entrañas de nuestros montes. Conste, pues que si la América
del Centro ocupa un puesto en la Exposición madrileña, buena
parte de los laureles corresponden al dignísimo señor de
Arellano, en quien su Majestad católica tiene uno de sus
representantes en el mundo de Colón.
Y después de todo, señor director, no hay que desesperar de
los cinco fragmentos de Patria que tenemos los compatriotas de
Morazán y de Jerez. ¡Jerez! Si lo viera usted cómo está el
nombre de mármol, ¡en el parque de León! Poco más o menos,
como el hombre de bronce, el hombre de Gualcho y Perulapán,6
en su parque de San Salvador. Ambos en piedra y metal tienen
un aspecto triste. Parecen que aguardaran algo. No la unión,
porque eso es hablar de las kalendas griegas. Pero sí un
porvenir hermoso y victorioso para su terruño amado, donde el
uno mantuvo su potro de guerra y el otro el águila de su
pensamiento, ambos caballeros de la democracia, relámpagos y
espadas, santos de nuestro martirologio.

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