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UNIVERSIDAD NACIONAL DE FORMOSA.

FACULTAD DE HUMANIDADES.

PROFESORADO EN LETRAS.
Cátedra: Seminario de Investigación Educativa en Lengua y Literatura

Profesora: María Ester Gorleri de Evans.

Alumno:

Año: 2012

TRABAJO PRÁCTICO Nº 1

 Elaborar un relato de la experiencia personal de aprendizaje de lengua y


literatura en el ciclo secundario.
 Determinar si este modo de aprender lengua y literatura ha tenido o no relación
con la elección de seguir la carrera de Profesorado en Letras.
Seminario de Investigación Educativa en Lengua y Literatura

Relato de la experiencia personal de aprendizaje de lengua y literatura.

La experiencia de aprendizaje de lengua y literatura en el colegio secundario se


dio en el período 1995/1999, en el colegio Nº 26, Ricardo Güiraldes, de la localidad de
Gran Guardia. El número de alumnos fue siempre más bien reducido, tal como suele
suceder en los colegios pueblerinos.
Según puedo recordar, la profesora- fue siempre la misma profesora, durante el
ciclo completo-llevaba a cabo su trabajo de un modo riguroso y aplicado, esto es, las
clases parecían estar preparadas, se trataba el tema estipulado previamente, en la clase
anterior, las dictaba siempre sin contratiempos de ningún tipo y tal muestra de
responsabilidad exigía ser retribuida-por mandato expreso de la profesora- con una
puntualidad sin concesiones en cuanto a los trabajos práctico y tareas encomendadas.
Por entonces, el contacto con los libros no fue tan frecuente como podría
pensarse, en un curso con contados alumnos y en una institución que disponía de una
biblioteca nueva y considerable en cantidad de libros. Sólo utilizábamos los manuales,
por lo general, de la editorial Kapeluz y, unas pocas veces, de la editorial Santillana.
Los contenidos se profundizaban, fundamentalmente, en relación al análisis oracional de
tipo estructural, la conjugación de verbos, la producción de texto y los conocimientos de
índole normativa.
De literatura recuerdo haber trabajado, en los últimos años, El Quijote, de
Cervantes, Martín Fierro de J. Hernández, y El matadero, de Echeverría. La percepción
–acertada o no-que tengo de aquella docente es que no poseía o no manifestaba una
disposición particularmente destacada o un fervor por la literatura, como el que, por
ejemplo, encontré después en algunos de los profesores de la carrera; aunque tal vez se
tratara, desde luego, de una cuestión curricular o de un criterio personal que
simplemente priorizaba ciertos contenidos, o alguna otra razón seguramente justificada.
Los textos narrativos se trabajaban con análisis inmanentes, en tanto que los textos
líricos el análisis se centraba en los aspectos referidos a la versificación, y tratándose de
Martín Fierro, en el argumento de la obra, que debíamos narrar en prosa. Exceptuando
la obra de Hernández, no recuerdo que alguna de las demás obras despertara nuestro
entusiasmo.
Si tuviese que pensar en un improvisado balance de mi formación secundaria en el
área de lengua, creo podría anotar sin vacilar, como valor positivo, el hecho de haber
egresado, al igual que mis compañeros, con la competencias suficientes para leer e
interpretar textos, y para elaborarlos sin mayores dificultades, en forma coherente, sin
errores de tipo gramatical, sin verbos mal conjugados (“redactar”, sobre los temas más
diversos, fue una de las consignas permanentes de la materia). Pero el trabajo con
novela, cuento, poesía o texto dramático, me da la impresión hoy, estaba acotado a lo
estrictamente necesario, por lo que no me parece que la materia haya constituido para
mí un puente de acercamiento a la literatura.
Considero, sin duda, que el hecho de haber elegido la carrera de Profesorado en
Letras surgió de la inclinación a la lectura, del “gusto por los libros”, pero esto se debió
más a ciertas circunstancias, en cierto grado azarosas, del ámbito familiar; y no a la
influencia de las clases de Lengua y Literatura o al aliento de alguna persona particular.
Sucedía que, sin que nadie les prestara demasiada atención, circulaban por mi casa,
cuando yo era adolescente, toda suerte de revistas y de libros viejos y de género
desparejo. Entre las revistas, las de historietas, que siempre he sentido y fueron para mí
como una especie de puerta chica a la literatura: de esa curiosidad inicial a los primeros
libros, y a la biblioteca municipal después, media poca distancia, y era casi natural dar
el paso, en un contexto de pueblo calmo donde internet no llegaba aún, la televisión
constaba de un solo canal y no existían, en realidad, mayores distracciones.
De modo que la experiencia de aprender lengua y literatura, si incidió en mi
decisión de seguir esta carrera (no puedo descartar del todo la posibilidad), debió
hacerlo levemente; creo más bien que algunas de las razones ya expuestas pueden
explicar mejor, sino el hábito de los libros, al menos si mi elección.

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