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TEXTO Nº 1
LECTURA
“EL TROMPO”
José Diez Canseco
Sobre el cerro San Cristóbal la niebla había puesto una capota sucia que
cubría la cruz de hierro, una garúa de calabobos se cernía entre los árboles
lavando las hojas, transformándose en un fango ligero y descendiendo hasta la
tierra que acentuaba su color pardo, las estatuas desnudas de la Alameda de los
Descalzos se chorreaban con el barro formado por la lluvia y el polvo
acumulado en cada escorzo. Un policía, cubierto con su capote azul de vueltas
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
rojas, daba unos pasos aburridos entre las bancas desiertas, sin una sola
pareja, dejando la estela famosa de su cigarrillo. Al fondo, en el convento de los
frailes franciscanos se estremecía la débil campanita con su son triste.
En esa tarde todo era opaco y silencioso. Los automóviles, los tranvías,
las carretillas repartidoras de cervezas y sodas, los “colectivos”, se
esfumaban en la niebla gris-azulada y todos los ruidos parecían lejanos. A
veces surgía la estridencia característica de los neumáticos rodando sobre el
asfalto húmedo y sonoro y surgía también, solitario y escuálido, el silbido
vagabundo de un transeúnte invisible. Esta tarde s e parecía a la tarde del vals
sentimental y huachafo que, muchos años, cantaban los currutacos de las
tiorbas:
¡La tarde era triste,
la nieve caía!...
Por la acera izquierda de la Alameda iba Chupitos y a su lado el cholo
Feliciano Mayta. Chupitos era un Zambito de diez años, con dos ojazos
vivísimos sombreados por largas pestañas y una jeta burlona que siempre
fruncía con estrepitoso sorbo. Chupitos le llamaron desde que un día, hacia un
año más o menos, sus amigos le encontraron en la puerta de la Botica de San
Lázaro pidiendo:
-¡Despácheme esta receta!...
Uno de los ganchos, Glicerio Carmona, le preguntó:
-¿Quién está enfermo en tu casa?
-Nadies….Soy yo que me han salido unos chupitos..
Y con “Chupitos” quedó bautizado el mocoso que ahora iba con Feliciano,
Glicerio, el Bizco Nicasio, Faustino Zapata, pendencieros de la misma edad que
vendían suertes o pregonaban crímenes, ávidamente leídos en los diarios que
ofrecían. Cerraba la marcha Ricardo, el gran Ricardo, el famoso Ricardo que,
cada vez que entraba a un cafetín japonés a comprar un alfajor o un
comeycalla, salía, nadie sabía cómo, con dulces y bizcochos para todos los
feligreses de la tira.
-¡Pestaña que uno tiene, compadre!
Gran pestaña, famosa pestaña que un día le falló, desgraciadamente,
como siempre falla, y que le costó una noche integra en la comisaría, de
donde salió con el orgullo inmenso de quien tiene la experiencia carcelera que
él sintetizaba en una frase aprendida de una crónica policial:
-Yo soy un avezado en la senda del crimen.
El grupo iba en silencio. El día anterior, Chupitos había perdido su
trompo jugando a la “cocina” con Glicerio Carmona, ese juego infante y taimado,
sin gallardía de destreza, sin arrogancia de fuerza. Un juego que consiste en ir
empujando el trompo contrario hasta meterlo dentro de un círculo, en la
“cocina”, en donde el perdidoso tiene que entregar el trompo cocinado a quien
tuvo la habilidad rastrera de saberlo empujar.
No era ése juego de hombres. Chupitos y los otros sabían bien que los
trompos, como todo en la vida, deben pelearse a tajos y a quiñes, con el puñal
franco de las púas y sin la mujeril arteria del empellón. El pleito tenía que ser
siempre definitivo, con un triunfador y un derrotado, sin prisionero posible
para el orgullo de los mulatos palomillas.
Y, naturalmente, Chupitos andaba medio tibio por haber perdido su trompo.
Le había costado veinte centavos y era de naranjo. Con esa ciencia sutil y
maravillosa, que sólo poseen los iniciados, el muchacho había acicalado su
trompo así como así como su padre acicalaba sus ajisecos y sus giros, sus
cenizos y sus carmelos, todos esos gallos que eran su mayor y más alto
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
orgullo. Así como a los gallos se les corta la cresta para que el enemigo no
pueda prenderse y patear luego a su antojo, así Chupitos le cortó la cabeza al
trompo, una especie de perilla que no servia para nada; lo fue puliendo,
nivelando y dándole cera para hacerlo más resbaladizo y le cambió la innoble
púa de garbanzo, una púa roma y cobarde, por la púa roma y cobarde, por la
púa de clavo afilada y brillante como una de las navajas que su padre
amarraba a las estacas de sus pollos peleadores.
Aquel trompo había sido su orgullo. Certero en la chuzada, Chupitos
nunca quedó el último y, por consiguiente, jamás ordenó cocina, ese juego
zafio de empujones. ¡Eso nunca! Con los trompos se juega a los quiñes, a rajar
al chantado y a sacarle hasta la contumelia que en lengua faraona, vienen a
ser algo así como la vida. ¡Cuántas veces su trompo, disparado con toda su
fuerza infantil, había partido en dos al otro que enseñaba sus entrañas
compactas de madera, la contumelia destrozada! Y cómo se ufanaba entonces
de su hazaña con una media sonrisa, pero sin permitirse jamás la risotada
burlona que habría humillado al perdedor:
-Los hombres cuando ganan, ganan. Y ya está.
Nunca se permitió una burla. Apenas la sonrisa presuntuosa que
delataba el orgullo de su sabiduría en el juego y, como la cosa más natural del
mundo, volver a chuzar para que otro trompo se chantase y rajarlo en dos
con la infalibilidades de su certeza. Sólo que el día anterior, sin que él se lo
pudiese explicar hasta este instante, cayó detrás de Carmona. ¡Cosas de la Vida!
Lo cierto es que tuvo que chantarse y el otro, sin poder disimular su codicia,
ordenó rápidamente por las ganas que tenía de quedarse con el trompo
hazañudo de Chupitos:
-¡Cocina!
Se atolondró la protesta del zambito.
-¡Yo no juego cocina! Si quieres, a los quiñes…
La rebelión de Chupitos causó un estupor inenarrable en el grupo de
palomillas. ¿desde cuándo un chantado se atrevía a discutir al prima? El gran
Ricardo murmuró con la cabeza baja mientras enhuaracaba su trompo.
-Tú sabes, Chupitos, que el que manda, manda: así es la ley…
Chupitos, claro está, ignoraba que la ley no es siempre la justicia y,
viendo la desaprobación de la tira de sus amigotes, no tuvo más remedio que
arrojar su trompo al suelo y esperar, arrimado a la pared con la huaraca
enrollada en la mano, que hicieran con su juguete lo que les diera la gana. ¡Ah,
de fijo que le iban a quitar su trompo! …Todos aquellos compadres sabían lo
suficiente para no quemarse ni errar un solo tiro el arma de su orgullo iría a
parar al fin en la cocina odiosa, en esa cocina que la avaricia y la cobardía de
Glicerio Carmona había ordenado para apoderarse del trozo de naranjo
torneado en que el zambito fincaba su viril complacencia y la orgullosa
certidumbre de su fuerza. Y, sin decirlo naturalmente, sin pronunciar las
palabras en voz alta, Chupitos insultó espantosamente a Carmona pensando:
-¡Chontano tenía que ser!
Los golpes se fueron sucediendo y sucediendo hasta que, al fin, el grito
de júbilo de Glicerio anunció el final del juego:
-¡Lo gané!
Sí, ya era suyo y no había poder humano que se lo arrebatase. Suyo, pero
muy suyo, sin apelación posible, por la pericia mañosa de su juego. Y todos los
amigos le envidiaban el trompo que Carmona mostraba en la mano exclamando:
-Ya no juego más…
II
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
¡Pero qué mala pata, Chupitos! Desde chiquito la cosa había sido que una
mala pata espantosa. El día que nació, por ejemplo, en el Callejón de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro, una vecina dejó sobre un trapo la planta ardiente,
encima de la tabla de planchar y el trapo y la tabla se incendiaron y el fuego se
extendió por las paredes empapeladas con carátulas de revistas. Total: casi se
quema el callejón. La madre tuvo que salir en brazos del marido y una
hermana de éste alzó al chiquillo de la cuna. A poco, los padres tuvieron que
entregarlo a una vecina para que lo lactara, no fuera que el susto de la madre
se le pasara al muchacho. Luego fue creciendo en un ambiente “sumamente
peleador”, como decía él, para explicar ésa su pasión por las trompeaduras,
¿Qué sucedía? Que su madre, zamba engreída, había salido un poco
volantusa, según la severa y acaso exagerada opinión de la hermana del
marido, porque volantuseria era al fin y al cabo, eso de demorarse dos horas
en la plaza del mercado y llegar a la casa, a los dos cuartos del callejón humilde,
toda sofocada y preguntando por el marido:
-¿Ya llegó Demetrio?
Hasta que un día se armó la de Dios es Cristo y mueran los moros y
vivían los cristianos. Chupitos tenía ya siete años y se acordaba de todo.
Sucedió que un día su mamá llegó como a las ocho de la noche. La carapulcra
se enfriaba en la olla sobre el brasero con los tizones casi apagados. Llegó con
una oreja m muy colorada y el revuelto pelo mal arreglado. El marido hizo la
clásica pregunta:
-¿A dónde has estado? La comida está fría, y yo…. ¡Espera que te espera!
A ver, vamos a ver…
Y, torpemente, sin poder urdir una mentira tan clásica como la pregunta, la
zamba había respondido rabiosamente:
-¡Caramba! Ni que una fuera una criminal...
Arruyó la impaciencia contenida del marido:
-Yo no digo que tú eres una criminal. Lo que quiero es saber a dónde
has estado. Nada más.
-En la esquina.
-¿En la esquina? ¿Y qué hacías en la esquina?
-Estaba con Juana Rosa…
Y dando un media vuelta que hizo revolar la falda, se fue a avivar los
tizones y a recalentar la carapulcra. La comida fue en silencio. Chupitos no se
atrevía a levantar las narices de su plato y el padre apuraba, uno tras otro, largos
vasos de vino. Al terminar, el zambo se lió la bufanda al cuello, se terció la
gorra sobre una oreja y encendiendo un cigarrillo, salió dando un portazo.
La mujer no dijo ni chus ni mus. Vio salir al marido y advirtió a donde
iba: ¡A hablar con Juana Rosa! Y entonces, sin reflexionar en la locura que iba a
cometer, se envolvió en el pañalón, ató en una frazada unas cuantas ropas y
salió también d e estampida dejando al pobre Chupitos que, de puro susto, se
tragaba unas lágrimas que le desbordaban los ojazos ingenuos sin saber él por
qué. A media noche regresó el marido con toda la ira del engaño avivada por el
alcohol; abrió la puerta de una patada y rabió la llamada:
-¡Aurora!
Le respondió el llanto del hijo: -Se fue papacito.
El zambo guardó entonces con lentitud el objeto de peligro que le brillaba
en la mano y murmuró con voz opaca:
-¡Ah, se fue, ¿no?....Si tenía la conciencia más negra que su cara…! ¡Con
Juana Rosa!... ¡Yo le voy a dar a Juana Rosa!
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
III
Fue la primera lección que aprendió Chupitos en su vida: mujeres con
quiñes, como si fueran trompos, ¡ni de vainas! Luego los trompos tampoco
debían tener quiñes….No, nada de lo que un hombre posee, mujer o trompo
-juguetes-, podía estar maculado por nadie ni por nada. Que si el hombre pone
toda su complacencia y todo su orgullo en la compañera o en el juego, nada ni
nadie puede ganarle la mano. Así es la cosa y no puede ser de otra guisa.
Esa es la dura ley de los hombres y la justicia dura de la vida.
Y no lo olvidó nunca. Tres años pasaron desde que el muchacho, se
quedara sin madre y, en esos tres años, sin más compañía que el padre, se fue
haciendo hombre, es decir, fue aprendiendo a luchar solo, a enfrentarse a sus
propios conflictos, a resolverlos sin ayuda de nadie, sólo por la sutileza de su
ingenio criollo o por la pujanza viril de sus puños palomillas. En las tientas de
gallos, mientras sostenía el chuzo desplumado que servia de señuelo a los
gallos que su padre adiestraba, aprendió ese arte peligroso de saber pelear, de
agredir sin peligro y de pegar siempre primero.
Ahora tenía que resolver la dura cuestión que le planteaba la codicia del
cholo Carmona: ¡Había perdido su trompo! Y aquella misma tarde de la derrota
regresó a su casa para pedir a su padre después de la comida:
-Papá, regálame treinta centavos, ¿quieres?
-¿Treinta centavos? Come tu ajiaco y cállate la boca.
El muchacho insistió levantando las cejas para exagerar su pena.
-Es que me ganaron mi trompo y tengo que comprarme otro….
-¿Y para qué te lo dejaste ganar?
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
IV
¡La tarde era triste,
la nieve caía!...
en Lima, a Dios gracias, no hay nieve que caiga ni ha caído nunca.
Apenas esa garúa finita de calabobos, como dije al principio de este relato,
chorreando su fanguito de las hojas de los árboles, morenizando el mármol de
las estatuas que ornan la Alameda de los Descalzos. Allá iban los amigotes del
barrio a chuzar esa partida en que Chupitos había puesto todo su orgullo y su
angustia esperanza:
-¿Se lo ganaré a Carmona?
Al principio, cuando Mayta, por sugerencia del zambito, propuso la pelea
de los trompos, el propio Chupitos opinó que, en esa tarde, con tanto lluvia y
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
COMPRENSIÓN DE LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
a) Calabobos …………………………………………………………………………………
:
b) Escorzo: …………………………………………………………………………………
c) Currutaco: …………………………………………………………………………………
d) Belfo: …………………………………………………………………………………
e) Zafio: …………………………………………………………………………………
f) Mendaz: …………………………………………………………………………………
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2. ¿Quién era Chupitos? ¿Por qué sus amigos lo bautizaron con ese
apodo?
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6. ¿Cuál fue la primera lección que aprendió Chupitos en su vida?
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11. ¿Por qué se aleja Chupitos dando la espalda a la tira y dejando allí los
dos trompos tirados?
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Sinónimo Antónimo
TEXTO10Nº 2
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
LECTURA
“EL CRECIENTE”
Fernando Romero
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
haberse casado con burguesa rica que llevara dinero al matrimonio. Pero el
caucho dispuso otra cosa. Vínose al país del oro de entonces y ganó dinero.
Pensó en regresar a Lima. Quiso deslumbrar a los suyos llevándoles, a falta de la
carrera que sus contemporáneos habían conseguido en universidades añejas,
buenos costalitos de libras esterlinas. Luchando por aumentar el número de
éstos, perdiólos todos.
Entonces, por vergüenza de retornar pobre hogar, se enteró en el puesto
que comprara con el dinero salvado de la catástrofe. De eso hacia quince años.
Durante todo ese tiempo, esperando reunir la fortuna que no llegaba, se llenó
de hijos y querencias. Mientras tanto la madre y el padre desaparecieron. Se
había olvidado del nombre de los amigos de la infancia, y apenas si, de cuando
en cuando, una carta venida de la capital de la República, en papel fino que olía
a comodidad, le hablaba de los hermanos ricos y los sobrinos estudiantes.
No perdió nunca la esperanza. En un nido de paucar que colgaba del techo
del tambo para ahuyentar los murciélagos, había guardado unas cuantas libras.
Porque, aunque pobre, se iba pronto. Por eso tenía, cuidadosamente apuntadas
en una libreta, direcciones de calles y números de teléfonos de Lima.
Faltaba la cosecha de aquel año. Deseaba ardientemente ver su resultado.
De ninguna manera dejaría en la pobreza a la compañera de tantos años y a
los cocamillas civilizados. Quería hacer la recolección por su mano. Convertir en
dinero contante y sonante lo que le diera la tierra, sembrando esta vez con
todo esmero y en gran extensión; luego, rematar el puesto y alejarse,
entregando a los suyos lo suficiente para vivir hasta que los chicos pudieran
afrontar solos la vida.
Esa vida de selva, que a él ya lo hastiaba, llena de miseria y soledad.
¡Cuánto anhelaba ciudad y civilización!
La montaña agarra, oyó decir siempre. El lo había experimentado. Mil
veces pensó en alejarse de ella, como ahora. En otras tantas oportunidades
surgieron inconvenientes, haciendo fracasar sus mejores proyectos. Así vivió
tanto tiempo…
Pero ya iba a sonar la trompeta libertadora.
***
El ataque de paludismo lo sacude. Debilitado por la fiebre intensa de hace
varios días, García no puede ya ni levantarse del lecho de pona. Bajo el
mosquitero blanco suda y sufre, mientras en torno al morín los zancudos
virotes buscan un intersticio para colarse dentro.
Cuando le enfermedad lo tendió el nivel del río comenzaba a subir. Las
aguas llegaban de las cabeceras turbias y violentas, arrastrando pajas,
animales muertos, talofitas arrancadas del fondo, arbustos, palos y trozos de
orilla descuajados de las márgenes. Era la formidable creciente del Ucayali en
toda su fiereza y pujanza.
En los momentos de lucidez que le dejaba la fiebre preguntaba a su
maceba dónde había subido el nivel del agua. Las respuestas lo inquietaban. La
ultima información que tuvo era que faltaban solamente tres escalones del
puerto del puesto. El río había subido cinco pies más que en las crecientes
anteriores y quince en total.
***
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
***
La mujer no había querido decirle nada. Por eso, al verlo incorporarse en
el lecho, dispuesto a salir del tambo, temió lo que iba a suceder.
Apoyándose en ella llegó a la puerta. Miró a derecha e izquierda,
desconcertado, no dando crédito a lo que veían sus ojos….
-¿Dónde estamos, Purificación?
Entonces ella comenzó a explicarle todo, a describir la noche de horror
en que había ocurrido la catástrofe, mientras él tiritaba bajo el frío del fiebre-.
La creciente fue enorme, desusada. Bajando furiosamente contra la orilla
de San Pedro, el agua había comenzado por amolar la saliente en que quedaba
el puesto, obstruyendo el canal con la tierra y los palos arrancados de ella.
Luego, buscándose un paso franco, horadó el barranco de la derecha, haciendo
una tipisha que dejaba la hacienda aislada de la margen, formando una nueva
isla en el Ucayali. La chacra había desaparecido íntegramente. Con ella, el
ganado y las aves de corral. Es decir. Toda la riqueza del puesto…
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Payol: …………………………………………………………………………………
b) Masato: …………………………………………………………………………………
c) Famélico: …………………………………………………………………………………
d) Arraigo: …………………………………………………………………………………
e) Talofitas: …………………………………………………………………………………
f) Intersticio …………………………………………………………………………………
:
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3. ¿Pudo alguna vez García cumplir su deseo de retornar a Lima? ¿Qué hacia
con sus ahorros para no perder esta esperanza?
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5. ¿Qué ocurrió con el puesto y los animales cuando la creciente atacó con
toda fiereza y pujanza?
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7. ¿Qué hace, qué piensa y qué siente Juan García al comprobar que ha
perdido la chacra y toda la riqueza del puesto?
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 3
LECTURA
“CALIXTO GARMENDIA”
Ciro Alegría
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
una lampa o un hacha, que una mesita, en fin. Desde un extremo del corredor
de mi casa, veíamos amarillear el trigo, verdear el maíz, azulear las habas en
nuestra pequeña tierra. Daba gusto. Con la comida y la carpintería, teníamos
bastante, considerando nuestra pobreza. A causa de tener algo y también por
su carácter, mi padre no agachaba la cabeza ante nadie. Su banco de carpintero
estaba en el corredor de la casa, dando a la calle. Pasaba el alcalde. “Buenos
días, señor”, y asunto concluido. Pasaba el alférez de gendarmes. “Buenos días,
señor”, y nada más. Pasaba el juez y lo mismo. Así era mi padre con los
mandones. Ellos hubieran querido que les tuviera miedo o les pidiese o les
debiera algo. Se acostumbran a todo eso a todo eso los que mandan. Mi padre
les disgustaba. Y no acababa ahí la cosa. De repente venia gente del pueblo, ya
sea indios, cholos o blancos pobres. De a diez, de a veinte o también en poblada
llegaban. “Don Calixto, encabécemos para hacer este reclamo”. Mi padre se
llamaba Calixto. Oía de lo que se trataba, si le parecía bien aceptaba y salía a
la cabeza de la gente, que daba vivas y metía harta bulla, para hacer el reclamo.
Hablaba con buena palabra. A veces hacia ganar a los reclamadores y otras
perdía, pero el pueblo siempre le tenía confianza. Abuso que se cometía, ahí
estaba mi padre para reclamar al frente de los perjudicados. Las autoridades y
los ricos del pueblo, dueños de haciendas y fundos, le tenían echado el ojo
para partirlo en la primera ocasión. Consideraban tranquilo. El ni se daba
cuenta y vivía como si nada le pudiera pasar. Había hecho un sillón grande, que
ponía en el corredor. Ahí solía sentarse, por las tardes, a conversar con los
amigos. “Los que necesitamos es justicia”, decía. “El día que el Perú tenga
justicia, será grande”. No dudaba de que la habría y se torcía los mostachos
con satisfacción, predicando: “No debemos consentir abusos”.
Sucedió que vino una epidemia de tifo, y el panteón del pueblo se llenó
con los muertos del propio pueblo y los que traían del campo. Entonces las
autoridades echaron mano de nuestro terrenito para panteón. Mi padre protestó
diciendo que tomaran tierra de los ricos, cuyas haciendas llegaban hasta la
propia salida del pueblo. Dieron de pretexto que el terreno de mi padre estaba
ya cercado, pusieron gendarmes y comenzó el entierro de muertos. Quedaron a
darle una indemnización de setecientos soles, que era algo en esos años, pero
que autorización, que requisitos, que papeleo, que no hay plata en este
momento…Se la estaban cobrando a mi padre, para ejemplo de reclamadores.
Un día, después de discutir con el alcalde, mi viejo se puso a afilar una
cuchilla y, para ir a lo seguro, también un formón. Mi madre algo le vería en la
cara y se le prendió del cogote y le lloró diciéndole que nada sacaba con ir a
la cárcel, y dejarnos a nosotros más desamparados. Mi padre se contuvo como
quebrándose. Yo era niño entonces y me acuerdo de todo eso como si hubiera
pasado esta tarde.
Mi padre no era hombre que renunciara a su derecho. Comenzó a escribir
cartas exponiendo la injusticia. Quería conseguir que al menos le pagaran. Un
escribano le hacia las cartas y le cobraba dos soles por cada una. Mi pobre
escritura no valía para eso. El escribano ponía la final: “A ruego de Calixto
Garmendia, que no sabe firmar, Fulano”. El caso fue que mi padre despachó
dos o tres veces cartas al diputado por la provincia. Silencio. Otras al senador
por el departamento. Silencio. Otra al mismo Presidente de la República. Silencio.
Por último, mandó cartas a los periódicos de Trujillo y a los de Lima. Nada, señor.
El postillón llegaba al pueblo una vez por semana, jalando una mula cargada con
la valija del correo. Pasaba por la puerta de la casa y mi padre se iba detrás y
esperaba en la oficina de despacho hasta que clasificaban la correspondencia. A
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
Con ayuda del diccionario anota el significado de las
Vocabulario:
siguientes palabras:
a) Agolparse: …………………………………………………………………………………
b) Diáfano: …………………………………………………………………………………
c) Síndico: …………………………………………………………………………………
d) Postillón: …………………………………………………………………………………
e) Graznido: …………………………………………………………………………………
f) Desacato: …………………………………………………………………………………
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3. ¿Cómo se hizo respetar Calixto por la gente del pueblo? ¿Qué reacción
provocaba su actitud en las autoridades y dueños de fundos y
haciendas?
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5. Frente al arbitrario despojote que es victima, ¿Qué acciones emprende
Calixto para defender su derecho?
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TEXTO Nº 4
LECTURA
“WARMA KUYAY”
(AMOR DE NIÑO)
José María Arguedas
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Terso: …………………………………………………………………………………
b) Padrillo: …………………………………………………………………………………
c) Posar: …………………………………………………………………………………
d) Maula: …………………………………………………………………………………
e) Bayo: …………………………………………………………………………………
f) Bosta: …………………………………………………………………………………
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1. ¿En qué región del Perú transcurren los hechos? ¿Y en qué sitio
específicamente se centra la acción?
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2. ¿En qué momento del día empieza esta historia? Copia las oraciones
que te lo indican.
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9. ¿Qué efectos producía sobre Ernesto la visión del duro castigo que
el indio aplicaba a los becerritos?
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TEXTO Nº 5
LECTURA
Esa tarde, apenas llegó a la plaza principal, Julio sintió que sus ojos
veían mejor que antes y que su estómago ya no se revolvía; pero las
acusadoras imágenes de su madre y de consuelo le seguían brotando como
heridas en la cabeza y se la molían en una tortura más grave que sus
frecuentes torturas del alcohol.
-¡Mañana Viernes Santo vas a tender alfombras! –le había recordado, en
atroz castellano, su madre, una chola descalza y de larguísima y despeinada
cabellera, viéndolo salir el día anterior.- ¡Mañana, ya sabes! -había amenazado
con el mismo puño con que lo golpeaba” para enderezarlo”, según ella decía.
-Oh, no pasa nada…-La había desdeñado Julio, saliendo de su casucha de
adobes, feliz de dejar el barrio de Mantarana, en especial cuidado cuando tenía
en los bolsillos, como entonces, el dinero adelantado por las alfombras de
flores…Habría jurado que el borrascoso señor Londoña, ex –capitán de policía,
le había llevado sólo una mínima parte de los billetes reunido por los vecinos
de la plaza: dinero que él siempre pensaba en aumentar si al fin se llenaba de
coraje y le pedía una participación en las ilegales apuestas que Londoña
efectuaba sobre la belleza de su alfombras, sin darle nunca nada. De nuevo,
había temido la reacción de aquel hombre injusto, pero había soñado también
con aumentar la suma; y así, en su confusión, había dispuesto gastar en
seguida una buena parte de ella.
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-¿Y así piensas tejer? Lo empujó ella-. Y todavía te dije que no tomaras…
¿Ónde te has pasado la noche y el día? … ¿Y ónde están las flores, di?
-¡Cómo! ¿No están acá? –dudó, alarmado, volviéndose en dirección al
barrio alto de Mantarana.
-¡Camina, zonzo! –lo empujó de nuevo Consuelo- ¡Ahí están las flores!
Sabiendo yo tejer, ya hubiera terminado la primerita de todas…
-Yo sé tejer y nunca me olvido…..-declaró, confiado en sus muchos
premios de Semana Santa. Más allá fue empujado por tercera vez, ahora por su
madre, vieja y gordezuela, demasiado envuelta en polleras y pañolones. Ya no le
importó ese trato: respiró bien unos minutos, miró el cielo hasta que sus pies
no vacilaran, y luego, con ayuda de las dos mujeres, trazó su campo en la calle,
primero con una tiza y después con una rama. Sentado en el suelo, dibujó unos
gigantes pétalos, en seguida unas figuras geométricas que le salían a capricho, y
después nuevos pétalos y tallos, y nuevas figuras geométricas. Estaba feliz. En
conjunto, quería dar la impresión de unas rosas sobre el agua, pero también de
miles de figuras en el espacio que representaba el agua, pero también de miles
de figuras en el espacio que representaba el agua. Trabajó, borrando y
jadeando, teniendo de bruces en el suelo. Hasta que levantó los ojos en
demanda de la casi infinita variedades de flores deshojadas, puestas en
montoncillos en torno a su madre y Consuelo, y vio que Londoña lo vigilaba de
lejos, sin entusiasmo, y supo que iba a terminar el último, pues ya la comitiva
oficial venia a revisar las alfombras desde la calle Lima, admirando todo el
suelo convertido en una flor. Ojalá no empiece todavía la procesión y no se
vaya el sol, pensó; y luego pidió por turno los fragantes pétalos que le hacían
recordar toda clase de pieles, humanas y animales.
-¿Qué te pasa hoy día? –le susurró de pronto Londoña, malgeniado y de
cuchillas junto a él -¡Así no vas a ganar el premio!
-Si no lo gano, trabajo bien por lo que me pagan –dijo, palabra por
palabra.
En un segundo, la mano de Londoña cruzó el aire y le aferró la camisa.
-¡Ah, so haragán! -gritó Londoña -¡Y todavía borracho!
-Pero yo no he apostado –se defendió él -¿Qué me toca a mi de las
apuestas?
-¡Qué apuestas ni qué niño muerto! -Londoña le dio una manotada-. Los
que viven en la plaza han hecho una erogación, como todos los años, u me
han ordenado darte la plata y vigilar tus alfombras. Eso es todo.
-desde ayer está hablando de apuesta –dijo Consuelo, y empujó a Julio -:
¡Anda, borracho!.
-Déme la mitad de las apuestas que recoge usted en el billar y el Hotel
Bolívar, y entonces yo gano el premio, así como estoy –propuso.
Vio que Londoña se demudaba, abiertos sus ojos, y que le temblaba una
frase en sus labios.
-¿Apuestas en Viernes Santo? ¡Jesús…! –gritó Consuelo-. Tú no debes ser
cristiano..
A Londoña le bastó la pausa. De nuevo estuvo seguro de sí y advirtió
sombríamente.
-Te conviene ganar el premio, porque, si no, te mando rajar a golpes…
En vez de intimidarse, trató de sonreír venciendo la dureza de su piel:
-¿Así como el otro año, cuando resultó apaleado un tejedor…? –preguntó
con sorna.
-¿De qué hablas, idiota? ¡Estos indios alzados y borrachos! -gritó
Londoña al irse, tal vez para contener sus manos.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
y doseles, que ondeaban en conjunto como las olas del mar. Por debajo de
ellos marcharía la procesión. Trabajó velozmente, echando los pétalos sin dibujar
en el suelo y sin valerse de moldes de papel usados por los tejedores novatos,
aunque él mismo se sintiera tentado de traerlos de casa de Consuelo. Una y
otra vez roció, o sembró, como un chacarero rocía las semillas y respondió a
los curiosos que le preguntaban por los nombres de las flores, por el tiempo que
tenían de cogidas y hasta por la hora de la procesión. Junto a él seguía
trabajando Consuelo, que aprendía poco a poco el manejo de sus dedos y no
perdía el sentido del dibujo, por más que estuviera en cuclillas.
Al llegar su madre con dos linternas de kerosene, había concluido su
labor. Se levantó del suelo, más orgulloso de su novia que de si mismo. Al fin
estaba seguro de no ganar ningún premio. Sus brazos colgaban rendidos y su
columna vertebral se le había dibujado en las espaldas: sentía su forma exacta y
fría, y después su ardor, al ensancharse como una culebra.
-¡Ustedes cuiden y no se muevan! –ordenó a las dos mujeres- ¡Una en esta
alformbra y otra en la de allá! ¡Yo me llevaré los trastos!
Fue casi lo último que habló. Cargando los manojos de flores sobrantes,
se sentó por un instante en una banqueta de la plaza, donde ya nadie le
preguntó nada, y después emprendió el camino a casa de Consuelo.
Se sentía incapaz de ir más lejos. Apenas cruzó el patio se sentó en el
poyo del corredor, humillado y con el pecho que le hervía contra si mismo.
Renunció fríamente a dormir. Aguardó a que menguara el dolor de sus espaldas
y luego miró por encima del patio las sombras de la huerta.
Todavía el cielo conservaba su luz en medio de una quietud que refrescaba
y enternecía. Libre de las urgencias del tejido, revivió los momentos previos a
su fatídica salida del día anterior. Al fondo del patio, liso y firme, sin una
mancha de lluvia, estaba la triste calle por donde a media noche desfilaría la
procesión: una calle solitaria y sin alfombras. Pensó en Consuelo, que, tarde,
mañana y noche, miraría exactamente las mismas cosas desde aquel lugar, y se
sintió transformado en ella y ella en él, viviendo y mirando juntos el patrio y
la calle. No dudó más decidido, corrió a encender todos los lamparines y velas
que halló, paso la mano por el centro del patio como si fuera un lecho, y dibujó
ahí con mano firme dos bellos cisnes, que luego serian de flores y que nadarían
en unas aguas hechas de semillas coloreadas. Lo hago por Consuelo y por la
casa que se ve muy triste, pensó. Y en seguida roció los pétalos con increíble
facilidad, igual que si trabajara a medio día, abrigado por el sol. Y también lo
hago por todo el pueblo, que sin duda se parará en la puerta y saludará esta
alfombra, se dijo. Aún no había concluido, pero supo que jamás había tejido
una alfombra tan primorosa como aquélla. Quizá por eso el rumor de unos
pasos y las sombras de dos bultos lo alegraron.
-¡Mira, Consuelo! ¡Mira, mamá! –gritó. Volviéndose-; ¡Digan si no sé tejer…!
Pero su voz se quebró y no supo si levantarse o quedarse en cuclillas,
esperando.
-¡Cierren el portón! –oyó gritar a Londoña, que, en medio de dos peones,
insultaba el aire con su silueta de bufanda y abrigo.
-¿Perdió las apuestas, don…? –atinó a decir, tan sólo a fin de demorar los
golpes que lloverían. Y finalmente vio que el hombre hacia una horrible seña, que
el portón estaba bien cerrado y que los peones se precipitaban sobre su
alfombra y sobre él,
aún antes de que se
COMPRENSIÓN DE LECTURA levantara.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
a) Instar: …………………………………………………………………………………
b) Sorna: …………………………………………………………………………………
c) Llanque: …………………………………………………………………………………
d) Baldaquino: …………………………………………………………………………………
e) Menguar: …………………………………………………………………………………
f) Dosel: …………………………………………………………………………………
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4. ¿En qué estado llegó Julio esa tarde a la plaza principal? ¿Cómo lo
recibieron Consuelo y su madre?
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5. ¿Qué problemas tenía Julio con Londoña? ¿Qué es lo que tenía y qué
deseaba secretamente?
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
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8. Menciona, paso a paso, todo lo que hizo Julio para tejer su alfombra
aquella tarde. Señala también cómo le ayudaron Consuelo y su
madre.
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 6
LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
II
¿Cómo lo consiguieron? Cuentan de extraños influjos. Los genios de la
tierra soplaron bajo las plantas su vitalidad monstruosa, y fue así como se hizo
el feo milagro.
El mundo de las gramas y de los arbustos subió una noche muchas
decenas de metros, como obedeciendo a un llamado imperioso de los astros.
Al día siguiente, los campesinos se desmayaron saliendo de sus ranchos
ante el trébol, alto como una catedral, y los trigales hechos selvas de oro.
Era para enloquecer. Los animales rugían de espanto, perdidos en la
oscuridad de los herbazales. Los pájaros piaban desesperadamente, encaramados
sus nidos en atalayas inauditas. No podían bajar en busca de las semillas: ya no
había suelo dorado de sol ni humilde tapiz de hierba!
Los pastores se detuvieron con sus ganados frente a los potreros; los
vellones blancos se negaban a penetrar en esa cosa compacta y oscuras
contra la misma copa azul de los eucaliptos.
III
Dícese que un mes transcurrió así. Luego vino la decadencia.
Y fue de este modo. Las violetas, que gustan de la sombra, con las testas
moradas a pleno sol, se secaron.
No importa apresuráronse a decir las cañas; eran una fruselería.
(pero en el país de las almas, se hizo duelo por ellas).
Las azucenas estirándole tallo hasta treinta metros, se quebraron.
Las copas de mármol cayeron lo mismo. (Pero las Gracias corrieron por el
bosque, plañendo lastimeras)
Los limoneros a esas alturas perdieron todas sus flores por las violencias
del viento libre. ¡Adiós cosecha!.
“No importa rezaron de nuevo las cañas; eran tan ácidos las frutos!.
El trébol se chamuscó, enroscándose los tallos como hilachas al fuego.
Las espigas se inclinaron, no ya con dulce laxitud; cayeron sobre el suelo
en toda su extravagancia longitud, como rieles inertes.
Las patatas por vigorizar en los tallos, dieron los tubérculos raquíticos: no
eran más que pepitas de manzana….
Ya las cañas no reina; estaban graves.
Ninguna flor de arbusto no de hierba se fecundó; los insectos no podían
llegar a ellas, sin achicharrarse las alitas.
Demás está decir que no hubo para los hombres pan ni fruto, ni forraje
para las bestias; hubo eso si, hambre; hubo dolor en la tierra.
En tal estado de cosas, sólo los grandes árboles quedaron encolumnes,
de pie y fuertes como siempre. Porque ellos no había pecado.
Las cañas, por fin, cayeron las ultimas, señalando el desastres total de la
teoría niveladora, podridas de raíces por la humanidad excesiva que la red de
follaje no dejó secar.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Espiguillas …………………………………………………………………………………
:
b) Inauditas: …………………………………………………………………………………
c) Fruselería: …………………………………………………………………………………
d) Laxitud: …………………………………………………………………………………
e) Estigma: …………………………………………………………………………………
f) Medula: …………………………………………………………………………………
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
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3 ¿Se realizó la revolución social? ¿Quiénes contribuyeron en la
realización del “feo milagro”? ¿Qué pasó con los seres vivientes
hombres y animales frente al monstruo espectáculo?
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5 ¿Qué consecuencias se dejaron sentir sobre la tierra? ¿Qué pasó con las
cañas vanidosas? ¿volvieron las plantas a sus primitivas formas? ¿que dijo
el poeta?
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Razonamiento Verbal:
Escribe el Sinónimo y Antónimo de las siguientes
palabras:
Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 7
LECTURA
EVELINE
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
había muerto y los Water habían vuelto a Inglaterra. ¡Todo cambia! Ahora ella
también se iría lejos, como los demás, abandonando el hogar paterno.
¡El hogar! Echó una mirada al cuarto, revisando todos los sujetos familiares que
había sacudido una vez por semana durante tantísimos años preguntándose de
dónde saldría ese polvo. Quizá no volvería a ver las cosas de la familia de las que
nunca soñó señararse. Y sin embargo en todo ese tiempo nunca averiguó el
nombre del cura cuya foto amarillenta colgada en la pared sobre el armario roto, al
lado de la estampa de las promesas a Santa Margarita Marín Alacoque. Fue amigo
de su padre. Cada vez que mostraba la foto a un visitante su padre solía alargársela
con una frase fácil:
- Ahora vive en Milbourne.
Ella había decidido dejar su casa, irse lejos. ¿Era ésta una decisión inteligente?
Trató de sopesar las partes del problema. En su casa por lo menos tenía casa y
comida; estaban aquellos que conocía de toda la vida. Claro que tenía que trabajar
duro, en la casa y en la calle. ¿Qué diría en la Tienda cuando supieran que se había
fugado con el novio? Tal vez dirían que era una idiota; y la sustituirían poniendo un
anuncio. Miss Gavan se alegraría. La tenía cogida con ella, sobre todo cuando
había gente delante.
- Miss Hill,¿no ve que está haciendo esperar a estas señoras?
- Por favor, Miss Hill, un poco más de viveza.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
Iba a comenzar a explorar una nueva vida con Frank. Frank era bueno, varonil,
campechano. Iba a irse con él en el barco de la noche y ser su esposo y vivir con él
en Buenos Aires, donde había puesto su casa. Recordaba bien la primera vez que
lo vio; se alojaba él en una casa de la calle mayor a la que ella iba de visita. Parecía
que no había pasado más que unas semanas. El estaba parado en la puerta, la
visera de la gorra echada para atrás, con el pelo cayéndole en la cara broncínea.
Llegaron a conocerse bien. El la esperaba todas las noches a la salida de la Tienda
y la acompañaba hasta su casa. La llevó a ver La Muchacha de Bohemia, y ella se
sintió en las nubes sentada con él en el teatro, en sitio desusado. A él le gustaba
mucho la música y cantaba un poco. La gente se enteró de que la enamoraba y,
cuando él cantaba aquello de la novia del marinero, ella siempre se sentía turbada.
El la apodó Poppens, en broma. Al principio era emocionante tener novio y
después él le empezó a gustar. Contaba cuentos de tierra lejanas. Había empezado
como camarero, ganando una libra al mes, en un buque de las líneas Allan que
navegaba al Canadá. Le recitó lo nombres de todos los barcos en que había viajado
y le enseñó los nombres de los diversos servicios. Había cruzado el estrecho de
Magallanes y le narró historias de los terribles patagones. Recaló en Buenos Aires,
decía, y había vuelto al terruño de vacaciones solamente. Naturalmente, el padre de
ella descubrió el noviazgo y le prohibió que tuviera nada que ver con él.
- Yo conozco muy bien a los marineros- le dijo.
Un día él sostuvo una discusión acalorada con Frank y después de eso ella tuvo
que verlo en secreto.
En la calle la tarde se había hecho noche cerrada. La blancura de las cartas se
destacaba en su regazo. Una era para Harry; la otra para su padre. Su hermano
favorito fue siempre Ernest, pero ella también quería a Harry. Se había dado cuenta
de que su padre se había envejecido últimamente; le echaría de menos. A veces él
sabía ser agradable. No hacía mucho, cuando ella tuvo que guardar cama por un
día, él le leyó un cuento de aparecidos y le hizo tostadas en el fogón. Otro día –su
madre vivía todavía- habían ido de picnic a la loma de Howth. Recordó cómo su
padre se puso el bonete de su madre para hacer reír a los niños.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
El barco lanzó un largo y condolido pitazo hacia la niebla. De irse ahora, mañana
estaría mar afuera con Frank, rumbo a Buenos Aires. Ya él había sacado los
pasajes. ¿Todavía se echaría atrás, después de todo lo que él había hecho por ella?
Su desánimo le causó náuseas físicas y continúo moviendo los labios en una
oración silenciosa y ferviente.
Una campanada sonó en su corazón. Sintió su mano coger la suya.
- ¡Ven!
Todos los mares del mundo se agitaban en su seno. El tiraba de ella: la iba a
ahogar. Se agarró con las dos manos a la barandilla de hierro.
- ¡Ven!
¡No! ¡No! ¡No! Imposible. Sus manos se aferraron frenéticas a la baranda. Dio un
grito de angustia hacia el mar.
- ¡Eveline! ¡Evvy!
Se apresuro a pasar la barrera, diciéndole a ella que lo siguiera. La gritaron que
avanzara, pero él seguía llamándola. Se enfrentó a él con cara lívida, pasiva, como
un animal indefenso. Sus ojos no tuvieron para él ni un vestigio de amor o de adiós
o de reconocimiento.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Endrino: …………………………………………………………………………………
b) Picnic: …………………………………………………………………………………
c) Organillero: …………………………………………………………………………………
d) Cretona: …………………………………………………………………………………
e) Fogón: …………………………………………………………………………………
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
f) Reclinar: …………………………………………………………………………………
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3. Describe a Frank.
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5. ¿Cuál es el desenlace? ¿Por qué, crees tú, toma esa decisión final la
protagonista?.
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Sinónimo Antónimo
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
TEXTO Nº 8
LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
Unos de los pocos nombres reales que aparecen en mis primeros cuentos
(“Idilio”, “Sábado de gloria”) es el de Margaret Sullavan. Y aparece por una razón
sencilla. Es inevitable que en la adolescencia uno se enamore de una actriz, y ese
enamoramiento suele ser definitorio y también formativo. Una actriz de cine no es
exactamente una mujer; más bien es una imagen. Y a esa edad uno tiende, como
primera tentativa, a enamorarse de imágenes de mujer antes que de mujeres de
carne y hueso. Luego, cuando se va penetrando realmente en la vida, no hay mujer
celuloide – al fin de cuentas, sólo captable por la vista y el oído- capaz de competir
con las mujeres reales, igualmente captables por ambos sentidos, pero que además
pueden ser disfrutadas por el gusto, el olfato y el tacto.
Pero la actriz que por primera vez nos corta el aliento e invade nuestros
insomnios, significa también nuestro primer ensayo de emoción, nuestro primer
borrador de amor. Un borrador que años después pasaremos en limpio con alguna
muchacha –o mujer- que seguramente poco o nada se asemejará a aquella imagen
de inauguración, pero que en cambio tendrá la ventaja de sus manos tangibles con
mensajes de vida, de sus labios besables sin más trámite, de sus ojos que no sólo
sirvan para ser mirados sino también para mirarnos.
Margaret Sullavan había sido eso para mí. Es claro que, cuando escribí los
cuentos, ya no era por cierto un adolescente. Aunque todavía daban en los cines
montevideanos alguna que otra película de su última época, y aunque por supuesto
no me perdía ninguna, yo ya había pasado más de una vez en limpio aquel borrador
de amor, y en consecuencia podía verlo con distancia y objetividad, pero también
con una cálida nostalgia, con una alegre gratitud, como siempre se mira, a través
del tiempo esmerilado, a la mujer que de alguna manera nos ha iniciado en el viaje
amoroso.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
No obstante, sólo años después advertí con precisión que lugarcito había
ganado en mi vida la incajeable, maravillosa protagonista de Y ahora qué y El bazar
de las sorpresas. En enero de 1960 estaba con mi mujer en Nueva Cork. Una tarde
nos encontramos con cuatro amigos uruguayos y decidimos cenar también
temprano e ir luego a un teatro del Village donde se representaba Our Town, de
Thornton Wilder, en la notable versión de José Quintero. La pieza llevaba ya varios
meses en cartel, pero no era fácil conseguir entradas en las horas previas a cada
función; de modo que, mientras los otros se instalaban en un restauran italiano de
ruidosa clientela, yo me largué hasta el teatro a ver si conseguir localidades para
seis.
De entrada me sorprendió que el bolero no tuviera aspecto de tal, aunque si
alguien me hubiese obligado a una definición, no habría sabido decir como era el
aspecto de un boletero inconfundible. Este era joven, delgado; tenía unos anteojos
de armazón oscura y cristales de miope; su aspecto era de estudiante de letras o de
primer clarinete. El vestíbulo del teatro estaba desierto y eso estimuló mis
esperanzas. Pero la razón de esa paz era muy simple: no había localidades.
Cuando pregunté si existía alguna remota posibilidad de conseguir seis entradas
(“sólo seis entradas, señor”), el muchacho levantó la vista de un ajado ejemplar del
New Yorker y me miró con tajante desprecio: “¿A esta hora seis localidades? ¿En
qué mundo vive? El tipo tenía razón. Yo no estaba nada seguro del mundo en que
vivía. Pero me sentí como un provinciano al que rezongan porque no se atreven
con la escalera mecánica o con le teléfono público. A pesar de todo, no me fui
enseguida. Me quede unos minutos mirando las fotografías del elenco, tal vez con
la secreta esperanza de que alguien viniera a devolver seis entradas., ni una más, ni
una menos.
Entonces sonó el teléfono. El muchacho hizo un nuevo gesto de fastidio, ya
que debía interrumpir otra vez su lectura del New York, o quizá porque estaba
cansado de repetir con voz gangosa que no había localidades. De pronto su rostro
se transfiguró. Se quitó los anteojos con un gesto rabioso, y dijo casi sollozando:
“¡No! ¡No! ¡No puede ser!” Después colgó, con un gesto brusco y desprendido, tan
maquinal como marginal, y hundió la vencida cabeza entre los dedos flacos y
temblorosos.
Yo era el único testigo de aquella congoja. Pese a la agresiva respuesta que me
había propinado, pensé que podía sentirse mal y me acerqué. Le toqué apenas un
brazo, sólo para que notaran mi presencia. Le pregunté si le sucedía algo, si había
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
recibido una mala noticia, si lo podía ayudar, etc. entonces levantó la cabeza, y me
miró con los ojos sin cristales, como a través de una ventana con lluvia o de un
recuerdo inmóvil.
“Murió Margaret Sullavan”. Lo dijo lentamente, marcado cada sílaba, como si
quisiera dejar bien claro que se sentía indefenso, que se sentía desgraciado, y que
no se estaba mandando la parte.
Entonces fui yo el que dije, en otro estilo y en otro idioma, claro, como para
mi mismo y para nadie más: “No, no puede ser”. El muchacho no entendió las
palabras en español, pero seguramente comprendió mi asombro, mi tristeza. Me
recosté contra la pared, porque necesitaba algo en qué apoyarme. Nos miramos el
boletero y yo; él, un poco asombrado de haber hallado imprevistamente a otro
viudo de Margaret, allí, en el teatro, al alcance de su mano huesuda; yo, apenas
consciente de que en ese instante se extinguía el último rescoldo de mi ya lejana
adolescencia.
De pronto el boletero se paso una mano por los ojos, a fin de arrastrar sin disimulo
las lágrimas, y me preguntó con la voz entrecortada, pero ya no gangosa:
“¿Cuántas entradas dijo que quería? ¿Seis? Abrió un cajoncito y extrajo seis
entradas, unidas por un alfiler, y me las dio. Le pagué, sin decir nada. Darle una
propina en aquellas circunstancias habría sido un agravio; algo absolutamente
descartable entre dos viudos de la misma imagen. Nos dimos la mano y todo.
Como dos deudos. Casi como hubiera podido sentirse James Stewart, pareja de
Margaret en tantas películas.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Desinhibido: …………………………………………………………………………………
b) Boletero: …………………………………………………………………………………
c) Nudillos: …………………………………………………………………………………
d) Celuloide: …………………………………………………………………………………
e) Sollozar: …………………………………………………………………………………
f) Rescoldo: …………………………………………………………………………………
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
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Sinónimo Antónimo
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la
obra, indicando el número de la página.
La presente obra no está dividido en nada de éstas, sino la obra es
corrida.
4. Copie textualmente, indicando el número de la página, algunas
expresiones o algunos párrafos que le parecieron más interesantes:
“Nunca admitiré en mi casa al belicoso Marte; jamás cantará en mesa el
himno de Harmodio, porque es un ser cuya embriaguez es temible”. (Pág.
101)
“Ojala me despose contigo un Amor coronado de rosas como el que
está allí pintado” (Pág. 102)
“No os ofendáis, espectadores, de que siendo un mendigo, me atreva a
hablar de política en una comedia; pues también la comedia conoce lo
que es justo”. (Pág. 70)
“Cuando pesares me han roído el corazón” (Pág. 37)
“Buen hombre, ala bien tan delicada mercancía, no se te quiebre en el
camino”. (Pág. 98)
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
Finalmente, el propósito del autor al escribir esta obra fue demostrar las
ventajas de la paz, y la convivencia de reconciliarse 2 pueblos que
estaban en guerra.
MODELO DE FICHA DE
I.- DATOS DEL ALUMNO:
55
EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
Sus obras que subsisten se escalonan en orden cronológico como son: Los
suplicantes, arcaica mitad rito, drama (492), los Persas (472), a lo cual
acompañado otras dos tragedias desligadas de ella FINEO y GALUCO de
Potnias, y el drama satírico Prometeo. Los siete contra tebas (467), a lo cual
precedía, Layo y Edipo, y le seguía el drama satírico La Esfinge Prometeo
encadenado, probablemente poco posterior. (no sabemos que lugar habrá
ocupado en su trilogía, pero si procedía al Prometeo Libertado), pero hay duda
que perteneciera a la trilogía 5,6,7. La Orestiada (458) única trilogía completa
que conservamos de todo teatro griego, integrado por Agamenón, las coéforas,
las Euménides.
3. Escriba los títulos de las partes, capítulos, etc., en que está dividida la obra,
indicando el número de la página.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – CUARTO GRADO DE SECUNDARIA
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