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coraje
Fernando Savater.
Esa inquietud se suma, no obstante, a muchas otras que lo obsesionan en relación con
los desafíos mundiales que plantea el futuro inmediato, marco en el cual Savater
subraya, una vez más, el papel -a su juicio, fundamental- que debe jugar la educación.
El autor de El valor de educar habla, además, desde su rol de filósofo. Asegura que si
bien siguen planteados los eternos interrogantes de siempre -quiénes somos, de dónde
venimos, hacia dónde vamos-, surgen en el presente nuevas preguntas relacionadas con
la existencia o no de vida en otros planetas, la irrupción de la genética o el desafío
planteado por enfermedades como el sida.
R: Sí, y con no poca frecuencia los profesores nos quejamos de que nuestros alumnos
son apáticos o faltos de motivación. Pero deberíamos darnos cuenta de que somos
nosotros los que tenemos la función de motivarlos. Si los alumnos ya estuvieran
entusiasmados, nosotros sobraríamos. Bastaría con recomendarles un libro o que se
metan a navegar por internet. Justamente porque las cosas no funcionan de ese modo
hacen falta docentes buenos, de carne y hueso, que no se limiten a transmitir
conocimientos sino a motivar. Es obvio que eso no puede hacerlo un burócrata o un
señor muy apegado a la rutina. La educación es un acto de coraje y no es aconsejable
para cobardes. No hay que olvidar, de todos modos, que todos los docentes somos seres
humanos y muchas veces estamos abrumados por las burocracias, por los bajos
presupuestos y por la falta de comprensión de la sociedad hacia nosotros. Pero aun así
actuamos, en la mayoría de las veces, con una escondida fe en lo que hacemos.
R: Coincido básicamente con esa idea; la inteligencia puede darse el lujo de comprender
esto que venía diciendo sobre las mejoras que traen nuevas dificultades. Pero la
voluntad no puede sino ser optimista.
R: Soy algo torpe con ella y la uso mal. Me parece que hoy la red de redes es más que
nada un gran entretenimiento. Y el 90 por ciento de lo que circula por internet es
publicidad comercial. Yo la uso apenas para buscar cosas concretas. Y lo hago, claro, en
la medida de mis posibilidades, que son pequeñas debido, como ya he dicho, a mi
torpeza en ese campo.
R: Para navegar prefiero los libros, los sueños y los barcos. De todos modos pienso que
internet puede y debe incorporar más a los estudiantes. No porque la red tenga una
virtud educativa intrínseca, sino porque es un poderoso instrumento, una enciclopedia
virtual al alcance de mucha gente. Aun así sigo resaltando el valor de la persona real
que enseña a individuos reales. La alternativa, si no, es la soledad, el individualismo, el
saber por el saber.
R: No lo veo así. Ni el amor ni el sexo están dando señales de retirada. A veces se abren
más, a veces se cierran; hay nuevos reglamentos, sí, tanto en el terreno higiénico como
en el ideológico. No creo, sin embargo, que las relaciones sexuales o amorosas en
general se limiten por este tema o que vayan a acotarse en el futuro. P: ¿Cuáles fueron
los grandes amores de su vida? R: Yo formo parte de una familia muy unida, muy
cordial; tanto mis padres como mis hermanos han sido muy importantes en mi vida
afectiva. He tenido también amores y compañías fugaces que han sido muy gratos y
decisivos en mi vida. Tengo, además, un hijo, Amador , que para mí representa a esos
amores que implican tareas, responsabilidades. Y después están los amores más
abstractos: los amores literarios, mi pasión por los caballos. Mi ración de amor está
bastante colmada. P: ¿De dónde nace su pasión por el turf ? R: Mi padre ya la tenía y
yo la adquirí cuando cumplí cinco años. Actualmente estoy escribiendo, justamente, un
libro sobre esto, sobre las carreras y los hipódromos de todo el mundo. El libro se inicia
y se cierra con un texto sobre el Premio Carlos Pellegrini , que se disputa cada año en
Buenos Aires. P: ¿Qué es lo que más le interesa de las carreras? R: Me interesa el
ritual, el esfuerzo, el pura sangre como obra de arte y ese mundo también literario donde
intervienen el juego, el esfuerzo, el riesgo y la pasión. Todo eso pasa en una carrera. P:
Muchas veces los humanos parecemos caballos en plena carrera... R: Pues claro, y
vaya si hay obstáculos que superar. Algunos sólo piensan en ganar. Yo creo que el ser
humano no debería vivir obsesionado por una victoria definitiva. Hay un poema muy
hermoso del poeta checo Rainer María Rilke en el que se pregunta: "¿Quién habla de
triunfo? ¿Quién dice victoria? Eso no es todo". Pienso lo mismo. Supongo que aprender
a vivir una vida compartida, con sus satisfacciones escalonadas en cada momento, es
mucho mejor que soñar con una gran victoria a partir de la cual, dicho sea de paso,
quedaríamos vacíos. P: Como cuando se creía que el mundo marchaba hacia una
liberación total. R: Exacto. Y aún hoy existe gente según la cual llegar a la plenitud es
poseer tanto dinero como Bill Gates. P: ¿Qué piensa al respecto? R: Que debemos
conseguir entre todos una vida terrenal más humana y solidaria y menos cruel que la
presente.
P: ¿Cree usted que la vida tiene, intrínsecamente, un sentido, más allá del que cada
uno le pueda dar a la propia?
R: No sin nosotros. Lo que nos da sentido es, precisamente, la misma vida. Lo que no
tiene sentido es preguntarnos cuánto mide el metro con el cual medimos ese sentido,
porque no existe un modelo único de existencia. La vida fuera de nosotros no tiene
sentido. Pero para nosotros sí lo tiene.
R: Soy una persona de gustos sencillos. Disfruto de una buena comida, de un amanecer,
de fumar buenos cigarros, de leer un libro, de un buen vaso de vino blanco. No soy nada
rebuscado.
P: ¿Tiene alguna imagen formada de los argentinos?
R: Por suerte, ninguna. Del mismo modo espero que los argentinos no tengan una idea
formada de los españoles. Tengo en ese país buenos amigos, gente concreta en la que
pienso cuando escucho un tango o recuerdo mis paseos por el hipódromo de Palermo.
Pero la verdad es que nunca me gustaron los arquetipos .
Célebre ensayo de Fernando Savater (Ariel, 1997) donde se intenta responder qué es la
educación, qué esperamos de ella y si su razón de ser estriba meramente en transmitir
conocimientos o implica también formar ciudadanos libres y criteriosos para vivir en
democracia. El libro aborda también la tensión entre disciplina y libertad, el eclipse de
las humanidades, los límites de la neutralidad escolar, el papel de la familia, la
formación moral y su relación con el sexo. Savater completa su trabajo con una breve
antología de textos filosóficos y escritos diversos sobre el tema educativo. El valor de
educar se abre con una carta dirigida a una maestra y se cierra con otra destinada a una
ministra de la cartera educativa.
Permíteme, querida amiga, que inicie este libro dirigiéndome a ti para rendirte tributo de
admiración y para encomendarte el destino de estas páginas. Te llamo "amiga" y bien
puedes ser desde luego "amigo", pues a todos y cada uno de los maestros me refiero:
pero optar por el femenino en esta ocasión es algo más que hacer un guiño a lo
políticamente correcto. Primero, porque en este país la enseñanza elemental suele estar
mayoritariamente a cargo del sexo femenino (al menos tal es mi impresión: humillo la
cerviz si las estadísticas me desmienten); segundo, por una razón íntima que queda
aclarada suficientemente con la dedicatoria de la obra y que quizá subyace, como
ofrenda de amor, al propósito mismo de escribirla.
No soy amigo de convertir la reflexión en lamento. Mi actitud, nada original desde los
estoicos, es contraria a la queja: si lo que nos ofende o preocupa es remediable debemos
poner manos a la obra y si no lo es resulta ocioso deplorarlo, porque este mundo carece
de libro de reclamaciones. Por otra parte, estoy convencido de que tanto en nuestra
época como en cualquier otra sobran argumentos para considerarnos igualmente lejos
del paraíso e igualmente cerca del infierno. Ya sé que es intelectualmente prestigioso
denunciar la presencia siempre abrumadora de los males de este mundo pero yo prefiero
elucidar los bienes difíciles como si pronto fueran a ser menos escasos: es una forma de
empezar a merecerlos y quizá a conseguirlos...
Notas