Nunca se deberá andar a ciegas e impulsado por los afanes;
hay que aprender a planificar y esbozar objetivos para el corto, mediano, o largo plazo; en atención a las premisas coherentes y a los motivos sin exigencias.
El tiempo es itinerante, y por ello nadie como pitoniso
sabrá si al día siguiente alumbrara el sol, o si amanecerán tupidas borrascas; todo lo que acontezca para el camino deberá ser producto de pensadas intensiones y de seguras decisiones; porque para luchar contra lo adverso, hay que estar muy seguro de lo que se tiene, y lo que se debe hacer para ganar la batalla.
Para todo camino se debe obrar con el paso sosegado y
seguro; nunca en una carrera agitada o desbocada; no hay que devorarse el maravilloso y expectante paisaje, ni el preciado tiempo para conseguir pronto los objetivos.
Meditar y medirse es lo correcto, porque el tiempo no
vuela ni es cómplice de las exigencias que se alimentan de las vehemencias; todo lo planificado tendrá el maravilloso sabor de lo logrado, y ello será, no porque se ande a ciegas; sino por el orden de las premisas que permitieron planificar y esbozar objetivos sin la prisa de los afanes.