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2014
Riccardo Campa
1. Prefacio
2. El milenarismo
3. El sortilegio
4. La maravilla
5. La apariencia
6. La premonición
7. La memoria
8. El diálogo
9. La argumentación
10. La conjetura
11. La especulación
12. La comprensión
13. La instancia
14. Lo incompleto
15. La inestabilidad
16. El artificio
17. El engaño
18. La sociabilidad
19 La revuelta
20. La inadecuación
21. La precariedad
22 La expectativa
23. La contemplación
1. PREFACIO
cognoscitivas. Tanto es así, que los viajeros medievales eran, al mismo tiempo, los
testigos de un modo de entender y de sentir que, aunque representados por usos y
costumbres diferenciados, remitían a un tipo de unidad genética que será exaltada
posteriormente por la Ilustración. Los navegantes europeos se asombraban al llegar a las
ilimitadas regiones asiáticas y a las inmensas extensiones americanas, ante la afinidad y
la diversidad que descubrieron en los habitantes locales. En China, los emisarios de la
cultura europea difundieron las nociones de la ciencia que, únicamente después de
pasados los siglos, constituirán los factores exponenciales de la conformación
institucional y la causa –o el prejuicio– del compromiso y el conflicto. Pian del Carpine,
Matteo Rizos o Marco Polo, cuentan su experiencia utilizando las alegorías o las
categorías cognoscitivas de Occidente. Cristóbal Colón escribe, en su Diario de abordo,
que en uno de los lugares en los que se le hace más apremiante el recuerdo de España es
en un lugar donde el viento sopla como en el mes de abril andaluz. Las lenguas y las
escrituras, si bien diferentes, pueden hacer referencia a hallazgos arqueológicos, a
paisajes, en los que las connotaciones son afines o diferentes respecto al modelo vigente
en Europa. Así, el recorrido inédito e innovador del navegante se vuelve menos
complicado porque se encuentra sujeto a la comparación con el milieu cultural de
procedencia.
La paz del mundo quedaría, así, asegurada por la técnica artificial moderna, sin
estar condicionada por los recursos existentes en las diversas áreas del planeta, donde
intervienen comunidades culturalmente distintas. El augurio –pronosticado y difundido
durante la conferencia ginebrina de 1955 en la pregunta: «¿El átomo unirá el mundo?
(«L’atome unira-t-il le monde ?)»– se encuentra aún lejos de hallar una correspondencia
en los sectores propulsores del hemisferio occidental y, de manera más pronunciada, en
los del oriental. El proceso de producción y consumo, por una parte, favorece la
homogeneización del género humano y, por otra, alimenta los contrastes, los
desequilibrios, las reivindicaciones y las agitaciones políticas y sociales a escala
planetaria. Lo que provoca que sea la precariedad la categoría que sugiere este largo
período de transición, del que no se divisa el final. Y, que por su parte, la fidelidad –a
un ideal, a una convicción o a una forma de convivencia– quede excluida al
abandonarse la uniformidad. Las múltiples manifestaciones de esta homogeneidad
uniforme se visualiza en los objetos y bienes seriados, en una especie de egoísmo
ecuménico, en el que tienen razón de ser los especuladores, aquellos que se las ingenian
en las expectativas de lo próximo. Siendo así, el deseo prevalece sobre todas las
propensiones humanas y la producción se sirve de la publicidad para activar dicho deseo
y sofocarlo con una serie de descubrimientos artificiales de aparente consistencia y
efectiva fragilidad. El mundo se configura ilusoriamente como «un triste teatro del
placer»2 y la iniciación a las novedades se muestra como un tipo de antídoto a la
indignación. Como consecuencia, la realidad objetiva domina la individualidad, que es
forzada a encerrarse en sí misma, ante la expectativa de que llegue una fuerza salvadora
que la supere. La dramática necedad de los exégetas del presente sostiene el olvido, al
4 RICCARDO CAMPA
Inteligencia y objetos
∗
Hace referencia al poeta Eugenio Montale (N.T.).
6 RICCARDO CAMPA
objetiva. Una teoría y otra parten del presupuesto de que los instintos de supervivencia y
los del abuso del poder son congénitos y que solo se pueden armonizar socialmente –de
modo racional– de modo que produzcan el menor daño posible a la integridad del
género humano. Mientras que el asalto al cielo se hace de forma cada vez más perspicaz
y dominante (mediante los satélites), la acción en la Tierra lleva a que las masas
humanas se extienden por las diversas regiones del planeta, en el intento de afirmar sus
derechos inalienables frente a los cálculos expropiadores del colonialismo tradicional y
el colonialismo tecnológico y financiero.
humano. La quiebra de los regímenes totalitarios y, más aún, la de los déspotas se debe
a la imposibilidad de sostener la tradición, entendida como la forma estática del modo
de ser de una comunidad. La ampliación de los medios de comunicación evidencia las
clasificaciones económicas y sociales del planeta, subrayando «perversamente» sus
diferencias y sus intrínseca discrasia. La transición de los regímenes autoritarios a los
democráticos se realiza prácticamente en todos los sitios de forma incruenta, como un
proceso inevitable, debido a la (forzosa) imposición del paso del tiempo. Un tipo de
aristocracia inverosímil representa el modelo ideal al que orientar los recursos de la
humanidad, que se emancipa de la mediocridad (castigada bajo la forma de la
burguesía). Y la imposibilidad del acceso al bienestar incondicionado se rechaza bajo el
pretexto de la implicación escatológica.
La nueva religión pánica satisface la insatisfacción y no teme la paz social como
el fin del equilibrio inestable en el que se asienta –hasta ahora– la civilización. La
democracia liberal –llamada por algunos democracia deliberativa– se realiza por
contaminación: los sistemas de comunicación permiten participar a todos en las
dificultades y las soluciones de todo. La reciprocidad de la influencia popular induce a
los componentes sociales de los países particulares a buscar una sintonía entre ellos.
Esta sintonía se encuentra en la base del fundamento de la doctrina de la representación,
proclamada por Max Weber y Norberto Bobbio. La revolución industrial continúa
cosechando víctimas en las regiones regidas por sistemas autoritarios, considerados no
solo arcaicos, sino en crisis de identidad, frente al entusiasmo popular, que se perfila en
la actualidad, dominada por la fantasmagoría tecnológica, por la objetividad seriada y
por la artificialidad, como bienes indispensables para satisfacer el carácter lúdico
personal y el egoísmo colectivo. La riqueza, en efecto, se distribuye «virtualmente» a
escala planetaria: sus usuarios se identifican con sus promotores agitadores, que
trasladan dicha riqueza de un lugar a otro, según el provecho que tengan en el preciso
momento. La riqueza acumulada en las democracias liberales es inestable, voluble, todo
se basa en una decisión emotiva que aspira a conseguir un consentimiento cada vez más
amplio y menos condicionado por las premoniciones ideológicas y políticas. La
democracia dialógica concierne a la problemática del equilibrio, entendida como el
estadio más congruente de la emancipación.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 17
2. EL MILENARISMO
mismo tiempo, como exégesis crítica de un mundo complejo, sujeto a una sombra, que
se cierra en torno a sí mismo con las procaces figuras del extremismo hitleriano. El
fascismo es más popular-nacional y exalta las rocambolescas manías de grandeza de
todos los que reconocen, en su pequeñez, la esfera idílica y bufonesca de la concordia
discors de la incongruencia y la versatilidad. «El modelo de la “comunidad del pueblo”
fue esgrimido como la nueva panacea de los problemas económicos y sociales en lugar
del pluralismo democrático o la lucha de clases. La primacía del pensamiento militar y
la doctrina racista como principio de configuración de la política mundial eran los
instrumentos con los que debía movilizarse y coordinarse a las masas»3. El
nacionalismo reivindicacionista se ejercita de forma agresiva para conseguir, de forma
concreta, los efectos a largo plazo oscurecidos por el análisis ideológico y conceptual.
La filosofía de la acción (el actualismo de Giovanni Gentile) se funda en la
exasperación del pragmatismo de tipo anglosajón. Esta característica ideológica es la
causa de cierta curiosidad por parte de la prensa y de algunas personalidades
anglosajonas desde los años Veinte hasta los primeros años de la década de los Cuarenta
del siglo XX. La infatuación para estos fundadores de imperios, sustentados por la
extemporaneidad vikinga o romana, es parte del folclore de la época, dominada
completamente por la mitología heroica, fabulosa y escenográfica, compensadora de la
precariedad de la contingencia. «La idea alemana –sostiene Friedrich Meinecke– del
Estado de poder, cuya historia se inicia con Hegel, habría de encontrar en Hitler su más
amarga y fatídica sublimación y explotación»4. La previsión hegeliana, en todo caso, es
una simple suposición histórica, que no encuentra confirmación en las armas
ideológicas del nacionalsocialismo alemán de los años Treinta del siglo XX. La
«comunidad popular» constituye el factor detonante de la propulsión nacionalsocialista.
A la nacionalización de los recursos, promovida por los partidos de izquierda,
responden desde la misma temática los partidos de derecha y, particularmente, en su
forma hitleriana. El «golpe de Estado», por ambas partes, consiste en el predominio del
poder público sobre lo privado, considerando también el hecho de que los procesos de
profunda transformación del aparato productivo y el sistema distributivo no pueden
realizarse sin una dirección persistente y tenaz. El continuo debate sobre cuáles son las
condiciones sociales más justas incentivan la superficialidad y la ilegalidad. La actitud
carismática, representada cinematográficamente, en efecto, se define por su
insignificancia. El tutor del orden es una comparsa de la historia, una figura caduca de
la incongruencia mental de un pueblo que lleva prolongando mucho tiempo las viejas
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 29
costumbres y los pioneros de una mayor y cruenta disciplina social. La asimilación del
vagabundeo al estatuto de una orden religiosa hace patente el principio de la
providencia y de la eventualidad como los principios rectores del nuevo orden mental e
institucional. La lucha, la madre de todas las cosas, predomina sobre la conciencia
liberal y democrática, acusada de ser excesivamente condescendiente con los hábitos
criminales de los seres mortales, destinados, sin embargo, a las más altas
confrontaciones en las vidas de los pueblos y las naciones, dignos de perturbar la
historia y de negarle un final feliz, de modo que oscurezca la temperie de los «inicios».
El nuevo ciclo del mundo es la era de los acróbatas y de los escenarios arabescos de la
militancia religiosa-miliar. El miles y el sacerdos tienden a identificarse y a actuar
conjuntamente para conservar su preeminencia sobre el género humano. El ascetismo
dubitativo es el único patrimonio de la cultura tradicional que vivifica los propósitos de
la acción. El heroísmo beatifica el comportamiento colectivo, que modifica en el nacer
las aptitudes individuales y sus prerrogativas ideales. El imperio de la voluntad
monopoliza la acción, que prescinde de las ardides de la razón y la hace ineficaz. La
irracionalidad no consiste en refutar la razón, sino en no hacerla practicable. Su región
de interés parece residir en un universo degradado en la inutilidad y el tormento interior.
Neri ) constituyen los factores que movilizan las masas del siglo XX. La táctica del
∗
martilleo escenográfico aparece de forma preponderante en todo el siglo XX, como algo
distinto a las anteriores formas dialécticas utilizadas en las aglomeraciones. El sonido
aparece de forma hegemónica sobre el intelecto y lo hace insensible a las
manifestaciones de la conjetura y la conceptualización. El ruido de fondo, estridente
frente al silencio abismal, fundamenta la «dictadura» del orden. El epicentro de la toma
de decisión es un punto catártico, intersticial, entre lo que se quiere entender y lo que se
supone haber comprendido. La misión implosiva da razón de estas argumentaciones a
posteriori, cuando sus resultados se presentan como si fueran irrefutables. El ejercicio
de la predicción se vincula al volumen sonoro del «profeta» de turno que, mejor aún si
está vestido con orbace, realiza una asamblea de presbiterios en una experiencia
sacrificial. Los viajes por el sitio al sol, el solitario fondo sobre la «rompiente» son ∗∗∗
∗
Literalmente «los Negros». La expresión «I Neri» - « I guelfi neri» hace referencia en la historia de la
Comuna medieval de Florencia (s. XIII) a una de las facciones de los güelfos que representaba los
intereses de la nobleza, enfrentados a «los blancos» - «I guelfi Bianchi» que representaban los intereses
de la burguesía (N.T.).
En italiano «bagnasciuga» hace referencia al famoso discurso de Benito Mussoni de 24 de junio de
∗∗∗
viajeros, de los comerciantes o aventureros. El tour del Setecientos inglés cede el sitio,
en los primeros años del Novecientos, al movimiento de los obreros, que se extiende por
la superficie del planeta, no por las posibilidades y el capricho, sino por las necesidades.
La psicosis del golpe de Estado –sea en la fase preparatoria, sea en la fase final– permite
a sus partidarios dividir la opinión pública en dos bandos contrarios: en sus partidarios y
en sus detractores. La filosofía de la acción se convierte en una amenaza y una
provocación cuando los recursos democráticos no saben como afrontar los desafíos de
la industrialización. La contraposición entre conservadores y progresistas ensombrece la
guerra civil, el ritual de dos categorías que connotan el comportamiento humano que no
acepta su complementariedad. Por otra parte, el hecho de ser recíprocamente
incompatibles legitima el estado de asedio, la movilización y la disposición frontal. La
legitimación de la comparación ideológica se descubre virtualmente en la radicalización
de las elecciones, que en la efectiva realidad son interactivas y ambas necesarias. La
necesidad de una de las dos redacta, en sentido temporal, el protocolo del fallido
acuerdo entre los dos partidos, en los que los persuasores ocultos de las masas
administran la fase resbaladiza del conflicto. La acción y la reacción se disputan el
derecho al predominio, incluso después de una cruenta fase de insólita contención. La
atmósfera de animosidad predomina sobre las causas del golpe de Estado, cuando las
dos facciones en contienda intentan conseguir prosélitos de «última hora». El
convencimiento vespertino concierne sobre todo a los que desisten de la incongruencia
del amigo-enemigo, entendiéndola como una patología social que puede ser afrontada
legalmente y por todos los partidos políticos que mantienen en su interior el sentido de
la colectividad.
∗
Tensón (en italiano «tenzone») subgénero de la lírica medieval (occitana) trovadoresca en que aparecen
las críticas mutuas entre juglares y trovadores o entre trovadores (N.T.).
36 RICCARDO CAMPA
convierten en los instrumentos de la lucha, sobre todo contra el moralismo burgués, que
la literatura histórica señala con las infamias y las aberraciones de las que la sociedad en
su conjunto se responsabiliza. Se dota, así, la clase obrera de una ética irreprensible, al
estar privada de los medios necesarios para transgredirla. La moral común se vincula
económicamente a la moral de la acción o a la del sentir común. El fanatismo concede a
la táctica una puesta en escena capaz de incentivar incluso las adhesiones de los que no
están convencidos, pero que son tendencialmente fundamentalistas y radicales. El
antiparlamentarismo se expresa en el individual uso malsonante de las formas verbales,
capaz de inducir a la aceptación antes que a la convicción, los interlocutores de una
época angustiosamente declamatoria en el sentido corporativo y nacionalista. El
dualismo centralismo-federalismo se resuelve, en los regímenes totalitarios, en el
centralismo escrito por el subjetivismo intérprete del universo próximo y remoto, que se
perfila sobre la guía de los impulsos determinantes de la estructura, evocada por las
tempestades de acero de Ernst Jünger.
no permite a las peculiaridades regionales que tengan una mayor confianza en las
tradiciones, llamando la atención sobre el arcaísmo y señalando las sumisiones al orden
unitario, ecuménico, al que se dirigen las ilusiones compuestas de las variables
culturales y las dependencias territoriales del orden institucional. La unidad política se
basa en un proceso cognitivo, en el que supera y desacredita la diversidad.
Paradójicamente, el totalitarismo se propone como el restaurador de un orden, que se ha
convertido en impracticable por el desconcierto sectorial. La discordia entre los propios
miembros de un país se debe a la mística de la conurbación étnica y racial. Se disocian
los factores económicos y sociales de los antropológicos, de modo que el totalitarismo
intenta restablecer el curso de la naturaleza en la contingencia. La apologética
experiencia del médium, al que accede sofisticadamente la propaganda de régimen,
atenúa las verdaderas diferencias sociales, con el fin de propiciar un status symbol, que
enorgullece a quien se considera en los márgenes más inclementes de la dinámica
cognoscitiva y creativa de los órdenes comunitarios. La mística política es una práctica
didascálica, que intenta vertebrare ideológicamente a cuántos se aventuran en el
escenario social, en el intento de adquirir un mínimo de consideración. La organización
jerárquica y centrífuga es totalizante y ecuménica y da la sensación colectiva de
participar en forma coordinada en una aventura histórica. La ilegalidad se conjuga con
el terror y el régimen consigue un consentimiento interclasista, ya que –según la
concepción de Carl Schmitt– se difunde la amenaza del enemigo interior y exterior. El
peligro elimina el conflicto social, que se manifiesta en las condiciones del encierro del
bienestar por parte de los contendientes de un mismo orden institucional. El decreto
presidencial, que precede a la definitiva cancelación del parlamento, se aminora cuando
el régimen totalitario se vuelve operante. El sentido de la precariedad social, confutado
ideológicamente a través de la restricción de los derechos individuales, otorga a la
función pública una tarea de especial relieve en su manifestación extemporánea. El
declive del Estado democrático de derecho y la constitución del Estado burocrático se
justifican con las instancias profesadas en sordina por una mayoría, que ambiciona
compartir con el «caudillo» la visión de un mundo renovado por los fundamentos,
antropológicamente selectivos y providenciales.
El entusiasmo por la guerra es, sin embargo, indescifrable entre los partidarios
del sistema totalitario. Aunque el expansionismo constituya la parte más intrigante del
programa del gobierno totalitario, la aprensión por la ofensa de traer a las poblaciones
inermes es difundida desde los altos mandos que, a diferencia de los conmilitones faltos
de responsabilidades tácticas y estratégicas, se someten a imperiosos y dramáticos
arrepentimientos morales, en contraste con su consentimiento y juramento al
endemoniado sistema autoritario. La dependencia de una entidad elíptica,
psicoanalíticamente indescifrable, hace menos inclemente la angustia existencial de
cuantos se sienten expuestos a un juicio moral, que les sobrepasa. Las innumerables
tentativas de sustraerse al vilipendio de la perdición, por parte de algunos miembros de
los Altos Mandos, casi siempre son míseramente quebradas. En el llamado Mal absoluto
se configura la mítica injerencia en la cotidianidad del demoníaco influjo de la
aberración (general, difusa). La apocalíptica intrusión del Mal en el acontecimiento
humano es, por así decir, interceptada por el tutor del orden, el rastreador de la historia
y el destino de los hombres y las naciones. El (senequista) suicidio a menudo
«interviene» con el fin de sellar la inmarcesible confianza en el conductor de los
pueblos en la nueva alianza por el dominio del mundo. La filología y la lexicografía se
emplean con el fin de dominar: las ciudades ocupadas por el expansionismo totalitario
toman el nombre de la matriz lingüística de ocupación. Los ejemplos más conocidos
son: el de Besançon, que toma el nombre, durante la ocupación alemana de Francia, de
Bisanz; y el de Latina, que toma el nombre, durante el fascismo italiano, de Littoria.
Naturalmente, después de las «tempestades de acero» de Ernst Jünger, también el
aspecto nominal y la toponimia, vuelven al status quo ante, conjugando así las fases
históricas, realizadas después de los profundos trastornos intestinos y externos,
provocados por las ideologías agitadas de las consolidadas condiciones institucionales.
mesurado desarrollo del potencial inventivo y productivo del orden institucional. Los
conflictos de competencia de los diversos sectores del aparato estatal otorgan un
ulterior, e inusitado, poder al tutor del orden que, en los momentos de mayor malestar,
puede cargar la responsabilidad del fracaso productivo, organizativo o bélico, en los
representantes de los sectores operativos. El fatalismo también domina las mentes más
propensas al carácter irreparable del desastre de la hegemonía totalitaria. Las
predisposiciones anémicas a la supervivencia tras el naufragio totalitario no encuentran
consuelo ni siquiera cuando aparece la normalización. El trauma del totalitarismo
también se identifica con una condena contumaz, por cuánto siempre se persigue, si
bien en las formas ateridas y silentes, permitidas por la emergencia y consideradas
inevitables y funestas. El perverso heroísmo se exalta como un crimen necesario para el
cumplimiento de un acontecimiento, considerado salvífico y providencial (por quienes
quieren actualizarlo). El empleo de los eufemismos (el sinónimo de la deportación es la
emigración) constituye una paranoica concesión a la etimología del movimiento y la
banalización de los entes y las cosas. La pequeñez de la existencia es significativamente
designada como la solución final. La conspiración se configura como la postulación
gloriosa del sentido común y de la recobrada inhibición moral. El escepticismo de los
realistas a ultranza también influye en quienes preferirían la acción combinada con la
indiferencia, incluso si no se esconde la inevitable quiebra de las tentativas para
establecer la legalidad. La resistencia pasiva anima el silencio, pero nada más. Se
pospone el juicio político por parte de los disidentes in pectore. Solamente el curso de
los acontecimientos puede engendrar el sortilegio de la redención social. El pecado de
omisión se descubre como una vergüenza colectiva. El conformismo es el pecado
capital de los totalitarismos, que, a su vez, confunden la adicción con la lealtad. Sin
embargo, la imperceptibilidad del disenso suscita las aprensiones del poder tutorial, que
engruesa el hilo de los espías, de los informadores, a veces movidos por tensiones
domésticas. El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias y Oficio de difuntos de
Arturo Uslar Pietri son dos obras de la literatura latinoamericana inspiradas en los
hechos que determinan las dictaduras que tienden a la tiranía. Los protagonistas
ostentan las certezas de que el mundo de la normalidad no permite el normal desarrollo
de la cotidianidad. Su facultad mediática les autoriza a sacrificar las víctimas a veces
inconscientes, que insidian las tenebrosas atmósferas de la forzosa gestión del poder. La
irremediable situación contingente les induce a transformar cada ocasión de aparentes
insolvencias sociales en conflictos endémicos, en los que, como los peces en la red, se
54 RICCARDO CAMPA
aún noble en sus intentos, se presenta en sus hoscos significados y, casi siempre, de
forma inconclusa, por los que se expone a la opinión pública, generalmente insensible a
las instancias degeneradas en la condena. La victoria de una de las partes en contienda
genera el consenso de la mayoría, por su naturaleza proclive al vencedor, a la nueva
estación justicialista. La condena siempre encuentra un fundamento consensual en la
multitud indiferenciada, que no es proclive a elevar sus sentimientos de rencor y
traición.
3. EL SORTILEGIO
las que impiden personalizar los fenómenos naturales y sociales ya que, por definición,
en la moderna gnoseología, los precipitados históricos de los factores son entre ellos
complementarios, subsidiarios, contrastantes (y, a veces, contradictorios). La unicidad
de los acontecimientos, en los que se interesa el historiador, es el epifenómeno de
factores coordinados y concomitantes, que determinan efectivamente su relevancia. Por
contra, respecto a la petición idealista, Carl Hempel sustenta que la historia se identifica
con la búsqueda (con el régimen conceptual, mediante el cual la asunción de los
significados de los acontecimientos se deduce del examen de los procesos políticos,
económicos, sociales, que interaccionan según el principio de la causa y el efecto o
según el principio de la imprevisibilidad, de una casualidad, a veces, disoluta). «En un
tipo de búsqueda, que se orienta hacia la presencia del propio objeto –escribe William
H. Dray– puede chocar la afirmación de que podemos conocerlos con la percepción,
más de lo que se pueda expresar adecuadamente con el lenguaje. Pero la búsqueda
histórica trata sobre objetos del todo realizados. Lo que está presente a los sentidos del
historiador es solo su testimonio»1. Y es justo esta lisa exigencia simbólica a inducir lo
histórico, a repensar las causas de la temperie social, donde se supone se han verificado
los acontecimientos de su indagación. La presunción no tiene connotaciones postuladas:
es sencillamente un precepto digresivo, útil para aclarar las certezas, que pueden
encontrar igualmente confutaciones plausibles.
La distinción entre una historia realizada por temas o periodos tiene solamente
un sentido alegórico, pues cada problemática, referida a acontecimientos periódicos,
recuerda en sí misma la espacialidad y la temporalidad de su cumplimiento. Un grado
de arbitrariedad sopla como los vientos alisios sobre cada investigación, que
directamente o indirectamente tenga un interés objetivo, es decir que afecte a una región
del mundo, y que tiene una implicación en la iniciativa. La investigación sobre la
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 71
Inglaterra victoriana envuelve una región del planeta mucho más amplia que la pérfida
Albión: la revolución industrial, el imperialismo, la imposición de una economía y un
modelo existencial, regulada por un rígido procedimiento jerárquico, contribuyen a
codificar un régimen político, que contempla la libertad individual sobre el inadmisible
aprendizaje de las poblaciones redimibles, pero sometidas, que gravitan en la economía
subrepticia del trueque y el regalo, rodeadas de un fideísmo que lleva a la renuncia, y a
veces, al fetichismo. La literatura moderna de Edward Morgan Forster describe la
remisión de los pecados de una generación isleña con la afectividad contratada en los
ambientes depositarios de un humanitarismo más sedimentario y menos caustico que el
inglés, como es el italiano, retenido –en apnea– salvífico y providencial.
La irracionalidad fustiga las costumbres de los centros del poder tutelar, que la
revolución industrial configura como las terminales orgiásticas de la injusticia y los
laboratorios de las nuevas agregaciones humanas, sobre la base de la iniciación al
bienestar y a la solidaridad. La identificación –expresada por Arthur O. Lovejoy– del
historiador de la fase temporal, que intenta tratar, no contradice la posición de Dewey y
Benedetto Cruz, para quienes la historia se escribe mirando el presente que, en la
posición del historiador, manifiesta intrínsecamente la tendencia a representar el pasado
con las categorías y las argumentaciones conmensurables con la realización de la
experiencia. Lovejoy observa oportunamente que la exigencia de la actualidad no puede
transformar al historiador en un reformador social. El correctivo, realizado por Lovejoy
a cualquier teoría rígidamente pragmática, se justifica en el propósito de afrontar la
representación del pasado con el fundamento del concierto humano, de modo que se
destacan sus características, sea en sentido absoluto, sea en sentido relativo; tanto las
que son temporalmente irredimibles (por ejemplo, el canibalismo), como las edificantes.
El pasado no puede examinarse en sus mismos términos, ya que son extraños a la
actualidad. Como es sabido, también la evolución léxica y sintáctica, dentro de un
mismo habitat lingüístico, contribuye a diferenciar el orden de los eventos, del de los
resultados, que pueden reflejarse en la argumentación prorrogada y en la actual.
La noción histórica interacciona con las problemáticas cognoscitivas, que decretan, por
así decir, la valencia conmemorativa. La narración persigue el objetivo de
corresponsabilizar a todos los que son considerados de manera contumaz por la
investigación científica, pero que, a su vez, son beneficiarios de una relevancia
particular, ya que expresan o niegan la legitimación de cuánto se ejercita como
científicamente adquirido en el patrimonio cognoscitivo general. Las invariancias de la
historia se distinguen de las variables por su falta de explicación: son o parecen ser
formas del necesitarismo natural, que la razón humana solo puede diagnosticar en la
esperanza de exorcizar sus efectos aseverativos e incontrastables. Karl R. Popper señala
la diferencia sistemática entre las leyes y las tendencias: estas últimas son parte
integrante de nociones del mundo científico, en un intento de conquistárselas de su
empleo corriente al diccionario. Por su parte, la entropía es una noción, que participa,
por así decir, de las leyes y de las tendencias, ya que proporciona urgencia y regularidad
al campo energético, características detectables solamente con la ayuda de los
instrumentos más sofisticados. Las teodiceas, descritas por la historiografía, son
compendios de acontecimientos, difícilmente justificables en términos de sucesión y
congruencia. Su dimensión metafísica las pone al amparo de la crítica y les lleva a la
consideración moderna, como mordientes teleológicos de los cursos y de los recursos
vichiani (de Vico), de la catalogación de los hechos que, en diferentes modos y bajo
mentiras desnudas, quizás sigan manifestándose en el espacio-tiempo curvo, donde la
ciencia moderna cree diagnosticar la inquietud existencial.
las costumbres” del hombre primitivo y apareció sobre la escena el hombre civilizado»9.
La configuración de las civilizaciones es compleja, aunque está predominantemente
condicionada por la íntima convicción, por parte de sus miembros individuales y
grupales, de que se debe considerar la existencia de una prueba de esfuerzo en las
endémicas contraposiciones energéticas. La salvación de la humanidad se identifica con
los mecanismos institucionales (como el Estado-nación), ideados para cohesionar mejor
la agregación de las fuerzas y volverlas más retráctiles frente a las incongruencias de la
realidad, tal como aparece y se representa didácticamente. La categoría, que Toynbee
introduce en la explicación del cambio de la civilización, es la de periferia: la revuelta,
primero, y luego la revolución, es siempre la obra de quienes (individuos o grupos)
están más alejados de los centros de decisión, de los aparatos obligados a tutelar la
integridad, sacrificando la diversidad. Cuando se hacen sentir, el equilibrio social se
modifica, en razón de las normas y las energías que favorecen o regulan el desarrollo.
Así, la minoría creativa se transforma en minoría dominante. La idolatría es, pues, la
causa de su fin. El delirio de omnipotencia de algunos revolucionarios lleva al desmayo
y permite a la reacción reafirmar sus rígidas leyes conductuales. La desintegración
encuentra un antídoto en la reorganización del status quo ante, aunque sea ilusorio y, en
todo caso, no sea casi nunca, ni salvador, ni providencial. El papel desarrollado por las
religiones en los procesos sociales es considerado por Toynbee de una importancia
capital, porque permite participar a los hombres en una comprensión común de su
existencia y su conclusión. El epílogo de las acciones terrenas es unívoco y sumiso. Por
tanto, las cruzadas, las guerras de religión, se valen de un pretexto polémico,
compartido por la opinión pública de la época en la que se manifiestan, si bien
desarrollen, de forma más o menos consciente, una tarea en favor de los grupos de
poder mimetizados en las autoridades pietistas. El sincretismo fideísta podría realizar un
acuerdo ecuménico entre religiones, para constituir un gobierno universal: se trata de un
dibujo ideal, al que hacen referencia personalidades como Dante, Erasmo de Rotterdam
o José Vasconcelos. El profetismo laico –considerado por los realistas como Pieter
Geyl– aunque esté carente de referencias concretas, no puede ser excluido por la
reflexión histórica, es el caso, por ejemplo, en la filosofía deísta (Bernardino Telesio,
Giordano Bruno, Tommaso Campanella) del tardo Humanismo y del Renacimiento
italianos. Los detalles históricos pueden encontrar ayuda, si no confrontación, en la obra
redentora (de la sumisión política, del escarnio eclesiástico, del conformismo burgués)
de los reformadores sociales de formación religiosa. Los modos literarios de persuasión,
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 77
Aunque la tarea del Estado se clarifica, es una opinión difundida que es mejor
confiar el mecanismo de decisión a la democracia representativa –notoriamente litigante
e intemperante, también en las elecciones más difíciles y urgentes– que pueda
verificarse en condiciones extraordinarias, sean internas o externas, con respecto al
escenario internacional. El comportamiento humano de la época contemporánea se
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 79
someten a una valoración de sus méritos, que pueden ser de signo económico y moral.
El papel ejercido por el sentido de la justicia, equidad y solidaridad, sintetiza todas las
acciones, dirigidas a satisfacer las exigencias individuales, tomadas como legítimas. La
conformación de las estructuras sociales se manifiesta en el examen jurídico y en la
dinámica, virtualmente solidaria, de la condición humana. El igualitarismo es la
metáfora de la teleología del género humano: un principio heurístico, en el que se
recapitulan los hechos y los acontecimientos de los seres mortales, independientemente
de sus circunstancias, en los que se confrontan y contrastan en nombre de un derecho
terreno, reflejo de la jurisdicción celeste. Y en la observación de esta llamada endémica,
se justifican los compromisos temporales, considerados como el preludio de la
regeneración, bajo el estímulo de las tensiones ecuménicas. La presencia del Mal en la
historia –evocada de Giovanni Boccaccio a Thomas Mann, a Elías Canetti– se considera
necesaria para los objetivos de una determinación salvadora más perseverante y
espiritual. La hegemonía del contraste –de la competencia– tendría una sola
justificación en el orden social, refrendada por el liberalismo como una prueba del
carácter natural de los individuos hasta su insostenible conmiseración moral. La
antropología de la confrontación y del choque físico cede el paso a la etimología de la
subsidiariedad y la complementariedad realizado, a nivel intelectual y, por lo tanto,
creativo, anfictiónico.
Según Rawls, una sociedad justa es más estable que la que sufre constantes
contracciones en su proceso equitativo. Y, en este sentido, prescindiría de recurrir a la
doctrina utilitarista, que, por su naturaleza, incide en la diversificación del criterio
distributivo. Las motivaciones humanas, que inciden en el principio de justicia, son el
reflejo condicionado del interés subjetivo, que se armoniza con dificultad con el interés
general, según las tendencias naturales a la disparidad (y, por lo tanto, a la comparación
y al conflicto). El utilitarismo es una corriente de pensamiento que serpea en todas las
estructuras institucionales, aunque, en algunas, justifica su incidencia y, en otras, valida
su importancia.
régimen de la inmanencia mitifica y demoniza sin ningún efecto los sucesos del pasado,
asignados a los del presente, de una forma siempre más precoz.
La guerra se perfila, así, no tanto como la higiene de los pueblos, cuanto como
una notación cósmica que encuentra su cotejo en las almas turbadas por sus propias
reflexiones. «Las primeras fuentes reales son, frente a las opiniones y recuerdos
fluctuantes, a la diversidad de momentos imposibles y casuales, la primera concepción
histórica, el primer entendimiento histórico»22. El pensamiento de la unidad nacional se
deforma en la pregnancia de una superioridad genética. La episteme del cosmos semeja
condensarse en un estado puro a través de la adivinación de la fuerza, como la existente
en el improbable perímetro del electrón. La oralidad se valoriza por los epigramas de las
gentes desaparecidas, recogidos quizás en los patronímicos de sus empresas legendarias.
Jorge Luis Borges describe el Aleph como el punto de conexión de las energías latentes
en el universo, mientras reedita mentalmente las epopeyas, quizás inexistentes, de la
cultura gaélica. La simpatía por las literaturas improbables es un legado de la
Ilustración, capaz de perfilarse como el contrafuerte racional de todas las aventuras
desconsideradas del pensamiento. Como en la época renacentista de Kepler y
Wallenstein, también en la edad moderna la influencia de las mismas sobre la
representación de los fenómenos naturales se interconecta con los instrumentos (en el
92 RICCARDO CAMPA
El discurso, como la homilía en la Edad Media, tiene una relación directa con la
interlocución: siempre presupone un público que escucha, aunque a veces sea ignorante
de lo que se prescribe en el contenido. La insensibilidad está fuera de discusión:
pertenece al hemisferio explorado con los objetos del deseo. Las palabras didascálicas
no corroen el tejido conectivo del aparato fónico; sino que lo mellan levemente, como el
orín en un panel de metal escudado por el viento. La tendenciosidad es paradigmática en
la invectiva, que puede regirse sobre evidencias incontestables, pero difícilmente
acogidos como tales. La metáfora, la metonimia y todas los artes de la fascinación
retórica tienden a hacerse entender mediante el verso goliardesco, juglaresco, lo que
sería pertinente decir de forma congruente y consecuente.
el altruismo, mediante el descarte que cada acción comporta en el ámbito del interés
subjetivo y en el ámbito del beneficio colectivo. Cuando este último es asegurado por la
acción individual, el egoísmo individual se ennoblece.
mundo rige la trama de las normas que lo legitiman. La interacción entre el intelecto, la
razón y los sentidos se explica en la ley, que tiene en cuenta los hechos individuales en
el gemido de la especie.
4. LA MARAVILLA
pero se entiende utilizando los símbolos. Tanto es así, que existen culturas (como la
maya, la azteca, la totonaca, la olmeca) que, incluso no teniendo acceso a la escritura
articulada, sino solamente a la ideográfica, consiguen, mediante la ayuda del álgebra y
la trigonometría, resultados cosmológicos de análoga relevancia a aquellos que aparecen
en el Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo Galilei. El
pentecostés lingüístico coincidiría con el conocimiento de la pretensión humana de
azorar las corrientes energéticas del universo. Aunque tal actitud constituya en
apariencia una fractura, de hecho probaría la inanidad del azar mental, a la hora de
modificar el tenor natural para transformarlo en el artificio, capaz de favorecer, al
menos, las expectativas del género humano en la temperie mundana. La peculiaridad de
la inventiva de los mortales se deduce del testimonio, lanzados a los abismos
(excitantes) del universo.
Las lenguas metálicas, utilizadas por los partidarios del conformismo universal,
sirven para embotar la mente de quienes se hacen paladines de una invasión natural
fuera de las trayectorias y compromisos nacidos de la experiencia común. El Mal, como
hendiente polémico contra los brigadistas del Bien, es el aspecto de un cataclismo
genético, que se agolpa sobre los hablantes con la fatalidad de lo inevitable. «La
dificultad en el estudio de las lenguas naturales –escribe Françoise Gadet y Michel
Pêcheux– proviene del hecho de que las marcas sintácticas, por su esencia, son capaces
de desplazamientos, de transgresiones, de reorganizaciones. Es también la razón por la
cual las lenguas naturales son capaces de política»1. La conciencia se transforma en
inconsciencia a través del lenguaje natural, que establece, en la Viena del siglo XX, una
relación confidencial con las dificultades del comportamiento socialmente
convencional. El recurso a los «complejos» vivifica la literatura griega de la antigüedad
clásica, cuando la expresión inaugura su curso auroral en la realización orgánica de la
existencia. La oculta profundidad del ser se hace explícita en la palabra, que designa los
contornos, los efectos escénicos de las afecciones, de la empatía de los mortales en la
realidad efectiva. Eliminar la muerte con el auxilio de las palabras está en el
entendimiento de Aquiles, según Homero. Las puertas del Hades también tienen para
Dante una función didáctica, expresada con las palabras, con los símbolos mediante los
cuales los mortales reaccionan frente a su suerte. Ambicionan realizarla con sus fuerzas,
con o sin la ayuda de los tutores o del guardián del orden cósmico. El mundo es, para el
género humano, el paradigma de toda la palabra, empeñada para representarlo.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 105
El diálogo que se establece entre Odiseo y los desdichados del Hades, logra
delinear los olvidos y oscurecer el silencio como la cotización de la incertidumbre
existencial. Las relaciones se configuran, o como afinidad, o como analogías, mediante
el empleo discernido de los neologismos, de las nuevas propensiones expresivas. La
construcción verbal se enriquece de las connotaciones insólitas, o carentes de ritos, de la
experiencia terrenal, como el esfuerzo de Tántalo, la fatiga de Sísifo o la gravedad de
Tito. El castigo y el sufrimiento entran a formar parte del léxico de las tareas del poeta,
que se convierte en el portavoz de las jeremiadas de los penitentes. La condena
introduce en el diccionario el paroxismo y la resignación, aunque sea en los términos
compromisorios del juicio incondicionado. La venganza y la transgresión se
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 107
Las edades del mundo, propiciadas por los dioses, son compendiadas en Los
trabajos y los días de Hesíodo: la edad del oro, en la que los hombres viven en
compañía de los dioses, se declina en la edad de la plata, de bronce, de hierro, en la que
los que los mortales se distinguen de los habitantes del Olimpo, en un intento de
sufragar la originaria inconsciencia con la laboriosa conciencia. El recuerdo del pasado
remoto, envuelto en la leyenda poética, anima el presente sin nostalgia. Las virtudes
heroicas del pasado se actualizan: los mortales son inducidos a dar prueba de su empeño
y su habilidad creativa. La cuarta edad, la correspondiente a las guerras de Tebas y
Troya, que no tienen su correspondencia en los metales, evidencia el perfil de la
evolución humana. La fase heroica de la humanidad corresponde a la empresa
realizadora de los aparatos cohesivos de sus componentes demográficos, inducidos por
las circunstancias a afrontar las exigencias de la supervivencia con una eficaz
resignación. La consecución de la riqueza se perfila como la alternancia a la justicia y la
injusticia, según las categorías interpretativas de la fase correspondiente a la división del
trabajo colectivo. La escalation de la rebelión de los hombres respecto a los dioses
implica la confutación, por parte de los primeros, de las impróvidas interferencias de los
segundos. «Con todo, el culto de las almas no ha muerto por entero; aún existe la
posibilidad de que se renueve y prosiga, si es que algún día llega a romperse el encanto
de la concepción homérica del mundo»4. El culto de los muertos en Hesíodo restablece,
por decirlo de algún modo, el sentido de la transitoriedad de la existencia, propio de
Homero, pero lo condiciona a una expectativa excitante y salvadora. Para Hesíodo, los
cuerpos fluyen con el alma en la nada, en una región de la realidad, en la que
involuntariamente se convierten en las evidencias cósmicas. Los héroes y los dioses son
venerados en la comunidad de intenciones. Es el aspecto más excitante de la condición
humana, el estratégico, en el que los mortales gradualmente toman las distancias del
Olimpo y se encargan de encontrar, en la misma razón de ser, la justificación de su
existencia. Los espíritus guardianes de la patria se extinguen lentamente para dejar su
puesto, en el panteón, a los seres mortales, a los héroes de la frugalidad y la
contingencia terrena. «Los cantos de victoria de Píndaro y las páginas de historia de
Herodoto representan a las generaciones que vivieron las guerras de los persas y los
cincuenta años que las siguieron. Por ellos vemos, con sorprendente claridad, cuán viva
era, por aquel entonces, la fe en la existencia y en el influjo de los héroes incluso entre
las gentes cultas, aunque poco contaminadas por la nueva moda de las “luces”»5. Los
héroes son los depositarios del espíritu reivindicador de las comunidades, que se
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 109
Los misterios de Eleusis conciernen el destino de las almas tras la muerte, en las
regiones subterráneas, dominadas de Deméter y de su hija Perséfone. El culto, tributado
a estas diosas, mantiene la esperanza de establecer contactos, aunque alusivos y
simbólicos, con las almas de los difuntos. La idea de que las almas, por su consistencia
neumática, no puedan tener el mismo destino de los cuerpos, inspira la conciencia de la
existencia de un universo apartado del mundo, en la que su supervivencia consiste en
112 RICCARDO CAMPA
hacerse, aún, partícipes de las vivencias transitorias y terrenas. El contacto entre las
almas de los difuntos y los supervivientes sucede en la ciudad de Eleusis, un lugar ideal,
que hace de línea divisoria entre lo visible y lo invisible, según una misma unidad de
medida: lo infinitamente pequeño (lo imaginario, lo legendario). El culto, reservado a
los adeptos de la comunidad religiosa, tiene el secreto de todos los ejercicios
espirituales, se dirige a familiarizarse con los espíritus activos en la contemplación. Las
tinieblas del Hades son la terminal orgiástica de un entretenimiento para iniciados, que
se cumple con cadencia ritual, cuando, en el siglo VII, el culto de Eleusis se extiende a
Atenas y, junto a los juegos olímpicos, se perfilan las solemnidades panhelénicas. Las
ofrendas de flores y frutas exaltan las virtudes civiles y actuantes de las comunidades
instaladas en el territorio, organizadas según la división del trabajo y la administración
de los recursos colectivos.
Píndaro y Sófocles proclaman los beneficios terrenos y del más allá para los
iniciados en los misterios de Eleusis. La promesa de una inmortalidad providencial
subyuga las mentes de quienes no aceptan la inevitable limitación temporal, más allá de
la espacial, de la existencia. Y es a esta tensión ideal que se arguye el pensamiento sobre
la teleología de la existencia y el sentido de la insatisfacción e inquietud humana. Los
beneficios venideros amplían la esfera expositiva de nuevos vocablos, de fórmulas
geométricas y de cantos. La nostalgia del futuro reduce el sufrimiento terrenal y hace
aparecer la espera como el peristilo de un nuevo y más excitante trayecto existencial.
Los iniciados al culto de Eleusis, exentos de realizar actos irreflexivos y adoptar
aptitudes ilegales, inauguran una batería de nociones, dirigida a imaginar el más allá
como una estación del alma, vivificada por la temperie de la eternidad, de la
beatificación permanente. Los iniciados, además, no son cargados, en el futuro
neumático, con las condenas, que eventualmente padecen en vida, si el ejercicio de la
conversión se cumple eficazmente. Se oculta así el arrepentimiento preventivo respecto
a la felicidad eterna. La inmortalidad es una apelación que el pensamiento griego
construye cuando se propone afrontar, con el sentido de la existencia, sus componentes
orgánicos e inorgánicos, los transitorios y los permanentes. La experiencia induce a
reflejarse sobre la transitoriedad de los entes y sobre la tendencia a perpetuarse en una
sucesión, que piensa la aprensión y la inventiva, de sustraerse realmente a la
descomposición y al olvido. La poesía se perfila como un tipo de remedio preventivo
contra el insulto del tiempo. La divinidad del alma la hace partícipe de la creación del
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 113
en el más acá. El itinerario de la mente humana a Dios es una actitud común a los
pueblos y a las naciones, que tienen marcados en el corazón su vida terrenal y las
aportaciones aseguradas al sentimiento común de la solidaridad y la conciliación. En
Los hermanos Karamazov, Fiódor Dostoievski reconoce en las manifestaciones
populares de la religión un componente afectivo, que se refleja en el comportamiento.
La figura de Zosima es sintomática en el clima aparentemente sobrecalentado de
quienes acceden al carácter sagrado de la existencia a través de una prueba concreta,
una experiencia directa con la transcendencia. Y cuando la sensación de intolerancia por
las pruebas de la inmanencia disminuye, en la verificación de la desilusión, del
nihilismo, el extravío se transforma en una atroz crítica al buenismo. La consecuencia
conceptual a la religiosidad, a veces infausta o engañosa de Dostoievski, es el
reformismo naturalista de Friedrich Nietzsche, que cree ilusoria cada garantía moral
contra la fuerza primigenia, que selecciona a los humanos como a los otros grupos del
mundo animal y el mundo vegetal, para hacerlos cada vez más idóneos a la hora de
hacer frente a los cambios de la naturaleza. La colisión energética asume una
connotación pedagógica en un orden como el dórico, en el que la habilidad consiste en
resistir y afrontar los desafíos de la realidad. El fanatismo se configura, por tanto, como
un ejercicio de la mente, que ambiciona poner en ser todos los recursos físicos del
cuerpo para salvaguardar la función en las renovadas condiciones ambientales y,
consecuentemente, en las artificiales, pasadas y actuales en el tiempo, del género
humano. El milieu cultural se entiende como un sucedáneo del habitat para afrontarlo
desde un sofisticado conocimiento de causa. Las bacanales de la Grecia clásica se
presentan fraudulentamente en las regiones del Rin, en los siglos XIV y XV, al estallar
la «peste negra», cuando los apestados y los que les socorren se entregan a las convulsas
danzas sacrificiales, propiciando efectos alucinatorios, capaces de sustraerlos del dolor
de la contingencia terrena y a su inanidad. La ebriedad sirve para afrontar el peligro de
vida, para radicalizar la insidia del mal, que se difunde en las regiones europeas con la
inverecundia del descrédito físico, individual y colectivo. Las convulsiones del
coribantismo se compendian en la agitación física y en la danza desenfrenada:
contienden la resistencia del cuerpo y las tensiones que se creen son propedéuticas de la
renovación. Paradójicamente, estos cultos esotéricos tienen en el punto de mira la
mejoría de las condiciones psicológicas (psíquicas) de quienes se adecuan a la
exasperación de las cotizaciones físicas. La energía en estado puro parece constituir la
condición indiciaria de los «orígenes», de los «momentos aurorales», en el que los
116 RICCARDO CAMPA
destinos del género humano se incuban para encontrar luego su propensión expresiva
(representativa y escénica). La función catártica de la danza induce a considerar la
acción como la forma primigenia del impulso divino (el motor inmóvil de Aristóteles).
caos, el temor del cero»15. La ideografía de la nada no se identifica con el nada tout
court. Si fuera así, sería ni siquiera posible nombrarlo. Lo inexistente espera solamente
a ser nombrado para identificarse y hacer parte del patrimonio cognoscitivo general. La
nada, en el Génesis, es el «evento» anterior a la creación. «El cero se proyectó con uno
de los principales asuntos de la filosofía occidental, una proposición que hundió las
raíces en la numerología pitagórica y cuya importancia derivó de la paradoja de Zenón:
el vacío no existe»16. La admisión del cero en la numeración occidental coincide, por
tanto, con una nueva concepción de la realidad. Para los pitagóricos, las relaciones y las
proporciones son parte integrante de la euritmia y, por lo tanto, son módulos
interpretativos de la naturaleza.
Las características del cero inspiran, en la segunda mitad del siglo XV, a Filippo
Brunelleschi, que adopta un punto de fuga en la perspectiva para conferir a las pinturas
un aspecto realista. La distancia de quien mira y los objetos observados relativizan las
dimensiones de los mismos, al punto de configurarlos en un punto desprovisto de
dimensiones: en el cero que oculta la infinidad espacial. La perspectiva induce a pensar
que la tierra no está ya situada en el centro del universo, sino en una de sus partes,
122 RICCARDO CAMPA
conforme lo afirmado por Nicolás de Cusa y Nicolás Copérnico, en contraste con las
teorías aristotélicas y tolemaicas. La infinidad de los mundos de Giordano Bruno otorga
a la modernidad el sentido de la aproximación complementaria como categoría
cognoscitiva al amparo del imperioso cometido de los dogmatismos tradicionales. La
construcción mental del cero devasta las elaboraciones fideístas para inaugurar las
problemáticas, fundamentales para asegurar el desarrollo de la ciencia y concurrir así a
la difusión del saber. Para Descartes, el infinito oculta la idea de Dios. El cero sería, así,
la imagen de lo invisible: un tipo de extrínseca metafísica de lo inconmensurable, en la
portentosa obra declamatoria de la creación. El cero es, por lo tanto, la síntesis
doctrinaria y pedagógica de los componentes cognoscitivos de la naturaleza.
Para los pitagóricos, el polvo atmosférico, que vibra bajo los rayos del Sol, es un
conjunto de almas flotantes, en búsqueda de los cuerpos, donde establecerse después del
período de purificación en el Hades. La multiplicidad de los entes espirituales se hace
más denso en los seres vivientes con el objetivo de hacerlos receptivos al Bien y
reactivos al Mal, según la ínclita tendencia del universo. El peregrinar de las almas hace
pensar en el diseño divino, que los seres mortales pueden favorecer o contrastar, según
las propensiones y las inhibiciones propias de cada entidad vital. Por lo tanto, el orden
humano tiene la tarea de purificar las almas a través de la actualización del rito, que
concierne las expectativas futuras. El ascetismo religioso es una forma de consagración
de la tradición. El trayecto catártico de las almas ennoblece los cuerpos, que se disponen
a convertirse en la prolongación de la eternidad. La influencia armonizadora del alma
con el cuerpo –según Filolao– deja imaginar la vida humana como una empresa ideal
administrada por la inclemencia, por una entidad fenoménica, que se halla refleja en la
matemáticas, en la urdimbre conceptual, a través de la cual el género humano se
124 RICCARDO CAMPA
Sin el consentimiento (la aprobación) de los mortales, los dioses no son capaces
de sobrevivir a su propia injerencia demiúrgica en los asuntos mundanos. Queda sin
responder cuál es la causa de la culpa, que en la poética griega de la antigüedad clásica
se homologa a la propia condición humana. De esta forma, el precepto ético es un
incentivo para la purificación, la expiación, un acto debido para llevar a la conciencia y,
de ahí, al conocimiento. La tragedia ática del siglo V evidencia un relevante interés por
la psicología, por la propensión intimista: los personajes reflejan las instancias
populares, las peligrosas conjeturas del ser en su tendencia individualista e identitaria.
La leyenda antigua se convierte en la acción dramática y sobrepasa las causas
ocasionales, de los que se presume son el origen. La acción, en Esquilo, asume
connotaciones religiosas porque está empeñada en promover, en la vida cotidiana de los
mortales, el sentimiento de una moral redentora. La lucha con las sombras mimetiza el
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 125
desde Sófocles, como la elegía del drama existencial, que es también razonable, pero no
es exclusivamente y determinantemente racional. Y es justo este aspecto del demos que
hace convertible su presencia en la explicación de su modo de ser. El fundamento de la
democracia es el estado de ánimo de quienes se encomiendan a la convivencia no
conflictiva para arriesgar un trayecto cognoscitivo y aplicativo que no satisfaga a todas
las prerrogativas de la razón sin denegarlas. El culto de los muertos asume la
configuración de una experiencia generalizada, que compendia las instancias extremas
de la existencia. La pietas es la acepción de la perspicacia, con la que las aptitudes
disociadoras, conflictivas, de la humanidad, se encrespan y se perfilan en el naufragio,
al menos, corporal.
donde se destina el alma tras su muerte corporal. Algunos sostienen que el alma es el
epifenómeno del cuerpo (colaborando así en penar una ciencia ocupada a individuar las
relaciones inorgánicas capaces de activar la organicidad, la vida); otros, llamados
creacionistas, sustentan ser los componentes de un dibujo ideal, puesto en existencia por
el Encargado del orden universal. La dignidad sacerdotal del alma la defienden todas las
doctrinas, tanto las que apuestan por la salvación, como las que apuestan por la
perdición. La contaminación del alma por parte del cuerpo se manifiesta en las
afecciones, en las afinidades, en el salvaguardia de las expectativas providenciales. La
asociación de alma y cuerpo tiende a una síntesis introspectiva, que deroga al dualismo
y la retórica conciliadora. De hecho, la tendencia a superar este dualismo se manifiesta
en lo realizado por la ciencia, sobre todo por la ciencia moderna que, en la teoría de la
relatividad y en la teoría cuántica, identifica la materia con la energía. La transitoriedad
de las dos categorías cognoscitivas y actuantes denota el aspecto evidente (e
impugnativo) de la realidad (de la eternidad). La catarsis, la purificación, de Platón,
consiste en poder «leer» las ideas y las realizaciones humanas. La insostenible levedad
del ser de Milan Kundera es la puesta al día topográfica de la concepción platónica,
dirigida a banalizar los cuerpos para asegurar la permanencia de las almas. La
ineluctabilidad de la extinción del uno, y la expectativa salvadora del otro, son
propuestos intuitivamente a la reflexión y a la experiencia mundana. El ascetismo de
inspiración platónica no es una fuga del mundo, sino su aceptación, vivificada por la
glorificación celeste. El Estado platónico es la condición en la que los individuos
convalidan sus expectativas salvadoras. La organización social, sufragada por el Bien
conocido por los pensadores, se rige desde la justicia y la santidad de los propósitos que,
aunque transitorios, tienen en el punto de mira las puertas de la eternidad. La época de
los héroes declina en la de los profetas, los navegantes, los exegetas del sortilegio de la
experiencia. La percepción de que la naturaleza sea la intermediaria entre los sentidos y
los recursos vitales induce a las generaciones modernas a consentir la ampliación de la
inmanencia, en parte, en detrimento de la transcendencia, con tal de actualizar el deseo,
la autosugestión y las prerrogativas de la mundanidad (incluso en sus formas disolutas,
improvisadas e irracionales). El carácter emprendedor se dibuja como una forma
homeopática de la inventiva, de la facultad de preferir la fantasía a la ataraxia, la acción
a la contemplación, el individualismo exasperado al corporativismo masivo. Así, la
sistemática cognoscitiva ayuda a evidenciar la hipertrófica concepción del yo
imaginativo.
128 RICCARDO CAMPA
coherentes. Tanto es así, que el progreso se hace denso como el holocausto sobre las
cabezas de los mortales, decididos a dar consistencia objetiva (de cosas, de objetos) a
las identificaciones cognoscitivas (imitativas). El alma humana se considera un
fragmento de la divinidad. La imperfección de sus cogniciones denota su libertad de
acción. La opción irracional es la inconsciente variante de la inaccesibilidad divina. La
conformación de lo divino en el Verbo, permite al género humano llegar a la creación a
través de las formas expresivas, representativas (pensantes).
naturaleza, por parecer razonables al hombre, son las mismas que condicionan el
comportamiento y lo vuelven irresponsable frente a las iniquidades, que provoca en el
intento de eliminarlas. La superfetación de la empresa inventora y creadora consiste en
su hegemonía sobre el universo global, el universo caracterizado por las mismas
expectativas e idénticas reivindicaciones sectoriales. La protesta es el aspecto endémico
de la uniformidad. El trabajo, entendido como necesidad fisiológica, asume una
connotación lúdica, como la práctica de la virtud latente en los plexos de los
acontecimientos y en los intersticios de las cosas. El trabajo se configura como la
práctica (iniciática) del conocimiento. Lo que, no solo no agota los recursos inventivos,
sino que los potencia, en un intento de reivindicar su autonomía. El trabajo y la
desesperación se unen en las atmósferas vespertinas y demoníacas del hecho existencial.
«Las culturas son –escribe George Peter Murdock– pues, contemporáneas sólo en la
amplia perspectiva histórica o evolutiva, que considera un siglo como un simple instante
en el inmenso período de la historia humana»23. Las llamadas culturas primitivas y las
llamadas culturas modernas se caracterizan por una perturbación (racional, emotiva) que
acecha su equilibrio. La organización ambiental y las relaciones interpersonales
supervisan, por así decir, las finalidades propiciatorias de bienestar de ambas culturas,
configuradas esquemáticamente por el necesitarismo y el ocasionalismo endémico. «Tal
vez seamos afortunados por haber elegido la ciencia aplicada para una elaboración
especial, en lugar del ceremonial religioso, o la guerra, o el potlatch, pero sólo un
optimista incurable podría afirmar que nuestras creencias religiosas, nuestra actitud
hacia el sexo y la reproducción, y nuestras instituciones políticas son uniformemente
más racionales que las de nuestros contemporáneos primitivos»24. El folklore y las
ceremonias relacionan el pasado remoto de algunas poblaciones con el presente,
condicionado tecnológicamente por las dimensiones virtualmente planetarias. El
tribalismo moderno es bastante sofisticado y persigue grados de condicionamiento
objetivo difícilmente comparables con los realizados con la ayuda de los primitivos
instrumentos de dominio. La percepción de que el individualismo contemporáneo se
extenúa en la programación de obras e iniciativas, capaces de interferir en el normal
desarrollo de los acontecimientos, influye sobre el consentimiento colectivo y la
legitimación institucional, de los que depende el desarrollo del nivel de conocimiento y
las responsabilidades colectivas. La alfabetización constituye una flébil línea divisoria
entre los que disertan sobre el clima del mundo y los que se limitan a descriptar sus
132 RICCARDO CAMPA
5. LA APARIENCIA
sustenta la imaginación y propicia la aventura espacial de los viajeros y los exegetas del
Nuevo Mundo. Galileo Galilei (1564-1642) cree que la presunción humana no puede
tener el atrevimiento de delinear con sistemática precisión el orden natural, aunque su
interpretación parece someterse a la metáfora de los números y de las figuras. Kepler
(1571-1630) cree que «todo lo que existe está hecho para el hombre». El excesivo
antropocentrismo es condenado por la cultura francesa, que no confiere al Geómetra del
universo las actitudes, cognoscitivas, del género humano, ocupado en escrutar la
creación en el intento de perpetuar su permanencia y justificar su curiosidad. Francis
Bacon (1561-1626), adversario de la escolástica, se muestra defensor de los atomistas,
de los pensadores, que encuentran las huellas de la creación divina en la constitución de
los elementos naturales. La explicación contenida de las causas eficientes satisface la
exigencia de compensar la angustia existencial, sin dotarla necesariamente de una
teleología salvífica, trascendental. Los condicionamientos del pensamiento tradicional
(idola tribus) y las consolidadas propensiones a representarlo (idola theatri) insidian la
facultad de exorcizar sus efectos negativos en la elaboración de los procesos naturales,
en los que se compendia la existencia de los seres y los entes en su perturbable
consistencia. El descubrimiento de William Harvey (1578-1657) de la circulación
sanguínea, aunque formalmente realizada en el ámbito del sistema aristotélico,
constituye una aportación de particular relieve, al estar conectado con la función del
cuerpo humano y su interacción con los apremios emotivos, energéticos, del habitat
natural.
llegada de un fenómeno en su esquelética factibilidad. Y es, por esta razón, que cada
previsión tiene un curso, por así decir, determinista. La previsibilidad de la evolución de
un sistema (físico, energético, orgánico) está en relación con la complejidad de su
configuración. La complejidad, cuando no interfiere en la iniciativa humana, es un
aspecto de la estabilidad. La agitación intestina de un órgano contesta a los apremios
ambientales según los criterios de adaptación del metabolismo general, del ecosistema
energético. La evolución biológica responde a la exteriorización de las causas eficientes.
prever actualmente. El examen entre los partidarios del aumento de la entropía y los
partidarios de la disminución de la entropía del universo influye en el análisis del factor
creativo. Con el curso algebraico de la energía, la creatividad se redimensiona de un
modo alegóricamente opuesto y de baja tensión. La exultación y la decadencia parecen
complementarse más bien que enfrentarse en términos opuestos. La irreductibilidad de
la naturaleza a una ley interpretativa de sus potencialidades, propuesta por el
observador-perturbador, se somete a los continuos sobresaltos de las conjeturas
científicas. La antropología parece reflejarse en la cosmología como el movimiento
osmótico de un sistema energético en el cálculo infinitesimal de la resistencia vital del
universo.
devenir es preeminente sobre el ser: el salto vital (el élan vital) tiende a humanizar lo
imprevisto y a hacer menos angustioso lo imprevisible. La «época cósmica» de Alfred
North Whitehead (1861-1947) es una temperie existencial, destinada a eclipsarse, a
perecer, en el caos del universo.
Las teorías científicas que mejor responden a la imagen del universo son las
matemáticas. El principio heurístico, que las penetra, es de orden intuitivo. La
verificación experimental consolida o modifica el criterio, con el que la previsión se
hace inmanente en la intuición y, por lo tanto, en la demostración. Las leyes
matemáticas se explican en las ecuaciones diferenciales. Las modificaciones
cognoscitivas de la ciencia contemporánea se valen de la existencia de una constante
cosmológica que las justifica, como pruebas indiciarias de los procesos naturales, de los
que se presagian las descripciones más contextualizadas en la visión de conjunto,
asegurada por los más sofisticados instrumentos de investigación. Esta propensión
cognoscitiva se ejercita en un universo no homogéneo, cuya densidad no se distribuye
de modo uniforme. La acumulación de materia luminosa en las galaxias, en los cúmulos
y en las estrellas presenta aspectos distintos y difícilmente computables. «La isotropía
del universo y nuestra existencia –sustentan C. B. Collins y Stephen William Hawking
(1942-)–son consecuencias del hecho de que la velocidad de expansión del universo está
muy cercana a la crítica. Visto que, si no estuviéramos aquí, no podríamos observar un
universo diferente, se puede decir, en cierto sentido, que la isotropía del universo viene
de nuestra existencia»12. La isotropía de las radiaciones permite elaborar previsiones
acerca de la temporalidad del big bang, de la expansión del universo, no necesariamente
coincidentes con las condiciones estudiadas por la investigación actual, pensadas
tecnológicamente. Las previsiones consisten en considerar las condiciones del
envejecimiento del universo, de un modo cada vez más regular. La condición caótica
inicial del universo tiende a la regularidad, según las teorías que reconocen en la
expansión la señal de su conformación, tal como se puede analizar en la actualidad. La
decadencia lejana del sistema estelar, tal como aparece, deja prever el colapso global de
todo el universo en sus actuales configuraciones. La modificación de las energías
detectables actualmente en el cosmos podrá resolverse en la «versión de los mundos»
entrevista y descrita por los pensadores, por los visionarios, por los argonautas del
tiempo recóndito e imaginario.
154 RICCARDO CAMPA
persona que se propone efectuar una medición en el intento de utilizarla para los fines
prácticos, para realizar el bienestar general.
estaciones espaciales constituyen las avanzadas tecnológicas de los viajes humanos por
el universo. La colonización de los sistemas solares es una empresa en acto, que se
somete a las sugestiones y a las propensiones de la época contemporánea (aunque sean
redimensionadas económicamente). La construcción de las sondas interestelares está
sometida, por una parte, a la ambición de la humanidad y, por otra parte, al coste en
términos económicos, difícilmente afrontables por los países que tecnológicamente
están en vías de afirmación internacional, debido, también, al tiempo de espera
necesario para presupuestar antes de conseguir resultados satisfactorios, bajo el perfil de
la solvencia y las referencias sociales.
que el universo, cuánto más comprensible aparece, más aparece sin objetivo. Para
ayudar a los náufragos en el tiempo, los mitos y las religiones transforman la
accidentalidad en la finalidad, perezosa o edificante. Y, al contrario, en el contexto
protegido científicamente, la expansión en el espacio cósmico y su colonización permite
entrever una perfecta interacción entre el Homo sapiens y la naturaleza, sin otro sentido
que no sea el de la innecesaria, pero resignada, identificación. La identificación de la
inteligencia humana con la ratio de la naturaleza constituiría la verificación de la
concepción platónica en estado exponencial. El fuego o el hielo probablemente tendrán
razón de la vida sobre la Tierra y determinarán el principio de una nueva estación
existencial con o sin la presencia humana, al menos tal como se caracteriza en su
proceso evolutivo. Las máquinas podrían permanecer, para la memoria futura, como
ficciones de las evoluciones orgánicas, que caracterizan el recorrido de la historia
humana.
La persistencia del mito alimenta la pasión por la imagen, por una especie de
representación mística de la condición humana. El límite de la racionalidad está en su
misma admisión. Cada acontecimiento, subordinado al examen, se perfila en su
causación y en su composición energética, sin, por ello, agotar la curiosa
extemporaneidad que lo penetra. Y es justo esta anomalía entre la justificación
conceptual de los acontecimientos y su razón de ser la que provoca el equívoco y la
tentativa de superarlo por parte de la humanidad, subyugada desde siempre por la
naturaleza en la que obra sin ser obscurecida por su imponderabilidad. El engaño es la
sugestión que liga el observador-perturbador de la realidad a las reglas, con las que se
propone oscurecer –aunque sea provisionalmente– un orden que alimente la
imaginación. Paradójicamente, es la fantasía la que ambiciona la disciplina y el
sedentarismo, mientras que la razón afronta con perspicacia la dinámica, el caos y la
inevitabilidad. El conocimiento se hace inmanente en la catarsis, en la facultad de
objetivar los presagios, las visiones y las premoniciones, en el intento de acercar los
antecedentes ilógicos de las elaboraciones sintácticamente articuladas. La fe perceptiva
se refleja en la investigación conceptual. La argumentación se desarrolla desde la
identificación y se connota con la separación del objeto de observación por parte del
observador. El mundo invisible de la realidad es perceptible con los sentidos y se
pueden delinear con la razón, en sus fases neurálgicas de conjetura e hipótesis. La física
del microcosmos objetiva las figuraciones de las imágenes: las partículas elementales
son interceptadas en los aceleradores atómicos, por las estelas energéticas que
determinan en su interacción. La imagen de lo invisible galvaniza la percepción de la
revocabilidad de los actos vueltos a sondar la realidad en sus componentes energéticos,
estructurales. La experiencia se ejercita a través de simulacros. La esencialidad de los
entes y las cosas es inalcanzable, incapaz de comprometer a las instancias testimoniales.
La curiosidad se extenúa en las imágenes que enturbian otras figuraciones, en parte
inherentes al código interpretativo de la ciencia experimental. Las imágenes vehiculan
las sensaciones que se conforman en las figuraciones ideales, a los que la temperie
162 RICCARDO CAMPA
que el género humano afina la pretensión de los organismos, que se disputan el espacio
vital. La intencionalidad se responsabiliza hasta el punto de vertebrarse en la lógica, en
la argumentación sintácticamente vinculada a la evidencia y la perspicacia. La angustia
del fin se redime en la conmiseración, que los mortales tienen de sí mismos cuando en
sus actividades cognoscitivas reconocen estadísticamente algunos resultados concretos
y detectables, y algunas laceraciones conceptuales, que se identifican con las
expectativas apocalípticas y la gratificación celeste.
El tenor narrativo del temor del principio y la premonición del fin consisten en
devolver al apocalipsis una afección del alma, que contrasta con el propósito deliberado
de la humanidad moderna de sustraerse al Juicio, creyéndolo incongruente con el
empeño asumido por el género humano de afrontar los desafíos de la naturaleza. El fin
de un conflicto es, de por sí, un factor emoliente de la tensión emotiva y la propedéutica
racionalista. La revelación epifánica de la verdad es un correctivo de la indiferencia
motivado por los resultados previstos y conjeturados por la condición humana. La idea
del Juicio se configura, cada vez más, como el índice de la temperie pasada, nebulosa y
confinada a la imposibilidad de recuperación de sus sentidos contingentes. La
problematicidad de los resultados connotativos de la realidad comporta la adhesión a
una expectativa de menor efecto escénico que la del tribunal celeste. La temporalidad de
la propensión y la conjetura humana exime la valoración en un sentido último. También
la justificación de los defectos terrenales se explica en la aceptación de una forma
transitoria de deliberación axiológica. Todo lo que ocurre y se desarrolla en la
experiencia terrena no implica la admisión o el rechazo de una causa que la salvaguarda.
La impiedad se certifica bajo dilemas y no se pospone a un Juicio que le sobrepasa.
Consecuentemente, también el rencor y la venganza no revisten ya los caracteres de la
ofensa sacra, en los que se reduce el rigor inquisitorial, persecutorio y punitivo. En la
sociedad secularizada, en efecto, el delito es más una pérdida de tono colectivo, que una
aberración individual. El tema del fin, de la muerte y del juicio final es, cada vez más,
una preocupación íntima, que influye forzosamente en la participación objetiva, general.
La idea del Mal, presente en la literatura occidental de Giovanni Boccaccio (1313-1375)
a Thomas Mann (1875-1955), influye menos progresivamente en la toma de decisión y
en el actuar de la condición humana. El tradicional (bíblico) dualismo del Bien y el Mal,
fortificado por la injerencia en las categorías interpretativas y descriptivas de la
naturaleza, deja su sitio a la arreciante incertidumbre. La condena y la salvación pierden
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 165
La cultura occidental es invadida, desde los exordios, por la abrasión del sentido,
por la vanidad de cada argumentación que no tenga en cuenta su perfección. La
intemperancia cognoscitiva gratifica la auto-referencia, sin perjudicar la catástrofe
discursiva. La kantiana «finalidad de todas las cosas» también es una admonición
presente en la acalorada congerie de iniciativas, presuntamente cometidas para confortar
la egolatría del mordiente orgánico del tiempo. El crecimiento artificial, imaginado y
realizado por las generaciones, parece contrastarse, incluso dentro de un límite, en la
economía energética planetaria. La datación del fin de las cosas es, por tanto, previsible
proditoriamente, aunque no se considere de forma perentoria e irrefutable, bien bajo el
perfil abstracto, o bajo el perfil concreto. Se trata más bien de una categoría conceptual,
que encuentra su lugar de confrontación en la experiencia física. Instintivamente, el
género humano promueve su continuidad en la conciencia de ser asechado por un
demonio demoledor que corrompe la consistencia íntima antes que la efigie de las cosas.
La percepción se deduce de la imagen, que la convicción delinea como posible,
teniendo en cuenta la vida existencial pasada. La vista, de Aristóteles y del
Renacimiento, se explica desde un estatuto especial en relación a los otros sentidos. Ella
permite representar la realidad según parámetros capaces de ampliarla y de alegarla a
las formas quintaesenciales de la experiencia. Lo invisible es, por tanto, un hemisferio
de la realidad, propio de la imaginación. La variabilidad de lo visible con respecto a la
relativa inmutabilidad de lo invisible se debe a la incidencia de la percepción sensorial y
a su recíproca interacción. La vista signa las dimensiones de la visibilidad y, en
consecuencia, la delimitación de la connotación existencial. Lo invisible sigue
perpetuándose en las prácticas místicas, rituales, donde se manifiesta por la
intermediación de los simulacros, de las máscaras alegóricas, de los símbolos. La
curiosidad de dejar entrever la decadencia de los seres y las cosas se contiene en la
arqueología de las instancias, que actúa en conformidad con el deseo (de una época, de
un tipo de población) de un itinerario orgiástico (de personalidades paradigmáticas e
incluso inauténticas). La ficción (literaria, escénica) persigue la identificación
competitiva y se presenta también como el antídoto a su estado de anestesia. La
168 RICCARDO CAMPA
«mitridatización» de las imágenes puede crear la adicción y, por tanto, la abulia, que
provoca la discrática modalidad de modular la indiferencia. Y, sin embargo, la raíz
neurálgica de la imagen es lo que configura las formas más cautivadoras de la
identificación. La concepción epifánica de la historia se desarrolla, así, en el sentido de
su previsibilidad. La escenografía del fin no es auténtica: se deduce del legado
conjetural y de la tradición alquímica, del momento, en el que la transformación de los
elementos químicos evoca un proceso restrictivo y frustrante de las variantes actuantes
proditoriamente con un objetivo posesivo. El epílogo biológico oscurece el vacío y la
genealogía de los entes y las cosas: el origen y el fin son comunes a la mitología y a la
ciencia. Su interacción puede ser expresada a través de las figuraciones del arte y las
representaciones científicas. El empeño del pensamiento occidental consiste, en efecto,
en devolverlas ambas evidentes y perennes.
6. LA PREMONICIÓN
Solamente una era de bienestar se puede permitir perder la realidad como una
aposición gnoseológica, como una categoría interpretativa de la experiencia de la vida
humana. En efecto, la palabra «realidad» es prejudicial a cada tentativa, realizada por el
género humano en el curso del tiempo, con el fin de correlacionar la supervivencia con
las temperies naturales, con el conocimiento de los acontecimientos que la atañen. La
convicción de que la realidad se conecte metafísicamente con la terminología (con la
lingüística) se refleja en el empeño y en el malestar de la existencia. La compleja
condición de un predicado nominal de la pretensión cognoscitiva se identifica con la
propensión regenerativa de las comunidades, que se presentan y se entregan al
proscenio de la vida. El embarazoso debate relativo a la preeminencia de la palabra
sobre la experiencia está privado de sentido: para localizar un estado de ánimo o un
fenómeno, es necesario contar preventivamente con la fraseología necesaria para
memorizar tanto el uno como el otro y, en compañía de esta propensión afectiva, el
intelecto localiza los nexos, que dan lugar a la evidencia, en cuyo circuito emotivo se
establece, con de forma expresiva, la razón. La elaboración de las constantes y las
variables de los fenómenos de la experiencia permite elaborar los enunciados
mentalmente, cuyo resultado son, en última instancia, de carácter metafísico. En este
ámbito coyuntural se establece la previsión, que se identifica con la actitud humana de
incentivar el futuro con el auxilio de las sugestiones del pasado. La reflexión sobre los
enunciados evoca la actitud del género humano para hallar, en las palabras, el diseño
divino (tal como afirma Galileo Galilei, al señalar que el cosmos es una creación
interpretable con el auxilio de los números y las figuras) y, contextualmente, la
precariedad de la actividad terrena en relación a la inspiración trascendental. Las
religiones del Libro reflejan la impiedad y la potencialidad edificante de la palabra. El
verbo es un instrumento de salvación para quienes profesan una actitud de
176 RICCARDO CAMPA
reivindicación respecto al creador, que los expone al insulto del tiempo recóndito, como
un aspecto insólito de la estipulación providencial.
determinada por el azar y la necesidad. Estos dos factores son aparentemente extraños al
aparato terminológico de la transcendencia tradicional. Sin embargo, sintetizan, en las
abreviaciones propositivas de la ciencia moderna, los impedimentos ideales, a los que el
género humano recurre en el tiempo, en el intento de justificar su presencia en el mundo
y de mejorar su contexto. La fragilidad de la vida humana se configura de forma
proporcionada a la complejidad de la vida cósmica, al alejamiento que engendra la
observación kantiana del cielo estrellado. El restablecimiento, continuamente prometido
y renovado, de la relación entre el observador del universo y la pretendida respuesta del
universo a las instancias del observador no satisfacen siempre e in toto las ambiciones y
las expectativas de quienes profesan la práctica de la experiencia. La resolución
empírica del conocimiento implica un acto de sumisión por parte del observador de la
realidad que, aunque turbada por la injerencia tecnológica y mediática, continúa a
manifestarse con una serie, en apariencia, residual de recursos energéticos. La compulsa
de los acontecimientos con las actitudes interpretativas y el dispositivo del observador
de la realidad se prevén científicamente como la forma indiciaria más adecuada para
equipar el aprendizaje de las cargas energéticas necesarias para actualizarlo. La
connotación moderna de la metafísica, depurada por la retórica propiciatoria, consiste
en reconocer una conformación energética y una congruencia representativa en el
universo capaz de hacer perceptible la extemporaneidad de las resoluciones humanas.
La inconmensurabilidad del universo se conjuga con las proposiciones conjeturales del
observador moderno y se modifica en el tono aseverativo del pasado, para asumir en el
momento presente la relativización cognoscitiva, en el que descansa la credibilidad
conceptual y la expectativa trascendental.
originaria, elemental. Los hechos atómicos, a los que Ludwig Wittgenstein hace
referencia en el Tractatus lógico-philosophicus, se identifican con las regiones liminares
de la materia y la energía: de los dos aspectos de la realidad, representados
aprensivamente por la relatividad en interacción con los fines de la penetrabilidad
energética y la materialidad fungible de los objetos, estética y funcionalmente
cautivadores. La verdad y la falsedad de las proposiciones connotativas de la realidad
son parte integrante del conocimiento, que se resume en su recorrido expresivo y
agente. Estos atributos, entendidos como categorías de lo existente, efectivamente
tienen a rendir comprensible la «ambigüedad» de la naturaleza en su constitución
originaria, fundamental. La postulación interpretativa de las fases de la naturaleza,
correspondientes a las épocas de la humanidad, responde a las exigencias
representativas, a su vez condicionadas por las expresivas, entendidas endémicamente
en proporción al clima artificial, en las que, sin embargo, residen la inventiva y las
expectativas generacionales. La idea de que la semántica conjuga la metafísica se
justifica exclusivamente en los niveles elementales de la materia y la energía, dónde
solo los indicadores verbales se conforman con la congruencia y la capacidad de
modificación. La metafísica del microcosmos tiene una exclusiva léxica, a través de la
cual se sobrentienden, también, las instancias profesadas en el pasado de la humanidad
como en apnea, es decir, en la espera de amplificarlas superficialmente desde el sufragio
de la inevitabilidad de los hechos físicos, químicos, biológicos, desde el metabolismo
cultural más cautivante, que la imaginación pueda inventariar en el patrimonio
cognoscitivo de la humanidad, de época en época.
cierto período de tiempo, de explicitarse y que se refleja en una serie de fenómenos que
son solventes de forma concreta. La incidencia del pensamiento sobre la acción se pone
en evidencia principalmente en la fase preliminar de la actuación del acontecimiento, en
el que la reflexión emotiva se repone en las sinapsis mentales a través de la
instrumentación (cada vez más refinada) con el que es posible localizar los lugares
íntimos, que pueden ser representados sin utilizar la objetualidad seriada. La doctrina de
la equivalencia entre la verdad y el sentido –profesada por Gottlob Frege, Bertrand
Russell, Donald Davidson, Gareth Evans, John McDowell– consiste en creer aceptable
conceptualmente, todo cuanto influye sobre la sensibilidad y el aprendizaje práctico, por
medio de la experiencia, denominada erróneamente como directa, ya que cada
manifestación humana lo es al estar sustentada por una serie de mediaciones y medios
virtuales, formales, concretos, de notable relevancia. «El resultado total –sustenta
Michael Dummett– es que si intentáramos explicar el concepto de verdad antes de
explicar qué es el significado, o bien de explicar el significado antes de explicar qué
significa decir de algo que es verdadero, tendríamos que dar inevitablemente una
explicación del sentido sin recurrir a la noción de verdad»1.
edénica se conjuga con el desaliento por todo cuanto concierne a las expectativas
salvíficas de los creyentes en la redención. La satisfacción de contestar conscientemente
a las instancias naturales compensa las prerrogativas de la regeneración. Es posible la
actualización del modelo benéfico si se modifica, con las aptitudes humanas, la
convicción de las generaciones, que creen tener en la tecnología el nivel más elevado de
interacción del hombre con la naturaleza. La sociedad tecnotrónica, en fin, ilusiona a la
humanidad sobre el modo de reflejarse simultáneamente en los acontecimientos que
realiza y que lo penetran. En principio, la sociedad tecnológica permite actualizar el
Edén terrenal mediante la división del trabajo, que impide, a los individuos singulares y
a los grupos a los que pertenecen, el diseño compartido, la arquitectura social, en la que
participan solicitado por un impulso primitivo, imposible de suprimir y caracterizado
por el empleo del hierro, del acero, del cemento férrico. Las semejanzas y las
diferencias culturales parecen activadas para conseguir un resultado, que satisfaga
provisionalmente los impulsos solidarios de las áreas felices del planeta y permita a las
áreas más avanzadas el intensificar su actividad, y perpetuar las distancias económicas y
sociales existentes entre las diversas regiones del planeta. La sociedad tecnotrónica
promueve la igualdad virtual como efecto de la diversidad estructural, inspirada y
condicionada por el conocido como mercado global.
de cuántos experimentos ejecutados, etcétera. En todo caso, en este modelo no hay nada
que nos pueda llevar a la conclusión normativa de Popper según la cual deberíamos
mantener la presión selectiva y el índice de mutación»3. La adaptación al entorno es
preliminar al cambio que el género humano realiza según las finalidades que, al menos
en parte, es capaz de perseguir, convenciéndose, contradiciéndose y regenerándose. La
«epistemología evolucionista» consiste en señalar las respuestas adecuadas a las
instancias humanas en la naturaleza, aquellas que no pueden sino ser intrínsecas a ella.
Solamente si se admite que el dualismo (no necesariamente de origen cartesiano) entre
la creación y su desarrollo puede ser regulado por dos reglas distintas y, a veces, hasta
contrastadas, se puede aceptar las concepciones hegelianas de una dialéctica triádica,
con capacidad de prefigurar la fenomenología del espíritu del mundo. Pero la biología
moderna ni confirma ni desmiente las postulaciones globales (válidas, sin embargo, a
nivel económico y social) al depender de una serie de variables, cada vez más
disciplinadas en la obtención de un «significado práctico», es decir, de realización
explícita. Si bien este resultado satisface temporalmente las exigencias de la humanidad,
o de una parte de ella, no coincide necesariamente con las premisas gnoseológicas, que
le dan el ser, como una expectativa creída naturalmente de forma indivisible en la
totalidad del género humano.
Aunque sea aceptada como una iniciación catártica, la ética social promueve el
futuro, según unas reglas que consoliden el beneficio de las generaciones en el presente,
que tendrán, en su equipaje de la memoria, los resultados de las relaciones menos
aflictivas, probadas por las poblaciones de la Europa continental y mediterránea del
siglo XX. La memoria de la reconciliación es efímera y, sin embargo, puede servir de
espuela para quienes la evocan con el fin de interceder en los interlocutores de la
actualidad, inexorablemente asechada por inconciliables pretensiones. La subdivisión –
realizada por Margalit con finalidades didácticas– de las relaciones entre espesas y no
espesas (sutiles), concierne respectivamente a la ética y la moral. A la ética, le concierne
la lealtad y la traición; a la moral, el respeto y la humillación. El límite de la ética social
consiste en disentir de la ética de las creencias. Si se otorga a la ética social una
aposición religiosa, la forma controvertible de sus asuntos coincidiría con la condena,
con la excomunión, y, por lo tanto, con la persecución, que es justo la eventualidad que
se propone evitar. La re-examinación de la memoria –como está en la Búsqueda del
tiempo perdido de Marcel Proust– permite descubrir acontecimientos, reacciones, que
interaccionan con el patrimonio consolidado de los conocimientos para darle crédito
ulteriormente o para «revisarla» in toto o in parte. «Una ética de la memoria es una
ética del olvido mucho más que una ética del recuerdo. La cuestión crucial, o sea, si hay
cosas que deberíamos recordar, posee una paralela, a saber, si hay cosas que deberíamos
olvidar»7. El olvido –de Homero a Jorge Luis Borges– no es el reino de la nada, sino el
lugar de la clemencia del recuerdo. Del olvido, en efecto, pueden desenterrarse los
recuerdos, que la ocasión o la eventualidad convierte en indispensables para hacer
menos problemáticos los juicios de la actualidad. La ética es conmemorativa, porque
restablece enfáticamente las creencias, las tradiciones, a las que hacer referencia en la
práctica cotidiana. La ética hace permanente la memoria mediante la epopeya que
caracteriza la comunidad, de la que recibe su razón de ser. El olvido es casi siempre
culpable o compromisorio: no reconoce la causa que determina el valor nominal de los
acontecimientos, que pueden influir en el interés colectivo.
habitat el milieu cultural, donde argumentar y actuar. El mesianismo es tan flébil que no
es capaz de afrontar la experiencia concreta, monopolizada por la casuística tecnológica.
La creación de objetos se delinea como la forma surreal de la naturaleza: el reflejo
condicionado de la voluntad concretada, el instrumento en serie de la perversa docilidad
del género humano.
energético que se deja sentir en el acelerador atómico. La ficción permite evidenciar los
acontecimientos, que no son todavía detectables con los instrumentos disponibles. La
tradición de la expresión induce a emplear metáforas, metonimias, de algún modo
eficaces, con los que transmitir conocimientos, que de otro modo difícilmente se
podrían memorizar. De este modo, el recuerdo de los acontecimientos energéticos en
sus niveles primigenios y liminares no aparece de forma enigmática, sino que puede ser
representado. Los vestigios, que las partículas elementales de materia abandonan a la
imaginación, no se unen con los mecanismos literarios y filosóficos predispuestos por
una cosmovisión en la que se supone que no hay nada más. El contraste con el pasado
está en la enfatización del presente, que se sustrae, al menos por ahora, a cualquier tipo
de fórmula que, por lo menos, lo aliente al recuerdo, si no es posible retenerlo en la
memoria. La analogía suple la connotación literaria en las formas inéditas de la realidad,
que inciden, incluso, en la actualización del conocimiento. La aplicación de una visión
de la naturaleza es posible sin que se tenga que representar su efigie. Por esta razón, la
cosmología moderna, si quiere ser entendida en su potencial energético, necesita
explicarse en la forma consolidada de la literatura tradicional, aunque las artes gráficas
y musicales (en las formas informales y la dodecafonía) inventarían continuamente
innovaciones representativas, cada vez más próximas al improbable diseño unitario de
la naturaleza (como la unidad de campo, de Albert Einstein). Las vestigia del pasado
están implícitas en las imágenes, en las definiciones y en las argumentaciones, en las
que el conocimiento se pone al día. La contradicción de las categorías empleadas en el
pasado y las utilizadas en el presente se muestra más como una metáfora, que como una
expresión de una pactada formulación sintáctico-gramatical. El pasado se ejercita en el
convencionalismo, con el que el presente se manifiesta en aproximación a un sistema
conceptual semoviente (como el energético). El recorrido de la muerte –en sentido
heideggeriano– convierte las figuraciones del pasado, del presente y del futuro en una
componente energética que las amalgama en el único sentido hasta ahora conocido: en
de la simultaneidad. Todo lo que ocurre en la naturaleza no se subdivide en la literatura,
difundida apoteósicamente en la cultura occidental desde Platón hasta Heidegger. Este
último agudiza la inadecuación lingüística en la incomprensión, que se extiende
obviamente en las dimensiones temporales del pasado, del presente y del futuro, del
Aleph borgesiano por el Ser. La herencia, entendida como recurso, no significa
necesariamente una aportación positiva, al menos como se piensa en la acepción común.
La herencia, así concebida, no tiene en cuenta las «mutaciones», imprevistas e
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 199
7. LA MEMORIA
terapéuticas o pedagógicas. La memoria conlleva la idea del progreso en una visión que
asciende del primitivismo al tecnologismo más sofisticado y casi inmaterial; permite
sobrevivir a la biodegradabilidad de la experiencia en los efectos que produce sobre
quienes comunican activamente o pasivamente una mutación antropológica
(continuamente en acto), incluso cuando los períodos de la historia parecen delimitados
en su identificación: la Edad Media, la burguesía, la sociedad de masas. La idea de
progreso y de decadencia se refleja en la acción consolatoria y acusatoria de la
memoria, que justifica su persistencia identitaria en la determinación múltiple de los
destinos o fortunas del género humano. La evocación se presenta como una
actualización improvisada de una estación de la humanidad que propicia edificantes
resultados en la actuación comunitaria.
La nostalgia es el estadio de gracia, que la imaginación se da en los momentos
de depresión del espíritu inventivo y emprendedor. En la vocación de la humanidad
resulta evidente la reviviscencia del Edén terrenal, de la aurora de los tiempos, en la que
la actitud cognoscitiva no asumía las conformaciones predictivas y, menos aún, las
conflictivas. La ciencia política presagia (Jean-Jacques Rousseau) la tentativa, por parte
de la humanidad (industrializada), de sintonizarse con la naturaleza, de modo que
prefigure una generación que no sea propensa a favorecer el instinto de poder y la
competitividad, con el fin de afirmar anfictiónicamente el itinerario contemplativo y
satisfactorio. La nostalgia del Edén frustra las tentativas cumplidas de la Grecia del
siglo V, de configurar un orden institucional que ennoblezca el egoísmo socialmente útil
y que atenúe los rigores del despotismo y el autoritarismo, expresado en el beneficio de
unos pocos y la sumisión de muchos. La vida terrena, religiosamente culminada en el
«día del juicio», tiende a adelantar sus efectos de forma laica, sin el dramatismo
torquemadiano y termidoriano. La mítica edad de oro, a menudo escondida en las
entrañas de la tierra, se presenta, cada vez más, de forma neumática. La expectativa
aérea, celestial, de la humanidad amplifica las angustias humanas bajo los términos de
la disolución y el arrepentimiento, reflejados tendencialmente en el propósito de
extrañamiento de los condicionamientos de la naturaleza y la historia. Así, el recuerdo
forma parte de los parques municipales y nacionales; en los mármoles que los dominan
están inscritos los nombres –y a veces las motivaciones– de quienes se han inmolado
por una causa justa. Naturalmente, el recuerdo presente en un rincón del país presagia
otro de señal contraria en otro rincón del planeta, según la mística de la representación
escénica y la pietas, que articula los dos frentes contrapuestos y las dos actitudes,
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 209
dolorosa, consiste en creer mentalmente en el placer del recuerdo, sin que el objeto del
mismo sea practicable. La impenetrabilidad de la memoria actualiza la representación
(también arriesgada) de los acontecimientos, considerados relevantes en la vida
comunitaria. El carácter irresoluble de la mediación mnemónica confía el sentido de la
precariedad y la inconmensurabilidad de la experiencia a la poesía y a la aflicción
dramática. El viaje mental en el tiempo anuncia el retorno al status quo ante, en el que
la insatisfacción del presente rinde racional el movimiento, la curiosidad de encontrar al
«otro-de-sí».
El recuerdo de los eventos, sin embargo, no concierne necesariamente a lugares
concretos, a objetos existentes, sino más bien a imaginarias figuraciones de los mismos.
El arquetipo característico del recuerdo le permite vertebrarse en la realidad y
desarrollar, a su vez, un papel creativo. La referencia a una serie de conjeturas ideales
magnifica un universo irreal, al que el presente hace referencia para valorizarse en los
anhelos transcendentes, propiciatorios de un orden futuro. La reliquia hace inmanente
un acontecimiento del que la arqueología prescindiría, al no estar dotado de los
significados verificables en el metabolismo natural. La flexibilidad de estos objetos de
la memoria, en relación a la evocación de los acontecimientos o las circunstancias,
puede llamar la atención sobre los fenómenos comunes, cotidianos, experienciales, que
denotan un componente fisioterapéutico. El fetichismo alude a la inexorabilidad de las
afecciones y la empatía por alguien o por algo que es difícilmente actualizable. La
museología vivifica la presencia de los objetos evocados, de modo que sea posible
mentalmente desplazarlos de lugar y colocarlos en su sitio adecuado o conforme,
aunque sea negado en la experiencia, por los acontecimientos más recientes. La
atomización del pasado, recogida en las vitrinas y en las salas de los museos, favorece la
redención interior, la propensión a reconocerse virtualmente presentes en los tiempos y
en los lugares que testimonian los objetos expuestos. Los materiales, elaborados por la
mente y la mano del hombre, sirven de hilo conductor de la cohesión generacional y de
catalizador del entusiasmo y la depresión, a causa de la cual y en la cual las
simulaciones de los conflictos no son sino necesarias ilusiones del género humano,
claramente ocupado en evitar su extinción. La evolución de la especie se comprueba,
incluso bajo una forma de reconocimiento escabrosa y zigzagueante, en la perentoriedad
con la que se encomienda a la conciencia de quienes la favorecen. La movilización de la
memoria significa la exploración del pasado en las alteraciones de la contemporaneidad.
La conmemoración tiene la tarea de profundizar y de legitimar lo que emerge del pasado
212 RICCARDO CAMPA
aztecas lo que la máquina del ciclotrón es a los físicos nucleares de nuestra época: un
dispositivo para la liberación instantánea de energía masiva»11. La lengua se perfila
como la forma preventiva de la anatomía, del sistema descriptivo de los órganos que
confirma la vida. La creatividad aparece como el equilibrio interconectado, cumplido
por los órganos humanos. La emoción estética, suscitada por el cuerpo en la Grecia
clásica, es el estadio permanente de la búsqueda de las causas de la vida. La apariencia
«esconde» el sentido apartado de la existencia. Lo físico es el emblema de la dignidad,
de un estadio de la condición humana, en el que la simple identidad otorga al escenario
natural una sugestión cognoscitiva. La felicidad es la erupción del hedonismo, su
amplificación y decadencia. La preeminencia de lo físico, no compensada por la
movilidad, es decir por el alma, lleva a un departamento arqueológico, que hace
referencia de modo extravagante a una animación antigua, inesperada y desastrosa.
«Antes del cristianismo, y aun entre pueblos de temperamento completamente opuesto a
toda noción de ascetismo, como los romanos, habían surgido corrientes de pensamiento
que minusvaloraban el cuerpo. El ideal de los pensadores de la escuela Cínica era cortar
todo vínculo doméstico y dedicarse a la vida contemplativa»12. El cuerpo, entendido
como prisión del alma, no produce efectos significativos en la conjetura de la
creatividad. Paradójicamente, lo físico como tal, enseñado a ultranza como el único
contrafuerte de la existencia, se demuestra en relación a las entidades fenoménicas
(impalpables) que se pueden entender como los «ladrillos» del universo, las energías
elementales, primigenias y participativas con todas sus aplicaciones concretas.
El ascetismo es el intersticio intelectual del actualismo, de la concreta
valorización del cuerpo, en su componente intelectual y material. A partir del
Renacimiento, el cuerpo es objeto e instrumento de conocimiento. La modernidad se
identifica con la búsqueda de las razones y los medios en los que la vida humana se
caracteriza en las diversas áreas del planeta. La cibernética, inaugurada por Norbert
Weiner, en el 1948, concierne a la relación entre los seres vivos y la máquina,
considerada como el instrumento adecuado para permitir la supervivencia del género
humano, a causa de un eventual colapso nuclear. «En 1960 –escribe Naief Yehya– los
científicos Manfred E. Clynes e Nathan S. Kline crearon el término cyborg para definir
a un hombre “mejorado” que podría sobrevivir en una atmósfera extraterrestre gracias a
modificaciones fisiológicas y psicológicas, obtenidas mediante fármacos y cirugías; un
proceso que llamaron “tomar parte activa en la evolución biológica”. El cyborg sería el
enviado de nuestra especie para conquistar el cosmos, pero también era la mejor
226 RICCARDO CAMPA
llegada del astronauta a la Luna señala otro fracaso respecto a las perspectivas de
irradiación del género humano en los luminosos u opalescentes cuerpos celestes.
François -Marie Charles Fourier, en efecto, designa su búsqueda de la felicidad
(explícitamente integrada en la constitución americana) como la teoría de la armonía
universal. La emancipación de los vínculos terrenales lleva a la aceptación de las leyes
naturales según el principio de su (implícito) providencialismo. La naturaleza de Fourier
se identifica con la inmensa visión del cosmos. El universo es ilimitado: permite a cada
ser vivir libremente la misma experiencia energética, superando los conflictos que
condicionan las doctrinas pactistas y contractualistas del Estado-nación. El falansterio
de Fourier sombrea las comunidades utópicas, artificialmente sustraídas a los
condicionamientos de la comunidad, comunitarios y sociales, en el intento de exigir las
relaciones de afinidad (de goethianas afinidades electivas) capaces de sugestionar la
imaginación y de preconizar la llegada del Edén terrenal, de aquel momento auroral de
la condición humana, unido al tiempo cósmico y con la matriz universal de los seres. La
levitación espiritual, a la que Fourier hace referencia, se identifica con la libertad
sentimental y sexual, favoreciendo las recónditas finalidades naturales, que en su
esencia son garantes de la supervivencia del género humano, exonerado en sus
preceptos de los condicionamientos y las idiosincrasias de la tradición milenaria
(multicultural y plurilingüística). La ligereza parece oponerse a la aspereza de la vida
asociada. Efectivamente, el visionarismo utópico concierne a la discrasia de la
existencia terrenal y la ineficacia de las tentativas cumplidas por los ideólogos, los
políticos y los economistas, para exorcizarla. Fourier, y el resto de utopistas, interceden
sobre la naturaleza para que permita que los seres vivos puedan redimirse de los
impulsos asertivos y potestativos. La licitud de los errores es solamente comprensible si
se localiza la redención de los individuos y sucesivamente –por contagio, como el
escritor francés admite– de las comunidades y del conjunto del género humano.
Para los utopistas como Ezra Pound, el sufrimiento terrenal constituye el viático
de la liberación total. Las palabras ruinosas de las máscaras políticas, que se agolpan en
el escenario internacional, señalan el paso hacia la disgregación de un orden fatídico
para las generaciones de la exultación terrenal. La terapia sonora, mezclada con la
psicodélica atmósfera de los encuentros oceánicos, hace pensar, más que en el drama de
una época, en un atajo hacia lo sublime, hacia los irreflexivos sacrificios de los dioses
arcaicos. La simultaneidad –introducida en la crítica literaria por Pound– frustra los
conductos interactivos de los géneros y los movimientos literarios para esbozar la
228 RICCARDO CAMPA
Los códigos escritos en pergamino hace miles de años son legibles aún hoy. Y también
el papel de trapo, que sustituyó al pergamino en el siglo XV, ha resultado ser
sorprendentemente duradero»17. El papel y sucesivamente los sistemas electrónicos
ayudan a asegurar las adquisiciones cognoscitivas del género humano con el preludio de
ulteriores cogniciones que satisfacen las expectativas de un número creciente de
individuos del planeta.
La fotografía asegura la permanencia de la imagen, fijada por la reanudación de
la realidad, que se vuelve inmanente en un tipo de testimonio vulnerable, pero también
copartícipe de las volutas mediáticas del presente. La descomposición de la fotografía
está destinada a traducirse en otro formato de la figuración, que puede ser escrutada, en
sus precursores o en sus probables exteriorizaciones. Las migraciones de datos digitales
es la metempsicosis de la información. «La información analógica es muy frágil, porque
su reproducción exige aparatos electrónicos muy específicos; la información digital
necesita además software para ser descifrada, por lo que es doblemente frágil»18. Un
fallo mecánico, un error de lectura, convierte el dictado formal en un jeroglífico, en un
conjunto de líneas, anagramadas de la imaginación y de la arbitrariedad del exegeta.
«Los ciclos de los productos informáticos duran entre tres y cinco años; después,
cualquier computadora está anticuada»19. En fin, la transmisión del pensamiento se
perfila en los conductos tecnológicos de la comunicación: no son los hilos, sino las
estructuras que, sin embargo, se regeneran y retienen los desafíos del tiempo. El museo
de la técnica es la «biblioteca» contemporánea de las invenciones, puestos en acto, para
permitir al patrimonio cognoscitivo perpetuarse y modificarse en los diseños de los
testadores del recuerdo y el olvido de la humanidad. La emulación tecnológica es una
carrera contra la improbable destrucción de lo que el género humano trata de clasificar
para rememorar el Edén terrenal. La idea de que no se pueda negar la ilusión es
permanente en la literatura occidental, sincronizada por Miguel de Cervantes y Saavedra
en Don Quijote de la Mancha. El humanismo del gran visionario español constituye el
prólogo a la ingeniería genética. La señal demonológica y el adiestramiento didascálico
no tendrían una eficacia detectable. La genética, quizás, puede lograrlo en el intento de
«modificar» las actitudes humanas en el sentido auspiciado, en contraste con la
tradición retórico-sentimental del pasado. Peter Sloterdijk, profesor de estética en
Karlsruhe, cree que son desastrosos los métodos relativos a la «domesticación humana»,
realizados en los siglos pasados, a partir del Renacimiento, aunque la anatomía y la
fisiología se inician para evidenciar las tendencias conductuales de los mortales. La
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 233
8. EL DIÁLOGO
el silencio cósmico conforme a las reglas implícitas en la naturaleza, mediante las cuales
es posible (o pertinente) la escucha metafórica, subliminar.
el que el objeto de la fruición práctica se conforma con las diversidades seriales, donde
se embrida la producción, aprobada y aglutinada por la retórica publicitaria y la
arabesca publicidad de masas. La concepción prometeica del futurismo (cuyo epicentro
es la ciudad-fábrica de la máquina) se estrella con la precariedad y la fragilidad de la
existencia, aunque la higiene y las condiciones objetivas garantizan su duración. La
literatura tecnológica se alía a las sagas y a los cuentos populares para difundirse con
resultados menos potestativos, pero más solapados. La ironía y la paradoja la salvan, de
algún modo, del absolutismo, de la forma rígida, constantemente falta de ritualidad, al
punto de aparecer, al mismo tiempo, retrógrada y apremiante. El sarcasmo representa el
antídoto de cada definición comprensiva de juicio. La periodización abierta permite al
intelecto elaborar, deliberar y contradecirse sin desconcertar a los exegetas de los plexos
y las invectivas del mundo. El trabajo –la actividad intelectual y material– está en
directa relación con la representación del mundo. El universo agrario y el hemisferio
industrial se configuran en términos diferenciales, gracias a las correspondientes
sintomatologías expresivas: la diversidad del léxico, empleado para codificar el
conocimiento experimental, es parte del patrimonio colectivo, generalizado a nivel
planetario. El paso de la época de la necesidad (del pasado) a la época de la libertad (del
momento presente) señala la decadencia de la sociedad medieval y burguesa y la llegada
de la moderna sociedad de masas. «El hombre nuevo –escriben Françoise Gadet y
Michel Pêcheux– montaje complejo de reflejos, de segmentos de máquina que hay que
afinar, regular, organizar en combinaciones nuevas, tan milagrosas como las
innovaciones de Lyssenko; la ductilidad política de la planta humana vuelve felices a
los nuevos jardineros»1. El teatro de lo absurdo promete en clave pedagógica la relación
existente entre la palabra y el silencio, entre el aparato representativo del pensamiento y
la fértil asignación del mismo con la contemplación.
El caos del universo se reduce en los enunciados del lenguaje, en los que se
acogen las solicitaciones del intelecto agente y las sugestiones de la realidad. La
metáfora compensa el hiato existente entre lo que puede ser dicho y lo que puede ser
imaginado. El sentido figurado de la realidad preconiza los acontecimientos que se
extienden a la observación de los adeptos de la experiencia. La actualización de la
dimensión práctica de la existencia se evidencia a través del empleo de fórmulas
expresivas, que oscurecen la inventiva, la creatividad. La descripción intenta deliberar la
objetividad, la forma más extensa posible de la cognición. La traducción, solicitada por
238 RICCARDO CAMPA
La lucha contra la fraseología, emprendida por Karl Kraus de 1899 a 1933 –años
en los que se edita la revista Die Fackel (La Antorcha)– interesa, en sus efectos, al
aparato capitalista de los mass media contemporáneos. Combate la arbitrariedad
lingüística con el que el autoritarismo hipócrita y después imperante arrecia en las
conciencias de quienes se adecuan a una teleología atrevida y espectacular. Los
eslóganes son las partituras de la comunicación y el condicionamiento de la época
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 239
Los signos lingüísticos pueden utilizarse, en efecto, para innovar, pero también
para manipular y realizar deformaciones conceptuales. El sentido de las palabras puede
ser modificado o alterado por la experiencia, en su aplicación al reconocimiento de
acontecimientos imprevistos e imprevisibles como las mutaciones genéticas. La realidad
puede inspirar la puesta al día del léxico sobre la base de las ideas fundantes, que, desde
Sócrates, se transmiten como exteriorizaciones de las impróvidas confutaciones
conceptuales, constantemente anagramadas y difundidas por los sofistas, por los
hipertróficos exegetas de las opiniones, llevadas al límite de la incomunicabilidad y la
disfunción social. La imprecisión es una característica semiótica de todos los
enunciados que no encuentren verificación en sus efectos, en la práctica explicativa. En
efecto, la formalización de los enunciados comporta la adhesión a las necesidades
objetivas, a las finalidades propias de la comunicación. La ambigüedad lingüística es el
reflejo condicionado de la indeterminación de la realidad, que en todo caso se
encomienda –se presta– a la descripción, creída necesaria porque alcanza los actos
250 RICCARDO CAMPA
del socialismo. Mientras la forma del gobierno liberal deja entrever una plena actividad
inventiva por parte de los individuos, la forma de gobierno socialista comporta la
remisión de los pecados individuales y la aceptación de un sistema de salvación
colectiva. «Para el liberalismo, el derecho de todo hombre a la libertad es la expresión
esencial de su derecho a la vida, de su instinto de conservación, de su suficiencia
racional y, sobre todo, el anhelo eterno e inalcanzable a la felicidad»13. La autonomía
liberal es tal porque está referida a las leyes naturales, que se presentan de forma
funcional en la exteriorización de la voluntad de los sujetos individuales, operantes en
un contexto institucional (por otra parte, creído formalmente de forma no incómoda). La
solidaridad socialista considera que el trabajo es un instrumento de la redención humana
(inspirado cristianamente por la ética conductual de las clases emergentes y capaces de
modificar el nivel de vida general, universal, uniforme tecnológicamente). Para el
liberalismo, la propiedad es el instrumento donde el hombre se vincula a la tierra; para
el socialismo, la propiedad es una categoría aflictiva del recorrido mental del hombre
hacia el cielo. El socialismo es neumático, ambiciona satisfacer las expectativas
ultramundanas de la humanidad inventariando las tentativas, cumplidas, para despachar
la contingencia terrenal en el empíreo de la imaginación (del tiempo libre, de la fantasía
imitativa, hiperuránica). Entre una y otra doctrina, sin embargo, no se erige un muro de
contención opuesto, sino un horizonte, en el que se espanta una composición de las
diversidades, la complementariedad de las visiones, de las expectativas, de las
premoniciones.
un exterminio, es tomado como una obra de arte. «El lenguaje desborda ampliamente
las cosas de la vida, y viceversa… Dos elementos [el lenguaje y las cosas de la vida]
representan el fin propuesto por la misma existencia mundana y la felicidad que se
libera de ella»15. Los movimientos de la ira, los accesos de la pasión pueden producir
poéticamente resultados estimados artísticamente. El recurso de los poetas malditos al
opio se interconecta con los resultados alcanzados en su actitud creativa. Su descenso a
los infiernos exorciza el descenso dantesco, que se connota históricamente determinado.
Los poetas malditos de la época contemporánea disertan sobre el modo más indoloro de
afrontar las sugestiones del Mal. Su resentimiento respecto al mundo, en el que se
comportan como defensores de la inquietud existencial, tiene características misteriosas;
se convierten ilusivamente en la denuncia del conformismo y el dejar hacer propio de la
masa. Su revuelta concierne, sin embargo, solamente la vida cotidiana, no el aspecto
telúrico de la vida humana, sino la unión doméstica, donde se celebran los infortunios
de la inventiva y la libertad individual. La poesía se propone como el garante de todas
las alternativas improbables, que cada individuo puede cultivar en la remisión de sus
angustias y sus flébiles atractivos vitales.
La palabra articula las exigencias mundanas con las expectativas celestes: ella
subroga lo concreto con el delirio de lo ajeno. El lenguaje es una estructura elástica que
permite a la norma expresiva (la gramática) conformarse a las exigencias innovadoras
de la argumentación histórica. El propileo de la acción se identifica con el propósito
expresivo. Las palabras registran los acontecimientos que, su propia naturaleza, huyen
de cualquier proceso de mediación conceptual. Las leyes, que los configuran, son la
síntesis de la repetición. Si los acontecimientos huyeran de la previsión, las palabras
quedarían como las conchas abiertas sobre el litoral, en las que resuena el ruido del mar.
La rotura de la continuidad entre el presente y el pasado es interconectado
cáusticamente con la modificación lingüística y estructural (de la forma de la
argumentación). La transmisión de la memoria incide en la posesión temporal del
lenguaje, que ambiciona sobrevivir virtualmente a la contingencia expresiva, que
incluso lo legitima. La comprensión del mundo es una finalidad comprometida por la
dinámica explicativa de los fenómenos, que la razón logra interceptar y prometer a la
memoria futura y a la general satisfacción. El relativo rigor con el que se afanan las
palabras hace conveniente la fantasía imitativa. La inventiva utiliza algunas palabras
como postulados de nuevas formulaciones conceptuales que afrontan el léxico
260 RICCARDO CAMPA
tiempo después, por lo tanto, de que la alfabetización se afirmara en Grecia. Sin este
desarrollo sucesivo, la era industrial y científica en que vivimos no habría sido
posible»18. La facultad de hablar se interconecta con la pericia de la escritura, dotada de
un orden más conforme a la predisposición del discurso y a la congruencia de sus
afirmaciones. «Existirá siempre una cierta distancia entre lo que “dicen” las palabras,
cuando son expresadas verbalmente, y lo que, en cambio, “significan” cuando son
escritas: una diversidad de niveles, que depende del tipo de escritura empleado»19. La
gestión compartida por el sentido acústico y por la señal visual es una característica de
las lenguas modernas, de una koiné, en el que la escritura se conjuga con la logografía y
la ideografía, en el intento de facilitar la comprensión general. La capacidad de pensar
puede manifestarse en sus diversas expresiones idiomáticas e ideográficas. El signo
matemático permite realizar la traducción y la homogeneización de las diferentes
capacidades expresivas. La conceptualización socrática se constituye en el fundamento
de la versatilidad humana para la discusión y la comprensión de la experiencia, en el
que se identifican las generaciones. El sistema social, en el ámbito donde se ejerce la
función lingüística, administra, por así decir, la relación existente entre el sonido de las
palabras y, por lo tanto, su significado en la inconmensurabilidad (estructural) del
silencio (cósmico). La memorización de los signos, con los que se articula el discurso,
es inversamente proporcional a su número. La democratización del conocimiento se
somete a las estratégicas tácticas del sistema de comunicación. La sugestión producida
por la frase efectuada es dada por la contextualización con la que las palabras se
combinan en el discurso. En efecto, con el mismo diccionario, Nicolás Maquiavelo
escribe El Príncipe y La mandrágora: dos obras de muy distinto tenor expositivo y, sin
embargo, correlacionadas por la misma trabazón expresiva (en el sentido de la
peculiaridad semántica y fonemática). El fundamento empírico del habla se corrige en la
contextualización expresiva de la escritura, que la prensa se preocupa en desarrollar
bajo las formas más sugestivas de la lectura.
El imperio carolingio promueve, por otra parte, una escritura europea, capaz de
otorgar un mínimo de cohesión social a un contexto étnico y cultural bastante distinto.
En todo caso, la promulgación de las normas de realización de un dispositivo político
tiende a conseguir un nivel de comprensión más o menos generalizado, tal que lleva
creerlo intimidatorio y consecuencial. Si la colectividad, a la que se dirige un sistema de
normas, no está en condición de señalar las finalidades, el sistema político aparece
como nunca comprometido en su tendencia, incluso aproximada, de conseguir un
aceptable porcentaje de legitimidad. El consentimiento social es el aspecto seroterápico
de la laicización del poder decisional. La imposición de la norma encuentra su
fundamento en los auspicios testamentarios. Las instancias populares, manifiestas y
propulsoras del aparato institucional en las plazas públicas, se convierten en objeto de
reflexión política cuando se oficializan en la documentación, en la configuración lógica
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 263
Paul Gauguin mantiene ser la pantalla del arte moderno, en el que es evidente la
paradoja entre la innovación y las resistencias a su realización. El contraste entre las
aspiraciones modificadoras de la tradición consolidada y las afecciones por las formas
de empleo común vuelve sugestiva, cuánto menos, la experiencia del escritor y el artista
gráfico, inducidos a calibrar su aportación innovadora y su contexto normalizado. El
arte de la representación puede aludir a una subversión de las connotaciones
cognoscitivas de la realidad utilizando las estrategias materiales y coloristas de la
comprensión común. El dualismo entre lo figurativo y lo no-figurativo en el arte
pictórico consiste en rendir evidente todo lo que es familiar en su aspecto y que es
complementario a todo lo que lo penetra y lo conforma. La atomización del objeto y la
nuclearización del color hacen referencia a una entidad infinitesimal, que concurre a
determinar la figura, la coherencia, la función mediática de la experiencia. La
descomposición de los entes de la realidad en grumos, en fragmentos, hace pensar en la
esencia de las cosas, en su primordial uniformidad. La atracción ejercida por la imagen
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 265
9. LA ARGUMENTACIÓN
Las conocidas como explicaciones globales, propuestas por el mito, anticipan las
argumentaciones sistemáticas de la ciencia, que soluciona las peticiones cognoscitivas
con un grado de incertidumbre sujeto a continuas revisiones. El primitivismo es la
reducción de la interpretación de la realidad natural en su mitología, aprobada o
conjeturada por la propaganda de masa. El «asedio» a la naturaleza por parte de la razón
tiene una connotación sumisa y perspicaz: contempla una gradación interactiva y un
impulso alevoso, testimonial. El género humano reconoce en su acción (intelectual y
práctica) la recusación de los códigos que no siempre se conforman con las leyes en las
que se ejercita la realidad y a las que se encomiendan al cuidado investigador del
aparato simbólico y las estructuras tecnológicas. La combinación de las variantes
fenomenológicas con las variables expresivas y representativas permite conjeturar la
relación entre el observador de la naturaleza y la naturaleza misma en aras al orden de
las experiencias mentales y prácticas, cometidas por el género humano en la urdimbre
natural, en el escenario, en el que la gravitación terrenal se certifica bajo la múltiple
perspectiva por las fugas en el empíreo o por los reflujos en las profundidades del
geoide. La infraestructura entre las dimensiones neumáticas y las gravitatorias connota
el hecho cognoscitivo de la humanidad que aparece de forma uniforme entre la
intemperancia de los propósitos y la propensión salvadora. La visión milagrosa y la
experiencia vespertina se complementan en la incertidumbre y en la providencialidad de
lo existente. La mente y la experiencia se conciertan en la interpretación de los
fenómenos de la realidad, que tienen una influencia sobre la conducta individual y
colectiva. La relación entre las imágenes y los símbolos refleja la actitud del observador
de la naturaleza, ocupado en memorizar los resultados de las sensaciones que se
transforman en las opciones miméticas, propuestas por la mente y, por lo tanto, por las
normas, preventivamente elaboradas en la perspectiva de su adecuación a las
270 RICCARDO CAMPA
circunstancias. Bien sea que la experiencia «revela» los modelos platónicos innatos,
bien que «refleje» las variaciones térmicas de la realidad, la destreza del consumidor
cognoscitivo consiste en hacerla practicable. La perfectibilidad y la imperfección se
compenetran dando lugar a la preocupación de la pertinencia y la perpetuación.
A la aparente uniformidad del comportamiento humano se confrontan las
diferencias, que tienden a enfrentarse, subrogarse, complementarse. La idolatría es el
aspecto fosforescente de las relaciones existentes entre el objeto (el fetiche) y su
realizador. La glorificación de la empresa humana consiste en sacralizar el resultado
concreto de la acción. La leyenda se transforma por la antigüedad fónica (es decir
privada de escritura) en la modernidad sígnica con el concurso de la fabulación, de la
difusión en objetivos social y económicamente movilizadores. La cosmogonía adelanta
y condiciona la cosmología en el intento de volverla razonable, en ciertos aspectos,
sufragados por la tradición milenaria y abandonada. La reivindicación moderna se
refiere –al menos en las poblaciones con un bajo perfil tecnológico– a la pretérita
identidad nacional. El fenómeno del hada Morgana se relaciona con la visión, con la
constatación: el mito se confronta en la actualidad con lo científico. Claude Lévi-Strauss
escribe: «Además, pienso que en las sociedades faltas de escritura y archivos, la
mitología tenía el objetivo de garantizar que el futuro mantendría su fidelidad con el
presente y el pasado (incluso siendo imposible, obviamente, una completa identidad).
Para nosotros, en cambio, el futuro debe ser diferente, cada vez más diferente del
presente, ya que las diferencias dependen en parte, como es obvio, de nuestras
preferencias políticas»1. La historia elabora la mitología de modo que sea comprensible
con las instancias expresivas modernas, con la codificación asumida por las categorías
inventivas en el improbable laberinto de la comunicación. El Cielo y el Infierno
conquistan la atención humana, que se ingenia entre las gratificaciones divinas y las
condenas demoníacas. En la mitología se evidencian los arquetipos mentales de la
dialéctica binaria (socrática) y de la triádica (hegeliana). Las anticipaciones
cognoscitivas, aparentemente execrandas, ofrecidas a la valoración conceptual por la
mitología, se reflejan en la satisfacción antropomórfica de los doctrinaristas sociales y
de los populistas endemoniados, obligados por las reglas conductuales a sacrificarse en
la ritualidad, receptiva a todos los niveles de la iniciativa comunitaria. «Si queremos
comprender la relación entre lenguaje, mito y música, sólo podemos hacerlo tomando
como punto de partida el lenguaje. Seguidamente es posible enseñar cómo la música y
el mito nacen ambos del lenguaje, pero se desarrollen separadamente en direcciones
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 271
modo para conseguir la tranquilidad. El repudio del sufrimiento obscurece los ánimos,
que se inducen a gratificar la parte más propiciadora de su índole mental. El empleo
privado de imágenes en función apotropaica se combina con la temperie del palladium
diseñado para la defensa de las avanzadas combatientes y de las retaguardias civiles.
Los puestos avanzados oscurecen los altares de los lugares de culto, donde se custodian
las reliquias de los anacoretas venerables o los mártires. Las imágenes casi siempre
asumen connotaciones misteriosas, también cuando su presencia se atribuye a un
acontecimiento efectivamente acaecido. «Las imágenes acheiropoietai pueden ser de
dos tipos: imágenes realizadas por una mano diferente de la de los comunes mortales o
bien creídas como improntas mecánicas, aunque milagrosas, del original»4. En todo
caso, las dos tipologías no influyen en la dinámica creyente, que contempla la terminal
antes que al peristilo de la manifestación milagrosa. La extemporaneidad de la
verificación atañe la etimología de la creación y su dispositivo alquímico, más que
racional. La congruencia y la consecuencia se pliegan a la eventualidad que tiene la
tarea de convencer el género humano de la supervisión divina o demoníaca con respecto
de sus propensiones sumisas o hegemónicas. Las imágenes reflejan un interludio como
los pensamientos ocultos de la humanidad, que se afana en encontrar las señales
misericordiosas de Dios o, incluso, para desaprobarlas, las huellas desacralizadas del
demonio. El dualismo está al origen del imaginario colectivo: el sentimiento de la
afinidad y aquel de la diversidad se enfrentan radicalmente, perjudicando un acuerdo
entre las partes en contienda. El carácter irrepetible de la existencia induce al
fundamentalismo religioso, a la práctica exorcista, al anacoretismo como recurso
mediático en el que sustraerse a las sugestiones y a los desafíos de la realidad, tal como
se representa en las diversas interpretaciones regionales.
La reliquia y el icono son testimonios de un momento de expresividad de los
sentimientos que animan y afligen las generaciones de la antigüedad en la época
moderna. La adoración y el apego físico al simulacro redimensionan el fideísmo arcaico
en las versiones más adecuadas al crédito del escenario experimental. La convergencia
de los sentidos, al tenor de las convicciones, permite a la imagen proponerse en la edad
moderna como el contenido expresivo de la conjetura cognoscitiva, que siempre
alimenta la búsqueda de nuevas fuentes testimoniales. La misma aptitud científica se
basa en la imagen: Deus sive natura de Bernardino Telesio (y consecuentemente de
Giordano Bruno y Tommaso Campanella) propicia la recuperación en la naturaleza del
viático necesario a la humanidad para alcanzar el reino de Dios (después de haber
274 RICCARDO CAMPA
actualizado la Ciudad del Sol: el orden terrenal de una evocada prospección celeste). El
poder mágico cede su sitio al valor de la razón, que «ve» la dignidad del hombre en el
consuelo divino. El imperio de la justicia distributiva es la ocasión visual para evitar
malentender las prerrogativas de la gracia espiritual. La encarnación del Logos en Cristo
es el aspecto referencial de la nueva temperie emotiva y conceptual, que inaugura la
edad moderna. Por lo tanto, las imágenes desarrollan una función representativa y
protectora (al punto de representar el poder espiritual y el poder temporal, según el
mismo régimen compensatorio de sugestiones individuales y convicciones colectivas).
La peculiaridad de tal manifestación consiste en el hecho de que, mientras en la
tradición arcaica, la imagen representa el aspecto místico de la religiosidad, en la
convención moderna, sacraliza, dentro de un cierto límite, la potestad laica, en sus
aspectos evocadores, o en sus aspectos deliberativos. La experiencia concreta y la
participación política y social se atienen a los cánones conductuales, contraseñados por
las imágenes, figuras, símbolos, en los que se encuentra el factor cohesivo, que hace
posible la convivencia cívica y la concordia discors comunitaria. La soberanía imperial,
real y popular se extrínseca en las figuraciones del orden jurídico que la distinguen.
La escatología se perfila como la salvación de los individuos, que se encargan de
la fortuna y los destinos de los pueblos, de los que representan sus instancias. Los
testimonios numismáticos articulan la figuración con la potestad deliberativa y
decisional. La decadencia del oikumene imperial se ratifica en la proliferación de
atestaciones identitarias de naturaleza imaginativa y existencial. La pluralidad de las
aserciones sociales amplía la trama de las imágenes al punto de devolverlas partícipes
del examen político e institucional. «Tal interpretación de la Iconoclasia bizantina
probablemente ejerció un particular atractivo sobre los estudiosos, que vivieron y
trabajaron bajo la influencia de la vida europea anterior a la segunda guerra mundial, así
como explicaciones precedentes de este movimiento extraordinariamente complejo y
muy labrado fueron influidos por los acontecimientos contemporáneos»5. El
absolutismo iconográfico imperial cede el sitio a la iconografía nacionalista, mesiánica
y oracular. La sociedad de masa –tal como es percibida en su estadio ribellístico por
José Ortega y Gasset– tiende a sustituir el mensaje de las imágenes con el más breve de
los signos (de las cruces ungidas por los atrezos de las profesiones tradicionales). La
espiritualidad del culto se conjuga con la artificialidad del consentimiento político, que
es promovido por medio de sugestiones colectivas, dirigidas a perpetuar una condición
de seguridad, protegida por la transcendencia. La metafísica de las intenciones públicas
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 275
más victoriosas que otras y que influirán también en la selección genética»8. La cultura
es la manifestación colectiva de la constancia vital. El individuo singular se refleja en el
grupo y amplía su potencial creativo y aflictivo según la dinámica del «progreso», que
es, a su vez, el resultado de las aportaciones, a veces conflictivas, de la evolución del
orden humano. La aprensión es, por tanto, la adquisición de actitudes, dirigida a facilitar
la adaptación del género humano a las diferentes condiciones del metabolismo
planetario. Generalmente, las modificaciones conductuales son el reflejo condicionado
de las secuencias ambientales, que son, a la par, naturales y artificiales, según el modelo
de desarrollo agrario, mercantil, artesanal, tecnológico. El empleo de la instrumentación
altera el equilibrio natural hasta niveles sostenibles, asegurando beneficios
cuantificables a la identidad genética. El arte, la religión, la ciencia contribuyen a
devolver, metabolizándolos, los resultados conseguidos por la técnica. La artificialidad
es una versión de la naturaleza según los planos mentales de las sucesivas generaciones,
que se perpetúan sobre la tierra. Las religiones son las terapias de choque contra el
escepticismo, el parasitismo. La expectativa salvífica influye por la fuerza en el
comportamiento de los que sobreviven a la prueba física de los anacoretas, de los
mártires, y al sacrificio de quienes se inmolan, de forma improvisada, por el éxito –
declinante– de una idea, de un concierto de expectativas consideradas ilusorias o
improbables.
Las religiones tradicionales se dan a sí mismas la tarea de asegurar un desarrollo
demográfico, que salvaguarde el derecho a la existencia de un número siempre cada vez
mayor de personas en relación al temido equilibrio ambiental. Este fenómeno rinde
prioritario el recurso al artificio que, sin embargo, engendra un cierto orgullo subjetivo
en contraste con el pietismo colectivo y el condicionamiento comunitario.
Paradójicamente, las religiones se amparan en el pasado para dirimir las dificultades
existenciales del presente, justificando así la persistente tendencia temporal. Las normas
ultramundanas condicionan y regulan las relaciones individuales, dirigidas a modificar
para bien las condiciones objetivas. Las religiones tienden a enfrentar las alteraciones
genéticas a través de la enseñanza pietista y la premonición trascendental. La
creatividad artística y la búsqueda científica se casan en el intento de crear escenarios
operativos comunes. La competitividad de las religiones concierne, sobre todo, al grado
de la convicción de los adeptos, que se conforman a las instancias de las épocas y a las
metafísicas promovidas por los ministros del culto, ayudados de las recomendaciones
rentables de los profetas y los santos. El ritual acorta las distancias y asimila el diálogo
278 RICCARDO CAMPA
justificar las discrasias, utilizadas para extraer un grado de bienestar que sirva de
analgésico a las escabrosas interlocuciones existenciales. La accesibilidad parcial a la
verificación de las causas de los fenómenos reduce el alcance aseverativo de las leyes de
la repetición, útiles científicamente para producir el artificio. La reducción de la
complejidad de la naturaleza a la sencillez, forma explicativa de la ciencia, contribuye a
generalizar la experiencia y a oscurecer un criterio convencional de cohesión
comunitaria. La previsión es una constante endémica de la humanidad, preocupada por
la irrevocabilidad de los acontecimientos y de su funesta conclusión y, a menudo,
exorcismo de los veredictos divinos o demoníacos. La personificación de las fuerzas
naturales es una actitud que se transmite de las asoladas regiones meridionales a las
álgidas áreas septentrionales. La aséptica estructura del laboratorio es el resultado de
una técnica confutadora de los maléficos transformados en males endémicos. El
sacrificio del científico consiste en la disciplina y en la ritualidad, con los que su trabajo
de observador de la naturaleza y codificador de las osmosis energéticas de la misma. El
pánico del primitivo se transforma en la aprensión del progresista, que instaura una serie
de conflictos interpersonales con los que se evidencian las tensiones existentes entre los
seres y las cosas, según un proceso intrínseco a la realidad silente y manifiesta. La
ritualidad científica es connotada por fórmulas: una síntesis de la problematicidad
arcaica y la incertidumbre moderna.
La práctica religiosa de la antigüedad generalmente consiste en que los creyentes
ofrecen un objeto (precioso). La solicitud de los mortales por las preocupaciones de los
dioses (por las fuerzas hegemónicas de la naturaleza) concierne a la peculiaridad del
don como reflejo de la ejemplaridad del deseo. La intercesión humana en las
divinidades atañe a los beneficiosos efectos de los objetos, ejemplificada en el don, para
que se conviertan en bienes de consumo. La oferta simbólica de los mortales a los
dioses se transforma en las pruebas con las que la ciencia trata de realizar los deseos
ampliamente perseguidos por la humanidad consternada kantianamente frente al cielo
estrellado. Sobre todas las prácticas cognoscitivas actúa la amenaza del fin, el posible
error del exorcismo equivocado. Después de Hiroshima y Nagasaki, los científicos del
proyecto Manhattan se declaran responsables de un sacrilegio. El rostro demoníaco del
poder disoluto contrasta con aquel benévolo de los guardas de las armonías celestes. El
universo aparece como una construcción especular del Bien y del Mal según el criterio
de interpretación realizado por la (libre, condicionada) determinación humana.
280 RICCARDO CAMPA
forma adecuada, ni estudiados los recursos necesarios para hacerle frente. Las
reflexiones sobre la eventualidad se subordinan al grado de prevención, que las
comunidades logran activar en el tiempo. La salvación siempre se une al sacrificio.
También en las sociedades modernas, la ética del trabajo compensa la perspectiva
futura, se acuerda con la persistencia, la perseverancia del ser en su perspicacia vital.
Los acontecimientos y las acciones otorgan un carácter explicativo al mundo. Si los
seres vivientes no fueran capaces de percibir y acoger las perturbaciones energéticas del
universo, su misma presencia sería sacrificada al olvido. La mitología es,
predominantemente, la configuración preceptiva del olvido. Ella induce a pensar en la
forma adecuada y, a veces, disoluta de sustraerse a la frustración, venida de la perenne
experimentación que es característica de la naturaleza. La inspiración se deduce de un
íntimo connubio de la conciencia y las formas intestinas de valoración del peligro. La
facultad de pensar en la salvación se conecta a la instrumentación, realizada para que
sea efectiva y extensible a un número creciente de individuos, que se asoman sobre el
escenario de la historia, alentados por los cuentos recurrentes en las comunidades del
planeta, presentados como antídotos al malestar ancestral y a los imprevistos de la
cotidianidad. Lo desconocido se identifica con la impericia del observador de la realidad
que, del chamán al científico, trata de interconectarse con las energías que lo atraviesan
y lo constituyen en su trama indiciaria. La conjetura, en efecto, ennoblece la pericia del
observador de la naturaleza y mortifica, en parte, la naturaleza al rango de los impulsos
neuróticos de una disolución social, como si fuera un cíclope, un monstruo o un ciclón.
El lenguaje oracular tiene el aspecto de un veredicto divino concertado con los
mortales. Su carencia de probabilidad impide que pueda ser refutado. Y es, por esta
razón, que se vincula al desarrollo sintomático del hecho humano en su subtendida
vulnerabilidad, antes que al realista. El artificio se introduce en las relaciones entre el
observador de la naturaleza y su temperie energética, con el objetivo de transformarla en
una ocasión, para no se sabe cuántas actitudes humanas autorreferenciales. La
ingeniosidad del tutor del orden artificial, el político y social, consiste en creer sus
actitudes al menos conformes con la reactividad natural. La positividad y la negatividad
de las peticiones conceptuales sustentan el pensamiento y la actividad creadora de los
seres, ocupados a perseverar en la tarea de conferir un sentido a la Gran Cadena del Ser
de Arthur O. Lovejoy. La ritualidad concurre a que la comunidad confíe en la tarea de
hacer conscientes y responsables a sus miembros. La expiación es la autoinculpación
que las criaturas humanas ennoblecen en el epos, en la celebración de los actos
282 RICCARDO CAMPA
principio, puede gozar de beneficios que no provengan del propio empeño y de la propia
suerte.
La humildad es, ahora, el aspecto proteccionista de la versatilidad religiosa. En
cuanto actitud que no realiza reivindicaciones, no permite a la economía empresarial
pensarla como una realidad que pueda ser útil a los objetivos de la difusión y la
distribución del bienestar. Pretensión, que confortada por la ley, es dominante en el
mercado, dónde la demanda interacciona con la oferta según los cocientes de la
aceptación recíproca. El engaño y la piedad se contraponen entre sí, con el objetivo de
frustrar recíprocamente los resultados negativos. El privilegio es, en todo caso, como un
bandido, incluso cuando consigue una condición económica, de la que es naturaliter
parte integrante. En la sociedad capitalista, la concepción zoológica –usando una
expresión de Friedrich Engels– no debería incidir en la adquisición del status symbol del
bienestar o el poder. La democracia frustra todas las superposiciones del poderoso,
utilizando el código del derecho en la educación, en la cultura, en la expresión, en el
empresariado: en la práctica, en la creatividad individual, reconocida como una
aportación al conocimiento y, por lo tanto, al bienestar colectivo. El sacrificio
tradicional se perfila, en la sociedad tecnológica, en la disparidad casi fraudulenta entre
ricos y pobres, en términos epiteliales y macroscópicos. La línea divisoria entre el Norte
y el Sur del planeta es el actual altar votivo de la humanidad, presentado al dios del
bienestar y la conciencia cognitiva. El bienestar contemporáneo se identifica con la
justificación de la reivindicación igualitaria. La adquisición se ejercita en la división de
algunos principios humanitarios que no pueden ser desatendidos, sin que disminuya la
preceptiva de la inventiva, del empresariado, corroborado por las normas de
comportamiento, creídas universalmente edificantes. La comensalía de los seres vivos
tiene una connotación sagrada, que admiten implícitamente el cuerpo jurídico y las
constituciones democráticas. Karl Marx afirma que no todos los seres humanos son
invitados al banquete de la naturaleza y que para evitar su marginalización es necesario
volver a ver las formas compensatorias del sacrificio, del trabajo. El don, en la sociedad
contemporánea, descompensaría la justicia y sus dimensiones igualitarias.
La reivindicación legal ratifica las disposiciones existentes en materia
económica y social. Su correlato conceptual es el derecho y no la concesión de
beneficios, generalmente reservados a las élites o a los grupos constituidos por la clase
dirigente. Hasta en las revoluciones democráticas la función de las vanguardias es
prevista como indispensable, para que pueda realizarse la implicación popular. La
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 289
popular» casi siempre encuentra dificultad en expresarse libremente al estar sujeta a los
incentivos o a las depreciaciones de la propaganda ideológica. Si está en juego el orden
institucional de una región del planeta, la presencia de intereses extraños puede
invalidar su configuración solidaria y democrática. El provincialismo, el fanatismo, el
racismo y, en contraste, el libertinaje invalidan el proceso modernizador, considerado
como la adecuación de las potencialidades inventivas y operativas a los recursos
naturales existentes en el planeta. La condición social moderna prescinde de los ámbitos
nacionales para solucionar las problemáticas científicas y las aplicaciones tecnológicas
en un orden que los transcienda. El bienestar nacional es el precipitado histórico de la
aportación creativa universal; es el resultado de la propensión potestativa de un número
creciente de individuos, decididos a imponerse los derechos positivos como si fueran
cotizaciones cognitivas irrenunciables a nivel universal.
La desigualdad es la problemática de la reflexión democrática. Si la contribución
a la evolución social no puede asegurarse por las iniciativas del grupo, el resultado, sin
embargo, implica al género humano en su conjunto. Ninguna invención científica, ni
aplicación tecnológica, han quedado asignadas por sus respectivas sedes inventivas y
aplicativas. La propensión científica y tecnológica proporciona una complementariedad
entre las regiones del planeta, que se diferencian estructuralmente según un orden de
grandeza moral y jurídicamente inaceptable. La injusticia es, al mismo tiempo,
perseguida y condenada por las fuerzas que creen que el desarrollo tecnológico (el
progreso) es preponderante respecto a las dudas del orden religioso, cultural. La
innovación productiva asegura la supervivencia a un potencial demográfico nunca
registrado por la historia y, sin embargo, comprometido por las intrínsecas disparidades
económicas. A la composición de los desequilibrios concurren, en el escenario
internacional, la participación y la corresponsabilidad. La red jerárquica, existente entre
los órdenes institucionales, es el reflejo condicionado del grado de incidencia de la
modernización. A los sistemas de desigualdad del orden agrario se confrontan los
criterios de diferenciación basados en el capital financiero, el aparato mecánico, la
información telemática. El trabajo asalariado y el comercio a gran escala se disputan los
mercados que se someten a las insidias iconoclastas y a las perturbaciones psicológicas,
subliminares. Los sistemas de la desigualdad son elaborados por las centrales
constructoras del consentimiento, en el intento de mitigar su conflictividad o la eversión
(aunque esta última manifestación se ejercita, sobre todo, en los objetivos
autorreferenciales y demostrativos). La democracia participativa no excluye el
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 291
10. LA CONJETURA
∗
El término hace referencia al pensamiento del actualismo ideal del filósofo italiano Giovanni Gentile
(1875-1944) desarrollado, especialmente, en la obra Teoría general del espíritu como acto puro (N.T.).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 295
sobre todo, en la escenografía moderna porque exorciza la furia irreflexiva para aclarar
su aspecto dramático y, por lo tanto, conflictivo. La comparecencia sobre la escena de
los interlocutores –según dos puntos de vista opuestos– asegura que el espectador
conforme sus aprensiones individuales con las que están en vigor en los períodos más
intensos de la experiencia histórica, en los que el terraplén de las certezas se disocia en
los fragmentos, en los detalles, que recuerdan el conjunto explosivo y lo actualizan en la
memoria futura. La temperie colectiva es la sumatoria de las tensiones individuales, de
la cohesión, incluso dramática, de los miembros de la comunidad, vinculada por un
sistema de normas de relieve institucional. La pasión, no protegida aparentemente por la
razón, localiza su predominio en la instancia concurrente de la medida y la
incertidumbre cognoscitiva.
iniciativa, casi siempre destinada a la quiebra, por el simple motivo de que al número de
los potencialmente redimibles de la intimación masiva corresponde el número de los
aspirantes al cambio. Paradójicamente, se verifica la infausta premonición del príncipe
de Salina, el protagonista del Gattopardo de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, según el
cual, las transformaciones llamadas globales no modifican las relaciones (forzosas)
existentes en la comunidad, donde se verifican. El universo tecnológico contesta
preferentemente a las «mutaciones» genéticas, que se realizan mediante un aparato
innovador, incluso de mínimas dimensiones (como es, por ejemplo, un modelo de
artefacto, un modo de decir o de entender algunas actitudes corpusculares de la
existencia comunitaria). El recurso al «escándalo» priva a la «revuelta» de sus efectos
propositivos al vertebrarse en los dispositivos inquisitoriales. La polémica abre el
sentido común y lo inmuniza de sus potencialidades compositivas. El restablecimiento
de las propensiones adivinatorias, casi siempre denegadas por las circunstancias
efectivas, no satisface las expectativas de los conocidos como reformadores sociales,
que se aventuran en el mundo de la mistificación y la extemporaneidad. La renovación
(moral, social) implica el reconocimiento de la solvencia trascendental, que es
monopolizada, a veces, por el linaje de los salvadores del destino, de los brujos
provisionales, sustentados por la mística de las encuestas de opinión, de los sondeos
estadísticos. La fidelidad de naturaleza medieval se transforma en complicidad, en
adhesión incondicional a las actitudes involuntariamente faltas de ritualidad y
transgresivas. Una vez dominadas desde lo alto, a través del auxilio objetivo (de los
objetos, de las cosas), las intemperancias sociales se calman y refluyen en el borboteo
de la intolerancia, en el que una miríada de sujetos aparentemente languidece, pero
sustancialmente se apacigua con el milieu circunstante, en espera de una nueva oleada
disoluta de lo existente y propiciadora de la existencia (en un sentido, obviamente, de
mejoría).
Los instrumentos jurídicos, que sancionan las emergencias, se conjugan con las
ayudas concretas, dirigidas a reequilibrar, aunque sea de forma aproximativa, las
diferentes regiones del universo político y social. La hegeliana «lógica de la ciencia» es
la versión efectiva de la antropología y de la fisiología. La reivindicación jurídica es, en
fin, el reconocimiento moral y físico del trabajador, del observador de la naturaleza, del
perturbador social. El ocio y la contemplación no encuentran una justificación jurídica
en el orden social contemporáneo, si no es como derecho al tiempo libre, a la variable
dependencia del trabajo. La antropología, entendida como filosofía empírica, pone en
304 RICCARDO CAMPA
fruiciones del sentido y su elaboración, por parte del intelecto, es realizada por la razón,
por una entidad abstracta que gobierna el diseño del conocimiento y su decadencia,
propiciando la regeneración y la reformulación. El intelecto es un órgano; la razón es la
«forma» ideal que asume la conciencia, ayudada por las reglas de la expresión y la
representación. «En todo y en los tres niveles considerados –sustenta Karl R. Popper– el
nivel genético, conductual y de la ciencia, obramos a través de estructuras heredadas,
transmitidas por la instrucción por medio del código genético o de la tradición. En todo
y en los tres niveles, surgen nuevas estructuras y nuevas instrucciones a través de
cambios provisionales, que tienen lugar dentro de la estructura: tentativas provisionales,
que están sometidas a la selección natural o a la eliminación del error»9. La interacción
entre la herencia y la adquisición de nuevos nichos biológicos (de nuevas connotaciones
del entorno), también por la inferencia de los individuos singulares y las comunidades,
permite a la razón asumir un nivel de legalidad en el milieu cultural, en el patrimonio
general del conocimiento. El fundamento científico de cada adquisición cognoscitiva
asegura la actuación práctica de la validez de cada iniciativa (de cada empresa) dirigida
a evidenciar sus efectos (los resultados concretos, las aplicaciones prácticas). Wolfgang
Köbler afirma: «El comportamiento, es decir, la reacción de los sistemas vivos en
factores ambientales, es el único terreno de indagación que se puede batir en una
psicología científica; y el comportamiento no implica, de ningún modo, la experiencia
directa»10. El comportamiento, en sentido objetivo, es el reflejo condicionado de la
moda, que se identifica con la experiencia en un determinado período histórico, con las
aptitudes adecuadas para recibir las innovaciones de la ciencia y las aplicaciones de la
técnica. La experiencia directa refleja el contexto de los estudios objetivos de los
fenómenos ocasionales o inevitables del metabolismo natural. El universo de las
concomitancias es el indiciario de las adquisiciones, válidas por el patrimonio colectivo
de los conocimientos.
manifiesta en las relaciones espacio-temporales, sin que sea posible, al menos bajo el
perfil representativo, configurar sus dimensiones. «William James ha descrito bien
como lo imprevisto interesa para ciertos fenómenos “fuera de las reglas” contraseñando
el principio de una época nueva en la historia de la ciencia. En tales ocasiones, el trabajo
científico, a menudo, se realiza justo sobre lo que hasta el momento se consideraba la
excepción»12. La introspección concurre a identificar la excepción como el proemio de
un nuevo curso del conocimiento y, consecuentemente, del comportamiento,
condicionado, casi siempre, por la potencial (virtual o real) experimentación de las
causas (de los factores) que lo determinan. Las variables de la introspección no son
convincentes porque están exentas de la verificación experimental, la cual puede
también convalidarla, modificando, por así decir, su formulación. La coercitividad
parece inducir las energías naturales a que se ejerciten ordenadamente (según un código
expresivo, preventivamente elaborado por el observador-perturbador). La imposibilidad
de la medición perfecta de los fenómenos naturales constituye el nivel más elevado de
conciencia, capaz de producir, sin embargo, efectos significativos sobre el plan práctico
(aplicativo). La inconmensurabilidad celeste se confronta con la intranquilidad terrenal.
La inseguridad psicológica se conjuga con la indeterminación cognoscitiva. Pero la
inseguridad contemporánea corrobora la imaginación del consuelo racional. La
excitación y la verosimilitud concurren a trazar los aspectos de los campos neurálgicos
y semánticos, con los que se realiza el aprendizaje. La confianza se consolida en la
afinidad (electiva, según Wolfgang Goethe; cognitiva, según Immanuel Kant). La
organización de la experiencia sensorial coincide con la elaboración de un protocolo
interpretativo de la misma. El arte cinematográfico se vale del efecto estroboscópico, un
efecto que depende de la inadecuación de las actitudes del observador frente a lo
«extraño» al verificarse las, llamadas, condiciones objetivas. La percepción de la
realidad no es continúa y uniforme. Como en la relatividad y en la mecánica cuántica,
los fotones no interaccionan ordenadamente, al menos según el modelo del orden ideado
por la física clásica. El desorden, sin embargo, no mistifica la lógica consecuencial; al
revés, la fortifica, en el sentido que la señala en términos garantistas, aunque
estratégicamente conjeturales.
científico moderno, es constituida por una irracionalidad endémica, por una desdeñosa
tendencia hacia la irrelevancia de cada proposición racional. El conocimiento,
promovido por los totalitarismos (también camuflado por las democracias totalitarias),
responde a una exigencia de acción inmediata. En efecto, el actualismo es una corriente
de pensamiento que federaliza el ímpetu creativo en el ímpetu realizador, que de hecho
no es solamente la apariencia, el simulacro, sino que se descubre en un tipo de culto
orgiástico y adivinatorio de potentados arcaicos e inconmensurables con la sabiduría
terrena. El ecumenismo religioso se traduce, en los regímenes totalitarios, en la
hegemonía de la fuerza primaria, que desconcierta la conformación burguesa, apenas
subyugada por el mito de la máquina y de la aireada modernidad. El irracionalismo se
da por descontado, sobre todo, porque une la communis opinio con la libertad de actuar,
a menudo bajo una forma no ritual o hasta ilegal. El relativismo de Montaigne, relativo
al habitat, es insostenible, ya que la artificialidad uniforma los contextos naturales de
modo que los cambios (de ideas y productos) se consideran universalmente como si
fueran salvíficos. La misma reproducibilidad tecnológica de la obra de arte desorienta al
usuario en relación a la fuente de la imagen o el objeto reproducido bajo la égida de la
propensión estética. La homologación desborda el polvo de la inmanencia, cuando las
posiciones individuales se presentan subjetivamente distónicas. La convención es la
modalidad con la que el conocimiento aprovecha al mayor número de personas, tal
como se configura en un particular período histórico.
errante que ambiciona a su tardía edad fundar una escuela, un lugar de reunión en el que
confiar la tarea de perpetuar el milagro del conocimiento y la comunicación. Del
acuerdo colectivo emana una emoción, que supera las circunstancias en las que se
verifica. La representación escénica tiende a desvelar a los mortales la falacia de las
teogonías antropomórficas y de las instancias, impuestas por el Olimpo, en la vida de
los mortales. La verificación de las opiniones en orden a una regla salvífica, como es la
justicia, permite activar la ingravidez del concepto, entendido como la síntesis expresiva
de las experiencias reales y virtuales, cumplidas por los interlocutores, propensos a
delinear un mismo régimen cognoscitivo, aunque sea constantemente subrogado por
hipótesis y conjeturas distintas y, por ello, de naturaleza precaria y contradictoria.
circunstancias orteguianas ; y las hace solventes bajo el perfil social. La moral concurre
∗
∗
Expresión que hace referencia a la célebre conceptualización del filósofo y ensayista español José Ortega
y Gasset (1883-1955): «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo»
(Meditaciones del Quijote, 1914) (N.T.).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 315
modernos y los contemporáneos, de tal modo que los vuelve bastante refractarios al
nihilismo, que los influye, incluso, a veces. La utilidad y la ventaja se configuran como
las dos aposiciones más intrigantes de la fase mundana (laica) de la existencia. «La
actitud pragmático-tecnológica ha sido, por tanto, desde el principio acompañada por
los objetivos humanitarios: el aumento del bienestar general y la lucha contra la
necesidad y la pobreza... Fue la idea de un auto-liberación material por el
conocimiento»18. La búsqueda moderna es ajena al esoterismo, que desarrolla el papel
del sucedáneo de la satisfacción en la antigüedad tardía, aunque aparece disfrazada por
el determinismo de Joaquín de Fiore o la maravilla de la astrología y la alquimia. La
magia sigue sugestionando la literatura latinoamericana de principios del Siglo XX. El
realismo mágico refleja aquel complejo de culpa popular que se difunde en la angustia
teocrática. El dictador y el tirano se aparecen como missi dominici de una caprichosa
divinidad, a la que se debe sumisión rencorosa antes de acceder a su improbable
benevolencia. La enajenación política popular se administra desde la estrategia del
poder, por el numen tutelar de la comunidad, que ostenta el odio a la sabiduría y la
blancura leonina por la altivez y la persecución.
El sufragio popular –sobre todo, a partir de los años Cuarenta del siglo XX, con
la extensión del voto femenino– asume (a nivel nacional y regional, como en el caso de
la Unión Europea) un relieve metafísico. Cada ciudadano, independientemente de su
condición, es portador de un proyecto cohesivo que garantice la justicia, la libertad y la
dignidad, como categorías globales de las instancias institucionales en el escenario
mundial, vuelto en el tiempo. Las revoluciones culturales favorecen y promueven todas
las corrientes ideales, que descifran, en el conocimiento, el principio constitutivo de la
responsabilidad individual. Las redes clientelares surgen en todos los regímenes, con
predominio en aquellos en los que el control popular se obstaculiza o vuelve
impracticable. Sin embargo, también en las modernas democracias, el equilibrio
(montesquieuano) de los poderes disminuye por la hegemonía del poder legislativo o el
ejecutivo que, si están asechados por la corrupción, son ayudados por el poder judicial.
El perverso predominio ineluctable de un poder sobre los otros no parece reducirse en
los períodos, siempre evocados, de la transición hacia la improbable normalidad. Tal
anomalía es endémica, sobre todo, en los regímenes populistas, donde la consulta está
regida por la propaganda y la publicidad, cuando los medios de información se
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 325
Los conflictos, que tienen como origen los centros de los poderes autónomos,
denuncian la debilidad del Estado, que incapaz de transformar las redes fiduciarias
privadas en la participación pública. La negación de las desigualdades, aunque sea
incluso de forma virtual o por principio, se perfila como un irrenunciable instrumento
de elaboración del consentimiento popular. Los incentivos, propuestos por el Estado a
las clases menos acomodadas, son acogidos favorablemente por los grupos económicos
emergentes, preocupados por el poder adquisitivo de los consumidores o usuarios de los
328 RICCARDO CAMPA
La erosión por parte de un poder del prestigio de los demás puede configurarse
como una medida transitoria, como una intervención de la subsidiariedad que no
deslegitima el equilibrio consolidado. Los procesos nacionales, propensos al cambio
democrático, pueden ser facilitados por el exterior, por los países que ambicionan
ampliar su mercado. Las ayudas económicas y los flujos comerciales sustentan
tendencialmente los acuerdos entre los sistemas y los aparatos políticos democráticos.
Las democracias contemporáneas constantemente tienen que exorcizar el latente
autoritarismo, que es una condición en apariencia necesaria para hacer eficaces las
excelencias políticas, sobre todo las ineludibles, impuestas por las cotizaciones de los
mercados (las bolsas) y por el curso (aunque cíclico) de los títulos financieros. La
urgencia de las circunstancias hace problemática la búsqueda del consentimiento
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 329
11. LA ESPECULACIÓN
con «la mano invisible», operante en el mercado bajo la tutela de los feroces testaferros
de la competencia y la confrontación.
Las finalidades alcanzables por el intelecto y, por lo tanto, por la razón, son
interceptadas por el asamblearismo del tirano, doblegadas a la circunspección. La
revolución a menudo devora a sus artífices, porque están ocupados protervamente en
realizar las profecías de los que son sus ideólogos y partícipes. La razón desarrolla su
papel de forma contumaz o solapada, cuando las perspectivas de desarrollo no son
lineales y aseverativas, como en el caso de una preceptiva iniciática o un mandamiento
divino. «La sistematización del conocimiento es “su interconexión a partir de un solo
principio”. Pensar, en el sentido de la Ilustración, es producir un orden científico
unitario y deducir el conocimiento de los hechos de principios, entendidos ya sea como
axiomas determinados arbitrariamente, como ideas innatas o como abstracciones
supremas»11. Por otro lado, la libre configuración de las realidades se explica con el
auxilio de los axiomas y las hipótesis de la aritmética y la geometría. La arbitrariedad
está, por así decir, obligada a revelarse en las formas en los que puede ser anotada,
contenida y contestada. Todo lo que huye de la arbitrariedad regresa en la percepción y
en la delineación de lo computable, de lo mensurable. El mismo desorden –el caos–
tiene un sentido didascálico, regresa al ámbito de las adquisiciones que se practican
mediante el empleo de las estructuras matemáticas. El juicio es la convicción que se
338 RICCARDO CAMPA
deduce de la concordancia que se repone entre la hipótesis conjetural y su cotejo con los
efectos. El sistema no es otro que –hablando kantianamente– el aparato conceptual, a
través del que se examina y se valora la realidad. La valoración es tal si corresponde a
los «beneficios», que la experiencia certifica como evidentes. La asignación del
principio postulador a la evidencia provoca angustia, pero también satisfacción:
satisface las expectativas del género humano, ocupado en problematizar la existencia y
volverla equinoccial, es decir, sujeta a las variables intelectuales como si fueran el
legado de las naturales, en relación alternativa entre ambas. El presupuesto consiste en
creer que la naturaleza está en concordancia más o menos explícita con los principios
explicativos propuestos por su observador-perturbador. La apoteósica definición de la
razón ilustrada engendra aberrantes determinaciones procesales, porque al estar
invalidada por la afirmación connotativa, parece como si se tratara de una ganzúa con el
que desquiciar el aparato natural. Efectivamente, en la ciencia moderna –en la
cosmología relativista– el observador de la naturaleza no está capacitado para mostrar
los comportamientos objetivos del sistema energético en los que actúa, gravita en torno
a ellos y, por lo tanto, los perturba. La «relativización» de los relieves racionales se debe
a la imposibilidad (y no solo a la impericia) por quien tiene que detectar el ser objetivo,
«parte tercera», respecto a los fenómenos de la naturaleza. Gran parte del prejuicio
racionalista lo desactiva, por así decir, la relatividad, el orden mental con el que se
entienden las relaciones entre lo que se logra volver a proponer a la realidad mediante
los sistemas de análisis y lo que se pierde circunstancialmente: de aquí el papel que
juega el azar y la necesidad, según el eficaz dualismo de Jacques Monod. Se realiza,
bajo desnudas mentiras lo preconizado por Immanuel Kant: «El intelecto imprime a la
cosa, como a calidad objetiva suya, la inteligibilidad que el juicio subjetivo encuentra en
ella»12. El esquematismo, así configurado, otorga a la percepción una preventiva
connotación intelectiva, de modo que las variables de la experiencia se refieran al
ejemplar (al modelo iniciático).
Miguel Ángel ya había dicho que su obra se limitaba a extraer las formas que ya estaban
en el mármol. La diversión se transforma en tensión, que condiciona el ocio, la simple
contemplación, configurada promocionalmente a su vez como observación. La simple
presencia física en el cosmos es la efigie de una obra que la naturaleza contempera con
la de la íntima conciencia humana. El virtuosismo se camufla en las geometrías
neumáticas, oníricas, adivinatorias, catárticas.
auxilio de las máquinas (de los robots), sobre todo en las actividades repetitivas y
agotadoras. Los vínculos débiles caracterizan las empresas industriales, que implican la
mano de obra a bajo coste y utilizan los recursos naturales producidos
«rapsódicamente» en las diversas regiones del planeta. La extraterritorialidad del capital
condiciona los poderes locales, que ejercen su capacidad de refrenar según las
contingentes condiciones estructurales. La libre empresa prescinde casi completamente
de las políticas gubernamentales que no les sean ventajosas para su instauración y para
su consolidación. El mercado del trabajo flexible es la contraparte del capital
globalizador, facilitado hasta inconscientemente por la (soporífera) espectacularidad del
entretenimiento. El orden mundial es, por tanto, inestable, «líquido», en el sentido de
que se conforma a las instancias actuantes del capital. La oposición a los programas de
homologación del mundo es falaz por la simple razón que contrasta con intereses
difusos y, bajo ciertos aspectos, incontrolados. El orden planetario es la alegoría de los
procesos combinados que certifican la diversidad, en la perspectiva –quizás irredimible–
de la uniformidad. La transformación de la comunidad consolidada en una trama de
relaciones móviles es, por tanto, ineludible. El ardid, con el que se presta a actualizarla,
está implícito en el ciberespacio. El nomadismo remplaza el sendentatismo, sea a nivel
virtual, sea a nivel efectivo, debilitando los vínculos interpersonales e institucionales,
consolidados en el pasado bajo la coraza de la oportunidad y la conveniencia. El nuevo
orden mundial no tiene las mismas características del tradicional, en el sentido que se
identifica con la dinámica transformadora de las aparentes connotaciones desordenadas,
aprensivas y represivas, según las circunstancias actuantes, en las que está ocupado. La
inseguridad es intrínseca al proceso de transformación. Los focos de las revueltas y las
contestaciones son las fases de ajuste y adicción, difícilmente armonizables con las
tradiciones de las comunidades, a menudo obstaculizadas en la tensión modernizante de
la jerarquización patriarcal o patrimonial. El colectivismo viene a menos por la
irrupción en el escenario productivo de grupos de expertos de los diversos sectores del
aparato productivo. Las contradicciones sistémicas, a los que Urich Beck24, alude en sus
obras, consisten en las conductas propositivas y ejecutivas de las sociedades
multiétnicas y plurilingües de la realidad globalizante. La autoafirmación se perfila, por
tanto, como una noción algebraica, una señal psicológica, capaz de entrever las
oportunidades ofrecidas por el mercado o de inventariarlas en la dinámica colaboración
con los resultados computables monetariamente. La garantía de la inventiva privada
sólo es tal si se transforma en un «asunto» perceptible de forma concreta. «Como ha
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 349
pureza de los intentos declamatorios del bien común, es una cuestión que atañe a la
circunstancia y la retórica didascálica o consuetudinaria. La idea de que la moral evita
los conflictos y las incomprensiones entre los miembros de un mismo orden
institucional facilita la aplicación de sus normas, aunque pierden su vigor cuando no
favorecen sus propósitos iniciales. Se preferiría un código de honor surgido
espontáneamente a través de la paz social. La cohesión consuetudinaria se sustenta, en
efecto, en la praxis común, en la aplicación de normas escritas, que la opinión pública
considera necesarias y recurrentes. «“Razón” es el nombre que damos a la explicación
ex post facto de las acciones purificadas por las pasiones del pasado ingenuo. La razón
es aquello que esperamos nos dirá lo que hay que hacer en el momento en que las
pasiones hayan sido dominadas o suprimidas de modo que ya no nos motiven más»35. El
aferrarse a la razón permite considerar a la comunidad como el sujeto de todos los actos,
que caracterizan la conformación social en su unidad. Los individuos, que se atienen a
las reglas de la moral, activan el principio de la complementariedad y la subsidiariedad
de las acciones acabadas en el cumplimiento de los intereses recíprocos. El concepto de
prójimo es de naturaleza religiosa; y une el sentido del deber al más ingenioso de la
piedad. Efectivamente, la convicción de que en el prójimo se refleja el recorrido
existencial individual, con sus variables a menudo inicuas o poco edificantes, es el
mordiente conceptual, en el que el egoísmo subjetivo se transforma en participación
colectiva, en atenuación simbólica del rencor resumida en la acción, realizada para
sobrevivir y progresar. La justicia estatal amplifica el concepto de moral común y lo
racionaliza en la igualdad, en la forma de aplicación de las instituciones jurídicas
fundadas en los postulados interpretativos del comportamiento humano. «La defensa de
los derechos humanos es una llamada al “exceso de caridad”»36. Al malestar metafísico
preterintencional se coteja la dilemática asignación de la participación social en su
compleja y amanerada determinación. En el moderno estado-nación, la moral asume
connotaciones preceptivas, válidas a nivel territorial: delinean conceptualmente los
límites del área, donde dichas normas tienen validez y una evidente aplicación. Fuera de
determinados perímetros legales, la moral no desarrolla función explicativa alguna del
comportamiento codificado con finalidades que sean detectables prácticamente. La
incidencia de la economía financiera consiste en hacer de la moral interna de los
estados, una simple recomendación de sus principios de conducta. La ritualidad
perpetúa su consistencia formal sin asegurar necesariamente su aplicación eficaz. Esta,
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 357
para ser efectiva, debería pugnar junto a los intereses económicos por una primacía que
difícilmente se puede concretar.
El regicida del siglo XX cede el paso al subversivo del Tercer Milenio, todo ello
en la convicción de que el Mal suscita interés porque obscurece las mentes y las hace
reactivas frente a cualquier tentativa ecuménica de conciliación. Las delirantes
justificaciones de los terroristas no demuestran ninguna afinidad con las elucubraciones
problemáticas de los personajes dostoievskianos como Raskolnikov: al contrario, se
inhiben en sus seguridades absolutas, al punto de parafrasear especularmente las
interacciones problemáticas de las jerarquías decisionales que son objeto de su punto de
mira. Las causas de la luctuosa subversión responden actualmente al vano debate
político. La lucha violenta se ejerce bajo el monopolio de la coerción, asignada
connotativamente a los Estados soberanos. La empresa privada –también la luctuosa y
358 RICCARDO CAMPA
Según Joseph Butler, a principios del siglo XVIII, la razón pudo desembocar en
el fanatismo, en la exasperación de las anotaciones lógicas y consecuenciales. La razón
encuentra un límite en su extrema exteriorización. Parece paradójico sustentar este
antídoto de fondo con el pretexto de la irritabilidad del estro explicativo de las causas
que regulan –al menos en apariencia o por experiencia– el curso de las cosas. La
autopreservación es el límite neurálgico de la razón, aplicada al resultado de las
circunstancias. El deísmo sustenta la eficacia de la teología natural, al amparo de la
revelación. La supremacía de la conciencia se delinea como la matriz de la reflexión y la
argumentación, que pueden expresarse sin el subsidio de la causación racional. La
conciencia tiene una función reguladora, que se explica razonablemente en la vida
social cotidiana. La conciencia, que predetermina y condiciona el ejercicio de la razón,
es una característica constitutiva y universal de la condición humana. La conciencia
permite expresar juicios ponderados, realizar relaciones interindividuales sobre la base
de una íntima determinación. El mundo exterior, que la razón trata de interpretar, según
Butler, es una evidencia, la manifestación de Dios. La indisponibilidad por parte de las
criaturas de observar la naturaleza y sus leyes para modificar, si no su curso, al menos
su aspecto, en beneficio de la contingencia terrena, reduce la labor de la razón al de la
contemplación y la reflexión. Se niega el principio de utilidad porque no se conforma
con el de benevolencia. La autoconciencia y el amor propio se compenetran con la vida
terrena de la humanidad, que no predice influir en los designios de Dios interfiriendo
racionalmente en sus diseños. La autoconciencia es la ley por sí misma: una condición
normativa intuitivamente concertada en la propia dimensión natural. Actuar contra la
conciencia es una forma de autocondena, cuya expiación comporta una particular
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 361
La idea de sustentar el juego del mundo alegra a los hijos de Eva que,
desalentados, suplican la salvación en este valle de lágrimas. El temor inicial se
perpetúa en la necesidad que experimentan las creaturas de socorrerse, ocupadas en
afrontar los desafíos de la naturaleza y los rigores del pensamiento en el estado
generativo, propulsivo, computacional. La compasión y el resentimiento concurren a
determinar el criterio de la justicia con el que el cuerpo social se actualiza en la
contingencia terrena y trata de cumplir sus prestaciones según el principio de la
igualdad, que acerca el ser humano a su modelo ideal y salvador. La pasión es el ímpetu
interior, que empuja los seres mortales a condicionar su existencia según el grado de
perversidad que la conciencia religiosa hace perceptible y providencial. El resentimiento
es en todo caso extraño y opuesto a la venganza, que es un sentimiento revanchista,
capaz de enfatizar la dignidad individual, incluso en contra de un mesurado
egocentrismo. El perdón es el sentimiento que apaga el rencor y conecta con la
benevolencia del rito las reservas mentales y las idiosincrasias, que se manifiestan en la
concurrencia sentimental. «Las pasiones son, por así decir, un subsistema dentro de la
constitución moral de la naturaleza humana; tienen un papel esencial, según Butler, al
adaptar la constitución moral a la virtud, es decir a aquellas formas de pensamiento y de
conducta que nos hacen capaces de participar y contribuir en la vida social»39. Las
pasiones alternan con el sentido común y lo funden al mismo nivel del estado de gracia
tras la tempestad emotiva, que implica a todas las criaturas cuando se empeñan en
colaborar y en sacar ventajas de esta interacción individual. La operatividad diferencia
las funciones y las expectativas y crea una brecha en las relaciones de quienes concurren
al buen curso del orden institucional. La moral –según Butler– es la voz de Dios en cada
criatura, que tiene la facultad de escucharla y de desatenderla sin por ello perder la
esperanza en la redención. El desorden emotivo es la causa de descrédito en la
comunidad en la que se manifiesta. La corresponsabilidad es una actitud edificante
362 RICCARDO CAMPA
La hora del juicio se retrasa. El Antiguo de los Días y los signos de los tiempos
inquietan a los creyentes y rinden menos dóciles a los agnósticos, a quienes encuentran
en la vida terrena de los mortales los estigmas de una condena o una herida a punto de
cerrarse. Los individuos persiguen el bien camuflándose de apóstoles de la verdad y de
la expectativa del Juicio. Efectivamente, la fe es el testimonio de la conmoción, donde
la creencia en la gloria celeste está presente como la escritura de una concesión
apocalíptica antes que como el reconocimiento de la turbación de una época. El carácter
irremediable del pecado es el indicio de la perdición de quienes, siendo defensores de la
razón, se preguntan por las razones recónditas de la existencia, por las pruebas, impresas
como espíritu de servicio o como pura y simple prueba de redención. La inmortalidad
aflige como un delirio en las mentes de los que impetran la benevolencia divina para
que su análoga actitud mantenga su vigor. La impaciencia de los fieles es tangencial a la
desesperación de los agnósticos y a la jactancia de los herejes. Georges Bernanos en el
Diario de un cura rural considera las circunstancias de un creyente, heredero de una
rocambolesca y congojosa situación familiar, como el calvario a medida del hombre
para que la fe asuma la consistencia de una convicción y hasta de un morboso apego a
sus desconcertantes decadencias. El protagonista de la novela acaba sus días en la cama
de una prostituta, que, sin embargo, tiene el aspecto redentor de una tarea que le
364 RICCARDO CAMPA
Las disidencias rigoristas se oponen al laxismo moral, que es permisivo con las
debilidades del género humano, orientadas a acceder a los beneficios divinos de forma
sumisa, a veces por mero cálculo y, a menudo, por inercia. El ascenso individual
sustituye las antiguas percepciones, que exaltan la inamovible tensión sacrificial. El
cristianismo de la modernidad es más complaciente y recalca sus coordenadas
espirituales en correspondencia y, a veces, en antagonismo con la realizada por el poder
temporal. La soledad, el desierto del alma, se contrasta con la existencia epitelial, de
encuentros, choques, propósitos de acción, de perturbables convicciones éticas y
morales, capaz de influir en la opinión común y volver proclive la tolerancia a las
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 365
Las profecías modernas se identifican con las visiones científicas del mundo.
Las sugestiones y las premoniciones de las modernas cosmologías son los diseños
divinos escrutados por la inquietud humana. Las conjeturas, que la búsqueda y la
experiencia sugieren, son formas anquilosadas de fragmentos del futuro que no están
debidamente diseñados. La imaginación se sustenta cada vez en la experimentación: el
laboratorio la nueva catedral del espíritu creativo. La espera del fin del mundo no se
funda ya más, como en la Edad Media, en la Biblia y en el visionarismo de los
guardianes de las volutas del tiempo. «Se basa sobre todo en las predicciones
astronómicas, en las conjunciones de fechas y planetas, en las recientes visiones y
revelaciones orales, en los escritos antiguos falsificados y retocados, en numerosas
falsedades»43. La historia, en cuanto memoria de los hechos pasados, no persigue ya
analogías ni se arriesga en realizar elaboraciones exegéticas, dirigidas a «revaluar»
hechos, acontecimientos, prodigios, manifestados en el pasado. Al contrario, se subyuga
al tiempo futuro, como Jorge Luis Borges afirma, del tiempo que viene del futuro, como
una ráfaga de viento, que emana de una fuente todavía oculta en el cosmos. La teoría del
Big-Bang y la teoría de los agujeros negros son previsiones de hechos faltos de detalles.
La emancipación del temor ancestral es frustrada por la ansiedad existencial, que se
perpetúa en las volutas del universo. Los reformadores sociales aguardan: se dejan
arrastrar por la corriente (por el fisicalismo, por el fetichismo, como si fueran
aposiciones del capitalismo global), que parece cubrir de objetos biodegradables el
mundo y de transformarlo en un instrumento mecánico, como efecto de la sagacidad y
la impericia humana. Se refrendan en el aura magnética, como si el planeta fuera
reducido a su estado originario, para convertirse en su alternativa. La escatología
moderna se identifica en la inhibición a la hora de idear formas de intervención externa
al estro del homo thecnologicus, de este nuevo jinete del apocalipsis, que medita
entregarse a las ondas (cortas y largas) de las energías que actúan en el planeta, en
conexión con las inconmensurables que alternan los cuerpos celestes en la elegía de la
infinidad de los mundos.
La apariencia tiene una fuerte carga aseverativa. Los encuentros oceánicos y las
congregaciones espectaculares son los ritos bárbaros, que a niveles alucinantes, atraen
los adeptos de unas religiones que se incrementa por las oscuras hendiduras del mito
hasta los miedos modernos de la destrucción. El totalitarismo anuncia Hiroshima y
Nagasaki: es un tipo de saga popular a la iniciación mesiánica, que tiene como puntos
de referencia la supervivencia, fortificada por la recepción de todos los atenuantes, las
368 RICCARDO CAMPA
Por otro lado, el diálogo, entendido según Martin Heidegger y Martin Buber
como la condición propia del lenguaje, habilita al acuerdo, que es irrefrenable en la
comunidad humana, independientemente de las discrasias, que se manifiestan incluso
con persistente aflicción. La simulación del acuerdo fallido entre los individuos tiene
una naturaleza demoníaca. En efecto, se deduce de la angustia existencial, como le
ocurre al protagonista del Doctor Fausto de Thomas Mann, golpeado por la
irrevocabilidad del monólogo, que entreteje con el demonio de la historia para poner
música al Apocalipsis, la conclusión de la vida terrena del género humano. La novela,
en efecto, a diferencia de la poesía, se realiza en el diálogo, en la narración de
acontecimientos, expresados unánimemente. La pluralidad de las voces reitera el sentido
de la existencia, de la facultad de entendimiento entre los seres, que se obstinan en
querer anclar sus convicciones idiosincráticas. El diálogo es una navegación a mar
abierto, dónde cada uno se aventura en la esfera emotiva y racional de sus semejantes, a
370 RICCARDO CAMPA
los que más o menos confía de forma consciente el propio entusiasmo y sus mismas
depresiones. «Mijaíl Bajtín considera que su concepción dialogal del ser humano tiene
su origen en la doctrina cristiana. En efecto, el pensamiento cristiano, mucho más que la
filosofía griega, es el que introduce en la tradición occidental la dimensión
intersubjetiva, con la necesaria asimetría entre yo y tu. El hombre individual no se
identifica con Cristo, pero lo necesita»44. La transcendencia, oscurecida en el diálogo,
consiste en la dinámica interacción de las voces, que concurren a delinear la
argumentación. La concepción dialógica se opone a la sumisión política y a cada forma
de dogmatismo, sin que necesariamente afirme el subjetivismo y el relativismo
instrumental. La intercambiabilidad de la posición de los interlocutores devuelve una
aptitud dialéctica, un ejercicio acabado con palabras, a la interlocución, en el intento de
conseguir un acuerdo, una visión combinada y complementaria de la realidad. La
radicalización de la expresión implica el entumecimiento de la acción, del gesto, del
acto, en las que se significan las intenciones, que son propulsoras de una suprema
voluntad, de una fuente demiúrgica, que no comunica, pero que incita, a veces, a la
satisfacción de los sentimientos menos edificantes de la condición humana.
La idea de que el arte esté por encima de la vida es una despiadada confutación
de las intervenciones sumisas por las ideologías y por las religiones, dirigida a valorar
excesivamente la existencia (táctil, concreta, relacional). El arte moderno se propone
individuar los nexos figurativos existentes entre las convicciones y los objetos del
deseo. El apego a la evidencia parece debido a una irredimible propensión interior a
todos los entes y a todas las cosas, que constituyen el antecedente lógico de la
convicción y la acción. La costumbre es una tendencia ataráxica, que se abona con la
íntima determinación de los entes. Y es la intrínseca propensión de los seres que se
hacen inmanentes en los objetos, que hacen de escenario artificial a la sociabilidad y al
convencionalismo propedéutico del llamado bien común. La imagen, que en la
concepción platónica y romántica nos lleva a la visión celeste, sin embargo en la
concepción moderna del arte concierne a los antecedentes terapéuticos de los
acontecimientos, que reflejan los conflictos y las pacificaciones temporales de los
grupos, de las clases y de los pueblos. Las metáforas de los Estados modernos
conciernen las eventualidades, que las masas se ocupan de evidenciar y concretar,
aunque sea solo en las finalidades demostrativas de su urgencia identitaria. «Las
religiones políticas ocupan el lugar de las creencias tradicionales»45. El arte moderno
vuelve inmanente el carácter oculto del mundo. La licitud de cada postulación
372 RICCARDO CAMPA
12. LA COMPRENSIÓN
riesgo de atenuar sus efectos, concurriendo a coordinar y más que nunca armonizar las
múltiples variables cognoscitivas y conductuales, que el Nuevo Mundo evidencia con
una conciencia privada de ritos. «Como enseña el mito de Orfeo –escribe Marc
Fumaroli– la sociedad humana tuvo su origen por la elocuencia, gracias a ella, se ha
constituido después en un cuerpo político, en un lugar de intercambios económicos y
comerciales, en Iglesia»1. El empeño religioso y la vida mundana interaccionan a través
de la elocuencia, dirigida a configurar (como si fueran los principales y en ciertos
aspectos incontinentes) los factores connotativos, que hacen que las relaciones
existentes entre la convicción y las posibles interferencias de la experiencia en las
elaboraciones mentales y en la adecuación conductual sean comprensibles. Actuar y
concertar sobre sus posibles justificaciones es el resultado de una obra de desarrollo
ensayístico, compensada por la retórica y de forma más sofisticada por la elocuencia. La
resistencia de la elocuencia en cada abreviatura explicativa de los fenómenos sometidos
a revisión conceptual se justifica en la compostura racional, con la que el discurso se
vuelve inmanente. La apologética argumentativa es parte integrante de la elocuencia,
que se presenta como la carga de prueba de los resultados conseguidos en el ámbito del
consentimiento múltiple, colectivo.
toda expresión connotativa, utilizados para hacer pertinente el razonamiento con las
expectativas de los innovadores sedentarios, de quienes participan emotivamente en las
eventualidades sin modificar su posicionamiento inquisitivo y relacional. Las crónicas
del Nuevo Mundo son una unión de intimaciones emotivas y conductuales, con la ayuda
de nociones eficazmente aplazadas en la conceptualización corriente. Todo lo que se
aprende tiene un aspecto innovador, afecta a la antropología por así decir emprendedora,
o a la antropología sedimentaria: los conquistadores y los conquistados se examinan
recíprocamente según el registro de las remisiones de los pecados y sus absoluciones,
cometidos y conminados por la alegoría del nuevo curso de la historia y de la condición
humana. En las crónicas se preserva el recuerdo del modo de reaccionar frente a los
apremios emotivos y racionales, que constituye el cumplimiento histórico mal realizado
por los individuos, mantenidos juntos por la elocuencia, en el ámbito de la comunidad
(sea por los propagandistas de las innovaciones no son siempre edificantes, sea por los
sujetos pobres de la explotación y de la enajenación).
Las proclamas y las arengas, realizadas por los colonizadores del Nuevo Mundo,
son hechizos expresivos, que difícilmente se pueden connotar como ejemplos de una
fina elocuencia, aunque reflejen las conformaciones expresivas bajo un perfil formal, o
bajo un perfil sonoro. La alabanza y el demérito son objeto de una rarefacción oratoria,
que en algunas situaciones asume las características de la elocuencia omnicomprensiva
de los efectos sociales, con los que se obstina en mantenerse vinculada para difundirse
en el vacío absoluto. Los resultados son la aprensión por el mal y la expectativa del
bien: ambos realizados con sagacidad desde la argucia explicativa de los estudiosos de
una disciplina tan fuertemente anclada en el conocimiento, como es la elocuencia, un
fortín del efecto escénico basada en las reflexiones textuales. Expresar eficazmente las
consideraciones significa, en primer lugar, dominar la argumentación con las debidas
referencias documentales y exegéticas. El arte del decir, del dialogar, se aproxima a la
estrategia del legislar. La habilidad de convencer es un ejercicio de la mente, que se
encuadra en los propósitos explicativos de la realidad fenoménica y de las reglas que
hacen propedéutica la adquisición. La convicción, a la que aspira la elocuencia, es el
momento originario del conocimiento. Una vez conseguida la conciencia de la
veracidad o al menos de una proposición cognoscitiva, el elemento enfático y
declamatorio disminuye, se eclipsa, sin llegar a la irresolución conceptual. Todos los
instrumentos, útiles en la consecución de los objetivos del aprendizaje, son saludables y
376 RICCARDO CAMPA
benéficos, en el sentido en que contribuyen a una exigencia que sería difícil favorecer
con afirmativas declaraciones de principio. La elocuencia concurre a declinar la realidad
según las profundizaciones realizadas por las diversas disciplinas cognoscitivas. La suya
es una laboriosidad dedicada a la acogida de nociones que serían difíciles de adquirir de
otra forma y, por lo tanto, a un empleo ineficaz en la consecución de los objetivos de la
preceptiva convencional. La versión demostrativa (o epidíctica), permite que la
argumentación asuma un significado institucional, socialmente consolidado. La
conveniencia, a diferencia de la claridad y de la elegancia, es una característica
emprendedora, en el sentido que se reserva el valorar bajo el prejuicio de adoptar las
formas más adecuadas para enfrentar los desafíos de la convivencia y la sociabilidad. La
tendencia a la convicción es una operación de particular sentido institucional. Anima los
discursos, las oraciones y las invectivas, de modo que encuentra los resultados en la
acogida de sus efectos estratégicos y consecuenciales. Las elegancias latinas no se
utilizan para ponderar estratégicamente con el fin de conseguir los objetivos del
razonamiento sobre una realidad que está en un continuo dinamismo inquisitorial, más
que en una imprevisible extemporaneidad, que desalienta y desorienta a los argonautas
de la innovación modernizante. La mayéutica socrática no puede ejercitarse fuera o en
detrimento de las verdades.
Cartas a Lucilio son una prueba del buen uso que una “alma grande” puede hacer de los
defectos de su tiempo»2. El convencionalismo del Mal influye y exacerba los recónditos
pensamientos de Séneca, que conoce las simulaciones de la existencia y los embelecos
con los que alienarse. La oportunidad de una revancha afecta como una onda de choque
incluso a las personas menos inclinadas a creer en las condiciones objetivas declinables
según sus relativos propósitos de acción. El moralista escribe páginas antológicas en
orden a la conducta que hay que seguir en la vida cotidiana. Conoce las insidias que
anidan en el ánimo humano y solo logra exorcizarlas con el deseo de los buenos
propósitos: los que le dice a Lucilio, a quien encomienda las profilácticas lecturas
edificantes, para fortificarlo desde el camino de los buenos propósitos. El pensamiento,
expresado en forma de elocuencia, atraviesa los siglos e interacciona con la renovada
propensión humana a disputar sobre el sentido y el potencial energético de la existencia
en la época renacentista, en la edad de las agitaciones interiores, credenciales, religiosas,
vocacionales. El comandante y el marinero afrontan las asperezas naturales para afirmar
la autodeterminación potestativa. La convicción anuncia la acción sin el soporte de los
menguados soporíferos o piadosos, que influyen en la hegemonía del misterio y de la
redención. La exasperada cognición de sí, anuncia una renovada, incestuosa, relación
con la naturaleza, capaz de cercenar una vez más los vínculos con el más allá. El
desaliento sobre el cielo estrellado engendra el vigor de la ciencia experimental, el
reconocimiento de aquellos conocimientos, que prorrumpen debido a la conciencia en la
capacidad individual de dimidiar los recursos de la razón y de sufragar la preocupación
emotiva, que en el pasado medieval connota las aptitudes penetrantes de las
generaciones subyugadas por el redentorismo religioso y por la regeneración en un
nuevo clima espiritual.
reflejan en las formas habladas italianas, ibéricas, bajo una escritura intimista y
confidencial. «Siendo ya la lengua sagrada bajo el auspicio de la Iglesia de Roma, el
latín reconducido a la pureza originaria de la filología humanística, se volvió la lengua
de la gloriosa inmortalidad»3. Las cartas pastorales y los sermones encomiásticos
despiertan el fervor oratorio y la práctica de la elocuencia. Pero el tejido conectivo de la
comunicación lingüística se atribuye un papel de particular significación en el clima de
transición entre la lengua latina, universal y ecuménica, y las lenguas neo-latinas,
fijadas a la intemperancia elegíaca de las comunidades europeas que estaban
caracterizadas por las tradiciones y por unas costumbres que mantenían una resonancia
interactiva.
entre sí. Por otra parte, El elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, publicado en
1511, es la rehabilitación escénica del principio vital, de la vis construens, que es el
fundamento de la resignación humana. Y es justo esta actitud, en apariencia icástica, la
que domina la adicción y permite a los hombres tolerar los defectos y predicar su
adhesión a la vida, incluso cuando se hacen presentes los compromisos y las
idiosincrasias, que generalmente declinan en la cotidianidad. El estilo usado en la
escritura provoca en el lector la adhesión al contenido de la fabulación. De hecho, la
sugestión, que practica El elogio de la locura, sombrea las prácticas iniciáticas de la
Edad Media: las recepciones son instancias de la hipertrófica condición del yo (de la
personalidad, tan exasperadamente perseguida por los acontecimientos renacentistas,
cada vez más privados de las fascinaciones credenciales e ideológicas, que premien la
difusa perplejidad aseverativa).
vulgares son interclasistas: permiten que las diferentes clases sociales se entiendan y
opinen de modo que encuentren –aunque con dificultad– los términos de un acuerdo de
orden político, económico y social: un término que acoja las diversas posiciones sin
desembocar en el conflicto. La retórica, entendida como pedagogía de la sabiduría, se
sirve de las lenguas vulgares para redimir la innumerable participación colectiva del
analfabetismo conceptual y coloquial. La gracia divina se conjuga con la palabra
humana en el empeño, cumplido por las órdenes religiosas de evangelizar las
poblaciones todavía irredentas del pecado original. Las misiones religiosas en el Nuevo
Mundo utilizan las lenguas maternas de las poblaciones que han de cristianizar, en un
intento de hacerse partícipes de su inquietud existencial. La narrativa homilética es rica
en referencias léxicas a las lenguas maternas, aunque geopolíticamente designadas
como complementarias si no hasta como subalternas a ella misma o a las lenguas
oficiales. La impericia de la historia es remplazada por la costumbre, que permite desde
la Roma imperial y republicana hasta el mundo moderno, tener un papel persuasivo y
coherente en la estabilidad institucional. La eficacia de la Gracia consiste en creer que
se pueden modificar los usos y las costumbres consolidadas, gracias al empleo de las
lenguas difusas y estratégicamente vinculadas al orden comunitario antes de la llegada
de las misiones extranjeras a las regiones del Nuevo Mundo.
El estilo aparece como si fuera el espejo del carácter del escritor, que le ayuda
para hacer que sus argumentaciones aparezcan con más exigencia. La ayuda de las
formas, con las que sugestionar las conciencias activas, es un aspecto determinante de la
elocuencia. El privilegio de expresar el propio pensamiento en las formas debidas
adquiere un resultado relevante para la unión social, en la que se realiza. El comercio de
las ideas se hace más presente en la opinión pública cuanto más se atiene a las
convenciones, también de orden estético, a los que se somete la convicción. La cultura
monástica, aunque limitada y restringida al ámbito en la que se determina, reproduce el
mundo a escala exegética, con sus tensiones emotivas y sus resoluciones racionales.
Marsilio Ficino promete la inquietud existencial como una amalgama de las conciencias
inducida por las circunstancias y reflejadas en las vidas terrenas del género humano, en
su sentido y en su consistencia. La melancolía presagia el mismo desaliento de Albrecht
Dürer, que, en la época romántica, predice el desaliento del observador de la realidad
frente a su decadencia. La hora del juicio universal parece haberse anticipado,
difundiéndose sobre los pensamientos y sobre las visiones de quienes, en la intimidad
384 RICCARDO CAMPA
protagonistas del teatro del siglo XVIII se convierten en estereotipos que atraen la
atención del público desde su agudeza exterior. La intimidad parece oculta al lector o al
espectador, que es inducido a preguntarse si antropológicamente advierte un tipo de
afinidad entre el interior y el exterior del escenario y si bajo el disfraz del protagonista
no se esconde una performance de carácter general, oculta de forma convencional a la
observación contingente e infra-individual. Las frases hechas y los adverbios modales
privan de fuerza a las formas afirmativas de los regidores de un orden mental, del que
forman parte la versión burlesca o charlatana. El éxodo de la narración cotidiana es
circular e inauténtico: por esta razón funciona como un antídoto y un presagio. Todo lo
que se desarrolla sobre la escena puede ocurrir en la platea, en la platea privada y
tentacular de las personas, que se esconden tras el biombo de la apariencia para evitar el
juicio sumario de la realidad (que es el conjunto de la comunidad sumado a los
epigramas de los modelos socialmente delineados como ineludibles). El sacrificio del
sentido común se configura como un sagrado ejercicio, que se frustra sobre el altar de la
lealtad. La ignominia serpea en las perversiones subjetivas, en las angustiosas
peregrinaciones de los que trepan en la sociedad, quienes ambicionan no confundirse
con las masas informes, todavía no movilizadas en la consecución de los beneficios,
perentoriamente adquiridos con la ayuda de los slogans y las expresiones sincopadas. La
claridad de la elocuencia hace justicia a la oscuridad de las cosas. Efectivamente, los
personajes de la dramaturgia dieciochesca se esconden tras la aridez de las expresiones
y el cumplimiento de las decisiones de sus actuaciones, vertidas o transformadas bajo la
forma del mal humor. En todo caso el incumplimiento no es sinónimo de
abstencionismo, en el sentido de que queda como una estela logorreica en búsqueda de
las causas y las aberraciones que implican el curso de los acontecimientos.
Paradójicamente, la dramaturgia del XVIII, si, por un lado, se libera en la
caracterización del personaje, por el otro, se disipa en la ambientación, de modo que el
habitat y el milieu cultural, en los que se manifiestan los acontecimientos, son lo más
explícitos que pueden ser y, en algunos aspectos, llegan a ser ejemplares o inquietantes.
La renovación se pliega a la inacción hasta convertirla en sublevación, en subversión al
menos en los términos de la proscripción: el léxico informa la lengua desde los
sumandos de la contaminación. La internacionalización de la expresión es el preámbulo
del exorcismo lingüístico, en el que participa cada vez más un mayor número de
personas, atraídas por el resultado imaginativo de su figuración. La internacionalización
de algunos términos designa una nueva comunidad de hablantes, que primero en la
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 387
los oratorios, en particular por los predicadores»8. La elocuencia sagrada de la época del
siglo XVII anuncia, en sus elaboraciones estilísticas, las modalidades explicativas del
retórico patriótico, responsable, a finales del siglo XVII, de las agitaciones políticas,
que desde Francia se extienden a toda Europa, para llegar tangencialmente a Rusia (y
provocar, con Lev Tolstoj, uno literatura romántica afligida, reformadora de las
costumbres y las fidelidades individuales e institucionales). La elocuencia gestáltica
(con la mirada, con el gesto) se previene de la retórica de la iniciación profética, de la
reconquista insurreccional. La revolución francesa es el fin de un ejercicio de
propulsión, efectuado, tanto con las palabras (con las frases realizadas a propósito, los
períodos rigurosamente propuestos para una percepción visual y auditiva), como con la
actitud escenográfica (con la frustración de las relaciones fijadas en el pasado y con el
borbolleo de un nuevo clima sensitivo y racional). El comportamiento refleja la retórica
de la retaguardia, que se eclipsa frente a la espontaneidad de la actuación. En efecto, el
trastorno institucional se realiza en la terminología, en el léxico, en el calendario, en
todas las exacerbadas concomitancias del ancien règime, que cierran el paso a la
libertad, a la igualdad y a la fraternidad. El monólogo y la denuncia presagian la
conclusión del diálogo (virtual) en el que se fortalece la convicción colectiva. La propia
polémica jansenista de la segunda mitad del siglo XVII pierde el mordiente dialéctico,
que la aviva, al confluir en el examen religioso de un más amplio (y áspero) régimen.
que será adoptado por la propaganda. El contenido declarativo cumple una exigencia de
discusión formalmente connotado erga omnes. El philosophe prevalece sobre el santo.
Y el discurso se dota de una metodología decorativa, que entorpece la búsqueda de la
verdad. La crisis de la conciencia europea se identifica con la ruptura con el clasicismo
y se realiza en la comparación con las culturas externas (precristianas, paganas,
islámicas). El viaje real o imaginario es responsable de la actitud cosmopolita, en el que
se resumen las potencialidades connotativas de una época de transición y renovación.
«El orden cósmico –escribe Willem Frijhoff– es por otra parte un universo pacífico. De
É. Crucé (1623) a Kant (Zum ewigen Frieden [La paz perpetua], 1795), pasando por el
abad de Saint-Pierre (1713) y Jeremy Bentham (1789), los proyectos de paz perpetua se
fundan sobre un cosmopolitismo neohumanista de tinte político»9. La confianza en el
género humano domina toda forma de relativismo cognoscitivo y de escepticismo
conductual. La emancipación del hombre coincide con la concepción del espacio sin
fronteras artificiales. La libertad de expresión se relaciona con la facultad de moverse
física y mentalmente en el universo, una vez que se han sacrificado en el altar de la
razón las prácticas aislacionistas y sectoriales. Las relaciones entre las naciones se
identifican con el compendio de las culturas, que permiten a las poblaciones,
caracterizadas como arcaicas y con sólidas tradiciones, entenderse bajo la perspectiva de
un nuevo curso de los acontecimientos mundanos. «Son filósofos o literatos cuyo poder
se basa ante todo en la estatura intelectual (Voltaire, Goethe), o más a menudo se trata
de hombres hábiles en el arte de comunicar y difundir las ideas, y que saben aprovechar
su posición de diplomáticos, militares o eclesiásticos o de negociadores en la
encrucijada de las naciones y las culturas para tejer una red de poder intelectual. Tales
son, por ejemplo, los casos del príncipe de Ligne (1735 1814), del abad Ferdinando
Galiani (1728-1787), secretario de la embajada de Nápoles en París, del barón Melchior
Grimm (1723-1809), amigo de Diderot, funcionario de las cortes alemanas en París y
editor de “Correspondance littéraire” y de Francesco Algarotti (1712-1764), quizás el
más prototípico de todos»10. La divulgación científica es una de las tareas que facilita
las relaciones internacionales. El cosmopolitismo promueve la fraternidad universal, el
entendimiento entre las comunidades hasta la Ilustración, divididas por los aparatos
políticos, por las lenguas y por las tradiciones culturales. La misma laicidad es
entendida como un factor cohesivo en cuanto que desiste de la tentación de crear
discriminaciones de orden religioso o de creencias.
394 RICCARDO CAMPA
objetivas. El bienestar ejerce una indudable atracción entre los seres vivos que
perjudican su existencia subjetiva en un nivel de sublimación de la especie (y de su
perpetuación) creída como una fuerza implícita en la naturaleza. El finalismo
didascálico de la convivencia civil no se opone a la selección natural: ambas son fuerzas
propulsoras del equilibrio social que testimonian su propensión por la igualdad y por la
libertad en las formas distónicas (conflictivas) en los que se verifican, según las fases de
agitación ambiental y de sugestión emotiva que influyen en el hecho existencial de las
generaciones que, en el tiempo, se asoman al escenario de la historia y la vuelven
inmanente en la memoria colectiva. El fatalismo político y el quietismo providencialista
se conectan entre sí en el carácter ineluctable de la contingencia terrena. Queda
prohibida su superación por la ausencia de un sentimiento, si bien angustioso, del más
allá.
A finales del siglo XVII y a principios del siglo XVIII inglés y francés, la sátira
alimenta la utopía, las formas de prohibición del pensamiento concreto para rectificar
las formas explícitas libres del intelecto. La imaginación no revoca la realidad
experimental, sino que la afina, tomándola de las virtudes dianoéticas, que difícilmente
son convertibles en la explicitación concreta. La utopía es un género literario que
fomenta el arcaísmo, por la constante referencia al pasado, y al futurismo, por el
renovado acercamiento a la eventualidad y a lo imprevisible. Las circunstancias
políticas hacen referencia a la constitución monárquica, a los límites de los poderes
adivinatorios del Estado y de la Iglesia y a cualquier forma que no esté alineada con las
previsiones y las condiciones de una exteriorización concreta. Las posiciones
reformistas e igualitarias se comparan en un sistema que tenía la aplicabilidad solamente
en categorías de referencia en un plano ético, conductual. «La utopía individualista –
escribe Juan Francisco Fuentes– contra las uniones opresivas de la vida social alcanza
su máxima expresión en el Robinson Crusoe de Daniel Defoe (1719) y se convertirá en
desde entonces en uno de los temas recurrentes de este tipo de literatura en el transcurso
del siglo»16. La utopía se convierte así en un género de laboratorio, en el que se ejerce el
debate sobre las virtudes y sobre las corrupciones latentes o explícitas en las sociedades
que preconizan el orden industrial. La condena del juego y la disipación se justifica con
la llegada de la sociedad empresarial, tecnológicamente fundada sobre la acumulación
de la riqueza y sobre su inversión en las estructuras impulsadoras e innovadoras del
mercado. La denuncia de la esclavitud, la tolerancia religiosa y la defensa de las mujeres
son las temáticas preeminentes en la elaboración utópica. La evasión del presente en el
futuro está envuelta de inspiraciones bíblicas, de exaltaciones poéticas, de simples
expectativas por parte de una humanidad, probada por los rigores de la contingencia y
de la kárstica determinación de los procesos políticos en la fase de transformación de la
economía agraria en economía industrial.
descubrimientos geográficos del siglo XVIII (Canadá, área del Pacífico, Asia central,
Siberia, China, India, Persia, área del Islam) delinean mundos espaciales y temporales
llamados a ser historiados, insertados en las categorías cognoscitivas de Occidente.
Científicos, geógrafos, cartógrafos, misioneros, junto a mercantes, aventureros y
soldados, se encomiendan al coraje y a la intemperancia emotiva para conocer las
nuevas, inéditas, dimensiones del mundo. La historiografía oficial se une a los
testimonios, a veces tendenciosos, de marineros en busca de éxito, tanto en el plano
práctico, como en el plano publicitario. El antitradicionalismo es una experiencia in
itinere, generalmente realizado a un nivel formal, es decir con nuevas claves de lectura,
con un léxico renovado y con la agudeza de quien sobrentiende íntegramente una
verdad todavía no declarada. La vasta constatación toma su crédito en un lenguaje
invadido por arcaísmos e innovaciones, como si contendiera un juicio implícito en la
propia narración. La autoconsciencia se permite un largo recorrido cognoscitivo, de
modo que representa la ilustración como el estadio formativo de un proceso
antropológico y conceptualmente in progress. La querelle des anciens et des modernes
se inclina en favor de los modernos, que se creen los protagonistas de una nueva época
del género humano, y que encuentran en la institución del Estado moderno su
laboratorio de desarrollo y de cohesión. El conocimiento crítico y la experimentación
favorecen una predisposición hacia la colaboración colectiva y la empresa individual,
dirigida a exaltar las características distintivas de la renovada conformación legal e
institucional. La tradición, en su aspecto sagrado, o en su aspecto profano, es revisitada
intelectualmente al punto de conceder a la experiencia moderna un grado de legitimidad
histórica y trascendental. La superación de los paradigmas interpretativos de la
antigüedad comporta un tipo de visionarismo progresivo, fundado en la razón y en su
potencial inquisitivo, declarativo y expresivo. La historia griega, helenística, la de la
Roma republicana e imperial, los testimonios medievales y humanísticos, contribuye a
conferir crédito a un sentimiento de correspondencia con la actualidad renovada en sus
principios inspiradores y en sus metodologías representativas. Se condena el gusto por
lo prodigioso, por lo fabuloso y milagroso: la razón lleva en sí la imposibilidad de
reducir la ficción a la evidencia. A la insatisfacción de todas las elaboraciones
historiográficas eruditas se enfrenta a la pretensión, lógicamente consecuencial, de
encontrar en la problemática de los fenómenos las artimañas necesarias para argumentar
con conocimiento de causa. La superstición se condena como una categoría que desvía
el proceso cognoscitivo. Su función de aplicación priva al género humano del quid
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 401
libresca de finales del siglo XVIII. Aparecieron ochocientas copias, la mitad vendida en
Italia, la restante un poco por todas partes de Europa, excepto en Francia»17. A los dos
editores italianos se asocian otros exegetas de la monumental obra en francés, que se
somete a las aportaciones más dispares en los años que siguen a su primera difusión,
sobre todo, en lo que se refiere a la geografía, la astronomía, la medicina y la
mineralogía. Las obras de pura consulta, redactadas a partir del modelo de la
Encyclopédie, por otra parte continuamente reimpresa, están eximidas del radicalismo
laicista, responsable, al mismo tiempo, de las reservas mentales de los jesuitas y los
católicos practicantes, así como de las sistemáticas aprobaciones de los reformistas y los
agnósticos, ambos, fervientes promotores de la renovación de la sociedad y de las
instituciones. Se descubre el anacronismo de las viejas colactáneas de carácter
divulgativo, tanto por su perfil biográfico, como por el perfil de su contenido, cuando se
compara con las diversas ediciones enciclopédicas, que invaden Francia y Europa a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII, como si fuera un proemio de la inminente
revolución moderna (del 1789). La enciclopedia, entendida como un repertorio
actualizado del conocimiento humano, tiene un inaudito peso sobre la conciencia de las
generaciones encargadas en asegurar un orden institucional más conforme a las
instancias modernas, diseñadas por la ciencia y por la tecnología en Francia y en
Europa. Las enciclopedias continúan desarrollando una tarea testimonial, capaz de
sugestionar a las conciencias actuantes de las generaciones ocupadas en confrontar, con
el prejuicio, el correspondiente precepto dogmático establecido en cualquier
entendimiento fecundado desde lo alto como un espejismo o una providencial donación
del bienestar intelectual y material. El enciclopedismo se configura en el tiempo como
itinerario del género humano al amparo de molestos agravios de orden trascendental. La
lucha contra el obscurantismo es el síntoma de la nueva vitalidad, que recorre la Europa
de la segunda mitad del siglo XVIII para codificarse de forma problemática en el
Romanticismo alemán. La superación de las pesadillas medievales reduce la
prospección pietista y aumenta la solidaridad. La humanidad se identifica cada vez más
con sus instancias vitales, con sus perentorias necesidades y sus rocambolescas
ambiciones. La supervivencia al mundo terrenal es menos influyente en los
pensamientos de quienes se sienten comprometidos con las innovaciones prácticas,
concretas e inmanentes. La experiencia une las distancias y las idiosincrasias del pasado
en un cumplimiento racional de consistencia inconmensurable. Ernst Cassirer define
este clima cultural como « la emancipación de la sensibilidad».
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 403
que va más allá de la lengua materna, como en Gibbon o Beckford cuando escriben
directamente en francés, o como la vocación literaria de Federico II: se da, por un breve
momento, una patria ideal, no completamente mítica, del bien decir y del bien
pensar»20. La Ilustración idealiza las instituciones existentes en el planeta en cuanto que
sirven a la consolidación de la ratio cohesiva y a promover el desarrollo económico y
social. El fervor creativo de los Estados es un inicio de su mutuo interés y de su
determinación unívoca. La difusión del pensamiento en las redes internacionales
asegura el posible acuerdo entre las diferentes realidades institucionales. En la Crisi
della concienza europea de Paul Hazard se refleja el proceso de transformación de la
sociedad europea ocurrida entre el periodo del ancien règime y la llegada de la
modernidad. La socialización del pensamiento y de los intercambios comerciales
determina un tipo de atmósfera común, que aletea por Europa (y más allá) de modo que
presagia un entendimiento general (universal). La epopeya de la razón es el conducto
indiciario en el que las diversidades de género, de creencias y de lengua se convierten
en una uniformidad conceptual, una propedéutica de la convención de una época. El
cosmopolitismo se deduce de la impostación ideológica ilustrada como la doctrina
predominante a lo largo de los siglos, que señalan el paso de la liturgia del «mundo de
ayer» a la reivindicación del «mundo de mañana». La hermenéutica del futuro se
subraya en las aprensiones del progreso, en el conjunto de factores que modifican, con
la producción, los ritmos comprensivos y significativos de la existencia. La
modificación de los usos y el consumo incide en las relaciones individuales y entre este
y las autoridades constituidas, a las que se le pide que sean lo más concesivas posible.
La etimología del universo artificial es un producto en serie, que se reproduce con la
intensidad necesaria a saturar el mercado.
curiosidad del gran público, que se apega a los acontecimientos hasta ahora evocados en
clave poética o anecdótica.
relación con otros. Se puede, por lo tanto, afirmar que toda mirada atenta sobre el
mundo impone una teoría»28. La discusión de las cogniciones históricamente adquiridas
es parte integrante de su propedéutica. La representación científica es el diagrama del
comportamiento de los acontecimientos sometidos a examen según unos criterios, que
se someten por su propia constitución íntima y sus cambios problemáticos. El silogismo
y el neologismo muestran las nuevas adquisiciones connotativas de la experiencia
apoyadas en una evidencia persistente, presente en la operatividad cognoscitiva: la
variable determinativa de lo existente. Friedrich Schlegel sustenta que el historiador es
el profeta del pasado. El Romanticismo priva de potencia a lo absoluto relativizando el
significado de los acontecimientos y las cosas, conjugándolas con las palabras mediante
las que certificar su contingencia cotidiana y su irrefrenable extemporaneidad. La
propensión por la transcendencia está en la enucleación de los períodos, en la
imperfección de la frase y toda obra del pensamiento y de la acción, que haga referencia
al tiempo litúrgico y a su afirmación escatológica. La comprensión romántica se
identifica con el significado que se da a los acontecimientos, considerados por la
investigación conceptual y potestativa como irredimibles en su esencia. La abstracción
comporta el itinerario experimental sintetizado en las fórmulas de la memoria. El
recuerdo es la epopeya nostálgica del Romanticismo, en el que la elegía del pasado se
introduce en la práctica cotidiana y la condiciona en los límites de su intrínseca
vulnerabilidad. Según el Maestro Eckhart, los pueblos son pensamientos de Dios. Su
perturbabilidad es el indicio de su autonomía, en el que se empeñan a individuar los
nexos lógicos y antropológicos, que se ligan al «modelo inicial». El hecho de que Dios
esté escondido, no exime al hombre de perseguir sus huellas en la creación. Y es por
esta razón que el Romanticismo convalida todas las estrategias iniciáticas, con los que la
aflicción terrena intenta superar el nivel de la incomprensión para llegar a los límites de
la plausibilidad.
13. LA INSTANCIA
y a Trasímaco conformar su actitud de modo que las experiencias sean comunes y que
la división virtual y efectiva de la experiencia permita a ambos entenderse y pensar de
forma consensuada. La uniformidad de la expresión admite las diversidades
interpretativas de los acontecimientos, que determinan la vida de los seres mortales en
un sentido uniformemente anagramado en la contingencia terrenal y en la
transcendencia celeste. «La progresiva condensación de los trazos coincidentes –escribe
Ernst Cassirer– su fundarse en un inseparable todo unitario representa la esencia
psicológica del concepto, que de tal modo por su origen y por su función no es otra cosa
que un complejo de residuos mnemónicos depositados por las percepciones de las cosas
y por los hechos reales. La realidad de estos restos se demuestra en el hecho de que
ejercen un influjo especial e independiente sobre el acto mismo de la percepción; ya que
cada contenido nuevo comparado es tomado e interpretado conforme a ellos»1. Las
nociones abstractas, objetivas y verbales, se deducen del razonamiento y de su
contenido apodíctico, que induce a los interlocutores a convenir sobre las coordenadas
mentales que lo determinan. La experiencia es un ejercicio afín al pensamiento en su
fase explicativa, emotiva y racionalmente relevante. El principio fundante del concepto
es la revelación que los interlocutores de un diálogo asumen como precepto distintivo
de su razonamiento. La interioridad de la expresión (de la palabra) otorga un grado de
autenticidad y legitimación a la convención utilizada para entenderse (recíprocamente) y
para disentir unilateralmente sin disminuir por ello la preceptiva determinativa (del
concepto). La geometría es la disciplina más explícita de la abstracción, que se inerva en
la realidad mediante la representación y concurre eficazmente a posibilitar las
realizaciones concretas del género humano en el arco voltaico de su existencia,
consciente y documentada verbalmente o por escrito, según los cánones de la memoria
colectiva. La abstracción y la experiencia se compendian. Solamente por razones
pedagógicas y a veces bajo pretextos polémicos, una categoría se opone
connotativamente a otra. Efectivamente, ninguna experiencia sería detectable si un
modelo ideal (mental) no ofreciera una norma correcta para su representación. Por
razones de orden metodológico se usa la abreviatura en los términos, cuya congruencia
es de orden complementario.
La connotación mnemónica de los entes es, por así decir, una asignación de la
mente en su estado de movimiento de onda, cuando percibe las agitaciones externas en
sordina, en apnea. La sensibilización de los acontecimientos fijados en la memoria
428 RICCARDO CAMPA
controvertidas, expresadas sin el auxilio de una disciplina cognitiva, que considera las
aperturas como hendientes polémicos de la realidad natural en orden a la pequeñez de la
existencia individual y a la hipotética persistencia cósmica. La conexión entre estos dos
factores concurre a delimitar el área del conocimiento de los acontecimientos más o
menos influyentes sobre el curso (representable) de las cosas. Los mitos, las religiones,
las creencias laicas (limítrofes), son los correlatos dispuestos por la razón, prestas a
verificar los lugares en los que le es posible argumentar y por lo tanto legislar en el
sentido más armónico del término. Los expedientes indiciarios de la razón tienden a
presentar una relación orgánica entre los observadores-usuarios de la naturaleza y la
naturaleza misma. La identificación de los sujetos sensibles con el habitat natural está
mediada por las elaboraciones mentales, en los que los seres humanos se interrogan
sobre su papel y sobre su destino. La idea de un viaje imaginario dentro de los trayectos
energéticos del cosmos ilusiona la acción y los frena según la confrontación que el
intelecto agente realiza en su acción. El resultado de las interacciones entre los seres
mortales y la permanencia, más o menos imaginaria, de la naturaleza está destinado a
ser sacrificado al desengaño. La falsación de las teorías científicas, descrita por Karl. R.
Popper, se justifica con la idea de que el progreso, en su sentido de intersticio ilustrado
entre las postulaciones ideales y los análisis concretos, son siempre in fieri y por lo
tanto no satisfacen los objetivos de investigación planteados por las generaciones que le
otorgan su crédito.
Los conjuntos infinitos, predichos por los números, animan la continuidad del
cálculo y por lo tanto de la virtual expansión del lenguaje en la indeterminación del
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 433
La brevedad del pensamiento no se identifica tout court con el concepto, que, sin
embargo, constituye el resultado de una «convención» entre al menos dos modos de
entender y de experimentar la realidad. La matemática es una disciplina compulsiva de
la síntesis, de la realización de la complementariedad de los factores, que interaccionan
en una descripción (en una ecuación) propositiva. La analogía en la descripción de los
fenómenos concierne a su configuración conceptual. Cuánto mayor es el relieve de las
características distintivas de los fenómenos, más evidente es el significado de los
conceptos que los caracterizan. La continuidad y la homogeneidad no constituyen
necesariamente las coordenadas expresivas del concepto: su contenido epitelial hace
complementarias las diversas conjeturas (sobre el conocimiento) de la realidad. En fin,
el concepto delimita por así decir la identidad múltiple: la singularidad de las instancias
cognoscitivas y la univocidad de las definiciones (de los enunciados) por sí mismas. El
movimiento es el concepto que concierne la posición física de los pensamientos y de los
objetos. También las postulaciones mentales tienen vigor en un espacio, que permite la
fruición virtual. La insolubilidad de las antinomias encuentra una fórmula
compensatoria en el concepto, que al menos sintoniza entre sí –por conveniencia– los
factores de la complementariedad. El «mosaico de lo perceptible», al que alude Paul du
Bois-Reymond, se identifica con el pluralismo de las opiniones y, por fin, con la síntesis
436 RICCARDO CAMPA
las que se extingue, por así decir, el concepto de movimiento. La dinámica existencial
es parte integrante de la variabilidad atómica, del antagonismo y del clinamen
(lucreciano) por los que los elementos alegóricos singulares de la materia y la energía
molecular dan origen a los cuerpos en su esencia y en las figuraciones, al tiempo que
promueven su decadencia. La analogía induce a pensar en la constitución de los
cuerpos bajo el perfil de la homogeneidad y la diversificación: según dos categorías
expresivas, que se refieren a la misma fenomenología cognitiva. La ley de la
conservación de la energía induce a creer que las variables representativas de las formas
son las características distintivas de los átomos. Son estas entidades energéticas,
postreras de la imaginación (desde Demócrito y Leucipo hasta Albert Einstein) las que
configuran la realidad y la hacen modificable a partir del diseño y del ingenio humano.
Los átomos se asignan la tarea de interaccionar en las reacciones dinámicas y de influir
en la existencia de los seres y de las cosas según los recónditos designios del Creador o
del Azar, siguiendo las interpretaciones doctrinarias de los observadores-perturbadores
de la realidad. El sistema representacional consiste en hacer evidente el convencimiento
que las constituye un patrimonio connotativo de la experiencia (si no del conocimiento
general).
las condiciona, bien sea para convalidarla, bien sea para confutarla (o incluso para
reprobarla como un verdadero y propio impedimento cognoscitivo). El principio de
inercia es así un dato alegórico de la dinámica, una característica intelectual del
movimiento. En efecto, es detectable como un aspecto de la función de los cuerpos en el
movimiento. Su connotación ideológica lo relaciona con un tipo de contemplación
estática de los seres. La inmovilidad es una categoría religiosa (pietista): se deduce de la
expectativa de una fulguración divina, capaz de modificar sus condiciones y de
elevarlas a las alturas celestes, en las que el desaliento y la compenetración emotiva
enaltecen la insatisfacción y la agitación sensible (y espacial). En los conceptos de la
mecánica clásica, presentes en los Principia de Newton, de espacio y de tiempo, de
masa y de fuerza, presentados en los Principios de mecánica de Heinrich Rudolf Hertz,
se presupone el concepto de energía. La admiración del cielo de las estrellas fijas
representa la fenomenología de la inercia, de un tipo de pausa del movimiento en el
incestuoso apego de los seres su (incontaminada) perpetuación. La medición de la
realidad con la ayuda de las abstracciones mentales satisface las exigencias y los
principios de la dinámica. La absolutización del espacio y del tiempo es una exigencia
inventiva, que favorece con conocimiento de causa la experiencia.
La energía es, por tanto, un principio de cohesión y como tal puede ser
representado de forma convencional. Concilia la relación entre lo particular y lo
universal, dispensándolo de la intransigencia metafísica. El principio ideal y su
realización se ubican en la esfera de la percepción y la racionalidad, conciliados por el
necesitarismo naturalista y por la peripecia conceptual. La permanencia y el cambio se
aseguran en la interacción con la que se manifiestan (se concretan en hechos y objetos y
económica y socialmente aprovechables). El consumo de energía (bajo la forma de
servicios y de artefactos) es el elemento indiciario de la eficacia de la correlación
existente entre los modelos ideales y los modelos reales, entre los estilemas mentales y
las prerrogativas programáticas. La metafísica de lo particular (del objeto) consiste en
hacerse exigible con los recursos del aparato tecnológico. El juicio sobre el disfrute del
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 443
razón respecto del intelecto agente (según Henri Poincaré condicionado por la hipótesis,
por la intuición sobre el objeto de la experiencia). La «separación» entre la idealidad y
la concreción es el reino de la imaginación de las fulguraciones ideales, que los
diferentes «lugares» de los mundos posibles construyen en el ejercicio de una aventura
mental. Se persigue el frenesí de los viajes por el universo en un sentido opuesto al
redescubrimiento de la Atlántida que, en la concepción platónica, aflora en el
pensamiento de los supervivientes que sollozan por el más allá. La descripción platónica
incide en el recorrido lógico de la imaginación: el no-lugar es el habitat de la memoria o
de la ilusión. La vida parece estar suspendida en el improbable éter cósmico. El
conocimiento adquirido y utilizado para conseguir el bienestar objetivo parece liberarse
de producir efectos persuasivos en la mayoría de los sujetos, que se identifican con un
tipo de demonio de la acción, de demiurgo de lo primigenio, que propicia unas
condiciones de funcionalidad que se pueden convertir en opiáceas sedimentaciones
volitivas. Una sensación melancólica y disoluta de esto puede verse en lo expresado por
Eugenio Montale13 en los años Setenta del siglo XX. La potencialidad del pensamiento
se deduce de la intolerancia de las generaciones contemporáneas a la hora de establecer
comparaciones, no solamente de las cogniciones adquiridas, sino también de las
convenciones, con los que se pretende enturbiar los aspectos inéditos de la realidad. Lo
múltiple (y lo indiferenciado) de la realidad empírica es el carácter distintivo del
imaginario colectivo.
determinan los sentidos y por lo tanto las implicaciones conceptuales entre dos
enunciados (que sintetizan dos argumentaciones). La alegoría es el ejercicio estilístico
que proporciona el sentido de los términos del discurso, que se aleja de la estructura
consecuente para aproximarse a la évenementielle (como el prescrito por la doctrina
histórica de Fernand Braudel). La similitud, en fin, relaciona las figuras, como sucede
en la geometría euclidiana con los triángulos, las ideas e incluso hasta con las
expresiones. La impresión, que estas categorías expositivas y descriptivas engendra en
los hablantes, es que la observación, aunque tenga un sentido y exprese un significado,
tiene que acoger una serie de comparaciones, de verificaciones (de orden formal o
simbólico), actos que sirven para convencer y para predisponer una reacción legal (es
decir prevista y permitida por el orden institucional, en el que se determina). «Mi
tendencia y, yo creo, la tendencia de todos los que nunca han buscado escribir o hablar
de ética o de religión, ha sido la de arrojarse contra los límites del lenguaje… La ética,
en cuanto que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, el bien
absoluto, el absoluto valor, no puede ser una ciencia»15. La propia metodología del
conocimiento prohíbe la facultad de pensar en los márgenes de la ciencia. Se puede
argüir sobre cualquier cosa, pero la realización práctica no puede prescindir de la
convención, que es el fundamento del consenso humano y al mismo tiempo su
legitimación (es decir, la tentativa, siempre en acto, de elevar la inevitabilidad, la
necesidad y la incongruencia del hecho humano en su vulnerabilidad memorativa). La
historicidad de la existencia presupone una sintaxis expresiva, que permita entenderla
(bien para aceptarla, o bien para confutarla, según las circunstancias de la formulación
de Ortega). La aventura del hombre contra el lenguaje es un eufemismo: concierne a las
actitudes de la identificación de los fenómenos, que se ejercitan sin que necesariamente
tengan que objetivarse en su determinación natural. La estrategia humana consiste en
hacerlos reconocibles a través de las palabras, con los que se identifica.
circunspección, la moderación, el decoro, son las formas con las que el orden
comunitario persigue su proceso constitutivo, con la garantía de la estabilidad y la
propulsión cognoscitiva de las comunidades humanas que actúan en un área del planeta
en relación con las otras y que en general alientan la libre colaboración. El malestar es
una actitud que ayuda a modificar las relaciones que se establecen entre las personas y
entre las personas y las instituciones, y que reflejan en todo caso la teleología
comunitaria. El malestar y la discrasia se manifiestan en la inquietud y en la falta de
acuerdo entre tendencias que se creen incontrovertibles y providenciales. Estas
intemperancias temperamentales se reflejan en la interpretación de la realidad y en la
identificación de las idiosincrasias de las convicciones que la contemperan. Tanto por
unas, como por otras, el lenguaje se mantiene anclado en una línea de intermediación e
interdicción de los significados de las palabras utilizada para disminuir la distancia del
discurso y volver la argumentación menos problemática. La licitud de los enunciados se
basa en la complementariedad de los significados de las palabras usadas para que su
aportación cognitiva y deliberativa sea consecuente con los objetivos de las
convenciones legales. El empleo del lenguaje a nivel comunitario asegura la íntima
contrición de sus significados, que son problemáticos y permanecen abiertos a la
disquisición.
El juicio desarrolla una función legal, es decir realizada por convención a partir
de una estadística de hechos, acontecimientos, circunstancias, pensadas como
recurrentes e inevitables. Efectivamente, la legalidad sanciona un principio de orden,
seguridad, ajeno a connotaciones personales: así que es posible que un jurado esté
dispuesto a perdonar un sujeto iniciado en el crimen, de forma que está obligado a
condenarlo al aplicar directamente la norma. Su cumplimiento por tanto consiste en
sustraer el juicio subjetivo a la perentoriedad de las decisiones colectivas, abstractas, y
armonizadas con la teleología del orden institucional, donde se realizan. La rigurosidad
es la puesta en obra de la afirmación de cualquier institución jurídica, sobre la que se
funda la convivencia civil, pacífica. La prohibición de los despachos públicos, en efecto,
es la condena conminada por el orden jurídico contra sus transgresiones, gravadas, por
otra parte, por el empeño de una comunidad institucional particularmente relevante. El
lenguaje, que manifiesta este grado de eficacia legislativa, está condicionado por una
actitud difícilmente convertible en un fraseado aproximado. La redención es así un
término ad quem, de una abstracta consistencia cognitiva, y de una amplia
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 457
exteriorización ilusoria. Las vías de la providencia son infinitas, pero todo es redimible
con el mismo aparato léxico. La gravedad y la levedad son apropiaciones indebidas de
los hablantes, que se amparan en el gesto o en la interlocución para devolverlas
reveladas y pensantes. La concomitancia es una disciplina deductiva, que practica la
fantasía y rinde cuentas del itinerario, a veces forzoso, de las ideas y de las palabras
empleadas para expresarla. La representación escénica de las ideas es una forma de
énfasis del discurso, que asume así un recorrido didáctico y hasta aflictivo, con la
intención de alcanzar cuotas de conciencia actitudinal de difícil solución práctica. El
drama shakesperiano propone tensiones emotivas sin tener que caer necesariamente en
la negación del significado. La desesperación perentoria salva el conducto explicativo
de las frases a efecto, que acaban con el ser citado en beneficio de la memoria colectiva,
de la concitación social. El tiempo de la revancha moral prescribe siempre: todo lo que
las palabras pueden indicar es el perímetro racional, en el que se puede conseguir el
efecto benéfico de la purificación mental. El movimiento del espíritu de la definición
freudiana pertenece al género de la expresión que prevé una representación reiterada, al
punto de hacerse lacónica y profética. La raíz semántica de las palabras puede influir en
su sentido (actual) en términos contradictorios: tal como ocurre en las ciencias prácticas.
«El paradigma de las ciencias es la mecánica. Cuando la gente imagina una psicología,
su idea es una mecánica del alma. Si consideramos lo que realmente corresponde a esto,
encontramos que hay experimentos físicos y experimentos psicológicos. Hay leyes de la
física y hay leyes –si se quiere ser cortés– de la psicología. Pero si en la física hay casi
demasiadas leyes; en psicología no hay casi ninguna. De modo que hablar de una
mecánica del alma resulta bastante ridículo»16. Del mismo tenor debería ser La
economica della vita spirituale del cardenal Ildefonso Schuster, ocupado, en el período
del totalitarismo europeo, en condicionar los actos de la contingencia cotidiana a la
transcendencia credencial, figurativa. El lenguaje que utiliza las imágenes exorciza las
dificultades (las diferencias) lingüísticas y hace comprensible la argumentación en
cualquier forma que se exprese. La imitación suscita sensaciones cenestésicas, en el
sentido que el objeto imitado satisface una exigencia estética más o menos explícita. La
individualidad no es por tanto la radicalización de un modelo, sino, al contrario, la
«intriga» de algunas variables de un modelo, considerado sin embargo perifrástico o
insondable en su íntima configuración (en el noúmeno kantiano). La alucinación
exaspera las volutas mentales de la representación de los fenómenos, eximidos por las
leyes de la reiteración. En efecto, los fenómenos que no se pueden reproducir –según
458 RICCARDO CAMPA
a otras palabras, con los que establecer una relación de interferencia o interacción, que
permita suscitar un sentido y por lo tanto una notación sobre lo que se quiere decir de la
experiencia de y en la realidad. «El hecho trivial de que una proposición completamente
analizada contenga tantos nombres como su referencia, este hecho es un ejemplo de la
omniabarcante representación del mundo por el lenguaje»19. La naturaleza de los
números cardinales y los números imaginarios modera la naturaleza de los números
irracionales: cada clase numérica designa un aspecto del cómputo mental, de la ficción
con la que se perfilan los aspectos sedimentarios y dinámicos de la realidad. Por lo
demás, el binomio verdadero/falso no puede sino expresar una tautología, válida para la
consecución de los objetivos de su propia controversia, en el sentido de que su negación
es un dato concreto que sirve para diseñar o formular una proposición. El argumento,
con el que el conocimiento se configura en el patrimonio colectivo de las actitudes y las
pretensiones, consiste en la actitud reivindicadora, en cuanto que es provisional y creen
utilizar los sueños y las palabras para aproximarse al sentido de las cosas, que
establecen una relación confiada y conflictiva con el aparato evocador e inquisitivo,
producida por los observatorio-perturbadores de la realidad. Las proposiciones
generales, que hablan del mundo, son el precipitado histórico que las palabras asumen
en el contexto operativo en el que se pronuncian.
Por tanto, el hecho es una expresión que evoca un proceso mental, que lo
presenta para que sea notado con las modalidades que prevé el lenguaje y cualquier otra
combinación estructural de signos. En las matemáticas, el constructo formal también
comprende su correspondiente concreción. La raíz cuadrada de un número puede ser
usada en el cálculo de un proceso formal que se confronta de forma práctica y evidente.
En las construcciones se aplican las ecuaciones de segundo grado y el segundo principio
de la termodinámica ejerce su influencia en la correlación práctica de circunstancias
relativas a la conciencia individual. La lógica del lenguaje es una pre-condición de la
argumentación y, por lo tanto, del conocimiento, cuyos elementos constitutivos pueden
ser confutados, modificados y falsificados. La raíz semántica del léxico empleado en las
definiciones se impone a priori, no es conmensurable con la relatividad de los
contenidos cognitivos. El instrumento de la investigación también continúa
manifestando su validez cuando su resultado resulta errado o sencillamente discutible.
«Toda proposición real muestra, junto con lo que dice, algo sobre el universo: puesto
que, si no tiene sentido, no puede ser usada, y si lo tiene, refleja, entonces, alguna
propiedad lógica del universo»23. La veracidad al menos que una proposición se deduce
por tanto de la confrontación con su realización práctica. Cuando una idea genera un
hecho, su consistencia genética (potestativa) es fiable. Si se descubre que cada
proposición lógica es tautológica no se sacrifica su empleo práctico. El conocimiento no
consiste en un sistema ordenado de factores coherentes entre sí. Y, por otra parte, el
descubrimiento científico es en algunos aspectos sorprendentemente fortuito u
ocasional. La eventualidad es una categoría cognitiva, que desarrolla un papel
importante porque –como en las mutaciones– lleva a que las causas lógicas tengan una
relevancia que difícilmente se puede alcanzar de otro modo. Las variaciones,
provocadas en una sucesión lógica de transformaciones, permiten fortificar el proceso
en el que se manifiestan y al que concurren, en conformidad con las premoniciones
delineadas artísticamente.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 463
imágenes, con las figuraciones del mundo, así como idealizado por sus primeros
exegetas. «Una figura lógica de los hechos es un pensamiento»28. La conexión de las
señales con las palabras, que las representan, evidencia la proposición cognoscitiva. El
hemisferio mudo y conceptual de las señales se refleja en el hemisferio sonoro en el
intento de vivificar el pensamiento, de hacerlo evidente y palpitante. «Puesto que en una
proposición impresa, por ejemplo, el signo de la proposición no aparece como
esencialmente diferente de la palabra »29. Al signo compuesto de Frege se confronta,
como en la temperie de los orígenes, el objeto concreto, útil a los objetivos de una
incidencia más eficaz de la voluntad identitaria del hombre en la naturaleza.
sintaxis lógica es el medio adecuado para evitar que los símbolos y los signos respondan
a las exigencias de la correlación, de la congruencia y de la verificación. «La
proposición posee aspectos esenciales y accidentales. Accidentales son aquellos
aspectos que se deben al particular modo de producir el signo proposicional. Esenciales
son aquellos que solo permiten a la proposición expresar su sentido»33. La peculiaridad
de la expresión dotada de sentido es su similitud (su equivalencia) con otras expresiones
que tienen (como característica) el mismo sentido. La misma finalidad sígnica puede
interaccionar en las variables de las expresiones, que responden a las exigencias
expresivas condicionadas por la vocación determinística, postuladora, de quienes
encuentran en la comunicación, el instrumento más idóneo para actuar en conformidad
con un dibujo ideal. El acontecimiento es el referente de toda proposición que tenga
relevancia sígnica y explicativa.
modo de administrar la cosa pública, son los pensamientos comunes, que se manifiestan
para que sean al mismo tiempo, indiciarios, complementarios, alternativos, ultimados e
irrefutables. La escritura jeroglífica «representa los hechos que describe»36: utiliza el
rasgo como complemento del sonido, la imagen como efecto escénico de la petición
inventiva. Las culturas precolombinas favorecen la esencialidad declarativa (el quipu)
en el nudo de la cuerda, que compendia una serie de proposiciones comunicativas,
conexas con el necesitarismo natural y la organización social. El artificio se reduce a lo
máximo para permitir a la ciudadanía que pueda magnificar con la imagen su potencial
evocador. «Lo mismo que la descripción de un objeto lo describe según sus propiedades
externas, así la proposición describe la realidad según sus internas propiedades»37. El
dualismo interno/externo es pura fantasía: efectivamente, la realidad se identifica con el
sentido atribuido a las proposiciones que la perfilan. La traducción, propuesta
vehementemente en época romántica de la Madame de Staël, tiende a hacer esencial la
constitución orgánica, de sentido, de las proposiciones de una lengua en las
proposiciones de otra lengua, que se supone está interesada en la configuración verbal
de un patrimonio cognoscitivo, que sería de otro modo negligente. La curiosidad ya está
influida por el conocimiento, por lo menos en los aspectos más significativos,
inquietantes, que se consideran partes integrantes de aquel estado de urgencia que se
objetiva en el estado de gracia de algunas épocas de la condición humana.
de las que se compone para dar relevancia al pensamiento y a sus realizaciones (teóricas
y prácticas). El lenguaje, en efecto, considera unívocamente la practicidad y la elegía
del mundo: el hechizo de la comprensión significa la aceptación condicionada de las
expresiones que otorgan un sentido (aunque sea aproximado y, para usar una expresión
de Karl R. Popper, falsable). «A juicio de Chomsky, la noción de forma interna del
lenguaje, como principio generativo, fijo e inmutable, que determina la amplitud y que
proporciona los medios para el conjunto ilimitado de actos individuales creadores que
constituyen el uso normal del lenguaje, es una contribución original y significativa que
Humboldt hace a la teoría lingüística»39. La expresión tiene que poder designar un
aspecto de la realidad, sujeto a confutación, pero justo por esto es efectivo. «El objeto
de la filosofía es la aclaración lógica del pensamiento»40: la argumentación que puede
rubricar los desvaríos imaginativos que ordenen un sistema de relaciones conceptuales,
que tengan como característica la potencialidad indicativa de los acontecimientos. La
filosofía, entendida como disciplina explicativa de las estrategias realizadas por la
resignación existencial, intenta explicar la acción (la experiencia), como un pasaje de la
valoración, que compendia la comprensión, la responsabilidad y la cohesión
(comunitaria y social).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 469
14. LO INCOMPLETO
perfil inquisitorial. La participación visual de los órganos del Estado en la vida de los
sujetos se admite ampliamente de forma virtual y siendo a veces irrelevante. La
constancia de la razón impondría la necesidad de admitir una continuidad, que la
experiencia considera bastante pretenciosa e ilusoria. La vista, más que otros órganos,
transmite una sensación de violencia en una contingencia histórica, arrollada por
cuestiones económicas, ideológicas y doctrinarias. La responsabilidad es una categoría
operativa evidente y no deja la menor duda sobre su arrepentimiento, entendido en
sentido legal y moral. Solamente admitiendo que es responsable, el individuo constata
la misma interacción con el ordenamiento legal, del que cree en todo caso que debe
proteger sus derechos fundamentales. La delación es una visión de una persona
interpuesta, dispuesta a agravar una situación, que no se ha podido significar con los
instrumentos normales de la representación. La ilusión óptica puede tener dos caras: la
del Hada Morgana, en virtud de la cual se puede observar en el desierto el recorrido del
Oriente Express en una fecha tecnológicamente detectable; y la de la identificación
colectiva, sin que sea necesariamente posible documentarla.
La irreversibilidad del recuerdo induce a pensar en una cámara de cine que grava
un hecho y lo presenta de nuevo en una sucesión cronológica, para ayudar a mantener la
memoria de los supervivientes. La atónita irreprochabilidad de cuantos miran la nueva
proposición fílmica de un acontecimiento denota la versatilidad de la vista, en el sentido
que puede aliarse con la imaginación y subvenir la confrontación con la experiencia. La
inocencia ferina aparece en el mundo tecnológico e ilusorio. Todo lo que es detectable
no ocurre realmente, sino presuntamente. Y es por esta improbable constatación que se
pierde el sentido de culpa. La ignominia del pasado aflora a la superficie para indiciar
aquellos crímenes que son responsables de escenas horripilantes. La constatación del
Mal a través de la cámara reduce su efecto inquietante. La cámara cinematográfica hace
de filtro, de ente de transición entre el aspecto primitivo de la violencia y su
representación escenográfica. La indiferencia casi se identifica con el índice de
satisfacción de los acontecimientos horripilantes, al límite de la perversidad, de una
enfermedad social. La paradoja consiste en el hecho de que los crímenes realizados
tecnológicamente se unen a la latente perversidad colectiva, de la que reciben una
clamorosa condena y una apocalíptica aprobación. El tiempo recóndito, el de las
emboscadas salvajes, aquél que describe Tótem y tabú de Sigmund Freud, hace de
contrafuerte emotivo a las inconscientes actitudes contemporáneas. La condescendencia
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 471
creación. El anacoreta habla con el silencio de las épocas lejanas, con los
acontecimientos que habría podido conocer si se hubiera presentado la ocasión, que
piensa entrever en sus pródigas meditaciones. La mística de las visiones divinas y
nocturnas consiste en escuchar virtualmente la voz sin sonido, imagen, del Geómetra del
universo.
parece improbable para los mortales es el campo de acción del Maligno, que insidia, no
tanto las voluntades, como sobre todo las decisiones (especialmente las que se elaboran
al amparo de la mirada del otro). La revuelta es el aspecto externo de la inocencia. En
cada contestación de lo existente está presente el indicio de un propulsor ideal,
deflagrado por la incapacidad del compromiso cotidiano. La existencia neutral, es decir
privada de una justificación superior, puede ser casi siempre aceptada con el empleo
contextual de los barbitúricos. La opinión común concierne la existencia del estado
salvaje, confortado por algunas reglas de comportamiento, que se deducen de la
costumbre, de modo que se comporta frente a la existencia sin los complejos de culpa ni
las reivindicaciones metafísicas, trascendentales. La relación directa del anacoreta con
Dios es fulmínea, se condensa en la pregunta sobre las causas del horror en el mundo y
acerca de las modalidades para exorcizar sus efectos. El principio, en virtud del cual
quién interroga no tiene claras todavía las referencias conceptuales a través de los que
entrever las respuestas de Dios, está en la base del prejuicio existencial, que anima a los
solitarios exegetas de la realidad. El estado de ánimo del visionario es la equimosis de la
naturaleza. Los miembros orgiásticos del interlocutor del Geómetra del universo son de
nivel inquisitorial, apaciguados por una actitud sumisa y socorredora. La ascesis es una
prueba de fuerza hecha al metabolismo natural, con la expectativa de la supervivencia y
con la exigencia del intelecto agente, que se interroga sobre las finalidades, usuales o
insólitas, de la existencia.
justificado solamente en razón de una perspectiva social más ecuánime y noble de quien
se condena como inadecuado. Por otra parte, la revolución es un movimiento
ondulatorio, provocado por unos pocos, y que tiene su reflejo en muchos, que, de forma
diversa, dan su adhesión o se entumecen en una obstinada resistencia. La revolución
concierne, tanto al modo de ver el mundo, como al modo de modificarlo, fijando las
adquisiciones realizadas en el tiempo. La deflagración de algunas estructuras aparecen
como inevitables, cuando se quieren aportar cambios en el orden institucional, a pesar
de la general, soporífera participación. La convicción es una prerrogativa de unos pocos
reformadores sociales que, en relación a las exigencias que todavía no se solicitan
abiertamente, deciden interpretar y magnificar el desconcierto y el malestar, difundidos
y sufridos con resignación canónica. La revolución no se vale de la hostilidad declarada
por el régimen dominante, que se realiza en la resistencia y en la aversión, sino por la
indecisión de un número considerable de personas persuadidas de la inadecuación de la
llamada condición objetiva. La indecisión de muchos salvaguarda el empeño de unos
pocos, que se sirven de todas las formas de expresión y divulgación para devolver al
menos de forma perceptible el proceso de cambio. La revolución es una convicción
exaltada por la consistencia imaginativa de los resultados finales. La teleología, que la
configura, siempre tiene configuraciones ecuménicas y salvíficas. La restauración, que
es generalmente su asignación final, hace justicia de los exaltados, de los facinerosos,
de quienes consideran la sublevación social como una connotación elefantiásica de la
condición humana. El peligro, que corre la restauración, consiste en hacerse
perspicuamente antitético a las instancias revolucionarias, que tienen el objetivo de
inflamar los ánimos y de insertar en el proceso innovador los elementos que socorren
generalmente la colectividad en su mayor parte. La exigencia de una verificación de los
resultados conseguidos por la revolución respecto a las condiciones quo antes es
inevitable, como es indispensable que se manifieste ciertamente un movimiento
explicativo de los riesgos que comporta una movilización prolongada y la persecución
del pueblo de forma extralimitada, por otra parte impuesto por la estabilidad del sistema
productivo, participativo y compensatorio de las pruebas de esfuerzo, registradas como
ineludibles.
a una esfera dónde por definición no puede ser consciente»5. La imaginación influye en
la conciencia con los símbolos de una herencia metafísica, unida a las impetuosas
capacidades adquisitivas de los testadores de un arraigado orden tribal. El totalitarismo
es la visión del mundo recogido en una tribu, autorreferencial y capaz de subvertir todas
las tentativas discráticas, eventualmente existentes en grupos, células, que deforman el
único orden genético e institucional, válido a los objetivos de la perpetuación de la
especie humana. Paradójicamente, la imaginación totalitaria no admite su conexión con
los modelos organicistas. Por esta razón, es posible que se crea en la asociación de la
física arriana, en contraste con la física hebrea o en todo caso con la física de los
cuántos, sobre la falsedad del agnosticismo dominante, que rehúye una actitud política
en orden a la búsqueda científica. El desempeño ideológico facilita el desarrollo de la
búsqueda científica, pero condiciona su aplicación, con fines pacíficos o bélicos. El
compromiso científico en términos ideológicos responsabiliza a sus partidarios de los
desastres de la razón. Los monstruos de Goya son las setas atómicas, que decretan
dolorosamente el fin de la segunda guerra mundial.
Las fantasías primordiales, proyectadas por los totalitarismos, son los arquetipos
de las actitudes modernas. Para Plotino y para Jung, la naturaleza no es consciente en sí
misma y por tanto, para los totalitarismos, la libre iniciativa de la horda constituye el
primer, fundamental, indicio de la conciencia: un principio, que encuentra el escenario
de su representación en el espacio abierto de la naturaleza. La disposición combinada de
pensamiento, misterio, magia, religión y absurdez, propia del neoplatonismo, alegra las
mentes de quienes se someten a las sugestiones escenográficas de los totalitarismos. Las
masas oceánicas, los silencios de la catacumba y las abismales disparidades étnicas y
raciales, que vuelven inmanentes los estigmas del Mal necesario, hacen la función de
imágenes que aluden al momento auroral, que la violencia, reflejada en la historia, las
hacen perceptibles. La percepción, en efecto, introduce al vacío absoluto, como en un
continente despoblado, donde todo lo que se logra realizar es un aliciente para un orden
que es retrógrado y, sin embargo, sempiterno. Las imágenes, funestadas por las
calaveras, son el testimonio de un desfalleciente estado de ansiedad de un universo en
disolución. El conocimiento del alma de los pueblos, propuesto por los totalitarismos, se
limita al sufragio de todas las deformaciones asumidas por la única, centelleante,
conformación orgánica del género humano: una conformación, no solamente evidente,
sino también silente y escondida. La obra de Richard Wagner compensa las indebidas
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 483
Según Platón, «lo bello genera el bien»12, en el sentido de que el aspecto estético
de los entes contribuye a la expectativa concreta de quienes propician su fruición. Lo
bello anticipa la asunción del bien, confiándole las categorías de la solvencia en
términos de conocimiento y de pura y simple satisfacción. La pasión sulfúrea del
aprovechado, del embustero, del transgresor, se amortigua en la simple consistencia del
objeto del deseo. La belleza, en otras palabras, atenúa el impulso de la posesión y
suscita aprensión por su perpetuidad. Las pirámides egipcias y las pirámides mayas
sacrifican el egoísmo de los afiliados a las religiones sociales, en los que practican
sentimientos de adversidad, de competencia y de perdición, a la grandiosidad de su
estructura. La intimidad subjetiva se identifica con la confesión, con el deseo de
comunicar al universo mundo o a su Creador las turbaciones del alma, las anomalías
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 487
realidad por quienes se empeñan en utilizar los recursos de la razón (de la lógica) según
el cálculo de las sucesiones y las eventualidades. La abstracción de Gödel –por su
misma admisión– parece formar el segundo plano de la realidad. El potencial de la
mente humana no puede ser reducido a lo adquirido por el cerebro, los principios
matemáticos tienen una existencia autónoma, independiente de las determinaciones y de
las decisiones individuales. En consonancia con la fenomenología de Edmund Husserl,
Gödel sustenta que los conceptos abstractos son los antecedentes lógicos de los sistemas
mecánicos. La confutación de la inteligencia artificial se deduce de la relación existente
entre la incertidumbre que está en continuo cambio por los axiomas de los principios
cognoscitivos y la improbable afirmación del aprendizaje. La modificación de las
conexiones neurales comporta la continua revisión de las elaboraciones del intelecto,
que en todo caso tiende a interceptar, con la ayuda de la axiomática, las variables de la
realidad para incluirla según el diseño (ideal) de la razón. La insolubilidad de algunos
problemas oscurece la posible evolución de las energías latentes en la morfología de la
mente y el intelecto humano, tales como para construir los nuevos referentes orgánicos
por la inventiva y la reflexión.
Las fantasías catastróficas se deducen del temor ante la degradación del mundo.
La actividad productora y trasformadora del planeta parece incidir en su alma y reavivar
un tipo de examen conjetural entre las generaciones interesadas en utilizar la energía
natural a lo sumo para realizar un uso artificial en el hábitat que favorezca a un
creciente número de individuos. Las primeras escaramuzas de un peligro inminente
sobre las economías industriales se hacen presentes en las actitudes de las clases
propulsoras centroeuropeas, luteranas y calvinistas, actualizadoras de un melancólico
joie de vivre, que se manifiesta sobre todo en las citas públicas, en los ambientes
agonizantes de la Belle Époque. El café vienés y el famoso Círculo epistemológico son
494 RICCARDO CAMPA
los ambientes en los que, a inicios del siglo XX, se desenvuelve la trama del
conocimiento en términos de conflictos de interés, de intolerancia racial, de mitografía
centrífuga y eurocéntrica. «En este sentido, las fantasías catastróficas reflejan también el
proceso iconoclasta que se efectúa en la psique, que querría infringir aquel ídolo
mecánico y sin alma en el que se ha convertido el mundo, ante el que nos postramos
cuando Cristo dijo que su Reino no es de este mundo, entregándoselo así a las legiones
del César, de forma que la animación estética, imaginativa y politeísta del mundo
material ha sido condenada al demonismo y a la herejía, mientras la psicología
reconoció solamente la psique como el Yo auto-reflexivo de la confesión,
inflacionándolo hasta convertirlo en una monstruosidad titánica»19. Por otra parte, la
ciencia (física, biológica, médica) tiende a animar la aparente falta de animación para
hacer creíble en el mundo (las cosas del mundo) una característica distintiva análoga a
la que connota los seres mortales. La vida terrena de los entes se hermana cada vez más
en la conciencia de los individuos y de las masas (que tienden a uniformar su
aprendizaje según un criterio distintivo que preserva los individuos de los «conjuntos»,
en los que gravitan y en los que ambicionan obrar).
Las alucinadas visiones de quienes se reúnen en los cafés, en los teatros, en las
iglesias de la Viena de inicios del siglo XX reflejan el temor ancestral, recorren las fases
incestuosas del ludibrio natural. La guerra es el fantasma, que aletea en los salones
insonorizados por los frescos, por el mobiliario, por los espejos, por los candelabros,
que exaltan las virtudes terapéuticas de la convivencia y de la conversación. El café es
el interior de un itinerario orgiástico, que se consume en el Nuevo Mundo en las
acciones de los conquistadores y que se difunde, como la equimosis en un rostro
afinado en las curas homeopáticas, en las generaciones de la decadencia, de aquellas
que, en la mente de Karl Kraus se enamoran de sus propias aberraciones. La turba
hereditaria de los antiguos profanadores de las eras desenterradas del olvido se hace
espectáculo, entretenimiento, como una cura seroterápica del alma.
de Theodor Adorno en la confusa temperie emotiva de los años que preceden la guerra y
en la inminencia de su estallido. La locura, que parece contaminar la burguesía vienesa
de la época, consiste en creer en la máquina que produce de las más repugnantes
infamias: la máquina, creación y expresión de la modernidad. «Por tanto, –dice
Criticón, un personaje de la obra de Kraus– si se tuviera fantasía, se sabría que es un
delito exponer la vida al azar, que es pecado menospreciar la muerte al nivel de la
casualidad, que es una locura fabricar acorazados cuando se construyen torpedos para
hundirlos, construir morteros cuando para defenderse se cavan trincheras dónde
solamente está perdido el primero que saca la cabeza, y cazar en ratoneras a hombres
huyendo de las propias armas, y luego dejarlos en paz bajo tierra. Si en lugar de los
periódicos se utilizara la fantasía, la técnica no sería un medio para complicarnos la vida
y la ciencia no aspiraría a destruirla. ¡Ay de mí, la muerte heroica aletea en una nube de
gas, y nuestra vida se presenta en el boletín!»20. La muerte asume un tono, no un
aspecto, didascálico. Es el vaticinio de la fuerza primigenia: penetrada por el espasmo
reticular por las extensiones calcáreas, donde solamente la lechuza se atreve a aletear
con una ronca alusión burlona. La guerra es la edición extraordinaria de un periódico,
que proclama la equipolencia del hierro al oro. El formato del mundo asume
dimensiones homeopáticas. A falta de pantallas televisivas, los hechos son contados con
una disolvencia inimaginable, para hacerlos emotivamente comprensibles y
participativos. El ideal orgiástico se abona en la piadosa constatación de la
subsidiariedad de la razón frente al inesperado conflicto cumplido. El acento de las
narraciones es en todo caso siniestro, pero realizado de tal forma que no atemorice hasta
el punto que las masas orantes y sometidas de los primeros bombardeos aéreos se
puedan desviar miméticamente de la hazaña. Se condena el catastrofismo como una
señal de debilidad, mientras que se anima hipócritamente el rigor predatorio, en la
convicción de que la espacialidad –la adquisición de aquel ámbito vital, celebrado por la
propaganda nacionalista y reivindicadora– calma las conciencias y las puede hacer
retráctiles frente al mal. ¡La oreja de la humanidad está condenada a ser afligida por el
grito del «extra, extra» editorial!, del mensajero de los acontecimientos memorables,
que conflagran en el olvido general. La oficialidad del impulso demoníaco es, al mismo
tiempo, justificadora y miserable. La culpabilidad colectiva parece que no gratifica la
lucha con el apoteósico encargo de la épica histórica. La humanidad está obligada por
las circunstancias a perpetrar y a justificar públicamente sus errores, con el temor de que
puedan memorizarse. La palabra tiene la función epitelial del recuerdo de los
496 RICCARDO CAMPA
acontecimientos, en los que los actores pierden, bajo el mando, el sentido de la medida,
del sentido común y hasta de su cáustica dignidad.
15. LA INESTABILIDAD
sustraer la humanidad del peso de la propia pereza. Las luchas fratricidas por la
posesión de los bienes de subsistencia contingentada y el valor añadido, conseguido por
la intemperancia, son ineludibles en el habitat planetario. La ampliación del escenario
espacial encuentra la redención de las poblaciones, que agolpan el escenario terrenal
con las aflicciones y las intemperancias del deseo y del poder, en el universo energético.
La autosuficiencia individual se proyecta hacia el cielo, aunque reivindica sobre la tierra
los principios del derecho de gentes, de la dignidad y de la voluntad deliberativa y
opcional. La estrategia empresarial, descrita por Max Weber en el capitalismo
éticamente reformado, no se armoniza con el itinerario de la cultura oriental y
occidental. El ideal orgiástico de la conformación social medieval y pre-moderna se
eleva debido a la imperiosidad individualista de la Reforma luterana, pero no constituye
un antídoto a la insatisfacción individual y al egoísmo social. Weber y la época
burguesa disciplinan la mentalidad moderna porque encuentran una justificación a los
estímulos emotivos, sensoriales, que ponen constantemente en riesgo el equilibrio
social. El humanitarismo y la solidaridad son las manifestaciones del complejo de culpa,
que Weber halla en la incipiente sociedad burguesa, contraseñada por los vicios
privados y por las virtudes públicas. La desesperación weberiana consiste en la
teleología de la contingencia terrena, que intenta beneficiarse del sortilegio de las reglas
autoimpuestas por los actores de la nueva estación empresarial (y predatoria). La
demoníaca tentación de certificarse sobre el territorio (como en la etología de Konrad
Lorenz) por parte de las poblaciones, prendidas de la máquina y ocupadas en la
revolución industrial, sustenta implícitamente una férrea doctrina temporal. La
contingencia terrena permite mejorar, a través del maquinismo industrial, las
condiciones objetivas, pero no consigue atenuar los conflictos industriales. El
nacimiento de los partidos políticos de izquierda y los movimientos sindicales son la
demostración de una laicización de la condición humana, a la que se confrontan las
religiones del Libro, que fortifican su inferencia en la costumbre y en las elecciones
normativas de los órdenes institucionales. La damnación, prevista por la doctrina
weberiana como una prueba del temperamento humano, se convierte en un motivo de
confutación de las creencias consolidadas, que sin embargo admiten la salvación celeste
como el premio de la noble militancia terrenal. El compromiso y la intemperancia
conflictiva, que el darwinismo social considera ineludible y persistente, encuentran una
atenuación en la competencia, en la coparticipación de los bienes terrenales. El
liberalismo y el comunismo son las respuestas antitéticas al desafío temporal de la
500 RICCARDO CAMPA
los desiderata que se desean actualizar. Las apariencias, las máscaras, las figuraciones,
de la espectacularidad introspectiva propenden por la confutación a ejecutora. «La
humanidad vive y piensa mediante conceptos. Los conceptos son obligaciones interiores
compartidas de un modo común. Se unen a contraseñas externas y a condiciones
externas de manifestación. La humanidad es la especie que no está pre-programada
genéticamente en su comportamiento. Su potencial intolerablemente volátil, dentro de
cualquier comunidad, tiene que ser limitado, si queremos que de algún modo sea posible
la cohesión, la cooperación y la comunicación»3. La ritualidad inculca las obligaciones
compartidas, en las que se refleja la visión colectiva. Entre la «mente primitiva» y la
«selección natural» de las generaciones progresivas se establece una relación de interés
común y de complementariedad, que contrasta con el colonialismo y las ayudas a la
cooperación, porque estas últimas proposiciones presuponen, con la ayuda de la
evidencia, la unidireccionalidad al menos de las aplicaciones del progreso. El riesgo –
quizás aparente– es que esto cesa cuando se establece un tipo de uniformidad, que
sobrepasa el sinergismo vigente hasta el momento. La lucha cartesiana al prejuicio
social se presenta necesaria para fundamentar el orden estatutario, que asegura el
asociacionismo humanitario y la movilización para la consecución de objetivos, creídos
como benéficos para el género humano en su totalidad. El ritualismo –según Durkheim–
es la actitud refleja en el comportamiento, que ambiciona ser un sistema de
pensamiento. Su cumplimiento puede ser definido como una experiencia objetivada por
el ritmo apremiante de la costumbre: sería una pregunta reiterada, en la que se presagia
la presencia de una respuesta concreta. El dualismo entre Descartes y Durkheim es
como a menudo ocurre un contraste entre escuelas: de hecho, ambos reconocen en sus
concepciones cognoscitivas, tanto la razón decisional, como el ritual potestativo. Las
interferencias entre la razón y el rito tienden a diferenciar las posiciones de salida del
razonamiento, que se inspira prioritariamente a una de las dos.
Los teóricos de la armonía preestablecida y los teorizantes del caos cósmico son
intérpretes refutables de un contencioso falto de sentido. Tanto la hipótesis apriorística,
como la hipótesis constructivista, son manifestaciones de la intolerancia de la razón, que
comprende a ambas en su status normal, complementándose. Efectivamente, ni la una ni
la otra son hipótesis conceptualmente sostenibles, si no es argumentando desde la
preocupación. El resultado de la recíproca interacción conforta las expectativas
redentoras de la humanidad: expectativas contingentes y contradictorias pero
conjeturalmente sostenibles como providenciales. La unión entre el suicidio y la
impotencia de la razón, sombreadas por la actitud de Anneo Séneca, refleja la
insolvencia en el plano práctico de la estrategia adoptada para afirmar la identidad
individual, intermediaria entre los deseados condicionantes de las atmósferas mentales
del habitat (natural, social) en el que se desarrolla el curso de los acontecimientos,
refrendados por la historia de los pueblos y de las naciones. La impotencia de la razón
registra según Séneca la insolvencia del sentido común a nivel comunitario e
institucional. Contra la difusión del irracionalismo la argumentación articulada
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 511
de las regiones del planeta. El utilitarismo casi siempre es desastroso; y sin embargo
atrae el interés de los individuos y los grupos, decididos a disfrutar de algunas ventajas
frente a otros, menos obsesionados por el propósito de emerger, de alcanzar una cuota
de poder, que les lleve a someter a los competidores en la empresa de vivir en la
repartición de los sobresaltos del azar y de las vejaciones cotidianas. El rencor oprimido
administra a veces una epopeya: los partidarios del reformismo institucional acogen
favorablemente las revueltas sociales contra la injusticia. Las profundas convulsiones
son obradas por la tecnología, que impone la inmediata adhesión de las masas de
usuarios a las cadenas de distribución. La entidad del beneficio se compensa con la
entidad del daño moral, que determina cada cambio de conducta. La moral trata de
contener los efectos desoladores de las mutaciones en el ámbito de las previsiones,
expresadas como si fueran los anticuerpos creados para salvaguardar el equilibrio
natural y artificial de los órdenes institucionales. Crecimiento económico y racionalidad
se interconectan. En el mundo contemporáneo es difícil establecer prioridades porque
las convicciones se relacionan con las previsiones, sufragadas al menos por las
proyecciones experimentales. Muchos productos no son introducidos en el mercado
porque, en el período intercurrente entre su planeamiento y su difusión, el clima del
mercado cambia y no ofrece las garantías, que había previsto la publicidad.
económicos en los diversos lugares del planeta. El pensamiento individual está obligado
a expresarse a favor o contra del orden de las cosas: y esta alternativa se refleja en el
potencial inventivo y ejecutor del anonimato contemporáneo. Las consecuencias
epistemológicas de semejante criterio de conducta son tendencialmente objetivas, sobre
todo si son coherentes con el respeto a los derechos positivos, que abstraen las variables
antropológicas que actúan en las diferentes regiones del planeta.
destinarlo. «En efecto, observa Max Scheler, es difícil separar con claridad, por
ejemplo, la física de la química (sobretodo desde que existe una química física), o decir
qué es la psicología. Pero en estos casos por lo menos es objetivamente posible y es
necesario recurrir –ante cualquier duda– a los conceptos básicos, aclarados
filosóficamente, como materia, cuerpo, energía o, respectivamente, “conciencia”,
“vida”, “alma”, es decir, a conceptos cuyo último contenido es indudable que la
filosofía aún tiene la tarea de aclarar»16. La presunción de entender el mundo cede su
sitio al propósito de describirlo, sobre entendiendo el valor recóndito que comporta una
disposición del género. La anatomía de la naturaleza es la práctica doctrinaria, necesaria
para competir humanamente con los diseños de la creación. « De “libre servidora” de la
fe, se hizo durante largas etapas usurpadora de la fe, aunque, simultáneamente, ancilla
scientiarum, esto último en diferentes sentidos: o asignándole la tarea de “reunir” los
resultados de las ciencias particulares en una llamada cosmovisión libre de
contradicciones (positivismo), fijar –como una especie de policía de las ciencias– sus
supuestos y métodos con más precisión que la que lo hacen ellas mismas (filosofía
llamada “científica” o crítica)»17. La subversión del orden de los valores, realizada en el
Renacimiento, permite confiar a la habilidad investigadora de los individuales
particulares la vía en la que reducir la angustia y la intolerancia por la aflicción del
tiempo en el espacio vital. El aspecto terminológico para designar las actitudes del
hombre moderno oscurece el franqueamiento de la pesadilla colectiva del laberinto
(descrito por Jorge Luis Borges), y del naufragio. La aprensión por el Aleph y por la
nada concurre a delimitar ilusoriamente el campo semántico de la desesperación. La
idea del progreso indefinido es consecuencia de la convicción del universo abierto,
inconmensurable en su potencial energético. El umbral del conocimiento moderno
corresponde a la morfología de los fenómenos, que sin embargo están continuamente
turbados por la intolerancia instintiva.
La facticidad, enunciada como por Karl Löwith a mediados del siglo XX critica
el heideggerianismo, de hecho refleja la actividad humana, ocupada en descubrir el
potencial energético existente en los fundamentos –en los ladrillos– de la naturaleza. El
totalitarismo superficial representa la reacción de la conciencia que todavía está latente
en las afirmaciones consolatorias del pensamiento del siglo XIX. La física del siglo XX
y las determinaciones congojosas, dramáticas del universo político, se sintonizan en la
dinámica inquisitiva de las causas profundas de la existencia individual (el
psicoanálisis) y la organización colectiva (la sociología). La impresión de que todo sea
sometido a revisión es coherente con la movilización general, determinada por el
arrepentimiento salvífico, democrático.
La armonía del universo corresponde a una arraigada estación del alma, que
desde Aristóteles22 lleva al ingenio humano a las finalidades de la creación. «Se dice
que fue el culto de Apolo, el dios que tiene como atributo la lira, el que inspiró la
similitud musical de Pitágoras, y que los “auténticos pitagóricos” probablemente eran
una secta órfica»23. El antagonismo desde Heráclito hasta Hegel es el aspecto evidente
de un compendio de sonidos y significados que conflagran en la armonía. Por otra parte,
si la palabra antagonismo fuera intraducible bajo el significado de complementariedad
de los términos, que le da un sentido, designaría la destrucción, la muerte. La concordia
discors de la literatura latina es la síntesis de los factores que concurren para crear la
armonía. La amistad representa la armonía social, el clima apaciguado entre individuos
que están cada vez más atraídos por la alegoría cósmica. La música armoniza las
pérdidas de tonalidad de los cuerpos con el hechizo celeste. «La percepción sinestética
siempre revela la idea de la armonía universal... todos los sentidos convergen hacia una
sensación armoniosa»24. Ambrosio sorprende a Agustín en un encuentro en Milán, que
se caracteriza por la lectura silenciosa que realiza el arzobispo del Breviario. Lo sonoro
se contiene como en la misma dimensión armónica de las esferas celestes. El silencio
del firmamento es la alegoría de la puesta en escena de los cuerpos, que se difunden en
el espacio y en el tiempo recóndito. La meditación interior de Joseph-Ernst Renan es la
partitura del concierto divino. La danza evoca la armonía innata en el universo, que la
destreza de los cuerpos logra a reeditar bajo el movimiento emotivo y sacramental. La
mundanización de la música y la danza –según algunos pensadores– concurre a delinear
un campo de variabilidad cognoscitiva, que se conecta con la palabra y con los números
de forma transmisible, difusiva y concomitante. El pensamiento sería como una pausa
del concierto universal. Las comparaciones, que desde el Medievo hasta el fin de la
edad moderna, se hacen entre los acordes musicales y las visiones místicas y
temporales, son propias de una época de inquietud espiritual. El alma humana se debate
entre las espirales del infierno y las beatitudes celestes, recurriendo a la música, como si
fuera una alegoría cósmica, a la danza, como una figuración del movimiento undoso del
universo. El organum es un complejo de normas y un instrumento polifónico: una
categoría de la mente, que maquina cada estado de ánimo favorable a la armonización
de la condición humana con la armonía del universo. La idea, que domina la aprensión
528 RICCARDO CAMPA
Las figuras alegóricas tienden a demostrar la existencia de una relación entre las
actitudes humanas y las animales. De la Edad Media al Renacimiento esta problemática
se afronta con la ayuda del paralelismo existente entre la música como disciplina de los
sonidos y el canto de los pájaros. La sabiduría de los animales se refleja en la actitud
asumida por los hombres al investigar sus comportamientos. «La “gran alegría” del
trovador es la revelación musical de la gracia (presencia) divina en la primavera, la
naturaleza y el amor; la revelación, además, del ordo amoris (“Delectatio ordinat
animam, delectatio quasi est pondus animae" [Agustín])»25. Para Petrarca, los ojos son
la sede del amor. Introduce en la poesía trovadoresca un nuevo instrumento de
armonización natural: la vista. El Renacimiento transforma intensamente el nexo entre
la acción humana y la naturaleza remplazando el sonido por la representación visual. La
diferencia sustancial de las fuentes inspiradoras de la contemplación consiste en
manifestar y evidenciar los estadios de la reflexión humana en la dinámica natural.
Solamente la vista puede interaccionar en un sistema cósmico, que se modifica según
las fases, sucesiones, calculables al menos, mediante los instrumentos inventados y
utilizados para reducir las distancias entre el punto de la observación y el objeto
observado. Las palabras carácter, temperamento y templanza tienen una matriz
conceptual común, como una conexión entre los elementos conductuales y el milieu
cultural en los que se manifiestan y en el que se justifican dentro de un límite. La
unicidad del mundo de la Edad Media se vuelve en el Renacimiento la imagen
perseguida con el fin de encontrar una confrontación en la experiencia práctica. Las
alegorías medievales dejan su sitio a las exploraciones conceptuales. La duda
propedéutica de cada comprensión operativa incide en los resultados prácticos mucho
más que las afirmaciones teológicas y que las convicciones populares. La dinámica
cognoscitiva renacentista se inspira en el presupuesto de la falta de armonía de la
vocación humana con respecto de las salvadoras propensiones naturales.
La problemática existencial se establece por así decir sobre dos frentes: el liberal
y el socialista. El siglo XX está influido –y afligido– por una comparación entre ambas
corrientes de pensamiento y acción. El liberalismo, decididamente laico, considera la
naturaleza como un terreno reservado a que los individuos se encuentren entre sí,
inducidos a medirse con los mismos recursos, para conseguir beneficios personales y
paradigmáticamente ventajas para todos. La lucha es la razón de ser de los individuos,
que se seleccionan, legitimándose, en el plano político, económico y social. El
socialismo, proditoriamente laico, de hecho cree en la naturaleza como la facultad de
facilitar la cohesión humana a través de la argucia más significativa del carácter
inextinguible de los individuos particulares del concierto social, independientemente del
nivel económico y cultural conseguido en el tiempo y en todo caso convertible en un
modelo ideal, igualitario, solidario y humanitario. El socialismo contiene de forma
ostentosa la selección natural en los ámbitos considerados patológicos. La reedición del
Edén terrenal también frustraría el pecado original. El dominio del instinto por medio de
la razón coincide con el nuevo curso de la imaginación, propensa a inspeccionar los
espacios vacíos, las atmósferas celestes, en la búsqueda de un asidero, que convalide
físicamente una nueva estación de la condición humana. La fenomenología engloba la
llamada realidad profunda, que no se reflejaría en la razón y tendería a restablecer un
estadio magmático, en el que paradójicamente una «nueva razón» supervisaría su
conformación cognoscitiva. Para evitar, en efecto, la exaltación del objeto –el
fetichismo de lo fáctico– el socialismo reniega de la propiedad privada en su sentido
arcaico de adquisición subjetiva de una parte del espacio vital, que tiene que traducirse
siempre en un bien colectivo, aunque sea utilizado por sus gestores temporales. La
esclavitud consumista es lo contrario de lo que el socialismo libertario confía realizar
confiando en el proletariado, en las clases obreras que apoyan el «objeto». Esta
distracción de los principios está en el origen de la quiebra organizativa del socialismo.
El «objeto» es contaminante: es una nueva encarnación de la propiedad. Por naturaleza,
la posesión artificial presenta formas de contracción, tanto en su perfil emotivo, como
en su perfil racional, que hacen pensar en un recrudecimiento de la propiedad
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 531
tradicional, afinada y presentada de forma sutil por la economía financiera. Entre «el
centinela de la nada» y «el sacerdote de la nivelación» se establece una disputa de
grandes proporciones retóricas, faltas de referencias mitopoéticas y teologales. La
añoranza por el naufragio, el odio por la contemplación, el reconocimiento sin ninguna
convicción de un recorrido alternativo al racional, confuta el progreso con los
instrumentos realizados por él. Una panorámica conservadora de una improbable
realidad.
sustenta la corrupción y por lo tanto el pecado original considera que estos están
implícitos en la idea del progreso. Una urdimbre trascendental de este nivel se deslía en
un régimen de constante compromiso: aborrecer el progreso y ser partícipes. La
denuncia de la subcultura y la evocación de la incorruptibilidad humana son
manifestaciones que distraen y distorsionan. Ellas serían superadas por el empeño,
siempre proclamado y siempre sólo realizado en parte, de la aculturación de las masas
vociferantes, que la política intenta desesperadamente apartar de las problemáticas
vitales para entretenerlas con complacientes cuentos rocambolescos, sustentados por la
extenuante fisicalidad.
∗
Nombre compuesto del término quechua inti, «Sol», y la palabra aimara Illimani, que significa «águila
dorada», que es el nombre de la montaña ubicada en la ciudad de La Paz, Bolivia. El nombre designa a un
conjunto musical chileno formado en 1967 que pertenecía al movimiento musical llamado Nueva Canción
Chilena (N.T.).
534 RICCARDO CAMPA
16. EL ARTIFICIO
hoy somos muchos los interesados en los fenómenos lingüísticos, eso depende, en parte,
del hecho de que el lenguaje está en decadencia, del mismo modo que nos preocupamos
de las plantas, de la naturaleza y de los animales porque están amenazados de extinción.
El lenguaje, excluido por la esfera de la realidad material, emerge en la de la realidad
histórica y convencional; y, aunque haya perdido su relación con la teoría, mantiene su
relación con la representación, que es después de todo lo que el lenguaje ha dejado»2.
La arqueología del saber de Michel Foucault no sería otra cosa que el recuerdo de los
sentidos del lenguaje en su estación catártica (para renovarse) antes de entrar en su fase
de decadencia (y, peor aún, de extinción). La filantropía desarrolla todavía un papel
edificante, en cuánto que concierne a las finalidades que la génesis de las palabras se
presume puede aún configurar en una sociedad obnubilada por los signos publicitarios
de la acción fulgurados por el pensamiento. Las ideas se convierten en fuerzas
materiales (según Karl Marx) al mercantilizarse, se pliegan a la acción manipuladora,
creativa. El arte de la conversación casi nunca se practica en el universo de las
solicitaciones emotivas, debido a la propaganda y a la publicidad, que se sirven de
frases hechas, afirmaciones que son realizadas con los alicientes de ser una fachada
(propias del infantilismo difundido). La redundancia y la confutación son las
prerrogativas de la locución moderna, que confían en la sugestión antes que en la
comprensión de la argumentación, integrada hieráticamente en un perímetro de
asertividad, comprobada por la adhesión, a menudo liberadora, de las masas (oprimidas,
móviles, significativas).
una duración breve, ya que los paradigmas mentales, que la caracteriza, se renuevan con
una facilidad excepcional (si bien ordinaria en la percepción multitudinaria). La
metamorfosis de las palabras en objetos constituye la escenográfica representación de la
sociabilidad. En el universo tecnológico, la miniatura y la ampliación fotográfica se
unen para validar la realidad práctica en la virtual, que no se identifica, si no es
apodícticamente, con la ilusoria. La inmediata decodificación de los signos, impuesta
por la convención social, casi siempre está subrogada por un complejo (de culpa, de
superioridad, de inferioridad) o por un sentido de la inadecuación, que puede ser
superado a través de la adquisición de «objetos» (medicinales, lúdicos, consolatorios).
La ritualidad es el principio de identificación del anonimato: si todos (o la mayor parte
de las personas) hacen las mismas cosas, estas pierden su atractivo, que puede ser
removido inventariando, a nivel personal o grupal, modelos distintivos (también, en
todo caso, de corta duración). La anormalidad, la desviación estimulan la curiosidad,
que se neutraliza en el convencionalismo y en el empleo indiferenciado de los objetos,
suministrados como un salvavidas a los consumidores-náufragos en un mar de deseos.
La representación escénica simula acontecimientos que, en la práctica cotidiana, pueden
sucederle a cualquiera o representar su epifenómeno. La condición del status es
inescrutable objetivamente porque se somete a una serie de prerrogativas, diversificadas
por áreas sedentarias, por agrupaciones colectivas, por sistemas y organismos
institucionales. Las barreras entre la esfera pública y la esfera privada aparecen
indistintamente, aunque la profiláctica determinación capitalista se dirige a la
hipertrófica condescendencia del yo, de la intimidad subjetiva, catafática en los
meandros de un inescrutable proceso cognoscitivo, efectuado a ciegas en el túnel de la
especie.
beneficios (las ventajas) que los individuos particulares y los grupos organizados
pueden obtener es evidente: la ecuación no se cree de forma resolutiva, pero sin
embargo no se rechaza si no es en presencia de una alternativa con idéntica
configuración. Las panaceas de algunos hechizos humanitarios son influenciadas
tendencialmente por una concepción excesiva de la empatía, creída erróneamente como
un correctivo de la implícita conflictividad existente en todas las cosas. La empatía se
describe como la íntima resolución de los sujetos en una convención social, que
rehuirían del conflicto porque desentonaría con los principios de su participación activa
en el mundo. De hecho, la observación incondicional de la realidad natural da como
resultado inmediato la sensación de que el sistema energético, con el que se configura el
universo, es inclusivo, en el sentido que las variaciones predominantes son el resultado
de un contraste, providencialmente regenerativo.
realismo social consiste en hacer evidentes las premisas conceptuales que determinan la
acción. El cambio social es un atributo de la historia, un componente endémico del
proceso económico, cultural, institucional, que se regenera en la geopolítica de una
determinada estación planetaria. Las teorías del cambio social son criterios de
indagación; no comportan ningún elemento cognitivo de las instancias innovadoras o
retrógradas, que se pueden averiguar en el curso de la vida de los pueblos y de las
naciones. La epistemología conlleva una constante de todas las doctrinas interpretativas
de los acontecimientos institucionalmente convertibles en normas de connotación
aplicada (termidoriana).
realizadas: son en fin ejercicios estadísticos, que influyen sobre el juicio moral. Su
legalidad es inadmisible porque no está favorecida por ningún fundamento conceptual:
la fallida correlación entre la causa y el efecto es lo que la hace inadmisible. Su
influencia se realiza en todo caso en la predicción privada de afirmación.
por las reglas conductuales, que pueden contrastar con las leyes que están en vigor. La
complejidad de las situaciones laborales comporta la identificación de un modus
vivendi, que no incide intensamente sobre el sacrificio o sobre una renuncia de orden
subjetivo, aunque que se atenga a un modelo, que generalmente se cree que es el más
adecuado para propiciar buenas comparaciones con los destinos y las fortunas
colectivas.
Las expectativas reformistas pueden ser expresadas de forma conjunta por los
movimientos políticos y por las asociaciones sindicales. El trabajo se preconstituye, no
tanto como un aparato corporativo que solicita un gobierno, cuanto como un principio
rector del ordenamiento jurídico. La institucionalización de las relaciones individuales,
dirigida a realizar el cambio, comporta la adhesión (por así decir preventiva) de todas
las instancias igualitarias y solidarias que de costumbre confortan los grupos ocupados
en preservar el welfar, conseguido por medio de las discusiones y de las luchas entre los
diversos actores del aparato social. Los protagonistas del debate normativo afirman
implícitamente que han participado en un mismo criterio de dirección y en un mismo
modelo de desarrollo. Los contrastes sociales son tales si no se promueve la radical
disolución de lo existente. La estructura se modifica en las instituciones por la
interacción de los acontecimientos coyunturales: el curso histórico dirime las falsas
perspectivas y diseña, con rigor declarativo, las fases de la experiencia, que gratifican o
afligen la dignidad humana y su pretensión de sustentar las expectativas de los
innumerables individuos, que son todavía víctimas del abuso ambiental y de la
enajenación política. La ostentación de la riqueza, exudada de las falsas o irreverentes
implicaciones de la gestión, aumenta el carácter apodíctico del empeño y el azar
individual. La fortuna se convierte así en la subversión de las situaciones existentes,
heredadas ataráxicamente por la familia, por la clase social de pertenencia o por la
definición antropológica, considerada de forma extrema como un criterio de elección o
hasta como el síntoma ineludible de la discriminación social. Las relaciones de
producción (de instancia marxista) encuentran cotejo en las organizaciones culturales
(en los modelos de desarrollo, a los que las colectividades se encomiendan para mejorar
sus condiciones objetivas). La estructura estatal no puede ejercer la hegemonía sobre el
conjunto de los recursos económicos según la dimensión de lo público o viceversa de lo
privado sin acoger preventivamente los apremios que se manifiestan a nivel de grupo,
de estamento o de clase social. La sintonía de algunos aparatos estatales permite
550 RICCARDO CAMPA
La literatura sobre la familia del siglo XVIII (el libro Pensamientos sobre la
educación de John Locke, de 1693, tiene una notable difusión) atañe la revisión de los
roles (masculino y femenino) en el ámbito del «nuevo» aparato productivo. La
autoridad patriarcal cede el sitio a la potestad sumarial del patrón de la fábrica. El
laboratorio es un consorcio de energías, de tenor distinto, para que puedan
complementarse en la calidad de producción más allá de la cantidad. El virtual o
potencial igualitarismo se deduce de la conexión de los factores, que interaccionan,
tanto en la gestión, como en la propulsión, de la estructura mecanizada. El coste de la
manufactura compensa, tanto la habilidad operativa, cuanto la aportación estética. El
objeto tiene que suscitar aprensión, sugestión, motivo de satisfacción en quienes lo
utilizan cotidianamente. El desarrollo tecnológico y el proceso independentista de parte
de los países subyugados por el colonialismo de los centros del poder económico e
industrial contribuyen a la liberación de la mujer y a la llegada de la modernidad. Los
baluartes de este cambio histórico son los incentivos profesionales conexos con las fases
de la propulsión industrial. El sistema jerárquico (civil y religioso) son inducidos a
modificarse, aunque sea en los atolladeros impuestos por la tradición consolidada,
destinada sin embargo a ser subvertida por la mundanización, por la religión pánica del
trabajo, por la corresponsabilidad de la ayuda mutua, por la solidaridad (general y
difundida) en todas las zonas del planeta, donde la gestión de la época comporta la
condena de todas las radicalizaciones –religiosas y laicas– que rompen el clima de
reconocimiento universal de los derechos y los deberes del hombre y del ciudadano. La
producción tecnológica reduce los espacios (prácticos) del planeta, que se dota siempre
con mayor prudencia de los instrumentos de comunicación. La prensa, la calle, el cielo
son los trayectos ideales y prácticos, en los que los pueblos se conocen y se
condicionan, en un intento de sacar ventaja recíprocamente de la contaminación
lingüística y cognoscitiva.
558 RICCARDO CAMPA
Los mitos por lo tanto no han desaparecido con la llegada de la civilización (de
la racionalidad sobrepuesta al conocimiento). «De alguna manera, continúan
funcionando, en parte como reliquias o atavismos de un pasado definitivamente
superado, y asimismo como formas elementales de acceder a las cuestiones capitales de
la vida. En otras palabras, responden a una permanente exigencia humana de
totalización emocional, que el progreso científico non consigue satisfacer, y el mito lo
hace de un modo rudimentario y peligroso, especialmente cuando funciona en un clima
de potencia tecnológica y penuria espiritual. A mi entender, el mito contemporáneo es
una forma de pensamiento desiderativo, crédulo y simplista, dispuesto a aceptar sin
pestañear las maravillas o las mistificaciones más extraordinarias, con tal de que
tranquilicen su inquietud»14. En la realidad contemporánea, el mito se convierte en las
remotas estructuras de la materia y en las elípticas configuraciones de la luz. Esto sigue
sugestionando la razón recurriendo a la fantasía imitativa, a la poética configuración de
la realidad. En la terminología moderna, el mito es la representación escénica de una
instancia cognoscitiva, que tiene muchas probabilidades de realizarse. Obviamente, el
564 RICCARDO CAMPA
17. EL ENGAÑO
La doctrina gnóstica (del siglo II), que considera el mundo como una prisión, si
no es aceptada aseverativamente, induce a su confutación. Entre estos dos enunciados se
debate el conocimiento científico, que deja presagiar una continua equidistancia entre
sus correspondientes elaboraciones. La conjetura predispone el pensamiento inquisitivo
y explicativo, como un resultado de la experiencia. El ejercicio de la memoria permite
interconectar los resultados de la observación con las propensiones emotivas, con las
afecciones. La contemplación de la naturaleza se identifica con las evocaciones.
Maravillosas las de Francesco de Asís, que asiste a su destrucción física con la ayuda de
la obsolescencia de la congruidad. El expediente neumático –el consuelo del Sol y la
Luna– propone al observador de la naturaleza la geometría del cosmos, en las
dimensiones solamente imaginarias del infinito. La memoria establece, aunque
epigramáticamente, el retículo de los hechos que han de recordarse. La enfiteusis de la
duda predispone a las proezas inconclusas de los protagonistas del pasado, que la
caritas se presta a representar. El aspecto catártico de la memoria casi siempre depende
de la emergencia política. La historia, que busca y encuentra las causas de una crisis
institucional, renueva la polémica sobre las soluciones providenciales o sobre las
censuras, en línea con las terapias de choque, impuestas por las circunstancias (políticas,
económicas, sociales). La resolución religiosa de la inquietud terrena se vale del
desaliento que, kantianamente hablando, subyuga al observador del cielo estrellado. La
infidelidad a la tradición es ilusoriamente el incentivo de la innovación. De hecho, la
inventiva humana es el reflejo condicionado de la creación divina. Miguel Ángel afirma
que se limita a desvelar las imágenes, que ya están en el mármol. El recuerdo y el olvido
ocultan la angustia vital y la expectativa salvífica, según la amplificación trascendental
en la vivisección de la inmanencia. Vivir una vida más larga, gracias a los benéficos
efectos del diagnóstico médico, significa convenir con la inmediatez metafísica, incluso
574 RICCARDO CAMPA
T. S. Eliot afirma que abril es el mes más cruel: la época del año en la que las
víctimas se multiplican por la agitación energética, que se verifica en la atmósfera. La
muerte parece perseguir la vida, compensar las almas en pena y devolver su sitio debido
a quienes, en potencia, ambicionan en asomar la cabeza dentro del certamen existencial.
El carácter irremediable del fenómeno es una característica de la creación. La muerte –
canta Giuseppe Ungaretti– se abona viviendo. Esta es una extrema vibración de la
existencia, según las irrefutables pruebas de la autoafirmación y la autoreproducción. La
realidad se hace de referencias, de elegías, de pruebas juiciosas y de demoníacos
fracasos. Todo el aparato religioso, filosófico, poético, científico, construido por el
hombre para posponer su fin, declina en la inaccesibilidad o en la vaguedad. Pero el
viento de la primavera es precursor de recursos, de nuevas formas de vida, que alean en
el aire como los duendes del Valhalla o como las polinizaciones (anemófilas, zoófitas,
hidrófilas) que subyugan y sugestionan el pensamiento.
(aunque logrado hipócritamente). La muerte libera los cuerpos y los dispone al recuerdo
de los supervivientes, algunos de los cuales son conscientes del juicio que les llegará.
La postulación metafísica no exonera los seres vivos del cuidado de los sufrimientos
terrenos, en los que también hallar el viático por la sublevación celeste. La
discriminación entre quien inflige y quién padece el sufrimiento se da en la inocencia,
presupuesta metafísicamente por el género humano en su íntima configuración. La
llamada cadena de los seres hace pensar en el destino como en el componente endémico
de los seres vivos en el metabolismo orgánico de la naturaleza. La crueldad no se mitiga
en la resignación de quienes la padecen ya que se manifiesta, en su vulnerabilidad, con
el ímpetu del primitivismo, presente gradualmente en el patrimonio genético individual.
que reside el sentido apartado del conflicto político, económico y social (en práctica,
por el mercado).
terminan con una lucha intestina, identificada magistralmente como una tentación
demoníaca por Thomas Mann en el Doctor Fausto.
economía de los recursos naturales. Karl Marx afirma, con conocimiento de causa, que
no todos los seres vivos están invitados al banquete de la naturaleza. Es una tarea del
arte y de la ciencia (de la cultura) ilusionar –también esto, con conocimiento de causa–
sobre el hecho de que exista en las elecciones de los pensantes la posibilidad de
amortiguar el choque entre las expectativas humanas y las posibilidades concretas de
realizarlas. El engaño –tanto en la naturaleza como en la vida social– es la prueba de
fuerza de la lealtad. A la hora de redactar los protocolos del consentimiento parecen
intervenir, tanto en los probos como en los réprobos, las fuerzas interactivas en un
sistema configurado normativamente como inevitable. El equilibrio del orden
institucional es por su misma naturaleza inestable, como el resultado de las fuerzas en
contraste, según las estrategias del cálculo mimético y las intimaciones programadas. La
perfidia desconcierta el conjunto institucional porque introduce en las relaciones
individuales una reserva mental exagerada acerca de su leal cumplimiento. La
desconfianza salvaguarda la legitimidad del desarrollo interindividual sin perjudicar por
ello la instalación consensual. La condena general de la guerra civil, por parte de los
historiadores, demuestra la inestabilidad emotiva que regula por así decir el
metabolismo político en los sistemas institucionales, dominada por el principio de
validez de valor universal.
El modelo, capaz de contener y elevar los conflictos, que animan incluso la vida
política y social, es el del equilibrio inestable, contenido en sus efectos desoladores por
la habilidad de un hombre ilustre, de una minoría hegemónica, de un grupo de presión.
La insidia de la proscripción, de la traición y de la insubordinación permanece en cada
sistema político que se basa en la participación democrática. Esta impróvida
manifestación política es parte integrante de la fisonomía representativa de las
formaciones políticas, legitimada por el consenso (no aberrante, como es lo que se
manifiesta en las plazas, calentadas por la escenografía de los dictadores y de los
tiranos). La traición científica invalida la credibilidad de los miembros de las sociedades
actuantes en el sector de la investigación y del conocimiento y provoca profundas
perturbaciones sociales por el hecho de que la ciencia se vale de algunas certezas
(aunque sean temporales), que no pueden decepcionar sin provocar inquietantes
interrogantes epistemológicas: sobre los fundamentos y sobre los enunciados,
empleados para afrontar la búsqueda y conseguir resultados cognoscitivos. La traición
de los clérigos, aunque realizadas en la búsqueda de fines nobles sobre la universalidad
590 RICCARDO CAMPA
del conocimiento, no se sustrae a la condena política de aquella parte del planeta, que ha
permitido notables inversiones en la investigación científica y en las aplicaciones
tecnológicas. El dilema cognoscitivo de la época contemporánea contempla, por un
lado, la autonomía y la independencia del observador y perturbador de la naturaleza y,
por otro lado, el respeto del pacto de actualización, que atañe el sistema político y el
aparato científico. La lealtad política supera la honestidad intelectual por el simple
hecho de que el sistema que la reivindica se mueve con la intención de asegurar los
ingentes recursos económicos, necesarios para realizar los programas cognoscitivos y
modificadores de la realidad desde la utilización de recursos energéticos con fines
pacíficos y militares (normalmente, son estos últimos los que se aparecen en primer
lugar). Sin embargo, la comunidad científica muestra que no considera en primer lugar
y de forma imperativa la lealtad política frente a la coherencia intelectual, por su
naturaleza, extraña a cualquier condicionamiento diferente de los propios de la
argumentación.
planeta: desde las más avanzadas hasta las menos avanzadas, implicadas en la
resolución de problemas matemáticos y postulados de la física, de la química, de la
biología y de todos los demás ámbitos aplicativos. La honradez cultural sigue teniendo
vigencia en la comunidad científica, aunque el empleo de las actuaciones tecnológicas
deja entrever cierto laxismo ético, debido casi enteramente a los modelos económicos,
interactivos del mercado global.
político, moral. El entusiasmo, que generosamente los contrarios del orden constituido
vierten sobre los resignados, a menudo es preterintencional y en todo caso subversor del
equilibrio inestable, en el que el género humano se dispone a aceptar su status y a
mejorarlo según las terapias de choque, sugeridas por los reformadores sociales. La
hipocresía sigue siendo aborrecida en un sistema normativo, en el que la consecución de
un objetivo es como un premio con connotaciones metahistóricas. La tentación de
parecer lo que no se es forma parte de la docilidad humana respecto al buen obrar, de la
mitigada determinación de no actuar en propiedad, sino es compartiendo con los
similares, y en todo caso al amparo de la unión normativa, construida para alcanzar los
beneficios comunes inmediatos, relativos y contingentes. La ambición es una actitud
personal, convalidada por una objetiva escalera de valores. Si no fuera posible hacer
florecer la envidia social, el empresariado privado vendría a menos, tanto bajo el perfil
formal, como bajo el perfil material. La exhibición aparece como un anticipo de la
fama, una pretensión que es la contrapartida de la beatitud celeste. La extemporaneidad
de la puesta en escena por parte de los juglares y de los irregulares de las maneras es la
reivindicación de un tiempo recóndito, del que no todos pueden gratificarse.
la vileza pueden atribuirse al temor ancestral, a la dificultad de parte del género humano
de armonizar los impulsos primitivos, elementales, con el razonamiento, hecho aún más
eficaz por la estimulación tecnológica, por el aparato artificial, en el que la acción
individual puede subyugarse y ampliarse, según las exigencias del orden subjetivo o
institucional. Los condicionamientos del pasado eximen la moral común por el hecho de
que la mentalidad, que les da su existencia, es corresponsable con los mecanismos a
través de los que pueden ser contrastados o contradichos. Si se puede conseguir la
mejoría de las condiciones objetivas recurriendo a la transgresión (moral, jurídica,
social) el resultado reduce el crimen a la falta de ritual y ennoblece la instancias
realizadoras.
áreas del planeta, sobre todo en aquellas regiones del mundo, en las que las naciones
que impulsan el desarrollo (colonizadoras) llevan beneficios económicos, que
difícilmente pueden realizar en su territorio (al ser más elevado el precio de la fuerza del
trabajo y de las cargas tributarias, por no hablar de la explotación de las materias
primeras en régimen de alquiler). «Se afirma cada vez más lo que se podría llamar
“colonialismo a la inversa”, o sea la influencia de los países no occidentales sobre el
desarrollo de Occidente: los ejemplos abundan, como la hispanización de Los Ángeles,
la emergencia en la India de un sector hi-tech con un mercado global, la venta de
programas televisivos brasileños en Portugal»7. La idea de que la nueva dimensión
económica del mundo concilia el bien común con las estrategias sectoriales prevalece a
nivel publicitario. La sensación transmitida, sin embargo, no se consolida en el
consenso, sobre todo porque los focos de violencia se desarrollan en conflictos abiertos
que arruinan los mismos «valores», que se pretenden convalidar. La artificialidad de la
existencia reduce la incidencia de los riesgos calculables y preconiza otros, que intentan
tenazmente exorcizar. En tal empresa, la cultura contemporánea concilia la sensatez de
la tarea humana con las mutaciones naturales. El riesgo se configura por tanto como el
incentivo que se cuantifica en la inmediatez del futuro, de los acontecimientos de un
tenor más o menos diverso, en términos energéticos, de aquellos históricamente
homologados. El cálculo de la actuación correlaciona todas las iniciativas públicas y
privadas, que ambicionen influir en el metabolismo social. La prohibición de actuar
atrevidamente se considera impracticable, porque es contraria a la aspereza de la
existencia y a las normales mutaciones naturales.
rencores, los desafíos de los hombres y las mujeres que eran «conflictivos» en el
pasado.
18. LA SOCIABILIDAD
estatales. «El parlamentarismo, forma política de los siglos XIX y XX, pudo reclamar
indudablemente a sus activos resultados realmente importantes, como la emancipación
completa de la clase burguesa a través de la supresión de los privilegios; seguidamente,
el reconocimiento de la igualdad de los derechos políticos del proletariado y, desde ahí,
el principio de la emancipación moral y económica de esta clase frente a la clase
capitalista»4. El corporativismo y la dictadura son sus antídotos y previenen las mentes
abiertas e iluminadas de ser argumentativas, problemáticas. El autoritarismo combate
cualquier forma de aproximación al conocimiento y cualquier expresión que se
concierte con la relatividad de las formas empleada para hacerla eficaz y pertinente en
relación a la contingencia histórica. La democracia indirecta solo puede realizarse a
través del parlamentarismo, que refleja las notaciones solicitadas por la instancia
rousseauniana en la que se compendia la voluntad general.
La división del trabajo y por lo tanto de las competencias se considera como una
amalgama de las diferentes, intrínsecas, manifestaciones de la voluntad popular.
Efectivamente, la realización de las instancias individuales en el crisol de los fundidos
generales no favorece, si no forzosamente, a un único criterio de determinación ideal.
La conceptualización de la diversidad presagia la frustración de los contrastes y de la
perpetuación de un equilibrio inestable, en el que se reflejan el relativismo cognoscitivo
y el rigorismo aplicativo (tecnológicamente codificado). La tentativa de algunos grupos,
cualificados económica y tecnológicamente, de prevalecer sobre los demás está abonada
y contenida en los términos de la intimación colectiva de la participación democrática.
La libertad política moderna es por tanto la relación existente entre la mayoría y la
minoría, entre la determinación y la oposición, según los criterios de aproximación, que
admitan la «posible» o «exigible» verdad. La apertura de la libertad entre la mayoría y
la minoría es falaz: en realidad, ambas categorías disfrutan del mismo beneficio en
tiempos alternos, según las estrategias y los acontecimientos, que se realizan en la
contingencia social. El gobierno del pueblo es el precipitado histórico del mercado
global. El pueblo no es solamente el ejecutor preceptivo de una voluntad de carácter
ecuménico, sino también el usuario de los productos del sistema productivo de amplio
régimen. El sistema de participación de carácter democrático incluye la libertad de
expresión, de prensa, de asociación, de autodeterminación (a nivel íntimo). El orden
democrático garantiza el carácter insondable del alma humana, al reconocer a las
relaciones explícitas el condicionamiento debido a las metodologías expresivas y a las
coordenadas de actuación, predispuesto por el debate (por el pacto, aunque sea de
compromiso) político. «Cómo método o procedimiento, la democracia es una “forma”
de gobierno. En efecto el procedimiento por el que se crea y se realiza en la práctica un
orden social es considerado formal para distinguirla del contenido del orden, que es un
elemento material o sustancial»8. El dualismo forma-contenido es una garantía de
permeabilidad de la democracia, en cuanto forma de gobierno sensible a los cambios
estructurales, que se verifican en su mismo ámbito por la incidencia de las innovaciones
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 613
ayuda de algunas clases y en contra de otras, por no hablar de los grupos étnica o
racialmente sospechosos del crimen de infligir a la historia su presencia, a menudo hasta
culturalmente significativa. «Es sumamente significativo el hecho que, hasta cuando los
ideólogos del partido nacional-socialista no osaron declararse abiertamente contra la
democracia, ellos usaron exactamente el mismo método que los ideólogos del partido
comunista»9. La «democracia totalitaria» de J. L. Talmon es el epifenómeno de la
doctrina mayoritaria en un contexto de clase distinto10. En el fundamento de la
democracia totalitaria descansa el entusiasmo popular, el consentimiento
plebiscitariamente expresado por las clases que se libran del yugo económico y de la
sumisión social de las camarillas burguesas, que detentan el poder decisional y lo
ejercen de modo aflictivo. La arbitrariedad es el principio, por el que la democracia real
se opone a la democracia formal, que es causa de las iniquidades y las discriminaciones
sociales. El punctum dolens de este examen es la representatividad, que la literatura
política incluye, bien a la democracia liberal, bien a la autocracia. El sistema, que hace
posible la participación colectiva a través del mandato puede exonerar los individuos del
aplazamiento activo a la vida del Estado. Su consentimiento puede ser simbólico o
condensado en pocos actos decisionales y deliberativos. «Hay varios modos de
determinar el órgano. Si el órgano tiene que ser una asamblea de individuos sujetos al
orden, o bien tiene que tratarse de individuos elegidos por este, se establece una
democracia o, lo que es igual, un tipo democrático de representación. Pero la
comunidad, especialmente el Estado, no es representada solamente si está organizada
democráticamente. También un estado autocrático está representado por órganos,
aunque estos no estén determinados de forma democrática»11. La representación en
sentido constitucional justifica las modalidades de su cumplimiento, bien sea según el
número, bien sea según las finalidades que se pretenden conseguir a nivel formal (y por
lo tanto jurídico). El principio de la representación se desdobla según los electores estén
libres de cualquier vínculo de partido o estén condicionados por ello. La característica
distintiva de la participación popular, para permitir al estado de hacer referencia a su
legitimación, consiste en hacerse preventivamente proporcionada con el significado
simbólico y concreto que garantice el orden jurídico, válido para los fines identitarios.
El partido único es una función jurídica que valida la legitimidad operativa al estado
comunista y al estado nacional-socialista. La democracia no puede caracterizar un
estado en el que se consienta el partido único. El hecho que el estado representa la
sociedad y no el pueblo es instrumental con respecto de la necesidad de regular las
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 615
otras palabras, la mayoría y la minoría concurren a dar vigor a la voluntad general según
dos tipos de medida, que parecen dos recorridos convergentes según dos diversas
velocidades. La voluntad general también es la disciplina del dominio, que no es
abonable a nadie, en particular, y a todos, en general. La libertad es por lo tanto el
dominio en forma hipertrófica, pero para no beneficiar a nadie: la comparación entre
estas dos categorías es la inventiva más eficaz, que caracteriza la llegada del Siglo de las
Luces y el peristilo de la modernidad. La libre manifestación del pensamiento individual
se evidencia en el ágora, en el foro colectivo de la dialéctica polivalente. En este ámbito
se perfilan los diversas posiciones cognitivas y se enfrentan hasta la deliberación de la
voluntad general, que no compendia las distintas postulaciones trascendentales y las
íntimas ansiedades emotivas. La religión natural vive una existencia autónoma, que
contamina la expresión pública por aquellas temáticas tangenciales a la convicción y a
su exteriorización. El ímpetu propositivo encuentra un equilibrio en la participación
democrática, que deja indemne de cada explícita interferencia el foro interno, la
intimidad de los individuos particulares. La comprensión de la realidad permite que
democráticamente se acojan los resultados de la ciencia y sus aplicaciones prácticas
como los componentes orgánicos del desarrollo civil y pacífico del Estado. El
conocimiento objetivo concurre de modo determinante a la formación de la voluntad
general, porque la connota de elementos que han alcanzado el grado de la plausibilidad
o la exactitud relativa. El postulado de la indeterminación, formulado en los años
Treinta por Werner Heisenberg, ratifica de modo inequívoco el principio de la
autenticidad de los datos de la ciencia, aunque subordinados a la ratificación de la
continua aplicación y –popperianamente hablando– a su falsación. La ciencia convalida
algunas categorías como la competencia y la legitimidad, que forman parte integrante de
la legislación. Si es atendible la formulación autocrática de la República de Platón, el
aspecto más evidente concierne a la conciencia (del bien) de los regentes (los sabios).
La racionalización del proceso cognoscitivo se identifica con la personalización de su
interpretación. La razón crítica contrasta la concepción metafísica de la existencia e
impone un riguroso aspecto iconoclasta a la laicidad del estado.
«Eso significa que Niebuhr cree en la existencia de una ley natural como criterio de
justicia para el derecho positivo y que esta ley natural tiene su fuente en la religión»16."
Para Niebuhr, el derecho positivo se identifica con el derecho natural, que se define por
su carácter absoluto, contrario –obviamente– a toda forma de relativización aplicativa o
funcional. La cooperación tolerante entre los individuos, a los que se refiere, presupone
el relativismo, más aún si la democracia tiene que afrontar los desafíos del mundo
externo. La paz es la superación de cualquier relativismo, que se transfiguraría en una
advertencia imperecedera si se inspirara en la creencia religiosa. La contradicción entre
la fe absoluta en Dios y el relativismo de la participación en su gloria terrenal no
constituye un motivo de desaliento para el pensador estadounidense, que inserta
involuntariamente en su doctrina un perfil pragmático, operativo, propio de la filosofía
social del área anglosajona. La admisión de muchas fes religiosas en el orden
institucional concurre a determinar la pacificación de los ánimos y a incrementar su
interacción creativa.
enriquecerse por parte de algunos se ejerce contra otros, al no ser que intervenga un
elemento impositivo, que invoque la aplicación de la pietas, de la conmiseración, del
sentido de la precariedad de la existencia, de la solidaridad. En la concepción de Georg
Wilhelm Friedrich Hegel, la personificación de la libertad consiste en el imperio (en la
propiedad) de los objetos, de las cosas. «Para afirmar que existe un nexo esencial entre
libertad y propiedad, el que constituye la intención de Hegel, la afirmación metafórica
que la propiedad es la personificación de la libertad tiene que ser tomada a la carta19».
La adquisición de una cosa implica el trabajo necesario para personalizarla. Para Hegel,
la cosa está sometida al deseo del hombre, mientras mantenga su circuito energético,
que no puede ser completamente subordinado por el deseo o por el propósito humano.
Creer que la cosa es un objeto pasivo, existente para satisfacer los instintos del hombre,
es desistir al estadio del primitivismo inercial. Efectivamente, la propiedad de la cosa es
la influencia energética cumplida por el hombre sobre ella: lo adulterado es algo más
conforme a la idea de propiedad jurídicamente caracterizada como tal. El justo factor de
la posesión consiste en la cantidad de energía empleada para traducir la metáfora de la
propiedad en un objeto particular, que detenta un valor (monetario) válido erga omnes.
Si no fuera así, la propiedad no tendría sentido y la posesión no sería un acto, aprobado
o denegado por todos los que son excluidos por la propia posesión. La propiedad iguala
en el derecho, no en la cantidad o calidad de la posesión. Los hombres son libres de
poseer, pero contextualmente se empeñan en ratificar las modalidades con las que
configurar jurídicamente la propiedad. La teología moderna cree que la disponibilidad
del propio cuerpo induce los seres humanos a activar sus energías, vivificando las que
en apariencia son silentes. En este sentido, concurren a evidenciar la creación y,
científicamente hablando, a trasformar lo inorgánico en orgánico, la estática en la
dinámica, en conformidad con la regla evangélica del crecer y multiplicaros. La
propiedad colectiva persigue el mismo objetivo, aunque en el individuo singular se
reduce la sensación de poder disponer de la misma voluntad con el imperio de la
autodeterminación. La existencia de las otras voluntades condiciona el cumplimiento
del yo al pacto colectivo. La subsidiariedad de las funciones asegura un patrimonio
menos aflictivo y menos sedicioso. La propiedad privada o colectiva de los medios de
producción constituye el motivo de comparación y diferenciación entre el capitalismo y
el socialismo, los modernos análisis de la sociabilidad moderna y contemporánea.
624 RICCARDO CAMPA
El deseo choca con cualquier forma de mediación, que racionaliza las instancias
individuales y posibilita que puedan perseguirse en el plan normativo, preventivamente
codificado por la "«voluntad general». En cuanto estado de ánimo, la actitud lúdica o
pretenciosa no encuentra cotejo en las formulaciones de principio, que hacen referencia
628 RICCARDO CAMPA
a las necesidades objetivas. Son tales condiciones generales las que permiten a la
sociedad tener un régimen explicativo, en el que los particularismos son inescrutables al
ser intimistas, faltos, al menos evidentemente, de las connotaciones expresivas y
competitivas. También el liberalismo, que hace incluso referencia a la determinación
individual, prescinde de los individualismos, socialmente insostenibles y
normativamente injustificables. Los deseos relativos a los principios difieren de los
deseos relativos a los objetos por la entidad de la pretensión, por la posibilidad o no de
satisfacerlos según las reglas en vigor o no. Si los deseos nos llevan a un milieu cultural
para realizarse, el factor propedéutico de su realización es de orden político
(programático, institucional). El deseo presupone una relativa satisfacción y por lo tanto
una relativa insatisfacción, que se identifica en la dinámica social. La extemporaneidad
de la inhibición es causa de la racionalidad de la ejecución de una actitud voluntarista,
formalmente respetuoso de las reglas consuetudinarias. La consolidación de la eficacia
inhibitoria refuerza la racionalidad de las convenciones constituidas ritualmente. La
concordia social consiste en la realización racional de las expectativas, que contribuyen
a determinar la pacificación interindividual y la mejoría de las condiciones objetivas.
Para Hobbes, la racionalidad es una ley de naturaleza que coordina y disciplina las
sensaciones, los deseos, los estados de ánimo, las afecciones y, a la inversa, las
antipatías y las idiosincrasias, que participan incluso de la temperie humana y social. La
artificialidad de los principios es una garantía para la realización civil de las
circunstancias y las iniciativas humanas conectadas a ellas o atestadas por ellas.
específicas del soberano, es decir, la ley civil»23. El estado dotado de una ventaja mutua
se perfila en la afluencia de los factores exponenciales de los bienes y de las ventajas
individuales, que la sociedad civil cree posible. La llegada de la tecnología deja pensar
en los beneficios colectivos sobre la base de la concordia social, al amparo es decir de
las tensiones del estado de naturaleza en su convulsión energética originaria (elemental).
La superación de la inestabilidad emotiva garantiza el equilibrio social, que alienta a los
individuos acerca de las posibilidades de emprendimiento y de acción, de los que
resultan, por así decir, íntimamente disciplinados. El estado legitimado por la
participación de los ciudadanos queda autorizado a emanar las leyes, que regulen las
relaciones interindividuales y aseguren el libre ejercicio de las iniciativas individuales
en el ámbito del interés general. La activación de la «voluntad general» permite la
honradez de los pactos intersubjetivos, que garantizan globalmente la creencia nacional
e internacional de la sociedad civil. La organización social permite a los sujetos que la
viven adherirse, dentro de los límites fijados por las leyes, a las instancias naturales. La
sociabilidad no ahoga las tendencias originarias, pero las ennoblece en un sentido
comunitario e institucional. La ley refleja, tanto las inhibiciones, como las concesiones,
que son necesarias para llevar a cabo la solidaridad. «Así, repetimos una vez más, la
acción del soberano no consiste en reformar los seres humanos, o modificar su carácter,
sino en cambiar las condiciones de base sobre las que razonan»24. El beneficio común
legitima la acción de la autoridad constituida por el buen funcionamiento del aparato
estatal y por el ejercicio ecuánime de sus prerrogativas. La implicación colectiva
garantiza la utilidad de la estructura burocrática y el justo resarcimiento de las
anomalías contributivas. La equidad es la fuente de la legitimación y su aplicación
engendra el consentimiento, sobre el que se asienta el orden público de forma
congruente. La representación participativa y decisoria evidencia la fértil actividad de la
ficción. El artificio verbal contribuye a dar consistencia genética a los actos y a las
deliberaciones de las autoridades constituidas, sea a nivel monárquico, sea a nivel
republicano; sea en lo que conciernen las instituciones aristocráticas y elitistas, sea en lo
que conciernen las instituciones democráticas y populares. Las leyes son formulaciones
de principio con el carácter de la perentoriedad. Su desatención es lesiva para la
comunidad, que les ha dado la existencia con el fin de obtener beneficio.
motivación de tal concesión se identifica con la conveniencia que los sujetos singulares
encuentran en la representatividad común de sus intereses. El ejercicio de tal
representación por parte del soberano (de la autoridad constituida) debe conformarse a
las expectativas de los sujetos, que se constituyen (a diferencia de lo que sustenta
Hobbes en el De cive) titulares de la concesión y por lo tanto de los derechos que
conlleva tal concesión. La renuncia a la sensatez individual frente a las decisiones del
soberano (de la autoridad constituida) es inquietante: admite consecuentemente que el
autoritarismo conlleva legitimación y que no es posible implementar ningún
instrumento para exorcizar sus efectos contrarios al orden contractual. A la
formalización de la sensatez individual respecto a las leyes emanadas por el soberano
(por la autoridad constituida), se contrapone, en la concepción hobbesiana, la anarquía.
El mal necesario puede ser exorcizado por el malestar voluntario: el desorden político y
social es una perturbación de tales proporciones que no permite la resolución cognitiva
y de actuación de los individuos singulares. El derecho inalienable, válido en todo caso
en el orden absolutista, consiste en la autoconservación. El carácter sagrado del poder
permite a la causticidad del contrato racionalizar las actitudes naturales de los
individuos al punto de refutar cualquier actitud crítica, que perjudique su
funcionamiento al amparo de las perturbaciones que provoca el desorden. La naturaleza
hobbesiana está dotada de los recursos de la razón, que obran de forma que contienen
los efectos disolutos y modificadores de la disipación, que constituye la energía
necesaria para asegurar la permanencia de los seres, de los entes y de las cosas. En la
filosofía hobbesiana se refleja la dramática concepción de la sociedad moderna: por un
lado, la entropía cósmica asegura la energía, necesaria para garantizar la supervivencia
de lo existente; y, por otro lado, la perpetuidad humana se identifica con el freno y la
resistencia que se oponen al desorden. La disciplina de los impulsos emotivos y la
tendencia a la seguridad son el intersticio de la visión de la naturaleza, en algunos
aspectos, irracionales y, en otros aspectos, rigurosamente (absolutamente)
racionalizadores, al punto de ser responsables –por usar la exposición de Horkheimer y
Adorno– del absolutismo, del totalitarismo, moderno.
La ley de naturaleza es congénita a los seres que la creen predominante sobre los
actos, dirigidos a condicionar sus efectos. La problemática, relativa a la facultad de
evidenciarla en el ámbito de las iniciativas formalmente atribuibles al poder decisorio,
constituye la parte esencial de la doctrina política de John Locke. La ley de naturaleza,
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 631
El pacto fiduciario del pueblo con el poder induce al poder a observar las
prerrogativas que lo determinan, evitando excesos o deformaciones en las
interpretaciones y en las decisiones. Los poderes coordinados son los que se instauran
entre el parlamento y la corona (la autoridad constituida por la gracia de Dios, por la
voluntad del pueblo, por la tradición). Las costumbres influyen eficazmente en la
correlación entre las dos instituciones, a las que se les confía la potestad legislativa. El
derecho a la resistencia del pueblo se ejerce cuando se ponen en evidencia los conflictos
de competencia entre los órganos coordinados por el Estado, tanto en lo concerniente a
la actividad legislativa, cuanto a lo que atañe a la actividad legislativa, o en lo tocante al
ejercicio administrativo, que implica el orden judicial en los contenciosos que pueden
aparecer entre los participantes del contrato social. La legislación legalmente constituida
632 RICCARDO CAMPA
reales son una superestructura respecto a las propensiones naturales –a las actitudes del
momento auroral de la especie humana– que están como adormecidos, omitidos, y que
se evidencian subliminalmente. La intuición es una estrategia explícita de una actitud
subliminal, presente en todos los individuos, pensados como absortos
«momentáneamente» en su originaria contemplación de la naturaleza. La hipótesis
rousseauniana consiste en confiar, conceptualmente hablando, en los sentimientos que
sintetizan al hombre descendido del Edén terrenal, que mira la realidad con los ojos,
turbados por el desaliento que supone el tener que enfrentar una serie de urgencias de
común, orgánica, naturaleza. La idea de que este estado de ánimo permanezca e invada
la conciencia de los seres para la muerte es la fuente inspiradora de la «voluntad
general», de este ímpetu natural, en el que se individua un único régimen final para los
seres mortales (que en la temperie vital, parecen distinguirse estallando
irremisiblemente entre sí). La igualdad, a la que Rousseau se refiere en El Contrato
social, es aquella primigenia, todavía no diferenciada (corrupta) de los intereses
individuales diferentes de los colectivos. La teleología de tal institución es preeminente
de la contingencia terrenal, que es incluso su causa y, con toda probabilidad, también su
fundamento. «Si bien el debate sobre la justicia constituye un locus communis de la
primera reflexión filosófica cristiana, el término exacto de volonté générale se encuentra
por vez primera en el Première Antologie pour M. Jansenius de Antoine Arnauld
(1664), obra concebida para confutar una serie de sermones antijansenistas
pronunciados por el teólogo Isaac Habert en la catedral de Notre Dame de París»34.
También Blaise Pascal y Montesquieu utilizan los términos généralité y particularité
sin relacionarlos con las finalidades filantrópicas de Rousseau, quien los regenera en el
sentido alegórico y global que tienen en el orden lingüístico racional. La fidelidad a la
coherencia conceptual permite prohibir lógicamente todos los apremios capciosos e
improvisados para dotar el sentido de la voluntad general en su terapéutica
configuración de una toma de posición elemental.
19. LA REVUELTA
ampliación del área participativa y decisoria de los grupos sociales excluidos o privados
por las urgentes necesidades económicas reduce el ámbito de la selección para a su vez
ampliar el de la elección, minando en sus fundamentos los criterios constitutivos del
aparato político tradicional. El aspecto coral, espectacular y conmemorativo, toma
ventaja sobre el subjetivo, especulativo y oracular. La naturaleza es exaltada como una
implosión colectiva, un encargo vital que celebra la existencia y la participa en un
número siempre mayor de hombres y mujeres.
otra, la tentativa de presentar como salvífica esta fuga de una realidad que contribuye a
considerar cada vez más la trama de los condicionamientos tecnológicos, realizados por
una mentalidad anónima y fatalmente irresponsable. A la incidencia sobre el plano
práctico de una sociabilidad tan falsificable hace cotejo una homologación, tangencial
de la anomia, del que se perfila solamente la eficacia hacia lo negativo, es decir al
estadio del metabolismo social. El proceso político es un a posteriori, que encuentra sus
motivaciones objetivas en el ámbito de los principios terapéuticos, es decir invocados
por las diversas partes en causa para justificar o condenar sus actitudes. El conocimiento
decae a niveles de absoluta certeza o de flébil conjetura, alimentando así el sentido de la
precariedad y de la resolución que reside en el fondo de la toma de posición masiva. Las
comunidades sociales se orientan políticamente de manera contradictoria porque están
satisfechas por la idea de poder ser menos coherentes y consecuentes respecto al pasado.
La infidelidad a las convicciones oscurece un mérito difícilmente comprensible con las
consolidadas concepciones interpretativas de los factores, que modifican las formas
cognoscitivas y expresivas de determinados períodos históricos.
por el tipo de tradición consolidada en el tiempo. La elección por así decir ampliada al
ejercicio de muchas funciones o cargos públicos comporta un clima de «afinidad» entre
los sujetos que la practican que es difícil perseguir, pero fácil evocar. De por si expresa
una paradoja: en primer lugar, porque presupone un «sentimiento común» en los
hombres, que no es fácilmente conciliable con los conflictos, las guerras y las
aberraciones, que siguen manifestándose en diversas regiones del planeta, en segundo
lugar, porque lanza la hipótesis de un tipo de hermandad universal, que históricamente
nunca se realizó, que induce a considerar la simple presencia física en el universo como
si fuera un testimonio del «espíritu divino» o de la «fuerza» de la naturaleza. La
elección no exonera virtualmente a nadie de la participación de la koiné universal: se
deduce del presupuesto de que los organismos sociales poseen fuerzas compensatorias
identificables con la de los auténticos recursos providenciales. Y, naturalmente, en este
contexto conceptual, el número tiene una función determinante. Mientras la selección
parecería fundarse en la cantidad en términos de presencias físicas en el mundo, la
elección las enfatiza, hasta conferirles su igual dignidad, tanto en el plano potencial,
como en el plano de la realización. La selección, en efecto, no atiende solamente a las
que son eliminadas por la competencia social, sino también a las que, a causa de tal
proceso, influyen en una parte de la especie prohibiendo que se manifiesten: la miseria,
las enfermedades y el sufrimiento prolongado provocan una baja general de tono sobre
los organismos vitales de tal forma que condicionan su descendencia. La elección, por
lo tanto, se justifica como el estadio, en el que los sujetos son depositarios de un
potencial cognoscitivo, que se realiza en las distintas formas de la participación política.
El ideal abstracto del principio electivo supera el ideal concreto del principio selectivo
según un orden conceptual que prevé un tipo de cambio antropológico capaz de reforzar
la solidaridad humana y, con ella, la íntima convicción de que las descompensaciones
de la naturaleza económica y social, registradas hasta ahora por la historia universal,
pueden considerarse aberraciones, causadas por la ausencia o por la deficiencia de una
atmósfera unitaria, a la que hacen referencia la tecnología y la representación escénica
contemporáneas.
Al final de los años Setenta, la crisis energética (el aumento del precio del
petróleo en conjunción con ciertos conflictos regionales) con el consiguiente fenómeno
de inflación, que revuelve intensamente la economía mundial interviene en el
debilitamiento de esta «ideal contraposición» de factores exegéticos del
660 RICCARDO CAMPA
inicial de los años sesenta se convierte en «desengaño» al final de los años setenta, para
terminar desembocando en una abierta disidencia con todo lo que toma el perfil de un
aparato de partido y, consecuentemente, de un sistema de normas, para modificar los
que se supone ya un empeño y una cohesión operativa, no sólo no espera en el plano
práctico, sino alejado de la mentalidad de las generaciones que, a principios de los años
ochenta, se aproximan al proscenio del mundo productivo.
El deseo somete la revuelta estudiantil que, desde finales de los años sesenta
hasta el final de los años setenta, se propaga de los Estados Unidos a todas las otras
regiones del mundo. El movimiento, que le caracteriza, se inspira predominantemente
en El hombre unidimensional y Eros y civilización, de Herbert Marcuse, un pensador de
la Escuela sociológica de Frankfurt, que llega a las instancias de la Izquierda desde un
examen libertario con acodos inconformistas sobre la costumbre dominante, anclado en
las concepciones desacralizadoras del orden jurídico tradicional. La denuncia de las
guerras nucleares, como causas de la discrasia mundial de las formas de satisfacer las
expectativas humanas, desbordan con un vigor difícilmente compatible con un orden
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 669
que se piensan que son publicitariamente representativas del epos y del ethos popular,
un comportamiento, normalmente reservado a los observatorios de la realidad. La
decadencia de la contemplación impone reflejar en la regla común los rasgos
sobresalientes (y efímeros) de la temperie cotidiana. La ejecución de los actos en su
debida forma constituye una garantía para el destino de la sociedad. Ejemplar es la
actitud de Sócrates, que se muestra contrario a la interpretación de la justicia del
tribunal que lo condena a beber cicuta y respetuoso con las formas con las que se ha
desarrollado el debate jurídico y se ha conminado la pena. La sociedad se basa en el
respeto a las reglas y a los procedimientos: el finalismo, implícito en las mismas, puede
ser objeto de reflexión y de contestación. La reforma del orden jurídico puede
actualizarse si le son implícitas modalidades de reforma. Esta característica lo hace
permanente. Su garantía consiste en el hecho de que la mayoría de una comunidad
social está autorizada a revisar las normas en vigor con las modalidades previstas por la
constitución. El contenido cognitivo de las nociones, religiosas, jurídicas, está sometido
a la tipología de las ejecuciones para poderse convalidar. La originalidad se realiza
mediante las formas de expresión. Si se desatendieran los vínculos formales, la
originalidad no se manifestaría, al menos con las modalidades preceptivas,
predispuestas por el orden social. El prestigio se identifica con la lógica virtual, con la
formalización de los propósitos que no están expresados en los órdenes institucionales,
ocupados a ratificar su identidad al interior y al exterior del escenario nacional. El rango
social es el reflejo condicionado de la influencia ejercitada a nivel subjetivo en la
dinámica colectiva. La convención comporta la moderación de los factores, que
concurren a consolidar la cohesión legal.
La libertad se identifica por lo tanto con el potencial expresivo, del que disponen
las generaciones en orden a los recursos efectivamente existentes en el ámbito
institucional. La libertad de actuar carece de perspectivas y por lo tanto del instrumental
dialéctico y adquisitivo para hacerse operante. La expresión está condicionada por el
ambiente, en el que pueda encontrarse una realización práctica. A este simple propósito,
la libertad se vertebra en el tejido conectivo de los órdenes institucionales, de los que
recibe la garantía de realizar, no solamente los aspectos conceptuales con los que se
realiza, sino también los perímetros referenciales del orden político, económico y social,
en el que se propone actuar. Paradójicamente, la libertad es el viático de la resignación
donde cumplir los actos tolerables del «conjunto» institucional. La reivindicación
moderna, en efecto, hace referencia a la gestión política y administrativa del sistema
normativo, en el que gravita y del que quiere promover la reactividad. Esto exonera al
nihilismo de constituirse en la alternativa de la acción y solicitarse como una
enfermedad social, contra el que la tolerancia de tipo burgués es prejudicial si no
mistificadora. La libertad se ramifica en la dinámica comunitaria, para legitimar el
status quo, que se propone modificar (radicalmente). La capacidad de juicio
reivindicacionista se somete al régimen de la aceptación y la movilización popular.
modalidades de aculturación de las masas (sobre todo las masas campesinas, atadas a las
tradiciones locales y a la concepción providencial de la existencia). La unión a nivel
internacional de los movimientos obreros y de las organizaciones sindicales lleva a la
desideologización, sobre todo después de la posición asumida por los dos bloques,
USSR y EE.UU., durante la guerra fría y antes de la caída del muro de Berlín en 1989.
Eugenio Montale en Nel nostro tempo considera el trastorno antropológico de las
últimas décadas del siglo XX, el resultado de las aportaciones artísticas propiciatorias
de una más incisiva concepción existencial de los esquemas dogmáticos y salvíficos del
pasado. La religión pánica, que Montale percibe en el arte informal, en la música
dodecafónica y en el fallido protagonismo literario, refuerza las defensas protectoras del
fisicalismo, del tenor espectacular de cada mínimo gesto de la condición humana. Las
aventuras del pensamiento científico y el sistema mediático ayudan a amplificar el
presente manifiesto, preservando el pasado y validando el futuro remoto. El naufragio
del hombre contemporáneo es estigmatizado en la literatura del área eslava, que
Montale anota en la obra de Italo Svevo, socio en Trieste de James Joyce. Las
incertidumbres burguesas, para Robert Musil, invaden los espacios abiertos,
aparentemente inmunes del compromiso existencial, en la Argentina de inicios del siglo
XX.
encuesta y contención de las diversidades existentes entre el Norte y el Sur del planeta.
La globalización, en efecto, ratifica este dualismo, mientras que preconiza su fin.
Paradójicamente, la fragmentación nacionalista contribuye a reforzar la uniformidad
conductual del mundo porque se basa en la reivindicación de los derechos y los
beneficios asegurados por la industrialización generalizada. La lucha frente a la pobreza
y la desigualdad es configurada teleológicamente por todos los países, que en el plano
étnico, religioso y económico, que combaten ásperamente entre si por la conquista de un
lugar en el mercado, que asume la configuración de un orden global, depositario de
leyes perentorias y equitativas.
20. LA INADECUACIÓN
el estado de ánimo con el que el poeta se entrega a las sugestiones y a las inquietudes de
la existencia. La caballería es la experiencia de las almas indómitas, que delimitan las
apariencias de las constataciones, que consideran la aventura como la toponimia de la
transcendencia. También su decadencia implica afecciones miméticas en el universo
social. Don Quijote de Miguel Cervantes y Saavedra es la epopeya de un
enamoramiento literario, que encuentra refrendos alegóricos en la realidad. Su nobleza
consiste en hacerse impracticable y sin embargo exornativa de gestos edificantes. La
decadencia de la caballería coincide con la constatación de que la ilusión suscita
generosos propósitos de acción e induce a fijarse en el cielo como en el repertorio de las
volutas mentales, que inducen a los hombres a favorecer virtualmente su curso. La
identidad del amor cortés con la nobleza de ánimo lleva a un cierto fatalismo, que
condiciona la intemperie humana y su conformidad a las cláusulas conductuales,
elaboradas para asegurar en el futuro la satisfacción del bienestar difuso y
providencialmente salvífico. La amabilidad es una categoría hiperactiva, que permite
superar las empalizadas sociales y las convenciones consuetudinarias del orden
comunitario. El fatalismo y el determinismo no contemperan la amabilidad del ánimo,
que es la omitida vocación a la libertad de expresión, de fascinación, de entendimiento.
∗
Expresión toscana que se podría traducir por «dulce estilo nuevo» y que proviene la obra de Dante: la
Divina comedia (Purgatorio, XIV, v. 57). Esta expresión acuñada por Francesco de Sanctis (s. XIX),
aúna a un grupo de poetas italianos de la segunda mitad del siglo XIII (Guido Guinizzelli, Guido
Cavalcanti, Dante Alighieri, Lapo Gianni, Cino da Pistoia, Guianni Alfani y Dino Frescobaldi) (N.T.).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 679
Platón, a los modelos ultramundanos, que a los pensamientos recónditos, elaborados por
la razón. Los semblantes son los aspectos de los estilemas mentales, inmanentes en la
condición humana: una interferencia emotiva entre el objeto del conocimiento y el
concepto, que la describe evocándola. «Pero es al mismo tiempo, –escribe Robert
Klein– especialmente en los autores platonizantes, en mayor o menor grado, una réplica
de la razón, y sería por tanto un fin, más que una estación de tránsito. La diferencia
entre las dos concepciones responde, como queda de manifiesto, a la alternativa sobre el
valor, autónomo o no de la intuición»1. La imaginación tiene un papel subsidiario frente
a la conceptualización en cuánto que desarrolla, sin las concreciones de la experiencia,
las variables de la realidad. Fijado en la representatividad de lo concreto, hace posible
un itinerario virtual de la mente en las partes evidentes de la realidad, en un intento de
configurar sus aspectos ectoplasmáticos antes de convertirlos, con la aproximación de la
experiencia, en el compendio cognoscitivo. La profunda identidad del ser se reduce a
hipótesis en la constitución del existente: las sugestiones que concita la experiencia
encuentran una conmemoración sistemática en el orden de la razón. En la figuración de
Giordano Bruno (y de Hugo de Saint-Víctor), la imaginación es la sombra de la luz de
la razón. Para Jorge Luis Borges, la sombra es el peristilo de la luz y por lo tanto de la
razón, que redime la morfología de lo desconocido en el símbolo, en la palabra. La
revelación divina se manifiesta en la imaginación e induce la sensación a espiritualizar
la corporeidad. El connubio emoción-razón se declina en el sentido de la circularidad.
La phantasia es la inventiva que circunscribe el sentido común. Es un ejercicio
divulgador de la imaginación: sostiene las inquietudes y las apostasías populares. Para
cada actividad se hace necesaria la fantasía, el phantasmata, que induce a pensar de
modo cohesivo y común. La imperiosidad de la fantasía se justifica con el
consentimiento, que acoge el acuerdo colectivo. Las iniciativas concretas confían en la
fantasía para ser después legitimadas por la experiencia. La fantasía refleja las
figuraciones de la imaginación en las cosas, en los objetos, en los gestos, en los actos.
La esencia pulviscular de los entes se relaciona con la efectividad de la acción.
los impulsos del pensamiento que se refleja en la cotidianidad. Para Plotino el alma
tiene la extensión del recuerdo. La conmemoración consiste en la evocación de un
«lugar», en el que el ímpetu emotivo se sedimenta en la razón. La señal de la luz regula
las actitudes del alma, que influye en las decisiones del cuerpo en correspondencia con
las convicciones tomadas de la imaginación y de la fantasía imitativa. La ineluctabilidad
de las decisiones operativas es el final de la empresa realizada por la sugestión y por la
empatía. La aplicación de lo universal en lo particular es lo esperado (y la pretensión) de
la especulación conceptual, por el que los apremios del pensamiento en el peristilo de
las decisiones operativas se confían a la aprensión cognoscitiva. La imagen refleja el
pensamiento que, en su mínima enucleación, es una señal dotada de las características
de la figuración. Según Miguel Ángel Buonarroti –qué se limita a desvelar las figuras
que ya están en el mármol– el detalle es la transformación corporal de lo universal. La
alegoría es la señal de la figuración en su fase (convencional) constitutiva. La visión
beatífica se identifica con el estado de gracia de cuántos consideran la contemplación
como el proemio de la acción, la intolerancia como el antecedente lógico de la
realización. Según Hermes Trismegisto, la intemperancia corrompe la razón y es
incapaz de purificarse ni de regenerarse. Esta damnación orgánica es preliminar al
veredicto divino, que impone premios y castigos, según la nobleza o la degeneración de
las tentativas creativas, de actuación, decisionales. Para Marsilio Ficino, si la
imaginación es falaz, las penas son forzosamente imaginarias. Solamente los actos
acabados según las convicciones se someten a las revisiones históricas, que contemplan,
para las más edificantes, la conmemoración y, para las que menos se pueden aprobar, el
olvido. La melancolía es la condición en la que el sentido de la existencia apenas es
perceptible o se perfila como una flébil evanescencia del pensamiento rector. El
magisterio cristiano induce a la preparación (estote parati), concordando así con la
petición de los antiguos metafísicos. El pecado y el castigo –presentes en Orígenes– se
transforman en la inadecuación y en la insolvencia de las filosofías renacentistas y
modernas. Aunque las pérdidas de tono no sean completamente imputables a las
criaturas –todas reproducen la imagen de Dios– la disciplina y el entendimiento
subjetivo las induce a someterse a un juicio bastante arbitrario en el perfil trascendental,
pero bastante adecuado para otorgar una teleología a los órdenes institucionales,
ocupados en perseguir, con la perfección antropológica, de modo proporcionado, el
bienestar general.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 681
naturaleza. El aprendizaje comporta la revisión crítica de las formas (de los signos), con
las cuales el arte de la fabulación se conjuga con la técnica de la representación
(geométrica, pictórica, musical). «Si el núcleo conceptual es todo, la pintura puede ser
solamente un discurso pictográfico; y la arquitectura, un esquema visual que traduce de
cualquier manera relaciones aritméticas privilegiadas»5. Mientras el signo connota el
género humano en su empresa cognoscitiva, independientemente de las variables
políticas, económicas y sociales, la simpatía, la solidaridad, la melancolía, el solipsismo
y el nihilismo son estados de ánimo coherentes con las condiciones del status, por otra
parte diversos, de las diferentes comunidades humanas.
los instrumentos descubiertos en las diversas áreas del planeta y que no han sido usados
de forma sinérgica. El sextante, la brújula, los portulanos ya son conocidos en Oriente y
en Occidente, pero se convierten en medios de interacción con la naturaleza cuando se
emplean en las travesías oceánicas. La anatomía aparece como la disciplina que
inaugura el nuevo curso de las otras, tal como, en el Romanticismo, será la filología,
que puede definirse como la fisiología de las palabras. El maquinismo industrial es la
forma estereotipada de la aventura del hombre en la naturaleza con la ayuda de los
instrumentos, en su momento dispuestos por una necesidad difícilmente evidente de
forma directa. La ocasión –la fortuna– sustenta la mirada del observador-perturbador de
la naturaleza, que recorre los itinerarios de la mente en acción. La perspectiva, en
efecto, evidencia la permeabilidad del pensamiento en la experiencia. Las valoraciones
de la autenticidad de la observación se conmensuran con el patrimonio cognoscitivo. La
vista modifica la representación tradicional de la realidad en cuanto facultad interactiva.
La vista se convierte en parte integrante de la observación «alterando», por así decir, su
presunto, estado originario. La patética «vuelta a las fuentes» se desatiende en cuanto
criterio interpretativo de la consistencia genética del efectualidad. La escritura
anticipando (con Lutero) el Romanticismo, es el lugar de una nueva interpretación
conjetural, que permite elidir las apariencias y las mediaciones en la «comunión» del
hombre con Dios. El orfismo y el zoroastrismo semejan ensombrecer la equimosis de la
sagacidad investigadora de la modernidad.
pero contrariamente a lo que se hizo en Jesús entre los doctores en Asís, por ejemplo,
traza el horizonte al nivel del punto de fuga central que resulta del esquema perspectivo,
y – aunque esto no sea visible en la sinopia – trata las partes que están por encima del
horizonte, así como el techo del establo, exactamente como trata los objetos del
suelo»11. La técnica de Uccello permite la superposición de las imágenes sin perjudicar
el efecto escénico de cada una de ellas. La confluencia al punto de fuga las reúne por la
eventualidad que el espacio malogra y las hace indiferenciadas. Las temáticas religiosas
(la Navidad, Jesús entre los doctores, la Sagrada Familia) proyectan las figuras
representadas más allá de la línea del horizonte temporal, armonizándose con la
reconstrucción de los acontecimientos, para una memoria futura. La perspectiva
descodifica anticipadamente el eco de las sensaciones, que engendran los recuerdos, los
inclementes trayectos del pensamiento, inversamente al plano horizontal del
cumplimiento de los acontecimientos. La perspectiva permite al pensamiento
inspeccionar los pasos apologéticos e inusuales de la representación figurativa (y
simbólica) de los hechos, en los que se implican las conveniencias, las convicciones y
las afecciones de las partes más inquietas y las partes más moderadas de la humanidad.
Erwin Panofsky afronta el problema de la «perspectiva curva», según la cual las partes
de la imagen que están más alejadas del ojo sufren una deformación, que puede ser
registrada con la geometría de Bernhard Riemann. La ambigüedad correlaciona la
ficción y la participación de modo que hace interactivos la imaginación y el intelecto
agente. La distancia (representada en la anamorfosis de Leonardo de Vinci, consistente
en la proyección sobre el plano perpendicular de la imagen procedente del plano
oblicuo) asume así un poder casi mágico. Las dos concepciones de la perspectiva
tienden a condensar en términos representativos las diversas tendencias del naturalismo
renacentista y post-renacentista. «Esta disciplina inofensiva tiene el don de estimular las
imaginaciones y apasionar periódicamente los ánimos. Pero la disputa enfrenta hoy a los
historiadores y no ya a los inventores»12. El sistema bifocal del siglo XV (desconocido
por León Baptista Alberti y quizás conocido por Filippo Brunelleschi) se convierte, en
el siglo XVI, en el método del punto de distancia. La perspectiva vuelve a llamar a la
mente, inversamente a la arqueología, la planimetría testamentaria del pasado, cuyo
descubrimiento satisface el interés y la comprensión de los modernos ejecutores de las
voluntades testamentarias, incrustadas en el terreno o confiadas a las temperies
atmosféricas, como incesantes cañerías de interacción con lo existente y con lo que
puede existir, según las sucesiones temporales históricamente detectables. El escenario,
694 RICCARDO CAMPA
publicidad amplía de modo derogable todas estas formas, para sugestionar estéticamente
(y racionalmente) al usuario (involuntario).
del iconoclasta irredimible. Las imágenes artísticas –como sostiene Ernst H. Gombrich–
pueden ser convincentes sin ser objetivamente realistas15. Las imágenes del acelerador
atómico son convincentes, aunque si no caracterizan la morfología de los entes (las
partículas elementales de la materia) no son específicas.
El discurso presenta sus leyes, con las que se tiene que sintonizar la formulación
del pensamiento si quiere perseguir los efectos explicativos, adecuados a la aceptación y
al aprendizaje. En La República de Platón, el diálogo entre Sócrates y Trasímaco sobre
la justicia, aunque se realiza desde elaboraciones conceptuales de alto contenido
sintáctico, se realiza utilizando el mismo lenguaje, la misma forma expresiva, que se
niega en las premisas y en las conclusiones, de donde toman los movimientos y a los
que quieren llegar los dos interlocutores. Lo absurdo y la impugnación interaccionan en
el discurso sin alejarse de las reglas de la lógica, presentes en cada argumentación, que
tenga como objetivo la evidencia, la conveniencia, la efectividad. La inaceptabilidad de
un enunciado se determina por su refutación según un proceso lógico, que no esté
invalidado por reservas mentales inconscientes. Cuando la demostración es simétrica a
la refutación, el discurso se realiza bajo una forma de comprensión, donde está presente
el acuerdo (independientemente de las proposiciones individuales frente al resultado
conseguido en la aplicación, normativa, decisional). La explicación comprende por
tanto (dialécticamente) los componentes discráticos de las diversas postulaciones (de los
diferentes enunciados) conceptuales. La lógica permite admitir que, si se corrigen las
710 RICCARDO CAMPA
respecto a los vigentes. «Saussurre –escribe Hermine Sinclair de Zwaart– sintió esta
necesidad y afirmó que un ejemplo de “palabra” no es la descripción de una serie de
articulaciones particulares, sino que surge de un estudio psicofísico sobre las
instrucciones que el sistema nervioso envía al aparato buco-fonador»27. Los
fonologismos modernos se identifican con los doctrinarismos de la escuela generativa y
transformacionista. El constructivismo lingüístico tiende a la explicación histórica.
Émile Benveniste sustenta que la tercera persona singular es el paradigma de todas las
posibles expresiones. Es como el número cero, el ente de separación entre dos clases de
nombres, que acuden a la elaboración argumentativa. Expresa la «predicación pura», al
amparo de las implicaciones subjetivas de la primera y de la segunda persona. «En
segundo lugar, esta tendencia de derivar las otras personas de esta forma fundamental
no se realiza solo en un cierto periodo de la historia de las lenguas, sino que se
manifiesta en diferentes lugares y momentos y constituye así una especie de tendencia
dinámica constante»28. La oposición temporal en el sistema lingüístico indoeuropeo
permite ver la dinámica en las sucesiones de los acontecimientos y en su cómputo
espectroscópico. En efecto, los hologramas son las formas de expresión posibles. Los
cambios fonéticos –según Paul Martin Postal– constituyen una aportación a las reglas
gramaticales. La lengua como instrumento de participación asociativa permite
preliminarmente la comprensión (el aprendizaje) de las formas de interacción, que son,
por un lado, la elaboración intimista de cualquier individuo frente a la realidad y, por
otro lado, la convención (intuitiva y consolidada) de los medios expresivos, realizados
para acreditar objetivamente la comunidad que los protege. La explicación de un evento,
de un fenómeno, de una actitud, requiere una elaboración compulsiva de los factores
que permiten el entendimiento (sea por adhesión, sea por impugnación). El lenguaje
asume significados oraculares cada vez que se presagia la recuperación de un nexo entre
lo enunciado y su realización práctica. La abstracción se introduce en las ditirámbicas
combinaciones de la experiencia, según los cánones cognitivos, concertada en ayuda de
la comprensión.
para que se alinee de la manera más eficaz posible con los sistemas de interacción
conceptual y con las modalidades de evidencias.
actualización del foro romano: el lugar, en el que se celebran, sublimados, los bajos
instintos y las tensiones aflictivas como un tributo de la condición humana. La
conciencia de deber afrontar una desgracia lleva a recurrir subjetivamente a los recursos
naturales, que no se creen que estén extinguidos, sino silentes y sintonizados con el
régimen de las necesidades (renovadas). «La vida –afirma Ulrich Beck– pierde su
propia obviedad natural: hasta la “representación social” del instinto, que la sustenta y la
guía, acaba en los engranajes y en las inquietudes de lo que tiene que ser ponderado,
establecido»34. La «tiranía de las posibilidades» –según Hannah Arendt– provoca que
los individuos se activen con un grado de egoísmo que se desarrolla en un cinismo
camuflado por el empresariado, competencia leal, práctica del virtuosismo y la
meritocracia. La metafísica del éxito se alía con la benevolencia divina y con la
anticipación de la improbable gratificación celeste. Pero es precisamente esta angustiosa
referencia al necesitarismo natural la que inflama los ánimos de los que pretenden el
bienestar terreno. La inmanencia se configura como la pieza de la transcendencia dotada
de una inmediata y contingente satisfacción. El tiempo cósmico se delinea como un
laboratorio de inconmensurables modificaciones (como los senderos que se bifurcan de
Jorge Luis Borges). El individualismo (institucionalizado, según Talcott Parsons) se
presenta como un factor determinante para la aprobación o a la desaprobación general
(popular, demócrata, masiva). Como categoría de participación de los sujetos de una
comunidad o una corporación social, conduce a la identificación objetiva de un sistema
que lo contempla y lo penetra. Efectivamente, en el universo tecnocrático, el
subjetivismo reemplaza emblemáticamente el individualismo, que confluye,
estadísticamente, en la encuesta de una tendencia ideológica, de una propensión estética,
de una reivindicación colectiva, generalizada por la violencia y por el empeño
propagandístico. La reivindicación y la expectativa catártica se frustran recíprocamente.
que estén influidas por las razones etimológicas de El hombre rebelde de Albert Camus.
El trabajo a favor de los otros y la autorealización tienden a identificarse moralmente.
∗
En referencia al poeta italiano Giuseppe Parini (Bosisio, Lecco, 23 de mayo de 1729 – Milán, 15 de
agosto de 1799) (N.T.).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 719
a las personas, a las cosas, al entorno. La empatía y la distonía se unen para dar
relevancia al igualitarismo, entendido como un modo de ser de las comunidades
humanas al amparo de la intemperancia celeste y terrestre y de cualquier adquisición de
garantías cognitivas, que inducen a actuar, en abierta y noble competencia, para
conseguir resultados, en el plano dialéctico y probatorio, de relevancia objetiva
(universal). La democracia es pacifista en los resultados, pero demoníaca en la
individuación de las formas y de los instrumentos, con los que mejorar las condiciones
objetivas. Por lo tanto, los derechos humanos son inherentes a las formas de asociación,
en las que actúan los individuos. La reivindicación humanitaria y sentimental no se
diferencia –según Hannah Arendt– de las motivaciones que difunden profusamente las
organizaciones protectoras animales. Los derechos humanos, en efecto, se elaboraron en
la Edad Media, y se pusieron en práctica en la época de las navegaciones y los
descubrimientos de lo «diferente». El debate, mantenido en Valladolid, de 1550 a 1552,
entre Bartolomé de Las Casas y Ginés de Sepúlveda, demuestra la causticidad de la
relación existente entre los portadores de la civilización, nombrados por las autoridades
civiles y religiosas de la época y los sujetos del expolio económico, poseedores de
culturas de declinable extemporaneidad. Ambos interlocutores niegan y afirman el
reconocimiento de la potestad de decisión y de actuación desde una lectura que es
antropológicamente discriminadora e inclusiva. Para Sepúlveda, los indios del Nuevo
Mundo no han alcanzado el nivel de la evolución antropológica y jurídica de las
poblaciones europeas y por lo tanto no son sujetos autónomos de determinación. Según
Las Casas, que se ha redimido del esclavismo, los indios tienen el aspecto y la dignidad
del resto de los seres humanos, con los que entran en contacto por las razones históricas.
Para Sepúlveda, no habiendo alcanzado el grado de conciencia, propia de los creyentes
en la salvación cristiana, es bueno que los indios emprendan una disciplina de sumisión
y aprendizaje, antes de interconectarse con el resto de los habitantes del planeta. Para
Las Casas, están preparados para acoger el mensaje evangélico, para aborrecer sus
infaustas creencias religiosas y para introducirse en el concierto de los exégetas de la
renovada condición existencial.
acompaña de una banda sonora, de una argucia taumatúrgica, capaz de hacer retroceder
el Mal a los niveles de un estado emocional, difícilmente refrenable en los esquemas
pre-constituidos de la conciencia consecuencial e interrogativa. El olimpo parece
supervisar la falacia humana con el atrevimiento y el compromiso de los propios
mortales, que ambicionan abandonarse a las tempestades magnéticas del cosmos en la
esperanza, no de una resurrección, sino de una reedición bajo la mentís desnuda del
recuerdo. Como en el cuento de Borges, la apnea onírica (imaginativa) puede hacer
pensar en su permeabilidad en los infinitos modos del ser en su perturbabilidad
inconstante. La presencia del peligro (natural) activa las respuestas inmunitarias de los
predadores del tiempo litúrgico, que se delinea como la prueba palingenésica de la
contemporaneidad. Así la indiferencia asume el perfil de la resaca, del amparo de la
intemperancia de la naturaleza. A veces la perturbación fallida asume las connotaciones
de la catástrofe (al menos bajo el aspecto económico y social). El fatalismo productivo
puede convertirse en una nueva fuente de trabajo. En cuánto sinónimo de la estrategia
inventiva, su influencia acelera las prestaciones concretas de la ingente fuerza-trabajo,
pecaminosamente extrañas a las connotaciones identitarias. La palabra (que, para
Gottfried Benn, es el encuentro de la creación consigo misma) constituye, con la ayuda
de la ambición de participación, la nueva imagen del mundo. La argumentación se
asimila a las reglas redentoras del Medioevo, cuando los dogmas costeaban la perdición
con el sufrimiento. La videncia y la clarividencia se extinguen en el análisis seroterápico
del comportamiento objetivo (de las innumerables formas de existencias en los
callejones sin salida o en la cima de la historia, entendida como una vida documentada,
memorizada, a veces con un objetivo pedagógico declamatorio). El asociacionismo es
por tanto el precipitado histórico de la palabra, que se materializa en la argumentación.
condicionado por el estado de ánimo del contribuyente, que se siente siempre animado
por las decisiones institucionales.
poder político de amalgamarse con las necesidades cada vez más sentidas por las clases
sociales emergentes. La meta de tales agitaciones populares siempre es el Estado, que
por su compromiso ético deriva hacia el totalitarismo. La inversión de la tendencia, del
Estado a la sociedad civil, es perseguida por la «aldea global» de Marshall McLuhan,
con problemáticos resultados en continua revisión y adaptación a los escenarios, que
progresivamente demuestran ser reactivos a las implicaciones tecnológicas. La
evidencia, como suero vital de la actualidad, se somete a las manipulaciones de los
manipuladores de almas (de los publicistas, de los propagandistas) que «presencian» los
eventos, y proporcionándoles los eones de la vida humana. Los estereotipos se
convierten en modelos operativos, capaces de asegurar, aunque sea irregularmente, un
tipo de cohesión cultural, que se ofrece a la repulsa y a la refutación de quienes están
obstinados en encontrar, en la vida de los pueblos y de las naciones, la teleología de los
asentamientos institucionales más evidentes e irrefutables registrados por la historia. La
reivindicación extensiva está (implícitamente) invadida por la inviabilidad.
revoluciones ideológicas del siglo anterior, lleva a nivel planetario. Sin esta
inconfesable pretensión de «gestionar el mundo», no serían consecuentes las instancias
promovidas por las clases sociales emergentes y, en primer lugar, por la clase obrera,
más ocupada en pensar sobre el desarrollo industrial (y tecnológico). Falta, en esta
perspectiva, la preocupación por que sea propiamente la tecnología la que prometa un
nuevo tipo de selección social, que provoca el paro y el malestar existencial. La
sustitución del obrero por la máquina es progresiva a través de la robotización, que
asegura una continuidad no problemática y menos conflictiva que nunca en la cadena de
montaje. La «jaula de hierro», a la que hace referencia Max Weber, en La ética
protestante y el espíritu del capitalismo (1904), es un conjunto de normas, con poder
coercitivo. En realidad, las normas tienen la función de liberar el hombre del libre
albedrío, que aparece como una amenaza a su creatividad y solidaridad. También
Charlie Chaplin alude a los engranajes de la vida moderna, pero sin olvidar mostrar el
hombrecito destinado al perpetuum mobile de algún modo alentado por el resultado
feliz de su necesitada evolución gimnástica. La aparente alegría sin conciencia,
fustigada por la inexorabilidad estructural, se adecua a la reacción fallida de las
generaciones vanguardistas, destinadas a ser reemplazadas por aquellas que sean
capaces de elaborar y actuar con los antídotos identitarios con alcance e intensidad para
una época. La tecnología oscurece los límites de la decisión humana en su
exteriorización pánica y contingente. La concepción moderna de la realidad induce a un
pesimismo existencial, contra el que no existe únicamente el recurso estético de Arthur
Schopenhauer, sino también la actitud lúdica e incontinente, entendida como el único
destino azaroso posible del género humano en la trama indiciaria de las energías, que
compendian el universo, por su inconmensurabilidad infinita y por eso mismo
intrínsecamente impenetrable. La vida de los mortales está condicionada por el clima
natural, por las perturbaciones cósmicas, donde la imaginación humana sólo puede
elaborar criterios, principios de interpretación, que permiten tener alguna ventaja de
carácter práctico más que de carácter espiritual. El impulso del Dios de hierro satisface
las expectativas de sus exégetas. La capacidad de utilizar los recursos naturales para
fines determinados, los del género humano, satisface las peticiones cognoscitivas, que
promueven contextualmente el modo más conforme para que sean aceptables y –
deseablemente– ampliamente confortables.
736 RICCARDO CAMPA
El modernismo por lo tanto tiene un aspecto sacrificial como todas las religiones
pánicas, que reivindican para sus afiliados un grado de escepticismo (tangencial al
cinismo) que los salve de la perdición mental. El pop-art señala la indignación, que
aflige interiormente a los propios ejecutores de los objetos, de las mercancías a prueba
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 737
de inutilidades sedimentarias. Cada objeto, en efecto, una vez gastado, vuelve al status
quo ante, en el que el magma material lo absorbe, desestructurándolo progresivamente.
La sensación de impotencia, descrita por Michel Foucault en lo que Erving Goffman
denomina «instituciones globales», es pleonástica respecto al desengaño, que las
jóvenes generaciones del siglo XXI experimentan en una sociedad tecnológica en pleno
rendimiento productivo, frente al cual, debido a la exudación de los puestos de trabajo
de perfil genérico frente a la especialización, el paro aparece como inevitable y, desde el
punto de vista económico, necesario. La indisponibilidad de las jóvenes generaciones a
sacrificarse para diseñar una nueva forma de actuación se justifica por la irracionalidad
de la vuelta al pasado en una loca exaltación del pasado. La espera, por tanto, es el
único ancla de seguridad, aunque estigmatizado al considerarse vagamente
irresponsable. Y aunque la destreza moderna consistiera en ocultar las condiciones de
precariedad y hasta de opresión, que influyen en el terreno social de la llamada post-
modernidad, la elección aparece, no solamente inderogable, sino oportuna y
consecuente. Octavio Paz influido –probablemente por su estancia en la India como
diplomático– afirma que la modernidad «está completamente arrancada del pasado y
corre hacia adelante a una velocidad tan vertiginosa que no puede echar raíces, logrando
a duras penas sobrevivir de un día para otro, incapaz de volver a sus propios orígenes y
por tanto de reapropiarse de sus capacidades de renovación»44. La búsqueda de las
raíces consiste en cambio en volver a pensar el pasado, la labor de los cenáculos
medievales lleva a la conciencia moderna, oportunamente inspirada en las propias
instancias innovadoras del patrimonio cognoscitivo de la antigüedad clásica, que confía
a la reflexión secular las primeras nociones científicas del conocimiento (urbanísticos y
atomísticos). De Leucipo y Demócrito a Lucrecio, a Einstein, los componentes
liminares de la naturaleza son objeto de la reflexión científica.
los hombres y las mujeres modernas»45. La coherencia resume los esfuerzos, realizados
durante generaciones, para actualizar los programas de cohesión social, que permitan –
al menos de forma alegórica– el progreso.
compromiso ético y de los principios. La dialéctica del empresariado hace frente a las
condiciones reales, que se desarrollan, también para evitar que la vida estática permita,
como el ocio, afrontar drásticamente las problemáticas existenciales que,
tradicionalmente, recaen en el álveo de lo indeterminable, de lo indefinible y de lo
inconmensurable. El deseo –representado fenomenológicamente por Luis Buñuel–
corroe la tortuga del agnosticismo y solicita la ingeniosidad a reorganizar y a potenciar
terapéuticamente el teatro de la acción realizada para combatir la indiferencia. «Así el
capitalismo será disuelto por el calor producido por sus incandescentes energías»46. La
distribución de la riqueza según los principios equitativos y la iniciativa individual
frenan la lucha de clases y aseguran la convivencia pacífica. La división colectiva de los
incentivos prodigada por el trabajo permite disfrutar del tiempo libre. La modificación
pacífica del milieu cultural permite valorar las circunstancias naturales como el efecto
condicionante de las expectativas elaboradas artificialmente. El individuo, libre del
conflicto (de inspiración hobbesiana) cree en la creatividad colectiva, la que encuentra
las raíces neurálgicas de su inquietud existencial. La actitud a favor del equilibrio del
metabolismo natural (que queda contraseñada por los desequilibrios emotivos y
racionales) constituyen, en la sociedad tecnológica, las características providenciales del
trabajo y de la pasión: en síntesis, de la contingencia terrena, que queda despojada en su
inaccesibilidad cognitiva. La empresa humana subroga las matrices genéticas del ser en
su multiforme determinación y cumplimiento de la experiencia. La atracción religiosa
(mítica, sacra) asume connotaciones cada vez más estáticas (arcaicas) que no inciden, si
no es falsamente, sobre el curso de los acontecimientos, previstos e examinados por el
observador-perturbador de la naturaleza. La superación de la mercantilización de la
existencia es la meta en la que se desdobla el conjunto de la humanidad, en las
diferentes instituciones, configuradas ideológicamente de forma asertiva y dominante.
condición humana. El nihilismo burgués –vaticinado por una parte de la literatura del
siglo XX– supone la adhesión a un tipo de anti-cruzada religiosa, que reengendra el
espíritu del cuerpo (el corporativismo) y exalta el significado oculto de la pequeñez de
la existencia en el torbellino energético del cosmos. La mercantilización de la existencia
esconde la íntima satisfacción de los heresiarcas de las doctrinas consolidadas. Da
crédito al savoir-faire de los mortales en la dilación que quieren negociar con la muerte.
La religión pánica, que los angustia, no satisface su amor propio, pero lo vincula a la
cantidad de productos (de objetos) que con destreza logra introducir en el mercado,
considerado psicoanalíticamente como la fuente productora de los elementos
inanimados, que ilusoriamente en el tiempo –según Friedrich Engels– podrán
conformarse en entes (seres) animados. Lo inorgánico, intensamente visitado (y
elaborado en sus componentes) por la fantasía creativa, se supone que puede demostrar
el genus de lo que nace, crece y muere en la realidad efectiva. «Empujada por sus
impulsos –prevé Marx– y pos sus energías nihilistas, la burguesía abrirá las mamparas
de la política y de la cultura por dejar pasar las aguas de su némesis revolucionaria»47.
Los conflictos –las revoluciones– suceden en el mercado global, debido a la falta de
sintonía o a la inadecuada integración de los mercados sectoriales, regionales,
multinacionales. La experiencia asume así una valoración sagrada: permite reengendrar
la materia aparentemente inerte, que en realidad es depositaria de las energías latentes,
esperando ser manipuladas humanamente.
reciente. El área urbana tiende a configurarse como una zona franca, donde las
propensiones psíquicas y de actuación se manifiestan con el entusiasmo oculto de una
conquista (realizada con actitudes arcaicas). Los festivales de cine tienden a mistificar el
presente repitiendo el pasado de forma edulcorada, como un cautivante preludio de la
modernidad. La mitología popular se hace evidente en el cartel publicitario, donde
acampa, indiferentemente, tanto un desconocido como un personaje de la jet-set. La
vida humana parece discurrir, en los fotogramas, como un exuberante río cerca de la
desembocadura del mar.
regimentadas en los perímetros pisoteados y olvidados del terreno, sobre el que los
peatones se mueven. El contacto físico entre los caminantes es virtual ya que es difícil
que, en lo cotidiano, se manifiesta como consuetudinario o hasta como inevitable. A la
ostentación de las facultades predictivas individuales se opone el victimismo de otras,
que en la calle trasladan mentalmente su Gólgota y su ansiedad de resurrección. En la
calle las insolvencias existenciales y los éxitos sociales se confunden, sobre todo se ven
de lejos o de lo alto. La superfluidad y el frenesí se sintetizan: la dinámica de la
figuración (de la exteriorización) se corresponde con el modelo indiciario, acordado por
las innumerables pruebas indoloras, encomendadas por la costumbre y por la atonía
sentimental. El Mal, que serpea en las calles, resuena con los buenos propósitos de
quienes aceptan, resignados, la decadencia de la existencia. La inutilidad parece
garantizar la parsimonia de la gente común. El aburrimiento y el desaliento se esconden
en los pliegues del alma de los viandantes, de los animadores de la calle y de la plaza,
de los convites temporales y sin ningún efecto aparente sobre los recuerdos individuales
y colectivos. La calle, en efecto, es una lápida en perspicaz, continua elaboración, sobre
los riesgos de la constancia intuitiva y cognoscitiva. Todo lo que fluye, como en el río
de Heráclito, sustenta la esperanza. Cada peatón interioriza la autoridad de la calle o la
plaza, cuando se encomienda, en forma anónima, a la reactividad del prójimo.
la falta de una meta común que alcanzar con la ayuda de una carga ideológica que pueda
expresarse de forma didáctica. Las normas conductuales no exceden las toponimias y
las buenas maneras (admitiendo que este últimas sean practicadas como patrimonio
común de un número considerable –si no hasta relevante– de individuos). Durante el
momentáneo vagabundeo en la calle y en la plaza, las multitudes están sometidas a la
publicidad, que ostenta su anquilosis procedimental con amplias e improbables
promesas de bienestar. La garantía del maleficio, que puede atacar intelectualmente a
las personas que animan la escena, consiste en la influencia salvífica del necesitarismo
de las costumbres. Las personas atienden los mensajes, que se agolpan en los espacios
que recorren, con la desconfianza suscitada por la excesiva ingenuidad, con la que se
formulan. El descrédito estadístico es inherente a la versatilidad que a toda costa el
veredicto algebraico de las encuestas piensa como positivo: incluso cuando los
resultados no son prometedores, los hacen aparecer con una la sugestión in itinere de un
polinizador de variaciones positivas. La estadística no es solamente una metodología
que recapitula los acontecimientos, sino también una teleología anagramada, que
permite que las personas infravaloren sus convicciones, alcanzadas con la práctica
activa y consecuencial.
∗
Término acuñado por vez primera por Alfred Barr (1936) para designar el movimiento artístico que
comenzó en el siglo XX y que se define por fijar su atención en el poder de la vida natural (N.T.).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 761
restablecen, en clave hermenéutica, las clases sociales, según la visión, que se haga de la
circunspecta preeminencia de los espacios deprimidos. La arquitectura moderna intenta
sustraer la política moderna a la fatalidad, recreada por Fiódor Dostoievski: en la
combinación del odio hacia las personas y del amor a la humanidad. El ambiente
condiciona el modo de pensar y de actuar de las generaciones de la segunda postguerra,
influidas por la seta atómica de Hiroshima y de Nagasaki y del conflicto ideológico
caracterizado por el dualismo irreverente del Muro de Berlín. El recurso al pasado tiene
un fundamento catártico y terapéutico: el Invisible Man (1952) de Ralph Ellison y El
tambor de hojalata (1959) de Günter Grass representan, respectivamente, el Harlem y
Gdańsk de los años Treinta, del período en el que el demonio de la historia serpea como
un ardor volcánico sobre la faz de la tierra. Los fuegos del incendio están presentes en
Europa continental, en Europa mediterránea y en el Lejano Oriente (Japón y China). La
apoteósica exigencia de una ampliación de la uniformidad del mundo, a la medida de
una única etnia celebrada culturalmente, también señala la decadencia de una conducta
moral del género humano en su problemática eficacia. «La separación entre el espíritu
moderno y el entorno modernizado ha sido una de las principales fuentes de angustia y
de reflexión al final de la década de los Cincuenta. Mientras la década transcurrió
lentamente, las personas más fantasiosas fueron cada vez más decididas, no sólo a darse
cuenta de la existencia de este enorme abismo, sino también a llenarlo, mediante el arte,
el pensamiento y la acción. Éste fue el deseo que inspiró libros muy diferentes entre sí
como The Human Condition de Hnnah Arendt, Advertisements for Myself de Norman
Mailer, Life against Death de Norman O. Brown y Groving Up Absurd de Paul
Goodman»49. La confesión y la alocución coinciden en confirmar, para superar la crisis
espiritual que causa la agitación intestina de los años Treinta, el renovado interés
ambiental.
gaélica, evocada por Jorge Luis Borges, y la acrobática figuración del bufón. El
debilitamiento de la grandeza trágica se degrada en la comedia de los alcahuetes. La
despreocupación tiene una conformación hierática, que influye indolentemente en los
eones de un tiempo que aún no se ha manifestado. El arte de Claes Oldenburg «que
ayuda a las señoras a cruzar la calle» aflige una apoteósica insolvencia como las
generaciones, que se preparan a doblar la esquina del siglo XX y de forma proditoria a
fingirse disponibles para cualquier empresa, que huya de la hinchazón endémica de la
humanidad: el conflicto, la prepotencia, la desvergüenza, la afirmación.
cánones artísticos, con los que el público hace fluir las alegorías de la mente, como si
fueran miradas retráctiles de la fibrilación eficaz. Las diferencias, reflejadas en el
microcosmos de las compañías de mercenarios (artísticos), designan casi
involuntariamente la nueva, y arcaica, conformación del mundo. Falta, en su hechizo, el
refugio en su sentido tradicional. Este se ha convertido si acaso en el viento, en la
prometeica vocación a la permanencia en la ficción del cambio, que parece exorcizar el
crimen, el descrédito de la cohesión humana. Queda, como interlocutor del silencio
bíblico de los saltimbanquis, el vocabulario: la destreza expresiva del gesto, la palabra.
La alusión compendia la interconexión entre la acción y su estilema mental, entre lo que
se puede engendrar en el aire y lo que se dispersa por la imperiosa profilaxis
regenerativa. El funámbulo preconiza el acto, que no se cumple si no en la improbable,
vehemente ejecución. El funámbulo es el epigrama del deslizamiento veloz, que
obscurece las mentes evidentes según las adicciones misterosóficas.
La distancia entre las personas, los lugares y los objetos se reduce en la sociedad
moderna, caracterizada por una libertad acompañada de prohibiciones. El laberinto,
descrito por Borges, se propone en clave iconográfica, en su sofisticada enucleación de
la Nada compendiada en una entidad aparentemente concreta e ineludiblemente
frustrante. El recorrido ideal de los seres es afectivo, sublimado –del Orlando furioso de
Ludovico Ariosto al Hombre sin atributos de Robert Musil– por la evasión aérea. Paul
De Man considera que la modernidad coincide con el punto cero de la experiencia
renovada (olvidando de las referencias del pasado). El fin de la historia se realiza
magnificando el presente, por su naturaleza críptica e insolvente, al menos en lo que
concierne a las visiones de las generaciones computarizadas. Pero el pasado, aunque sea
como una apódosis del recuerdo, no desaparece de la perspectiva humana, que lo
reaviva refutándolo. Lo «privado» está destinado a custodiar el pasado, los
acontecimientos y los hechos entregados a la valoración global, como un salvoconducto
para la eternidad (polvorienta, llena de pretensiones extinguidas en la inutilidad). La
disolución, sin embargo, es una categoría que sustituye la transformación para hacer
menos perentorio el descuido y más aquiescente el olvido. La intimidad se perfila como
un espacio inconmensurable, en el que se pronostica la inexistencia de leyes, que
diriman así la imperfección. El infinito nominal se encuentra por tanto dentro de cada
individuo, obligado, superficialmente, a rendir cuentas con la contingencia terrena y con
los conflictos de competencia con sus semejantes. La obsesión de los fantasmas de
764 RICCARDO CAMPA
exorcizadas por la guerra con un fin predatorio, y con las formas adecuadas para
establecer un equilibrio económico y estructural entre los países interesados en la
integración e interacción con los sectores más fructíferos para el desarrollo general. El
progreso se somete por tanto a una compleja valoración exegética, realizado bajo las
perspectivas institucionalmente más conformes a los derechos positivos, a la igualdad
de sexo, de raza, de opinión, en la confrontación competitiva del mercado.
grupo: de los antiglobalización; de los verdes; de los hijos del Sol, etcétera). Estas
constituyen las compensaciones espirituales de las uniformidades, impuestas por el
necesitarismo económico y por el compromiso del comportamiento (ética). La
racionalidad sustancial y la racionalidad funcional –según la terminología propuesta por
Max Weber– refleja la distinción entre los valores y los medios empleados para
perseguirlos. La comunidad humana se siente invadida por las corrientes ideales de
diverso signo que, aunque no encuentren una inmediata aplicación, influyen de modo
más o menos intencional sobre el proceso cognoscitivo y de actuación en vigor. El
neoconservadurismo incluye en su preceptiva política el reconocimiento de algunas
variables éticas, propuestas por los movimientos que persiguen la innovación
institucional. La recurrente crisis petrolífera consolida las tradiciones nacionales y
vincula las preocupaciones a la sobriedad y al rigor. El progreso, aunque no sea
rebatido, ni por la derecha ni por la izquierda, se redimensiona en sus efectos benéficos
con la presencia de los condicionamientos conductuales, que determina a nivel mundial.
El nacionalismo autoritario es una actitud sumisa al cambio planetario, impuesto por el
proceso tecnológico. La literatura de la decadencia de la civilización occidental retoma
un flébil vigor y alimenta el nihilismo, que anima sobre todo las corrientes xenófobas,
decididas interponer una barrera en la relación razas y etnias, debido a la migración
bíblica, que se realiza, a finales del siglo XX, desde las áreas política y económicamente
deprimidas a las regiones donde se garantizan los derechos civiles y de la dignidad del
hombre, independientemente de sus connotaciones culturales. La solicitud de
emancipación en parte se satisface y en parte se deniega (con una limitación
cuantitativa) en los países que pueden contestar a las premuras éticas, que sitúa a nivel
planetario el fenómeno de la migración. La aristotélica falta de autenticidad del
humanismo político anima la discusión política contemporánea. Los países de América
Latina, tras un largo periodo de corrientes políticas autoritarias, adoptan la democracia,
entendida como el instrumento de participación colectiva, que puede garantizar, con un
grado de negociada igualdad social, de forma más convincente, el acceso a la
participación colectiva, tanto a nivel institucional, como a nivel conductual. La ética de
la confrontación alimenta un nuevo modo de entender la presencia individual en el
universo político, caracterizado por las garantías jurídicas que son contrarias al abuso, al
vilipendio y la indebida interferencia en la intimidad de los sujetos individuales, libres
de practicar sus creencias en la contingencia terrena y en la plusvalía celeste. Las
democracias combaten la conspiración del silencio: revelan las decisiones colectivas
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 771
como la fuente inagotable del pensamiento, que medita sobre los fastigios y sobre los
desastres del universo, en su versatilidad eternamente infantil y en su inexorable
decadencia. La Nada disfraza las intenciones de frustrar las realizaciones, realizadas por
el intelecto agente en sintonía, dentro de lo posible, con las instancias (geofísicas) del
cosmos. La incredulidad es desviante: tiende a desplazar a «otro» hemisferio conceptual
lo que aparece insolvente en el que se practica. El retorno al estado inorgánico de los
individuos asegura la permanencia de la especie. El paradójico tesón de la naturaleza
con los cuerpos vitales singulares tiene como finalidad el restablecimiento de la
presencia del género humano en el metabolismo cósmico. La contradicción de la
existencia es su fuente vital. En lo interno de esta constatación se ejercita la actitud
cognoscitiva, homologadora, de los fenómenos naturales, en el intento de demonizarlos
y de contrastarlos con los recursos de la artificialidad, de la prueba creadora del homo
faber. La anomalía natural se identifica con la razón humana, con el bagaje de nociones
adquiridas con la lógica y con la correlación de los factores análogos y diferentes, según
modelos ideales, elaborados como unidad de medida, generalmente indiferenciada (a
nivel experimental y a nivel artificial). La cultura juzga la naturaleza con fines
supersticiosos, casi como para asechar su curso y conocer sus reglas (si se pueden como
tales lanzar como hipótesis).
El privilegio, por tanto, se perfila cada vez más como un fenómeno artificial, que
puede redimensionarse por la «igualdad ecuménica», garantizada por la razón. La
especie, en efecto, prevalece a nivel natural y normativo. El fundamento de la
institución se halla en las formulaciones de principio, en la agregación, en la asociación,
en el contrato (el matrimonio, la unión civil, la ayuda mutua). El proselitismo, en sus
expresiones más edificantes, es una invitación a la igualdad (y, en sentido deformado, a
la uniformidad). El determinismo invalidante se combate con la convicción que las fases
de desarrollo del género humano han de ser determinadas por la conciencia operante de
sus propios miembros. El azar y la necesidad son las categorías –pedagógicamente
presentadas por Jacques Monod– con las que los individuos se identifican en el proceso
natural, no tanto como habitantes, cuanto sobretodo, al menos ilusoriamente, como sus
conscientes inventores. La conciencia humana es a posteriori: se ejerce con la ayuda de
las experiencias realizadas por necesidad, pero bajo el perfil de la infausta
determinación. La pertenencia es el tejido conectivo de las culturas, incluso antes que
las agregaciones, por motivos de inmediatez y utilidad. La cultura discurre por tanto
entre lo que está condicionado por el pasado y lo que se piensa que va a ocurrir en el
presente adelantando el futuro. La experiencia es una categoría de particular relevancia
exegética en cuanto que da forma morfológica a las actividades, realizadas en el ámbito
o en las tensiones de la comunidad, en la que aparece como oportuna, si no hasta como
inevitable. La emancipación todavía in itinere constituye el antecedente lógico de
cualquier resolución cognitiva, en beneficio de los individuos que actúan en un
consorcio normativo, dotado de los criterios de reconocimiento y (por lo tanto) de
modificación.
La diversidad consiste por lo tanto en la multiplicidad de los modos, con los que
se afronta la experiencia (en sus formas naturales, originarias, y en sus formas
artificiales, sofisticadas). La correlación, si no hasta la armonización, de la multitud de
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 781
Con una «puesta al día toponímica», Marcel Proust (en la Búsqueda del tiempo
perdido), Robert Musil (en el Hombre sin atributos), Michael Bulgakov (en El Maestro
y Margarita), José Saramago (en El Evangelio según Jesucristo) se ejercen
lingüísticamente a configurar como todavía alcanzable una época remota, pero que
todavía no náufraga en el olvido. El reconocimiento de las experiencias cumplidas por
la especie humana en la noche de los tiempos amplía el volumen de la decadencia y
reengendra la idea del fin (al menos aplazando la definición de una fecha concreta y en
todo caso, en apariencia, inimaginable). La modernidad hace aparecer la presencia del
observador-perturbador de la naturaleza como un personaje que agrede el tiempo que
trascurre (como un viajero flemático que se arroja contra la puerta del último vagón de
un tren en movimiento hacia un anotado o desconocido [durante el totalitarismo]
destino). El mito de los orígenes no es otro que un espacio mental, sujeto a la
especulación conceptual, en el intento de asegurar a la precariedad una consolidación,
aunque sea imaginaria (virtual, como ocurre en el hiperuranio mediático). La
modernidad frustra el nomadismo. El llamado supermercado turístico de la soledad
consiste en permear el deseo de estar en otro lugar con la conciencia de participar con la
sensibilidad, ayudada de la visión, del carácter textual de la visión y de la circunstancia
real. La contemporaneidad de los acontecimientos y su participación a nivel planetario
hace prescriptible la curiosidad de identificarlos y de describirlos con los usuales
instrumentos de la interpretación y de la fiabilidad. La subsidiariedad de los
786 RICCARDO CAMPA
se puede creer, quizás, a primera vista, que entonces ya no sea tampoco lícito valorar
probabilidades dejándose guiar por la experiencia, experiencia que generalmente, como
es conocido, consiste en la observación de las frecuencias. En la estadística, por
ejemplo, solo se procede así, y no se está seguro que se pueda renunciar a tal
convicción, a tal procedimiento»65. La autenticidad de la hipótesis se realiza en la
plausibilidad del enunciado, que se deduce de la experiencia (entendida como un
proceso de investigación vinculado científicamente).
ilegítimamente los que querían exiliarlo creyendo que eran más científicas incluso otras
definiciones por el único motivo de ser vacías»67. La tergiversación en la valoración de
las pruebas, realizada para simular un acontecimiento, consiste en mantener la
frecuencia-límite prácticamente igual a la frecuencia-observada. La contraposición entre
la eventualidad y la evidencia es un pretexto: la evidencia se hereda de la aleatoriedad.
«Uno de los puntos sobre los que insiste John Maynard Keynes es el hecho de que la
probabilidad de un acontecimiento no tiene sentido si no es relativamente a un cierto
estado de conocimiento, que el siempre usa y por lo tanto lo indica explícitamente.
Concuerda con ello Harold Jeffreys; y también Hans Reichenbach. Para insistir mejor
sobre este punto Keynes prefiere hablar no tanto de la probabilidad de un
acontecimiento como de la afirmación que se tiene que verificar (supuesta una
determinada afirmación) y da por cierta la idea de que la probabilidad no existe en el
mundo de los hechos concretos, sino en el reino de la abstracción del pensamiento
humano»68. La dicotomía abstracción-concreto se somete a una prejudicial declaración
de intenciones, que no se confirma en el acto del pensar. La abstracción, en efecto, no es
el a priori del conocimiento, sino la elaboración sistémica de los datos espontáneos de
la experiencia, que el consenso expositivo y argumentativo convierte en afirmaciones de
principio, a los que hacen referencia la inventiva y la acción. La verdad y la falsedad
interfieren entre sí y están en equilibrio. La habilidad cognoscitiva consiste en
interceptar el punto de interacción de ambas y aprovecharse en el plano didáctico y
conductual. Se consigue que la disputa relativa a la subjetividad y a la objetividad de la
probabilidad sea un ejercicio dialéctico a fondo perdido. La problematicidad, que la
informa, es parte integrante de la subjetividad y la objetividad, entendidas como
categorías interpretativas de la realidad, coordinadas entre sí para conseguir el mismo
objetivo. Aunque la aproximación a la identificación de un acontecimiento, a través del
empleo de la probabilidad, es o parece estrechamente personal, el resultado de la
habilidad epistemológica es de naturaleza objetiva. La subjetividad, para asumir una
validez de conocimiento, es invitada a utilizar categorías objetivas (que se pueden
compartir de forma general y omnicomprensiva). El subjetivo protagonismo
interpretativo del acontecimiento, deducido por la incertidumbre, no explota al intentar
objetivar su sentido. La relatividad del juicio no contrasta, ni con la subjetividad de la
formulación, ni con la objetividad del cumplimiento de la finalidad aplicativa, práctica.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 793
21. LA PRECARIEDAD
La precariedad ejerce una influencia sensible sobre las masas, cuyo carácter
emotivo depende de la escenografía, de la parenética representación del polimorfismo
de los entes y de las cosas. La inestabilidad de las contracciones nucleares es como el
genus de la propedéutica compulsiva de las generaciones contemporáneas. La
experiencia desarrolla un papel fundamental en la equimosis de la conformación
emotiva. La reacción sensible sintetiza la convicción o la vuelve escrutable más allá del
límite del convencionalismo. La eficacia experimental se debilita en la abstracción, que
es difícilmente perceptible en la uniformidad propositiva y de acción del universo social
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 799
objetivas. La sustitución de los fines por las causas inmuniza a la investigación de las
complicaciones fideístas, y al menos en principio (aunque no completamente), de los
condicionamientos ideológicos. «La libertad humana de la ciencia no es neutra, es
ambigua, compuesta a la vez de bien y de mal»2. En la medida en que la complejidad de
la materia, objeto de la investigación científica, se presente de forma ineludible, la
metodología, con la que se representa, aparece de forma artificial. La especialización de
la investigación ayuda a diseñar el conocimiento sectorial, que se aleja del finalismo
tradicional tendiendo a aumentar las unidades explicativas como si fueran un concierto
de enigmas, que se desarrollan en hipótesis, conjeturas, simples fricciones de
(imperturbables) obviedades. La maniaca conformación de las nociones en un puzzle
hace más extrovertido el efecto de las convenciones y las legalizaciones cognoscitivas.
El espíritu de sistema autoriza fenomenológicamente la especialización.
La estimulación del conocimiento se realiza en un régimen de sucesiones y
congruencias. La categoría, que la hace explícita y competitiva frente a la
contemplación (pasiva) es el tiempo, la cuantificación de los fenómenos destacados con
la existencia de una instrumentación que los actualiza con el sentido de una expectativa
salvífica y providencial. Pero el tiempo –como afirma san Agustín en las Confesiones–
difícilmente se configura en un proceso que sea indiferente a las mociones de confianza
o desconfianza de los mortales respecto al menos a su transcendencia. «Dificultad
suplementaria: los términos que buscan atrapar el tiempo, definirlo, incluso medirlo, se
explican en un lenguaje espacial»3. La alteración de la memoria –la confusión mental–
puede conciliar el tiempo y el espacio entre sí en el sentido de hacerlos de forma
recíproca complementarios y explicativos de las instancias existenciales, promovidas
por el género humano en sus diferentes fases de intermediación entre el si intimista y su
múltiple exteriorización.
En el microcosmos, el espacio-tiempo de Minkovski-Einstein, adquiere
connotaciones cognoscitivas en su «relativa» congruencia. El tiempo es relativamente
hablando la cuarta dimensión del espacio. La permanencia y la anulación de los
acontecimientos se manifiestan según análisis emotivos, registrados por el intelecto. La
razón es por tanto la que regula los efectos emotivos, provocados por las circunstancias,
donde se manifiestan los acontecimientos (reales e imaginarios), que contribuyen a
configurar la realidad, tal como se representa sintónica o distónicamente en la
experiencia. El mecanismo de la memoria se identifica con la estructuración (o la
desestructuración) de los fenómenos, que la fantasía imitativa y la sistemática
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 801
de familiaridad con lo que ocurre –usando una expresión de José Ortega y Gasset– en
las circunstancias inmediatas).
La radiactividad permite datar los objetos y los acontecimientos según una
escala de concausas y procesos. El tiempo de la creación es –según Henri Bergson– la
epopeya de la eventualidad y la comprobación. Las causas de los fenómenos se
desenvuelven a veces en los procesos sin en todo caso identificarse. «Además, Einstein
incluye de forma matemática el tiempo variable en la intimidad misma del fenómeno
observado: este tiempo que era cantidad, lo transforma en esencia específica, es decir,
en cualidad»5. El «tiempo local» de Hermann Minkowski se perfila como la medida de
los fenómenos delimitada por las instancias reguladoras de sus encuestas y sus
verificaciones. La transformación de la materia en energía y viceversa connota las fases
discrecionales de la investigación, pero atenaza la expectativa salvífica del género
humano en las evoluciones del cosmos y en sus consiguientes exigencias energéticas.
Las barreras temporales, que se deducen de la representación relativista del universo, no
acceden al carácter visionario, al profetismo imaginativo de la literatura pietista y
providencial. La sucesión de los fenómenos, en efecto, es irreversible, al contrario de lo
que se practica en el pensamiento, que es esencialmente reversible. También la
experiencia religiosa, metafísica, se somete a las variables explicativas de la realidad
efectiva. «Los místicos –escribe Jean Wahl– empleaban la palabra experiencia; para
ellos hay experiencias de lo divino, es pues el sentido tradicional de experiencia el que
William James utiliza. La expresión: “la diversidad de la experiencia religiosa” nos
parece de gran importancia, pues nos sentimos confrontados al siguiente problema:
¿existe una experiencia metafísica o existen experiencias metafísicas? Y vemos que
James sugiere que existe diversidad en la experiencia religiosa, y sin duda podemos
decir que hay experiencias religiosas diversas»6. El cambio y la diversidad (Heráclito)
contrasta aparentemente (según Martin Heidegger) con la estabilidad y la continuidad
(Parménides). La ciencia moderna cree en la complementariedad (bajo forma de unidad
representativa). «en el fondo, nos dice Heidegger, todos los grandes filósofos han estado
en presencia de una sola y única verdad que simplemente han explicado de diferente
forma»7. Las diferencias de expresión esconden las divergencias de visión. Las palabras
inducen a la unidad y hasta a la uniformidad, aunque sobreentienden todas las reservas
mentales, que una actitud de este tipo comporta. La condena de cualquier tipo de
ambigüedad (también la lingüística) no teme la actitud metafísica en cuánto que se
identifica con el curso forzoso (de la investigación) de las causas de los fenómenos. El
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 803
los colores se hace esencia la maraña de las energías que dan vida y oportunidad a las
figuras y a sus dimensiones connotativas. La fidelidad a la naturaleza es cada vez menos
determinante para los objetivos de la realización artística. El objeto es escrutado en su
consistencia como las figuras en su determinación genética, quintasencial. La
abstracción es la forma consecuente de las conformaciones energéticas: satisface una
exigencia primaria, originaria, que no puede ser desatendida sin desviar su carga
expresiva. La práctica de la «revelación» comprende el arte abstracto, la primordial
magnificencia de la luz, que influye en la percepción de los entes, que se consolidan
prometeicamente en la realidad efectiva. En este orden de ideas, el arte abstracto y la
física del microcosmos se parecen en la intensidad medida de la actitud creadora en su
versión humana y divina (casual). La esencialidad es huidiza o está continuamente
pospuesta, según las actitudes conceptuales, con los que el artista y el científico afrontan
la urdimbre de sus premoniciones, de sus previsiones y de sus argumentaciones lógicas.
La aprensión cosmológica influye en todas las iniciativas, dirigidas a encontrar en la
naturaleza los fundamentos de sus potencialidades energéticas y contextualmente
expresivas. «El mismo Van Gogh dice que los pintores modernos son pintores
pensadores, pero sobre los más antiguos, podríamos decir cosas análogas, con esta única
diferencia, que su pensamiento no se realiza al mismo nivel de contrastes personales;
viven del pensamiento de la época»9. El contraste como sucede en la filosofía antigua
griega regula el organigrama de sus creaciones.
plenarias, en las que se espera una señal de la divinidad que sustenta la creación. El
éxtasis de las multitudes, acampada en los márgenes de las metrópolis, coincide
discráticamente, casi siempre, con el enriquecimiento de algunos gurús, de los santones
del aspecto emancipado e inquietante. Cuando el aprendizaje de los incrédulos se
consolida en el proceso, los encuentros se disuelven como la niebla ante el sol. Y se
aproximan otras resoluciones cognitivas del misticismo de barricada. El ímpetu
religioso siempre se reconoce en la afligida intervención de las fuerzas del orden.
Paradójicamente, los hechos boulevardiers del misticismo contemporáneo parecen
presagiar el ímpetu de los poderes constituidos y quererlos exorcizar con los cantos y
puestas en escena descaradamente irrefrenables. El dios de los nuevos sacerdotes del sol
parecen disociarse temperamentalmente de sus propios partidarios. La pasividad se
configura por tanto como una provocación respecto al sistema productivo, distributivo,
retributivo. La fenomenología del indulto se manifiesta en las cotizaciones bursátiles de
los títulos de las sociedades económicas que sacan provecho de cualquier manifestación
de masas. La representación del disenso se presta a la ratificación de los bienes de
consumo, eximida por el gasto de la publicidad preventiva, necesaria para ensayar las
atenciones, más o menos explícitas, si no hasta insólitas y silentes, del público. Gabriel
Marcel sustenta que la posesión de las cosas es superficial y que por lo tanto no
menoscaba la convicción, a su vez, consentida o controvertida.
La «movilidad universal» absuelve cualquier forma de ataraxia (consuetudinaria
o excepcional). La reflexión sobre las características del movimiento genera el
desaliento de quienes se proponen extrañarse en el intento de tener un contacto ideal con
Dios. Heidegger sustenta que el ser en el mundo no permite pensarlo y por lo tanto
mirarlo desde fuera de la participación individual intuitiva. A la interiorización de los
propósitos de actuación a nivel individual corresponden por lo tanto las emolientes
propulsiones determinativas del mundo. La instantaneidad, ya presente en el
Parménides de Platón, se conjuga con el absurdo. La transformación de un estadio del
ser en otro se realiza en un «momento» no homologable en el conocimiento efectivo.
Las categorías de la causalidad y de la casualidad son indicativas, no explicativas, de lo
que se modifica en la realidad, más allá de la voluntad humana, pero con su presencia
perturbadora en los sistemas energéticos, sobre los que gravita. El conocimiento es por
lo tanto el resultado de la valoración conductual de la modificación de los campos
energéticos, en los que el obrar humano encuentra las pruebas de su propio tesón. Los
resultados prácticos (concretos) de las iniciativas humanas se resuelven en los entes (en
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 813
los objetos) en los que no se permiten los secretos del cosmos (que, naturalmente,
quedan como el hemisferio de las siguientes, posibles revelaciones). Los
descubrimientos científicos del cosmos, que se piensa que es inconmensurable, revelan
su campo de atracción en el laboratorio. La autenticidad de las afirmaciones depende de
la conveniencia de los instrumentos (ideales y artificiales) inventados para verificar la
valencia cognitiva de las intuiciones, de las argumentaciones y de las
experimentaciones. El mundo como idea –según Immanuel Kant– significa su íntima
inaccesibilidad a la investigación cognoscitiva y modificadora de parte de los
observadores-detectores de los campos energéticos sometidos a examen. La experiencia
metafísica por lo tanto concierne el aspecto evidente de la realidad, que queda
connotada kantianamente con las categorías cognoscitivas que se practican en la lógica
consecuencial. La mediación realizada por las imágenes permite sancionar la
terminología con la que se asumen, en el ámbito explicativo, las aportaciones de lo
continuo y lo discontinuo de la investigación experimental.
La dicotomía concepto-imagen tiene un sentido pedagógico. De hecho, el uno es
la anticipación de la otra; y ambos giran hacia las frecuencias moduladas de la realidad.
Jaspers los considera cifras de la transcendencia. El significado del ser no puede
reducirse al predicado, que no contiene eficazmente las dos categorías descriptivas y
representativas del ser. La «zona sombreada» entre la palabra y su representación es, en
efecto, la atmósfera de la regeneración. La inteligibilidad del ser –según Blaise Pascal y
san Agustín– es el secreto de Dios. La búsqueda del hombre tiene su inicio en el abismo
de la creatividad donde encontrar las huellas de la potestad divina. Las religiones
utilizan el recurso a las creencias genéticamente consolidadas, reelaboran los dichos, las
fabulaciones y la memoria en expresiones sistemáticas. La actitud visionaria, el
profetismo y la evangelización son las fases de la creencia popular de sugestiones
permanentes en el tiempo, que reflejan la intemperancia de la inquietud existencial. La
percepción del infinito es el motivo que denota la transcendencia, que se atiene a la
problemática permeabilidad de la experiencia. Pascal afirma, en efecto, que «le silence
de ces espaces infinis m’effraie». El principio de indeterminación de Werner
Heisenberg y el principio de complementariedad de Niels Bohr satisfacen la exigencia
del pensamiento contemporáneo, que tiende a significar la experiencia mediante una
creencia fenomenológica antes que con un sentido teológico y espiritual. La
contradicción de las posiciones cognoscitivas ayuda a perfilar con mayor aproximación
la teleología del universo en expansión y en continuo cambio. Estas posiciones
814 RICCARDO CAMPA
atómica, la decadencia de las sustancias radiactivas y sus isótopos son los índices de la
continua metamorfosis de la realidad. El láser contribuye a aumentar la información
sobre el espacio y sobre el tiempo, constituyendo un eficaz apoyo de la cibernética (y
por lo tanto a las calculadoras electrónicas). La predicción estadístico-funcional
responde a la intemperancia microscópica de la naturaleza, que concierne a los aspectos
más inquietantes del cálculo existencial: de la valoración de las cotizaciones de
frecuencia de la dinámica de la quintaesencia (de las partículas subatómicas) de la
naturaleza depende –en su conjetura conceptual– la permanencia de lo existente (del
universo tal como se presenta a la observación contemporánea). La interioridad es la
conciencia del tiempo: la mitología, la religión contribuyen a demostrar en forma
alegórica «los inicios», el alfa y posiblemente la omega de lo que las generaciones
anhelan anagramar en términos predictivos. La acción se compagina con el tiempo y lo
redime del olvido y de la perdición. El esoterismo, en efecto, se pliega a una enervante
extemporaneidad, que lo hace inaccesible al sentido común. «El crecimiento técnico y
económico indefinido –escribe Bernard Charbonneau– es a la vez el hecho y el dogma
fundamental de nuestro tiempo, como la inmutabilidad de un orden a la vez natural y
divino lo fue del pasado»17. La creencia en su significado tradicional se eclipsa en la
incertidumbre cotidiana. Ella sigue teniendo una fuerte influencia sobre las
comunidades apartadas por el impulso telemático. La idealidad es económicamente un
atributo de los órdenes consolidados institucional y jurídicamente. La agitación social
da un salto telúrico, que la humanidad imagina que tendrá que afrontar.
La autoridad científica y el poder tecnológico parecen supervisar la vida de la
humanidad. Efectivamente, los aspectos de esta nueva fase de la vida comunitaria son el
resultado de un coherente proceso cognitivo y explicativo, que se inaugura en el
Renacimiento y con la llegada al Nuevo Mundo, con una nueva dimensión del espacio
cósmico, entendido como el escenario de la imaginación y de la acción del género
humano. El espacio magnifica el recuerdo, la nostalgia y prefigura ámbitos inéditos de
la creatividad intersubjetiva. «El espacio social, primero biomórfico y antropológico –
afirma Henri Lefebvre– tiende a desbordar esta inmediatez. De modo que nada me
desaparece completamente; lo que subsiste no se sabrá definir solo por la traza o el
recuerdo o la supervivencia que deje. Lo anterior, en el espacio, es el soporte de los que
sigue… El espacio, así concebido, podría llamarse “inorgánico”. En la inmediatez de la
relación entre los grupos, entre los miembros de cada grupo, de la “sociedad” con la
naturaleza, el espacio ocupado muestra sobre el terreno la organización de las
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 821
radical al sistema político global (de todas las actitudes mentales y prácticas de los
individuos, de los sujetos de derechos individuales). El dinero (la propiedad) es
imputado por la exegética subjetivista (y por lo tanto eversiva). El pensamiento
individual es inducido a conformarse a los preceptos institucionales. La revuelta se
considera una enfermedad o un acto de acusación inmotivado y falto de significación
conceptual. El fin de la lucha de clase en las sociedades ideológicamente integradas y la
supresión del sindicalismo acuden a delimitar y a ahogar el disenso. Se solapa la
opresión y no se presta a la espectacularidad, excepto en los casos extremos, en los que
la reacción mundial se encarga de exorcizar el mal sedentario mediante las llamadas y
las manifestaciones en las diversas áreas creídas liberales. «También, esperando la
parusía, cada uno a su trabajo. La sociedad más justa es la que hace mejor la
Revolución, es decir, la Producción»25. La planificación del trabajo y de la producción
santifica las expectativas institucionales, que hacen abstracción de la insignificancia de
la condición humana y la influencia del clima y de las estaciones. El privilegio, aunque
se haga evidente, no hace parte del léxico ideológico y del examen político. La
ideología demuestra ser el coeficiente más eficaz de la técnica. El culto de la
personalidad se justifica con el éxito en las decisiones de particular gravedad y de
injerencia en la acción popular. Las masas, atrincheradas en los perímetros espectrales
de las plazas, participan mediante personas interpuestas en las acrobacias del poder. El
éxito militar es el testigo de la constancia de la revolución. El orden social se basa en la
ciencia, en la técnica, en la economía. Las fuerzas armadas presiden su razón de ser. Las
sociedades de plástico (socialista y capitalista) se disputan con dos métodos opuestos de
prohibición la uniformidad del género humano. La herejía es expulsada. Los alambiques
de la vida, las costumbres representan visualmente las creencias, que en realidad
uniformizan los principios redentores de la soberanía del Estado nacional. La
internacional socialista, en efecto, se encarga de la gestión de los movimientos que
actúan en Europa y en algunas áreas orientales (predominantemente en China) según
prospecciones rituales de las ideologías, a veces compromisorias. El resultado positivo
en este dualismo consiste en la adquisición de los derechos de los trabajadores y las
prerrogativas dialécticas entre el trabajo y el capital en las regiones, donde la
producción contribuye a mejorar las llamadas condiciones objetivas. «¿Tendría razón el
padre Teilhard, el Plástico será el Espíritu Santo?»26. La precariedad condena las
ideologías a la decadencia si no a la extinción, en el intento de promover el bienestar sin
828 RICCARDO CAMPA
pérdida del sentido común no es ocasional: nace de la obstinación, con la que algunos
déspotas se presentan disfrazados de reformadores sociales. La escenografía hechiza los
albaceas al punto de reducirlos a la sumisión. Las figuras del trabajador, del empresario,
sobresalen en el imaginario colectivo en beneficio de los entusiastas flébiles, que
acomodan al poder como el receptáculo de una antigua fascinación, de una inverecunda
magia.
condición humana. La eficacia y la ineficacia son las categorías que administra el gran
Autómata. La climatización del habitat comunitario sintetiza las formas dirigidas
artificialmente a uniformar el milieu cultural, donde se desarrolla la vida cotidiana. La
vulgarización de los descubrimientos científicos y tecnológicos satisface la exigencia
primaria de la participación colectiva. La ecología consiste en admitir y rechazar los
aspectos más inquietantes (para la salud pública) de la producción industrial como si
fueran combustibles nocivos. La consolidada relación entre el hombre y el universo se
transforma en la tensión entre la libertad y la organización. El perfeccionamiento
técnico se vuelve automáticamente moral. La ciencia no tiene una connotación ética
preliminar: si lo tuviera, no sería objetiva. El progreso contradice la tradición y la
necesidad tecnológica no la toma en consideración. El radicalismo necesitarista vivifica
el «espíritu de sistema». La organización asecha la democracia que, para ser eficaz,
tiene que confiar en un quantum de conocimientos objetivo. Las modificaciones, que
padecen el sentido común y el comportamiento, imponen una adhesión acrítica, que
sugestiona las mentes de forma arcaica, propensas a la adaptación antes que a la
sublevación. Paradójicamente, el progreso tecnológico es conservador, en el sentido que
considera la adquisición de los bienes de consumo como el rostro de la nueva parusía.
Lo impersonal parece invadir la realidad y permanecer en ella. La inquisición moderna
concierne a las aptitudes discráticas frente al curso de las cosas. La antítesis de la
propensión crítica es la afirmación consuetudinaria (la aceptación gestual y catártica de
lo que sucede, con el compromiso individual, en el escenario del mundo, como diría
Pedro Calderón de la Barca). La representación de la naturaleza es refrendada por la
entropía, por la perturbación energética, característica del recorrido de la realidad, en el
que gravitan y actúan sintónicamente las generaciones. El estado de hecho es transitorio
y perecedero; y por lo tanto no permite una profunda revisión de los principios que lo
hacen exigible. La neutralidad carece de sentido, sobre todo cuando implica un grado,
más o menos elevado, de irresponsabilidad. Tanto la ciencia como la técnica, se realizan
en la evocación y en la pasión de quienes la practican. La relación entre el progreso
técnico y la actitud espiritual se elabora continuamente con la ayuda de la propensión
salvífica de la humanidad. El equilibrio social tiende a armonizarse con el metabolismo
cósmico (los movimientos ambientalistas reivindican una atención generalizada
coherente con los riesgos, que con la intensificación tecnológica se corren en el
planeta). El desarrollo exponencial, en efecto, no se cree que sea infinito. Lo único
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 833
cuando para instaurarse tiende, con el aparato tecnológico, cada vez más sofisticado, a
una mística trascendental, que lo favorece, en perspectiva, según las fases
antropológicas de la transformación ambiental. La extrema laicidad de la existencia, sin
embargo, no obstaculiza la evocación de carácter sagrado de las intenciones, a través de
las que se creen en las instancias más radicales e intransigentes del pensamiento
instrumental. La aceptación de las reglas del comportamiento, creídas necesarias para el
buen funcionamiento de las instituciones, rechaza el hechizo de la autoimposición
privilegiando las elecciones obligadas, propias de la época tecnológica. La superación
del egoísmo facilita el entendimiento intersubjetivo y moviliza los recursos energéticos
en dirección a la creatividad, del emprendimiento y de la previsión. El cientificismo y su
reflejo en el positivismo excluyen la reflexión y, por tanto, la contemplación,
considerada la apódosis abreviada de la conceptualización y la argumentación. La razón
práctica desatiende las postulaciones metafísicas para investigar en la experiencia
concreta los estigmas de una finalidad conexa con sus propias configuraciones. La
fantasía imitativa de los mundos posibles disciplina la intuición de las formas del
descubrimiento concreto. Los signos lingüísticos parecen por tanto los conductos más
expuestos a la evidencia y de esta forma a la percepción de la investigación y de los
resultados conseguidos en su fase de aplicación. La ética se encuentra por tanto en las
metodologías empleadas para rendir aprovechable a nivel planetario la instalación
lingüística de la argumentación.
La comprensión tiene finalidades normativas: sirve para establecer (emotiva y
racionalmente) los artificios de la comunicación, supuestos como el instrumento de la
generalización (de la universalización). El principio de realidad lo salvaguarda la ética
de la lealtad, que incita a la acción. El clima vital es inquietante y por lo tanto no
resolutivo en las finalidades, propiciadas como salvadoras o dimidiadas como
perecederas. La responsabilidad presente de forma anónima preserva la validez del
futuro, proporcionado con los recursos naturales utilizados para realizar la artificialidad.
La coherencia del pensamiento pensante consiste en mostrarse adecuado para
restablecer constantemente un clima de confianza y cohesión social, que contraste con
la alienación y el desengaño generalizado. La reconciliación de la historia consigo
misma promete el equilibrio social como resultado de la intervención cognitiva del
observador-perturbador de la naturaleza. El arte de vivir se emancipa progresivamente
del sentimiento de culpa, propio de la cultura grecorromana, por otro lado pensada
como la fuente de orientación por la contemporaneidad (entendida en su omnipresencia
838 RICCARDO CAMPA
los descubrimos bajo un signo negativo, bajo las amenazas de la colectividad que la
humanidad misma se ha creado»34. El riesgo y las garantías constituyen,
respectivamente, las figuras circunstanciales de la liberalización del mercado y los
antídotos para contener sus efectos desoladores (presagiados por Adam Smith, que
contempla los efectos de «la mano invisible»). Los instrumentos de la conservación y
los instrumentos del cambio son interactivos entre sí. La destreza de la innovación y la
gracia de la tradición se conjugan en las temperies propositivas más sugestivas del
universo contemporáneo. La sociedad, en cuanto comunidad orgánica (Edmund Burke,
Louis-Gabriel-Ambroise Bonald y Joseph de Maistre) contrasta con la dinámica
democrática, que administra el cambio con las crismas de la legalidad. La «prueba del
tiempo», válida para el organicismo, no se ajusta a la relatividad de las conformaciones
energéticas, que aseguran la supervivencia del planeta, sino que lo colocan ficticiamente
en la peligrosa misión cósmica. El tradicionalismo contemporáneo no afecta a la
glorificación del pasado sino a las constantes ecuménicas, que invitan a la experiencia a
recordarlas para llegar a ser más eficaces. El reconocimiento y el pacto, a los que hace
referencia Michael Oakeshott, se oponen a la afirmación y a la negación, a los que se
unen hegelianamente en las síntesis argumentativas. «El capitalismo depende de un
“puritanismo secular” en la esfera de la producción, pero se ha rendido a los imperativos
del placer y del juego en la del consumo»35. La inexorabilidad de las leyes del mercado
se abstrae de las peculiaridades (de la piel, de las lenguas, de las creencias) individuales.
El egoísmo social debería tener la suficiente fuerza moral para mejorar el orden
institucional, en el que es lícito que se manifieste. La protección social se conjuga, en
las modernas democracias, con la iniciativa individual, que se opone a la intervención y
sobre todo a la injerencia de la burocracia y el establishment.
El carácter poliédrico del trabajo lo libera de ser entendido como una condena
bíblica y lo refuerza en dignidad. La persona humana se descubre, en su impulso
inventivo y cohesivo, en el empeño realizado en la capacidad y en la eficiencia
operativa. El paro, al contrario, se configura como una forma innecesaria y degradante
de la ataraxia. La excesiva sectorialización de las competencias se declina en una forma
inédita de autoritarismo (de absolutismo cognoscitivo), realizado por los centros de
decisión y de actuación. El capital financiero constituye el epifenómeno del
intervencionismo contemporáneo, liberado de los vínculos y de las normas que están en
vigor en los diversos países, donde ejerce su influencia (y su poder conciliador y
disuasorio). La política tradicional transforma (debería transformar) la competencia en
oportunidad. La autoridad de los expertos es provisional, al estar condicionada por la
rapidez conmutativa de los conocimientos. La política también debería tener la tarea de
reorganizar el escepticismo científico, en la fase propedéutica de la adquisición
cognoscitiva, para pronosticar soluciones edificantes de sus aportaciones aplicadas
(cuya gestión asume una relevancia vital). «El catálogo de los peligros es bien conocido.
El probable calentamiento progresivo de la tierra, en consecuencia de la producción de
los gases responsables del “efecto invernadero”; la disminución de la capa de ozono; la
devastación de las selvas tropicales; la desertificación; y la contaminación de las aguas,
una contaminación que probablemente terminará siendo asumida por los procesos de
regeneración que ellas permiten»37. La incidencia del desarrollo tecnológico en los
estilos de vida de las poblaciones económicamente privilegiadas constituye, a la inversa,
el factor de un ulterior deterioro, tanto desde el punto de vista económico, como en el
higiénico-sanitario, para las poblaciones marginadas de la inclemencia o de la acción
alevosa de las sociedades supranacionales (es decir libres del consenso popular en su
imperioso encargo exploratorio y explotador del suelo o del ambiente marino). El favor
conseguido por la democracia, en las últimas décadas del siglo XX, en los países de las
diversas áreas geográficas, sobreentiende el irrevocable proceso productivo y difusivo
844 RICCARDO CAMPA
ámbitos sociales que tienen garantizados sus empeños subjetivos y los servicios
públicos. La democratización de las relaciones y de los comportamientos transforma el
poder tutor en negociaciones interpersonales. El Estado-nación es la matriz del estado
social, de un orden que se propone contener las inquietudes de las masas trabajadoras al
menos del sistema empresarial. La pobreza se configura por tanto, no ya como un
acontecimiento natural (como lo era en el pasado, hasta la llegada de la modernidad),
sino como una anomalía institucional, que ha de ser remediada con intervenciones
concretas. La espectacularidad de lo negativo se transforma en una prerrogativa de la
protección humanitaria. La pobreza encuentra cotejo en la seguridad protectora del
Estado social. En las sociedades tecnológicas es una ilusión llegar al pleno empleo. La
progresiva sustitución de los brazos humanos por los dispositivos mecánicos determina
la cuota del personal sobrante, tanto en el sector de los empleados, como en el sector
obrero. La ética de la laboriosidad sintoniza con la ética de la productividad. En las
sociedades (complejas) contemporáneas, la exclusión del aparato productivo induce al
derrotismo y a la inquietud, perseguida civil y penalmente. La incertidumbre
(producida) es el riesgo calculado del orden del Estado-nación moderno. Las
inesperadas modificaciones del sistema del trabajo y del aparato productivo, por la
fibrilación de las centrales distributivas de la energía en todas sus variables, provocan
más o menos profundas agitaciones sociales, que pueden alcanzar también los niveles
de los desequilibrios temporales (de las épocas). La autosuficiencia estatal es
inadmisible en el mercado global: el desarrollo tecnológico se manifiesta en planos
diferentes y en ámbitos institucionales capaces de asegurar el beneficio empresarial. La
ventaja es una categoría explicativa de la economía financiera en relación (y a veces en
lucha) con las disponibilidades estatales, regionales.
22. LA EXPECTATIVA
sectores del escenario internacional, dónde sin embargo intervienen como procesos de
transformación y adecuación de las innovaciones tecnológicas en las propensiones
interactivas. Paradójicamente, las revoluciones sociales modernas, realizadas a nivel
tecnológico, son reformistas. Se trata de transformar la economía agraria en la economía
industrial, recurriendo a la fuerza-trabajo preparada preventivamente. Como ha ocurrido
durante el período de la NEP en la unión Soviética, en la década de los Veinte del siglo
XX, y como ocurre en Bolivia en la primera década del año dos mil, la fuerza-trabajo
debe, primero calificarse, y luego trabajar dentro de las estructuras tecnológicamente
adecuadas a la economía de la extracción y el desarrollo industrial. La eficiencia
contrasta con la contratación de las relaciones sociales, que deben incluso
salvaguardarse para que la acción individual pueda alcanzar el nivel de gratificación
económica e institucional pronosticado. La quiebra de la economía de mercado se
evidencia en el índice de paro de las masas y encuentra un antídoto en los políticos
igualitaristas, que se consideran válidos para alcanzar los objetivos de la mejora de la
eficiencia. La cooperación entre las clases sociales y los distintos grupos constituye un
principio de cautela respecto al liberalismo, que se confía únicamente a la «mano
invisible» de Adam Smith. La mediación entre los intereses en conflicto determina los
objetivos de la renovación reformista. La democracia concurre eficazmente a reducir la
concentración del poder de decisión y de la riqueza, la influencia de la burocracia como
epifenómeno de la partidocracia y el clientelismo.
abulia ajena. De otra manera, no se podría justificar en el plano de la lógica del contrato
social: debería encontrar crédito en el conflicto de las energías creativas y actuantes,
propio de una época configurada lexicalmente como primigenia, elemental. «Eso lleva –
escribe Steven Lukes– a la segunda y más seria objeción: libertad e igualdad no son
valores que se distinguen y se caracterizan independientemente. Reconociendo que uno
es un atributo de la condición de individuo o grupo, mientras el otro caracteriza la
relación entre sus condiciones, tenemos que señalar que, en ambos casos, el problema
atañe a los mismos aspectos de su condición»1. En todo caso, la condición social
implica limitaciones en favor de la protección y de la seguridad. La concepción de
Thomas Hobbes –relativa a la alienación de una parte de la libertad natural con el fin de
realizar la libertad política– es válida y es indeclinable bajo las formas dubitativas de la
relación existente entre las razones individuales y las razones objetivas. El «pretexto»
natural se coteja con la seguridad protectora del contexto social. La inmunización de los
impulsos instintivos es un proceso artificial, cuya connotación endémica refluye en las
valoraciones objetivas. «En los conflictos políticos, las teorías en contraste casi siempre
comprenden estos objetivos y su contraste nace de las diversas concepciones acerca del
modo en que ambas se satisfacen»2. Las teorías políticas intentan dar una justificación
ideológicamente comprometida de la valoración de una de las categorías en perjuicio de
la otra. El consenso político transforma esta instancia ideal en una norma jurídicamente
vinculante. La paradoja consiste en la correlación entre los dos factores,
independientemente de las postulaciones conceptuales, dirigida a presentar como
preeminente a uno de los dos. En todo caso la igualdad condena cualquier tipo de
discriminación, también aquella, completamente teórica e inocente, relativa al perfil
anfictiónico, desarrollado por quienes se identifican con las reglas de la competitividad
y el mercado y se auto-condenan al fracaso. La reivindicación, que ejercen por
principio, esbozan, en efecto, un tipo de discriminación (frente a los vencedores en
primera instancia) que es un impulso psicológico necesario para afrontar la nueva
prueba de la competencia y la lógica del ring-mercado. En los sistemas de un elevado
desarrollo económico y tecnológico, donde el proceso de la configuración potencial de
los dos factores aparece de forma armonizada, la independencia de los sujetos activos en
el aparato productivo queda amortiguada por la posibilidad de utilizar los artefactos
disponibles para un público cada vez más amplio e indiferenciado. La red de seguridad,
asegurada por el welfare state, disminuye a causa de la exigencia egoísta de connotarlo
desde perspectivas sectoriales, capaz de aventajar a los sectores sociales (industria
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 851
condición previa del entendimiento y de la colaboración intercultural. «La fase final del
capitalismo será la completa desaparición de cualquier particularismo, su disolución en
un mercado mundial, que constituye el corazón mismo del internacionalismo
proletario…»4. La nacionalidad del trabajador es para Karl Marx el trabajo: la fabrica5.
La alteridad es el aspecto más inquietante y en algunos aspectos ayuda al universo
social contemporáneo. La integración, que es diferente de la asimilación, es por tanto un
proceso reduccionista, que sin embargo se ejercita en el sentido del humanitarismo
renovado por la solidaridad. El universalismo ayuda a diseñar las políticas de
integración sobre la base de preventivas investigaciones connotativas para el derecho.
Estos criterios utilizados en la acogida tienen en cuenta las aportaciones económicas y
sociales, que se pueden conseguir en el ámbito de los mecanismos productivos presentes
en las diversas áreas del planeta. Lo ajeno se convierte así en una circunstancia, a la que
atiende la intervención institucional, capaz de garantizar la pertenencia jurídica y social.
El mercado del trabajo es preeminente frente al resto de los factores, que interceden en
la aceptación y en la reglamentación de los flujos migratorios. La política social de los
Estados económicamente avanzados tiene que responder a la pobreza existente en las
áreas menos favorecidas por el destino. El bienestar es el contingente cohesivo (y, al
contrario, disyuntivo) de toda organización social, ya sea a nivel nacional, como a nivel
internacional (o supranacional, que es como se configuran los órdenes financieros).
años Ochenta, es decir después de la segunda crisis del petróleo, imponen redefinir una
nueva economía política»6. Las intervenciones sociales (sobre la renta, la Seguridad
Social, el paro, la salud, la construcción, la educación) se convierten en intocables, tanto
para la izquierda, como para la derecha; y los mecanismos de igualdad social no se
distinguen mucho entre ellos, por cuánto atañen al concepto de pobreza, que ambas
partes diagnostican, no tanto como el fracaso de algunos miembros sociales en la
empresa existencial, ni, como diría Marx, por el hecho de que parte de la humanidad no
ha sido invitada al banquete de la naturaleza, sino como el efecto del desarrollo
tecnológico, que alivia irreductiblemente a gran parte de la población de los países ricos
y sobre todo de los países menos desarrollados al trabajo productivo, pero no al
consumo. La limosna y la caridad son las formas tradicionales, con las que la pietas
asume significados redentoristas. La «línea de la pobreza» se configura, en la sociedad
contemporánea, como la debilitación orgánica de los objetivos de la adquisición de
bienes de consumo y de artefactos: en resumen, como la involuntaria enajenación del
mercado. La exclusión del mercado comporta la incapacidad de tomar decisiones en el
ámbito social. La ataraxia forzosa se convierte así en un peligro para la colectividad,
que padece o tolera la iniquidad y por lo tanto la discriminación respecto a un
componente de su prestación productiva y asimiladora. En los países ricos, la pobreza
afecta una minoría, que se puede remediar acrecentando su renta, sin por ello
comprometer la tangencialidad respecto a las consolidadas líneas de desarrollo.
«La tiranía ejercida por las categorías del valor sobre la economía marxiana ha
transformado en un fetiche las relaciones de cambio valor/bienes y eso ha impedido a
los movimientos socialistas moverse al exterior de la esfera de las relaciones de cambio.
La categoría del trabajo útil es más amplía que la del trabajo productivo de valor: ella
incluye, tanto la dimensión del género, como la de la edad»7. La ciudadanía puede
volverse para muchos un categoría exclusiva, en vez de inclusiva. El atractivo del
trabajo a bajo coste es cuánto menos dilatorio del ejercicio de los derechos políticos y
contribuye a enriquecer las clases sociales productivas, entretenidas sacar el máximo
provecho de su participación en el mercado. La desigualdad constituye el postulado
compromisorio de la equidad conexa con la solidaridad, salvando el prestigio
individual, que se une a menudo con la dignidad, como una actitud garantizada por el
síndrome de la cultura universal. Paradójicamente, las democracias modernas también
son la causa de las disparidades, que se verifican en el modelo capitalista, generalmente
adoptado para contestar de forma más ventajosa las peticiones populares. «Lo que las
paradojas destacan –sustenta Robert Dahl– es la existencia de profundas tensiones y
conflictos entre la idea y la práctica de la democracia y las estructuras y las prácticas del
orden económico en los países democráticos»8. El dirigismo económico a nivel estatal
demuestra históricamente su ineficacia; del mismo modo que el capitalismo
desenfrenado engendra distorsiones económicas, que provocan, consecuentemente,
conflictos interclasistas. La regulación del mercado es deseable, pero no es plausible. Su
seña originaria le impide comportarse según normas que son extrañas a su misma razón
de ser. La «mano invisible» de Adam Smith es el aspecto emoliente de un proceso, por
su naturaleza, competitivo y selectivo. El cooperativismo, realizado de forma
predominante en el siglo XIX, no es atractivo en la sociedad tecnológica, gobernada, no
solo por una capacidad organizativa de especial relevancia, sino también por inversiones
financieras conspicuas y fluctuantes en el circuito económico internacional. La ausencia
de infraestructuras denota el nivel de gestión, de empresariado, y por lo tanto de
inversión de las diversas áreas del planeta. La lucha por el clientelismo concierne a
todos los sistemas democráticos más allá de, obviamente, aquellos que son despóticos y
dictatoriales. La formación de las decisiones comporta, en las estructuras democráticas,
la implicación de muchas personas, ideal e ideológicamente orientadas de modo
diferenciado y hasta contrastado. El sistema político democrático, aunque mal
integrado, funciona a pesar de su grado más o menos sensible a la anarquía. El valor de
las leyes impersonales constituye el aspecto más incisivo de las democracias modernas,
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 855
una dignidad que pueda darse en otros contextos asociativos. La norma, deducida por el
concepto socrático, permite interlineal las experiencias y la argumentación, a través de
los que se representa en el conocimiento, pensado “ilustradamente” presente y operante
para cualquier colectivo, que tenga como objetivo la misma supervivencia pacífica y
progresiva. La pluralidad de las aportaciones postuladas y las de las propuestas
deliberadas es resultante de la subdivisión del trabajo. La superación de la democracia
directa en Grecia se debe al hecho de que en el Estado moderno la producción es parte
integrante de la toma de decisiones, más allá de la factibilidad (en la antigüedad
reservada a los esclavos) de los obreros y de los campesinos, de todos los sectores
antepuestos al bienestar del sistema político-institucional. La decisión concreta es una
prerrogativa del parlamentarismo moderno, donde la conformación partidista da
respuesta a las demandas de la diversas áreas regionales de cada país titular de la
jurisdicción política y social. El recurso al referéndum tiene el objetivo de legitimar la
democracia directa, como la auténtica depositaria de la voluntad popular. Y, sin
embargo, su aspecto más controvertido consiste en la aprensión con la que el pueblo es
llamado a intervenir en orden a problemáticas al menos afrontadas, y en todo caso no
solucionadas, del parlamentarismo, entendido como el mecanismo más adecuado para
elaborar el ideal comprometido, que hace justicia a la objetividad (erga omnes) de las
leyes destinadas a ser realizadas. El recurso del referéndum se configura por tanto como
la matriz neurálgica de la decisión colectiva (popular y democrática). La expresión
plebiscitaria tiene un significado magmático, que se consolida en las decisiones que
tienen su vigor en las leyes (es decir en las normas emitidas en debida forma por el
parlamento). La noción de la debida forma está presente en la vida social de Sócrates,
que niega la justicia de su condena, pero que la acepta como expresión de una asamblea
democrática, constitucionalmente electa. El recurso por parte de los partidos a los
técnicos de su área política se considera oportuna en las condiciones particulares,
cuando el país es llamado a afrontar una crisis de particular relieve, nacional o
internacional. En el sistema político moderno, se piensa que la competencia técnica es
cada vez más necesaria en el universo de la uniformidad conductual y de la
globalización económica.
cabezas aristotélico, tienen que encontrar una frontera conceptual que, al menos en
principio, salvaguarde su legitimidad, entendida como la sublimación del conflicto de
las convicciones y de los intereses. La democracia directa, entendida enfáticamente
como una democracia radical, presupone las infinitas variables expresivas, que exoneran
el discurso de la comprensión objetiva. La representatividad es por tanto una garantía
legitimadora, en el sentido que presupone el concurso de las ideas con la ayuda del
patrimonio expresivo común. El acuerdo en las finalidades de la actuación no puede ser
unitario respecto a los actores sociales; varían (ideológicamente) las modalidades con
las que se pretende conseguir la justicia, la igualdad y la libre determinación. El
parlamentarismo es el sistema de la revancha de los ideales colectivos, propuesto según
las variaciones de frecuencia de la actuación, que encuentran su fuente de inspiración en
las doctrinas políticas, en las filosofías y en las reglas de algunas creencias de orden
trascendental. El sistema mayoritario y el sistema proporcional se disputan el privilegio
de poseer la legitimidad que sea más coherente con las expectativas ideales, que en todo
caso inspiran a ambos. Si un sistema prevalece sobre el otro para asegurar la
gobernabilidad, su aplicación se resiente en la eventualidad del otro; y viceversa. El
carácter apodíctico de ambos excluye su plausibilidad que, siendo relativa, comporta la
hegeliana gestión de la problematicidad, del carácter dilemático y del carácter
consecuencial. La superación de las formulaciones elípticas es necesaria para permitir
que la convicción (individual y colectiva) pueda encargarse de la actitud operativa: en la
práctica, de la experiencia. El compromiso ideal y procedimental implica la presencia
(virtual) de los grupos que, por su insignificancia numérica, no alcanzan la
representatividad parlamentaria. Su ausencia de la asamblea parlamentaria no los
elimina del concierto ideal.
La rousseauniana «voluntad general», con todas las prerrogativas que ella
comporta respecto al mandato, implica la formulación de un principio, que la
contempera, capaz de comprender todas las modalidades culturalmente operantes en un
período configurado históricamente. La aceptación de este principio absuelve la
congestión o la conocida como discriminación ideológica a nivel parlamentario. La
representatividad partidista dentro del Parlamento no agota la potencialidad en la toma
de decisiones, pero la evoca en sus diversidades, en el intento de hacerla operante en las
leyes, elaboradas desde la mayoría. El significado y la teleología de la acción
parlamentaria, si bien son la unión propositiva de los partidos, tienen que proponer la
mayoría de las normas que han de insertarse en el patrimonio potestativo institucional.
862 RICCARDO CAMPA
El hecho que la experiencia no satisfaga este principio no lo frustra. Hasta las más
torpes tiranías y las más ditirámbicas dictaduras ambicionan mantener en vigor durante
la máximo tiempo posible el espectroscopio del parlamentarismo, como requisito,
aparentemente innecesario, de su solvencia. El peligro del dominio de la mayoría sobre
la minoría –que se verifica cáusticamente– es incluso perjudicial para el resultado del
parlamentarismo. Tanto es así que, en los países en los que la ficción escénica desarrolla
un papel importante en la dialéctica política, la minoría es objeto de respeto, tanto en un
papel orientativo, como decisional.
Las tretas tácticas de la ingeniería electoral esconden la tentación totalitaria, que
cada grupo partidista teme de los otros y alimenta hipócritamente en su electorado. La
idea que pueda realizar sus propósitos de acción en la contingencia de la actuación está
presente demoniacamente en todos los consensos partidistas, aunque sean
numéricamente exiguos o inconsistentes. Se presupone el electorado como un Moloch,
sobre el que ejercer todas las posibles sugestiones, con tal de recibir el consenso. La
publicidad y la propaganda modernas, quizás más de lo que no haya sido posible
conseguir en el pasado, también influyen subliminalmente en el electorado que, por otro
lado, es llevado a creer que es libre de expresar sus preferencias en las propuestas
normativas debatidas en la arena política. La obstrucción parlamentaria (técnicamente
configurada) es la forma que esclerotiza el disenso, realizado mediante los mecanismos
decisionales, predispuestos a nivel asambleario (en la Cámara de los diputados o en el
Senado del Reino o de la República). El principio de la mayoría puede encontrar su
aplicación en una realidad política, caracterizada por la comunión de los intereses de
parte de sus miembros. El principio proporcional se justifica con la unión plural de las
diferentes posiciones decisionales. Uno y otro no pueden disminuir, a nivel ideal y
deliberativo, con el fin de salvaguardar los intereses generales. La ejecución de las
normas implica la adhesión (más o menos convencida) de la comunidad social, que las
estudia orgánicamente y aplicándolas. La realización de las leyes es el aspecto,
profiláctico, de la comunión de los intereses, que serpean, más o menos insistentemente,
en la vida comunitaria. Aunque los intereses individuales aparecen de forma
contrastada, efectivamente se correlacionan entre sí, no solamente en la ejecución
testamentaria de sus efectos. Las ventajas y las desventajas se unen (para equivalerse)
en la comunidad social. La riqueza y la pobreza se entienden entre sí según los diversos
órdenes cuantitativos, que las teorías equitativas (y humanitarias) admiten como
penetrantes y al mismo tiempo controvertibles. La ejecución de las normas (deliberadas
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 863
erga omnes) prescinde de su composición doctrinal, del consenso partidista y del debate
parlamentario, que las realiza. El poder administrativo es un orden que se justifica con
la función y la eficiencia. Él es el encargado de aplicar las leyes y de ejecutarlas. El
índice de satisfacción es especular con respecto al de su exteriorización: el signo
positivo y el signo negativo tienen en cuenta, en efecto, la inexorabilidad de la
aplicación de las normas pensadas en su debida forma. La referencia a Sócrates es
incesante: niega el principio de justicia, que lo condena a la cicuta, pero acepta su
veredicto porque ha seguido el razonamiento de las normas preestablecidas. La facultad
de disertar sobre la ratio de las leyes no contrasta con la obligación de actuar. La misma
propensión a la crítica facilita el consenso de las decisiones en las instancias (los
comicios electorales) predispuestas en los términos constitucionales.
La «voluntad general» es la determinación íntima de una comunidad humana,
que se cree providencialmente dotada de las energías necesarias para afrontar los
desafíos de la existencia. La identificación de la «voluntad general» con el impulso
genético de un sujeto es falaz. La pluralidad de las aportaciones cognoscitivas y
actuadas justifica la estrategia colectiva, por la cual se propicia un mejor perfil de la
convivencia individual y colectiva. El equilibrio de los poderes no incide en la
estructura democrática del Estado, ya que la elaboración de las leyes, su ejecución y
eventualmente su transgresión reflejan la «voluntad general» en las propensiones ideales
de la comunidad culturalmente (lingüística, credencialmente) cohesionada. La
«voluntad general», en efecto, es el compendio de las mociones expresadas o veladas,
que un sistema político se propone poner en evidencia, con el propósito de mejorar
«objetivamente» el tenor de la existencia y sus paradigmas teleológicos. La
personalidad encargada de tomar decisiones puede tener recursos inventivos que no son
explícitamente comunes a las de la comunidad en la que gravita; y sin embargo tomar
de ella su legitimación, no solo política, sino también cultural. La creación humanista y
científica se resiente del milieu en el que se manifiesta. La lengua constituye el factor
congruente de las variables connotativas de la argumentación cognoscitiva. No es el
destino quien designa quien ha de mandar, sino que el mandato expresa al mejor para el
servicio de sus semejantes. La respetabilidad (civil, política, social) es la categoría a
través de la cual se mide el prestigio de los individuos que persiguen, en el bienestar
general, su satisfacción. En fin, la democracia es una práctica deontológica, que
prefigura una antropología in fieri. No sería conveniente para la democracia sostener
una rigidez (genética) de la condición humana. La eliminación de la esfera de las
864 RICCARDO CAMPA
proporcionada por las normas, creídas como el precipitado histórico del potencial de
actuación del género humano en sus (temporal y espacialmente) diferenciadas
exteriorizaciones. La influencia del clima y de la geografía sobre el pensamiento y sobre
la actividad aplicativa no constituye un obstáculo a la comprensión (universal). La
capacidad introspectiva y el empeño de colaboración se correlacionan con la práctica
experimental. El arte de la adicción se identifica con la instrucción, que contrasta la
preceptiva aseverativa, para olvidar el dogmatismo de la tradición en función del
problematicismo crítico de la contemporaneidad. Este criterio ayuda a un número
creciente de individuos, que ambiciona satisfacer la propensión por el poder desde las
modalidades representativas de la democracia. El «despotismo de la evidencia» de
Mercier de la Rivière se transforma, en la democracia, en la «participación total» de los
actores naturales, artífices de los testimonios arqueológicos o artificiales, como partes
integrantes del patrimonio cognoscitivo general. El aparato normativo incluye un
sistema impositivo y, al contrario, transgresivo, cuya reductio ad unum está constituida
por la efectividad. La naturaleza no se declara en su expresión compuesta si no a través
de las mediaciones experimentales, que incluyen también las formas discráticas de la
observación y de la argumentación. La unión de los instintos y de la socialización es el
banco de prueba de la inteligencia humana, que trata así de prevenir las prerrogativas
naturales en su fase experimental. Cada acontecimiento natural, en efecto, está en
continuo cambio, aunque las fases de la modificación se manifiestan al observador-
turbador humano según unas sucesiones, que difícilmente pueden homologarse en el
sistema combinatorio y previsional. La disciplina –para Rousseau y para los pensadores
ilustrados y sucesivamente románticos– es la metáfora de la autodeterminación. La
libertad se manifiesta en el universo de los signos y de las circunstancias, objetivamente
insertas por el intelecto en un cuadro de referencia teleológica (finalista). Las
contradicciones, ínsitas en un comportamiento de este tipo, consisten en la inadecuada
dosificación de los instintos y de la razón, para la consecución de los objetivos
preventivamente pensados como benéficos por las generaciones, históricamente
ocupadas en considerar salvíficos los resultados conseguidos por la observación de la
naturaleza. El conocimiento es el aspecto evidente, aunque siempre provisional, del
orden cósmico. La tensión igualitaria de los ideólogos revolucionarios se justifica con la
preocupación mesiánica de reservar a la humanidad una única alternativa de salvación
en el vórtice energético del universo. La cumbre totalitaria de una comunidad de
prosélitos y de los perseguidos por ser opositores representaría la forma más dramática
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 877
comunidad, del que se celebran cada vez más folklóricamente las virtudes ancestrales o
las consolidadas memorias colectivas.
El nexo entre explotadores y explotados en las democracias industriales es por
así decir funcional. La rebelión de los segundos se introduce en el cálculo del beneficio
de los primeros. Sin los explotadores los explotados no tendrían ningún apremio
intelectual y emotivo con los que reclamar una mayor justicia social. La igualdad, por
tanto, es una categoría dependiente de la explotación; es, psicológicamente hablando, la
sublimación de la explotación. Puesta la premisa de que la explotación es la fuerza
emoliente del enriquecimiento de una clase social o una clase, que tiene como objetivo
la satisfacción, aunque contingentada, de los deseos de las multitudes explotadas, la
revolución, basada en la nacionalización de los instrumentos de la producción, frustraría
la explotación, pero también el deseo. La crisis y el derrumbamiento de las economías
de regímenes sobrentienden la quiebra de una operación política, que ambicione realizar
una modificación antropológica, que bajo el perfil artístico (literario) no encuentra la
salvación en las usuales determinaciones no aflictivas de los órdenes sociales, tal como
se determinan en el tiempo y, a partir del Renacimiento, en todas las áreas culturalmente
más favorecidas del planeta. La lucha contra el egoísmo no garantiza la igualdad. Y es
esta contradicción la que también impone al legislador democrático el tener en cuenta la
efectiva consistencia solidaria y unitaria de los miembros de las instituciones, votados
por el progreso y por la interdependencia liberadora de la sumisión intelectual y
emotiva, que caracteriza las sociedades clásicamente distintas de la época capitalista, de
sus exordios a la hegemonía financiera de la totalidad. En síntesis, el egoísmo social se
revela como un mecanismo propulsivo de la inventiva y de la sociabilidad
indispensable, entendida este última como la garantía normativa para realizar las
estrategias deliberativas y de actuación que cumplan con la satisfacción individual. La
conciliación entre el bien público y el interés subjetivo se dirige al punto crucial de la
elaboración institucional en el proceso avanzado de la economía financiera y la
producción tecnológicamente sofisticada y, en algunos aspectos, futurista. La
concepción individual de la libertad puede provocar la sumisión de un número creciente
de individuos, a los que se les ha acostumbrado a esperar las intervenciones correctoras
del Estado social. El anacronismo virtual es representado por el partidocracia (pro toto,
por el todo) que ambiciona contribuir utilizando el convencimiento a prodigar fórmulas
compensatorias de la virtud en su formulación absoluta. En las sociedades clasistas, la
partidocracia es coherente con las proposiciones de principio, en virtud de las cuales se
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 885
dirime la forma más adecuada para satisfacer las expectativas históricamente más
ineludibles. Pero en las sociedades globalizadas (económicamente descompensada
respecto a una auspiciada uniformidad política y normativa) es inadmisible la ayuda de
diferentes o contrastantes soluciones societarias, culturalmente aceptables y
homologables en el lógica termidoriana de la simultaneidad transformadora. El aparato
productivo y el sistema compensatorio de la fuerza-trabajo se relacionan desde una
lógica caduca que, por un lado, tiene como fin el beneficio del capital y, por otro lado,
persevera ostentosamente en inventariar las diversas áreas del planeta en aras de una
gratificación mercantil, en la satisfacción de las necesidades primarias y
contextualmente en adquisiciones superfluas, de modo que ambos fines se consideran
como dos filones conflictivos y conflagrantes del «progreso» tecnológicamente
ennoblecido por la laicidad del Estado-nación, cada vez más orientado a notificar a la
nación las funciones propias del Estado. La ciudadanía, el respeto de los derechos
civiles, la libertad de expresión, de asociación y de representación son características de
las naciones que, gracias a la economía financiera, no reconocen a los límites físicos
ninguna forma de atracción emotiva y menos aún de anotación memorativa.
propositivo y consecuente del Estado. El perfil exponencial del orden público es aquel
en el que las pasiones individuales se ajustan (aunque artificialmente) con la razón
objetiva. La práctica prefiere la iconoclastia a la metafísica, entendida como la
explicación y la superación de los anacronismos y las contradicciones existenciales. La
recompensa (terrena, celeste) influye en todas las resoluciones del étimo conductual. La
codicia, considerada como la causa del desorden social, para ser dominada, debe
encontrar respuesta en una categoría (como es la donación de los beneficios espirituales)
que la supere. La pobreza –protervamente exaltada por el misticismo y el monaquismo
medieval– entra en conflicto con el lujo y el derroche de los recursos, que los grupos
acomodados desean tener como reflejo condicionado de su éxito, tanto de forma
inventiva y realizara, como bajo la forma de justicia distributiva. Quien más posee, más
se impone en el ring de la existencia, asegurando así un tipo de selección cultural de la
especie, que sin embargo tiende a perpetuarse lo justo como para permitir los desniveles
existenciales, en los que, según Ilija Prigogine, consistiría la condición humana. Se
piensa que el vicio es una perturbación social, que sin embargo resalta la inacción o la
actividad bajo el disfraz de la solidaridad. Mediante la práctica degenerativa de los
esfuerzos sociales se realiza un régimen de referéndum de la sostenibilidad del Mal,
como antídoto del Bien, en la inevitable habilidad existencial de cada ser, que aspira a
configurarse como al protagonista más o menos consciente de la teleología natural.
es una elaboración de la mente, por la que la indulgencia social se une con la prueba de
la lealtad de un principio, de una convicción o de una simple suposición. La jerarquía,
en efecto, es el antídoto de la aseveración, de la convicción absoluta. Paradójicamente,
laiciza el poder metafísico, transformando la transcendencia en una concesión –según
las circunstancias– del poder espiritual o del poder temporal. La concepción piramidal
de la autoridad es una flexión de la razón igualitaria. El liberalismo se configura por
tanto como el orden social menos distónico frente a las mutaciones de la naturaleza. En
cambio el socialismo las preconiza como salvadoras y se afana para que sean
pertinentes a la movilización de las masas, mediante las interacciones forzosas
realizadas por las vanguardias y después por las clases en conflicto entre sí por
conseguir el pérfil preeminente por el progreso (en sentido general). «De la fe onírica en
las soluciones radicales de la edad totalitaria, hemos pasado a la amable inconsciencia
de la democracia de mercado, que confía invulnerablemente en sus automatismos y en
sus recursos de equilibrio»26. La perspectiva del orden (natural, artificial) es de
naturaleza ornamental. Sirve para exorcizar el Mal (el desorden) y para interpretar los
acontecimientos como partes integrantes de una teleología, en la que la habilidad y la
destreza humanas pueden configurar el alcance y la articulación temporal. La
característica colectiva de cualquier cambio de época implica complejidad y resolución,
según un diseño implícito en los acontecimientos previsibles e imprevisibles (como son
los sismos, las deflagraciones, las impetuosidades del viento, del agua, del fuego). El
hecho de que se presuponga un «elemento generador» de los fenómenos no comporta la
adhesión a una creencia religiosa: la misma eventualidad aparece con un
estremecimiento ineludible por la permanencia de los seres, de los entes y de las cosas
en la realidad.
El ancien régime, más que superado, es evitado con la pretensión, cada vez más
incesante, de constatar un nuevo modo de ser del género humano en la realidad efectiva.
La técnica inaugura, no tanto un nuevo estilo de vida, como un nuevo modo de acceder
a las leyes, que regulan los acontecimientos y sus perturbaciones. La eventualidad, que
en el pasado tiene connotaciones de izquierdas si no hasta demoníacas, en la sociedad
tecnológica es el elemento controvertido de la problematicidad del conocimiento. El
universalismo y la igualdad aparecen como tales por la relación indiferenciada que se
establece entre el género humano (más allá de las características raciales, religiosas,
económicas, sociales, institucionales) y naturaleza. Se perfila una fase constituyente, en
la que el primitivismo natural se declina con la tecnología cada vez más sofisticada e
invasiva, al punto de anunciar la administración robótica del mundo.
910 RICCARDO CAMPA
La resolución totalitaria, que invierte gran parte del planeta en sus versiones
pleonásticamente definidas de izquierda o de derecha, demuestra la revocabilidad de la
civilización en el sentido tradicional y la llegada de una cultura experimental que le
supera. Las consideraciones de un apolítico de Thomas Mann son paradigmáticas del
aspecto de la perturbación global ante la llegada del totalitarismo europeo (con sus
brotes orientales y latinoamericanos). La sugestión de un regente, de un padre-tirano, es
propia de los «inicios», del período de iniciación a la vida asociada, al sedentarismo
ejemplificado por el nomadismo carente de atracción y curiosidad. El Estado-
laboratorio se dirige al conflicto, a la acción alevosa contra «las diferencias», las
distonías frente la uniformidad inquisitorial de la pretensión global. La afirmación de la
actuación es espacial (el campo de acción), expansiva, apropiadora, implacable como la
supervivencia contra las formas físicamente más débiles y alternativas. El absolutismo,
cognitivo, deliberativo, se relaciona con la actuación (gentiliana), con la acción dotada
emotivamente de la razón de ser, que difícilmente se puede racionalizar. La inmediatez,
que se vuelve después simultaneidad, libera al pensamiento de la incertidumbre, del
mismo modo que las propias adquisiciones de la ciencia (el principio de
indeterminación y el principio de complementariedad) perjudican la certeza en favor de
la aproximación (estadística) que permite producir objetos del deseo de forma concreta.
La necesidad y la estética se combinan tecnológicamente bajo la mirada atónita o
estupefacta de los consumidores, que recomponen, con pocos incentivos exegéticos, la
miríada de universos simbólicos, donde se refugian con la imaginación como si fueran
Edenes domésticos. La noción, que se representa en los nuevos contextos sociales, es la
del venerable pueblo. «En el contexto es una encrucijada. Los datos inéditos de la
situación convergen en él. Agrupa en un vocablo único el conjunto de causas que están
al orden del día, el gobierno representativo, la dignidad de los individuos, la integración
social de los trabajadores y los humildes, las esperanzas y necesidades de la historia, la
libertad de las naciones»29. La palabra pueblo relaciona el universo anacreóntico con el
religioso, siguiendo las categorías globales de la identificación y la participación en los
destinos colectivos (de la nación, del Estado, de la federación, de las comunidades
internacionales). El pueblo y la universalidad se despliegan en una ficción simbólica,
que invade los tiempos históricos, independientemente de las creencias y de las
ideologías que las caracterizan. En el pueblo se concilian –según Walt Whitman, el
autor de Hojas de hierba y cantor de la democracia americana– la subjetividad y la
colectividad masiva, según una prospectiva democrática e innovadora. Es la dinámica
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 911
de los tiempos modernos la que influye activamente para que el individuo singular se
introduzca en los engranajes del aparato productivo.
categoría que la penetra, como una equimosis ideológica sostenida por una condición de
hecho, por su connotación sin más alternativas que las prejudiciales contraposiciones de
principio. La democracia asimila ambas doctrinas a la intransigencia compensatoria de
la aproximación aplicativa, factual.
implica la solidaridad en las formas con las que el orden constituido se propone afrontar
la administración normal y las emergencias.
y mantener bien común, que recibe las mismas connotaciones de la sociedad civil,
perturbada en su interior por el conflicto de opiniones e intereses. La sociedad civil se
realiza en la interacción individual, de la que se deducen las disputas ideológicas y las
propensiones consuetudinarias y comunitarias en las diversas fases de su implicación
institucional. La sociedad civil es tal si se complementa con las instituciones, que
configuran el Estado. El dualismo sociedad civil-Estado justifica, en los años Setenta
del siglo XIX, el nacimiento de los Trade-unions ingleses (coronado luego por la
creación del Labour Party), y por lo tanto de los sindicados en los diversos países que
tienen un desarrollo industrial. El sindicalismo se une originariamente con el obrerismo,
con las clases que sustentan el desarrollo tecnológico y contextualmente su incidencia
en la normativa en lo relativo a las garantías de los trabajadores y a los derechos
positivos, adquiridos tras un largo período de manifestaciones. La huelga es el arma con
la que el trabajo se enfrenta a los humores de la sociedad civil y a las resoluciones
institucionales (estatales). La división del trabajo es el aspecto más relevante de la
sociedad civil, que se propone así conseguir resultados concretos en beneficio de
quienes la realizan y de quienes se proponen adquirirlos. La especialización y la
sectorialización de las competencias operativas no implican la atomización del saber. El
asociacionismo es una consecuencia de la sectorialización de las competencias, que se
revelan como una contrapartida corporativista, subyugada por las innovaciones que,
reflejadas en el ámbito productivo, conquistan el mercado. La separación de la Iglesia y
el Estado es el aspecto más significativo y evidente de la inmanencia existencial de la
época moderna y contemporánea. El recurso a la solución concordataria de las dos
esferas de influencia social desacraliza la Iglesia y connota definitivamente el Estado
con la más inclemente conformación laica.
colonialismo –incluso aquel realizado bajo una mentira, que urde una asonancia
humanitaria en las tierras de conquista, representado literariamente por Karen Blixen en
Mi África– se introduce en este cálculo demoníaco, del que se hacen eco artístico las
obras de Thomas Mann y Malcom X. El itinerario, aparentemente orgiástico de la
burguesía, descrita en La Condición Humana de Honoré de Balzac, se conjuga con el
escatológico de la Lubecca de Mann. La representación artística de la burguesía es
distónica con respecto de la proletaria de los muralistas mejicanos (Orozco, Rivera,
Siqueiros). La ostentación física, muscular, se quebranta frente a la reflexión intelectual,
que amenaza con hacer estallar las instancias metafísicas de los rectores de un
vanaglorioso orden planetario. La connivencia, aunque sea en el estado hipócritamente
inicial, del totalitarismo con el liberalismo, es la comprobación de la condición
incestuosa, ya apuntada por Sócrates, que se establece entre la libertad entendida como
ámbito de la creatividad condicionada y la libertad absoluta que invade el libre albedrío.
La extrema fragilidad del dispositivo expresivo convalida –paradójicamente– la trampa
totalizadora. El pesimismo político es el resumen por así decir de la falta de resolución
partidista. La atonía en la participación que se manifiesta sobre todo durante períodos
recurrentes en las sociedades industriales, donde las crisis de crecimiento económico
engendran el desaliento y el desánimo en las jóvenes generaciones que están esperando
irrumpir en el mercado de trabajo apuntan a la incongruencia y a la ineficacia de las
fórmulas políticas, concierne los nuevos órdenes institucionales, fundados en la
tecnología más avanzada y en la sostenibilidad medioambiental, intentando conseguir
un ritmo decreciente en la explotación de los recursos naturales y una presentación
propedéutica más igualitaria. La problemática moderna se basa en la relación, todavía,
existente entre la pobreza y el progreso. La inicua distribución de la riqueza amenaza la
civilización moderna, por otra parte basada dramáticamente en las garantías adquiridas
en el curso de las peticiones formuladas por las clases populares, movilizadas por la
tecnocracia dominante en todos los sectores de la condición humana. La disociación
existente entre el tiempo psicológico y el tiempo histórico es la causa de la
intemperancia política y, al contrario, de la disociación masiva.
clima político y social del siglo XX, el conocido como «el siglo breve»: señal de que el
mercantilismo y el colonialismo todavía actúan como antídotos al progreso en su
configuración general. El darwinismo social es la fuente inspiradora de la historia
natural de la humanidad. La pacífica interdependencia cede su sitio a la competencia
beligerante. El progreso se identifica con la supremacía de las estructuras tecnológicas
más adecuadas a la productividad. El comercio, por tanto, pasa de ser un intercambio de
productos, a una difusión de los artefactos, para así satisfacer las expectativas estéticas y
liberadoras de la fatiga bíblica y sacrificial. «Savorgnan de Brazza funda el Congo
francés en 1877, el protectorado de Túnez se establece en 1881, el protectorado de
Annan en 1883. Es lo que exige la economía, o en todo caso es lo que estos actores
creen»35. La política colonial, entendida como el efecto de la política empresarial,
estratifica los resultados del sistema productivo de modo que restablece, bajo formas
aparentemente nobles, el sistema de dependencia de algunos países (poseedores de los
recursos energéticos naturales y de mano de obra barata) de los países tecnológicamente
hegemónicos. La irreductibilidad de estos dos factores a una ecuación resolutiva de los
conflictos aparece ineludible hasta al final de la segunda guerra mundial, cuando el
sistema tecnológico se difunde contextualmente al disgregarse el colonialismo en sus
exteriorizaciones lingüísticas y territoriales. La fiabilidad de la autonomía decisional
concierne los intereses de los grupos económicos y los lleva a difundir los útiles
productivos a los vastos territorios del planeta siguiendo los sistemas de interconexión
financiera, que ocultan los monopolios y los oligopolios, condenados por el liberalismo
de dañar la libre empresa. El imperialismo, como si fuera una enfermedad infantil de la
mundialización, reabre la fase de los conflictos económicos bajo la coraza del
proteccionismo institucional (y militar). Para contrastar la aprensión por la supremacía
económica y financiera a nivel mundial se diseña el Estado social, hereditaria de los
movimientos de emancipación protestativa, desarrollado por los partidos socialistas y
por los movimientos humanitarios. La tutela de los trabajadores induce a los
empresarios a reorganizar sus pretensiones (los beneficios) para facilitar su impulso
institucional. A la reorganización de los benéficos directos se confronta la influencia
política, al punto de condicionar la fenomenología normativa según los criterios de la
conveniencia sectorial.
solidaria y, por otro lado, contribuye a deslegitimar el igualitarismo en los estilemas del
pietismo pseudo-burgués. La revolución industrial reedita el inconsciente colectivo
como una fuerza motriz del desarrollo económico exacerbado por una ferviente
propensión hedonista, lúdica, idólatra, contemplativa. La protección individualista,
aunque se extienda al anonimato masivo, reivindica una tutela social, que habilita a las
instituciones a valorar y adquirir los nuevos descubrimientos tecnológicos, que emplea
con ayuda o en sustitución de los componentes orgánicos (para evitar los aspectos
lesivos a nivel físico y psicológico de los operadores económicos: asalariados,
empleados, técnicos). La reducción del perímetro estatal, propuesta por el liberalismo,
no excluye el ejercicio exornativo en sentido moral de parte de los aparatos de utilidad
pública. El Estado se hace cargo de las nuevas atribuciones, previstas por la dinámica
inventiva y ejecutora de la época moderna. Las libres iniciativas individuales encuentran
consuelo en el beneficio y por lo tanto en el bienestar que se difunde por medio de los
aparatos de participación en el mercado mundial. La burocratización del Estado –según
Max Weber– asegura la racionalización de sus recursos de modo sistemático y erga
omnes. La competencia técnica reemplaza gradualmente la responsabilidad política,
entendida como conocimiento de las perspectivas ideales y concretas de las
comunidades legalmente organizadas. El ejercicio del poder estatal se ejerce en la
promoción de las demandas sociales, que incluyen, como propulsor cohesivo, la moral,
la convención, con la que se ratifica cotidianamente el pacto o el contrato social. La
moral se perfila como un correctivo de los instintos primordiales (predatorios) que,
sublimados, contribuyen a equipar la razón de las fuerzas propulsivas, necesarias para
argumentar con conocimiento de causa con la naturaleza, delineada como una zona
energética, sujeta a la manipulación humana. El panquimismo, al que hace referencia el
psicoanálisis de Sigmund Freud, representa la categoría explicativa y compositiva de la
realidad natural. El despotismo militar no podría manifestarse si no fuera en las formas
esclerotizadas del racismo, por su esencia persecutoria y controvertible. La política que
invierte en las infraestructuras ayuda al empresariado y contribuye a modificar el
hábitat urbano y, en parte, también el agrícola. La metamorfosis social, debido a la
tecnología, consiste en la intensificación de la presencia nacional en el extranjero en
concomitancia con el desvanecimiento del ímpetu interior. La llamada neutralización de
los conflictos nacionales consiste en la proyección en el escenario internacional de las
reivindicaciones sectoriales, comunitarias. La trama de las relaciones públicas e
individuales garantiza la cohesión social y el pacto por cada iniciativa, que tenga como
928 RICCARDO CAMPA
la nación garantiza la influencia mediática y tentacular del Estado, que propende para
garantizar el equilibrio de los poderes y, según las circunstancias históricas, para
transformarse en un Moloch de las sentencias deliberativas. La imposición se justifica
por el peligro interior y exterior –según el esquema de Carl Schmitt– en el convulso
proceso de rigidez institucional. La flexibilidad de la naturaleza se opone al radicalismo
estatal, que tiende a frustrar cualquier tipo de diversidad en las diferencias, creídas
perjudiciales por que transcurra adecuadamente el bien común.
exasperado y el individualismo radical provocan los conflictos modernos que, para sean
reconocidos como tales por la sociedad internacional, tienen que proponerse a nivel de
reivindicación (bajo la forma religiosa, política o explícitamente económica).
Los conflictos tradicionales se perfilan como cataclismos, sobre los que casi se
refleja la atención en el escenario internacional. Las conflagraciones políticas y las
defaillances climáticas, ambientales, parecen dibujar afinidades, que caracterizan –al
menos de forma improvisada– la época de la precariedad y del artificio. «Nunca –
escribe en 1939 Johan Huizinga– el hombre ha tenido conciencia hasta este punto de la
necesidad imperiosa de colaborar en la conservación y el perfeccionamiento de la
civilización terrestre. Nunca en el pasado, el trabajo fue tan honrado como en nuestros
días. Nunca el hombre estuvo tan dispuesto a sufrir, a correr riesgos, a consagrar en
cualquier momento su valor y su personalidad al bien general. Tampoco había perdido
toda esperanza»38. El estudioso de la Universidad de Leiden cree que la corrupción del
modo de pensar y de actuar haya vuelto precaria la sociedad humana, tal como se ha
formado en el curso de los siglos con la aportación de los descubrimientos, que
constituyen aún un precioso consuelo para la vida humana. Por corrupción, entiende la
deformación de las relaciones interpersonales y por lo tanto la falta de garantía de la
subsistencia del género humano en una realidad, comprometida por la desenfrenada
jactancia protagonista de la agregación de los individuos singulares, interceptados en su
recorrido existencial por la traición de los clérigos, de los intelectuales, que se han
vuelto vulnerables por el mito demoníaco de la máquina y del poder cohesivo y
disoluto. Se piensa que los intelectuales son los responsables de la incoherencia entre
las previsiones y las realizaciones perpetradas contra la mayoría del género humano,
subyugada por el exorcismo del ditirámbico poder del maquinismo industrial. El
intelectual, tradicionalmente condicionado por la potestad tutelar, practica una acción
que convierte las prácticas liberadoras en prácticas cohesivas y a veces persecutorias. El
totalitarismo es el fondo más dramático del absorto propositivo de las vanguardias de la
modernización.
Esta concepción de la moral lleva a pensar que las condiciones sociales son (en
parte) responsables de los vicios y de los crímenes, que son perpetrados en la sociedad.
Las anomalías antropológicas son partes integrantes del tejido conectivo de la especie,
en consonancia con lo que el arte representa tanto en términos edificantes como de una
forma más innoble y compromisoria como es la actitud de las figuras –de presencias
inquietantes en el tiempo neurálgico y protésico de la condición humana–. La
«amoralidad» del arte y de la literatura consiste en la representación de los estados de
ánimo del observador-perturbador de la naturaleza que difícilmente se podrían percibir
de otro modo. La forma, en efecto, prefiere las expresiones convencionales e inéditas
para aumentar el volumen de las características, que configuran el gesto (de entusiasmo
y de resignación) que aletea como una condena sobre toda actitud comprensivamente
relevante. La tolerancia, por tanto, no es una actitud benevolente frente a los potenciales
transgresores de la moral sino un hecho circunstancial ante los posibles cambios de las
expectativas, que el escenario económico y social hace menos perentorios que los que el
convencionalismo sanciona como necesarios. La indignación es una actitud burguesa,
que condena el mal ton, la extravagancia sin éxito, la teatral exteriorización de los tics,
por la caída de la tonalidad, de las generaciones, individualizadas en la temperie de la
condición humana.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 941
mundo ad calendas graecas, a fechas no definidas, según las sugestiones, que la ciencia
puede determinar. El patrimonio de los conocimientos es una herencia que se proyecta
en el futuro, casi para reservar el tiempo remoto de los espacios insondables del cosmos.
La emulación contempera la osadía y el azar según los criterios de la comprensibilidad.
Esta ambiciona realizar, al menos de forma aproximada, pero operativa, la mitología
antigua. El cielo es el fondo, en el que se fija la mirada del investigador de la realidad.
Los espacios celestes –desde Ludovico Ariosto a Miguel de Cervantes, a George
Orwell, a Aldous Huxley– son la terminal de un trayecto, que la humanidad considera
necesaria y redentora. El cielo estrellado de Immanuel Kant es el epifenómeno de la
creación (y del consiguiente comportamiento), que la humanidad cree tener. La
amenaza de la guerra planetaria es paradójicamente el presupuesto del «vuelo» hacia lo
alto, de la «divinización» de las generaciones del fin (nada glorioso) del mundo. La
katharsis según Huizinga es el silencio sideral, que invade como un apoteósico
testimonio celeste el ánimo de los supervivientes, los superhombres de nietzscheana
memoria o sencillamente una nueva Cadena del Ser, que inauguras un nuevo Eón, del
que sería hasta demoníaco preconizar su curso y su decadencia. La piedad desconcierta
la espera del fin e impulsa un nuevo principio. El Hybris da la paz, asegura que la
«mano invisible» de Adam Smith vigile efectivamente los destinos del universo. Se
establece una nueva relación entre el pensamiento y la acción. Tanto Platón como
Goethe, encuentran en el acto el primer instrumento de interacción del hombre con la
realidad. Esto también comprende la simbología esencial de modo que sea codificada e
interpretada en la memoria futura.
para activar los aparatos productivos, las fábricas, los talleres, los laboratorios). La
comparación y la discriminación son las categorías, mediante las cuales el conocimiento
se presenta en el plano experimental. La inteligencia consiste en la adaptación del
observador-perturbador de la naturaleza a la realidad tal como se representa en su
exteriorización artificial. La actitud crítica del intelecto está garantizada sobre la
incertidumbre del acto cognoscitivo y su configuración práctica.
razón, que por lo tanto piensa, habla y sonríe– intenta sustraerse a la prisión del ser
inquiriendo la naturaleza, representándose algunas de sus íntimas conexiones. El
género humano no interrumpe la Gran Cadena del Ser, el metabolismo cósmico, sino
que trata de utilizar algunos aspectos para mejorar, según su entendimiento, el curso de
la propia existencia. El descubrimiento científico, que el conocimiento califica en
sentido explicativo y de aplicación, es el recorrido privilegiado, que el género humano
se propone confirmar en la dinámica del universo. El conocimiento no contradice –
obviamente– la naturaleza, aunque se las ingenia para apuntar artísticamente
configuraciones alternativas respecto a las evidentes. El diálogo humano es la
representación escénica de la falibilidad de la empresa, dirigida a contener las
prejudiciales disfunciones de la conducta individual y colectiva. La tragedia griega y las
fisonomías paradigmáticas del comportamiento de Molière representan, en términos
didácticos, las frecuencias moduladas, con las que la ingeniosidad humana intenta
sustraerse a las leyes de la gravitación natural, falsificando temporalmente su curso y su
validez. De las pruebas artísticas y literarias resulta evidente la incapacidad del hombre
distanciarse de las leyes de la naturaleza al punto de extraviarse ilusoriamente. El sopor
existencial de Albrecht Durero es la meta emotiva, a la que el observador de la realidad
llega deletreando el tiempo de la sugestión frente a la equimosis de la Nada,
complaciéndose y llorando melancólicamente.
23. LA CONTEMPLACIÓN
corresponder la sobresaliente habilidad divina con las geometrías explicativas y con las
modificaciones de algunos equilibrios naturales. La amistad permite afrontar las
asperezas del clima (natural y artificial), en el que la destreza humana impone actuar
con el fin de mejorar las condiciones objetivas. La relación entre las emociones y la
razón positiva compensa la relación existencial entre las opiniones y las convicciones:
tema del permanente debate dialéctico desde Sócrates hasta Heidegger. La incesante
transformación de los sentidos simbólicos de las argumentaciones predictivas respecto a
las reflexiones experimentales atañe al ritmo del conocimiento y su aplicación temporal.
Las emociones se configuran como determinaciones virtuosas en el certamen lingüístico
y explicativo de los acontecimientos, tal como se manifiestan en la cotidianidad. La
estructura motivacional del actor de la realidad padece de las primitivas impresiones y
de las dos modificaciones (aunque difícilmente atribuibles a un cambio radical de
interacciones entre la sensibilidad instintiva y su explicación en el curso de la vida
existencial). La elusión por parte del eros de los códigos éticos es ilusoria: sirve para
dar la sensación del descubrimiento, aunque momentáneo, del primitivo impulso vital,
en el que se refleja en términos reducidos el aparato visual y experimental puesto a
disposición de los propagadores más o menos involuntarios de las épocas.
El peligro inminente consiste en creer que el abrazo erótico es el sostén
incontaminado de la vida natural de la realidad, tal como aparece y se potencia en la
expectativa humana. La vulnerabilidad de los seres humanos es la fuente de su
perdurabilidad operativa. La práctica común se justifica paradójicamente con la
insatisfacción, con el propósito de innovación y de modificación de las condiciones
indispensables para consolidar las estructuras sociales e institucionales. La mundanidad
constituye un género organizativo de la experiencia comunitaria con el objetivo de
esperar siempre más de los recursos humanos antes que de la generosidad divina a la
hora de reconocer los factores que aumentan mejorando (aunque sea algebraicamente)
las llamadas condiciones objetivas. La pertenencia al reino de la naturaleza elimina, en
los fundamentos, las diferencias y las diversidades, que la superestructuran en la vida
social. Los incentivos, rubricados por una ecuánime distribución y redistribución de los
recursos naturales (vitales), conciernen las artimañas (ideales, ideológicas), con las que
los órdenes políticos e institucionales afrontan el problema de la paz social. La
insurrección, la subversión y la revolución son las formas –por otra parte
controvertibles– de reorganización del orden normativo, que opera dentro de un sistema
jurisdiccional1. La relación entre la necesidad y la dignidad es el atributo de los
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 957
imprevistas (en las mutaciones) que se deben al cambio de las condiciones objetivas.
Las eras geológicas se caracterizan, en efecto, por la presencia de escenarios biológicos
diversos a los de la unidad de medida, válida en la investigación efectuada actualmente.
mayor evidencia: la correlación existente entre los cuerpos es tal que no pueden entrever
la interrupción de sus relaciones sin admitir contextualmente el fin de la vida sobre la
tierra (y quizás también en el cielo que le supera). La vulnerabilidad de las
adquisiciones cognoscitivas consiste en su contraposición según un nexo de necesidad y
congruencia. La exaltación de Píndaro de la habilidad humana consiste en reivindicar en
el ejercicio de las facultades perceptivas y cognitivas de las personas la responsabilidad
de corresponder a las eventualidades mediante la participación y la cohesión social. La
diversificación entre la culpabilidad, la maldad y la honestidad, la sobriedad constituye
la fuente poética de una tentativa que transciende los límites de la contingencia y exalta
los valores permanentes, a los que adecuar los sentimientos y los comportamientos del
género humano en su unidad. La valencia moral de las actitudes humanas encuentra
cotejo en las condiciones objetivas, que cada individuo singular, preocupado por
expresar su propensión comunitaria, intenta realizar, con la convicción de que son
determinantes para la consecución de los fines que llevan a la consolidación del orden
constituido. La correlación existencial entre la convicción interior y la operatividad se
manifiesta en el milieu cultural, que se ha provisto actualizar con fortuna. La necesidad
del habitat adecuado conforme a las creencias de las convicciones es una evidencia, de
la que no se puede prescindir sin poner en tela de juicio el conjunto del proceso
cognoscitivo e inventivo, en el que consiste el bien común. Las prácticas ordinarias
hacen las veces de los perceptores de lo común, que permiten modular las
modificaciones conceptuales con una destreza y una prudencia insólita.
La dicotomía intimidad-naturaleza se realiza con fines pedagógicos y
propositivos desde la Grecia del siglo V hasta la época contemporánea: la disposición
preceptiva de los individuos a menudo no concuerda con la reacción de la naturaleza (y
por lo tanto con la búsqueda científica que la penetra). Las diversas definiciones de
eudaimonia coinciden en creer que la prosperidad humana es la apódosis de la felicidad.
Ella, por lo tanto, se connota de un atributo deliberativo, que se identifica con la
dinámica operativa, realizada por los individuos para asegurar su bienestar. La ética por
tanto se vale de todas las sugestiones estéticas para corroborar la razón respecto al orden
público más conforme a las expectativas colectivas. El bien común consiste en
considerar la vida asociada al amparo, aunque sea dentro de un límite, de las tensiones
instintivas, emotivas, prejudiciales, que incumben a los individuos, ocupados en una
obra de pacificación realizada de forma colaborativa. La experiencia y la sabiduría
práctica compendian las instancias que mejoran la comunidad humana en sus diferentes
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 961
justifica los conflictos, que se pueden sin embargo escudar en la actitud predominante
de las prerrogativas de las estructuras propulsivas y productivas a nivel supranacional.
El carácter irreparable del daño no comporta consecuentemente un castigo extremo. La
exacerbación de un asunto no encuentra comparación en su homologación, castiga la
reiteración. Paradójicamente, la absolutización de un proceso (natural o artificial)
concilia solamente con su relativización. El principio de justicia consiste, en efecto, en
frustrar su repetición. El remordimiento es un ejercicio espiritual: incumbe a la esfera
intimista, difícilmente salvable con los criterios de la cotidianidad. Crimen y castigo de
Fiódor Dostoievski es la obra de la redención de un homicida, que comete el delito con
la conciencia de cumplir una acción que redime a las generaciones que se sienten
insatisfechas ante la solidaridad dominante. La mano homicida propondría efectos
edificantes si no tropezara con las reglas de la convivencia civil y no fuera contradicha
por sus íntimas convicciones. La pietas se extiende sobre todo el arco voltaico de la
sociabilidad, en la que encuentra su hemiciclo de cumplimiento legítimo. «Estas
intervenciones divinas –escribe Martha C. Nussbaum refiriéndose a la tragedia Los siete
contra Tebas de Esquilo– no son arbitrarias o caprichosas en la vida humana;
representan una respuesta ética profunda, que sería también comprensible en ausencia
de la divinidad»2. La concepción de la justicia se opone a la arbitrariedad divina y
demoníaca. Su consustacialidad con la vida social la vuelve conceptual y éticamente
redimible. El debate, que inaugura La República de Platón, en efecto, trata de la justicia,
que es una categoría que declara las intenciones individuales en el consuetudinario
hemiciclo de la sociedad humana. Como expresión exegética de lo que se cree
imprescindible en las relaciones interindividuales, se connota continuamente de forma
propedéutica a ulteriores acuerdos propositivos entre las generaciones, que se aventuren
responsablemente en el escenario de la historia. Los atenuantes, invocados durante el
juicio por quienes declaran bajo el poder de las furias homicidas, constituyen los
antecedentes lógicos (míticos) que aletean todavía en los asentamientos humanos. La
admisión de los gestos resolutivos de los mortales es excluida de forma definitiva por la
institución civil de las poblaciones que, desde la Grecia del V siglo en adelante,
promueven y consolidan los principios fundadores de la cultura occidental. El temor
ancestral se rompe con la prudencia, congénita en las generaciones que otorgan un papel
salvífico a la razón.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 965
La amistad permanece como un bien que hay que conseguir y reforzar cuando se
acaba el conflicto. En efecto, los tratados de amistad entre los Estados se establecen o
para prevenir un conflicto o después de él. La acrobacia diplomática huye de las leyes
de la lógica para alcanzar situaciones pacíficas contingentes. La crónica política está
970 RICCARDO CAMPA
Las categorías generales, mediante las cuales las apariencias de las cosas
posponen mentalmente a sus estilemas, esbozan el resultado de las circunstancias. Esta
elaboración conceptual se perfila como el recurso exegético de las matemáticas. La
facultad de describir procesos mentales, que pueden al menos encontrar cotejo en la
realidad efectiva, es parte integrante de la condición humana. Es posible que exista un
universo de símbolos, que pueda sugestionar el intelecto agente, aunque no se tiene una
prueba tangible de su influencia sobre la vida de los mortales. El hecho, sin embargo, de
que las matemáticas designen mundos cognoscitivos todavía no realizados o auxiliados
por la experiencia, no revela incoherencia alguna y no perjudica ninguna convicción,
útil a la consecución de los objetivos de una serie de «conversiones» prácticas. La
autenticidad de los enunciados matemáticos reside en su carácter definitorio, que se
expresa en los circuitos exponenciales de los períodos, de las frases que poseen al
menos filológicamente un sentido. Los paradigmas platónicos contribuyen a otorgar a
las expresiones verbales un sentido que sobrepasen su explicación consuetudinaria. Las
apariencias, en tanto que insuficientes testimonios de la realidad, posponen a los
modelos, de los que se deducen todas las variables, contenidas en la eventualidad, en la
posibilidad, en lo concreto. La naturaleza que «quiere esconderse», según Heráclito12, se
refleja en las imágenes captadas rapsódicamente por las matemáticas (por la geometría y
por la aritmética). El descubrimiento (científico, imaginativo) responde a la exigencia
innata en el género humano de delinear el perímetro espacio-temporal en el que se
presenta como ente cognoscitivo, creativo, ejecutor testamentario de una entidad que lo
supera. La indolencia y la inercia son respectivamente los aspectos de la condición
humana y de los entes en el aparente estado de quietud. La identificación de los seres
vivos con los entes inanimados permite ocultar una concepción unitaria del mundo. El
metabolismo natural, en efecto, se presenta de forma hipotética como el conjunto de los
factores, aparentemente contrapuestos, que diseñan un conjunto dinámico y penetrante.
El antropocentrismo de Protágoras es por tanto un método responsable, aunque
inadecuado, para interconectar la observación de la realidad con su íntima consistencia.
La lengua registra las tentativas, cometidas por el observador múltiple de la naturaleza,
de memorizar las estrategias realizadas efectivamente en el actuar y en el pactar sobre
las modalidades para prohibir el mal y reconocer el bien. Las acciones, realizadas por
las generaciones humanas con el propósito de retener una parte, aunque sea
controvertible, de la razón de ser de las cosas, se homologan en el conjunto de los
conocimientos, que constituyen los resultados de las empresas realizadas para
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 983
entre el mundo orgánico y el mundo inorgánico, que hace de silente testigo de las
perturbaciones energéticas que padece el planeta y, por extensión, todos los cuerpos
celestes, de los que se intuye la capacidad cohesiva y disfunsiva frente a un unicum,
hecho hipótesis desde Aristóteles como un modelo influyente en el trascurso del tiempo.
La correlación existente entre el universo intimista y el universo fenomenológico de la
condición humana es respectivamente el objeto de la religión y de la ciencia y de su
controvertida exteriorización. El paradigma explicativo de la acción consiste en
presagiar y en presuponer se conecte con una finalidad que le supere. La acción, en
efecto, es un vocablo denso de sentidos, que no se explica con su misma realización. El
reino de las fuerzas es sujetado por las leyes que individualizan sus efectos detectables
de forma evidente y cuantitativa. La «razón final» de cada fenómeno, sin embargo, no
está implícita en su exteriorización. Esta, si acaso, la custodia la dinámica del universo,
según los diseños de Dios o de un demiurgo laico, el azar. La explicación psicológica y
la explicación fisiológica son complementarias respecto a la evidencia, difícilmente
hipotética, que les da la existencia.
dos factores la que regula la vida cognitiva y de actuación de los seres vivos (y,
prejudicialmente, también la de los fósiles, teniendo en cuenta el «resultado final» de la
vitalidad de los entes presentes y operantes en las diversas eras, anotadas por el empeño
que tienen los mortales de explicar las cosas). La sensatez invade las tensiones
apetitivas y disciplina su aplicación. Las pretensiones del intelecto son reorganizadas
por las sensaciones, que se manifiestan en términos propositivos gracias a la correlación
desarrollada por las mismas con la razón que propicia efectos edificantes. La sabiduría,
aunque aristotélicamente no se identifica con la ciencia, constituye su
complementariedad, junto al sentido común o con el sentido común. El hedonismo se
enfrenta con el arte de la remuneración cognitiva. Su tono elegíaco contrasta con la
cuantificación de los beneficios, que el actuar moral asegura al orden social y a sus
miembros individuales.
El hedonismo excluye cualquier criterio de valoración cuantitativa que satisfaga
la propensión al deseo, a la satisfacción, entendidos como un bien preliminar frente a
los consecuenciales, perseguidos con la razón. La conmensurabilidad no se aplica en los
estados de ánimo, que temen cualquier tipo esquematización, en la cual deflagrarían
como propensiones ególatras, hasta asumir manifestaciones idiosincráticas o
patológicas. La deliberación de los medios que conducen a los objetivos exime
condicionar la acción a una causa, difícilmente hipotética o problemáticamente
plausible. La eudaimonia, la tendencia a una vida mejor, es inherente a todos los actos
realizados para alcanzar los objetivos particulares, pero supuestamente es parte
integrante de un proceso colectivo, comunitario, social. La vulnerabilidad del destino se
sustenta por las expectativas salvíficas de las instancias trascendentales o de la
desesperación cósmica. La particularidad, en cuanto invocada por la indeterminación,
forma sin embargo parte integrante de la mayoría, que compendia las constantes y las
variables de un sistema cognoscitivo en su característica epistémica. La flexibilidad y la
perspicacia contribuyen a convalidar los principios éticos, acreditados por la
experiencia. La contingencia conforta a la mayoría en su grado de realización. Lo
particular y lo universal interaccionan recíprocamente para intentar hacer comprensible
la íntima determinación de los individuos y su afligida deliberación para mantenerse
fieles a los criterios inspiradores de la vida asociada. La irrefutabilidad de las categorías
universales se debe al empeño cognitivo que se convalida subjetivamente en el múltiple
orden institucionalizado. El control de las pasiones se justifica con la asertividad de la
razón, que responsabiliza, a nivel colectivo, las acciones y las actitudes individuales. La
986 RICCARDO CAMPA
subjetividad de la culpa se deduce del fallido dominio de las pasiones, que son
inherentes de forma desordenada a la temperie existencial de los miembros del
consorcio social. La colectividad trata de encauzar las emociones en el mundo de la
representación escénica para hacerlas cada vez menos influyentes en el concierto
consuetudinario. El control de la emotividad es el ejercicio del pensamiento responsable
de los efectos secundarios e inmanentes del circuito deliberativo y potestativo.
La moderación es una categoría «voluntariamente» depresiva. En cuanto que se
presenta como salvaguardia de la «medida», del «justo medio», permite manifestarse
armónicamente a la experiencia colectiva (al amparo de los extremismos y de los
compromisos, que invalidan el curso normal de los acontecimientos). Los conflictos y
las contradicciones se deducen de la ingravidez del deseo respecto a la coherencia de la
acción correctiva. El empresariado se manifiesta en las dimensiones del res nullius,
entendido como el área todavía no invadida por los intereses subjetivos, legalmente
constituidos. El temor, que ofusca la razón, constituye un obstáculo al libre ejercicio de
la acción. La realización de un proyecto socialmente sostenible atañe la habilidad
empresarial de los individuos y de los grupos. Por experiencia y por convención se
delinea la adversidad, frente a la cual los sujetos individuales pueden oponer, no
solamente sus recursos, sino también los de la colectividad para que sean exorcizadas
con todo el fervor de un bien asechado por la irresoluta eventualidad. La sabiduría
consiste, en efecto, en preservar la cohesión social a pesar de las aflicciones inferidas de
la naturaleza en su incontenible exteriorización. Esta mide la distancia que existe entre
la temperie humana y los fastigios de la divinidad arcaica. Las religiones del Libro, al
contrario, admiten la presencia constante de Dios en el cumplimiento de la pensada
cotidianidad, sustentada por inescrutables diseños celestes. La transcendencia eleva el
sufrimiento terreno e induce a que el dolor se represente en las formas edificantes de la
regeneración. El lamento colma de nostalgia las ocasiones fallidas, aquellas dispersas en
el tiempo por la desafición o por la impertinencia. A veces la vanidad sustenta un hilo
conductor como los acontecimientos, en los que los individuos parecen implicados por
un demonio escondido en su propio entendimiento. La pietas favorece la desesperación
de cuantos perciben –quizás erróneamente– el desinterés y la insensibilidad ajena. La
moral común disciplina los entusiasmos y las depresiones en favor de un modus vivendi,
que vuelva virtualmente indivisible el bien y el mal, que se adensan, en rasgos, como en
nubes oscuras, sobre las cabezas de los mortales. Por otra parte, el destino (la
maquiavélica fortuna) es individualizada por la razón como en una atmósfera
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 987
natural según las reglas elaboradas por el género humano para enfrentar la patente
adversidad entre los criterios de la empatía generalizada. La salvación incluso de los
menos aptos a los rigores del habitat natural se justifica con el sentido de la creatividad,
que Robert Musil define como «un experimento». La naturaleza privilegia el bien
común a los intereses egoístas, aunque, en la competencia, los individuos dotados de un
mayor patrimonio genético que los semejantes contribuyen de manera evidente a la
evolución de la especie en su complejidad. El egoísmo genético es considerado el
protagonista del «progreso», entendido como el precipitado histórico del «altruismo
recíproco». Edward O. Wilson lanza una hipótesis sobre una nueva armonización entre
la biología y la cultura, en contra de las creencias fideístas consolidadas y
aparentemente irredimibles del pasado arcaico. La transitoriedad de las formas
representa la combinación de los sistemas vivos y los arqueológicamente confiados a la
cura del tiempo. Los vestigios orgánicos señalan las fases de la presencia activa de los
animales y de las plantas, que presentan una era geológicamente incisiva y memorable
para la historia de la humanidad. La transformación de un proceso de relativa
uniformidad en un sistema de relativa complejidad denota la metamorfosis de la
realidad, tal como se representa en los estilemas de la configuración objetiva, que prevé
también lo contrario.
más aptos, entendiendo que estas prerrogativas son las facultades físicas de primera
instancia, es decir las que excluyen por así decir la acción problemática, pensante. «Al
ser frágil como una caña, el hombre –dice Pascal– es una caña pensante: en él se
encuentra un fondo de energía que obra con inteligencia y es afín a aquello que empapa
el universo para saber influir y modificar el proceso cósmico»16. La reacción de la
naturaleza a las realizaciones intelectuales y prácticas del hombre le confiere una
especie de hegemonía frente a los otros entes de la realidad, aunque esté obligado a
señalar la compatibilidad de su acción cognoscitiva y de actuación en el contexto del
metabolismo global. Los recursos, que utiliza el género humano para huir del dolor y
seguir el placer, otorgan a la inteligencia cognoscitiva un papel, a su vez, providencial.
Sin embargo, los atrevidos y los desdichados se conjugan con los viles y los crueles,
siguiendo un plan de trabajo difícilmente convertible en un asunto moral.
La amoralidad semeja invadir el universo físico, delegado a defender la misma
permanencia en el tiempo según el nietzscheano «eterno retorno»: una noción sintónica
con el primer principio de la termodinámica (el de la no dispersión de la energía) y en
contradicción con el segundo principio de la termodinámica (el de la entropía, del caos
energético y por lo tanto de la no previsibilidad de los resultados formales). El principio
de indeterminación de Werner Heisenberg y el principio de complementariedad de Niels
Bohr contrastan cualquier tipo de previsión, que no sea detectable estadísticamente y
que pueda ser propuesto a la realización práctica. «Desde el plano teológico se dice que
se trata de una condición propia de un estado de prueba y que las aparentes
inmoralidades e injusticias de la naturaleza se compensan sucesivamente. Pero, en el
caso de la mayoría de los seres sensibles, aún queda por aclarar cómo se realiza dicha
compensación»17. Por lo tanto la perfección es una categoría explicativa del
entendimiento humano, que no se puede necesariamente comparar con el proceso
evolutivo determinado durante milenios. La espectacularidad no oculta las caídas de
tonalidad, que el universo presenta a los observadores, ocupados en dar validez objetiva
a sus previsiones. «Si las afirmaciones de los físicos especulativos, es decir que el globo
terrestre por un estado de fusión, como el sol, va gradualmente refrigerándose, son
verdaderas, entonces llegará un momento en que la evolución significará la adaptación a
un invierno universal y que todas las formas de vida se extinguirán, excepto los
organismos inferiores y los simples como la diatomea de los hielos árticos y antárticos y
el protococcus de la nieve rosa»18. La modificación energética influye al menos en
beneficio de algunas especies y en desventaja para otras, según una teleología
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 997
indescifrable para que sea aceptada y utilizada sin exclusión de golpes para quien se
obstine en redefinirla en términos potenciales, económicamente solventes a nivel
jurídico y humanitario. La subjetividad del derecho y la facultad de ejercerlo se
identifican. Las leyes naturales huyen de las sanciones previstas por las leyes morales,
que se configuran como los instrumentos más idóneos para asegurar la convivencia
pacífica y laboriosa de aquellos a los que van dirigidas y que preventivamente han
ratificado. La enunciación normativa concierne a todos aquellos que se empeñan en
realizarla como un beneficio. La aspereza de las prohibiciones es consecuente a la
importancia de las finalidades, que se persiguen. El pecado se transforma –en virtud de
la legislación en vigor– en crimen, frente al que la expiación se convierte en retribución
(según la terminología deducida en el De los delitos y las penas de Cesare Beccaria). El
egoísmo avieso y totalizador contrasta tercamente con la creencia comunitaria y con la
competencia social. «La fatiga del trabajo durante la producción es el único título de
posesión exclusiva. Ningún regalo gratuito de la naturaleza puede ser objeto de tal
propiedad privada. Pues, un hombre no puede tener una posesión exclusiva de sí mismo,
si no es en la medida en que él es el producto de las fatigas que conlleva el propio
trabajo y no un regalo gratuito de la naturaleza»19. A parte de las nociones heredadas, la
personalidad política y moral de cada individuo es el resultado del profuso esfuerzo para
conseguir los beneficios, socialmente admitidos como legítimos y normativamente
protegidos.
El trabajo humano tiene una significación trascendental: hace pensar en el
esfuerzo terrenal que está en competencia con la afirmación celeste. La inminencia se
perfila a veces según performances orgiásticas, fetichistas, subliminares. El trabajo
produce objetos, que pueden superar al hombre, en sus fases experimentales y
funcionales frente a la inmediatez de la necesidad. La arqueología se destina a
completar su inferencia en el territorio, con el objetivo de efectuar un reconocimiento
objetual, como recuerdo de la falsificación de la originalidad de las materias primeras
empleadas para gratificar la sugestión del artificio. El milenarismo moderno se difunde
en la recuperación de las experiencias que se utilizan para sacar provecho. Una especie
de investigación proustiana del tiempo perdido resume el presente, que se debilita en las
dilaceraciones de las argumentaciones incompletas. La aproximación, en efecto, es la
categoría de participación con un vigor universal, conexa con un tipo de individualismo,
formulado por Charles Dunoyer20 en la segunda mitad del siglo XIX, y destinado a
perpetuarse en las formas más exasperadas y en los anacolutos de la sociedad
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 999
NOTAS
1. Prefacio
1
«Sorgerà un tipo di umanità» si domanda in una impareggiabile sinossi filosofica Karl Jaspers «nel
quale non potremmo in nessun modo più riconoscerci? Le creazioni spirituali dell’Occidente, della Cina e
dell’India non saranno più comprese? L’autoestinzione con la bomba atomica sarà la fine di tutto?». Karl
Jaspers, Piccola scuola del pensiero filosofico, Milano, SE, 1998, p. 33. Kleine Schule des
Philosophischen Denkens, Piper & Co., 1965. (Iniciación al método filosófico, trad. M. L. Pérez Torres,
Madrid, Espasa-Calpe, 1977).
2
«“L’atome unira-t-il le monde?” todavía está lejos de cotejarse en los sectores propulsivos del
hemisferio occidental y de manera más pronunciada en la oriental. El proceso de la producción y el
consumo, por una parte, favorece la propensión uniformadora del género humano y, por otra, alimenta los
contrastes, los desequilibrios, las reivindicaciones y las agitaciones políticas y sociales a escala planetaria.
La precariedad es la categoría que caracteriza este largo período de transición, del que no se ve el final.
La fidelidad a un ideal, a una convicción, a una forma de convivencia, disminuye en la disminución de la
uniformidad. Sus múltiples manifestaciones consisten en bienes seriados, en un tipo de egoísmo
ecuménico, en el que tienen razón de ser los especuladores, quienes se la ingenian en las expectativas del
prójimo. El deseo prevalece sobre todas las propensiones humanas. La producción se sirve de la
publicidad para activar el deseo y ahogarlo con una serie de descubrimientos artificiales de aparente
consistencia y efectiva friabilidad. El mundo se configura ilusoriamente como "un triste teatro del
placer”». Ibidem, p. 35
3
«Chiamiamo la vita Esserci. All’esistenza vivente diamo il nome di comprensività; questa, scissa nelle
dimensioni del mondo interiore e del mondo circostante, le tiene entrambe reciprocamente relate».
Ibidem, p. 43.
4
«Il naufragio stesso della libertà non può confutarla, così come lo splendore della terra, anche se questa
dovesse un giorno tornare a dissolversi nell’oceano cosmico quasi non fosse mai esistita, non sarebbe
infirmato dal suo tramonto». Ibidem, p. 83.
5
«Ma la comprensione del senso è inseparabilmente congiunta al giudicare». Ibidem, p. 89.
6
«La fuga nell’apoliticità ci rende dunque complici». Ibidem, p. 109.
7
«L’uomo, diversamente dall’animale, conosce la vergogna. Nasconde la “naturalità irriflessa”». Ibidem,
p. 133.
8
«I cieli non proclamano più la gloria di Dio; ma il materiale fornito dalla natura è pronto per essere
usato dall’uomo». Hans Jonas, Frontiere della vita, frontiere della tecnica, Bologna, Il Mulino, 2011, p.
109.
9
«Pertanto, il trionfo dell’homo faber sul suo oggetto esterno significa anche il trionfo della struttura
interna dell’homo sapiens, di cui egli era solo una parte sussidiaria». Ibidem, p. 136.
10
«Il progetto di costruire una techne della scelta pratica includeva tra le sue aspirazioni centrali
l’eliminazione – o almeno la riduzione – della forza delle passioni». Martha C. Nussbaum, La fragilità del
bene, Bologna, Il Mulino, 2011, p. 563. (La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la
filosofía griega, trad. A. Ballesteros, Madrid, Visor 1995).
11
«Anche la contemplazione intellettuale richiede la presenza di oggetti adatti al pensiero». Ibidem, p.
623.
12
«Più che in ogni altra epoca del passato, tutti noi dipendiamo da persone che non abbiamo mai visto, le
quali a loro volta dipendono da noi». Martha C. Nussbaum, Non per profitto. Perché le democrazie hanno
bisogno della cultura umanistica, Bologna, Il Mulino, 2011, p. 95. (Martha C. Nussbaum, Sin fines de
lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Traducción de María Victoria Rodil. Katz
Editores, Madrid-Buenos Aires, 2010).
13
«Il problema che si pone» afferma Anthony Giddens «è un problema di prudenza politica nel senso di
John Locke». Anthony Giddens, Oltre la destra e la sinistra, Bologna, Il Mulino, 2011, p. 101. (Más allá
de la Izquierda y la derecha, Madrid, Cátedra, 1996).
14
«Così, lo sviluppo industriale dell’Oriente ha legami diretti con la deindustrializzazione dei più vecchi
settori di attività nel cuore dei paesi centrali dell’ordine globale. È possibile che due aree confinanti o due
gruppi legati da una stretta prossimità vengano catturati in sistemi di globalizzazione profondamente
diversi, un fatto che produce bizzarre giustapposizioni fisiche. Il lavoratore sfruttato può essere separato
da un ricco centro finanziario solo da una strada». Ibidem, p. 102.
1002 RICCARDO CAMPA
15
«Non è chiaro» sostiene Jeremy Black «se la credenza in un’arte occidentale della guerra possa esistere
separatamente da un atteggiamento mentale intriso di cultura occidentale, ma la libertà di espressione che
esiste nelle nostre società e lo spessore culturale delle discussioni scientifiche (dentro e fuori l’accademia)
autorizzano a pensare che sia possibile». Jeremy Black, Breve storia della guerra, Bologna, Il Mulino,
2011, p. 184.
2. El milenarismo
1
Karl Dietrich Bracher, La dictadura alemana/1. Génesis, estructura y consecuencias del
nacionalsocialismo, Madrid, Alianza Editorial, 1995, I., p. 20.
2
Ibidem, p. 35.
3
Ibidem, p. 69.
4
Friedrich Meinecke, Die deutsche Katastrophe, Wiesbaden, 1946, p. 28.
5
Curzio Malaparte, Der Staatsstreich, Leipzig, 1931, pp. 219 e ss.
6
Karl Dietrich Bracher, op. cit., p. 303.
7
George Mosse, The Crisis of German Ideology, New York, 1964, p. 13.
8
Karl Dietrich Bracher, op. cit., p. 357.
9
Karl Dietrich Bracher, La dictadura alemana/2. Génesis, estructura y consecuencias del
nacionalsocialismo, Madrid, Alianza Editorial, 1995, II., p. 269.
10
«Ogni scienza resta vincolata all’inizio della filosofia. Da esso la scienza trae la forza della propria
essenza, posto che di tale inizio sia all’altezza». Martin Heidegger, L’autoaffermazione dell’università
tedesca. Il rettorato 1933/34, Genova, Il melangolo, 2001, p. 37 (La autoafirmación de la universidad
alemana : el Rectorado, 1933-1934. Entrevista del Spiegel, trad. R. Rodríguez García, Tecnos, Madrid,
2009).
11
«E il mondo spirituale di un popolo non è la sovrastruttura di una cultura, tantomeno l’arsenale in cui
vengono di volta in volta conservati conoscenze e valori, che vi entrano e escono continuamente, ma è la
potenza che scaturisce dalla più profonda conservazione delle sue forze fatte di terra e di sangue, potenza
che provoca la più intima commozione e il più ampio sommovimento del suo esserci. Solo un mondo
spirituale è per un popolo garanzia di grandezza». Ibidem, p. 40.
12
«Ma comprenderemo interamente la nobiltà e la grandezza di questa riscossa allorché e solo allorché
avremo iscritto nei nostri cuori quella profonda e ampia riflessione da cui l’antica saggezza greca trasse la
sentenza: “Tutto ciò che è grande ... è nella tempesta” (Platone, Politeia, 497 d. 9)». Ibidem, p. 45.
13
«A causa di questo dissimilarsi del pericolo attraverso la disponibilità dell’imposizione, la tecnica
sembra ancor sempre un mezzo in mano all’uomo. Ma in realtà l’essenza dell’uomo oggi è disposta a
passare la mano all’essenza della tecnica». Martin Heidegger, La svolta, Genova, Il melangolo, 1995, p.
9.
14
«Solo pensando impariamo ad abitare nell’ambito in cui avviene l’affrancamento del destino
dell’essere, l’affrancamento dall’imposizione». Ibidem, p. 17.
15
«Ogni tentativo di censire morfologicamente o psicologicamente il reale esistente in termini di
decadenza e perdita, di fatalità, catastrofe o declino – non è che un gesto tecnico». Ibidem, p. 29.
16
«A noi compete la costellazione dell’essere». Ibidem, p. 31.
17
«L’assenza di pensiero, che sempre più sta prendendo piede nel nostro tempo, si fonda su un evento che
distrugge l’uomo nell’intimo: l’uomo del nostro tempo è in fuga davanti al pensiero...». Martin
Heidegger, L’abbandono, Genova, Il melangolo, 1998, p. 29.
18
«Ora il mondo appare come un oggetto, un oggetto a cui il pensiero calcolante sferra i suoi assalti, ai
quali, si ritiene, nulla è più in grado di opporsi». Ibidem, p. 34.
19
«In ogni ambito della propria esistenza (Dasein) l’uomo è sempre più strettamente assediato dal potere
delle apparecchiature tecniche e delle macchine automatiche». Ibidem, p. 35.
20
Maestro Eckhart, Trattati e prediche, Milano, Rusconi, 1982 (Tratados y sermones, trad. Ilse M. de
Brugger, Barcelona, Edhasa, 1983).
3. El sortilegio
1
«In un tipo di ricerca che viene condotta alla presenza del proprio oggetto, può far colpo affermare che
possiamo conoscere con la percezione più di quanto si possa adeguatamente esprimere con il linguaggio.
Ma la ricerca storica tratta di oggetti del tutto trascorsi. Ciò che è presente ai sensi dello storico è soltanto
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1003
la testimonianza di essi». William H. Dray, Philosophy of History, Englewood Cliffs, New Jersey,
Prentice-Hall Inc., 1964, trad.. it. Bologna, Il Mulino, 1969, pp. 22-23 (Filosofía de la historia, trad.
Molly K. Brown, revisión de la trad. R. Cordero Amador, México, Uteha, 1965).
2
«Per la scienza il fatto è scoperto dalla percezione che ne abbiamo, e l’ulteriore ricerca della sua causa
viene condotta assegnandolo alla sua classe e determinando poi la relazione esistente tra quella classe e le
altre. Per la storia, l’oggetto da ricercarsi non è tanto il puro fatto quanto il pensiero espresso in esso.
Scoprire quel pensiero significa già comprenderlo». R. G. Gollingwood, The Idea of History, New York,
Oxford University Press, 1956, p. 214.
3
«Collingwood, insistendo che lo storico deve ripensare i pensieri dell’agente, afferma che lo “scopo”
dell’azione non può essere compreso senza l’adozione da parte dello storico di ragionamenti pratici aventi
una funzione vicaria». William H. Dray, op. cit., p. 26.
4
Ilja Prigogine, Il futuro è già determinato?, Roma, Di Renzo, 2003.
5
«In Historical Inevitability, Isaiah Berlin espone il primo argomento nei seguenti termini. Lo storico,
ammette, dovrebbe certamente evitare l’atteggiamento “ipercritico”... In favore di questa rivendicazione
relativistica, Berlin fa rilevare che la storia non è una disciplina formalizzata con un vocabolario tecnico
appositamente inventato. È un tentativo di capire il passato negli stessi termini con cui l’uomo comune
cerca di capire il presente nel quale deve vivere». William H. Dray, op. cit., p. 43.
6
«Ad ogni modo, escludere espliciti giudizi di valore dal linguaggio dello storico non varrebbe ad
escluderli dalla sua ricerca». Ibidem, p. 50.
7
Charles A. Beard y Mary R. Beard, The Rise of American Civilization, New York, The MacMillan
Company, 1927, II, pp. 10, 54 (Historia de la civilización de los Estados Unidos de Norte América: desde
sus orígenes hasta el presente, Volumen 2, Buenos Aires, Kraft, 1946).
8
«Contestando le obiezioni al suo cosiddetto “metodo a priori”, Hegel giunge a paragonare il suo
procedimento con quello di uno scienziato naturale, che debba anche “introdurre delle idee nei dati
empirici”». William H. Dray, op. cit., pp. 121-122.
9
«In tutto, egli scoprì ventuno civiltà completamente sviluppate (talvolta estese a ventitre) divisibili in tre
“generazioni”, in un periodo di circa seimila anni da quando fu rotto per la prima volta il “blocco di
consuetudini” dell’uomo primitivo e apparve sulla scena l’uomo civilizzato». Ibidem, p. 131.
10
«La teoria economica classica si limitava all’analisi del comportamento umano in condizioni di
certezza, in condizioni in cui il decisore può prevedere in modo univoco l’esito di ciascuna delle linee
d’azione che egli può intraprendere (o in cui si può assumere questo almeno in prima approssimazione). È
toccato alla moderna teoria della decisione estendere questa analisi alle condizioni di rischio e di
incertezza». John C. Harsanyi, L’utilitarismo, Milano, Il Saggiatore, 1988. pp. 8-9.
11
«Agiamo in condizioni di certezza quando siamo in grado di predire il risultato di tutte le singole azioni
che possiamo compiere. In condizioni di rischio quando conosciamo almeno le probabilità oggettive
associate ai vari risultati possibili. In condizione di incertezza quando alcune o tutte queste probabilità ci
sono sconosciute (o sono addirittura indefinite)». Ibidem, p. 31.
12
John von Neumann y O. Morgenstern, Theory of Games and Economic Behavior, Princeton N. J.,
Princeton University Press, 1944. «La resistencia moral contra los juegos de azar influye en la difusión y
en la aceptación de esta teoría conceptual. Sin embargo, el sentido del juego (como el de la fortuna
maquiavélica y del acaso de la física moderna) se relaciona íntimamente con la eventualidad, una
categoría análoga a la de la incertidumbre, pero con prerrogativas debidas al metabolismo natural
preferiblemente a las idiosincráticas propensiones individuales y colectivas. La incertidumbre es un grado
del desarrollo del conocimiento científico, que encuentra su referencia en la desordenada y, a veces,
desesperada actitud de los miembros individuales, las unidades orgánicas de los órdenes institucionales».
13
«I grandi utilitaristi del XIX secolo erano edonisti. Essi assumevano che tutto il comportamento è
completamente determinato dalla ricerca del piacere e dal tentativo di evitare il dolore. Essi definivano
perciò i livelli di utilità individuale sulla base dei piaceri e dei dolori, pesando entrambi in termini della
loro intensità, durata e altri criteri simili. Questo approccio va però soggetto a serie obiezioni; in primo
luogo quella secondo cui è basato su una psicologia sbagliata e oggi del tutto superata: è semplicemente
falso che il piacere e il dolore siano i due soli moventi del comportamento umano». John C. Harsanyi, op.
cit., pp. 56-57.
14
«Una grande fedeltà ai propri valori morali richiede una forte disponibilità a sopportare sacrifici anche
gravi. Sfortunatamente, l’esperienza mostra che la gente di questa tempra è spesso ugualmente disposta a
sacrificare gli altri in loro nome: la devozione a ideali politici e morali molto alti si sposa spesso con un
fanatismo morale e politico dalle conseguenze socialmente disastrose. Robespierre era senza dubbio un
uomo di altissimi princìpi morali». Ibidem, p. 103.
1004 RICCARDO CAMPA
15
«Nella teoria di Rawls, questa posizione originaria puramente ipotetica – definita in modo abbastanza
astratto – rimpiazza il “contratto sociale” di carattere storico o quasi-storico dei precedenti filosofi
contrattualisti. Rawls tratta come giuste le istituzioni di una data società se esse sono strutturate in
accordo con i princìpi che presumibilmente sarebbero concordati da individui razionali nella posizione
originaria». Ibidem, p. 110.
16
«Inoltre dobbiamo capire che, con qualche riserva, ma non troppe, i principali utilitaristi mirarono a
produrre, in reazione a Hobbes, una teoria morale accettabile per una società secolare con le
caratteristiche del mondo moderno. La loro reazione a Hobbes (in antitesi alla risposta cristiana ortodossa,
per esempio Cudworth) mette in evidenza questo aspetto della loro opera: essi rappresentano la prima
teoria morale politica moderna». John Rawls, Lezioni di storia della filosofia politica, Milano, Feltrinelli,
2009, pp. 437-438 (Lecciones sobre la Historia de la Filosofia Politica, Barcelona, Editorial Paidós,
2009).
17
Johann Gustav Droysen, Historik-Vorlesunger über Enzyklopädie und Methodologie der Geschichte,
Munich/Viena, R. Oldenbourg Verlag, 1977, trad. sp. Barcelona, Editorial Alfa, 1983, pp. 26-27.
18
Ibidem, p. 63.
19
Ibidem, pp. 79-80.
20
Ibidem, pp. 142-143.
21
Lyle N. McAlister, Dalla scoperta alla conquista. Spagna e Portogallo nel Nuovo Mondo 1492/1700,
Bologna, Il Mulino, 1986, p. 607, escribe: «J. B. Masefield nos da un juicio bastante incisivo sobre la
importancia de las migraciones de la flora y la fauna, iniciadas con la llegada del Nuevo Mundo: “Fue el
imprevisto descubrimiento de América el que cambió el mapa agrícola del mundo... de un solo golpe se
duplicaron los potenciales recursos vegetales del mundo conocido. La difusión de cosechas y animales de
cría, que siguió, fue la más importante jamás acaecida en la historia del hombre y, quizás, de entre todos
los efectos del descubrimiento, este fue justo el más duradero”». El perfil dietético y conductual del Viejo
Mundo padece, por tanto, un cambio, tal que encauzar y amplificar contextualmente las dos orillas del
Atlántico.
22
Johann Gustav Droysen, op. cit., p. 165.
23
Ibidem, p. 187.
24
Ibidem, p. 208.
25
Ibidem, p. 217.
26
Ibidem, p. 243.
27
Ibidem, p.264.
28
El significado mesiánico de la historia es un indicio de la presencia divina en la vida terrena de la
humanidad, que se debate entre el Bien y el Mal, en la esperanza de llegar a un significado que la
compenetre.
29
El progreso es la etimología de la acción confrontada a la perspicacia de la razón. Todo lo que puede
ser modificado puede ser bonificado en el hemisferio nostálgico y contencioso de la acción práctica.
«Daniel Dennett, filósofo de la Universidad de Tufts –escribe Gilberto Dupas en Economía global y
exclusión social (Madrid, Fundación Histórica Tavera, 2001, p. 84)– da casi por seguro que no seamos la
especie del planeta con mayores posibilidades de sobrevivir. Estamos en desventaja con las cucarachas y
los seres vivos más simples».
30
Para Jacques Monod el azar y la necesidad son metáforas de la realidad. El fin de la existencia, en
cuanto es temida y execrada, engendra la confianza en la igualdad y en la resignación. «Hay, en otras
palabras… –escribe José Andrés Gallego, Historia general de la gente poco importante (Madrid, Gredos,
1991, p. 347)– un curso perfectivo y acumulativo del tiempo: secularizado, inmanente, prácticamente
ilimitado».
4. La maravilla
1
Françoise Gadet y Michel Pêcheux, La lengua de nunca acabar, México, F.C.E., 1984, p. 19.
2
Erwin Rohde, Psique. La idea del alma y la inmortalidad entre los griegos, México, F.C.E., 1983, p. 23.
3
Ibidem, pp. 30-31.
4
Ibidem, p. 64.
5
Ibidem, pp. 79-80.
6
Ibidem, p. 103.
7
Ibidem, p. 147.
8
Ibidem, p. 150.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1005
9
Ibidem, p. 158. Leonard Bloomfield, Language, New York, Holt, 1933, p. 3 (Lenguaje, Lima,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1964), afirma que los griegos antiguos tenían el don de
maravillarse por las cosas que los otros pueblos aceptaban sin hacerse problemas.
10
Gonzalo Aguirre Beltrán, Obra antropológica XII. Lenguas Vernáculas, México, F.C.E., 1993, p. 220.
11
Ibidem, p. 221.
12
Erwin Rohde, op. cit., p. 195.
13
Ibidem, pp. 199-200.
14
«Salido de Oriente –escribe Charles Seife, Zero. La storia di un’idea pericolosa, Torino, Bollati
Boringhieri, 2002, p. 11 (Cero. La biografía de una idea peligrosa, Pontevedra, Ellago Ediciones, 2006)–
en la llamada Medialuna Fértil, algunos siglos antes de Cristo, el concepto de cero no solo evocaba la idea
de la nada primordial, sino que se asociaba, incluso, a la peligrosa propiedad matemática. En el cero
residían fuerzas capaces de revolver los fundamentos de la lógica».
15
Ibidem, p. 25.
16
Ibidem, p. 30.
17
Ibidem, p. 50.
18
Ibidem, pp. 54-55.
19
Ibidem, p. 68.
20
Ibidem, p. 199.
21
Ibidem, p. 261.
22
Françoise Gadet y Michel Pêcheux, op. cit., p. 235.
23
George Peter Murdock, Nuestros contemporáneos primitivos, México, F.C.E., 1981, p. 10.
24
Ibidem, p. 11.
25
Cfr. William Monter, Riti, mitologia e magia in Europa all’inizio dell’età moderna, Bologna, Il
Mulino, 2003. La concepción de la razón como categoría absoluta del orden es perentoria o está llena de
pretextos. Si no se concertase a la razón, el campo de la variabilidad de los sentidos y, por lo tanto, de la
contradicción, con el que interacciona en las dinámicas del mundo, definiría su curso como el antecedente
de la superafectación (y de la discriminación) del género humano. El desorden es el tenor en el que se
obscurece el rigor científico, una infausta unión del pensamiento investigador, propenso al cumplimiento
de la realidad o, al menos, a su refrendo por una perceptible cognición de sentido. La crítica al orden
racional se ejercitaría en la intolerancia mediática, a causa de la cual las ventajas de los seres mortales
serían los originarios, hipnotizados como salvadores (y credenciales) de Friedrich Nietzsche. El abandono
en los brazos (y en las gracias) de la naturaleza es una instancia continuamente desatendida por el género
humano. Hasta las religiones, adversas a la hegemonía natural, admiten la exigencia de una coherencia
explicativa de la realidad. El Sermón de la Montaña es una seráfica e incandescente aclaración de la
ineptitud del hombre al amparo de la razón práctica: qué mérito, en efecto, tienen los amigos si se ayudan
entre ellos, si también los enemigos lo hacen igualmente. El ideal sería el contrario, clausurando las
diversas propensiones vitales de los unos y de los otros. La entropía es ya parte integrante del
conocimiento y no discrimina entre el hemisferio cognoscitivo de la razón y el hemisferio, todavía
extraviado en la temperie del mito, de las visiones y de las percepciones, considerados el peristilo de una
nueva connotación de lo existente. La adaptabilidad de Burrhus F. Skinner se identifica con la aplicación
funcional de la razón a los desafíos de la naturaleza. El discurso del método cartesiano es la justificación
de la obligatoriedad de la aptitud investigadora se basada en los propios recursos. La demonización
metafísica no frustra la imperiosidad descriptiva de la realidad por parte de los sentidos, pero ennoblece
su sentido. La teleología de la acción especulativa se ejercita en la consagración de las ventajas (y los
sufragios prácticos), que la razón permite actuar, averiguar y confutar.
Si, como sostiene Zygmunt Bauman, la ambivalencia salva el mundo, la reductio ad unum promovida por
la ciencia sería desviante, en el plano cognoscitivo y deletéreo, en el plano de la acción. La práctica,
basada en el conocimiento (que es catalogador, sistémico, por razones temperamentales obvias), aunque
se perfile como una superafectación de la razón, no por esto pierde en validez. A parte del hecho de que el
artificio es un aspecto inédito de la naturaleza, el arte sistémico no aparece arbitrariamente: las leyes de la
gravitación general, el segundo principio de la termodinámica, la relatividad general, el principio de
indeterminación y el principio de complementariedad no son ajenos a los fenómenos naturales, aunque no
los agotan teleológicamente. La idea de que el artificio es antinatural es desastrosa. Todo lo que la
humanidad logra modificar de las energías latentes en el universo es un potencial de las mismas, que
puede renovarse y modificarse en sintonía o no con la percepción y la racionalidad del observador-
perturbador de la realidad en las que gravita y obra. Que cada prejudicial cognoscitiva no constituya un
aspecto permanente del universo, que pueda ser hipotizada, no contrasta con el propósito de interaccionar
1006 RICCARDO CAMPA
moderna continúa, pero ya está privada del objetivo que un tiempo la alimentó» (Ibidem, p. 116). La
imperiosidad del impacto normativo sobrentiende el necesitarismo naturalista, que aflora exacerbado en
los cánones previsivos de la sociedad del bienestar. El impulso discursivo de los órdenes institucionales,
beneficiados por la fortuna y la tecnología, engendra el debate político a nivel planetario. Pero las
resoluciones, que lo determinan, celebran el valor nominal de los principios universales y solidarios, sin
perjudicar los intereses sectoriales (de parte). La coexistencia subroga la universalización, actuando los
perfiles de complementariedad o subsidiariedad económica y social, flébilmente operantes en las áreas
más controvertidas del planeta. La posmodernidad se perfila como un reconocimiento proustiano de la
experiencia acabada en el tiempo sin la necesaria sugestión evocadora, que el presente devuelve
inequívocamente cautivante. La imperiosidad del pasado se declina en la tristeza de la contrariedad y en
la incongruencia de lo que, en cambio, se cree fundamental para sustentar las defensas instintivas del
género humano, frente a las profundas transformaciones políticas, económicas y sociales de la
modernidad. La gestión de los procesos comunitarios se inspira en los cánones predictivos de la equidad y
la dignidad humana. Las diversidades étnicas, raciales, credenciales, no constituirían un obstáculo a la
creación de un universo invadido por el sentido de la justicia y la armonía universal. Pero desde
Immanuel Kant en adelante, el concepto de paz (perpetua) implica la superación de las barreras
normativas, mediante las que las diversas conformaciones institucionales se proponen competir sin
oponerse. La sublimación del conflicto es una prerrogativa quizás ilusoria de la postmodernidad. La
tolerancia propende por asimilación en una única formación institucional de componentes económicos y
sociales diferentes, también bajo el perfil étnico, credencial, ideológico. La nueva conformación social es
virtualmente propedéutica de un aparato compositivo, de género, o de especie, del orden comunitario
(nacional e internacional). La condena de todo tipo de discriminación salvaguarda el derecho individual y
colectivo a concurrir en la elaboración y la aplicación de las normas de la convivencia civil.
La uniformidad de las costumbres influye en las formas del pensamiento y de la acción de modo que
rubrican las controversias en la opinión sobre la eliminación del humor en los sectores conformistas del
orden social. La unidad de medida confrontable en el plan doctrinario es el privilegio, que priva de
homogeneidad las áreas geográficas influídas de forma disforme por el progreso científico y tecnológico.
La antropología no justifica las discriminaciones económicas, que se deducen de las prevaricaciones
coloniales. La búsqueda de las materias primeras y su empleo en los aparatos tecnológicos de
transformación modifican las tradiciones, uniformándolas. La contingencia operativa de los modelos
modernizantes sacrifica la costumbre adquirida para un tipo de comportamiento reivindicacionista. La
despiadada concepción de un universo dividido entre dos esferas de agitados encargos modernizantes se
pliega al necesitarismo artificial. La inocencia de los Estados es virtual, subyugada por el demonio del
bienestar. La corrupción a niveles predominantemente altos resta potencia a la nobleza de los principios y
los absortos inspiradores de la economía programada y la política decisional. La enajenación es la actitud
de disociación de los que no se identifican con la política profesada por la institución de pertenencia. El
provincialismo nacionalista encuentra su contraste en el universalismo solidario. La razón instrumental
asume connotaciones ecuménicas. El imperativo moral se conjuga con el necesitarismo racional. La
homogeneidad contrasta con el pluralismo, que es entendido como el aspecto providencial del orden
jurídico moderno. La emancipación social es el sortilegio de las doctrinas progresistas, de las que se
distancian proditoriamente las corrientes de pensamiento que evocan y preconizan el autoritarismo en las
manifestaciones más escabrosas y necias del totalitarismo. La interiorización de la ambivalencia es una de
las metas de las sociedades opulentas, cuyo nivel de conciencia comunitaria supera el conformismo y la
hipocresía difusa. La ambigüedad es el disolvente endémico de la legalidad, que subroga con la
preceptividad.
El destierro es una forma de revelación –afirma María Zambrano, Los bienaventurados, Madrid, Siruela,
2004– que permite a los favorecidos no tener fuertes apegos a la tierra. La empatía por la realidad permite
despegar, evocándola, a la futura memoria. Esta actitud reduciría la asertividad credencial y exorcizar los
conflictos. El destierro es un lugar en el que los pensamientos se ejercitan contumazmente. La sensación
de abandono suscita falsos entusiasmos, pero alivia el sufrimiento por algo improbable. La historia parece
fluir en los pasajes de la conciencia, que se realiza en las revisitaciones de los hechos que le prometen a la
atención general. El tiempo –afirma María Zambrano– es un dios sin máscara. En su configuración se
descubre la parte desconocida y vulnerable de la condición humana. El desierto es la imagen que apasiona
los errantes de cada rincón de la tierra. Es como si en el desterrado refluyeran las energías latentes en el
desierto; y la patria pasara de los abismos de la luz al más allá del horizonte.
5. La apariencia
1008 RICCARDO CAMPA
1
John D. Barrow y Frank J. Tipler, Il principio antropico, Milano, Adelphi, 2002, p. 42.
2
Ibidem, p. 54.
3
Ibidem, p. 57.
4
«Nel pensiero di questi primi atomisti, quale risulta dai frammenti, si potrebbe ravvisare un’analogia con
i concetti della biologia dell’evoluzione e con l’interpretazione a “molti mondi” della teoria quantistica».
Ibidem, p. 59.
5
«La codificazione delle leggi attiche sulla cittadinanza» scrive Peter Funke «andò di pari passo con una
più rigida definizione dei diritti e dei doveri dei cittadini stranieri. Nell’ordinamento ateniese per gli
stranieri (xénoi) che si trattenevano ad Atene solo temporaneamente valevano le consuete regole del
diritto internazionale, che si era formato in tutto il mondo greco sul modello del diritto di ospitalità».
Peter Funke, Atene nell’epoca classica, Bologna, Il Mulino, 2001, p. 63 (Atenas clásica, trad. J. Larriba,
Boadilla del Monte, Madrid, Acento Editorial, 2001).
6
«Nella sua orazione funebre per i caduti della prima guerra del Peloponneso, Pericle definì l’Atene del
suo tempo la scuola dell’Ellade (tes Helládos paídeusis). Gli ateniesi – diceva Pericle – erano per gli altri
greci un esempio degno di essere imitato non solo per la loro potenza e per la costituzione democratica,
ma anche in tutti i campi dell’arte e della letteratura, della filosofia e della scienza». Ibidem, pp. 69-70.
7
«I tragici, riprendendo in varianti sempre nuove dei miti tradizionali gli intrecci di libertà e necessità, di
vendetta, hýbris, colpa ed espiazione, creavano la distanza dal contingente, necessaria per far emergere in
modo più penetrante il valore universale del loro messaggio». Ibidem, p. 75.
8
«Verso la metà del XIII secolo, gli studiosi domenicani Alberto Magno (1206-1280) e Tommaso
d’Aquino (1225-1274) avevano terminato la conversione di Aristotele alla dottrina cristiana... Il pensiero
scolastico riteneva possibile accedere alle verità ultime con la pura ragione, senza l’ausilio della
rivelazione». John D. Barrow y Frank J. Tipler, op.cit., p. 69.
9
«La visione newtoniana del mondo, argomentata in modo tanto preciso e suggestivo nei Principia,
doveva dar luogo a un flusso inarrestabile di argomenti finalistici basati su fenomeni ottici e
gravitazionali». Ibidem, p.82.
10
Rudolf Hermann Lotze representa una de las personalidades más significativas de la cultura occidental
de finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Se propone, desde la prestigiosa cátedra de la
universidad de Gotinga, afrontar la problemática relativa a la relación entre el mecanicismo y la
teleología. Sostiene la continuidad entre el hemisferio inorgánico y el hemisferio orgánico según las leyes
universales. El estatuto del hemisferio orgánico no detenta el privilegio de poseer una «fuerza vital», pero
sí la interacción con las energías latentes en el universo según la multiplicidad de las causas y la noción
de «objetivo». Su interés por la conciliación de la poesía y la ciencia consiste en la integración de la
metafísica en las disciplinas naturales y experimentales. El magisterio cultural de Lotze coincide con el
panteísmo de Karl Christian Krause, que influirá en el pensamiento español, subyugado entonces aún por
el dogmatismo religioso y el aristotelismo medieval. La tradición científica de la universidad de Gotinga
se extenderá hasta Hermann Weyl, teórico de la relatividad, autor de Symétrie et mathématique moderne,
(Paris, Flammarion,1964). El finalismo del sistema mecánico-organicista, delineado por Lotze, se
propone hacer menos perentorio el presupuesto de un ordenamiento mental que se proponga garantizar las
expectativas mesiánicas de la tradición. La filosofía de Lotze se explica en la búsqueda de una íntima,
connatural, determinación, que justifique el movimiento de las fuerzas que conforman los
acontecimientos. «Il problema –sostiene Lotze en Logica (prefacio de S. Poggi, ed. de F. De Vincenzis,
Milano, Bompiani, p. 621) tale ovviamente per il ricercatore – non ammette una regola logica attraverso
la quale può essere sempre trovata una soluzione senza fare i conti con la libera cooperazione e la sagacia
individuale dell’indagante». Si la realidad es más rica que el pensamiento, su diseño es un aspecto de la
argumentación humana. La relación entre la morada del ser y los acontecimientos constituye la temática
fundamental del pensador-científico alemán. El ser se conforma en el actuar, en el intento de ser percibido
como un Bien, como un testador de la teleología natural. La relación entre el valor y el placer constituye
el aspecto evidente del Bien. La finalidad gnoseológica se identifica con la connotación axiológica, para
hacer comprensible la realización, la laboriosidad, el empeño del género humano en creer congruentes y
consiguientes la convicción y la acción. La representación de los entes tiene validez temporal, mientras
que su íntima estructura (su «contenido») está exento de ello. El valor normativo se distingue del valor
temporal: los entes se individúan mediante la prospección cognoscitiva; pero no son extinguibles en su
esencia, que trasciende el tiempo. El pensamiento, que representa las cosas, tiene validez trans-objetiva,
como un efecto de la relación trans-subjetiva. El dualismo positivo-negativo en la manifestación del juicio
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1009
reflexión, en el sentido que las prerrogativas del predicado del sujeto se declinan como categorías
universales (la blancura, la solidez, la perseverancia). En el laboratorio mental se componen y
descomponen los juicios, que influyen «solamente» al metabolismo, al equilibrio energético, individual.
La subjetividad de las sugestiones denota una imponderable influencia sobre la consistencia de los
pensamientos, que se traducen en actos, y se compendian en la compilación memorial, en el patrimonio
cognoscitivo de la comunidad, donde se manifiestan. El principio de razón suficiente consiste en hacer
comprensible la relación existente entre el enunciado conceptual y su consecuencia. La definición de la
universalidad (todos los hombres son mortales) y de la generalidad (el hombre es mortal), se explica,
respectivamente, en el juicio asertorio y en el juicio apodíctico. Los protagonistas de las definiciones son
el hombre y el individuo. El régimen absolutorio de las diversas identidades se configura como una
aproximación conceptual, formalmente condicionada por una ambigüedad ancestral. El silogismo es, de
hecho, la conexión de dos juicios, que no es la suma de ambos. La condición que le convierte en
interactivos consiste en mostrarlos depositarios de un medius terminus. La premisa mayor contiene la
premisa menor según un nexo conclusivo. La vida sin racionalidad es posible, pero no la racionalidad sin
la vida. La subordinación de lo particular a lo universal se justifica con la elaboración de la relación de
quintaesencialidad existente entre la premisa mayor y la premisa menor de toda proposición comparativa
(silogística). Naturalmente, los enunciados, que se enfrentan según los principios hipotéticos o
disyuntivos, son manifestaciones de la evidencia y la perentoriedad. Huyen de la contingencia
interpretativa y los dilemas decisionales, en cuanto que la validez del fundamento se deduce de la validez
de la premisa.
11
«Nello schema di Feynman – Wheeler il campo elettromagnetico non è un’entità fisica reale ma un
semplice artificio contabile introdotto per non dover parlare delle particelle in termini teleologici». John
D. Barrow y Frank J. Tipler, op. cit. pp. 158-159.
12
C. B. Collins y Stephen William Hawking, «Astrophys. Journal», 180, 1973, p. 317 e ss.
13
«Tutto ciò può produrre addirittura una sorta di assurdità, come mostrano i nuovi conformismi, che
emergono tra persone che lottano per essere se stesse e, più ancora, le nuove forme di dipendenza che si
sviluppano quando individui malcerti della loro identità si rivolgono a sedicenti esperti e guide di ogni
specie, ammantati dal prestigio della scienza o di qualche esotica spiritualità». Charles Taylor, Il disagio
della modernità, Roma-Bari, Laterza, 1994, p. 19. Cfr. Serge Moscovici, Essai sur l’histoire humaine de
la nature, Paris, Flammarion, 1968; Henri Wallon, De l’acte à la pensée, Paris, Flammarion, 1970.
14
Karl Marx, Il capitale, Libro III: Il processo complessivo della produzione capitalistica, Roma,
Edizioni Rinascita, 1956, vol. III, p. 232. Cfr. Pierre Dockēs, L’espace dans la pansée économique du
XVIe au XVIIIe siècle, Paris, Flammarion, 1969.
15
Alexis de Tocqueville, Scritti politici, a cura di Nicola Matteucci, Torino, Utet, vol. II, 1968 (Discursos
y escritos políticos, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005).
6. La premonición
1
«Il risultato complessivo» sostiene Michael Dummett «è che se tentassimo di spiegare il concetto di
verità prima di spiegare cos’è il significato, oppure di spiegare il significato prima di spiegare che cosa
significa dire di qualcosa che esso è vero, ci ritroveremmo inevitabilmente a dare una spiegazione del
significato senza fare ricorso alla nozione di verità». Michael Dummett, Pensiero e realtà, Bologna, il
Mulino, 2008, p. 49.
2
«Il senso di un’espressione è un modo particolare di determinare il suo valore semantico». Ibidem, p. 62.
3
«È importante notare che in base a queste interpretazioni la “pressione selettiva” e l’“indice di
mutazione” dipendono da noi: dipendono da quali teorie vengono inventate, quanti esperimenti vengono
eseguiti, e così via. Comunque, in questo modello non c’è niente che possa condurre alla conclusione
normativa di Popper secondo la quale noi dovremmo mantenere la pressione selettiva e l’indice di
mutazione». Bernard Williams, Comprendere l’umanità, Bologna, il Mulino, 2006, p. 39.
4
«Attraverso argomentazioni di questo genere alcune argomentazioni di natura biologica o di tipo simile
potrebbero coerentemente generare vincoli sui fini sociali, gli ideali personali, le istituzioni fattibili, e così
via». Ibidem, p. 51.
5
«Secondo questa teoria, comprendere i concetti di qualcuno, essenzialmente, significa mettersi in grado
di usarli. Ma se riusciamo a fare questo, ad esempio con i concetti etici, allora tali concetti in qualche
senso devono rispondere a qualcosa che già ci appartiene». Ibidem, p. 111.
6
«Nella nostra epoca» scrive Avishai Margalit «la metafora dominante non è la caverna di Platone, ma la
prigione di Freud. Secondo la visione freudiana c’è una prigione a guardia dell’inconscio, dove un
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1011
secondino-censore tiene sottochiave i ricordi molesti. Tali ricordi vengono rimossi dalla coscienza, ma
non vengono distrutti; la metafora di Freud è la prigione della repressione, non la ghigliottina dell’oblio».
Avishai Margalit, L’etica della memoria, Bologna, il Mulino, 2006, p. 12 (Ética del recuerdo, Barcelona,
Herder, 2002).
7
«Un’etica della memoria è un’etica dell’oblio tanto quanto un’etica del ricordo. La questione cruciale,
ossia se ci siano cose che dovremmo ricordare, ne ha una parallela, ossia che ci siano cose che dovremmo
dimenticare». Ibidem, p. 22.
8
«L’idealismo disinteressato è talvolta responsabile di crudeltà inenarrabili nei confronti degli estranei».
Ibidem, p. 35.
9
Eclesiastés, 1.11.
10
«Rivivere emozioni simili alle emozioni naturali del sentirsi a casa nella natura è una forma sofisticata
di sentire, “modificata e guidata dai nostri pensieri”». Avishai Margalit, op.cit., p. 103.
11
«Occorre distinguere tra due sensi in cui si presume che la morale si fondi sulla religione: il senso
genetico (storico) e il senso giustificativo». Ibidem, p. 127.
12
«Il paradosso è che da una parte la divisione del lavoro e il grado di specializzazione di cui è fatta la
scienza moderna sono di proporzioni mai conosciute in passato, e dall’altra parte, tuttavia, si sostiene che
la scienza è accessibile a tutti». Ibidem, p. 145.
13
«che abbiamo sostantivizzato il passato, in particolare trattandolo come un luogo in cui si
depositerebbero le esperienze vissute dopo che sono passate; l’immagine stessa del passato come transito,
quale si trova in sant’Agostino, induce questa deriva lessicale. Peggio ancora, la persistenza e forse il
carattere d’inespugnabilità di certe metafore spaziali, con cui non cessiamo di confrontarci, incoraggiano
il sopravvento del sostantivo: soprattutto la metafora dell’impronta di un sigillo sulla cera rafforza l’idea
di una localizzazione del ricordo, come se venisse raccolto e immagazzinato da qualche parte, in un luogo
in cui venga conservato e da dove lo si potrà estrarre per evocarlo, richiamarlo alla memoria». Paul
Ricoeur, Ricordare, dimenticare, perdonare. L’enigma del passato, Bologna, il Mulino, 2008, p. 5 (La
memoria, la historia, el olvido, trad. A. Neira, Madrid, Ed. Trotta, 2003).
14
«Essere consapevoli che gli uomini del passato hanno formulato aspettative, previsioni, desideri, paure
e progetti, significa spezzare il determinismo storico, reintroducendo retrospettivamente un elemento di
contingenza nella storia». Ibidem, p. 42.
15
«Si possono dire tre cose sulla crisi di identità: anzitutto essa attiene alla relazione con il tempo, e più
precisamente al mantenimento di sé attraverso il tempo. Una seconda fonte di abuso attiene alla
competizione con gli altri, alle minacce reali o immaginarie per l’identità, a partire dal momento in cui
essa si confronta con l’alterità, con la differenza. A queste ferite ampiamente simboliche si aggiunge una
terza fonte di vulnerabilità, e cioè il ruolo della violenza nella fondazione delle identità, principalmente
collettive». Ibidem, pp. 71-72.
16
«Allo stesso modo non esiste alcuna comunità storica che non sia nata da un rapporto assimilabile
senza esitazione alla guerra: noi celebriamo con il titolo di eventi fondatori sostanzialmente atti violenti,
legittimati a posteriori da uno Stato di diritto precario. Ciò che per gli uni fu gloria, fu umiliazione per gli
altri, e alla celebrazione di una parte corrisponde l’esecrazione dell’altra: in questo modo negli archivi
della memoria collettiva sono immagazzinate ferite non tutte simboliche». Ibidem, p. 72.
17
Eviatar Zerubavel, Mappe del tempo. Memoria collettiva e costruzione sociale del passato, Bologna, il
Mulino, 2005, p. 17.
18
«Questa eterogeneità qualitativa fra intervalli temporali matematicamente identici sottolinea un
approccio decisamente non metrico alla cronologia, cioè un approccio che opera gonfiando certi periodi
storici e comprimendone altri» Ibidem, p. 49.
19
«Come le feste e gli altri anniversari, le analogie storiche evidenziano il fatto che i nostri “vincoli” con
il passato non sono sempre fisici o iconici, ma ben spesso puramente simbolici». Ibidem, p. 87.
20
«L’assunto generale di questo immaginario genealogico è che quanto più di recente le lingue si sono
differenziate dal loro comune antenato tanto più sono “vicine” l’una all’altra». Ibidem, pp. 111-112.
7. La memoria
1
«Una delle più importanti caratteristiche della mente umana» scrive Eviatar Zerubavel «è la sua capacità
di trasformare stringhe di eventi fondamentalmente non strutturate in narrazioni storiche coerenti».
Eviatar Zerubavel, Mappe del tempo. Memoria collettiva e costruzione sociale del passato, Bologna, il
Mulino, 2005, p. 29.
1012 RICCARDO CAMPA
2
«Probabilmente, fu l’ingegnoso impiego fatto da August Schleicher di cladogrammi (diagrammi
ramificati) negli anni Cinquanta del secolo XIX per rappresentare le complesse relazioni genealogiche fra
differenti lingue a ispirare a Charles Darwin la raffigurazione della storia multilineare dell’evoluzione
della vita sotto forma di albero, con la biforcazione delle specie in corrispondenza delle biforcazioni dei
rami (speciazione) come momento critico del processo». Ibidem, p. 41.
3
«Come un “filo sacro che lega passato e presente”, la genealogia serve dunque comunemente a
organizzare la legittimazione». Ibidem, p. 108.
4
«“Periodizzare” il passato significa in pratica la trasformazione mnemonica della continuità storica
effettiva in blocchi mentali tipicamente discreti come “il Rinascimento” o “l’Illuminismo”». Ibidem, p.
154.
5
«Qualsiasi sistema di periodizzazione è dunque inevitabilmente sociale, e la nostra capacità di
immaginare gli spartiacque storici che distinguono un “periodo” convenzionale dell’altro è in fondo il
prodotto dell’essere stati introdotti nella società all’interno di specifiche tradizioni, ciascuna delle quali
“ritaglia” il passato a modo suo». Ibidem, p. 166.
6
«Per noi, in principio,» scrive Lev Trotsky «c’era l’azione. La parola l’ha seguita, sua ombra sonora».
Lev Trotsky, Letteratura e rivoluzione (1933), Torino, Einaudi, 1973, p. 159. (Literatura y revolución,
trad. M. Fernández, Akal, Madrid, 1979).
7
«Nel primo terzo del XX secolo,» scrive Carl Schmitt «Sigmund Freud, il padre della scuola
psicanalitica, ha avanzato la tesi che ogni nevrotico sia o Edipo o Amleto, a seconda che le sue nevrosi
siano da ricollegare al padre o alla madre». Carl Schmitt, Amleto o Ecuba, Bologna, il Mulino, 1996, p.
41.
8
«Ne deriva, alla tragedia [shakespeariana], un’impronta tutta particolare, e l’azione di vendetta, che
costituisce il contenuto oggettivo dell’opera, perde quella sicura e lineare semplicità che invece
presentava sia nella tragedia greca sia nella saga nordica». Ibidem, p. 53.
9
«Nel suo celebre saggio su Amleto, T. S. Eliot sostiene che questo dramma è pieno di una materia che
l’autore non ha potuto portare alla luce del giorno, né fissare con chiarezza, né rendere artisticamente
senza residui». Ibidem, p. 58.
10
William Shakespeare, Hamlet, V, 2.
11
Francisco González Crussí, Una historia del cuerpo humano, «Letras libres», IV, 49, enero 2003, p. 14.
12
Ibidem, pp. 15-16.
13
Naief Yehya, Apuntes para una historia de la posthumanidad, «Letras libres», IV, 49, enero 2003, p.
22.
14
Thomas Fechner-Smarsly, Diálogo entre mundos del arte, «Humboldt», 42, 129, p. 52.
15
Ibidem, pp. 52-53.
16
Ibidem, p. 53.
17
Dieter E. Zimmer, La mortandad de los datos, «Humboldt», 42, 129, p. 60.
18
Ibidem, p. 61.
19
Ibidem, p. 62.
20
Cf. José Antonio Marina, El intelectual y el poder, «Letra internacional», 77, Invierno 2002, pp. 14-20.
8. El diálogo
1
Françoise Gadet y Michel Pêcheux, La lengua de nunca acabar, México, Fondo de cultura económica,
1984, p. 94.
2
Ibidem, pp. 11-112.
3
Ibidem, p. 116.
4
Ibidem, p. 180.
5
Las sociedades (secretas) de los matemáticos y de los físicos alimentan la fantasía literaria e inquisitiva
de quienes siguen teniendo una relación alusiva con la ciencia. Los libros, que en los últimos años avivan,
en el imaginario colectivo, el mito de la ciencia, son, entre los otros: Carl Djerassi, El gambito de
Bourbaki, México, F.C.E., 1996; Andrew Crumey, L’amore perduto e la teoria dei quanti, Milano, Ponte
alle Grazie, 2005.
6
Françoise Gadet y Michel Pêcheux, op. cit., pp. 220-221.
7
Gonzalo Aguirre Beltrán, Lenguas vernáculas, México, Fondo de cultura económica, 1993, p. 43.
8
«Nello scegliere i gruppi di controllo e quelli da trattare si deve seguire innanzitutto la logica e il senso
comune». W. I. B. Beveridge, L’arte della ricerca scientifica, Roma, Armando Armando, 1981, p. 32 (El
arte de la investigación científica, 4ª ed., Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1996).
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1013
9
«L’immaginazione ci rende soltanto capaci di camminare nell’oscurità dell’ignoto dove, alla luce incerta
delle conoscenze, delle quali disponiamo, si può vedere qualche cosa che sembra interessante». Ibidem, p.
70.
10
Gonzalo Aguirre Beltrán, Lenguas vernáculas, cit., p. 13.
11
Ibidem, p. 43.
12
Ibidem, p. 79.
13
Ibidem, p. 80.
14
Ibidem, p. 98.
15
«Il linguaggio deborda ampiamente nelle cose della vita, e viceversa … Due elementi [il linguaggio e le
cose della vita] rappresentano il fine che ci si pone per la propria esistenza mondana, e la felicità che si
trae da essa». Vercors, Le parole, Genova, Il melangolo, 1995, p. 15.
16
«È una curiosa forma di arroganza culturale quella che presume l’identificazione dell’intelligenza
umana con l’alfabetizzazione». Eric A. Havelock, Dalla A alla Zeta. Le origini della civiltà della
scrittura in Occidente, Genova, Il melangolo, 1993, p. 13.
17
«In altri termini, la simbolizzazione visiva delle quantità avvenne in origine più facilmente della
trasposizione segnica del discorso». Ibidem, p. 14.
18
«Sicuramente le cosiddette cifre arabe, che in realtà erano probabilmente di origine indiana, non
apparvero sulla scena europea per gettare le basi del calcolo moderno fino al 1100 d.C. circa, molto
tempo dopo, quindi, che l’alfabetizzazione si affermasse in Grecia. Senza questo sviluppo successivo
l’era industriale e scientifica in cui viviamo non sarebbe stata possibile». Ibidem, p. 15.
19
«Ci sarà sempre una certa distanza fra quanto le parole “dicono”, quando sono espresse verbalmente e
quanto invece “significano”, quando sono scritte: una diversità di livelli, che dipende dal tipo di scrittura
impiegato». Ibidem, p. 18.
20
Roman Jakobson, Hölderlin. L'arte della parola, Genova, Il melangolo, 1988. Il 2 aprile 1936, Martin
Heidegger tenne un discorso, a Roma, sul tema: Hölderlin und das Wesen der Dichtung.
21
Francis Haskell, Le metamorfosi del gusto. Studi su arte e pubblico nel XVIII e XIX secolo, Torino,
Bollati Boringhieri, 1989, p. 153.
22
Ibidem, pp. 154-155.
23
«Non crediamo più che la popolarità sia un’indicazione infallibile di assenza di valore: in verità, in
molti campi (penso al cinema e all’architettura) si sta di nuovo diffondendo l’idea che l’assenso popolare
sia davvero segno di merito e di virtù». Ibidem, p. 315.
24
«Gli scrittori del secolo XIX (e altri dopo di loro) naturalmente erano sconcertati e preoccupati per
questo cambiamento radicale dell’atteggiamento verso il nuovo e il moderno; e la spiegazione più
comune è stata solitamente che un gruppo ristretto e selezionato di amatori aristocratici, in seguito alle
rivoluzioni industriali e politiche, era stato soppiantato in Inghilterra e in Francia da un vasto pubblico
incapace di distinguere, al quale interessavano soltanto i quadri piccoli o di genere, o che mostravano una
storia commovente e, soprattutto, perfettamente “rifiniti”». Ibidem, pp. 316-317.
25
«Kandinskij affermava che il merito della grande arte era sempre consistito nel suo essere fuori della
portata di una comprensione immediata. Un gruppo di artisti italiani si chiamarono futuristi». Ibidem, p.
339. El arte de la ficción –bajo la hegemonía durante la segunda mitad del siglo XX de Jorge Luis
Borges– se vale de un desarreglo estilístico: la revitalización de las literaturas desusadas (la gaélica), la
amplificación forzosa del léxico conjetural. Esta dimensión insólita de la fantasía inventiva recobra –
como Marcel Proust lo hace de las atmósferas apartadas de una época de profundas turbaciones sociales–
los aspectos evidentes del clima existencial de la humanidad absorto en el pasado, porque aparentemente
lo prohíbe la técnica en el presente. La emancipación discursiva, reflejada en los símbolos del arcaísmo
testimonial, se compendia en los deliquios de los patrocinadores de las sendas experienciales que se
bifurcan. El laberinto y la enajenación son como los hendientes polémicos de la narrativa fantástica en un
universo regulado y prohibido por la trama mediática. El recurso al secreto y a la extemporaneidad se
identifica con la propensión científica por la inconmensurabilidad y la transcendencia energética. El
protagonista de la literatura fantástica es un nombre o una cruel etimología, confiadas casi
inevitablemente, a la sospecha o a la indiferencia del lector, ocupado en perseguir un itinerario
literariamente orgiástico y soporífero, a la vez. Y es justo en esta solución lingüística donde se encuentra
la terapia de choque contra la participación aprensiva y liberadora de los sujetos integrados en el barranco
escarpado de la investigación (a veces inútil o desincentivadora de la curiosidad). El resultado
desilusionante de la narración sorprende por la carga de eficacia semántica que retiene y que se ejercita
implacablemente en un tipo de epigramática aventura iniciática. En la época de la computarización, la
irreverencia se connota de una función salvadora y providencial. La inmensa mayoría de los afiliados a
1014 RICCARDO CAMPA
esta misión disoluta confía en la lectura de otros y se complace de forma fetichista en los resultados
físicos, gestálticos. «En efecto, –escribe Beatriz Colombi (Jorge Luis Borges y el arte narrativo,
«Cuadernos Americanos», XXIII, 3, 129, México D.F., julio-septiembre 2009, p. 148)– estos relatos
generalmente versan sobre libros, manuscritos, autores ficticios y búsquedas obsesivas y eruditas, a lo
Henry James, y le permiten confrontar no sólo el mundo literario y sus valores sino también los principios
mismos de la narración». La característica más eficaz (y desconcertante) de la literatura fantástica,
preconizada por Borges, consiste en representar el resumen de un libro que se da por descontado (aunque,
de hecho, todavía está por escribirse o no, solo en las dimensiones desbordantes del detalle y la
grandilocuencia). Borges no comparte la concepción de Edgar Allan Poe, según la cual la poesía es un
acto mental/intelectual. El fundamento heurístico de la poética homérica («Cantadme o diosa… hombre
de multiforme ingenio cuéntame») es superado por la autonomía creativa del observador-perturbador de
la realidad, subyugado por los desafíos de la naturaleza y ocupado a enfrentarse con ella, en el intento de
encontrar en la acción humana una improbable justificación de la inquietud existencial. El arte poético
propicia los sentidos simbólicos, que permiten a los mortales afrontar la experiencia terrenal con el
agradable entreacto de la desolación. La literatura policíaca encuentra en la iniquidad humana un tipo de
impróvida y exegética iniciativa. Y consuela a los lectores, pasmados en su pequeñez en los compromisos
cotidianos. La alegoría de la prohibición provoca una sugestión subliminar en el limoso clima del
conformismo. En cuanto género literario, el policíaco se identifica con la ampliación fotográfica de la
normalidad, que es vigente con la ayuda de las leyes, estimadas como el fortín ideal por la inmensa
mayoría de la población que actúa en un contexto institucional.
9. La argumentación
1
«Penso inoltre che nelle società prive di scrittura e di archivi la mitologia abbia lo scopo di garantire che
il futuro rimarrà fedele al presente e al passato – pur essendo ovviamente impossibile una completa
identità. Per noi invece il futuro dovrebbe essere diverso, sempre più diverso dal presente, poiché le
differenze dipendono in parte, com’è ovvio, dalle nostre preferenze politiche». Claude Lévi-Strauss, Mito
e significato. L’antropologia in cinque lezioni, Milano, Nuove edizioni tascabili, 2002, p. 55 (Mito y
significado, trad. H. Arruabarrena, Madrid, Alianza Editorial, 2002).
2
«Se vogliamo comprendere il rapporto fra linguaggio, mito e musica, possiamo farlo solo prendendo
come punto di partenza il linguaggio. In seguito è possibile mostrare come la musica e il mito nascano
entrambi dal linguaggio, ma si sviluppino separatamente in direzioni diverse, come la musica metta in
rilievo l’aspetto sonoro già presente nel linguaggio, mentre il mito sottolinea l’aspetto del senso, del
significato, anch’esso contenuto nel linguaggio. Ferdinand de Saussure ci ha mostrato che il linguaggio è
formato da elementi inscindibili, il suono e il significato»..Ibidem, p. 65.
3
«Il comune denominatore di ogni pratica e credenza che attribuisca proprietà magiche a un’immagine è
dato dal fatto che la distinzione fra l’immagine e la persona rappresentata risulta fino a un certo grado
eliminata, almeno provvisoriamente». Ernst Kitzinger, Il culto delle immagini. L’arte bizantina dal
cristianesimo alle origini dell’Iconoclastia, Scandicci, Firenze, La Nuova Italia, 1992, pp. 26-27.
4
«Le immagini acheiropoietai possono essere di due tipi: immagini ritenute opera di una mano diversa da
quella dei comuni mortali oppure ritenute impronte meccaniche, ancorché miracolose, dell’originale».
Ibidem, p. 44.
5
«Tale interpretazione dell’Iconoclastia bizantina esercitò probabilmente una particolare attrattiva sugli
studiosi che vivevano e lavoravano sotto l’influenza delle vicende europee negli antecedenti alla seconda
guerra mondiale, così come precedenti spiegazioni di questo movimento straordinariamente complesso e
assai sfaccettato furono influenzate da eventi contemporanei». Ibidem, p. 68.
6
«Man mano che la scienza rivela i dettagli della biologia molecolare e dipana il codice genetico,» scrive
Walter Burkert «i processi che si svolgono negli organismi viventi diventano accessibili alla conoscenza e
alla manipolazione ben al di là di quella delicata armonia stabilita nell’evoluzione della vita cui filosofi e
poeti avevano dato, pieni di ammirazione, il nome di Natura. Oggi non resta Natura alcuna dalla quale
sperare parametri di stabilità, di ordine e di morale; la Natura è stata vanificata come concetto, e va
scomparendo fisicamente sotto il cumulo delle costruzioni e dei rifiuti prodotti dall’uomo». Walter
Burkert, La creazione del sacro, Milano, Adelphi, 2003, p. 11.
7
«La religione può essere mortalmente seria nel modo più diretto, sanzionando la violenza in una gamma
terrificante che va dal sacrificio umano a guerre micidiali, dai roghi delle streghe alla fatwa di un
ayatollah; con atti di autosacrificio non meno conturbanti, fino al sacrificio di massa». Ibidem, p. 25.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1015
8
«Il “gene egoista” è diventato un termine corrente del nuovo indirizzo. Resta vero, nondimeno, che certe
strategie di comportamento all’interno di un gruppo si dimostreranno più vincenti di altre e influiranno
così anche sulla selezione genetica». Ibidem, p. 28.
9
«Il processo della semeiosis, l’uso di segni e simboli, opera in tutta la sfera degli organismi viventi e fu
certamente ideato molto prima della comparsa dell’uomo». Ibidem, p. 41.
10
«Culto significa esaltare i superiori, a cui ci inchiniamo in atto di venerazione; e più essi sono innalzati,
meno noi siamo costretti a curvarci». Ibidem, p. 123.
11
«La nozione di “mistero” è, come Niebuhr dice explicitamente, essenziale per un’interpretazione
adeguata della storia». William H. Dray, Filosofia e conoscenza storica, Bologna, il Mulino, 1969, p. 171
(Filosofía de la historia, trad. Molly K. Brown – R. Cordero, México F.C.E., 1965).
12
«Il gruppo delle simmetrie dello spazio-tempo costituisce, com’è ovvio, il paradigma per tutte le altre
simmetrie di natura. Esso è formato dalle simmetrie che ci garantiscono che le leggi naturali sono
indipendenti dall’orientazione del nostro laboratorio, dalla sua posizione nello spazio, dalla sua velocità o
dal modo in cui abbiamo regolato i nostri orologi». Steven Weinberg, Alla ricerca delle leggi ultime della
fisica, Genova, Il melangolo, 1993, p. 22. (El sueño de la teoría final: la búsqueda de las leyes
fundamentales de la naturaleza, Crítica, Barcelona, 2003).
13
«Nella prospettiva moderna l’aspetto economico è diventato preponderante, mentre lo scambio di doni
è stato relegato alla base di economie arcaiche e primitive». Walter Burkert, op. cit., p. 166.
14
«Più precisamente basandomi su un esempio tratto da [Albert O.] Hirschman, vorrei sottolineare che,
quando si considerano decisioni complesse, specie se si tratta di decisioni collettive, esse possono
fondarsi su sistemi di credenze più o meno coerenti che, se vogliamo, possiamo chiamare paradigmi,
poiché sono vicini per funzione e natura ai paradigmi nel senso di Kuhn». Raymond Boudon, Il posto del
disordine, Bologna, il Mulino, 2009, p. 175.
15
«In generale, i cittadini interessati partecipano in maniera più attiva alle elezioni, ai referendum, alle
lobby, ai gruppi di interesse, alla mobilitazione dei movimenti sociali e alla consultazione, ovvero il
contatto diretto con i politici. Al contrario, i segmenti della popolazione che per una qualsiasi ragione
ritirano dalla sfera politica le proprie reti fiduciarie vedono affievolire il proprio interesse nella
performance del governo, e quindi il proprio impegno nella partecipazione alla politica democratica».
Charles Tilly, La democrazia, Bologna, il Mulino, 2009, pp. 136-137 (Democracia, trad. R. Viejo, Akal,
Madrid, 2010). Cf., Robert M. Farr e Serge Moscovici (a cura di), Rappresentazioni sociali, Bologna, il
Mulino, 2003.
10. La conjetura
1
Evaghelos Moutsopoulos, Ignorancia y prejuicios, en José Antonio Merino (ed.), Cultura y existencia
humana, Madrid, Reus, 1985, p. 251.
2
Platón, Apología, 38 a.
3
Alfonso Ortega, El Mal y el Hado en la tragedia griega, in José Antonio Merino (ed.), op. cit., p. 265.
4
Ibidem, p. 270.
5
Ibidem, p. 274.
6
Ángel Sánchez de la Torre, La intención política de Esquilo: La racionalización de la justicia en la
ciudad: Desde los dioses a la democracia, in José Antonio Merino (ed.), op. cit., p. 305.
7
Stéphane Lupasco, L’univers psichique, Paris, Ed. Denoel Gonthier, 1979, p. 7.
8
J. J. M. van der Ven, La persona humana y su trabajo, in José Antonio Merino (ed.), op. cit., p. 354.
9
«In tutti e tre i livelli considerati, il livello genetico, comportamentale e della scienza, operiamo
attraverso strutture ereditate, trasmesse dall’istruzione per mezzo del codice genetico o della tradizione. In
tutti e tre i livelli, sorgono nuove strutture e nuove istruzioni attraverso cambiamenti provvisori, che
hanno luogo all’interno della struttura: tentativi provvisori, che sono soggetti alla selezione naturale o
eliminazione dell’errore». Karl R. Popper, Il mito della cornice. Difesa della razionalità e della scienza,
Bologna, Il Mulino, 2004, p. 21. (El mito del marco común: en defensa de la ciencia y la racionalidad,
Paidós Ibérica, Barcelona, 1997).
10
«Il comportamento, cioè la reazione di sistemi viventi a fattori ambientali, è l’unico terreno d’indagine
che si possa battere in una psicologia scientifica; e il comportamento non implica in nessun modo
l’esperienza diretta». Wolfgang Köbler, La psicologia della Gestalt, Milano, Feltrinelli, 1984, p. 21.
11
«Esteso a tutti i casi di esperienza di un ordinamento spaziale, il principio si può formulare così:
l’ordine di cui si ha esperienza nello spazio è sempre strutturalmente identico a un ordine funzionale
della distribuzione dei processi cerebrali sottostanti». Ibidem, p. 49.
1016 RICCARDO CAMPA
12
«William James ha descritto bene come l’improvviso interesse per certi fenomeni “fuori della regola”
contrassegna spesso l’inizio di un’epoca nuova nella storia della scienza. In tali occasioni, il lavoro
scientifico spesso si concreta proprio su ciò che fin qui era l’eccezione». Ibidem, p. 52. La Gestalt afronta
la observación de los campos sensoriales, que se diversifican de las sensaciones tradicionales. «Fue
Christian von Ehrenfels, precedido por una observación de Ernst Mach, quien reclamó la atención de los
psicólogos sobre el hecho de que en el análisis habitual los datos cualitativos más importantes de los
campos sensoriales quedaron completamente descuidados» (Ibidem, p. 117). Por campos sensoriales se
entienden aquellas actitudes, que concurren a diseñar la interacción de los sentidos en el proceso
cognitivo, que se manifiesta en los actos, en quienes promueven el consentimiento y el disenso respecto a
las cogniciones (creídas) objetivas (y hasta grandilocuentes). El aspecto dinámico (la acción) relaciona los
subyacentes procesos químicos, que se dan por deducidos, aunque se evoquen sus funciones. «En la
definición funcional más general del término [Gestalt] es lícito incluir los procesos del aprendizaje, del
recuerdo, del esfuerzo de voluntad, de la actitud emotiva, del pensar, del actuar, etcétera» (Ibidem, pp.
120-121). La simple denominación de forma no contesta a la intencionalidad semántica de los teóricos de
esta categoría estética y cognoscitiva. Su ambigua composición estructural se sobrentiende en la
linealidad de la palabra. El lenguaje desde Sócrates hasta Heidegger concierne a la amalgama de las
experiencias según un potencial inventivo, que las salvaguarda. La conformación geométrica de los
objetos reduce el proceso interior a su formación. La sintaxis expresiva, en efecto, atañe el empleo de las
palabras para significar actos, acontecimientos, objetos, silencios y circunstancias indeclinables mediante
los instrumentos naturales y artificiales de la observación. La gramática generativa de Noam Chomsky se
identifica metafóricamente con un proceso químico-biológico, del que no quedan clarificadas las
coordenadas o, al menos, no se pueden descifrar, todavía, los elementos que participan en los fenómenos
perceptivos de la condición humana. «En sus tentativas de clasificar las experiencias humanas, en general
la psicología ha resaltado las diferencias donde un examen más profundizado revela semajanzas
sorprendentes» (Ibidem, p. 148). El predominio de un sentido sobre los demás determina un modo de ver
las cosas y compendia su uso y sentido. La epopeya homérica es sonora y condiciona la literatura hasta el
Renacimiento, que es visual. Aquiles y Ulises representan las tensiones del sentido auditivo en
correspondencia con los acontecimientos, a los que ambos dan vida. El Renacimiento «reexamina» la
anatomía (Leonardo de Vinci) y sucesivamente elabora la fisiología, de modo que la aportación visual
amplía las dimensiones del planeta y multiplica en extensión las relaciones interindividuales. La época de
los caudillos y los navegadores se caracteriza por la presencia de personalidades capaces de «entrever» en
los acontecimientos una teleología, una finalidad, que atenúa la inquietud existencial y compensa la
insatisfacción con la efeméride. La emoción se sintoniza con la razón, de modo que pueda complementar
su aportación para dejar ver, en los entusiasmos individuales, las depresiones (subversiones, revoluciones)
colectivas. La discordia es el parámetro de la irreprochabilidad de las posiciones adversas, destinadas a
paladear y a sufragar el acuerdo. La conversión de las convicciones se ejerce en los propósitos de la
acción, que ratifican el entendimiento común de comprenderse más allá de los límites del lenguaje y la
expresión lógico-conceptual. «En un modo para nada general, tanto los procesos emotivos como los
intelectivos tienen características que también nos son conocidas por la música, es decir por la
experiencia auditiva. Son ejemplos de esto el crescendo y el diminuendo, accelerando y el ritardando.
Pero estos términos no se refieren solamente a hechos auditivos, sino también a desarrollos percibidos en
la visión» (Ibidem, p. 152). La intimidad se manifiesta en las actitudes, que pueden interferir en la esfera
auditiva y en la visual. La percepción global, por así decir, es la visual, que se compenetra alegóricamente
con la auditiva. En las obras pictóricas de Francisco de Goya, el aspecto visual se sincroniza con el
auditivo, sobre todo en las figuraciones en las que el desaliento de la mirada se exalta en el fulgor de los
disparos. La indignación se refleja en el milieu cultural, en el que el acontecimiento luctuoso está a punto
de cumplirse con la complicidad de los que asisten impávidos en tanto que espectadores (los usuarios). La
hegemonía de la figura sobre el sonido consiste prácticamente en la sublimación del oído en las formas
exponenciales de lo visual, que se identifica, por aproximación, con la experiencia (o con lo ya
experimentado). De otro lado, el comportamiento reduce a práctica paradigmática el proyecto de las
actitudes humanas frente (o en mutuo interés) a los acontecimientos en los que se encuentran
conceptualmente las causas o las circunstancias. La Gestalt exonera la observación conclusiva en la
sumisión de la experiencia. Si acaso, investiga en la audición y en la visión las agitaciones intestinas de
los autores correspondientes, en presencia de quienes son inducidos emotiva y racionalmente a percibirlos
y, por lo tanto, a compartirlos. La fisiología comprende la memoria, la costumbre, el dolor y la nostalgia.
El reflejo condicionado es el equivalente de un caso de asociación, de fenómenos conexos
energéticamente entre ellos. «En la psicología de la Gestalt las diferentes actitudes intencionales del yo
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1017
no se interpretan como “instintos” que residan per se en el yo. Se conciben más bien como vectores
dependientes tanto del yo cuánto de los objetos dados, o con mayor precisión dependientes de la relación
vigente en el momento entre las características del primero y las de los segundos» (Ibidem, p. 193). Las
condiciones fisiológicas del organismo influyen en los diversos estadios del Yo: la relación existente
entre el metabolismo y la representación escénica es intuitiva y quizás esencial. La experiencia toma nota
del recuerdo de los actos incompletos (interrumpidos) sobre el recuerdo de los actos acabados. La
dramatis persona es el agente consolador del fracaso padecido por los individuos en sus realizaciones
(intelectuales y prácticas). «La relevancia de las ideas desarrolladas por Thomas y Znaniecki –escriben
Jos Jaspars y Colin Fraser, Atteggiamenti e rappresentazioni sociali, in Robert M. Farr e Serge
Moscovici, Rappresentazioni sociali, Il Mulino, Bologna, 2003, p. 145– para el estudio de las actitudes y
las representaciones colectivas es que muestran cómo los dos conceptos fueron originariamente
similares». Las representaciones cognitivas tienen un origen social común y, por lo tanto, con capaces de
implicar la comunidad que las consolida bajo el perfil normativo y procedimental. La división conductual
de parte de los miembros de la comunidad social constituye el itinerario expresivo e identitario de los
órdenes institucionales, delegados a otorgar al género humano en su diferente configuración un tipo de
viático, que les asegure la memoria generacional.
13
«Per quanto riguarda la relatività generale, un’idea che sembra aver avuto una considerevole influenza
ideologica è quella dello spazio curvo a quattro dimensioni. Tale idea ha certamente avuto un ruolo, sia
nella rivoluzione scientifica, sia in quella ideologica, ma ciò rende la distinzione tra queste due
rivoluzioni ancora più importante». Karl R. Popper, op. cit., p. 43.
14
«Soffermiamoci un momento sull’origine della filosofia e della scienza greche. Tutto cominciò nelle
colonie: in Asia Minore, nell’Italia meridionale e in Sicilia. Sono i luoghi in cui i coloni greci si
confrontarono e scontrarono con le altre grandi civiltà, con i popoli orientali, i siculi, i cartaginesi e gli
italici, gli etruschi. L’influenza dello scontro tra culture sulla filosofia greca risulta chiara già a partire
dalle primissime informazioni a proposito di Talete, il suo fondatore. È innegabile in Eraclito, che a
quanto pare subì l’influenza di Zoroastro. Ma come il confronto tra culture possa portare gli uomini a
pensare criticamente emerge nel modo più chiaro in Senofane, il poeta errante». Ibidem, p. 63.
15
«La moderna concezione della scienza – la concezione secondo cui le teorie scientifiche sono
essenzialmente ipotetiche o congetturali, e che di conseguenza sostiene che mai possiamo escludere che la
teoria meglio fondata non sarà rovesciata e sostituita da un’approssimazione più adeguata – è, credo, il
risultato della rivoluzione einsteiniana». Ibidem, p. 125.
16
«Oggi non solo l’intera scienza pura può diventare scienza applicata, ma persino tutto il sapere».
Ibidem, p. 165.
17
«Tenetelo a mente voi orgogliosi uomini d’azione. Voi non siete altro che esecutori incoscienti degli
uomini di pensiero, che spesso, nel silenzio più umile, hanno determinato in precedenza, fin nei minimi
particolari, il vostro operato. Massimiliano Robespierre non fu che la mano di Jean-Jacques Rousseau».
Heinrich Heine, Per la storia della religione e della filosofia in Germania, Bari, Laterza, 1972, p. 266
(Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania, trad. M. Sacristán, Alianza Editorial, Madrid,
2008).
18
«L’atteggiamento pragmatico-tecnologico è stato, perciò, fin dall’inizio accompagnato da scopi
umanitari: l’aumento del benessere generale e la lotta contro il bisogno e la povertà... Era l’idea di
un’autoliberazione materiale attraverso la conoscenza». Karl R. Popper, op. cit., p. 263.
19
«La sfera politica comprende le elezioni, la registrazione degli elettori, l’attività legislativa, la
concessione dei brevetti, la politica fiscale, la leva militare, la contrattazione collettiva per le pensioni, e
molte altre transazioni a cui gli Stati prendono parte. Include inoltre il conflitto pubblico nella forma del
colpo di Stato, della rivoluzione, dei movimenti sociali e delle guerre civili. Non comprende tuttavia gran
parte delle interazioni personali fra cittadini, fra funzionari di Stato e fra cittadini e funzionari». Charles
Tilly, La democrazia, Bologna, Il Mulino, 2009, p. 32 (Democracia, trad. R. Viejo, Akal, Madrid, 2010).
20
«L’argomentazione... è che i processi fondamentali, che promuovono la democratizzazione in ogni
tempo e in ogni luogo, consistono in un incremento dell’integrazione delle reti fiduciarie nella sfera
politica, in un maggiore distacco di quest’ultima dalle disuguaglianze di categoria e in una minore
autonomia dei maggiori centri di potere dalla sfera politica». Ibidem, p. 45. La tecnología permite
inventariar aptitudes y convenciones como experiencias pre-modernas, dotadas de la aspereza de la
precariedad. «La colectividad premoderna, como la de los mares orientales, –escribe Wolfgang Reinhard,
Storia dello Stato moderno, Bologna, Il Mulino, 2010, p. 26– fueron meros “Estados-teatro” en el que la
legitimación del poder solicitó solamente que ofreciera al pueblo el espectáculo con un lujo imponente, y
proporcionara una demostración simbólica de la misma atención al bien común con decisiones de gran
1018 RICCARDO CAMPA
efecto, en los que no se piensa que tuvieran que seguir otros actos». La espectacularidad también atañe a
la autoreferencialidad de los centros de poder moderno y contemporáneo. Las fiestas siguen desarrollando
un papel de legitimación del poder constituido. La actitud lúdica de las masas atenúa el rigor normativo y
concurre a dibujar el consentimiento que, en principio, tiene connotaciones ideológicas o ideales. El cobro
de tributos fiscales tiende a frustrar las medidas coercitivas, previstas por los ordenamientos, que reflejan
las exigencias virtuales (teóricas) de los órdenes institucionales, predominantemente urbanos y
metropolitanos. La ritualidad otorga un valor simbólico a la soberanía popular, que se ejerce en la
elección, cada vez más decisiva respecto a la selección, en el ordenamiento jurídico contemporáneo. La
apariencia desarrolla una función didascálica en la congerie de normas votadas, más para satisfacer las
inmediatas exigencias de prestigio, que los irrevocables criterios de realización. La dimensión simbólica
de la política está en contraste con su representación racional: desde la Ilustración está delegada a
subvertir todas las instancias irracionales. La inmanencia se convierte en el banco de prueba de los
órdenes sociales, ocupados a mejorar, con la ayuda tecnológica, sus condiciones objetivas. El derecho
tutelar romano sigue encontrando cotejo en los Estados contemporáneos, que se proponen como los
receptáculos de las reivindicaciones identitarias (y, por lo tanto, de las tradiciones y de las creencias, a
menudo exteriorizadas bajo formas plebiscitarias). El status jurídico de los ciudadanos constituye la
superación de las relaciones personales. El Estado moderno sanciona, por lo tanto, la línea de
demarcación entre lo «público» y la «vida privada». La emancipación social se realiza en la liberalización
de los vínculos de sujeción del pasado, como si fuera un preludio del régimen de participación
democrática. El concepto de representación anima el parlamentarismo y lo configura como el lugar del
debate de las ideas y los compromisos legales. El dualismo espiritual-temporal, incluso actualizado desde
la Reforma luterana hasta la contemporaneidad, concurre a redefinir las áreas de competencia de ambas
categorías, que en la Edad Media compendian la gestión del universo natural y político en una misma
persona (Bonifacio VIII), y que en la época contemporánea provoca, a veces, no pocos conflictos. La
neutralidad, en el plano confesional, está laicalmente determinada por los ordenamientos jurídicos
modernos, aunque la interferencia de la jerarquía espiritual en la vida cotidiana de las masas no pueda
considerarse evasiva o irrelevante. En la dimensión económica de la vida espiritual –según la expresión
del cardenal Alfredo Ildefonso Schuster– se refleja el laicismo contemporáneo, que reivindica, en nombre
de la razón de Estado, plena libertad de decisión por parte de los individuos y de los grupos, ocupados en
defender la autonomía decisional del Estado. La soberanía moderna se conecta con la situación financiera,
regulada por el curso de los mercados nacionales. Los conflictos son el precipitado histórico de la
insolvencia financiera en la economía internacional. El recurso a la devaluación de la moneda nacional se
utiliza, generalmente, para hacer frente a los gravámenes de la movilización y la estructuración militar.
Los conflictos interiores al Estado (para realizar el ajuste institucional) se inspiran en un ordenamiento
superordenado, que encuentra cotejo en el escenario mundial.
Las costumbres y los acuerdos entre los Estados permiten perfilar el derecho internacional, como un
efecto del recto carácter, sobre la base de las relaciones operantes entre los miembros de los diversos
órdenes institucionales. La actualización de las consolidadas fabulaciones populares, la búsqueda de los
antepasados, vivifica la nacionalidad, que concurre con el Estado a hacer menos perentorias las
delimitaciones territoriales respecto a las estaciones en las que se verifican. La religión, la lengua,
oscurecen una historia, que hace de fondo cultural a la estructura normativa. La existencia de la nación –
según Ernest Renan– es un plebiscito cotidiano. «El nacionalismo es, por lo tanto, un sistema simbólico
que devuelve un grupo de hombres conscientes de la misma afinidad, le atribuye un particular valor y une
sus miembros delimitándolos con respecto del contexto en que se encuentran» (Ibidem, p. 87). La
ortodoxia religiosa es, a veces, el solvente higiénico de las ideologías nacionalistas y las reivindicaciones
(territoriales) de la masa. En el escenario internacional contemporáneo, el predominio de los Estados
multinacionales (y plurilingüísticos) no incide, a veces, en las brutales reunificaciones demográficas y
territoriales de las entidades presentes en la configuración geopolítica antes de la segunda guerra mundial.
El siglo XX señala la llegada en muchas regiones del planeta de la democracia parlamentaria, basada en
la soberanía popular. El referendo popular persiste como la quintaesencia de la democracia directa (a
partir de la revolución francesa). La emotividad contiende, por lo tanto, a la racionalidad las prerrogativas
más inquietantes de la relación directa entre el pueblo y las instituciones representativas. El impuesto
progresivo sobre la renta, como obligación contributiva de los ciudadanos, se considera el impuesto
democrático por excelencia. «Si en general el Estado moderno se basa en ficciones y mitos como los de la
soberanía popular y la nación, no sorprende que sus variantes totalitarias se hayan basado en mitos
históricos seudocientíficos, instalados por la educación, pero, en realidad, irracionales, sobre la raza o
sobre el jefe carismático, o sobre la clase y sobre la infalibilidad del partido» (Ibidem, p. 102). La
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1019
mitología concurre a determinar la identidad política de las naciones que la vertebran (usando una
expresión de José Ortega y Gasset) en los Estados. A la autonomía del Estado se confronta, a partir del
1793, el anarquismo moderno. La autoreferencia del Estado determina su decadencia en el sentido
asumido por él mismo, en su conformación renacentista e ilustrada. El anti-imperialismo domina el
examen político del siglo XX y adelanta las conflagraciones ideológicas del siglo XXI, en el que las
guerras de religión prometen la iniquidad del bienestar tecnológicamente realizado con los recursos
naturales de las áreas periféricas de los centros del poder. El dualismo Norte y Sur del planeta es la
metáfora del desarrollo artificial y la indemnización natural según las estrategias que no son siempre
edificantes ni económica ni éticamente. El terrorismo es la exacerbación de la reivindicación nacionalista
e independentista. La «revolución fundamentalista» se contrapone al liberalismo económico en sus
resultados concretos, que derivan de la filosofía del provecho y del prestigio empresarial. La
deconstrucción particular invalida la unidad estatal, que tiende a converger en una conformación política
regional, capaz de afrontar los desafíos de la modernidad. La organización regional (como la Unión
Europea) hacen abstracción de los vínculos históricos que determinan las afinidades y las diferencias,
para compendiar otras de naturaleza operativa, como es el caso de los vínculos económicos, financieros,
sociales. La soberanía popular se reorganiza a nivel nacional y a nivel internacional buscando eludir o
reducir el legado discrático, existente entre estos dos ámbitos de la participación política. Los grupos
europeos contestan históricamente a las categorías ideológicas y numéricamente consolidadas, abrogando
implícitamente todas las variantes nacionales. La democracia de las prohibiciones se sintoniza con la
democracia de los intereses, que sombrean hemisferios de inferencia diferentes a los tradicionales. Las
relaciones económicas y sociales entre las áreas de los países se sustraen a los condicionamientos
estatales, en el intento de prefigurar un aumento del bienestar generalizado. La tendencia a la
masificación de los réditos implica la deslocalización de las empresas de los países con más elevado coste
del trabajo y gravámenes sociales, hacia países de más bajo coste laboral y gravámenes sociales. Los
fondos de pensiones y la compresión de los salarios son los aspectos con los que se ejercita el capitalismo
social-darwinista. La llamada economía sumergida subviene a la inadecuación del sistema salarial con los
precios competitivos de los productos a nivel internacional.
11. La especulación
1
«Ciò che non si piega al criterio del calcolo e dell’utilità, è, –scrivono Max Horkheimer e Theodor W.
Adorno– agli occhi dell’illuminismo, sospetto». Max Horkheimer – Theodor W. Adorno, Dialettica
dell’Illuminismo, Torino, Einaudi, 1967, p. 14 (Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos,
Introducción y traducción de Juan José Sánchez, 3ª ed., Madrid, Trotta, 1998).
2
«Come i miti fanno già opera illuministica, così l’Illuminismo, a ogni passo, si impiglia più
profondamente nella mitologia». Ibidem, p. 20.
3
«L’Illuminismo è l’angoscia mitica realizzata». Ibidem, p. 24.
4
«La conoscenza è la denuncia dell’illusione». Ibidem, p. 32.
5
«L’animismo aveva vivificato le cose; l’industrialismo reifica le anime». Ibidem, pp. 36-37.
6
«L’esclusività delle leggi logiche deriva da questa univocità della funzione, in ultima istanza dal
carattere coattivo dell’autoconservazione». Ibidem, p. 39.
7
«Così il godimento artistico e il lavoro manuale si separano all’uscita dalla preistoria... Il patrimonio
culturale sta in esatto rapporto col lavoro comandato, e l’uno e l’altro hanno il loro fondamento
nell’obbligo ineluttabile del dominio sociale sulla natura». Ibidem, p. 43.
8
«Ma riconoscere il dominio, fin addentro al pensiero, come natura inconciliata, potrebbe smuovere
quella necessità, di cui lo stesso socialismo ha ammesso troppo presto l’eternità in omaggio al common
sense reazionario». Ibidem, p. 49.
9
«Oggi che l’utopia di Bacone – “comandare alla natura nella prassi” – si è realizzata su scala tellurica,
diventa palese l’essenza della costrizione che egli imputava alla natura non dominata. Era il dominio
stesso. Nella cui dissoluzione può quindi trapassare il sapere, in cui indubbiamente consisteva, secondo
Bacone, la “superiorità dell’uomo”. Ma di fronte a questa possibilità l’Illuminismo al servizio del
presente si trasforma nell’inganno totale delle masse». Ibidem, p. 51.
10
«Non sono che risate impietrite». Ibidem, p. 87.
11
«L’elemento “sistematico” della conoscenza è ”la connessione di essa secondo un principio”. Pensare,
nel senso dell’Illuminismo, significa produrre un ordine scientifico unitario e dedurre la conoscenza dei
fatti da princìpi, che questi vengono intesi come assiomi posti arbitrariamente, come idee innate o come
astrazioni supreme». Ibidem, p. 90.
1020 RICCARDO CAMPA
12
«L’intelletto imprime alla cosa, come qualità oggettiva, prima ancora che essa entri nell’Io,
quell’intellegibilità che il giudizio soggettivo riscontrerà in essa». Ibidem, p. 91.
13
«Alla base dell’ottimismo kantiano per cui l’agire morale sarebbe razionale anche là dove quello
immorale ha buone probabilità di successo, è l’orrore di fronte al pericolo di una ricaduta nella barbarie».
Ibidem, p. 95.
14
«La ragione è l’organo del calcolo, della pianificazione; neutrale verso i fini, il suo elemento è la
coordinazione. L’affinità di conoscenza e piano (fondata trascendentalmente da Kant), che dà
all’esistenza borghese, razionalizzata fin nelle sue pause, un carattere, in tutti i particolari, di finalità
ineluttabile, è stata esposta empiricamente da Sade un secolo prima dell’avvento dello sport». Ibidem, p.
97.
15
«L’industria culturale, infine, assolutizza l’imitazione». Ibidem, p. 141.
16
«Proprio per ciò si parla sempre di idea, novelty e surprise, di qualcosa che sia insieme arcinoto e mai
esistito». Ibidem, p. 145.
17
«L’istupidimento progressivo deve tenere il passo col progresso dell’intelligenza». Ibidem, p. 156.
18
«Gli ebrei furono coloni del progresso. Da quando contribuirono a diffondere, come mercanti, la civiltà
romana nell’Europa pagana, furono sempre, in armonia con la loro religione patriarcale, gli esponenti dei
rapporti cittadini, borghesi, e finalmente industriali». Ibidem, p. 187.
19
«La mezza cultura che, a differenza della semplice incoltura, ipostatizza a verità il sapere limitato, non
può sopportare la frattura – spinta fino all’intollerabile – di interno ed esterno, destino individuale e legge
sociale, fenomeno ed essenza». Ibidem, p. 209.
20
«L’idea del superuomo può trovare applicazione solo nel senso della conversione della quantità in
qualità». Ibidem.
21
«Il dominio non ha più bisogno di immagini numinose, dal momento che le produce industrialmente e
penetra con esse tanto più facilmente negli uomini». Ibidem, 268.
22
«L’energia della trascendenza» scrive Zygmunt Bauman «è ciò che tiene in moto la formidabile attività
chiamata “ordine sociale”, la rende necessaria e nel contempo possibile». Zygmunt Bauman, La società
individualizzata. Come cambia la nostra esperienza, Bologna, il Mulino, 2010, p. 11 (La sociedad
individualizada, trad. María Cóndor, Madrid, Cátedra, 2001).
23
«Nella visione preindustriale della ricchezza una di queste “totalità” era la terra, comprensiva di coloro
che la coltivavano e ne raccoglievano i frutti. Il nuovo ordine industriale e il reticolo concettuale, che
permisero di proclamare l’avvento di una società nuova, la società industriale, nacquero in Gran Bretagna,
paese che si distingueva dai suoi vicini europei per aver distrutto il proprio ceto contadino e con esso il
legame “naturale” tra terra, fatica dell’uomo e ricchezza. I coltivatori dovevano essere ridotti all’inattività
prima di poter essere considerati contenitori di una “forza lavoro” pronta all’uso, e prima che quella forza
potesse essere ritenuta di per sé una potenziale “fonte di ricchezza”». Ibidem, p. 29.
24
Cfr. Ulrich Beck, La società del rischio. Verso una seconda modernità, Roma, Carocci, 2000 (La
sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad, Jorge Navarro Pérez, Barcelona, Paidós Ibérica,
2006).
25
«Come ha osservato Leo Strauss, il rovescio della libertà senza vincoli è la perdita di significato della
scelta, e le due cose si condizionano reciprocamente: perché prendersi il disturbo di vietare quello che in
ogni caso ha scarsa rilevanza? Un osservatore cinico direbbe che la libertà arriva quando non ha più
importanza». Zygmunt Bauman, op. cit., pp. 64-65.
26
«A questa strategia possiamo far risalire anche la nascosta, e tuttavia notoria, tendenza moderna al
totalitarismo: nella cornice di tale strategia l’armonia tra bisogni e capacità poteva essere veramente
conseguita, forse, solo in presenza di una concentrazione del potere legislativo, di regolazioni normative
onnipresenti e generalizzate e di un’erosione progressiva (fino all’eliminazione) della legalità e del potere
di tutte le autorità rivali (sia quelle collettive sia quelle le cui radici affondavano negli abissi oscuri
dell’individualità non ancora addomesticata)». Ibidem, p. 88.
27
«Il vuoto lasciato dal ripiegamento dello stato-nazione viene colmato dalle sedicenti comunità
neotribali, postulate o immaginate: e se non è riempito da queste rimane un vuoto politico, fittamente
popolato da individui disorientati dal fracasso di rumori contraddittori che danno tanto margine alla
violenza e poche o nessuna opportunità all’argomentazione». Ibidem, p. 123.
28
«Il difetto della società in cui viviamo, ha detto Cornelius Castoriadis, è che ha cessato di mettersi in
discussione. È un genere di società che non concepisce più alcuna alternativa a se sstessa e che per questo
si sente esentata dal dovere di esaminare, argomentare, giustificare (per non dire provare) la validità dei
suoi postulati, espliciti e impliciti». Ibidem, p. 129.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1021
29
«Per molti anni la distopia di Orwell, più o meno come il sinistro potenziale dell’Illuminismo disvelato
da Adorno e Horkheimer, il Panopticon di Bentham e Foucault o i segnali ricorrenti di una marea
montante di totalitarismo, era giunta a identificarsi con l’idea stessa di modernità». Ibidem, p. 133.
30
«Per quanto riguarda la passiva sottomissione alle regole del gioco, o a un gioco senza regole,
l’incertezza endemica, che pervade la scala sociale da cima a fondo, è un surrogato pulito ed economico,
ma anche estremamente efficiente, della regolamentazione normativa, della censura e della sorveglianza».
Ibidem, pp. 153-154.
31
«È il valore mediatico delle notizie anziché il classico criterio universitario della rilevanza culturale a
determinare la gerarchia dell’autorevolezza, e questa è instabile ed effimera quanto il ”valore di notizia”
dei messaggi». Ibidem, p. 165.
32
«La nuova era delle realtà flessibili e della libertà di scelta sarebbe stata gravida di due gemelli
improbabili: i diritti umani, certo, ma anche quella che Hanna Arendt ha chiamato “tentazione
totalitaria”». Ibidem, p. 181.
33
«Mentre i ceti erano una questione di attribuzione, l’appartenenza alla classe era in gran parte legata al
risultato; nelle classi, a differenza dei ceti, si “entrava” e l’appartenenza a esse doveva essere
costantemente rinnovata, riconfermata e documentata nella condotta quotidiana». Ibidem, p. 183.
34
«La fede può essere una faccenda spirituale, ma per mantenerla salda occorre un punto di ancoraggio
mondano; bisogna che sia legata all’esperienza della vita quotidiana». Ibidem, p. 201.
35
«“Ragione” è il nome che diamo alla spiegazione ex post facto di azioni prosciugate dalle passioni del
passato ingenuo. La ragione è ciò che speriamo ci dirà cosa fare nel momento in cui le passioni saranno
state addomesticate o estinte e non ci motiveranno più». Ibidem, p. 225.
36
«La difesa dei diritti umani è un appello al “sovrappiù di carità”». Ibidem, p. 228. La indeterminación
es la alegoría de la incertidumbre, que postula los significados, dirigidos a argumentar los resultados de la
investigación. «El status hipotético de una teoría –escribe Peter Kosso en Leggere il libro della natura.
Introduzione alla filosofia della scienza, Bologna, Il Mulino, 2003, pp. 26-27– cambia y eso indica que
tal status no es una característica intrínseca que describa aquello de que trata la teoría o lo que ella dice o
la forma en que lo dice: el ser hipotético es un reflejo de la relación histórica que la teoría tiene con la
actividad (o inactividad) de la comunidad científica» («Lo status di ipoteticità di una teoria cambia e ciò
indica che tale status non è una caratteristica intrinseca che descriva ciò di cui la teoria tratta o ciò che
essa dice o la forma in cui lo dice: l’essere ipotetico è un riflesso della relazione storica che la teoria ha
con le attività (o inattività) della comunità scientifica»). El carácter hipotético es una constatación
conceptual, llamada a hallar en la experiencia los signos de la plausibilidad. Las apariencias siempre
maquinan soluciones alternativas a las elaboradas sobre la base de la efectualidad. La actualización de las
ideas comporta la externalización de los propósitos de la acción. «No sólo es que una teoría lineal es más
probable que sea verdadera, sino que también es más fácil trabajar con ella y más conveniente desde el
punto de vista de la elegancia de la presentación» («Non solo una teoria lineare è più probabile che sia
vera, ma è anche più facile lavorarci e più conveniente dal punto di vista dell’eleganza di presentazione».
Ibidem, p. 49). La explicación de los fenómenos comporta el empleo del léxico utilizado para formalizar
los principios inspiradores de la experiencia. La comprensión del mundo representa la síntesis postuladora
de las expresiones que mimetizan la acción y su constatación en su concreta exteriorización. El
cumplimiento es el factor determinante del aprendizaje. Sin la ayuda de las frases adecuadas es más difícil
aprender las innovaciones conjeturales. El concepto de control se refiere, antes que a los acontecimientos
pasados, ya comprobados como tales, a los hechos futuros, ya que sus predicciones tienen un resultado
desconocido. La explicación de los fenómenos se contrasta con todas las argumentaciones probatorias que
cada acontecimiento hace posible. La definición está siempre sujeta a revisión, pero no es necesario que
se confíe a la lógica dilatoria de los observatorios, a tal punto de magnificar las razones contrarias a su
comprensión. La retórica de los charlatanes y los críticos es devastadora tanto para la ciencia como para
las humanidades. «Los datos accesibles se encuentran en los aspectos de los fenómenos observables, que
son causados por los objetos no observables de la teoría» («I dati accessibili si ritrovano negli aspetti dei
fenomeni osservabili, che sono causati dagli oggetti non osservabili della teoria». Ibidem, p. 137)). En el
microcosmos, las huellas de los entes se identifican con los entes mismos. La causación de las partículas
atómicas en un acelerador hace imaginar su conformación. La justificación (de los fenómenos) es «el
síntoma» de la verdad.
37
«L’obiettivo del nuovo tipo di “guerra globale” non è l’espansione territoriale, ma l’apertura delle porte
ancora chiuse al libero movimento del capitale globale». Ibidem, p. 273.
38
«Chiamiamo “cultura” il tipo di attività umana che in fin dei conti consiste nel rendere solido quello
che è volatile, nel legare il finito all’infinito, nel costruire comunque dei ponti che colleghino la vita
1022 RICCARDO CAMPA
mortale ai valori immuni dall’azione corrosiva del tempo. Un attimo di riflessione sarà sufficiente per
capire che i piloni di questo ponte affondano nelle sabbie mobili dell’assurdità». Ibidem, p. 298.
39
«Le passioni sono, per così dire, un sottosistema all’interno della costituzione morale della natura
umana; esse hanno un ruolo essenziale, secondo Butler, nell’adattare la costituzione morale alla virtù,
cioè a quelle forme di pensiero e condotta che ci rendono capaci di partecipare e contribuire alla vita
sociale». John Rawls, Lezioni di storia della filosofia politica, Milano, Feltrinelli, 2009, p. 463 (Lecciones
sobre la historia de la filosofía política, Barcelona, Editorial Paidós, 2009).
40
«Per confutarli l’autore della lettera evoca allora un precedente ben noto a tutti: il diluvio. Ai tempi di
Noè, nonostante gli avvertimenti divini, la gente non credeva che sarebbe accaduto realmente. Tuttavia,
dice l’autore, il mondo di allora scomparve, sommerso dalle acque. Allo steso modo scomparirà questo,
distrutto dal fuoco alla Fine dei tempi». Jean Flori, La fine del mondo nel Medioevo, Bologna, Il Mulino,
2010, p. 25.
41
Sal. 90 2-4.
42
«Questa metafora poetica, pur non avendo alcuna connotazione né cronologica né profetica, fu tuttavia
all’origine di uno strano metodo di “cronologia assoluta”». Jean Flori, op. cit., p. 26.
43
«Essa si basa soprattutto sulle predizioni astronomiche, su congiunzioni di date e di pianeti, su recenti
visioni e rivelazioni orali, su scritti antichi falsificati e ritoccati, su numerosissimi falsi». Ibidem, p. 133.
La relación entre la ciencia y la democracia (con el bagaje de los derechos civiles) se evidencia
paradigmáticamente en el siglo XX. Aunque sea el siglo de los grandes conflictos mundiales, su
interacción sobre la trabazón social es relevante y no encuentra analogía alguna en el pasado, en lo
referente a las innovaciones científicas y las aplicaciones tecnológicas. La constante entre el progreso
civil y el desarrollo del conocimiento asume connotaciones inéditas en el conocido como siglo breve, en
el que las perturbaciones epocales difícilmente otorgan al orden planetario un potencial modificador de la
realidad que pueda encontrarse en la memoria histórica. El pasado se configura con sus fases de
propulsión innovadora y conservadora, según los cánones interpretativos de la actualidad en los que se
realizan. El siglo breve pretende no tener afinidad con el pasado, aunque no desatiende por ello las
aprensiones y las expectativas. Por lo demás, considera en el pasado las inmediatas vecindades
temporales del presente. Se evoca la arqueología del saber como el escenario de la imaginación, que se
permite vivificarla tecnológicamente y hacerla exigible en la contingencia convencional. La dinámica de
las informaciones se interconecta con la carrera del tiempo y hace lamentablemente interactivas las
conjeturas mentales y las realizaciones prácticas.
La relatividad de Albert Einstein, los cuanto de energía de Niels Bohr, la estructura genética de James
Watson y Francis Crick, el genoma de Fred Sanger son las aportaciones regenerativas del conocimiento
científico del siglo XX, que se reflejan en el siglo XXI con amplios márgenes de verificaciones y
revisiones. El aspecto inequívoco del siglo breve se representa en la relación entre la ciencia y la
tecnología, entre la búsqueda de base y las metodologías aplicativas en la práctica. La indulgencia,
expresada por los investigadores, se ejercita en la tecno-ciencia, en la categoría unitaria del pensamiento
argumentativo y la acción mimética. Aunque la máquina de vapor anticipa la termodinámica de Sadi
Carnot (1824), su perfeccionamiento aplicativo tiene en cuenta las elaboraciones teóricas de los técnicos y
los inventores. La experiencia sufraga la ciencia y la hace indispensable por las profundas innovaciones
tecnológicas y conceptuales. «Otro ejemplo –escribe José Manuel Sánchez Ron (El siglo de la ciencia,
Madrid, Taurus, 2000, pp. 23-24)– que nos muestra la diversidad de relaciones existentes entre ciencia y
tecnología aparece en el caso del electromagnetismo y las comunicaciones. Es, en efecto, importante
comprender que las aplicaciones del electromagnetismo ya se abrían camino, con fuerza creciente, en la
década de 1840 cuando James Clerk Maxwell, quien lograría completar el edificio teórico de la ciencia de
la electricidad y el magnetismo, ni siquiera se había graduado (lo hizo en 1854, en Cambridge)». También
Charles Darwin, el teórico del origen de las especies, de la selección natural, se declara deudor de los
estudios prácticos realizados por los geólogos, los paleontólogos, los botánicos y los zoólogos. La
aplicación de las microondas es el fundamento del láser, que ejerce su influencia en la radioastronomia, la
medicina y los transportes. El auxilio formal, asegurado en la relatividad de Einstein por parte de la
geometría no euclidiana, comprende las aportaciones de Nicolai Lobachevski, Jénos Bolyai y, sobre todo,
de Bernhard Riemann. «Afortunadamente para la cosmología relativista, existen soluciones de sus
ecuaciones (que non necesitan de la constante cosmológica), estudiadas por diversos científicos (como
Georges Lemaître, Alexander Friedmann, Howard Robertson o Arthur Walker) que conducen a modelos
de universo en expansión» (Ibidem, p. 49). La dimensión cósmica de la realidad efectúal influye en las
condiciones emotivas de sus observadores-perturbadores, que tienen en el punto de mira, si no la
transcendencia, al menos, el horror de la monotonía. El ideal einsteniano consiste en encomendarse al
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1023
progreso de la imaginación, que se sirve de la razón para acallar las dudas y las incomprensiones que
afloran en todo significado recóndito de la condición humana.
La cosmología moderna contempla la expansión del universo, el Big Bang diseñado por el astrofísico
británico Fred Hoyle, autor también del estado estable (coincidiendo con Hermann Bondi y Thomas
Gold), contradicho, a su vez, por los experimentos sobre las microondas de Arnold Penzias y Robert
Wilson. «Surgió de esta manera una imagen cósmica radicalmente nueva, en la que algunas regiones del
Universo están virtualmente desprovistas de galaxias, mientras que otras miles de millones de galaxias
forman inmensos supercúmulos galácticos que ejercen una enorme influencia gravitacional sobre otras
galaxias, distantes de cientos de millones de años luz. El Universo no es, en definitiva, tan uniforme como
se creía; existen grandes estructuras en él» (Ibidem, p. 81). Los telescopios espaciales permiten
figuraciones inéditas del universo, cuya característica y duración no siempre se someten a las hipótesis
coherentes y sintónicas. La destreza, con la que la ciencia trata de conocer el origen y la composición de
la Vía Láctea, se interconecta con la aspereza y la extensión del escenario cognoscitivo. La búsqueda de
un criterio explicativo de la realidad es a cuanto aspiran determinar los físicos y los químicos del siglo
XXI: una época de profunda agitación, sea por la ampliación demográfica, sea por el empleo de los
recursos naturales según el principio del desarrollo sostenible. La relatividad y la mecánica cuántica
constituyen las trayectorias conceptuales, a través de los cuales se elaboran no solo las estructuras de la
naturaleza, sino también los criterios interpretativos de las inquietudes humanas, inducidas a enfrentar,
con conocimiento de causa, las hipótesis fundamentales de la misma razón de ser de los entes y de las
cosas. «La física cuántica cuenta en su haber con aportaciones, entre muchas otras, como la mecánica
matricial y ondulatoria, el principio de incertidumbre, la electrodinámica cuántica, la teoría electrodébil o
la cromodinámica cuántica, que nos permiten entender la estructura de los átomos, el origen y naturaleza
de las radiaciones que éstos emiten, la interacción entre materia y radiaciones, la formación y orden de los
elementos químicos, o de qué constituyentes (también llamados “partículas elementales”) están formados
esos elementos» (Ibidem, p. 87). La física cuántica permite notables aplicaciones prácticas en el sector
electrónico (el transistor) y en el circuito de la información.
A principios del siglo XX, el modelo atómico de Ernest Rutherford contribuye a delinear la estructura de
la materia: contribución perfeccionada sucesivamente por Niels Bohr. Planck se propone formular una
teoría que armonice la termondinámica y el electromagnetismo. «El hecho, en cualquier caso, es que
combinando su ley de radiación con los procedimientos estadísticos de Ludwig Boltzmann, Planck se vio
conducido a que los osciladores cargados que suponía formaban al cavidad que contenía la radiación de
cuerpo negro, intercambiaban energía con la radiación de manera discontinua, a saltos» (Ibidem, p. 106).
En la concepción de Einstein, por lo tanto, la luz está formada de cuanto de energía. La mecánica cuántica
ondulatoria de Erwin Schrödinger constituye una vuelta a la física del campo, fundada en la causalidad de
la relación espacio-tiempo. «Esto fue confirmado por el descubrimiento, debido al propio Schrödinger, de
la “identidad matemática, formal” de la mecánica ondulatoria (que resaltaba lo continuo) y la mecánica
matricial (que destacaba lo discontinuo)» (Ibidem, p. 116). Heisenberg cree que, por ser problemático, el
universo estadístico de la cuántica presupone la existencia de la causalidad. En cada modo, la naturaleza
se abre a sus estructuras perdiendo aquella unidad, con la que interviene en el curso de los siglos, desde
los tiempos de Leucipo y Demócrito a los de Paul Dirac y Louis de Broglie. En fin, la física moderna
considera al observador de la naturaleza su perturbador y, por lo tanto, comprometido en la misma
medición de las variables conceptuales y consecuenciales respecto al espacio y al tiempo en el que se
verifican. Los aceleradores atómicos, introducidos en la tecnología de los años Treinta del s. XX por
Ernst Lawrence, inauguran la física de las altas energías (de las partículas elementales). Desde el
descubrimiento en el 1896 por parte de Henri Becquerel de la radiactividad, a las bombas de uranio
(Hiroshima) y de plutonio (Nagasaki) de la segunda guerra mundial (1945), la transmutabilidad de los
elementos, la antigua alquimia, es el fundamento de todas las elaboraciones energéticas, que influyen de
manera determinante en los siglos XX y XXI. Un papel relevante en este tema lo cumplen Enrico Fermi y
su escuela de via Panisperna en Roma en la década que precede la segunda guerra mundial. «Uno de los
objetivos del grupo de Fermi en Roma era producir, al lanzar neutrones lentos (neutrones que habían
atravesado una capa de parafina) sobre elementos pesados, elementos transuránicos, es decir, situados
más allá del uranio en la tabla periódica» (Ibidem, p. 146). El proyecto Manhattan, dirigido por Robert
Oppenheimer, además de inaugurar la época atómica y nuclear, asegura a la humanidad que también se
puede hacer un uso pacífico de una nueva fuente de energía, capaz de satisfacer las crecientes exigencias
de desarrollo de los países, que se emancipan de la dependencia y de la explotación del colonialismo, una
de las corrientes políticas más controvertidas de Europa desde el fin del siglo XVIII hasta el siglo XX. El
fin de este proceso de influencia de los países tecnológicamente emergentes europeos sobre las áreas
1024 RICCARDO CAMPA
12. La comprensión
1
«Come insegna il mito di Orfeo,» scrive Marc Fumaroli «è dall’Eloquenza che ha avuto origine la
società umana, la quale, grazie ad essa, si è poi costituita in corpo politico, in sede di scambi economici e
commerciali, in Chiesa». Marc Fumaroli, L’età dell’eloquenza, Milano, Adelphi, 2002, p.16.
2
«Le Letttere a Lucilio sono una prova del buon uso che una “grande anima” può fare dei difetti del suo
tempo». Ibidem, p. 43.
3
«Già lingua sacra per volere della Chiesa di Roma, il latino ricondotto alla purezza originaria della
filologia umanistica diveniva la lingua della gloriosa immortalità». Ibidem, p. 71.
4
«Le citazioni tratte dagli antichi per essere incastonate nel discorso diventano pertanto gli elementi
costitutivi di uno stile filosofico tipicamente umanista, in cui la probatio coincide con l’ornatus». Ibidem,
p. 91.
5
«I Vangeli, aggiunge Erasmo, ricchi come sono di sententiae, di parabole, allegorie e apoftegmi carichi
di significato misterioso, sono un chiaro esempio di questo metodo». Ibidem. Cf. Eugenio Garin (a cura
di), L’uomo del Rinascimento, Roma-Bari, Laterza, 1988 (El hombre del renacimiento, Madrid, Alianza,
1999).
6
«Negli Eroici furori di Giordano Bruno, l’eroismo malinconico si svincola da ogni cautela filosofica o
medica per librarsi in un’abbagliante illuminazione amorosa e funebre, fra il richiamo della bellezza
infinita e i limiti della prigione mortale anelanti alla loro stessa rovina». Marc Fumaroli, op. cit., p. 132.
7
«Una delle molle segrete del Barocco è proprio l’esigenza da parte dell’aristocrazia ecclesiastica dotta di
compensare l’esoterismo della sua lingua e della sua erudizione con lo sfoggio di un linguaggio plastico,
in grado di dilettare e commuovere il popolo». Ibidem, p. 225.
8
«I trattati di retorica in lingua latina, come quelli di Caussin, Cressolles, Pelletier e Josset, erano un
genere autonomo; ed erano anche opere prestigiose, scomode da adoperare nell’uso quotidiano. L’Essay
de merveilles di Binet si proponeva invece come manuale pratico, in lingua francese e immediatamente
sfruttabile dagli oratori, in particolare dai predicatori». Ibidem, p. 409.
9
«L’ordine cosmico è d’altronde un universo pacifico. Da É. Crucé (1623) a Kant (Zum ewigen Frieden
[Per la pace perpetua], 1795), passando per l’abate di Saint-Pierre (1713) e Jeremy Bentham (1789), i
progetti di pace perpetua si fondano su un cosmopolitismo neoumanista a forti tinte politiche». Willem
Frijhoff, Cosmopolitismo, in Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), L’Illuminismo. Dizionario
storico, Roma-Bari, Laterza, 1998, p. 22. (Diccionario histórico de la Ilustración, trad. José Luis Gil
Aristu, Madrid, Alianza, 1998).
10
«Sono filosofi o letterati il cui potere si basa anzitutto sulla statura intellettuale (Voltaire, Goethe), o più
spesso uomini abili nel comunicare e diffondere idee e che sanno approfittare della loro posizione di
diplomatici, militari o ecclesiastici o di negoziatori al crocevia delle nazioni e delle culture per tessere una
rete di potere intellettuale. Tali sono ad esempio il principe di Ligne (1735-1814), l’abate Ferdinando
Galiani (1728-87), segretario dell’ambasciata di Napoli a Parigi, il barone Melchior Grimm (1723-1809),
amico di Diderot, funzionario delle corti tedesche a Parigi e curatore della “Correspondance littéraire”, e
Francesco Algarotti (1712-64), forse il più tipico di tutti». Ibidem, p. 23.
11
«…dove continuò a rimanere nel secolo XIX prima della sua rinascita nelle aspirazioni universalistiche
dei grandi movimenti sociali». Ibidem, p. 30.
12
«Il dogma del peccato originale forniva infatti una spiegazione all’assenza o all’estrema rarità della
felicità sulla terra. Rinunciando a questo prezioso mito originario, il pensiero dell’Illuminismo si trova di
fronte al problema dell’infelicità, che spesso confonde con quello del Male». Philippe Roger, Felicità, in
Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p. 44.
1026 RICCARDO CAMPA
13
«Nella sua applicazione alle attività umane, il paradigma fisico dell’azione e reazione avrebbe
coinvolto un principio molto importante: quello della calcolabilità... Tanto più che, se vi prestiamo
attenzione, esiste nel mondo morale una forza che ha lo stesso carattere universale dell’attrazione:
l’interesse». Jean Starobinski, Azione e reazione, in Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p.
108.
14
«Constant dichiara: “Ovunque prorompa la dimostrazione, le passioni non possono attecchire”».
Ibidem, p. 117.
15
«Se la volontà (Wille) individuale e non un ordine provvidenziale esterno all’individuo determinava le
categorie morali, questo schema si poteva trasferire anche alla politica affermando l’idoneità della volontà
individuale a determinare l’ordinamento». José María Portillo Valdés, Politica, in Vincenzo Ferrone e
Daniel Roche (a cura di), cit., p. 131.
16
«L’utopia individualista contro i legami oppressivi della vita sociale raggiunge la sua massima
espressione nel Robinson Crusoe di Daniel Defoe (1719) e diventerà da allora uno dei temi ricorrenti di
questo tipo di letteratura nel corso del secolo». Juan Francisco Fuentes, Utopia, in Vincenzo Ferrone e
Daniel Roche (a cura di), cit., p. 148.
17
«Aubert, come Diodati, accrebbe gli argomenti di cultura italiana e sfumò l’irriverenza religiosa
dell’edizione parigina originale. L’Encyclopédie livornese fu un capolavoro della produzione libraria
tardo-settecentesca. Ne apparvero ottocento copie, una metà venduta in Italia, la restante un po’
dappertutto in Europa, eccetto in Francia». Raymond Birn, Enciclopedismo, in Vincenzo Ferrone e Daniel
Roche (a cura di), cit., p. 183.
18
«Tutti i philosophes, comunque, considerano la musica come la forma più intensa di diretto confronto
con la vita che esistesse al loro tempo, come “l’expérience du temps vêcu”». William Weber, Musica, in
Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p. 225.
19
«Beccaria contestando la sacralità del diritto penale e ricusando la tortura e la pena di morte in quanto
inutili e inumane, rivendicava l’attenzione che si doveva prestare alle origini sociali del crimine e il ruolo
della giustizia quale fattore di riabilitazione, riparazione e beneficio per la comunità». Lynn Hunt,
Filantropia, in Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p. 330.
20
«Eppure il culto del francese era un segno distintivo, al di là di quell’imperialismo illuminato: esso
stava in relazione a qualcosa di specifico nella formazione intellettuale, a quel che si esprime come
raffinamento del pensiero e del sentimento che va oltre la lingua materna, come in Gibbon o Beckford
quando scrivono direttamente in francese, o come vocazione letteraria in Federico II: si dà, per un breve
momento, una patria ideale, non del tutto mitica, del buon dire e del buon pensare». Georges Benrekassa,
Francia, in Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p. 385.
21
«Questo cambiamento di clima» scrive Javier Fernández Sebastián «trova nell’opera di Goya una
testimonianza lucida e angosciata. Senza abbandonare il campo illuminista, il mondo di immagini
tenebrose e grottesche dell’ultimo periodo del pittore aragonese non è più quello della fiducia nel
progresso: esso trasmette invece una visione aspra e disincantata della realtà». Javier Fernández
Sebastián, Penisola Iberica, in Vincenzo Ferrone e Daniel Roche (a cura di), cit., p. 430.
22
Reinhart Kosellek, Critica illuministica e crisi della società borghese, Bologna, Il Mulino, 1972
(Critica y crisis del mundo burgués, Rialp, Madrid, 1965).
23
«Il cambiamento romantico imporrà un’umanizzazione della conoscenza nel senso dell’interiorità, un
passaggio dall’erudizione quantitativa ad un sapere qualitativo alla ricerca di dimensioni umane della
realtà umana». Georges Gusdorf, Storia dell’ermeneutica, Roma-Bari, Laterza, 1989, p. 186.
24
«Ai campi epistemologici ben delimitati e gelosamente chiusi in se stessi, si sostituisce un campo
unitario del sapere, in seno al quale le specifiche competenze non si escluderebbero a vicenda, ma si
includerebbero l’un l’altra». Ibidem.
25
«L’affinarsi del sapere romantico mette in evidenza la necessità di una metodologia primaria alla quale
devono rimandare i singoli percorsi particolari. Questa meta-epistemologia è la più grande acquisizione
del Romanticismo. Le scienze della coscienza, scienze dello spirito, scienze che coinvolgono l’esterno e
l’interno, l’esteriorità e l’interiorità, applicano una specifica intelligibilità». Ibidem, p. 201.
26
«Questa subordinazione dei fatti ai valori si manifesta già nelle scienze della natura, sottoposte alle
norme del grande disegno della creazione». Ibidem, pp. 201-202.
27
«L’oscurità si accentua in proporzione al desidero di verità messo in opera dal lettore del documento
scritturale». Ibidem, p. 215.
28
«Ogni sguardo si prolunga in un’osservazione, ogni osservazione nel dare un significato, e ogni
significato entra in rapporto con altri. Si può dunque affermare che già ogni sguardo attento sul mondo gli
impone una teoria». J. Wolfgang Goethe, Die Schriften zur Naturwissenschaft, zur Farbenienhre, Halle
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1027
1955, Erste Abteilung, vol. IV (1955), Vorwort, p. 5. Cf. Jacques Le Goff, La civiltà dell’Occidente
medievale, Torino, Einaudi, 1981.
29
«La linguistica generale va di pari passo con la grammatica generale, secondo il medesimo schema di
una geometrizzazione dell’intelligibilità». Georges Gusdorf, op. cit., p. 256.
30
«Il Romanticismo ha ridato prestigio alla categoria del meraviglioso, del miracolistico; sotto le
apparenze della scrupolosa erudizione, lo storico fa rivivere la lettera morta dei documenti e restituisce la
presenza degli individui e delle epoche». Ibidem, p. 257.
13. La instancia
1
«La progressiva condensazione di questi tratti coincidenti il loro fondersi in un inseparabile tutto
unitario rappresenta l’essenza psicologica del concetto, il quale in tal modo per la sua origine e per la sua
funzione non è nient’altro che un complesso di residui mnemonici lasciatici dalle percezioni di cose e di
fatti reali. La realtà di questi residui si dimostra nel fatto che essi esercitano sull’atto stesso della
percezione un influsso speciale e indipendente; giacché ogni contenuto nuovo che compare viene colto e
interpretato conformemente ad essi». Ernst Cassirer, Sostanza e funzione. Sulla teoria della relatività di
Einstein, Firenze, La Nuova Italia, 1973, pp. 19-20. La ley de la gravitación universal de Isaac Newton
establece que entre dos cuerpos existe una fuerza proporcional a sus masas y contrariamente proporcional
al cuadrado de su distancia. Según James Clerk Maxwell, los elementos físicos interactúan entre sí a
través de las fuerzas eléctrica y magnética, pero tal teoría no se piensa que sea «universalmente válida».
La dinámica se representa, en la teoría de la relatividad einsteniana como el conjunto de los fenómenos
que se manifiestan, en el pasado, en el presente y en el futuro, en un único espacio-tiempo inmóvil. «Si
nuestro universo –escribe Robert Geroch, La relatividad general (de la A a la B), Madrid, Alianza
Editorial, 1985, p. 34–. constara únicamente de partículas individuales, nuestra descripción de los objetos
de ese mismo universo estaría ya concluida. Pero, afortunadamente, existen muchos tipos distintos de
objetos en el universo». Los acontecimientos son por así decir predispuestos por la naturaleza, pero se
revelan al observador a través del empleo de los instrumentos capaces de aparentar el espacio-tiempo, en
el que se determinan como entidades energéticas aprovechables por la humanidad en la gestación de su
condición existencial. La realidad se configura como la colisión de partículas, cuya morfología no permite
establecer las características si no es en términos energéticos, aplicativos. La categoría con la que se
valoran los acontecimientos naturales es la velocidad de la luz, a su vez diseñada como un conjunto de
corpúsculos o de ondas en el espacio-tiempo (curvo). «La ecuación de Einstein requiere que la curvatura
del espacio-tiempo sea igual a la constante G multiplicada por la densidad másica de la materia del
espacio-tiempo» (Ibidem, p. 163). La comprensión de la naturaleza subyace a las premoniciones propias
de la relatividad, que sustenta el conocimiento a través de las estrategias confortadas racionalmente por la
aproximación.
2
«L’“astrazione”, come finora è stata intesa, non modifica realmente ciò che si trova nella coscienza e
nella realtà oggettiva, ma traccia soltanto in esso determinate linee di separazione e suddivisione; ma non
aggiunge ad esso alcun dato nuovo». Ibidem, p. 23.
3
«In relazione ad esso si sviluppa per la prima volta la coscienza del valore e del significato della
formazione di concetti in generale». Ibidem, p. 41.
4
«Questo passaggio dal puro numero ordinale al numero cardinale viene compiuto in modo concorde
dalle diverse teorie ordinali dell’aritmetica, quali sono state sviluppate in Dedekind e particolarmente in
Helmholtz e in Kronecker». Ibidem, p. 59.
5
«I giudizi, nei quali interviene il transfinito, si rivelano enunciati complessi che mediante l’analisi
vengono ricondotti a determinazioni di rapporti fra insiemi infiniti di numeri “naturali”. In questo senso,
vi è dunque fra l’uno e l’altro campo una perfetta continuità concettuale». Ibidem, p. 92.
6
«Le differenze fra lo spazio euclideo e lo spazio quale si presenta nell’ipotesi di Lobačevskij o di
Riemann appaiono solo quando confrontiamo fra loro parti di questo spazio, le quali superino una
determinata grandezza. Se ci limitiamo invece all’elemento generatore di tutti questi spazi, la differenza è
tolta». Ibidem, p. 149.
7
«La fisica dell’età moderna ha mantenuto invariati questi pensieri fondamentali; Galilei, infatti, se come
sperimentatore si ricollega direttamente ad Archimede, nella sua concezione filosofica complessiva risale
a Democrito. Egli definisce e integra il concetto di natura mediante il concetto di necessità: nell’ambito
dello studio scientifico della natura rientrano soltanto “le cose vere e necessarie che non possono essere
altrimenti”». Ibidem, pp. 226-227.
1028 RICCARDO CAMPA
8
«Tuttavia, quanto più la teoria della sostituzione si fa strada, tanto più guadagna terreno la concezione
secondo cui anche corpi del tutto dissimili possono sostituirsi reciprocamente in certe combinazioni senza
che ne venga alterata la natura della combinazione». Ibidem, p. 285.
9
«L’atomo chimico, risolvendosi in un sistema di elettroni, perde l’assoluta permanenza e stabilità, che
prima gli avevano attribuite, e appare come un punto di quiete semplicemente relativo, come una cesura
che il pensiero pone nel continuo flusso del divenire». Ibidem, p. 294.
10
«I concetti newtoniani di spazio assoluto e di tempo assoluto conteranno ancora qualche sostenitore tra
i “filosofi”, ma sembrano definitivamente espunti dalla fondazione metodica ed empirica della fisica. In
tale sviluppo la teoria della relatività generale sembra solo l’ultima conclusione coerente di un movimento
di pensiero che trasse i suoi impulsi decisivi da considerazioni sia gnoseologiche sia d’ordine fisico».
Ibidem, p. 465.
11
Omnis locatio mentis est opus, afirma J. Kepler, Opera Omnia, ed. Frisch, Frankfurt y Erlangen, 1958,
II, p. 55.
12
«Una particella materiale è un connotato con cui facciamo corrispondere univocamente un determinato
punto dello spazio in un tempo determinato a un determinato punto dello spazio in ogni altro tempo».
Heinrich Hertz, Die Prinzipien der Mechanik, trad, it. en Ernst Cassirer, Sostanza e funzione. Sulla teoria
della relatività, cit., p. 531.
13
Eugenio Montale, Nel nostro tempo, a cura di Riccardo Campa, Milano, Rizzoli, 1972.
14
«Ora, io voglio affermare che, mentre si può mostrare come tutti i giudizi di valore relativo siano pure
asserzioni di fatti, nessuna asserzione di fatti può mai essere, o implicare, un giudizio di valore assoluto».
Ludwig Wittgenstein, Lezioni e conversazioni sull’etica, l’estetica, la psicologia e la credenza religiosa,
Milano, Adelphi, 1985, p. 9 (Lecciones y conversaciones sobre estetica, psicologia y creencia religiosa,
trad. Isidoro Reguera, Barcelona, Editorial Paidós, 1992).
15
«La mia tendenza e, io ritengo, la tendenza di tutti coloro che hanno mai cercato di scrivere o di parlare
di etica o di religione, è stata di avventarsi contro i limiti del linguaggio… L’etica, in quanto sorga dal
desiderio di dire qualcosa sul significato ultimo della vita, il bene assoluto, l’assoluto valore, non può
essere una scienza». Ibidem, p. 18.
16
«Paradigma delle scienze è la meccanica. Se la gente immagina una psicologia, loro ideale è una
meccanica dell’anima. Se si guarda a ciò che realmente vi corrisponde, troviamo che vi sono esperimenti
fisici ed esperimenti psicologici. Vi sono leggi della fisica e vi sono leggi – se si vuol essere gentili –
della psicologia. Ma in fisica ci sono quasi troppe leggi; in psicologia non ce n’è quasi nessuna. Così,
parlare di una meccanica dell’anima è abbastanza buffo». Ibidem, p. 95.
17
«Sembra esserci qualcosa nelle immagini oniriche che presenta una certa somiglianza con i segni di un
linguaggio, quale potrebbe avere una serie di tratti sulla carta o sulla sabbia. Potrebbe non esserci un solo
tratto riconosciuto come un segno convenzionale in un qualsiasi alfabeto a noi noto, e tuttavia potremmo
avere la forte sensazione che essi debbono essere un linguaggio di un qualche tipo: che essi significano
qualcosa». Ibidem, pp. 127-128.
18
«Ma come può» si domanda Wittgenstein «una parola singola essere vera o falsa? Ad ogni modo essa
non può esprimere il pensiero che concorda o discorda con la realtà. Questo non può non essere
articolato!». Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus e Quaderni 1914-1916, Torino,
Einaudi, 1968, (5.10.14), p. 94. (Tractatus logico-philosophicus, Madrid, Tecnos, 2007. Diario filosófico
(1914-1916), Barcelona, Ariel, 1982).
19
«Il fatto banale, che una proposizione perfettamente analizzata contiene tanti nomi quante cose contiene
il suo significato, questo fatto è un esempio dell’onnicomprensiva rappresentazione del mondo da parte
del linguaggio». Ibidem, (12.10.14), p. 96.
20
«La generalità della proposizione affatto generale è la generalità accidentale. Quella proposizione tratta
di tutte le cose che vi sono accidentalmente. E perciò è una proposizione materiale». Ibidem (22.10.14), p.
104.
21
«Ogni proposizione è essenzialmente vera-falsa. Pertanto una proposizione ha due poli (corrispondenti
al caso della sua verità e al caso della sua falsità). Chiamiamo questo il senso d’una proposizione. Il
significato d’una proposizione è il fatto che attualmente le corrisponde». Ibidem [Note sulla logica], p.
202 (Apéndice I. Notas sobre la lógica).
22
«È a priori probabile che l’introduzione delle proposizioni atomiche sia fondamentale per la
comprensione di tutti gli altri generi di proposizioni. Infatti, la comprensione delle proposizioni generali
dipende ovviamente da quella delle proposizioni atomiche». Ibidem, p. 210.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1029
23
«Ogni proposizione reale mostra qualcosa, oltre ciò che dice, sopra l’Universo: infatti, se non ha un
senso, non può essere usata; e, se ha un senso, rispecchia qualche proprietà logica dell’Universo». Ibidem,
[Note dettate a G. E. Moore], p. 224 (Apéndice II. Notas dictadas a G. E: Moore en Noruega).
24
«I fatti nello spazio logico sono il mondo». Ibidem (Tractatus), 1.13.
25
«Ogni enunciato sopra complessi può scomporsi in un enunciato sopra le loro parti costitutive e nelle
proposizioni che descrivono completamente i complessi». Ibidem, 2.0201
26
«La totalità degli stadi di cose sussistenti è il mondo». Ibidem, 2.04.
27
«L’immagine logica può raffigurare il mondo». Ibidem, 2.19.
28
«L’immagine logica dei fatti è il pensiero». Ibidem, 3.
29
«Infatti, nella proposizione stampata, ad esempio, il segno proposizionale non pare essenzialmente
diverso dalla parola». Ibidem, 3.143.
30
«I significati di segni primitivi possono essere spiegati mediante illustrazioni...Esse dunque possono
esser comprese solo se sono già noti i significati di questi segni». Ibidem, 3.263.
31
«L’espressione contrassegna una forma e un contenuto». Ibidem, 3.31.
32
«Nel linguaggio comune avviene molto di frequente che la stessa parola designi in modo diverso –
dunque appartenga a simboli diversi – o che due parole, che designano in modo diverso, esteriormente
siano applicate nella proposizione allo stesso modo». Ibidem, 3.323.
33
«La proposizione possiede tratti essenziali e accidentali. Accidentali sono i tratti che procedono dalla
particolare maniera di produrre il segno proposizionale. Essenziali, quelli che soli consentono alla
proposizione d’esprimere il suo senso». Ibidem, 3.34.
34
«Luogo geometrico e luogo logico concordano nell’essere ambedue la possibilità di un’esistenza».
Ibidem, 3.411.
35
«Il pensiero è la proposizione munita di senso». Ibidem, 4.
36
«Raffigura i fatti che descrive». Ibidem, 4.016.
37
Ibidem, 4. 023.
38
Robert Redfield, El mundo primitivo y sus transformaciones, México D.F., Fondo de cultura
económica, 1966, p. 110.
39
Gonzalo Aguirre Beltrán, Lenguas vernáculas. Su uso y desuso en la enseñanza: la experiencia de
México, México D.F., Fondo de cultura económica, 1993, pp. 276-277.
40
«Scopo della filosofia è la chiarificazione logica dei pensieri». Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-
philosophicus, cit., 4.112.
14. Lo incompleto
1
Elias Canetti, Massa e potere, Milano, Adelphi, 1981, pp. 245 ss (Masa y poder, Madrid, Ed. Alianza,
Muchnik, 1997).
2
Hannah Arendt, Sulla rivoluzione, Milano, Edizioni di Comunità, 1983, p. 253 (Sobre la revolución,
trad. Pedro Bravo, Madrid, Revista de Occidente, 1967. Reeditado por Madrid, Alianza Editorial, 1998,
2004).
3
Carl Schmitt, L’era della politica integrale, in L’unità del mondo e altri saggi, Roma, Pellicani, 2003, p.
87 (La Era de la Política Integral, en Escritos de política mundial, trad. Horacio Cagni, Buenos Aires,
Ed. Heracles, 1995, 59 ss.)
4
Ernst Kitzinger, Il culto delle immagini. L’arte bizantina dal cristianesimo delle origini all’Iconoclastia,
Scandicci (Firenze), La Nuova Italia, 1992, p. 186.
5
James Hillman, L’anima del mondo e il pensiero del cuore, Milano, Adelphi, 2002, p. 22.
6
«Le immagini fantastiche sono dunque lo strumento che l’anima ha per sovrascrivere il destino sulla
natura: senza fantasia, non abbiamo alcun senso del destino e siamo soltanto naturali. Attraverso la
fantasia, invece, l’anima è in grado di condurre corpo, istinto e natura al servizio di un destino
individuale. Il nostro destino si disvela nella fantasia, ovvero, come direbbe Jung: nelle immagini della
nostra psiche troviamo il nostro mito». Ibidem, p. 33.
7
Giambattista Vico, Scienza Nuova, I, 11, 13 (Ciencia Nueva, introd., trad. y notas de Rocío de la Villa,
Tecnos [Colecc. Metrópolis], Madrid, 1995.).
8
«Lingua mentale comune a tutte le nazioni». Ibidem, I, 11, 22.
9
AA.VV., Élie Halévy e l’era delle tirannie, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2001.
10
«Tutto ciò che d’improvviso si illumina, attira la nostra gioia, si accende di bellezza, ciascun roveto un
Dio che arde: questo è lo zolfo alchemico, la faccia infiammabile del mondo, il suo flogisto, la sua
1030 RICCARDO CAMPA
aureola di desiderio, enthymesis dappertutto. Quella succulenza verso cui tendiamo come consumatori è
l’immagine attiva che è in ogni cosa, l’immaginazione attiva dell’anima mundi, che infiamma il cuore e
lo provoca a uscire». James Hillman, op. cit., p. 53.
11
«Sophia, infatti, originariamente indica la perizia dell’artigiano, del carpentiere (Iliade, XV, 412), del
navigante (Esiodo, Le opere e i giorni, 651), dello scultore (Aristotele, Etica Nicomachea, VI, 7, 1141a).
Nasce nella manualità estetica (e ad essa rimanda) di Dedalo e di Efesto che, come è noto, era sposo di
Afrodite, e perciò è inerente alla sua natura». Ibidem, p. 85.
12
Platón, Hipias Mayor, 297b.
13
Gödel contribuye, con sus fundamentales aportaciones a la teoría matemática del cálculo, a la
elaboración de las primeras calculadoras. Aunque los matemáticos y los filósofos de su tiempo no estén
del todo de acuerdo con su visión del mundo, su influencia en el siglo XX es determinante. Aunque no
sea un adepto del Círculo de Viena, su amistad con los lógicos, los físicos (de la filosofía analítica, de la
filosofía del lenguaje) de la época contribuye a delinear el aspecto menos evidente y más angustioso de
uno de los movimientos del pensamiento crítico del período interregno entre las dos guerras mundiales.
14
«La verità è, io credo, che questi concetti formano nel loro complesso una realtà oggettiva che noi non
possiamo creare o modificare ma solo percepire e descrivere». Kurt Gödel, Opere, Torino, Bollati
Boringhieri, 2002, II, p. 133.
15
«Questa idea del tempo necessario perché si manifesti uno stato complesso è stata studiata sotto il
profilo matematico da Charles Bennett e Gregory Chaitin. Secondo la loro affascinante teoria, è forse
possibile dimostrare, con argomenti simili a quelli che stanno a fondamento del Teorema di
Incompletezza di Gödel, che non esistono scorciatoie nello sviluppo di intelligenze sempre più elevate (o,
se si preferisce, di stati sempre più “illuminati”); in breve, che si deve pagare al “Diavolo” il suo tributo».
Douglas R. Hofstadter e Daniel C. Dennett, The Mind’s I, New York, Basic Books, Inc. 1981, trad. it.
L’io della mente, Milano, Adelphi, 1985, pp. 331-332.
16
«La riconciliazione che Smullyan opera elegantemente tra queste opposte concezioni si basa sulla
nostra accettazione di cambiare punto di vista, di smettere di pensare in modo “dualistico” (cioè di
suddividere il mondo in parti come “me” e “non me”) e di vedere l’universo come una totalità priva di
confini, in cui le cose fluiscono l’una nell’altra e si sovrappongono, senza margini o categorie
chiaramente definiti». Ibidem, p. 332.
17
«In breve, Gödel metteva in evidenza che la dimostrabilità è una nozione più debole della verità,
indipendentemente dal sistema assiomatico considerato». Douglas R. Hofstadter, Gödel, Escher, Bach:
An Eternal Golden Braid, New York, Basic Books, Inc. 1979, trad. it. Milano, Adelphi, 1984, p. 19.
18
«Tutte le cose mostrano un volto, il mondo essendo non solo un insieme di segni in codice di cui
decifrare il significato, ma una fisionomia da guardare in faccia. In quanto forme espressive, le cose
parlano; mostrano nella forma lo stato in cui sono». James Hillman, op. cit., p. 130. Las deformaciones
como las mistificaciones asechan el recorrido natural de la existencia. «La muerte está al acecho en las
cosas: en el amianto y en los aditivos comestibles, en la lluvia ácida y en los absorbentes internos, en los
insecticidas y en los fármacos, en los gases de los tubos de escape y en los dulcificantes, en las pantallas
de televisión y en los iones. Ni en el tiempo de la peste la materia ha sido tan demonizada como hoy »
(Ibidem, p. 140).
19
«In tal senso, le fantasie catastrofiche riflettono anche il processo iconoclastico in corso nella psiche,
che vorrebbe infrangere quell’idolo meccanico e senz’anima che è diventato il mondo, davanti al quale ci
prostriamo da quando Cristo disse che il suo Regno non è di questo mondo, abbandonandolo così alle
legioni di Cesare, sicché l’animazione estetica, immaginativa e politeistica del mondo materiale è stata
dannata al demonismo e all’eresia, mentre la psicologia riconosceva psiche soltanto all’Io autoriflessivo
della confessione, inflazionandolo fino a una mostruosità titanica». Ibidem, pp. 154-155.
20
«Perciò, se si avesse fantasia, si saprebbe che è un delitto esporre la vita al caso, che è peccato svilire la
morte al livello della casualità, che è follia fabbricar corazzate quando si costruiscono torpediniere per
affondarle, costruire mortai quando per difendersi si scavano trincee dove è perduto soltanto chi mette
fuori la testa per primo, e cacciare in topaie uomini in fuga davanti alle proprie armi, e poi lasciarli in
pace soltanto sottoterra. Se al posto dei giornali si avesse la fantasia, la tecnica non sarebbe un mezzo per
complicare la vita e la scienza non mirerebbe a distruggerla. Ahimè, la morte eroica aleggia in una nuvola
di gas, e la nostra vita viene messa agli atti nel bollettino!». Karl Kraus, Die letzten Tage der Menschheit,
München, Kösel Verlag, 1957, trad. it. Milano, Adelphi, 1980, I., p. 193 (Los últimos días de la
humanidad, trad. Adan Kovacsis, Barcelona, Tusquets, 1991). El cine contribuye a evidenciar y a frustrar,
con artimañas técnicas, el horror de la guerra y sus aberraciones. «Un espía que es conducido al cadalso –
dice Criticón– tiene que hacer un largo recorrido para que la gente en los cines pueda distraerse, y tiene
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1031
que mirar una vez más la cámara para que se vea su expresión. No me haga continuar este hilo de
pensamientos hasta el cadalso de la humanidad ¡sin embargo debo hacerlo, porque yo soy su espía a
punto de morir y el sentimiento que me aprieta el corazón es el horror de aquellos vacuum que esta
inaudita plenitud de acontecimientos encuentra en los espíritus, en las máquinas!» (Ibidem p. 194). La
guerra moderna ahoga la fantasía, que hace posible que, en época de paz, se construyan armas para los
conflictos. El si vis pacem, para bellum, de la época romana, encuentra cotejo en la sociedad moderna,
aunque la construcción de las armas de exterminio está hipostasiada y se persigue como un deterrent
como un medio para exorcizar el conflicto entre las poblaciones, entre los diversos modos de entender la
condición vital. La energía mecánica deshumaniza la guerra y por lo tanto hace más peregrino el
remordimiento. La conciencia de los beligerantes está influida por la eficiencia tecnológica: la victoria y
la derrota son el resultado de una comparación cuantitativa y cualitativa, pasado con respecto al efectual,
en el sentido en que las coordenadas tecnológicas, a las que las colectividades políticamente ocupadas dan
su más o menos convencida contribución, satisfacen las expectativas fantásticas, de prestigio y de
predominio a nivel internacional. Criticón prefiere por lo tanto el caos al orden a costa de la humanidad.
Las razones de la industria pesada influyen en la «salud» de la humanidad. El furor podría ser «una media
justificación del homicidio» si el asesinato ordenado es, no solamente tolerado, sino hasta reglamentado.
El peligro supera la responsabilidad y relatividad moral corriente. «La guerra –afirma von Dreckwitz– es
la ocupación natural del hombre» (Ibidem, p. 243): una ocupación, sin embargo, delegada a las máquinas,
de modo que los conflictos modernos son estructuras tecnológicas, que afrontan el rodaje. El valor
personal es el sufragio que el hombre devuelve a la máquina para evidenciar al mismo tiempo todo su
potencial creativo y destructivo. La matanza es el resultado más ruinoso e incandescente de la función del
aparato bélico. «Al amparo de la técnica, –afirma el Criticón– la histeria supera la naturaleza, el papel
ordena el arma» (Karl Kraus, op. cit., II., p. 613). La supremacía de la acción mueve la rueda del
progreso. La prensa es la precursora del Apocalipsis.
15. La inestabilidad
1
Ernest Gellner, Ragione e cultura, Bologna, Il Mulino, 1994, p. 11 (Razón y cultura, trad. Carmen Ors
Marquès, Madrid, Sintesis, 2005).
2
Cfr. John Rawls, Lezioni di storia della filosofia politica, Milano, Feltrinelli, 2009 (Lecciones sobre la
historia de la filosofía política, trad. Albino Santos Mosquera, Barcelona, Paidos, 2009).
3
«L’umanità vive e pensa attraverso concetti. I concetti sono obbligazioni interne condivise in modo
comune. Sono collegati a contrassegni esterni e a condizioni esterne di manifestazione. L’umanità è
quella specie che non è geneticamente pre-programmata nel comportamento. Il suo potenziale
intollerabilmente volatile, all’interno di qualsiasi comunità, deve essere limitato, se la coesione, la
cooperazione e la comunicazione devono essere in qualche misura possibili». Ernest Gellner, op. cit., p.
49.
4
«La ragione è purificazione, mentre la cultura è corruzione sulla terra. La razionalità come tale non può
fallire: se fallisce, è perché sono rimaste alcune impurità». Ibidem, p. 71.
5
«Non posso perdonare a Descartes. Avrebbe pur voluto, in tutta la sua filosofia, poter fare a meno di
Dio; ma non ha potuto esimersi dal fargli dare un colpetto per mettere in movimento il mondo: dopo di
che, non sa che farsi di lui». Blaise Pascal, Solitudine e storia, (Pe, 51), Firenze, La Nuova Italia, 1977, p.
55.
6
«Una differente consuetudine ci darà altri princìpi naturali, come l’esperienza insegna; e se ce ne sono
che non possono essere cancellati dall’abitudine, ci sono anche princìpi abituali contrari alla natura che né
la natura né una seconda consuetudine riescono a cancellare. Dipende dalla disposizione». Ibidem (Pe,
244), p. 81.
7
«L’uomo, ritornato a sé, consideri quel che è in confronto a quel che esiste. Si veda come sperduto in
questo remoto angolo della natura; e da questa angusta prigione dove si trova, intendo dire l’universo,
impari a stimare al giusto valore la terra, i reami, le città e se stesso...». Ibidem (Pe, 223), pp. 83-84.
8
Ernest Gellner, op. cit., p. 86.
9
«Una “confederazione di abitudini” non è una patria, e un fascio di percezioni non costituisce un io.
Kant è stato certamente un cartesiano, e condivideva il rifiuto di concedere autorità all’abitudine e
all’esempio: la nostra anima non poteva risiedere nell’accidentale e nel contingente. La nostra anima
risiede fuori della storia, siamo visitatori più che membri della natura». Cfr. Martin Buber, Confessioni
estatiche, Milano, Adelphi, 1987.
1032 RICCARDO CAMPA
10
«Quando la volontà si rivolta contro di sé e si contrasta, e l’individuo in questione si orienta verso la
passività e la contemplazione, Schopenhauer lo approva; Nietzsche, invece, vede questa moralità ascetica
semplicemente come il perseguimento indiretto e deviato della soddisfazione della cieca sensualità con
altri mezzi, e la rifiutava, preferendo la manifestazione più candida e aperta della Volontà». Ibidem, p.
107.
11
«Se è così, la rappresentazione popperiana deliziosa e ispiratrice dell’eliminazione delle grandi teorie
da parte di un singolo valoroso fatto di sfida non è altro che un mito». Ibidem, pp. 134-135.
12
Cfr. Ludwig Wittgenstein, Lezioni e conversazioni sull’etica, l’estetica, la psicologia e la credenza
religiosa, Milano, Adelphi, 1985 (Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia
religiosa, trad. Isidoro Reguera, Barcelona, Paidós Ibérica, 1992).
13
«Anche l’irregolarità di certi verbi può giocare il suo ruolo nel dispiegarsi sociale del linguaggio e nel
mantenimento dell’ordine sociale». Ernest Gellner, op. cit., p. 180.
14
«“La mentalità dell’assedio” non “l’armonia prestabilita”, è lo spirito corretto della filosofia della
ragione». Ibidem, p. 192.
15
«Non è possibile dunque mantenere in tutta la sua rigidità la distinzione di Popper tra leggi condizionali
e leggi di successione: spesso, infatti, le seconde si fondono sulle prime». Raymond Boudon, Il posto del
disordine. Critica delle teorie del mutamento sociale, Bologna, Il Mulino, 2009, p. 84.
16
«Infatti, per quanto voglia essere difficile separare nettamente, per esempio, la fisica dalla chimica
(specialmente da quando esiste una chimica fisica), o dire che cosa sia la psicologia, di certo in questo
caso è per lo meno oggettivamente possibile e necessario ricorrere – per qualsiasi dubbio – a concetti
fondamentali filosoficamente chiariti, a concetti come materia, corpo, energia, “coscienza”, “vita”,
“anima”, ossia a concetti il cui ultimo contenuto costitutivo è indubbiamente ancora compito della
filosofia chiarire». Max Scheler, L’essenza della filosofia, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2001, p. 15 (La
esencia de la filosofía y la condición moral del conocer filosófico, trad. Elsa Tabernig, 4ª ed., Buenos
Aires, Ed. Nova, 1980).
17
«Da “libera ancella” della fede essa divenne, e per molto tempo, usurpatrice della fede, ma
contemporaneamente ancilla scientiarum, e ciò in diversi sensi: o assegnandole il compito di “riunire” i
risultati delle singole scienze in una cosiddetta concezione del mondo priva di contraddizioni
(positivismo), oppure di fissare – come una specie di polizia delle scienze – i presupposti e i metodi di
quest’ultime in modo più esatto di quanto non lo facciano esse stesse (filosofia cosiddetta “scientifica” o
critica)». Ibidem, p. 23.
18
Frantz Funck-Brentano, Grandeur et décadence des aristocraties, Paris, Librairie Bloud, 1907, p.
11.«A l’aristocratie de race, que nous appellerons aristocratie patronale, succéda de la sorte une
aristocratie financière. Celle-ci fit elle-même place à une aristocratie purement financière»
19
«Toutes les classes dirigeantes sont tombées pour s’être séparées de classes qui produissent et
travaillent: rapprochons-nous donc du peuple qui nous fait subsister». Ibidem, p. 58.
20
«La globalizzazione è stata plasmata e promossa dagli stati più potenti per conseguire i loro fini. Si
tratta dunque di un’espressione tangibile delle diseguaglianze del sistema internazionale». Ian Clark,
Globalizzazione e frammentazione. Le relazioni internazionali nel XX secolo, Bologna, Il Mulino, 2001,
p. 340.
21
Leo Spitzer, L’armonia del mondo, Bologna, Il Mulino, 2009, p. 9 (Ideas clásica y cristiana de la
armonía del mundo : prolegómenos a una interpretación de la palabra “stimmung”, trad. Alfredo
Brotons Muñoz, ed. lit. Anna Granuilles Hatcher, Madrid, Abada Editores, 2008).
22
Aristote, De l’Ame, ed. E. Barbotin, Paris, Les Belles Lettres, 198 a.
23
«È stato detto che fu il culto di Apollo, il dio che ha per attributo la lira, a ispirare la similitudine
musicale di Pitagora, e che i “veri pitagorici” erano probabilmente una setta orfica». Leo Spitzer, op. cit,
p. 10.
24
«L’appercezione sinestetica rivela sempre l’idea dell’armonia universale... tutti i sensi convergono
verso una sensazione armoniosa». Ibidem, p. 26.
25
Ibidem, p. 67.
16. El artificio
1
Serge Moscovici, “Il fenomeno delle rappresentazioni sociali”, in Robert M. Farr e Serge Moscovici (a
cura di), Rappresentazioni sociali, Bologna, Il Mulino, 2003, p. 23.
2
«Se oggi siamo tanto interessati ai fenomeni linguistici, ciò dipende, in parte, dal fatto che il linguaggio
è in declino, allo stesso modo in cui ci preoccupiamo delle piante, della natura e degli animali perché
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1033
sono minacciati di estinzione. Il linguaggio, escluso dalla sfera della realtà materiale, riemerge in quella
della realtà storica e convenzionale; e, sebbene abbia perduto la sua relazione con la teoria, esso mantiene
la sua relazione con la rappresentazione, che è poi tutto ciò che il linguaggio ha lasciato». Ibidem, p. 39.
3
«Inaccettabile anche il principio secondo il quale le differenti componenti dell’evoluzione dovrebbero
marciare allo stesso passo: la cultura tecnica, infatti, può svilupparsi senza che la cultura scientifica
progredisca allo stesso modo; e l’industrializzazione non implica necessariamente lo sviluppo di
un’organizzazione democratica del potere politico. Per tutte queste ragioni, una concezione lineare
dell’evoluzione (concezione praticamente analoga a quello che, su un registro meno intellettuale e più
popolare, fu chiamato nel XIX secolo Progresso), è, secondo Sahlins e Service, insostenibile». Raymond
Boudon, Il posto del disordine. Critica delle teorie del mutamento sociale, Bologna, Il Mulino, 2009, p.
15.
4
«Una variante dell’atteggiamento scettico consiste nell’accontentarsi di affermare che i fallimenti della
conoscenza, nel campo del mutamento sociale come altrove, sono dovuti alla complessità del mondo».
Ibidem, p. 38.
5
«I conflitti sono cronici ed endemici, come aveva notato la tradizione machiavellica (Pareto, Mosca,
ecc.) solo nel sotto-sistema politico. Ma i conflitti politici non sono espressione solo di conflitti di classe e
neppure di conflitti sociali; possono anche, ad esempio, esprimere semplicemente la rivalità fra frazioni
concorrenti delle élites. Soltanto la logica dei sentimenti può sostenere il principio secondo cui i conflitti
sociali sarebbero il motore essenziale del mutamento sociale». Ibidem, p. 169.
6
«Come ha indicato Popper, che qui riprende Kant, l’interrogativo, a seconda della forma che assume,
può ricevere una risposta, la cui validità sia controllabile, oppure una risposta incerta, ma comunque utile
e plausibile, o anche incontrare risposte fra loro inconciliabili». Ibidem, p. 238.
7
«Il punto di partenza per la teoria dell’interazionismo simbolico è l’immagine del sé riflessivo: è
fondamentale l’abilità di vedere il proprio sé come un oggetto, concetto che Mead ha espresso nella sua
distinzione tra l’Io e il Me». Irwin Deutscher, La scelta degli antenati: alcune conseguenze nella scelta
delle tradizioni intellettuali, in Robert M. Farr e Serge Moscovici (a cura di), cit., pp. 114-115.
8
«Il corpo è apparso a più riprese come un sistema di opposizioni. Quella tra corpo maschile e corpo
femminile scompare. Quella tra corpo sociale e corpo privato si attenua. Il corpo-oggetto è ovunque
caduto in discredito: esso invoca l’avvento del corpo-soggetto». Denise Jodelet, La rappresentazione del
corpo e le sue trasformazioni, in Robert M. Farr e Serge Moscovici, Rappresentazioni sociali, cit., p. 270.
9
José Andrés-Gallego, Historia general de la gente poco importante (America y Europa hacia 1789),
Madrid, Gredos, 1991, p. 33.
10
Ibidem, p. 102.
11
Ibidem, p. 165.
12
Ibidem, p. 207.
13
José Luis Pinillos, Los mitos del siglo XX, in José Antonio Merino (ed.), Cultura y existencia humana
(Homenaje al profesor Jorge Uscatescu), Madrid, Reus, 1985, p. 281.
14
Ibidem, p. 283.
15
Ibidem, p. 285.
16
Martin Heidegger, ¿Qué es la metafísica?, Santiago de Chile, Cruz del Sur, 1963, p. 16.
17
José Antonio Merino, ¿Es la metafísica nociva, sospechosa o necesaria para la ciencia? In José
Antonio Merino (ed.), Cultura y existencia humana, cit., p. 220.
18
Werner Heisenberg, Más allá de la física, Madrid, B.A.C., 1974, p. 187.
19
Richard Wisser, Antropología: ¿Disciplina filosófica o criterio de filosofía? In José Antonio Merino
(ed.), op. cit., p. 375.
20
J. J. M. Van der Ven, La persona humana y su trabajo, in José Antonio Merino (ed.), op. cit., p. 346.
La impaciencia simula el malestar social. El sufrimiento cotidiano representa el descrédito de los métodos
correctivos de las iniquidades, que caen a veces en la discriminación. Como Karl Marx afirma, Miseria de
la filosofía, Roma, Editorial asociados, 1950, pp. 115-116, el vagabundeo precede a la disciplina de la
fábrica. El orden atrae más que el sueldo a las masas, que se aglomeran en el escenario de la historia. Al
antagonismo de clase de instancia marxiana, según la teoría del valor y la explotación, hace cotejo la
contraposición. Para Raymond Boudon, El sitio del desorden, Bolonia, Il Mulino, 2009, p. 167, la teoría
del valor y la explotación aparece menos conforme a la complejidad de la moderna división del trabajo.
«Una vez más, para que tal asunto pueda ser fundado, es indispensable una teoría que implique la
existencia de un antagonismo de principio, como por ejemplo la teoría del valor» (Ibidem, p. 169). Un
tipo de determinismo social permite a las innovaciones científicas y tecnológicas de hallar su utilidad en
los órdenes comunitarios. En el universo tecnológico, el fervor apocalíptico es común a todas las clases
1034 RICCARDO CAMPA
sociales y es por tanto flébilmente eficaz. El determinismo es el correspondiente emocional del mal
humor: hace pensar en un inconveniente difícilmente superable con los recursos de la resignación. El
carácter humano consiste en darse cuenta de las dificultades objetivas y la pretensión de afrontarlas con
una indisimulada soltura. El error de predicción condena las masas a la endógena impaciencia (frente al
sistema normativo en vigor, las autoridades constituidas, la visión del mundo). «Lo mismo vale para las
leyes de Tocqueville y Durkheim, para quienes el debilitamiento de los vínculos sociales puede ser causa
de “anomia” o “rebelión”» (Ibidem, p. 239). Estos enunciados de posibilidad no tienen estructura legal. El
principio de indeterminación de Heisenberg se confronta con la regla, en el intento por parte de las masas
de llevar el consuelo de remisión de sus acciones superficiales con respecto de las profundas
transformaciones planetarias, de las que padecen al menos los efectos evidentes. La llamada sociedad de
masas se asombra frente a los acontecimientos que la superan. Las contradicciones marxianas consisten
en revelar los trastornos planetarios como no siendo los adecuados para satisfacer las exigencias de las
colectividades aunque sean (necesariamente) inducidas a determinarlas. La anomia tecnológica no acoge
la concepción de Max Weber, según la cual el comportamiento está atado a la creencia. La multietnicidad
y el plurilingüismo concurren a dirimir las incomprensiones funcionales para radicalizar las de los
principios, que desembocan a veces en el conflicto. «El análisis del cambio social no es por lo tanto en
ningún modo una ciencia necesariamente inexacta, destinada por la naturaleza misma de su objeto a
entregarse a los procedimientos incomunicables de la interpretación» (Ibidem, p. 245). Las teorías,
delegadas a la demarcación empírica, encuentran un grado objetivo de solvencia, en el sentido que son
aceptadas y difundidas en cada área geográfica, independientemente de las correspondientes
peculiaridades naturales y estructurales. La coherencia y la contradicción siguen beneficiándose del curso
forzoso de la conceptualización en las sociedades abiertas al desafío del mercado.
17. El engaño
1
«La crudeltà ci lascia perplessi perché non possiamo vivere né con essa, né senza di essa. La crudeltà,
inoltre, ci mette di fronte più di ogni altra cosa alla nostra irrazionalità». Judith N. Shklar, Vizi comuni,
Bologna, Il Mulino, 2007, p. 7. La civilización caballeresca y la tradición eremítica cristiana encuentran
un afligido exegeta en Francisco de Asís. El juglar de Dios canta la naturaleza, alaba la pobreza,
interviene con los cuerpos celestes, se identifica con los rigores y con los conflictos terrenos, en el intento
de regenerarse juntamente a todos los que, virtualmente, aprueban la constancia y la expectativa salvífica.
La condición mercantil se configura en todo caso como la superación de las fronteras y de las
diversidades étnicas, religiosas, lingüísticas. Francisco transforma la iniciativa comercial en la destreza
espiritual. Y delinea una cosmología inconmensurable con los recursos humanos. El Cántico de las
criaturas es la más inquietante elegía del universo, descrita en clave exornada, casi como un desafío al
Rector celeste. El ascetismo franciscano pone a prueba, tanto al hombre con sus recursos energéticos
como a Dios, en su facultad providencial. La razón por la que la Iglesia de Roma se fija con aprensión en
el hecho franciscano se debe al sentimiento de adhesión que profesa a la espiritualidad cristiana. Si el
hombre es inducido a comprometerse, disminuyendo en sus ideales religiosos, que al menos sea propenso
a actuar sobre las estrategias normativas de las instituciones políticas y sociales. La monarquía
fridericiana regresa en este cuadro cognoscitivo, que el juglar de Dios divulga por las fértiles colinas de
Umbría y en las escabrosas regiones del Medio Oriente, dónde el sepulcro de Cristo es objeto de
controversias, contrastes, conflictos, de difícil composición estratégica y legal. El simulacro de la
redención constituye, en efecto, la vexata questio de las autoridades cristianas y de las homólogas
corporaciones musulmanas. El precio de una guerra religiosa de régimen salvífico se abona en el orden
jurídico europeo, probado por así decir en la lucha por las investiduras. La práctica de la Regla
franciscana consiste en creer que la naturaleza es la depositaria de la providencia divina, que puede ser
merecida si el hombre no preconiza alternativas concretas, laicales,
En la Regla, aprobada por el papa en el 1223, se explicita la prohibición a los hermanos de
recibir dinero. Francesco insiste en la necesidad de encomendarse a la conmiseración humana para
afrontar los rigores de la supervivencia, sin acceder, también en los casos desesperados, a los beneficios
pecuniarios. El dinero es, en el imaginario franciscano, un mecanismo demoníaco, mediante el cual se
hacen ineludibles las necesidades y a menudo también lo superfluo. El condicionamiento emotivo,
asegurado por el potencial económico, disciplina hipócritamente las actitudes de los individuos, ocupados
en influir en las comunidades, en los que gravitan. Por otra parte, la ciencia occidental se inspira en el
principio que, en la naturaleza, se pueden hallar los recursos energéticos necesarios para asegurar la
mejoría de las llamadas condiciones objetivas y para promover todo lo que la Ilustración homologa como
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1035
progreso en el patrimonio cognoscitivo. Las discordias familiares, por motivos de interés, se justifican en
el orden regulado por la competitividad, por la competencia de carácter tendencialmente monopolístico.
La economía monetaria determina forzosamente las relaciones entre los individuos y los grupos según
unos urgentes criterios de valoración cuantitativa. La condena de la usura y la herejía comporta el rechazo
de cualquier degeneración, que tenga la fuerza de promover y afiliar adeptos en una empresa de signo
contrario al de la sobriedad y de la honestidad. La implicación política de tal propensión, aunque no es
deseada, es inevitable. La orden franciscana –con la ayuda del modelo de Bernardo de Claraval– se
somete al juicio de las autoridades tutelares del abrupto universo político de la época. La posesión de los
bienes es pecaminosa, pero no su uso. En la lógica binaria del carácter franciscano, en el uso de los bienes
ajenos está implícita una actitud que no cae en el fetichismo y que resulta bastante destacada con respecto
de quienes lo realizan para obtener un beneficio de un número de personas en abierto examen frente a la
moral corriente. Los principios de Francisco contrastan con el sentido común, también en el intento de
hacerlo menos perentorio y perspicuo en la resolución de las urgencias existenciales. La involuntaria,
solapada, actitud herética de la Regla franciscana reside en la confianza en el Dios del universo, creído,
por necesidad, ocupado en asegurar a los mortales –como a los otros seres animales y vegetales– la
supervivencia, según un orden creciente de factores conexos con el bienestar y las satisfacciones dela vida
cotidiana. Paradójicamente, la Regla franciscana no contempla la perfección, sino la adecuación de las
necesidades materiales de los seres mortales a las instancias ideales que tienen una consistencia y
problematicidad transcendente. Ella consiste en el desafío a la providencia divina, entendida como una
“taxación” del indisimulado egoísmo terrenal. El espacio aéreo y la potencialidad neumática de las
aspiraciones humanas dejan entrever la meta ideal, que transciende las estrecheces y los malestares
cotidianos. La vida humana es, para Francisco, una disciplina, marcada por la exaltación, por la
exasperación y por la tergiversación. Ella se configura –dirá en la primera mitad del siglo XX Robert
Musil– como un experimento, en el que el intelecto agente se sintoniza con la creación. La necesidad,
categoría imprescindible, se transforma en la elipse de la esperanza. La expectativa franciscana se perfila
como una prueba de la existencia de Dios, que no puede faltar a la llamada de las criaturas desnudas de
cada reivindicación, émulas de la armonía preestablecida. Lo superfluo se define como si fuera una
perturbación, cometida por los mortales, en los dibujos celestes. El dinero no representa el valor de las
riquezas naturales, en primer lugar, porque no las prevé y, en según lugar, porque las presagia con la
intervención del trabajo de algún modo forzoso. El dinero, por tanto, implica la movilización de la fuerza-
trabajo, que no se activa siempre para la consecución de objetivos de satisfacción general. El
franciscanismo condena la explotación del trabajo humano por los poseedores de la naciente economía
financiera, pues se mantiene fiel a aquel principio áulico de la libertad natural, fuente de la
autogratificación y de las alabanzas a Dios creador. El dinero reemplaza por tanto el cambio de los
favores recíprocos y establece un clima de enajenación de las personas, que hace que la explotación y el
dolor aparezcan de forma bastante implacable al reducirse la responsabilidad existencial, preludio de la
hermandad evangélica. El rigorismo de la pobreza es el aforismo de la providencia, que está llamada a
influir en la exteriorización natural de la empresa humana.
La práctica mercantil, a finales del siglo XIII, influido por el examen franciscano, se basa en la
viabilidad del dinero, sobre el rechazo de su posesión, en razón del estancamiento en términos parasitarios
de las propensiones por el cambio y la mejoría. La asignación del valor a un objeto, fruto del trabajo,
tiene en cuenta la estrategia con la que se exalta la función cognitiva y no la connotación adquisitiva de
los actos acabados para alimentar el mercado. La diferencia entre lo necesario y lo superfluo se deduce
del empleo de objetos cada vez de forma más sintonizada con el modelo ideal elaborado por la razón. La
enfiteusis del mal es la cuota de irracionalidad, que influye en y sobre el mercado, haciéndolo capaz de
legalizar las disparidades y las contradicciones, propias de la estimulación presente en cada sistema
social, abierto a las sugestiones del escenario internacional. El valor del trabajo influye en el precio de las
mercancías, sobre el que incide especialmente la práctica comercial, desarrollada por personalidades
dotadas de la habilidad dialéctica y del conocimiento de las lenguas, necesarias para cautivar a los
compradores de las diversas mercancías. La ascesis económica franciscana facilita las comunidades,
sobre las que recae la oferta de los mercantes, que sombrea un comportamiento administrativo, necesario
para promover el nivel de vida de las diferentes capas sociales. La abolición del lujo como medida del
éxito permite ampliar la oferta mercantil a un número siempre mayor de beneficiarios. La economía
mercantil es regulada por el derecho de propiedad y por la limitación de la riqueza: dos institutos
jurídicos, elaborados en la universidad de París en la década de los setenta del siglo XIII, para permitir
una dinámica creadora de bienestar, capaz de contener las degeneraciones propias del egoísmo individual
y la ostentación grupal. La jurisprudencia pontificia de Inocencio IV disciplina la materia relativa a las
1036 RICCARDO CAMPA
rentas conseguidas por los legados y por las ventas de las mismas, en un intento de evitar que tales
negociaciones oscurezcan las contrataciones dominadas por la usura. La legalización del comercio de las
rentas eclesiásticas asecha conceptualmente la Regla franciscana, que se propone favorecer el diseño
divino en su proclamada providencialidad. El empeño por parte de Pedro de Juan Olivi de justificar
conceptualmente el mercado, haciendo referencia a la teoría franciscana, constituye una de las
aportaciones normativas más significativas de la época a caballo entre el siglo XIII y el siglo XIV, en un
período caracterizado por las profundas transformaciones económicas y sociales, destinadas a modificar
la estructura empresarial de la Italia centro-septentrional en relación con el nuevo orden geopolítico
europeo. El ascetismo existencial del mercator connota la época de las invenciones, de las navegaciones,
de los descubrimientos y de las producciones cada vez más sofisticadas, hasta reflejarse en las obras de la
literatura del siglo XX como I Bundenbrook de Thomas Mann y La conciencia de Zeno de Italo Svevo. El
comerciante asume la tarea de determinar y evidenciar lo útil como el recorrido ideal para alcanzar el
relieve de la satisfacción aproximada. El cambio fiduciario deja su sitio a la estipulación del contrato, a la
reglamentación en clave jurídica de la empresa comercial.
El debate, que se establece en Oxford por iniciativa de Juan Duns Escoto y que encuentra cotejo
en los análogos exámenes conceptuales de Guiral Ot en Tolosa y de Alejandro Lombardo en Génova,
concierne la relación entre la intransigencia franciscana respecto a la pobreza y la función prometeica (y
didascálica) del empresariado mercantil. El reconocimiento civil de la mejoría económica, entendido
como un estadio salvífico de la dignidad humana, permite a la acción concreta legitimarse en una
atmósfera no armonizable con la espera providencial. El laicismo progresista y el pauperismo radical
concurren a delinear un sistema de factores, que puedan asegurar el funcionamiento ordenado del
metabolismo social. En la década de los setenta del siglo XIV, el matemático Nicolás Oresme, amigo de
Carlos V de Francia, opina que el dinero, como representación metálica de los valores, devuelve a la
mente el aspecto imaginario de cada iniciativa, que se proponga facilitar, con las condiciones objetivas, la
reflexión sobre las características y sobre las finalidades de la condición humana. Fidenzio de Padua, en
el 1290, especula en un tipo de embargo como el hendiente polémico que se ha de utilizar para la
«recuperación de la Tierra Santa» en lugar de la guerra, del sacrificio de vidas humanas, muy
oportunamente ocupadas en las estructuras productoras, como realizaciones de las empresas comerciales.
La condena de la usura se debe a la convicción de que puede ser indiferente a los equilibrios económicos
públicos, es decir puede ser que no concurra al restablecimiento de actividades productivas y edificantes
socialmente. La forma más sincopada de falta de redención social de la usura la describe Fiodor
Dostoievski en Crimen y castigo. La intolerancia respecto al abuso sufrido por Raskolnikov por medio de
una vieja usurera lo induce a cumplir un gesto en apariencia irreflexivo, sustancialmente racional y
refrendado por una vehemente convicción religiosa, que encuentra su regeneración en el castigo. La
conversión del dinero privado en la hacienda pública constituye –franciscanamente hablando– el modo
más eficaz de salvaguardar lo expuesto en la Regla. La venta de las rentas eclesiásticas contribuye a
aumentar la deuda pública, que evita a la unión individual. La fluidez de la circulación monetaria vuelve
precaria la propiedad de los títulos, permitiendo al empresariado reflejarse en los objetos de la producción
y en sus sistemas de la distribución, confiando en la reactividad del mercado. El franciscanismo se
salvaría de la intemperancia monetaria si se transformara continuamente en las empresas, en las obras del
hombre, dirigidas a mejorar las condiciones objetivas. La actividad económica y financiera, fundada
sobre bases fiduciarias, fortifica, con la solidaridad, la solvencia social de las iniciativas, aprobadas con el
capital privado y con las suscripciones públicas. El mercado atañe el potencial adquisitivo y transaccional
de las ciudades, donde las cotizaciones monetarias e industriales se vuelven congruentes con el volumen
de las transacciones internacionales.
El préstamo en el pensamiento hebreo es contrario a la franciscana economía solidaria, que se
propone en un contexto institucional de ámbitos territoriales no afligidos y abiertos a las innovaciones y a
los cambios, entendidos como instrumentos de conocimiento y recíproca interacción. Por esta razón, en el
1383, Francesco Eiximenis afirma, en el Regiment de la cosa pública, escrito en catalán, que los
mercantes confiables son la columna del Estado y «la vida de los lugares en los que se encuentran». Su
correspondiente italiano es Bernardino de Siena que, en las homilías realizadas al pueblo empresarial, les
induce constantemente a no ceder a la tentación de aspirar a la riqueza por orgullo, empobreciendo al
prójimo. La causa del malestar social, diagnosticada por Bernardino, se puede ver en la corrupción de las
costumbres, en considerar el éxito como un arma presta a ser utilizada con los similares. La virtud, al que
el fraile sienés hace referencia, es la del esfuerzo –también económico– para enfrentar la indigencia de
quienes no aguantan los desafíos de la modernidad. La especulación –para Bernardino– es una aberración
del alma, una actitud moralmente condenable porque es fraudulenta, está realizada en un contexto de
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1037
normas, existente para unas finalidades edificantes. El trabajo se configura como el único medio –
aprobado evangélicamente– como útil para la consecución de los objetivos del bienestar individual y la
responsabilidad colectiva. El pauperismo franciscano se convierte en el rigorismo operativo, como una
unidad de medida de la solidaridad comunitaria. Se diseña así un tipo de pacto social, que adelanta
conceptualmente mejor aquel elaborado en el Leviatán de Thomas Hobbes. La estipulación de un pacto
entre los operadores económicos y las autoridades institucionales constituye una ulterior condena de la
usura, tanto si se realiza de la mano de los hebreos, como si se realiza de la mano de los gentiles. La
economía monetaria se perfila, ya en los primeros años del siglo XV como una categoría, que puede
producir beneficios en favor de las personas particulares, de los grupos, de la sociedad, constituidos
anónimamente, para que no sea tan enojoso, a los ojos de los pobres, el nivel de vida de los ricos y los
potentados. Paradójicamente, la pobreza franciscana representa la universalidad, en la que se activan la
empresa económica y por lo tanto el mercado. El universo poético de Francisco puede transformarse en el
universo del bienestar general y difuso como el resultado de la actividad del hombre. La economía se
configura por tanto como un criterio de hermanamiento. El conocimiento de este potencial humano al
servicio de la dignidad de las personas singulares es el contenido de las prédicas de Bernardino de Siena
que, nacido en la importante familia sienesa de los Albizzeschi, conoce las debilidades de quienes se
empeñan en potenciar su status con el dinero, con el aprovechamiento sacado por sus actividades
empresariales. La enseñanza franciscana se sintetiza en la constatación de que el beneficio es una
sustracción, aunque sea legítima, del bienestar ajeno. La conciencia religiosa no puede negar a la lógica
de la empresa económica su orden antropológico. La conmiseración cristiana cruza los límites de la
resignación cotidiana para interceder en el juicio divino sobre la salvación de todo el género humano. La
ética económica sombrea la profanación del mal, innato en los actos cometidos por los mortales para
sacar ventaja en la tierra y, deseablemente, en el cielo. El fraude es un pecado mortal, porque el
malhechor no está capacitado para indemnizar una inicua contratación, cuando se haya realizado, por el
contrayente que había actuado de buena fe. La caridad no se configura –franciscanamente hablando– en
un gesto de ayuda al prójimo, sino en un íntimo criterio de comportamiento, en la disciplina de la
conciencia inquieta, que cree que puede cotejar lo que logra conseguir de su actividad en la íntima,
inconsciente, renuncia de parte de las llamadas capas perdedoras del consorcio social. La ética privada y
la moral pública tienden a sintonizarse, en el intento de devolver, por una parte, al menos de forma
inclemente el fracaso de algunos y, por otra parte, al menos prevaricando el éxito de otros. La elegía del
bienestar es recalcada como por un acuerdo de principios entre todos los actores sociales, cultural e
ideológicamente distintos, pero ocupados en redimirse de las pérdidas de estilo y tono en sus
providenciales o impróvidas determinaciones operativas. El homo oeconomicus es cada vez más
consciente que tiene que actuar en el perímetro minado por el crédito y por el descrédito de las
expectativas de los individuos y el interés común.
Las corporaciones y las cofradías representan aquellas «sociedades intermedias» qué, según las
doctrinas liberales, prohibirían a la empresa económica de transformarse en monopolio o en oligopolio,
contradiciendo así el espíritu competitivo, en el que se inspira. La colaboración civil sobre la base de un
mismo entendimiento religioso se propone reducir los daños, que la anomia del mercado podría provocar.
El asociacionismo –incluso el corporativo– tiene la tarea de ser por así decir especular, de contingentar
los beneficios de las diversas actividades laborales, sin que necesariamente se recurra al sistema
sancionatorio, donde se aprueba y actúa. El empresariado, por su naturaleza, no constituye una cruzada
colectiva sino una empresa individual, tendente sin embargo a evidenciar la inventiva y la concreción de
los resultados. La «economía orgánica» de la ciudad de la época moderna es el contrafuerte emotivo de
una militancia a veces sectorial y carente de ritos. El éxito legaliza la acción que procura las ventajas
individuales y el bienestar colectivo. El franciscanismo considera la circulación y la distribución de la
riqueza como un grado elevado de la pobreza evangélica, igualmente sustentada por la providencia
divina. La voluntaria pobreza y la divulgada riqueza –franciscanamente hablando– se equivalen o al
menos se complementan.
El proveedor de riquezas se vuelve así en un promotor financiero de la ciudad, en quien actúa
con el propósito de mostrarse digno de las «virtudes» naturales y de la confianza del prójimo. El empleo
de algunas materias primas en algunos productos preciosos asegura a la artesanía local los recursos
necesarios para sobrevivir y gratificarse, contribuyendo a la consolidación del buen gusto y el sentido
común. El capital espiritual de los franciscanos se derrama por así decir en las obras públicas, para que se
beneficien de ello todos los miembros de las diversas capas sociales. La idea de que la ciudad (el Estado)
pueda delinear un proyecto operativo, al que, de diversas formas, todos pueden concurrir, permite negar la
especulación como un atractivo más allá que como un prejuicio de carácter religioso y de orden moral.
1038 RICCARDO CAMPA
7
«Si sta sempre più affermando ciò che si potrebbe chiamare “colonialismo alla rovescia”, ossia
l’influenza dei paesi non occidentali sullo sviluppo dell’Occidente: gli esempi abbondano, come la
ispanizzazione di Los Angeles, l’emergere in India di un settore hi-tech con un mercato globale, la
vendita di programmi televisivi brasiliani al Portogallo». Ibidem, pp. 28-29.
8
«La caduta della fede nel “progresso” è ovviamente uno dei fattori sottesi alla scomparsa delle
“narrazioni” della storia». Anthony Giddens, Le conseguenze della modernità, Bologna, Il Mulino, 2007,
p. 22 (Consecuencias de la modernidad, trad. Ana Lizón Ramón, 3ª ed., Madrid, Alianza Editoria, 1997).
9
«Questo è, se volete, il segreto della scienza: rinunciare a vedere il mondo attraverso gli occhiali dei
desideri e delle fantasie consolatrici, oppure attraverso la lente delle paure e delle angosce, in modo che la
conoscenza del mondo si avvicini il più possibile al mondo reale». Norbert Elias, Humana conditio,
Bologna, Il Mulino, 1987, p. 17 (Humana conditio: consideraciones a la evolución de la humanidad,
Barcelona, trad. Pilar Giralt Gorina, Barcelona, Península, 2002).
10
Jacques Ellul, The Technological Society, London, Cape, 1965; Martin Large, Social Ecology:
Exploring Post-Industrial Society, Gloucester, Hawkins, 1981.
18. La sociabilidad
1
«Dalla libertà dell’anarchia, si forma la libertà della democrazia». Hans Kelsen, La democrazia,
Bologna, Il Mulino, 2010, p. 47 (De la esencia y valor de la democracia, trad. Juan Luis Requejo,
Oviedo, Krk Ediciones, 2006).
2
«Alla collettività sociale, infatti, l’individuo non appartiene come un tutto, vale a dire con tutte le sue
funzioni e con tutte le tendenze diverse della sua vita psichica e fisica. Esso non appartiene nemmeno a
quella collettività che esercita su di lui la presa più forte, cioè lo Stato; tanto meno, poi, ad uno Stato di
cui la libertà determini la forma di organizzazione». Ibidem, p. 59.
3
«La democrazia può quindi esistere soltanto se gli individui si raggruppano secondo le loro affinità
politiche, allo scopo di indirizzare la volontà generale verso i loro fini politici, cosicché, fra l’individuo e
lo Stato, si inseriscono quelle formazioni collettive, che, come partiti politici, riassumono le uguali
volontà dei singoli individui... Solo l’illusione o l’ipocrisia può credere che la democrazia sia possibile
senza partiti politici». Ibidem, pp. 63-64.
4
«Il parlamentarismo, forma politica dei secoli XIX e XX, poteva indubbiamente reclamare al suo attivo
risultati realmente importanti, quale l’emancipazione completa della classe borghese mediante la
soppressione dei privilegi; in seguito, il riconoscimento dell’uguaglianza dei diritti politici del proletariato
e, con ciò, l’inizio dell’emancipazione morale ed economica di questa classe di fronte alla classe
capitalista». Ibidem, p. 73.
5
«Se il parlamentarismo, nel corso della sua lunga esistenza, non si è acquistato non soltanto le simpatie
delle masse, ma nemmeno quelle delle persone colte, ciò lo si deve in gran parte agli abusi derivati dal
privilegio inopportuno dell’immunità». Ibidem, p. 91.
6
«Questo è, in ultima analisi, il motivo per cui un’organizzazione professionale non sarà mai in grado di
sostituire completamente il parlamento democratico, ma potrà soltanto esistere accanto ad esso – o a un
monarca – come organo puramente consultivo, non deliberativo». Ibidem, pp. 98-99.
7
«È questo il principale motivo per cui una frazione del partito socialista ha modificato i princìpi del
proprio metodo politico e questo è pure il motivo per cui alla democrazia, che Marx ed Engels
consideravano ancora come conciliabile con la dittatura del proletariato, anzi, come la forma di questa
dittatura, si è sostituita una dittatura che si presenta come l’assolutismo di un dogma politico e di una
dittatura di partito che incarna tale dogma». Ibidem, p. 144.
8
«Come metodo o procedura, la democrazia è una ”forma” di governo. Infatti la procedura attraverso la
quale si crea e si attua in pratica un ordinamento sociale è considerata formale per distinguerla dal
contenuto dell’ordinamento, che è un elemento materiale o sostanziale». Ibidem, p. 198.
9
«È altamente significativo il fatto che, fino a quando gli ideologi del partito nazional-socialista non
osarono dichiararsi apertamente contro la democrazia, essi usarono esattamente lo stesso metodo degli
ideologi del partito comunista». Ibidem, pp. 202-203.
10
J. L. Talmon, The Rise of Totalitarian Democracy, Boston, Beacon Press, 1952, trad, it. Le origini della
democrazia totalitaria, Bologna, Il Mulino, 2000 (Los orígenes de la democracia totalitaria, trad. Manuel
Cardenal Iracheta, Madrid, Aguilar, 1956).
11
«Vi sono vari modi di determinare l’organo. Se l’organo deve essere un’assemblea di individui soggetti
all’ordinamento, oppure deve trattarsi di individui eletti da questi, si stabilisce una democrazia o, ciò che
è uguale, un tipo democratico di rappresentanza. Ma la comunità, specialmente lo Stato, non è
1040 RICCARDO CAMPA
detto potenza; come quando diciamo “le grandi potenze europee”, per indicare gli stati europei più
importanti». John Rawls, op. cit., p. 236.
32
«In altre parole, la volontà generale è una forma di ragione deliberativa che ciascun cittadino condivide
con gli altri cittadini in virtù del fatto che ciascuno condivide una concezione del bene comune». Ibidem,
p. 238.
33
«Rousseau condivide con Vitoria la sua fede democratica. Infatti, la sovranità popolare, attraverso la
volontà generale, tende sempre verso il bene comune, che consiste nella salvaguardia dei diritti dei
cittadini: la libertà e l’eguaglianza». Mariano Fazio, Due rivoluzionari: Francisco de Vitoria e Jean-
Jacques Rousseau, Roma, Armando, 1998, p. 12.
34
«Anche se il dibattito sulla giustizia costituisce un locus communis della prima riflessione filosofica
cristiana, il termine esatto volonté générale si trova per la prima volta nella Première Antologie pour M.
Jansenius di Antoine Arnauld (1664), opera nata per confutare una serie di sermoni antigiansenistici
pronunciati dal teologo Isaac Habert nella cattedrale di Notre Dame di Parigi». Ibidem, pp. 165-166.
35
Jean-Jacques Rousseau, Il contratto sociale, 1, 7.8.
36
Jean-Jacques Rousseau, Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes,
Paris, Librarie Garnier Frères, 1950, p. 179.
37
«La legge opera una vera “ ri-naturalizzazione “ dell’uomo». Mariano Fazio, op. cit., p. 174.
38
«... Fra le mie vecchie idee, il grande problema della politica, che paragono a quelli della quadratura del
cerchio in geometria, e delle longitudini in astronomia: Trovare una forma di governo che metta la Legge
sopra l’uomo... Se disgraziatamente questa forma non si può trovare... il mio parere è che si deve passare
all’altro estremo e mettere d’un tratto l’uomo al disopra della Legge, quando è possibile. Io vorrei che il
despota potesse essere Dio». “Jean-Jacques Rousseau al Marchese di Mirabeau, 26 VII. 1767”, in C.E.
Vaughan, The Political Writings of Jean-Jacques Rousseau, Cambridge, Cambridge Univesity Press,
1915, pp. 160-161.
39
«Le caratteristiche speciali della sua visione derivano dalla sua interpretazione dell’utilità nei termini
degli interessi permanenti dell’uomo come essere progressivo». John Rawls, op.cit., p. 313.
40
«Per Marx la caratteristica di rilievo del capitalismo è che, a dispetto del fatto che si tratta di un sistema
sociale caratterizzato da indipendenza personale e mercati liberi e competitivi in presenza di libertà
contrattuale, è ancora un sistema nel quale esiste pluslavoro o lavoro non retribuito (o plusvalore, cioè il
valore di quanto prodotto dal pluslavoro)». Ibidem, p. 348.
41
«Quindi, uno degli obiettivi della teoria del valore-lavoro di Marx consiste nel cercare di spiegare come
possa esistere il pluslavoro in un sistema di indipendenza personale, e come questo pluslavoro e il suo
tasso restino nascosti alla vista». Ibidem, p. 349.
42
«Se l’essenza delle cose e la loro forma fenomenica direttamente coincidessero». Karl Marx, Capitale,
Roma, Editori Riuniti, 1989, III, p. 930.
20. La inadecuación
1
Robert Klein, La forma y lo inteligible, Madrid, Taurus, 1982, p. 61.
2
Ibidem, p. 92.
3
Avicenna, Corpus hermeticum, X. 8.
4
Robert Klein, op. cit., p. 107.
5
Ibidem, p. 139.
6
Ibidem, pp. 144-145.
7
Ibidem, p. 147.
8
Ibidem, p. 154.
9
Jacob Burckhardt, La civiltà del Rinascimento in Italia, Firenze, Sansoni, 1955 (última ed. en español:
La cultura del Renacimiento en Italia, trad. Fernando Jesús Bouza Álvarez, Juan Madrid Barja de
Quiroga Losada, Teresa Blanco, Madrid, Akal, 2012).
10
Robert Klein, op. cit., p. 218.
11
Ibidem, pp. 241-242.
12
Ibidem, p. 255.
13
Ibidem, p. 284.
14
Ibidem, pp. 303-304.
15
Ernst H. Gombrich, La maschera e la faccia: la percezione della fisionomía nella vita e nell’arte, in
Ernst H. Gombrich – Julian Hochberg – Max Black, Arte percezione e realtà, Torino, Einaudi, 1978, p. 5
(Arte, percepción y realidad, trad. Rafael Grasa Hernández, Barcelona, Paidos, 2007).
1042 RICCARDO CAMPA
16
«Ora la cultura ammette la necessità del movimento verso la prosperità e un industrialismo colossale,
ed è pronta a concedere che l’avvenire possa avvantaggiarsene; ma sottolinea nello stesso tempo come ad
esso restino sacrificate le presenti generazioni di industriali, formanti, per la massima parte, il massiccio
corpo centrale del Filisteismo». Matthew Arnold, Cultura e anarchia, Torino, Einaudi, 1975, p. 59.
(Cultura y anarquía, ed. y trad. Javier Alcoriza – Antonio Lastra, Madrid, Cátedra, 2010).
17
«Questa è l’idea sociale: e gli uomini di cultura sono i veri apostoli della uguaglianza». Ibidem, p. 70.
18
«Ci si renderà sicuramente conto che l’idea dell’immortalità, così come essa si presenta nella sua
indeterminatezza allo spirito umano, è qualcosa di più sublime, di più vero e di più convincente di quanto
non sia nelle forme particolari mediante cui S. Paolo, nel famoso capitolo decimoquinto dell’Epistola ai
Corinzi, e Platone, nel Fedone, si studiano di svolgerla e determinarla». Ibidem, p. 143.
19
«Benché le cose inanimate restino per noi la prova più tangibile che il passato umano è realmente
esistito, le metafore convenzionali che adoperiamo per descrivere queste vestigia visibili sono ancora per
lo più prese in prestito dalla biologia. Parliamo così senza esitazione della “nascita di un’arte”, della “vita
di uno stile” e della “morte di una scuola”, come del “fiorire”, della “maturità” e dello “sfiorire” delle
capacità di un artista». George Kubler, La forma del tempo. Considerazioni sulla storia delle cose,
Torino, Einaudi, 1976, p. 11 (La configuración del tiempo, trad. Jorge Luján Muñoz, San Sebastián,
Nerea, 1998).
20
Ibidem, p. 21.
21
«Grazie alla sua posizione intermedia tra la storia generale e la linguistica, la storia dell’arte potrà forse
rivelare un giorno inattese possibilità come scienza del futuro: meno produttiva, certo, della linguistica,
ma assai più di quanto non possa esserlo la storia generale». Ibidem, p. 76.
22
«È una concezione» sostiene John Bury «neutrale, scientifica, compatibile sia con l’ottimismo che con
il pessimismo. Secondo le diverse valutazioni, può sembrare una crudele sentenza come pure una
garanzia di continuo perfezionamento. E infatti fu interpretata in tutti e due i modi». John Bury, Storia
dell’idea di progresso, Milano, Feltrinelli, 19792, p. 232 (La idea del progreso, trad. Elías Díaz García –
Julio Rodríguez Aramberri, Madrid, Alianza Editorial, 2008).
23
«Les méthodes de la logique – axiomatisation, construcción de modèles, méthodes combinatoires,
algébriques, topologiques, etc. – ont toutes pour objet d’explorer les propriétès de systèmes formels».
Jean Ladrière, L’explication en logique, in L. Apostel, G. Cellérier, J. T. Desanti, R. García, G. G.
Granger, F. Halbwachs, G. V. Henriques, J. Ladrière, J. Piaget, I. Sachs, H. Sinclair de Zwaart,
L’explication dans les sciences, Paris, Flammarion, 1973, p. 21 (La explicación en las ciencias, trad. José
Dalmau, Madrid, Ediciones Martínez Roca, 1977).
24
«Il apparaît ainsi que les systèmes de déduction naturelle sont des systèmes logiques qui appartiennent
à un niveau du langage supérieur à celui auquel appartiennent les propositions qui jouent le rôle
d’hypothèses ou de conclusions et les opérations que l’on peut pratiquer sur ces propositions». Ibidem, p.
24.
25
«Le statut de ces systèmes a été admirablement mis en lumière par Haskell B. Curry. Il a montré
comment le recours aux méthodes de déduction naturelle permet, en réalité, de donner un sens aux
opérations logiques élémentaires à partir de l’idée générale de déduction». Loc. Cit.
26
Les conditions qui rendent possible la pensée comme telle sont données une fois pour toutes avec la
possibilité même de la pensée et ne peuvent se prêter à ces généralizations et à ces variations
axiomatiques apparemment sans limites qui font s’ouvrir chaque jour davantage le champ de la logique».
La lógica es el aspecto connotativo de la argumentación. La forma abstracta de la expresión se vale de
metáforas, metonimias y similitudes, en su intento de ordenar los componentes de la reflexión en el
discurso, según sucesiones espaciales y temporales coordinadas y homologadas por las causas eficientes,
intuitivamente compendiadas en la realización de los actos y de los acontecimientos. Lo insólito y lo
pariente se unen en el cumplimiento lógico de los acontecimientos, tal como son cogidos en su (en
apariencia) libre realización. La imitación es el aspecto representativo de la abstracción. Lleva
mentalmente un objeto o una circunstancia, sin necesariamente interceptarlos en la realización efectiva.
La precisión (ideal e inaccesible) y la vaguedad (probable e hipotética), son las categorías conmutativas
del significado (de la convicción y de la experiencia). En todo caso la ambigüedad es el instrumento de la
identificación en el objeto de la reflexión. Su incertidumbre se manifiesta en un contexto, en el que se
evidencian las relaciones intersubjetivas. El saber y el conocimiento se interconectan entre si en el ámbito
de la realización (de eventos y ocasiones naturalmente y artificialmente determinados). El compromiso
entre conocer y saber se debe al objeto de la investigación: respectivamente a las personas y a las cosas.
«La expresión verbal de una proposición –escribe L. Susan Stebbing, Introducción moderna a la lógica,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1965, p. 53– es una oración». Las proposiciones
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1043
relacionales están compuestas por un cierto número de términos. «Las operaciones del pensamiento –
escribe A. N. Whitehead, Introduction to mathematics, 1912, p. 61– son como las cargas de caballería en
un batalla: son estrictamente limitadas en número, exigen caballos descansados y deben efectuarse sólo en
momentos decisivos». El simbolismo (descriptivo y demostrativo) permite expresar afirmaciones
innecesariamente complicadas. La forma, que sustenta la lógica, es también esa parte de la estructura del
pensamiento y sus funciones expresivas. «El desarrollo histórico de un ciencia refleja el desarrollo mental
del hombre» (L. S. Stebbing, op. cit., p. 195). El aspecto más evidente de esta relación consiste en el
orden social, institucional, que se asume en el recorrido histórico, en las fases de su creencia en el
conocimiento universal. El éxito conseguido en un sector del conocimiento por parte de un sistema
comunitario se extiende a todos los otros a nivel planetario por contaminación, conflagración, imitación.
La demostración de un proceso cognoscitivo verifica la autenticidad de la deducción. La demostración,
sin embargo, es independiente de la validez del axioma. El cálculo es el instrumento con el que se
desarrolla el razonamiento: la «económica de la vida espiritual» –según la expresión del cardenal
Ildefonso Schuster– es el corolario del pensamiento edificante.
27
«Saussurre a bien senti cette nécessité et a affirmé qu’un exemple de “parole” n’est pas la description
d’une serie d’articulations particulières, mais relève d’une étude psychophysique sur les instructions
qu’envoie le système nerveux central à l’appareil bucco-phonatoire». Hermine Sinclair de Zwaart,
L’explication en linguistique, in AA. VV., L’explication dans les sciences, cit., p. 138.
28
«En deuxième lieu, cette tendance de dériver les autres personnes de cette forme fondamentale ne joue
pas uniquement dans une certaine période de l’histoire des langues, mais elle se manifeste à des endroits
et à des moments différents et elle constitue donc une sorte de tendance dynamique constante». Ibidem, p.
139. Cfr.: Leonard Linsky (a cura di), Semantica e filosofia del linguaggio, Milano, Il Saggiatore, 1969;
Marshall McLuhan, Gli strumenti del comunicare, Milano, Il Saggiatore, 1967; Maurice Merleau-Ponty,
Segni, Milano, Il Saggiatore, 1967; G. E. Hughes – M. J. Cresswell, Introduzione alla logica modale,
Milano, Il Saggiatore, 1973.
29
«Seul un réalisme furieusement intempérant pourrait exiger qu’à ces concepts syntaxiques
correspondissent aussi des aspects du phénomène, ou, plus encore, des moments obsolus de la réalité».
Gilles Gaston Granger, L’explication dans les sciences sociales, in AA. VV., L’esplication dans les
sciences, cit., p. 159.
30
«Le rôle du principe de contradiction à l’intérieur du modèle dépend exclusivement du système logique
adopté en vue de formuler la structure de la théorie». Rolando García, A propos de la contradiction dans
la dialectique de la nature, in AA. VV., L’esplication dans les sciences, cit., p. 181.
31
«Le fait est qu’en tous les stades du développement opératoire formel (pour ne parler de ceux-ci) on
assimile les structures des niveaux antérieurs aux objets correspondants dans la constitution des structures
de niveaux suivants». G. V. Henriques, Explication et assimilation réciproque, in AA. VV., L’explication
dans les sciences, cit., p. 193.
32
«Toute définition de l’explication est liée à une definition de la connaissance». Leo Apostel,
Remarques sur la notion d’explication, in AA. VV., L’explication dans les sciences, cit., p. 213.
33
«Or, si dans l’école saussurrienne les structures demeuraient essentiellement concrètes, Harris puis
Chomsky, ont recouru à des modèles abstraits, et H. Sinclair note la même tendance jusqu’en linguistique
diachronique avec Portal. En second lieu, et en partie par cela même, ce nouveau structuralisme devient
constructiviste, le constructivisme allant de soi sur le terrain diachronique, mais susceptible d’une portée
plus générale et nouvelle avec les grammaires transformationnelles». Jean Piaget, Remarques finales, in
AA. VV., L’explication dans les sciences, cit., pp. 221-222.
34
«La vita perde la propria naturale ovvietà: perfino il “surrogato sociale” dell’istinto, che la sostiene e la
guida, finisce negli ingranaggi e negli affanni di ciò che deve essere ponderato, stabilito». Ulrich Beck, I
rischi della libertà, Bologna, Il Mulino, 2012, p. 13.
35
«Robert Musil, nel suo romanzo L’uomo senza qualità, distingue tra senso della realtà e senso della
possibilità. Quest’ultimo viene definito come “la capacità di pensare tutto quello che potrebbe egualmente
essere, e di non dare maggiore importanza a quello che è, che a quello che non è”». Ibidem, p. 34.
36
«La formula “individualismo programmato” può risultare più comprensibile se si pensano insieme le
concezioni del mondo di Kafka e di Sartre: l’epoca della propria vita è prodotta da un denso intreccio di
istituzioni – diritto, cultura, mercato del lavoro, ecc. – che “condanna” ciascuno alla libertà (Sartre),
predisponendo come pena per chi si sottrae a questa condanna precisi svantaggi (economici)». Ibidem, p.
52.
37
«Allorché, nei paesi sviluppati, il capitalismo globale dissolve il nucleo della società basata sul lavoro,
si spezza un’alleanza storica tra capitalismo, stato sociale e democrazia». Ibidem, p. 53.
1044 RICCARDO CAMPA
38
«Bisognerebbe che questi neoliberali, privi di qualsiasi esperienza storica, si ficcassero bene in testa
che il fondamentalismo del mercato, cui essi rendono omaggio, è una forma di analfabetismo
democratico. Il mercato non si giustifica affatto da sé. Questo tipo di economia può sopravvivere soltanto
in un rapporto continuo con la sicurezza materiale, i diritti sociali e la democrazia». Ibidem, p.54.
39
«Il sociologo francese Pierre Bourdieu afferma che chi si professa neoliberale meriterebbe di essere
depositato con un elicottero nei ghetti degli esclusi del Nord e del Sudamerica: dopo una settimana al
massimo – sempre che riesca a sopravvivere – costui si convertirebbe allo stato sociale». Ibidem, p.56.
40
«Ho sempre creduto che questa specie di servitù ben ordinata, facile e tranquilla… potrebbe combinarsi
più di quanto non si immagini con qualche forma esteriore di libertà, e che non le sarebbe impossibile
stabilirsi all’ombra stessa della sovranità popolare…». Alexis de Tocqueville, La democrazia in America,
in Scritti politici, Torino, Utet, 1968, vol. II, p. 812 (La democracia en América, trad. Dolores Sánchez de
Aleu, 2 vols, Madrid, Alianza Editoria, 2002-2005).
41
«Nella rivendicazione dell’uguaglianza si esprime e si compendia l’eredità religiosa, filosofica,
metafisica, umanistica, romantica e razionalistica della cultura europea». Ulrich Beck, op. cit., pp. 96-97.
42
«La volontà di potenza è in buona sostanza una volontà della potenza del linguaggio… Plasmare il
linguaggio significa plasmare il mondo». Ibidem, p. 125.
43
«Si tratta, comunque,» sostiene Marshall Berman «di un’unità paradossale, di un’unità della
separatezza, che ci catapulta in un vortice di disgregazione e rinnovamento perpetui, di conflitto e di
contraddizione, d’angoscia e d’ambiguità. Essere moderni vuol dire essere parte di un universo in cui,
come ha affermato Marx, “tutto ciò che è solido si dissolve nell’aria”». Marshall Berman, Tutto ciò che è
solido svanisce nell’aria, Bologna, Il Mulino, 2012, p. 25. (Todo lo sólido se desvanece en el aire, Siglo
XXI editores, México, 1988).
44
«È completamente avulsa dal passato e corre in avanti ad una velocità così vertiginosa che non può
mettere radici, riuscendo a fatica a sopravvivere da un giorno all’altro, incapace di ritornare alle proprie
origini e perciò di riappropiarsi delle sue capacità di rinnovamento». Octavio Paz, Alternating Current,
New York, Viking, 1973, pp. 161-162 (Corriente alterna, Madrid, Siglo XXI, 2009).
45
«Il concetto sottinteso è che l’impulso faustiano allo sviluppo è giunto ad animare tutti gli uomini e le
donne moderni». Marshall Berman, op. cit., p. 111.
46
«Così il capitalismo verrà dissolto dal calore prodotto dalle sue incandescenti energie». Ibidem, p. 129.
47
«Spinta dai suoi impulsi» prevede Marx «e dalle sue energie nichilistiche, la borghesia aprirà le paratie
della politica e della cultura per lasciar fluire le acque della sua nemesi rivoluzionaria». Ibidem, p. 145.
48
«Con le macchine, con i processi chimici e con gli altri metodi, essa [l’industria moderna] sovverte
costantemente, assieme alla base tecnica della produzione, le funzioni degli operai, e le funzioni sociali
del processo lavorativo. Così essa rivoluziona con altrettanta costanza la divisione del lavoro». Karl
Marx, Il Capitale, in Opere, Roma, Editori Riuniti, 1972, p. 533 (El capital, trad. Juan Manuel Figueroa
et al., Barcelona, Ed. Folio, 1997. 3 vols.).
49
«La separazione tra lo spirito moderno e l’ambiente modernizzato è stata una delle principali fonti di
angoscia e di riflessione sul finire degli anni Cinquanta. Mentre il decennio scorreva lentamente, le
persone più ricche di fantasia erano sempre più decise, non solo a rendersi conto dell’esistenza di questo
enorme abisso, ma anche a colmarlo, per mezzo dell’arte, del pensiero e dell’azione. Questo fu il
desiderio che ispirò libri tanto diversi tra loro come The Human Condition di Hannah Arendt,
Advertisements for Myself di Norman Mailer, Life against Death di Norman O. Brown e Groving Up
Absurd di Paul Goodman». Marshall Berman, op. cit., p. 381.
50
«Certamente la validità delle argomentazioni di Popper nei suoi dettagli filosofici e scientifici è
controversa, come lo sono del resto gli abbozzi di una filosofia della libertà sorti poi con insistenza da
varie parti: da quello di Karl Jaspers a quello di Isaiah Berlin». Karl Dietrich Bracher, Il Novecento secolo
delle ideologie, Roma-Bari, Laterza, 1985, p. 265 (La era de las ideologías, Buenos Aires, Editorial de
Belgrano, 1989.
51
«Tutto ciò era in contrasto stridente non solo con le esperienze della crisi socio-economica degli anni
Venti e Trenta, che avevano tanto contribuito al dissesto della democrazia, ma anche con la palese
incapacità dei sistemi comunisti a realizzare il progresso economico e sociale che promettevano. Mai
nella storia erano emersi in maniera così impressionante i rapporti reciproci tra pensiero economico-
sociale e pensiero politico». Ibidem, p. 269.
52
«Un’ondata di autocritica investi l’Occidente sulla scia della guerra del Vietnam e dei rapidi mutamenti
sociali provocati dal progresso materiale e dall’incremento della comunicazione internazionale attraverso
i nuovi mass media, specialmente la televisione, i cui effetti sempre più sconvolgenti dalla metà degli
anni Sessanta in poi non saranno mai abbastanza valutati». Ibidem, pp. 283-284.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1045
53
«Furono teorizzate e praticate nuove forme di vita collettiva di tipo utopistico-comunistico, nella
prospettiva di una rivoluzione sociale che oltrepassasse i confini della famiglia e dello Stato, nella
prospettiva di una società “non autoritaria”». Ibidem, p. 291.
54
«Nelle parole di Charles W. Wahl, la morte “non soccombe alla scienza e alla razionalità” e quindi
“siamo costretti necessariamente a impiegare l’artiglieria pesante della difesa, vale a dire a ricorrere alla
magia e all’irrazionale”». Zygmunt Bauman, Mortalità, immortalità e altre strategie di vita, Bologna, Il
Mulino, 2012, p. 27.
55
«Privato di Dio e dei Suoi emuli secolari, l’individuo moderno “ha bisogno di qualcuno, di una qualche
‘ideologia individuale giustificatrice’, che rimpiazzi le ideologie collettive in declino”». Ibidem, p. 39.
56
«Nelle parole di Reinhold Niebuhr, il patriottismo tribale “trasforma l’altruismo personale in egoismo
nazionale”». Ibidem, p. 52.
57
Emmanuel Lévinas, Altrimenti che essere o al di là dell’essenza, Milano, Jaca Book, 1983, pp. 14-5, 18
(De otro modo que ser o más allá de la esencia, trad. Antonio Pintor-Ramos, Salamanca, Sígueme, 1995).
58
«Un pericoloso filtro d’amore che distrae dalla morte». Elias Canetti, La provincia dell’uomo.
Quaderni di appunti 1942-1972, Milano, Adelphi, 1978, p. 41.
59
«La notorietà ha rimpiazzato l’immortalità, come la visione ha rimpiazzato la lettura e gli schermi i
libri». Zygmunt Bauman, op. cit., p. 107.
60
Cfr. Max Horkheimer e Theodor W. Adorno, Dialettica dell’Illuminismo, Torino, Einaudi, 1966, pp.
228-231 (Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, trad. Joaquín Chamorro Mielke, Madrid,
Akal, 2007).
61
«Come ha suggerito Paul Tillich, nella nostra epoca la preoccupazione per la vacuità e la mancanza di
significato della vita ha soppiantato le più antiche preoccupazioni relative al fato, alla colpa e alla
condanna. La mia idea è che questo mutamento è stato intimamente collegato all’espropriazione della
socievolezza da parte dei gruppi risoluti a conquistarsi l’autoconservazione». Zygmunt Bauman, op. cit.,
pp. 166-167.
62
«Così la causa della razionalità strumentale celebra sempre nuove battaglie trionfali – e nel fracasso dei
festeggiamenti sfugge all’udito la notizia della guerra perduta». Ibidem, p. 183.
63
«Con l’immortalità ridotta alla fama e la virtù che merita l’immortalità equiparata alla quantità di
attenzione pubblica conquistata, Madison Avenue ha preso il posto del soglio pontificio». Ibidem, pp.
227-228.
64
«À ce compte, toutes les sciences ne seraient que des applications inconscientes du calcul des
probabilités; condamner ce calcul, ce serait condamner la science toute entière». Henri Poincaré, La
Science et l’Hipothèse, Paris, Flammarion, 1902, pp. 214 (La ciencia y la hipótesis, trad. Alfredo B. Besio
y José Banfi, Madrid, Espasa Libros, 2002).
65
«Ciò potrà sembrare paradossale.» scrive Bruno de Finetti «Sembrerà paradossale perché si può
ritenere, forse, a prima vista, che allora non sia più lecito nemmeno valutare delle probabilità lasciandosi
guidare dall’esperienza, esperienza che di solito, com’è noto, consiste nell’osservazione di frequenze.
Nella statistica, a esempio, non si procede se non così, e non è certo a tale convinzione, a tale
procedimento, che si possa rinunciare». Bruno de Finetti, La logica dell’incerto, Milano, Il Saggiatore,
1989, p. 42.
66
«Dal punto di vista logico, la teoria delle probabilità sarebbe solo una logica polivalente con una scala
continua di modalità sovrapposta a una logica a due valori. Questo significa essenzialmente che per ogni
evento si ammettono solo due risultati possibili (salvo per gli eventi subordinati per cui sono invece
ammessi tre risultati possibili, ma con un significato del tutto formale). L’infinità di modalità intermedie
non scaturisce da una insufficienza della logica a due valori… serve solo a misurare il nostro dubbio
quando non sappiamo quale dei due valori oggettivi (il vero e il falso) è quello giusto». Ibidem, p. 139.
67
«Bisogna dunque ancorarsi esplicitamente, nella definizione della probabilità, a quello che è il senso
usuale della parola, e al quale finiscono per dover ricorrere illegittimamente coloro che vorrebbero
bandirlo ritenendo più scientifiche e pure altre definizioni per il solo motivo che sono vuote». Ibidem, p.
195.
68
«Uno dei punti su cui John Maynard Keynes insiste è il fatto che la probabilità di un evento non ha
senso se non relativamente a un certo stato di conoscenze, che egli usa perciò sempre indicare
esplicitamente. In ciò è d’accordo Harold Jeffreys, ed anche Hans Reichenbach. Per meglio insistere su
tale punto Keynes preferisce addirittura parlare non della probabilità di un evento ma dell’affermazione
che esso abbia a verificarsi (supposta nota una data affermazione), e certo l’idea che la probabilità non
esiste nel mondo dei fatti concreti, ma nel regno dell’astratto pensiero umano…». Ibidem, p. 207.
1046 RICCARDO CAMPA
69
«Da Aristotele a Spinoza, da Erodoto a Bentham, è tutto un panorama insospettato di punti di
riferimento che si rileva nel campo delle concezioni sulla probabilità». Ibidem, pp. 221-222.
70
Èmile Borel, Traité du Calcul des Probabilités et de ses Applications, in Supplemento statistico ai
nuovi problemi di politica, storia e economia, 5. 1939, pp. 61-71.
21. La precariedad
1
«La science est conscience de la nécessité, si elle est celle des nécessités de la science, elle est donc un
acte de liberté: sa fécondité matérielle est celle de la puissance créatrice par excellence. Mais ces biens
trop visibles ne doivent pas faire oublier que les fruits de la liberté sont toujours donnés par sourcroît. Si
la science envisageait ses résultats matériels comme un fin, elle se condamnerait à devenir un jour
stérile». Bernard Charbonneau, Le système et le chaos. Critique du développement exponential, Paris,
Éditions Anthropos, 1973, p. 25.
2
«L’humaine liberté de la science n’est pas neutre, elle est ambiguë, lourde à la fois du bien et du mal».
Ibidem, p. 34.
3
«Difficulté supplémentaire: les termes qui cherchent à saisir le temps, à le définir, à le mesurer même,
s’expriment en langage d’espace». Robert Wallis, Le temps, quatrième dimension de l’esprit, Paris,
Flammarion, 1966, p. 13 (El tiempo, cuarta dimensión de la mente. Estudio de la función temporal del
hombre desde el punto de vista físico, biológico y metafísico, Buenos Aires El Ateneo, 1976).
4
«Ne serait-ce que pour cette raison simple que le sciences naturelles en géneral, et la physique en
particulier, ne décrivent pas la nature en soi, mais bien les relations entre l’homme et la nature. Le
monde des atomes a ses lois, différentes des nôtres, même si nous sommes constitués d’atomes». Ibidem,
p. 28.
5
«Qui plus est, Einstein mathématiquement inclut le temps variable dans l’intimité même du phénomène
observé; ce temps qui était quantité, il le transforme en essence spécifique, c’est-à-dire en qualité».
Ibidem, p. 31.
6
«Les mystiques employaient ce mot expérience; il y a pour eaux des expériences du divin; c’est donc un
sens traditionnel du mot expérience que William James remet ainsi en usage. L’expression: “les variétés
de l’expérience religieuse” nous paraîtra très importante, car nous allons être confrontés par ce problème:
y a-t-il une expérience métaphysique ou y a-t-il des expériences métaphysiques? Et nous voyons que
James suggère qu’il y a des variétés de l’expérience religieuse, et sans doute peut-on dire qu’il y a des
expériences religieuses diverses». Jean Wahl, L’expérience métaphysique, Paris, Flammarion, 1965, p. 7
(La experiencia metafísica, trad. José Zahonero Vivó, Marfil, Alcoy, 1966).
7
«C’est qu’au fond, nous dit Heidegger, tous les grands philosophes ont été en présence d’une seule et
même vérité qu’ils ont simplement exprimée de façons différentes». Ibidem, pp. 7-8.
8
«En reprenant notre histoire de la philosophie à partir de Kant, nous verrons qu’il a une autre série de
problèmes qui viennent de développer à partir du kantisme, et particulièrement à partir des antinomies de
la raison pure; il s’agit de la question du fini et de l’indéfini». Ibidem, p. 42.
9
«Van Gogh lui-même dit que les peintres modernes sont des peintres penseurs, mais à propos des
peintres plus anciens, nous pourrions faire des remarques analogues, avec cette seule différence que leur
pensée n’est pas au même degré faite de contrastes qui leur soient personnels; elle vit de la pensée de
l’époque». Ibidem, p. 117.
10
«Tout moment de notre vie offre donc deux aspects: actuel et virtuel, perception d’un côté et souvenir
de l’autre. Mais ces deux aspects sont contemporains, au moins dans leur origine, et cependant, comme le
dit Janet: “La construction du présent empêche une détermination précise de sa durée”». Robert Wallis,
Le temps, quatrième dimension de l’esprit, cit., p. 53.
11
«De ce point de vue, il n’y a pas de limite objective matérielle entre le déjà accompli et ce qui va
s’accomplir». Ibidem, p. 71.
12
«Que la matière inerte serrait instable s’il n’y avait pas de discontinuité quantique pour maintenir la
stabilité des structures moléculaires et atomiques, et ainsi la stabilité de cette matière inorganique même.
Or la stabilité organique des cellules biologiques à travers l’individu, et surtout à travers l’espèce grâce à
la reproduction, ne se maintient elle aussi en existence, à travers les siècles, que grâce à une instabilité
paradoxale, liée à des discontinuités quantiques». Ibidem, pp. 72-73.
13
«Ces discontinuités brusques sont les mutations, et De Vries a bien insisté sur leur caractère
révolutionnaire et soudain, en regard d’une évolution progressive et continue». Ibidem, p. 73.
14
«Pour les partisans de la Gestalt psychologie comme pour nous-même, il n’y a pas lieu de distinguer
véritablement ce qui est habituellement décrit sous le nom de perception, mémoire, pensée, jugement: ces
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1047
appellations diverses ne font que dissocier artificiellement les modalités d’un même processus
psychologique électrochimique, processus d’information et de communication nerveuses essentiellement
neuronique et surtout cérébral». Ibidem, p. 108.
15
«Si le monde extérieur apparaît comme “relativement” immobile, et le temps objectif de Monkowski-
Einstein aussi déployé que l’espace, la variation relative vient de l’intuition du moi qui, sentant le
changement du devenir, applique au temps psychologique sa flèche directionnelle interne et provoque
ainsi la sensation de l’avant e de l’après». Ibidem, p. 187.
16
«Comme le fait remarquer Arthur Eddington, la notion d’entropie constitue probablement la plus
grande contribution de la physique du XIXe siècle au développement de la pensée scientifique. Grâce à
elle, pour la première fois la physique s’éloigne de la tendance quasi anatomique à rechercher, par de
divisions et des dissections microscopiques ou ultra-microscopiques de plus en plus fines, à isoler des
entités, pour au contraire s’attacher, quasi physiologiquement, aux qualités évolutives d’un système
considéré dans son ensemble fonctionnel et évolutif, comme on le fait vis-à-vis d’une organisme vivant,
par delà les détails de la structure». Ibidem, p. 188.
17
«La croissance technique et économique indéfinie est à la fois le fait et le dogme fondamental de notre
temps, comme l’immutabilité d’un ordre à la fois naturel et divin fut celui du passé». Bernard
Charbonneau, Le système et le chaos, critique du développement exponentiel, Paris, Éditions Anthropos,
1973, p. 10.
18
«L’espace social, d’abord biomorphique et anthropologique,» afferma Henri Lefebvre «tend à déborder
cette immédiateté. Toutefois, rien ne me disparaît complètement; ce qui subsiste ne saurait se définir
seulement par la trace ou le souvenir ou la survivance. L’antérieur, dans l’espace, reste le support de ce
qui suit… L’espace ainsi conçu pourrait se dire “organique”. Dans l’immédiateté de la relation entre les
groupes, entre les membres de chaque groupe, de la “société” avec la nature, l’espace occupé déclare sur
le terrain l’organisation de las société, les rapports constitutifs. Ces rapports ne donnent que peu de place
à l’abstraction. Ils restent au niveau du sexe, de l’âge, du sang et mentalement de “l’image” sans concept:
de la parole». Henri Lefebvre, La production de l’espace, Paris, Éditions Anthropos, 1974, pp. 265-266.
19
«L’anthropologie a montré comment l’espace occupé par tel ou tel group de “primitifs” correspond au
classement hiérarchisé des membres de la société: le rend perpétuellement actuel et présent». Ibidem, p.
266.
20
«Notre espace reste ainsi qualifié (qualifiant) sous les sédiments postérieurs de l’histoire, de
l’accumulation, de la quantification». Ibidem, p. 267.
21
«Une double lecture s’impose: l’absolu (apparent) dans le relatif (réel)». Ibidem, p. 268.
22
«La mimèsis avec ses composantes et variantes permet s’établir la “spatialité” abstraite comme
cohésion mi-fictive mi-réelle». Ibidem, p. 433-434.
23
«La science est conscience. A l’intuition fragmentaire et fugitive de l’instinct, elle substitue un plan
méthodique et exhaustif». Bernard Charbonneau, op. cit., p. 33.
24
«Les régimes capitalistes sont socialistes dans la mesure où le progrès technique leur impose une
organisation, et les régimes socialistes capitalistes là où le rendement les oblige à relâcher leurs
principes». Ibidem, p. 53.
25
«Aussi, en attendant la parousie, à chacun selon son travail. La société la plus juste est celle qui fait le
mieux la Révolution, c’est-à-dire la Production». Ibidem, p. 247.
26
«Le père Teilhard aurait-il raison, le Plastique serait-il le Saint-Esprit?». Ibidem, p. 252.
27
«Le elezioni si trasformano in realtà in una delle forme del plebiscito». Ernst Jünger, Trattato del
ribelle, Milano, Adelphi, 2009, p. 12.
28
«Le dittature non sono soltanto pericolose, sono esse stesse sempre in pericolo poiché l’uso brutale
della forza suscita ovunque ostilità. Stando così le cose, la presenza di esigue minoranze pronte a tutto
costituisce una minaccia, in particolare quando esse abbiano messo a punto una loro tattica». Ibidem, pp.
31-32.
29
«L’aspetto irritante di questo spettacolo è il legame tra una statura così modesta e un potere funzionale
così enorme». Ibidem, p. 34.
30
«Conditionner les attitudes ou les actions d’un homme à une philosophie ou à une politique pour lui
faire oublier les données nationales sociales ou économiques de sa condition c’est l’asservir et non le
libérer». Bernard Charbonneau, op. cit., p. 313. Cfr. Atkinson Barry, Borchorst Dahl Desai, Grudzielsky
Kolberg, Lukes Roth, Dilemmi della democrazia e strategie del riformismo, Roma, Editori Riuniti, 1991.
31
«L’individualismo contemporaneo, soprattutto quello descritto da Gilles Lipovetsky in L’ère du vide,
non rappresenta più un trionfo dell’individualità sulle regole costrittive, ma la realizzazione di individui
estranei alle discipline, alle regole, alle diverse costrizioni, alle irreggimentazioni. Che cosa troviamo
1048 RICCARDO CAMPA
nell’individualismo contemporaneo? Le delizie del narcisismo, ben più che il possesso di un’autonomia,
l’esplosione edonista, ben più che la conquista della libertà». Jacqueline Russ, La pensée éthique
contemporaine, Paris, Presses Universitaires de France, 1994, trad. it. Bologna, Il Mulino, 1997, p. 13.
32
«La scienza dei giudizi morali ripudia ogni appello alle diverse trascendenze (Dio, ecc.), resiste alle
sirene del sacro, per volgersi verso il desiderio, la felicità, la gioia, la realtà, ecc., in cui si radicano i nostri
valori e le nostre norme assiologiche». Ibidem, p. 39.
33
«Il pervadere dell’incertezza prodotta» scrive Anthony Giddens «è il risultato della lunga maturazione
delle istituzioni moderne; ma si è intensificato anche per effetto di una serie di eventi che, nel corso degli
ultimi quattro o cinque decenni, hanno profondamente trasformato la società (e la natura)». Anthony
Giddens, Beyond Left and Right. The future of Radical Politics, Cambridge, Polity Press, 1994, trad. it.
Oltre la destra e la sinistra, Bologna, Il Mulino, 2011, p. 10 (Más allá de la izquierda y de la derecha. El
futuro de las políticas radicales, trad. María Luisa Rodríguez Tapia, Madrid, Ediciones Cátedra, 1996).
34
«Tali valori sono sollecitati innanzitutto, forse, da ciò che Hans Jonas chiama “euristica della paura” –
li scopriamo sotto un segno negativo, sotto le minacce alla collettività che l’umanità stessa si è creata».
Ibidem, p. 30.
35
«Il capitalismo dipende da un “puritanesimo secolare” nella sfera della produzione, ma si è arreso agli
imperativi del piacere e del gioco in quella del consumo». Ibidem, p. 45.
36
«Le forme di socialismo rivoluzionario meno fanatiche, compresa quella proposta da Marx, spiegano in
modo chiaro e in termini teorici l’importanza della rivoluzione». Ibidem, p. 81.
37
«L’elenco dei pericoli è ben noto. Il probabile progressivo riscaldamento della terra, in conseguenza
della produzione dei gas responsabili dell’ ”effetto serra”; l’assottigliarsi dello strato di ozono; la
devastazione delle foreste tropicali; la desertificazione; e l’inquinamento delle acque, un inquinamento
che probabilmente finirà con l’inibire i processi di rigenerazione che esse consentono». Ibidem, p. 122.
38
«Dall’America Latina all’Europa Orientale, dall’Unione Sovietica al Medio Oriente e all’Asia,» scrive
Francis Fukuyama «negli ultimi tre decenni i regimi autoritari non hanno più retto. Ed anche se non
hanno in tutti i casi ceduto il passo ad una stabile democrazia liberale, quest’ultima rimane la sola
aspirazione politica coerente per regioni e culture diverse dell’intero pianeta». Francis Fukuyama, The
End of the History and the Last Man, London, Hamilton, 1992, trad. it. Milano, Rizzoli, 1992, p. 11 (El
fin de la historia y el último hombre, trad. P. Elías, Barcelona, Ed. Planeta, 1992).
22. La expectativa
1
«Ciò porta alla seconda e più seria obiezione: libertà ed eguaglianza non sono valori distinti e
indipendentemente caratterizzabili. Riconosciuto che l’una è un attributo della condizione di individui o
gruppi mentre l’altra caratterizza il rapporto tra le loro condizioni, dobbiamo rilevare che, in entrambi i
casi, il problema attiene gli stessi aspetti della loro condizione». Steven Lukes, Eguaglianza e libertà: è
un conflitto inevitabile?, in Atkinson Barry, Borchorst Dahl Desai, Grudzielsky Kolberg, Lukes Roth,
Dilemmi della democrazia e strategie del riformismo, a cura di Sergio Lugaresi e Laura Pennacchi,
Roma, Editori Riuniti, 1991, p. 31.
2
«Nei conflitti politici, le teorie in contrasto comprendono quasi sempre entrambi questi obiettivi e il loro
contrasto nasce da diverse concezioni circa il modo di soddisfarle entrambe». Ibidem, p. 34.
3
«Tanto gli imprenditori di destra quanto certi partiti e sindacati di sinistra» sostiene Stany Grudzielsky
«hanno trovato in questo giustificazioni eccellenti: per i primi, l’uomo è un fattore lavoro, il cui
spostamento dalle zone di surplus alle zone di mancanza di forza lavoro dovrebbe essere favorita in tutti i
modi, allo scopo di massimizzare il profitto e riequilibrare il mercato liberista; per gli altri, l’uomo è una
parte della classe operaia, il suo coinvolgimento in un movimento di massa è condizione per la sua
liberazione. Per entrambi, però, l’uomo è un atomo di umanità. L’autonomia della persona è un’illusione
– una pericolosa illusione, propriamente parlando». Stany Grudzielsky, Immigrazione e politiche sociali,
in AA.VV., Dilemmi della democrazia e strategie del riformismo, cit., p. 90.
4
«La fase finale del capitalismo sarà la completa scomparsa di ogni particolarismo, la sua dissoluzione in
un mercato mondiale, che costituisce il cuore stesso dell’internazionalismo proletario…». Ibidem, p. 96.
5
Karl Marx, A proposito del sistema nazionale di economia politica di Friedrich List, in Il capitale, a
cura di Delio Cantimori, introduzione di Maurice Dobb, Roma,Editori Riuniti, 19748 (Crítica de «El
sistema nacional de economía política» de Friedrich List).
6
«Se oggi si parla di “nuovo riformismo” è perché quello “vecchio” (ossia, lo storico compromesso a cui
quasi ogni democrazia occidentale è pervenuta con la propria classe operaia; New Deal,
Keynes/Beveridge, Butskellism o comunque lo si voglia chiamare) è crollato nel decennio seguente alla
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1049
crisi petrolifera. I rovesci subiti dalla democrazia sociale negli anni Ottanta, vale a dire dopo la seconda
crisi petrolifera, impongono di ridefinire una nuova economia politica». Meghnad Desai, Vecchie e nuove
povertà e le politiche sociali, in AA.VV., Dilemmi della democrazia e strategie del riformismo, cit., p.
138.
7
«La tirannia esercitata dalle categorie del valore sull’economia marxiana ha trasformato in feticcio le
relazioni di scambio valore/merce e ciò ha impedito ai movimenti socialisti di mobilitarsi all’esterno della
sfera delle relazioni di scambio. La categoria del lavoro utile è più ampia di quella del lavoro produttivo
di valore: essa include, sia la dimensione del genere, sia quella dell’età». Ibidem, p. 144.
8
«Ciò che i paradossi mettono in luce è l’esistenza di profonde tensioni e conflitti tra l’idea e la pratica
della democrazia e le strutture e le pratiche dell’ordine economico nei paesi democratici». Robert Dahl,
Democrazia politica e democrazia economica in AA.VV., Dilemmi della democrazia e strategie del
riformismo, cit., p. 151.
9
«È la natura stessa che, nell’esigenza di libertà, si ribella alla società». Hans Kelsen, La democrazia,
Bologna, Il Mulino, 2010, p. 45.
10
«Si nasce, per lo più, in un ordine statale preesistente, alla cui creazione non si ha contribuito e che
deve, in seguito, apparire come una volontà esterna. Il problema che si presenta è soltanto quello del
perfezionamento di quest’ordine, delle modifiche da apportare ad esso. E sotto questo punto di vista, il
principio della maggioranza assoluta (e non della maggioranza qualificata) rappresenta l’approssimazione
relativamente maggiore dell’idea di libertà». Ibidem, p. 51.
11
«La forza numerica di questi due gruppi può essere più o meno diversa, ma non è mai troppo diversa la
loro importanza politica e sociale. È questa forza di integrazione sociale che, in primo luogo, caratterizza
il principio di maggioranza». Ibidem, p. 104.
12
«È in particolar modo l’idea di un parlamento economico che in questi ultimi tempi tende ad attuarsi;
ma, per intanto, ancora a fianco del parlamento generale, come corpo peritale, consultivo ed
eventualmente dotato di veto sospensivo, nella cui composizione dovrebbero trovare una mutua
compensazione i molteplici interessi antagonistici nel campo della produzione, p. es., fra agricoltura e
industria, fabbriche e commercio, ma anche l’antagonismo fra produttori e consumatori, e fra datori di
lavoro e lavoratori». Ibidem, p. 168.
13
«Entrambi gli orientamenti affermano il sommo valore della libertà, ma mentre l’uno individua
l’essenza di tale libertà nella spontaneità e nell’assenza di coercizione, l’altro sostiene che essa si può
realizzare solo attraverso la ricerca e il conseguimento di un fine assoluto e collettivo». Jacob L. Talmon,
Le origini della democrazia totalitaria, Bologna, Il Mulino, 2000, p. 8 (Los orígenes de la democracia
totalitaria, trad. Manuel Cardenal Iracheta, Madrid, Aguilar, 1952).
14
«Entrambi gli orientamenti possono sostenere la necessità della coercizione». Ibidem, p. 15.
15
«Il punto di riferimento del messianismo moderno… è la ragione e la volontà dell’uomo, e la sua
aspirazione a raggiungere la felicità sulla terra attraverso una trasformazione sociale. Il punto di
riferimento è temporale, ma le aspirazioni sono assolute». Ibidem, p. 19.
16
«Il venerato legislatore di Rousseau non è altro che il grande educatore». Ibidem, p. 47.
17
«La volontà personale dell’individuo è sempre sospetta». Ibidem, p. 61.
18
«È sempre accaduto nelle rivoluzioni moderne che, mentre il dinamismo intrinseco dello schema della
rivoluzione continuava a produrre dottrinari sempre più estremisti, le masse inarticolate diventavano
sempre più indifferenti e ostili alla mentalità rivoluzionaria». Ibidem, pp. 189-190.
19
«Fu l’idea dell’ordine naturale (o della volontà generale) del diciottesimo secolo come fine
raggiungibile, anzi inevitabile e onirisolutivo, a generare un atteggiamento mentale sconosciuto fino ad
allora nella sfera della politica, vale a dire il sentimento di un progresso continuo verso una soluzione del
dramma storico, accompagnato da una profonda consapevolezza di una crisi strutturale e incurabile della
società esistente. Questo atteggiamento mentale trovò la sua espressione nella tradizione democratica
totalitaria». Ibidem, p. 341.
20
«Questa è la maledizione delle fedi messianiche: nascere dagli impulsi più nobili dell’uomo e
degenerare in strumenti di tirannide». Ibidem, p. 347.
21
«Ce qui fait advenir l’État dans la plénitude de sa notion» scrive Marchel Gauchet «le rend
simultanément impensable dans son effectivité. La révolution au nom du droit se transforme en épreuve
des limites de la pensée du politique selon le droit». Marcel Gauchet, L’avènement de la démocratie. La
révolution moderne, Paris, Éditions Gallimard, 2007, p. 116.
22
«La découverte de l’historicité proprement dite, telle qu’on en a le plus puissant témoignage avec la
Phénoménologie de l’esprit de 1807, procède d’une double adicalisation de la perspective du progrès».
Ibidem, p. 132.
1050 RICCARDO CAMPA
23
«En se forgeant dans la durée, l’humanité apprend à se connaître, à se comprendre, à se savoir pour ce
qu’elle est, en éclaircissant d’où elle vient et en discernant où elle va – en un mot, elle se réfléchit».
Ibidem, p. 143.
24
«Il se découvre ainsi un continent neuf de pensée et d’action qui s’élargit à mesure qu’on l’explore. Il
offre un champ que l’on n’avait pas soupçonné aux entreprises tant individuelles que collectives».
Ibidem, p. 128.
25
«La notion qui fera consensus pour désigner cette totalisation en marche du travail de l’humanité sur
elle-même sera celle de civilisation». Ibidem, p. 143.
26
«De la foi onirique dans les solutions radicales de l’âge totalitaire, nous voici passé dans l’aimable
inconscience de la démocratie de marché, invulnérablement confiante dans ses automatismes et ses
ressources d’équilibre». Ibidem, p. 154. Los fundamentos filosóficos del neoliberalismo regresan en la
doctrina de Friedrich Hayek e Milton Friedman, que piensan que el progreso de la ciencia y de la
tecnología son el efecto del desarrollo de la competitividad individual en el mercado, y que la
intervención del Estado mediante la planificación centralizada y el keynesianismo económico lo
deprimen.
27
Cfr. Louis Dumont, Homo aequalis. Genèse et épanouissement de l’idéologie économique, Paris,
Éditions Gallimard, 1977.
28
Marcel Gauchet, op.cit., p. 183.
29
«Il est un carrefour dans le contexte. Les données inédites de la situation convergent en lui. Il fédère en
un vocable unique l’ensemble des causes à l’ordre du jour, le gouvernement représentatif, la dignité des
individus, l’intégration sociale des laborieux et des humbles, les espérances et les nécessités de l’histoire,
la liberté des nations». Ibidem, p. 195.
30
Émile Zola, Paris, Éditions Gallimard, «Folio Classique», 2002, pp. 625-626.
31
«L’activisme socialiste va prendre la relève de la quiétude libérale». Marcel Gauchet, op.cit., II. p. 65.
32
«En construisant son unité, en se donnant les moyens de la conquête du pouvoir politique, la classe
ouvrière se métamorphose, de classe objective qu’elle était, en classe subjective». Ibidem, p. 98.
33
«La déthéologisation de l’histoire va de pair avec sa décosmicisation. La poussée de l’immanence
introduit avec elle la perspective d’une historicité qui se produit du dedans d’elle-même, selon un
processus intrinsèque, et qui représente un milieu spécifique. L’histoire se dissocie de la nature ; elle se
détache du devenir universel ; elle se sépare de l’évolution du vivant. Elle se joue toute entre les
hommes». Ibidem, p. 137.
34
Santi Romano, Lo Stato moderno e la sua crisi. Saggi di diritto costituzionale, Milano, Giuffré, 1969,
p. 9 e ss.
35
«Savorgnan de Brazza fonde le Congo français en 1877, le protectorat sur la Tunisie est établi en 1881,
sur l’Annam en 1833. C’est que l’économie l’exige, en tout cas les acteurs en son persuadés». Marcel
Gauchet, op. cit., p. 174.
36
«L’ordre humain s’est substitué à l’ordre chrétien, mais la façon d’en concevoir la réalisation reste
analogue, dans sa diversité de creusets et son unité de langage. C’est d’ailleurs ce qui nourrit l’espoir des
partisans des nationalités dans la future polyphonie des peuples libres et pacifiques». Ibidem, p. 236.
37
Hannah Arendt, Le origini del totalitarismo, Milano, Edizioni di Comunità, 1996 (Los orígenes del
totalitarismo, trad. Guillermo Solana, Madrid, Alianza Editorial, 2006).
38
«Jamais l’homme n’eut à ce point conscience de la necessité impérieuse de collaborer à la conservation
et au perfectionnement de la civilisation terrestre. Jamais dans le passé, le travail ne fu autant en honneur
que de nos jours. Jamais l’homme ne fu aussi disposé à peiner, à courir des risques, à consacrer à tout
moment son courage et sa personnalité au bien général. Aussi n’a-t-il pas perdu tout espoir». Johan
Huizinga, Incertitudes. Essai de diagnostique du mal dont souffre notre temps, Paris, Librairie de
Médicis, 1939, p. 16.
39
«Il ne nous reste qu’à marcher en avant, bien que les abîmes et les lointains inconnus nous donnent le
vertige et qu’une brume opaque plane sur le gouffre béant du proche avenir». Ibidem, p. 27.
40
«La culture commence dès que l’homme a expérimenté comment la main, armé d’un silex grossier, est
capable de produire des choses que sans cet instrument il ne saurait faire. Il s’est asservi une parcelle de la
nature». Ibidem, pp. 45-46.
41
«Les termes qui unissent toutes les tendances culturelles d’aujourd’hui sont du même ordre : ben-être,
puissance, sécurité (y compris aussi la paix et l’ordre), autrement dit un ensemble d’idéals aptes à diviser
plutôt qu’à unir, découlant tous de l’instinct naturel, mais non ennoblis par l’esprit. Les troglodytes
connaissaient déjà ce même idéal». Ibidem, p. 51.
LA ERA DE LOS PRESAGIOS 1051
42
Horace Walpole, Il castello d’Otranto, Introduzione di Mario Praz; traduzione di Oreste del Buono,
Milano, BUR Rizzoli, 2010 (El castillo de Otranto, trad. María Engracia Pujals Gesalí, Madrid, Alianza
Editorial, 2008).
43
«La technique fournit aussi à la société des moyens de destruction. Qui dit moyens d’extermination ne
dit pas forcément guerre ou crime... Le maintien de l’ordre et la justice autorisent également l’emploi de
la violence allant jusqu’à la destruction de la vie humaine». Johan Huizinga, op. cit., p. 100.
44
«Un principe moral tel que le comprendrait un chrétien, un musulman, un platonicien, un bouddhiste,
un spinosiste, un kantien, fait ici totalement défaut. Aussi va-t-il sans dire que pareille doctrine n’agit en
efficacité sur les masses que sous une forme grossière et à peine comprise». Ibidem, p. 138.
45
«On ne peut donc que remonter de la pensée parlée à celle qui se parle, s’efforcer de discerner la future
pensée de l’après langage dans celle qui est en train de s’incarner». Étienne Gilson, Linguistique et
Philosophie, Paris, Librairie philosophique J. Vrin, 1969, p. 127.
46
«J’appelle puérilisme l’attitude d’une société dont la conduite ne correspond pas au degré de
discernement et de maturité auquel elle est censée être parvenue, une société qui, au lieu de préparer
l’adolescent à passer à l’âge viril, adapte sa propre conduite à celle de l’enfance». Johan Huizinga, op.
cit., p. 175.
47
Cfr. Serge Moscovici, Essai sur l’histoire humaine de la nature, Paris, Flammarion, 1968; Emmanuel
Le Roy Ladurie, Histoire du climat depuis l’an mil, Paris,Flammarion, 1967.
48
«C’est l’attitude d’un Platon ou d’un Malebranche,» scrive Henri Wallon «pour qui les idées pures ou
l’intelligible répondent à l’essence même des choses...D’autres, avec Descartes ou Spinoza, supposent
une sorte de parallélisme ou d’identité substantielle entre l’intelligible et la réalité accessible aux sens,
dite réalité matérielle...». Henri Wallon, De l’acte à la pensée, Paris, Flammarion, 1970, p. 7.
49
«Cette absence de frontières précises délimitant le domaine de l’usage commun a pour conséquence
que la question, souvent posée, du nombre des mots dont une langue se compose, ne peut recevoir aucune
réponse précise ni même raisonnablement approchées». Étienne Gilson, op.cit., p. 289.
50
Robert Klein, La forma y lo inteligible, Madrid, Taurus, 1982, p. 381.
23. La contemplación
1
A la emancipación de la humanidad de la dependencia de los «falsos mentirosos del Olimpo» contrasta
el intento de perfilar un «reino terreno», capaz de emanar normas de conducta ética y jurídicamente
edificantes. Pero el cristianismo piensa en dos fuentes de obligación: en los Hechos de los Apóstoles (5,
29) se escribe: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres»; y en los Evangelios de Mateo
(22, 21), Marco (12, 17) y Lucas (20, 25) donde se dice: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios». La «doble ciudadanía» es, por un lado, providencial y, por otro lado, la causa de las
turbaciones existenciales de las generaciones ocupadas mundanamente en mejorar las condiciones
objetivas. La contingencia asume connotaciones heurísticas en cuanto que satisface las expectativas del
género humano. La laicidad conforta las fases de actuación de los órdenes institucionales, connotados por
la llegada de la ciencia y de la tecnología. Las inferencias perturbadoras del observador de la naturaleza
restablecen la unidad cósmica de la cultura grecorromana. La relación entre la autoridad secular y Dios es
una característica optativa de los Estados, que consideran la tolerancia religiosa como un factor
determinante para la convivencia civil y pacífica. La prudencia es la categoría de la acción coordinada de
modo que pueda conseguir resultados detectables práctica y éticamente. La obediencia es una actitud que
restablece la virtud, continuamente comprometida a las actitudes mundanas. Su función salvífica es
efímera, aunque alargada por la lisonja de conseguir ventajas a veces imprevistas o insólitas. La
salvaguardia del poder (político, económico, social) permite reforzar el acuerdo conjetural y los vínculos
reales entre los miembros de un orden institucional. La autonomía decisional prescinde de las
revelaciones proféticas y confía, solamente en el sentido alegórico, en la voluntad divina. La conciencia
infeliz se deduce de la relativización de la convicción, de la inmanencia, con la que el género humano se
cuestiona sobre los resultados de la vida terrena. Queda pendiente el «valor» del mandato, que puede
provenir de una autoridad celeste o terrena: una urdimbre mental, capaz de hacer cohesiva la preceptiva
social. La problemática, conectada con la iniciación a la observancia de las normas que rigen la
comunidad humana, es el predicado nominal del aparato capaz de legitimar la acción aflictiva por parte de
las instituciones, encargadas de reprimir la transgresión. El orden artificial refleja el orden natural. La
coparticipación activa y pasiva del uno y del otro frente a la práctica humana se realiza en la costumbre,
en la capacidad colectiva de organizar la temperie existencial de un modo conforme a las exigencias de la
«Gran Cadena del Ser», según la expresión de Arthur O. Lovejoy.
1052 RICCARDO CAMPA
paradigmatici, eterni e non dipendenti dal contesto tende a rafforzare la convinzione platonica che
l’attività contemplativa sia la più stabile, invariabile e indipendente dal contesto». Ibidem, p. 300.
11
«Pochissimi filosofi morali, soprattutto nella tradizione anglo-americana, hanno accolto storie,
particolari ed immagini nelle loro opere sul valore. Molti hanno considerato con sospetto questi elementi
del discorso. Di conseguenza molta filosofia moderna traccia l’opposizione fra il misto e il puro, tra il
racconto e l’argomentazione, tra il letterario e il filosofico con la stessa decisione del Simposio». Ibidem,
p. 362.
12
Heráclito, D.K. 22 B 123.
13
Aristóteles, Metaphisica, 982 b 12-19. Cfr. Jacques Brunschwig-Geoffrey Lloyd, Le savoir grec,
Dictionnaire critique, preface de Michel Serres, Paris, Flammarion, 1996.
14
Thomas Henry Huxley, Evolution and Ethics. Prolegomena (1894), en Collected Essays, London,
Macmillan, 1893-94, vol. 9, p. 30.
15
«È questo il retaggio (la realtà in cui si fonda la dottrina del peccato originale) trasmesso dalla lunga
serie di progenitori, umani e semiumani e bruti, ai quali la forza della spinta innata all’autoaffermazione
assicurava la vittoria della lotta per l’esistenza». Thomas Henry Huxley, Evolution and Ethics, cit.,
traduz. it., p. 18.
16
«Per quanto fragile come una canna, l’uomo – dice Pascal – è una canna pensante: in lui si trova un
fondo di energia che opera con intelligenza ed è tanto affine a quello di cui è permeato l’universo da saper
influenzare e modificare il processo cosmico». Ibidem, p. 53.
17
«Dal versante teologico ci viene detto che si tratta di una condizione propria di uno stato di prova e che
le apparenti immoralità e ingiustizie della natura vengono successivamente compensate. Ma, nel caso
della grande maggioranza degli esseri senzienti, in quale modo tale compensazione debba attuarsi resta
ancora da chiarire». Ibidem, pp. 57-58.
18
«Se le affermazioni dei fisici speculativi, cioè che il globo terrestre da uno stato di fusione, al pari del
sole, va gradualmente raffreddandosi, sono vere, allora arriverà un tempo in cui l’evoluzione significherà
adattamento a un inverno universale e tutte le forme di vita si estingueranno, tranne gli organismi inferiori
e semplici quali la diatomea dei ghiacci artici e antartici e il protococco della neve rossa». Ibidem, p. 58.
19
«La fatica del lavoro nella produzione è l’unico titolo al possesso esclusivo. Nessun dono gratuito da
parte della natura può essere oggetto di tale proprietà privato. Dunque, un uomo non può avere un
possesso esclusivo di se stesso, se non nella misura in cui egli è il prodotto delle fatiche legate al proprio
lavoro e non un dono gratuito della natura». Ibidem, p. 99.
20
Charles Dunoyer, De la liberté du travail, ou Simple exposé des conditions dans lesquelles les forces
humaines s’exercent avec le plus de puissance, Guillaumin, Paris, 1845. Cfr. Jacqueline Russ, La pensée
éthique contemporaine, Paris, Presses Universitaires de France, 1994.