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diciembre 2012
ficha número 0019 fecha categoría disparador creativo

DESCRIPCIÓN DEL EJERCICIO:

Este ejercicio parte de la premisa “Se encontró qué hacía aquella llave debajo de la mesa”. A partir de aquí, anota 3 motivos que
expliquen esa frase y 3 posibles personajes para protagonizarla. No te preocupes porque tus respuestas sean disparatadas o sin
sentido. Escríbelas sin preocuparte, déjate llevar.

Recuerda: “Se preguntó qué hacía aquella llave debajo de la mesa”. ¿Quién y por qué? ¿Qué abre esa llave? 3 respuestas.

Cuando hayas terminado la lista, elige el personaje y el motivo que más te gusten. Con estos elementos, crea un texto que, si
quieres, puedes comenzar con la frase “Se preguntó qué hacía aquella llave debajo de la mesa”, pero no es obligatorio. Lo que sí
debe tener el texto es un inicio (presentación breve de la situación), un nudo o medio (desarrollo de la situación o de la acción) y
un desenlace (en el que se soluciona la situación).

respuesta 1

un bebe
una limpiadora o asistenta del hogar X
un joven ladronzuelo

respuesta 2

un niño gateando que esta debajo de la mesa


la señora que viene a limpiar la casa una vez a la semana X
el ladrón que ha entrado en la vivienda aprovechando que la dueña de la casa ha salido a comprar el pan

respuesta 3

un cajón de un escritorio donde encuentra un diario


una caja de madera que contiene unas cartas X
un armario lleno de medicamentos
resultado del ejercicio

-Pero, ¿qué demonios hacía esa llave debajo de la mesa de la cocina?- No hacía ni dos minutos que había limpiado
concienzudamente ese rincón de la casa mientras refunfuñaba para sus adentros porque Marta y Miguel seguían remoloneando con
los niños y no salían de casa, ¡no había manera de trabajar tranquilamente! Cada vez que iba a esa casa le ocurría lo mismo... pero
¿no habían llegado a un acuerdo para que la casa estuviera vacía cuando ella llegara? Por una razón u otra, siempre encontraba la
familia entera sumida en un caos de gritos y lloros, gritos de Marta y Miguel, que no conseguían poner fin a las continuas carreras y
gritos de sus mellizos, y lloros de los dos pequeños asilvestrados que campaban a sus anchas en territorio hartamente explorado y
conocido. Para eso le habían contratado, para intentar reconquistar el terreno y devolverlo a su estado primigenio por lo menos hasta
que los pequeños salvajes volvieran tras el descanso del guerrero.
Ahora sostenía en su mano derecha una pequeña llave dorada sujeta a una cinta de terciopelo azul, que seguramente fuera
perfectamente identificable para su dueño, pero que a ella le despertaba una insana curiosidad que estaba totalmente decidida a
satisfacer.
Fue, uno a uno, probando los diferentes armarios y cajones con cerradura que había en la casa, se lo tomó con calma puesto que la
feliz familia acababa de salir y tardaría por lo menos dos horas en volver. Mientras buscaba aprovechó para pasar el polvo por aquellas
zonas largamente olvidadas que rebosaban con una fina capa de polvo, testigo de que ni Miguel ni Marta, y mucho menos ella, habían
llegado siquiera a rozar.
De repente algo le llamó poderosamente la atención, en una esquina de la zona de biblioteca había un pequeño escritorio de caoba en
el que nunca se había fijado, seguramente llevaba allí desde que empezó a trabajar para ellos, pero no había sido consciente de su
existencia hasta el mismo momento en que empezó a observar y analizar la casa desde otro punto de vista, el de la perfecta cotilla
entrometida que anhela saber algo más de las vidas ajenas.
Muy suavemente introdujo la llave en la pequeña cerradura cubierta de una brillante patina dorada, tras oír un clac el cajón cedió y de
su interior emergió un grueso fajo de sobres de diferentes colores sujetos por una cinta de terciopelo azul. Habría unas dos docenas de
sobres en tonos púrpura, dorado, plateado, lila ... todos ellos muy femeninos. Los sobres estaban numerados a tinta y en todos
aparecía una dirección y un nombre, Marta Alamo. No había remitente. La letra era bonita y clara, una caligrafía de mujer, pero algo no
encajaba, si las cartas estaban dirigidas a Marta y, según su escasa pero simple experiencia, en los sobres había cartas de amor
¿quien las había enviado?¿Miguel? ¿un antiguo novio? ¿un amante?, la letra le decía que esas cartas habían sido escritas por una
mujer. Sintió un cosquilleo de curiosidad, ¿y si echaba una rápida ojeada a una de las cartas, al azar?. -Vaya, vaya, con la mosquita
muerta, amante esposa y madre de familia-, pensó. Antes de que sus escrúpulos le ganaran la batalla desató cuidadosamente una
cinta y, conteniendo la respiración y con manos temblorosas, desdobló el suave papel sepia adornado con motivos florales en los
bordes...

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