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Desarrollo emocional en la adolescencia

La literatura sobre este tema muestra que los adolescentes experimentan amplias fluctuaciones en sus
estados emocionales diariamente (Larson y Richards, 1994), y el aprender a manejar esas emociones es de
vital importancia para la eventual eficacia y bienestar en las labores de la vida adulta como el trabajo,
crianza, y otros orles (Hartel, Zerbe y Ashkamasy, 2005). Sin embargo, aunque ha habido un progreso desde
que Hauser y Safyer (1994) describieron el tópico del desarrollo emocional de la inteligencia como un
territorio prácticamente inexplorado, el conocimiento sobre la emoción en la adolescencia es en una forma
comparativa, limitado (Saarni, Campos, Camras y Witherington, 2006). De forma particular con respecto
al proceso del desarrollo emocional como es experimentado por los adolescentes.

Una explicación puede ser que el desarrollo emocional enfrenta a los adolescentes con difíciles objetivos a
cumplir. Al intentar entender las fluctuaciones diarias de la emoción de los adolescentes, deberíamos verlo
como algo mas complejo de lo que aparenta ser. Los adolescentes encuentran que sus emociones
experimentadas son intensamente personales, como si fueran el centro de quienes son (Haviland, Davidson,
Reutsh, Gebelt y Lancelot, 1994) y deben averiguar el rol y la influencia de esas emociones a nivel social,
fisiológico y psicológico (Fischer, Shaver y Carnochan, 1990).

Las emociones cumplen funciones vitales para los individuos y los grupos ya que proveen información que
los ayuda a dirigir la atención y facilitar las relaciones (Lewis y Haviland-Jones, 2000). Por lo tanto, el
aprender a manejarlas requiere que los adolescentes establezcan distinciones en como y cuando las
emociones son funcionales de forma que puedan prever sus posibles consecuencias disfuncionales (Larson,
Clore y Wood, 1999).

El desarrollo emocional, entonces, necesita ser entendido en relación con el contexto cultural y en la vida
real en que el adolescente experimenta sus emociones (Saarni et al., 2006). Aunque el terreno del estudio
de la adolescencia mantiene confusiones y hasta contradicciones por la variedad de literatura y enfoques
sobre este tema (Lozano, 2014). Los modelos teóricos sobre el desarrollo afectivo en el adolescente, a
diferencia del desarrollo físico, por ejemplo, encuentran puntos en común, y lejos de ser teorías que dividen
el conocimiento, pueden considerarse complementarias.

Teoría Epigenética de Erikson

Erik Erikson es el teórico más influyente del desarrollo emocional. El conceptualizó el desarrollo como una
serie de crisis donde los individuos deben negociar dificultades, a menudo tareas conflictivas, para mantener
la trayectoria del desarrollo, que él denominó el modelo epigenético del desarrollo. Este desarrollo fue
caracterizado como retos en crisis binarias que fuerzan al individuo a elegir una estancia emocional más
deseable (Erikson, 1980)

La tarea principal de la adolescencia, dijo Erikson (1968), es enfrentarse a la crisis de la identidad versus
confusión de identidad, a fin de convertirse en un adulto único con un sentido coherente del yo y un papel
valorado dentro de la sociedad.

Para este autor, la identidad se va formando a medida que los jóvenes resuelven tres cuestiones principales:
la elección de una ocupación, la adopción de los valores con los que vivirán y el desarrollo de una identidad
sexual satisfactoria. Durante la tercera infancia, los niños adquieren las habilidades necesarias para lograr
el éxito dentro de su cultura. Como adolescentes, necesitan encontrar formas constructivas de utilizar estas
habilidades (Papalia, Wendkos y Duskin, 2009).

Según Erikson, la moratoria psicosocial, el período de libertad que proporciona la adolescencia, les permite
a los jóvenes buscar compromisos a los que pueden ser fieles. En tiempos modernos, muchos adolescentes
encuentran que se les imponen una madurez prematura y carecen del tiempo y de la oportunidad para tener
una moratoria psicosocial, Elkind (1998). Este período de libertad es necesario para desarrollar un yo
estable y dirigido hacia el interior.

Otros teóricos, como Blos (1989) han descrito la adolescencia de manera similar a una segunda separación
del cuidado adulto, señalando que la primera separación ocurre cuando el niño pequeño alcanza la capacidad
motriz y cognitiva para alejarse de la vigilancia constante de los padres

Los adolescentes que resuelven la crisis de identidad de manera satisfactoria desarrollan la virtud de la
fidelidad: lealtad sostenida, esperanza o una sensación de pertenecer a una persona amada o a los amigos y
compañeros. La fidelidad puede también significar la identificación con un conjunto de valores, una
ideología, una religión un movimiento político, un interés creativo o un grupo étnico (Erikson, 1998).

El peligro principal de esta etapa, sostiene, es la confusión de la identidad o rol, que puede demorar
enormemente la llegada de la adultez psicológica. No obstante, es normal cierto grado de confusión de
identidad que explica la naturaleza aparentemente caótica de gran parte de la conducta adolescente.

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