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“Por fin ha entrado por las puertas de mi celda como quien pasa por las puertas de la gloria.
El cuerpo helado erguido ante mí, destellando ira hasta enceguecerme, la observo,
supurándola gota a gota por los ojos como un veneno mortal, destilándola lentamente por los
surcos de mis mejillas en las lágrimas cristalinas de la yuca, cuajándola en el llanto de los
siglos, en los sollozos de todos los descastados y de todos los oprimidos, de los destituidos y
de los ajusticiados, de los abandonados para siempre por la esperanza, supurada de sangre por
todas las heridas, empantanada de pus, encenegada de semen y enlodada de heces, parida con
terror por entre feces et urinae saca la cara al sol y escucho su grito:
Chúmalacateramaquinólandera
Chúmalacateramaquinólandera
Chúmalacateramaquinólandera
Chúmalacatera
Chumalacatera
MAQUINÁ” (Ferré 223)
Las palabras que dan cuerpo a la cita anterior son pronunciadas por una de las voces
esta denuncia fueron los valores movilizados por las clases burguesas decadentes de los
años setenta en Puerto Rico: en medio de un proyecto político que buscaba incluir la isla en
central en las generaciones de escritores de los años setenta. Frente a la maquina arrolladora
decimonónicos.
En este sentido, uno de los procedimientos clave en la narrativa de Rosario Ferré fue
quiere conservar el ser sin el parecer (…). El oprimido no es nada, no tiene sino una palabra:
la de su emancipación; el opresor es todo, su palabra es rica, multiforme, flexible, dispone de
todos los grados posibles de dignidad: tiene la exclusividad del metalenguaje. El oprimido
“hace” el mundo; no tiene sino un lenguaje activo, transitivo (político); el opresor lo
conserva, su palabra es plenaria, intransitiva, gestal, teatral: es el Mito; el lenguaje del
primero intenta transformar; el del segundo, eternizar. (s. pág.)
ensayo se propone mostrar cómo la relación intertextual entre palabra, música y danza
permite desacralizar los mitos burgueses de la sociedad puertorriqueña de los años setenta,
3 Urueña
Caribe.
Para llevar a cabo este objetivo, dividiremos nuestra exposición en dos partes. En la
que ejerce lo urbano sobre las clases populares y marginadas. En la segunda, teniendo
como fuentes principales el cuento titulado “La bella durmiente” y el poema “La bailarina”,
mostraremos los modos en los que la danza se presenta como un elemento que pone en
Según Benitez Rojo (1989), “entre todas las posibles prácticas socioculturales, el
carnaval (o cualquier otra festividad equivalente) es el que mejor expresa las estrategias de
los pueblos del Caribe para hablar simultáneamente de sí mismos y de sus relaciones con el
mundo, con la historia, con la tradición, con la naturaleza, con Dios” (Benítez 349). En
lingüística de la música y la danza para dialogar con todos los aspectos mencionados por
Rojo.
Este cuento, cuya narración transita entre una primera persona singular (“yo”) y otra
plural (“nosotros”), puede describirse como un viaje que tiene por destino el encuentro de
un rostro:
No tengo prisa. Cierro los ojos y las veo atravesando celda por celda las galerías de los años
que he pasado aquí, sepultado vivo en las Tumbas pero siempre soñando, soneando,
improvisando mi retorno al mundo en cuerpo y alma, buscando con serenidad la frase exacta,
la superficie precisa que separe mi rostro del vacío. Definiéndomelo en la oscuridad con las
yemas de los dedos para saber dónde comienza, de dónde nace ese espacio que ocupo
brotándome hacia adentro, palpándomelo una y otra vez para reconocerme, para escucharme
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remolino de ritmos todo atisbo de monumentalidad, todo asomo de finitud. El flujo del río
lingüístico desplegado durante el tiempo que transcurre la narración nunca termina de ser
referente acaba postrado ante la frustración, ante esa voz que es oralidad pura:
representar esa identidad subalternada por medio de una lengua que participa de la
colonización del otro. En otras palabras, Rosario Ferré recoge la pregunta formulada por
Jhon Beverley (2004): “¿Cómo se puede reivindicar (…) la representación del subalterno
desde el saber académico cuando ese saber está en sí mismo envuelto en la “otrificación”
deshace, que se enrosca y se estira bajo el ritmo del ritual, que huye del ritmo sin poder
escapar de éste, aplazando su derrota, hurtando el cuerpo y escondiéndose, incrustándose al
fin en el ritmo, siempre en el ritmo, latido del caos insular. (Benítez 230)
López, quien observa en esa “fuerza generativa” un ataque directo al mito del eterno
como el recato, la cortesía, la pureza, la castidad, etc. Ahora bien, tal actividad corresponde
dice que
Por esta razón, puede afirmarse que la palabra de Ferré, construida sobre un juego de
último holocausto en que todo ha por fin de estallar, venimos hoy aquí, señores, a hacerlos
máquina remite al dispositivo lingüístico por medio del cual intenta expresarse el rostro
inenarrable de quienes no pueden hablar por sí mismos, “de todos los descastados y de
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todos los oprimidos, de los destituidos y de los ajusticiados, de los abandonados para
siempre por la esperanza” (Ferré 223). De igual forma, el campo semántico de lo industrial
como un obstáculo para el flujo de la procesión que tiene el mar por destino. La tensión
estructural de la narración.
Para Benitez Rojo, la tensión arriba formulada corresponde a los rasgos propios de la
Sin embargo, a pesar del caos es posible rastrear repeticiones de ritmos que se dan en
interpretación, la cultura del Caribe se concibe como la interacción que se da entre un flujo
natural y la interrupción que producen los ritmos sociales, que buscan mimetizarse con el
flujo que interrumpen (76). Esta interacción de ritmos naturales y culturales es lo que
elaborados a partir de tres categorías clave: raza, género y clase social. En esta interacción
transacciones axiológicas. Esto permite que las fronteras entre lo “culto” y lo “popular” se
Lo anterior puede explicarse más claramente a partir del análisis de “La bella
esta narración, la danza significa, desde la perspectiva de quienes ejercen algún tipo de
de María de los Ángeles, la danza practicada por su hija debe reprimirse cuando esta huye
teme ante el inminente derrumbe de las bases que sostienen una pureza aparente. El mismo
temor ante la caída aqueja a la reverenda madre del Colegio del Sagrado Corazón, quien
desenvoltura, en la fluidez del ritmo, que se precipita por la cuerda floja en vertiginosa
necesidad de transgredir la noción patriarcal y elitista del mito nacional: “Tú bailas la ira
cantando / una ira larga y roja como tu corazón / ira corazón bandera que deshilacha el
viento” (Ferré 1-3). Esta voz poética renuncia entonces a brincar con insistencia sobre el
(2002),
cuentística de Ferré no puede reducirse a la situación política de Puerto Rico en relación con
los Estados Unidos, ya que dejaríamos por fuera los recursos narrativos que apelan a
representar un universo cotidiano complejo en el que los personajes nunca poseen un rostro
totalmente definido y acabado. Esto se expresa con claridad en el cuento “Cuando las mujeres
aman a los hombres”. Allí, la focalización de Ferré evita posicionarse sobre un único locus
apela a la tensión polirrítimica, Rosario Ferré lleva a término su deseo subversivo contra el
lugar, podemos afirmar con certeza que la codificación lingüística de la música y la danza
que la narrativa intertextual de Rosario Ferré expresa de manera novedosa, en relación con
la generación literaria que la precede, el problema del subalterno, que consiste en develar el
produce como consecuencia de un choque violento que enfrenta los ritmos culturales del mito
con los ritmos caóticos y naturales de una realidad que se resiste a ser apresada por el
lenguaje.
Bibliografía:
-Álvarez, Manuel y Quintero, A.G. “Bambulaé sea allá. La bomba y la plena: compendio
histórico social”. San Juan: DVD Raíces. Banco Popular de Puerto Rico, 2005. Web
-Daroqui, María Julia. (Dis)locaciones: Narrativas híbridas del Caribe hispano. Valencia:
-Palmer-López, Sandra. (2002). “Rosario Ferré y la Generación del 70: Evolución estética y